Posadas Parte 1
Posadas Parte 1
Posadas Parte 1
POSADAS
PARTE 1
Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del
incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el
ángel le dijo: "No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu
mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de
alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su nacimiento, pues él
será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor, y estará lleno del Espíritu
Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá
delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones
de los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y prepararle
así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo".
-Palabra del Señor
-Gloria a ti, S eñor Jesús.
Reflexión
San Juan Bautista es uno de los grandes protagonistas del Adviento, el precursor,
el hombre que prepara el camino a la venida del Señor, el que lo va a reconocer en
la multitud, lo va a presentar públicamente y lo va a avalar con su autoridad. La
figura del Bautista, tal como se nos presenta en los evangelios, aparece
estrechamente vinculada a la figura de Jesús. Ambos personajes unen sus historias
no solo por vínculos de parentesco y por las circunstancias de su concepción y
nacimiento, sino esencialmente en relación a la misión que han recibido de lo alto.
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La proximidad del Mesías -de Jesús el Señor-, comienza a unir vidas, cambiar
historias y transformar situaciones. Lo imposible comienza a hacer posible. Esto es
lo que iremos meditando a lo largo de las diferentes posadas, a fin de preparar mejor
nuestro corazón para acoger, para dar posada al Señor y a sus santísimos padres
José y María.
Esta primera posada nos hace reflexionar sobre la misión del Bautista: “prepararle
así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo”. Nosotros somos ese pueblo, somos
nosotros los que hoy, al contemplar el poder de Dios ante lo humanamente
imposible, como es la concepción de una vida nueva, justo donde pareciera que ya
la vida no puede brotar, debemos de entrar en la disponibilidad de acoger en
nosotros la voluntad divina y de dejarnos sorprender por ella.
Esta actitud ha de provocar en nosotros la fe. Sí, fe que requiere Dios para poder
obrar en nosotros maravillas, a fin de poderlas proclamar tal y como lo hace la
Santísima Virgen en su cántico. A Zacarías se le pide la fe. A nosotros también.
¿Cómo está nuestra fe? ¿En verdad le creemos a Dios? No es lo mismo creer en
Dios que creerle a Dios. Y hoy, con este anuncio del Ángel Gabriel a Zacarías, se
nos invita a la fe.
La misión de San Juan, por tanto, será la de fortalecer nuestra fe para acoger a
Cristo en nuestra vida. La sola existencia de este niño, el pequeño Juan, nos invita
a creer que, para Dios no hay nada imposible. Que Él puede hacer lo que quiera y
cuando quiera. La anunciación de San Juan es para nosotros una llamada a la fe.
Una fe que debe dilatarse porque “el Señor está cerca”. Y esto es lo que el Bautista
grita con su sola presencia en el vientre materno.
“Estar dispuestos a recibir al Señor” implica aceptar el modo de Dios de hacer las
cosas. Un modo que pasa por hacer de lo estéril algo fructífero como el vientre de
Isabel; de convertir nuestra incredulidad en un acto de fe como lo hizo Zacarías.
OREMOS
Oh Dios, que suscitaste a san Juan Bautista para que preparase a Cristo, el Señor,
un pueblo bien dispuesto, concédenos el don de la alegría espiritual y dirige nuestra
voluntad por el camino de la salvación y de la paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos
de los siglos. Amén.
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SEGUNDA POSADA: La incredulidad y silencio de Zacarías
+Del Santo Evangelio según San Lucas (1, 18-25)
Dijo Zacarías al ángel: "¿Y qué señal tendré de esto? Porque yo soy ya viejo, y mi
mujer avanzada en edad." El ángel le contestó, diciendo: "Yo soy Gabriel, que asisto
ante Dios, y he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena nueva. He aquí
que tú estarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que esto se cumpla, por
cuanto no has creído en mis palabras, que se cumplirán en su tiempo." El pueblo
esperaba a Zacarías y se extrañaba que se tardara tanto en el templo. Cuando salió
no podía hablar, por lo cual pensaron que había tenido alguna visión en el Templo.
