Contigo Llegó La Felicidad Sophie Saint Rose
Contigo Llegó La Felicidad Sophie Saint Rose
Contigo Llegó La Felicidad Sophie Saint Rose
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Epílogo
Capítulo 1
—Sí, padre.
asombrada. —¿Ya?
—Sabía que este momento llegaría.
informarla?
vez que había hablado con él y se dio cuenta de que había sido
sino que había otro hombre de unos sesenta años que tenía una
con el conde.
—¿Lo sabes?
¿Con quién?
visitas. Por lo visto había dejado de ser una niña. Con sus rizos
recogidos a la nuca para que varios cayeran por su hombro,
silencio.
esta noche.
Gracias, padre.
Caminó hasta el sofá y se quedó mirando a Jeremy que
se levantó de inmediato dejándole el sitio. —Hermana
acomódate.
—Gracias.
—¡Hija!
razón?
—¿Y si me niego…?
—Me lo imagino.
—Y no lo hizo.
damas.
—¿Y no ha ido?
—Sabreene…
—¡Sabreene!
acompañarme a la mesa?
—¿Y si no…?
que hablar.
la finca.
orgulloso.
—Lo fue.
Te necesitamos a ti.
—Suéltame o grito.
—Estás loca.
—No lo recuerdo.
—No.
—¡Cállate!
—Me necesitan.
—¿Insoportable?
—No acepta su condición y desgraciadamente tiene
una lengua viperina.
—Sí, milady.
—¿Sus joyas?
—Sí, milady.
—Púdrete.
Su hermano le dio un bofetón que le volvió la cara y le
—Te voy a…
—¡Matthew!
—¡Padre, me ha provocado!
—¡Matthew!
—No lo entiendo.
—¿Qué ocurrió?
—¿Perdón?
—Oh…
—Gracias, gracias.
—Sí, sí.
evitarlo.
—Lo sé. Pero yo empecé a trabajar incluso antes en la
casa de una viuda.
—Pretty.
—¡Qué no!
decírselo a nadie.
hacerle esperar.
—Entendido condesa.
—Prue, milady.
Estate quieta.
duque haciendo que las dos le miraran con sus ojos azules
como platos.
castillo?
divertido.
haciéndoles reír.
—Claro.
—Eso no se hace.
conozco?
eventos sociales.
—Sí.
—Pero primo…
medidas.
El duque observaba a Sabreene con una sonrisa en el
salimos.
—Preciosa.
—Gracias.
—Me gusta.
—Gracias Phillips.
—Phillips, ¿y mi esposo?
estaba bajo las escaleras y que era evidente que daba a la parte
de atrás de la casa. Al ver la balaustrada de piedra que rodeaba
la terraza, abrió la puerta y algo asustada salió para ver a un
hombre sentado en una de esas modernas sillas de ruedas. Le
daba la espalda no podía ver su rostro, pero era evidente que
era un hombre hundido. Tenía un codo apoyado en la silla con
la mejilla en su mano. Sintió que se le retorcía el corazón
porque era la imagen de quien había perdido todo por lo que
merecía la pena vivir. Caminó hacia él sin hacer ruido y la
enfermera que debía estar cuidándole se levantó mostrando su
—Mire señorita…
—¡Ja!
—¿Dudas de mí?
—Sí, condesa.
—Niña…
—Mucho.
—Entendido condesa.
—Entendido condesa.
—Perfecta, duque.
—¿Cómo le engañó?
—Eso parece.
—Phillips, ¿es que no me oyes, viejo sordo?
—¡Serás zorra!
—¿Si, condesa?
—Las tijeras.
—Cuando te coja…
—¡Puta!
bañera.
lugar.
casa.
—Por favor.
—¡Qué se muera!
deja anonadada.
duda. Pero…
sellado.
pensado.
—¿El láudano?
—No te entiendo.
a mí.
—Eso, ah…
—Por probar…
le echado el lazo.
nada.
—¡Darte un heredero!
—¡Sí!
—¡Pues haberte casado tú!
