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¿ COCA Y NARCOTRAFICO EN CRISIS ?

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Hugo Cabieses

¿El narcotráfico está boyante en el Perú como demostrarían los indicadores más recientes de
requisamientos millonarios, narcotraficantes presos, buques y aviones cargados de cocaína?
¿O está en crisis? Sostengo esto último, a contrapelo de lo que muchos piensan y con
hipótesis e información que creo tan válidas como las de los que sostienen lo contrario.

La crisis de precios de la hoja de coca y sus derivados -que es la quinta y la más larga desde
1978- es un factor que se debe analizar con detenimiento. En mi opinión, la crisis actual, que
además sólo se da en el Perú, es la punta del iceberg de una crisis más de fondo: la de la
economía de la coca y el narcotráfico. Felizmente, digo yo, para el futuro de nuestro país.

Pero esta crisis arrastra otras plagas inmediatas: el agudizamiento de la pobreza de los
andino-amazónicos; el rebrote del terrorismo y sus secuelas de violencia y corrupción; y el
incremento del consumo interno de drogas en los sectores pobres y medios de las principales
ciudades.

EL DESPLOME DE LOS PRECIOS

Sostengo que actualmente, por razones ajenas a las estrategias y políticas implementadas
hasta ahora por el gobierno y la «cooperación» externa, particularmente de los Estados
Unidos y la ONU, esta importancia está en cuestión.

La crisis actual ha supuesto el desplome de los precios de venta en chacra de la hoja (ver el
Cuadro 1), el paralelo desplome de los precios de venta en pozas de maceración y puntos de
acopio de pasta bruta y lavada, y el mantenimiento e incluso la pequeña recuperación de los
precios al consumidor de la cocaína en las calles de Estados Unidos.

También ha supuesto el requisamiento de cargamentos millonarios de cocaína en mares, ríos


y aeropuertos, y la detención de varias bandas y «burriers» peruanos, algunos de ellos
arrestados en Colombia, varios relacionados con subalternos y oficiales del Ejército, la
Aviación, la Marina y la Policía Nacional.

LAS CINCO CRISIS

Todos estos fenómenos ponen sobre el tapete varios debates sobre el origen y la profundidad
de la crisis. Aunque se ha estancado la caída en los seis últimos meses de 1996 -incluso hubo

Economista, consultor del Centro Peruano de Estudios Sociales (CEPES),


asesor del Consejo Andino de Productores de Hoja de Coca (CAPHC) y
director secretario del Foro Peruano de Relaciones Internacionales
(FOPRI).
una pequeña recuperación en febrero, que dura hasta julio de este año- se trata del desplome
más agudo y duradero de la coca y la pasta bruta y lavada en toda su reciente historia.

Esta es la quinta crisis de precios en 15 años de boom cocalero en el Perú -no es la misma
historia en Bolivia y Colombia- y vale la pena hacer un pequeño recorrido por ellas.

La primera crisis fue en 1978-79; coincidió con los operativos «Verde Mar» I y II que
realizó el gobierno del general Morales Bermúdez y con la primera recomposición de los
carteles colombianos luego de una guerra atroz entre Medellín y Cali por controlar los
mercados de Miami y Nueva York, relatada con detalle por Guy Gugliotta y Jeff Leen en
Los reyes de la cocaína.

La segunda fue en 1983-84, explicada por el inicio de la saturación del mercado de cocaína,
la entrada de Sendero Luminoso al Huallaga, la detención de Roberto Suárez en Bolivia, los
golpes a los carteles colombianos, la construcción de nuevos carteles y la rápida adecuación
entre oferta y demanda de drogas.

La tercera crisis se produjo en 1989-90, debido a la nueva ofensiva anti-drogas luego de la


reunión presidencial de Cartagena, al uso indiscriminado de químicos erradicacionistas, a la
caída de Carlos Lehder y Rodríguez Gacha, al cambio en la tecnología de cultivos y
derivados, y a la definitiva aproximación de los precios a los costos reales de producción.

La cuarta crisis data de 1992-93 y se debió a la debacle del cartel de Medellín por la muerte
de Pablo Escobar y al crecimiento de la producción y cultivos sustitutos en Colombia:
heroína y amapola.

¿MERCADO SATURADO?

En 1995-96 vivimos en el Perú la quinta crisis, producida por el derrumbe del cartel de Cali
ante la intensificación de la «guerra de las drogas» y, más importante aún, la saturación
definitiva del mercado norteamericano de cocaína. Veamos esto último.

