Emrich Citro

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Violentados povos

Universidad de Buenos Aires (UBA)


Maestría en Estudios Latinoamericanos
Arte, Cultura y Sociedades en América Latina

Link para el montaje de performance-investigación:


https://youtu.be/1venicXo2TU

Ana Carolina Bolzani


Luiza Emrich
Romina Grilletta
Rosalba Mora Sierra

9 de julio de 2021
Ellas, las raíces, eran comunidad
Esta obra colectiva se creó sobre la base del cadáver exquisito que realizamos durante la
cursada, el cual atraviesa nuestras distintas temáticas de investigación a partir de un eje
común: las violencias en diversas manifestaciones transversalizadas por la
latinoamericanidad.
Al respecto, nuestras investigaciones abordan los siguientes problemas: (1) la
movilización de los pueblos originarios brasileños ante las sistemáticas violaciones del
gobierno del presidente Bolsonaro y la vinculación de este movimiento con la Iglesia
Católica; (2) los trabajos de cuidado remunerados y no remunerados de las enfermeras de
hospitales específicos en Brasil y Argentina y los reflejos de la pandemia en estos
trabajos; (3) las violencias estatales contra mujeres buscadoras de personas desaparecidas
en México y Colombia en tiempo de la guerra contra el narcotráfico, y (4) las diversas
formas de violencia hacia las mujeres presas políticas en el marco del Plan Cóndor.
En esta fundamentación teórico-metodológica realizaremos un recuento de los procesos
individuales que nos llevaron a elegir las materialidades afectantes, los conceptos teóricos
re-colectados y las sensaciones generadas en cada una de nosotras a través de los meses
del seminario que nos llevaron a trans-formar nuestra apreciación eminentemente
académica tradicional hacia una metodología performática-investigativa a partir de la cual
volveramirar nuestros temas y problemas.
Posteriormente, desarrollaremos la manera en que dicha re-colección individual se
desnudó ante la comunidad –nuestra pequeña comunidad de 4– y llevó a cabo un proceso
metamórfico para convertirse en un “códice arquitectónico”, en el que cada una pudiera
hablar, sentir y vivir una obra que surgiera de la voz colectiva.
Finalmente, a manera de conclusiones, compartiremos las implicaciones de (1) trans-
formar las perspectivas hacia nuestros trabajos de investigación individuales, (2)
colectivizar –socializar– las experiencias que nos resultaron transversales y las que no,
así como (3) des-cubrir, durante todo el seminario, sensaciones generadas por lo que nos
mueve en lo individual y colectivo.
Nos pretenden exterminar y surge Quarup
De los 12 países de Sudamérica, 8 comparten fronteras en la Amazonia, una región que
se ha convertido en central en la agenda política internacional hoy. En una coyuntura
marcada por crisis de representación política, captura del Estado por élites económicas,
crecimiento de las desigualdades sociales, deterioro del medio ambiente y reacciones
violentas y conservadoras por parte de los grupos en el poder hacia las movilizaciones
sociales –acá particularmente hablaremos de los movimientos indígenas– ponemos el
foco en el papel de la Iglesia Católica para explorar su articulación (o condena hacia) con
los movimientos y acciones de cuestionamiento del poder y protesta social alineados en
torno a la Amazonia.
En el rastro de los problemas anteriormente mencionados, la Iglesia Católica en la región
amazónica, durante el siglo XX, tuvo acciones marcadas por las orientaciones
progresistas de la Teología de la Liberación, de gran protagonismo en América Latina
durante las décadas de 1960 hasta 1980. Según Bingemer (2007), la teología “siempre ha
sido contextual, o sea, siempre nació pegada a un contexto”, así que, delante de un nuevo
escenario regional, vemos una Teología de la Liberación que “no está muerta, apenas ha
cambiado de forma y ensanchado su abanico de prioridades”. Este nuevo abanico se ha
notado en el documento de Aparecida (2007) y en el Sínodo de la Amazonia (2019), por
ejemplo, que marcan un giro definitivo de la Iglesia hacia el tema del medio ambiente.