Él les hacía señas, pues se había quedado mudo. Cumplidos los días de su servicio,
se regresó a su casa. Y después de algunos días, concibió Isabel -su mujer-, que
se ocultó durante cinco meses, diciendo: “He aquí lo que ha hecho conmigo el
Señor, pues quiso que se terminara mi humillación pública”.
Zacarías era un hombre bueno, con fe, pero no mucha, pues dudó ante el anuncio
del ángel Gabriel. La grandeza de los planes divinos de Salvación le supera y
reacciona con incredulidad. Por su poca fe es levemente castigado con la mudez -
el que no obedece enmudece- y, en su sorprendente silencio, descubre su papel en
los planes de Dios para salvar de sus pecados a Israel y a todo el mundo.
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Zacarías cumplía su turno cuando el ángel Gabriel le anunció los planes de Dios
para él y para la Salvación. Actuaba en el altar de los perfumes. Allí se le apareció
el ángel.
Era hombre justo, dice el evangelio. Esta expresión equivale a señalar que él era un
cumplidor fiel de la ley de Dios en lo externo y en lo interno. La mejor traducción
actual es decir que era santo. Cumplía la Ley de corazón. Pero un dolor estaba
metido en su vida como una espina, aunque lo aceptase: no tenía hijos, porque su
mujer era estéril. Los hijos son siempre una bendición de Dios, y para los israelitas
era muy claro este sentido de bendición. Si siempre cuesta a un matrimonio aceptar
la infecundidad, para los israelitas de aquel momento era especialmente duro.
Zacarías estaba muy unido a su mujer. Los dos eran de edad avanzada. Los dos
tenían fe. Ardiente y dolorida la de Isabel. Profunda, pero más tibia, la de Zacarías.
Ya estaba superado el disgusto de la esterilidad y se habrían adaptado a la realidad
de la vida. Pero Dios quería cambiar aquellas vidas tranquilas, aunque no fáciles,
con algo insospechado. Un hijo, un niño, que iría por delante a preparar el camino
del Mesías, de Jesús.
También Dios puede cambiar nuestras vidas hoy, Él puede cambiar nuestra familia.
Solo necesita de nuestra fe. Quizá ya no se nos aparezca un ángel, pero sí que
aparecerá la mano de Dios invisiblemente en las cosas visibles. Si tuviéramos un
poquito de fe, sería suficiente para contemplar como Dios actúa y poco a poco va
haciendo; no lo que queremos, sino lo que en verdad necesitamos. Tengamos fe en
Él, y no dudemos, porque por dudar, luego quedamos mudos incluso hasta para
orar. No vaya a ser que nos pase las de Zacarías, que tan acostumbrado a las cosas
de Dios, la fe era por costumbre y no por verdadera convicción.
Jesús está pronto. Pidamos a Dios crecer en la fe hoy. Sí, que nos aumente nuestra
fe y nuestra confianza en Él. Que nos ayude a no ser impacientes y a tampoco
acostúmbranos a las cosas de Dios cometiendo el error de hacerlas solo por
cumplir, y no tanto por entrar en comunión con Él.
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TERCERA POSADA: La Anunciación a María Santísima
+Del Santo Evangelio según San Lucas (1, 26-38)
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea,
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David,
llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le
dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se
preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a
concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será
llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él
reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco
virgen?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será
llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha
concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay
nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase
en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.
María nos enseña a esperar la venida de Jesús. Ella nos hace ver lo que podemos
llegar a ser si acogemos la Palabra de Dios. Porque la grandeza de María consiste
en haber obedecido la Palabra del Padre, hasta engendrar en su carne al Hijo de
Dios. Hoy, la primera posada que Dios pide es nuestro corazón. Tal y como María
acogió al Señor en su alma antes que en su vientre. También nosotros debemos de
acoger a Jesús primero en nuestro corazón.
Dice San Lucas que fue enviado el ángel Gabriel a una joven prometida como
esposa a un hombre descendiente de David, llamado José; la joven se llamaba
María. Dios se ha determinado a entrar en la historia humana para dársenos a
conocer y realizar la redención del género humano. Para ello se ha fijado en María,
una muchacha judía que se preparaba para celebrar su boda con José el carpintero
del pueblo. La Encarnación de Dios no va a ser un acontecimiento espectacular, se
hará en el silencio y la pobreza, en lo oculto y lo sencillo. Así actúa Dios, así se nos
manifiesta.
