Salmo 51 Primera Parte I

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SALMO 51

El Salmo 51 es el canto de un corazón profundamente quebrantado a causa del pecado


cometido contra su Creador. Como expresa Samuel Pagán: Con el Salmo 51 llegamos al
corazón mismo de las plegarias en la Biblia. Este capítulo es rico en verdades espirituales
sobre el arrepentimiento genuino. Nos enseña sobre la importancia de confesar nuestros
pecados, sobre la desagradable naturaleza del pecado y la importancia del
arrepentimiento. Además, es imposible que el creyente auténtico lea este poema y no se
identifique con el espíritu penitente de su autor, pues cada suspiro, confesión y clamor
vertido en este texto son cuasi perfectamente aplicado al corazón de un hijo de Dios. De
manera que, del mismo modo que citamos el Salmo 42 cuando estamos sediento de Dios,
así también con toda seguridad podemos recitar el Salmo 51 cuando resolvemos
arrepentirnos de haber pecado contra Dios.

Por otra parte, si bien es cierto este salmo no fue escrito para incentivarnos a pecar, de
hecho, nos muestra las consecuencias del pecado. Sin embargo, el poema también nos
enseña que si pecamos podemos recurrir humilde y confiadamente ante el altar de Dios
en busca de perdón y restauración. O como dijera a Agustín de Hipona “óiganlo quienes
no han caído, para no caer, y óiganlo también quienes ya cayeron, para que se
levanten”.

Autor David.
Libro Libro II.
Titulo La oración de un pecador contrito para perdón, Una oración de
Arrepentimiento, Una oración para sanidad y renovación moral y
Una oración para perdón
Versos 19.
Clasificación Salmo penitencial1.

Contexto

Este salmo se escribió en una situación histórica traumática, pues el rey David había caído
en adulterio y recurrido al asesinato para cubrirlo (2 Samuel 11). Posteriormente el profeta

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Según Mike Mazzalongo: Los salmos penitenciales son expresiones de lamento individual que, en
ocasiones, incluyen una confesión de pecado por parte del salmista. Son salmos donde el autor ve que sus
propios pecados han contribuido a generar los problemas que enfrenta (por ejemplo, enfermedad, enemigos,
castigo, etc.) y, por lo tanto, pide a Dios eliminarlos, mientras busca el perdón.
Natán se dirigió a David para confrontarlo, y como dijera Keller “predicó uno de los
sermones más poderosos que hayan existido jamás” (2 Samuel 12).

El Dios misericordioso (vv. 1-2)

Si hay algo que queda claro en todo este salmo es lo consiente que estaba David sobre la
gravedad de su pecado en relación al carácter santo de Dios. Las expresiones lávame de
toda mi maldad y límpiame de mi pecado expresan lo sucio y despreciable que se sentía
el salmista (Sal 51:2). Sin embargo, este conocimiento no impedía que David concibiera
a Dios como un padre infinitamente misericordioso y amoroso. Por eso él, una vez que
está consciente de la seriedad de su pecado, no huye atemorizado de Dios, sino que con
un corazón humilde y quebrantado apela diligentemente a la misericordia de Dios.

Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa


bondad, borra mis transgresiones

Sal 51:1
Definitivamente David era un convencido de la misericordia de Dios. Esto también se
evidencia cuando David cometió el pecado de censar al pueblo, este acto provocó la ira
de Dios, hasta el punto que a través del profeta Gad le declaró a David: ¿Qué prefieres:
que vengan siete años de hambre sobre tu tierra? ¿o que huyas tres meses delante de tus
enemigos y que ellos te persigan? ¿o que haya tres días de peste en tu tierra? Sin embargo,
la respuesta de David fue sorprendente: Estoy en gran angustia. Pero es preferible caer
ahora en manos de Jehová, porque sus misericordias son muchas, que caer en manos de
los hombres (véase 2 Samuel 24: 10-14).

De manera que, por más grande que sea nuestro pecado, debemos recordar siempre que
la misericordia de Dios es inconmensurable y se renueva cada mañana.

