El Rímac
El Rímac
El Rímac
CREACIÓN
El Rímac, como distrito, fue creado por Decreto Supremo del 2 de Febrero de 1920
teniéndose en consideración la necesidad de propender “al rápido embellecimiento a la
higienización y al bienestar” de la localidad; y por Ley Regional N° 462, expendida por el
Congreso Regional del Centro (Huánuco, 6 de Julio de 1921), mediante el cúmplase del Sr.
Presidente Constitucional de la República D. Augusto B. Leguía, de fecha 16 de Agosto de
1921.
LÍMITES
De conformidad a la citada Ley (Art.6) se fijaron los límites que siguen: “por el N. la
línea de crestas de cerros incomprendidos entre los de San Cristóbal, Amancaes y su
continuación; por el S. del lecho y margen derecha del río Rímac; por E. el sitio conocido con
el nombre de Piedra Liz; y, por el O. el sitio denominado Repartición, en la bifurcación de las
carreteras de Canta y Puente Piedra.
FUNDACIÓN DE LIMA
1
Viejo, según otros; de acuerdo a ella, quedó formada la ciudad por 117 manzanas o
cuadras, cada una de las cuales se dividía en 4 lotes o solares (464 en total).
RÍO RÍMAC
MONUMENTOS NATURALES
SIGNIFICADO
El Rímac, “el que habla” o “hablador” (sustantivo verbal del quechua) dividía a la
Ciudad de los Reyes en dos parte: la margen derecha, alta, ocupada por la nueva traza
descrita; y la derecha, baja, que es materia del presente estudio, constituida por matorrales
y cascajales.
ORÍGENES
EL SANTA EULALIA
Este río, que debe su origen a lagunas cordilleranas, se forma por la unión de los
ríos Yana (al que llevan sus aguas los ríos Piti y Canchis) y Acobamba, alimentados éstos
por infinidad de lagunas (Manca, Pirhua, Huachua, Huampor, Huallunca, Canchis, Misha,
2
Pucro, Chiche, Huasca, Carpa, Quisha, Piti-Culi, Sacsa y Quiulla, situadas a diversas alturas
sobre el nivel del mar, hasta los 4628 metros).
RIACHUELOS Y REPRESAS
En el curso del río, para llevar sus aguas a los lugares áridos, pero de tierra
laborable, se divide cerca de Lima en varios riachuelos, como Surco, Huatica, Magdalena
(margen izquierda), Lurigancho, Piedra Liza y Bocanegra (margen derecha).
El terreno del río es más o menos permeable; el lecho es de cascajo y arena; en las
orillas, capas de arcilla y de cascajo.
FUENTE DE ENERGÍA
El Rímac no solo tiene importancia para la agricultura, sino que es fuente poderosa
de energía para la Gran Lima.
Mediante los capitales aportados por las EE.EE. se logró que las aguas
almacenadas llegaran a un promedio de 35 millones de metros cúbicos; pero como las
aguas aprovechables eran mayores, se realizaron nuevos estudios en 1924 por el mismo
Ingeniero peruano citado y, obtenidos derechos por las EE.EE. sobre determinadas lagunas
del Río Santa Eulalia, y, efectuados nuevos estudios (siempre por cuenta de la mencionada
firma) llevados a cabo por el geólogo suizo Prof. Dr. Buxford, debidamente comprobados
científicamente y en el terreno, a los que siguieron otros definitivos del Ing. Boner en 1928 y
1929 para el aprovechamiento de las aguas en la Prov. de Huarochirí, se inició en 1930 la
3
reconstrucción de las represas en las lagunas, haciéndose muros de represamiento y otras
obras tendientes a ficha finalidad, con gran esfuerzo financiero de EE.EE.
ALTURA
SU NOMBRE
4
Debe su nombre a los conquistadores españoles, que así lo bautizaron, al ser
costumbre de ellos poner bajo la advocación de San Cristóbal, como defensor contra las
inclemencias de la Naturaleza, las eminencias pétreas cercanas a las ciudades que
fundaban.
Y fue así como un día de 1536 amaneció el cerro cubierto de tales guerreros en
actitud amenazadora, con la consiguiente alarma, Sitiaron la ciudad durante 14 días, sin
lograr atravesar el río, debido al crecido caudal de las aguas, que arrastraban además de
piedras y desmontes por causa de una fuerte avenida; sirvió el “río hablador” de defensa
ante tan crítica situación, salvando a la población de un desastre, dado el número de
atacantes y las pocas fuerzas con que contaban los españoles. Con todo, se produjeron
algunos encuentros de consideración.
LEYENDAS
Han surgido muchas leyendas sobre este hecho, más que nada producto de la
inventiva popular; como son el de haber construido allí el conquistador una capilla, donde
fue celebrada la primera misa, y la colocación, por él, de una cruz en la cumbre.
ERMITA
En los primeros años del siglo XVII se construyó una capilla por un grupo de devotos
visitantes del cerro, que se llamó la Ermita de San Cristóbal.
5
corte”. Este “fulano de Paredes” –como lo llama el autor del “Diario de Lima”- murió el 16 de
junio de 1634.
El Virrey Conde de Chinchón solía visitar con su señora esposa la Ermita de San
Cristóbal. El 27 de julio de 1635, fueron a ella “por ser su día festivo” –como afirma Juan
Antonio Suardo- “y al pasar por la casa de la Pólvora, el dueño de ella, Pedro del Castillo
Guzmán, hizo a Sus Excelencias salvas con muchos tiros de artillería y otras invenciones”.
LA CRUZ
INICIACIÓN
Al fundarse Lima, la parte baja, de la banda derecha del río, era zona de matorrales
y cascajales.
Los indígenas o naturales del lugar, que allí vivían, se dedicaban a la pesca de
camarones, para su sustento; los españoles llamaron a estos, “indios camaroneros”. Y el
arrabal recibió su primera denominación, de “pescadores camaroneros”.
6
La comunicación entre ambas orillas se hacía pasando los naturales por el mismo
río, con pérdida muchas veces de sus vidas, especialmente en época de avenida, al
aumentar el caudal de las aguas. Preocupados por ello, los españoles se decidieron a
construir un puente seguro.
Entre los que obtuvieron los primeros solares “al otro lado del río”: D. Juan de
Astudillo y Montenegro (a quien el Cabildo le concedió uno en 1551, y que, en la sesión del
22 de Diciembre pidió le fueran entregados sus títulos), gobernando el Virrey Antonio de
Mendoza y siendo Alcaldes Ordinarios Jerónimo de Silva y Alonso Martín de Don Benito;
Nuño Olivares (a quien de un pedazo de tierra, que fue su pedido, le entregaron dos
solares), durante el gobierno del Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, segundo Marqués de
Cañete; N. Piedra (que abrió un tambo), Alonso Márquez y Alonso de Torres (para
establecer una tenería), Antón Sánchez (gran extensión “donde comenzaban los
cascajales”); Nicolás de Grado (una cuadra colindando con los Piedra y Saravia “viniendo
hacia los Rastros”) y el Dr. Saravia, durante el período del Virrey Conde de Nieva.
En 1563 se presentó alarmante entre los negros de la Ciudad de los Reyes el mal
de la lepra, cuyos enfermos, faltos de recursos para curarse, al ser abandonados por sus
dueños, transitaban por las calles o se escondían entre los matorrales del río cometiendo
una serie de fechorías.
Consciente del grave peligro que para los pobladores entrañaba tan terrible
enfermedad, un altruista espadero español, Antón Sánchez, adquirió solares en este lugar,
construyendo allí, con Iglesia adjunta, un Hospital para tales enfermos, que obligatoriamente
fueron concentrados para medicinarse en el mencionado nosocomio, bajo la advocación de
Lázaro, Patrón de los leprosos.
Fue como se originó que a esta barriada se le diera el nombre de “Arrabal de San
Lázaro”.
7
Los indios camaroneros fueron catequizados por el Capellán que tenía a su cargo la
Iglesia anexa al Hospital de San Lázaro, adoptando ellos a San Pedro, “Patrón de los
Pescadores”, como tal.
En la sesión de Cabildo del 4 de Julio de 1672 se trató del daño que realizaban los
camaroneros al “mudar el río para sus pesquerías” y para evitar estas desviaciones de las
aguas con dicha finalidad, se adoptaron providencias, entre ellas imposición de fuertes
penas. Como medida más efectiva, se convino en la necesidad de agruparlos en un pueblo;
así se escribió al Monarca, obteniéndose la Providencia Real, de que se dio cuenta en la
reunión del 21 de Enero de 1573.
El 6 de marzo de 1578 fue nombrado alcalde el indio Antonio Mussa; este había sido
designado el año anterior alguacil de limpieza (en lugar del indio Diego Tocayo) ganando
150 pesos al año y como expresara en 1578 que no le era suficiente “para atender sus
8
gastos”, en sesión del cabildo de fecha 20 de octubre fue elegido “lengua” (intérprete) con
40 pesos más anuales; su muerte fue anunciada a los cabildantes en la sesión del 22 de
enero de 1581.
Posteriormente constan en las actas del cabildo las reclamaciones de los naturales
por los salarios no pagados; y asimismo, en 1584 se recuerda en sesión de 31 de enero del
cabildo “se proceda en cumplimiento” con nombrar las autoridades del “Pueblo de San
Pedro que se llama de los camaroneros” como “es costumbre” y que “hace algunos años no
se ha hecho”. Evidencia que, al retirarse el virrey Toledo del gobierno, muchas de sus
atinadas disposiciones dejaron de cumplirse. Gobernada esta época el virrey Martín
Enríquez.
ABANDONO Y RUINA
Por las sesiones del cabildo de la Ciudad de los Reyes se tiene conocimiento del
interés de los cabildantes, ante el abandono del “pueblo de los indios camaroneros llamado
San Pedro que está junto a San Lázaro”. Expresándose constantemente en 1587 y 1588 de
que “convenía para su sustento y policía que se les diese doctrina” y acordándose que se
gestionara al respecto ante el virrey.
REDUCCIÓN AL CERCADO
En 1590, el alcalde ordinario capitán Juan de Barrios informó (sesión de cabildo del
2 de agosto) que por orden del virrey Fernando de Torres y Portugal, Conde del Villar Don
Pardo, se había resuelto “reducir todos los yanacones de esta ciudad y los indios que
estaban poblados junto a San Lázaro al Cercado y que la cumpliría el capitán Juan (y no
Pedro como equivocadamente se afirma) Ortiz de Zárate”.
Muchos de los miembros del cabildo se manifestaron en contra de tal medida, por
inconveniente, encargándose al procurador general de la ciudad diera a conocer al virrey
esta opinión.
9
Estuvo a su favor el otro alcalde ordinario, D. Pedro de Santillán, quien manifestó en
la sesión del 15 de octubre, haber convenido que “los indios de San Lázaro” fueran
reducidos en su cercado, por las siguientes razones:
1) Para evitar que la gente desalmada y sin conciencia cometiera con ellos
ofensas.
2) Porque el cura que les administraba los sacramentos no podía hacer escrutinios
de sus vidas y de si eran casados o solo vivían amancebados.
3) Porque los días viernes y otros de devoción, a título de reverencia a Dios,
cometían ofensas contra la divina majestad.
4) Porque no tenían comodidades para aumentarse sino disminuirse por estar
junto al río donde gozaban de mucha humedad y enfermedades y no podían
hacer sus casas de adobe, y ser sitio pedregoso y solo construían de
banaraque, lo cual era ocasión que fueran robados y maltratados por los negros
y gente de servicio.
5) Por las avenidas de las aguas.
En vista de estas razones, el cabildo cambió de opinión, decidiendo que pasaran los
indios al Cercado, “por tener comodidades y una iglesia tan cómoda y de tanta policía de los
PP. De la Compañía de Jesús”.
Esta disposición tiene su antecedente en una provisión del gobernador (ejercía con
tal título el gobierno del país)licenciado Lope García de Castro, de fecha 11 de noviembre de
1566, quien así lo acordó, al dar principio a la fundación del Barrio del Cercado.
PRIMERAS DENOMINACIONES
Los diferentes nombres que recibió en el siglo XVI el actual distrito del Rímac,
fueron: Arrabal de pescadores camaroneros; Arrabal de San Lázaro; Pueblo de indios
10
camaroneros; Pueblo de los indios camaroneros llamado San Pedro o simplemente Pueblo
de San Pedro y también Pueblo de San Pedro que se llama de los camaroneros o Pueblo de
indios camaroneros llamado San Pedro que está junto a San Lázaro –como aparece en
diversos documentos de 1573 a 1590; y, finalmente, en las postrimerías de la centuria,
Barrio de San Lázaro.
ORDENANZA REAL
DISPOSICIONES INTERESANTES
Las escrituras de los solares eran entregadas por intervención del escribano público
y de cabildo; para la entrega de los mismos y señalamiento de lugar (cuando este no era
precisado) los denominado comisarios, nombrados por el cabildo, y que generalmente
fueron dos, un alcalde ordinario y un regidor; y el mayordomo de la ciudad, se encargaba de
cobrar los censos. Intervenía también a este respecto el procurador general o procurador
mayor de la Ciudad de los Reyes.
11
cada solar “4 gallinas cada año perpetuamente”. (En 1591, que aparece tan curiosa
concesión, el valor de cada gallina era de 6 reales; los pollos costaban 3 reales cada uno; y
6 huevos se daban por 1 real).
CESIONES CURIOSAS
Por otra parte, como solicitarlos sin la condición antedicha les era más económica,
desde que pagaban por lo general, “de censo 4 pesos por cada año y por cada solar”,
muchos de ellos así lo hicieron.