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Todo en María ha sido predestinado por Dios con vistas al cumplimiento de su
voluntad de salvar a la humanidad enviando a su Hijo al mundo. Dios ha buscado a
María, ha querido encontrarse con ella desde su eternidad. El sueño de Dios en
favor de sus hijos puede al fin realizarse. Y Dios viene, se une a nosotros, se
incorpora en nuestra historia, sella su alianza con nosotros para siempre.
...darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús... será llamado Hijo del Altísimo,
Dios le dará el trono de David... Todos los títulos mesiánicos que se le van a atribuir
al Hijo de María se resumen en lo que proclama el ángel. El Hijo de María es el Hijo
de Dios Altísimo. Sin embargo, pasará treinta años en una aldea, y luego como
predicador itinerante en un país pobre, rodeado siempre de gente sencilla, y
realizará su obra lejos de las esferas de la riqueza y del poder de este mundo. El
Reino de Dios es diferente. Al lado de María aprendemos los valores del Reino, los
criterios que Jesús enseñó y vivió.
También nosotros nos sentimos a veces llamados a preguntar ¿cómo podrá ser
esto?, ¿qué podremos hacer? Y el ángel del Señor nos dice: para Dios nada es
imposible. Muchas Marías se han sucedido desde entonces, muchas hermanas y
hermanos nuestros a lo largo de la historia han experimentado, a diferentes niveles,
la emoción de ser enviados a realizar algo grande, superior a lo que creían posible.
Lo hicieron porque confiaron en Dios como si todo dependiera de Él y no de ellos y,
al mismo tiempo, pusieron todo de su parte como si todo dependiese de ellos.
OREMOS: Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel,
hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su
cruz, y con la intercesión de la Virgen María, a la gloria de la resurrección. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(Puede rezarse el Santo Rosario).
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CUARTA POSADA: La Anunciación a San José
+Del Santo Evangelio según San Mateo (1, 18-24)
-José, hijo de David, no tengas miedo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura
que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por
nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta:
Miren, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel
(que significa: «Dios-con-nosotros»). Cuando José se despertó hizo lo que le había
mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.
El pasaje de hoy nos dice que San José, aunque tenía la duda de que había ocurrido
un adulterio, no pensó en denunciar públicamente a María, ya que esto
hubiese generado a que la muchacha -a quien tanto amaba-, fuera condenada a
una humillante muerte mediante lapidación. Vemos la gran prudencia de San José
y el autodominio de sus emociones, no se deja llevar por la ira, la duda o el dolor de
una posible traición. Sino que su amor por María le hace esperar, sí, esperar en
Dios y confiar en Él. ¿También nosotros somos pacientes de esperar en Dios?
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Al llamarle “justo”, San Mateo resalta que San José era un hombre piadoso,
cumplidor de los mandatos de Dios; su intención era simular un divorcio y apartarse
de María, pero de tal modo que no la perjudicara hasta el punto de su descrédito y
muerte. Mientras José sufría en silencio y sin entender bien lo que había pasado
con María. Ella está pasando por la primera de las tantas dificultades que su
aceptación a ser la Madre de Jesús le traería.
Este humilde obrero, cumpliendo las funciones de buen papá y de acuerdo a las
costumbres de la época, transmitió además los conocimientos de su oficio de
carpintero a quien habría de ser conocido en su vecindario como hijo suyo.
Alrededor de 30 años después, el centurión romano que comandaba en Jerusalén
las tropas de ejecución, habría de reconocer la verdadera filiación de aquel que una
vez había sido considerado como el “hijo del carpintero”, al decir: "Verdaderamente
éste era Hijo de Dios" (Mateo 27,54)
Que por intercesión de San José, sigamos avanzando en este tiempo de Adviento,
que continuemos preparando nuestros corazones, para que convertidos al Señor,
celebremos el nacimiento en nuestro interior del Hijo de Dios que viene a salvarnos.
