La Investigacion en Mexico Metodologia

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 27

NOMBRE DE LA ALUMNA:

Vanessa Hernández Vargas

GRADO Y GRUPO:

1er. Semestre de Bachillerato

MATERIA:

Metodología de la Investigación

TEMA:

La Investigación en México y su Evolución

ESCUELA:

Liceo Anglo Frances

DOCENTE:

Karyme de los Ángeles Pérez Maldonado

FECHA DE ENTREGA:

1ro de octubre de 2021


LA INVESTIGACION EN MEXICO

INTRODUCCION

Ante las demandas de la llamada “sociedad de conocimiento”, el sector de la investigación ha


adquirido una nueva relevancia en la mayoría de los países, incluyendo México. A pesar del debate
en torno a la adecuación del término para las economías emergentes -que enfrentan fuertes
desventajas en cuanto al acceso a conocimientos y tecnologías, existe un consenso en torno a lo
que define esta nueva fase de desarrollo económico a nivel mundial:

Una de las características de la sociedad contemporánea es el papel central del conocimiento en


los procesos de producción, en la medida en que el término calificativo más utilizado es el de la
sociedad de conocimiento. Estamos presenciando la emergencia de un nuevo paradigma
económico y productivo en que el factor más importante deja de ser la disponibilidad de capital,
mano de obra, materia prima o energía, y se convierte en el uso extensivo del conocimiento y de la
información. Hoy, las economías más avanzadas se basan en la mayor disponibilidad de
conocimiento. Cada vez más, las ventajas comparativas son determinadas por el uso competitivo
del conocimiento y de las innovaciones tecnológicas.

Ante este panorama, durante las últimas décadas, el gobierno mexicano ha diseñado políticas
públicas que buscan fortalecer el ámbito científico en el país. Destaca la implementación desde la
década de 1980 de los llamados programas de “pago por mérito”, que buscan promover la
productividad de los académicos a través de estímulos económicos; el primer programa fue dirigido
a los investigadores y después se crearon sistemas para fomentar la calidad de la docencia en las
universidades públicas.

El pionero en México de estos programas fue el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), que fue
creado en 1984 como medida de contención ante el desplome de hasta 60% en los salarios de los
académicos durante la llamada “década perdida” a partir de 1980, y el cual es administrado por el
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), institución fundada en 1971 para formular y
administrar la política científica en el país. A más de tres décadas de su implementación, existen
numerosos análisis respecto al impacto del SNI sobre el sector de la investigación en México; sin
embargo, hay una escasez de información a nivel nacional que permitiría una caracterización más
completa del entorno y de sus integrantes.
DESARROLLO

Antes de entrar en los detalles, es necesario poner en contexto las políticas de fomento a la ciencia
y la tecnología en México aplicadas durante las últimas cuatro décadas, entre las cuales el SNI
aparece como una parte central, y sobresalen las siguientes: los proyectos de repatriación de
investigadores durante la crisis económica en la década de 1980; las becas para el posgrado (tanto
nacional e internacional) que aumentaron significativamente a partir de la década de 1990; la
creación en 1991 de un esquema de evaluación a los posgrados a través del Padrón de Posgrados
de Excelencia (después Programa Nacional de Posgrados de Calidad); las becas para fomentar la
profesionalización de los profesores; y las nuevas plazas para “jóvenes investigadores” a partir de
2014, entre otras.

Aunque se habla con frecuencia y gran entusiasmo de los astrónomos mayas, así como de algunos
científicos que, como Alfonso Herrera en los albores de este siglo, fueron reconocidos en el
extranjero, en la realidad, en México no fue sino hasta finales del siglo XIX cuando se inició, más
que la investigación, una serie de servicios con la fundación y organización del Observatorio
Astronómico Nacional, la Biblioteca Nacional, la Dirección de Estudios Biológicos y la Comisión
Geológica. Limitar la educación a círculos muy estrechos produjo una ausencia de la ciencia en
México durante más de cuatro siglos; el Porfiriato, con sus proyectos de progreso, no tuvo la visión
de la importancia de la ciencia; la revolución y posterior reconstrucción del país retrasaron aún más
su arranque.

Apenas partir de 1929 se incorporaron los escasos grupos que había, con las difíciles condiciones
posteriores a la obtención de la Autonomía, se le otorgaron el Observatorio Astronómico Nacional,
el Instituto de Biología y el Departamento de Exploraciones y Estudios Geológicos, con la Red
Sismología Nacional, bajo el nombre, los dos últimos, de Instituto de Geología.

Entre 1929 y los cincuenta, sucedieron algunos hechos que buscaban desarrollar otras ciencias; se
crearon los institutos de Geografía y de Física, se creó el Instituto de Matemáticas; a partir de un
Departamento del Instituto de Geología, se creó el de Geofísica. Desde los treinta se establecieron
también, principalmente en algunas facultades, grupos aislados, pero con pocos investigadores de
tiempo completo, instalaciones inadecuadas y escaso presupuesto para realizar, aunque fuera
modestamente, su trabajo. En los cuarenta se iniciaron los actuales institutos nacionales de Salud.

Hasta antes de los cincuenta, unos cuantos pioneros fueron despertando en algunos jóvenes la
inquietud de abrazar la carrera científica; otros adquirieron por diversos caminos un interés propio
en la ciencia; muchos fueron al extranjero y obtuvieron su doctorado.
Pero no fue sino hasta los cincuenta cuando se consideraron seriamente los grupos de trabajo,
precisamente a partir de estos jóvenes que regresaban animosos y decididos a continuar proyectos
que traían de los sitios en que se habían preparado en el extranjero.

El panorama que los nuevos investigadores se encontraban a su regreso era poco alentador. En el
área de la ahora Biología Experimental, por ejemplo, sólo podían aspirar a utilizar, en el mejor de
los casos, los instrumentos de los laboratorios clínicos de los hospitales. En la Física se desarrolló
principalmente la teórica. Los químicos no tenían laboratorios equipados. Pero tampoco había, ni
siquiera en las universidades, el reconocimiento de esta actividad como algo útil, aunque no fuera
sino para mejorar los niveles de la docencia.

Una de las razones del avance de la investigación fue que algunos de estos científicos entusiastas
escalaron posiciones importantes. Tal vez el primero fue Efrén del Pozo, en la UNAM; él y otros
impulsaron y procuraron los medios, primero para que los investigadores pudieran existir como
tales, aumentando las plazas de tiempo completo y apoyando a los institutos que ya existían,
aunque con presupuestos insuficientes, y después, para que la investigación pudiera desarrollarse,
se fue buscando muy lentamente la creación de una infraestructura para el apoyo en la compra e
importación de equipos y otros materiales.

En los sesenta, el apoyo real al trabajo y entusiasmo de estos jóvenes fue escaso; se crearon
Departamentos, que no eran en muchos casos sino espacios vacíos y sin equipos ni medios. Se
les contrataba más como un medio de mejorar la docencia que como investigadores; al menos así
lo señalaban los hechos y el apoyo que recibían. Pero estos pioneros, formaron con gran
entusiasmo sus grupos, buscaron los apoyos para realizar su trabajo y establecieron contacto con
las fundaciones extranjeras, pues esa era casi la única forma de allegarse recursos económicos.

También en los sesenta se organizó y consolido un buen número de posgrados. Los grupos
formados iniciaron una etapa de actividad en la que se forjo una nueva era, enfocando el trabajo a
la incorporación de los grupos al ámbito internacional y firmaron los núcleos que dieron lugar a
nuestra Ciencia actual.

Los jóvenes de esas épocas, además, se agruparon y crearon varias sociedades científicas, como
refugios y clanes. Las de Bioquímica y Ciencia Fisiológicas fueron creadas en 1957, y la misma
Académica de la Investigación Científica en 1959.

Hubo un sólo ejemplo de esfuerzo nacional serio. En 1961 se creó el Centro de Investigación y de
Estudios Avanzados del Politécnico, a la manera del primer mundo; y el esfuerzo fructificó. Aunque
se organizó llevándose con muchos de los mejores investigadores de otras instituciones que lo
resintieron fuertemente, este experimento demostró que, con los medios adecuados, se podía
formar centros de gran calidad en México.
Así se llegó a los setenta, con un solo Centro de Investigación bien dotado y organizado, y otra
buena cantidad de grupos con apoyos medianos y relativamente descuidados en el resto del país,
pero también con una férrea voluntad de sus líderes para, llegado el momento y el apoyo hasta
entonces nunca otorgado, contar, más que nada, con los grupos de jóvenes que pudieran formar
los centros de investigación que el país necesitaba.

