Autodiálogo y Pensamiento (Parte 1)

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INTELIGENCIA EMOCIONAL: PENSAMIENTO Y ACCIÓN

Unidad I: Autodiálogo y pensamiento

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ÍNDICE
- Introducción. 3
- Autoinforme de la experiencia emocional. 9
 Ejercicios para conocerte a ti mismo. 12
- Las raíces de la empatía. 14
 Las teorías psicológicas de la empatía. 15
 ¿Cómo se desarrolla la empatía? 18
 La buena sintonía. 18
 Los costos de la falta de empatía. 19
 La neurobiología de la empatía. 19
 La vida sin empatía, la mente del abusador. 19

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INTRODUCCIÓN

“Estaba allí desde el primer momento,


en la adrenalina
que circulaba por las venas de tus padres
cuando hacían el amor para concebirte,
y después en el fluido
que tu madre bombeaba a tu pequeño corazón
cuando todavía eras sólo un parásito.
Llegué a ti antes de que pudieras hablar,
antes aun de que pudieras entender algo
de lo que los otros te hablaban.
Estaba ya, cuando torpemente
intentabas tus primeros pasos
ante la mirada burlona y divertida de todos.
Cuando estabas desprotegido y expuesto,
cuando eras vulnerable y necesitado.
Aparecí en tu vida
de la mano del pensamiento mágico,
me acompañaban…
las supersticiones y los conjuros,
los fetiches y los amuletos…
las buenas formas, las costumbres y la tradición…
tus maestros, tus hermanos y tus amigos…
Antes de que supieras que yo existía,
yo dividí tu alma en un mundo de luz y uno de oscuridad.
Un mundo de lo que está bien y otro de lo que no lo está.
Yo te traje tus sentimientos de vergüenza,
te mostré todo lo que hay en ti de defectuoso,
de feo,
de estúpido,
de desagradable.
Yo te colgué la etiqueta de diferente
cuando te dije por primera vez al oído
que algo no andaba del todo bien contigo.
Existo desde antes de la conciencia,
desde antes de la culpa,
desde antes de la moralidad,
desde los principios del tiempo,
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desde que Adán se avergonzó de su cuerpo
al notar que estaba desnudo…
y lo cubrió.
Soy el invitado no querido,
el visitante no deseado,
y sin embargo
soy el primero en llegar y el último en irme.
Me he vuelto poderoso con el tiempo,
escuchando los consejos de tus padres sobre cómo
triunfar en la vida.
Observando los preceptos de tu religión,
que te dicen qué hacer y qué no hacer
para poder ser aceptado por Dios en su seno.
Sufriendo las bromas crueles
de tus compañeros de colegio,
cuando se reían de tus dificultades.
Soportando las humillaciones de tus superiores.
Contemplando tu desgarbada imagen en el espejo
y comparándola después con las de los “exitosos”
que se muestran por televisión.
Y ahora, por fin.
poderoso como soy
y por el simple hecho
de ser mujer,
de ser negro,
de ser judío,
de ser homosexual,
de ser oriental,
de ser discapacitado,
de ser alto, petiso, o gordo…
puedo transformarte…
en un tacho de basura,
en escoria,
en un chivo expiatorio,
en el responsable universal,
en un maldito
bastardo
desechable.

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Generaciones y generaciones de hombres y mujeres
me apoyan.
No puedes librarte de mí.
La pena que causo es tan insostenible
que, para soportarme,
deberás pasarme a tus hijos,
para que ellos me pasen a los suyos,
por los siglos de los siglos.
Para ayudarte a ti y a tu descendencia,
me disfrazaré de perfeccionismo,
de altos ideales,
de autocrítica,
de patriotismo,
de moralidad,
de buenas costumbres,
de autocontrol.
La pena que te causo es tan intensa
que querrás negarme
y para eso
intentarás esconderme detrás de tus personajes,
detrás de las drogas,
detrás de tu lucha por el dinero,
detrás de tus neurosis
detrás de tu sexualidad indiscriminada.
Pero no importa lo que hagas,
no importa adónde vayas,
yo estaré allí
siempre allí.
Porque viajo contigo
día y noche
sin descanso,
sin límites.
Yo soy la causa principal de la dependencia,
de la posesividad,
del esfuerzo,
de la inmoralidad,
del miedo,
de la violencia,
del crimen,
de la locura.
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Yo te enseñé el miedo a ser rechazado,
y condicioné tu existencia a ese miedo.
De mí dependes para seguir siendo
esa persona buscada, deseada,
aplaudida, gentil y agradable
que hoy muestras a los otros.
De mí dependes
porque yo soy el baúl en el que escondiste
aquellas cosas más desagradables,
más ridículas,
menos deseables de ti mismo.
Gracias a mí,
has aprendido a conformarte
con lo que la vida te da,
porque después de todo,
cualquier cosa que vivas será siempre más
de lo que crees que mereces.
Has adivinado, ¿verdad?
Soy: El sentimiento de rechazo que sientes por ti mismo.
Recuerda nuestra historia…
Todo empezó aquel día gris
en que dejaste de decir orgulloso:
¡YO SOY!
y entre avergonzado y temeroso,
bajaste la cabeza y cambiaste tus palabras y actitudes
por un pensamiento:
Yo debería ser.”
(J.Bucay, Cuentos para Pensar)