¡Phillips, la cena!
conmigo.
en un desierto.
—. ¿Cenamos o no?
—Ernest…
—¿Si, niña?
voto para decidir nada sobre mi vida. Pero ahora soy una
mujer casada, estoy en el puesto para el que me han preparado
toda mi vida y pienso cumplir mi función lo mejor que sepa.
copas.
tacto. Había sido tan real… Nunca había pasado tanto miedo
en la vida. Salió de la cama aún asustada y fue hasta la ventana
apartando la cortina de terciopelo para ver una luna enorme en
el cielo. Suspiró diciéndose a sí misma que era un sueño. Solo
un sueño. Seguramente no volvería a verle nunca más y rezaba
tienes…
—Pues vete.
pienso hacer.
—Sabreene.
—Sabreene…
—¿Eso es bueno?
—¿Has comido?
—Por favor…
—¿Niña?
—¿Si?
—Su valet.
—Un poco.
—Siento esto.
—Pasa.
Con la niña tras ella entraron en la habitación. Pretty
llevaba una jarra en las manos. —En cuanto nos enteramos de
que se había despertado he pedido una bandeja. Estará
hambrienta.
—Pues no mucho.
—Estupendo.
—Pero milady…
esto.
—No, me atontará.
—No.
mujer!
—¿Estás loca?
—Queda el pudin.
—Duerme, esposa.
—¿El qué?
tiene abandonada.
—¿De veras?
—Aunque le he escuchado preguntar por tu estado a
Phillips.
—Niña…
heridas.
personas civilizadas.
recuperación.
caso.
interior, rápido.
Abrió los ojos como platos. —¿No has oído que viene
mi marido?
mano. —¿Hace cuanto que no está con una mujer? Tiran más
Sabreene?
¡Agáchate!
—Estoy bien.
—¡Qué te agaches!
—A la cama.
tengo fiebre!
como si le ahogara. —Es que aquí hace mucho calor. Prue abre
la ventana.
levantarás.
su cara.
—¡Mujer, me exasperas!
ser, ¿no?
—Vuelvo enseguida.
—¡Más te vale!
comprobarlo, ¿no?
—¡Vístete!
—¡Con el camisón!
—¡Ja!
no se nota!
Berleigh entrecerró los ojos. —¿Intentas seducirme?
Ella miró hacia allí y juró por lo bajo cuando vio que
era cierto. —Sabreene vuelve a la cama —dijo ya preocupado.
regresar a la cama.
—Sí, pesada.
—¿Mucho, poco, casi nada? ¿Un té?
viera.
—Berleigh…
—¿Quién ha sido?
—Pero…
ponerse cómoda.
algo.
—Mamá…
—¡Ahora!
—No, no te entiendo.
—Entiendo.
su objetivo.
—Pero si mi marido no puede conmigo, no puede con
nadie, ¿no?
asperezas.
—Accidentalmente.
—¿Tienes que ser tan negativa? ¡Yo creía que iba bien!
—¡Soy tu marido!
—Y yo tu mujer.
—¿Yo?
—¿Debería?
—Eres preciosa.
—No entra.
—Te aseguro que entra. Es tu virginidad. Siéntate —
dijo cogiéndola por las caderas.
—Duele…
—Enseguida te acostumbrarás.
—Pues no lo parece.
—Es incómodo.
maravilloso.
—Eso es, preciosa. Déjate llevar.
nuevo.
Capítulo 5
ver algo blanco. Soltó una risita porque era parte de un pastel y
suspiró dejando caer el brazo. Qué noche, qué maravilla de
noche.
—Milady, no.
cuanto antes.
demasiado.
desayunado?
día magnífico.
—Va a llover.
Estiró el cuello para mirar al cielo y sí que parecía que
—¿Qué hombre?
cama y que con ella podía hacer unos ejercicios con unas
le quitaba ojo hasta que fue evidente que no pudo más. —¿No
vas a decir nada más?
—Hablo de la cama.
recuperación?
—No, en lo de la institutriz.
aquí.
—Como se pactó.
engañar a mi tío?
