El Rio de La Plata Y La Region Canaria Corso, Economia Y Politica en Las Guerras de La Emancipacion

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EL RIO DE LA PLATA Y LA REGION CANARIA -

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CORSO, ECONOMIA Y POLITICA Se
-
EN LAS GUERRAS DE LA EMANCIPACION 3

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HERNAN ASDRUBALSILVA
La cuestión del corso y de las luchas marftimas, debe ocupar un lugar
destacado en el estudio .de los diversos aspectos que concurren a configurar
el proceso revolucionario hispanoamericano.
Tanto desde el punto de vista estrictamente militar, como desde el eco-
nómico, político y aun psicológico, la acción de marinos puestos al servicio
de los nuevos estados, tuvo una incidencia que no debe ser desatendida si se
pretende lograr una visión totalizadora del movimiento emancipador. Como
seíiala el admirante Laurio H. Destéfani, no seria correcto presentar genéri-
camente a los corsarios bajo tintes idealistas y románticos, al estilo de Lord.
Byron, pero si senalar los alcances de una acción que, movida por diversas
motivaciones -entre las que el lucro y la sed de aventuras juegan roles funda-
mentales- adquiere sinelar importancia para la consecución de los reales
ideales revolucionarios.
Si para el mantenimiento de las posesiones americanas era fundamental
el poderfo naval espafíol, para el triunfo de las armas patriotas era defiitorio
poder controlarlo, deteriorarlo y en la medida de las posibilidades destruirlo.
Tal acción fue primordial para las Provincias Unidas del Río de la Plata,
cuya situación g e ~ g r ~ en
c ael extremo sur la hacia depender, en alto grado,
de las vinculaciones marftirnas. De allf la significación relevante que adquie-
re el corso bajo nuestra bandera en los diversos mares del mundo, y en parti-
cular, en el caso que nos ocupa, en la región que reconoce como centro im-
portante del tráfico al archipiélago canario. Si bien es dificil determinar la
.ns
cantidad de barcos que actuaron sobre esta región, la mayor parte de los que
levantaron su pabellón frente a CAdiz, hicieron incursione. en aguas de Te-
nerife y de las islas de Cabo Verde.
A los problemas estrictamente militares, se sumaron !os derivados de la
intercepción del comercio, el apresamiento y destrucción de navfos, la toma
E/ Rio de la PLata y la Región Canaria 4

de prisioneros, la apropiación de importante correspondencia, la difusión de


proclamas revolucionarias, etc. Acciones éstas que, en alto grado, contri-
buyeron a ~ o l i ~ cya respaldar
r las luchas libradas en los terrenos america-
nos y a facilitar el desenvolvimiento de los nuevos estados. No faltando in-
cluso oportunidades en que, a través de extranjeros, y en una aparente con-
tradicción, se mantuvieran ciertos nexos comerciales con las Canarias pese a
las limitaciones impuestas por la contienda.
Con anterioridad a 1815 se había autorizado el corso en el Río de la
Plata y sus afluentes, que fue puesto también en vigencia por los realistas de
Montevideo (Vigodet y Eiío). Sin embargo, la actividad corsaria de ultramar
recien tendrá sus primeros atishos en 1814 y su expansión efectiva a partir
de 1815.
Ai crucero poco feliz del catalán Juan Antonio Toll, que zarpara en s e p
tiembre de 1814 hacia el Océano Indico y a la autorización dada al nortea-
mericano George de Sonntag, ((coronel de caballerfa al servicio del Zar de
Rusim -posiblemente nunca puesta en práctica-, les siguió una verdadera
avalancha de solicitudes de patentes. Ya a Sonntag se le habían otorgado cin-
co acreditaciones en blanco, actitud que fue muy común y consecuentemente
conspira contra la exactitud del análisis cuantitativo del corso. Pero por so-
bre éstas, quien ha sido considerado como pionero en la acción corsaria es
David Jewett. A éste, también norteamericano como muchos de los corsa-
r i o ~puestos al seMcio de las Provincias Unidas, el 23 de junio de 1815 se le
otorgaba la que -según Lewis Winkler Bealer- fue la primera patente real-
mente puesta en ejercicio. Esta era seguida por la dada a Thomas Taylor el
17 de julio de 1815, quien, al igual de Jewett, actuará en la zona que nos
-pa-
En realidad, no hubo un sistema definido hasta 1816 en que el Director
Supremo, Juan Martin de Pueyrredón, dictara un Rqfamento Prouisional del
Corso, que fuera a su vez suplantado por el Código mas amplio y detallado del
15 de mayo de 1J 17. Sin embargo, la fa123 de una reglamentación propia, no
significó el desentendimiento en los procederes, ya que además de las ins-
trucciones dadas a los corsarios, se mantuvo la vigencia de la Ordenanza del
Corso de 1801.
En la «contrata» destinada a caracterizar el armado del navío se estable-
d a taxativamente que: (Los comandantes y demás de este corsario quedarán
sujetos al cut1qhrniento de la ordenanza del corso del aíío de mil ochocientos
uno que se le acompañará, no quedando el Gobierno responsable al curnpli-
miento del articulo séptimo, capitulo primero de dicha ordenanza, ni a los
que salen de los límites de ébl.Esta actitud por parte del Gobierno de las
Provincias Unidas fue muy importante, ya que procuró controlar una activi-
dad que por su naturaleza era muy proclive al desvio y a la cafda en la pirate-
da. Incluso no falta ocasión en que las mismas autoridades declararán como
pirata al contraventor.
Muchos de. nuestros corsarios cumplieron su cometido con verdadero
apego a la letra y al esplritu de las reglamentaciones dictadas desde Buenos
Aires; aun a costa, en alguna oportunidad, de problemas y motines en la tri-
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como ((malaspresas».
El problema que debieron enfrentar las autoridades revolucionarias en
el campo marítimo, fue el de la falta de posibilidades para armar adecuada-
mente escuadras nacionales. De ahí que el sistema de corso les proporciona-
ra buenos resultados. A los navíos armados en Buenos Aires, pronto se su-
maron los reclutados en los Estados Unidos. Allí existían marinos con expe-
riencia en este tipo de lides y consecuentemente interesados en prestar servi-
cios bajo las banderas de las naciones hispanoamericanas. Aquello no era de
extrafiar, ya que alrededor de medio millar de corsarios, que lograran más de
1.300 presas, habian participado en la última guerra contra Inglaterra. Asf se
sumaba a la experiencia personal, la disposición de naves inactivas que po-
drían aprovechar la apertura que les proporcionaba la guerra desatada contra
Espaiia. A las posibilidades económicas, se sumaron justificativos idealistas
que, al menos en las declaraciones, mostraban el interks por lograr que las
posesiones hispanas se independizaran efectivamente como lo habían logrado
los Estados Unidos.
Baltimore se constituyó en el centro de esta acción, aunque otros puer-
tos como Norfolk, Charleston y Savannah también fueron base de la actua-
ción corsaria. P k a esto se hicieron diversos tipos de negociaciones. Muchas
patentes fueron enviadas a los Estados Unidos. Algunas iban totalmente en
blanco, aunque gran parte registraba el nombre de los buques. De allí las de-
nominaciones criollas dadas a naves corsarias que se hacían a la mar directa-
mente desde la Unión, sin arribar a su patria de adopcióp.
El peso de la actuación de los corsarios norteamericanos al servicio de
Buenos Aires sobre las naves espanoles fue enorme, siendo interesante con-

1. ARCHIVO GENERAL D E LA NACION, X-5-1-5. Nota El aafculo 7" se refería a los


«Premios s&alados por las presas y prisioneros que se hicierenm.
E l Rio de La P h t a y la Región Canaria 6

signar algunos datos del estudio efectuado por Theodore S. Currier: «El aná-
lisis de las importantes comunicaciones de los ministros españoles ante el
gobierno de Washington, desde el 5 de septiembre de 1815 hasta el 9 de
marzo de 1822, revela plenamente el lugar que el corso y la piraterfa tenían
en las relaciones diplomáticas entre España y los Estados Unidos en este pe-
riodo.