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Partiendo de la temática de los pueblos originarios, la primera experimentación, hecha de
manera individual, fue recrear el ritual del Quarup, realizado en el área indígena del Alto
Xingu, en Brasil. Es un ritual fúnebre para homenajear los muertos ilustres de los pueblos
que viven allí. Se inicia con el corte de un árbol por los hombres, cuyo tronco es decorado
y expuesto, todo seguido por canto y música.
Las pocas posibilidades domésticas disponibles para esta recreación fueron inspiración
para el juego de palabras del cadáver exquisito posterior: “No hay orden ni progreso; hay
indios, negros y pobres”; “Nos atraviesa la violencia al pensar indígena”; “Es el capital
asesinando en la Amazonia”; “Surge comunidad, mandioca, celebración fúnebre, Emira
Waiãpi”.
Como el intento era conectar este ejercicio final a nuestros temas de tesis y guiándonos
por el pensamiento de Dussel (2018) de que “el campo estético puede (y es inevitable)
estar determinado por el campo político”, hicimos también imágenes de un templo
católico, aunque situado en la ciudad de Buenos Aires, donde es un desafío percibir las
presencias indígenas en medio de una estética eurocentrada.
Una de las dificultades que encontramos fue acceder a estas materialidades en lo que toca
a los indígenas, en parte por la “predación de territorios que hasta hace poco permanecían
como espacios de arraigo comunal” (Segato, 2018, p. 12) y que hoy invisibilizan estas
presencias/historias. El esteticidio de Boaventura de Sousa Santos (citado en Dussel,
2018: 25) sigue presente aún ante las grandes resistencias.
Es por ello que representamos la iglesia, esas grandes construcciones arquitectónicas-
éticas-políticas, “estéticas eurocentradas”, levantadas sobre las pirámides destruidas u
ocultadas, afeadas, que pretendían expresar una estética obediencial de un pueblo que no
consensuó absolutamente nada. En Latinoamérica, esta es la herencia de la colonización:
la invisibilización de los cuerpos de los “vencidos”, ya sean indígenas, esclavizados,
mujeres o presos políticos.
La relación entre pueblos originarios y la Iglesia Católica es permeada por violencias, no
siempre explícitas, pero no es homogénea. En el proceso de reapertura democrática de
Brasil, la Comissão Pastoral da Terra (CPT) y el Conselho Missionário Indigenista
(Cimi), vinculadas a sectores católicos progresistas, jugaron un importante rol en la
garantización de los derechos de los indígenas en la nueva Constitución que allí nacía. El
mismo Cimi, en las últimas semanas, está directamente involucrado –financiando con
recursos económicos y jurídicos– con el acampamento de más de 40 etnias en Brasilia
contra las acciones antidemocráticas del gobierno de Bolsonaro hacia estos pueblos. Por
esta relación ambivalente históricamente construida, preferimos que fueran también poco
explícitas las violencias en los fragmentos de vídeo referentes a este tema.
Para Romina Bodoc (2017), “la experiencia de habitar las corporalidades y el movimiento
de manera colectiva, la potencia, energía y empoderamiento de esa dinámica de co-
presencia cuestiona la idea de sujeto político individual y fragmentado de la modernidad”.
Eso que llaman amor es trabajo no pagado
El trabajo reproductivo y de cuidados viene siendo históricamente asumido por las
mujeres. Por más que este tipo de tareas sean poco valoradas y prácticamente invisibles,
ellas son centrales para el pleno funcionamiento del sistema capitalista y de la propia vida
en general. Son esas actividades las que permiten la regeneración diaria del bienestar
emocional y físico de todas las personas.

