0% encontró este documento útil (0 votos)
143 vistas19 páginas

POEMAS

Este poema largo describe la melancolía y soledad de una mujer que nunca pudo experimentar el amor y la maternidad. Usa imágenes de deseos no cumplidos y una "arana" tejiendo un "velo infecundo" sobre su vientre "nunca florecida". El poema transmite la tristeza de una vida sin amor o hijos a través de su "melancolía de pureza muerta".

Cargado por

IsmaelSuu
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Formatos disponibles
Descargue como DOC, PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como doc, pdf o txt
0% encontró este documento útil (0 votos)
143 vistas19 páginas

POEMAS

Este poema largo describe la melancolía y soledad de una mujer que nunca pudo experimentar el amor y la maternidad. Usa imágenes de deseos no cumplidos y una "arana" tejiendo un "velo infecundo" sobre su vientre "nunca florecida". El poema transmite la tristeza de una vida sin amor o hijos a través de su "melancolía de pureza muerta".

Cargado por

IsmaelSuu
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Formatos disponibles
Descargue como DOC, PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1/ 19

Volverán las Oscuras Golondrinas

Volverán las oscuras golondrinas


en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban


tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas


de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío


cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos


las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas


como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!
Cerraron sus Ojos

Cerraron sus ojos


que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.

La luz que en un vaso


ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho;
y entre aquella sombra
veíase a intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.

Despertaba el día,
y, a su albor primero,
con sus mil rüidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:

—¡Dios mío, qué solos


se quedan los muertos!
Olas Gigantes

Olas gigantes que os rompéis bramando


en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!

Ráfagas de huracán que arrebatáis


del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!

Nube de tempestad que rompe el rayo


y en fuego ornáis las sangrientas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!.

Llevadme, por piedad, a donde el vértigo


con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!.

CANCION OTOÑAL 

Hoy siento en el corazón


un vago temblor de estrellas,
pero mi senda se pierde
en el alma de la niebla.
La luz me troncha las alas
y el dolor de mi tristeza
va mojando los recuerdos
en la fuente de la idea. 

Todas las rosas son blancas,


tan blancas como mi pena,
y no son las rosas blancas,
que ha nevado sobre ellas.
Antes tuvieron el iris.
También sobre el alma nieva.
La nieve del alma tiene
copos de besos y escenas
que se hundieron en la sombra
o en la luz del que las piensa. 

La nieve cae de las rosas,


pero la del alma queda,
y la garra de los años
hace un sudario con ellas. 

¿Se deshelará la nieve


cuando la muerte nos lleva?
¿O después habrá otra nieve
y otras rosas más perfectas?
¿Será la paz con nosotros
como Cristo nos enseña?
¿O nunca será posible
la solución del problema? 

¿Y si el amor nos engaña?


¿Quién la vida nos alienta
si el crepúsculo nos hunde
en la verdadera ciencia
del Bien que quizá no exista,
y del Mal que late cerca? 

¿Si la esperanza se apaga


y la Babel se comienza,
qué antorcha iluminará
los caminos en la Tierra? 

¿Si el azul es un ensueño,


qué será de la inocencia?
¿Qué será del corazón
si el Amor no tiene flechas? 

¿Y si la muerte es la muerte,
qué será de los poetas
y de las cosas dormidas
que ya nadie las recuerda?
¡Oh sol de las esperanzas!
¡Agua clara! ¡Luna nueva!
¡Corazones de los niños!
¡Almas rudas de las piedras!
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas
y todas las rosas son
tan blancas como mi pena. 

ELEGIA A DOÑA JUANA LA LOCA 


A Melchor Fernández Almagro 

Princesa enamorada sin ser correspondida.


Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol. 

Eras una paloma con alma gigantesca


cuyo nido fue sangre del suelo castellano,
derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve
y al querer alentarlo tus alas se troncharon. 

Soñabas que tu amor fuera como el infante


que te sigue sumiso recogiendo tu manto.
Y en vez de flores, versos y collares de perlas,
te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo. 

Tenías en el pecho la formidable aurora


de Isabel de Segura. Melibea. Tu canto,
como alondra que mira quebrarse el horizonte,
se torna de repente monótono y amargo. 

Y tu grito estremece los cimientos de Burgos.


Y oprime la salmodia del coro cartujano.
Y choca con los ecos de las lentas campanas
perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado. 

Tenías la pasión que da el cielo de España.


La pasión del puñal, de la ojera y el llanto.
¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo,
con la rueca de hierro y de acero lo hilado! 

Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente,


ni el laúd juglaresco que solloza lejano.
Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata
y un eco de trompeta su acento enamorado. 

Y, sin embargo, estabas para el amor formada,


hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo,
para llorar tristeza sobre el pecho querido
deshojando una rosa de olor entre los labios. 

Para mirar la luna bordada sobre el río


y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño
y mirar los eternos jardines de la sombra,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol! 

¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz?


O se enredan serpientes a tus senos exhaustos...
¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos?
¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado? 

En el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto,


tendrás el corazón partido en mil pedazos.
Y Granada te guarda como santa reliquia,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol! 

Eloisa y Julieta fueron dos margaritas,


pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado
que vino de la tierra dorada de Castilla
a dormir entre nieve y ciprerales castos. 

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,


los cipreses, tus cirios; la sierra, tu retablo.
Un retablo de nieve que mitigue tus ansias,
¡con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro! 

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,


la de las torres viejas y del jardín callado,
la de la yedra muerta sobre los muros rojos,
la de la niebla azul y el arrayán romántico. 

Princesa enamorada y mal correspondida.


Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol. 
SI MIS MANOS PUDIERAN DESHOJAR 

Yo pronuncio tu nombre
en las noches oscuras,
cuando vienen los astros
a beber en la luna
y duermen los ramajes
de las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
de pasión y de música.
Loco reloj que canta
muertas horas antiguas. 

Yo pronuncio tu nombre,
en esta noche oscura,
y tu nombre me suena
más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
y más doliente que la mansa lluvia. 

¿Te querré como entonces


alguna vez? ¿Qué culpa
tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma,
¿qué otra pasión me espera?
¿Será tranquila y pura?
¡¡Si mis dedos pudieran
deshojar a la luna!! 

EL CANTO DE LA MIEL 
 
La miel es la palabra de Cristo,
el oro derretido de su amor.
El más allá del néctar,
la momia de la luz del paraíso. 

La colmena es una estrella casta,


pozo de ámbar que alimenta el ritmo
de las abejas. Seno de los campos
tembloroso de aromas y zumbidos. 

La miel es la epopeya del amor,


la materialidad de lo infinito.
Alma y sangre doliente de las flores
condensada a través de otro espíritu. 

(Así la miel del hombre es la poesía


que mana de su pecho dolorido,
de un panal con la cera del recuerdo
formado por la abeja de lo íntimo) 

La miel es la bucólica lejana


del pastor, la dulzaina y el olivo,
hermana de la leche y las bellotas,
reinas supremas del dorado siglo. 

La miel es como el sol de la mañana,


tiene toda la gracia del estío
y la frescura vieja del otoño.
Es la hoja marchita y es el trigo. 

¡Oh divino licor de la humildad,


sereno como un verso primitivo! 

La armonía hecha carne tú eres,


el resumen genial de lo lírico.
En ti duerme la melancolía,
el secreto del beso y del grito. 

Dulcísima. Dulce. Este es tu adjetivo.


Dulce como los vientres de las hembras.
Dulce como los ojos de los niños.
Dulce como las sombras de la noche.
Dulce como una voz. O como un lirio. 

Para el que lleva la pena y la lira,


eres sol que ilumina el camino.
Equivales a todas las bellezas,
al color, a la luz, a los sonidos. 

¡Oh! Divino licor de la esperanza,


donde a la perfección del equilibrio
llegan alma y materia en unidad
como en la hostia cuerpo y luz de Cristo. 

Y el alma superior es de las flores,


¡Oh licor que esas almas has unido!
El que te gusta no sabe que traga
un resumen dorado del lirismo.
ELEGÍA

Como un incensario lleno de deseos,


pasas en la tarde luminosa y clara
con la carne oscura de nardo marchito
y el sexo potente sobre tu mirada. 

Llevas en la boca tu melancolía


de pureza muerta, y en la dionisíaca
copa de tu vientre la araña que teje
el velo infecundo que cubre la entraña
nunca florecida con las vivas rosas
fruto de los besos. 

En tus manos blancas


llevas la madeja de tus ilusiones,
muertas para siempre, y sobre tu alma
la pasión hambrienta de besos de fuego
y tu amor de madre que sueña lejanas
visiones de cunas en ambientes quietos,
hilando en los labios lo azul de la nana. 

Como Ceres dieras tus espigas de oro


si el amor dormido tu cuerpo tocara,
y como la virgen María pudieras brotar
de tus senos otra vía láctea. 