Comunicaciones que no mencionaban ni el corso ni la piratería ...... 8


Comunicaciones mencionándolos, pero no especificando los paises . . 7
Comunicaciones mencionándolos y especificando los paises pero
no incluyendo a Buenos Aires. ................................... 3
Comunicaciones mencionándolos y especificando los paises e in-
cluyendoaBuenosAires . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2
Comunicaciones referentes a Buecos Aires principalmente. . . . . . . . 1?
Comunicaciones referentes al corso y las piraterias,
principalmente, pero no especificando determinados países. . . . . . . . . . . . . 7
Comunicaciones totales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46»2
Sin duda, el problema causado por los corsarios de Buenos Aires fue de
singular magnitud y determinó que una gran parte de los esfuenos diplomá-
ticos se volcaran en su contra. Presiones estas, que sumadas a Ias de otros
países y a las de sectores internos de la Unión, no dejaron de causar proble-
mas a funcionarios, empresas y capitanes. En los cenáculos poiíticos, como
en la prensa y en los tribunales encargados de juzgar denuncias contra corsa-
r i o ~o la validez de las presas, emergieron con claridad las posiciones toma-
das con respecto al sistema. En tanto, muchos de estos corsarios aauaban en
el Caribe, sobre las costas de Cádiz y en la ruta de las Canarias, haciendo gala
de su veteranía en la guerra de 1812.
Las patentes enviadas hacia los Estados Unidos rápidamente se incre-
mentaron. Thomas Taylor llevó varias a comienzos de 1816 y otras impor-
tantes cantidades fueron dirigidas a Manuel Hermenegildo de Aguirre, U n -
su1 de las Provincias Unidas ante al gobierno de Washington y a su sucesor,
David C. De Forest, antiguo comerciante norteamericano que ya habia res-
paldado armamentos en Buenos Aires.

2. CURRIER. Thedore S.: +AS msu+iar del Rb de h Plrra Facultad de Filosofía y Letras.
Publicaciones del Instituto de Investigdciones Históricas. Número XLV U.B.A. Buenos Aires,
1929, pág. 46.
Hernán Asdrúbal Silva

Cabe agregar que, aunque en menor medida, también en Gran Bretaña


y en Francia se armaron algunos barcos corsarios, aunque las restricriones
impuestas por ambos estados conspiraron contra su desarrollo.
Uno de los primeros barcos de Baltimore que pasó al servicio de Bue-
nos Aires y que actuó en la zona de Canarias fue El Santifcn'70. Nave que
tarnbikn tuvo el «privilegio» de ser la primera que fue afectada por proble-
mas en los tribunales de la Unión, despertando agrias polémicas en la prensa
norteamericana. El Santafeno era el antiguo Rontp, del tipo escuna (goleta),
que habfa servido como corsario en la guerra contra Inglaterra de 1812. Fue
,dq-üi& p r Thomas Tayior ea marzo de iaió, luego de su iiegacia a ios
Estados Unidos y puesto bajo el mando de un oficial naval, el capitán Squire
Fisk. Con una tripulación de alrededor de 80 hombres y 8 cafiones de a 12,
se daba a la vela luego de completar su armamento en Norfolk.
Bajo el nombre original de Romp y el destino ficticio de Buenos Aires,
habfa dejado las costas de la Unión; pero, una vez en alta mar trocó su deno-
minación por la de Santafenno) echó al vuelo la bandera de las Provincias Uni-
das que aseguró con cañonazos y dirigió su rumbo hacia las costas espafiolas.
Frernte a Cádiz hacfa sus primeras armas, y entre Canarias y Madeira captura-
ba también un pequeíio buque cuya carga ascencfa a más de 20.000 dólares.
Ya para ese entonces comenzaron a hacerse sentir las presiones impues-
tas por los corsarios. Las quejas y preocupaciones del archipiélago no se hi-
cieron esperar. Una noticia de julio de 1816, publicada en el Cowier del 21
de septiembre de ese afio, sefialaba: &arcos independientes rodean nuestras
costas. Los corsarios Sud Americanos merodeaban en las proximidades de
Canarias)). Y luego se agregaba un concepto más taxativo: «Han arruinado
completamente allí el comercio espaob3.
De ahí en adelante muchos barcos corsarios con bandera de las Provin-
cias Unidas surcaron las aguas de la «ruta de Canarias))efectuando todo tipo
de operaciones; pudiéndose destacar entre eiios:
La goleta Congreso (ex Orb de la guerra de 1812), construida en Baltimo-
re (Maryland) y armada en corso por David De Forest. Con una tripulación
compuesta por unos 90 hombres y con 5 cañones de a 18, bajo la conduc-
ción de José Joaquín de Almeyda (también llamado Alrnida).

3. COURIER, Londres, 21 de septiembre de 1816. Según BEAL=, Lewis Winkler. Los


conanos de Bumar Aires, sus attividades m las gm-ras bispmo-mericmas de la indepmdmda
(18 15- 1821). Facultad de Filosoffa y Letras. Publicaciones del Instituto\ de Investigaciones His-
tóricas. Número LXXII. U.B.A. Buenos Aires, 1937, pág. 101.
El Rio de la Plata y la Región Canana 8

El bergantín T I I ~ C - A m a r(ex
a brick Regmt de la guerra de 1812 y ex
Creola), alistado en Baltimore con patente solicitada por David De Forest.
Con una tripulación de 105 hombres y 12 cañones de a 18, navegó bajo el
comando de Marcena Morson.
Goleta y luego bergantfn-goleta Mangoré (alias Pueyrredón, ex SwIf, de
la guerra de 1812). En la isla de Haitf adoptó la denorninacion de Mangoré al
enarbolar el pabellón argentino. También era armada por David de Forest,
bajo el mando de Diego Barnes efectuó sus operaciones con 120 hombres de
tripulación y una artillería compuesta por 14 cañones de gran calibre.
-,.-" del Cz.5 hprpanth q l l ~dgmas veces está re~istrado
7 ~ * &r-----*--
2,+ U--
como m
D

corbeta (ex Mamorztth de la guerra de 1812). Comprado por su capitán Diego


E
Chayter y armado por Adan Guy. Contó a su bordo con 140 hombres y un
O
armamento de 14 cafíones de a 18 y uno de a 24. -
n
=
m
Fragata V&i¿ann'a, posiblemente de origen español, tomada como presa O
E
en Montevideo en 1814. Armada en el puerto de Bueno Aires por Adan E
2
Guy, con 120 tripulantes y 16 cañones de a 18 efectu6 sus misiones bajo la E

conducción del capitán Jorge Ross.