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El hecho de que son en general las mujeres las responsables de esas actividades tiene que
ver con la desigualdad de género y con la división sexual del trabajo. Es importante que
la división sexual del trabajo sea comprendida en el sentido de que las situaciones de los
hombres y de las mujeres no resultan de un destino biológico, sino de construcciones
sociales. Hombres y mujeres son grupos envueltos en una relación específica: las
relaciones sociales de sexo, y esas poseen una base material dada por el trabajo,
expresándose por medio de la división sexual del trabajo (Kergoat, 2003: 35).
Teniendo en consideración la referida división, Guerrero, Ramacciotti y Zangaro (2019:
9) explican que el ámbito público es reservado a los varones y el privado (doméstico) a
las mujeres. Así se entiende que, si los hombres están en el polo jerárquico superior, ahí
también están sus quehaceres; y si las mujeres están en el polo inferior, en el mismo
ámbito se encuentran sus actividades.
Siguiendo ese mismo pensamiento, Rita Segato (2018: 59) afirma que la raza y el género
son creaciones históricas para la dominación, funcionales para la
extracción de valor no reconocido, no remunerado –una plusvalía racial
y patriarcal. Los productos y saberes que emanan de ciertos cuerpos, ya
sea los cuerpos racializados o feminizados, son saberes y productos que
tienen menos valor, que pueden ser apropiados por medio de una menor
remuneración.
Esos trabajos de los cuales hablamos son llamados “invisibles” pero se vuelven visibles
cuando no son hechos, y ciertamente son “más” que visibles para quien los hace. Del
mismo modo, es posible identificar en esas actividades de cuidado una violencia que
muchas veces no es percibida como violencia, o sea, que también es invisible –o
invisibilizada– pero igualmente visible para las mujeres que a esa violencia son
sometidas.
“Es violencia implícita, invisible, como invisibles los pueblos”
Fue a partir de los pensamientos y sentimientos despertados en nuestros cuerpos por ese
y por otros tipos más de violencia que las performances fueron naciendo, construyendo,
estructurando. Ya en el momento de las performances fue la corporalidad quien tomó
cuenta, no la racionalidad. En ese sentido, pudimos comprender mejor lo que quiere decir
Romina Bodoc cuando afirma que
el cuerpo es mediador obligado de todas las relaciones de nuestro ser con
el mundo, y que a través de él accedemos al mismo de una manera
original y originaria. A partir de la corporalidad generamos conocimiento
de un tipo específico y anterior al que proviene de la dimensión reflexiva
(Bodoc, 2017: 34).
La idea de la performance que más puntualmente se relaciona con el tema de los cuidados
fue la de contraponer la mencionada invisibilidad, literalmente exponiéndola,
contestándola, a partir de materialidades afectantes que abarcan, especialmente en esa
situación, objetos, olores, sonidos y espacialidades.
El ambiente empieza con el vacío al fondo, la invisibilidad, la ausencia, que poco a poco
va cambiando, así como van cambiando las sensaciones. A lo largo de la escena objetos
son colocados, con el pasar del tiempo más y más cosas se van añadiendo al “vacío”
inicial hasta que se llene, así como nos vamos llenando de angustia, así como va creciendo
nuestra ansiedad, así como van aumentando las molestias, así como va desarrollándose
una gama de sentimientos, y así podemos seguir agregando emociones de la misma
manera como podríamos seguir agregando objetos en el escenario.

