Responsabilidad Patrimonial Del Estado
Responsabilidad Patrimonial Del Estado
Responsabilidad Patrimonial Del Estado
Curso
Derecho Administrativo Especial I (SP-3738)
Alumnos
Mauricio Rodríguez Fallas
Marco Antonio Hernández Vargas
Profesora
Doctora Magally Hernández Rodríguez
Tema
Diferencias entre responsabilidad de la Administración por conducta
lícita y normal y por conducta ilícita y anormal.
Fecha
27 de mayo del 2010
INTRODUCCIÓN
1
sobre el tema ha desarrollado en los últimos tiempos la jurisprudencia nacional,
especialmente las Salas Constitucional y Primera de la Corte Suprema de Justicia.
Asimismo, haremos una breve exposición sobre el origen y desarrollo del tema de la
responsabilidad objetiva de la Administrativa en nuestro ordenamiento jurídico.
También, desarrollaremos analíticamente los casos que sobre este tema fueron llevados a
debate al aula y las diferentes posiciones que se adoptaron sobre los mismos en clase,
además, expondremos nuestra posición sobre dichos casos. No obstante, es importante
recordar que los casos que fueron llevados a debate al aula sobre el tema de
responsabilidad objetiva de la Administración por funcionamiento legítimo o ilegítimo,
normal o anormal, son reales y de interés actual, a los cuales se les realizó pequeños
ajustes a efectos de no abarcar temas de investigación de otros grupos de trabajo.
2
DIFERENCIAS ENTRE RESPONSABILIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN POR
CONDUCTA LÍCITA Y NORMAL Y POR CONDUCTA ILÍCITA Y ANORMAL.
En el estudio realizado pudimos identificar tres diferentes y marcadas etapas por las
cuales ha pasado el tema de responsabilidad de la Administración en nuestro
ordenamiento jurídico; la primera podría identificarse hasta la promulgación de la actual
Constitución Política en diciembre de 1949; la segunda etapa correspondería de
diciembre de 1949 hasta la promulgación y entrada en vigencia de la Ley General de la
Administración Pública en el año de 1978; y la tercera desde la entrada en vigencia de la
Ley General de la Administración Pública en el año de 1979 a la fecha, siendo esta última
la que nos interesa desarrollar en este trabajo.
Hasta el año de 1949, para poder determinar algún tipo de responsabilidad patrimonial a
la Administración, el administrado o lesionado y los administradores de justicia debían
1
ORTIZ ORTIZ, EDUARDO, “Expropiación y Responsabilidad Pública”, página 22 y ss.
3
recurrir a las reglas establecidas en los Códigos Penal y Civil, que no obstante, fue de
casi nula aplicación dicha normativa en cuanto a la responsabilidad Administrativa.
2 2
Artículo publicado en el períodico La Nación, 1°de julio de 2007.
4
administrativa de amplio espectro sin zonas inmunes o exentas cuando sean vulnerados
por las administraciones públicas en el despliegue de su giro o desempeño público.
El numeral 41 de nuestra Constitución Política establece que ocurriendo a las leyes, todos
han de encontrar reparación para las injurias o daños que hayan recibido en su persona,
propiedad o intereses morales, este precepto impone el deber al autor y responsable del
daño de resarcir las lesiones antijurídicas efectivamente sufridas por los administrados
como consecuencia del ejercicio de la función administrativa a través de conductas
positivas por acción o negativas por omisión de los entes públicos, con lo cual se
convierte en la piedra angular a nivel constitucional para el desarrollo legislativo de un
sistema de responsabilidad objetiva y directa en el cual el resarcimiento no depende del
reproche moral y subjetivo a la conducta del funcionario público por dolo o culpa, sino,
única y exclusivamente, por habérsele infringido o recibido, efectivamente, injurias o
daños en su persona, propiedad o intereses morales, esto es, una lesión antijurídica que
no tiene el deber de soportar y, por consiguiente, debe serle resarcida.
El numeral 41, antes citado, establece un derecho fundamental resarcitorio a favor del
administrado que haya sufrido una lesión antijurídica por un ente –a través de su
funcionamiento normal o anormal o su conducta lícita o ilícita- y la obligación correlativa,
de éste de resarcirla o repararla de forma integral, el acceso a la jurisdicción previsto en
este mismo precepto constitucional. El artículo 45 de ese cuerpo constitucional recoge el
principio de la intangibilidad del patrimonio al disponer que la propiedad es inviolable; que
a nadie puede privarse de la suya si no es por interés público legalmente comprobado,
previa indemnización conforme a la ley, se reconoce, de esta forma, por el texto
fundamental que los sacrificios especiales o las cargas singulares que el administrado no
tiene el deber de soportar o tolerar, aunque devengan de una actividad lícita –como el
ejercicio de la potestad expropiatoria- deben resarcirse. El artículo 49, párrafo 1°, de la
Constitución Política en cuanto, de forma implícita, reconoce la personalidad jurídica y,
por consiguiente, la posibilidad de demandar en estrados judiciales a los entes públicos,
cuando incumplan con sus obligaciones, constituye un claro basamento de la
responsabilidad administrativa. Por su parte, el párrafo in fine del ordinal 49 dispone que
la ley protegerá, al menos, los derechos subjetivos y los intereses legítimos de los
administrados, siendo que una de las principales formas de garantía de éstos, lo
5
constituye un régimen de responsabilidad administrativa objetivo, directo, amplio y
acabado.
El párrafo final del artículo 50 de la Constitución Política, en materia del daño ambiental,
establece que la ley determinará la responsabilidad y las sanciones correspondientes,
régimen de responsabilidad del que no pueden abstraerse los entes públicos cuando
contaminan al desplegar una actividad industrial, comercial o de servicios y, en general, el
Estado cuando incumple sus obligaciones de defensa y preservación del medio ambiente
a través de una deficiente actividad de fiscalización o de control de las actividades
públicas y privadas actual o potencialmente contaminantes.
Esta ley estableció que la Administración sería responsable por todos los daños que
causara su funcionamiento legítimo o ilegítimo, normal o anormal, salvo fuerza mayor,
culpa de la víctima o hecho de un tercero; y la obligación de reparar todo daño causado a
los derechos subjetivos ajenos por faltas de sus servidores cometidas durante el
desempeño de los deberes del cargo o con ocasión del mismo, utilizando las
oportunidades o medios que ofrece, aún cuando sea para fines o actividades o actos
extraños a dicha función.