3
Corbeta Unión del Sur, registrada en muchas oportunidades como Unión.
-
Construida en Baltimore, fue armada por Juan Pedro Aguirre y puesta en un m
0

E
principio bajo la conducción de Clemente Cathele o Calhell. Luego de arribar O
a Buenos Aires en junio de 1817, se hizo cargo del comando Juan Brown,
con quien operó sobre la región de Canarias. Contaba con una tripulación de
E
81 hombres y 12 cañones de a 18. a
2
Bergantín Patriota (ex Fowf ofJ114)h e comprado por su armador y capi- n

tán Thomas Taylor. Llevó a bordo 140 hombres de tripulación y un arma-


mento compuesto por 12 caiíones de a 12 -6 por borda- y un cañón de a 32, 3
O
en coliza.
Bergantfn Rio de la Plata, supuestamente de origen espaiiol, armado por
Juan Higinbothom en la Ensenada de Barragán (Buenos Aires). Fue coman-
dado primero por Hugo Davey y luego por Martín Suvet Davey. Llevaba
una tripulación de 130 hombres y 18 cañones de a 18.
Goleta Tucuman, construida posiblemente en Nueva Orleans, fue adqui-
r i d ~y &-a& por Dmid De k o r t en aquel puerto. Cnmandada por Jorge
Wilson, llevaba 100 hombres de tripulación y una artillería de 5 cañones de
a 12.
Goleta BIIMIOS Aires (ex Davey), construida en Baltimore como bergantin
y transformado luego su aparejo. Armada por Guillermo Patricio Ford, &e
9 Hernán Asdrdbaal Silva

confiado su mando a Juan Dieter (Dester o Diefor). Llevaba a su bordo 100


tripulantes y 10 cafiones de a 18.
Fragata Heroha, habfa sido francesa bajo el nombre de B r u , adquirida
y armada por Patricio Lynch. El alistamiento se concretó en Buenos Aires,
pudiendo llevar entre 190 y 200 hombres y un armamento de 34 cañones.
Su comando fue ejercido por el famoso David Jewett, que luego fue relevado
por Guillermo D. Mason.
Asi como se debió recurrir a los extranjeros para el comando de las na-
ves, por lo general una situación similar se dio con respecto a la tripulación.
Como se iiabr~pociido dbservar en ia caracterizaci6n cie ios buques corsa- -
,
rios, el número de hombres de cada uno de ellos era alto y, consecuentemen- E
te, no fue siempre fácil reclutar adecuadas tripulaciones. Tanto por los luga- o
n
res de armado, como por la preparación marinera, predominó el elemento -
-
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O
anglosajón; aunque justo es decirlo, no faltó la presencia de criollos en algu- E
E
nas de aquellas naves. S
En un comienzo, particularmente en los Estados Unidos, la disponibili- -E
dad de marineros era grande; pero, a medida que se fueron ampliando las 3

operaciones, incrementándose el número de patentes y desgastandose el per- --


o
m
sonal por las contingencias del conflicto, fue más dificil el alistamiento. Esta E
situación se hizo aun más complicada cuando los barcos se armaron o com- o

pletaron la dotaci6n en Buenos Aires, debiéndose recurrir incluso a presidia- n

rios, tal como consta en la documentación de la época. «Los barcos america- -


E
a
nos e ingleses que vienen a este Río de la Plata -sehala Brackenridge en su 2

informe- al presente están expuestos al serio inconveniente de la deserción n


n

de sus tripulantes para incorporarse al corso^^.


3
Además, tanto las condiciones de a bordo, como la numerosa tripula- O

ción necesaria para las empresas, conspiraban contra el espfritu imperante.


Las largas navegaciones, muchas veces con alimentación deficiente, aguas
contaminadas en las pipas, escasez de vfveres frescos, etc., traia consigo te-
rribles enfermedades como el escorbuto o el tifus que diezmaban a la tripula-
ción; agreghdose a esto actitudes díscolas que en diversas oportunidades
concluyeron en motines.
Aun en las navegaciones normales, los enfrentamientos y los transbor-

4. BRACKENRIDGE, E.M.: La Indpndmcia AArginu. Viaje a la Amérim del Sur he& por
ordm del Gobimo Amenencano m hs a h 18 17y 18 18 m lafiagata dmgmsm. Buenos Aires.Talleres
Gráficos Argentinos, L.J. Rosso, (1927), pág. 234.
El Rio de la Plafay la Región Canaria 10

dos para el envio de las presas a destino afectaron al número de tripulantes;


sin contar las deserciones y el armado de naves capturadas en alta mar. In-
cluso, cuando se trató de buscar amparo y ayuda en puertos neutrales, se im-
pusieron restricciones para el reclutamiento. Tal el caso de la entrada, en
septiembre de 1818, de la fragata Vigilann'a de Ross a Bear Haven, Irlanda
sudoccidental, en procura de restaurar sus heridas. El permiso del almirante
Cork fue amplio en cuanto a los pertrechos, pero limitó expresamente la in-
corporación de marineros, estableciendo una férrea guardia. No obstante,
por vias indirectas, aprovechando la actitud de los irlandeses y las vincula-
ciones de uno de sus oficiales logró algunos hombres. Como en esta ocasión,
también en otras oportunidades debieron recalar en islas y tierras firmes
para lograr nuevos brazos.
Un ejemplo de la heterogeneidad imperante en las tripulaciones, lo pro-
porciona el detalle de los hombres embarcados en otro de los corsarios que
tuvo una acción destacada en la región canaria. La goleta Congreso, cuyo capi-
tán Almeyda era oriundo de las islas Azores y nacionalizado norteamericano,
contaba con la siguiente tripulación:

«Ingleses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .22
Americanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Bonaerenses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Irlandeses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Franceses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Suecos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
Islenos (Azores). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3
Portugueses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
Espafioles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2
Itdi=es . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2
Mallorquines . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2
Cmagena(N.Granada) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
Santa Lucia (Indias Occ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1

Total ........................................... 7 9 ~ . ~

5. BERAZA, Agustin. Lor m r i a r de Arfrga. Centro de Estudios Históricos Navales y Ma-


ritimos. Montevideo, 1978, pág. 84.

802
He& Asdrúbal Silva

No ha de extrafiarnos que el almirante Destéfani exciemara: ¡Era la


nave de Babel!
Ahora bien, volviendo al corso sobre la zona que nos ocupa, digamos
que preferentemente fue una extensión del desarrollado sobre C4diz y las
costas del sur de la peninsula. Pero, la importancia del tráfico general, que
incluía el efectuado a través del Cabo de Buena Esparanza por la CompaIiia
de Filipinas, otorgó motivaciones especiales al mismo. De allí que, además
de expresas salidas «para cruzar sobre Cádiz y sus Islas)), se registraran excur-
siones especiales a la región de Canarias desde Buenos Aires, puertos esta-
dounidenses o de otras zonas. Por ejempio, juan Dieter ie comunicaba ei i 7
de julio de 1819, desde Baltimore, a su armador Guillermo P. Ford: «En el
último crucero hice el circulo de la isla de Cuba; bloqueé el puerto de La Ha-
bana por algunos das, y atravesé el golfo de México hasta ponerme al sota-
vento de Cartagena costeando viento a proa desde la costa de Tierra Firme
hasta la isla de Margarita, donde me hice de viveres; de allí crucé el Atlántico
hasta las Islas Canarias, alfsenie de las cuales hice el corso p r a@n fie- cuando
volví a atravesar el Atlántico, visité todos los puertos de la isla de Puerto
~ i c...»6.
o
Así mismo, la travesía de Canarias era habitual en el regreso a Buenos
Aires, haciendo estadías también en Madeira y Cabo Verde. El 24 de no-
viembre de 1817, la «Razón de buques de Ultramar entrados a este puerto)),
registraba a la «goleta Nacional corsario nombrada Congreso, procedente del
Crucero de Canarias de donde salió el 18 de octubre úitimo, al mando de su
capitán D. José Joaquín de ~ l m e ~... dn7.a También el 10 de octubre del año
siguiente hacía su entrada la «Corbeta Nacional corsaria nombrada La Unión
procedente de canarias. ..n8.
La ruta de las Canarias y Cabo Verde era codiciada por las diversas car-
gas que se transportaban, y particularmente cuando se hicieron presas de im-
portancia como la Trith de la Compafiia de Filipinas. Preparada por los Fac-
tores de la Compafifa, la Trith) flamante fragata de 706 toneladas, zarpaba
de Coringa el 20 de septiembre de 1816. Conducia cargas de Bengala y Co-
romandel por un importe facturado de 7.824.108 reales 9' mrs. de vellón.