Luego de leer detenidamente este poema que expone de forma tan explícita este sentimiento,
reflexionemos sobre cuantas veces nos limitamos a nosotros mismos, cuantas veces nos sentimos
avergonzados de nuestra apariencia, pensamientos y sentimiento. Y ahí surgen varios interrogantes
¿Cómo hacer para cambiar esta percepción negativa de mí mismo? ¿Soy mi peor enemigo? ¿Algún
día dejaré de limitarme?
En esta unidad se abordarán las temáticas de auto diálogo y pensamiento positivo. Esto nos
ayudara a posicionarnos desde otro lugar para poder abordad de diferente forma y transformar las
emociones “negativas” en emocione más saludables. La inteligencia emocional son herramientas
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son herramientas cognitivas y conductuales que tenemos de forma innata desde que nacemos. El
Autoconocimiento, la Autorregulación, la Automotivación, la Empatía y las Habilidades Sociales son
las cinco competencias básicas. (V. García 2018)

¿Para qué sirve? ¿Cómo desarrollarla y potencializarla?

Veamos ejemplos de lo que conlleva:

 Conocer nuestros límites, habilidades fortalezas o debilidades.


 Reconocer y aceptar las emociones y los estados de ánimo por los que pasamos.
 Reconducir los estados y pensamientos negativos.
 Recomponerse y reinventarse antes los diferentes obstáculos.
 Buscar objetivos y motivarnos para lograrlos.
 Comprender y aceptar las personas de nuestro alrededor.
 Comunicarnos de forma directa y honesta con los demás.
 Hacer valer nuestras ideas, pensamientos, prioridades o necesidades.
¿Quién eres? ¿Qué sientes? ¿Qué piensas? ¿Qué te motiva? ¿Qué comprendes? ¿Qué dices?

Son las preguntas que trabajaremos en este curso. Habrá personas a las que les resultará muy
sencillo regular sus emociones o sentir empatía hacia los demás y, en cambio, les costará mucho
más trabajo ser consiente de sí mismas o tener habilidades sociales. Y habrá personas con un gran
conocimiento de sí mismas pero que verán muy complicado regular sus pensamientos o emociones.

Has de saber que todos tenemos, en menor o mayor medida, todas las habilidades de la inteligencia
emocional. De lo que se trata es de reforzar aquellas que tenemos más innatas y de potenciar las
que tenemos más dormidas. (V. García 2018)

El aforismo griego "Conócete a ti mismo" (que en griego clásico es γνωθι σεαυτόν, transliterado
como gnóthi seautón) estaba inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos, según
el periegético Pausanias. En el Oráculo de Delfos, antes de plantear cualquier consulta a los dioses,
obligaba al viajero a investigar su propia esencia. Este, y no otro, debía ser el punto de partida para
comprender el mundo.

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Conócete a ti mismo. Estas eran las palabras que aparecían inscritas casi a modo de advertencia en
el pronaos del templo de Apolo en Delfos. Fue Platón quien dio mayor difusión a esta frase de alto
valor ético y reflexivo a través de sus diálogos, recordándonos la importancia de mirar hacia dentro
antes de tomar cualquier decisión, antes de dar cualquier paso.

Han pasado los siglos y gran parte de las personas siguen inhabilitadas en esa materia básica que es
el autoconocimiento. Somos esa sociedad que sigue actuando sin reflexionar, que culpabiliza a
otros de sus fracasos y que continúa conjugando mal la honestidad.

Siempre es más fácil responsabilizar a otros de los errores propios y recurrir al factor
situacional: “es que las cosas son muy difíciles, es que con esta crisis ya no queda ninguna salida”.

El autoconocimiento, lo queramos o no, es la esencia de la madurez humana. Es nuestra mayor


responsabilidad, la tarea a la que deberíamos dedicar tiempo, intuición y esfuerzo. Las personas
nos vamos revelando en el día a día; el autoconocimiento es una tarea cotidiana.

Como bien decía Thomas Hobbes en su Leviatán, “quien mire en su interior y considere aquello que
hace cuando piensa, opina, razona, y sobre qué bases, leerá y conocerá los pensamientos y las
pasiones de todos los hombres en ocasiones similares”. Es decir, saber quién somos no solo nos
ayudará conocernos a nosotros mismos. Esta competencia también nos abre la puerta para el
conocimiento de los demás. (V. Sabater 2019)

Las palabras inscritas en la entrada del templo de Apolo en Delfos eran casi una exhortación y hasta
una advertencia que iba más allá del mero valor ético o religioso. Pausanias, el célebre turista del
siglo II de Cristo, en su obra Descripción de Grecia, explicaba que esta frase se hallaba inscrita en
oro nada más entrar en el templo.