6
En conclusión, la responsabilidad objetiva es aquella que no toma en cuenta el examen
del sujeto o funcionario que cometió el daño, sino más bien, la mera constatación de éste
y la relación de causalidad; es decir, que el mismo se haya producido por la conducta de
la Administración. Como bien lo indica la doctrina, “basta la existencia de un resultado
dañoso que cause un perjuicio efectivo, evaluable económicamente e individualizado
respecto a una persona o a un grupo de personas, para que surja la obligación de
indemnizar sin que se requiera otro requisito que la relación de causalidad entre el acto y
el daño y prescindiendo en absoluto de la licitud o ilicitud del acto originador del daño”.3
En cuanto a la responsabilidad objetiva de la Administración es claro el artículo 190 de la
Ley General de la Administración Pública.
3
GARCÍA DE ENTERRÍA, EDUARDO, Curso de Derecho Administrativo, Tomo II, Editorial Civitas,
sexta edición, Madrid, España, 2000, página 371 y ss.
7
"La responsabilidad de la persona contra quien se demanda la
reparación no puede ser comprometida si el hecho que se le imputa no
es la causa del daño"4.
"…es necesario que exista entre éste (daño) y un hecho por el cual debe
responder el demandado un vínculo de causa a efecto de modo tal que
ese hecho sea el real generador del daño".5
En tercer lugar, el nexo causal, que es la relación de una causa a efecto, en relación a la
acción u omisión del Estado en el cumplimiento de los cometidos Estatales y el daño
antijurídico causado al perjudicado, es decir, que el daño lo haya ocasionado el Estado.
Hay que tener claro que no se trata aquí de la imputabilidad material del hecho o acto
administrativo al órgano del Estado sino de determinar si las consecuencias dañosas de
ese hecho o acto derivan necesariamente de éstos u obedecen a otra causa.
4
R. CHAPUS, Droit Administratif Général. Dalloz, 1984, página 795
5
M. PAILLET, La Responsabilidad Administrativa. Universidad Externado de Colombia, Bogotá,
2001 página 85
8
Ahora bien, nuestra Ley General de la Administración Pública y la misma doctrina
distingue dos supuestos a efecto de indemnizar el daño ocasionado por la Administración
al administrado, los cuales son el objeto del presente trabajo.
Asimismo, la Ley General de la Administración Pública establece las causas por las
cuales la Administración Pública se podría eximir de responsabilidad patrimonial, así
como las causas de justificación del actuar administrativo, así como los principios
generales que rigen la responsabilidad objetiva de la Administración, tales como a que el
daño deberá ser efectivo, evaluable e individualizable, la responsabilidad de la
Administración Pública por el daño de bienes morales, el padecimiento moral y el dolor
9
físico causados por la muerte o por lesiones, y la prescripción del derecho de reclamar
indemnización a la Administración y a los servidores públicos.
Ahora bien, para concebir más claramente estos supuestos, a continuación se analizarán
los mismos por separado, con la finalidad de identificar las características y rasgos que
permiten a las autoridades, tanto administrativa como judicial, aplicar uno u otro supuesto,
no sin antes hacer una breve exposición de algunos conceptos importantes, los cuales se
encuentran debidamente respaldados en doctrina ampliamente respetada y alguna
jurisprudencia.
6
MARIENHOFF, MIGUEL, Tratado de derecho administrativo, Buenos Aires, Abeledo-Perrot,
1992, Tomo IV, página 656.
10
En esta misma posición de resarcimiento de los daños, el tratadista JUAN CARLOS
CASSAGNE7 propicia un fundamento único que permite determinar la responsabilidad
Estatal, el cual se encuentra orientado al fin del Estado, y es consistente en el
restablecimiento del equilibrio, a fin de mantener la igualdad ante los daños causados por
éste. De manera que, la obligación de resarcir el perjuicio ocasionado al damnificado no
nace del daño sino de la alteración del principio de igualdad, aun cuando se requiera la
ocurrencia del daño.
7
CASSAGNE, JUAN CARLOS, Derecho administrativo, 6a. ed., Buenos Aires, Abeledo-Perrot,
1998, Tomo I, páginas 276 y ss.
11
Tal y como se ha expuesto anteriormente, es posible sintetizar que la evolución de la
responsabilidad del Estado ha ido encaminada a una noción objetiva y directa de
responsabilidad estatal, sustentada exclusivamente en principios de derecho público8.
Por otro lado, es importante señalar la posición que ha sostenido el tratadista MUGUEL
MARIENHOFF9, quien resalta que el fundamento de la responsabilidad Estatal no es otro
que el Estado de Derecho y sus postulados, cuya finalidad es proteger el derecho.
12
responsabilidad administrativa, no obstante, no se puede derivar de los principios del
Código Civil, porque la responsabilidad estatal se sustenta, principalmente, en la falta o
falla del servicio, tal y como lo señala el tratadista GEORGE VEDEL.12
Ahora bien, atendiendo a este concepto, es importante señalar que hay falta del servicio
público cuando el servicio no ha funcionado (por ejemplo en un accidente en la carretera,
causado por falta de señalización en una obra pública), o cuando ha funcionado mal (por
ejemplo un accidente debido a un material defectuoso, usado por la administración), o
cuando ha funcionado demasiado tarde (por ejemplo un daño causado por la lentitud
administrativa en la tramitación de una reclamación)13.
12
VEDEL, George, Derecho Administrativo, Traducción de la 6ª edición francesa por Juan Rincón
Jurado, 1980, Biblioteca jurídica Aguilar, Madrid- España.
13
MARGAUX GUERRA, YOLAND y CASTRO ARDILA, D., JAIRO. Revista Diálogos de Saberes.
Diversas formas de la responsabilidad del Estado por la Actividad Administrativa. Número 26,
Enero-Junio de 2007, Colombia, página 145-162
13
La previsión legal de responsabilidad en ambas hipótesis, que es inequívoca, demuestra,
pues, palmariamente, que la responsabilidad de la Administración es objetiva, totalmente
independiente de la idea de culpa o negligencia. La Administración responde siempre, por
disposición constitucional y legal, de los daños que cause el funcionamiento de los
servicios públicos; y las excepciones a este principio no son otras que las expresamente
establecidas en la ley, que, como tales excepciones, son, además, de interpretación
estricta.
Ahora bien, para exponer más claramente estos dos supuestos, a continuación se
expondrán por separado los mismos, con la finalidad de identificar las características y
rasgos que permiten a la doctrina y a la legislación aplicar uno u otro supuesto.