6. CARRANZA, Angel Justiniano. Campañas n d e s de la Repdbica Argmtina. Secretaría de


Estado de Marina. Departamento de Estudios Históricos Navales. Vol. 11 Tomos 3 y 4. Buenos
Aires, 1962, pág. 183.
7. Gaceta de Bumos Aires, 29 de noviembre de 1817,pág. 200 (274).
8. Gaceta de Buenos Aires, 14 de octubre de 1818,pág. 382 (492).
E l Rio de la P h a y la Región Canaria 12

Era este su primer viaje hacia Europa, y aguas afuera de Cabo Verde fue in-
terceptada por el corsario del Río de la Plata Tupac-Amaru, comandado por
el capitán Marcena Monson, quien habfa partido poco tiempo atrás de las
costas de Virginia. Era el 26 de enero de 1817. La nave española, armada
con 22 cañones mantuvo una dura lucha que duró entre dos horas y media y
tres -según diversos autores-, y luego de sufrir bajas (22 muertos entre sus
85 ocupantes según Winkler Bealer. Tres muertos, seis heridos graves y la
pérdida del trinquete, según Marfa Lourdes Dfaz Trechuelo), debió capitular.
Fue ésta quizás la mayor pieza individual capturada por un corsario al servi-
cio de las Provincias Unidas, a tal punto que, siendo considerada ((buenapre-
sa», permitió al capitán Monson retirarse, dejando el comando al capitán Li-
vingston Shamon.
Aquél fue un duro golpe para la CompatXa, pero particularmente para
el tr&co. Los reclamos fueron muchos, incluso frente a la Corte del Brasil.
En una nota al ministro portugués Tomás Antonio de Villanova-Portugal,
fechada el 8 de junio de 1818, el representante de España Conde de Casa
Flores decfa lo siguiente: «Muy Sr. mío: la fragata mercante espafíola Tritón
de la Real C o m w a de Filipinas iieg6 a este puerto el 12 del pasado. En
enero de 1817 fue atacada y apresada en alta mar por un b e r p t f n con pa-
bellón de Buenos Aires, armado en el puerto de Baltimore, y despachado
para La Habana con el nombre de Regmte y como bergantfn americano, con-
ducida después a Buenos Aires por el mismo bergantfn que tomó el nombre
de T u p - A m a , ha sido vendida en quince mil pesos fuertes, sexta parte de
su valor, lo que arguye la ilegalidad, como el haber sido condenada por un
tribunal de Buenos Aires, cuyo Gobierno no está reconocido por ninguna
potencia, y porque el procedimiento del bergantín en la mudanza del pabe-
11611 y captura de la presa son contrarios a las leyes de las naciones, de cuya
observancia no pueden desentenderse los Gobiernos. Estas razones me obli-
gan a solicitar de V.E. se sirva llevar al alto conocimiento de S.M.F. la recla-
mación que oficialmente hago de la restitución de dicha fragata a Mr. May
Crisp, que ha hecho constar debidamente ser apoderado de Mr. David
Proodfoot, sobrecargo de dicho buquen9. En tanto Proodfoot, con el testi-
monio de las tramitaciones en Buenos Aires, habfa pasado al Brasil y luego a

9. , Memh político y estadfitiico de h IeganOn de Erpañu m el Brasil que corrczponde a los años 18 17
basta,& de 1821, por Juan Nepomuceno de Flores. Docymmtos adjuntos a la segunda patie de las Me-
moMs de/ Brasil. N'S. En ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA. Cworto Congreso Inter-
nacional de Histmia de América Tomo W I . Buenos Aires, 1966,pág. 173.
Calcuta donde se solicitó el cobro del correspondiente seguro.
Poco tiempo después de la toma del Trifón, el 9 de junio de 1817, a 12
horas de haber zarpado de Cádiz con destino a Manda, los corsarios de Río
de la Plata, Independencia y Mangoré, capturaban la fragata fiperanm de la
mencionada Compania, cuyo costo significó «una pérdida de 2.029.927 rs.
13 mrs. de vellón en que se valoraba el barco, más 2.147.482 rs. 6 mrs. de
vellón, que importaba su carga, compuesta de cobre para la India, y vinos y
libros para ~ a n i l m
lo.
Sin pretender hacer una pesada suma de las presas logradas, creo que es
interesante agrrgar a l p o s datos de cürsariüs que se destzczii par !Z iíitcíisi-
dad del actuar y la cantidad de acciones efectuadas en el archipiélago cana-
rio.
El diario de Thomas Taylor quien con su bergantfn El Patriofa navegara
entre Cádiz y Canarias, es sin duda una de las muestras más claras de la inci-
dencia de la acción rioplatense. En el término de 20 días, entre el 31 de oc-
tubre y el 21 de noviembre de 1817, actuando sobre la isla Lanzarote y di-
versas partes del archipiélago tomó las siguientes presas: 3 goletas, 1 lugre, 6
bergantines, 4 faluchos y 2 balandras. Entre estos, fue apresado el 10 de no-
viembre un correo «de Cádiz a Santa Cruz de Tenerife, bajo losfuego de las ba-
terías de Tener& y en él encontró al secretario de gobierno de aquella isla con
otros pasajeros distinguidos a su bordo, los que después de haber sido jura-
mentados de no servir contra los independientes de estas Américas, los puso
con todos sus equipajes en tierra y remitió el lugre a Buenos ~ i r e s » l l .
Cabe agregar que a fiies de mes y antes de emprender su regreso al Río
de la Plata capturó, pese a no encontrarse en perfectas condiciones, a otro
lugre. Sin duda debió ser un récord para el corso lograr el apresamiento de
11 barcos de diverso porte en un sólo día; aunque otros corsarios registran
también importantes &&os. Tal es el caso del capitán Juan Brown, que con
la Union apresa tres barcos en una sola jornada.
A los impactos sobre el poder económico, se sumaron los problemas
causados a las armas que debfan reprimir las diversas sublevaciones hispa-
noamericanas. Una reproducción de noticias del Morning Chronicie del 18 de
julio de 1818, referidas a la expedición destinada al puerto de Talcahuano,

10. DIAZTRECHUELO SPINOLA, María Lourdes. La Red Compmia de Fdipim.


E.E.H.A. Seviiia, 1965,pág. 209.
11. Gaceta de Bnem Aires, 24 de enero de 1818,pág. 132 (310).
E l Rio de la Plata y la Región Canaria 14