Te marchitarás como la magnolia.


Nadie besará tus muslos de brasa.
Ni a tu cabellera llegarán los dedos
que la pulsen como
las cuerdas de un arpa. 

¡Oh mujer potente de ébano y de nardo!


cuyo aliento tiene blancor de biznagas.
Venus del mantón de Manila que sabe
del vino de Málaga y de la guitarra. 

¡Oh cisne moreno! cuyo lago tiene


lotos de saetas, olas de naranjas
y espumas de rojos claveles que aroman
los niños marchitos que hay bajo sus alas. 

Nadie te fecunda. Mártir andaluza,


tus besos debieron ser bajo una parra
plenos del silencio que tiene la noche
y del ritmo turbio del agua estancada. 

Pero tus ojeras se van agrandando


y tu pelo negro va siendo de plata;
tus senos resbalan escanciando aromas
y empieza a curvarse tu espléndida espalda. 

¡Oh mujer esbelta, maternal y ardiente!


Virgen dolorosa que tiene clavadas
todas las estrellas del cielo profundo
en su corazón ya sin esperanza. 

Eres el espejo de una Andalucía


que sufre pasiones gigantes y calla,
pasiones mecidas por los abanicos
y por las mantillas sobre las gargantas
que tienen temblores de sangre, de nieve,
y arañazos rojos hechos por miradas. 

Te vas por la niebla del otoño, virgen


como Inés, Cecilia, y la dulce Clara,
siendo una bacante que hubiera danzado
de pámpanos verdes y vid coronada. 

La tristeza inmensa que flota en tus ojos


nos dice tu vida rota y fracasada,
la monotonía de tu ambiente pobre
viendo pasar gente desde tu ventana,
oyendo la lluvia sobre la amargura
que tiene la vieja calle provinciana,
mientras que a lo lejos suenan los clamores
turbios y confusos de unas campanadas. 

Mas en vano escuchaste los acentos del aire.


Nunca llegó a tus oídos la dulce serenata.
Detrás de tus cristales aún miras anhelante.
¡Qué tristeza tan honda tendrás dentro del alma
al sentir en el pecho ya cansado y exhausto
la pasión de una niña recién enamorada! 
ALBA 

Mi corazón oprimido
siente junto a la alborada
el dolor de sus amores
y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
semillero de nostalgias
y la tristeza sin ojos
de la médula del alma.
La gran tumba de la noche
su negro velo levanta
para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada. 

¡Qué haré yo sobre estos campos


cogiendo nidos y ramas,
rodeado de la aurora
y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
muertos a las luces claras
y no ha de sentir mi carne
el calor de tus miradas! 

¿Por qué te perdí por siempre


en aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
como una estrella apagada. 

INVOCACION AL LAUREL 
A Pepe Cienfuegos 

Por el horizonte confuso y doliente


venía la noche preñada de estrellas.
Yo, como el barbudo mago de los cuentos,
sabía el lenguaje de flores y piedras. 
Aprendí secretos de melancolía,
dichos por cipreses, ortigas y yedras;
supe del ensueño por boca del nardo,
canté con los lirios canciones serenas. 

En el bosque antiguo, lleno de negrura,


todos me mostraban sus almas cual eran:
el pinar, borracho de aroma y sonido;
los olivos viejos, cargados de ciencia;
los álamos muertos, nidales de hormigas;
el musgo, nevado de blancas violetas. 

Todo hablaba dulce a mi corazón


temblando en los hilos de sonora seda
con que el agua envuelve las cosas paradas
como telaraña de armonía eterna. 

Las rosas estaban soñando en la lira,


tejen las encinas oros de leyendas,
y entre la tristeza viril de los robles
dicen los enebros temores de aldea. 

Yo comprendo toda la pasión del bosque:


ritmo de la hoja, ritmo de la estrella.
Mas decidme, ¡oh cedros!, si mi corazón
dormirá en los brazos de la luz perfecta. 

Conozco la lira que presientes, rosa:


formé su cordaje con mi vida muerta.
¡Dime en qué remanso podré abandonarla
como se abandonan las pasiones viejas! 
LLUVIA
(1930)
a Conchita Herrera

¡Te quiero!, me dijiste,


y la flor de tu mano
puso un arpegio triste
sobre el viejo piano.

(En la ventana oscura


la lluvia sonreía...
Tamboril de dulzura.
Gong de monotonía).

-¿Me querrás tú lo mismo?


Y en tu voz apagada
hubo un dulce lirismo
de magnolia tronchada.