Y tan es, que en la misma sesión, el escribano público y de cabildo Blas Hernández
pidió que “pues él había trabajado en lo que toca a las escrituras de los censos que se
habían otorgado de los solares en el barrio de San Lázaro y otras cosas a estas tocantes, se
le diese en el dicho barrio un solar”, siéndole concedido con el “reconocimiento de 4 pesos
de censo en cada año”.
12
EL JUICIO DE LOS CAPELLANES
Se terminó al fin en 1601 (25 de mayo) con la aprobación del concierto celebrado
entre los comisarios del cabildo y el capellán de la capilla real (P. Juan Sánchez de
Villoslada, que sucedió al anterior), quedando este satisfecho del monto total
correspondiente al tercio que le correspondía (“hasta el postrero día del año 1600”) por cuya
cantidad se expidió en Diciembre el libramiento cancelatorio, siendo alcalde ordinario el
general Fernando de Córdoba y Figueroa.
OBTUVIERON SOLARES
13
- Martín de Medrano (1587, receptor de la Real Audiencia, “junto al hospital”).
- Diego Gutiérrez de Segura (1589, portero de la Real Audiencia, “en el cascajal,
junto al hospital).
- Ventura del Valle (1589, portero del Ayuntamiento; al morir lo heredó su hijo
Juan del Valle).
- Lázaro Romero (1590 “a la salida del puente volviendo sobre mano derecha”.
Concesión virrey D. García “a cambio reparos río esa parte”).
- Francisco Nieto (en 1590, pidió permiso para abrir pulpería y mesón en su casa,
“que está junto a la puente”).
- Diego de Avila de Herrera (1591, “en el llano de San Lázaro”. El virrey D. García
le hizo concesión de “una cuadra entera”).
- Inés Rodríguez (1591, siendo viuda, en el “barrio”).
- Capitán Melchor de Cadahalsso Salazar (1591, siendo alcalde ordinario, en el
“barrio”).
- Pedro de Yllanes (“junto a la Iglesia de San Lázaro” y en 1591 reclamó al
cabildo, porque “un pedazo de solar le tomó el cura de San Lázaro”).
- Pedro Fernández de Peralta (1591, Hijo de D. Juan Fernández de Herrera y de
doña Catalina de Peralta. No hay señalamiento de “sitio del solar”).
- Dr. Francisco de León (regidor, “donde estaban los rastros”. En diciembre de
1591 dejó “por diversas causas” el que le dieron y en 1594, siendo
superintendente de limpieza de la Ciudad de los Reyes, dejó también otros dos,
porque “cuando fue a construirlos tuvo contradicción”).
- Jerónimo de Yporri (8 de agosto de 1592 pidió una cuadra y solo le dieron dos
solares “en el barrio”).
- Francisco Severino de Torres (siendo alguacil mayor en 1592 obtuvo 4 que los
dejó en 1593. En el “llano y pedregal” –detrás de Francisco Nieto- y “hasta el
cerro San Cristóbal”).
- Luis Hernádez (por traspaso, 1 Pedro de Yllanes y 2 y ½ “poco más” su
hermano Blas Hernández).
- Damián de Meneses (2, que dejó en 1593 siendo procurador general de la
ciudad –hijo del Dr. Gaspar Meneses).
- Capitán Juan de Aliaga (en 1594 “atento a que su padre –Lorenzo de Aliaga –
había sido regidor”. Pero al año siguiente renunció “al derecho del solar que le
dieron”).
- Pedro de Ayllón (en 1594 siendo sargento de Cuadrilleros. Murió en 1599).
14
- María Cepeda (hija de Hernán Gonzáles el Mozo y de Juana Cepeda; mujer del
fautor Francisco Manrique de Lara. Al morir este, pidió en 1598 que le
entregaran los 2 solare “de su propiedad”).
- Francisco de Riberos (en 1596, “uno que está delante de la iglesia de San
Lázaro que se había dejado de Plaza”).
- Hernando Bernardo de Munguía (2 que le concedió el virrey D. García en 1591.
Hijo del capitán Pedro de Munguía. Licencia del cabildo en 1596 para traspasar
2 solares que tenía en el “barrio”; al morir, lo heredó su señora madre, doña
Francisca de la Vega).
- Lázaro Herballejo –o de Ervalejo (2 en el “barrio”).
- Alonso de Arévalo (1598)
- Gaspar Ariza (le fue traspasado por Alonso de Arévalo).
- Domingo González (1598).
- Francisco de Escobar (ejercía el oficio de platero. Poseedor de una gran
extensión. Al morir, en 1598 su viuda Luisa de Mendoza y herederos, entablaron
juicio al cabildo y que ganaron, por haber dispuesto este de solares de su
propiedad).
- María de Valera (extenso terreno. Huerta. Cerca al Cerro San Cristóbal).
- Capitán Diego de Peñalosa (en el “barrio” y que presentó títulos en 1598).
- Diego de Riquelme del Pedrozo (“del puente a la derecha”).
- Juan de Cardona (“de los que quedaron para Plaza” y huerta “detrás de la
iglesia de San Lázaro”.
SOLARES CLANDESTINOS
YUNGAS
15
Yungas se llamaron los pobladores de Lima, por la región geográfica de su
ubicación; el curaca de Limac o del Rímac, valle que ocupaban, era el señor de estos
dominios al fundarse la ciudad de los Reyes o Lima. Tauri-Chusca fue su nombre, según D.
Carlos A. Romero.
LOS ESPAÑOLES
Al llegar los españoles y establecerse, las primitivas moradas que fabricaron fueron
del material que tuvieron a la mano: madera, tosca, adobe, cubiertas de carrizos, primero, y
de ladrillos y cal, después, hasta que a ellos unieron la piedra para sus portadas.
Al “otro lado del río” o sea el actual distrito del Rímac, existían dos partes: la
primera, formada por las orillas, la llanada o llano constituida por maleza y carrizales (del
puente a San Lázaro) y el pedregal (a un lado); la segunda, por el cascajal (desde San
Lázaro hasta San Cristóbal).
CAMARONEROS
EL PRIMER CONTACTO
Fundada la Ciudad de los Reyes, los españoles incursionaron en esta banda del río,
para establecer contacto con los naturales y servirse de ellos en el reparo del río,
construcción de su moradas y demás menesteres necesarios; algunos solicitaron allí
extensiones de tierras, al comienzo, solares después.
16
El primer acuerdo y providencia del cabildo con relación al “arrabal” –como lo
llamaron- de los “pescadores camaroneros” –como también los denominaron- fue la
disposición autorizándolos para ejercer su oficio (6 de diciembre de 1538). Su objeto,
hacerles sentir el peso de la autoridad, como dominadores del territorio. Fue actitud de
mando, de poderosa influencia.
PRIMEROS PUENTES
Para comunicarse con la otra banda, había que vadear el río; a fin de facilitarla se
construyó en 1549 un puente de “criznejas” que fue el primero, y en 1554 otro de “madera”,
cerca de ambos a los “indios pescadores”.
MESTIZAJE
Estas obras fueron de halago efectivo, que facilitó mucho en las relaciones con el
poblador, aborigen, tendiente a lograr la vinculación favorable, en época del virrey Antonio
de Mendoza. Y que produjo el intercambio, favoreciendo el mestizaje, de yungas
pescadores y españoles.
EL PRIMER TAMBO
RASTROS
En 1559, solicitado por el cabildo, el médico licenciado Álvaro Pérez, expresó que
los lugares donde se encontraban las tenerías y los rastros (en Lima, junto a la Alhondiga o
depósito de granos y frente a San Francisco) eran dañinos para la salud del vecindario, por
lo que deberían ser trasladados de lugar.
17
El cabildo acordó (15 de setiembre) en este sentido, iniciando en 1560 la
construcción (“con cimientos de piedra y cal”) en un solar “al otro lado del río” de cuadra
entera “propio de esta ciudad”, al que se trasladó el rastro en 1562.
QUEMADERO
Más allá de los rastros o carnicerías, (a La altura del que sería “Tajamar de Las
Cabezas”) se estableció el muladar o quemadero público, donde se incineraba la basura.
Allí estuvo desde los primeros años de la fundación de la capital.
En 1563, Antón Sánchez estableció el hospital para leprosos con iglesia adjunta,
que se pusieron bajo la advocación de San Lázaro, constituyendo los primeros centros de
asistencia social y de religiosidad.
Y surgió así con otra decisiva en la iniciación urbana, originando el Arrabal con el
nombre propio, que poco después habría de alcanzar categoría con el título de barrio de
San Lázaro.
PRIMERA TENERÍA
El valor de los ladrillos, que fuera fijado por el cabildo en 1557 a razón de 8 a 10
pesos el millar, experimentó un aumento en 1563, al determinarse que fue de 10 pesos
corrientes adquiridos en horno y de 12 pesos corrientes puestos en obra.
18
La influencia de la demanda del material, ante las construcciones, se dejó sentir, de
acuerdo a las leyes económicas que regulan los mercados de precios.
TORRENTADA
Las fuertes avenidas del río en julio en 1567, motivaron una torrentada que rompió
parte de los tajamares (del otro lado) entrando las aguas al barrio de San Lázaro, originando
algunos daños al puente y a los rastros, rápidamente reparados después; así como en 1581,
que las aguas dañaron con peligro de ruina un pilar del puente. Y nuevamente, en marzo de
1588, asumiendo graves proporciones, con serio peligro para un ojo del puente.
PRIMERAS AUTORIDADES
PRIMER MOLINO
SISMOS
La vida apacible del nuevo barrio, se transformó con el fuerte temblor del 16 de
marzo de 1584 y motivo de verdadero pánico el terremoto de 1586, que originaron muchos
males de consideración: los rastros y las moradas seriamente averiados, y, el hospital y la
iglesia, los edificios más afectados.
PLANEAMIENTO URBANO
19
El año 1590 el virrey García Hurtado de Mendoza adoptó disposiciones que
marcaron el paso decisivo del Barrio de San Lázaro. Su planeamiento, en el verdadero
sentido urbanístico.
Y por auto del 24 de mayo de 1591 hizo merced a la ciudad de “todo el sitio que está
a la otra parte de la puente alrededor de San Lázaro y de todo lo demás que estuviese
vacuo en contorno”.
SOLARES
HUERTAS
Y un ejemplo, entre otras huertas más, la situada al fondo, cerca al Cerro San
Cristóbal, de doña María de Valera y su hijo Luis Guillén, tenaces y pródigos.
20
De ellas surgieron las primeras legumbres, tubérculos, hortalizas y cereales, y las
primeras frutas, importadas y propias del país, que se expendieron para el consumo en el
barrio; y en cuyo cultivo, el nativo contribuyó, como agricultor por excelencia.
Fue en 1590 que el vecino Francisco Nieto instaló el primer mesón (hotel) y la
primera pulpería, en la primera calle del “camino a Trujillo”. Más tarde, al multiplicarse, se
vio obligado el virrey García Hurtado de Mendoza a dictar, para su mejor servicio, las
ordenanzas del 24 de enero de 1594.
CASA DE RESOLECCIÓN
Esta fundación comprendió la parte más apartada, al fondo del barrio de San
Lázaro, en la falda del cerro de San Cristóbal. Marcó una nueva etapa en el progreso local.
¡600 CASA!
EN CONCLUSIÓN
21
De un rústico poblado de humildes rancherías de camarones yungas, surgió el
barrio de San Lázaro, una nueva población, confundidos españoles, indios, negros, mestizos
y mulatos; de las más variadas y múltiples ocupaciones, en tambos y mesones, pulperías,
tenerías, molinos, rastros, alternando en su ubicación con moradas, hospital, iglesia, casa
de recolección y huertas.
Modestos unos, como barriada misma; de prosapia, otros, como el futuro del barrio.
Todos, con el gran valor que generara el mestizaje, por la tierra y por la sangre,
contribuyendo a la evolución urbana, marcando un paso decisivo en su progreso al finalizar
el siglo XVI.
“Capillita del Puente” es la denominación que todos los vecinos han dado a la que
hoy se presenta, cual si fuera verdaderamente una iglesia, en toda la expresión del vocablo
y no propiamente aquella.
Nada existe referente a esta capilla, consignado por los cronistas, quienes fueron
tan meticuloso en sus descripciones relativas a cuanta edificación religiosa existió, llámese
tal, ermita o iglesia.
22
Establecido en Lima, adquirió propiedades en el barrio de San Lázaro,
avecinándose, y ostentando en la portada de su mansión, el escudo inmobiliario, por ser “de
prosapia” y “de solar conocido”. De acuerdo a su estirpe, efectuó l adquisición en el Camino
Real de Trujillo, ocupando precisamente terrenos donde está actualmente la capilla.
Ella no existía, ni siquiera como ermita, mas si había un tambo (que entró a formar
parte de tales dominios) y en él, una imagen de Nuestra Señora del Rosario, que era motivo
de adoración por los vecinos.
En 1804 se efectuó una restauración -según referencias del Dr. Domingo Angulo-
ampliándose la actual sacristía a expensas de las casas vecinas. Fueron llevadas a cabo
por el citado mayordomo y el capellán P. Pedro Noriega, O. P.
Es con este motivo que aparece una escritura de donación. D. Manuel de Odriozola
afirma, por la fecha de ella “que hizo la señora dueña del solarcito en que se edificó la
iglesia, consta que seis años después de delineada la ciudad fue cuando se procedió a su
fábrica”. Con las debidas salvedades del caso, ante tales expresiones y de conformidad a lo
que manifiesto con relación al barrio, resultaría así que el error se debe al momento de dicha
donación, para la restauración de la capilla. En tal escritura intervinieron (22 de diciembre
de 1904) los señores Calixto, Joaquín y Lucas González de Mendoza, herederos del primer
propietario mencionado.
