Tarea 3 Danielhernandezblanco
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A continuación, el capuchino describe en el texto y de forma indirecta el presumible
recorrido del virrey entrante, el Marqués de Croix, ya que es lógico pensar que, al ir
acompañando al saliente, no pudiera presenciar directamente esta ceremonia. Este relato por
tanto se debió basar en la reglamentación existente en las Leyes de Indias sobre este tipo de
ceremonias, que emulaban la ruta que Cortés había seguido en su conquista del imperio mexica.
Para Ajofrín, el viaje comenzaría entonces con la llegada del nuevo Virrey al puerto de
Veracruz y su obligada visita al fuerte de San Juan de Ulúa, construido en 1535 y parada final
de una parte de las mercancías del Galeón Manila desembarcadas en Acapulco antes de partir
hacia Europa, ya que otra parte se comercializaba en la capital mejicana. Reformado en 1601
para instalar la Casa del Gobernador este baluarte fue además una de las cárceles más siniestras
del continente. En su camino hacia Otumba, el nuevo cargo iría recibiendo obsequios (Una
litera del obispo de Puebla, una carroza del caballerizo de Cruillas, varias mulas de carga por
parte del canciller de la Real Audiencia de Méjico, etc) que le ayudarían a realizar la ruta más
confortablemente y debería tener ya el primer contacto con un secretario de Cruillas. Además,
Croix iría enviando cartas cordilleras avisando a los alcaldes de las poblaciones donde pararía a
pernoctar como Tlaxcala, Puebla de los Ángeles, etc, para que fueran preparándole su
alojamiento. Estas “cartas cordilleras”, que eran rutas fijas para la circulación del correo en
Nueva España, estaban desempeñadas casi en exclusiva por la población nativa porque, tras la
monopolización del servicio postal americano por parte de la Corona en 1764, ésta buscó una
mayor eficiencia en la comunicación imperial integrando a los indígenas. En el Virreinato de
Nueva España estos carteros nativos fueron conocidos como “indios correos”, “mandaderos” o
“conductores indios” (“Chaskis” en Perú) y gozaron de varios privilegios (Exenciones fiscales,
no estar obligados a trabajar en la minería, etc), representando un caso excepcional dentro de la
comunidad indígena. Esta denominada “República de Indios” estaba encabezada por caciques
indígenas, que son también mencionados en el texto porque acudirían a agasajar al Virrey y
mostrarle sumisión, como en la ciudad de Tlaxcala, lugar donde el Marqués de Croix debería
realizar su primera entrada oficial, pública y solemne a caballo, escoltado por el gobernador de
los españoles y el cacique indio. Dentro de los festejos que se solían organizar en su honor el
texto menciona los bailes de disfraces o las corridas de toros, espectáculos que ya desde el siglo
XVI se realizaban en las celebraciones de los nombramientos de los virreyes y donde los
participantes, al hacerse a caballo, eran mayoritariamente españoles y criollos. Con la
introducción del toreo a pie los indios comenzaron a participar también en la lidia.
Tras producirse el encuentro anteriormente citado entre los dos cargos en Otumba, el
Marqués de Croix continuaría su viaje hacia la capital, deteniéndose primero en San Cristóbal,
recibiendo allí la visita de numerosos cargos como el arzobispo de Méjico y después en
Guadalupe, donde recibiría a las autoridades de la capital, el cabildo y la Real Audiencia. Por
último, el Virrey finalizaría su periplo con su entrada multitudinaria en la ciudad de Méjico y su
asentamiento en el Palacio Virreinal, acontecimiento que podría estar reflejado en el cuadro “La
Plaza Mayor de Méjico” (1769), atribuido a Juan Antonio Prado y exhibido en el Museo
Nacional de Historia-Castillo de Chapultepec. Esta obra, que ha dado pie a diversas
interpretaciones sobre quién es el protagonista de la misma (El Marqués de las Amarillas, una
alegoría de Felipe V, etc), además de mostrar la animada vida comercial de esta Plaza Mayor y
su mercado del Parián, con los diferentes mercaderes con sus cajones, refleja perfectamente el
gran acontecimiento social que suponía la llegada del Virrey ya que, del mismo modo que lo
habría hecho el monarca, en su recorrido iba tomando posesión simbólica del reino afianzando
el poder real por medio de representaciones ceremoniales similares a la liturgia católica.
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A modo de conclusión, podríamos señalar tres cuestiones que nos han parecido
relevantes en el texto. La primera la encontramos en el fastuoso recorrido del cargo saliente
Cruillas, contraviniendo la política de austeridad económica implantada por el visitador José de
Gálvez, quién incluso llegó a prohibir la celebración de ceremonias de entrada triunfal en
cualquier ciudad que no fuese la capital, medida que como hemos podido comprobar en el texto
de Ajofrín, no se respetó.
La segunda cuestión que podemos señalar son las grandes diferencias existentes entre la
relación que Ajofrín hace sobre el recorrido del Virrey entrante, Marqués de Croix y su propio
relato de su correspondencia con Carlos III o el de otras fuentes cercanas, que señalan la rapidez
y austeridad con las que el Virrey entrante tomó posesión de su cargo y se asentó en el Palacio
Virreinal de la ciudad de Méjico. El relato del capuchino, además, contradeciría la versión de
austeridad que varios autores señalaron en la personalidad del nuevo Virrey, en contraposición
con la multitud de quejas recibidas contra su antecesor, el cual se enfrentó, ya en España, a un
juicio de residencia acusado de fraude a la Real Hacienda.
Por último, nos gustaría señalar la relevancia que estas ceremonias siguieron
suponiendo para el afianzamiento de la monarquía hispánica en el siglo XVIII, en una época de
decadencia económica y debilidad internacional. Tanto los monarcas como sus virreyes tuvieron
siempre muy presente la importancia de proyectar una poderosa imagen pública que dificultara
imaginarse la desintegración colonial que traería el nuevo siglo.
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