Para 1970, además, prácticamente toda la investigación científica se realizaba en la ciudad de


México; gran parte en la UNAM otra parte en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados
de Politécnico, y una parte más pequeña en el Instituto Politécnico, los institutos nacionales de
Salud y unas cuantas otras instituciones.

A principios de los setenta se inició una época de mucha mayor actividad. Primero, Pablo González
Casanova aumento los salarios de manera más que significativa al personal de tiempo completo de
la UNAM, y ello tuvo una gran repercusión en el atractivo de la carrera académica. Después, la
UNAM, encabezo una empresa visionaria; a partir de los grupos que había, logro que se fueran
equipando según los requerimientos modernos; creo muchas más plazas de tiempo completo, no
solo de investigadores, sino también de técnicos, tan necesarios, en especial en las arreas
experimentales. En este lapso destacan las cualidades centrales de Guillermo Soberón: la
anticipación y la confianza en los investigadores, para prever un progreso que no se había visto
nunca, y que reditúo sin lugar a duda, generando la infraestructura más sólida del país en
investigación y formación de recursos humanos.

En esas fechas también se creó y empezó a operar el CONACYT; y se otorgaron becas para que
los estudiantes salieran al extranjero y para acelerar la formación de nuevos investigadores; se
organizó el primer sistema de apoyo extrainstitucional a proyectos de investigación. Por ejemplo,
entre 1971 y 1981 se crearon el Centro de Ciencias del Mar y Limnología, el Instituto de
Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas, el Instituto de Ingeniería, el Centro de
Fisiología Celular, el Centro de Fijación de Nitrógeno y el Centro de Ingeniería Genética y
Biotecnología. También se logró, por ejemplo, la construcción del Observatorio Astronómico en
San Pedro Mártir, la creación de las Estaciones Biológicas de los Tuxtlas y de Chamela, las
Estaciones Marinas en Mazatlán y en Ciudad del Carmen, y se adquirió el primer buque
oceanográfico. Esta etapa inicio la descentralización de la investigación científica, organizando
grupos en distintas ciudades del país, siendo los más importantes aquellos promovidos por la
UNAM y el CONACYT en distintas ciudades de la república, otros por el CINVESTAV.

Pero esta etapa duro sólo diez años. En 1982 se inició la crisis económica que dio de nuevo al
traste con los medios para trabajar; los proyectos hubieron de contraerse; se volvió casi imposible
volver a adquirir equipo; cada vez fue más difícil salir al extranjero e invitar visitantes, y nos
aislamos del exterior; los salarios, otro gran problema, no han logrado recuperarse hasta la fecha.
Así se ha desarrollado la Ciencia Mexicana; comenzó hace muy poco tiempo, y estrictamente
hablando, sólo una institución contó con veinte años de apoyo, y prácticamente todas las demás
sólo vieron diez años de un "auge", que ni siquiera llego a tal. De 1972 a 1982, se recibió un apoyo
razonable, que además produjo más que razonables frutos; pero de ninguna forma fue la época de
"oro" ni de "despilfarro" de que se habla en ocasiones.

De todas formas, el rasgo más característico y constante ha sido la inconstancia en los apoyos y la
incertidumbre.

Los investigadores y sus niveles. Se han hecho muchos inventarios sobre la capacidad de
investigación en ciencia y tecnología en México. Una encuesta realizada por la OEA, elevaba el
número total de investigadores a cerca de 18 000; otra realizada por la Secretaria de Salud,
reportaba, solo para el área correspondiente, cerca de 6 000 investigadores. Sin embargo, el
Sistema Nacional de Investigadores (SNI), siendo ahora una fuente importante de ingresos para los
investigadores, es registro obligado de todos ellos; casi nadie que se dedique a esta actividad,
teniendo los méritos requeridos, rehúsa solicitar su ingreso.

Algunas características del SNI proporcionan una idea de la configuración de la comunidad


científica; en primer lugar, está la evolución reciente del número de miembros. (Anexo 1)

Aunque difícilmente podría esperarse una evolución mayor en las cifras de investigadores,
tomando en cuenta que los datos se refieren a la plena época de crisis, es claramente deseable
que esos cerca de 4 000 investigadores aumentaran. La relación con la población, de 85 millones
de habitantes, es de solo 46 investigadores por millón, o de 0.46 por cada 10 000 habitantes,
mientras que en los países avanzados varía entre 20 y 50.

Otro aspecto importante en la evolución del número de investigadores es que el área de


Fisicomatemáticas sólo aumento en diez años un 50 por ciento, y su crecimiento se ha estancado;
las de Biología y Química aumentaron casi tres veces, la de Sociales más de seis veces, y la de
Ingeniería y Tecnología llego de cero a ser casi el 36 por ciento del total.

En los últimos años, sin embargo, esta área se ha revisado con más cuidado, y se observó un
descenso importante, sobre todo en el número de candidatos, que no llegaron a madurar para
adquirir el nivel I. Alarma, sin duda, que el número total haya disminuido en 1993.

Existen en este momento varios programas que han permitido a los grupos más sólidos contar con
recursos suficientes para su trabajo, como hacía mucho que no sucedía. Los programas principales
consisten en otorgar apoyo financiero a proyectos de investigación, y varían alrededor de unos 60
a 70 mil dólares por años, y por proyecto, en promedio. También existe apoyo a infraestructura,
para la compra de equipo; las cifras varían mucho, pero son muy significativas.
Otro programa importante es el de repatriación de investigadores, principalmente jóvenes, lo que
permite compensar algunas de las deficiencias salariales al llegar los jóvenes a México.

Los posgrados. Durante 1989, el CONACYT público la información sobre los posgrados en
diferentes áreas, con base en los estudios realizados por los distintos comités del posgrado. Este
estudio es también interesante, pues lo datos recopilados se consiguieron como preámbulo o
requisito de las solicitudes de apoyo que se hacían al Consejo para los posgrados.

Es indudable que uno de los problemas graves que enfrenta la comunidad científica mexicana es la
baja formación de recursos humanos. Las cifras (Indicadores CONACYT-SEP), son sumamente
bajas, en especial en la formación de doctores; entre 1984 y 1989 son, en promedio, de 189 por
año. Las últimas cifras disponibles señalan que, en 1990, 1991 y 1992, se graduaron de doctores
solo 269, 238 y 313, respectivamente, en todo el país, mientras que, en los Estados Unidos de
Norteamérica, cuya población es apenas tres veces superior a la de México, en 1991 se graduaron
37 451 doctores. Es decir, los Estados Unidos formaron 140 veces más doctores. Tanto o más
grave es que las estadísticas de la ANUIES (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones
de Enseñanza Superior), señalan una matrícula total de poco más de 1,600 estudiantes en todos
los programas del país.

Todos los datos muestran la existencia de buenos posgrados, pero escaso número de alumnos y,
sobre todo, de graduados, en especial de doctorado. Estas son las condiciones en que la
Investigación Científica mexicana llego a su estado actual. Si se considera el apoyo que ha tenido,
sería muy difícil esperar que estuviera más desarrollada. No obstante, es machismo lo que se ha
logrado hasta ahora, no sólo en términos de la capacidad de investigación, sino también en la de
formación de recursos humanos.

Los problemas

En los últimos años, nuestras condiciones para trabajar han mejorado; sin embargo, si se piensa
deseable desarrollar de manera importante la investigación científica, deben considerarse algunos
elementos. Muchos de ellos, desafortunadamente, son resultado del sistema general de
administración del país, ineficiente, burocrático y difícil, pero hay que aunar a ella las dificultades
económicas de México. Si en verdad queremos desarrollar la ciencia, debemos luchar por
resolverlas

Los salarios.