San José, enséñanos a esperar sin perder la paz, a confiar en Dios y esperar
siempre en Él. Ayúdanos a moldear nuestro carácter y a buscar siempre la
misericordia y el amor incondicional hacia los demás.
OREMOS:
Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los
hombres a la fiel custodia de San José, haz que, por su intercesión, la Iglesia los
conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Ayúdanos a
experimentar la protección de Aquel, a quien pusiste por padre de tu Hijo aquí en la
tierra y fiel esposo de la Santísima Virgen. Amén.
(Puede rezarse el Santo Rosario).
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QUINTA POSADA: La Visitación de Santa María a su prima Isabel
+Del Santo Evangelio según San Lucas (1, 39-45)
María se puso en camino hacia la región montañosa donde vivía Isabel para poder
atenderla en su estado de gestación y parto. San Lucas nos relata ese memorable
encuentro jubiloso de dos mujeres, y el encuentro, desde el vientre materno, del
Precursor y el Mesías Salvador. Isabel, llena del Espíritu Santo, reconoce a María
como la ‘Madre del Señor’, es decir, como la “Madre de Dios”; sólo movida por el
Espíritu Santo Isabel pudo hacer un reconocimiento de esa naturaleza. El Precursor,
desde el vientre materno, saltó de gozo al sentir la presencia del salvador.
Tan pronto como le ha sido comunicado a María que ha sido escogida por Dios
Padre para ser la Madre de su Hijo Jesús y que su prima Isabel ha recibido también
el don de la maternidad, marcha decididamente hacia la montaña para alegrase y
ayudar a su prima, para compartir con ella el gozo de haber sido agraciadas con el
don de la maternidad y para servirla. ¡Cuánto nos falta hoy en día esto! El aprender
a alegrarnos por las cosas buenas que le pasan a los demás. Muchas veces en vez
de alegrarnos, nos enojamos, lamentablemente por la envidia que en nuestro
corazón hay. De igual forma, nos cuesta mucho a veces, el aprender a servir a los
demás, pues más pareciera que nos gusta que nos atiendan. María nos viene a dar
una lección de caridad y profunda humildad. Aprendamos de ella.
El saludo de la Madre de Dios provoca que el niño, que Isabel lleva en su seno,
salte de entusiasmo dentro de las entrañas de su madre. La Madre de Dios, que
lleva a Jesús en su seno, es causa de alegría. La maternidad es un don de Dios que
genera alegría. Las familias se alegran cuando hay un anuncio de una nueva vida.
El nacimiento de Cristo produce ciertamente «una gran alegría» (Lucas 2,10).
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Las posibles renuncias que comporta el amor paternal y maternal, asustan a
muchos matrimonios que, quizá por los medios que han recibido de Dios, debieran
ser más generosos y decir “sí” más responsablemente a nuevas vidas. Muchas
familias dejan de ser “santuarios de la vida”. El Papa San Juan Pablo II constata
que la anticoncepción y el aborto «tienen sus raíces en una mentalidad de placer e
irresponsabilidad ante la sexualidad. Se busca la sexualidad de forma egoísta, sin
ningún compromiso ni responsabilidad». ¿Será esto amor? ¿O quizá es solo placer?
OREMOS:
Dios todopoderoso, tú que inspiraste a la Virgen María, cuando llevaba en su seno
a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel, concédenos, te rogamos, que, dóciles
al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus maravillas durante toda nuestra
vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
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SEXTA POSADA: El Cántico de la Virgen, “el Magníficat”
+Del Santo Evangelio según San Lucas (1, 46-55)
Y dijo María:
“Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha
puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las
generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas
el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en
generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que
son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó
a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.
Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como había anunciado a
nuestros padres en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.”
En el canto, en realidad, María dice pocas cosas nuevas. Casi todas sus frases se
encuentran numerosos pasajes de los salmos y en otros libros del Antiguo
Testamento. Pero como escribe un teólogo - si las palabras provienen en gran parte
del Antiguo Testamento, la música pertenece ya al Nuevo Testamento, pues canta
el gozo de las promesas cumplidas de Dios. En las palabras de María estamos
leyendo ya un anticipo de las bienaventuranzas y una visión de la salvación que
rompe todos los moldes establecidos. En el canto, María dice cosas que deberían
hacernos temblar.