Ahora bien, en la sala donde se hallaba la sibila, esa sabia mujer entrenada desde niña para revelar
el mensaje de los oráculos, podía leerse a su vez la siguiente inscripción:

«Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que, si no
hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las
excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el

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Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses». (V.
Sabater 2019).

La mayoría tenemos claro que pocos mensajes son más importantes que el que nos dejó el templo
de Apolo en su pronaos. Conócete a ti mismo es ese lema que abunda en cualquier libro de
autoayuda, manual de filosofía de Instagram. Todos lo hemos escuchado alguna vez y lo
intentamos aplicar a diario.

Ahora bien, tal y como hemos señalado al inicio, esta competencia vital no se adquiere de un día
para otro. No hacen falta grandes proezas. La aventura de conocerse a uno mismo dura toda una
vida. Y esto es así por un hecho muy simple: las personas cambiamos, maduramos, mejoramos,
avanzamos.

Como dijo André Gide, en Autumn Leaves (1950), ‘Una oruga que busca conocerse a sí misma
nunca se convertirá en mariposa’. No se trata por tanto de buscarnos, sino de encontrarnos en el
día a día teniendo claras necesidades, sueños, potenciales y aspectos que mejorar. (V. Savater
2019)

AUTOINFORME DE LA EXPERIENCIA EMOCIONAL

El autoinforme es la única forma que existe de evaluar la experiencia y la impresión subjetivas de


las reacciones expresiva y fisiológica. De las diversas técnicas de autoinforme (entrevista,
autorregistro, cuestionarios, inventarios, escalas, listas de adjetivos), en la evaluación del estado
emocional experimentado por sujetos adultos normales (se excluye a los sujetos con retraso
mental, a los esquizofrénicos y a los bebés), se han empleado fundamentalmente listas de adjetivos
y escalas tipo cuestionario.

La entrevista en profundidad, en la que el entrevistador puede explorar los detalles del estado
emocional recordado, se considera no conveniente (Wallbott y Scherer, 1989) debido a los factores
de riesgo que implica su utilización.

Entre ellos se encuentran:

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 Que es un método costoso, que ocupa mucho tiempo, puesto que los sujetos han de ser
estudiados individualmente.
 Que, al no garantizar el anonimato, puede llevar a que los sujetos estén menos dispuestos a
informar de forma veraz acerca de diversas experiencias emocionales.
 Que lleva a que los sujetos tiendan a no relatar experiencias relacionadas con emociones
negativas.
 Que la situación de indagación en sí misma, en interacción con el material que ha de ser
recordado, puede producir un estado emocional.
 Que quizá el propio entrevistador produzca un estado emocional que puede afectar a la
experiencia emocional que ha de ser recordada.

Estos potenciales factores de riesgo pueden evitarse empleando listas de adjetivos y escalas tipo
cuestionario, que requieren del sujeto una información por escrito, de forma anónima.

Las listas de adjetivos para la comprobación del estado emocional (adjetive Checklists) consisten en
series de adjetivos que el sujeto identifica como reflejo de sus sentimientos. Se han difundido
ampliamente en la actualidad dado las ventajas que tienen, entre las que se encuentran que son
breves, que tienen validez aparente y que pueden autoadministrarse fácilmente.

Las listas de adjetivos se pueden utilizar para medir estados emocionales transitorios (estados), así
como disposiciones emocionales a largo plazo (rasgos), con un simple cambio de las instrucciones.
Si se solicita a los sujetos que describan cómo se sienten actualmente o cómo se han sentido en los
últimos días, se está buscando información sobre estados emocionales transitorios o estados de
ánimo. Si se solicita que describan cómo se encuentran generalmente, se está buscando
información sobre rasgos a largo plazo.

También se pueden utilizar evaluaciones de experiencia emocional que emplea un elevado número
de escalas tipo cuestionario de autoinforme (self-report questionnaire-typescales), solicitando al
sujeto que responda a cuestiones del siguiente tipo:

 ¿Tiene miedo de las serpientes?


 ¿Le falta autoconfianza?
 ¿Se siente solo?

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Limitaciones de las listas de adjetivos y de las escalas tipo cuestionario en la evaluación de la
experiencia emocional

Las técnicas de autoinforme están sujetas a diversas fuentes de distorsión (Aebischer y Wallbott,
1986). Una de ellas es los sesgos que se pueden producir en el recuerdo del estado emocional.
¿Aunque el sujeto desee contestar lo más fiablemente posible, es realmente capaz de recordar la
información requerida? En la medida en que sea mayor el tiempo transcurrido entre el evento y su
autoinforme, más probable es que el resultado sea una racionalización y una interpretación: el
evento ha sido integrado en la realidad social del sujeto, por lo que es probable que describa
aquellos aspectos del evento que sean más compatibles con su propio marco de referencia.

