Inquietudes Docentes en Tiempos de Regresos A Las Escuelas
Inquietudes Docentes en Tiempos de Regresos A Las Escuelas
Inquietudes Docentes en Tiempos de Regresos A Las Escuelas
Contextos
2022 de la Educación, Facultad
de Educación Año 22 - de Cs.ISSN
Nº 32, Humanas, UNRC, Argentina.
2314-3932
Departamento
Contextos de de Ciencias
Educaciónde laAño
Educación
22 - Nº 32
Facultad de Ciencias Humanas - Universidad Nacional de Río Cuarto
REFLEXIONES
Andrea Graciela Martino, María Soledad Justiniano, Vanesa Jara Escobar y Lucía Ríos
[email protected], [email protected], [email protected],
[email protected]
República Argentina
Resumen
En este artículo interesa compartir y comunicar una experiencia de conversaciones virtuales de cuatro educadoras de
la provincia de Córdoba (Argentina), entre abril y julio del 2021, en la que el regreso a las escuelas y la producción de
escolaridad bajo la bimodalidad necesitó de una estructura de sostén que permitiera volver a habitar lo escolar, sus
espacios, sus tiempos, las interacciones y las nuevas regulaciones sanitarias. Se trató de una experiencia de conversa-
ción a través de una plataforma virtual, para andamiar y acompañar el regreso a las escuelas, en las movilizaciones y
desasosiegos que el mismo gestaba. Nos preguntábamos ¿A qué escuela estábamos volviendo? ¿Queríamos volver a
hacer las cosas del mismo modo a cómo las hacíamos antes? ¿Y a qué no queríamos regresar? Se trató de preguntas
que invitaron a pensar(nos) (en) la actual realidad escolar de pandemia y nuestro trabajo docente en clave de continui-
dades y discontinuidades, de regresos y de despedidas. En este sentido la experiencia se constituyó en un dispositivo
de interlocución y diálogo, de convergencias y encuentro, de carácter provisional cuyos rasgos y algunos de los conteni-
dos producidos se comunican en este trabajo. Una de sus características fue el de constituirse en un espacio producido
y sostenido de manera independiente respecto de las instituciones de pertenencia laboral y profesional, no como es-
trategia para escapar de ciertas regulaciones, sino como instancia necesaria para producir un tipo de distanciamiento
analítico y vincular respecto a unos escenarios institucionales que por momentos se volvían inestables.
Palabras claves: Conversaciones – dispositivo para regresar – docentes – pandemia.
Cómo citar este artículo: Martino, A., Justiniano, M. S., Jara Escobar, V., Ríos, L. (2022).
Inquietudes docentes en tiempos de regresos a las escuelas. Contextos de Educación 32 (22).
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© 2022 Departamento de Cs. de la Educación, Facultad de Cs. Humanas, UNRC, Argentina.
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Abstract
This article intends to share and communicate the experience od virtual conversations of four teachers
from Cordoba, dated between April and July of 2021 in which the return of classes under a dual modality
urged for a structure that would allow to again inhabit scholarship, its places, schedules, interactions and
new sanitary regulations. It was an experience of conversation through a virtual platform, to accompany
the return of classes, in the mobilizations and unrest that it generated. We wondered, ¿what school we
were going back to? Did we want to go back to doing things the same way we did them before? And what
didn’t we want to go back to? These were questions that encouraged us to think the current school rea-
lity of the pandemic and our teaching methods in terms of continuities and discontinuities, returns and
farewells. In this sense, it became a device for interlocution and dialogue, convergences and encounters,
of a provisional nature whose features and some of the contents produced are displayed in this paper.
One of its characteristics was to become a space produced and sustained independently from the insti-
tutions of labor and professional belonging, not as a strategy to escape from certain regulations, but as
a necessary instance to produce a type of analytical distancing and bond with respecting institutional
scenarios that at times become unstable.
