Malaspina
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expedición científica de Malaspina en Nueva España
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2 Cutter,1960, p. 11.
3 ARAHM, ms. 917165, Cartas de Malaspina a Paolo Greppi.
4 Torre Revelió, 1944, p. 5.
5 AMNM, ms. 1827, f. l. Maella, pintor valenciano nacido en 1739. Estudió en la Academia
de San Fernando de Madrid y luego en la de San Lucas de Roma. Fue pintor de cámara y direc-
tor de la Academia de San Fernando. Gozó de gran fama en su tiempo, aunque su obra no
se considera de gran mérito artístico. Murió en Madrid en 1819.
6 AMNM, ms. 1407, ff. 12, 13.
7 Sotoca, 1966, p. 2.
TOMÁS DE SURIA
Mujer de Puebla de los Ángeles de gala en la calle. Expedición Malaspina. Museo de América,
Madrid.
Rumbo al norte
mentaria, de las viviendas de los nativos y una vista de dos sepulcros de jefes
del lugar. El retrato que le hizo a un jefe mulgravense, le valió el elogio de
Bustamante y, además, el retratado quedó tan contento con la obra que qui-
so conservarla para sí. 17 En Nutka continuó su labor e hizo más retratos,
entre otros, el del célebre jefe llamado Macuina, pero en especial llamó la
atención el que hizo del cacique Tlupananulg. Bustamante y Guerra tam-
bién recordaba una curiosa escena de baile que tuvo lugar a bordo de
la "Descubierta" pintada por Suria. Y en Monterrey se mantuvo ocupado
dibujando los semblantes de los indios neófitos recién llevados a la misión
y algunos cuadros costumbristas.
Muchos de estos dibujos constituyen las primeras impresiones gráficas
que se tuvo de aquellas latitudes y de sus habitantes, e independientemente
de su mérito artístico, su valor histórico y etnográfico es indiscutible. Los
trabajos de Tomás de Suria, junto con los de Cardero, constituyen un inte-
resante y valiosísimo complemento de las descripciones escritas por sus
compañeros de viaje. Algunos sostienen que el haber llevado consigo el ma-
nual de Palomino de Castro tuvo por resultado que Suria dibujara el cuerpo
de los indígenas de aquellas latitudes con proporciones griegas; sin embargo,
reconocen que no todo en él es academicismo; era un pintor hábil que llegó
a tomarse ciertas licencias artísticas. Suria firmaba sus trabajos con la
inscripción latina Suriafecit, pero hay dibujos suyos sin firma, otros incon-
clusos y tal vez otros más perdidos. 18
Por la cantidad de bosquejos que contiene la parte conocida de su diario,
Cutter deduce que Suria fue un pintor muy prolífico y que, por el estilo que
impera en ellos, podrían asignársele muchos de los existentes en archivos es-
pañoles; pero hay que proceder con mucha cautela en tal caso, pues también
es cierto que se le han atribuido a él dibujos que no son suyos, según hace
notar Justino Fernández. 19
De nuevo en México
han. Así pues, por desgracia se trata de un diario incompleto. Recientemente se ha reeditado
este diario: The Journal of Tomds de Suria (introducción y notas de Donald Cutter), Fairfield
Washington, Ye Galleon Press, 1980.
17 AMAEM, ms. 13.
18 Cutter, Palau, 1976, pp. 22-23.
19 Como los que le han atribuido erróneamente en una publicación del Museo Naval de
Madrid del afio 1932: Repertorio de los manuscritos, cartas, planos y dibujos relativos a las
Californias existentes en este museo. En algunos estudios monográficos recientes se han publi-
cado varios dibujos de Tomás de Suria, pero nunca se ha hecho Úna publicación completa de
toda su obra conocida de la expedición ni tampoco de su obra en general, lo cual está por
demás decir que sería de gran interés.
llao frustró las esperanzas del pintor Suria en cuanto a seguir en la expedi-
ción. Cuando las corbetas llegaron a Acapulco en el otoflo ya estaban allí
Ravenet y Brambila, así que Suria partió de inmediato a su lugar de residen-
cia. Suria expresó que "hubiera deseado ciertamente haber acompaflado
tan benemérita Espedición hasta la llegada a Cádiz, con el deseo de distin-
guir[se] en ella y hazer este pequeño serbicio a SM y a la Nacion" .20
Malaspina quedó muy satisfecho de su trabajo, le consideró un artista há-
bil, cuya labor contribuiría a dar lustre a la expedición, y aun felicitó al virrey
por la acertada elección que de él se hizo; además, le pidió que permitiera
al artista seguir trabajando otros seis meses para ellos (en realidad fueron
ocho meses) y Revillagigedo no tuvo ningún inconveniente en complacerle.