indicaba: «Se han recibido comunicaciones de Tenerife, asegurando que el


convoy espaiiol, que salió en mayo de Cádiz, habfa entrad.0 al puerto... En
toda la escuadra habfa mucha falta de provisiones, porque eran tan escasos
los fondos públicos de Cádiz, que no se habian hecho los aprestos necesarios.
Esto habfa excitado considerable disgusto e incomodidad; y una fuerte repre-
sentación se habfa dirigido por los comandantes de marina al gobernador de
Tenerife. Erta isla estaba fan escasa de auxilios como la esttladta...» 12.
Además, las precauciones dispuestas por el comando de la escuadra es-
pafiola en su trayecto hasta las Canarias reafirma la preocupación causada
por los corsarios. En el punto 2" de las órdenes dadas en alta mar el 23 de
mayo, el capitán Miguel del Castillo, Comandante de la Expedición al Mar
del Sur, disponía que: «En caso de encuentro con enemigos los más propor-
cionados y demás fuerzas harán el ataque cuando en esta fragata se mande o
no pudiendo ver la sefíal que haga, procurando coger al enemigo entre dos
fuegos)). Reafirmado esto, en otras normas dictadas el 30 de dicho mes, dis-
ponía así mismo: ((2" Que desde hoy hasta rebasar Islas Canarias, no se ano-
chezca sin dejar toda la artiilerfa safa y en disposicición de batirse, cuidando
en este lance, de atender cada uno el objeto que se le tiene prevenido»13.
Para lograr sus objetivos, los corsarios actuaron solos o en compañia de
otros de acuerdo a las circunstancias, procurando afectar al enemigo en to-
dos los órdenes. De ahí que además de la acción directa, se efectuaran una
serie de servicios que fueron de vital importancia para consolidar el proceso
revo!ucionario y las guerras de la emancipación.
Quizás el principal rédito de estas actividades anexas estuvo vinculada
con la información.Tanto por medio de las presas, como del arribo de los cor-
sario~luego de completar sus traveslas, llegaron a Buenos Aires diversos ti-
pos de papeles que sirvieron para trazar las lfneas de acción. Desde docu-
mentos oficiales del más alto nivel hasta cartas personalesj sin olvidar pce-
tas y otras publicaciones, arribaron al Rfo de la Plata por vfa de los corsa-
rios. Tal era la importancia que, en la Gaceta de Btlenos Aires, al publicarse el
regreso de Almeyda, el 24 de noviembre de 1817, hacía hincapié en esta pre-
ciosa carga. Señalaba que habfa entrado a puerto la «Goleta nacional corsario

12. Monting C b r d e . Londres 18 de julio de 1818. Reproducido en la Gaceta de Buenos Aires,


18 de noviembre de 1818,pág. 406-7 (318-319).
13. CARRANZA, Angel Justiniano. Op. cit. Vol IV. Notos complementariar a lar tomos 3 y 4
(Anexo documental). pág. 90.
15 Hernán Asdrúbal Silva

nombrada Congreso, procedente del crucero de Canarias donde salió el 18 de


octubre último, al mando de su capitán D. José Joaquín de Almeyda, con 9
cdones de correspondencia qquitada al enem%o, a la consignación de don Juan Pe-
dro ~ ~ u i r r e » ' ~ .
La documentación apresada por los corsarios fue de diversa naturaleza
y abarcó rubros tales como el gobierno de Espafia y sus posesiones, situación
y acción militar, movimiento naval y comercial, estado de las diferentes pla-
zas, etc.; surndndose a estas piezas la información directa proporcionada por
los capitanes. Tal el caso de la nota enviada por Jorge Wilson al Ministro de
Guerra de ias Provincias Unidas, desde 5u «pke*m a c l a Twiirmk~füiidexh
frente a Tenerife el 10 de septiembre de 1817)). Entre otras cosas de impor-
tancia indicaba que: «Se habla de una expedición en Cádiz, pero sobre su des-
tino, o cuando ha de salir, no hay cosa cierta; sin embargo no puede ser for-
midable»' 5.
El intergs por recabar informaciones por todos los medios, incluso con
el auxilio de neutrales, se consignó en las «instrucciones reservadas)) que se
entregaban a los diferentes corsarios16; sin embargo, es importante decirlo,
muchos de ellos fueron más allá en el cumplimiento de sus compromisos.
Una comunicación de Santa Cruz de Tenerife, fechada el 8 de abril de 1817
e incluída en Le moniteur miverse/ del 25 de mayo de ese mismo afío, muestra
hasta que punto fueron profundizadas las acciones pro-revolucionarias por
parte de algunos hombres del mar. «El comercio de nuestra plaza -dice- y de
las Canarias han sufrido grandes pérdidas debido a las numerosas capturas de
barcos espdoles que han tenido lugar. Los corsarios independientes se
muestran cada día más audaces. Parece que han tenido éxito en establecer
comunicaciones con la costa y por lo tanto toda medida que el gobierno
toma para proteger la propiedad y asegurar la fidelidad de los marinos es in-
fructuosa: barcos pequeiios son capturados todos los dias por navíos arma-
dos y bien tripulados. El país está inundado de proclamas que incitan a los
habitantes a rebelarse contra la madre patria y colocarse bajo un protectora-
do» 7.'
Sin duda la lectura de la referida comunicación exime los comentarios;

14. G&a dc Bwmm Aires, 29 de noviembre de 1817, pág. 200 (274).


15. Guata de Bwmm Aires, 22 de noviembre de 1817, pág. 195 (267).
16. ARCHIVO GENERAL DE LA NACION, X-5-1-2.4.
17. Le moaitcwr wniuerseí. Parfs, 25 de mayo de 1817. Según BEALER, Lewis Winkler. Op.
cit., pág. 101.
El Rio de la Platay fa Región Canaria 16

aunque es interesante seiialar que paralelamente a la acción de los corsarios,


a través de extranjeros pudieron registrarse algunos tratos con el archipiéla-
go canario. Así por ejemplo, el 23 de noviembre de 1818 entraba a Buenos
Aires la fragata francesa S@, que procedente de Saint Malo habia hecho su
arribada a Tenerife el 3 de septiembre, para salir un mes deputs hacia el
puerto bonaerense; y el 3 de agosto de 1819, lo hacia el bergantín inglés Ca-
talina, que salido de Londres, hiciera también escala en aquel puerto. Cabe
agregar que esta última entrada se registraba apenas un mes desputs que
arribara el bergantín espailol Vicente, apresado por el corsario Unión «en la al-
tura de ~enerife»'~.
2
Como hemos sefialado anteriormente, uno de los problemas que condi- N

E
cionan la posibilidad de cuantificar el corso sobre Canarias es la actitud to-
O
mada con los navios apresados. -
-
n
m
Sin duda el objetivo principal era el de capturar barcos, causando dafio O
E
al enemigo y consecuentemente determinar la legitimidad del acto. Sin em- E
2
bar&, tanto en el Regfamento del 18 de noviembre de 1816, como en el más -E
amplio y perfeccionado del 15 de mayo de 1817, se seiialaba que (articulo 8"
3
de ambos): «Toda presa sera remitida a los puertos del Estado para ser juza- --
gada por los trámites legales y de uso en semejantes casos; pero si ocurriere 0
m
E
alguna circunstancia extraordinaria que lo embarazase, usará el Comandante O
del Corsario de todo arbitrio consultando su seguridad, y reservando los do-
n
cumentos justificativos, que presentará a su tiempo al tribunal competente)).
-
E
Asi mismo, por el articulo 13" de los mismos Regfamentos, se fijaba que: a
2

«Los comandantes de los corsarios destinados a destruir el comercio espailol, n

sin ser crueles en el tratamiento de los prisioneros, incendiarán y destruirán n

todo buque enemigo de alta mar que por su poco valor no quisieren condu- 3
O
cir apresado; y se prohibe a dichos comandantes bajo penas, que hubiere lu-
gar, la libertad de devolver -por pretexto al_mo. sin deiar en poder de los
enemigos embarcación alguna de la clase indicada, reputándose como hostili-
dad al país cualquiera gracia de esta naturaleza»19.
Como vemos las determinaciones eran lo sd~cientementeamplias como