14
RODRÍGUEZ R., LIBARDO. Derecho Administrativo General y Colombiano. Novena edición, Editorial TEMIS -
Bogotá Colombia 1996. pág. 386,
14
individualmente una carga anormal y excepcional, esa carga constituye
un daño especial que la administración debe indemnizar.”
15
JINESTA LOBO, ERNESTO. Responsabilidad del Estado Legislador.
15
especiales, se rompe la igualdad ante cargas públicas y si tal desigualdad es efecto, se
impone el deber de resarcimiento patrimonial.
Una vez expuesto el Principio de Igualdad de las Cargas Públicas, es necesario señalar
que existen algunas condiciones que, por ser comunes a la responsabilidad estatal, sin
importar ante cual supuesto nos encontremos, siempre deberán identificarse con la
finalidad de determinar la existencia de la responsabilidad estatal ante una situación
determinada, dichos supuestos, como reiteramos, son: 1) La imputabilidad material del
acto (entendido el mismo como el hecho, acto administrativo, reglamento o ley) a un
órgano del Estado; 2) La existencia de un daño cierto en los derechos del particular
afectado; y 3) La conexión causal entre el acto (individual o general) y el daño hecho al
administrado.
Ahora bien una vez identificados estos elementos, es necesario traer a exposición que el
artículo 194 de la LGAP establece dos requisitos que deberán, dejando claro que los
mismos no son ni dependientes ni excluyentes entre sí, identificarse en el caso concreto,
requisitos que serán analizados más detalladamente más adelante, dado que sobre los
mismos recae la mayor importancia para la determinación de la existencia de la
responsabilidad por conducta lícita y funcionamiento normal.
Por otro lado, el presupuesto que completa esa serie es aquí, obviamente, el que atañe a
la "legitimidad" del acto administrativo, reglamento o ley, lo cual supone que el respectivo
16
acto no adolece de algún vicio o defecto, por cuanto ha sido emitido de conformidad con
todos los requisitos formales y sustanciales impuestos por el ordenamiento jurídico16.
Como aclaración respecto a este punto, es necesario tener claro que se concibe que
también constituyen actos legítimos aquellos que sean portadores de alguna irregularidad
intranscendente, la cual nunca da origen a la invalidez o ilegitimidad del respectivo acto
generador de responsabilidad.
Como primer elemento podemos identificar, que la administración será responsable por
sus actos lícitos, aspecto referido a la conducta administrativa, aspecto que constituye la
16
CASSAGNE, JUAN CARLOS, Tratado de derecho administrativo, op.cit., pág. 294.
17
base de la responsabilidad por actuación legítima, y que básicamente podemos definir la
licitud como la actuación conforme al ordenamiento jurídico.
En este caso, el funcionamiento normal puede apreciarse como el ajuste que haya hecho
el agente causante a los parámetros de buen funcionamiento y cumplimiento de las
disposiciones normativas y de otra índole que incidan en su conducta no han logrado
impedir que el daño se consuma y, de manera que tal daño es tan ajeno a la generalidad
de resultados que obliga a la indemnización del mismo
Ante esta situación podemos señalar que este es un supuesto de responsabilidad por
riesgo, en el tanto, los daños deriven de la mera existencia de la organización y de la
actividad administrativa, de cuyas consecuencias dañosas debe responder, a pesar de
que los mismos hayan sido desarrollados de la manera adecuada.
Ahora bien, el tercer elemento que se desprende del artículo citado, corresponde al
sacrificio particular o especial, el cual puede ser concebido en dos premisas: a) Por la
pequeña proporción de afectados y, b) Por la intensidad excepcional de la lesión.17
De esta manera, la responsabilidad del Estado por sacrificio particular que se verifica
cuando el Estado, en ejercicio de su actividad lícita, causa un daño que por virtud de su
gravedad y especialidad comporta una ruptura del principio de igualdad ante las cargas
17
En la sentencia número 993-2010 del Tribunal Contencioso Administrativo y Civil de Hacienda. Sección
Sexta Circuito Judicial de San José. Anexo A, ha señalado que: “En el caso de la conducta lícita y el
funcionamiento normal, el Ordenamiento Jurídico establece presupuestos y exigencias que determinan su
procedencia, entre ellos, el daño debe ser especial o anormal, lo que supone que debe recaer sobre una
pequeña proporción de afectados o bien, en el segundo caso, debe tener una intensidad excepcional. En
estas hipótesis la responsabilidad solo cubre el daño, no así los perjuicios (artículos 194 y 195 de la Ley
General de la Administración Pública).”
18
públicas, desde que impone un sacrificio para el particular que excede de aquél que el
común de los administrados debe normalmente soportar.
Respecto a este punto, podemos señalar que el daño es especial por afectar a un solo
administrado o a un grupo identificable, criterio cuantitativo, el mismo es anormal en virtud
de la intensidad excepcional, criterio cualitativo.
Por otro lado, en cuanto al criterio cualitativo, entendemos que la intensidad excepcional
de la lesión hace referencia ineludible a su gravedad, intensidad, importancia o
trascendencia, entendidos de que el mismo sobrepasa límite de la tolerancia normal,
sobre el cual, el o los afectados no tienen obligación de soportarlo.
Don Rodolfo PIZA ESCALANTE18 en una de las sesiones celebrada por la Comisión
Permanente de Asuntos de Gobierno y Administración, mientras se conocía el proyecto
de la LGAP, se refirió al respecto indicando:
Así las cosas, la responsabilidad por conducta lícita y funcionamiento normal supone una
específica valoración de la lesión que causa el actuar de la Administración, en este
supuesto, el daño es calificado de especial, ya sea por la pequeña proporción de
afectados o bien por la intensidad excepcional de la lesión.
18
ASAMBLEA LEGISLATIVA DE COSTA RICA, Expediente Legislativo del Proyecto de Ley General de
Administración Pública. Acta Nº 104, 2 de abril de 1970, p. 7.
19
Ahora bien, respeto a los elementos descritos anteriormente, y que permiten identificar los
casos en los cuales podemos distinguir la presencia de responsabilidad por conducta lícita
y funcionamiento normal, nos permitimos transcribir las definiciones en cuanto a los
conceptos licitud, especial, pequeña proporción e intensidad, desarrollados por el
DOCTOR RAFAEL GONZÁLEZ BALLAR19, en su libro Apuntes de Derecho
Administrativo, respecto de los cuales señala lo siguiente:
19
GONZÁLEZ BALLAR, RAFAEL, Apuntes de Derecho Administrativo, págs. 250, 252 y 253.