El objeto de esta prórroga a su contrato era que terminase los bosquejos
que había hecho durante el viaje, tarea en que le ayudó José Guío y tal vez
también cooperaron los dos muchachos de la Academia de San Carlos. Cier-
tos historiadores opinan que la figura de Tomás de Suria se vio en gran me-
dida opacada por la del pintor José Cardero, lo cual no implica que su tra-
bajo carezca de mérito.
Suria hizo algunas pinturas cuyo tema es la fauna, en especial la piscíco-
la, y vistas generales; ya hemos dicho que también hizo varios retratos de
los indígenas de la costa septentrional americana, tarea esta última en la que
dc:stacó, pues reproduce sus caras y sus atavíos con gran detalle.
De sus obras novohispanas como participante de la Expedición Malaspi-
m1., cabe mencionar las siguientes:
- Especie de oso que en Acapulco llaman tejón.
- Garza tigre de Acapulco y de las costas del Mar del Sur.
- Pargo flamenco de Acapulco.
- Jurel de Acapulco o Scomber hippos de Linneo.
- Salmonete de Acapulco.
- Pez algarropa de Acapulco.
- Chetodon con la aleta azul ultramar.
- Chetodon, vulgo: doradilla de Acapulco.
- Culebra coralillo y peje sapo.
- Juego de gallos en Acapulco.
- Vista de la bahía y puerto de Acapulco desde lo alto del hospital de
los padres hipólitos.
Al término de su expedición, Suria retornó a ocupar el puesto de tallador
en la Casa de Moneda, donde según parece no tenía ninguna oportunidad
de ascender ni lograr aumento alguno a menos que el virrey interviniese a
su favor, así que, con esta esperanza, le escribió a Revillagigedo en 1794.
Suria le expuso qué trabajos había realizado y le recordó su destacada ac-
tuación al lado de Malaspina, incluso nos da la impresión de que, de todos
sus trabajos, fue éste el que más le llenó de orgullo. Dijo haber ayudado a es-
JosÉ Gufo
En 1789 llegó a oídos de José Guío que un par de marinos auspiciados por
la corona organizaban una expedición científica. Era un hombre audaz, le
atrajo la idea de viajar y, de manera espontánea, pidió formar parte de la
Expedición Malaspina. Se puso en contacto con los promotores y les asegu-
ró que poseía gran habilidad tanto para dibujar plantas como para disecar
animales.
Bastó que Antonio Pineda avalara sus aptitudes para que Guío quedase
formalmente incorporado a la expedición en mayo de 1789. El naturalista
certificó que el interesado copiaba las plantas "con el mayor primor q cassi
se equivocan con las verdaderas"; también dijo haber visto "pajaros diseca-
dos por él con curiosidad y de buena conservación" .24 Guío había pedido
24 reales castellanos de salario y aparte otros 6 000 para la manutención de
su familia, para la cual solicitaba protección en caso de que él falleciera en
el viaje. Le contrataron asignándole sólo 24 000 reales de pago y, a juzgar
por esto, fue considerado de menor categoría que el pintor sevillano Del
Pozo. 25 Se prometió distinguirle a bordo con el trato que mereciera y con-
forme a la habilidad que demostrase.