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El hecho de una estar allá sentada pero sin ver lo que se está poniendo en el escenario
también es como un juego con lo que es invisible y lo que es visible. Ella no puede, en
aquel momento, mirar los platos y ollas sucios y grasientos, la fregona, la escoba, las
ropas sucias, los productos de limpieza, etc., pero sabe que están allá y, además, sabe que
todo no se va a mover y limpiar por cuenta propia.
Violentando sus cuerpos para disciplinar
La violencia contra las mujeres, como venimos diciendo, puede analizarse en términos
históricos. En este sentido, diversos momentos sociales y políticos han hecho una gestión
determinada con los cuerpos feminizados. Si tomamos el caso del genocidio argentino
(1975-1983) podemos observar cómo la violencia contra las mujeres en dicho proceso
fue específica, sistemática y planificada y que la misma partió de estereotipos de género
que representaban a las mujeres militantes como malas madres, esposas y amas de casa;
putas (Maria Cecilia Rita Villegas, 2018), condicionando, en otras, formas específicas de
tortura sobre sus cuerpos (Jelin, 2010).
Partiendo de la premisa que el genocidio es una práctica social –una tecnología de poder
que busca la reorganización de las relaciones sociales– destruyendo aquellas basadas en
la autonomía y la cooperación, por medio del aniquilamiento y el ejercicio del terror
(Feierstein, 2007). Consideramos que en lo que respecta a las mujeres militantes, el
genocidio tuvo como objetivo transformar aquellas relaciones sociales que atentaban
contra los roles sexo-genéricos tradicionalmente asignados, cuestionando así el orden
establecido.
El caso de las presas políticas de la cárcel de Devoto durante el genocidio, evidencia cómo
se desplegaron diversas prácticas destinadas a castigar, disciplinar sus cuerpos.
Ejerciendo violencia a modo de respuesta ante esas mujeres que atentaban contra “la
familia y la moral cristiana”. Siguiendo a Rita Segato, “no se trata simplemente de
violencia, sino de un tipo de violencia muy particular por la cual la victoria, la
aniquilación, no resulta de una muerte humana sino de la sustracción de la humanidad de
lo aniquilado.” (Segato, 2018).
Resultó una dificultad el pensar en corpomaterialidades que tengamos al alcance para
trabajar con esta temática, más que los libros que poseíamos en la biblioteca. A su vez, al
cruzar presas políticas con pueblos originarios encontramos un gran vacío, quizá por
concentrar la mirada en determinadas disciplinas, sumado a que históricamente estas
identidades fueron silenciadas, olvidadas.
En la búsqueda, y con ayuda del texto de Silvia Citro (2021) encontramos que en los años
‘70 comienzan a gestarse las primeras organizaciones indígenas de Argentina y que el
proceso genocida de 1976 dejó esta experiencia trunca, como tantas otras. Este hecho
despierta el interrogante en torno a que pasó con estas identidades durante el genocidio y
deja abierta una pregunta que es necesario responder.
Requiere vital importancia, en este sentido, preguntarnos qué sucedió con las presas
políticas de los pueblos originarios durante el genocidio ¿Hay registros? y si no los hay,
¿Por qué? Creemos que no es ingenuo su olvido, siguiendo a Rita Segato (2018) “Género
y raza son análogos en la estructura de producción de la diferencia como desigualdad”,
por lo tanto, en prácticas que buscan disciplinar mediante el terror, como lo son las
prácticas sociales genocidas, las otras –que además de ser mujeres son indígenas– reciben
un tipo de violencia particular.
El proceso de amordazarse para el ejercicio performático surgió de una búsqueda por
conectar con el miedo y el silenciamiento para sentir la corporalidad afectada en un plano