Bolivia, Colombia y el Perú, con 300 mil hectáreas sembradas de coca, producen entre 800 y
1,000 TM equivalentes de cocaína al año. De este total, no más de 200 TM se requisan, 200
TM se consumen en los Estados Unidos con tendencia a bajar, 50 TM en Europa Occidental
tradicionalmente consumidora de heroína, 30 TM en otros países desarrollados de Europa
del Este y Japón, y no más de 100 TM en América Latina y el resto del mundo.

Anualmente, pues, se estoquean por lo menos 200 TM. Desde hace varios años existe una
sobreproducción en relación con la demanda mundial y es por ello que los requisamientos
son millonarios, midiéndose ahora por TM lo que antes se medía por kilos.

NO VOLVERA EL BOOM

Sobre las perspectivas de esta crisis para el Perú, tengo las siguientes hipótesis que me
gustaría discutir. Primero, los precios se recuperarán pero a niveles inferiores. No volverá el
boom de la coca y la cocaína para el Perú, habiendo terminado su ciclo ascendente.
Segundo, los precios en Bolivia y Colombia han continuado en los mismos niveles e incluso
se recuperaron durante nuestra crisis, como puede verse en el Cuadro 2.

Tercero, el Perú será el país más golpeado por esta nueva crisis, tanto en términos de los
narcotraficantes como de los productores cocaleros. Lo primero está bien: soy amigo de
golpearlos por todos lados, sobre todo en el bolsillo. Pero lo segundo me preocupa y me
pregunto: ¿por qué la pita se corta siempre por el lado más débil?

COLOMBIA Y BOLIVIA

Cuarto, y más allá de todo ello, ¿por qué esta situación diferenciada en el caso del Perú ?
Adelanto hipótesis. Las "firmas" bolivianas -aliadas a brasileños, argentinos y
mexicanos- han diversificado mercados y están cada vez más integradas verticalmente,
produciendo desde hace años no sólo pasta sino clorhidrato.

Además, los bolivianos han abierto rutas por Africa vía Brasil para el mercado europeo
occidental y oriental: adquirieron experiencia con el tráfico de armas hacia la ex-Yugoslavia.
Pero también venden clorhidrato en Río de Janeiro, Sao Paulo, Buenos Aires y Santiago de
Chile, que son mercados importantes y en expansión.

Los «carteles» colombianos desde hace años producen amapola y marihuana: han
«diversificado su oferta». Además, Colombia es ya un gran productor de hoja de coca -al
parecer más de 100 mil hectáreas, según datos recientes del CINEP- con niveles altos de
rendimiento por hectárea y fábricas procesadoras experimentadas y cercanas.

En ambos países el redimiento por hectárea de cultivo de hoja de coca es más alto: los
fertilizantes e insecticidas son más baratos y la mano de obra también. Asimismo, es mucho
más rentable el procesamiento de hoja de coca para producir cocaína, porque los insumos
son más baratos y de fácil acceso. Puede decirse sin equívoco que las políticas de ajuste
neoliberal no afectaron tanto a los narcotraficantes colombianos y bolivianos como a los
peruanos. Punto para el presidente Fujimori.

Por las razones mencionadas, ambos países están listos para el desafío de la globalización y
recomposición del mercado de drogas de origen natural, fenómeno que probablemente se
producirá cuando pase la moda de las drogas de diseño en el Norte, se modifiquen los
«patrones de consumo» y se amplíe el consumo de drogas en el Sur.

¿UN PERU DIFERENTE?

Quinto, con el Perú no ha sucedido ni sucederá esto, lo que prevemos por varias razones que
paso a exponer. Las «bandas» peruanas -no son propiamente «firmas» y menos aún
«carteles»- han sido duramente golpeadas. Los grupos terroristas aliados de los
narcotraficantes en la Selva Alta están heridos de muerte, aunque en las últimas semanas
están demostrando que no están muertos, a juzgar por lo sucedido en Aucayacu,
Huancavelica y el Río Ene.
Las «bandas» de narcotraficantes no han sido capaces de abrir nuevas líneas productivas a
gran escala como la marihuana o la amapola, no han diversificado mercados y su «eficiencia
productiva» es más bien baja. Los fertilizantes, insecticidas y mano de obra son más caros
que en Bolivia y Colombia y, por lo tanto, los rendimiento por hectárea son más bajos. Los
precursores químicos para procesar pasta básica y cocaína también son más caros y de difícil
acceso.

Los últimos numerosos y cuantiosos requisamientos revelan la existencia de «espontáneos»


desesperados por colocar stocks -básicamente pasta bruta, pero también lavada y clorhidrato
con relativa pureza- ante la ausencia de colombianos que conocían el negocio y las rutas más
seguras.