Guío resultó un hombre sosegado y sin una gran capacidad de trabajo,
o tal vez debemos disculparlo y destacar que en realidad era mucho el traba-
jo que le correspondía. Recordaremos que el médico de la "Atrevida" y al-
gunos marineros le ayudaron en las tareas taxidérmicas, que otros artistas
como Suria y Cardero también hicieron trabajos zoológicos, y finalmente,
que el dibujo botánico tampoco fue privativo de Guío; los pintores de la
Academia de San Carlos, sobre todo Lindo, cooperaron en buena medida
en este último aspecto. Para colmo, José Guío enfermó en las costas del he-
misferio sur de América, así que sus jefes se vieron obligados a desembar-
carle en Nueva España. En la capital los médicos le aconsejaron descanso
absoluto y en pos de él se marchó al pueblito de Apam. En diciembre de
1791 Malaspina dispuso que regresara a España, pensó que tal vez allá
podría seguir trabajando con su equipo, armando las aves disecadas y arre-
glando las pieles de animales hasta entonces conseguidas por los expedicio-
narios, y las que todavía se remitirían de las tierras asiáticas. 26 Ignoramos
la fecha precisa en que Guío retornó a su patria; sólo sabemos que en 1793
aún no se tenía constancia oficial de su entrada a España. Al parecer,
trabajó una temporada con su entrañable amigo y compañero de viaje el bo-
tánico Luis Née y regresó al continente americano en 1796 para integrarse
a otra expedición científica, esta vez la del conde de Mopox y Jaruco, con
destino a Cuba. Muchos de los dibujos que hizo en aquella isla sirvieron
para ilustrar la obra titulada La flora cubana, del botánico valenciano Bal-
tasar Boldó. 27 Puede decirse que la etapa malaspiniana de su producción
artística se caracterizó por la minuciosidad casi artesanal con que reprodu-
cía los ejemplares zoológicos y, sobre todo, los vegetales. Se le califica como
pintor de relativos méritos, aunque también se reconoce que progresó con
el paso del tiempo; prueba de ello son sus láminas de la flora cubana de
magnífica ejecución y gran belleza.
Por los datos que hemos recogido acerca de este artista, podemos afir-
mar que su obra es fundamentalmente botánica: Guío dedicó sus mayores
empeños a dibujar la flora americana, que fue el tema dominante de su
obra. Colaborando con Luis Née, dibujó numerosos ejemplares de la vege-
tación vista por los expedicionarios en Nueva Espafia. 28 También realizó
varios dibujos de fauna mexicana así como otros de tema no necesariamente
relacionado con la botánica o zoología.
Suyo es el dibujo de un "Tlachiquero onbre que saca el Aguardiente del
25 Sotoca, 1966, p. 3.
26 AMNM, ms. 1827, f. 69.
27 Sotoca, 1966, p. 4.
28 Muchos de ellos se conservan en el archivo del Jardín Botánico madrileño. Allí hemos
magei", el cual justamente hizo por indicación de Née, de Pineda o por in-
terés personal, ya que Guío pasó una temporada en Apam, zona pulquera
por excelencia, donde era rutinario ver tlachiqueros en su oficio y él pensó
que era digna de estamparse la escena; en este caso, hemos de decir que el
tema no era exclusivamente botánico. 29
Entre los trabajos zoológicos hechos por Guío en Nueva Españ.a, pueden
citarse los que siguen:
- Pajarillo insectívoro.
- Jilguero de Nueva Españ.a, 1791, en color.
- Ajolote, especie de pez cuadrúpedo, 1791, en color (nadando).
- Ajolote macho abierto por el vientre, 1791, en color.
- Otro dibujo con el mismo animal, 1791 (hembra abierta por el vientre).
- Un dibujo de un insecto "anatomizado" de la laguna de México.
- Dibujo de un camaleón muy raro (sic).
- Dos dibujos de un reptil llamado "sincoiote", visto por dos lados.
- Un tlacuache recién nacido.
- Un cuadrúpedo especie de lobo de San Miguel del Monte (seguramen-
te Guío se equivocó al escribir el topónimo, debe ser San Miguel Regla o
Real del Monte), Nueva Españ.a, en color.
- Opposum didelphis (una especie de roedor). 3º
JosÉ CARDERO
podido ver treinta y tres dibujos firmados de su puflo y letra, pero es indudable que dibujó
más. ARJBM, 6a. división, núm. 11, armario 111.
29 Por cierto que este dibujo fue publicado por Iris Wilson en un artículo que apareció en
la Revista de Indias, en 1963, y por Torre Revelió en su libro Los artistas pintores de la Expedi-
ción Malaspina, impreso en 1944. Ignoramos en dónde se encuentra el original. Cuando a ins-
tancia nuestra se_ buscó en el M11seo Naval no se localizó, lo que nos ha hecho pensar que tal
vez se encuentre en Yale, o en Londres. Y quiz,á lo mismo pueda decirse respecto del dibujo
de la especie animal Opposum Dide/phis.
30 En cuanto a sus trabajos botánicos, hemos de seflalar que en el Jardín Botánico de Ma-
drid hay sesenta y nueve láminas de flora mexicana, perfectamente identificables como suyas.