Los hombres se quedan aterrorizados ante la multitud de sus pecados, pero aquí hay
consuelo: nuestro Dios tiene multitud de misericordias. Si nuestros pecados fueran en
número como los cabellos de nuestra cabeza, las misericordias de Dios son como las
estrellas de los cielos.

Archibald Symson
El pecado es una rebelión contra Dios (vv. 3-4)
En estos versos David reconoce que se ha revelado contra Dios. La expresión mi pecado
está siempre delante de mí muestra el estado de culpabilidad constante que experimentaba
a David a causa de los pecados cometidos. El pecado no confesado es una acusación
continua que colma nuestra conciencia de culpabilidad.

Como dice Bob Utley sobre el pecado no confesado: No se puede aliviar o minimizar la
culpabilidad. Es un recordatorio constante de la comunión quebrantada y sus
consecuencias.

Para una conciencia despierta, el dolor, a causa del pecado, no es pasajero y


ocasional, sino intenso y permanente, y esto no es una señal de la ira divina, sino
más bien un prefacio seguro del favor inminente.

C. H. S

Además, aunque en este capítulo David reconoce que sus pecados afectaron a terceros,
no obstante, él está convencido que su pecado fue esencialmente un acto rebelión contra
Dios. Por ello declara en el verso cuatro: Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho
lo malo delante de tus ojos… Pecar es revelarnos en contra del orden establecido por
Dios. Cuando mentimos, codiciamos y albergamos odio en nuestro corazón estamos
subvirtiendo lo que Dios ha establecido como bueno y justo. Incluso, el Nuevo
Testamento define el pecado como una violación o rebelión contra la ley de Dios: Todo
aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la
ley (1 Juan 3:4). El pastor R.C. Sproul define el pecado como una “traición cósmica”, el
afirma que:

Todo pecado, no importa cuán aparentemente insignificante, es un acto de rebelión


contra el Dios soberano que reina y gobierna sobre nosotros y, como tal, es un acto de
traición contra el rey cósmico.

R.C. Sproul

El pecado no es simplemente algo que cometemos, sino algo que somos (vv. 6-7)
Como vimos en los versos anteriores el pecado es un acto de rebelión contra Dios. Pero
en el verso seis David afirma que el pecado no es simplemente algo que cometemos, sino
algo que somos. Como dijo alguien: No somos pecadores porque pecamos, sino que
pecamos porque somos pecadores. Los calificativos que la biblia emplea para describir
nuestra condición pecaminosa son muy gráficos. Romanos 5:6 dice que somos impíos,
Romanos 3:10 expresa que somos injustos, Romanos 5:10 declara que somos enemigos
de Dios, salmos 51: 5 declara que somos malos desde nuestro nacimiento y efesios 2:1
nos dice que estamos muerto en delitos y pecados.

Véase Génesis 20:6; II Samuel 12:13; Salmos 41:4.

El pecado destruye nuestro gozo (vv. 8-9)

El pecado no confesado quebranta y desconsuela el alma de los hijos de Dios, por esa
razón David clama “Hazme oír gozo y alegría”. En esta súplica se puede percibir la
agonía y la desazón que sentía David por quebrantar la ley de Dios. Pues el pecado que
él había cometido afectó su relación con Dios, y como consecuencia de eso dejó de
experimentar el gozo y la felicidad abundante que solía disfrutar en la presencia de Dios.
En el Salmo 32:3, donde David también alude a esta situación, describe de manera muy
gráfica su estado emocional durante ese periodo penitente: Mientras callé, se
envejecieron mis huesos, en mi gemir todo el día. En la segunda parte de este estudio
veremos como David seguirá pidiendo a Dios que colme su vida gozo.

Reflexión

Señor, cuando peco contra otros —e incluso contra mí mismo— realmente estoy
pecando contra Ti porque todos somos posesión Tuya. Cuando peco, no solamente
quebranto Tus leyes, sino que pisoteo Tu corazón. Ayúdame a comprender esto
porque me ayuda a no solo admitir mi pecado, sino también a alejarme de él.
Amén.

Tim Keller

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