Keywords: Conversations - device to return - teachers – pandemic.
como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra
Introducción
A lo largo del año 2021, fuimos testigos del regreso paulatino de nuestros cuerpos y presencias en los
edificios escolares, luego de todo un año de confinamiento. Durante los primeros meses, bajo la figura
de burbujas que agrupaban a pequeños grupos de estudiantes, con una presencialidad que intercalaba
semanas de asistencia a clase presencial y semanas de escolaridad virtual. Y ya desde la segunda mitad
del año, con una asistencia presencial continua para todo el grupo clase. Volvimos a habitar y a recorrer
espacialmente los edificios escolares, sus aulas, galerías, patios, salones de usos múltiples, laboratorios,
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través de autoras como Eleonor Faur con el texto ¿Cuidar o educar? Hacia una pedagogía del cuidado
(2017) y de Daniel Brailovsky quien titula el capítulo 11 de su libro Pedagogía entre paréntesis, con el
término de Cuidado (2019). Estas primeras lecturas que problematizaban la cuestión del cuidado en
relación a la infancia -en especial la más pequeña- y la educación escolar, nos permitió re-pensar -aún
con estudiantes de otras franjas etarias- esta relación para la educación secundaria y la superior. Las
discusiones sobre el cuidado y los protocolos sanitarios nos llevaron a mirar las relaciones entre salud y
educación. Una lectura propuesta fue el capítulo 7 La hora de priorizar… ¡por fin!, del libro Educación en
pandemia. Guía de supervivencia para docentes y familias (2021), de la autora Mariana Maggio.
Las discusiones sobre la presencialidad anterior a la pandemia y la producida bajo la bimodalidad así
como la interrogación acerca de qué es una presencia en el aula y en la pantalla nos condujo a lecturas
y textos como los de Silvina Fernández (2020), quien desde la propuesta formativa del Diploma Superior
en Psicoanálisis y Prácticas socio-educativas, escribió un breve texto hacia finales del 2020 titulado Signo
de presencia y presencia significante.
La experiencia de haber ¿habitado? escenarios escolares diferentes en el 2020 y el 2021 habilitó el pen-
samiento sobre la escuela como institución socio cultural y su forma alterada. Terigi y Dussel enriquecie-
ron las lecturas, en especial los textos de Escolarización y pandemia: alteraciones, continuidades, des-
igualdades de la primera autora, y La clase en pantuflas de la segunda autora, ambos escritos en el 2020.
Lo inédito y sorpresivo del acontecimiento histórico vivido venía gestando en nuestras prácticas edu-
cativas y docentes más preguntas que respuestas. Intuíamos que quizás esto se debía a que había que
redefinir las preguntas o renovar las respuestas. Consideramos que la mirada hacia la historia de la
pedagogía y de algunos educadores era una vía posible para reconocer y comprender las ideas, pensa-
mientos, preguntas y respuestas que formularon algunos pedagogos de antaño, en especial aquellos que
vivieron en contextos sociales altamente críticos y cuyo posicionamiento ético-político se caracterizó por
la insumisión a toda forma de autoritarismo y ensañamiento con la humanidad de las personas. Hacer
esto nos llevó a encontrarnos con Janus Korczak a través de la pluma de Débora Kántor (2015) en su texto
Tiempos de Fragua. La responsabilidad de educar adolescentes y jóvenes y de Rubén Naranjo (2001) en
su libro Janus Korczak maestro de la humanidad. También pudimos acceder a una conferencia dictada
por Olga Cosettini en 1947 titulada Pedagogía de la perversidad, haciendo referencia al pedagogo pola-
co. Las ideas pedagógicas de Mario Lodi (1973) también estuvieron presentes a través de Los cantos de
Lorena en su libro El País errado.
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En relación al punto anterior, el espacio de conversaciones estuvo configurado por una serie de prác-
ticas y tareas tendientes a no quedar adheridas a la mismidad del pensamiento: conformación
de una biblioteca de textos y autores para realizar lecturas que acompañen las conversaciones,
diálogo permanente entre lo vivido relatado y categorías analítico conceptuales fecundas para
producir claves interpretativas sobre la realidad escolar y ejercicios de escritura como estrategia
de descripción exhaustiva, sistematización y distanciamiento analítico necesario para la inter-
pretación crítica.
Constitución independiente del espacio respecto a las instituciones de pertenencia laboral y pro-
fesional, no como estrategia para escapar de ciertas regulaciones y agobios burocráticos, sino
como instancia necesaria para producir un tipo de distanciamiento analítico y vincular respecto
a unos escenarios institucionales que por momentos se volvían inestables.