Otra importante fuente de distorsión es la descripción verbal del evento. Una situación emocional
se caracteriza por componentes subjetivos, cognitivos y, eventualmente, por componentes no
verbales y fisiológicos. La transformación de esas experiencias en palabras puede cambiar la
relevancia de algunos aspectos, lo que puede ocurrir en aquellos casos en que no se tiene a mano
rótulos verbales adecuados para describir los componentes de la experiencia. Con una técnica de
autoinforme se recogen las representaciones cognitivas de las experiencias emocionales, mediadas
por el proceso de verbalización, no una representación objetiva de las situaciones emocionales.

Por otra parte, hemos de preguntarnos si desean los sujetos informar de todos los aspectos del
evento o tienen razones para engañar o mentir o dar una información sin sentido, dada la
tendencia del sujeto a la defensa de su yo y a presentarse de una forma socialmente deseable.
Aunque los sujetos sean capaces y deseen responder a las preguntas lo más fiablemente posible, su
autoinforme raramente es un reflejo objetivo de su comportamiento real. (I. Garrido).

Ejercicios para conocerte a ti mismo

Contraste: para poder ver las cosas hace falta luz. Pero hay veces que esa luz es tenue y esquiva e
insuficiente para poder ver con claridad. En esas ocasiones poner al lado del objeto que queremos
ver algo que contraste ayuda a verlo mejor. Si el objeto que queremos conocer es a nosotros, un

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buen ejercicio es escribir cómo creemos que somos respecto de al menos cuatro cosas: nuestras
relaciones con familia y amigos, nuestro trabajo, nuestras características de personalidad y
nuestros deseos de futuro.
La gente que nos rodea: Conocerse es saber el trato que uno tiene con sus más allegados. Son los
cercanos y los que nos viven el día a día los que nos sirven de referencia primera. Eso incluye
tanto a la familia a la que pertenecemos (padres y hermanos) como a la que hemos hecho
(esposos e hijos). Posiblemente esto incluye a algunos amigos que nos siguen de cerca y que nos
conocen de hace tiempo. Sus palabras, sus gestos y sus acciones son criterio para saber cómo
estamos. No se trata tanto de pedirles una explicación sobre quiénes somos, cuanto de ver su
conducta, oír sus palabras, ver nuestras reacciones. Qué situación nos alegra y qué nos da paz en
nuestra relación con ellos es otro síntoma importante, del mismo modo que saber qué nos
encoleriza y enfada.
Vernos en el pasado: A veces quisiéramos tener una perspectiva de futuro que es imposible de
tener. El futuro, en cierto sentido, se puede intuir y prever. Pero de prever a predecir hay un gran
paso. Sin embargo, podemos de algún modo ver el pasado y vernos en el pasado. La memoria
muchas veces, por su estrecha relación con la imaginación, nos juega malas pasadas. Así que es
mejor echar mano de cosas que hemos dejado escritas en algún momento dado; los diarios, en
esos casos, sirven de ayuda. Pero si no es así, las fotografías u objetos de alto valor simbólico
(regalos, recuerdos, etc.) dan pistas para saber qué decíamos y sentíamos en ese momento.
Sentarse e intentar vernos desde fuera puede ayudar a entendernos, a saber, nuestras
exageraciones o nuestras alegrías con un nuevo significado. Veremos un pasado vivido que es
nuestro y podremos vernos en tercera persona: “eso sentía y decía yo entonces”.
Las situaciones límites: Aristóteles distinguía entre las acciones puntuales y el carácter de una
persona. Decía: “una golondrina no hace verano, que era como decir que realizar una única acción
generosa no le convierte a uno en generoso. Generoso, decía Aristóteles, es aquel que tiene el
hábito y la costumbre (por lo mismo, el carácter) de ser generoso”. Eso quiere decir que muchas
veces los hechos puntuales no profundizan ni nos dan una explicación de nuestro carácter. Es
bueno intentar reconocer esas situaciones que nos han exigido algo inhabitual en nosotros: una
acción que vista con perspectiva nos sorprende en lo bueno o en lo malo: “¿yo hice o dije eso?”.
Muchas veces son situaciones que nos han llevado al borde de nuestros acantilados internos para

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caer o para empezar a volar; intentar recordar cómo hemos actuado en esas situaciones es un
criterio nada desdeñable.
Los proyectos: Decía el psiquiatra austríaco Viktor Frankl que el trabajo era una de las facetas
que podía permitir al ser humano encontrar un sentido a su vida. Frankl se refería sobre todo a
proyectos o tareas que le pedían a uno un esfuerzo, una llamada. Muchas personas no trabajan ni
se dedican a lo que de verdad les gustaría dedicarse, pero eso no significa que no puedan ver que
están llamados a una tarea. Es bueno intentar saber cuáles eran nuestros proyectos pasados y
contrastarlos: lo que de irreal o imaginado tenían, el valor que les otorgábamos, el esfuerzo que
hemos puesto en ellos. No todo se habrá cumplido, pero esa no es la mirada. Se trata más bien de
saber ver el significado y la importancia que les dábamos para saber qué de accesorio o relevancia
tenían y así poder ver mejor el mundo que tenemos enfrente: adquirir una toma de consciencia
más real sobre nuestros proyectos actuales. (E. Anrubia 2018)

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LAS RAÍCES DE LA EMPATÍA

La palabra empatía deriva del término griego empátheia (sentir dentro), recibe también el nombre
de inteligencia interpersonal (término acuñado por Howard Gardner) y se refiere a la habilidad y
cognoscitiva y emocional de una persona para comprender el universo emocional de otra.