18. Gnnta de Bumar Aires, 25 de noviembre de 1818, pig. 4 17 (531). 7 de julio de 1819, pág.
566 (ú9i j y i i de agosro de i8i9, pág. 590 (736).
19. CENTRO D E ESTUDIOS DE DERECHO INTERNACIONAL PUBLICO. Laspre-
sar marítimas de L RtpríbIica Argentina Estudios editados por la facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires XiII. Primera pase (1810-1830). Buenos Aires
1926, pág. 189-190. Tambikn en CARRANZA, Angel Justiniano. Op. cit., Vol. IV, pág 3-10.
17 Hernán Asdníbal Sifvo

para dejar al arbitrio de los capitanes, que navegaban a tantas millas de Bue-
nos Aires, la determinación del destino de las presas. De allí que, pese a los
fundamentos Msicos del sistema, las actitudes tomadas fueran de diversa na-
turaleza y en muchas oportunidades estuvieran regidas por las apreciaciones
e intereses de los corsarios.
Fuera de la remisión de los navios para ser juzgados -varios de los cuales
fueron considerados «malas presas»-, entramos en el terreno de los imponde-
rables, ya que por lo común la destrucnón de navios estuvo precedida de la
apropiación de sus pertenencias; y cuando se procedió a la devol~n'h de
arniellnc -c~fitr=izmpfit~2 ! i c n i i e c t np
e ~--r----- _
m y
12 _myq!ufi,mto,&fi-,!a a&@jd
-1------7

fue justificada por el poco valor de los barcos y la necesidad de librarse de


los prisioneros. Además, muchas de las personas detenidas eran embarcadas
en buques neutrales para ser conducidas a diversos puertos. Este método fue
empleado repetidamente en la región de Canarias y Madeira, no sólo para los
barcos apresados en tomo a sus aguas, sino también para los que navegaban
por otras zonas. Se pretendfa así, al alejar a los tripulantes del navfo captura-
do, que no se delatara la presencia de la nave corsaria. El Diario Mercanti/ de
Cádiz del 1" de septiembre de 1816, saalaba que un diate portugués habfa
conducido de regreso al capitán, al pasaje y a la tripulación de la fragata es-
pafiola Carlota apresada a 12 leguas del Cabo San Vicente. Aquellos habian
sido transbordados, después del incidente, a un bergantín lusitano «que los
condujo a la Madera, donde hicieron 11 dfas de cuarentena. Además de la
presa, la nave corsaria habfa ganado tiempo para actuar con sigilo y protec-
ción.
Teóricamente los prisioneros debian ser bien tratados, aunque no falta-
,ron denuncias de abusos. Una acción desarrollada por el Sant4e&o dio lugar
a un formal reclamo británico en los Estados Unidos. A un inglés llamado
Hougnton, comerciante de ia Gran Canaria, ie heron tomadas «más de mil
libras en oro y plata y cuando -según The T i m - declaró que apelaría a su
propio gobierno, el capitán que tenia a su cargo el barco apresado contestó
ordenando a dos de sus hombres que le atravesaran el corazón; estos rehusa-
ron por humanidad, entonces el mismo capitán, u n rufián llamado Moore, se
adelantó a ejecutar su amenaza por mano propia; pero no pudo hacerlo por
estar demasiado ebrio y Houghton pudo afortunadamente escapan>zu.
Actos como el sefíalado trataron de ser controlados y evitados, procu-

20. BEALER, Lewis Winkler. Op.cit., pág. 87.


El Rio de la Phta y la Región Canana 18

rando mantener la dignidad de los objetivos que promovian la acción corsa-


ria por parte de las Provincias Unidas del Rio de la Plata. Principios huma-
nitarios, que quedaron perfectamente reflejados al romperse con la situación
de la esclavitud de los negros que se encontrasen en los barcos apresados.
Además, cuando se efectuaron denuncias ante el gobierno por algún tipo de
contravención, se substanciaron las actuaciones pertinentes. Asi, al presenl
tarse el Cónsul de Gran Bretaíía en nombre de un individuo que, apresado
en la fragata Trinidad, no quiso desembarcar en Tenerife y luego reclamó por
la desaparición de sus pocas pertenencias, se levant6 una «Sumaria informa-
ción» en la que expusieron el capitán corsario Juan Brown, el comandante de
la nave española, miembros de su tripuiación y ei presunto afectadon2!.
El respeto en el trato debía ejercerse, igualmente y con más razón, con
los navfos neutrales, de conformidad con el derecho de visita que asistia a los
corsarios. Tanto las Ordenanzas de 180 1, como el Regiamento de 1817 conte-
nfan esta disposición: «Los buques armados en corso podrán reconocer las
embarcaciones de comercio de malquiera nación, obligándoles a que mani-
fiesten sus patentes y pasaportes, escrituras de pertenencias y contratos de
fletamiento con los diarios de navegación y roles o listas de las tripulaciones
y pasajeros. Esta averiguación se ejecutad sin usar de violencia ni ocasionar
perjuicios o atraso considerable a las embarcaciones, pasando a reconocerlas
a su bordo o haciendo venir al patrón o capitán con los papeles apresados,
los cuales se examinarán con cuidado por el capitán del corsario o por el in-
térprete que llevará a su bordo para estos casos; y no habiendo causa para
detemerlas más tiempo se les dejará continuar libremente su navegación. Si
alguna resistiere sujetarse a este regular examen, podrd obligarla por la ffiew:
pero en ningún caso podrán los oficiales o individuos de la tripulación de los
corsarios exigir contribución alguna de los capitanes, marineros y pasajeros
de las embarcaciones que reconozcan, ni hacerles ni permitir que les hagan
extorsión o violencia de cualquiera clase, so pena de ser castigados ejemplar-
mente, extendiendo el castigo hasta la muerte, según la gravedad de los ca-
so~»~~.
La visita, aprobada por el derecho internacional, fue ejercida con ampli-
tud por nuestros corsarios y aunque por lo común primó la cortesía, no faltó
oportunidad en que ser registrara el empleo de la fuerza.

21. ARCHIVO GENERAL D E L.4 NACION. X-5-1-5.


22. CENTRO D E ESTLJDIOS DE DERECHO INTERNACIONAL PUBLICO. Op. cit.,,
pig. 160, 192 y 193.
Jorge Wilson, capitán de la goleta Tucumán, comunicaba el 10 de s e p
tiembre de 1817, desde su fondeadero afrente a Tenerife)), que en sus opera-
ciones -iniciadas desde Cádiz- habfa abordado 26 buques ingleses, 24 arneri-
canos, 10 franceses, 2 de Venezuela, 2 portugueses, 1 austríaco, 2 suecos, 1
dinamarqués y 1 genovés, además de los espaiíoles apresados. ((Todos los
cuales -dice- he tratado con aquella poiítica, que siempre debe caracterizar a
un pueblo libre y liberal, y que sin duda hará que nuestra bandera sea respe-
tada entre las naciones de Europa y América; y me lisonjeo en decir que todas lias
noticias que be recibido de los neutroles, que han sido abordados por nuestra bandera,
fi,@t.rm qat k m iidü trütdüs '3%i ' ~imjw &eii&h2'.
Cabe aclarar que la concepción de la acción sobre los neutrales fue va-
riando, de acuerdo a los intereses de la nación y a los compromisos que estos
fueron asumiendo con Espaila.
En las (unstrucciones reservadas)) de las primeras épocas, como las da-
das el 7 de noviembre de 1816 para la goleta Congreso, se indicaba que: «En
justa demostración de los deseos de este Gobierno de conservar la amistad y
buena inteligencia con los poderes amigos y neutrales, toda propiedad espa-
Aola que se encuentra bajo el pabellón inglés, de los Estados Unidos o de
otra nación será respetada, excepto los géneros prohibidos por contrabando
de guerra...»24.
Sin embargo, el incremento del empleo del neutrales por parte de la Co-
rona espafiola, rápidamente determinó el cambio de rumbo. Ya en el Regfa-
mento de corso del 15 de mayo de 1817 se establecía (art. 23") que: «Cuando
los capitanes de las embarcaciones (neutrales) en que se haliasen algunos
efectos enemigos, declaren de buena fe que lo son, se ejecutará su transbordo
sin interrumpirles su navegación...u Más aun, debfa comprometerse el pago
del flete de los artículos sustraídos.
La modificación de actitudes con respecto a los neutrales contratados al
servicio de Espaiía se tornó más ddstica, en la medida en que tendía a favc-'
recer al enemigo. De alií que el Director Rondeau, por medio de un decreto
del 18 de agosto de 1819, determinara entre otras medidas, que: «Los buques
de las naciones neutrales empleados en servicio de la Corona de Espalia, se-
rán considerados fuera de la protección de las leyes de este p i s y las de sus
respectivos Estados, y de consiguiente tratados como pertenecientes a vasa-

