Sierra Avila Rosembert 2018
Sierra Avila Rosembert 2018
Sierra Avila Rosembert 2018
Estudiante
Director:
Facultad de Derecho
Bogotá D. C.
2018
Nuevos enfoques y perspectivas sobre el error judicial y su configuración en la
valoración probatoria documental dentro del ámbito de la responsabilidad estatal en
Colombia
Tabla de contenido
Pág.
Glosario ............................................................................................................................ 7
Resumen ........................................................................................................................... 8
Abstract ............................................................................................................................ 9
Introducción ................................................................................................................... 10
2
1.1.1. Etapa de indemnidad en la responsabilidad del Estado. .......................... 23
3
2.4. Teoría del error en la decisión judicial (error de hecho y error de derecho)79
2.9.1. Error judicial por indebida valoración probatoria (error de hecho). ...... 112
4
2.9.4. Resumen temático del precedente del Consejo de Estado sobre fallos
condenatorios por error judicial. ....................................................................... 140
5
4. Enfoque causalista. La responsabilidad del Estado por error judicial en la
cultura jurídica colombiana ....................................................................................... 186
4.4. Efectos y causas del error judicial en la cultura jurídica. .......................... 196
6
Glosario
(ss.): subsiguientes
7
Resumen
El presente trabajo aborda el análisis del error judicial en sus diversas tipologías como
título de imputación jurídica y como fuente de responsabilidad estatal dentro del ámbito de
la valoración de la prueba documental en la decisión judicial, a través del cual se analiza su
evolución, naturaleza, alcance e identidad jurídica sobre la base de cuatro enfoques teóricos.
El primero, es el enfoque histórico, donde se explora el desarrollo de este título en la
historia, desde el derecho clásico romano hasta llegar a su regulación actual en algunos de
los principales sistemas judiciales del mundo; el segundo es el enfoque conceptual, donde se
analiza su naturaleza jurídica, su fundamentación teórica y taxonomía, así como sus
elementos configurativos dentro de la decisión judicial; le sigue un enfoque lógico
discursivo, desde donde se analiza la configuración de este título en el procedimiento de la
valoración de la prueba documental que aplica el juez al entrar en contacto con este medio
de convicción. Por último, se aborda el enfoque causalista, en el cual se hace una
exploración heurística de las causas y efectos que genera este título desde diversas ramas del
derecho, abarcando su incidencia en la cultura jurídica colombiana. Todo lo anterior basado
en un método de exploración analítico-descriptivo del fundamento doctrinal y
jurisprudencial relevante que este título de imputación jurídica suscita por medio de la cual
se tratarán de identificar los tipos de error judicial que se presentan en la valoración de la
prueba documental.
8
Abstract
The present work addresses the analysis of judicial error in its diverse typologies as a
title of legal imputation and as a source of state responsibility within the scope of the
assessment of documentary evidence in the judicial decision, through which is analyzed, its
evolution, nature, scope and legal identity based on four theoretical approaches. The first is
the historical approach, where the development of this title in history is explored, from
classical Roman law to its current regulation in some of the main judicial systems of the
world; the second is a conceptual approach, where its legal nature, its theoretical foundation
and its taxonomy are analyzed, as well as its configurative elements within the judicial
decision; it is followed by an logical discursive approach, from which the configuration of
this title is analyzed in the procedure of the evaluation of the documentary evidence applied
by the judge when coming into contact with the means of conviction. Finally, the causalist
approach, in which a heuristic exploration is made of the causes and effects that this title
generates from different branches of law, including the colombian legal culture itself. All of
the above based on a method of analytical-descriptive exploration of the relevant doctrinal
and jurisprudential foundation that this legal attribution title provokes by means of which
they were to identify the types of judicial error that are presented in the assessment of the
documentary evidence.
9
Introducción
1
Ortega (1990) diferencia la función judicial de la función jurisdiccional, al comprender la primera como una
facultad del juez o tribunal de conocer y decidir (de forma independiente y determinada) los asuntos que se
someten a su conocimiento. Mientras que la jurisdiccional corresponde a una función pública o manifestación
del poder soberano del Estado, dirigida a preservar el orden y la estabilidad jurídica interna, mediante la
implementación de organismos autónomos (judiciales o administrativos) para dirimir las controversias y
conflictos que se presenten entre los particulares, y entre estos y el Estado naturalmente.
2
Haciendo referencia a la acción de clasificar los tipos y categorías que puede llegar a tener este título.
10
El error judicial o también llamado error jurisdiccional3, comprende una forma de
responsabilidad en la que el Estado se ve obligado a reconocer no solo una falla en la
función de administrar justicia, sino un derecho de indemnización por los daños y perjuicios
que se causen por estas decisiones a los administrados, los cuales no están obligados a
soportar de acuerdo con el artículo 90 de la Constitución Política, que al respecto señala que:
“El Estado responderá patrimonialmente por los daños antijurídicos que le sean
imputables, causados por la acción o la omisión de las autoridades públicas” (Asamblea
Constituyente, 1991, Art. 90). Autoridades que en este caso corresponden a aquellas que
están investidas de la función jurisdiccional de administrar justicia (Rodríguez 2008, p. 531).
A su turno, la Ley 270 (Congreso de la Republica, Ley 270, 1996) o Ley Estatutaria de
la Administración de Justicia (LEAJ) establece dos (2) presupuestos procesales necesarios,
sin los cuales no es posible acudir, bajo este título, ante la jurisdicción contenciosa 4, el
primero es que el afectado haya agotado los recursos ordinarios de ley contra la mencionada
providencia, y el segundo es que la providencia contentiva de error se encuentre en firme.
3
Aunque se pueden advertir diferencias moderadas entre la definición de cada concepto, algunos autores
contemporáneos y cierta jurisprudencia de la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 39422,
2017) han optado por utilizar el término error judicial, por tener una connotación más cómoda y determinable,
muy a pesar de que la Ley 270 de 1996 en su artículo 66 lo denominó “error jurisdiccional”. El Consejo
Superior de la Judicatura (2007) sostuvo que el error jurisdiccional “denota un concepto genérico enmarcado
al ámbito del defectuoso funcionamiento de la administración de justicia” (p. 88). Sin embargo, sigue
habiendo autores que asumen el error judicial en su acepción más genérica y establecen que tanto el error
jurisdiccional, como el defectuoso funcionamiento de la administración de justicia y la privación injusta de la
libertad son modalidades o especies del error judicial. En cualquier caso, y para los efectos del presente trabajo
se tomará el concepto del error judicial para referirse al error jurisdiccional contenido en el artículo 66 de la
Ley 270 de 1996. Aunque sin profundizar en una discusión semántica, si se quisiera ser más preciso con el
término, debería de adoptarse la denominación de: error en la decisión judicial.
4
Haciendo referencia de manera específica a la acción de Reparación Directa consagrada en el artículo 40 de la
Ley 1437 de 2011, que a su tenor indica lo siguiente:
“En los términos del artículo 90 de la Constitución Política, la persona interesada podrá demandar directamente
la reparación del daño antijurídico producido por la acción u omisión de los agentes del Estado.
Las entidades públicas deberán promover la misma pretensión cuando resulten perjudicadas por la actuación de
un particular o de otra entidad pública.
En todos los casos en los que en la causación del daño estén involucrados particulares y entidades públicas, en
la sentencia se determinará la proporción por la cual debe responder cada una de ellas, teniendo en cuenta la
influencia causal del hecho o la omisión en la ocurrencia del daño”.
11
Asimismo, es necesario que la decisión haya sido producida por una autoridad investida de
la facultad jurisdiccional, es decir por un juez con competencia y jurisdicción para fallar
determinado caso, y al mismo tiempo la decisión debe haber sido producto del desarrollo
hasta su culminación de un proceso judicial regulado por la ley.
No obstante, existen diversas estrategias que se pueden utilizar para identificar y/o
superar situaciones de riesgo de error judicial, sus efectos, o la manifestación de los mismos
dentro de cualquiera de las etapas del proceso, algunas de las cuales serán tratadas a lo largo
del presente trabajo.
De igual forma, es claro que los errores judiciales no son fenómenos invencibles pues
en el desarrollo de las etapas de los procesos judiciales, y con sujeción al debido proceso, las
leyes procesales contemplan mecanismos, procedimientos y recursos ordinarios 6 que
5
Los otros dos son el nexo de causalidad y el acto imputable al Estado (infra).
6
De forma genérica, se encuentran los recursos ordinarios de reposición y apelación de autos como actos de
impugnación procesal comunes en todas las jurisdicciones contenciosas (Carrera, 1988).
12
permiten subsanar, corregir o censurar oportunamente cualquier falencia o equivocación
(detectable) en la que haya incurrido el juez antes del fallo y durante el proceso judicial.
7
Ver más en el artículo 309 del Código de Procedimiento Administrativo y de lo Contencioso Administrativo
(CPACA) (Congreso de Colombia, Ley 1437, 2011) A través de la cual se declaró inexequible una disposición
del artículo 57 de la Ley 446 de 1998, que en virtud del anterior Código Contencioso Administrativo
(Presidente de la Republica de Colombia, Decreto 01, 1984) limitaba la procedencia del recurso extraordinario
de revisión al recurso de alzada y a los tribunales administrativos (excluyendo los jueces administrativos de
única o primera instancia). No obstante, se debe aclarar que salvo lo previsto en el artículo 20 de la Ley 797 de
2003, el artículo 250 del CPACA) solo contempla como causales de revisión aquellas relacionadas con hechos
posteriores sobrevinientes o que, habiendo sucedido dentro del proceso, solo se hayan podido descubrir con
posterioridad al fallo ejecutoriado, que sin culpa de las partes involucradas en la controversia no se haya
podido determinar en su debido momento.
En efecto, la Sala Plena (Corte Constitucional, Sentencia, SU-858, 2001) y (Corte Constitucional, Sentencia,
C-520, 2009) ya había reiterado que:
(…) el recurso no se limita a los eventos propios de la acción de revisión, que son, generalmente, externos al
proceso y sobrevinientes al mismo, sino que además procede para corregir el eventual error judicial.
13
General del Proceso8 (en adelante, CGP) son procedentes frente a la ocurrencia de un
eventual error judicial en el contenido de la providencia ejecutoriada.
(…)
Así, el recurso de revisión se convierte en vía apta para resolver, no sólo asuntos externos y generalmente
sobrevinientes al proceso, sino también aquellos que se deriven del error judicial en el curso mismo del
proceso.
8
Véase más en el artículo 333 y subsiguientes del CGP, dentro del cual se contemplan causales de procedencia
de este recurso para reparar los agravios irrogados a las partes en un fallo contentivo de error judicial, siempre
y cuando provenga de providencias que: hayan sido dictadas en toda clase de procesos declarativos; en
acciones de grupo cuya competencia corresponda a la jurisdicción ordinaria; o para liquidar una condena en
concreto.
9
Véase más sobre el Recurso Extraordinario de Unificación de Jurisprudencia (exclusivo de la jurisdicción
contenciosa) que al tenor del artículo 358 del Código de Procedimiento Administrativo y de lo Contencioso
Administrativo (Congreso de la Republica, Ley 1437, 2011) o (CPACA) precisa que solo:
“Habrá lugar al recurso extraordinario de unificación de jurisprudencia cuando la sentencia impugnada
contraríe o se oponga a una sentencia de unificación del Consejo de Estado” (Art. 358). Un recurso que a la
larga también permite corregir o enmendar errores judiciales que se llegasen a producir en una sentencia que
desconozca abierta e injustificadamente las sentencias de Unificación Jurisprudencial proferidas por el Consejo
de Estado”.
10
Véase más en la tesis de Llinás (2011) titulada “error de hecho” dentro de la cual evidencia la falta
univocidad del alcance y significado para cada una de las modalidades de error, así como el tratamiento
diferenciado con respecto al control de la motivación fáctica de la sentencia en las Salas Civil, Penal y Laboral
de la Corte Suprema de Justicia. No obstante, es de aclarar que solo hace referencia al error como causal del
Recurso Extraordinario de Casación y no al error judicial como título de imputación jurídica dentro de lo
contencioso administrativo.
14
al ser demandadas por este título en el ámbito de lo contencioso administrativo, debido a
que el Consejo de Estado no cuenta con una jurisprudencia univoca frente al tema.
De tal forma que la procedencia para declarar la responsabilidad del Estado por este
título solo ha sido posible con sujeción a una jurisprudencia restrictiva y no menos
cambiante del Consejo de Estado (Sánchez, 2015), en la que se han visto involucradas
situaciones concretas del proceso previas al fallo, que al pasar inadvertidas por parte del juez
o con la aquiescencia del mismo, estructuran el daño antijurídico a partir de su ejecutoria.
11
Particularmente en los casos de error de hecho por indebida interpretación de la prueba, o de derecho donde
se han llevado los juicios de legalidad de las providencias judiciales (Gil, 2013) bajo presupuestos teóricos tan
opuestos como el principio de indeterminación del derecho, la discrecionalidad judicial y la teoría de la
respuesta correcta, en el seno del debate de Hart Herbert y Ronald Dworkin (Cristina, 1997).
12
Tal y como se observa en las sentencias de la Sección Tercera (Consejo de Estado, Rad. 27866, 2013) y
(Consejo de Estado, Rad. 30548, 2015) en cuyos procesos se abordaron demandas similares de error judicial
contra órdenes de desembargo de remanentes constituidos sobre bienes inmuebles. Ambos casos, relacionados
con medidas cautelares decretadas dentro de procesos civiles ejecutivos. Mientras el primero, el Consejo de
Estado reconoció el daño antijurídico por error judicial, concretado en un fallo condenatorio contra el Estado,
en el segundo, el fallo fue absolutorio a favor del Estado.
15
la resolución de las excepciones (previas o de fondo) propuestas por el demandado; durante
el saneamiento de vicios o nulidades en el control de legalidad del proceso; durante el
decreto, práctica o valoración de las pruebas (tanto testimoniales como documentales y de
otros medios probatorios); o durante la propia fundamentación del fallo. El hecho es que una
vez originados, y no vencidos mediante los recursos de impugnación o censura 13
determinados por la ley, terminan por estructurarse dentro de la misma providencia judicial
ejecutoriada, sobre la cual se materializa la contradicción de su contenido frente a las
disposiciones legales, jurisprudenciales o convencionales establecidas en el ordenamiento
jurídico.
13
También se puede hacer referencia a las causales de nulidad del proceso, contenidas en el artículo 133 del
CGP, que si bien están originadas en errores cometidos por el juez, se pueden convertir en el insumo de una
responsabilidad extracontractual del Estado por error judicial, cuando son ignorados por el juez.
14
De acuerdo con la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado (2017), en la última década (con corte al
31 julio de 2017) el Consejo de Estado en solo doce (12) fallos condenatorios en contra la Nación ha
reconocido pretensiones económicas que (a 31 de junio de 2017) sobrepasan la cifra de Tres mil millones de
pesos ($3´222.568.103). Valor que no incluye las condenas que han sido proferidas por los Tribunales
Administrativos cuyos fallos condenatorios no fueron apelados y el correspondiente desgaste administrativo
y/o judicial que conlleva adelantar esta clase de procesos contenciosos.
16
correcta a la luz del ordenamiento jurídico, y cuyos efectos no se limitan a la esfera de los
derechos individuales del administrado, sino que trascienden a otros ámbitos como los arriba
mencionados.
Todo esto, sin tener en cuenta otro tipo de irregularidades (internas o externas al
proceso) que también inciden en mayor o menor medida en la producción de errores
judiciales por parte de los jueces, como es el caso de: la congestión judicial; las fallas en la
logística física de los despachos judiciales; la inflación normativa en materia procesal y
sustantiva; el excesivo formalismo, el incumplimiento y la coexistencia de regímenes legales
de excepcionalidad15; la ausencia de tarifa legal16 o científica en la valoración probatoria; la
aplicación anfibológica o la textura abierta de algunas normas jurídicas (procesales o
sustantivas); las decisiones caprichosas o arbitrarias; la corrupción, la negligencia y demás
delitos judiciales, entre otros. Los cuales tienen la capacidad de desdibujar aún más el
contorno de los derechos y garantías judiciales de los administrados y de las propias reglas
procesales en el ejercicio de la función judicial.
Frente a este panorama, es claro que los errores judiciales son diversos y se pueden
materializar de muchas formas desde diferentes contextos del proceso, todo dentro de un
universo casi ilimitado de posibilidades de error judicial en las providencias de los jueces.
15
Especialmente en el ámbito pensional y de Seguridad Social del sector público y privado, junto con los
regímenes pensionales exceptuados de la fuerza pública y del ámbito administrativo laboral de los servidores
públicos.
16
Véase más en la sentencia de la Sala Plena (Corte Constitucional, Sentencia, C-202, 2005) que hace
referencia a tres (3) sistemas de convicción probatoria, entre los cuales destaca los siguientes: íntima
convicción o de conciencia o de libre convicción; tarifa legal o prueba tasada y el sistema de la sana crítica o
persuasión racional, pero con respecto a la tarifa legal, señala lo siguiente:
“ii) El sistema de la tarifa legal o prueba tasada, en el cual la ley establece específicamente el valor de las
pruebas y el juzgador simplemente aplica lo dispuesto en ella, en ejercicio de una función que puede
considerarse mecánica, de suerte que aquel casi no necesita razonar para ese efecto porque el legislador ya lo
ha hecho por él.
Este sistema requiere una motivación, que lógicamente consiste en la demostración de que el valor asignado
por el juzgador a las pruebas guarda total conformidad con la voluntad del legislador”.
17
Algunos de los cuales pueden comprender el: error de hecho, que involucra errores en
cuanto a la persona, los sujetos procesales y la naturaleza de la decisión; el error de derecho,
que se puede manifestar mediante la violación directa del orden positivo, la falsa
interpretación, o la interpretación equivocada de la norma, junto con la violación por la
aplicación indebida del orden positivo; asimismo, se encuentra el error in judicando, el error
in procedendo, y los errores que han sido tipificados por la jurisprudencia del Consejo de
Estado en el ámbito probatorio, que conllevan a defectos facticos del proceso, como tales se
destacan: la omisión de decreto, la omisión de consideración, y la valoración arbitraria, entre
otros.
17
Valga decir que sobre los otros medios de prueba también se pueden producir errores judiciales, por ejemplo,
frente a la prueba testimonial, la declaración de parte, o la propia inspección judicial, sin embargo, de acuerdo
a las sentencias revisadas del Consejo de Estado, el documento constituye uno de los medios probatorios más
demandados por error judicial.
18
Y esto sin considerar que siete de los nueve medios probatorios contenidos en el artículo 165 del CGP se
pueden reproducir en documento escrito, entre estos: el interrogatorio de parte, la declaración testimonial de
terceros, la confesión, el juramento, el dictamen pericial, los indicios y los informes.
18
propiedad industrial), los acuerdos, las conciliaciones, los contratos (públicos y privados),
los memorandos, las circulares, los títulos bancarios, los títulos reales de dominio,
prendarios, hipotecarios, las notificaciones, las declaraciones juramentadas, el testamento, o
de carácter representativos como los planos, los dibujos, los gráfico y todo aquel en el que
conste por escrito el registro de algún hecho, condición, voluntad u obligación, cualquiera
que sea su origen, remitente y destinatario.
En tal sentido, y para los fines del presente trabajo se va a hacer referencia dentro de
los enfoques analizados a los tipos de error judicial que han sido reconocidos por la
jurisprudencia del Consejo de Estado dentro del ámbito probatorio y aquellos tipos que se
producen en el ejercicio19 de la valoración probatoria documental como medio de
convicción20 dentro del proceso judicial21, toda vez que sobre ésta han recaído buena parte
de las demandas por el título de responsabilidad del Estado de error judicial originados, bien
por omisión de decreto, omisión de consideración o por la valoración arbitraria de las
pruebas documentales regular y oportunamente allegadas al proceso. Pero sobre todo,
porque de acuerdo a la jurisprudencia analizada, el error judicial en la prueba documental se
proyecta como una indiscutible fuente de responsabilidad extracontractual del Estado
reconocida por la máxima autoridad22 de la jurisdicción de lo contencioso administrativo
bajo el concepto de error judicial por indebida valoración de la prueba. Igualmente, la
valoración del documento como prueba, es relevante en el análisis del error judicial, pues su
19
Más exactamente el procedimiento u operación mental que desarrolla el juez al percibir la prueba por medio
de sus sentidos para luego ser plasmada dentro de las consideraciones del fallo como fundamentos de su
decisión judicial.
20
También denominado dentro de los llamados medios probatorios (Stein, 1999, p. 41) es decir, las pruebas
que como elementos fundamentales del proceso permiten convencer y/o persuadir al juez de la veracidad de los
hechos que a través de las mismas se pretenden demostrar. A ese conjunto de operaciones sensoriales e
intelectivas que desarrolla el juez al entrar en contacto físico con la prueba, se le ha denominado asunción,
desde el punto de vista jurídico (Azula, 2015).
21
Particularmente respecto de los procesos donde más se han demandado errores judiciales, en los ámbitos,
civil, penal, laboral y si es posible, en el administrativo propiamente dicho.
22
Véase más en la sentencia de la Sala Contenciosa (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 30300 de 2014) quien
la tipifica bajo la denominación de error judicial por indebida valoración de la prueba.
19
configuración está asociada directamente con la técnica de valoración y el procedimiento
inductivo (lógico-mental) que utiliza el juez en la fundamentación fáctica del fallo y la
eventual decisión judicial adoptada.