20
conducta lícita y funcionamiento normal, el cual fue explicado en la Asamblea Legislativa
por el DOCTOR ORTIZ ORTIZ20 en los siguientes términos:
20
QUIROS CORONADO, Roberto, Ley General de la Administración Pública, Concordada y Anotada con el
Debate Legislativo y la Jurisprudencia Constitucional, San José, Aselex Sociedad Anónima, 1996, p. 295
21
lesionado sea menor que el causado al dueño. Cuando el dueño a
consecuencia de la lesión ha dejado de percibir ciertas ganancias. En
ese caso, no se indemniza. (...) En estos casos, el Estado actúa en un
acto de solidaridad social y de justicia con el particular..."
22
utilizando indistintamente ambos conceptos para hacer referencia a este supuesto de
responsabilidad.
21
GONZÁLEZ BALLAR, RAFAEL, Op.cit., pág. 229.
23
normas técnicas de buena organización o administración,
funcionamiento anormal y responsabilidad en cualquiera de las dos
hipótesis por igual, y siempre sería responsable la Administración, aún
dentro de un sistema de responsabilidad por culpa”.
Por otro lado, cuando se hace referencia al funcionamiento anormal, se indica que puede
entender el que comprobadamente ha sido antijurídico en sí mismo, por que violó las
leyes y reglamentos de servicio o las normas técnicas (no jurídicas) de la buena
organización o administración, o las reglas de prudencia en el actuar administrativo, o
porque el funcionamiento acarrea resultados inesperados, incluso contrarios con el fin
público perseguido por la ley del servicio.
Como puede observarse, en estas definiciones, podemos señalar que en ambas se hace
alusión a la infracción al ordenamiento jurídico, mas en el caso del funcionamiento
anormal se establecen otros supuestos sobre los cuales se podría hacer alusión a un
funcionamiento anormal sin la necesidad de que la actuación infrinja directamente el
ordenamiento jurídico.
24
Continuado con el análisis de estos conceptos, JUAN CARLOS CASSAGNE22, ha
señalado que:
22
CASSAGNE, JUAN CARLOS, Tratado de derecho administrativo, op.cit., pág. 273.
25
funcionamiento o el funcionamiento tardío23, haciendo hincapié en que la actuación es
anormal siempre que dicho funcionamiento de los servicios públicos se realice por debajo
de los estándares o medidas de calidad exigibles.
23
ROSALIA BETANCORT RIJO, Letrada de la Audiencia de Cuentas de Canarias y MARÍA ISABEL SANTOS,
Secretaria del Ayuntamiento de Guía de Isora. Tenerife, Revista N° 19. Dic 1999, Auditoria Pública. Pag 68
26
forma técnicamente incorrecta, con infracción de los estándares medios admisibles de
rendimiento y calidad de los Servicios Públicos.
Por otro lado, respecto al funcionamiento anormal desde el punto de vista de la actuación
administrativa, denominado por los citados autores como Anormalidad por el
funcionamiento, se ha señalado que en dichos casos, se evidencia anormalidad en una
situación en que se hayan obviado los procedimientos o pautas respectivas, sea por violar
las reglas unívocas de la ciencia o la técnica, o debido a la transgresión de principios
24
JINESTA LOBO, ERNESTO. Responsabilidad del Estado Legislador.
25
RIVERO, JEAN: La Responsabilidad Administrativa. Material impreso para la cátedra de Derecho
Administrativo Especial, Universidad de Costa Rica, profesor Rafael González Bailar. p.6.)
26
GONZÁLEZ BALLAR, RAFAEL, Apuntes de Derecho Administrativo, págs. 243 - 247.
27
elementales de justicia, lógica o conveniencia, o sea, cuando se actúa por debajo de la
mínima media de diligencia. En este tipo de anormalidad, se han señalado tres hipótesis
básicas para catalogar una conducta como anormalidad por funcionamiento, dichas
hipótesis radican en la existencia de un mal funcionamiento, un funcionamiento tardío o
bien, ante la ausencia total de funcionamiento.
28
Ahora bien, existen rasgos doctrinarios que tienden a independizar o distinguir la
presencia de estos conceptos, a pesar de su uso indistintamente para hacer alusión a una
conducta ilícita, asimismo, respecto a esta tendencia, la Sala Primera aclara el concepto
de anormalidad, en las resoluciones números 420-C-00, 000584-F-2005, 384-2006 y
000074-F-2007, señalando en lo que interesa lo siguiente:
Como puede observarse del texto citado, la tendencia de la Sala Primera se encuentra
encaminada en distinguir dichos conceptos; además en dicha transcripción podemos
encontrar seis aspectos que le dan rasgos propios a la anormalidad como figura
independiente de la ilicitud, a continuación se señalan dichos aspectos:
29
1. Que las conductas administrativas que no se aparten de la buena administración o
de la organización, haciéndose alusión a los principios de eficiencia y eficacia, en
el tanto debe adoptarse las acciones necesarias para ajustar la conducta
administrativa a la buena administración.
2. Que dicha conductas tampoco se aparten de las reglas técnicas o de la pericia,
pudiendo interpretarse las mismas como parámetros técnicos y discrecionales en
cuanto a la ejecución de una conducta administrativa en busca de la buena
administración.
3. Que no se actúe fuera del prudente quehacer en el despliegue de sus actuaciones,
de manera que este constituye un elemento subjetivo, en el tanto permite la
aplicación de parámetros discrecionales que le permitan cumplir, en uso de una
sana crítica y lógica racional, un fin determinado.
4. Asimismo, se establecen las formas de manifestación de la anormalidad, las
cuales pueden ser: a) un funcionamiento defectuoso, b) un funcionamiento tardío
o, c) una ausencia total de funcionamiento.
5. Otro aspecto a resaltar es que claramente se señalar que no puede adoptarse
como conceptos equivalentes, la ilicitud y la anormalidad, aspecto que permite
individualizar la anormalidad como parámetro referente a la ejecución de la
conducta.
6. Como último aspecto a resaltar, se puede precisar que ni el funcionamiento que
siendo debido o conforme a todas las reglas, produce un resultado dañoso
(denominado “funcionamiento anormal por resultado”) puede verse como
funcionamiento anormal, dado que este caso correspondería a responsabilidad por
funcionamiento normal con efecto o resultado lesivo, indemnizable.
