Historia de La Dei Verbum

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van Nazareth, Grünewald, Magancia 1972, 174-186; DiAS DE ARAUJO J., Imagens.

de
Jesu Cristo na literatura de cordel, en "Vozes" 68 (1974) 545-552; FERNdNDEz D.D.,
Cristología y cultura de masas en "minimilagros"; en "Christus" (México) 46 (1981) n.
542, 9-21; GALILEA S. y VIDALES R., Cristología y religiosidad popular, Paulinas,
Medellín 1977; GRILLMEIER A., A popular picture of Christ, en ID, Christ in Christian
Tradition I, London Oxford, Mowbray 1975, 53-76; LOMBARDI SATRIANI L, y
MELIGRANA M., L¢ presenza di Cristo nella cultura popolaro meridionale, en La
figuro di Gesú Cristo, Sansoni, Florencia 1976, 158-175; MARASCHIN J.C., Cantar a
Cristo, en EQUIPO SELADOC, Religiosidad popular, Salamanca 1976, 280292;
VERGARA E. y ALONSO F.J., El Cristo de los españoles, en "Vida Nueva" 919 (1974)
23-29. En especial, sobre el Cristo religioso popular de Puebla, cf ARIAS M., Cristología
popular en el Documento de Puebla, en Cristología en la perspectiva del corazón de
Jesús, II CJ, Bogotá 1982, 51-61 (el mismo artículo en "Tierra Nueva" 10 [1981] 32-40);
BORMIDA J., Apuntes sobre la cristología en Puebla, en CICT, Puebla en la reflexión
teológica de América Latina, Bogotá 1981, 213-234; GALLO L. Cristo nel Documento di
Puebla, en Evangelizzare i poveri, LAS, Roma 1983, 79-94.

Sobre CRISTOLOGÍA Y RELIGIONES NO CRISTIANAS, además de la bibliografía


citada en el texto, cf también los siguientes estudios del conjunto: ALDWINCKLE R. F.,
Jesus A savior or The Savior? Religíous Pluralism in Christian Perspective, Mercer
University Press, Macon GA 1982; AMALADOSS M., The Pluralism of Religions and the
Significante of Christ, en "Vidyajyoti" 53 (1989) 40120; BARNES M., Religions in
Conversation. Christian Identity and Religious Pluralism, SPCK, Londres 1989;
BÜRKLE H., L isnicitá del evento di Cristo di fronte olla mentalitá asiatica, en
"Communio" 101 (1988) 59-70; (,'OACKEY S., Christ Without Absoletes: A Study in the
Christology of Ernest Troeltsch, University Press, Oxford 1988; DAVIS S.T. (ed.),
Encountering Jesus. A Debate on Christology, John Knox Press, Louisville 1988;
Duruls J., Gesú Cristo incontro alíe religioni, Cittadella, Asís 1989 G6MEZ F., The
Uniqueness and Universality of Christ, en "East Asían Pastoral Review" 20 (1983) 4-30;
HICK J., An Interpretation of Religion, Macmillap, Londres 1989; HILLMANN E.,
Christ and Other Faiths, Orbis Books, Maryknoll 1988; Jesus Unsurpassable
Uniqueness: A Theological Note, en "Horizons" 16 (1989) 101-130; MoJZESP.(ed.),
Universalityand Uniqueness in the Context of Religious Pluralism, en "Ecumenical
Studies' 26 (1989) n. I, 1216; NEWBIGIN L., Religious Pluralism and the Uniqueness of
Jesus Christ, en "International Bulletin of Missionary Research" 13 (1989) 30-54.

A. Amato

LATOURELLE - FISICHELLA, Diccionario de Teología Fundamental,


Paulinas, Madrid, 1992

DEI VERBUM
SUMARIO
I. Historia:
1. El esquema "De fontibus revelationis";
2. El texto de la "comisión mixta";
3. Elaboración del nuevo texto (R. Fisichella);

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II. Comentario:
1. El Vaticano II y la "Dei Verbum";
2. Cambio de perspectiva
3. La economía de la revelación;
4. La centralidad de Jesucristo revelador;
5. La fe, respuesta a la revelación (R. Latourelle).

I. Historia
No es arriesgado afirmar que la constitución dogmática Dei Verbum es el documento
más característico del concilio Vaticano II, al menos en el sentido de que abarca todo el
lapso de su preparación y celebración. Con este documento el concilio ha tratado
ampliamente los grandes temas de la fe cristiana, proponiendo de ellos una lectura que
representa al mismo tiempo un progreso en la enseñanza dogmática y una nueva
presentación de la misma a nuestros contemporáneos.