20
Metodología
21
1. Enfoque Histórico. Antecedentes y etapas de la responsabilidad del Estado por error
judicial en el mundo
22
Asimismo, se relacionan algunos hechos relevantes que precedieron la consolidación
de los principales regímenes o sistemas de responsabilidad estatal en materia de error
judicial.
23
algún tipo de obligación relacionada con el reconocimiento de algún daño que este mismo
hubiese causado (Gonzales, 2009).
Tanto Roma como Atenas y Esparta (desde sus inicios) carecían de un procedimiento
de reclamación por los daños causados a las víctimas de despojos, de manera que eran ellas
mismas quienes debían correr con todo el peso de los perjuicios padecidos (Bustamante,
2003).
El modelo de Estado preconizado por el ideal político del absolutismo se erigió sobre la
idea de la magnificación del poder hacia el interior y la independencia absoluta hacia el
exterior. El Estado es el fin de la organización política, de ahí su omnipotencia y razón (p. 3).
23
En efecto, durante el siglo XVI se pudo observar, como el absolutismo se sobrepuso a las concepciones
antiguas de la irresponsabilidad del Estado, al punto de convertirse en la época más impúdica del Derecho
Público tal y como lo afirma Cassagne (1998) citado por Pinzón-Muñoz (2014, p. 3).
24
A finales de siglo XVIII durante la gran gesta revolucionaria de Francia, Napoleón
Bonaparte (un autócrata despótico) hizo avances importantes, bajo la promesa del
reconocimiento formal del derecho galo (positivismo jurídico), el cual consistió en el
desarrollo de normas, preceptos y regímenes normativos, que lo hicieron acreedor de una
gran codificación institucionalizada donde se regularon derechos, garantías y libertades
civiles, mediante la adopción del Código Civil francés de 1804 (William, 2010) el cual no
incluyó nada concreto frente a la responsabilidad patrimonial de lo público (Herrera, 2015).
Una situación generalizada que se mantuvo al menos hasta la segunda mitad del siglo
XIX, donde aún se consideraba al Estado (al menos en occidente) como un ente incapaz de
asumir algún grado de responsabilidad por los daños que ocasionaba, pues no era para
menos, ya que el concepto de soberanía, para ese entonces, se basaba en la lógica de
imponerse a todos sin compensación alguna, una forma de irresponsabilidad de Estado a la
que no obstante se le cruzarían algunas limitaciones (Rodríguez-Libardo, 2008, p. 510);
entre ellas, la incipiente relación de los funcionarios públicos como únicos responsables por
los daños que causaban en representación del Estado (responsabilidad subjetiva del Estado).
Ahora bien, el Estado de responsabilidad indemne también fue partidario de una lógica
excluyente, según la cual, la víctima era quien debía correr con el peso de los daños
ocasionados, frente a una condición nula de poder promover algún tipo reclamación ante
algún funcionario para obtener un resarcimiento, reclamación que de haber sido posible
tampoco resultaba útil para los intereses del Estado de la época (Bustamante, 2003).
25
como antecedentes históricos remotos de este ámbito estudio; del mismo modo, se puede
destacar la no menos discutida rama del ius publicum, como uno de los primeros referentes
sobre la organización del Estado, con el que inicialmente se pretendió distinguir a las
normas que regulaban las relaciones entre los particulares, el ius privatum, de acuerdo con el
Digesto24 (530 a. C) (Medellín et al., 2000, p. 6). Siendo este el contexto desde donde
además se proyectaron algunas de las primeras instituciones y normas jurídicas del civitas, y
que, pese a su carácter elemental y consuetudinario, lograron desarrollarse, con indiscutible
trascendencia, dentro de los diferentes ordenamientos jurídicos del mundo, constituyendo de
esta forma, la génesis del estudio científico sobre la responsabilidad administrativa del
Estado y sus funcionarios.
Igualmente, entre los años de 1707, 1766 y 1786 las ordenanzas de Leopoldo de
Lorena en Italia, Federico el Grande de Prusia y el Duque Leopoldo de Toscana,
respectivamente desarrollaron una serie de normas que facultaban a las víctimas de errores
judiciales a demandar a sus acusadores o solicitar indemnizaciones cuando estos se vieran
24
Conocida como una de las primeras compilaciones de normas jurídicas y de jurisprudencia romana (la
interpretación de los jurisconsultos romanos de la época).
26
procesados o condenados criminalmente de forma injusta, tal y como lo plantean Alarcón
(1998) y Maiorano (2008). Sin embargo, se trataba de disposiciones excesivamente
limitadas, siendo pocas las concesiones otorgadas a favor de las víctimas o inocentes
legalmente reconocidos (Araque y Ruiz, 2006).
No obstante, y aun bajo la vigencia del absolutismo monárquico, se trató de una etapa
histórica caracterizada por un cambio de criterio hacia el reconocimiento de la
responsabilidad del Estado, de forma que con el tiempo se fueron implementando
paulatinamente las primeras disposiciones indemnizatorias en favor de victimas de errores
judiciales, y con las cuales se contempló la posibilidad de reparación de perjuicios
ocasionados, aun sin la presencia de un régimen legal determinado (Herrera, 2015).
25
La cual fue precedida por un sistema de justicia retenida en cabeza de la administración, donde el mismo
ejecutivo era quien conservaba la potestad de decidir las controversias que se ventilaban ante el Consejo de
Estado y los respectivos Consejos de Prefecturas, sin embargo, esto cambió y el juez natural recibió la
competencia de juzgar y decidir sobre estas mismas controversias, situación que también permitió el
27
precisamente en el otorgamiento de las competencias jurisdiccionales al Consejo de Estado
de la época para adoptar decisiones y resolver controversias, de forma autónoma e
independiente del jefe de Estado (Rodríguez-Libardo, 2008).
Lozano (1998) destaca que ni siquiera con al advenimiento del Estado liberal burgués,
consistente en la ideología del laissez faire, laissez passer, se superó del todo la lógica del
Estado irresponsable, pues tan solo hasta cuando se produce el fallo Blanco de 1873 en
Francia es que se empiezan a ver cambios significativos que rompen con este paradigma
jurídico.
Ahora bien, J. Gonzales (2009) agrega que la evolución hacia la responsabilidad se dio
en primer lugar de forma indirecta frente la administración pública, pues se trató
inicialmente de una forma de responsabilidad basada en el principio de culpa, la cual tenía
una regla de subsidiariedad en la reparación del daño, entre el funcionario y el Estado: “(…),
es decir la conducta ilícita de los funcionarios públicos, que se traducía en la posibilidad de
demandar a estos y en caso de que éstos fueran insolventes, se podía reclamar al Estado la
reparación respectiva” (p.1).
Sin embargo, no cabe duda que a partir del fallo Blanco de 1873 no solo se consolidó
la concepción publicista de la responsabilidad patrimonial del Estado, pues justificó su
identidad propia frente a la responsabilidad civil, sino que además permitió que se
28
estructuraran los primeros fundamentos de responsabilidad directa que superarán el
concepto de la responsabilidad con culpa, llegando a admitir incluso la responsabilidad sin
falta, o la responsabilidad por la ejecución irregular o defectuosa de la administración
pública, todos estos sistemas fueron posibles desde la óptica de la existencia de un perjuicio
objetivado de acuerdo con Pinzón-Muñoz (2014).
29
En efecto, durante los años 1850 y 1893, de manera conjunta, los cantones suizos
acordaron adoptar una serie de normas que incluyeron sanciones concretas por errores
judiciales, en ese mismo sentido procedieron: España con la Ley del 07 de agosto de 1899 y
los códigos penales de la marina y el ordinario de 1928; Italia en 1913 con la promulgación
de su Código Penal; y de forma similar en las legislaciones penales de Suecia en 1895,
Dinamarca en 1888, Austria en 1892, Bélgica en 1894, Portugal en 1895, Alemania en 1898,
entre otros (Correa, 2012, p. 177 y 178).
30
indemnizaciones toda vez que tampoco fueron reivindicadas por el señor Dreyfus, (Caballos,
2002).
Ahora bien, Rivero (2002) citado por Rodríguez-Libardo (2008) señala que la mayor
extensión de responsabilidad, durante esta etapa se ve reflejada en los siguientes aspectos:
31
trasciende a la responsabilidad del Estado en su dimensión holística, dentro de la tesis
organicista y de la falla del servicio, sin excluir otras esferas de responsabilidad como es el
caso de la disciplinaria y la penal en contra del funcionario causante del daño.
De manera que esta última es otra prueba más del rasgo expansivo de la
responsabilidad del Estado, en curso a independizarse de manera no exclusiva de los otros
ámbitos de responsabilidad, o como lo denomina Rivero (2002) citado por Rodríguez-
Libardo (2008) al referirse a la acumulación de responsabilidades en cabeza del Estado y del
funcionario simultáneamente, pero con el ingrediente de que los fallos de los procesos de
responsabilidad individual no vinculan al proceso de la controversia de la responsabilidad
estatal.
32
1.1.4. Etapa de la Responsabilidad internacional del Estado.
En esta última fase se habla del Estado contemporáneo, que es considerado el sujeto
principal del derecho público internacional, el cual se encuentra vinculado junto con todos
sus órganos internos, al cumplimiento y la armonización de sus normas con las del derecho
internacional, esto sin perjuicio de sus derechos de soberanía, independencia y
autodeterminación (Santalucia & Seferian, 2001).
33
institución antagónica de las pretensiones legitimas de la comunidad Internacional, lideradas
por la Organización de las Naciones Unidas (en adelante, ONU).
De acuerdo con Tadeo & Domínguez (1999) citado por Patiño (2015) el Ius cogen se
refiere a un principio de derecho internacional relacionado con la imperatividad de los
tratados y las normas internacionales, reconocidas y aceptadas por la misma comunidad
internacional, el cual no puede ser sustituido o limitado mediante acuerdos particulares o
bilaterales entre los Estados, tal y como se advierte en el artículo 53 de la Convención de
Viena Sobre el Derecho de Los Tratados 26.
Por otro lado, es claro que el Estado también está siendo sometido a un proceso de
globalización jurídica (Rodríguez-Libardo, 2008) el cual se ve reflejado, a nivel interno, en
la internacionalización de diferentes fuentes normativas como la jurisdicción contencioso
administrativa, y el propio derecho constitucional, entre otros; todo como consecuencia de
una cada vez más extensiva y progresiva cobertura en la interpretación y protección de los
DDHH y otros instrumentos internacionales afines, dentro del derecho interno de los
estados, los cuales conforman el llamado bloque de constitucionalidad. Tal es el caso de la
Convención Americana Sobre Derechos Humanos (en adelante, CADH); la Convención
Europea de Derechos Humanos (en adelante, CEDH); la Declaración Universal de Derechos
Humanos; El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, etc., donde los Estados
miembros son responsables individualmente por la protección, garantía y respeto de los
derechos y las obligaciones allí consagradas en estos instrumentos.
26
Aprobada en Viena el 23 de mayo de 1969, es una codificación internacional de carácter supraestatal que
reconoce el valor de los tratados suscritos entre los Estados como fuente de derecho internacional y como
instrumento para desarrollar la cooperación pacífica entre las naciones, el cual se estructura sobre la base de los
principios del libre consentimiento, la buena fe y el "pacta sunt servanda", los cuales han sido universalmente
reconocidos y hacen parte de la costumbre internacional, del mismo modo hace referencia a los medios
pacíficos de solución de conflictos internacionales y otros aspectos y presupuestos jurídicos afines sobre los
tratados entre los Estados.
34
En otras palabras, el sistema de protección de DDHH constituye un ámbito superior de
responsabilidad estatal mediante el cual se vigila el cumplimiento estricto de las normas y
obligaciones internacionales para promover la defensa de los derechos de sus propios
administrados en condiciones generales de igualdad y dignidad, y de forma especial frente a
las excesos y omisiones de las autoridades o agentes estatales que en el ejercicio de sus
funciones públicas pueden menoscabar los derechos de los administrados.
Esto implica que desde las ramas del poder público del Estado miembro, y
particularmente desde sus órganos e instituciones judiciales, se debe promover la aplicación
eficaz de estos instrumentos internacionales sobre DDHH para procurar el reconocimiento
efectivo de la fuerza normativa que de ellos se desprende, mediante el uso de diversos
mecanismos jurídicos, que como el control de convencionalidad (Santofimio, 2016)
permiten hacer extensivos los criterios jurídicos sobre interpretación de DDHH. Y
especialmente aquellos que hayan sido aplicados y desarrollados desde la jurisprudencia de
la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante, CIDH).
Frente a esto, se puede decir que existen dos (2) obligaciones específicas en cabeza de
los órganos judiciales de cada Estado miembro, por un lado, la relacionada con el control de
constitucionalidad y por el otro, la referida al control de convencionalidad de acuerdo con
Chacón, et al. (2015). En efecto:
El primero consiste en hacer una comparación entre su Constitución y las normas que,
por su rango, están por debajo de ella y darle prioridad a la primera (Hitters, 2009). El
segundo, de acuerdo con Bazán (2011), consiste en juzgar en casos concretos si un acto o una
normativa de Derecho interno resulta incompatible con la CADH y disponer, en consecuencia,
la reforma o la abrogación de dichas prácticas o normas, según corresponda, en orden a la
protección de los derechos humanos y la preservación de la vigencia suprema de tal
Convención y de otros instrumentos internacionales fundamentales en este campo (p. 97).
35
De manera que dentro del ámbito regional, el juez local no está supeditado solamente
a conocer y aplicar el derecho interno vigente (iura novit curia)27 que le corresponde por
competencia y funcionalidad, sino que además está en el deber de desarrollar e incluir el
parámetro del control de convencionalidad 28 para poder adecuarlo al caso en concreto
(cuando así corresponda), y aun y cuando esta figura no se encuentre expresamente regulada
en el ordenamiento interno del Estado al que hace parte. En estos términos, el juez local
estaría en la obligación de estructurar el juris corpus del Sistema Interamericano de DDHH,
esto quiere decir que deberá: “armonizar el derecho interno a los parámetros del SIDH, lo
que implica una labor de construcción de los operadores jurídicos del derecho interno, más
que limitarse a la aplicación basada en la lógica formal, tal y como lo mencionan Martínez,
Pérez, & Cubides (2015, p. 119).
Ahora bien, se puede considerar que existe una tendencia en el derecho internacional
que procura la universalización de los sistemas y criterios de protección de DDHH, tal es el
27
De acuerdo al principio nemo liceat legem ignorare el conocimiento del derecho es una presunción que recae
sobre todos los asociados. En otras palabras: “(…) nadie puede ni eximirse de su cumplimiento ni escapar de
su aplicación, alegando su desconocimiento, su ignorancia” según Tamayo (2004, p. 162).
28
Pérez Lozano (2011) citado por Martínez, et al. (2015, p. 120) afirma que:
El control de convencionalidad en sede interna se actualiza cuando el juez interno tiene competencia para no
aplicar el derecho interno y aplicar la Convención u otro tratado mediante el examen de confrontación
normativo (derecho interno con el tratado) en un caso concreto y adoptar una decisión judicial que proteja los
derechos de la persona.
36
caso de La Corte Europea de DDHH, que exige la aplicación de figuras como la cláusula de
interpretación conforme (Caballero, 2011, p. 105), el efecto de cosa interpretada por las
sentencias del Tribunal de Estrasburgo, y el propio control de convencionalidad de acuerdo
con Diez (2006) y Queralt (2007) citados por Nuevo (2015), igualmente precisan que:
(…) «en los países que pertenecen al CEDH, las normas constitucionales sobre derechos
fundamentales sólo pueden operar autónomamente en aquellos sectores que no han sido
tocados aún por la jurisprudencia de Estrasburgo», en la medida en que «el parámetro de
mínimos fijado desde Estrasburgo podrá ser siempre superado, pero nunca rebajado por los
Estados» (p. 147).
37
internacionales, regionales y hasta internos dentro de los mismos estados, entre ellos, o
contra facciones militares internacionales, grupos terroristas, insurgentes y demás, que
luchan con fines políticos, religiosos, económicos y hasta geoestratégicos, el mundo
occidental, junto con sus instrumentos normativos y las organizaciones internacionales, no
han sido capaces de frenar o limitar toda una amalgama de eventos y barbaries perturbadoras
en contra de los DDHH como la vida, la integridad, la libertad y la misma dignidad humana
de muchas personas, como aquellas que habitan y emigran de las regiones de Oriente Medio,
y de los países de Siria, Irak y otros más que hacen parte directa o indirecta del duro
conflicto por el que atraviesa el mundo musulmán y sus coterráneos desde hace décadas. O
sin ir tan lejos el histórico conflicto armado socio-político de Colombia, y el duro proceso
ascenso dictatorial que actualmente se enfrenta en Venezuela.
38
Del mismo modo, los jueces ejercen un papel importante dentro de los Estados
miembros, para lograr la aplicación e integración normativa y jurisprudencial de los criterios
establecidos por los sistemas regionales (interamericano, europeo, africano) como parte de
un vínculo medular necesario que se desprende de la lógica de estos acuerdos supraestatales,
capaz de superar la dependencia exclusiva hacia el legislativo en la adopción de nuevas
reglas y parámetros maximizadores de DDHH, y suficiente para de la adopción de
decisiones coherentes, razonables y acertadas en cualquiera de las perspectivas jurídicas
desde donde se evalúen.
Parafraseando a Guechá (2012) la falla del servicio supuso uno de los primeros
fundamentos de la teoría clásica francesa sobre la responsabilidad estatal, a través de la cual
se logró justificar la obligación de la administración de indemnizar a las víctimas de los
perjuicios causados por sus agentes públicos, quienes como consecuencia de una actuación
irregular, culposa o intencional podían vincular o comprometer a las entidades públicas que
representaban, toda vez que no se diferenciaban aun el servicio público de la mera actividad
administrativa.
39
Precisamente, una de las características de este régimen de responsabilidad era que la
falta no dependía del daño causado por el agente, pues era suficiente la mala conducción del
servicio o el funcionamiento defectuoso del mismo, la ocurrencia de un hecho antijurídico
en sus diferentes modalidades, mal funcionamiento del servicio, no funcionamiento del
servicio, retardo ineficiencia o funcionamiento inadecuado del servicio de acuerdo con
Bustamante (2003).
Todas estas nociones irán matizando la concepción del servicio público como un
conjunto de deberes primarios del Estado, anclados no solo de la obligación de lograr la
satisfacción general de las necesidades básicas de la comunidad destinataria del mismo, sino
también de la prestación en condiciones de eficiencia, regularidad y suministro oportuno, de
modo que cualquier afectación, retardo o irregularidad que ocasione un perjuicio deberá ser
resarcido por el Estado en la modalidad que corresponda a favor de los afectados.
40
judicial inglés). De igual manera, se mantuvieron casi incuestionables las nociones de
soberanía y cosa juzgada29 de las decisiones judiciales (Delgado, 2003). Sin embargo, estos
principios fueron cambiando y con el tiempo al Estado también se le hizo responsable por la
actividad judicial. Algunos avances importantes se pueden evidenciar en la legislación
francesa, durante los años de 1895, 1970 y 1972 con ciertas leyes que imponían obligaciones
al Estado de indemnizar los daños generados por: la declaratoria de inocencia de un
condenado, reconocido en un proceso de revisión; el defectuoso funcionamiento del servicio
de justicia; la detención preventiva injustificada, entre otras, donde además se establecieron
requisitos adicionales como el hecho de que el perjuicio se produjera de una forma
manifiestamente anormal o que tuviera una gravedad de naturaleza especial (Rodríguez-
Libardo, 2008).
En Colombia, la evolución del tema se presentó casi de forma similar, tal y como lo ha
reconocido el Consejo de Estado30 en diversas sentencias, donde la responsabilidad por la
administración de justicia se desarrolló señalando inicialmente la responsabilidad personal
del juez, en razón a los perjuicios que llegaran a causar en contra de las partes, bajo
29
De hecho, se afirmaba que el acto jurisdiccional adquiría una fuerza de verdad legal y social de tal magnitud
que aun cuando se llegaba a comprobar la existencia de que la decisión judicial era errónea, está ya tenía valor
de acto creador de derecho, lo que impedía que se promoviera o prosperara alguna acción de responsabilidad
por los perjuicios causados (Delgado, 2003).
30
En el texto de la Constitución Política de 1886 no existía un artículo o una norma específica que hablara de
la responsabilidad del Estado y, por tanto, el Consejo de Estado empezó a aplicar en esta materia el artículo 16
de dicha constitución que señalaba: “Las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las
personas residentes en Colombia, en sus vidas, honra y bienes, y asegurar el respeto recíproco de los derechos
naturales, previniendo y castigando los delitos” (Constitución Política 1886, artículo 16) tal y como lo plantea
Bayona (2010, núm. 2.2.).
41
circunstancias de dolo, fraude, abuso de autoridad, o error inexcusable, dentro del proceso
judicial (Parra & Escalante, 2011). En ese sentido, se expresaba el derogado artículo 40 del
Código de Procedimiento Civil anterior (Decretos 1400, 1970) y (Decreto 2019, 1970), el
cual señalaba lo siguiente:
No obstante, por vía jurisprudencial los errores comunes o simples errores de los
jueces no eran considerados como fuente de responsabilidad estatal, pues estaban incluidos
dentro de las llamadas cargas públicas que debían asumir todos los asociados de acuerdo con
Mendoza (2014). Y tenía sentido, pues es claro que los jueces no son infalibles en sus
decisiones y no todos los errores pueden desembocar en una falla relevante del proceso.