En lo que sigue, se recuperan algunos ejes de problematización, preguntas y apuestas que fueron apare-
ciendo en las conversaciones compartidas. Traemos algunos relatos de tiempos aciagos y de inquietudes
en tiempos de regresos esperados pero inciertos a la vez…
Relatos de abril:
Una de nosotras, Soledad, traía incansablemente a la conversación la complejidad del trabajo docente
y de la enseñanza a través de las burbujas. Esta nueva modalidad de escolarización era significada como
una ruptura en los modos y agrupaciones convencionales de hacer escuela en el nivel secundario. Desde
los saberes y experiencias amasados a lo largo de algunos años como docente de Psicología en quinto
año de una escuela de la ciudad de Córdoba Capital, Soledad nos/se contaba, en nuestras conversa-
ciones de los miércoles algunas escenas referidas a la organización de los tiempos, las planificaciones,
la coordinación de temas y la distribución de los grupos. Estos relatos habilitaron algunas anotaciones
escrituradas. A continuación, recuperamos una de ellas:
“Una mañana de Abril de 2021, que se parecía a cualquier otra pero no lo era, me levanté,
me bañé, y prendí mi computadora para dar clases. Ese día tenía que dar clases a una de
las burbujas aisladas de forma virtual, y luego a otra, de forma presencial. Pensé mucho en
cuáles serían las mejores condiciones para hacerlo, y me decidí por realizar la clase virtual
en mi casa, para tener mejor conectividad. Se trata de una clase corta, corta a comparación
de lo que acostumbramos en años convencionales. La materia es Psicología, y ahora com-
parte tiempo curricular Historia y Geografía bajo la forma de un taller. Sólo puedo sostener
encuentros de 35 minutos con mis estudiantes.
A las 8.00, empezaron a conectarse algunos estudiantes, la mitad de los y las que componen
esa burbuja. Comenzamos la clase, conversamos sobre lo que habían hecho en la semana
no presencial (aunque esta también terminó siendo no presencial), fui explicando a medida
que ellos y ellas traían ejemplos que habían construido, como pedido de una de las consig-
nas. Aunque, así como el oficio docente en este contexto se vuelve muy complejo, también
el oficio de estudiante se les está haciendo difícil de sostener, entonces muchos me decían
que habían hecho una parte de la actividad, que sólo habían leído pero no habían hecho
producciones o que no habían hecho nada. Y bueno, entonces uno intenta tomar lo que sí se
trajo a la mesa, reponer algunas ideas, volver a hacer énfasis en la importancia que tienen
las semanas presenciales y las no presenciales y así, como armando un castillito de naipes
cada vez. Es que las clases por este tiempo, quizás más que nunca, van trazando un camino
cíclico; vamos y volvemos, explico y reexplico, intento que aquello que quizás no se entendió,
vuelva a ponerse sobre la mesa un par de clases después. Vamos armando y desarmando lo
que yo llamo (y he convidado a mis estudiantes como metáfora para trabajar las unidades):
nudos conceptuales. Aunque tal vez ahora, estemos más enredados que desenredados. Y
ojo, no es que no me anime a estar enredada, no es que sea la primera vez que lo sienta, no
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es que me parezca incorrecto volver sobre algunos temas o que me espante porque los y las
alumnos/as no hacen las actividades; lo que ocurre es que evidencio que les/nos pasa algo
que nos atraviesa, algo que altera cualquier organización posible. Nos preocupa, nos ocupa,
nos angustia lo que pasa en el mundo, pero la escuela sigue; y si bien acuerdo con seguir,
quizás ese seguir sólo sea posible si nos animamos a estar un poco enredados, a resignar
algunas cosas, a conocer otras, a ‘poner el freno de mano’ en ciertas obligaciones, aunque
es difícil, porque la escuela sigue. Una vez finalizados esos 35 minutos, nos despedimos,
les expliqué que debía dirigirme al colegio para tener la clase con sus compañeros del otro
curso (bah, mitad de ese otro curso, una burbuja), los y las saludé y dimos por cerrado el en-
cuentro. Me saqué las pantuflas (nunca mejor graficado que con la imagen que le colocó a la
clase Inés Dussel en el 2020) que tenía en mis pies, debajo del escritorio, me puse los zapatos
y salí para la escuela. Allí me encontraba algo más parecido a lo que conocemos como es-
cuela, como clase, como estudiantes, aunque aún dista mucho de verse como aquel espacio.
Mientras escribo estas líneas pienso en que no me había detenido a considerar lo que había
implicado ese día: fragmentación, apuro, pantuflas, zapatos, virtual, presencial, burbuja,
curso, clase. Algo del oficio docente se está desmembrando; si bien lo estamos sosteniendo
y eso puede verse entonces como una reconstrucción, hoy lo siento como eso: partes, peda-
zos, retazos de un proceso, de una historia...fotografías de un día “cualquiera” en la vida de
una docente en la pandemia del 2021”.