El presente artículo reconoce la doble deuda que tiene contraída con el primer artífice
de la DV, el padre Umberto Betti. En efecto, a él se debe la primera publicación de una
serie de documentos y de textos (que sirvieron a la comisión teológica preparatoria y a
la comisión doctrinal del concilio) que dan a conocer la génesis y la reconstrucción de
las fases fundamentales de la constitución; así pues, sus artículos y sus textos
representan la primera fuente que aquí seguimos, además de la consulta de las Acta et
documenta y de las Acta Synodalia. Debemos además expresar nuestra gratitud por el
largo, fructuoso y simpático encuentro que hemos mantenido con el mismo Betti,
durante el cual sus recuerdos personales y sus indicaciones sobre algunos hechos y
personas han constituido otra fuente muy preciosa, para la redacción de este artículo.

La larga odisea de la DV comienza con la consulta preconciliar de 1959 y acaba con su


promulgación el 18,de noviembre de 1965, veinte días antes de la conclusión del
concilio. El tiempo empleado en la elaboración del documento no fue, ciertamente,
vano; su contenido incide tan decisivamente en la fe que, para la Iglesia, todo depende
de este acontecimiento central: su fe y su obrar sólo tienen sentido en la medida en que
reflejan la adhesión plena a la palabra revelada de Dios.

El movimiento que se había llegado a crear en torno a la doctrina sobre la divina


revelación puede describirse como la fase que intentaba hacerla pasar de su estado de
fermento, que'era característico del período preconciliar, al estado de plena
maduración. El trabajo que había que realizar era el de corresponder a la exigencia de
una armonización entre los contenidos de siempre, irrenunciables para la fe, y los
elementos nuevos y los lenguajes más coherentes con la nueva situación histórica de la
Iglesia.

Para la economía de este artículo bastará indicar las tres fases principales que marcan
las etapas determinantes de la composición de la DV.

1. EL ESQUEMA "DE FONTIBUS REVELATIONIS". Juan XXIII, tras manifestar el 25


de enero de 1959 su intención de convocar el concilio, nombra el día 17 de mayo de
aquel año una comisión antepreparatoria, presidida por el cardenal secretario de
Estado, Domenico Tardini, con la tarea de "tomar los oportunos contactos con el
episcopado católico de las diversas naciones para obtener de ellos consejos y
sugerencias; recoger las propuestas formuladas por los sagrados dicasterios de la curia
romana; trazar las líneas generales de los temas que tratar en el concilio, oído además
el parecer de las facultades teológicas y canónicas de las universidades católicas" (Acta
et Documenta Concilio Oecumenico Vaticano 11 apparando, series 1, vol. 1, Ciudad del
Vaticano 1960, 23). Comienza con ello una consulta de carácter universal que nunca se
había realizado anteriormente.
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Entre los temas mayores que se propusieron entonces para la tarea conciliar se
reservaba una atención especial al problema de la "naturaleza de la revelación", de la
"modalidad de transmisión de la revelación" y de la "relación entre el magisterio y la
palabra de Dios": La comisión teológica preparatoria (formada por siete miembros:
Tromp, Piolanti, Garofalo, Ciappi, Gagnebet, Burth, Balié, más dos consultores, Staffa y
Philippe, la presidía el cardenal Ottaviani, siendo nombrado secretario el padre S.
Tromp, profesor de apologética en la Universidad Gregoriana) se apresuró a realizar
una cierta sistematización de un tema tan complejo, haciendo redactar un esbozo de
esquema o resumen como primera plataforma de trabajo.

Este texto llevaba el expresivo título de Schema compendiosum Constitutionis de


fontibus revelationis. Enviado a los miembros de la comisión teológica, no sufrió
particulares retoques. Para darle un conveniente desarrollo, el 27 de octubre de 1960 se
constituyó una subcomisión interna, presidida por monseñor Garofalo, encargada de
elaborar un esquema sobre las fuentes de la revelación.

El 23 de junio del año siguiente estaba ya preparado el texto del Schema y, tras una
revisión a cargo de la comisión teológica, fue enviado al examen y a la aprobación de la
comisión central el 14 de octubre de 1961. Se hicieron numerosas enmiendas al texto
propuesto; finalmente, el Schema fue aprobado por la comisión central el 22 de junio
de 1962, y todo el Schema Constitutionis dogmaticae de fontibus revelationis fue
finalmente aprobado por Juan XXIII el 13 de julio de dicho año, siendo enviado luego a
los padres conciliares para su discusión en el aula conciliar.