42
A partir de la Constitución de 1991, se establecen y configuran los principios de la
Administración de Justicia, entre ellos la autonomía y la independencia de los jueces, y se
delega a la ley, el propósito de desarrollar la reglamentación correspondiente para consolidar
un modelo de vigilancia, responsabilidad y carrera judicial efectiva (Ruiz, 2013).
43
1.3. Tratamiento del error judicial en las normas internacionales y en algunos sistemas
judiciales de América y Europa
Por su parte, el artículo 288 del Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea 31,
prescribe que:
31
Véase más en el artículo 288 del Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea que a su tenor señala, lo
siguiente: “La Comunidad tendrá por misión promover, mediante el establecimiento de un mercado común y
de una unión económica y monetaria y mediante la realización de las políticas o acciones comunes
contempladas en los artículos 3 y 4, un desarrollo armonioso, equilibrado y sostenible de las actividades
económicas en el conjunto de la Comunidad, un alto nivel de empleo y de protección social, la igualdad entre
el hombre y la mujer, un crecimiento sostenible y no inflacionista, un alto grado de competitividad y de
44
(…) En materia de responsabilidad extracontractual, la Comunidad deberá reparar los
daños causados por sus instituciones o sus agentes en el ejercicio de sus funciones, de
conformidad con los principios generales comunes a los Derechos de los Estados miembros.
El segundo párrafo se aplicará en las mismas condiciones a los daños causados por el Banco
Central Europeo o por sus agentes en el ejercicio de sus funciones. La responsabilidad
personal de los agentes ante la Comunidad se regirá por las disposiciones de su Estatuto o el
régimen que les sea aplicable (Art. 288).
convergencia de los resultados económicos, un alto nivel de protección y de mejora de la calidad del medio
ambiente, la elevación del nivel y de la calidad de vida, la cohesión económica y social y la solidaridad entre
los Estados miembros” (Art. 2).
45
Cuadro 1
46
Desde su Constitución Política de 1947, en su artículo 24, Italia ha
reconocido expresamente que: La ley determinará las condiciones y
modalidades de reparación de los errores judiciales”. De igual
Italia manera como acontece en la mayoría de los ordenamientos de la
Unión Europea, la legislación Italiana enfoca la responsabilidad
patrimonial en el error judicial que se deriva de la detención
preventiva indebida.
47
comparación con sus países vecinos. El error judicial aparece
relacionado en el artículo 121 de la Constitución Española, y
prescribe que los daños que sean causados bajo esta figura, darán
derecho a una indemnización a cargo del Estado. Se podría decir que
es un régimen de responsabilidad directa, objetiva y general del
Estado. Los particulares perjudicados pueden exigir directamente
ante los juzgados y tribunales del orden civil la responsabilidad civil
de los jueces por los daños y perjuicios causados, siempre y cuando
los jueces hayan incurrido en dolo o culpa, sin importar su gravedad.
Distingue de los títulos de funcionamiento anormal de la
administración de justicia, el error judicial y la prisión preventiva
indebida. Los jueces aquí también son naturalmente sujetos pasivos
de conductas punibles, en el ejercicio de sus funciones.
48
Ahora bien, frente al régimen de responsabilidad estatal colombiano, el sistema
judicial francés parece mantener algunas diferencias, pese a ser su fuente y referencia
principal en el desarrollo interno de la jurisdicción contencioso administrativa. En efecto, el
sistema francés concreta el error judicial dentro del ámbito del derecho penal, en cambio en
el régimen colombiano se aplica y regula, desde el ámbito de la jurisdicción contenciosa,
siendo competente para conocer en cualquiera de las jurisdicciones donde tenga lugar una
decisión judicial equivocada. En el sistema francés también se predica el error judicial
dentro del ámbito de la organización y el funcionamiento del sistema judicial, y en tales
casos se puede vincular al juez para que sea acreedor directo de la reparación del daño
causado a favor de los afectados demandantes.
32
Véase más en el artículo 72 de la Ley 270 de 1996 que a su tenor señala que:
“La responsabilidad de los funcionarios y empleados judiciales por cuya conducta dolosa o gravemente
culposa haya sido condenado el Estado, será exigida mediante la acción civil de repetición de la que éste es
titular, excepto el ejercicio de la acción civil respecto de conductas que puedan configurar hechos punibles.
Dicha acción deberá ejercitarse por el representante legal de la entidad estatal condenada a partir de la fecha en
que tal entidad haya realizado el pago de la obligación indemnizatoria a su cargo, sin perjuicio de las facultades
que corresponden al Ministerio Público. Lo anterior no obsta para que, en el proceso de responsabilidad contra
la entidad estatal, el funcionario o empleado judicial pueda ser llamado en garantía”.
49
Política española. En el caso colombiano, se encuentra regulada en una ley estatutaria, mas
no directamente en la constitución.
50
2. Enfoque conceptual. Régimen y naturaleza jurídica de la responsabilidad estatal por
error judicial en Colombia
Finalmente se culmina este capítulo con una relación de precedentes judiciales del
Consejo de Estado que se han producido durante la última década en Colombia donde se
perfilan algunas tipologías comunes de error judicial que han sido demandadas y
condenadas en contra del Estado en forma reiterada por parte del Consejo de Estado.
51
2.1. Teoría y elementos de la responsabilidad patrimonial del Estado
Según la teoría de la responsabilidad patrimonial del Estado existen tres (3) elementos
sin los cuales no se puede determinar la existencia de la responsabilidad extracontractual
frente a cualquiera de los títulos de imputación jurídica (incluyendo el error judicial), los
cuales de acuerdo a la doctrina generalizada comprenden: el daño, la imputación y el nexo
de causalidad.
Algunos doctrinantes como Isaza (2013) han intentado distinguir el daño del concepto
de perjuicio, definiendo este último como la consecuencia directa o repercusiva del daño
dentro de la esfera económica o patrimonial del afectado, el cual puede ser de naturaleza
material o inmaterial, y manifestarse en sus modalidades de “daño emergente y lucro
cesante” (p. 21).
52
En el Derecho Administrativo, se habla de daño antijurídico el cual a diferencia del
daño en sentido lato, es un concepto de carácter indeterminado, que ha sido inicialmente
desarrollado en el artículo 90 de la Constitución, y consiste en un tipo de daño que la
persona que lo padece no está en el deber jurídico de soportar, el cual se puede materializar
en diversos ámbitos de responsabilidad estatal, y a su vez producirse durante el
cumplimiento de las funciones del Estado, tanto en el funcionamiento normal como en el
anormal de la administración, y del mismo modo, proyectarse bajo regímenes de
responsabilidad objetivos, o determinados por la noción de culpa, los cuales impactan
negativamente en los derechos subjetivos o en los intereses legítimos de las victimas
(Arenas, 2014).
53
Cuadro 2
Daño emergente
material
Lucro Cesante
Cierto sector de la doctrina (Isaza, 2013) también los denomina como daño
patrimonial y extrapatrimonial al daño material e inmaterial respectivamente. En efecto de
acuerdo al cuadro anterior, el daño material corresponde a aquel tipo de perjuicio cuyas
consecuencias recaen directamente en la esfera patrimonial de la víctima, siendo dos (2) las
modalidades de daño que tanto la jurisprudencia como la doctrina han definido dentro de
esta clase de daño: el lucro cesante y el daño emergente. El primero corresponde al daño que
se causa sobre las cosas, el dinero o los bienes de la víctima los cuales producen un
menoscabo o lesión directa sobre el patrimonio de la víctima que la obligan a incurrir en
unos gastos económicos para sufragar las consecuencias que, de no haberse producido el
daño, la víctima no habría tenido que pagar (Ruiz, 2013).
Por otro lado, en lo que respecta al daño inmaterial, de acuerdo con Arenas (2014)
corresponde aquel que ataca directamente al ámbito de las emociones y los sentimientos,
tales como; “el abandono, la desolación la desprotección, el miedo, la impotencia, la
54
sensación de inferioridad, la solidad, la tristeza, la zozobra y demás sensaciones” según
Bustamante (2003) citado por Arenas (2014, p. 289).
55
García (2009) dice que incluso desde antes de la Constitución de 1991 los títulos de
imputación jurídica correspondieron a los fundamentos objetivos y subjetivos sin los cuales
no se podía deducir algún tipo de responsabilidad en cabeza del Estado, y destaca entre estos
la falla del servicio, el riesgo excepcional y el daño especial. Estos dos últimos dentro del
ámbito de la llamada responsabilidad objetiva, como se detalló en el Cuadro 2. En este
mismo sentido los encasilla Younes (2014) junto con los títulos de responsabilidad del
Estado por falla en la AJ, cuando los define como: “fallas o faltas del servicio ocasionadas
por agentes de la administración en actividades peligrosas o riesgosas (riesgo
excepcional)” (p. 321).
Del mismo modo, se pueden encontrar en la Ley 270 de 1996, los regímenes de
responsabilidad por falla en la administración de justicia que comprenden los títulos de
imputación jurídica por: error judicial; privación injusta de la libertad y por el defectuoso
funcionamiento de la administración de justicia.
En este mismo sentido, Arévalo (2006) afirma que el Consejo de Estado ya se había
pronunciado al respecto de que no es suficiente o no basta con que exista un daño
antijurídico en contra de una persona, si este no le es atribuible directa y jurídicamente al
Estado no nace el nexo de causalidad.
56
imputación objetiva y la teoría causal de la perdida de oportunidad” (p. 334). Todo frente a
un nexo que en cualquier caso se puede romper mediante los llamados eximentes de
responsabilidad como son la fuerza mayor, el caso fortuito, el hecho de un tercero o por
culpa exclusiva de la víctima33. Los cuales pueden variar tratándose de una presunción de
culpa o la presunción del riesgo de acuerdo con Vidal (2009).
Por su parte la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 36502, 2017), se
pronunció en torno a la teoría de la imputación objetiva y citando a autores como Larenz y
Jackobs (1994), destacó lo siguiente:
Esto es sin duda, un aporte dado por Larenz según el cual había necesidad de “excluir
del concepto de acción sus efectos imprevisibles, por entender que éstos no pueden
considerarse obra del autor de la acción, sino obra del azar”. Con lo anterior, se logra superar,
definitivamente, en el juicio de responsabilidad, la aplicación tanto de la teoría de la
equivalencia de condiciones, como de la causalidad adecuada, ofreciéndose como un
correctivo de la causalidad, donde será determinante la magnitud del riesgo y su carácter
permisible o no. Es más, se sostiene doctrinalmente “que la responsabilidad objetiva puede
llegar a tener, en algunos casos, mayor eficacia preventiva que la responsabilidad por culpa.
¿Por qué? Porque la responsabilidad objetiva, aunque no altere la diligencia adoptada en el
ejercicio de la actividad (no afecte a la calidad de la actividad), sí incide en el nivel de la
33
En ese mismo sentido, opina Younes (2014) al advertir que el daño estará originado por la victima cuando
esta ha actuado de forma dolosa o culposa, o simplemente no haya interpuesto los recursos de ley. Lo que
indudablemente da lugar a exonerar al Estado de la referida responsabilidad extracontractual.
57
actividad (incide en la cantidad de actividad) del sujeto productor de daños, estimulando un
menor volumen de actividad (el nivel óptimo) y, con ello, la causación de un número menor de
daños”. (p.17, 18).
De igual modo, Arenas (2014) precisa que estos eximentes de responsabilidad también
pueden estar condicionados al sistema de responsabilidad (objetiva o subjetiva), pues para el
caso de la responsabilidad objetiva, no procede el eximente de caso fortuito.
58
contratistas o el suministro de bienes y servicios que requiere el propio Estado y sus
entidades para su correcto funcionamiento, pero especialmente aquellas derivadas del
contrato estatal; mientras que en el ámbito extracontractual se encuentran ubicadas todas las
demás actividades que desarrolla el Estado en ejercicio de sus deberes legales y
constitucionales.
34
De acuerdo con la sentencia de la Sección Tercera (Consejo de Estado, Rad. 18499, 2010), el daño en el
régimen de responsabilidad contractual se equipará con la vulneración del derecho de crédito del contratista.
59
Cuadro 3
Desequilibrio financiero
Contractual
Incumplimiento de la obligación contractual
60
contractual (cuando el rompimiento deviene de acciones u omisiones de la entidad
contratante); y del ejercicio irregular de poderes exorbitantes (Hernández, 2008, p. 171-172),
estos últimos relacionados con la facultad unilateral que tiene el Estado contratante para la
interpretación unilateral de los documentos contractuales y las estipulaciones en ellos
convenidas, así como de la introducción de modificaciones, junto con la propia terminación
unilateral del contrato, la caducidad administrativa, la facultad sancionatoria, la reversión y
el sometimiento a las leyes nacionales, entre otras.
61
privada, familiares, menores de edad) que puedan tener la calidad de víctima de una
actuación u omisión del Estado.
Con todo lo anterior, se puede decir que cualquiera de los sistemas de responsabilidad
objetiva y subjetiva del Estado, junto con los títulos de imputación jurídica en general y, el
título de imputación por error judicial en particular, solo pueden tener lugar dentro de un
ámbito de responsabilidad indemnizable, cuando confluyan los tres (3) elementos de la
responsabilidad del Estado (el daño, la imputación, y el nexo de causalidad). No obstante, el
error judicial tiene la particularidad que debe provenir de un fallo judicial expedido por una
autoridad investida de la facultad jurisdiccional y sus elementos de responsabilidad estarían
determinados por: un daño que debe ser de carácter antijurídico en contra de la víctima o
usuario involucrado en la decisión; una imputación en la que se le pueda atribuir el daño a la
Administración de Justicia, bien sea por la omisión o la acción de los jueces con sus fallos y;
un nexo causalidad que debe permitir correlacionar la decisión judicial ejecutoriada con el
daño antijurídico causado a la víctima, dentro de la cual deben estar ausentes los eximentes
de responsabilidad, como la fuerza mayor, el caso fortuito, la culpa exclusiva de la víctima,
o el hecho de un tercero.
62
2.2. El concepto del error judicial en la jurisprudencia constitucional y su posición
encontrada con el Consejo de Estado
1. El afectado deberá haber interpuesto los recursos de ley en los eventos previstos en el
artículo 70, excepto en los casos de privación de la libertad del imputado cuando ésta se
produzca en virtud de una providencia judicial.
A su turno, la Sala Plena (Corte Constitucional, Sentencia, C-037, 1996) llevó a cabo
la Revisión Constitucional del Proyecto de Ley número 58 de 1994 (Senado) y 264 de 1995
(Cámara de Representantes), correspondiente a la ley “Estatutaria de la Administración de
Justicia” que vendrá a preceder la Ley 270 de 1996 (Congreso de la Republica), sobre la
cual se pronunció respecto del error judicial e hizo énfasis en que: este título de imputación
jurídica, solo aplica de forma exclusiva, a las providencias judiciales, que cuando no
corresponda a éste tipo de decisiones, se deberá endilgar otro tipo de responsabilidad de
acuerdo a la ley y la Constitución.
Asimismo, la Corte Constitucional aseguró que este título no puede ser observado
desde una perspectiva orgánica, como lo pretende hacer ver la norma, sino desde una
perspectiva funcional, bajo el entendido de que es al juez a quien se le entrega la
63
competencia, la libertad y la autonomía de interpretar los hechos y las normas que se
someten a su conocimiento. En efecto sostuvo que:
En tal sentido, la Corte sugiere que el error judicial se debe someter a los mismos
presupuestos que ha fijado su jurisprudencia, dentro de las revisiones de acción de tutela,
para el concepto de la vía de hecho. La cual definió para ese entonces de la siguiente forma:
Una actuación de la autoridad pública se torna en una vía de hecho susceptible del
control constitucional de la acción de tutela cuando la conducta del agente carece de
fundamento objetivo, obedece a su sola voluntad o capricho y tiene como consecuencia la
vulneración de los derechos fundamentales de la persona.
De esa manera, la Corte complementa diciendo que los criterios para determinar si la
conducta del funcionario está ajustada al ordenamiento jurídico y a los fines esenciales del
Estado, deben pasar por el examen de los criterios finalista y deontológico, pues de lo
contrario, la decisión resulta caprichosa y sin fundamento legal y razonable.
64
No obstante, la Corte (Corte Constitucional, Sentencia, C-037, 1996) también puso un
límite frente a la procedencia del error jurisdiccional contra las providencias judiciales de las
altas cortes al señalar que:
(…), la Corte juzga que la exequibilidad del presente artículo debe condicionarse a que
no es posible reclamar por la actuación de las altas corporaciones de la rama judicial, una
responsabilidad del Estado a propósito del error jurisdiccional, pues ello equivaldría a
reconocer que por encima de los órganos límite se encuentran otros órganos superiores, con lo
cual, se insiste, se comprometería en forma grave uno de los pilares esenciales de todo Estado
de derecho, cual es la seguridad jurídica. Por lo demás, cabe anotar que es materia de ley
ordinaria la definición del órgano competente y del procedimiento a seguir respecto de la
responsabilidad proveniente del error en que incurran las demás autoridades judiciales
pertenecientes a esta rama del poder público (p. 93).
Sin embargo, deja claro que, en materia de revisión de acciones de tutela, por vía de
hecho, los jueces y la Corte Constitucional, si están facultados para conocer de estas
acciones contra providencias judiciales emitidas por cualquier autoridad judicial,
soportándose para el efecto, en la sentencia de la Sala constitucional (Corte Constitucional,
Sentencia, C-543, 1992).
65
estructura descentralizada y autónoma de las distintas jurisdicciones, impide la preservación
de un orden justo y afecta el interés general de la sociedad, además de lesionar en forma grave
el principio de la cosa juzgada, inherente a los fundamentos constitucionales del ordenamiento
jurídico (p. 1).
66
2.2.2. El error judicial en la jurisdicción contencioso administrativa.
Ahora bien, Ruiz (2013) afirma que el Consejo de Estado consideró que la asimilación
del error judicial con la vía de hecho, realizada por la Corte Constitucional con (Sentencia
C-037, 1996) es cuanto menos impropia, en la medida que la responsabilidad del Estado por
este título no tiene por objeto de forma exclusiva, la conducta subjetiva desplegada por el
agente, sino por el contrario la contravención al ordenamiento jurídico, contenido al interior
de la providencia judicial.
A esto había que agregarle que el error judicial, tampoco implica necesariamente la
vulneración de un derecho fundamental (aunque se puede presentar), particularmente frente
al tema del debido proceso y las garantías judiciales, pues de acuerdo a la LEAJ (Congreso
de la República, Ley 270, 1996), para que proceda su declaración deben haberse agotado
67
unos presupuestos específicos que en efecto permiten determinar la irreversibilidad y
consumación de un presunto daño antijurídico producido a través de una providencia
judicial. En otros términos, se trata de una responsabilidad que se produciría en un escenario
posterior al proceso, no susceptible de control por vía de tutela.
El error judicial puede ser de hecho o de derecho, en este último caso por
interpretación errónea, falta de aplicación o indebida aplicación de la norma procedente,
pero además deben quedar incluidas en el concepto de error jurisdiccional las providencias
que contraríen el orden constitucional. No es necesario que la providencia sea constitutiva
de una vía de hecho, esto es, que se trate de una actuación subjetiva, caprichosa, arbitraria y
flagrantemente violatoria del debido proceso, que obedezca a las motivaciones internas del
juez que actúa sin fundamento objetivo y razonable, como lo entendió la Corte
68
Constitucional al condicionar la exequibilidad del artículo 66 de la Ley 270 de 1996, porque
ello implicaría desconocer la fuente constitucional de la responsabilidad del Estado,
consagrada en el artículo 90 de la Constitución Política, en cuanto dicha disposición prevé
que se debe indemnizar todo daño antijurídico que llegare a ocasionarse, con prescindencia
de la eventual falta personal del agente que lo causa. Dado que el artículo 90 de la
Constitución de 1991 y la Ley 270 de 1996 conciben el error judicial de una manera
objetiva, para su configuración basta que la providencia que lo contenga cause un daño
antijurídico y que éste resulte imputable a la administración de justicia, pues la noción de
culpa grave o dolo queda diferida a los eventos en los que se pretenda demostrar la
responsabilidad personal del funcionario.
69
2.3. Concepto, presupuestos y características del error judicial
Para empezar, Florián (2007) determina que: “el error se asocia con el juicio, y en este
sentido consiste en juzgar un objeto con criterios que no corresponden, es decir que no se
adecúan a la verdad;” (p. 110).
A su turno, Torres (2009), entre sus diversas acepciones de error, lo precisa como una:
“oposición, disconformidad o discordancia entre nuestras ideas y la naturaleza de las
cosas”.
De forma similar, la enciclopedia El Ateneo (1962), en torno a las causas del error,
sostiene que:
35
Mosset Iturraspe (1999) afirma que: “el acto judicial o procesal es un acto jurídico, aunque con modalidades
propias. Como todo acto jurídico tiene, sujeto, objeto y forma. Y dentro de os vicios de la voluntad que pueden
afectar la declaración del sujeto cabe el error” (p. 33).
70
No siempre la inteligencia separa lo que está separado y une lo que está unido; por eso
hay juicios erróneos. (…) el error como la verdad es relativo al ser, en cuanto afirma como
dadas en la existencia (real o posible) realidades que no lo están, o no pueden estarlo (p. 93).
Luis Maiorano (1984) citado por María Yanina y Guinter Marilina (2010) define al
error judicial como:
(…) la grave equivocación sobre los hechos del caso y la consiguiente aplicación del
derecho a hechos que no existen, y enumera los siguientes supuestos que le dan origen:
Deficiencias procesales; Circunstancias fortuitas; Coincidencias fatales; Pruebas falsas, o
fraguadas, viciadas por el error, el odio o los perjuicios; Parcialidad o error de los peritos; (p.