(La lluvia proseguía


llorando en los cristales...
Cortina de agonía.
Guadaña de rosales).

-¡Para toda la vida!,


te dije sonriente.
Y una estrella encendida
te iluminó la frente.

(La lluvia proseguía


llamando en la ventana
con una melodía
antigua de pavana).

Después, casi llorando,


yo te dije: ¡Te quiero!
Y me quedé mirando
tus pupilas de acero.

-¡Para toda la vida!


dijiste sonriente,
y una duda escondida
me atravesó la frente.

(En la ventana oscura


la lluvia proseguía
rimando su amargura
con la amargura mía).

ENCUENTRO

Me tropecé contigo en primavera,


una tarde de sol delgada y fina,
y fuiste en mi espalda enredadera
y en mi cintura, lazo y serpentina.

Me diste la blandura de tu cera


y yo te di las sal de mi salina.
Y navegamos juntos, sin bandera,
por el mar de la rosa y de la espina.

Y después, a morir, a ser dos ríos


sin adelfas, oscuros y vacíos,
para la boca torpe de la gente...

Y por detrás, dos lunas, dos espadas,


dos cinturas, dos bocas enlazadas
y dos arcos de amor de un mismo puente.
CENTINELA DE AMOR

Te puse tras la tapia de mi frente


para tenerte así mejor guardado
y te velé, ¡ay, amor!, diariamente
con bayoneta y casco de soldado.

Te quise tanto, tanto, que la gente


me señalaba igual que a un apestado;
¡pero qué feliz era sobre el puente
de tu amor, oh, mi río desbordado!

Un día me dijiste: -No te quiero...


y mi tapia de vidrios y de acero
a tu voz vino al suelo en un escombro.

La saliva en mi boca se hizo nieve,


y me morí como un jacinto breve
apoyado en la rosa de tu hombro.

NECESITO DE TI
Necesito de ti, de tu presencia,
de tu alegre locura enamorada.
No soporto que agobie mi morada
la penumbra sin labios de tu ausencia.

Necesito de ti, de tu clemencia,


de la furia de luz de tu mirada;
esa roja y tremenda llamarada
que me impones, amor, de penitencia.

Necesito tus riendas de cordura


y aunque a veces tu orgullo me tortura
de mi puesto de amante no dimito.
Necesito la miel de tu ternura,
el metal de tu voz, tu calentura.
Necesito de ti, te necesito.
DUDA

¿Por qué tienes ojeras esta tarde?


¿Dónde estabas, amor, de madrugada,
cuando busqué tu palidez cobarde
en la nieve sin sol de la almohada?

Tienes la línea de los labios fría,


fría por algún beso mal pagado;
beso que yo no sé quién te daría,
pero que estoy seguro que te han dado.

¿Qué terciopelo negro te amorena


el perfil de tus ojos de buen trigo?
¿Qué azul de vena o mapa te condena

al látigo de miel de mi castigo?


¿Y por qué me causaste este pena
si sabes, ¡ay, amor!, que soy tu amigo?

MUERTO DE AMOR
No lo sabe mi brazo, ni mi pierna,
ni el hilo de mi voz, ni mi cintura,
ni lo sabe la luna que está interna
en mi jardín de amor y calentura.

Y yo estoy muerto, sí, como una tierna


rosa, o una gacela en la llanura,
como un agua redonda en la cisterna
o un perro de amarilla dentadura.

Y hoy que es Corpus, Señor, he paseado


mi cadáver de amor iluminado,
como un espantapájaros siniestro.
La gente, sin asombro, me ha mirado
y ninguno el sombrero se ha quitado
para rezarme un triste Padrenuestro.
CUATRO SONETOS DE AMOR
Decir "te quiero" con la voz velada
y besar otros labios dulcemente,
no es tener ser, es encontrar la fuente
que nos brinda la boca enamorada.

Un beso así no quiere decir nada,


es ceniza de amor, no lava hirviente,
que en amor hay que estar siempre presente,
mañana, tarde, noche y madrugada.

Que cariño es más potro que cordero,


más espina que flor, sol, no lucero,
perro en el corazón, candela viva...

Lo nuestro no es así, a qué engañarnos,


lo nuestro es navegar sin encontrarnos,
a la deriva, amor, a la deriva.

Cantares...
Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Nunca persequí la gloria,


ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino


y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Yo voy soñando caminos


Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-La tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón."

Y todo el campo un momento


se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Anoche cuando dormía
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
de donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.

También podría gustarte