Otras inquietudes de Soledad, tuvieron que ver con el juego de cercanías y distancias físicas y simbólicas
que la nueva presencialidad protocolizada imponía en las escuelas. La reflexión acerca de reciprocida-
des en el cuidado entre estudiantes y docentes, de lo posible y lo imposible, lo permitido y lo prohibido
entre cuerpos en la realidad escolar de pandemia, dieron lugar a una escritura que describe la siguiente
escena:
“La escena que relato, sucedió apenas dos semanas atrás. No recuerdo si fue un martes o un
jueves, pero alguno de esos días seguro; esos son los días en los que, dentro de esta escuela
bimodal, tengo espacios presenciales para compartir con mis alumnos/as como profesora.
Llegué a la escuela y faltaban unos minutos todavía para ingresar. Entonces, me dirigí a la
sala de Profesores, ese espacio colectivo de conversaciones, discusiones, algún que otro ten-
tempié y mucha catarsis. Pero al llegar, me di cuenta que ya había más de cinco personas,
como indicaba el cartel que estaba en la puerta “No más de cinco profesores”. Es que resulta
que incluso ese espacio de camaradería, de compartir hasta la silla para tomar un café y
conversar, se vio invadido por los protocolos de cuidado.
Al ver que no podía ingresar, me quedé unos minutos en el marco de la puerta, saludando a
quienes estaban dentro y esperando a una colega que me hizo señas y me dijo ‘Yo voy para
allá’ (haciendo referencia a una segunda sala de profes que se había habilitado institucio-
nalmente). La esperé, le ayudé con su mouse y una carpeta, porque iba con la computadora
abierta, libros, bolso, mate y todo, como quien hace una mudanza. En el pasillo conversa-
mos sobre las dificultades que estábamos viendo de los y las estudiantes para la realización
de actividades en la semana no presencial, sobre los modos que íbamos utilizando para
acompañar, las preocupaciones que esto nos generaba, etc. Un pasillo en ‘L’ que no tenía
más de 50 metros, pero donde conversamos muchas cosas, abarrotadas, pero a borboto-
nes. Llegamos finalmente a la segunda sala de profes y continuamos hablando. Se notaba
que nos preocupaba lo mismo, las actividades en la semana no presencial, la no realización
de lo propuesto, la espera a la semana presencial para consultar, entre otras cosas. De re-
pente veo por el vidrio de la puerta que da al pasillo que una estudiante me miraba mucho
y me hacía ‘caras’; no puedo asegurar que me estuviera haciendo ‘caras’, porque con el ta-
pabocas, poco se ve de los gestos. Sin embargo, sus ojos querían decir algo, y me sostenían
la mirada. Entonces le digo (con la voz y con gestos): ¿conmigo? Algo así como preguntarle
si era conmigo que quería conversar, si tenía algo que decirme, si necesitaba algo de mí. Y
mientras le decía esto, me comenzaba a acercar a la puerta del aula, para poder acercar-
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me también a ella. En eso veo que me hace señas: ‘No, no’, señala su celular y me dice: ‘Mi
hermana acaba de dar positivo. ¿Qué hago?’. Continué hasta la puerta, quedándome aún
alejada de ella, pero en situación de escucha, de toda la cercanía posible y de todo el cobijo
que sentí que requería ella en ese momento y le dije: ‘Andá a Dirección y preguntales’. Y
cuando ella se dirigió hacia donde le indiqué, yo salí y miré hacia la Preceptoría, porque los
preceptores y las preceptoras tienen siempre, y más ahora, un lugar esencial en el cotidiano
de los chicos. Pero no estaban, claro, estábamos en recreo y ellos/as estaban ‘cuidando el
recreo’, acompañando a los chicos y a las chicas, viendo que no se mezclaran las burbujas,
que no se sacaran los barbijos, etc.
Ahora que puedo tomar algo de distancia de la situación, escribirla, pienso muchas cosas.
Pienso en que no sabía qué decirle, conocía el protocolo, pero in situ, no supe qué hacer.