4).
71
modo que puede ser entendida como una actuación cometida por los jueces en sus
decisiones, consistente en el incumplimiento de sus deberes y obligaciones a la hora de
resolver los conflictos, toda vez que se alejan de la aplicación efectiva a la ley vigente,
siendo consecuente con la desatención injustificada de los precedentes jurisprudenciales y de
los principios e imperativos procesales (Álvarez, 2015).
El error judicial solo puede ser cometido por una autoridad investida con facultades
jurisdiccionales (Rodríguez-Libardo, 2008), y se puede manifestar como un error judicial de
hecho o un error judicial de derecho (Fluja, 1994), mediante la equivocada interpretación
fáctica, normativa o la declaración efectiva de un derecho, cuyo ámbito de aplicación se
puede hacer extensivo, incluso a otros agentes del Estado, que sin ser jueces pueden estar
desarrollando la función jurisdiccional de administrar justicia (Ruiz, 2010).
De acuerdo con Morales (1996), Murcia (2005), Gonzales (2008), Char (2010), y
Echandía (2000) citado por Álvarez (2015) el error judicial también puede ser procesal o de
forma “in procedendo” y material o de fondo “in iudicando”, a lo que Ruiz (2010) agrega
que también se puede presentar el “error iuris” cuando se interpretan o aplican normas de
forma equivocada, y el “error facti” cuando los hechos son apreciados de forma distinta a la
realidad.
72
reglamentos que gobiernan la materia o excluyan situaciones fácticas o probatorias
manifiestamente acreditadas en el proceso, pues, se reitera que la mera divergencia
interpretativa no constituye error jurisdiccional (…).
73
administración de justicia y con la privación injusta de la libertad (Rodríguez-Libardo,
2008).
El error judicial es una irregularidad autónoma, con identidad jurídica propia, distinta
de la vía de hecho (supra), toda vez que en el caso de la responsabilidad patrimonial del
Estado no se tiene por objeto la conducta subjetiva del agente infractor, sino la contrariedad
de la providencia con el ordenamiento jurídico (Ruiz, 2010); no obstante, este título de
imputación es conflictivo pues se enfrenta al principio de la discrecionalidad judicial de los
funcionarios judiciales que están al amparo de la seguridad jurídica que debe reinar dentro
del ordenamiento jurídico (Álvarez, 2015), sin embargo, es claro que se presenta un
conflicto ante la posibilidad de encontrar una única respuesta correcta o la aplicación de
distintas soluciones razonables al mismo caso en concreto, tal y como se plantea dentro del
debate de Herbert Hart y Ronal Dworkin a propósito de la solución de los casos difíciles de
acuerdo con Rodríguez-Cesar (1997).
Seña (2008, p. 106) sostiene que: “el error judicial debe ser indubitado e
incontestable y ha de conducir a decisiones ilógicas, irrazonables, esperpénticas o
absurdas. Han de ser errores que provocan la ruptura de la armonía del orden público”.
Finalmente, se puede aceptar que el error judicial presenta ciertas similitudes con
otras figuras jurídicas como la vía de hecho (aunque no se subsuma a esta) contrario a como
lo plantea Flores, et al. (2000), y también que este se encuentre emparentado dentro del
sistema de responsabilidad extracontractual del Estado por falla en el servicio, pero aun y
con eso, no está llamado a cuestionar la intangibilidad de la cosa juzgada de las decisiones
74
judiciales, o a subsanar las irregularidades o equivocaciones de los jueces como tercera
instancia36, sino que es un título de imputación por responsabilidad extracontractual del
Estado en el ejercicio de la función jurisdiccional que permite el reconocimiento y la
reparación de unos perjuicios ocasionados a los usuarios de la Administración de Justicia
que no están obligados a soportar, los cuales acuden a este servicio público esencial
(Rodríguez-Libardo, 2008) con el propósito de obtener una solución: jurídicamente genuina
a sus conflictos jurídicos; correcta desde el punto de vista legal; conforme al ordenamiento
jurídico, y suficientemente justificada, desde las posturas jurídicas predominantes de la
jurisprudencia especializada o vinculante (según corresponda).
36
“La jurisprudencia y la doctrina, que defiende la existencia de la responsabilidad patrimonial del Estado por
acciones y omisiones de los jueces y magistrados en sus providencias, afirman, que esta no afecta la cosa
juzgada porque no se dirige a revocar o modificar sentencias, sino enmendar el daño causado por estas”. (Char,
2010, p. 5).
75
Cuadro 4
No es un simple
desacierto o
equivocación del juez
Arbitraria o caprichosa
76
2.3.4. Error judicial en sentido amplio.
De acuerdo con Seña (2008) los sistemas jurídicos, carecen en su mayoría de una
definición legal y jurisprudencial articulada sobre la noción de error judicial, del mismo
modo, la doctrina y tampoco la española ofrece una definición unánime o definitiva sobre el
tema.
En síntesis, cualquier error de casi cualquier magnitud que este contenido en una
providencia judicial, y que sea originado por un juez en el ejercicio de sus funciones, pero
en el marco de un proceso, tiene la vocación suficiente para convertirse en un error judicial
en sentido amplio, o por lo menos nace dimensionado de esta forma siempre cuando
contradiga cualquiera de las respuestas correctas o soluciones que ofrezca el ordenamiento
jurídico. Sin embargo, cuando este error trasciende, y se configura de acuerdo a los
presupuestos exigidos en la jurisprudencia, la ley y la propia Constitución, adquiere una
77
connotación jurídica más elaborada, emparentada con lo que la doctrina ha denominado el
error en sentido estricto.
Seña (2008) precisa que para que el error en sentido restringido tenga un carácter
indemnizable, se debe tratar de un error patente, manifiesto, evidente o notorio, de tal
magnitud que sea indiscutible la existencia de dicho error, de tal forma que los errores
livianos no tienen el carácter de indemnizables, contrario a lo que ocurre con el error
judicial en sentido amplio; asimismo plantea que la sentencia debe estar en firme y debe
necesariamente producir un daño, finalmente reconoce que en el sentido restringido, solo es
posible el error judicial producido por los jueces y magistrados como únicos sujetos activos
de este título de imputación jurídica. Esta precisión es necesaria por cuanto en la Rama
Judicial existen otro tipo de funcionarios que ejercen funciones complementarias o conexas
a la función judicial, entre estos encontramos los fiscales en el ámbito penal, o los
secretarios de los respectivos despachos judiciales, entre otros.
78
acuerdo a los presupuestos y elementos exigidos por la ley y la jurisprudencia. Pues solo así
asume el carácter indemnizable.
2.4. Teoría del error en la decisión judicial (error de hecho y error de derecho)
En tal sentido, habría que indagar acerca de lo que es una providencia 37 propiamente
dicha conforme a la ley. Y para empezar resulta necesario distinguir que los actos de
decisión judicial implican tanto los autos como las sentencias, siendo las primeras las
llamadas a resolver asuntos de trámite o interlocutorios dentro del proceso, y las segundas
las que resuelven asuntos de fondo del proceso y los recursos extraordinarios, en tal sentido,
el artículo 278 del Código General del Proceso (Ley 1564, 2012) señala que:
37
Algunos autores, incluyendo a Cabanellas (2009), limitan el concepto de providencia al ámbito procesal,
como una: “resolución judicial no fundada expresamente, que decide sobre cuestiones de trámite y peticiones
segundarias o accidentales” (p. 316). Asimismo, distingue a la sentencia como una: “resolución judicial en
una causa. (…) Fallo en la cuestión principal de un proceso” (p. 352).
79
Son sentencias las que deciden sobre las pretensiones de la demanda, las excepciones de
mérito, cualquiera que fuere la instancia en que se pronuncien, las que deciden el incidente de
liquidación de perjuicios, y las que resuelven los recursos de casación y revisión. Son autos
todas las demás providencias.
A su turno, Cabrera (1998) había definido que, según su clase, las sentencias pueden
ser: “declarativas, de condena, constitutivas y cautelares” (p. 232). La primera corresponde
al reconocimiento de la existencia o no de un derecho en cabeza del demandante; las de
condena se refieren a la imposición de una determinada medida u obligación en contra del
demandado; por su parte, las constitutivas son aquellas que crean, modifican o extinguen un
derecho; finalmente, las cautelares como su nombre lo indica, son las que resuelven medidas
provisionales de seguridad para prevenir, ejecutar o salvaguardar el cumplimiento eficaz de
las decisiones que se adopten en el proceso, con miras al reconocimiento efectivo del
derecho que se discute (Cabrera, 1998).
Por su parte, Bulygin (1966) citado por Bonorino (2011) sostiene que las sentencias
judiciales de por si son entidades complejas que cualquiera que sea su estructura deben de
estar formadas:
(…) no sólo por la parte resolutiva (norma individual), sino también por los
considerandos (segmento en el que el juez da las razones que justifican la adopción de dicha
resolución).
80
Ahora bien, en cuanto a su contenido, D. López (2009), dentro de las técnicas
legítimas de interpretación del precedente judicial hace alusión a unos elementos
determinantes38 de las consideraciones de las mismas, entre las cuales destaca a: la obiter
dictum, la ratio decidendi y la decisum. La primera corresponde a los argumentos,
valoraciones y exposiciones genéricas y abstractas que hace el juez durante la
fundamentación de su decisión. La segunda es identificada con el alcance de la cosa juzgada
implícita del fallo (Corte Constitucional, Sentencia, C-131, 1993), la cual en términos de
Medina (2009, p. 218) supone aquellos apartes de las consideraciones que guardan una
“unidad de sentido con el dispositivo de la sentencia” o que se encuentran “intima e
inescindiblemente unidos con la parte resolutiva de la sentencia” de acuerdo a la Sala
(Corte Constitucional, Sentencia, C-038, 1996). En síntesis, acierta D. López (2009) al decir
que todos estos razonamientos que no constituyan ratio decidendi dentro de las
consideraciones del fallo, necesariamente corresponden a la obiter dictum. La decisum es la
resolución o el resuelve de la sentencia.
38
Valga decir que en un principio estos elementos son más propios de las sentencias que producen los jueces
colegiados, no obstante, es claro que las decisiones de los jueces unipersonales tampoco están exentas del
deber y la carga argumentativa de fundamentar correctamente sus decisiones. Aun y cuando las mismas no
hagan alusión a la obiter dictum dentro de sus mismas como suele suceder en algunos casos (v. g. sentencias de
procesos civiles ejecutivos de única instancia).
81
No obstante lo anterior, se debe reconocer que el error judicial también puede recaer
sobre cualquiera de los elementos estructurales 39 de la sentencia, haciendo referencia al error
en sentido amplio y como se verá más adelante a diferentes tipos de error que desde luego se
pueden presentar y generar responsabilidad cuando no son oportunamente corregidos, como
han sido los casos de error por homonimia en los procesos penales (particularmente) (infra).
Por otro lado, Santofimio (2016) dice que el error como fenómeno determinante para
la configuración del título jurídico imputable al Estado: “(…) es todo aquel estructurado a
partir de la disconformidad de la decisión del juez con el ordenamiento jurídico, sus
principios y valores que regulan y son aplicables el tema de la decisión incluida la
valoración probatoria que corresponda realizar” (p. 106).
En tal sentido, el error judicial es el error contenido en la decisión judicial que puede
tener origen bajo diferentes circunstancias o condiciones tales como el error de hecho y el
error de derecho (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 39422, 2017). El primero a su vez
puede tener lugar en la denominación, situación o la condición física de la persona o puede
corresponder a un error en cuanto a la naturaleza de la decisión judicial, que es una especie
de error de hecho que de acuerdo con Santofimio (2016) se refiere a la decisión absurda
carente de sentido, que: “más que un verdadero descuido, determina la presencia de un
impedimento u obstáculo para el surgimiento de una verdadera decisión judicial” (p. 109).
El segundo, es el error de derecho, que, en contraste con el error de hecho, según Llinás
(2011):
(…) se confunde nominalmente con la violación directa de norma sustancial, razón por
la cual es necesario precisar que no se está hablando de lo mismo, pues la violación directa,
aunque también es un vicio in judicando, se presenta con respecto a la norma sustancial en la
39
Los cuales corresponden a la descripción del proceso, las partes, objeto del pronunciamiento, la descripción
de los hechos y antecedentes procesales, las intervenciones (cuando hay lugar a ellas), pretensiones, alegatos,
consideraciones, hechos probados, resuelve.
82
que se deja por fuera de controversia la apreciación de los hechos y el cumplimiento de
normas probatorias (p. 78).
Cuadro 5
Falsa interpretación
De derecho
Errónea interpretación del orden positivo
83
derecho. El primero conlleva intrínseco una percepción errada de los detalles facticos del
proceso que son determinantes para el mismo, pues está relacionado con la identidad, la
naturaleza, el objeto, los motivos y la propia sustancia o cualidades de las partes y de los
hechos de la demanda (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 36502, 2017). En cambio, el
error de derecho, necesariamente se ubica dentro del contorno de las normas (sustantivas y
procesales), principios jurídicos aplicables y los precedentes judiciales aplicables al caso
concreto. De tal forma que su producción está relacionada con la violación directa del orden
positivo, la falsa interpretación de la norma; la errónea interpretación del orden positivo; y la
violación por aplicación indebida del orden positivo de acuerdo a Santofimio (2016).
84
o bien se aplica una norma que ya se encuentra expresamente derogada o por fuera del
ordenamiento jurídico.
85
Cuadro 6
Error en la
justificación interna
de la decisión
Error en el
encabezamiento de la
Agotamiento de decisión
recursos de ley
Error en el
fundamento de
derecho
Elementos
Providencia judicial constitutivos de la
Error
en firme; contraria a responsabilidad
judicial Error en el
la ley estatal fundamento fáctico
Error en la
calificación
Error en el fallo
Tal y como se observa en el Cuadro (6), Seña (2008) destaca como el primero de estos
tipos de error, el error en la justificación interna de la decisión, el cual hace referencia a los
86
errores de sindéresis en la fundamentación, y el contenido sustantivo de la misma decisión,
de manera que se procede sin argumentos razonables o por fuera de las premisas lógicas y
fácticas del caso. En tal sentido, este error es el equivalente a un error lógico en la
fundamentación. El error en el encabezamiento de la decisión, es aquel que como su nombre
lo indica, surge de la incorrecta trascripción de los datos informativos del caso, los nombres
de las partes, la causa40, el tipo de proceso y toda la información que aparece relacionada en
el encabezado de la decisión. El error en el fundamento de derecho y el error en el
fundamento factico, son equiparables a los que ya se explicaron en el Cuadro (5). No
obstante, se puede admitir que algunas modalidades del error de hecho pueden coincidir o
correlacionarse con otros tipos de error, como el error en el encabezado de la decisión.
De otra parte, el error en las hipótesis fácticas y en la valoración de las pruebas, podría
ser considerado como otra especie propia del error de hecho o su causa más probable, pues
con la indebida valoración de la prueba y de las hipótesis fácticas, se genera una distorsión
inevitable de la realidad procesal y por consiguiente de los mismos hechos, dando como
resultado una decisión incongruente con los fundamentos probatorios debidamente
recaudados en el proceso de acuerdo con Seña (2008).
Por otro lado, se encuentra el error en la calificación que de acuerdo con Seña (2008)
se origina a partir de realizar inadecuadamente el procedimiento de subsumir el supuesto de
hecho de la norma con la situación fáctica de los hechos probados en el proceso, de manera
que se podría considerar como una modalidad del error de derecho. El error en el fallo, en
cambio ocurre en la parte del resuelve de la sentencia, y se configura cuando el juez excede
(por defecto o por exceso) con el alcance de su decisión. Es decir que el juez acude a las
40
En el ámbito de la teoría de las obligaciones Tamayo (2004) afirma que se el error en la sustancia se
diferencia del error en la causa. El primero consiste en la equivocación sobre el móvil que llevo a dar el
consentimiento. (…) mientras que el error en la sustancia: entiende la doctrina moderna no solo la materia de
que está hecha la cosa, sino también cualquier cualidad o propiedad de esta, y en general, cualquier elemento
determinante de la voluntad contractual (p. 161).
87
facultades ultra y extra petita, sin estar legalmente autorizado para hacerlo. Finalmente, en
cuanto al error por ausencia de motivación, dice Seña (2008) que corresponde a una
circunstancia propia de las decisiones judiciales, las cuales sea cual fuere su inclinación
deben de estar debidamente fundamentadas. En tal sentido, una decisión judicial que carezca
de motivación o resulte ilógica o insuficiente, conlleva a una decisión arbitraria y/o
caprichosa, especialmente cuando de por medio se están reconociendo derechos, imponiendo
obligaciones o afectando toda clase de derechos subjetivos de las partes, y de manera
particular dentro del proceso judicial cuando se realiza la calificación legal o la valoración
de las pruebas, entre otras.
41
Tal es el caso de la Sentencia de tutela (Corte Constitucional, Sentencia, T-656, 2012), relacionada
precisamente con un error en el conteo de los términos judiciales a lo cual refiere lo siguiente:
“Esta Sala advierte que la decisión de la Sala de Decisión Civil del Tribunal, mediante la cual éste pretende
corregir la irregularidad cometida por el juez de primera instancia al computar el término que tenían los
demandados para excepcionar, vulnera los derechos constitucionales fundamentales a la defensa y
contradicción de la parte demandada dentro del proceso ejecutivo y transgrede los principios de buena fe y
confianza legítima al cual deben ceñirse las autoridades públicas. Es preciso señalar que si bien existía una
obligación a cargo del apoderado de la parte demandada de conocer y respetar las normas procedimentales
propias de los procesos ejecutivos con garantía real, entre éstas, las disposiciones que regulan los términos para
la presentación de excepciones, la solución que acoge el Tribunal al no darle importancia al error cometido por
el juzgado e imputarle los efectos negativos de la corrección del mismo a los sujetos procesales, configura una
carga excesiva en cabeza de los apoderados de las partes dentro de una estrategia equilibrada de litigio, la cual,
en últimas, no se compadece de los derechos constitucionales fundamentales de las partes dentro de un
proceso”.
88
a incurrir en excesos mediante el uso desproporcionado o abusivo de los recursos procesales
que permite utilizar la ley. En cualquier caso, es claro que no todo error puede dar lugar a
declarar la responsabilidad jurisdiccional del Estado, en ese caso, será necesaria una
“condición de esencialidad” que de acuerdo con Santofimio (2016) solo se podrá tener en
cuenta el error que recaiga “directamente sobre los elementos integrantes de la decisión-
sujetos, objetos, motivos, etc.” (p. 108).
Finalmente y para el caso colombiano, se puede decir que los tipos de error en los
fallos que destaca Seña (2008) se pueden subsumir dentro de la clasificación esquematizada
del Cuadro (5) conforme la postura de Santofimio (2016), encontrándose el error en la
justificación interna de la decisión; el error en el encabezamiento de la decisión; el error en
el fundamento fáctico; el error en las hipótesis fácticas; el error en la valoración de las
pruebas y; el error por ausencia de motivación dentro del espectro del error de hecho.
Mientras que el error en el fundamento de derecho; el error en la calificación y; el error en el
fallo y otros errores externos e internos del juez relacionados con la legalidad de la decisión,
dentro del espectro del error de derecho.
No hay duda que la responsabilidad extracontractual del Estado por errores en sus
decisiones no es un asunto exclusivo de los jueces que como servidores públicos de la Rama
Judicial42, pues en otro extremo, dentro de los contornos del poder público, se encuentran los
actos de los parlamentarios, más exactamente en el plano legislativo, que corresponde
42
A propósito, el artículo 228 de la Constitución Política establece que:
La Administración de Justicia es función pública. Sus decisiones son independientes. Las actuaciones serán
públicas y permanentes con las excepciones que establezca la ley y en ellas prevalecerá el derecho sustancial.
Los términos procesales se observarán con diligencia y su incumplimiento será sancionado. Su funcionamiento
será desconcentrado y autónomo.
89
aquellas decisiones que son producto de la función de promulgar y debatir leyes capaces de
regular, permitir o prohibir las condiciones generales y materiales de grupos poblacionales
enteros o sectores específicos de la sociedad en general.
En esta parte resulta pertinente hacer una comparación entre el error judicial y el error
legislativo43 como dos (2) sistemas de responsabilidad extracontractual del Estado, con los
cuales se pretende identificar algunos de sus elementos, presupuestos y características
generales más representativas, de modo que se puedan comprender un poco más desde las
diferencias y aproximaciones que ha estimado la perspectiva generalizada de la doctrina,
según los planteamientos de Arenas & Jiménez (2001); Bianchi (2008); Gil (2013); Ruiz
(2013); y la jurisprudencia relacionada de la Sección Tercera Consejo de Estado (Rad.
29355, 2014), así:
Cuadro 7
Congresistas, parlamentarios,
diputados, miembros de asambleas
Jueces y magistrados; providencias departamentales, etc.; actos
Sujetos y causas
judiciales. legislativos, ordenanzas
departamentales, convenciones y
tratados internacionales.
43
La Corte mediante sentencia (Corte Constitucional, Sentencia, C-038, 2006), precisó que:
“(…) la responsabilidad patrimonial del Estado por los hechos, acciones u omisiones imputables al Poder
Legislativo está expresamente contemplada en el artículo 90 constitucional, pues cualquier otra posibilidad
sería abiertamente inconstitucional desde la perspectiva del Estado Social de Derecho y de los principios y
valores que rigen nuestro ordenamiento constitucional tales como la solidaridad, la igualdad, la justicia
material y la supremacía de la Constitución”.
90
No se encuentran definidos en la ley.