Nuevas refacciones en 1878, 1896 y, últimamente, con motivo de los daños que
sufriera por el terremoto de 1940, en esta capilla que ocupa una extensión aproximada de
50 m2 como máximo.
En su retablo mayor se venera una antigua imagen de Nuestra Señora del Rosario.
23
Interesante en todo su conjunto, por cuanto sus paredes y cubiertas están
ornamentadas y en colores, en relación con la advocación que ostenta, pues también se le
llama Capilla del Rosario; y no obstante su diminuta área, cuenta con coro y su melodio,
púlpito y otros retablos con imágenes igualmente antiguas y un cuartito que sirve a la vez de
sacristía y confesionario.
Santuario digno de conservarse, ya que constituye uno de los lugares devotos más
antiguos del Rímac.
EL PUENTE
PUENTE DE PIEDRA
El cabildo acordó “que haya hefeto y que se haga” comisionando al alcalde ordinario
Nicolás de Ribera y regidores Cristóbal de Brugos y Juan Cortés para que expresaran al
presidente de la audiencia y pacificador del Perú, licenciado Pedro de La Gasca, encargado
del gobierno, la imposibilidad de llevar a cabo la obra con las propias rentas de la ciudad y la
conveniencia de que se repartiera “entro los vecinos y moradores de los pueblos
comarcanos” y de que diera la licencia indispensable para su ejecución.
24
La situación política por la que atravesaba el país, impidió su realización; se acordó
entregar a Jerónimo Delgado de “gratificación” por el trabajo que había “tenido en hacer la
traza” la cantidad de 50 pesos de los “propios” de la ciudad.
PUENTE DE CRIZNEJA
Mientras tanto, se resolvió hacer un puente provisional “de crizneja, como los
naturales los hacían y tenían hecha en esta tierra” (puente colgante de bejuco, tejido y
torcido a mano).
PUENTE DE MADERA
25
UBICACIÓN
Situado, según mi modesta opinión, a la altura media entre los actuales jirones
Angaraes (última calle) y Cañete (Matienzo), o sea, precisando, detrás de la calle de Milla,
hacia el río.
Y no se olvide, asimismo, que la calle Torrecilla no solo está lejana sino en dirección
muy diferente al entonces “camino de Trujillo” que es fácil comprobarse con cualquier plano,
del año qe sea, de la ciudad.
REPARACIONES
Este puente sufrió con la avenida del río en el año 1555, y en sesión del cabildo de
14 de enero “se trató que causa de estar en pie el puente de madera que está cabe el
alcantaira en el río de la ciudad es beneficio de la república y naturales y vecinos… y por
estar el puente roto muchas personas pasan por río se ahogan, para lo remediar acordaron
que el reparo del puente se haga y que Diego Pizarro Dolmos, mayordomo de la ciudad,
tenga presente a quien se le encargue y que concierte con un cacique de esta ciudad para
que de sus indios haga el reparo”.
26
Intervinieron en la oba el carpintero Francisco de Santa Cruz y los “indios
camaroneros”.
En 1557 (15 de febrero) se dio cuenta en el cabildo de los deseos del virrey de
comenzar la obra inmediatamente, de piedra, cal y ladrillo y que la favorecería “con 12000 y
tantos pesos oro”. Se encargó al alcalde ordinario (y no alguacil mayor entonces, como se
afirma) Jerónimo de Silva y regidor Francisco Velásquez Talavera (encargado además de
cobrar la contribución del virrey y manejar los fondos), para que compraran “los negros,
carretas, herramientas y otras cosas que fueren necesarias para el edificio”; el citado alcalde
(por comisión que recibió el 22 del mismo mes) trató con el albañil Diego de Torres para la
provisión de la cal (este había sido favorecido por el cabildo el 23 de setiembre de 1556 con
dos canteras de yeso y cal, cercanas, que había descubierto). También tomaron “asiento”
con Alonso Bueno para que sirviera de “tirapiedra” en la obra, tuviera a su cargo los ladrillos,
buscara arrieros que los llevaran y hacer todo lo que le mandaran; y con el calero Francisco
de Arévalo se convino la provisión de ladrillos (fue liberado del pago de diezmos a la iglesia
catedral).
Este puente, todo de ladrillo y cal, “debería tener de 7 u 8 ojos”, “que comenzase
desde la barranca del río, adonde casi llegaban las casas reales y desde los molinos del
capitán Gerónimo de Aliaga”.
Los oficiales maestros de la obra opinaron que “mejor se fundaría más abajo, donde
estaba la puente de madera… aunque cuando había ser más larga” (según afirma el
cronista Lizárraga). Pero del virrey insistió que fuera en el lugar señalado, que dicho sea, no
es exactamente el mismo donde se construyó el actual, como se deduce de lo dicho, y
determinó en el plano correspondiente a la centuria.
La obra fue confiada a la dirección del maestro albañil y cantero Alonso Beltrán,
quedando terminada en octubre de 1560.
27
OBRAS DE CANALIZACIÓN
Pero si bien se concluyó el puente, no se había hecho lo esencial: procurar que las
aguas del rio pasasen debajo, siguiendo la dirección de los ojos del mismo, que significaba
el cumplimiento de su cometido y la defensa del puente y de la población en época de
avenida.
Constituyó el primer intento de canalización del Rímac, desde más arriba del actual
puente Balta. De verdadero complemento a la obra del puente.
Las obras no se realizaron con la celeridad indispensable; antes bien, Beltrán actuó
con lentitud. Y así, no habiéndose “recogido el río ni fechose el tajamar”, pese a las
insistencias del cabildo, llegaron las avenidas sin poderse aprovechar el puente “por ir el
agua la otra parte de ella” ocasionándole daños en su fábrica y a la población.
28
En 1563, mientras se ventilaba el juicio en referencia, el albañil Diego de Morales
fue encargado de realizar los trabajos mencionados.
Gobernaba ya, entonces, el licenciado Lope García de Castro, del Real Consejo de
indias, con el carácter de gobernador, capitán general y presidente de la Real Audiencia de
Lima (desde el 22 de setiembre, que entró a la ciudad), ante la trágica muerte (en la calle de
Trapitos, el 22 de febrero de ese mismo año) del virrey conde de Nieva (quien reemplazó al
virrey segundo marqués de Cañete).
El maestro Beltrán, reencargado de los trabajos de recoger las aguas del río para
que pasasen por los ojos del puente, continuó, pero sin haberlo logrado en julio de 1567,
sufrió con las avenidas de ese año, y, como demoraran las obras, en 1568 y 1569 con otras
nuevas torrentadas más fuertes, sufrió una vez más.
En 1578, el cabildo dio cuenta (sesión del 23 de mayo) de un auto del virrey
Francisco de Toledo (gobernada desde el 30 de noviembre de 1569, que recibió el mando
del Lic. Lope García de Castro) por el cual, mediante acuerdo con los oidores de la Real
Audiencia “él mandaba que se pusiese en depósito veinte mil pesos para obra y tajamar que
se ha de establecer en el río de la ciudad para defensa de ella: el gobierno de su Real
Hacienda cinco mil y para los quince mil que restan partir entre los vecinos y moradores y
entre otras personas que están en su comarca que se sirven y aprovechan del puente de la
ciudad y en particular se habría de cargar a los que tienen chácaras y haciendas y
granjerías de la otra parte del río”.
29
Así se legisló, disponiendo que contribuyeran los primeros vecinos del barrio de San
Lázaro.
En ese momento eran graves los peligros del puente, viéndose obligados a realizar
algunas obras urgentes, bajo la dirección del alarife Francisco de Morales (hijo de Diego) y
también intervinieron su hermano Alonso, y Francisco de Morales (albañiles ambos).
La avenida del río en el año 1581 puso en serio peligro todo el puente, por los daños
ocasionados en un pilar; el albañil Francisco de Gamarra (que había intervenido en una obra
de la casa del cabildo) tuvo a su cargo esta reparación.
Y nuevos reparos en los años que siguieron, hasta 1588, que la avenida anual del
río asumió graves proporciones, originando mayor daño al puente; pero oportunas
reparaciones lo salvaron de la ruina.
En 1593 y 1594 continuaron los daños, pero gobernando ya el virrey García Hurtado
de Mendoza, tercer marqués de Cañete, se adoptaron mejores medidas.
NUEVOS REPAROS
Por orden del virrey Luis de Velasco, marqués de Salinas, se hicieron reparos en el
puente en 1598; el albañil Rafael Moreno realizó en 1600 un nuevo empedrado “la cual tiene
189 tapias” y “que le debían pagar a razón de 7 reales cada una” (de que se dio cuenta en
sesión del cabildo de 27 de abril) y en 1601 el albañil Juan Gutiérrez de Villapadiernia
efectuó otros trabajos.
30
En la sesión de cabildo del 31 de mayo de 1602, a la que acudió el virrey marqués
de Salinas, se contemplaron las obras del tajamar y los nuevos reparos necesarios para el
puente.
Con relación al tajamar que se estaba haciendo en el río (banda del convento de
San Francisco), el sacerdote agustino “experto en obras de ingeniería” Fray Jerónimo de
Villegas ofreció dar “una orden y traza” para dicha obra, a fin de impedir “que no se lo
llevase el rio como hasta aquí”. Se acordó “una vista de ojos” de lo hecho y tratar con él
aquello que fuera más conveniente al respecto.
En nueva reunión de cabildo, del 14 de junio, con asistencia igualmente del virrey, y
habiendo acudido Fray Jerónimo de Villegas y el alarife y albañil Francisco Becerra, se trató
de l amanera de hacer las obras en el puente: Villegas, “con piedra menuda del río” que
contradijo Becerra –“uno de los buenos albañiles que ha habido en este reino”- expresando
que “no sería firme ni fuerte” y que “nada valdría la obra” por lo que debería emplearse
“piedra de la sierra”.
LOS TAJAMARES
31
Estas últimas “se iban haciendo” el 30 de setiembre, consistente en dos baluartes y
cestones en el río hacia la pared del convento en referencia; pero en el cabildo de esa fecha
se contempló la situación que ese reparo “era en perjuicio del matadero y asas que están
pobladas en San Lázaro” insistiéndose en la conveniencia de quitarlas. Las obras
continuaron.
En 1605 trató el cabildo (13 de mayo) del peligro de este “nuevo tajamar” ya que una
parte había sido destruida por el río. Se acordó la realización de las reparaciones.
En la creciente de 1605 las aguas cargaron sobra la banda del barrio de San
Lázaro, debido innegablemente a las defensas de la ciudad, con los tajares (aunque también
sufrió mucho el de Santo Domingo); y el muladar (estaba a la derecha, pasado el puente)
que servía para contrarrestar la fuerza de las aguas, en defensa de la barriada, fue llevada
en parte.
Bernandino de Tejeda, encargado por el cabildo para que adoptara las medidas
conducentes en defensa de San Lázaro, recomendó (14 de febrero) la “colocación de unos
cestones para que no llevase tanta agua el río y al golpe encaminase las aguas por otra
parte”. Fueron colocados por Cristóbal Sánchez Castaño, encargado del reparo del río y de
ello se dio cuenta al cabildo con fecha 15 de abril.
32
En 1606 el “estribo del último ojo dela puente estaba tan comido y socavado y el
plan del dicho ojo muy hondo y falto de piedra y tierra y arena por cuya causa acudía más
agua a él que a los demás” con grave riesgo de peligro. El cabildo acordó (15 de setiembre)
reparar el estribo y el ojo referidos.
REPARACIÓN
33
Sensiblemente, no impidió que, días después el 23 (de que se informó al cabildo el
26) se produjera la caída de otro ojo y estribo, quedando así totalmente arruinado el puente.
Los comisarios anteriormente nombrados para las obras de reparación del puente
dieron cuenta al cabildo (16 de marzo) que se “había concertado con Alonso de Ortega para
que tenga a su cargo y cuide de velar el remiendo de la parte que se ha hecho de cables de
madera, de día y de noche, para que no pegue fuego en ello por los negros que por ella
pasaban tomando tabaco y para que atece los cables y sogas sobre que está fundada”. Y
que por “su trabajo y ocupación” recibiría “un peso de a nueve reales por cada día y noche”
(pagados del producto de las sisas del vino y de la carne). Fue aprobado.
El alcalde ordinario Jusepe de Ribera dio cuenta al cabildo (16 de marzo) de haber
recibido de las personas invitadas el día 5, sus opiniones por escrito; se determinó tratarlo
en la próxima reunión.
En este informe técnico se basó el regido Dr. Francisco de León Garavito para emitir
su opinión; expresó que “haciendo la trabazón que convenga con la puente vieja se
consolida con la nueva que se ha de hacer cuya obra promete no solos los doscientos años
de duración que dice Bernardino de Tejeda sino mucho más porque la haz de la puente vieja
34
que mira a Santo Domingo ha de ser una misma continuada con la hez de lo nuevo que ha
de mirar a la puente vieja y todo ha de ser un mismo alquitrabe fresso y cornija” y “no hay
que tener temor en decir que la obra nueva no puede fraguar también con la puente vieja
como si toda se hiciese de nuevo y de una misma planta” y “querer hacer puente nueva en
el mismo sitio de la vieja como dice el otro parecer tiene grandes inconvenientes”.
Recomendaba “se eche sisa y derrama en todo el reino para la dicha fábrica y se
habiese a los corregidores que a los oficiales de albañilería que hubiere en sus distritos
vengan si quisieren a labrar en la dicha puente”.
Y que “particularmente se haga esta diligencia con un oficial muy famoso de hacer
puentes cuesta en la ciudad de San Francisco de Quito de quien tiene noticia hará la dicha
puente con más perfección y hermosura”.