23. Girvfa de B u w Aircs, 22 de noviembre de 1817, pág. 195 (267).


24. ARCHIVO GENERAL DE LA NACION, X-5-1-2A.
E l Rio de la Platay la Región Canaria 20

llos del Rey de Espalia, ya sean encontrados con el menor útil de expedición
y convoy militar; o ya a su regreso con seiíales documentadas que acrediten
haber tenido este empleo»25. De tal forma se producia una variante sustan-
cial en la normativa y se ampliaba considerablemente el concepto de presa
marítima
Ya para ese entonces había comenzado a declinar el corso de las Pro-
vincias Unidas. A los problemas internos -con enfrentarnientos directos con
el Protector de los Pueblos Libres (Artigas)- y la consecuente dificultad para
mantener la disciplina de los corsarios, se sumaron otros, como Ba aparición
del corso artiguista, la decadencia del tráfico marítimo espaliol, la dura acti-
tud asumida por Europa y íos Estados Unidos con respecto a la actividad
corsaria, etc.
El ejercicio del corso bajo la bandera de Artigas resultó en aquellas cir-
cunstancias más atractivo. Estaba en guerra con los portugueses y conse-
cuentemente sus ricos cargamentos procedentes de las Indias Orientales
constituyeron excelentes objetivos en la zona que nos ocupa. Concordarnos
en este sentido con Agustín Bezara en que: «El auge del corso artiguista
marcó la declinación paulatina del que estaba autorizado por el Directorio de
las Provincias
No es raro que se hubiera confundido a corsarios artiguistas con los de
las Provincias Unidas, debido no sólo a su origen rioplatense, sino tmbikn a
que varios actuaron con doble patente y a que otros dejaron el servicio de
Buenos Aires atraídos, como hemos sefialado, por las mejores posibilidades y
el menor control ejercido por la Banda Oriental. Entre estos Diego Bames,
con el Pzqrredón (ex-Mangore?, empleó doble patente, hasta que en noviem-
bre de 1819 cambia su denominación y bandera, pasando a constituirse en el
artiguista Tigre Oriental. También nuestro conocido Thomas Taylor, distan-
ciado del Director Pueyrredón, enarbola el $ A l ó n de A r t i p , al igual que
otro de los grandes corsarios de las Provincias Unidas que actuará en la re-
gión cak-qia: Jose de Almeyda
Con respecto a Alrneyda, que adquiriera fama, prestigio y fortuna como
comandante de la Congreso, en febrero de 1818 habia equipado al bergantín
Luisa, una presa debidamente considerada como «buena» en Buenos Aires.

25. CENTRO D E ESTUDIOS D E DERECHO INTERNACIONAL PUBLICO. Op. Rt,,


Luego de trasladarla a Baltimore, donde concretó su apresto, enfiló su proa
hacia el Atlántico orienteal. Alif toma al bergantín espai'iol Luisa Carreras,
cuyas condiciones náuticas hacen que Almeyda lo tripule personalmente, con
parte de sus hombres, dejando momentaneamente la L i s a . Aprovechando la
situación, los tripulantes de esta última se sublevan, se apoderan de la carga
y se dirigen hacia las islas de Cabo Verde, iniciando luego un crucero pirata.
Llevada y armada en Baltimore la Luisa Carreras, Almeyda adquiría para ella
una patente artiguista, bajo cuya bandera actúa en primera instancia, hasta
que -como Barnes-, una vez cddo Artigas, pasa a prestar servicios para Ve-
m
nezuela. D

Uno de los últimos buques corsarios de Buenos Aires que dirigió su E

proa a la región que nos ocupa fue la Heroina, comandada en su primer cru- n
O
-
cero por el capitán David Jewett. El problema inicial de esta nave, una de las =
m
O

más poderosas armadas hasta entonces, lo constituyó el apresto de la tripula- E


£
ción. Habia que reunir alrededor de 200 hombres, por lo que debió recurrir S
E
=
a la contratación de anglosajones y al empleo de presidiarios.
Luego de participar brevemente en los conflictos que sacudieron a Bue- 3

nos Aires en el alio 1820, partió -a fines de marzo o principios de abril-


--
m
0

rumbo al norte. La desgracia rondó sobre la fragata: !os temporales inunda- E

ron sus bodegas, los víveres se estropearon, se comprueba la mala calidad O

del agua y sobre las costas del Brasil fallece el segundo comandante. Es qui- n

zás éste uno de los mejores ejemplos de las penurias que debieron soportar -
E
a
muchos de los marinos a nuestro servicio. l

n
La necesidad de agua hizo poner rumbo a la isla Trinidad y de alií a las 0

de Cabo Verde, en cuya zona avistaban una fragata que, al resistirse al regis- 3
O
tro, luego de un breve combate era obligada a rendirse. Se trataba de L a
Carlota, nave portuguesa de 22 caíiones, cuya actitud y las tensiones existen-
tes con Portugal, justificaron su toma. De ahí en adelante la situación em-
peoró aun más. En agosto estallaba un motín que fue sofocado con la ayuda
de oficiales criollos, y previo sumario, los cabecillas fueron ejecutados. Todas
las plagas parecían cenirse sobre la Heroina. Tras el motin irrumpió el temido
escorbuto. Los muertos se contaban por docenas cuando se resuelve poner
las naves rumbo al sur para cumplir con la misidn que convertía a la fragata
corsario en «buque de Estado)). Su objetivo eran nuestras islas Malvinas.
Pese a un nuevo motín que debió sofocar en La Carlota y a que en las
aguas australes un temporal lo separa de esta nave, el 27 de octubre entró Je-
wett en la bahía Anunciación. A su vista estaba puerto Soledad. De los 200
EL Rio de La Plata y La Regidn Canaria 22

hombres, alrededor de una cuarta parte habfa sucumbido por el escorbuto, 6


o 7 en el motfn y más de 20 habfan desertado en Trinidad y Cabo Verde,
mientras el resto también mostraba las marcas de la diffcil travesfa.
En aquellas condiciones cumple con el honroso encargo de ((tomarpose-
sión de las islas (Maluinas) en nombre del paii a que estas pertenecen por ly natuirala
según lo comunica, junto con otras disposiciones atingentes a su comisión, a
los navfos de diversa bandera allf anclados27. El 6 de noviembre clava un
mástil, levanta la bandera argentina y lee la declaración del gob':emo ante
una formación de sus desgatadas fuerzas, a la vez que desde la Heroína re
efectuaba una salva de 21 cañonazos.
Luego de apresar a la goleta norteamericana Rampart, que fue conside-
rada «buena presa» por transportar mercaderfas españolas, la Heroína pasó a
ser comandada por Guillermo Mason. Asf, con nuevos hombres y pertre-
chos, en abril de 1821 emprende otro crucero de corso, en el que actúa en
ambas márgenes del Atlántico, registrando un nuevo arribo a las islas de
Cabo Verde el 26 de agosto. Ya para ese entonces existfan gestiones para
que Buenos Aires abandonara el corso, y cuando la Heroína (en 1822) fue
apresada por 10s portugueses, ya se habfa determinado la cesación del mis-
mo.
A los problemas internos y al cada vez más dificil control sobre las acti-
vidades corsarias, se sumaron fuertes presiones de las potencias, demostradas
fehacientemente en varias cartas cursadas entre los representantes de los Es-
tados Unidos con su gobierno y con las autoridades bonaerenses. El interés
estaba dirigido a ajustar las normas, evitar el alistamiento de norteamerica-
nos y en última instancia a conseguir la cesación del sistema. Como señalara
el Capitán Humberto F. Burzio, en el pafs del norte «existfa una fuerte co-
rriente abolicionista, cuya cabeza visible era el aristrocrático John Quincy
Ax--....,... nlw;A,mAn e yeArr?& qde FE.CTLT- ha& ~r r n ocñ n c
2 u
.
. .
-
-&
.
..
u
- ' " ""'"
lo habfa empleado con éxito en su segundo conflicto bélico con Gran Breta-
ña y que lo volverfa a usar en su tremenda guerra de Secesión, 40 años des-

Las actuaciones se habfan precipitado con el agente especial John B.