Por vía jurisprudencial se ha
Providencia judicial en firme; establecido como tales: el
agotamiento de recursos ordinarios rompimiento de la presunción de
de ley; requiere de los elementos de legalidad y la seguridad jurídica;
Presupuestos
la responsabilidad estatal; Admite imputación al ente demandado y;
eximentes de responsabilidad a existencia de un daño antijurídico,
excepción del caso fortuito. nexo de causalidad e imputación del
daño. Admite eximentes de
responsabilidad.
Declaración de inconstitucionalidad
Fallos de cualquier autoridad judicial
de una ley (cuando se resuelva con
sin importar su jerarquía: cuando
efectos retroactivos); la declaración
prospera la acción de revisión penal;
de expropiación de un bien o; la
cuando se presente un error de hecho
constitución de un monopolio o la
y/o de interpretación; cuando no se
Eventos en los que reserva de un servicio público, la
logre dar traslado al ejecutado de un
procede su declaración de responsabilidad
remate; cuando no se conceda el
declaratoria internacional por el hecho del
subrogado penal; cuando es
legislador, incumplimiento de una
insuficiente el fundamento para
obligación internacional, cuando el
dictar medida de aseguramiento, y en
legislador no derogue una ley, o no
otros eventos donde se concrete el
dicte una ley necesaria para el
daño antijurídico.
cumplimiento de una obligación; Y
otros eventos donde concurra el daño
91
antijurídico con excepción de leyes
relativas a regular impuestos.
Según el Cuadro (7), existen algunas similitudes y diferencias palpables entre el error
judicial y el error legislativo. Entre las similitudes destacables, se identifican claramente la
existencia de un daño antijurídico, la imputación del daño, y el nexo de causalidad como
elementos primordiales de la responsabilidad del Estado, asimismo, se puede observar que
ambos sistemas pertenecen al régimen de responsabilidad objetiva y coinciden en el
rompimiento de las cargas públicas por corresponder a daños de naturaleza especial, también
se originan en decisiones que provienen de servidores públicos en el ejercicio de sus
funciones, como agentes del Estado.
Por otra parte, las principales diferencias que se advierten entre ambos sistemas, son
las siguientes: primera, en cuanto a las corporaciones y funcionarios que involucra; segunda
frente a los actos donde se concretan sus decisiones, providencias judiciales y actos
legislativos o leyes; tercera, respecto a su tipicidad, pues el error judicial a diferencia de
legislativo, si se encuentra establecido en la ley como un título de imputación jurídica, en
tanto que el error legislativo no; cuarta, en cuanto a sus presupuestos y eximentes de
responsabilidad pueden coincidir según las circunstancias de cada caso, pero en general el
error judicial y el error legislativo por ser del régimen de responsabilidad objetiva
admitirían esencialmente los mismos eximentes.
92
Por su parte, Arenas & Jiménez (2001) señalan que:
En cualquier caso, se puede decir que la responsabilidad por el hecho del legislador ha
tenido un desarrollo jurisprudencial interesante, en el cual el propio Consejo de Estado, ha
reconocido incluso que la vía procesal adecuada para demandar la responsabilidad por este
93
título o sistema es la Reparación Directa44, de acuerdo con la sentencia (Consejo de Estado,
Sentencia, Rad. 23245, 2003). De igual modo, Botero (2007) citado por Alonso & Leiva
(2012) han logrado concluir que:
44
Regulada en el artículo 140 de la Ley (1437, 2011), establece como un medio de control para demandar ante
la jurisdicción de lo contencioso administrativo, los daños antijurídicos que sean cometidas por la acción u
omisión de los agentes estatales.
94
cualquier caso estarán expuestos a la responsabilidad internacional del Estado (infra), y
especialmente, sino se adoptan las decisiones legislativas pertinentes que resuelvan, de la
mejor manera posible, las necesidades básicas insatisfechas de la sociedad, siendo este un
parámetro valido y razonable en la correcta promulgación de las leyes.
2.6. Providencias judiciales sobre las que se puede demandar el daño antijurídico por
error judicial
La Corte (Corte Constitucional, Sentencia, C-037, 1996) fue clara en determinar que
contra los fallos de las Altas Cortes, no procedía en principio demanda alguna por error
jurisdiccional, pues consideraba que por encima de los órganos de cierre no podían existir
órganos o instancias superiores, toda vez que de llegarse a permitir su procedencia, se estaría
atentando contra el principio de la seguridad jurídica; sin embargo, reconoció la procedencia
de la acción de tutela por vía de hecho contra providencias judiciales, que hayan sido
proferida por las Altas Cortes.
En efecto, según Hidrón (2010) las sentencias T-079, T-158 y T-173 de 1993, T-231
de 1994, T-100 y T-162 de 1998 de la Corte Constitucional admiten la revisión de las
decisiones judiciales cuando estas se encuentren fundamentadas en vías de hecho.
95
Constitucional, también en contra de la posición dominante del Consejo de Estado y la
propia Corte Suprema de Justicia, pues tal y como la plantea la sentencia constitucional:
Ahora bien, mediante sentencia (Consejo de Estado, Rad. 10285, 1997) determinó que
la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura había incurrido en
error judicial al proferir una sanción injusta en contra de un abogado a quien se le endilgaba
96
la falta de gestión de un proceso civil ordinario sobre el cual se declaró la perención. A lo
que el Consejo de Estado precisó:
Valga decir que, en el presente caso, la condena contra la Nación se aplicó por partida
doble pues por un lado fue condenada por el error judicial de la Sentencia disciplinaria del
Consejo Superior de la Judicatura y, por el otro, el defectuoso funcionamiento de la justicia
del Juzgado Primero Civil del Circuito de Popayán, a raíz de los cuales se le suspendió tres
(3) meses en el ejercicio de la profesión de abogado.
97
Igualmente, el Consejo de Estado con sentencia (Consejo de Estado, Rad. 15128,
2007), respecto a la procedencia del error judicial, en cabeza de las Altas Cortes, señaló
que:
(...) las atribuciones conferidas por la Carta a cada una de las Corporaciones Judiciales
permiten considerar que a través de las providencias que resuelven el litigio en última
instancia, se unifica la jurisprudencia y se definen los criterios jurídicos aplicables frente a
casos similares. La Sección Tercera del Consejo de Estado, se apartó de la anterior
consideración con fundamento en que la misma no es obligatoria y en que los principios y
valores que rigen la función jurisdiccional no se vulneran con la posibilidad de que el Estado
responda por los errores en que incurran las altas cortes (p.7).
98
2.6.2. Los fallos de anulación u homologación de los laudos arbitrales, los fallos de
tutela, los fallos absolutorios, inhibitorios, entre otros.
Ahora bien, los laudos arbitrales de acuerdo a (Congreso de La Republica, Ley 1563,
2012) son decisiones que provienen de uno de los mecanismos alternativos de solución de
conflictos, que consisten precisamente en la designación de tribunal de árbitros o ciudadanos
investidos con facultades pro tempore para pronunciarse sobre determinada controversia que
ha sido voluntaria o forzosamente sometida a esta instancia. Sin embargo, se debe aclarar
que las autoridades judiciales, particularmente las Salas Civiles de los Tribunales
competentes conocen del recurso de anulación y emiten un fallo decisivo, cuando es
promovido este recurso extraordinario de forma oportuna.
99
Tribunal de Arbitramento frente el objeto para el cual fue convocado (Corte Suprema de
Justicia, Sentencia, Rad. 12963, 1999).
Ahora bien, la demanda de error judicial contra los fallos de tutela no es del todo
imposible si se tiene en cuenta que se trataría de los mismos jueces y magistrados de la
Administración de Justicia, que a diferencia de la Corte Constitucional, se encuentran
provisionalmente investidos de facultades constitucionales para resolver un asunto
relacionado con la vulneración o amenazada de derechos fundamentales. El punto está en
determinar si los fallos de tutela, incluyendo los de la Corte Constitucional, son susceptibles
de demanda por la vía del error judicial. La respuesta es afirmativa a la luz de la
jurisprudencia de la Sección Tercera del Consejo de Estado (Sentencia, Rad. 14399, 1999) y
(Sentencia, Rad. 27184, 2014) la cual ha cuestionado y revocado fallos de tutela proferidos
100
con error judicial, verificando para el efecto los presupuestos de su procedencia. En un caso
concreto ((Sentencia, Rad. 14399, 1999) el Consejo de Estado precisó que:
(…) el juez de tutela, so pretexto de la “textura abierta” del concepto de los derechos
fundamentales que consideró vulnerados, echó mano de una argumentación de carácter
constitucional, referida al desarrollo jurisprudencial de los derechos de la vida y de la
protección integral de la familia, para insertarla a una hipótesis fáctica, que en manera alguna
resultaba compatible o por lo menos razonable, con los hechos de que den cuenta la instancia
dentro del trámite de tutela, desfigurando por completo, con ese proceder, el sentido elemental
y básico de aquellos conceptos que dijo aplicar.
En efecto, le asistía razón al Consejo de Estado, toda vez que el objeto del litigio se
encontraba relacionado con cesión de créditos y derechos pecuniarios entre las partes.
Por último, en lo que respecta a los fallos inhibitorios, de acuerdo con Sánchez (2011),
se debe partir de la base de que estos no resuelven el litigio de fondo y por lo tanto no hacen
tránsito a cosa juzgada como lo determinaba en su momento el anterior Código de
Procedimiento Civil (art. 333). Sin embargo, de acuerdo al Consejo de Estado (Sentencia,
Rad. 17060, 2012) este tipo de fallos si pueden ser constitutivos de un error judicial, tal y
como se observa en el siguiente extracto de la sentencia:
En el presente caso quedó establecido -en primera instancia- que con el proferimiento
del fallo inhibitorio el Tribunal Administrativo de Cundinamarca incurrió en error judicial, por
cuanto la acción de plena jurisdicción promovida por el señor Marcos Santander Pérez
Redondo, hoy de nulidad y restablecimiento de derecho, contaba con los elementos de juicio
suficientes para ser objeto de sentencia de mérito. (…) El fallo inhibitorio constitutivo del
error judicial le impidió el derecho de acción como instrumento idóneo de acceso a la
administración de justicia.
101
(…)
De acuerdo con el artículo 66 de la Ley 270 de 1996, para que una providencia pueda
ser susceptible de ser demandada por error judicial, se debe tratar en principio, de una
decisión proferida por una autoridad investida de la facultad jurisdiccional en el curso de un
proceso judicial y que resulte contraria a la ley; en tal sentido, cualquier fallo judicial que
quede ejecutoriado con un error judicial y que provenga de cualquier jurisdicción (civil,
laboral, administrativa y penal) está en condiciones de ser demandado por la vía de lo
contencioso administrativo, bajo este título, luego de que el afectado haya agotado todos los
recursos ordinarios correspondientes. Por su parte, la Sala Contenciosa, mediante Sentencia
(Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 34818, 2016) agregó que:
(…) el error que se predica frente a las providencias judiciales por medio de las cuales
se declara o se hace efectivo el derecho subjetivo, es decir, aquellas resoluciones judiciales
mediante las cuales se interpreta y aplica el Derecho.
102
Ahora bien, cuando se habla de una autoridad investida de la facultad jurisdiccional no
solamente se hace referencia exclusiva a los órganos judiciales que hacen parte de la Rama
Judicial, pues de acuerdo a la sentencia (Rad. 27477, 2014) el Consejo de Estado declaró
responsable a la Superintendencia de Sociedades por el error judicial que cometió en contra
de una sociedad comercial que, de acuerdo a los antecedentes del proceso, padeció como
consecuencia de la demora injustificada en la entrega y pago de unos títulos judiciales
conforme a un acuerdo de concordato suscrito.
Pese a lo anterior, el Estatuto del Consumidor (Ley 1480, 2011) y el artículo 24 del
Código General del Proceso, señalan cuáles son las autoridades investidas de la facultad
jurisdiccional para administrar justicia, y entre ellas están:
103
b) La Superintendencia Financiera de Colombia sobre controversias que surjan entre
los consumidores financieros y las entidades vigiladas relacionadas
exclusivamente con la ejecución y el cumplimiento de las obligaciones
contractuales que asuman con ocasión de la actividad financiera, bursátil,
aseguradora y cualquier otra relacionada con el manejo, aprovechamiento e
inversión de los recursos captados del público.
104
g) La Superintendencia de Sociedades frente a controversias relacionadas con el
cumplimiento de los acuerdos de accionistas y la ejecución específica de las
obligaciones pactadas en los acuerdos; la resolución de conflictos societarios, las
diferencias que ocurran entre los accionistas, o entre estos y la sociedad o entre
estos y sus administradores, en desarrollo del contrato social o del acto unilateral;
la impugnación de actos de asambleas, juntas directivas, juntas de socios o de
cualquier otro órgano directivo de personas sometidas a su supervisión; la
declaratoria de nulidad de los actos defraudatorios y la desestimación de la
personalidad jurídica de las sociedades sometidas a su supervisión, cuando se
utilice la sociedad en fraude a la ley o en perjuicio de terceros, los accionistas y los
administradores que hubieren realizado, participado o facilitado los actos
defraudatorios, responderán solidariamente por las obligaciones nacidas de tales
actos y por los perjuicios causados. Así mismo, conocerá de la acción
indemnizatoria a que haya lugar por los posibles perjuicios que se deriven de los
actos defraudatorios; la declaratoria de nulidad absoluta de la determinación
adoptada en abuso del derecho por ilicitud del objeto y la de indemnización de
perjuicios, en los casos de abuso de mayoría, como en los de minoría y de paridad,
cuando los accionistas no ejerzan su derecho a voto en interés de la compañía con
el propósito de causar daño a la compañía o a otros accionistas o de obtener para sí
o para un tercero ventaja injustificada, así como aquel voto del que pueda resultar
un perjuicio para la compañía o para los otros accionistas. (Art. 24, núm. 1-5).
105
No obstante, el panorama del artículo 24 del CGP, se podría cuestionar que solo en lo
que atañe el ejercicio de la función jurisdiccional taxativo en la ley, es desde donde se
desprende la posibilidad de endilgar la mencionada responsabilidad por error judicial a las
decisiones que producen los anteriores organismos, pues en lo que respecta al ejercicio
propio de las funciones de control, inspección y vigilancia que por naturaleza están llamados
a ejercer, como la imposición de medidas administrativas sancionatorias, las multas, las
suspensiones u otros requerimientos afines, no pueden estar amparadas bajo el medio de
control de la acción de Reparación Directa consagrado en el artículo 140 de la (Ley 1437,
2011). Esto quiere decir que solo se podrán demandar por la vía de error judicial las
decisiones de estos organismos que correspondan a la solución de controversias litigiosas
entre particulares que provengan del ejercicio de derechos patrimoniales invocados dentro
de sus respectivas competencias.
2.7. Providencias judiciales sobre las que no se puede demandar el daño antijurídico
por error judicial
106
Asimismo, Gonzales (2008) insiste en que tampoco se puede reputar el error judicial
frente al análisis probatorio o de los hechos, que acertada o equivocadamente desarrolle el
juez, como consecuencia de un proceso lógico, que llevo a la convicción psicológica del
mismo de fallar en determinado sentido, pues es claro que el acierto total no podría entrar en
el terreno de lo exigible; tampoco tiene lugar el reconocimiento de un error judicial dentro
de la interpretación lógica y razonable que aplican los altos tribunales a la norma, pues con
ello se abriría un boquete de procesos interminables, cuando no satisface los intereses del
administrado. En otros ordenamientos, se ha advertido que tampoco es posible demandar el
error judicial en los casos en los que un tribunal superior de cierre, case o revoque la
decisión de un juez de inferior jerarquía.
A su turno, Gil (2013) sostiene que la demanda de error judicial no procede sobre las
decisiones de archivo de las investigaciones adelantadas por la Fiscalía, pues en principio no
constituye un fundamento suficiente para alegar error judicial, en tal sentido se pronunció la
Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 14725, 2005), en los siguientes
términos:
Finalmente, Gil (2013) reitera que el error judicial tampoco se puede predicar por sí
mismo de una sentencia inhibitoria, o de un cambio de jurisprudencia propiamente dicho.
107
Toda vez que estas decisiones no comprenderían en principio una solución de fondo de los
casos suscitados y tampoco hacen tránsito a cosa juzgada.
Tal y como se ha podido evidenciar a lo largo del presente trabajo, los títulos de
imputación jurídica relacionados con las fallas en la Administración de Justicia de acuerdo
con la Ley 270 de 1996, corresponden al error judicial, la privación injusta de la libertad, y
el defectuoso funcionamiento de la administración de justicia, los cuales se encuentran
definidos de la siguiente forma:
Por su parte, la privación injusta de la libertad es otro título de imputación jurídica que
como su nombre lo indica corresponde a una situación irregular donde una persona en el
marco de un proceso penal, ha sido declarada absuelta luego de haber permanecido privada
de su libertad de forma injustificada, ilegal o injusta por parte de funcionarios o autoridades
judiciales. Este título se encuentra ubicado dentro del régimen de responsabilidad objetiva
de acuerdo con la sentencia del Consejo de Estado (Sentencia, Rad. 40060, 2014), la cual
señala que:
108
analiza y aplica a través de un régimen objetivo, pero siempre y cuando se logre verificar,
fehacientemente, que el juez penal al momento de evaluar el material probatorio –que por
cierto necesariamente debe existir con pruebas tanto en contra como a favor del sindicado o
acusado–manejó una duda razonable que le impidió llegar a la plena certeza sobre la
materialización y autoría de la conducta punible.
109
demuestre que le es imputable en todo o en parte el no haberse revelado oportunamente el
hecho desconocido.
Rincón (2003) afirma que este título se encuentra relacionado con irregularidades
procesales o mal funcionamiento en las actividades administrativas necesarias para el
trámite y desarrollo de los procesos judiciales. Entre las irregularidades procesales más
frecuentes se encuentran: los retrasos judiciales45; el extravío de títulos valores o de bienes
de los expedientes; el deterioro o destrucción de efectos o bienes procedentes de hechos
delictivos; defectos en las notificaciones y actos de comunicación procesal (Gonzales, 2008)
entre otros. A propósito de las dilaciones injustificadas, Barbagelata (2008) refiere que esta
debe producirse de tal forma, que exceda todo límite temporal de lo que puede estimarse
como una duración razonable de una actuación judicial.
Por su parte, Younes (2014) afirma que este título se diferencia del error judicial, por
cuanto este no se deriva de una providencia judicial, sino que es producto de: “actuaciones
45
Valga decir que Michel (2013) afirma que: (…) no siempre que las actuaciones procesales se prolonguen
dilatadamente en el tiempo se estará frente a un supuesto de Responsabilidad Patrimonial en el funcionamiento
de la Administración de Justicia, porque puede darse el supuesto de que éstas se deban a que la parte
demandada en el juicio principal con sus constantes actuaciones dilatorias y omisivas en la tramitación del
proceso lo propicien (p. 121).
110
irregulares u omisivas tanto de los funcionarios o empleados judiciales como de los
auxiliares de la justicia como ocurre con los secuestres y depositarios de aquellos bienes
derivados de las medidas cautelares en procesos judiciales” (p. 328).
111
2.9.1. Error judicial por indebida valoración probatoria (error de hecho).
(…) el error judicial también incluye el error de hecho en el cual puede incurrir al no
considerar un hecho debidamente probado o al no promover la realización de las pruebas
conducentes para determinar el hecho que daría lugar a la aplicación del derecho. En efecto, lo
que podríamos llamar la intuición jurídica, la intuición de lo que es justo y ajustado a derecho,
nos señala en este caso que el error judicial procede no solamente por inadecuada aplicación
del derecho, sino también porque se ha impuesto una decisión judicial que se ha basado en un
hecho que posteriormente se ha demostrado que es falso, o porque posteriormente se ha
logrado probar un hecho que da lugar a la absolución de responsabilidad de quien resultó
afectado por una decisión judicial errada (p. 25).
112
De otra parte, la Sección Tercera se pronunció mediante sentencia (Consejo de Estado,
Sentencia, Rad. 28395, 2014) sobre un proceso ejecutivo iniciado ante el Juez Dieciocho
(18) Civil del Circuito de Bogotá relacionado con un negocio de mutuo en el que los
ciudadanos condenados (presuntos deudores) afirman haber pagado la totalidad de una
deuda con veinticuatro (24) cheques, los cuales no fueron tenidos en cuenta por parte del
juez competente, a pesar de haber sido presentados oportunamente dentro de las excepciones
promovidas contra las pretensiones de la demanda. la Sala advirtió que si bien no era
permitido por la vía contencioso administrativa revivir el objeto litigioso que ya feneció ante
el juez civil y el tribunal superior en sede de apelación, era claro en el presente caso que
unos comprobantes de pago genéricos que no indicaron con exactitud la deuda a la que
estaban abonando sus pagos, no estaba llamada a prosperar como prueba o como excepción,
a lo que señala que no se desprende algún tipo de omisión en la valoración probatoria por
cuanto tanto el juez como el tribunal superior actuaron de manera ajustada a derecho, sobre
la base de que:
(…) i) las autoridades judiciales cumplieron con una carga argumentativa plena para
fundamentar la decisión de considerar que los documentos por ella aportados no permitían
acreditar de manera fehaciente y clara el pago de las acreencias derivadas de las letras de
cambio que fueron allegadas como título ejecutivo por el demandante; ii) tanto el Juzgado 18
Civil del Circuito como la Sala Civil del Tribunal Superior de Bogotá apoyaron su decisión en
el ordenamiento jurídico vigente, principalmente en lo dispuesto en el artículo 1621 del
Código Civil; y, finalmente, iii) las providencias judiciales se basaron en la totalidad de los
medios probatorios –documentales– oportunamente aportados al expediente (p. 17).