Ella jadeó indignada y el hombre apretó las
mandíbulas. —Si hablara con su administrador, sabría…
—Pero…
—¡No!
—¡No!
—Ni antes.
—¿Qué es extraño?
—¿Ni un poquito?
—Sabreene, baja del carruaje que ya hemos llegado —
dijo entre dientes.
—Esposo…
—¿Si?
—Serás…
va a volver loca.
—¿Si, condesa?
—Enseguida, condesa.
—¡Decido yo!
me ocuparé de mi marido.
que se le debe.
—Entendido, condesa.
—¿Si, condesa?
esposo.
—¡Fuera!
—¿No?
tanto. —¿Y con el marido tan guapo que tengo quién miraría a
otro?
correcto.
—¿Condesa?
—Es mi trabajo.
—Comprendo.
—¿Rampa?
el administrador?
echen a patadas!
bien lejos.
—Si me ocurriera algo serían los principales
sospechosos, ¿no crees? —Bebió de su copa de vino y cuando
Phillips?
¿Estás cansado?
Se la comió con los ojos y ella sonrió. —Phillips,
—No.
—Sabía bailar.
hermoso?
—¿Todavía la conservas?
—¿Fue aquí?
Esa pregunta hizo que la mirara. —Sí, mi tío había
invitado a varias personas, entre ellos parte de la familia con la
que tiene contacto y varios de sus amigos. Me encontró un
primo mío.
ello.
¿Sabes que para ser tan poquita cosa tienes carácter? Debajo
de esa carita angelical hay una dictadora en toda regla.
Jadeó indignada y el conde se echó a reír a carcajadas.
—¿Me has llamado poquita cosa?
cosa y no dictadora.
—Bromeas.
—Es el destino.
—Dieciocho. ¿Y tú?
—Treinta.
—¿Y si es niña?
—No.
—. ¿Será tu tío?
—¿Si, conde?
—Siéntate.
¿Qué quería?
—Le amaba.
—Estás loca.
—Estás loca.
pelarla cuanto antes. Vio las estrellas cuando agarró las plumas
Hasta mañana.
suela, pero eso no era lo peor, uno de sus tacones estaba tan
Hala…
que ella leía de pequeña. Era un sueño, pero ella había dejado
interesarle demasiado.
cogió por los hombros para cubrirla con su chal. Tuvieron que
dio tanta rabia que la reprendiera por esa tontería que replicó
carruaje.
nada!
dirás a la guardia.
¡Corre!
Nos ha visto.
para la medicina.
—Pero…
mamá.
—¡Nada está bien desde que nos echaron de nuestra
casa! Ese malnacido. ¡Le odio! ¡Ojalá se haya muerto!
—Mamá…
—Te quiero.
puedes ocultarte!
—¡Atrapadla!
—¡No, tiene que estar por aquí! ¡Abre bien los ojos!
perdido!
Sí, era él. Abrió los ojos lentamente para verle sentado
a su lado. Parecía preocupado. —¿Me oyes?
bien?
abriendo los ojos. —Espero que sea bueno. ¿Qué es? ¿Qué es?
—preguntó ilusionada como una niña antes de cerrar los ojos
del dolor—. Ya me lo darás después. ¿Me dais láudano?
la habitación.
—Estoy cansada.
—Terminará recordando.
—¿Lo tienes?
—¿De veras?
—Te lo juro.
—No te asustes.
—No, preciosa.
—¿Esto es un sueño?
—No, preciosa.
—¿Qué?
por favor…
—¡Habla!
—Esta mañana hablaban de un niño.
—¿Lo recuerda?
—Para mi desgracia.
molesta nada.
—¿Milady?
llegó las palabras qué hemos hecho con ella y estoy segura de
—Reynolds.
comprobar algo.
milady.
estado en Londres. Pero ella sabía que su hijo era del conde.
atendieran.
—Entendido, milady.
cartas.
—Preciosa…
—Pues no lo recuerdo.
—¿Qué? ¿Cuándo?
platos.
—¿Qué método?
—¿El lago?
administrador.