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más físico, más sensorial. Rastrear cómo se siente en el cuerpo estar silenciada, en la
oscuridad, cómo se siente la soledad. Si bien es imposible sentir en carne propia el dolor
que vivieron las sobrevivientes, consideramos esto un ejercicio performático con una
propuesta que busca mostrar una de las modalidades de la represión.
Eso que llaman amor es suplencia de la obligación estatal
Las violencias contra los cuerpos feminizados por parte del Estado no son cosa nueva.
Diversas autoras como Rita Segato, Marcela Lagarde, Alejandra Ciriza, María Lugones,
Francesca Gargallo, Lohana Berkins, Pía Ceballos y muchas otras han investigado,
desarrollado y sentido en cuerpo propio la violencia colonial-capitalista de larga duración
que han atravesado millones de mujeres y cuerpos feminizados en Latinoamérica.
La necropolítica de Achille Mbembe (2011) se hace presente en el “silenciamiento de los
cuerpos” al convertir la violencia en una forma de control colonial (2011:14). Esto no ha
sido la excepción para las mujeres buscadoras, quienes han sido silenciadas a partir del
hacer morir estatal de sus cuerpos físicos y sociales, trasladándoles la responsabilidad y
culpabilidad por la desaparición de su familiar, quienes tienen que suplir la negligencia
de la búsqueda, la inacción, la aquiescencia y la impunidad en la administración del
sufrimiento por parte de agentes no estatales, paraestatales e incluso estatales encargados
de la desaparición.
A esto, las mujeres han respondido con diversas estrategias, que incluyen desde la
búsqueda con mano propia, la bridación de la tierra con coladores caseros hasta la
performance política, a partir de una genuina estética de la liberación dusseliana que les
permite mantener la identidad de quien desapareció, de aquellos a quienes desaparecieron.
Las mujeres buscadoras han transformado el dolor en arte, han creado canciones, han
pintado murales, han escrito libros, poemas y relatos (Garrido, 2019: 159 y ss.), han
compilado las recetas favoritas de sus desaparecidxs (Gómez y Rastreadoras, 2020).
Es por ello que al momento de la recolección se decidió encarar con el cuerpo la
performance. Qué significa poner en una playera la foto de un ser querido desaparecidx,
qué sensaciones causa la tinta en los dedos escribiendo “hasta encontrarte”, cuánto pesan
las botas con casquillo, cómo se toma una pala, a qué huele la hipodermis de la Madre
Tierra –otra violentada–, cómo se siente en las manos bridar con la esperanza de encontrar
un rastro, un hueso, un dedo, un trozo del suéter favorito de mi hermano, una identidad.
La identidad colectiva nacional mexicana se creó a partir de la hibridación de culturas,
una dominante y la otra aplastada de donde surgió el mestizaje. Ana M. Alonso (2007:
191) cuenta que el mestizaje “fue redefinido para que más allá de los cuerpos se
extendiera hacia lugares de memoria pública que pudiera convertirse en la base para
nuevas formulaciones del papel de México y de América Latina en la Historia Universal”.
El recrear un día (un momento) de búsqueda trajo al recuerdo ese mestizaje: las mujeres
buscadoras han ido redefiniendo la identidad colectiva nacional a partir de nuevos rituales
que surgen de la afrenta a la violencia institucional contra sus cuerpos y los de sus
víctimas. Ellas han hecho que desde esa especie de “hibridación” de la identidad a partir
de la no identidad, desde ese mestizaje entre el dolor y la estética surjan nuevas
identidades. No las de lxs desaparecidxs, sino aquellas que son a partir de la memoria de
ellas, de los hilos tejidos por ellas sobre lo que recuerdan que son-eran sus no
encontradxs.