113
jurídicos encaminados a liberar de la quiebra a una entidad por la multa impuesta por la
Superintendencia de Control de Cambios), en tal sentido, el Consejo aclaró que:
El abogado demandó a ambos jueces por error judicial, pero en una fase final, el
Consejo de Estado resolvió negar las pretensiones del demandante y confirmar la decisión
que emitió en el 2004 el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, el cual en su momento,
también le había denegado las pretensiones, aduciendo que no procedía ningún tipo de
indemnización pues la prueba que él pretendía hacer valer se encontraba indebidamente
incorporada, para concebir la existencia de un título ejecutivo, entre otras cosas porque
pretendía revivir una obligación, mediante un interrogatorio de parte, con el que había
logrado hacer reconocer el valor de un inmueble (el cual serviría de base de liquidación para
114
el cobro de sus honorarios), sin embargo el juez rechazó este medio de prueba por considerar
que el instrumento idóneo para acreditar el valor de un inmueble es el certificado catastral
del mismo y no un interrogatorio.
Una vez más, la Sala reitera que la providencia del Tribunal Superior, al no fallar con
fundamento en el material probatorio, incurre en un error de hecho, como modalidad del
error judicial toda vez que en la valoración probatoria se desconoció la regla de valoración
conjunta. Es decir, aquella que prohíbe que los documentos relevantes con vocación
probatoria debidamente aportados al proceso, sean valorados de manera separada e
independiente sin una visión conjunta de la situación fáctica.
46
De acuerdo con el artículo 176 del Código General del Proceso: “Las pruebas deberán ser apreciadas en
conjunto, de acuerdo con las reglas de la sana crítica, sin perjuicio de las solemnidades prescritas en la ley
sustancial para la existencia o validez de ciertos actos. “El juez expondrá siempre razonadamente el mérito que
le asigne a cada prueba”.
115
(…), el ejercicio de valorar una prueba, no es un tópico que se lleve a cabo sobre cada
medio probatorio de manera aislada, sino que, por el contrario, el examen fáctico supone un
estudio en conjunto, armónico, en la medida en que algunos medios probatorios inciden en el
soporte de otros; o de la fusión del contenido de unos con otros, surge la confirmación de
hechos relevantes para el proceso (p. 27).
Más adelante, adentrándose en el análisis del caso en concreto, reitera que el Tribunal
Superior se negó el reconocimiento de una indemnización moratoria, pese haber sido
suficientemente demostrada en el proceso, un fundamento sobre el cual también plantea
algunos interrogantes relevantes dentro del ámbito de la responsabilidad del Estado por la
función jurisdiccional, tal y como se observa a continuación:
(…) ¿El error de hecho advertido, estructura una falla del servicio? La respuesta a este
interrogante es positiva, en tanto la decisión de la Sala Laboral del Tribunal Superior de
Bolívar, al entrañar un error fáctico por una indebida valoración probatoria, configura la
existencia de una falla del Estado, imputable a éste por la acción de sus agentes judiciales en la
resolución de un caso concreto, quienes estaban llamados a administrar justicia de manera
correcta, y cuyo ejercicio se desconoció al no considerar un hecho debida y monumentalmente
acreditado, que venía sustentado en el acervo probatorio que obraba en el expediente, el cual
ponía de presente una conclusión contraria a la tomada en esa instancia; ahora bien, en esta
materia se reconoce la libertad que sobre apreciación de la prueba existe para quienes
administran justicia, no obstante, existen unos mínimos criterios de racionalidad lógica que
irradian todo el proceso valorativo, y que tornan en evidente determinadas decisiones (pp. 27 y
28).
116
Asimismo, en armonía con la jurisprudencia de la Corte Constitucional (sentencias de
tutela T-055 de 1994 y T-555 de 1999), la Sala profundizó el concepto del error de hecho y
explicó que éste se puede estructurar como consecuencia de tres (3) eventos específicos:
1. La omisión de decreto
2. La omisión de consideración, y
3. La valoración probatoria arbitraria.
De ese modo aclara que el primero hace referencia a la negativa del juez para proceder
a la práctica de una prueba solicitada, con todas las consecuencias que esto puede conllevar
con la violación del debido proceso o incluso como una manifestación de negación al acceso
a la administración de justicia; el segundo, como su nombre lo indica, hace relación a que la
prueba una vez decretada o practicada y ser determinante para la resolución del caso, el juez
se abstiene de asignarle el correspondiente valor para su decisión. Por último, en lo que
respecta a la valoración arbitraria, la Sala indica que: “existe una conducta valorativa; pero
a pesar de ello, se elude una consideración o elementos que imponen una determinada
conclusión. En este caso, el juez esquiva una conclusión jurídica que los medios probatorios
le imponen” (p. 15).
Con todo lo anterior, se pueden identificar tres (3) eventos específicos desde los cuales
se puede originar el error de hecho, pasando por la ausencia del apoyo probatorio, dentro de
117
la valoración de las conclusiones fácticas del caso, tal y como se puede observar a
continuación:
Cuadro 8
Omisión de
decreto
Valoración
arbitraria
Nota: fuente de elaboración propia. (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 30300, 2014).
118
En este punto es importante destacar que entre la íntima convicción del juez y la
valoración arbitraria, existe una línea muy delgada que separa lo razonable de lo autoritario,
pues frente a la primera forma, es claro que el juez, pese a estar motivado por una profunda
convicción personal que en su leal saber y entender le permiten decidir de determinada
manera, sigue teniendo el deber y la capacidad de acudir a criterios razonables, para
establecer el valor que le dará a determinada prueba judicial (aun cuando no esté obligado a
sustentar su decisión). Mientras que la valoración arbitraria, implica un auténtico acto de
autoridad parcializado, doloso y amañado, donde se renuncia a cualquier fundamento
razonable, y se abre paso a una interpretación sesgada, tergiversada y voluntariosa, que
incluso de acuerdo a las reglas lógicas de la argumentación, puede conllevar a varias formas
de falacia dentro de los fundamentos de la decisión, como la falacia ad verecundiam47, entre
otras.
47
Esta falacia está relacionada con el argumento según el cual se presume su validez por el solo hecho de que
ha sido proferido por una autoridad superior en la materia.
119
2.9.2. Error judicial por indebida interpretación de la norma. Sustancial o procesal
(error de derecho)
Se tiene entonces, que si el juez escoge la ley pertinente, pero la interpreta de manera
diferente a como lo hace el superior, no cabe inferir, por esta sola circunstancia, la existencia
de un error por las diferencias en la interpretación, menos aún frente a situaciones no
reguladas claramente por el derecho positivo. Al juez en el ejercicio de sus funciones compete
aplicar las normas jurídicas a los casos concretos sometidos a su conocimiento, poner en
funcionamiento los supuestos de hecho contenidos en las normas jurídicas y, con fundamento
en ello, debe declarar o ejecutar el derecho subjetivo que se le demanda (…) (p.7).
120
Antioquia y la Sala de Descongestión para los Tribunales Administrativos de Antioquia,
Risaralda, Caldas y Chocó, que conocieron del caso del fallecimiento de una persona en
medio de una protesta popular en el Municipio de Chinchiná (Caldas), frente a quien no
hubo atención ni respuesta oportuna de parte de la policía que presenció el hecho, determinó
con respecto al error de interpretación lo siguiente:
121
argumentativa de cualquier operador jurídico en un Estado de derecho contemporáneo, no es
un poder en blanco y por el contrario, debe observar unas mínimas reglas de coherencia que
justifiquen o fundamenten de una manera razonable y objetiva las decisiones jurisdiccionales
dentro del ordenamiento jurídico vigente.
(…) es necesario que la providencia sea contraria a derecho, lo cual no supone que la
víctima de un daño causado por un error jurisdiccional tenga que demostrar que la misma es
constitutiva de una vía de hecho por ser abiertamente grosera, ilegal o arbitraria, o que el
agente jurisdiccional actuó con culpa o dolo, ya que el régimen que fundamenta la
responsabilidad extracontractual del Estado es distinto al que fundamenta el de la
responsabilidad personal del funcionario judicial. Basta, en estos casos, que la providencia
judicial sea contraria a la ley, bien porque surja de una inadecuada valoración de las pruebas
(error de hecho), de la falta de aplicación de la norma que corresponde al caso concreto o de la
indebida aplicación de la misma (error de derecho) (p, 23).
122
Otra de las situaciones que se puede presentar como consecuencia de la indebida
valoración normativa, está relacionada con la inaplicación de una norma jurídica especifica
por disposición de una norma superior, o por estar en abierta contradicción con la misma.
Tal es el caso de la excepción de una norma por inconstitucionalidad, sobre la cual también
se ha estructurado el error de derecho como modalidad del error judicial.
(…) siempre que un juez se encuentra ante una norma que en el caso en concreto
contraría lo estipulado en la Constitución, tiene el deber de inaplicar dicha norma bajo la
figura o herramienta de la excepción de inconstitucionalidad. Para que ello proceda, es preciso
que la disposición que pretende inaplicarse no haya sido objeto de control abstracto por parte
de esta Corporación.
123
eventos en que detecten una clara contradicción entre la disposición aplicable a un caso
concreto y las normas constitucionales.
No obstante, la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 26693, 2015) fue
categórica en establecer que definitivamente:
(…) hay error judicial del tipo exigido en el artículo 65 de la Ley 270 de 1996, cuando
se inaplica una norma –o lo que es lo mismo, cuando se aplica la excepción de
inconstitucionalidad- sin los requisitos exigidos normativa y jurisprudencialmente, en especial
los de contradicción ostensible y propósito de protección de derechos fundamentales, sin
perjuicio de la ponderación constitucional que deba realizarse (núm. 67).
124
ordinaria–, lo cierto es que dichas motivaciones no están dotadas de la razonabilidad lógica
que, tal como lo tiene decantado la jurisprudencia, debe permear el alejamiento que se haga de
la jurisprudencia como criterio auxiliar, que a su vez se materializa en la obligación que tiene
el juez disidente de hacer un recuento completo de la posición jurisprudencial que se
abandona, y expresar las razones que sustentan la discrepancia. A este respecto, ha dicho la
Corte Constitucional que un cambio de jurisprudencia debe dar cuenta de la postura
jurisprudencial que se deja de lado, y de los motivos por los cuales se considera que es
necesario el cambio de postura (núm. 12.16).
(…)
(…) la determinación del error judicial en estricto sentido, debe estar mediatizada por
un análisis de la racionalidad y razonabilidad que sustenta el sentido de la decisión judicial de
la cual se predica la equivocación, sin que sea dable ejercer un juicio de reproche en clave de
responsabilidad por la mera discrepancia hermenéutica en el establecimiento de las premisas
fáctica y jurídica para la solución de un caso determinado. Bajo esta óptica, sólo los
entendimientos que se ofrezcan irrazonables o carentes de sustento argumentativo, serán
susceptibles de generar responsabilidad estatal con base en el título de imputación definido por
el citado artículo 67 de la Ley 270 de 1996, sin que este último pueda ser utilizado como una
vía para generar una nueva instancia en el juzgamiento de los casos que son de conocimiento
de la jurisdicción a través de los procesos originarios (núm. 112.10).
Con todo lo anterior, se proyecta el siguiente cuadro con el cual se pretenden sintetizar
los planteamientos fundamentales de esta modalidad de error judicial, así:
125
Cuadro 9
Tal y como se observa en los Cuadros (5) y (9), el error de derecho no equivale a una
mera discrepancia o divergencia hermenéutica frente a una norma, sino que corresponde a la
ausencia de un fundamento normativo, generado por diferentes situaciones, las cuales
pueden estar relacionadas con la aplicación de normas derogadas o inexistentes: es decir con
la aplicación de normas que carecen de vigencia legal por motivos diversos como la
declaratoria de inexequibilidad de la misma por una sentencia de la Corte Constitucional, o
por la derogatoria tacita o expresa señalada en una norma posterior de igual o mayor
jerarquía.
126
hechos, para efectos de haber sido invocadas, o simplemente no están en concordancia con
la situación fáctica del caso.
Ahora bien, existen diferentes circunstancias bajo las cuales se puede producir una
interpretación errónea del fundamento normativo, incluso sobre la base de un método de
interpretación permitido, el cual no en todas las ocasiones resulta fácil de detectar, y
tampoco da lugar necesariamente a la declaración de un error judicial de forma automática o
directa; particularmente cuando se trata de los llamados casos difíciles48 (Sánchez, 2011, p.
500), sobre los cuales pueden concurrir diversos criterios de interpretación normativa o
principios jurídicos vinculantes, que en ocasiones colisionan de forma directa y simultanea
frente a determinados casos49.
48
De acuerdo con Rodríguez-Cesar (1997), los casos difíciles hacen referencia a aquellos casos donde: “los
hechos y las normas relevantes, permiten por lo menos a primera vista, más de una solución, El tipo de caso
difícil más frecuente es aquel en el que la norma aplicable es de textura abierta”.
49
Tal es el ejemplo de la sentencia de la Sala laboral de la Corte Suprema de Justicia (Sentencia, Rad. 40662,
2011) dentro de la cual se hace referencia y se precisan ciertos criterios de interpretación jurídica frente al
conflicto normativo que se pueda presentar entre dos o más normas que regulan una misma situación jurídica.
Estos corresponden al principio de favorabilidad, indubio pro operario y la condición más beneficiosa:
El primero, se presenta en caso de duda sobre la aplicación de normas vigentes de trabajo. Las características
primordiales son: (i) la duda surge sobre la aplicación de dos o más normas, entendidas éstas como "un
enunciado hipotético al cual se enlaza una determinada consecuencia jurídica"; (ii) las disposiciones deben ser
válidas y estar en vigor; (iii) deben regular la misma situación fáctica, y (iv) al emplearse debe respetarse el
127
Desde la perspectiva de la teoría de Hart (1987) citado por Rodríguez-Cesar (1997),
los casos difíciles, aunque poco frecuentes, suponen un grado de dificultad mayor a la
regularidad de casos que resuelven los jueces dentro de la cotidianidad que se presenta en
sus despachos judiciales, pues estos no pueden ser abordados aplicando simplemente el
mero formalismo, de subsumir los hechos a los supuestos de hecho descritos en la norma
(teoría de la subsunción)50, sino que es necesario hacer un ejercicio hermenéutico mayor,
pues el juez se encuentra frente a una variedad de alternativas válidas que permitirían definir
y replantear el mismo caso. Aunque Hart reconoce que en estos casos es inevitable que la
conducta del juez se adecue a la percepción realista del derecho, según el cual la voluntad
del juez es la que se sobrepone a la solución del caso y a la forma en que aplica la ley (teoría
del realismo jurídico)51. No obstante, se debe aclarar que no se trata de un margen de
arbitrariedad amplio para que el juez falle de manera caprichosa, sino que debe existir una
flexibilidad equilibrada, que ondule entre el formalismo jurídico de la norma y el realismo
128
jurídico de su propia tendencia o inclinación ideológica del Juez. Esto es lo que Hart ha
denominado el poder de la discrecionalidad judicial.
De cualquier modo, es claro que el juez dentro del ámbito de la interpretación jurídica
siempre estará expuesto al riesgo de incurrir en un error judicial (en sentido amplio
principalmente), dada la vaguedad, ambigüedad, flexibilidad, lagunas, y en general los
grados de textura abierta que pueden llegar a presentarse sobre el contenido de algunas
normas, y frente a situaciones que de entrada pueden tornar más compleja la solución del
caso concreto, sin que en su momento den la oportunidad o permitan avizorar una respuesta
correcta (supra) o una regla única de interpretación en ciertos casos; una problemática que
sin lugar a dudas no es exclusiva de nuestro ordenamiento jurídico.
129
2.9.3. Otras modalidades de error judicial a la luz de la jurisprudencia de la Corte
Constitucional, la vía de hecho, el defecto factico y otros más.
Tal y como se ha podido analizar en la parte inicial del presente trabajo, la vía de
hecho constituye para la Corte Constitucional una conducta caprichosa o una acción
voluntaria o temeraria del funcionario investido de la facultad jurisdiccional, el cual conlleva
o deviene en la vulneración de derechos fundamentales. La Sala Plena (Corte
Constitucional, Sentencia, C-037, 1996) refiere que el error jurisdiccional o error judicial,
es una consecuencia o se subsume a la figura de la vía de hecho52.
El defecto fáctico ha sido definido por la jurisprudencia constitucional como aquel que
surge o se presenta por omisión en el decreto y la práctica de las pruebas; la no valoración del
acervo probatorio y el desconocimiento de las reglas de la sana crítica; por último, la Corte
también lo ha llegado a derivar de problemas intrínsecos relacionados con los soportes
probatorios (núm. 3.2).
52
En este mismo sentido, K. Rodríguez (2016) opina que con relación a la vía de hecho:
(…) la Corte dotó la definición de error jurisdiccional de unos rasgos realmente subjetivos, al mencionar que
debe provenir de una actuación caprichosa del juzgador, lo cual lleva a concluir que la conducta caprichosa del
funcionario judicial es requisito necesario para la configuración de este título de imputación (p. 61).
130
Valga decir que el defecto factico, corresponde a una expresión propia del error de
hecho, como una anomalía del proceso consistente en la negación o no practica de pruebas
como fundamento factico de los hechos y realidad palpable del proceso. Este mismo ha sido
denominado omisión de decreto por el Consejo de Estado mediante sentencia (Consejo de
Estado, Sentencia Rad. 30300, 2014), como una de las modalidades del error de hecho.
Cuadro 10
Causal Descripción
131
al caso, necesarias para su interpretación sistemática; algo
similar interpreta la Corte cuando habla de la norma
pertinente que es inobservada e inaplicada; finalmente, la
jurisprudencia incluye dentro de este tipo de defecto a la
norma que es aplicada por el juez pero que no se adecúa a la
situación fáctica a la cual se aplicó, porque a ésta, por
ejemplo, se le reconocen efectos distintos a los expresamente
señalados por el legislador.
132
presenta generalmente cuando el juez aprecia pruebas
esenciales y determinantes para la definición del caso, que no
ha debido admitir ni valorar porque, por ejemplo, fueron
indebidamente recaudados (artículo 29 C. P.) o cuando da por
establecidas circunstancias sin que exista material probatorio
que respalde su decisión.
Defecto factico por los siguientes eventos: (i) cuando el funcionario judicial, en
indebida valoración contra de la evidencia probatoria, decide separarse por
probatoria. completo de los hechos debidamente probados y resolver a su
arbitrio el asunto jurídico debatido; (ii) cuando a pesar de
existir pruebas ilícitas no se abstiene de excluirlas y con base
en ellas fundamenta la decisión respectiva; (iii) en la hipótesis
133
de incongruencia entre lo probado y lo resuelto, esto es,
cuando se adoptan decisiones en contravía de la evidencia
probatoria y sin un apoyo fáctico claro; (iv) cuando el
funcionario judicial valora pruebas manifiestamente
inconducentes respecto de los hechos y pretensiones
debatidos en un proceso ordinario, no por tratarse en estricto
sentido de pruebas viciadas de nulidad sino porque se trata de
elementos probatorios que no guardaban relación con el
asunto debatido en el proceso; y (v) cuando el juez de
conocimiento da por probados hechos que no cuentan con
soporte probatorio dentro del proceso.
Con relación al cuadro anterior, se deben realizar las siguientes precisiones. En primer
lugar, en cuanto al defecto sustantivo o material, la Corte Constitucional (Sentencia, T-202,
2017) ha sido enfática en señalar que la Acción de Tutela contra providencias judiciales
también procede bajo esta causal cuando las mismas se aparten de manera injustificada, y
sin la carga argumentativa requerida del precedente judicial o constitucional (Sentencia, T-
121, 2017) aplicable al caso concreto. De igual modo, cuando estando la sentencia conforme
al ordenamiento, ésta carezca de la motivación necesaria o de los fundamentos propios de la
decisión.
134
equiparable dentro de las modalidades de error de derecho desarrollado en la jurisprudencia
del Consejo de Estado.
Por otro lado, en la dimensión negativa como indica la Corte, corresponde a una
omisión en la valoración de las pruebas determinantes, según el cual se configura cuando el
juez niega o valora una prueba de manera irracional, arbitraria y/o caprichosa. Este defecto
es equiparable a la omisión de consideración que también ha desarrollado el Consejo de
Estado (Sentencia, Rad. 30330, 2014) como modalidad del error de hecho. Precisamente, en
esta sentencia, se hace referencia a los tres (3) elementos que entrañan el defecto factico: el
hecho, la prueba y la valoración.
De regreso al Cuadro 10, la Corte hace referencia, dentro de este tipo de error, a dos
modalidades relevantes para los efectos de la presente investigación. El defecto factico por
valoración defectuosa del material probatorio y la indebida valoración probatoria, dos
especies del defecto factico. La primera está relacionada con una actitud del juez consistente
en separarse por completo de los hechos debidamente probados o abstenerse de excluir las
pruebas ilícitas, situación que se configura en cualquiera de los dos casos con la decisión
judicial al fundamentar su decisión sobre la base de estas dos proposiciones hipotéticas. No
obstante, la segunda parece describir y contener los mismos elementos que la anterior, con la
novedad de que esta última también se configura con la valoración de pruebas
manifiestamente inconducentes frente al sentido de los hechos y pretensiones discutidos en
el proceso, de tal manera que no está sujeto a las pruebas que adolezcan de algún vicio de
135
nulidad y cuando el juez resuelve la decisión desde una postura argumentativa abiertamente
incongruente con los hechos probados dentro del proceso.