—¿Los dos?
—Sí —respondió su tío.
—¿Qué?
—Al banco.
—Al banco.
—¿Tu qué?
Él sonrió. —Entendido.
suyas!
—Estupendo.
—¡Sí, por tu culpa! Ella lo dio todo por ti, quiso salvar
a su marido y tú la tratas así —dijo furioso. Le miró fijamente
y al ver la culpa en su rostro apretó los labios—. Si está en
estado lo tomarás como propio. De todas maneras si hay otro
niño ese sería el heredero.
—Sí, milord.
Él parpadeó. —¿Qué?
El mayordomo carraspeó.
—Gracias, doctor.
—Hola, preciosa.
Sonrió disimulando y alargó la mano hacia él. Se la
cogió de inmediato sentándose a su lado. —Al parecer has
—¿Quieres un caramelo?
—Nada.
—Pareces triste.
—¿Tú y yo?
—Jugábamos al escondite.
silla, esta se inclinó y caí sobre la graba. Fue ahí cuando moví
el pie al intentar incorporarme. No sé, debieron ser los nervios
hacer la batida?
que pasan.
vestidos aquí.
—No, cielo.
llevaron.
—Se quemó.
hagan otro.
replicar?
como parecías.
llores.
tiene.
escaleras.
—¡Ernest!
—Déjame en el suelo.
—Sabreene, yo…
reteniéndola. —¡Déjame!
—¿Y?
—Preciosa…
—¿Qué cosas?
—Se rumorea que para que tenga ese color tan vívido
se hace con arsénico y eso mata. ¿No es cierto, señora
Plumbert?
bajos, condesa.
—Alice acompáñala.
La chica la miró como preguntándole si estaba segura y
ella asintió. Y no era para menos su preocupación, porque si su
marido la mataba nadie se molestaría en investigarlo. Morían
mujeres a manos de sus maridos todos los días y buena prueba
bien.
se ríe nadie. Pero claro tenía planes para mí. Tenía que
vengarse de tu padre por la cornamenta. Seguro que se frotó
las manos cuando el duque se puso en contacto con él. No
debía creer la suerte que tenía. Bueno, fuera como fuera ya
tenía su objetivo que era casarme con mi hermano para
—¡Sí!
recuperaré.
—Déjame bonita.
—Gracias, retírese.
—Es mi tía.
—¿Su tía? ¿Y por qué no le pidió ayuda, milady?
breve misiva.
Stephanie”
Emocionada miró a su doncella que sonrió. —¿Va a
acudir, milady?
—Por ahí.
—¿Más?
—¡Sí, más! —Dio un paso hacia él. —Como me entere
—¡No es de tu incumbencia!
—¡Ni muerta!
—Sí, milady.
—¿Todo, milord?
—Todo.
—Y yo.
hermosa de la temporada.
oportunidad.
bailar con el duque una sola vez y para sus escapadas al jardín.
era una niña. Tiene que ser una niña Stephanie, me decía. Él
lo encontró.
—El primero.
por poco la mata porque quería saber quién era ese Nath, pero
aliento.
Igual tenía que ser así. ¿Entiendes ahora por qué tu padre
estaba convencido de que el conde no era el amante de tu
madre?
imaginas.
—Sí.
medio?
—¿Ernest? Sí.
ellos!
buscarme para rescatarle del dolor como mi madre hizo con él.
¡Nos utilizaron! Y después nos echaron a la cuneta.
—¡Sabreene!
—¡Tía!
una cena había tenido que venir a ayudar, milady. Estoy segura
de que es esa por las contraventanas blancas. Me parecieron
muy bonitas.
—Alice va armada.
colaborar conmigo.
contra nosotros.
podría decirme una sola palabra. —Se acercó para gritar ante
su rostro. —¿Quieres provocarme?
—¿Quieres provocarme tú? —gritó adelantándose.
pensarás matarnos?
niño fuerte y sano bien oculto hasta que pueda sacarlo a la luz.
Mi madre tuvo seis varones. Creerá que es varón y que lo
heredará todo cuando vosotros desaparezcáis.
caigan en su vaso.