35
pero agregando los tres últimos que “no haciéndose nueva se haga lo que dice Bernardino
de Tejeda”.
D. Luis Rodríguez de la Serna: en el sentido de que revisaran antes los pilares del
puente viejo y que si se podían remediar, se conservare, de manera que las obras no
pasasen de cinco o seis mil ducados, mas si fuese mayor, se hiciera puente nuevo.
NUEVAS OPINIONES
En la reunión de cabildo del 26 de marzo del mismo año, don Jusepe de Ribera dio
cuenta del nuevo daño sufrido por el puente (ya manifestado); se acordó la conveniencia de
consultar nuevamente con personas entendidas sobre qué convenía hacerse y que,
resuelto, de nuevo se presentase el asunto ante la Audiencia.
Se solicitó en esta oportunidad la opinión del alguacil de la ciudad y que “era oficial
de albañilería” don Miguel Hernández de Espinoza, en el sentido de que si reparándose el
puente viejo, conforme el parecer de origen que habían dado Cristóbal Gómez y Juan del
Cerro (el 15 de marzo) sería un reparo firme que duraría 50 años y de que si la obra nueva
que se hiciera fraguaría con la antigua. Su respuesta fue en sentido favorable.
SE PRESENTAN POSTURAS
El regidor Dr. Francisco de León propuso realizar la obra por 50000 pesos de a 9
reales el peso, y compartiendo esta opinión los regidores don Martín de Ampuero y don
Simón Luis de Lucio, se obligaron conjuntamente con el primero en dicho sentido.
36
A la sesión de cabildo del 28 de marzo fueron invitados para que emitieran sus
opiniones el clérigo presbítero Dr. Alonso de Huerta, el hermano Martín de Aizpitarte, de la
Compañía de Jesús, y una vez más Bernardino de Tejeda, teniéndose en cuenta de que se
trataba “de personas inteligentes, prácticas en semejantes obras”.
Se leyó por otra parte, una petición de Alonso de Morales, Andrés de Espinosa y
Alonso de Arenas, quienes se comprometían hacer un puente de cal y canto y ladrillos, y
otro de madera “para el pasaje mientras se hace el anterior” por la cantidad de 110000
pesos.
El Dr. Huerta y el hermano Martín se manifestaron en contra del “reparo” por cuanto
el puente tenía “tan falsos y malos fundamentos” y estaban “maltratados los pilares” que no
había reparación posible para dejarlo en condiciones de “firmeza y seguridad” y su parecer
era que se hiciese puente nuevo y costeando la obra el cabildo. Además, que de ninguna
manera se consintiere “en dejar el ojo del molino de Aliaga, sino que se derribe como toda la
demás puente”.
Con relación a la postura presentada por los albañiles en referencia, opinaron los
cabildantes en la forma siguiente:
37
Todos los demás se inclinaron por la construcción de un puente nuevo, por cuanto la
opinión generalizada era que el puente ruinoso no ofrecía seguridad, por más obras que se
hicieren entonces.
Con él había iniciado tratos el alcalde ordinario Jusepe de Ribera, uno de los
comisarios nombrados al efecto por el cabildo y quien era el más decidido para la obra.
Aceptada la “traza” presentada por el maestro Juan del Corral, concertó mediante
autorización de la Real Audiencia (pues ya había dejado de ser alcalde), con fecha de 3 de
febrero de 1608 la construcción del puente. De mayor ancho que el anterior, de “piedra de
cantería” (procedente de las canteras de Chorrillos), los pilares “seis en el río y dos medias
muestras a los lados”, ocho arcos “de ladrillo y cal”, todo realizado con “buena mezcla” como
hábil obra de albañilería y sin la leyenda del empleo de “claras de huevo” para lograr solidez
a la argamasa –que tan erróneamente se ha sostenido. Y respecto a su posición, distinta al
puente destruido, como está manifestado.
Durante mucho tiempo, se afirmó, sin más fundamento que las suposiciones,
teniendo en cuenta anteriores intervenciones en diversas obras, que el hábil sacerdote
38
agustino P. Jerónimo de Villegas había sido el constructor del puente, cuando es un hecho
incontrovertible que fue Juan del Corral; y tampoco fue autor del plano, pues consta que “la
planta presentada y fecha por Juan del Corral”.
39
El virrey dispuso que se empleara para la fábrica del puente el “producto de las
sisas del vino, la carne, el jabón y las velas”. Además se tomaron “a censo” 1000 pesos
ensayados para pago de los jornales el 12 de octubre de 1609, pues la “obra en estado que
no podrá parar” –como expresara el virrey en providencia al respecto.
Juan del Corral, quien de acuerdo a su concierto cobró por la construcción 185744
pesos corrientes, figura ya como “maestro mayor de la obra del puente de la ciudad” y el 4
de enero de 1610 como “maestro mayor del oficio de albañilería o de las obras de la ciudad”
y por tanto (razón de su título) recomendando al cabildo los alarifes que habrían de
nombrarse: Francisco Vásquez, Diego Guillén, Antonio Mayordomo y Pedro Blasco; y en
1611 a Juan Pérez, Pedro Blasco, Juan del Cerro y Diego Guillén. Unos u otros,
seguramente colaboraron con él en tan importante trabajo.
La obra del hermoso y sólido puente fue terminada en 1610, luciendo airosamente
sus “puntas de diamante” y “redondeados pilares” con finalidad defensiva de la impetuosa
corriente.
REPAROS Y MODIFICACIONES
En 1766, durante el gobierno del virrey Manual de Amat se renovó con piedra de
sillería el pilar de sustentación del último arco, que había sufrido con las aguas. Se
invirtieron más de 24000 pesos y las obras corrieron a cargo del maestro de albañilería José
de Añazco y actuando en la inspección el oidor de la Real Audiencia Dr. Pedro José Bravo
de Lagunas y Castilla.
40
Equivocadamente se afirma que esta obra se hizo por mandato del virrey conde de
Superunda; por confundirse con la destrucción del arco de entrada al puente, con motivo del
terremoto de 1746.
Y para terminar, las palabras precisas y veraces de este gran señor, historiador y
maestro: “nuestro antiguo puente de piedra no era un prodigio; pera era, como su nombre lo
dice, de material resistente, en todas su partes, a pesar de las avenidas, y tenía línea, perfil
histórico e hidalgo, le daba aire y prestancia al panorama de la ciudad”.
En la segunda mitad del siglo XVI se construyó el primer arco triunfal que tuvo la
ciudad, a la entrada misma del puente.
Esta medida se adoptó para que quedara “como obra permanente”, pues habían
sido “de lienzo” os que hasta entonces se lucieron en las calles con motivo de las grandes
festividades.
Al lado de este arco (que miraba a la actual calle de Palacio y antes llamada de
Fierro Viejo) el mismo virrey autorizó en 1562 para que allí se colocaran 9 cajones donde los
41
“mercachifles y buhoneros” vendieran sus mercancías. Y también ordenó que el “rollo” fuera
quitado de la plaza y se colocara en dicho lugar.
En 1596, con motivo de la llegada del nuevo virrey, el cabildo dispuso la pintura del
arco. Y así se recepcionó dignamente al marqués de Salinas, con quien finalizaría el siglo
XVI y el reinado de Felipe II.
SEGUNDO ARCO
En el primer decenio del siglo XVII, nuevo puente y nuevo arco se construyeron.
Fue el arco triunfal que, a la entrada del puente, se inauguró en 1611.
Este arco de ladrillo, de gran tamaño, fue también construido por el maestro Juan
del Corral; ostentaba en la hornacina, sobre la arcada, una imagen en bulto de Nuestra
Señora de Belén, dando frente a la calle de Palacio, y “dos torrecillas de remate” al barrio de
San Lázaro. En los muros lucíanse inscripciones en latín relativas a la construcción del
puente, con los nombres del virrey, comisarios y maestro que intervinieron.
Pero si la obra del puente fue sólida, no lo fue en cambio la del enrome arco triunfal
a su entrada.
42
El procurador general Martín Pizarro solicitó del cabildo ese mismo año que “por
estar tan mal fabricado y cimentado” había que derribarlo; pero se opuso el alcalde ordinario
Bartolomé de Osnayo Velasco.
Mientras tanto, quienes estaban cerca al arco del puente, ni se movieron. Los
“buhoneros y mercachifles” allí continuaron vendiendo en mesas sus “menudencias”. Y
como en 1606 siendo alcaldes ordinarios Diego de Portugal y Lope de Mendoza “proveyeron
auto prohibiendo”, el procurador general Dr. Gutierre Velásquez Altamirano lo recordó en el
año que estamos en materia de análisis del arco, acordándose dirigirse al virrey para su
cumplimiento. Se consiguió, mediante el auto del 15 de setiembre de 1614.
Y así se pusieron a buen recaudo, porque el estado del arco era realmente
deplorable y peligraba ruina. ¡Pero pasaría un siglo para destruirse!
RESTAURACIÓN Y RUINA
43
En carta dirigida al rey de España por el conde de las Torres, afirmaba este, sobre el
arco, que “no cedía al del Real Palacio de Madrid en el primor de su arquitectura, magnitud y
solidez”.
NUEVO ARCO
En 1771 el virrey Amat modificó el arco anterior, con vistosas torrecillas extremas y
un gran reloj iluminado con gas de doble esfera transparente (había sido el colegio de San
Pablo, de los PP. Jesuitas). Y, en su conjunto, del gusto de época, barroco francés o
“rococó”.
Proclamada la libertad del Perú, fue colocado en el tímpano del frontón de remate
central un altorelieve valioso cono el sacrosanto escudo de la patria.
Y así se conservó hasta los días aciagos de la guerra del 79, que, por un incendio
que se inició a las 2 de la madrugada en la contigua “pastelería del puente” de propiedad del
catalán Antonio Allemany, quedó arruinado.
SAN LÁZARO
EL MAL DE LEPRA
En 1563, durante el gobierno del virrey conde de Nieva, siendo alcaldes ordinarios
del cabildo Justicia y Regimiento don Antonio de Rivera y don Muñoz de Avila, se
presentaron muchos casos del mal de la lepra, siendo víctimas los negros esclavos,
quienes, abandonados por sus dueños, transitaban por las calles de la ciudad, en
espectáculo bochornoso, o se escondían, al ser cruelmente perseguidos, entre los
matorrales de la otra banda del Rímac.
44
Constituyendo un grave peligro para los pobladores de la ciudad tan terrible
enfermedad, agravado con las fechorías que realizan estos negros, para lograr el diario
sustento, un caritativo español que ejercía el oficio de espadero, se preocupó por ellos.
ANTÓN SÁNCHEZ
Este vecino de la Ciudad de los Reyes o Lima, fue Antón Sánchez, quien había
adquirido un espacioso terreno “al otro lado del río” más allá de las rancherías de los “indios
camaroneros”, en el lugar donde comenzaban los cascajales.
HOSPITAL
Obtenida la autorización del virrey y del primer arzobispo Fray Jerónimo de Loayza,
procedió a fabricar, de su propio peculio, con intervención del alarife Diego de Amaro
“experto en obras de albañilería” el hospital para leprosos, el mal que sufrió Lázaro, a cuya
advocación lo hizo, y de ahí la denominación de Hospital de San Lázaro, siendo este el
nombre que dio al arrabal, primero, y barrio después.
Pero como los gastos fueron crecidos y no cuantiosos sus bienes, recurrió a
limosnas del vecindario; solo alcanzó a que se construyeran dos salas con iglesia adjunta,
para los servicios religiosos de los mismos enfermos.
Por ordenanzas reales, expedidas por Felipe II, alcanzó los mismos privilegios de
que gozaba el de Lazarinos de Sevilla (España).
PRIMER TEMPLO
Esta iglesia de San Lázaro, sencilla y modesta como para la época, fue el primer
templo levantado en esta barriada limeña; los clérigos a su cargo se preocuparon de
evangelizar a los “indios camaroneros”, lográndolo exitosamente.
RECEPCIÓN ARZOBISPAL
45
El 24 de mayo de 1581, Toribio Alfonso de Mogrovejo, segundo Arzobispado de
Lima, ingresó a la ciudad para hacerse cargo de su sede episcopal.
Desde allí, bajo palio y a pie, tan esclarecido varón fue acompañado
procesionalmente, atravesando el puente, hasta la Iglesia Mayor y su residencia; las calles,
cubierta de flores, las ventanas y balcones de las casas adornadas esplendorosamente.
TERREMOTO DE 1586
EPIDEMIA DE 1589
HOSPITAL PROVISIONAL
El cabildo aprobó tan feliz idea, acordando pedir al virrey Fernando de Torres y
Portugal, conde del Villar Don Pardo, una provisión para crear fondos a la obra; el corregidor
dio una limosna de 200 pesos corrientes y ofreció además costear “médico y barbero para
curar las enfermedades”; los regidores contribuyeron con su salario por un año; el escribano
Blas Hernández, 50 pesos de limosna.
46
D. Luis Rodríguez de la Serna fue nombrado mayordomo del hospital en proyecto y
designado depositario de todas las limosnas que se reunieran.
HERMANDAD
NUEVO HOSPITAL
UBICACIÓN
Al respecto hay que tener en cuenta que los terrenos de la fundación de Antón
Sánchez comprendían 4 manzanas; por detrás hasta las actuales calles de Novoa y
Mondonguería, y que las calles de hoy, Perros, Aromito, Matamoros y puente Amaya, no
existían; correspondían estas a los corrales y huerta del hospital.
47
OTRO HOSPITAL
URBANIZACIÓN
El terreno de la huerta era pedregoso, así es que no había sido de mucho provecho.