Han aumentado, pero siguen siendo insuficientes, en especial en comparación con los Estados
Unidos, que tenemos tan cerca, y con otras profesiones, aunque la tendencia de los jóvenes hacia
algunas de ellas sólo sea un espejismo que nunca habrá de absorberlos a todos.
Debe pensarse que, aunque esto sea una moda y debe respetarse la decisión de los jóvenes, el
país como tal debiera considerar una estrategia para generar sus cuadros más importantes. Un
joven investigador que realiza un posdoctorado en los Estados Unidos recibe aproximadamente
$25,000 dólares. Al ser repatriado recibe alrededor de $20,000. Un buen investigador joven puede
aspirar en aquel país, a entre 40 y 50 mil dólares por año, o aún más si es bueno. En México, ese
es, aproximadamente, el tope salarial para un investigador que ha trabajado bien cerca de quince
años, y ha alcanzado, en una universidad pública, el nivel más alto, con todas sus percepciones y
estímulos. Es fundamental también considerar el monto de los salarios del personal de apoyo a la
investigación; desde los técnicos, que no tienen acceso al SNI, hasta los miembros del personal
administrativo, que deberían contar con mejores percepciones. La investigación requiere de
personal de muy alto nivel en ambas tareas; cada vez es más difícil contar con el apoyo del nivel
que se requiere, que incluya hasta secretarias y jefes de compras bilingües y eficaces si los
salarios que se ofrecen están fuera de la competitividad con otros sectores. Esta es una de las
graves deficiencias nacionales: un sistema administrativo mal pagado, con sindicatos que distan
machismo de un esquema que propicie la superación y hasta el trabajo eficiente.

En un estudio realizado dentro de una universidad pública de investigación en Estados Unidos,


encontraron que los programas tuvieron un mayor impacto sobre el nivel de investigación de los
profesores que en la calidad de su docencia; también percibieron diferencias de género, con una
mayor aceptación entre los hombres que entre las mujeres; y, por otro lado, hallaron los siguientes
efectos negativos de las políticas: “una reducción en el nivel de colegialidad, un incremento en
acciones políticas u otros comportamientos disfuncionales, problemas de evaluación, sesgos
institucionales, y el costo de la implementación”; finalmente, concluyeron que el impacto de los
programas depende mucho de la forma como están implementados, de la claridad de los criterios
de evaluación, del diseño y del grado de participación de los propios académicos.

Otro estudio realizado por, también en Estados Unidos, dedujo que existe poca relación entre los
sueldos percibidos por los académicos inscritos en estos programas y su nivel de productividad
científica. Mientras tanto, apreciaron un “efecto algo positivo” sobre el desempeño de los
académicos en las áreas de docencia, de investigación y de extensión universitaria, después de
aplicar una encuesta a casi 500 académicos en universidades alrededor del país; sin embargo,
aclararon que existe mayor información sobre las percepciones negativas de los académicos sobre
los programas que respecto a la eficacia de los mismos.

Los estudios realizados en México también han identificado efectos parecidos emanados de las
políticas, entre éstos resalta la creciente polarización de la academia, ya que, en general, las
políticas gubernamentales en México han premiado en mayor medida a los investigadores que a
los docentes.
La creación del SNI es un claro ejemplo del trato preferencial hacia los académicos. Aunque el
programa fue concebido como una medida temporal, para frenar la “fuga de cerebros” durante la
crisis económica en la década de 1980, después se institucionalizó como pieza angular de la
política más relevante para el sector de la investigación. El sistema comenzó con 1 396 miembros,
mientras que para 2017 hubo unos 25 000 investigadores inscritos distribuidos en cinco niveles
(candidato, nivel I, II, III, y emérito). Con el tiempo, el programa también incorporó a extranjeros
radicados en México y mexicanos trabajando en universidades fuera del país.

Las becas

Son también insuficientes para atraer a los jóvenes que necesitamos para la investigación; se les
sigue viendo como premios para hijos de familia y no como percepciones para estudiantes
brillantes, que en muchos casos deberían vivir fuera de su ciudad natal. No hemos logrado que en
los proyectos de investigación se instituya el equivalente a las ayudantías de investigación de los
países avanzados, para que los becarios de Posgrado que participan en proyectos tengan
percepciones adicionales acordes con su trabajo y que les permitan salir adelante.

Muchas instituciones tienen ahora problemas con la disminución real de los presupuestos de que
disponen. No obstante, el notable aumento reciente del gasto federal para investigación, si
tomamos unos diez años este ha aumentado alrededor de un 15%, con un crecimiento de más de
cuatro veces en los miembros del SIN, programa dirigido a los académicos cuya labor es la
investigación científica, otorga becas mensuales a investigadores con un alto nivel de producción
científica. Los miembros son sometidos a evaluaciones cada tres años para determinar si
permanecen o suben de nivel. Deben constatar el cumplimiento con las cuotas de productividad,
definidas por el número de publicaciones en revistas o libros en editoriales de reconocido prestigio,
la producción de patentes, la formación de recursos humanos, entre otras áreas.

La desaceleración económica del país ha llevado a muchas universidades públicas a problemas


serios para enfrentar, entre otras, las necesidades de la investigación. Hace falta también, entre los
programas del CONACYT, crear uno para instalaciones. Es desafortunado, pero las cifras de 1992
a 1993, y las previstas para 1984, están de nuevo al mismo nivel.

La normatividad impuesta por nuestro gobierno constituye otro de los elementos que se suman a
las ya múltiples dificultades de los investigadores. La adquisición de equipos y materiales se vuelve
más lenta; estamos volviendo a una política gubernamental basada esencialmente en la
desconfianza; los procedimientos, cada día más complicados para las adquisiciones, no se
resuelven con la contratación de más personal, sino con un mayor retraso cada día en las
compras.
Un estudiante que va al extranjero, además de su beca, tiene acceso a ayudantías en docencia o
investigación; en México, las de docencia son muy mal pagadas, y las de investigación dentro de
los proyectos, son incompatibles con la normatividad dentro de los proyectos de investigación. Otro
de los problemas que impone la normatividad es la imposibilidad de incluir cifras adicionales
(overheads) para las instituciones cuyos investigadores reciben apoyos del CONACYT. Por esa
razón, muchas de las universidades, consideran más como un problema que como una ayuda los
apoyos que sus investigadores obtienen del CONACYT, pues deben contratar más personal y
hacer más gastos para su manejo, y para las importaciones, utilizando sus ya menguados
presupuestos.

En especial, en las áreas experimentales, las importaciones requieren de gran cantidad de trámites
y costos, que recaen sobre las instituciones. Durante una época había franquicias para los
materiales y equipos para investigación, pero todo se suprimió. Difícilmente se logrará una
competencia razonable con los grupos extranjeros, que pueden obtener sus insumos de un día
para otro, si los nuestros tardan en llegar, en promedio, entre 30 y 40 días, y esto en el caso de
instituciones con sistemas de compras mejor organizados.

El sistema mexicano resulta notable por el peso preponderante que representan los procedimientos
de pago por mérito en los sueldos de los académicos, y de los investigadores en particular. Tal
diseño tiene implicaciones para la seguridad económica y laboral de los miembros, ya que sus
sueldos dependen en gran medida de las reglas del sistema y de las evaluaciones de sus pares. A
su vez, los pagos son clasificados como “becas” y no como sueldos, y pueden ser suprimidos en
cualquier momento; de igual forma, la mayoría de los participantes -con excepción de los pocos
que logran el estatus de emérito- no gozan de la beca a partir de su jubilación. Como resultado, el
sistema otorga beneficios a corto o mediano plazo, pero no garantiza la estabilidad económica de
sus integrantes.

Los programas de pago por mérito forman sólo una parte de la estrategia mexicana en materia de
ciencia y tecnología. Por otro lado, y también de gran importancia fue la creación, en 1996, del
Programa de Mejoramiento del Profesorado (Promep) (ahora Prodep), un programa que otorga
becas para los estudios de posgrado dirigido a los profesores mexicanos de tiempo completo, y
que promueve la formación de cuerpos académicos y redes de colaboración entre investigadores,
tanto a nivel nacional como internacional.