—¡Para matarle!
fisuras.
—Es que yo no estaré presente en el momento de su
muerte.
cabrón!
—¿Qué?
—¡Serás idiota!
—¡Exacto!
—Y si tuve que hacer eso fue por tu culpa, marido. Así que no
creas que tendría remordimientos.
—Sabreene…
todo.
—Eso pensaba. —Se enderezó en su sitio y estiró el
cuello para ver que su hermano se había alejado.
—Muérete.
—¿Y?
—Ni hablar.
—Mujer no me saques de mis casillas. ¡No sé lo que te
propones, pero no irás a ese baile!
—¡Ni hablar!
—¡No!
a pagar.
—¡Ja!
exageradamente. —Sonríe.
sorpresa, primo!
Stuart Haywood.
Él cogió su mano con respeto y se la besó. —Un
placer, milady. Apuesto que usted y su belleza tuvieron mucho
mérito es de mi marido.
en público.
—Oh, no.
ojos.
—Gracias a ti.
lo bajo. —Es evidente que nunca han visto a una mujer tan
bella que bailara tan bien —dijo cogiendo su brazo.
sentidos.
por dentro, pero es que era tan guapo… Estaba tan apuesto con
el traje negro y ese chaleco blanco. Suspiró y él levantó una
ceja haciendo que desviara la vista de golpe.
—¿Hija?
la casa de campo.
mano.
—¿No me digas?
—¿Qué te propones?
—Te voy a…
—¿Es cierto?
seis hijos que son unos manirrotos? No, era imposible que la
hubiera pagado, así que me arriesgué.
—¿El qué?
—Estará bien.
del jardín que era más grande salieron casi sin problemas y
Ernest respiró del alivio. —Menos mal, niña. Esas malditas
crinolinas que se han puesto de moda están provocando
muchos accidentes. —Juró por lo bajo mirando hacia la casa.
—Espero que se pongan bien.
carruajes. —¿Sabreene?
dientes.
—Fue un accidente.
salida. Pues es evidente que tuvo suerte como esta vez. —Su
tía se desmayó del alivio y todos miraron hacia ella. —¿Lo
advertí o no lo advertí? —dijo el médico como si no pudiera
con ellos—. La hemorragia está remitiendo —dijo observando
la herida—. ¿Quién puede librarse de una herida de bala y un
apuñalamiento?
—¿Cómo estás?
—Tampoco lo recuerdo.
—De nada.
—¿Vendiste el anillo?
—¿Qué hiciste?
—¿Y después?
—Tranquilízate.
—Le encontraremos.
así!
Esto es inconcebible.
—A mí no se me trata así.
—No, señora…
esposo. Era tan feliz y están tan enamorados. ¿Sabes que ella
le curó con su amor de esa invalidez que padecía? Se dice por
todo Londres.
—¿De veras? —La chica suspiró soñadora. —Qué
bonito.
—Sí, señora…
temblar los cimientos de esa casa, eso seguro. Sami sonrió sin
ha dejado revuelta.
Preciosa…
—Iré contigo.
recuperarte.
a mi hijo.
cosas estupendamente.
—No, nada.
hombría por los suelos. ¡O que crees que no tengo interés, que
es aún peor cuando han intentado matarte!
izquierdo.
decepcionado tú.
—Otra pulla.
—Pues sí.
—¡Otra pulla!
envíen uno.
pago
comarca.
totalmente. No te fallarán.
—¿Seguro?
—Tía lo del tiro fue sin querer. No me disparó
intencionadamente.
atención.
—Sí, milady.
—Preciosa…
—No tenemos muchas opciones.
fácilmente.
—¿Querido?
—¿Hubo testigos?
Él parpadeó. —Pues no.
—Continúe.
fieis.
placer verles.
—Y conmigo.
todos.
¿Podrás hacerlo?
Recuerda…
de ella.
—Alice, es tu turno.
ella.
—¿Ahora te gusta?
pagar penitencia.
que no te ama.