El 14 de noviembre de 1962 el Schema sobre las fuentes de la revelación fue afrontado


por el concilio. A este propósito hay que observar que los padres estaban entrando ya
en el clima de aggiornamento que el Papa había querido establecer desde su discurso
inaugural del 11 de octubre como el mejor fruto del concilio, y que la discusión del
documento sobre la renovación litúrgica estaba ya produciendo sus primeros
resultados. Esto permite comprender por qué era un tanto precario el escenario en que
venía a colocarse nuestro documento.

Hay que añadir a ello otro hecho: previamente se les había presentado a los padres
otros tres esquemas, que constituían de suyo otros tantos textos en competencia con el
documento oficial. El primero había sido elaborado por el Secretariado para la unidad
de los cristianos, con la aportación decisiva de Stakemeier y de Feiner; el segundo,
preparado con una increíble rapidez, fue redactado por K. Rahner bajo el patrocinio de
las conferencias episcopales austriaca, belga, francesa, holandesa y alemana, y tenía por
título De revelatione Dei el hominis in Jesu Christo facta; el tercero era un. folio
redactado por el padre Congar con el título De Traditione el Scriptura.

Con estos precedentes, era natural que el cardenal Ottaviani, en su presentación oficial
del documento, acudiese a tonos fuertemente polémicos en defensa del Schema
elaborado por la comisión teológica. De todas formas, la relación fue leída por
monseñor Garofalo, que procuró presentar el documento con la intención de salvar lo
salvable; pero la cuestión que se planteaba era precisamente ésta: ¿qué es lo que puede
salvarse todavía? Los padres actuaron con libertad y el ambiente empezó a caldearse.
Algunos, influidos por los textos competitivos, consideraban el Schema absolutamente
inaceptable; otros, para salvar la corrección en las formas, preferían destacar las
lagunas y hablaban de la necesidad de una transformación radical del mismo.

Las motivaciones que llevaban a repudiar el Schema apuntaban especialmente al


primer capítulo. Se destacaba la impropiedad y el equívoco del lenguaje "doble fuente",
que aparecía con una frecuencia casi obsesiva; pero, sobre todo, se demostraba que esta
formulación llevaba a consecuencias doctrinales que veían la Escritura y la tradición
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como fuentes independientes la una de la otra. En una palabra, se criticaba la línea
asumida por la comisión, ya que equivalía a una opción teológica unilateral sin
justificación alguna.

El ataque masivo al Schema se parecía mucho a una auténtica agresión; las voces
críticas que se levantaron en la basílica de San Pedro constituían ya de suyo un rechazo
del texto. De todas formas, se llegó a la votación y se presentó la petición de voto con
una fórmula un tanto insólita. Textualmente séles preguntaba a los padres "si hay que
interrumpir la discusión del esquema de la constitución dogmática sobre las fuentes de
la revelación". Por la pregunta no llegaba a comprenderse si la suspensión de la
discusión equivalía al rechazo del Schema o si solamente se suspendía el debate en el
aula, en espera de momentos más oportunos, pero sin rechazar el esquema propuesto.

El resultado de la votación, comunicado el 20 de noviembre, fue el siguiente: de 2.209


votantes, hubo 1.368 placet, 822 non placet y 19 votos nulos; faltaban 115 votos para la
mayoría. Por tanto, no se había alcanzado jurídicamente el yuorum de los dos tercios,
necesario para rechazar el esquema, pero la continuación del debate se veía
fuertemente comprometida. La minoría no habría logrado hacer que se aprobara un
texto que rechazaba la mayoría.

Fue la prudencia de Juan XXIII la que ahorró al concilio días más difíciles. Hizo retirar
con su autoridad el documento hasta que no quedara radicalmente enmendado.

2. EL TEXTO DE LA "COMISIÓN MIXTA". La remodelación radical del Schema se


puso en manos, por decisión del Papa, de una comisión especial. Formaban parte de
ella los miembros de la comisión doctrinal y los del Secretariado para la unidad de los
cristianos, con otros consultores y cardenales de designación pontificia. Por esta forma
de composición, la comisión fue designada precisamente como "mixta"; fueron
nombrados presidentes los cardenales Ottaviani y Bea, y secretarios el padre Tromp y
monseñor Willebrands.

Para proceder más explícitamente, la comisión se subdividió en cinco subcomisiones,


correspondientes a los cinco capítulos del Schema que había que rehacer. La comisión
llegó a un primer acuerdo general: 1) ante todo, se modificaba el título en la estructura
fundamental del nuevo documento, que se convertía en De divina revelatione; 2) se
optaba por la redacción de un "proemio" con la finalidad de poner en evidencia la
doctrina sobre la revelación; 3) se aceptaba el cambio de título del primer capítulo, que
de ser De duplici fonte revelationis pasaba a ser: De Verbo Dei revelato.