El canto es como un espejo del alma de María. Es, sin duda, el mejor retrato de
María que tenemos. Su canto es, a la vez, bello y sencillo. Sin alardes literarios, sin
grandes imágenes poéticas, sin que en él se diga nada extraordinario. Y sin
embargo, ¡qué impresionantes resultan sus palabras!
Es, ante todo, un estallido de alegría. Las cosas de Dios parten del gozo y terminan
en el entusiasmo. Dios viene a llenar, no a vaciar. Pero ese gozo no es humano.
Viene de Dios y en Dios termina. La alegría de María no es de este mundo. No se
alegra de su maternidad humana, sino de ser la madre del Mesías, su Salvador. No
se alegra por tener un hijo, sino de que ese hijo sea Dios. La alegría de María es
grande, como grande fue su fe, su humildad y su amor.
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Por eso se le dice “llena de gracia” a María. Y por eso ella se atreve a profetizar que
todos los siglos la llamarán bienaventurada, porque ha sido mirada por Dios. Si el
deseo de santidad lo transmiten los santos por medio de su mirada. ¿Cuánto más
deseo de ser santo se ha de tener, cuando se tiene la conciencia de estar bajo la
amorosa mirada de Dios? Si la mirada de un hombre de Dios es una bendición.
¡Cuánto más si el que mira es Dios! Esto mismo era el motivo de gozo de la Virgen.
Los pobres y humildes de los que habla María son los que sólo cuentan con Dios
en su corazón: los humildes, los que temen a Dios, los que se refugian en Él, los
que le buscan, los corazones quebrantados y las almas oprimidas. María no habla
tanto de clases sociales, sino más bien de clases de almas. ¿Y tú, que clase de
alma eres? ¿Eres de los que confían en Dios? ¿O de los que se sienten
autosuficientes?
María, en el “Magnificat”, no separa lo que Dios ha unido por medio de su Hijo: los
problemas temporales de los celestiales. Su canto es, verdaderamente, un himno
revolucionario, pero de una revolución integral. Por eso María puede predicar esa
revolución con alegría. Es necesario que también todos nosotros cantemos con ella,
y como ella, atreviéndonos a decir la verdad que María anuncia y también denuncia.
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SÉPTIMA POSADA: El Nacimiento de San Juan Bautista
+Del Santo Evangelio según San Lucas (1, 57-66. 80)
Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus
vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande
misericordia, se regocijaron con ella. A los ocho días fueron a circuncidar al niño y
le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles:
"No. Su nombre será Juan". Ellos le decían: "Pero si ninguno de tus parientes se
llama así". Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara
el niño. Él pidió una tablilla y escribió: "Juan es su nombre". Todos se quedaron
extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y
empezó a bendecir a Dios.
San Agustín dice que la Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado y
él es el único de los santos (después de María) cuyo nacimiento se festeja;
celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo.
Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una joven virgen. El futuro padre de
Juan no cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del
nacimiento de Cristo y lo concibe por la fe.
Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el
nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegaron
hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo
nuevo. ¿Por qué personifica lo antiguo? Porque nace de padres ancianos; ¿Por qué
personifica lo nuevo? Porque es declarado profeta en el seno de su madre. Aún no
ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas de su madre.
Con ello queda ya señalada su misión, aun antes de nacer; queda demostrado de
quién es precursor, antes de que él lo vea.
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Estas cosas pertenecen al orden de lo
divino y sobrepasan la capacidad de la
humana pequeñez. Finalmente, nace,
se le impone el nombre, queda suelta la
lengua de su padre. Estos
acontecimientos hay que entenderlos
con toda la fuerza de su significado.
Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que en el principio ya existía.
Juan era una voz pasajera, Cristo la palabra eterna desde el principio.
OREMOS
Oh Dios, que suscitaste a san Juan Bautista para que preparase a Cristo, el Señor,
un pueblo bien dispuesto, concédenos el don de la alegría espiritual y dirige nuestra
voluntad por el camino de la salvación y de la paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos
de los siglos. Amén.
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