Ahora bien, en virtud de que uno de los aspectos resaltados, consiste en las formas de
manifestación de la anormalidad, es necesario señalar que en el voto 584-2005 la Sala
Primera ha confirmado que la inactividad constituye un funcionamiento anormal en el
tanto corresponda a una actividad material debida, y a su vez, una conducta ilegítima si
infringe las potestades administrativas que dimanan del ordenamiento jurídico; véase que
dicho voto literalmente dice:
30
“hay inactividad de este tipo cuando existiendo para el ente u órgano
público una obligación de dar o hacer impuesta por el ordenamiento
jurídico o por una previa decisión suya, fuera o dentro de un
procedimiento administrativo, no se despliega la debida actividad fáctica
o jurídica que lleve a buen término la función otorgada, con detrimento
de los derechos o intereses de uno o varios sujetos pasivos, ya sean
privados o públicos, individuales o colectivos. Se trata de esa “culpa in
ommittendo” en la que se incumple por inacción el deber funcional de
actuar. (…)Esa pasividad frente al cumplimiento de obligaciones
preexistentes se enmarca, para efectos de la responsabilidad civil
extracontractual, como funcionamiento anormal de la Administración (en
tanto se corresponda con una actividad material debida) y con una
conducta ilegítima, que para este caso puede ser concurrente, en la
medida en que el incumplimiento de lo debido no sólo atenta contra las
reglas de buena administración, sino que infringe la juricidad en tanto
incumple las potestades administrativas funcionales que dimanan del
propio Ordenamiento Jurídico.”
31
Artículo 191.-La Administración deberá reparar todo daño causado a los
derechos subjetivos ajenos por faltas de sus servidores cometidas
durante el desempeño de los deberes del cargo o con ocasión del
mismo, utilizando las oportunidades o medios que ofrece, aún cuando
sea para fines o actividades o actos extraños a dicha misión.
32
CLASIFICACIÓN PROPUESTA DE LA RESPONSABILIDAD PATRIMOINAL DE LA
ADMINISTRACIÓN
33
Ante esta situación es posible señalar que al tratarse de una conducta lícita, lo
procedente es realizar la valoración respecto a su funcionamiento, de manera que
allí es en donde valoramos los tipos de funcionamiento:
i. Funcionamiento normal: en este tipo de funcionamiento podemos señalar
que la ejecución de la conducta lícita se ha realizado en una correcta
aplicación de las reglas unívocas de la ciencia o la técnica y en
cumplimiento de los principios elementales de justicia, lógica o
conveniencia.
34
Así las cosas, la clasificación propuesta anteriormente varía con la clasificación doctrinaria
en el tanto, se hace una valoración de la conducta de manera separada, independiente y
distinta a la valoración del funcionamiento.
Por su parte, el Magistrado Ernesto Jinesta Lobo28 señala que la Administración responde
por su conducta lícita y normal, cuando dicta un acto administrativo formal
sustancialmente conforme con el ordenamiento jurídico u omite dictarlo, o bien mediante
una actuación material o hecho permitido y normal. Por su parte, la responsabilidad es de
carácter ilícito, anormal y formal cuando el acto administrativo es ilegal, y no formal
27
GONZÁLEZ BALLAR, RAFAEL, Apuntes de Derecho Administrativo, página 215.
28
JINESTA LOBO, ERNESTO, Tratado de Derecho Administrativo, op.cit., página 72 y 73.
35
cuando estamos ante una actuación material no permitida o anormal. De modo que, el
régimen de responsabilidad sin falta requiere un daño anormal o un sacrificio especial que
violente el principio de igualdad y por su parte en el régimen por funcionamiento anormal
se exige la falta de servicio.
B) Lesión o existencia de un daño antijurídico, una conducta por acción u omisión que
infringe el ordenamiento jurídico, de modo que "cuando un ente público le causa a un
administrado una lesión antijurídica que no tiene la obligación de soportar, surge a su
cargo una obligación de repararle los daños y perjuicios (...)"30.
C) El Nexo causal, es decir que exista relación directa de causa a efecto entre el hecho
que se imputa y el daño producido que legitimen el perjuicio producido, sin causales de
exclusión del nexo de causalidad, al acontecer una situación eximente como la fuerza
mayor, la culpa de la víctima y el hecho de un tercero. Como establece el autor Jinesta
Lobo,
29
JINESTA LOBO ERNESTO, Tratado de Derecho Administrativo, op.cit. , página 98.
30
JINESTA LOBO ERNESTO, Tratado de Derecho Administrativo, op.cit. página 97.
36
"La relación de causalidad es el nexo objetivo o externo entre la
manifestación específica de la función administrativa, por acción u
omisión, y la lesión antijurídica provocada al administrado damnificado.
Debe mediar una relación inmediata, directa y exclusiva de causa a
efecto entre la manifestación específica o respectiva de la función
administrativa y la lesión antijurídica causada al administrado
31
damnificado que no tiene el deber de soportarla. (...) ".
Como se indicó, en cuanto a las causas que excluyen el nexo causal, están la fuerza
mayor, la cual se entiende como un hecho de la naturaleza, extraño, exterior, imprevisible
e inevitable, también opera la culpa de la víctima, que acontece cuando por su propio
accionar, o por su descuido, negligencia e imprudencia inexcusable, se provoca la lesión,
se coloca en una posición propicia para ello y asume el riesgo y sus efectos nocivos
previendo la eventualidad o posibilidad de la contingencia y el hecho de un tercero, que es
la acción u omisión de una persona ajena a la relación triangular entre la Administración-
funcionario y afectado, sin cuya participación no se hubiera producido el hecho lesivo.
31
JINESTA LOBO ERNESTO, Tratado de Derecho Administrativo, op.cit., página 106.
32
ORTIZ ORTIZ, Eduardo, Expropiación y Responsabilidad Públicas, San José, Editorial LIL, 1995,
página 123.
37
El hecho de un tercero, en tanto es producido por la acción u omisión de un sujeto
totalmente ajeno a la relación triangular entre Administración-funcionario-afectado y culpa
de la víctima, en la medida en que es el propio sujeto pasivo del daño, quien produce –
por negligencia o imprudencia inexcusable- la lesión, o se coloca en posición propicia
para ello.
33
González Ballar, Rafael, Apuntes de Derecho Administrativo, op. Cit. página 216.
34
González Ballar, Rafael, Apuntes de Derecho Administrativo, op. Cit. página 219.
35
González Ballar, Rafael, Apuntes de Derecho Administrativo, op. Cit. página 221.
38
2) Causas de justificación de responsabilidad
36
GONZÁLEZ BALLAR, RAFAEL, Apuntes de Derecho Administrativo, op.cit. pg. 221 y 22.