Cuadro 11
Corte
Concepto de error judicial y Sentencia C-543 01/10/1992
Constitucional
acción de tutela contra
136
sentencias judiciales
137
No cualquier error judicial Corte
Sentencia T-540 03/07/2003
constituye una vía de hecho. Constitucional
Procedencia de la acción de
tutela contra sentencias Corte
Sentencia T-178 08/03/2012
judiciales Constitucional
138
corregido a costa de afectar Constitucional
derecho de defensa y el
derecho de contradicción de
los sujetos procesales
Procedencia de la Acción de
Tutela contra providencias
judiciales que en un error o
Corte
defectos sustantivo se Sentencia T-121 27 02/2017
Constitucional
aparten del precedente
constitucional.
139
Nota: fuente de elaboración propia y extractos de diversas secciones del sitio web de
Legismovil.
2.9.4. Resumen temático del precedente del Consejo de Estado sobre fallos
condenatorios por error judicial.
En este se podrán apreciar los datos exactos de la ubicación del proceso, la fecha de la
providencia, el Consejero Ponente (que proyectó el fallo) y una breve descripción sobre el
tipo de error y el origen del mismo que fue estudiado en la respectiva sentencia, tal y como
se observa a continuación:
140
Cuadro 12
70001-23-31-
Error judicial – no aplicación de
000-1997- Enrique Gil
1 13/08/08 subrogado penal y modificación de la
06331- Botero
pena de apelante único
01(17412)
25000-23-26- Error jurisdiccional de las altas cortes /
000-1999- Danilo Rojas Sala Laboral de La Corte Suprema de
2 26/07/12
02010- Betancourth Justicia - indebida apreciación de una
01(22581) prueba documental.
Acción de reparación directa - error
17001-23-31-
Ramiro de judicial por inobservancia e inaplicación
000-2003-
3 29/08/13 Jesús Pazos del principio de favorabilidad en proceso
00217-
Guerrero penal donde hubo colaboración eficaz del
01(33824)
procesado
25000-23-26-
Olga Melida Error judicial - de la Fiscalía General de la
000-2002-
4 26/09/13 Valle de De La nación por la ilegal retención de
00447-
Hoz camioneta.
01(28164).
Error judicial - en acción de nulidad y
25000-23-26-
Stella Conto restablecimiento del derecho de carácter
000-1999-
5 16/10/13 Díaz Del laboral / descuentos de sumas percibidas
00308-
Castillo en otras entidades públicas a empleada de
01(27287)
carrera.
25000-23-26- Error judicial - proceso ejecutivo / niega
000-2003- mandamiento de pago por liquidación de
Mauricio
6 00077- 29/01/14 salarios y prestaciones sociales dejadas de
Fajardo Gómez
01(27258) percibir por funcionario declarado
insubsistente.
25000-23-26- Superintendencia de sociedades -
Stella Conto
000-1999- posibilidad de incurrir en responsabilidad
7 20/02/14 Díaz Del
01526- por error jurisdiccional o defectuoso
Castillo
01(27477) funcionamiento de la administración de
141
justicia / proceso concursal / demora en
entrega de título judicial.
13001-23-31-
Error judicial - indebida valoración no
000-1997- Enrique Gil
8 26/04/14 permitió el pago de indemnización
12710- Botero
moratoria en materia laboral.
01(30300)
50001-23-31- Error jurisdiccional / medida de
Mauricio
9 000-1999-00167- 12/05/14 aseguramiento de detención preventiva sin
Fajardo Gómez
01(23783) fundamento probatorio.
25000-23-26- Error jurisdiccional en proceso penal /
Hernán
000-2003- falla del servicio / omisión en
10 14/05/14 Andrade
02610- identificación o individualización de
Rincón
01(36748) investigado o sindicado.
25000-23-26-
Stella Conto Error judicial – en proceso de restitución
000-1998-
11 29/08/14 Díaz Del de inmueble arrendado / lanzamiento por
15937-
Castillo ocupación de hecho ordenado ilegalmente
01(29888)
Error jurisdiccional / retención de
25000-23-26- Olga Melida
vehículo de servicio público / defectuoso
000-2002- Valle de De La
12 10/09/14 funcionamiento de la administración de
01758- Hoz
justicia - al omitir cancelar orden de
01(29483)
retención de automóvil
66001-23-31-
Hernán Error jurisdiccional en investigación penal
000-2002-
13 10/09/14 Andrade / omisión de cancelación de ordenes de
00886-
Rincón captura.
01(29027)
Error jurisdiccional Alta Corte / proceso
25000-23-26-
Stella Conto electoral – anulación parcial de acto
000-1999-
14 09/10/14 Díaz Del administrativo que declaró elegido a
01329-
Castillo gobernador del departamento de
01(28641)
Casanare.
41001-23-31-
Jaime Orlando
000-1999- Error jurisdiccional / fuero sindical a
15 20/10/14 Santofimio
00321- trabajadores aforados – levantamiento.
Gamboa
01(30751)
25000-23-26-
Hernán Error jurisdiccional en proceso penal /
000-2007-
16 15/05/15 Andrade error en individualización e
00427-
Rincón identificación de responsable de delito.
01(39099)
17 25000-23-26- 28/05/15 Danilo Rojas Error judicial de altas cortes / inadmisión
142
000-2002- Betancourth de recurso de casación corte suprema de
02226- justicia derivado de inaplicación del
01(26693) artículo 372.2 del C.P.C. / Excepción de
inconstitucionalidad
76001-23-31- Error jurisdiccional al imponer medida
Carlos Alberto
000-2006- restrictiva al derecho de libertad de
18 16/07/15 Zambrano
00871- expresión en acción de tutela – suspensión
Barrera
01(36634) de comercialización de libro
25000-23-26-
Hernán Error jurisdiccional - disposiciones legales
000-2005-
20 13/04/16 Andrade y jurisprudenciales en reliquidación de
02325-
Rincón pensión de ex congresista.
01(35539)
25000-23-26-
Jaime Orlando Error judicial en proceso ejecutivo
000-2004-
21 16/05/16 Santofimio hipotecario / terminación de proceso /
00410-
Gamboa nulidad procesal.
02(34818)
Error jurisdiccional en investigación penal
68001-12-33-31-
por muerte de Luis Carlos Galán /
000-1999- Marta Nubia
22 30/06/16 homónimo / identificación e
00920- Velásquez Rico
individualización de capturado con fines
01(39808)
de indagatoria.
Responsabilidad patrimonial del estado
13001-23-31-
Stella Conto por error jurisdiccional - se concretó en
000-1999-
23 01/08/16 Díaz Del excluir de la lista de auxiliares de la
10241-
Castillo justicia con fundamento en condena penal
01(36351)
inexistente.
25000-23-26-
Hernán Error jurisdiccional - providencias que
000-1999-
24 01/08/16 Andrade sancionan a abogado con la exclusión
02842-
Rincón definitiva del ejercicio de su profesión.
01(36083)
05001-23-31-
000-2009- Marta Nubia Privación injusta de la libertad - falla del
25 08/09/16
00312- Velásquez Rico servicio / homónimo.
01(43568)
143
85001-23-31-
Privación injusta de la libertad - error
000-2008-
Marta Nubia jurisdiccional en la identificación e
26 00014-02 14/09/16
Velásquez Rico individualización de la procesada /
(43866)
homónimo.
Nota: fuente de elaboración propia basado en información suministrada por la relatoría del
Consejo de Estado.
Tal y como se observa dentro de la muestra compuesta por treinta y un (31) fallos
condenatorios relacionados en el Cuadro 12, los tipos de error judicial que pululan dentro
del ordenamiento jurídico y sobre los cuales se han establecido condenas por
responsabilidad extracontractual en contra el Estado colombiano, varían de categoría,
situación y naturaleza, siendo recurrentes aquellos relacionados con: la confusión del interno
por homonimia o por falta de individualización; la expedición de medidas preventivas de
captura sin fundamento probatorio; la indebida valoración probatoria; la morosidad por
144
omisión en la entrega de bienes o títulos judiciales; el no pago de prestaciones periódicas de
carácter laboral o la negación de indemnizaciones de esa clase, entre otras.
En síntesis, se pueden advertir una serie de errores judiciales que, en algunos casos,
parecen insólitos y en otros, se presentan como tendencias recurrentes, que sobreviven casi
inmanentes al paso del tiempo, y que desde luego sugieren la necesidad de implementar
medidas o reformas efectivas en las políticas institucionales de los órganos judiciales
encargados de administrar justicia en Colombia.
53
Particularmente en los casos de error de hecho por indebida interpretación de la prueba, o de derecho donde
se han llevado los juicios de legalidad de las providencias judiciales (Gil, 2013) bajo presupuestos teóricos tan
opuestos como el principio de indeterminación del derecho, la discrecionalidad judicial y la teoría de la
respuesta correcta, en el seno del debate de Hart Herbert y Ronal Dworkin (Cristina, 1997).
54
Tal y como se observa en los siguientes casos (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 27866, 2013) y (Consejo
de Estado, Sentencia, Rad. 30548, 2015), en cuyos procesos se abordaron demandas similares de error judicial
contra órdenes de desembargo de remanentes constituidos sobre bienes inmuebles. Ambos casos, relacionados
con medidas cautelares decretadas dentro de procesos civiles ejecutivos. Mientras el primero, el Consejo de
145
En conclusión se puede advertir que los casos recurrentes de error judicial en los que
incurren los jueces a partir de las sentencias revisadas no pueden ser tomadas como
tipologías o modalidades de error judicial, pues todas estas son manifestaciones concretas o
situaciones que se subsumen dentro de la clasificación general del Cuadro 5 y las
modalidades de error judicial que han sido reconocidas y esquematizadas por sentencias
hito dominantes, con carácter de consolidadoras y reconceptualizadoras 55 de línea del
Consejo de Estado, entre las que se pueden destacar la sentencias de la Sala Contenciosa de
2014 y 2017 (Sentencia, Consejo de Estado, Rad. 30300, 2014), (Sentencia, Consejo de
Estado, Rad. 39938, 2017).
Estado reconoció el daño antijurídico por error judicial, concretado en un fallo condenatorio contra el Estado,
en el segundo, el fallo fue absolutorio a favor del Estado.
55
Véase más en López (2009, pp. 162-164) quien define a las sentencias hito como aquellas que están dotadas
de un peso estructural fundamental dentro de una línea jurisprudencial, siendo las sentencias dominantes
aquellas que contienen criterios vigentes y dominantes por medio de las cuales la alta corporación judicial (en
este caso, el Consejo de Estado) estaría dotada de elementos de juicios legítimos y determinantes para fallar las
controversias que les suscitan, estas pueden ser a su vez consolidadoras, modificadoras y reconceptualizadoras
de línea; entre tanto, las sentencias consolidadoras son aquellas en las que la alta corporación aborda una sub-
regla de derecho de carácter vinculante o constitucional, a través de la cual desarrolla o amplia una
problemática compleja anteriormente tratada por una sentencia fundadora de línea. Finalmente, la sentencia
reconceptualizadora es aquella donde la alta corporación judicial revisa de forma conjunta una línea
jurisprudencial sobre determinado concepto y la confirma, añadiendo una teoría o una exposición detallada que
permite comprender mejor el alcance del concepto o precepto legal abordado.
146
3. Enfoque lógico-discursivo. La configuración del error judicial en la valoración de la
prueba documental
147
3.1. La prueba documental y sus características
Para empezar, se puede decir que casi cualquier cosa material o inmaterial que exista
diferente del hombre en el mundo, así como los actos, los hechos y todo aquello que pueda
dejar un registro en la existencia o en la memoria de las cosas y las personas, es susceptible
de prueba. Incluso los pensamientos, las intenciones, las emociones y todas aquellas
manifestaciones de la voluntad humana que puedan ser percibidas directamente a través de
los sentidos de las personas o por medio de instrumentos tecnológicos donde se puedan
registrar. Siendo útiles y conducentes (en un sentido pragmático) solo aquellas respecto de
las cuales sea necesario demostrar un hecho para determinados fines.
Por su parte, Stein (1999) sostiene que la prueba en sí, es aquella que hay que
practicarse al interior del proceso, cuyo carácter principal es la de ser histórica (más que
lógica o dialéctica), la cual tiene como propósito despertar percepciones sensoriales en el
56
En el marco del principio de contradicción que consiste precisamente en la posibilidad de que el interesado,
acusado o demandado cuente con la oportunidad de controvertir las pruebas aportadas o practicadas dentro de
la actuación procesal, antes de que se dicte una decisión de fondo o durante la etapa procesal correspondiente.
En tal sentido se encuentra el artículo 40 del CPACA y los artículos 164 y s.s. del Código General del proceso.
148
receptor de la misma (el juez) para lograr una representación aproximada de lo que se trata
probar.
Ahora bien, parafraseando a De Santo (1991) citado por Azula (2015) el documento es
un instrumento mediante el cual se enseña o justifica algo, asimismo, desde el punto de vista
jurídico, es aquel que corresponde a toda forma en la que el hombre puede expresar sus
pensamientos e ideas mediante el uso de la palabra escrita o impresa, y al mismo tiempo, a
todo aquello que conste en una cosa u objeto, un libro, una carta, un certificado, una
fotografía, una cinta o un registro fílmico. En otras palabras, Azula (2015) precisa que el
documento: “(…) es todo objeto producto directo o indirecto, de la voluntad humana y que
contiene una declaración o representación de un hecho.” (p. 218). Asimismo, señala que el
documento tiene las características de ser histórico, indirecto, real o material, y pre-
constituido. Este último, “(…) por cuanto el documento surge con antelación al proceso en
el cual se hace valer” (p. 219).
Cabrera (1988) afirma que el documento equivale a una constancia material del
pensamiento humano, y dice que este desempeña una doble función de carácter probatorio y
procesal y otra de carácter extraprocesal (Parra, 2011); y sostiene que este puede ser
declarativo o representativo. “Se trata de un medio de prueba real, o sea, que un objeto
físico sirve como instrumento para convencer al juez de la existencia o inexistencia de
ciertos actos procesales. Es también objetivo, histórico, representativo o declarativo (p.
217).
El documento también es visto por algunos autores como: un medio probatorio idóneo
y certero de lo que atañe a las distintas relaciones jurídicas (López, 2008, p. 325);
asimismo, es reconocido como una prueba: “susceptible de ser percibida por la vista o el
oído, o por ambos, sirve por si misma(o) para ilustrar o comprobar por vía de la
representación, la existencia de un hecho cualquiera o la exteriorización de un acto
humano” de acuerdo con Cardoso (1985) citado por Parra (2011, p. 495).
149
A propósito, Carnellutti (2007) también hace referencia a la prueba documental como
aquella cosa que narra y que tiene la vocación de garantizar la fidelidad de un hecho que a
veces por los límites de la memoria humana requieren de una representación directa. De
igual manera define a la prueba como un conjunto de: “hechos presentes sobre los cuales se
construye la probabilidad de la existencia o la inexistencia de un hecho pasado” (p. 56).
57
A esta clasificación habría que agregarle los documentos públicos en medio electrónico, consagrados en el
artículo 55 de la Ley (1437, 2011) los cuales le reconoce plena validez y fuerza probatoria de acuerdo a las
disposiciones del Código de Procedimiento Civil, actual Código General del Proceso. Y por qué no, de la (Ley
527 de 1999) “Por medio de la cual se define y reglamenta el acceso y uso de los mensajes de datos, del
comercio electrónico y de las firmas digitales, y se establecen las entidades de certificación y se dictan otras
disposiciones”.
Finalmente, en este mismo precepto se establece que los archivos electrónicos se presumen auténticos para
todos los efectos legales.
150
representación de algún sujeto, objeto, hecho, condición, sentimiento, etc. Tal y como
plantean Cabrera (1988, p. 219) y Azula (2015, p. 220).
Por su parte, el artículo 243 del CGP (Congreso de la Republica, Ley 1562, 2014)
presenta una rigurosa clasificación de documentos, de la siguiente forma:
Son documentos los escritos, impresos, planos, dibujos, cuadros, mensajes de datos,
fotografías, cintas cinematográficas, discos, grabaciones magnetofónicas, videograbaciones,
radiografías, talones, contraseñas, cupones, etiquetas, sellos y, en general, todo objeto mueble
que tenga carácter representativo o declarativo, y las inscripciones en lápidas, monumentos,
edificios o similares.
151
un seminario sobre literatura; mientras que una fotografía de la escena del crimen o un
manuscrito anónimo de amenaza de muerte será más provechosa como prueba dentro de una
investigación judicial.
En cuanto al carácter objetivo del documento, se puede decir que este dependerá del
intérprete, del creador y de la naturaleza del mismo, así como de los elementos impersonales
que a éste se le puedan aducir. Pues en teoría resulta casi inescindible el sello del creador y
las circunstancias que originan el documento del contenido del mismo, de tal manera que,
aunque no siempre sean tendenciosos en su contenido, del mismo se pueden desprender
diversas interpretaciones de acuerdo a la intensión o fundamento teórico de su autor. Tal es
el caso de los informes producidos por una empresa de seguridad privada, o el balance de
ejecución presupuestal de la administración de un edificio, pues no cabe duda que en ambos
casos los creadores de dichos documentos van a pretender defender sus intereses de forma
cuidadosa con fundamentos normativos o ventajosos a su favor, dejando entrever siempre la
mejor gestión adelantada y/o la aplicación de una debida diligencia en su gestión.
En este punto es importante hacer referencia al artículo 244 del CGP, que a su tenor
establece que: “Es auténtico un documento cuando existe certeza sobre la persona que lo ha
elaborado, manuscrito, firmado, o cuando exista certeza respecto de la persona a quien se
atribuya el documento”. Asimismo, agrega que los documentos públicos o privados que
provengan de las partes (dentro del proceso) tanto los instrumentales como los no
instrumentales, los declarativos, los representativos y los actos procesales que se
materializan por escrito, dentro las diferentes etapas del proceso, se presumirán auténticos
mientras no hayan sido tachados de falsos o desconocidos en la oportunidad debida.
Este precepto también hace alusión a los títulos ejecutivos y a los mensajes de datos
como documentos con presunción de autenticidad, siendo enfático en que estas
152
disposiciones tienen vigencia en todos los procesos y jurisdicciones nacionales. Valga decir
que esta presunción solo aplica en el mundo del proceso, tal y como lo advierte Parra
(2011).
Ahora bien, existe una discusión en torno a la validez de los documentos aportados en
copias para hacerlos valer como pruebas, pues es claro que los mismos en principio no
tienen la misma calidad y pulcritud que el original. Sin embargo, el propia Sección Tercera
(Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 25022, 2013) ha admitido lo siguiente:
(…) admisible que se denieguen las pretensiones de una demanda o sus excepciones
alegando como único argumento que las pruebas que pretenden demostrar los hechos fueron
allegadas en copia simple. Lo anterior, exige al juez contencioso administrativo que asuma
una actitud en pro del derecho sustancial y desapegada sic del rigor procesal.
En perspectiva, el artículo 246 del CGP es expreso en señalar que el valor probatorio
de las copias simples es equiparable al documento original tal y como se consagra en el
153
primer inciso del mencionado artículo: “Las copias tendrán el mismo valor probatorio del
original, salvo cuando por disposición legal sea necesaria la presentación del original o de
una determinada copia”. Al menos en lo que respecta a los documentos privados.
De manera que para todos los efectos, en el curso de un proceso judicial (jurisdicción
ordinaria), la parte contra quien se dirija una prueba documental basada en una copia simple,
estará en la posibilidad estratégica de oponerse mediante el uso de algunas figuras
procesales tales como: la tacha de falsedad o el desconocimiento del documento tal y como
se menciona en los artículos 269 y ss., y 272 y ss., del CGP si lo que pretende es
precisamente contrarrestar o disminuir el valor probatorio que la ley le está reconociendo a
estos documentos allegados en copias (figuras que deberán estar suficientemente
fundamentadas para asegurar el éxito de su procedencia).
154
3.1.3. La confesión escrita, la declaración documental y otros documentos con
vocación probatoria
De acuerdo con el artículo 185 del CGP, quien pretenda hacer valer la autenticidad de
un documento privado, deberá presentarlo ante una autoridad competente, y en su defecto
podrá solicitar la comparecencia del autor, mandante o representante legal que lo suscribió
para que rinda una declaración sobre el alcance y contenido del documento bajo la gravedad
de juramento. Pinzón-Muñoz (2015) agrega que esta solicitud se puede realizar de forma
previa a la Litis con el propósito de constituir una prueba anticipada.
155
es relevante como medio probatorio en la medida en que surta efectos jurídicos y sea
valorada con las reglas generales de CGP.
Ahora bien, existe una variedad casi ilimitada de documentos escritos privados con
vocación probatoria cuya eficacia y aptitud legal puede variar de acuerdo a múltiples
condiciones de forma, contenido y naturaleza para los que hayan sido creados, como es el
caso de los informes de investigación, los estudios científicos, los resultados de análisis de
laboratorio, los dictámenes médicos, las contestaciones de los derechos de petición, las
propias demandas, los conceptos, las actas de descargos, las constancias, los certificados, las
actas de conciliación, los manuscritos, las cartas, las comunicaciones escritas internas etc.,
igualmente pueden ser valorados de acuerdo a su destinatario, su remitente, la forma en que
son elaborados, regulados o la tarifa legal que tienen de acuerdo al régimen jurídico al que
pertenezcan58, para ser reconocido su alcance y valor probatorio.