En épocas recientes se ha pensado razonable ofrecer, trabajo a investigadores de los piases del
antiguo bloque socialista, aunque sea temporalmente, de hecho, esto sería posible también con
otros países.
Uno de los graves problemas que se presentan para lograrlo ha sido la lentitud en el trámite de
visas. Apenas recientemente se estableció una comunicación entre el CONACYT y la secretaria de
Gobernación para hacer efectiva la decisión de incorporar a esos científicos a nuestro país.

La investigación en las universidades de los estados es objeto, salvo honrosas excepciones, más
de una tolerancia o franco abandono que de apoyo. A los investigadores se les contrata para
mejorar la docencia, pero suelen olvidarse sus necesidades, y la mayor parte sobreviven gracias a
un espíritu heroico. Las condiciones en que funcionan, en la mayoría de los casos, son semejantes
a las que prevalecían en el Distrito Federal en los años cincuenta. Encima de todo ello, los
investigadores de muchas universidades de los estados están expuestos a las cambiantes
condiciones políticas, no sólo de sus propias instituciones, sino también de las estatales.

Los productos de la investigación

De lo anterior suelen surgir estudios que, o no se publican, o, en el mejor de los casos, se envía a
revistas que más que difundirlos los Sepultan en el anonimato, debido a su bajo tiraje, su
impuntualidad, o su falta de distribución. Es difícil que una publicación de este tipo pueda ser
considerada como un producto aceptable, o siquiera inteligente de un investigador. En la actualidad
existen ya algunas revistas mexicanas serias, pero la gran mayoría de las que existen difícilmente
cumplen con los requisitos de una publicación formal y útil.

Nuestra excelencia

Con frecuencia, y pomposamente, hablamos de esta característica, pero nos falta atacar
problemas más ambiciosos; todavía en muchos casos continuamos por años estudiando
problemas que heredamos, importamos o maquilamos para nuestros extutores o amigos del
extranjero. Nos falta pasar a la etapa de la búsqueda de intereses nuestros, originales y
trascendentes, aprender a asociarnos, para reunir capacidades y percepciones, y evitar el
esquema antiguo de individualismo, que suele conducir a una ciencia poco ambiciosa.

Los posgrados

Lo más evidente es la falta de un enorme número de científicos e ingenieros, que seguramente se


obtendrá sólo de la preparación de los jóvenes, esencialmente en los posgrados. Sin embargo,
estos no se pueden establecer de la nada; cada grupo de postrado debe reconocer como base a
un grupo sólido de investigación; pero los grupos de investigación son escasos. Los mejores
grupos que existen deberían intensificar sus esfuerzos para formar el mayor número posible de
jóvenes. Se requiere también del apoyo de todas las instituciones gubernamentales; y sólo algunos
gobiernos estatales, entienden la importancia de la investigación científica y la apoyan. Pero más
que nada, deben poblarse con muchos, machismos jóvenes brillantes, y prever con anticipación los
sitios de trabajo para ellos.
De igual manera, el gobierno ha creado nuevos centros de investigación en distintas partes del
país, con el fin de descentralizar y adecuar la producción de conocimientos según las necesidades
locales y globales; e incluso se ha incrementado de forma sustancial el apoyo a los programas de
posgrado a través del otorgamiento de becas a estudiantes de maestría y de doctorado, las cuales
se duplicaron, entre 2006 y 2017, de 34 000 a más de 72 000.

En el proceso, el gobierno mexicano ha promovido la investigación como la labor principal de una


parte de los académicos, sobre todo en las universidades y los centros públicos de investigación.
En general, los investigadores -y, sobre todo, los miembros del SNI- representan una nueva clase
privilegiada dentro de la academia mexicana, tanto en términos de sus ingresos económicos como
en su nivel de prestigio. No obstante, los privilegios van acompañados de nuevos criterios y
responsabilidades:

El SNI reestructuró las élites científicas, imponiéndoles dos exigencias vigentes hasta la fecha: la
de la obtención de un doctorado a edades cada vez más tempranas y la de la adquisición del
máximo grado escolar en polos de excelencia, internacionales primero, nacionales ahora.

Las vocaciones científicas

Enfrentamos también la falta de jóvenes capaces y entusiastas, dispuestos a ingresar a las


carreras académicas. En este sentido, uno de los esfuerzos que se hace en este momento, es la
serie de eventos que la Academia de la Investigación Científica inicio, y que se han extendido a
otras instituciones, con el fin principal de estimular el interés por la Ciencia a todos los niveles. Los
programas van desde conferencias para niños, las Olimpiadas de la Ciencia, la Semana y el
Verano de la Investigación Científica, hasta la participación de la Academia en distintos programas
de difusión, e incluyen cursos y simposios internacionales sobre temas de actualidad para los
mismos académicos.

Por desgracia estas actividades no cuentan con el apoyo necesario; para el Verano de la
Investigación Científica recibimos más de 1 000 solicitudes, y apenas contamos con un poco más
de 150 becas otorgadas por la SEP.

La ciencia tiene dos elementos principales de interés para la población. Es evidente la indudable y
cada vez mayor cercanía entre la ciencia y el desarrollo de nuevos productos, procedimientos y
hasta estilos de vida. Los conocimientos básicos, aunque sólo sean algunos de ellos, llegan cada
vez con mayor rapidez a convertirse en avances tecnológicos; la Ciencia es así un elemento
central de independencia económica, que ningún país podrá darse el lujo de despreciar.
Pero, sobre todo, al igual que la música, la pintura o la literatura, la ciencia forma parte de la cultura
de los pueblos. Además, la información científica ofrece una manera diferente de pensar, que
obliga en cierta forma a los individuos a rechazar aquello que no se fundamente en hechos o
razonamientos claros; genera individuos mucho más difíciles de engañar y de manejar, los vuelve
no solo más cultos, también más dignos y más libres.

Los retos no son pocos; unos corresponden a nuestras autoridades gubernamentales, otros, a
nuestra propia comunidad. Tenemos poco tiempo para ponernos al día si queremos una
infraestructura sólida y numerosa. Debemos enfrentar muchas tareas; desde la realización, en
términos cada vez mejores, de nuestra propia investigación, la formación de nuevos investigadores
y la difusión de la ciencia, hasta la participación en otras formas de la educación, la elaboración de
libros de texto y difusión y la incursión gradual en la industria, entre otras.

Un objetivo mínimo aceptable seria no duplicar, sino al menos duplicar el número de investigadores
que ahora tenemos y su distribución en todos los ámbitos y regiones del país. Además, si
queremos ser eficaces, debemos alcanzar a los países más desarrollado; ese es el principal
trabajo que tenemos que sacar adelante, y el tiempo se nos va.

No basta con aumentar un poco el gasto; urge compensar el descuido en que se mantuvo a la
ciencia durante cerca de 500 años, la incertidumbre de los últimos decenios y la crisis de los
ochenta. Luces de esperanza se abren ahora para la carrera y los grupos de investigación;
esperamos que sean duraderas, crecientes, efectivas y más decididas. Debemos pasar a otra
etapa que no sea resolver los problemas pasados, sino anticiparlos; no lograremos nada si
estamos apenas resolviendo en las vísperas del siglo XXI los problemas que nuestra ignorancia
nos impidió prever durante tanto tiempo. Urge reforzar a las universidades públicas, pero en
especial a aquellas en donde se forman nuevos investigadores, y asegurar que los grupos de
investigación de mejor calidad reciban el apoyo que requieren. Urge terminar con el regateo inútil
de los recursos para estas actividades.

Un planteamiento final deriva de que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, que se convirtió
ahora prácticamente en la única vía de acceso para apoyar la ciencia, paso a depender de una de
las secretarias de estado sin lugar a duda más complejas, la de Educación Pública. Resultaría
mucho más conveniente que esta Dependencia adquiera su propia importancia y se convierta en
una secretaria y otra estructura con el nivel adecuado, con estrecho contacto con la comunidad
científica, con capacidad para coordinar los esfuerzos de investigación de las distintas
dependencias gubernamentales y lograr directamente del Presidente de la República los medios
que la ciencia necesita, no para subsistir, sino para desarrollarse, sin dejar de mantener una
administración esbelta y una cantidad mucho mayor de recursos.
El panorama actual del sistema de la investigación en México

No obstante, la cantidad de políticas orientadas a fomentar la ciencia y la tecnología en México, el


sector de la investigación es aún un espacio en proceso de configuración y de consolidación.
Todavía no se puede hablar de una masa crítica de investigadores, como la que existe en Estados
Unidos o en los países europeos. En México hay 0.84 investigadores por cada cien mil personas
económicamente activas, contra nueve en España, según los datos más recientes de 2014. La cifra
es aún baja cuando se compara con otros países latinoamericanos: en 2014, Argentina reportó
4.76 investigadores por cada cien mil PEA, Brasil 2.3 (cifra de 2010), y Chile, 1.16.