39
“(…) A diferencia de lo que sucede con las causas eximentes de
responsabilidad, no se rompe el vínculo o nexo de causalidad, sino que
se elimina la antijuricidad de la conducta.”
40
H. Que las afectaciones provocadas a los adultos mayores se originan en gran parte
porque el equipo utilizado en la construcción de la carretera se encontraba,
durante las horas no laborales, paralizado cerca del Hogar de Ancianos.
Respecto a este caso en concreto, el análisis original, se realizó en torno a los daños
provocados por la construcción de la carretera San José – Caldera, obviando la situación
acontecida en relación a la orden sanitaria emitida por el Ministerio de Salud, la cual se
incorporó para fundamentar aún más la existencia de responsabilidad.
Para el caso concreto, se plantearon 3 posibles hipótesis respecto a las actuaciones del
Ministerio de Obras Públicas y Transportes, basadas en la clasificación propuesta de la
responsabilidad de la administración:
a) Responsabilidad por conducta lícita y funcionamiento normal.
b) Responsabilidad por conducta lícita y funcionamiento anormal.
c) Responsabilidad por conducta ilícita.
41
d. La responsabilidad en este caso es una situación excepcional.
e. La anormalidad especial del daño es un requisito obligatorio, considerado un
sacrificio especial, y se presentó cumpliendo las dos condiciones:
iii. Por la pequeña proporción de los afectados, siendo el criterio cuantitativo, y se
demostró por cuanto era el único Hogar de Ancianos que se vio afectado.
iv. Por la intensidad excepcional de la lesión, correspondiendo a un criterio
cualitativo, en este caso se demostró un daño grave por cuanto la Sala
Constitucional ha señalado que “la protección al adulto mayor es un deber del
Estado y de la sociedad, ineludible y de primer orden”.
En el caso de estas tres hipótesis, la que obtuvo el mayor apoyo fue la denominada
Responsabilidad por conducta lícita y funcionamiento normal.
42
Ahora bien, respecto a las actuaciones del Ministerio de Salud, existió una única hipótesis,
la cual era que la conducta de dicho Ministerio era Ilícita en el tanto, el plazo otorgado en
la orden de desocupación era sumamente desproporcionado, de manera que dicha
situación generó que la orden de desocupación que concede el plazo de dos días fuera en
ilícito por sí mismo, al no ajustarse a la realidad, dadas las situaciones de la población
especial con la cual se estaba tratando, siendo este el motivo de la responsabilidad de la
administración, y respondiendo ante esta hipótesis por concepto de daños y perjuicios.
En relación a este punto, la diferencia respecto a cuál de las posiciones debía ser tomada
en consideración como situación real, hay que tener claro que en ambas la administración
43
respondería por los daños y perjuicios causados, no obstante, la idea de la distinción,
estriba en la determinación del atenuar del grado de responsabilidad.
En este punto, es menester indicar que se solicitó que se indicara que la responsabilidad
se originó por conducta ilícita y funcionamiento anormal, argumentándose que dichos
conceptos deben ser utilizados indistinta e incluyentemente.
Por otro lado, en cuanto a la hipótesis b), la cual obtuvo un apoyo de mayoría, consistió
en determinar que los trámites para la construcción de la carretera se ajustaron a derecho
y que en torno a la situación acontecida con los poblados de Atenas se debió a un
funcionamiento tardío de la administración, en el tanto se realizaron las obras de forma
tardía, lo cual es una de las condiciones del funcionamiento anormal.
44
45
ANEXO I:
JURISPRUDENCIA RELEVANTE
46
ausencia total de funcionamiento. Anormalidad e ilicitud, no deben por tanto adoptarse
como conceptos equivalentes, ni siquiera en lo que corresponde a la hipótesis de aquel
funcionamiento que siendo debido o conforme con las reglas antedichas, produce un
resultado dañoso (denominado por algún sector doctrinal como “funcionamiento anormal
por resultado”), pues en tal caso, lo que opera es una responsabilidad por funcionamiento
normal con efecto o resultado lesivo, indemnizable, claro está, siempre que se cubran los
requisitos preestablecidos expresamente por el propio Ordenamiento Jurídico (véase el
mismo artículo 194 de la Ley General de la Administración Pública). Tampoco debe
confundirse esta “anormalidad” del funcionamiento y la “ilegitimidad” de éste, con la
antijuricidad genérica y de base, imprescindible en toda reparación civil. En efecto, la
responsabilidad civil nace de la antijuricidad, que a su vez se constituye en su fundamento
(derivado algunas veces de una norma positiva, mientras que en otras, del principio
básico traducido en el deber de no dañar a otro), y que para esta materia particular se
concreta en la inexistencia de ese deber para soportar el daño. Siempre que la víctima no
tenga ese deber de soportar la lesión, se convierte en antijurídica, por menoscabo a un
tercero a contrapelo del ordenamiento. De no existir ésta, no cabe reparación. Resulta de
esta forma incluso en la responsabilidad por conducta lícita, en la que pese a la juricidad
plena de la conducta adoptada, se produce una lesión que por no ser de obligado soporte,
es antijurídica en su base, conforme a lo que va dicho. Así las cosas, si no existe el deber
de sobrellevar la lesión (entendida como la consecuencia final ablativa de la conducta
pública), es porque la Administración debía evitarla, o, en caso contrario y bajo ciertas
circunstancias (requisitos del artículo 194 de la Ley General de la Administración Pública)
asumir las consecuencias reparadoras de aquella que no pudo impedir. Se produce
entonces, el incumpliendo al deber de indemnidad patrimonial de la persona, y en ese
tanto, habrá que reputar la lesión a la esfera jurídica de la víctima como antijurídica, y por
ende, de obligada reparación. De esta manera, puede afirmarse que sólo es indemnizable
la lesión que confrontada con la globalidad del Ordenamiento, pueda reputarse como
antijurídica en su base, pues lo contrario sería afirmar la compensación por acción dañosa
frente a un menoscabo que el Ordenamiento no reprocha y que, por el contrario, tolera y
conciente como normal y justificado. Debe reiterarse entonces, que para la existencia en
Derecho de una reparación debida, ha de existir antijuricidad antecedente y de base, lo
que en modo alguno apunta a la naturaleza (legítima o ilegítima) de la conducta
desplegada por el agente productor del daño, ni por el resultado que produce dicha acción
47
u omisión. En efecto, aún en los supuestos de funcionamiento legítimo y normal, en los
que no existe ilicitud en el comportamiento, se produce una consecuencia dañosa, que
con determinadas características (intensidad excepcional o pequeña proporción de
afectados), se reputa como de obligada reparación, lo cual dice de su antijuricidad, tanto
así, que con la lesión misma surge la obligación civil y su consecuente derecho de
accionar.