La miró a los ojos. —Por supuesto que no me ama. Si
—Pero…
momento.
—No.
—Mira…
—Mentirosilla.
maliciosa.
—¿Sí, milady?
—¿Vizconde?
que era.
¿sabes?
—Cierto.
asco.
—Así me aseguraba.
—¡No te detengas!
aquí!
—Padre.
—¡Sube de una maldita vez o te dejo aquí!
—Sí, milady.
—¿Tú crees?
—Ahora la ama.
más.
imaginaciones tuyas.
tendría que averiguar con todos los líos que tenía entre manos.
—Es perfecto.
—Hija de puta…
—Muérete zorra.
hermano.
reíais de mí!
—¡Era mía!
manos!
madre!
—¡Pero la mataste!
—Puta…
—Cabrón…
ella solo miró al duque. —¿De veras darías la vida por mí? —
Sus preciosos ojos se llenaron de lágrimas de la emoción.
—Sí, lo sé.
carruaje?
—Todavía no.
me ordena.
—¿Qué?
atrás.
—¡Me largo!
—¿Ella?
quería… —Vale.
—Venga conmigo.
Sabreene vio cómo se alejaban a la esquina de la casa y
cara?
coartada!
—dijo satisfecho.
llamado.
—¿Qué buscas?
herida.
respiración agitada.
¿Contenta, esposa?
—Uhmm.
¿Si?
—Pero…
—¿De verdad?
Ella sonrió. —Eso, tú hazme caso que así nos irá bien.
—¡Estabas encantada!
—Buscará a su hijo.
—Sí.
Corra, escóndase.
—Exacto.
—Una tragedia. —Negó con la cabeza. —No era un
buen hombre, pero lo siento muchísimo por vosotros. Sé que
¿Vendrás al entierro?
—Lo intentaré.
—Sabreene…
—Lo haré.
—Me encantará.
arrebató la hoja.
estabas!
—No sé.
cierto?
¡Despedida!
—Diablos.
—Gracias.
—Ejem, ejem…
—¡No!
tengo que hacer para que sepas que para mí eres lo más
importante en esta maldita vida? —Sabreene no sabía qué
contestar y Berleigh entrecerró los ojos antes de mirar a Sami
que nerviosa se apretaba las manos. —Ve a por la bolsa.
niñera?
—¿Si, preciosa?
ocultarme.
hambre.
—Sí, conde.
vivos!
el conde reía por lo bajo y miró a su hijo que tenía los ojos
siento lo mismo.
—Berleigh…
convaleciente.
el segundo en camino.
—Tu tío se calla lo que le conviene. Aunque
últimamente no es que nos escribamos mucho. Como ya no
seré su heredero…
—Gracias a mi esposa.
mi accidente.
egoísmo. ¡No sé por qué hablas con él! —Tiró del brazo de su
nunca más.
leche que ella tenía, claro. Se merecía esa penitencia, así que
—¿Seguro?
ducado con las yemas de los dedos. Ahora sabe que eso será
imposible.
—Si todos sufriéramos un accidente… —Palideció por
sus pensamientos. —Cariño, si pasara…
siguiéndola.
haciéndoles reír.
casi lo prefiero.
en casa, milady.
—¡Sabreene!
Estás aquí.
vestida como toda una dama. Algo insegura cogía del brazo a
su padre que estaba evidentemente incómodo. Dejó caer la
—Pero hija…
—¿Y?
Su marido carraspeó. —Que eso es delito, preciosa.
—¿Cómo?
locos.
FIN
Sophie Saint Rose es una prolífica escritora que lleva
varios años publicando en Amazon. Todos sus libros han sido
1- Vilox (Fantasía)
34- Me faltabas tú
50- Mi matrioska
53- Mi acosadora
54- La portavoz
55- Mi refugio
57- Te avergüenzas de mí
68- Vuelve
169- Mi protector
170- No cambies nunca, preciosa (Serie Texas)
5. No te merezco
6. Deja de huir, mi amor
7. La consentida de la Reina
8. Lady Emily
9. Condenada por tu amor