Tal situación se debe en gran medida a la poca inversión en CyT en México, tanto por parte del
gobierno como de la esfera privada. La escasez de fondos para la investigación es particularmente
sorprendente, debido a que, desde 2003, una serie de leyes 2 y programas gubernamentales
mandatan un mínimo global del 1% del PIB para el sector. En 2015, México invirtió 0.53% en
investigación en CyT, contra 1.28% en Brasil, país que es el indiscutible líder regional, tanto en el
nivel de su inversión como en su producción científica.

Como hicieron sus antecesores, el presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018) se comprometió a
dar un impulso inédito al sector de la ciencia y la tecnología, es decir, a convertir a México en una
sociedad de conocimiento en todos los sentidos. El Programa Especial de Tecnología, Ciencias e
Innovación (PECITI), del Gobierno Federal, declara lo siguiente: “Existe la convicción de que la
inversión en ciencia y tecnología es una herramienta fundamental para acceder a una economía de
bienestar, basada en el conocimiento”. El plan fija metas generales y específicas en la materia, las
cuales incluyen incrementar el gasto público para llegar a una inversión del 1% del PIB en CyT,
aumentar el número de científicos miembros del Sistema Nacional de Investigadores en las áreas
STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), fomentar la incorporación de jóvenes
doctores en las universidades y centros de investigación públicos, y facilitar la movilidad (nacional e
internacional) de estudiantes de posgrado y de investigadores.

El programa también ofrece un panorama del estado del entorno académico en México en 2012,
que sirvió como base para la formulación de las metas sexenales. En ese año, los investigadores
mexicanos publicaron 10 181 artículos en revistas indexadas por el Thomson Reuters Web of
Science (ISI), lo que representó menos de la tercera parte de los artículos publicados por
investigadores brasileños, que fue de 35 042. La brecha con los países desarrollados fue aún
mayor: en Estados Unidos la cifra ascendió a 255 072 artículos, y a 96 692 en el Reino Unido.
El PECITI busca atender una serie de problemáticas que enfrenta el sector de la investigación en
México, lo cual comprende la falta de apoyo económico y de oportunidades laborales, el bajo nivel
de producción de artículos y de patentes, la poca colaboración internacional, entre otros temas. No
son problemas nuevos. Desde los años 90, muchos especialistas han señalado las deficiencias en
las políticas de fomento a la ciencia y la tecnología en México. Entre los problemas señalados
asoman la sobre burocratización de los procesos de evaluación (el Estado evaluador), la cual
estorba la producción científica y propicia la “simulación” por parte de los académicos; la falta de
políticas de equidad de género; la alta concentración de investigadores en algunos estados e
instituciones, pues en 2016, 70% de los miembros del SNI se concentraba en 60 IES y centros de
investigación, y 33% laboraba en cinco de ellos ubicados en la Ciudad de México y Jalisco.

Trayectorias laborales y movilidad de los investigadores

El tema de la movilidad resulta de suma importancia para las políticas de ciencia y tecnología. En
las últimas décadas, el gobierno mexicano ha enviado a docenas de miles de académicos
mexicanos a formarse en distintas universidades del país y en el extranjero, con el fin de aumentar
su capacidad de realizar investigación de punta. No obstante, un número desconocido de esos
becarios no regresa. El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), que está a cargo de
administrar el SNI y de otorgar becas a nivel posgrado, estima que hay 5% de “fuga de cerebros”
entre becarios, la mitad de maestría y la mitad del doctorado. Según tales estimados, Estados
Unidos es el mayor país receptor de mexicanos con altos niveles de estudios, 60% del total,
seguido por los países europeos con 26%, y Canadá con 5%.

Marmolejo, quien actualmente coordina el área de educación superior del Banco Mundial, señala la
falta de información confiable sobre el número de académicos mexicanos radicados en el
extranjero. Por ejemplo, el American Community Survey estimó que para 2005 había 75 000
mexicanos con estudios de posgrado en Estados Unidos. Otro estudio de postuló que 19% de los
varones mexicanos con maestría y 29% de las mujeres con ese nivel, vivían en Estados Unidos;
entre los que contaban con doctorado, la proporción fue de 32 y 39%, respectivamente, e incluso:
“De ser generalizables estos resultados, se podría inferir que hay un colateral y paradójico efecto
asociado con las políticas de otorgamiento de becas para estudios de posgrado en el extranjero”.

Actualmente, el tamaño real de la “fuga de cerebros” se ha vuelto un tema de considerable debate.


Algunos especialistas argumentan que más bien se debería hablar de una “circulación de
cerebros”, ya que la movilidad puede ocurrir en distintas direcciones o no ser permanente. El nivel
de movilidad tampoco es homogéneo, sino que varía según las disciplinas.
Las encuestas sobre investigadores en México

Debido a la escasez de información oficial sobre los investigadores mexicanos, son particularmente
útiles las dos encuestas nacionales aplicadas entre 2007 y 2008 por la RDISA. Las encuestas, en
las que participaron distintas esferas de la academia mexicana, representan la fuente de
información más reciente y extensa sobre las características personales y el entorno laboral de los
investigadores en el país. A su vez, permiten dar cuenta de algunos cambios en el sector a través
de las políticas públicas de CyT adoptadas en las últimas décadas.

La primera encuesta se envió a 2 826 académicos, que respondieron 1 775 de ellos (90% de
tiempo completo) en 81 Instituciones de Educación Superior (IES) en México. El cuestionario
incluyó cientos de preguntas sobre las características personales y profesionales de los
investigadores, su formación académica, sus trayectorias laborales y sus percepciones sobre sus
lugares de trabajo y de profesión. La primera encuesta RPAM ha dado como resultado una extensa

producción en revistas y libros a nivel internacional sobre la conformación de la profesión


académica en México y otros países; sirve como punto de referencia para contrastar a los
académicos en general con los miembros del SNI; también resulta de particular relevancia para
este análisis, pues permite examinar los resultados de la segunda encuesta en el contexto de la
academia mexicana en general.

La segunda encuesta se enfocó específicamente en el sector de la investigación en México y


abarcó una población varias veces mayor. Se envió el mismo cuestionario del RPAM a los 14 576
académicos que formaban parte del SNI en 2007-2008, y se obtuvieron respuestas de 5 426
investigadores. A pesar de la gran riqueza de información disponible en la encuesta, por distintos
motivos, hasta el momento no se han diseminado los resultados. Por ello, los datos contenidos allí
sirven como una fuente privilegiada de información sobre el entorno de la investigación en México.

Sobre la metodología

En el diseño de la encuesta RPAM-CAP se tradujeron y se modificaron las preguntas para


adecuarlas al contexto del país. Se realizó la muestra con base en los datos del Formato 911 de la
Secretaría de Educación Pública, la fuente oficial de información estadística sobre la educación
superior en México. De esta forma, se fijó un universo total de 79 389 académicos de TC/MT, de
los cuales se obtuvieron las 1 775 respuestas finales. Cabe señalar que, por el diseño de la
muestra, quedaron excluidas las instituciones tecnológicas y las IES privadas menos prestigiadas,
las llamadas “de absorción de demanda residual”. No obstante, tal hecho no afecta al análisis del
subgrupo del SNI, ya que esas instituciones no suelen contar con muchos miembros del sistema.
Existe dificultad en determinar quiénes pertenecen al sistema de investigación en los distintos
países, ya que la mayoría de los académicos de tiempo completo reporta realizar investigación
como una de sus labores académicas. Al hacer una breve comparación entre los investigadores
mexicanos y los de otros países, en donde no existe el equivalente al SNI, se separó a los
investigadores que realizan por lo menos 20 horas de investigación por semana (la cantidad
promedio que reportan los miembros del SNI).