El término de empatía fue empleado por primera vez en los años veinte por el psicólogo BF
Tichener, para describir la capacidad de percibir la experiencia subjetiva de otra persona, Tichener
pensaba que la empatía surge a partir de una especie de imitación física de aflicción del otro que
evoca entonces los mismos sentimientos en uno mismo.

La empatía se construye sobre la conciencia de los sentimientos de uno mismo, cuanto más
abiertos estamos a nuestras propias emociones, más lo estamos de los sentimientos de los demás,
la compenetración, la raíz del interés por alguien, surge de la sintonía emocional, de la capacidad
de cada uno de sentir empatía.

Esa capacidad o interés acerca de lo que siente el otro, entra en juego en una amplia gama de
situaciones de la vida, desde las ventas y la administración, hasta la paternidad, la compasión y la
actividad política.

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Las teorías psicológicas de la EMPATÍA

El primer autor al que haremos referencia será Freud, que habla de los conceptos de Empatía e
identificación (En Stracheys, J., Freud, S., The Standard Edition of the complete Psychological
Works, 1953, London, Hogarth Press). Según Freud el “animal humano” tiene el afán de
identificarse para construir su estructura personal, ello, yo y “super yo”, con el fin de evitar la
ansiedad que le ocasiona no tener desarrollada la personalidad. Este proceso resulta más fácil, al
modelar nuestra conducta en comparación con la de algún otro. Freud afirma que el éxito de
nuestras identificaciones durante la infancia, ayuda al individuo a adquirir un sentido de su propia
identidad. Además, completa esta idea diciendo que esta identificación puede ser sana (cuando se
alcanza el punto de vista de la otra persona, haciéndose más cooperativa y armoniosa la relación
con los otros) o patológica, ya sea debido a que el propio yo quede absorbido en el ajeno o, por el
contrario, a que el sujeto no pueda abandonar su rígido campo de referencia, temiendo que la
proximidad a los otros pueda dañarle. La Identificación consta de tres elementos: Introyección
(residuo del animal del que procede el hombre, por el cual se tiene la necesidad de poseer lo
demás), Imitación (por poseer y por parecerse a los demás) y Regresión (capacidad de identificarse
con contemporáneos, así como con aquellos que hayan significado algo en nuestra vida.
Identificación retroactiva). Unos años más tarde, la teoría de Role-Taking de G. Mead (Mead, G.:
Mind, self and society, ed. Por Ch. W. Morris. Chicago, University of Chicago Press, 1934), incorpora
al estudio de la empatía la importancia de la influencia de los factores sociales y las relaciones
interpersonales. A diferencia de Freud, para el que lo que prima es el subconsciente y los aspectos
no-verbales, los canales de comunicación de este proceso empático son cognitivos y no están a
expensas de la imaginación. Se trata de sentir lo que siente el otro, pero de un modo más cognitivo
que emocional; aprendemos a simpatizar con otros y asistirles tomando sus actitudes, ya que no es
la persona del otro lo que deseamos, sino sus ideas, así como su imagen que éstos tienen de
nosotros, para comprenderlo y anticiparnos a ellos, al tiempo que nos ayuda a auto comprendernos
de un modo más óptimo. Un ejemplo claro de esto es el lenguaje. (P. Olmedo Carrillo y B. Montes
Berges 2009)

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Posteriormente, surge el Role-playing de J.L. Moreno (1914). Este autor describe en su obra una
clara consideración de la empatía como una habilidad social. Moreno utiliza las siguientes palabras
para explicar lo que es la empatía: “un encuentro de dos frente a frente; y cuando tú estés cerca, yo
tomaré tus ojos y en su lugar colocaré los míos, y tu tomarás mis ojos, en su lugar pondrás los
tuyos; entonces yo miraré en ti con tus ojos y tú mirarás en mí con los míos”. Se refleja la
correlación entre la empatía y la experiencia social, consiguiendo, además, ser más objetivos y
penetrantes en el conocimiento propio y el ajeno, hecho en el cual, los anteriores autores no
habían reparado (Moreno, J. L., Progress in Psychoterapy, 1914, Nueva York, Grune & Stratton, 1ª
ed.).