El primer paso adelante que dio la comisión mixta fue el de evitar la cuestión sobre la
mayor excedencia objetiva de la tradición respecto a la Escritura; en efecto, sobre este
problema la comisión se veía apoyada en el placet del Papa, que había intervenido para
aprobar una fórmula compuesta por el cardenal Browne y monseñor Parente. Por
tanto, la verdadera discusión se centró en dos puntos: el proemio y el primer capítulo.
En primer lugar, se señalaba la prisa en la composición y la falta de coherencia con el
resto del documento; en segundo lugar, además de la espinosa cuestión de la relación
Escrituratradición, se examinó más directamente la relación del depósito revelado con
la Iglesia en general y con el magisterio en particular.

La estructura del nuevo Schema, que pasó a la comisión de coordinación, fue aprobada
el 27 de marzo de 1963 y enviada a los padres conciliares para que expresasen sus
juicios sobre el mismo.

De todas formas, el texto que se presentaba era más bien un punto de partida que de
llegada; incluso una sumaria lectura mostraba inmediatamente ciertas malformaciones
congénitas, determinadas por los diversos compromisos que se habían alcanzado
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durante la redacción. El nuevo texto acababa descontentando a todos y no dejaba de
suscitar cierto sufrimiento incluso en los mejor intencionados. Por eso fue un bien que
no encontrase sitio en las discusiones del segundo período del concilio (29 de
septiembre-4 diciembre de 1963) para evitar nuevos sinsabores. Los juicios de los
padres conciliares, que fueron numerosos, llevaban a concluir que el Schema propuesto
por la comisión mixta habría de sufrir ulteriores remodelaciones e innovaciones, aun
sin separarse de la estructura fundamental que se le había dado; pero esto sonaba más
como un nuevo rechazo del texto que como una aprobación del mismo. Se asomaba en
el horizonte una solución radical: la de un arrinconamiento definitivo de la constitución
sobre la revelación. Esta hipótesis, que habría perjudicado gravemente al concilio,
movió a algunos padres del episcopado italiano y francés a pedir que, en el caso de que
esto se llevara a cabo, al menos sus puntos centrales entrasen en el documento sobre la
Iglesia. Pero el peligro pudo conjurarse.

Con esta finalidad, el 7 de marzo de 1964 se constituyó, dentro de la comisión doctrinal,


una subcomisión compuesta de siete padres (Charue, Florit, Barbado, Pelletier, van
Dodewaard, Heuschen y Butler) y 19 peritos (Betti, Castellino, Cerfaux, Colombo -que
aquel mismo día fue nombrado obispo-, Congar, Gagnebet, Garofalo, Grillmeier,
Kerrigan, Moeller, Prignon, Rahner, Ramírez, Rigaux, Shauf, Semmelroth, Smulders,
Turrado; luego se añadieron Ratzinger y van den Eynde); la presidencia se le confió a
monseñor Charue, y fue nombrado secretario el padre U. Betti.

3. ELABORACIóN DEL NUEVO TEXTO. Fueron los peritos los que soportaron, en gran
parte, el peso del trabajo de la subcomisión: tenían la dura tarea de concordar las
diversas observaciones que les llegaban de los diversos padres y de las diferentes
conferencias episcopales para amalgamarlas en un texto que fuera expresión de todo el
concilio.

El nuevo documento comprendía un proemio, que tenía la finalidad de dar un tono


pastoral a todo el esquema, y seis capítulos: "1) De ipsa revelatione; 2) De divinae
revelationis transmissione; 3) De sacrae Scripturae divina inspiratione et
interpretatione; 4) De Vetere Testamento; 5) De Novo Testamento; 6) De sacra
Scriptura in vita Ecclesiae". Todo ello parecía corresponder a las expectativas del
concilio.

Pablo VI inauguraba el tercer período del concilio el 14 de septiembre de 1964; los


padres se habían acostumbrado ya al debate, que, en muchos aspectos, era único en su
género.

La discusión de nuestro documento duró una semana entera: desde la 91.11


congregación a la 95.a (30 de septiembre-6 de octubre). Se desarrolló en dos tiempos,
en consonancia con las dos partes del Schema: primero, el proemio y los dos primeros
capítulos; luego, los cuatro restantes. El relator de la primera parte fue monseñor E.
Florit, arzobispo de Florencia; pero también se le concedió voz a la minoría mediante la
relación de monseñor Franig, obispo de Spalato; el relator de la segunda parte fue el
obispo de Harlem, monseñor J. van Dodewaard.