Mi cabeza se queda rumiando en esa escena específica. Yo acercándome a la puerta, la
estudiante diciéndome que ‘no’ a modo de mantener a raya una distancia que se convirtió
en un gesto de cuidado hacia mí. Y si bien no lo puedo asegurar, sentí que en ese momento
solo estábamos esa estudiante y yo ocupando la escena, sin nadie más. Miradas, distancias
y cuidados, estuvieron jugándose allí…
Cuando esta estudiante salió de la dirección, volvió a pasar por la sala de profes, yo aún
estaba allí. Le pregunté algo así como ‘¿Todo bien?’ y me dijo, ‘Si, si. Me tengo que ir’. ‘Bue-
no, suerte’, le dije, y le levanté los pulgares. Algo de mí se fue con ella. Tanto así que días
después, recorriendo actividades realizadas por los y las estudiantes, me encontré con una
grabación de ella que me decía: ‘Profe, le quiero pedir disculpas pero estoy muy afónica, por
las dudas no se escuche’ Automáticamente recordé que no sabía cómo había terminado su
situación, y entonces le escribí a la preceptora consultándole. Si bien estaba en aislamiento
porque así lo define el protocolo, su hisopado había dado negativo, y prontamente, nos vol-
veremos a encontrar en la semana presencial”.
La primera versión de este relato escriturado fue conversada. En esa primera instancia la alusión a las mi-
radas de la estudiante y la profesora, y el esfuerzo de ambas por comunicar un gesto con los ojos a través
del vidrio de una puerta, nos llevó a reflexionar acerca de lo que se muestra y lo que queda velado en el
encuentro de rostros con barbijos, de lo que se muestra y lo que queda oculto en términos del encuentro
intersubjetivo. El relato escriturado llevó a detenernos en frases explícitas que se volvían significativas:
una docente que se sentía “invadida por los protocolos de cuidado” con un “sentimiento de soledad” al
afrontar una situación en la que los protocolos encuadraban cuidados sanitarios, pero arañaban super-
ficialmente la dimensión de lo humano y de las emociones. Nos instalamos bastante tiempo sobre esta
escena, pues, aunque mínima, nos permitió comenzar a revisar algunas claves de sentido en relación al
cuidado, al modo en cómo se construyen miradas y a lo posible y necesario en un modo de ser escuela
que aún con barbijos y protocolos de distanciamiento logra seguir constituyéndose en un espacio sub-
jetivamente fecundo.
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de tener dos caminos, parecía que contábamos con retazos, de grupos, de cursos, de aulas. ¿Qué más se
podía desgajar? Recuperamos a continuación sus relatos conversados:
“En estos tiempos todo parece ser bi… doble espacio presencial y virtual, pareja peda-
gógica, unidad pedagógica 2020-2021… ¿qué es un bi? ¿Una cosa con dos caras o dos
cosas juntas? ¿cómo estamos entendiendo y haciendo lo bi? ¿podemos ser bi? pienso
también... ¿y para los y las estudiantes cómo es? De repente una semana son estudian-
tes presenciales, a la siguiente son virtuales. ¿Y las burbujas? En el mejor de los casos
son dos… pero se van sumando más… de igual manera ya no son solo estudiantes de un
grado o año, de una división u otra, de una sala u otra… ahora también pertenecen a
una u otra burbuja, a un número o a otro, a un color o a otro… En mi escuela en primero
y en sexto año tenemos más de dos burbujas… me parece que no debería haber tantos
pedazos… siento que ahora hay pedazos del aula, pedazos de cursos funcionando en
diferentes lugares y momentos”.
Vanesa estaba preocupada por los pedazos y los fragmentos de los cursos a cargo. Se preguntaba si la
bimodalidad estaba sirviendo de algo ya que para algunas burbujas el tiempo de la presencialidad para
la enseñanza seguía siendo reducido o casi nulo.