Los colombianos ya no llegan en avionetas hasta el Huallaga o el Valle del Río Apurímac,
menos aún al Aguaytía o el Tambopata, sino que reciben la «merca» por el río Putumayo, en
el Trapecio de Leticia, frontera con Colombia, al cabo de quince días de tedioso y peligroso
trayecto.

DRIS CON COCA, ¡¡AHORA!!

Con lo anterior y para terminar, comparto un último punto, aunque no es una hipótesis sino
un deseo: justamente por ser el país más «golpeado» con esta crisis, en el Perú se trata de un
problema pero también, parafraseando al Maestro Jorge Basadre, se trata de una posibilidad.

Debemos mirar hacia otro lado e impulsar en serio un gran proyecto integral de desarrollo
sustentable en la región andino/amazónica. Se trata de un modelo diferente al impulsado
hasta ahora, que lo he llamado DRIS-C, o sea Desarrollo Rural Integral Sustentable, con
Coca. Así, con la coma, porque no soy de los que plantean «coca para el desarrollo».

Este proyecto -o más bien este conjunto de proyectos enmarcados en una estrategia
común- debe implicar respeto a la ecología, sostenibilidad en el tiempo y sustitución o
reconversión -me gusta más y es más correcto este último término- de cultivos ilícitos por
otros orientados al mercado local y nacional. Pero también debe implicar el respeto a
cultivos selectos de coca para el consumo tradicional y su industrialización benéfica.

HAY ALTERNATIVAS

Estoy convencido y dispuesto a discutir en otra ocasión con cifras en la mano, que
actualmente hay una gama de productos que en el corto plazo son más rentables para los
campesinos cocaleros que la hoja de coca: ajonjolí y café orgánico, barbasco y uña de gato,
camu camu y piña, entre los de consumo externo y exportación.

Existen otros productos que podrían ser rentables a mediano plazo, como el cacao orgánico,
las maderas preciosas, las plantas nativas (medicinales, oleaginosas y tintóreas) y la
ganadería mayor y menor, sobre todo de fauna montesca (picuros, sajinos, ronsocos y
venados, por mencionar algunos), tanto para el mercado interno como externo. Pero hay
condiciones indispensables para este tipo de proyectos, que paso a exponer.
PARTICIPACION

Primero, la participación de las organizaciones sociales en todos los aspectos de los


proyectos, desde la formulación hasta la ejecución. Se trata de organizaciones campesinas y
populares, rurales y urbanas, tradicionales y de creación reciente, de carácter gremial y
productivas, incluso de seguridad ciudadana -como las rondas campesinas del Valle del Río
Apurímac/Ene-, que agrupan una gama de movimientos sociales de base y que deben ser
respetadas y alentadas.

Estas son la expresión de por lo menos tres tipos de pobladores andino/amazónicos: nativos,
colonos recientes y colonos asentados. Sin ellos, sin estas organizaciones, discúlpenme que
insista en este punto, el desarrollo sustentable -ecológico, contra la pobreza y sostenible en el
tiempo- será imposible.

CON "M" Y CON "I"

Segundo, priorizar productos para el mercado local, regional y nacional. Y, si podemos y


tenemos ventaja, exportemos. Según los conocedores, como Antonio Brack y Manuel
Villavicencio, la amazonía no tiene en realidad aptitud agrícola o ganadera exportable, como
nos han vendido políticos y «visionarios» durante años.

Nuestros técnicos y los que vienen de fuera, impactados por este mito y por la globalización
en curso, están marcados a fuego con una X de exportación en la frente. Cada propuesta
productiva que hacen lleva explícitamente la consigna de exportar. Y, lo peor de todo,
exportar lo de siempre: café, cacao, aceite de palma, jugo de frutas, piña, alguna que otra lata
de pijuayo o palmito.

Deberíamos pensar y actuar al revés: ir de lo local a lo internacional, como plantea Jürgen


Shuldt en varios escritos para la costa y la sierra. En la selva, particularmente la selva alta,
esto es más necesario y posible.

OTRO MARCO ECONOMICO

Tercero, hay que hacer modificaciones fundamentales en la política económica global.


Arriesgo algunas, con el riesgo de ser considerado un aguafiestas populista.

* Modificar el arancel plano, la no operatividad de las sobretasas arancelarias, la política


tributaria que hunde al campo y el retraso cambiario contra los bienes transables que se
cultivan en esas regiones.

* Adoptar una política agresiva en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y en los
acuerdos del GATT para mitigar los efectos de los subsidios agrícolas de los países del Norte
y lograr preferencias para la exportación de bienes sustitutos.