Juntas, las dos encuestas levantadas por parte de la RDISA permiten tener un panorama bastante
amplio sobre la condición laboral de los investigadores en el país en los años 2007 y 2008. A pesar
de que ha pasado una década desde su realización, argumentaría que es posible hacer inferencias
para el periodo actual, debido a la continuidad de la mayoría de las políticas gubernamentales
durante los últimos sexenios. En la sección final, resumo algunos de los datos disponibles para el
periodo actual, que sirven como punto de referencia para ver la evolución del sistema en los
últimos años.

La Encuesta RPAM-CAP

La encuesta Changing Academic Profession, que mide más de 400 variables, permite realizar
comparaciones muy variadas entre los académicos de distintos países o entre subgrupos dentro de
un mismo país. En este caso, comparo a los miembros mexicanos del SNI (n=367) y los no
miembros (n=1 448), para poder hacer una caracterización inicial del sector de la investigación en
México.

Perfil general de los encuestados

Entre los 367 miembros del SNI incluidos en la base, la gran mayoría (68%) son hombres. Es un
dato importante, ya que, como veremos más adelante, refleja un sesgo de género en el ámbito de
la investigación en México. En comparación, la preponderancia de hombres entre los académicos
no miembros es un poco menor: 62%.

Los investigadores también se distinguen por ser un grupo más internacional: 15% nació en el
extranjero, comparado con menos de 2% del otro sector. A su vez, 43% del primer grupo reportó
haber vivido en distintos países desde que obtuvo su primer grado académico, contra 17% del
segundo. Es probable que la movilidad de la mayoría de los miembros SNI ocurrió durante su
periodo de estudios de posgrado. Entre los investigadores, 93% reportó contar con el doctorado y
21% con el posdoctorado, contra 16 y 0.7% del grupo docente, respectivamente. Entre los
miembros del SNI con doctorado, 46% lo estudió en el extranjero; predominó Estados Unidos con
15% de los doctorantes, seguido por Francia (7.5%), España (7.4%), y Reino Unido (5.8%), y el
resto fue distribuido por otros 14 países.
Finalmente, entre los miembros del SNI que realizaron un posdoctorado (N=78), sólo 13% lo hizo
en México, en cambio, 41% estudió en Estados Unidos, seguido por Canadá (9.2%), Francia (9%)
y Reino Unido (7.8%).

El mayor nivel de experiencia internacional entre los miembros del SNI es relevante, ya que señala
el nivel de privilegios que han gozado este grupo comparado con sus pares no miembros. También
indica que el sistema premia cierto tipo de perfil entre sus integrantes, otorgando mayor prestigio a
los títulos obtenidos en el extranjero.

En cuanto a las condiciones laborales, resalta el hecho de que los miembros del SNI ganaron en
promedio casi el doble de lo que percibieron los académicos que no fueron miembros del sistema:
USD$48 700 al año contra USD$25 160. Esta diferencia obedece mayormente a los estímulos que
recibió el primer grupo a través del SNI y, en menor grado, de los programas institucionales; los
investigadores reportaron recibir un promedio anual de USD$12 800 y USD$11 400,
respectivamente, por estos conceptos. Cabe señalar que a pesar de las reformas recientes que
buscan dar mayor énfasis a la labor docente, los estímulos institucionales, al igual que los del SNI,
siguen privilegiando la labor de investigación. Tal discrepancia tiene razones prácticas, además de
ideológicas pues es más fácil contar las publicaciones que evaluar los resultados de las labores
docentes, por lo que éstas se han menospreciado entre los indicadores, minimizando el esfuerzo
que los académicos destinan a ellas. Esta condición genera, a su vez, que los programas
sobrevaloren ciertas actividades sobre otras, sin analizar los aportes y su calidad en el marco de
los campos de conocimiento o institucionales, el tipo de resultados, las tradiciones disciplinarias y
la etapa de la trayectoria de los sujetos evaluados.

Tal hecho tiene implicaciones para la calidad de la docencia en México. En la práctica, promueve
que los académicos con mayor nivel de estudios (y sobre todo los que fueron educados en el
extranjero) opten por dedicarse a la investigación, o busquen acomodo en los centros de
investigación especializados, o adquieran la figura de investigadores de la Universidad Nacional
Autónoma de México.

Los miembros del SNI reportaron invertir 20.3 horas a la semana en investigación, comparado con
sólo siete horas por parte del grupo docente; tal cifra no es casual, ya que el SNI estipula un
mínimo de 20 horas semanales dedicadas a la investigación. No obstante, los requisitos que
impone el programa tienen su costo en términos de un mayor estrés laboral. Al responder a la
afirmación, “Mi trabajo es fuente de una considerable tensión personal”, 29% de los miembros del
SNI estuvo muy de acuerdo o de acuerdo, comparado con 21.5% de los no miembros.
Otro punto interesante de observar es el nivel de capital cultural de ambos grupos, en el sentido del
entorno educativo y cultural en que fueron criados. Entre el grupo SNI, 23% reportó que su padre
había estudiado hasta el nivel licenciatura y 8% hasta el posgrado (parcial o completo); entre el
otro grupo, las cifras fueron 19 y 6%, respectivamente. Es decir, en general, los miembros del SNI
vienen de familias con mayor nivel educativo, otro ejemplo de su estatus privilegiado. (Anexo 2)

Comparación con investigadores de otros países

La encuesta también permite realizar comparaciones con investigadores de otros países. Son
particularmente relevantes los casos de Brasil y de Argentina, los otros dos países
latinoamericanos que participaron en el proyecto CAP; también son los principales rivales
regionales de México en materia científica. Entre el subgrupo que reportó realizar por lo menos 20
horas de investigación a la semana, los investigadores mexicanos tuvieron una representación
mucho menor de mujeres: 33%, comparado con 44% en Brasil y 56% en Argentina. En cuanto al
nivel de estudios de los investigadores, México se ubicó en el promedio entre Brasil y Argentina;
80% de los brasileños obtuvo el doctorado y 30% el posdoctorado, mientras que en México las
cifras fueron de 70 y 17%, y en Argentina, 49 y 15%, respectivamente.

Por otro lado, los mexicanos registraron el mayor nivel de movilidad internacional durante sus
estudios de doctorado y posdoctorado. Entre los mexicanos con doctorado, 42% estudió ese nivel
en el extranjero, comparado con 19% en Brasil y 16% en Argentina. Es probable que la mayoría de
los mexicanos de ese grupo fueran beneficiarios de las más de 60 mil becas para estudios en el
extranjero otorgadas por Conacyt entre 1971 y 2015. Aunque los otros dos países también cuentan
con programas de becas al extranjero, éstos históricamente han sido más pequeños. Sin embargo,
los niveles de movilidad internacional podrían estar cambiando en el caso brasileño. A su vez, el
sector de la investigación en México también es el más internacional de los tres países: 12% tuvo
otra nacionalidad al nacer, mientras que en Brasil y en Argentina fue de 2%.

En cuanto a los sueldos de los investigadores, los mexicanos reportaron ser los mejor pagados:
ganaban el equivalente de USD$43 000 al año, contra USD$35 000 en Argentina y USD$34 100 en
Brasil. Por otro lado, los brasileños reportaron ser los más estresados. En respuesta a la pregunta
sobre si su trabajo era una “fuente de estrés personal”, 38% de los investigadores en Brasil estuvo
en fuerte acuerdo o acuerdo, comparado con 27% en Argentina y 26% en México.

El hecho de que más de la cuarta parte de los investigadores en México reporte sufrir de estrés
personal, y casi uno de cuatro de los brasileños, es un dato relevante, ya que manifiesta uno de los
efectos no deseados de las políticas de pago por mérito y de las políticas de evaluación en general.
La encuesta del SNI

Esta breve exploración de los datos de la encuesta Changing Academic Profession da cuenta de


algunos rasgos generales del sector de la investigación en México en los contextos nacional e
internacional. Sin embargo, la segunda encuesta enfocada a los miembros del SNI permite analizar
este ámbito con base en una muestra mucho mayor (n=5 426).