“Me preocupaba que sexto tuviera tres burbujas y entonces tuviera clases una semana sí,
y dos no lo cual es una vez por mes y que me parecía que tanto en primero como en sexto,
como criterio pedagógico deberíamos sostener al menos dos burbujas, y que quizás tres
burbujas tenga un tercero que le queda aún un recorrido por el secundario. Vieron que con
la nueva caja curricular ahora se ha achicado, entonces en lugar de tener su horario de 13 a
19 hs ahora tienen de 14 a 18 hs. A su vez, no siempre tienen clase de dos a seis, porque en
el caso de los profesores y las profesoras con dispensa ellos me envían los trabajos pero no
están ahí en la escuela de manera presencial, entonces la mayoría de los días se van a las
cinco y media. Entonces eso achica aún más la caja horaria. Son menos horas de clases. A su
vez, en esta semana que les tocaba a esta burbuja, tenían el lunes a una sola profe, y justo
la profe avisa que está con carpeta médica, entonces, el lunes esos chicos directamente no
fueron a la escuela. El martes avisa una profe que tiene Covid, y ese día tenían materias con
dos profesores, entonces ese día los chicos y las chicas fueron por una hora. Hoy miércoles
vuelve a coincidir con la profe que tenía carpeta médica, entonces los/as chicos/as vienen a
la escuela solo por una hora. Hasta ahora lo más completo que les va a quedar -por ahora-
es jueves y viernes. Es impresionante cómo el tiempo de enseñanza se acota por las cosas
que van pasando en el día a día y que van a pasar cada vez con más frecuencia. (…)
Me parece que está bueno poder comenzar a cruzar el dato de lo que la escuela está ofre-
ciendo, te ofrezco en teoría de dos a seis, pero en realidad es de dos a cinco y media porque
el profe está en dispensa, y a su vez te ofrezco tal día, pero no te lo puedo garantizar porque
el profe está con Covid, es decir lo que la escuela ofrece como horas, y cruzarlo también con
lo que los y las estudiantes pueden tomar de esas horas que están disponibles en la escuela,
porque recuerdo ahora algunos casos, de un chico que por trabajar, la semana que a él le
tocaba ir, solo pudo asistir uno o dos días. Y más allá de la mediación que una pueda hacer
para que vaya al cole, hay una realidad que es un dato, y como él me dijo ‘si en mi casa yo no
trabajo, no comemos ni yo ni mi tía que es mayor de edad y de riesgo’. O después otra chica
de sexto que estuvo con Covid, y en la semana que le tocaba no pudo asistir. Y otro chico
que se enfermó por otra cosa. Es interesante poder cruzar lo que la escuela puede ofrecer y
lo que el chico toma de eso que se le ofrece por distintas causas. Y pensando en esto, pienso
en las singularidades que a veces quedan invisibilizadas, hay chicos que incluso han estado
como perdidos en los grupos de WhatsApp, y esos chicos me preguntaban a mí si la profe
de química estaba dando las tareas por algún medio. Yo les decía que sí, la profe tiene un
grupo de WhatsApp con ustedes. ‘No, pero yo no estoy en el grupo’, y entonces ahí uno ve
cómo hay algunos profes que han dejado algunos chicos como perdidos en el camino, por
los motivos que sea, y hay chicos que están como muy perdidos en el limbo, y que van una
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semana a la escuela con suerte, y el resto de las otras dos semanas no saben por dónde
anda la escuela ni la escuela por dónde andan ellos/as. Después el otro día, hablaba con
un profe y le preguntaba qué estaba haciendo con la bimodalidad. Y me decía, sí yo estoy
usando Classroom, ya subí dos actividades pero ninguno de los chicos y las chicas hicieron
las dos actividades que subí ahí. Y entonces ahí, como profe estás garantizando que ofrecés
algo, pero si el otro no hace nada con eso que ofreciste es lo mismo que la nada. Y los per-
didos no son solo los chicos y las chicas. Un profesor preguntando ‘pero ustedes (se refería
a nosotras como preceptoras) no están enviando los trabajos como hicimos el año pasado?’
No, este año no, eso fue el año pasado cuando no había ningún contacto presencial. Ahora
sí lo hacen los profesores y las profesoras.
Otra cosa que me quedo pensando es en qué pasa con los/as chicos/as que por distintos
motivos no pueden ir la semana que les toca asistir. Es una estudiante de segundo año, que
una de las semanas no pudo ir porque estuvo enferma y la otra semana que le tocaba ir,
no pudo por cuestiones personales. Entonces pasó más de un mes que no fue a la escuela.