ARJBM, 6a. división, núm. 11, armario 111, carpeta 3 (aunque en rigor es la cuarta).
rumbo a Barcelona, quizá por vía marítima, y desde la capital catalana pa-
rece que viajaron en calesa hasta Madrid; de allí pasaron a las verdes tierras
de Galicia para embarcarse en La Coruñ.a. Abordaron el bergantín correo
llamado "El Rey". Después de algunas semanas llegaron sanos y salvos a
Veracruz tras una escala en la isla de Cuba. Los funcionarios de La Habana
les dieron 360 pesos para sus gastos y en el puerto jarocho recibieron otros
500 pesos. De estos desembolsos se pasó nota al virrey, a Dionisio Alcalá
Galiano, y más tarde al tribunal de cuentas novohispano. 36
El conde de Revillagigedo había recibido de Madrid instrucciones relati-
vas a que, tan pronto como tuviese noticia del arribo de los artistas italia-
nos, les diese todas las facilidades para que se incorporasen a la expedición.
Finalizando agosto, el virrey comunicó al ministro Valdés que cumpliría
gustoso las órdenes y, como supo que ya habían pasado por La Habana,
era de suponer que muy pronto llegarían a México. Cuando llegaron a la
capital, nuestro ilustre gobernante les mandó con Galiano para que el mari-
no los ocupara en lo que le pareciese conveniente, mientras Malaspina re-
gresaba de su expedición a las costas septentrionales. 37 Ignoramos si reali-
zaron algún dibujo estando en Cuba. En cuanto a los realizados en Nueva
Espafta, creemos que debieron haber sido realizados algunos durante sus
travesías de Veracruz hasta la capital y de allí al puerto de Acapulco; ade-
más, también hay indicios de que estuvieron en otras regiones del virreinato
como en Querétaro, donde tanto Ravenet como Brambila sacaron una vis-
ta, y en Puebla, ya que hay una hermosa lámina atribuible al parmesano
en la que aparece una dama elegantemente vestida y con un cigarrillo en la
boca, detalle que evidentemente llamó mucho la atención de los viajeros.
Muchos de sus dibujos están basados en apuntes que sacaron durante sus
trayectos; por ejemplo, hay algunas representaciones de arrieros o de grupos
de -indios que sügiereri la Idea de caminantes cori los que se toparon casual-
mente. Es muy probable que estos retratos se deban a la pluma de Ravenet,
quien se especializó en la figura humana, mientras que Brambila se dedicó
con preferencia al paisaje natural y urbano. Sus obtas más conocidas de
Nueva Españ.a son las vistas que hicieron de Acapulco y de la sede virreinal.
En diciembre de 1791, estando Malaspina en Acapulco aprestándose a
partir rumbo al archipiélago filipino, escribió una carta al ministro de mari-
na en la que le manifestó su enorme satisfacción por la conducta y la obra
realizada por sus paisanos artistas:
Vera V.e. algunos frutos de su habilidad; y si juzgase o por los informes que me
remiten ó por el modo con que se han conducido en México y en este punto debo
36 AGNM, Historia 277, f. 93v; Historia 397, ff. 448-451, 457, 458.
37 AGNM, Correspondencia de virreyes, t. 164, f. 296; Historia 397, f. 455.
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Fernando BraJDbila
Gracias a las diligencias de dos condes amigos de Malaspina, su expedición
se hizo de un elemento notable: Fernando Brambila, quien quedó formal-
mente contratado a fines de marzo de 1791. De los artistas que participaron
en el viaje explorador, Brambila es considerado como el de más sólida for-
aluda a José Gutiérrez, quien nos consta que le acompañó en sus viajes por
los alrededores de la capital, y tal vez a Lindo, pero también pudo haberse
referido a los italianos, pues no es remota la posibilidad de que éstos se le
hayan unido al menos en algunas de sus excursiones.
Por otra parte, nos resulta verdaderamente increíble que Brambila sólo
haya pintado cuatro vistas de Nueva España:
- La plaza mayor de México.
- Vista de Chapultepec.
- Vista de la población y puerto de Acapulco sacada desde el frontón
del Grifo.
- Cascada de Santa María Regla.
Sabemos que todavía en nuestros días sus obras se cotizan muy alto en
el mercado del arte; Brambila fue un artista de éxito en su propio tiempo,
así que es posible que el extravío de sus pinturas date de mucho tiempo
atrás.