Otros autores, entre los que destacan Ferenczi, Adler, Buber, Watson y West, consideran la empatía
como una cualidad autónoma del hombre, se trata pues de una capacidad innata a la raza humana.
Señalando algunas teorías más detalladamente, para Ferenczi, discípulo de Freud, la habilidad
empática en el subconsciente, con lo cual cada hombre tiene allí albergada una potencialidad
innata para la sensibilidad empática, siendo ésta independiente de la experiencia consciente
(Ferenczi, S., Further contributions to the Theory and Technique of the Phychoanalysis, 1972. En R.
Rickman (Comp.), New York, Boni & Liveright). Para Adler (también discípulo de Freud, aunque
rápidamente disidente del mismo), sus teorías sobre la personalidad se construyen en base a tres
pilares básicos: el sentimiento de inferioridad, la voluntad de poder y el sentimiento de comunidad.
Así pues, la empatía para él nace de ese sentimiento innato de carácter social, en virtud del cual
podemos conocer los sentimientos de los otros (Adler, A., Menschenkenntnis, 1927. Trad. Esp.
Conocimiento del hombre, 2ª ed. Madrid, Espasa-Calpe, S.A., 1940). Por último, Watson sostiene
que la capacidad de comprensión hacia los demás, al margen de ser innata, no necesita de haber
vivido una experiencia similar para llegar a entenderla, ya que nada de lo que hacen los hombres es
extraño para nosotros mismos. En la década de los 50, la empatía adquiere una dimensión
antropológica derivada de los estudios de R. Redfield (Redfield, R, The little community, 1955,
Chicago, University of Chicago Press). Éste considera la empatía como un elemento necesario para
afrontar los estudios humanistas de las diferentes culturas, pues para conocer a fondo una cultura
no basta con sumergirse en esa cultura, sino que una vez culminado dicho proceso, debe abstraerse
del mismo y analizarlo desde el punto de vista personal, al margen de dicha experiencia vivida, con
el fin de establecer un análisis objetivo. Esta aportación será muy importante y a tener en cuenta,
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ya que, como veremos más adelante, forma parte del modelo de compresión psicológico de la
empatía según Reik. Por último, hablaremos de la comprensión psicológica de la empatía,
propuesta por Reik, el cual en su obra (Reik, T., Listening with the third ear, 1949, Nueva York,
Farrar, Strauss & Co.), pretendía investigar el proceso del subconsciente del propio psicoanalista,
basándose en los pensamientos de Nietzsche, y la cualidad del psicoanalista de comprender a los
pacientes. Apunta que la peculiaridad de la voz o de la mirada en numerosas ocasiones nos revela
más que las palabras. Reik establece una serie de fases en el proceso empático, que vamos a
analizar a continuación:

A. Identificación: fase ya tratada por Freud y en la que, mediante la relajación de nuestro


control consciente, podemos llegar a ser absorbidos en la contemplación de la otra persona
y de sus experiencias, perdiendo así la consciencia de nuestro yo, nos proyectamos dentro
del otro y experimentamos lo que el otro siente.
B. Incorporación: esta fase resulta en ocasiones difícil de separar de la anterior; en ella,
incorporamos al otro en nuestro interior y asumimos sus experiencias como nuestras.
C. Reverberación: supone saber lo que significa lo que estamos sintiendo, para lo cual
comienza a interactuar nuestro yo con el yo interiorizado.
D. Separación: este concepto se relaciona, como mencionábamos anteriormente, con el
concepto antropológico de la empatía; así, una vez realizado todo el proceso anterior, nos
separamos de nuestras implicaciones y usamos la razón, ganando distancia psíquica y social,
permitiéndonos realizar un análisis objetivo. (P. Olmedo Carrillo y B. Montes Berges 2009).

Podríamos concluir señalando que, hasta ahora, en la literatura científica el concepto de empatía
está relacionado con la comprensión del otro y de su mundo afectivo, a la que se llega como
resultado de conectar con los sentimientos ajenos. Este proceso empático, por tanto, consta de los
siguientes componentes: en primer lugar, la captación de los sentimientos del otro. Una vez el
sentimiento se ha empatizado, conseguimos la comprensión empática de la cual, se podrá dar el
uso que el individuo considere. De esto se deduce que todos, con independencia de nuestros
valores, creencias, opiniones, rasgos de personalidad, cultura o estatus social, podemos utilizar
dicho proceso empático, en mayor o menor intensidad, dependiendo de la capacidad de empatizar
que poseamos. Además, de aquí se abren numerosas vías de posible estudio en los sistemas de
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interacción y relaciones interpersonales y como apuntábamos al inicio de este artículo, sería un
nuevo punto de vista muy distinto de la perspectiva actual, para poder abordar problemas
interpersonales de distinta índole. (P. Olmedo Carrillo y B. Montes Berges 2009)

¿Cómo se desarrolla la empatía?