El juicio de los padres conciliares fue ampliamente positivo; las observaciones hechas
tanto por escrito como en las intervenciones del aula fueron luego atentamente
valoradas por los peritos de la subcomisión. De todas formas, el resultado fue el que
veía el texto cuidadosamente reformado, pero no deformado; su alcance general y su
forma estructural seguían siendo esencialmente los de antes.

Este texto, denuo emendatus, fue entregado de nuevo a los padres para ser sometido a
votación en el cuarto período del concilio. En este momento les era posible a los padres
emitir un triple juicio: placet, non placet o placet juxta modum. En virtud de esta
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última expresión se hacían nuevas correcciones a los textos, pero sin alterar el texto
base. Si se piensa que el número total de los placet juxta modum fue de 1.498 para todo
el documento, se puede comprender el trabajo que tuvo que realizar el pequeño grupo
de peritos para acoger las últimas observaciones de los padres en el documento final.

El esquema cuidadosamente enmendado y prudentemente calibrado podía afrontar con


toda seguridad la última prueba en la congregación general, la 155.x, fijada para el 29
de octubre. Se estaba ya en la última etapa, que consistía en la aprobación de las
enmiendas aportadas a las diversas partes del texto. Los padres respondieron con una
votación casi unánime de aceptación del documento; el resultado fue el siguiente: 2.115
votantes, 2.081 placet, 27 non placet, siete nulos. El esquema aprobado entraba en
posesión de todos los requisitos para pasar definitivamente al aula conciliar.

Su promulgación se fijó para la sesión pública del 18 de noviembre de 1965, la octava


del concilio.

La votación final dio un resultado casi plebiscitario: 2.350 votantes, 2.344 placet, seis
non placet.

Con la firma al pie del sucesor de Pedro y de todos los padres presentes, el documento
sobre la divina revelación, que había conocido unas vicisitudes tan complejas que
obligaron a hacer al menos seis redacciones diversas y que había ido pasando por todas
las etapas del concilio, se convertía ahora en una constitución dogmática. Los
contenidos salientes se expresaban ahora en los mismos títulos de sus seis capítulos
tras el Proemium: "1. De ipsa revelatione; 2) De divinae revelationis transmissione; 3)
De sacrae Scripturae divina inspiratione et de ejus interpretatione; 4) De Vetere
Testamento; 5) De Novo Testamento; 6) De sacra Scriptura in vita Ecclesiae".

De este modo, otro documento entraba a formar parte para siempre del patrimonio de
la enseñanza católica. Sus consecuencias no innovadoras, pero renovadoras para
siempre, sólo podrán verse y calibrarse con el correr de los años. Lo. cierto es que esta
constitución entra en aquel número de actos del concilio que hicieron decir a Pablo VI,
aquel mismo día 18 de noviembre, que eran el comienzo de muchas cosas nuevas para
la vida de la Iglesia.

BIBL.: Acta et documenta Concilio oecumenico Vaticano Ilapparando, Ciudad del


Vaticano 1960-1971; Acta synodalia sacrosancti Concilü oecumenici Vaticani II, Ciudad
del Vaticano 1970-1978; Bern U'., Cronistoria delta costituzione dogmatica Bulla divina
rivelazione, en AA. V V., Commento alía costituzione dogmatica Bulla divina
rivelazione, Milán 1966, 33-67; In, Storia delta costituzione dogmatica "Dei Verbum";
en AA. V V., Storia delta costituzione dogmatica Bulla divina rivelazione, Turín 1967,
1368 In!~L~a rivelazione divina nella Chiesa, Roma 1970; IIONZALEZ Ruiz N.,
Historia de la constitución "Dei Verbum"; en AA.VV., Comentarios a la constitución
"Dei Verbum"; Barcelona 1969, 3-35; AA.VV., La revelación divina I-II, Barcelona 1970.

II. Comentario
1. EL VATICANO II Y LA "DEI VERBUM". Tras el período de pánico, de freno y de
estancamiento que representa la crisis modernista, la constitución Dei Verbum del
Vaticano II se parece a una brisa de aire puro, que llega de lejos y disipa la oscuridad. El
paso a una concepción personalista, histórica y cristocéntrica de la revelación
constituye una especie de revolución copernicana frente a la concepción extrinsecista,
atemporal, nocional que había prevalecido has ta mediados del siglo xx.

No es que fuera fácil este paso, sino todo lo contrario. En efecto, la Dei Verbum, una de
las primeras constituciones presentadas a la discusión de los padres conciliares, fue una
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