Se vendió por solares a censo, de que se encargó el mayordomo de la hermandad D. Digo
de la Cueva, abriéndose previamente las calles, que son las mencionadas y que así se
llamaron muy posteriormente. Además se construyeron casas para alquilar. Con todo se
obtuvo una utilidad de 2000 pesos anuales.
NUEVAS DISPOSICIONES
En 1667 se consiguió para el hospital, por disposición del virrey Pedro Fernández de
Castro y Andrade, conde de Lemos y confirmación de la Real Audiencia, la asignación “en la
parte de los novenos, como lo tenían los otros hospitales” (San Andrés y Santa Ana –que
dicho sea de paso protestaron, aunque nada lograron) de conformidad de Patronato Real.
Se les permitió a algunos leprosos salir del hospital para pedir limosna, y como les
era prohibido hablar, llevaban unas sonajas, que el vulgo llamó “Tablillas de San Lázaro”;
con ellas anunciaban su presencia.
48
Protectores del hospital fueron los virreyes conde de Lemos y conde de Superunda;
y desde 1656, un oidor de la Real Audiencia ejerció el cargo de Juez Protector, a quien la
hermandad hizo su mayoral.
DOS TERREMOTOS
HOSPITAL DEFINITIVO
Nombrado juez protector del hospital en ruinas, el oidor Pedro Bravo de Lagunas y
Castilla, y, contando este, con la cooperación del virrey José Antonio Manso de Velasco,
conde de Superunda, procedió a la construcción de nuevo edificio.
Se arbitró fondos con el producto de dos corridas de toros, con motivo del carnaval,
durante dos años; ellas se efectuaron cerca, en la Plaza de Otero, logrando reunir alrededor
de 15000 pesos. Además obtuvo algunas limosnas.
Y en abril de 1758 se terminaron las obras, colocándose las armas reales a la puerta
del nuevo hospital de San Lázaro y celebrándose solemnemente con una misa de gran
fiesta en la iglesia del mismo nombre.
El hospital de San Lázaro continuó, sin embargo, prestando sus servicios hasta
1822, que fue clausurado; y disuelta la hermandad.
Posteriormente, el local sirvió como cuartel, primero, y después, para diversos usos.
En la actualidad, funciona allí la Proveeduría General del Ejército y, aunque se han hecho
innovaciones necesarias, para su nueva aplicación, existen todavía en su interior algunas
arcas interesantes y gran bóveda, dignas de conservarse.
49
NUEVA IGLESIA
La iglesia de San Lázaro, desde 1536 fue atendida por clérigos con cierta
independencia de los curas del sagrario de la catedral, por disposición del primer arzobispo
de Lima.
Los capellanes de la iglesia eran elegidos por la hermandad, que atendía además
con sus propios fondos todo lo referente al culto.
En 1669 los mayordomos de San Lázaro acudieron al rey para que fuera elevada a
parroquia, pero no se logró, por oposición de los curas del sagrario, quienes tenazmente se
resistieron ante nuevos intentos.
50
Reconstrucción.- El terremoto de 1746 destruyó el templo, que fue el primero en
reedificarse, siendo costeados los gastos de los bienes personales del párroco. Se hizo una
suntuosa iglesia.
Merecen destacarse los esfuerzos realizados por los párrocos Manuel M. Villarán,
Mariano Leocadio García, Alejandro Castañeda, Benjamín E. Infante, Vicente Vidal Uría; y
los esfuerzos desplegados en 1936 por el presbítero Eugenio Mosquera, eficiente y ejemplar
vicario cooperador de la parroquia.
Benefactores.- Entre los fieles benefactores de los últimos años, cabe destacar,
entre muchos, a cooperación de los siguientes: señora Elvira Picasso viuda de Boza, Dr.
Juan Nicolini y señora esposa Clorinda de Nicolini, señoras Lucila Delboy de Guerra Pérez y
María aurora viuda de Soto, señorita Deifilia Zúñiga. Y el ex presidente de la república D.
Augusto B. Leguía y el que fuera dinámico alcalde del distrito D. Juan Ríos.
51
todo su conjunto, tanto exterior como interiormente, aún con los retablos y púlpito, dentro del
neo-clásico.
Aquí se venera a Nuestra Señora del Buen Suceso, siendo un privilegio para este
templo, en el Perú, fomentar su culto; es la imagen patrona del mismo. También, a las de
los dos Lázaro, San Juan Evangelista, la Virgen del Carmelo, Santa Teresa de Jesús,
Nuestra Señora del Rosario, Niño Jesús de Praga, Sagrado Corazón de Jesús, de los
santos peruanos y otras más. En su mayor parte, de antigua talla.
Tiene cinco campanas con los años de fábrica: 1683, 1750, 1779 (2) y 1797. Obras
de Juan Espinoza, las últimas, famoso fundidor del siglo XVIII que tuvo su taller de fundición
en este barrio.
EVOLUCIÓN URBANA
El modesto y sencillo barrio de San Lázaro adquirió una nueva modalidad en esta
centuria, construyéndose aceleradamente casas de adobe y de ladrillo con cubiertas de
carrizos tejidos o de madera tosca de mangles, pintados a la cal, alegradas con pequeños
jardines en los patios delanteros; y más verdeantes las huertas, que asimismo se
multiplicaron.
En 1600, cumplindo encargo del cabildo, realizaron la traza de los solares vacanes,
tan solicitados, los albañiles Francisco Tufiño y Luis de Morales Figueroa, emitiendo su
parecer al respecto (9 de junio) el alarife de la ciudad Pedro Falcón.
Reclamó ante la Real Audiencia a fin de que “se le pague su valor” y a pedido del
procurador general de la ciudad, se nombró al medidor de tierras del cabildo, Simón Díaz,
quien determinó para la correspondiente valorización, el espacio que se había tomado.
De estos solares era propietario el ollero en referencia, por merced que le hizo el
virrey García Hurtado de Mendoza en 1591, con cargo de que se ocupara de “reparos del
puente y río” y que aumentó por compra que hizo (13 de marzo de 1608) a Ventura del Valle
(quien adquirió de D. Diego de Riquelme de Pedrozo), con lo que logró ocupara su heredad
una buena extensión y llegara hasta la orilla del río.
53
autorizó a este para “salirse con las delanteras” de las mismas. Se logró, en esa forma,
abrirse una nueva calle del barrio: Barraganes (nombre de nuestros días).
Por aquel entonces no todas las calles tenían nombres, ya que algunas eran
designadas simplemente con números, conservando todavía la costumbre de la pasada
centuria, aunque poco a poco fue desterrándose.
54
Canela”, justamente consagrado por su auténtico limeñismo, en la música y en la letra, de
que es autora la compositora limeña Chabuca Granda.
Con razón el regidor Dr. Francisco de León Garabito dijo el año 1607 en sesión de
cabildo (17 de marzo) al referirse al barrio: “es ya casi otra ciudad”. ¡Cuán cerca estaba a la
verdad!
¡2000 CASAS!
Al decir autorizado del Dr. Juan Antonio Suardo, que lo consigna en su “Diario de
Lima”, en setiembre de 1630 habían ya en el barrio de San Lázaro, nada menos que 2000
casas.
A CABALLO Y EN CARROZA
Convertida la alameda en el paseo predilecto, a ella acudían los días feriados y con
motivo de otras festividades en los Descalzos y en Amancaes, los vecinos del barrio y de la
ciudad.
Y contrastando con unos y otros, quienes iban a pie, a burro y hasta en carretas.
EMPEDRADO DE CALLES
ALUMBRADO
Las casas del barrio se alumbraban mediante las velas de sebo, colocadas en las
candeleros; proporcionaban luz tenue.
55
Como se carecía de la materia prima, esta era traída de Chile en grandes
cantidades; procedía de concepción. La venta estaba controlada –según se desprende por
las afirmaciones de Suardo en su diario.
Para alumbrar las calles servían “unas candiles de barro llenos de grasa” colocados
en las esquinas.
LAVADERO COMÚN
Río abajo, a la altura de Tajamar (de las Cabezas), en la banda del río, era el lugar
que servía de lavadero común de las ropas.
Con gran acierto, el cabildo conservó este sitio, sin cederlo a censo, por más que le
fue solicitado para establecimiento de solares.
LIMPIEZA
Considerando el cabildo que los mencionados lugares cercanos a la orilla del río,
solo servían para hacerse de ellos muladares, dispuso la edificación en ellos, como eficaz
medida de “mayor policía y adorno. Se hicieron entonces ‘pregones’ para la venta de ‘sitio y
pedazos’” a la salida del puente.
EMPADRONAMIENTO
Por un cabildo abierto que tuvo lugar el 16 de febrero de 1607, el Cabildo Justicia y
Regimiento ordenó el “empadronamiento de los vecinos y moradores de la ciudad”.
56
alcabalas, mandando llamar a: Baltazar de Lorca, Juan Bautista Torres Molpe, Juan
Rodríguez de Rojas, Simón López, Francisco Muñoz Sangrelinda, Juan Fernández Ramírez,
Alonso de Hita y Antonio del Valle. Y, conferido el mejor medio que se podía hacer para su
cumplimiento, se resolvió que el padrón se efectuase por el que los curas de la parroquia
tenían para esta cuaresma, y que, si realizado, “alguna persona de cualquiera de los
gremios en que se repartiere esta ciudad quisiere quedarse al viento lo pueda hacer por
tiempo de tres años con declaración que lo que causare lo ha de pagar a 1 y ½% y se ha de
cobrar para el cumplimiento de lo que se repartiere al mismo gremio y queste es el mejor y
más suaue medio que se puede tener; y que se ponga por obra”. De que se dio cuenta al
cabildo (sesión de 13 de marzo).
CAMARONEROS
TAJAMARES
En 1610 se ejecutaron obras a la altura “del acho” para defender el barrio por ese
lado, en las épocas de avenida, a fin de impedir que, de allí, se introdujeran las aguas, como
había pasado anteriormente.
57
Se gastaron “en fábricas” entre agosto y octubre más de 4000 pesos (“de la renta de
los solares”), según las cuentas presentadas por el procurador general de la ciudad don
Juan de Salinas.
Por estas obras, que el cabildo encargó al ollero Lázaro Romero, le extendió (3 de
julio de 1620) un libramiento por 649 pesos 1 real “de lo que suplió y dio de su hacienda”.
En esta oportunidad se le llama alférez; seguramente lo sería del gremio de alfareros.
Y como en agosto de 1620 el río “socavó” parte de los cimientos del tajamar, se
hicieron nuevas obras.
QUEMADERO
MATADERO
En 1602 el albañil Francisco Gamarra estaba aún realizando las nuevas obras que
iniciara el año 1598 en el matadero; el calero Alonso Sánchez proporcionaba la cal y el
ladrillo.
En agosto de 1606 sufrió algunas averías por las avenidas del río; se repararon en
parte.
58
El matadero púbico de reses fue trasladado igualmente “cerca al acho” teniéndose
en cuenta que las chácaras donde pastaba el ganado se encontraban en las inmediaciones
del San Cristóbal y asimismo por razones de higiene pública.
PULPERÍAS
En 1611, don Pedro Vélez Roldán tenía labrados en los corrales de los rastros, una
casa y pulpería, arrendada a un pulpero en 150 pesos al año.
QUERELLAS
HOSPITAL
MOLINOS
En 1616 se le hizo remate al capitán del Sanz Carrasco de “un herido de molino” y
“pedazo sitio y solar que con él se vendió” para dicha finalidad, con cargo de “tener enhiesta
59
y reparada la puente que está en un brazo del río camino de los Descalzos”. Este caballero
murió el 18 de junio de 1613 y, según Suardo, dejó “mucho dinero”.
El lugar donde levantó este molino fue en un terreno que, terminando Copacabana,
hacía esquina con la Alameda de los Descalzos. Más tarde sería propiedad de D. Francisco
de San Pedro; después de una señora Guisado, quien vendió a D. Julián del Portillo, y que,
en 1786 adquiriera Miquita Villegas.
Molino que “peinaba las aguas de Otero” –al decir del Dr. José Gálvez.
A este respecto, Bernabé Cobo (“Fundación de Lima”) afirma que “por la otra parte
del río, en el barrio de San Lázaro, corre una acequia de igual grandeza que muele otro
molino de pan de tres piedras y los molinos de pólvora y se riega muchas chácaras”. Cita
que recoge Suardo y la precisa en 1635.
El molino de Harina (antes de 1690) de propiedad de D. Martín Arias del Castillo (al
lado de la actual Quinta de Presa, que se construyó en el dieciocho, que después (de 1690)
sería de D. José Blanco Rejón, más tarde de D. Juan Bautista de la Rigada, en 1706 de
doña Sebastiana Ramos Galván viuda de Blanco Rejón, y en 1708 del coronel Juan Bautista
Palacios, quien lo convirtió en molino de pólvora. Es el molino que se llamó de Presa.
TENERÍAS
Las tenerías o curtiembres de Lima se concentraron “al otro lado del río”, en el barrio
de San Lázaro. Si bien en los primeros años se fueron estableciendo en diversos lugares,
ya en 1609 el mayor número de tenerías estaban en la calle que entonces se le llamaba
Chancay y que después recibiría la denominación de Tintoreros.
OBSTETRIZ
60
MÉDICOS
BARBERO
PROTECTOR DE INDIOS
Y siguiendo con las defunciones y también por información del Dr. Juan Antonio
Suardo, se sabe que el 6 de noviembre de 1635 fue enterrado en la iglesia de San Lázaro el
vecino D. Domingo de Luna, “protector que fue de los indios de este reino y que murió muy
pobre”.