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Es comunidad desde la angustia
Con todos los sentires deglutidos después de haber re-recolectado cada quien nuestras
materialidades afectantes, a partir de un desarrollo que nos sirvió para de-formar y re-
formar lo trabajado desde lo individual y lo colectivo durante el seminario, nos sentamos
juntas en una especie de ritual como aquellos círculos de mujeres milenarios, aquellos
espacios donde se le arrancaron las primeras uñas al patriarcado.
El espacio virtual construido en comunidad no solo sirvió de “camerino” para moldear el
montaje de nuestra performance, sino para ir limpiando ese barro que queda siempre en
la comisura de los dedos cuando se trabaja, para digerir la angustia y la bronca y poder
imprimir las sensaciones en un trabajo performático investigativo.
Después de compartirnos los pensares individuales, decidimos que la mejor manera de
representar lo re-colectado sería a partir de un video que nos conectara con esas violencias
que nos transversalizan en lo personal y en lo académico. El hilo conductor sería uno de
los procesos comunitarios que ya habíamos vivido con un poco de azar: el cadáver
exquisito. Las memorias visuales serían a partir de la violencia (in)visible en cada uno de
nuestros trabajos de investigación. Lo auditivo también estaría acompañado de aquellos
sonidos que más nos impactaron durante la re-colección.
El trabajo performático que nos obligó a hacer la crisis sanitaria en lo individual, lo
colectivizamos en una reunión posterior, que tuvo la misma sacralidad del círculo de
mujeres anterior.
Resultó peculiar el hecho de que cada una tenía en pensamiento lo que pretendía hacer en
su performance individual, y llegamos a compartir virtualmente nuestras ideas, pero en
realidad ninguna podría conocer de forma concreta y exacta los planes y objetivos de las
otras. Al final, analizando el material bruto: 9 videos performativos, 4 cadáveres
exquisitos en audio y cerca de 10 tipos de sonidos/ruidos, nos enfrentamos a un universo
de opciones de construcción. Así que optamos por montar un único video intercalando
nuestras performances y poniéndoles palabras, sonidos, ruidos, texturas.
Sabemos que, conforme señala Schechner (2011: 13), las performances modifican el
tiempo, cuentan historias, marcan identidades, (re)modelan el cuerpo, y además nos
posibilitan el juego con las repeticiones de las conductas, facilitandonos presentarlas y re-
presentarlas.
Teniendo eso en cuenta, nos hemos permitido explorar el artificio de la repetición de
determinados sonidos y de ciertas escenas, y también nos hemos entregado a las
performances modelando y remodelando los cuerpos a nuestras maneras particulares,
contando así nuestras historias, o quizás “nuestra historia”.
Lo que pasó fue que, unidas, las performances empezaron a narrar una única historia,
moldeando así el eje que nos atraviesa y luego esa única historia fue capaz de desdoblarse
en múltiples narrativas y posibilidades interpretativas. Lo que antes decíamos “nuestras
performances” se trans-formó en nuestra performance, en la cual todo estaba mezclado,
enmarañado, interaliado de manera única, inusitada y visceral.
Rosalba vació en la bandeja compartida imaginaria que, al quitarse la playera después de
la performance y ver la foto arrugada de alguien que está en un limbo, al enjuagarse la
tierra de las uñas y quitarse las botas regresó a ese sentir que le provocaron las consignas
durante todo el seminario: la profunda desesperanza y genuina tristeza de ser quien se
queda.

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Luiza volvió a su casa caminando por las calles de arquitectura europea de Buenos Aires.
Las percibía muy distintas de las calles de su pueblo en Brasil, de una región que lleva un
nombre indígena: Cariri. No encontró en su nuevo hogar las pequeñas herencias de su
gente, la tapioca, la hamaca, las plantas que todo curan. Saudade y banzo son palabras
que no se pueden traducir, y fue mucho de eso lo que sintió a cada momento de estas
consignas.
Ana empezó a guardar los objetos de la performance en sus debidos lugares, teniendo en
cuenta que de hecho aquellas ropas estaban sucias, que había que lavar los platos, limpiar
la casa, hacer la comida. Vaciar el escenario significaba mucho más que sacar las cosas.
Al final quedó el vacío en el pecho por pensar en todas que siempre estuvieran llenas de
trabajo y sin esperanza de que un día esas actividades no estarían enteramente sobre sus
espaldas. Vacío por pensar en su mamá, en su abuela, en su tía, y en todas más que ya se
fueron, las que están y las que vendrán.
Romina se encerró en una habitación a oscuras amordazada, sola. Se concentró en su
respiración e intentó conectar con las sensaciones que le iba provocando el encierro y la
imposibilidad de hablar. La soledad y el silencio, el miedo, el encierro. Ver sin poder
decir, sin poder alzar la voz, ser testigo sin posibilidad de hablar.
Así, la creación del video fue una experiencia comunitaria. Retomando la cuarta hipótesis
de Dussel en su Estética de la Liberación (2018: 17 y ss.) quien, a su vez, valora las
prácticas ético-políticas de la estética muralista zapatista, pretendimos hacer una obra
consensuada por esta pequeña comunidad de 4 integrantas –e, inclusive, algunas personas
más que nos asistieron como staff, por llamar de alguna manera teatral a ese trabajo
colectivo– para que cada una pudiera vivir, explicar y compartir el resultado de lo que
quisimos imprimir desde nuestra experiencia con las violencias de otros cuerpos
latinoamericanos oprimidos.
Las mujeres del mundo unidas para combatir al capital
A modo de cierre, observamos que, si bien nuestro proceso de investigación-creación
empezó de manera individual, culminó en experiencias compartidas que resultaron en
este trabajo final. Los primeros ejercicios propuestos en esta materia permitieron un
acercamiento a nuestros temas de tesis desde otra mirada, con indagaciones más amplias
en el campo de las ciencias sociales y las artes performáticas y visuales. Sobre esta
experiencia compartida, denominada “performance-investigación” por Citro, se dice que
busca
Potenciar la articulación de las dimensiones sensoriales, afectivas y
reflexivas de la experiencia, a través de las palabras pero también de la
diversidad de gestos, posturas, movimientos, sonoridades e imágenes
que son capaces nuestros cuerpos… en los campos de la investigación
social (Citro y equipo, 2016)
La elaboración del cadáver exquisito se dio como un juego de palabras, que quizás sea
justamente lo que propone esta práctica, hecho a la Oswald de Andrade, impregnado de
nuestras historias, de nuestras violencias y de las que nos transversalizan en la
investigación y creación de nuevas miradas.
Sumado a la lectura del cadáver exquisito, el video nos permitió incorporar las
materialidades afectantes, que sirven para “designar una amplia gama de materiales de
distinta procedencia” y que “involucran, además de nuestras corporalidades, objetos,
sonoridades, olores, gustos y espacialidades, es decir, toda manifestación actual en el
mundo que pueda ser percibida con nuestros sentidos” (Citro y Rodriguez, 2020: 37).