* Promover cultivos y actividades productivas orientados hacia el mercado local y nacional,


más que poner todo el esfuerzo en la exportación.
* Acelerar la rehabilitación de carreteras y la construcción de infrestructura de acopio en las
zonas cocaleras para favorecer la comercialización de los productos de esas zonas.

* Crear el Fondo Nacional de Desarrollo Alternativo (FNDA) con recursos provenientes de


la venta de bienes incautados al narcotráfico, con un porcentaje de las sobretasas arancelarias
y con canjes de deuda externa, a fin de generar una reconversión productiva y promover el
financiamiento de corto plazo a los productores, permitiendo su acceso al sistema financiero
formal.

* Declarar el libre comercio e industria de la coca para fines benéficos, promover empresas
campesinas a nivel de valle para ello y crear el Instituto Nacional de Desarrollo de la Coca
(INDECO).

En resumen, basta de neoliberalismo para todo el país, pero en especial para la región
andino/amazónica.

BASTA DE «MECIDAS»

Cuarto, hay que relanzar los planteamientos relativos al desarrollo alternativo contenidos en
el Plan Nacional de Prevención y Control de Drogas 1994-2000. La prioridad establecida por
dicho plan ha sido alterada por el Decreto Legislativo 824 de abril de este año, que creó el
Contradrogas y que todavía no funciona.

Si bien el consumo interno de drogas se ha incrementado de manera preocupante y las


encuestas de CEDRO están allí para demostrarlo, el problema central es la producción. Más
aún, ahora que hay sobresaturación del mercado internacional de la cocaína.

Por lo tanto, se debe instalar cuanto antes la comisión intersectorial adecuada para ello y
nombrar al «Zar» del desarrollo alternativo que estableció el PNPCD. Asimismo, se debe
declarar en emergencia económica y social las zonas cocaleras, resucitando los proyectos de
ley que al respecto presentaron el año pasado tanto el congresista Rafael Urrelo como Luis
Campos Baca, ambos del partido de gobierno.

CONCLUYO

Los cocaleros agrupados en el Consejo Andino de Productores de Hoja de Coca (CAPHC)


han dicho que coca no es cocaína, que productor de coca no es narcotraficante y que
consumidor de hoja de coca no es drogadependiente. Han dicho también que están de
acuerdo con salidas pacíficas y voluntarias para reducir sustancialmente los actuales cultivos
y colaborar con impulsar un modelo tipo DRIS-C. Lo han sostenido en sus propios
países -Bolivia, Colombia y Perú- y en el 38 periodo de sesiones de la Comisión de
Estupefacientes de la ONU

Sin embargo, en Tingo María y Monzón se está erradicando cocales, y en Sandia y


Quillabamba, con el apoyo de la ENACO, se está requisando hoja de coca que va destinada
al comsumo tradicional, según denuncias de los dirigentes cocaleros recientemente reunidos
en Puno -el 10 y 11 de agosto- en su IV sesión ordinaria.
Los cocaleros han dirigido un memorial a los presidentes y jefes de Estado del Grupo de Río
que se reunirán en Cochabamba a principios de setiembre, planteando claramente sus
criterios para combatir mejor al narcotráfico y el abuso en el consumo de drogas, para luchar
juntos contra la pobreza, por el fortalecimiento de la democracia y la defensa de la soberanía
que quiere ser pisoteada en Colombia.

El Presidente del CAPHC, el dirigente cocalero boliviano Evo Morales -quien no llegó a
Puno por un absurda prohibición del gobierno de Bolivia al declarar su «arraigo»-, dijo algo
interesante a principios de este año: «en vez de erradicar el hambre y la miseria de las zonas
cocaleras, el gobierno está erradicando al hombre».

En Tiempos de guerra y de dioses el antropólogo ayacuchano Ponciano del Pino ha


reflexionado como sigue respecto a la situación actual del Valle del Río Apurímac-Ene,
cuyas rondas campesinas derrotaron a Sendero Luminoso: «La crisis de esta "falsa
economía" construida alrededor del narcotráfico, podría ayudar a reconstruir la producción
sobre bases más sólidas y a revertir ese divorcio del Estado, si éste decidiera apoyar a estas
poblaciones, que desde muy temprano tomaron parte en el proceso que se ha venido en
llamar pacificación, aunque lamentablemente, conforme SL deja de ser una amenaza para el
país y la estabilidad democrática, la preocupación por las regiones más golpeadas por la
violencia comienza a decrecer».

Me pregunto si es tan difícil entender que el clamor de las organizaciones cocaleras es una
urgencia del momento y que más tarde será ... demasiado tarde.

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