Las raíces de la empatía pueden rastrearse desde la infancia, ya que prácticamente desde que
nacen los niños se sienten perturbados cuando oyen llorar a otro bebé, esta respuesta algunos
investigadores la consideran precursora de la empatía. Los psicólogos del desarrollo han
descubierto que los bebés sienten una preocupación solidaria antes de tener consciencia de ellos
mismos como entes separados de los demás; incluso poco después del nacimiento, los niños
reaccionan ante la perturbación de quienes, los rodean como si fuera algo propio, llorando cuando
ven lágrimas de otro niño. (J. Olvera Ruvalcaba 2012)

Marianne Radke Yarrow y Caroline Zahn Waxler, del Institute of Mental Health mostraron que la
capacidad de sentir estaba presenten en los chicos a los que se les llamaba la atención con
respecto a la aflicción que su mala conducta producía en otros “mira lo triste que la has puesto” a
diferencia de “Eso estuvo muy mal”. También descubrieron que la empatía se modela a partir de
cómo los demás reaccionan ante la aflicción de alguien.

La buena sintonía

Daniel Stern estaba fascinado por los pequeños intercambios que se dan en la interacción entre
padres e hijos, piensa que las lecciones básicas de la vida emocional se aprenden en los momentos
de intimidad entre estos. De todos los momentos, los más críticos son aquellos en los que se le
permite al niño saber que sus emociones son recibidas con empatía, que son aceptadas y
correspondidas en un proceso que se llama sintonía, esta se produce de forma tácita como parte
del ritmo de la relación.

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Los costos de la falta de empatía

El costo emocional de la falta de empatía puede ser elevado y no sólo para los niños. Un estudio
con delincuentes que cometieron crímenes crueles y violentos, descubrió que la única característica
en común de sus primeros años de vida que los diferenciaba de otros criminales era que habían
pasado de un hogar adoptivo a otro, o habían crecido en orfanatos, historias de vida que muestran
negligencia y pocas oportunidades de establecer empatía; sin embargo se ha descubierto también
que los chicos que soportan abusos, insultos, malos tratos a diferencia de los que experimentan
negligencia, se vuelven híper alertas a las emociones de quienes los rodean, lo que equivale a una
hipervigilancia postraumática ante indicios de una señal de amenaza.

La neurobiología de la empatía

Un informe de 1975 revisaba varios casos de pacientes en los que los pacientes con determinadas
lesiones en la zona derecha de los lóbulos frontales presentaban curiosos déficits, eran incapaces
de comprender el mensaje emocional en el tono de voz de una persona. Un gracias expresado con
sarcasmo, gratitud o ira, tenía para ellos el mismo significado neutro. En contraste un informe de
1979 hablaba de pacientes con lesiones en distintas zonas del hemisferio derecho eran incapaces
de expresar sus propias emociones a través de su tono de voz o de sus gestos, sabían lo que
sentían, pero eran incapaces de expresarlo, todas estas conexiones tienen gran relación con el
sistema límbico y la amígdala, esta última junto con sus conexiones con la corteza visual so
estructuras clave en la empatía.

La vida sin empatía, la mente del abusador.

La empatía se encuentra trágicamente ausente en la mente de los que cometen los crímenes más
viles, los abusadores de niños, violadores y perpetradores de violencia familiar, son incapaces de
experimentar empatía. Esta incapacidad de sentir el dolor de los demás les permite decirse
mentiras que estimulan sus crímenes: “las mujeres realmente quieren ser violadas” “no estoy
haciéndole daño a la criatura, lo que estoy haciendo es darle amor” “esto sólo es otra forma de
afecto” en el caso de los violadores o abusadores de niños; y en el caso de los que maltratan a sus
hijos: “esto es sólo disciplina”.

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La supresión de la empatía mientras estas personas infringen daño a sus víctimas es casi siempre
parte de un ciclo emocional que precipita sus crueles actos. El ciclo comienza cuando el abusador se
siente furioso, deprimido y solitario. Estos sentimientos podrían ser activados al ver parejas felices
en televisión por ejemplo y al sentirse deprimido y solo, así empieza a fantasear con la amistad de
un niño, fantasía que posteriormente se vuelve una fantasía sexual y luego comienza a pensar en
hacerla realidad, justificándose al decirse cosas a sí mismo como “No estoy causando un daño real
si el chico no resulta herido físicamente”. Ese desapego emocional es lo que guía la planeación y
perpetración del plan; como si la víctima no tuviera sentimientos propios.

Esa falta de empatía es el eje sobre el cual se fundamentan algunos tratamientos para abusadores
de niños o de violencia familiar, esta terapia de toma de perspectiva fue desarrollada por William
Pithers de la Universidad de Vermonth, la cual consiste en que el abusador lea el informe desolador
de la ejecución del crimen narrado desde la perspectiva de la víctima, luego observan videos de
víctimas que narran de forma dolorosa sus vivencias, luego el agresor escribe acerca de su propia
agresión desde la perspectiva de la víctima, imaginando lo que ella sentía, luego el perpetrador
hace un simulacro del delito desde el papel de la víctima. Los abusadores sexuales de niños que
salieron de la cárcel y se sometieron al programa, sólo presentaron la mitad de las agresiones al
salir de la cárcel que los que no habían seguido el programa, sin motivacional inicial sobre empatía,
el resto del programa no funciona.