OBRAJE DE SOMBREROS
Obrajes de hacer sombreros hubo en el barrio y según el Dr. José Gálvez, en los
alrededores del molino de la calle Peines estuvo el de Gaspar Pérez Pericón y también el
renombrado del capitán Bartolomé Astete de Ulloa.
Allí se alojaban estos infelices, siendo atendidos y curados los enfermos, mientras
se “negociaba” su venta.
Por cada negro, sus dueños pagaban al cabildo a razón de 1 peso, como
indemnización por los gastos realizados durante su estada en aquellos lugares.
MOVIMIENTOS SÍSMICOS
61
El barrio de San Lázaro sufrió las terribles consecuencias de los fuertes temblores y
terremotos de esta centuria: 1° de octubre de 1609; 27 de noviembre de 1630; 13 de
noviembre de 1655 (tuvo lugar a las 3 de la mañana y, en el transcurso de quince días,
hasta el 27, se sucedieron nada menos que 115 remezones); 1° de junio de 1678
(terremoto); 20 de octubre y 10 de noviembre de 1687; y 14 de julio de 1699.
En el terremoto del año 1609, no siendo suficientes los dos alarifes de la ciudad,
Cristóbal Gómez y Juan del Cerro, fueron nombrados Alonso de Morales, Juan del Campo,
Pedro Blasco y Clemente de Mansilla, quienes llevaron a cabo los trabajos de reedificación
ordenados por el virrey marqués de Montesclaros.
COHETEROS
Los “cohetes” llamados “invenciones de fuego” fueron parte principal de las grandes
fiestas de la época. Su confección tenía lugar en el barrio de San Lázaro.
Así surgieron los coheteros famosos del barrio, que, en Barraganes y Camaroneros,
primero, y después en Malambo, ofrecieron siempre las “invenciones de fuego”, producto de
su habilidad.
62
Y según refiere Mugaburu en su “Diario de Lima”, con motivo de las fiestas de la
“Limpia Concepción” que “empezaron el sábado 14 de octubre de 1656” se ofrecieron
famosos fuegos, “los mayores que ha habido en esta ciudad” debidos a los expertos
pirotécnicos indios, mulatos y negros del barrio de San Lázaro.
FIESTAS RELIGIOSAS
En esta época de predominio del factor religioso, fiel reflejo de la propia España, con
la construcción de templos y conventos, incremento de las misiones, frecuencia de las
presiones y surgir de nuestros santos, el barrio de San Lázaro se vistió de sus mejores galas
para rendir su tributo de “fieles devotos”.
La gran procesión que salió de la iglesia de San Lázaro, recorriendo las calles del
barrio hasta la Iglesia Mayor, con la sagrada imagen de Nuestra Señora de Copacabana, el
día 14 de noviembre de 1655, con motivo del terrible sismo –de que se da cuenta en el
diario de Mugaburu.
63
LOS SANTOS
Es un hecho comprobado que, durante su breve existencia, Santa Rosa atendió con
sus solícitos cuidados a los enfermos pobres del lugar y que los reconfortaba “con el pan del
alma y con el pan del cuerpo”. Tal es el caso de doña Juana de Bobadilla y Acevedo,
“recatada doncella ilustremente emparentada, pero huérfana; muy virtuosa; que pasaba
necesidades apremiantes”, que “padecía de un cáncer contagioso debajo del pecho,
aumentando más cada día, de modo que si no se curaba con cuidado y presteza a pondría
en términos de perder la vida” (vida admirable de Santa Rosa, por Fray Leonardo Hansen,
O. P.). Enterada Rosa, “fue a socorrerla muy en secreto”, más o menos en 1608, y como
por la distancia en que residía doña Juana, dificultaba para su curación la frecuente visita de
médicos, “la llevó a su casa y la atendió en sus curaciones (la famosa enfermería que allí
estableciera) mediante consejos médicos, y, pasados cuatro o cinco meses regresó a su
casa, ya curada, doña Juana”.
De la labor desplegada por los beatos Fray Martín de Porres y Juan Macías, me
ocuparé al referirme a los templos de Las Cabezas y El Patrocinio, respectivamente.
Santo Toribio de Mogrovejo solía acudir al barrio los días domingo, al mediodía,
platicando con todos los mayores al pasar, y “recogiendo y convidando a seguirlo a los
muchachos y vagos”, modestos y humildes “indiecitos, negritos, blanquitos, zambitos,
mestizos”, y en la iglesia de San Lázaro les “enseñaba el catecismo”.
64
San Francisco Solano, derramando virtudes, acudiendo en socorro de la plebe
desde su Convento de los Descalzos, y estableciendo los “almuerzos” a la puerta del mismo
a los desheredados de la fortuna, a los pobres de la solemnidad.
ERMITAS
La ermita existía ya como templo en 1630 “labrado de buen edificio” –como asevera
Bernabé Cobo. Y el año 1646, los vecinos D. Alonso Rodríguez y D. Juan Ocampo en
cooperación con Fray Diego de las Casas (sacerdote capuchino) realizaron obras de
reconstrucción en la iglesia de Nuestra Señora del Socorro.
En el siglo XVI existía una plazuela (entre las actuales calles Cruz de Lazo y
Baratillo) en donde los días domingo se reunían muchos negros esclavos que vendían en
mesas y en el suelo infinidad de artículos “a bajo precio” o “baratillo” (origen del nombre);
realizadas las ventas, al caer la tarde, estas ferias degeneraban en escándalos, ante el
desenfreno de los negros por razón del alcohol.
65
existente en ese sitio, y levantó una modesta ermita, desde donde dirigía la palabra a la
concurrencia al finalizar las ventas; los respetuosos negros suspendieron entonces sus
excesos.
La capilla continuó prestando sus servicios religiosos; y entre las imágenes que se
veneraban, el Señor del Triunfo o Señor del Borriquito –tan conocido por los antiguos
limeños- que se sacaba en andas el Domingo de Ramos y recorría las calles, pasando el
puente, hasta el Portal de Botoneros (fueron los comerciantes allí dedicados a la venta de
botones y pasamanería, que, constituidos en hermandad, la establecieron), y, dando vuelta
a la Plaza Mayor, regresaba a su templo, seguido de cientos de fieles.
Al ser expulsados los jesuitas en 1707, durante el gobierno del virrey Amat,
cumpliéndose la pragmática e Carlos III, Rey de España, los bienes de ellos pasaron a la
Corona y, producida la independencia, al Gobierno de la República.
66
BEATERIOS
CONVENTILLO
El conventillo de Nuestra Señora de Guía, con capilla anexa, en las afueras, y que
fuera Casa de Recolección o Recoleta de los PP. Agustinos, en 1619; fue obra principal de
fray Juan de Vera, S. A.
Reconstruida varias veces, la última en 1760, se conservó hasta 1826, “que fue
suprimido en virtud del decreto – ley de 28 de setiembre de ese año, que se prohibía la
existencia de una ciudad de dos conventos de la misma orden, pasando los bienes al
dominio del estado, que dispuso en gran parte de ellos, en virtud de diversos contratos.- Por
Escritura Pública del 8 de mayo de 1844, el gobierno adjudicó a doña Manuela Sarmiento el
terreno en que existió el antiguo convento y otro terreno pedregoso delante del anterior,
reservando un área a favor de la capilla con los linderos marcados por peritos oficiales en el
plano que levantaron.- Por Escritura Pública del 2 de diciembre de 1870 el Gobierno
adjudicó a don Juan Roldán varios miles de varas cuadradas de los terrenos próximos a
dicho convento de Guía, conforme al Decreto Supremo del 26 de setiembre que aprobó la
subasta.- La capilla y terreno anexo y reservado para ella en la Escritura de 1844 es materia
de este Margesí.- La huerta Prebost o Cacotegui, que colinda con la capilla y que fue
vendida en eufitesis, es materia igualmente de este margesí. (De que es constancia en el
margesí de Bienes Nacionales N°36).
HUERTAS
Las de D. Antonio de Tejeda y de las Señoritas de las Ramos, junto a los Descalzos;
la de D. Pedro Jiménez Menacho; la de Guía, y otras más.
NUEVOS SOLARES
De 1600 a 1620 figuran, entre muchos, como nuevos vecinos del barrio de San
Lázaro, sea por adquisición directa de solares mediante intervención del cabildo o por
ventas efectuadas de sus anteriores propietarios, como consta en las respectivas
concesiones y escrituras, los siguientes:
67
Francisco de Riberos (1601 era poseedor de 2 y ¾ de solares en las inmediaciones
del hospital de San Lázaro – “por el corral” – que le fueron rematados. Presentó
reclamación).
Manuel de Silva (En 1602 le fue rematado uno que poseía junto al quemadero).
Juan Alonso de Mejía (1602. Que lindaba “calle en medio” con el anterior).
Beatriz de Ochoa (en 1606, figura con solar en las inmediaciones de las “espaldas
de San Lázaro”).
Alonso de Mendoza 1606. Reclama por daños y perjuicios al abrirse calle para los
Descalzos).
68
Lázaro Romero (Ollero. Hizo nuevas adquisiciones. Actual calle y callejón de su
nombre).
García Noblega (o Nobleja. 1608. Venta del cabildo en el lugar donde se levantaría
después la iglesia de “Las Cabezas”. Vendió a D. Juan Martínez Fregoso).
Juan Rodríguez de la Torre. (Ollero. 1609. Figura que había adquirido 2 solares de
doña Francisca de la Vega, viuda de D. Hernando Bernardo de Munguía).
Juan del Valle (hijo de D. Ventura del Valle. 1609. 1 y 1/2 – figura que en ellos había
edificado, cerca a la “Calle Real”).
Alejo Román (en 1609 establece una tenería en solar de su propiedad, calle de
Chancay – nombre de entonces).
Tome Ruiz.
Alonso de Posadas.
Pedro de Alfaro.
Domingo Alonso.
Alonso Franco de Morales (en 1609, lindaban sus casas con la de Alejo Román,
quienes reclaman ante el cabildo oponiéndose al establecimiento de la tenería de este.
Reclamación desechada por el cabildo).
69
Juan de la Raya (propietario del solar de la calle de Chancay, que vendió a Alejo
Román).
Padre bachiller Juan Sánchez (cura de Canta. 1610. “Calle arriba como van a cerro
San Cristóbal”).
Luis Pérez (en 1614 redime el censo del solar que compró).
Gregoria de Mujica.
Fray Hernando de Herbas, O. P. (cascajal, cerca a San Cristóbal para edificar iglesia
y ermita bajo la advocación de San Marcos Evangelista).
LAS CABEZAS
ORÍGENES
70
El 12 de mayo de 1612, Juan Martín Fregoso (o Fechoso), adquirió del curtidor
García de Nobleja (o Noblega) un solar existente en el mismo lugar donde se encuentra la
actual iglesia.
Como el lugar no fuera conveniente para ello, el donante accediendo a los deseos
de su esposa Leonor de Herrera, adquirió más extensión de terreno, y construyó entonces
una capilla, siempre bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, para su culto por
los fieles y “para que los niños de Cofradía del Rosario guardasen sus imágenes,
estandartes e insignias”. El patronato de la capilla, que se inauguró en 1615, fue concedido
a Jacinto Fregoso de Herrera, hijo del piadoso matrimonio.
Este solar del curtidor, había sido antes de D. Diego de Ávila y de Herrera, gentil
hombre de la Compañía de Lanzas de la guardia de esta ciudad, quien obtuvo en total una
cuadra, por concesión que le hiciera en 1591 el virrey García Hurtado de Mendoza, tercer
marqués de Cañete; de ellos, porque salieron inciertos, el cabildo le hizo entrega a Noblega,
al presentar títulos por haberlos adquiridos en remate en 1609, año que hizo petición (12 de
diciembre) el mencionado Ávila, expresando que le pertenecían, de acuerdo a los títulos en
su poder y que antes no había presentado (por habérseles extraviado, seguramente). Ante
esta situación y para evitarse mayores perjuicios, es de imaginarse la venta del curtidor en
referencia, mientras se ventilaba el pleito.
IGLESIA
71
En 1624, la capilla dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles fue reemplazada por
una iglesia que construyeron los acaudalados vecinos Diego de la Cueva y Juan López de
Mestanza. Allí se comenzó a rendir culto a Nuestra Señora de La Cabeza, a cuya
advocación se hizo este templo.
El verdadero nombre de esta iglesia es de “La Cabeza” pero los vecinos dieron en
llamarla de “Las Cabezas” y así ha quedado hasta nuestros días.
El origen de esta advocación de la Virgen María, es como sigue: hace muchos años
un pastorcillo encontró enterrada una hermosa imagen de talla en el Cerro de Cabeza
(Sierra Morena – España) que, seguramente allí escondieron los devotos, siglos atrás, con
motivo de la invasión árabe. Se le construyó un santuario en la cercana ciudad de Andújar
(España), que todavía existe, y se le dio a la virgen la denominación del lugar en que fue
hallada, como era costumbre muy generalizada.
RUINAS
Al amanecer del 9 de marzo de 1634, una fuerte avenida del río destruyó el muro
que defendía el templo y, como consta en el manuscrito del diario de Suardo “se llevó la
mitad de la iglesia de Nuestra Señora de la Caveza, cosa que ha causado muy grande
sentimiento de toda la corte”.
A este respecto, un pasaje referente a la vida del beato fray Martín de Porres, que
cita el erudito sacerdote Dr. Domingo Angulo: al contemplar la “furia del río” desde su
convento dominico, “corrió a La Cabeza” en que estaban congregados los vecinos “cogiendo
tres piedras en nombre de la Santísima Trinidad, las lanzó en medio de las aguas, hizo
72
breve oración y se calmó el río”. Y así, este momento fue aprovechado por el vecindario,
para “poner a buen recaudo” la referida imagen.