Se puede sostener entonces, que la antijuricidad de base, a la que se hace referencia
como sustrato y presupuesto global e imprescindible para la responsabilidad, es cosa
distinta e independiente del parámetro de imputación utilizada por el Sistema Jurídico,
pues aún en el evento de un régimen objetivo (que excluya los elementos subjetivos de la
culpa y dolo, para dar paso a una simple transferencia económica dirigida a restaurar el
desequilibrio producido en la igualdad de las cargas públicas), hay antijuricidad, en la
medida en que la norma declara la obligación existente bajo el presupuesto implícito de
una lesión contraria a Derecho, que no debe ser soportada por la víctima. Esa reiterada
antijuricidad estará siempre presente en el daño indemnizable, bien sea por
funcionamiento normal o anormal, legítimo o ilegítimo.
48
la medida en que se revierte en un acto presunto por silencio administrativo) como
material (referida básicamente al ámbito prestacional de la organización administrativa).
De esta manera, ha de entenderse la inactividad material administrativa como aquella
derivada de la omisión en el cumplimiento de una obligación jurídica preestablecida, que
se produce cuando, fuera de un procedimiento administrativo, la Administración incumple,
por omisión, una obligación impuesta por el Ordenamiento Jurídico o por cualquier otro
mecanismo de autovinculación, como es el caso de un acto propio o de los instrumentos
consensuales, con lesión directa de un interés legítimo o de un derecho subjetivo, ya sea
que altere o no una relación jurídico-administrativa preexistente. Más simple, hay
inactividad de este tipo cuando existiendo para el ente u órgano público una
obligación de dar o hacer impuesta por el ordenamiento jurídico o por una previa
decisión suya, fuera o dentro de un procedimiento administrativo, no se despliega
la debida actividad fáctica o jurídica que lleve a buen término la función otorgada,
con detrimento de los derechos o intereses de uno o varios sujetos pasivos, ya
sean privados o públicos, individuales o colectivos. Se trata de esa “culpa in
ommittendo” en la que se incumple por inacción el deber funcional de actuar. De más está
decir, que la indolencia administrativa puede producir (y de hecho produce) más graves
lesiones que la propia actuación limitativa del órgano o ente público. De ahí que, ha de
afirmarse de manera contundente (con fundamento y de acuerdo con lo dicho en
considerandos anteriores) que la Administración Pública también es responsable por los
daños y perjuicios ocasionados con su inactividad administrativa. Esa pasividad frente al
cumplimiento de obligaciones preexistentes se enmarca, para efectos de la
responsabilidad civil extracontractual, como funcionamiento anormal de la Administración
(en tanto se corresponda con una actividad material debida) y con una conducta ilegítima,
que para este caso puede ser concurrente, en la medida en que el incumplimiento de lo
debido no sólo atenta contra las reglas de buena administración, sino que infringe la
juricidad en tanto incumple las potestades administrativas funcionales que dimanan del
propio Ordenamiento Jurídico.
49
“En virtud de lo anterior, sorprende la redacción del artículo 195 de la Ley General de la
Administración Pública, porque quiebra toda la estructuración de ese sistema, al
disponerse que: "Artículo 195.- Ni el Estado ni la Administración serán responsables,
aunque causen un daño especial en los anteriores términos, cuando el interés lesionado
no sea legítimo o sea contrario al orden público, a la moral o a las buenas costumbres,
aún si dicho interés no estaba expresamente prohibido antes o en el momento del hecho
dañoso."
Interpretado ese numeral a contrario sensu, nos lleva a establecer que si el interés
lesionado es legítimo(4), acorde con el orden público, la moral y las buenas costumbres, y
siempre que el daño sea excepcional, por la pequeña proporción de los afectados, o por
proceder a indemnizar los daños causados.
---- NOTA (4): "Por "interés directo" debe entenderse propio, no ajeno -el interés es
siempre en última instancia "personal"-, o sea, que el único interés verdadero es el que
deriva de una situación legítimamente propia del interesado, no de una ajena, en relación
con la cual se haya producido un acto lesivo, y tratándose del tercero interviniente en
mantener el acto o disposición impugnada, en la lesión que podría sobrevenirle del acto
contrario, o sea, de una sentencia adversa al que se pretende mantener; por "legítimo",
entendemos que no sea contrario a derecho es decir, conforme a derecho, o en otras
palabras, jurídicamente protegido; y por "actual", que exista al momento de hacerlo
valer..." (Tribunal Superior Contencioso Administrativo Nº 406 de 17:25 horas del 31
demayo de 1973) -----
Es interesante el citado numeral, porque utiliza el término "interés", cuando en los
numerales anteriores -todos dentro del Capítulo de la responsabilidad del Estado- vienen
hablando de "derechos", con lo que está quebrando el sistema que contenían los
numerales anteriores.
Frente a lo anterior, y ante la derogatoria del artículo 193 supra citado, y sobretodo
tomando en cuenta que nuestra Constitución, en su artículo 49, indica expresamente que
la ley debe proteger, al menos, los derechos subjetivos y los intereses legítimos de los
administrados, no cabe más que concluir que de acuerdo con el artículo 195 se puede
exigir la responsabilidad del Estado, por su conducta lícita, cuando se lesione un interés
legítimo.”
50
4. Sobre el Instituto de la Responsabilidad
Tribunal Contencioso Administrativo, Sección Segunda. Voto N° 139 de las diez horas
cincuenta minutos del veinte de julio del dos mil cinco.
51
Estos estándares, además, pueden ser jurídicos –continuidad, regularidad, simplicidad,
eficiencia, etc.-, científicos o, técnicos. Para el Derecho Público el término “buen servicio
público” es equivalente al “buen padre de familia” del Derecho Civil. En razón de lo
anterior, puede afirmarse que este último tipo de responsabilidad constituye el régimen
normal de responsabilidad de las administraciones públicas. En este sentido, las
Administraciones Públicas deben responder por sus faltas y por las que cometan las
personas físicas a su servicio. Demostrada la falta de servicio, se produce –
automáticamente- el mecanismo reparador. El funcionamiento anormal produce una
lesión antijurídica. Existen servicios públicos cuya actividad es de alto riesgo y, en ellos el
establecimiento de responsabilidad es más laxo –servicio hospitalario, administración de
justicia, sistema penitenciario, actividad de empresas eléctricas, navegación aérea etc.