Aunque existen pocas esperanzas de inculcar empatía a abusadores de niños, existen muchas
menos para otro tipo de criminales como los sociópatas, caracterizados por ser encantadores y al
mismo tiempo carentes de remordimientos, incluso por los actos más crueles y despiadados.

También otra de las formas más siniestras de falta de empatía que puede mostrarse fue
descubierta con los golpeadores más atroces de mujeres. La investigación reveló una anomalía
fisiológica en los esposos más violentos (los que azotaban a sus esposas o amenazaban con
cuchillos o revólveres) los maridos adoptan esta conducta en un estado frío y calculador, en lugar
de hacerlo mientras están dominados por la ira, la anomalía surge a medida que la ira aumenta, el
ritmo cardiaco disminuye, en lugar de elevarse, lo que da lugar a un calculado acto de terrorismo.
Algunos investigadores que estudian a psicópatas criminales sospechan que su fría manipulación y
ausencia de empatía se debe a un defecto nervioso de la participación de sendas nerviosas del
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sistema límbico, amígdala y circuitos nerviosos relacionados, aunque esto no significa que todos los
que la padezcan se dedicaran al crimen, son importantes los efectos de la crianza y la experiencia
que cada quien haya experimentado y como se haya cultivado la capacidad de empatía a lo largo
del desarrollo.

Todos tenemos la semilla de la empatía en cada uno de nosotros, sin embargo depende de cómo se
cultive, es como aprenderemos a sentir compasión por los demás y promover relaciones de
igualdad y armonía en nuestras interacciones sociales, aspectos de suma importancia para
nuestro propio equilibrio emocional. (J. Olvera Ruvalcaba 2012)

Vivimos permanentemente en relación con los demás. Que estas relaciones familiares,
sentimentales, laborales o sociales sean o no satisfactorias depende en gran medida de nuestra
capacidad para sentir empatía por quienes nos rodean. La empatía es la habilidad de ponerse en el
lugar del otro, de salir de nuestros propios esquemas mentales para entender las emociones y
sentimientos de quien tenemos enfrente y, de esta forma, poder establecer una comunicación
mucho más profunda y rica con los demás.

Si bien la empatía es un rasgo de personalidad que viene impreso en el ADN, aquellos que no la
tengan desarrollada pueden aprender a practicarla con los sencillos ejercicios.

Es importante ser empáticos para establecer lazos de amor y amistad con nuestro entorno, pero
también hay que tener en cuenta que demasiada empatía puede llevarnos a vivir como propios los
problemas de los demás. Por el contrario, si no sabemos captar y entender cómo se siente la otra
persona según sus circunstancias, estaremos en muchos casos juzgándola injustamente o, incluso,
practicando el egoísmo. Se trata, por tanto, de buscar el equilibrio.

¿Por qué nos apenamos cuando alguien nos cuenta una desgracia, nos reímos cuando vemos a otra
persona a carcajadas, lloramos ante una película de amor o nos solidarizamos con los que sufren?
La razón científica parece estar en las neuronas espejo, un conjunto de células cerebrales,
descubiertas por el equipo del neurobiólogo Giacomo Rizzalatti en 1996, que funcionan reflejando
la realidad que observamos. Las neuronas espejo, por tanto, hacen una representación mental de lo
que vemos y escuchamos en los otros, haciéndonos muchas veces “ponernos en sus zapatos” y
sentir lo mismo que ellos.

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Al empatizar con los demás y comprenderles en su mundo emocional, las relaciones sociales se
vuelven más fluidas y gratificantes, por lo que merece la pena practicar esta valiosa joya de la
Inteligencia Emocional a través de estos sencillos ejercicios.

1) Mira en tu interior. Es importante identificar nuestros propios sentimientos y emociones


para poder comprender a los demás. Reconociendo cuando estás triste, enfadado o
avergonzado habrás dado el primer paso para ponerte en lugar del otro. Es importante
saber que, si no nos entendemos a nosotros mismos, difícilmente conectaremos con los
demás.
2) Practica la escucha activa. Querer hablar siempre de tus asuntos sin escuchar a los demás es
el más claro ejemplo de falta de empatía. A partir de ahora toma conciencia de ello y trata
de interesarte por los demás. Pregúntales qué les ocurre y qué sienten.
3) Deja de juzgar. Es importante identificar los prejuicios que tienes para, a continuación,
empezar a ser más flexibles y tolerante. En este sentido hay que admitir que todos tenemos
debilidades, cometemos errores y sufrimos, pero también tenemos la maravillosa capacidad
de ayudar a los demás y de proporcionarles consuelo.
4) Reconoce los logros ajenos. Igual que nos afligimos con el dolor de los demás, es bueno
también alegrarse de sus éxitos. (V. Souviron 2016).

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