Perfil personal y académico

Según los datos de 2008, los miembros del SNI se dividieron en 66% hombres y 34% mujeres. La
edad promedio de los investigadores en ese año fue de 47 años, con un rango de edad de 28 a 86.
De ellos, 89.5% nació mexicano, los demás provinieron de otros 42 países, liderados por España
(1.3%), Cuba (1.1%), Argentina (0.9%), Rusia (0.9%) y Estados Unidos (0.8%). El predominio de
los primeros países tiene sus razones históricas.

El gobierno mexicano tiene una larga data de dar asilo a los exiliados de guerras civiles y
dictaduras en América Latina y Europa; tales exiliados también han formado o poblado a
importantes centros de investigación en el país, como fue el caso del Colegio de México y el
Cinvestav. Entre los que formaban parte del SNI, 4% con el tiempo adoptó la nacionalidad
mexicana, por 94% que reportó contar con la misma en 2008.

Un 95% contaba con un doctorado y 22.5% con un posdoctorado, niveles casi iguales a los
identificados en la muestra RPAM-CAP para el subgrupo del SNI. En cuanto a sus niveles dentro
del SNI, se divide como sigue: candidato (21%), Nivel I (58.1%), Nivel II (15.8%) y Nivel III (5%) (no
se preguntó sobre el nivel de emérito, ya que son muy pocos).

Otro factor clave en caracterizar a este grupo es su nivel de capital cultural. Un 23% reportó tener
padres que habían estudiado hasta la licenciatura y 11% contaba con estudios de posgrado, para
un total de 34% que había concluido el nivel superior. Tal proporción es mucho mayor a la del
promedio de la población mexicana; en 2015, 17% de los mexicanos de entre 25 y 64 años
contaban con un título universitario y apenas 1% había completado algún posgrado. Cabe resaltar
que los investigadores reportaron niveles de estudio más bajos para sus madres, con 5 y 10.5%
alcanzando los grados de licenciatura y posgrado, respectivamente, no obstante, se espera que tal
escenario cambie en los próximos años, debido al fuerte incremento de las mujeres en las
universidades del país en las últimas décadas.
Movilidad laboral

Un gran porcentaje de los miembros del SNI comenzó a trabajar antes de finalizar su doctorado:
34% tuvo un contrato durante sus estudios de ese nivel. También 86% dijo haber trabajado en IES
desde la obtención del primer grado; entre éstos, 14% había trabajado en el sector privado.
También se aprecia un nivel de movilidad relativamente baja, pues 52% había trabajado en una o
dos universidades desde la obtención del primer grado, mientras una pequeña proporción 2.7%
había trabajado en cinco instituciones distintas. Desde la obtención del doctorado hay mayor
estabilidad: 36% reportó mantenerse en la misma institución, mientras que otro 32% sólo cambió a
una institución adicional.

Entre el sector de centros e instituciones de investigación hay aún menor movilidad: 57% se
mantuvo en la misma institución desde la obtención del primer grado y 25% sólo había trabajado
en dos instituciones. A su vez, desde la obtención del último grado, 68% de los investigadores de
los centros se quedó en la misma institución y 18% pasó a otra.

Tal situación refleja el grado de seguridad laboral de que gozan los miembros del SNI comparado
con los demás académicos en México; a su vez, los investigadores de los centros de investigación
parecen ser un grupo aún más privilegiado, ya que una mayoría de las plazas en esas instituciones
son de tiempo completo.

Curiosamente, la encuesta no preguntó si hubo un cambio de trabajo reciente, sino si hubo un


esfuerzo en ese sentido. Aun así, sólo 7% reportó “tomar acciones” en los últimos cinco años para
realizar un “cambio importante en su trabajo”. Cuando se preguntó si tomó “acciones para cambios
potenciales”, 26% respondió que sí. A su vez, 11% reportó tomar acciones para cambiar de puesto
académico en otra universidad o IES en el país, y 6.6% para cambiarse a un puesto en el
extranjero.

A su vez, 13.5% reportó dar un curso en el extranjero durante el año académico vigente o previo,
sobre todo en Estados Unidos (2.4% de la muestra) y España (1.9%). No obstante, cuando fueron
cuestionados sobre los apoyos para movilidad internacional, 73% opinó que fueron “muy pobres” o
“pobres”. De igual forma, 59% opinó lo mismo sobre los apoyos para la movilidad nacional.
Trabajo de investigación

En promedio, los encuestados reportaron dedicar 21.6 horas a la investigación (es decir, poco más
de la mitad de su contrato laboral), contra sólo siete horas a la docencia. No obstante, aunque 67%
describió esta labor como la primera en importancia, 21% dijo que era su segunda prioridad, un
dato algo sorprendente dado que el sistema busca fomentar a la investigación científica como labor
primordial entre sus integrantes. En lo que respecta al nivel de productividad, sólo 26% reportó
haber producido un libro de su autoría o coautoría en los últimos tres años, 5.6% informó concluir
tres o cuatro y 1.3% cinco o seis. La producción de artículos también fue relativamente baja: 22%
reportó producir uno o dos artículos, 28% dos, y 18% de tres a cuatro.

En términos del nivel de colaboración en investigación, 79% reportó colaborar con colegas en otras
IES mexicanas y 62% con sus pares en el extranjero. A su vez, sólo 40% formaba parte de un
cuerpo académico Promep, el programa que fomenta la formación de redes de investigación. Esta
baja participación probablemente obedece a que el programa está dirigido hacia las universidades
estatales, y no participan los integrantes de la UNAM, el Cinvestav o los otros grandes centros de
producción científica en el país. Sin embargo, los encuestados tampoco evaluaron bien los apoyos
institucionales para la investigación, que fueron calificados como “muy pobres” o “pobres” por 67%
de los encuestados.

Diferencias de género

Mientras las cifras anteriores dan un panorama global de los miembros del SNI, no dejan apreciar
las fuertes diferencias entre los distintos subgrupos: sobre todo entre hombres y mujeres. Varios
investigadores, por ejemplo, han insistido en los fuertes sesgos de género, que dificultan las
trayectorias laborales de las mujeres investigadoras. Estas diferencias, que obedecen a que las
mujeres tienen que compaginar sus responsabilidades familiares y académicas en mayor grado
que los hombres, son reflejadas en la baja presencia de las mujeres dentro del SNI y, sobre todo,
en los más altos niveles. Por ejemplo, 13.5% de las mujeres reportó haber interrumpido su trabajo
para cuidar a niños o adultos mayores, y 20% opinó que tal situación tuvo un efecto negativo en su
trabajo académico. Entre los hombres, 3.5% interrumpió su trabajo y 8% reportó que sufrió un
impacto negativo.

Según, mujeres y hombres compiten y participan en la producción científica en “condiciones de


desigualdad”. Mientras 77% de los hombres se ubicaron en los primeros dos niveles del SNI
(candidato y Nivel 1), 84% de las mujeres estaban en esos niveles.
En contraste, la proporción de hombres que alcanzaron el Nivel III fue más del doble que la de las
mujeres: 6.2 contra 2.7%. Al analizar los datos de 2009, a 25 años de la creación del sistema,
Didou y Gérard (2009) concluyeron lo siguiente: “Es indudable que ser mujer funciona todavía
como un factor discriminante en cuanto a esquemas y temporalidades para los recorridos en el
SNI, tanto en lo que se refiere a oportunidades de ascenso como a plazos de carrera” (p. 34).

A su vez, las mujeres tardaban más en subir por los peldaños del sistema, lo que tuvo un impacto
negativo en sus ingresos. Mientras los hombres del máximo nivel del SNI percibían $71 700 al
mes, las mujeres en ese nivel (una pequeña minoría) ganaban $68 800. Las diferencias se
reflejaban en todos los niveles, como se percibe en la tabla. (Anexo 3)

La evolución del sistema: 2008-2015

En general, los pocos datos disponibles para el periodo reciente no reflejan grandes cambios,
aunque se ha ampliado la membresía del sistema de forma marcada durante la última década.
El Informe General del Estado de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, de 354 páginas, le
dedica una sección de 6 páginas al SNI, en donde provee información sociodemográfica acerca de
sus integrantes.