Prevost (18 19-l82O), que recibiera importantes instrucciones de Adams para

27. SIERRA, Vicente D. Historia de /a A'genfina. Tomo VIII. Buenos Aires. Ed. Cientffica
Argentina. (1969),pág. 328.
28. BURZIO, Humberto F. E¿ atto de soberania del Coronel de Marina DavidJweft. Boletin de
la Academia Nacional de la Historia. Tomo XLIII. Buenos Aires, 1970, pág. 284.
23 Hernán Asdribal Szha

actuar en el problema corsario; pero los conflictos nacionales y la repetida


sucesión de gobiernos impidió una definición inmediata. De ahí que la priri-
cipal actividad debió quedar en manos de John M. Forbes, «condiscfpulo me-
nor de John Quincy ~ d a m s ) )designado
~~, como representante para asuntos
de comercio y marina ante las autoridades de Buenos Aires y Chile.
Su llegada en octubre de 1820 lo mantiene, pese a la decidida posición
de la Unión, en una actitud expectante hasta la a.sunción de Martin Rodri-
guez y, particularmente, de su ministro Bernardino Rivadavia. Debió encarar
las reclamaciones por el apresamiento de la ~ a m p a r yf ~luego~ incrementar
sus a!emtns snhw
a--------- 10s inmnvpnipntps p v n r & r p r e! &e=.: c ~)rs~rin.
Sentfa Forbes que no había tenido la receptividad necesaria, y en una
carta a Rivadavia del 14 de septiembre de 1821, lamentándose por el tiempo
transcurrido desde su llegada -«más de diez meses»-, sin haber podido cum-
plir con sus objetivos, le ratificaba su «deseo de mantener una completa y
franca conferencian. En ella debía tratarse particularmente «uno de los pun-
tos sobre los cuales estoy instruido por ese gobierno de los Estados Unidos,
quiero decir todas esas indiscriminadas violencias que son &ariamente come-
tidas en el Océano contra el comercio pacifico de inocentes naciones bajo las
varias banderas de !ás Provincias Sudamericanas.
Hace ahora largo tiempo desde que estas violencias han motivado la
más sefialada reprobación de muchos gobiernos de Europa, y del de los Es-
tados Unidos. Varios gobiernos han hecho activos esfuerzos para reprimirlo
por la fuerza. Estos esfuerzos han sido inútil es...^^^
La inquietud recibid inmediata respuesta y Rivadavia lo invitaba a reu-
nirse el 17 de septiembre. Aquella conversación con el ministro duró alrede-
dor de dos horas y en la «minuta» sobre dicho encuentro, comunicaba Forb
bes a Adams: «Le declaré que los Estados Unidos no reconocerían como le-
gai ninguna patente extendtda en blanco, lo que le pareció perfectamente
justo, diciendo que comprendía todo el dafío que se había infligido a la causa
y reputación de estas Provincias, repudiando como el que más las atrocida-

29. PETERSON, Harold F. Lo Argentina y /aErtados Unidos (1810- 1960). Buenos Aires.
EIUDFRA(1970)~$g. 77.
30. Vide: Ojcio de John M. Forbes ~johnQ u i q Adams del 10 de marzo de 1821. T H E NATIO-
NAL ARCHIVES. Despu?cbesfrom United Sfate~Casuls in Buenos Aires. Microfilm Publication.
Volume 1, pan 2 (10 de enero de 1818,6 de junio de 1821). Serie 70, roilo 2.
31. T H E NATIONAL ARCHn'ES Dezpathsfiom Unitcd Statcs Casuls m Bumor Aires. Mi-
crofilm Pubiication. Volume 2. (3 de julio de 1821, 6 de agosto de 1826). Serie 70. rollo 3.
El Rzo de la Plata 1: la Re@ Canaria 24

des cometidas contra el comercio neutral; agregando que el gobierno estaba


decidido a cambiar totalmente de sistema y que probab1emei:te hoy mismo
redactarfa un decreto revocando todas las patentes de corso y ordenando el
regreso de aquellos barcos que las tuvieran, dentro de un plazo fatal^^^.
Ya para entonces estaba sellado el destino de esta etapa del corso de
Buenos Aires. Pocas semanas después, el 6 de octubre de 1821, era puesto
en vigencia el Decreto que determinaba la cesación del sistema. Los corsa-
r i o ~que se encontrasen en territorio de la provincia deberfan devolver las
patentes en el término de 15 dias y los que se hallasen «al otro lado de la li-
nea equinoccial, o en la costa del Pacifico)), dentro de un plazo de ocho me-
ses. Aclarándose con precisión: ~T'odobuque que, despues dei termino de
ocho meses de la fecha de este decreto, continúe haciendo crucero bajo la au-
toridad de una patente del gobierno de este pais, será tratado como pira-
ta...~~~
Asf terminaba este ciclo del corso de las Provincias Unidas, que tanto
efecto había causado a España durante las luchas de la emancipación. Preci-
samente en momentos en que se ponía en vigencia esta trascendental medi-
da, a fines de 1881, el Consejo de Estado de las Provincias de Ultramar, rati-
ficaba el importante resultado de aquella acción: «La América -decía- sin más
riesgo, gasto ni trabajo que el extender unas patentes de corso, hicieron una
guerra muy cruda a la península...»34
Los más diversos mares en que actuó el tráfico espafiol, sintieron la
presencia de los corsarios de las Provincias Unidas, y la región que reconoce
como punto neurálgico al archipiélago canario -como se ha visto- fue uno de
los ámbitos preferidos de esta acción tan significativa para ayudar rl proceso
revolucionario de América.
Restañadas las heridas y ratificados los lazos espirituales y culturales
que nos unían y unen con la Madre Patria, el movimiento maritimo argenti-
no adquirió un nuevo sentido en la relación entre ambos estados.

32. Ibídem Liota: Esta Minuta de la Conferencia con Rivadauia e/ 17 de septiembre de 1821, se en-
cuentra también reproducida en FORBES, John Murray: Once años en Buenos Aires (1820- 183 1).
Buenos Aires. Emecé, (1956), págs. 139-143.
23
d
.,. P.egzi?rg n,td de (1 Re@blicn Arpti.na. Tomo Primero (!8!0-1821) Pilh!irxii>n Oficial
Buenos Aires, 1879,pág. 59 1.
34. DESTEFANI, Laurio H. E l corso en la emann$ación hispanoamericm. En: ACADEMIA
NACIONAL DE LA HISTORIA. Cuarto Congreso Internacional de Historia de América.
Tomo IV. Buenos Aires, 1966, pág. 380.

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