La escuela le ofreció, no como algo institucional sino como algo que surgió de la voluntad
de una preceptora, hacer los mismos trabajos que realizan los y las estudiantes que están
con dispensas. Me parece que está bueno darle una oportunidad de que pueda hacer algo
mientras no pudo ir. Pero ¿cómo lo institucionalizamos a eso? ¿De qué modo se lo garanti-
zamos a todos? Y son cosas que me pregunto y que tienen que ver con situaciones de algo
que estamos transitando como nuevo, inédito y viendo qué se puede hacer y qué no. (…) A
los/as chicos/as les pasan cosas en la semana que no van a la escuela y a veces la escuela
no llega a registrarlas…”
Estos relatos nos hablan de escenas, preocupaciones, ofrecimientos disminuidos y problematizaciones
acerca de un nuevo modo de funcionamiento mientras volvemos a una escuela en mutación. La bimo-
dalidad como una opción educativa atravesada por protocolos de cuidado, para regresar y para afrontar
un tiempo de pandemia con un horizonte esperanzado de pronta inmunización. La bimodalidad con ese
sabor agridulce, de re-encuentro de cuerpos en un mismo espacio-tiempo, pero con el signo menos en
el marco de las nuevas condiciones de cuidado: menos estudiantes en un aula, menos materias, menos
tiempo de clase.
La disminución de cantidad de personas en un mismo espacio, ha supuesto para las escuelas, por defec-
to, la sumatoria de más agrupamientos. Las burbujas entonces aparecieron como una nueva modalidad
de organización, que en estos relatos aparecían bajo la percepción de fragmentos de un curso, un pedazo
o una pequeña expresión del grupo-clase.
La pregunta por una presencia disminuida de los y las estudiantes en el establecimiento escolar, no sólo
en términos de agrupamientos más reducidos, y de tiempos más acotados (una jornada escolar más cor-
ta y alternancia semanal en la asistencia a clases) sino también porque para algunos chicos la cuarentena
en términos de suspensión de la asistencia a los edificios parece continuar ante condiciones sociales de
alta vulnerabilidad y la consecuente invisibilización de su aumentada desigualdad.
La jornada de trabajo docente, producida con fragmentos virtuales y presenciales, pedazos de día y de
trabajo docente con y sin pantuflas… Protocolos y cercanías en el vínculo pedagógico… Avanzar hacia
una estudiante como gesto adulto que busca ¿proteger, cuidar, maternar? Y un protocolo que establece
metros de distancia… los ojos y la mirada para producir cercanía y para reconocer allí el sentido de un
encuentro. Los ojos como fragmentos de un rostro, y como portadores de una mirada emergiendo por
encima de un barbijo, que dicen, que hablan, que comunican y que sostienen un código compartido de
cuidado en el marco del vínculo pedagógico.
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Notas
1. A lo largo de este trabajo hacemos referencia en varias oportunidades a la idea de andamio para
nombrar y caracterizar la experiencia que aquí estamos narrando. Recuperamos los aportes de Sandra
Nicastro, desarrollados en el Curso de Posgrado “Los andamiajes institucionales de la experiencia educa-
tiva”, dictado en el marco del convenio de colaboración entre el Programa de Educación, Conocimiento y
Sociedad y la Fundación Archipiélago entre octubre y noviembre de 2020. En esta instancia formativa la
autora aborda algunos componentes estructurantes de la escolarización como el espacio y el tiempo, y
que en tanto tales, andamian o dan soporte a la experiencia escolar. Recuperamos estos sentidos ligados
a la idea de soporte y de aquello que asume cualidad de sostén o de apoyatura. Es esta cualidad la que
habilita/permite/posibilita que algo pueda darse, es decir, ser soporte de otra cosa para su habilitación
o posibilidad.
Referencias
Brailovsky, D. (2019). Pedagogía (entre paréntesis). Buenos Aires, Argentina: Novedades Educativas.
Cossettini, O. (1947). Pedagogía de la perversidad. La conferencia fue pronunciada en las ciudades de
Rosario (provincia de Santa Fe) y Resistencia (provincia de Chaco). Digitalización: Laura Cossettini
– Santa Fe, Argentina, Junio de 2006.
Dussel, I., Ferrante, P. y Pulfer, D. (2020). Pensar la educación en tiempos de pandemia. Entre la emergen-
cia, el compromiso y la espera. Buenos Aires, Argentina: Unipe Editorial Universitaria.
Faur, L. (2017). ¿Cuidar o educar? Hacia una pedagogía del cuidado. En Redondo, P. y Antelo, A. Encru-
cijadas entre cuidar y educar. Debates y experiencias (pp. 87-114) Rosario, Argentina: Editorial
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Fernández, S. (2020). Signo de presencia y presencia significante. Recuperado en https://psicoanalisisye-
ducacion.flacso.org.ar/signo-de-presencia-y-presencia-significante/
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