8
Creemos, en este sentido, que nuestro trabajo nos permitió hacer cuerpo nuestras
reflexiones y nuestros procesos de investigación individuales. Así como también,
intercambiar conjuntamente nuestros sentires y vivencias, dando como resultado una
producción, una propuesta diferente de abordaje de nuestras temáticas.

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Cadáver Exquisito
529 años de impunidad
529 anos de impunidade

Cuántos más necesitarán morir


Quantos mais precisarão morrer
No hay orden ni progreso; hay indios, negros y pobres
Não há ordem nem progresso; há índios, negros e pobres
Les quitaron el oro, la tierra y ahora a sus hijes
Lhes roubaram o ouro, a terra e agora a seus filhes
Nos atraviesa la violencia al pensar indígena
Nos atravessa a violência ao pensar indígena
Nos atraviesa la amazonia al pensar violencia
Nos atravessa a Amazônia ao pensar violência
Es el capital asesinando en la Amazonia
É o capital assassinando na Amazônia
Es silenciamiento, es olvido, es negación de luz
É silenciamento, é esquecimento, é negação de luz
Es repulsivo,
É repulsivo,
Es rechazo,
É rechaço,
Es enojo, tristeza y angustia
É nojo, tristeza e angústia
Violentando sus cuerpos para disciplinar
Violentando seus corpos para disciplinar
Eso que llaman amor es trabajo no pagado
Isso que chamam de amor é trabalho não pago
Eso que llaman amor es suplencia de la obligación estatal
Isso que chamam de amor é suplência da obrigação estatal
Nos pretenden exterminar y surge Quarup
Nos pretendem exterminar e surge Quarup
Surge comunidad, mandioca, celebración fúnebre, Emira Waiãpi
Surge comunidade, mandioca, celebração fúnebre, Emira Waiãpi
Es comunidad desde la angustia
É comunidade a partir da angústia
Es violencia implícita, invisible, como invisibles los pueblos
É violência implícita, invisível, como invisíveis os povos
Hay presencias y ausencias,
Há presenças e ausências,
ellas, las raíces, eran comunidad
Elas, as raízes, eram comunidade
Nosotras, separadas, buscamos la vuelta.
Nós, separadas, buscamos a volta.
Rescatamos raíz comunitaria:
Resgatamos raiz comunitária:
las mujeres del mundo unidas para combatir al capital.
as mulheres do mundo unidas para combater o capital.

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