Cuantos acudían a la portería del convento, recibían de él, el pan del alma con sus
consejos solícitos, y el pan del cuerpo, atendiéndolos con alimentos que celosamente
guardaba. De este mulato se cuenta una anécdota interesante; que ante el asombro de
todos, hacía comer en un plato a perro, pericote y gato (como buenos amigos, sin pelear).
NUEVA IGLESIA
73
A principio del siglo XVIII hizo valiosa donación de encajes y alhajas doña María
Ambrosia Jiménez de Lobatón y Azaña-Palacio Sáenz de Ayala y Llano-Valdés (por su
primer matrimonio esposa del mayorazgo de Castro-Isasaga y señora de la villa de Valero
en Extremadura de España y por el segundo, condesa de las Lagunas) – como anota el muy
erudito Dr. José de la Riva Agüero y Osma.
Otro benefactor del templo fue don Miguel rodríguez, natural de Concepción (Chile)
y residente en la capital desde sus años juveniles; era dueño de una panadería y del navío
“San Miguel”, siendo poseedor de cuantiosa fortuna. Contrajo matrimonio con doña
Cayetana Castilla.
A sus expensas refaccionó totalmente esta iglesia en 1808; mandó hacer nuevo
retablo del altar mayor y los de San Isidro y Nuestra Señora del Carmen.
Al morir este caritativo varón (6 de abril de 1813) quedó como Albacea testamentario
el capellán de la iglesia, presbítero Miguel Manuel Arrieta, quien llevó a cabo nuevas obras
en el templo.
LA IGLESIA ACTUAL
COPACABANA
LA IMAGEN
74
El erudito sacerdote Dr. Domingo Angulo (Monografías Históricas) dice que, al
producirse en 1591 la traslación de los indios de San Lázaro al Cercado, llevaron consigo
una imagen, venerada por ellos en la iglesia de ese nombre, y le edificaron una “ermita” en
dicho lugar, y que, habiendo amanecido un día de 1596 destechada, y expuesta la imagen a
la intemperie, por disposición del Arzobispo Toribio de Mogrovejo se “hicieron en desagravio
rogativas en todos los templos de la Ciudad”, que “la imagen salió en procesión desde allí a
la Iglesia Mayor”; que, según referencias de la época, “disponiéndose para llevarla comenzó
a sudar María y el Niño tan copiosamente que se colmaron dos cálices” motivando que “un
cronista culterano” de entonces lo tuvo “por rocío de la aurora y lágrimas de Sol” (De
Montalvo.- El Sol del Nuevo Mundo.- Pág. 324.- Roma 1613.- Historia de la milagrosa
Imagen de Copacabana que se halla en el libro de la fundación – a fojas 323- es la
referencia).
Dicha capilla se hallaba “al fondo de la nave derecha de la antigua iglesia mayor,
donde se encuentra la puerta denominada San Cristóbal y casi fuera del recinto del templo”
y, según el cronista Montesinos (Anales del Perú) “en ella se distribuían las bulas antes de
que el Tribunal de Cruzada se estableciese en Lima”.
Consta al respecto en las actas de cabildo de 1608, que el 1° de agosto “se trató
como imagen de N. S. de Copacabana se había sacado de su altar y puesto en capilla
mayor de la iglesia catedral para que por su intersección conseguir el agua necesaria para
sementeras este año” (ante “la esterilidad” – se agrega).
ERMITA
75
pobre, tiene a si una casa en que vive un clérigo que la tiene a su cargo”. La autorización de
fábrica fue otorgada por el arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero.
CAPILLA
Entonces los indios, para evitar nuevos despojos, acudieron a la corte y, como
refiere el padre Angulo, lograron al fin, después de más de treinta años de gestiones, que el
28 de enero de 1678 fuera aprobada la cofradía de Nuestra Señora de Copacabana y sus
derechos a la sagrada imagen.
IGLESIA
76
El fuerte temblor del 20 de octubre de 1687, que alcanzó las proporciones de
terremoto, destruyó la capilla, pero se salvó la imagen bendita.
Contando con la cooperación del virrey duque de la Palata – afirmación del general
Mendiburu – los cófrades indios construyeron el actual templo.
BEATERIO
Contó la fundación con el apoyo decidido del virrey conde de la Monclova y del
arzobispo Melchor de Liñán y Cisneros; además de la resulta labor del capitán Francisco de
Escobar y Rosas (natural de Lambayeque, adinerado vecino de Lima), quien llevó a cabo,
en gran parte a su costo, la sólida construcción, con amplios claustros, celdas y demás
compartimientos.
En esta misma centuria, doña Juana de Llano Valdés (hija del Dr. Juan Queipo de
Llano Valdés, vecino del barrio), casada con el maestre del campo Bartolomé Sánchez
Azaña Palacio, legó al beaterio 4000 pesos para sostenimiento de la comunidad – al decir
de Mendiburu.
Otra de las primeras religiosas fue doña Catalina de Jesús Huamán-Capac (natural
de Yungay), quien, previo permiso otorgado por la autoridad eclesiástica recorrió las
serranías peruanas, de 1746 a 1753, demandando la cooperación económica de los fieles,
con la finalidad de reunir la cantidad necesaria para aumentar las rentas y conseguir que el
77
beaterio se elevara a monasterio. Sin lograr este anhelo suyo, pero sí la apreciable suma,
que recolectó con mucha tenacidad y esfuerzo, murió el 25 de julio de 1774.
En 1885 (y hasta 1895, más o menos, que falleciera) vivió allí, no como religiosa
sino en calidad de pensionista (que también las hubo), una virtuosa dama limeña de
ejemplar vida, doña María Miranda, muy amiga de doña Marina Vergara de Oliva, quien
residía en Aromito en una de las casas de su señora madre doña Celsa Robles viuda de
Vergara.
IGLESIA ACTUAL
Destruida la anterior iglesia con el terremoto del 20 de octubre de 1746, que dejó la
ciudad en ruinas, se edificó el actual templo, mediante las propias rentas de la cofradía y la
ayuda generosa de los devotos de Nuestra Señora de Copacabana.
LA ALAMEDA
INTERÉS DE MONSTESCLAROS
79
ACTITUD DEL CABILDO
TERMINACIÓN
CONSERVACIÓN
80
En 1615 se plantaron nuevos árboles, en reemplazo de los que “se habían secado”
y fue aumentado el pago al “guarda y cultor de ella” a razón de “300 patacones de a 8 reales
cada año” y que en 1616 fue de “150 pesos de a 8 reales de salario”.
En el mismo año de 1615 y, a solicitud del cabildo (14 de marzo) el virrey marqués
de Montesclaros dictó una providencia estancando la nieve y la bebida llamada “Aloja” para
que su producto fuera invertido en la conservación de la alameda; suprimido por su sucesor,
virrey príncipe de Esquilache, con detrimento de este paseo, que perdió mucho: pero en
1625 lo restableció el virrey marqués de Guadalcázar, ante las razones del cabildo,
declarándolo “estable y permanente”, gracias a lo cual se realizaron importantes obras de
refacción y se atendió con esmero a su cuidado, quedando el sobrante a beneficio de la
ciudad. Y nuevamente suprimido, se restableció una vez más en 1634 por el virrey conde de
Chinchón, aunque ya en condiciones más favorables a la población.
RENOVACIÓN
PASEO PREDILECTO
81
Alcanzó entonces su máximo apogeo. Fue el paseo predilecto de la ciudad. Centro
de recreo y esparcimiento, concentración en la fiesta de la “Porciúncula”; y hasta avenida,
por ser paso obligado para Amancaes, en el día de “San Juan” y otras festividades.
ALAMEDA VIEJA
Al construirse en la primera mitad del siglo XVIII la “Alameda del Acho”, los
pobladores llamaron a esta “la nueva” y a la alameda materia del presente análisis, “la vieja”.
Después del presente análisis, “la vieja”.
CENTRO DE CONSPIRACIÓN
LA ALAMEDA ACTUAL
La verja, importada de Inglaterra, llegó con un mecánico enviado por los mismos
fabricantes para su colocación; al suicidarse, llegaron otros dos, que se enfermaron y
anulados sus contratos. Se concertó la obra con un mecánico alemán radicado en el país,
Gaspar Ruegg, quien con un sueldo mensual de 120 pesos y ayudado por un herrero
francés, ejecutó en la Fábrica de Bellavista el soldado de las partes y, dejándola expedita,
fue colocada a fin.
82
A los lados de la calle central se colocaron, sobre pedestales, 12 grandes estatuas
de mármol, 6 a cada lado, y alternando con bancas, también de mármol. En las calles
laterales fueron colocados árboles y entre ellos pequeños jardines con variadas flores y
maceteros con su base de hierro. A un lado, una glorieta (para música). También 12
artísticos faroles de fas, distribuidos convenientemente.
Al fondo (parte central) y junto a un frondoso sauce, una hermosa fuente circular con
surtidor, que bañaba las ramas desgreñadas del árbol llorón.
Así, con nueva belleza, se construyó la alameda como nuevo paseo, a la usanza
francesa, con que el genial mandatario y el culto caballero dotaron a la ciudad de Lima, en el
limeñísimo barrio de abajo del puente, como así era denominado ya que el distrito de hoy.
Muy de moda hasta el presente siglo, que decayó, al construirse el Paseo Colón.
OBRAS DE RESTAURACIÓN
El año 1919, una nueva campaña de los órganos de prensa capitalinos reclamó se
colocara nuevamente la reja; dada su destrucción, con las partes que quedaban en buen
estado y completándose el resto, se realizaron las obras en la Escuela de Artes y Oficios y
en la Fundición de Acho.
83
Fue labor cumplida por el Supremo Gobierno y el distrito del Rímac, siendo alcalde
el sargento mayor Armando Patiño Samudio.
Esta reja de 920 metros, más o menos, con un costo de 120000.00 soles, fue
colocada e inaugurada con las nuevas obras de embellecimiento que se efectuaron en el
año 1922 en la Alameda de los Descalzos.
En los últimos años, ante el estado de abandono y descuido, más que nada por
incuria de los llamados a su conservación, nuevas intervenciones de la prensa motivaron
que se le prestara atención, refaccionándosela en parte.
OBRAS URGENTES
Y los vecinos están en el deber ineludible de cuidarlo todo, con amor y orgullo,
porque este lugar es evidencia innegable de valía del barrio querido, del distrito que
conserva obras que son expresión genuina, con definida personalidad de ciudad. Y que
posee el Rímac.
PALABRAS FINALES
Bellísimo rincón de este distrito, parte integrante de la gran Lima, la Alameda de los
Descalzos con el Patrocinio, a la derecha, y Santa Liberata, a la izquierda, con su fondo del
convento e iglesia de los Descalzos, que le ha dado nombre, y dominada esta parte por los
antiquísimos Cerro de los Ramos, en que se asiente el Club “Revólver”, y el San Cristóbal;
todo un conjunto de tradición, de leyenda y de verdad histórica.
Y, para terminar, el verso brillante del inspirado poeta limeño Luis Benjamín
Cisneros:
EL PATROCINIO
FUNDACIÓN
Obtuvo con dicho objeto la autorización y decidido apoyo del arzobispo Melchor de
Liñán y Cisneros (virrey del Perú además, de Julio de 1678 a noviembre de 1681).
REGLA
TERREMOTO DE 1746
85
BEATO JUAN MACÍAS
Al llegar a la ciudad, se alojó en una posada del barrio de San Lázaro, donde
conoció a D. Pedro Jiménez Menacho (asentista del abasto de carne y propietario de unos
terrenos contiguos a los Descalzos – parte de ellos, la denominada posteriormente huerta de
Menacho). Concertó con él para cuidarle parte de su ganado menor, recorriendo así la
alameda y en el lugar citado, que existían muchos naranjos, rompió en uno de ellos la
corteza y labró una cruz.
Refiere Mendiburu que: “en 1660, cuando en aquel paraje se cultivaba una huerta
propia del monasterio de la Concepción, su arrendatario D. Juan Peláez Valdez, mandó
cortar, sin saber nada, el naranjo en referencia, y estando un leñatero destrozándolo el 16
de julio, día del Triunfo de la Santa Cruz, mostró dos cruces, como de una cuarta muy bien
formadas y dijo haberlas encontrado en el interior del árbol; una de ellas se colocó en la
Iglesia de Guía y la otra en Copacabana, en medio de un extraordinario alboroto popular”.
Que apareciendo 200 cruces pequeñas más fueron repartidas a los fieles, una de las cuales
llevó a España el virrey Luis Enríquez de Guzmán, conde de Alva de Liste; que el naranjo se
distribuyó en miles de pedazos con otras tantas cruces, siendo conservadas en todas las
casas. ¡Maravillas de la fe!
Según otra versión, que cita el P. Domingo Angulo, en dicho lugar estuvo la choza
en donde se recogía para orar, mientras San Juan Evangelista le cuidaba el ganado.
Al llegar a Lima en 1617, sirvió como pastor durante tres años, ingresando el 25 de
enero de 1620 a la recolección de los PP. Dominicos, donde vistió hábito, desempeñando el
cargo de lego portero; su virtuosa vida de penitente fue ejemplar y murió el 16 de setiembre
de 1645, en loor de santidad.
Hechas las diligencias canónicas del caso, el papa Gregorio XVI con fecha 16 de
setiembre de 1840 dictó la bula de su beatificación, celebrándose su fiesta el día 3 de
octubre.
86
Con respecto al apellido del beato, con “c” y no con “s”, así lo determina, como
original, el R. P. Ángel Menéndez Rua, O. P. en su “Novena”.