Al término de la expedición, Brambila dedicó algunos años a trabajar en
los dibujos del viaje de Malaspina y quizá al mismo tiempo laboró en forma
independiente satisfaciendo encargos de particulares. Poco antes de con-
cluir su compromiso expedicionario, a comienzos de 1799, redactó una ins-
tancia en la que encomiaba sus esfuerzos al lado de los viajeros de la "Des-
cubierta" y la "Atrevida", a quienes acompañó a sabiendas del triste fin
que tuvieron Cook y La Pérouse. Además, añadió que abandonó patria, fa-
milia y carrera "para sacrificar su vida en el servicio de sM". Aseguraba que
durante aquel viaje observó una conducta irreprochable y, tras enfatizar sus
méritos, solicitaba que se le emplease como pintor, arquitecto y adornista
de cámara del rey "con su respectivo uniforme" y con el mismo sueldo de
27 000 reales que desde hacía ocho años le venía pagando el gobierno espa-
ñol. 45 En atención a sus servicios y por considerarle brillante dentro de su
profesión, le concedieron el puesto el 14 de abril de aquel mismo año de
1799.
En efecto, aparte de que Brambila se dio a querer entre los españoles por
sus prendas morales y por su fineza de modales, 46 sus obras merecieron la
aprobación de conocedores del arte en España e incluso muchas de ellas se
plasmaron en placas metálicas. Hacia 1814 se publicó en Cádiz una colec-
ción de láminas titulada Las ruinas de Zaragoza que fueron dibujadas y gra-
badas al aguafuerte por Brambila y, en 1833, por disposición real, se llevó
a las prensas su colección de estampas madrileñas. En vista de que dibujar
la figura humana no era el fuerte del milanés, tanto en una como en otra
publicación, fueron otros artistas quienes se ocuparon de ello. 47
Juan Ravenet
48 AMNM, ms. 1407, f. 203. Sus vistas de la capital de Nueva Espafta, sacadas desde el ce-
rro de Guadalupe y desde Chapultepec, al historiador Torre Revelló le parecen muy regulares,
mientras que alaba el dibujo de una pulquería que, según su punto de vista, revela dotes poco
comunes para la composición de figuras. Torre Revelló, 1944, p. 23.
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ten sesenta y cuatro dibujos botánicos firmados por él, y cabe la posibilidad
de que otros más también sean suyos.ss En vista de que se ocupó funda-
mentalmente de la representación de vegetales, suponemos que Lindo susti-
tuyó al pintor Guío mientras éste convalecía de sus dolencias marinas en el
pueblo de Apam. Francisco Lindo pudo haber viajado con Pineda, mien-
tras el coronel exploraba nuestro territorio. Sin embargo no hay certeza de
que así ocurriera. Cuando los recorridos pinedianos llegaron a su fin, los
pintores de San Carlos continuaron por algún tiempo al servicio de la expe-
dición, colaborando con Guío y tal vez también con Tomás de Suria. 56
ANTONIO PINEDA
en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid un pez de Nueva Espafl.a, un artefacto para pre-
parar el pulque, hornos de fundición, lavadero de los mineros de Real del Monte, choza de
Acapulco, etcétera.
58 También cabe la posibilidad de que Pineda haga referencia a ellas pero que él no sea
precisamente su autor, sino que haya encargado su realización a los pintores de San Carlos
o a los italianos.
fian el aqueducto [de Zempoala] forman tan bello paisage que no pude
menos de hacer sacar una perspectiva." 59
Esta circunstancia contribuye a crear confusión respecto a la autoría de
los dibujos porque quizá muchos de los que menciona el naturalista no los
hizo él sino sus compafieros artistas.
Hemos de considerar los dibujos de Pineda como valiosos aportes que
ilustran y enriquecen -más aún- sus notas novohispanas y hay que dejar
sentado que, al dibujar, Pineda no pretendió alcanzar la perfección artísti-
ca; tal vez pueden exceptuarse de esta verdad uno o dos dibujos (como el
de la cascacia de Santa María Regla), pero, en general, sus bosquejos son los de
un hombre de ciencia y no de alguien preocupado por la creación artística. Por
otro lacto, seiialaremos que Pineda puede competir con los pintores oficiales
de la expedición en cuanto a número de dibujos realizados con tema novo-
hispano y acaso hasta los supere; sin embargo, es indispensable aclarar que
de estos dibujos a veces sólo queda el rastro vago de una referencia.