Las faltas leves, pueden producir responsabilidad dependiendo del servicio de que se
trate y, el riesgo que el mismo involucre, siempre tomando en cuenta que este instituto no
debe convertirse en un mecanismo para la inacción administrativa, lo que apreciará el
juez en cada caso. Las faltas graves por su parte, son errores groseros, manifiestos, de
fácil constatación que deben siempre producir responsabilidad, puesto que estamos ante
una violación al derecho fundamental al buen funcionamiento de los servicios públicos. A
manera de conclusión podemos señalar que, en este tipo de responsabilidad, se debe
acreditar la falta de servicio o el funcionamiento anormal, el daño y la relación de
causalidad. En contraste, la Administración puede exonerarse acreditando que el
funcionamiento fue normal, y el servicio público brindado correcto”
Sala Segunda de la Corte Suprema de Justicia. Voto N° 143 de las nueve horas treinta
minutos del veintiséis de marzo del año dos mil tres.
52
hacía varios años, sin modificación alguna en cuanto a las labores, el ejercicio de ese
poder-deber con el propósito de adaptarse a los imperativos del sector público, no sólo
debió haber sido realizado oportunamente, sino que también debió llevarse a cabo sin
perjudicar a la contraparte o reparando los daños que no pudiesen evitarse. Nótese que la
Ley General de la Administración Pública, por un lado, insiste en recabar del operador y
de la operadora del derecho administrativo que, en su actuar, garanticen un equilibrio
entre la eficiencia de las administraciones públicas y la dignidad, la libertad y los otros
derechos fundamentales e intereses de las personas (véanse, entre otros, sus artículos 8,
10 y 17) y, por otro, establece, en su numeral 190, que “La Administración responderá
por todos los daños que cause su funcionamiento legítimo o ilegítimo, normal o
anormal, salvo fuerza mayor, culpa de la víctima o hecho de un tercero. / 2. La
Administración será responsable de conformidad con este artículo, aún cuando no pueda
serlo en virtud de las secciones siguientes de este Capítulo, pero la responsabilidad por
acto lícito o funcionamiento anormal, se dará únicamente según los términos de la
Sección Tercera siguiente.” (La negrita es agregada). Llama la atención, además, que por
el sólo hecho de haberle asignado una nomenclatura diversa, se haya disminuido de
manera desproporcionada –casi un trece por ciento- la retribución de unas mismas
funciones –“...los puestos que se han venido ocupando bajo la modalidad de servicios
profesionales...”, según lo consignado en el ya mencionado acuerdo 970082-. Por
consiguiente, la modificación unilateral del salario de la señora Loaiza Brenes, acordada
por la demandada como consecuencia de la inclusión de la plaza dentro del régimen de
servicio civil, constituye un típico supuesto de responsabilidad administrativa por conducta
lícita –artículo 194 ibídem-, dado que, de ese modo, se le produjo una grave y especial
lesión a un derecho garantizado constitucionalmente. No está de más destacar que, por
efecto de su indudable carácter oneroso, el derecho al sueldo es, como ya se dijo, uno de
los tres elementos esenciales de toda relación de servicio o de trabajo, entendiéndose por
tal la retribución económica que la parte patronal debe cancelarle a la servidora o a la
trabajadora, como obligación nacida de la relación jurídica de servicio o de índole laboral,
en reciprocidad por la prestación personal de sus servicios (trabajo subordinado). En el
ámbito específico del empleo público, un ejercicio del jus variandi como el verificado en la
especie es, por eso mismo, causal suficiente para que la parte afectada pueda dar por
roto su vínculo jurídico con plena responsabilidad patronal (artículos 83, 70 y 84 del
Código de Trabajo, aplicables por disponerlo así el 51 del Estatuto de Servicio Civil).”
53
ANEXO II
CUADRO COMPARATIVO DE LA RESPONSABILIDAD ADMINISTRATIVA SEGÚN LA
CLASIFICACION PROPUESTA
54
CONCLUSION
55
Ante la situación expuesta en el párrafo anterior, y entendidos de los conceptos referidos
a lo largo del presente documento, es importante señalar que la jurisprudencia ha
reiterado que ambos conceptos no son equivalentes, no obstante, de realizarse la
separación de dicha clasificación, en ambas la administración respondería por los daños y
perjuicios causados, la idea de la distinción, estribaría básicamente en la atenuación que
pueda realizarse del grado de responsabilidad de la administración.
Es nuestro criterio que dicha clasificación no debería realizarse de esa manera, por
cuanto, como se ha expuesto en la doctrina y jurisprudencia citadas, la valoración de la
conducta es diferente a la valoración del funcionamiento, y así se confirma en los diversos
conceptos que se plantearon respecto a los mismos; ante esta situación, se propone una
clasificación escalonada, en la cual, el primer elemento a identificar sería la conducta, la
cual puede ser lícita o ilícita, una vez que ya se ha definido la misma, si se determinó que
la conducta era lícita, se debería proceder con el análisis del funcionamiento de la misma,
pudiendo determinarse que dicho funcionamiento pueda estribar en funcionamiento
normal o bien anormal.
56
producción de daños y perjuicios, al contrario de la segunda hipótesis, en la cual
únicamente se reconocería la producción de los daños causados.
57
Un octavo rasgo característico es por el tipo de conducta administrativa, en la primera y
tercera hipótesis la responsabilidad puede originarse por el comportamiento activo
(acción) o pasivo (omisión) de la Administración, en el tanto en la segunda hipótesis
únicamente se presenta ante el comportamiento activo.
58
BIBLIOGRAFIA
CASSAGNE, JUAN CARLOS, Derecho administrativo, 6a. ed., Buenos Aires, Abeledo-
Perrot, 1998, Tomo I.
59
GORDILLO, AGUSTÍN, Tratado de Derecho Administrativo. Tomo IV. Octava edición.
Fundación de Derecho Administrativo. Buenos Aires, Argentina. 2004.
60
R. CHAPUS, Droit Administratif Général. Dalloz, 1984.
SARAVIA FRÍAS, SANTIAGO. La responsabilidad patrimonial del Estado por error judicial
y deficiente administración de justicia. Acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto
de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. www.juridicas.unam.mx
Tribunal Contencioso Administrativo, Sección Segunda. Voto N° 139 de las diez horas
cincuenta minutos del veinte de julio del dos mil cinco.
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Sala Segunda de la Corte Suprema de Justicia. Voto N° 143 de las nueve horas treinta
minutos del veintiséis de marzo del año dos mil tres.
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INDICE
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................... 1