El virrey Gabriel Avilés y del Fierro, marqués de Avilés, que favoreció mucho al
beaterio, llevó a cabo notables mejoras en su edificio, favoreciendo con ello a las buenas
mujeres de piadosa vida que albergaba.
EN LA ACTUALIDAD
Entre las muchas imágenes que se veneran en el templo, la milagrosa Virgen de los
Dolores. De ella existe una tradición: hallándose un religioso dominico colectando fondos
para su altar, se presentaron unos desconocidos, entregándole apreciable cantidad de
dinero y manifestándole que habían ido en cumplimiento de una promesa, pues estando en
viaje al Perú, se desató una tormenta y, estando el barco para hundirse se presentó una
señora vestida de monja, quien les dijo que si ofrecían una limosna para el altar de la Virgen
de los Dolores del beaterio del Patrocinio, en esa barriada limeña, llegarían a puerto con
87
toda felicidad; y que, ofrecido, la tormenta cesó. De ahí que – le dijeron – “aquí estamos
agradecidos”.
Conserva una reliquia del beato Juan Macías: la silla de roble en que solía sentarse
en la portería, según se afirma. Muy solicitada por las señoras de estado grávido, que allí
acuden en busca de gracia.
OBRA SOCIAL
Desaparecido el beaterio, las RR. MM. Misioneras Dominicas (que allí residían
desde 1913 que llegaron al Perú) se hicieron cargo del mismo, estableciendo su convento
en 1938.
Esta fundación en cooperación con las religiosas en referencia, realiza entra los
vecinos una valiosa labor social digna de todo encomio.
ESCUELA PARTICULAR
En lo que era la huerta del beaterio, las misioneras dominicas han hecho construir
un local con todos los adelantos pedagógicos, donde funciona la Escuela de Nuestra Señora
del Patrocinio, atendida igualmente por ellas y donde se educan muchos niños mediante
módicas pensiones.
SANTA LIBERATA
ORIGEN
88
Gobernaba el virrey Diego Ladrón de Guevara, cuando ocurrió un hecho insólito en
Lima, el 30 de enero de 1711: el robo del coplón del sagrario de la catedral, con teniendo
quince hostias consagradas.
IGLESIA
PADRES CRUCÍFEROS
Allí estuvieron hasta 1826, que, debido al escaso número de religiosos, se les aplicó
el decreto-ley de 28 de setiembre del mismo año, quedando suprimido este convento. Sus
bienes pasaron a la Caja de la Consolidación, o sea, al estado. Y la capellanía volvió al clero
regular.
ESTADO ACTUAL
89
Estas obras se hacen por cuenta de la Hermandad del Señor Crucificado del Rímac,
allí establecido. El constructor es el Ing. José Bellido Sigrest, quien actúa con gran
desprendimiento, como miembro de la hermandad, y controlando su ejecución, de parte del
citado profesional, donde Juan M. Guanilo Montoya.
Se rinde especialísimo culto a la milagrosa imagen (en lienzo) del “Señor Crucificado
del Rímac” de mucha veneración. Igualmente a Santa Liberata.
LOS DESCALZOS
Al fondo del barrio de San Lázaro, atravesando la zona pedregosa, cerca al cerro de
las Ramos (aún no denominado así) y ante el Cerro San Cristóbal, escogió el lugar; y logró
su anhelo, con la donación que hizo de parte de su extensa huerta, doña María de Valera y
su hijo Luis Guillén, en 1592.
Mediante el apoyo de los devotos del Seráfico de Asís, el lego Fray Andrés dio
comienzo a su construcción en 1596 – al decir de Bernabé Cobo – y antes de finalizar la
centuria, ya se levantaba la modesta capilla de adobes, que puso el fundador bajo la
advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, que, en lienzo, allí fue colocada.
90
Casa de Recolección o Casa de Ejercicios, la primera en su género establecida, que
desde entonces frecuentarían con ansioso afán, quienes mediante la oración deseaban la
paz del espíritu.
ANDRÉS CORSO
Don Andrés Corso llegó al Perú formando parte, en calidad de paje, de la comitiva
del virrey Andrés Hurtado de Mendoza, segundo Marqués de Cañete.
IGLESIA Y CONVENTO
El aumento de los devotos, pese a las dificultades para trasladarse hasta la capillita
de recogimiento, hizo contemplar la necesidad de ampliarla y de edificar mejor y más
proporcionado lugar, que sirviera además de iglesia y de convento para los mismos
religiosos franciscanos.
Esta obra la emprendió fray Francisco Solano, del convento Seráfico de Lima, en
1602, logrando su culminación cuatro años después mediante la contribución, siempre
generosa, de numerosos devotos.
Con fray Juan Gómez, fray José Gómez y otros más hermanos de comunidad inició
su labro fray Francisco Solano, dentro de los propios claustros y templos y el barrio,
haciéndose familiares con su capucha calada, burdos sayales de color marrón, sandalias
luciendo el pie, las manos entre las anchas mangas, austeros y humildes, prestos siempre a
la palabra de consuelo, al consejo sabio, realizando verdadera obra misional.
Para su sustento, atendidos con limosnas, los productos de las misas y la venta de
mortajas; todos prestándose a cooperar con los frailes “descalzos” – como los llamaban y
que daría origen a la denominación del convento y alrededores.
Labor en aumento, cual milagro del Genio de Asís, que hasta el virrey Montesclaros
fue atraído, contemplando la necesidad de trazas la alameda, que ejecutó, y mandando
91
edificar casa de campo contigua, para habitar en ella, sirviéndole de reposo y descanso de
las arduas tareas.
A los 20 años de edad, vistió hábito franciscano en su país natal, en 1569, donde
igualmente profesó y se ordenó de sacerdote, dedicándose a la predicación, siendo
trasladado a diversos conventos de su orden. Se embarcó el año 1589 en la misma armada
que trajo al virrey García Hurtado de Mendoza, tercer marqués de Cañete. Actuó en las
misiones de Tucumán y Paraguay, de donde pasó a Lima el año 1600. Múltiple su vida
religiosa, como superior, confesor, predicador y misionero, llevó a cabo la labor realmente
apostólica.
CONDE DE CHINCHÓN
RECONSTRUCCIÓN
92
Realizada la reconstrucción, la nueva iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles y
Recolección de San Francisco, fue consagrada el 21 de mayor de 1748 por el obispo electo
de Trujillo fray José Cayetano Paravicino (arequipeño y franciscano).
CONVENTO
De ahí salió para ocupar la silla de Santo Toribio, el actual arzobispo de Lima,
monseñor Juan Landázuri Ricketts, ilustre prelado.
DIARIO ALMUERZO
LA PORCIÚNCULA
En este día, durante el siglo pasado fue característica en los Descalzos el reparto
del gran puchero y arroz con carne para todos los pobres, y hasta la fecha se cumple con
tan suculenta vianda.
94
Reconstruida con acierto por el Consejo Nacional de Conservación y Restauración
de Monumentos Históricos y mediante la cooperación económica también de benefactores
de la orden, esta capilla dedicada a la Virgen Milagrosa del Carmelo, que se encuentra en el
interior del convento.
CASA DE EJERCICIOS
La Casa de Ejercicios que creara el santo Francisco Solano, apóstol del Perú y que
lleva su nombre, fue edificada en 1774, siendo fundador y primer director fray Juan Marimón
“hombre de muchas letras y de gran piedad”, a petición de doce vecinos, esclarecidos
caballeros cuyos nombres se recuerdan en placa conmemorativa a la entrada: Joaquín
Manuel de Azcona, José Antonio de Pando, Juan José Aliaga y Colmenares, José González
Gutiérrez, Francisco Sánchez Bahamonde, Manuel Lorenzo Encalada, Silvestre de
Amenávar, Agustín Querejasu, Domingo de Larrea, José Ortiz de Foronda, Francisco Ortiz
de Foronda (que fuera su primer síndico) y Francisco de Fragua.
95
En donde fuera otrora gruta o ermita en el monte conventual, en que solía orar,
frente al Crucificado, el santo apóstol Solano, se ha levantado una capilla, conservándose
aquella imagen pintada en lienzo (bajo cortinas existente y al lado de la epístola, en el
presbiterio), como un recuerdo más al “cenobita austero y rígido que los Descalzos en Lima
fundó” y que “en trasportes de celo apostólico por las calles y plazas corrió” – al decir de los
versos escritos con motivo de su tercer centenario por un fraile misionero descalzo de
inspirada numen.
Austero lugar de recogida piedad, en donde se encierran para meditar y orar durante
los tres días de las fiestas carnavalescas, más de cien personas de todas las clases
sociales, confundidos en la oración y los sacramentos, en pos de la paz y del contento, en
aras de felicidad espiritual, alejados de las humanas pasiones, para hallar tranquilidad a sus
conciencias y lograr las fuerzas necesarias para emprender la nueva jornada en los
senderos de la vida. Lejos del “mundanal ruido” que reclamara en su éxtasis fray Luis de
León.
Allí, en una estrecha celda, con los muebles estrictamente necesarios, cama, silla y
mesa en que descansa la calavera, símbolo de lo pasajero de la existencia y que recuerda
aquella composición tan conocida y que alguien escribiera en los muros de la celda N° 9
durante su breve estada:
“Fíjate, fíjate en mí
Que predicándote estoy
Como eres tú, yo fui
Tú serás, como yo soy”.
Y entre otras más inscripciones de hondo significado, porque en todas hay escritas
composiciones en prosa y verso de quienes en los días de retiro espiritual allí moraron, los
siguientes versos de la celda N° 10 que escribiera el malogrado poeta Teobaldo Elías
Corpancho:
96
Así, “cansados del turbio vivir de frívola asechanza, del loco carnaval que dejó en la
ciudad” van a los Descalzos quienes ansían la soledad, en pos de la esperanza, en busca
de “la paz de un nuevo día”. Y entre salmos, vísperas, maitines y el doblar de las campanas,
buscan su renovación espiritual.
Los tiestos de flores, en ventanas y balcones, no solo sirvieron de adorno, sino que
prodigaron aroma.
97
De los balcones con columnas, merece destacarse: el de la mansión de los condes
de Montesclaros de Sipán, en la plaza del Baratillo, presentando “la inserción rara del balcón
dentro de la baranda” – como destacara el siempre recordado historiador Dr. José de la Riva
Agüero y Osma.
Adquirieron más alegría las festividades en las plazas, como la “fiesta criolla de la
Cruz” en la “placita campesina de las cabezas” y que fueran “igualitas a las mismísimas de
Sevilla”, al decir de los propios españoles.
En San Juan y en la Porciúncula y otras más, fue época de máximo esplendor para
la Alameda Grande o de los Descalzos, que mejoró remozándosela con jardines de variadas
flores.
Lima contó con Plaza de Toros, en el acho, en el barrio de San Lázaro, y desde
entonces se declaró terminantemente prohibidas las corridas en las plazas públicas.
Las alamedas de las Cabezas, del Acho y de la Piedra Liza, sembradas con
corpulentos árboles, para dar sombra al caminante, y que dieron fisonomía al barrio del “otro
lado del río”. A la usanza italiana.
“Pueblo Nuevo” o Malambo (más tarde así llamado) no sólo se inició con negros,
porque allí y cerca de ellos, tuvo casas doña Antonia de Luz y Mendoza viuda de Herbozo. Y
la casa de campo o Quinta, después denominada de Presa, construida por D. Pedro Carrillo
de Albornoz y Bravo de Lagunas, Caballero de Montesa y Coronel del Ejército Real.
98
Y como este mismo amenísimo escritor destaca: “en tasación del alarife Francisco
de Sierra, en 1724, se habla de los Peines, de los árboles y se menciona al maestre de
campo Lescano”, también con heredad en estos alrededores.
TERREMOTO
DIVISIÓN URBANA
Quedó sin efecto, por ordenanza del 17 de abril de 1785, al establecerse una nueva
división en 4 cuarteles y 10 barrios, de conformidad a lo resuelto por el representante real D.
Jorge Escobedo y Alarcón, gobernador intendente de Lima y Visitador General del Perú.
99
Según ella, cada cuartel tendría como autoridad un alcalde de corte y cada barrio un
comisario.
San Lázaro, que pertenecía al cuarte 1°, estaba constituido por los barrios 7°, 8°, 9°
y 10° del mismo; comprendiendo “desde el fin del callejón de Romero hasta la esquina de la
calle Miranda, con todas las cuadras que atraviesan a la derecha hasta la Alameda Vieja, el
Hacho, Plaza de Toros, Pampilla de Leones y Plazuela de Otero”.
CASAS Y CALLES
El virrey Teodoro de Croix nombró alcaldel del barrio a D. José María Egaña.
Este cumplido funcionario no sólo se preocupó por la limpieza, sino que dispuso la
numeración de todas las casas y puertas (pintado en un azulejo y colocado en el frontis – al
costo de 2 reales y ½ pagado por los propietarios). También que se colocara en las
esquinas una loza con el nombre antiguo de cada calle, que descubrió con exactitud en los
archivos de los escribanos.
Y un nuevo empedrado de las calles, más en armonía con su categoría, que dispuso
el virrey Amat.
CARRUAJES
Entre los carruajes: carroza, calesa, landó, furlón, cupé, faetón y demás clases.
La carroza arrastrada por doble tiro de mulas era privilegio reservado a los títulos de
Castilla; cochero y paje con librea galoneada de oro y plata.
La calesa de dos ruedas y cuatro asientos, tirada por una mula y con cochero, fue el
vehículo más generalizado. Por esta época, su número llegó a 2000 en toda la ciudad.
Doradas por fuera, estaban forradas en tela de brocado de oro y plata, con flecos de
lo mismo
100