En 2015, hubo 23 316 miembros, comparado con 14 681 en 2008, un incremento de 59% en sólo 8
años. Durante el mismo periodo, el presupuesto del Conacyt para el programa subió casi 100%, de
2 080 millones de pesos a 3 9C92 millones (sin ajustar por la inflación). A la vez, hubo cambios
menores en el perfil de los investigadores. El porcentaje de mujeres subió ligeramente: de 32% a
36%. Sin embargo, permaneció la alta concentración de miembros en la capital del país: 34%. En
este sentido, destaca la UNAM, con 18% del total de miembros en 2015, seguido por el Instituto
Politécnico Nacional y la Universidad Autónoma Metropolitana, con 5% cada una.
CONCLUSIONES

La investigación es el proceso más importante para la generación de conocimiento nuevo, pero, en


nuestro país, ese proceso se ejecuta con un sistema que se confunde con el Método Científico.

En nuestro país, la inmensa mayoría de los procesos de formación de investigadores sociales se


ha realizado con base en la lógica del sistema Hipotético Deductivo en el cual no se reflexiona
sobre las concepciones de la realidad.  En estas condiciones, los problemas que se perciben
sensorialmente se abordan de manera directa, sin formación teórica.

Es necesario que nos percatemos que lo importante es conocer la realidad para potenciar su


cambio hacia condiciones de mayor equidad y justicia social y no limitar la intencionalidad de las
investigaciones hacia la comprobación de hipótesis que, muchas de las veces, no tienen capacidad
de explicar la realidad y mucho menos de potenciar el cambio de la misma.

Es necesario que se fortalezcan los programas de formación de investigadores y que ese proceso
se lleve a cabo tomando en cuenta dos cuestiones fundamentales: a) todo aquel sujeto interesado
en ser investigador científico debe revisar los paradigmas y sistemas de investigación coexistentes,
lo cual implica a su vez hacer una revisión de los sistemas filosóficos que dan sustento a los
mismos, y b) los programas de formación de investigadores deben estar constituidos de tal manera
que los conocimientos se adquieran por medio de procesos de reflexión y de crítica y no como
hasta ahora, mediante sistemas lineales de enseñanza-aprendizaje, donde el maestro siempre es
el que posee la razón.

Las dos encuestas aplicadas por la Red de Investigadores sobre Académicos en México dan un
panorama muy amplio sobre características, trayectorias y niveles de movilidad de los
investigadores en México a finales de la primera década del siglo XXI. En general, el resultado da
una imagen mixta. Mientras se ha construido un grupo de investigadores con altos niveles de
estudios y experiencia internacional, éste sigue representando una pequeña mayoría entre los
académicos del país. Los miembros del Sistema Nacional de Investigadores -el núcleo del sector-
representaban sólo 5% de los 400 mil académicos que laboraban en el país.

A su vez, representan una minoría privilegiada. Según las encuestas, ganaban en promedio el
doble de lo que percibían sus pares sin membresía, aun cuando estos últimos fueron profesores de
tiempo completo. Los SNI también fueron más educados (casi todos contaban con el nivel de
doctorado, y la quinta parte con posdoctorado) y ostentaban mayores niveles de capital cultural, de
experiencia y de movilidad internacional. Por último, estaban concentrados en los polos de mayor
influencia y desarrollo socioeconómico del país.
No obstante, el sistema de investigación en México enfrenta serios retos y tensiones. El primero de
ellos es la desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, con las segundas en una
posición de franca desventaja. Asimismo, a pesar de que los miembros del SNI perciben mayores
sueldos que los demás académicos, no gozan de condiciones comparables con los de sus pares
en Estados Unidos, Canadá o algunos países de Europa; por eso deviene la gran migración hacia
esos polos de investigación. A su vez, los investigadores reportaban sufrir de altos niveles de
estrés laboral, en gran medida debido a la cultura de “publicar o morir” y a las demandas del
Estado evaluador.

Algunos de estos problemas son generales a nivel nacional. A su vez, debido a la falta de un
adecuado sistema de jubilación en la mayoría de las IES, muchos investigadores y profesores
permanecen en sus trabajos hasta una edad muy avanzada, o incluso hasta morir. Los miembros
del SNI, por ejemplo, dejan de percibir sus becas al momento de jubilarse, excepto en los escasos
casos de los miembros eméritos. Tal situación no sólo provoca incertidumbre y estrés personal,
sino que impide la entrada de nuevos investigadores al sistema.

México sigue estando muy a la zaga de Brasil en cuanto al número de artículos publicados en
revistas indexadas, así como en la producción de patentes y otros indicadores. Entre 2009 y 2016,
el número de artículos producidos por investigadores en México y registrados, aumentó de 9 307 a
16 228. Sin embargo, durante el mismo periodo en Brasil, que no cuenta con un programa de pago
por mérito para investigación, el número de artículos creció de 30 921 a 53 004. Es decir, Brasil, un
país cuya población es menos del doble que la de México, produce 3.2 veces el número de
artículos indexados que México.

Tal situación puede ser en parte al hecho de que el gasto total en CyT en México se ha mantenido
prácticamente igual durante las últimas décadas, entre 0.38 y 0.5% del PIB, a pesar de leyes y de
programas que mandatan un mínimo de 1% en el Gasto de Investigación Científica y Desarrollo
Experimental. En comparación, la inversión brasileña es varias veces más grande: 1.28% del PIB.

Tales resultados han llevado a algunos especialistas a concluir que las políticas de ciencia y
tecnología adoptadas por México durante las últimas décadas son “una mala copia” de las
empleadas por los países desarrollados. Como mínimo, tales políticas han sido insuficientes para
el desarrollo de una economía basada en el conocimiento, con implicaciones no sólo para los
propios investigadores sino para la sociedad en su conjunto.
Referencias

educacion futura. (s.f.). Recuperado el 24 de septiembre de 2021, de educacion futura:


http://www.educacionfutura.org/reforma-del-SNI/

educacion.nexos. (s.f.). Recuperado el 27 de septiembre de 2021, de educacion.nexos:


https://educacion.nexos.com.mx/queriamos-evaluar-y-terminamos-contando-
alternativas-para-la-evaluacion-del-trabajo-academico/

facso. (s.f.). Recuperado el 29 de septiembre de 2021, de facso:


http://www.facso.uchile.cl/publicaciones/moebio/14/melchor.htm

jornada. (s.f.). Recuperado el 25 de septiembre de 2021, de jornada:


https://www.jornada.com.mx/2014/07/08/sociedad/037n1soc

monografias. (s.f.). Recuperado el 24 de septiembre de 2021, de monografias:


https://www.monografias.com/docs/Situacion-Actual-De-La-Investigacion-Cientifica-En-
PKJJSZYZBZ

oecd. (s.f.). Recuperado el 24 de septiembre de 2021, de oecd:


https://www.oecd.org/education/skills-beyond-school/EAG2017CN-Mexico-Spanish.pdf

Redalic. (s.f.). Recuperado el 27 de septiembre de 2021, de Redalic:


https://www.redalyc.org/pdf/132/13206702.pdf

Scielo. (s.f.). Recuperado el 26 de septiembre de 2021, de Scielo:


http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-27602018000100001

siicyt. (s.f.). Recuperado el 26 de Septiembre de 2021, de siicyt:


https://www.siicyt.gob.mx/index.php/normatividad/nacional/631-3-programa-especial-
de-ciencia-tecnologia-e-innovacion-2014-2018/file

siicyt. (s.f.). Recuperado el 25 de septiembre de 2021, de siicyt:


https://www.siicyt.gob.mx/index.php/transparencia/informes-conacyt/informe-general-
del-estado-de-la-ciencia-tecnologia-e-innovacion/informe-general-2014/1572-informe-
general-2014/file

transparencia presupuestaria. (s.f.). Recuperado el 25 de septiembre de 2021, de


transparenciapresupuestaria:
http://www.transparenciapresupuestaria.gob.mx/work/models/PTP/Reingenieria_Gasto/
imagenes/Ventanas/Ramo_38/38S190.pdf

vlex. (s.f.). Recuperado el 24 de septiembre de 2021, de vlex:


https://vlex.com.mx/vid/importancia-investigacion-mexico-791205785
ANEXOS
Anexo 1.

1984 1,396
1985 2,276
1988 3,774
1989 4,666
1991 6,442
1992 6,602
1993 6,233
Anexo 2:

Anexo 3:

También podría gustarte