En este último caso, se puede hablar también de los títulos valores que de acuerdo al
artículo 422 del CGP son aquellos documentos que contienen una obligación clara expresa y
actualmente exigible, que proviene de un deudor determinado, y que de acuerdo a la ley
contienen un derecho autónomo incorporado el cual se presume detenta el acreedor o
58
Véase más en el artículo 24 (Congreso de la Republica, Ley 712 de 2001) por medio del cual se modificó el
artículo 54A del Código Procesal del Trabajo, al señalar el valor probatorio de algunos documentos
suministrados en copias. En tal sentido precisó que: “Se reputarán auténticas las reproducciones simples de los
siguientes documentos:
1. Los periódicos oficiales.
2. Las resoluciones y certificaciones emanadas del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social.
3. Las convenciones colectivas de trabajo, laudos arbitrales, pactos colectivos, reglamentos de trabajo y
estatutos sindicales.
4. Las certificaciones que expida el DANE y el Banco de la República sobre indicadores de su competencia.
5. Las certificaciones que emanen del registro mercantil.
Las reproducciones simples de las constancias y certificaciones que hagan parte o deban anexarse a cualquiera
de los documentos previstos en los numerales 2º, 3º, 4º y 5º también se reputarán auténticas.
Parágrafo-En todos los procesos, salvo cuando se pretenda hacer valer como título ejecutivo, los documentos o
sus reproducciones simples presentados por las partes con fines probatorios se reputarán auténticos, sin
necesidad de autenticación ni presentación personal, todo ello sin perjuicio de lo dispuesto en relación con los
documentos emanados de terceros."
156
tenedor del mismo, según corresponda. Estos documentos son especiales y algunos como la
factura de venta requieren del cumplimiento de unos requisitos específicos de forma y
contenido para revestirse del atributo de mérito ejecutivo (Congreso de la Republica, Ley
1231, 2008).
Estos documentos tienen plenamente establecida una tarifa legal que no permite que el
juez los valore a su arbitrio o bajo un sistema de libre valoración probatoria, de manera que
son documentos con una incontrovertida capacidad probatoria que permiten al acreedor
legítimo exigir el cumplimiento de las obligaciones insatisfechas en él contenidas, mediante
su acreditación oportuna y regular dentro de un proceso judicial (civil, laboral,
administrativo). Entre los títulos más comunes se encuentran la letra, el pagaré, el cheque, la
factura de venta, las actas de conciliación judicial y extrajudicial, los fallos condenatorios
con obligaciones dinerarias, los contratos comerciales, entre otros.
157
hacerse valer en el nuevo proceso sin necesidad de ser sometido a otra contradicción de
parte de la persona contra quien se dirige la prueba documental.
Cuadro 13
1.1. Averiguación o
1. Producción 1.2. Aseguramiento
investigación
Tal y como se observa en el Cuadro (13), la primera de las fases del procedimiento en
mención corresponde a la producción de la prueba, que parafraseando a Azula (2015) se
encuentra relacionada con un conjunto de actuaciones que desarrollan los sujetos procesales
y terceros en el proceso judicial (testigos y peritos), dentro de la cual se incluyen las etapas
158
de averiguación o investigación, la proposición, la ordenación, la práctica probatoria, la
asunción, y la valoración.
Por su parte, Cabrera (1988) refiere a la averiguación o investigación como una fase
donde se indaga acerca de los medios que conviene allegar o que resultan conducentes para
acceder a un conocimiento más aproximado de los hechos; esta etapa también hace
referencia a las labores de investigación e indagación que adelantan las autoridades
competentes (policía judicial) para determinar (como en el caso penal) la ocurrencia de un
hecho punible. En cuanto al aseguramiento, se trata de una fase donde por razones de
preservación y necesidad se aplican procedimientos especiales para salvaguardar las
evidencias o elementos probatorios que sean susceptibles de verse alterados o manipulados,
tal es el caso de la cadena de custodia 59. Frente a la proposición, se puede considerar como
el uso de la facultad que disponen las partes para solicitar la producción de uno o varios
medios probatorios (Azula, 2015). Respecto de la ordenación 60 y práctica son dos actos que
están precedidos de un control de legalidad que realiza el juez sobre la prueba solicitada para
proceder a su decreto u ordenación, considerando que además cumpla los denominados
requisitos objetivos de conducencia, pertinencia y utilidad, pues de lo contrario podrá ser
rechazada; por el contrario, si el juez reconoce su relevancia jurídica para el caso, procede a
ordenar su práctica que en palabras de Cabrera (1988):“(…) significa el procedimiento para
59
De acuerdo con el artículo 254 (Congreso de la Republica, Ley 904, 2004) Con el fin de demostrar la
autenticidad de los elementos materiales probatorios y evidencia física, la cadena de custodia se aplicará
teniendo en cuenta los siguientes factores: identidad, estado original, condiciones de recolección, preservación,
embalaje y envío; lugares y fechas de permanencia y los cambios que cada custodio haya realizado. Igualmente
se registrará el nombre y la identificación de todas las personas que hayan estado en contacto con esos
elementos.
60
Ferrer (2007) hace referencia a que en el proceso se debe conformar un conjunto máximo de pruebas
relevantes que permitan disminuir las probabilidades de un error judicial tal y como lo describe Laudan (2006)
citado por Ferrer (2007). En tal caso sostiene que existe un principio epistemológico que dice que: “(…)
cuanta más información relevante está a disposición de quien debe decidir, mayor probabilidad de acierto en
la decisión” (p. 68).
159
llevar a cabo el medio probatorio (oír al testigo, observar las cosas en la inspección)” (p.
193).
160
De manera que la valoración de la prueba es, sin duda, un paso decisivo dentro del
proceso judicial para determinar la veracidad de los hechos presentados, cuestionados
controvertidos o investigados por las partes 61 y/o la autoridad competente. Siendo una
prioridad casi exclusiva la búsqueda de la verdad, junto con la celeridad en la toma de
decisiones; la resolución sobre el fondo de la Litis; la protección de los derechos
fundamentales y de los secretos del Estado, entre otros (Ferrer, 2007).
En tal sentido, la Sala Plena (Corte Constitucional, Sentencia, C-202, 2005) hace
referencia a tres (3) sistemas de convicción probatoria, entre los cuales destaca los
siguientes: íntima convicción o de conciencia o de libre convicción; tarifa legal o prueba
tasada y el sistema de la sana crítica o persuasión racional, los cuales se explican a
continuación:
61
Pinzón-Muñoz (2015) asegura que la doctrina autorizada a denominado como “riesgo de no persuasión” a la
incertidumbre que generan las partes dentro del proceso que desconocen su obligación de probar el supuesto de
hecho o el efecto jurídico que las normas persiguen, de manera que esta regla supone que el juez está facultado
para resolver de forma desfavorable o adversa a las pretensiones de la parte que no logra probar los hechos que
manifiesta.
161
ii) El sistema de la tarifa legal o prueba tasada, en el cual la ley establece
específicamente el valor de las pruebas y el juzgador simplemente aplica lo dispuesto en ella,
en ejercicio de una función que puede considerarse mecánica, de suerte que aquel casi no
necesita razonar para ese efecto porque el legislador ya lo ha hecho por él.
162
decisión sobre el peso de la prueba se ajuste a un estándar razonable, pues tampoco requiere
de una motivación posterior en la fundamentación del fallo.
Con ello se puede decir que el grado de razonabilidad requerido, solo se puede
alcanzar bajo el sistema de la sana crítica, la cual se encuentra establecida como un sistema
que le permite al juez aplicar parámetros hipotéticos razonables con fundamentos lógicos,
científicos o provenientes de la experiencia de acuerdo a Stein (1999).
En esta primera fase, la valoración de la prueba documental debe pasar por un examen
probabilístico racional. Es decir que una vez que se haya podido establecer la relevancia de
la prueba documental para el proceso, el juez se debe enfrentar a la posibilidad de tener que
corroborar una o varias de las hipótesis fácticas discutidas. Esto lo hace a través de un
procedimiento lógico-inductivo.
62
Peña (2008) citado por Llinás (2011) afirma que: “La inducción se relaciona con las razones para aceptar una
hipótesis, para afirmar que es verdadera, en tanto la aplicación del criterio de verificación empírica permite
establecer la verdad de estos enunciados, recurriendo a razonamientos inductivos efectuados con base en otros
enunciados empíricos, en el marco de pautas institucionales de orden procesal” (p. 18).
63
De acuerdo con Rodríguez-Santos (2017, p. 7) “la lógica formal es una ciencia que estudia los principios de
la demostración y la inferencia válida” siendo principios de la lógica formal: el principio de identidad, el
principio de contradicción, el principio de razón suficiente y el principio de causalidad.
163
jurídico. Aunque lo anterior no supone que el juez en esta fase (y dentro de sus facultades
intelectuales) no pueda utilizar otros métodos de valoración que le permitan también
alcanzar algún grado de certeza. No obstante, el procedimiento inductivo-reconstructivo es
sin duda un método que permite la corroboración fáctica y la corrección lógica de cada
medio probatorio documental, de cara a reconstruir la verdad 64 de los hechos debatidos.
Ahora bien, dentro de esta primera fase lógica, concurren dos (2) etapas claves en la
valoración de la prueba documental de acuerdo con Abel (2014). En una primera etapa que
ocurre al momento de entrar en contacto con el medio probatorio documental, lo primero
que debe hacer el juez es verificar la autenticidad65 del documento, y con posterioridad
entrar a determinar la capacidad o eficacia probatoria del mismo. Esta primera etapa se
caracteriza porque el juez indaga sobre la autoría o el origen de la elaboración del
documento. No obstante, tanto en el documento público como en el privado predomina una
presunción de legalidad, pero su autenticidad suele ser más cuestionada en el documento
privado por la parte contra quien se dirige su reconocimiento. Una vez determinado su
fuente, se procede en una segunda etapa a establecer su eficacia probatoria, la cual implica el
reconocimiento de su capacidad para demostrar la existencia de un determinado enunciado
factico presentado por cualquiera de las partes al interior del proceso. No obstante, que
puede variar de acuerdo a las circunstancias del caso. Y serle atribuido un mayor grado de
eficacia a determinada prueba documental con respecto de otra. Todo esto sin perjuicio de la
valoración conjunta cuando se allegan varias pruebas documentales que permiten inferir
proposiciones fácticas tal y como lo establece el artículo 176 del CGP.
64
De acuerdo con Rodríguez-Santos (2017): “Es contrario a la lógica formal: la contradicción, la incoherencia,
la subjetividad, la vaguedad y ambigüedad del pensamiento, lo erróneo, lo falso, lo inconsecuente y todo
aquello que pone en duda la razón humana. Constituye conforme a la lógica formal: la probabilidad, lo
verosímil o la certeza” (p. 19).
65
Esta verificación se logra a través del procedimiento de la observación de rastros y vestigios, y la
observación comparada, la cual se puede realizar con otros documentos que obedezcan a la misma categoría,
origen, función, regulación y naturaleza o con el conocimiento profesional del operador jurídico sobre el
contenido del mismo. Ejemplo: la verificación de la autenticidad de una resolución administrativa.
164
Por otra parte, en una segunda fase de la valoración documental que llamaremos
discursiva66, se proyectan los fundamentos lógicos, científicos o provenientes de la
experiencia para estructurar los argumentos que servirán de base en la sustentación del fallo.
Estos argumentos pueden ser equiparados con la teoría consensual de la verdad, que en el
marco de la teoría del discurso práctico propuesto por Habermas (1973) citado por Alexy
(2007), se define en los siguientes términos:
Sólo puedo [...] atribuir un predicado a un objeto si también cualquiera que pudiera
entrar en discusión conmigo atribuyese el mismo predicado al mismo objeto; para distinguir
los enunciados verdaderos de los falsos, me refiero al juicio de los otros y, por cierto, al juicio
de todos aquellos con los que pudiera iniciar una discusión (incluyendo contra-fácticamente a
todos los oponentes que pudiere encontrar si mi vida fuere coextensiva con la historia del
mundo humano). La condición para la verdad de los enunciados es el potencial asentimiento
de todos los demás (p. 111).
66
En la teoría del discurso se habla de una interacción comunicativa, cuya realización no está limitada a que
deba ser desarrollada de forma colectiva con otras personas, también es posible discurrir sobre proposiciones
verdaderas de forma individual o un sentido auto-reflexivo.
67
Véase más en Hessen (2013) sobre la teoría general del conocimiento donde plantea que la verdad es una
correspondencia entre el pensamiento y la realidad (o el objeto) cuando tiene un carácter transigente, o la
concordancia entre el pensamiento consigo mismo, cuando es de carácter inmanente; siendo un criterio de
verdad, la ausencia de contradicción desde un punto de vista lógico.
68
Véase más en Alexy (2007) a través del cual se puede entender el discurso jurídico como el proceso de
hilvanar y desarrollar armónica y coherentemente argumentos, enunciados y proposiciones normativas con los
cuales se puede estructurar el fundamento de cualquier decisión jurídica. A propósito, Alexy (2007) define los
discursos como:
“(…) conjuntos de acciones interconectadas en los que se comprueba la verdad o corrección de las
proposiciones. Los discursos en los que se trata de la corrección de las proposiciones normativas son discursos
prácticos. El discurso jurídico, (…) puede concebirse como un caso especial del discurso practico general que
tiene lugar bajo condiciones limitadoras como la ley, la dogmática y el precedente” (p. 177).
69
Hace referencia a la argumentación normativa (prescriptiva) y/o valorativa del discurso, encaminado a la
justificación de cierto tipo de normas de carácter moral, ética o jurídica en torno a explicar porque y como se
165
validez del hablante, del interlocutor o del intérprete con sus reflexiones o afirmaciones (en
este caso las del juez). Es decir que para que una proposición sea verdadera se requiere que
ésta se encuentre unida y justificada a la pretensión de validez de los actos de habla 70
constatativos71 de acuerdo con Habermas (1970) citado por Alexy, (2007, p. 113). En tal
sentido, la verdad de una aserción72 solo es posible desde una perspectiva pragmática, si la
misma permite una justificación amplia acerca de su validez, y la hace depender de esto
mucho más que de aquello que se puede deducir directamente de su contenido.
Pero Habermas (1970) citado por Alexy, (2007) va mucho más allá y sostiene que el
mero consenso racional, al no ser posible obtener la versión o el acuerdo de todos, se logra a
través de lo que él ha denominado el consenso fundado, frente a lo cual Alexy (2007)
interpreta como aquel que se basa en la fuerza del mejor argumento. Es decir que en el seno
de la teoría del discurso práctico, el mejor argumento sería el que tenga la capacidad de
justificar racionalmente la pretensión de validez del acto del habla que evoca el intérprete,
en este caso el intérprete de la norma jurídica.
Bajo estos presupuestos, podemos trasladar el enfoque de esta teoría al ámbito de las
proposiciones jurídicas73 que se plantean durante el ejercicio de la valoración de la prueba
deben comportar sujetos racionales dentro de un contexto de comunicación determinado. En este caso, dentro
del marco de en una discusión jurídica.
70
Hace relación a la doble acción que se desprende del acto del habla, pues mientras se afirma algo, también se
está haciendo el acto de afirmarlo, simultáneamente. Ejemplo: la expresión: “conozco el fin de este camino”, es
una aserción, y al mismo tiempo dice algo acerca del camino que afirma conocer quien manifiesta el enunciado
(Alexy, 2007).
71
Véase más en Galicia (2011, p.3) que explica que: “(…) el único criterio para que un enunciado fuera
considerado significativo era que se pudieran constatar, o verificar, contrastando enunciados descriptivos
(leyes o hipótesis) con respecto a hechos. Así, los enunciados que importaban eran los que se les podía predicar
verdad o falsedad, lo demás era metafísica11.efinir la teoría del discurso práctico”.
72
Esta equivale a una proposición que tiene la capacidad de dar por cierto algo.
73
Ver más en Habermas (1970) citado por Alexy (2007, 119-121) quien sostiene que, si bien la teoría
consensual consiste en el potencial asentimiento fundado de todos, esta teoría no solo tiene aplicación para
establecer la verdad de una proposición normativa, sino que también aplica para la corrección de una
proposición normativa.
166
documental, a través de la cual se le podría exigir al juez la utilización de una argumentación
dotada de una capacidad discursiva superior, donde el valor de una determinada prueba
documental se encuentre determinada por el uso de proposiciones y aserciones válidamente
justificadas y consensualmente reconocidas por los tribunales dentro del propio precedente
judicial.
Igualmente, existen ciertas reglas técnicas sobre la carga argumentativa que debe
cumplir el operador jurídico durante el procedimiento de valoración de la prueba documental
y la fundamentación del fallo, las cuales resultan aplicables y exigibles para aproximar la
disertación lógica del juez a un grado admisible de razonabilidad. Alexy (2007) las define
como aquellas que permiten ordenar la discusión a efectos de evitar bloqueos en la
argumentación, las cuales, adecuadas a la valoración probatoria documental, tendrían la
siguiente presentación:
167
g) Cuando se introduzca en la valoración una afirmación sobre manifestaciones
personales que no se refieran a los enunciados facticos del proceso o las pruebas
documentales allegadas, el juez debe fundamentar porque introdujo esta
afirmación (aunque esto en la práctica no ocurre a menudo).
En efecto, los enunciados empíricos del proceso no son menos que aquellos que han
sido afirmados y reconocidos por las partes (individual o conjuntamente) dentro del proceso
judicial. Mientras que las proposiciones jurídicas son enunciados o afirmaciones en torno y
dentro de los límites y posibilidades que ofrece el derecho, los cuales le permiten al
operador jurídico proyectar los argumentos que le sirven de fundamento para su decisión
final. En este caso, respecto al peso de la prueba documental.
168
3.4. Errores judiciales en la valoración de la prueba documental
Son diversos los pronunciamientos del Consejo de Estado sobre el error judicial en los
que refieren como causa determinante la indebida valoración de la prueba (y desde luego de
la prueba documental), v. g. las sentencias de la Sección Tercera (Consejo de Estado,
Sentencia, Rad. 15128, 2007) y (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 22322, 2012)
especialmente cuando coinciden en afirmar que: “el error judicial que da lugar a la
reparación es toda disconformidad de la decisión del juez con el marco normativo que
regula el tema de la decisión, incluida la valoración probatoria que corresponda realizar”.
169
el caso referirse a un precedente de la Sala Civil (Corte Suprema de Justicia, Sentencia, SC-
15032, 2017) y (Corte Suprema de Justicia, Sentencia, SC-9721, 2015) relacionados con el
desacierto judicial proveniente de la inadecuada interpretación de la demanda, frente a la
cual han señalado que:
(…) En otras palabras y en orden a que tengan relevancia para los fines señalados, la
falencia de juzgamiento de la que viene haciendo mérito debe tener origen en un yerro
objetivo que surgiendo de una desfiguración evidente y por eso mismo perceptible de manera
intuitiva, vaya contra toda razón en cuanto que, tergiversando el texto de la demanda '...le hace
decir lo que no expresa o le cercena su real contenido' (…) en lo que atañe a la causa pretendí
hecha valer por el actor, el petitum por él formulado o la naturaleza jurídica de la pretensión
concreta entablada (…).
170
Entre tanto, la doctrina especializada ha identificado varios tipos de error judicial que
se pueden originar desde y durante la valoración de la prueba por parte del juez. De acuerdo
con Rodríguez-Santos (2017, p. 58), existen dos (2) sub-tipos de error de derecho y tres (3)
de error de hecho, tal y como se observa en el siguiente cuadro:
Cuadro 14
Tipo Subtipo Descripción
171
Se puede presentar en tres casos:
172
ejercicio regular de la actividad probatoria o la legalidad de la misma de cara a probar las
circunstancias fácticas del caso. En cambio, dentro del ámbito de lo contencioso
administrativo el error de derecho ha recibido un tratamiento diferente, el cual se aproxima
más hacia la legalidad del proceso o sus procedimientos en general, no estando restringida
exclusivamente al mero ejercicio probatorio.
Valga decir que los errores relacionados en el cuadro (14) pueden tener lugar en
proporciones relativas dentro de la valoración de casi todos los medios de prueba 74, pero
para el caso de la valoración de la prueba documental, encajan todos los tipos y subtipos de
error de hecho y de derecho descritos por Rodríguez-Santos (2017).
Precisamente, los errores de derecho por falso juicio de convicción75 y de falso juicio
de regularidad que Rodríguez-Santos (2017) menciona, tienen lugar dentro de la
confrontación meramente normativa que el juez realiza con cada medio probatorio que está
valorando (en este caso del documental), los cuales se descubren en los fundamentos de la
74
Como sería el caso de los medios de prueba del indicio, o el juramento, dentro de los cuales no tendría
sentido analizar los tipos y subtipos de error estudiados.
75
Véase más en Silva (2011, p. 82): “El falso juicio de convicción es una modalidad del error de derecho
propio de un sistema probatorio de tarifa legal que se opone a uno basado en el principio de libertad probatoria.
“La tarifa legal o positivación del valor probatorio consiste en que la eficacia de la prueba la fija la ley”.
173
decisión judicial, y en las consideraciones del caso, siendo el común denominador la
asignación de valores normativos indebidos, desacertados o no reconocidos en la ley.
De otro lado, se debe advertir que con respecto a las categorías que plantea Santofimio
(2016) dentro del ámbito del error de derecho, por la falsa interpretación y la errónea
interpretación del orden positivo (específicamente), subsisten algunas diferencias
importantes, en ellas las que están relacionadas con el elemento intencional o doloso del
operador judicial. Es decir, que para Santofimio (2016) es la voluntad y no el hecho del daño
el que determina la diferencia entre la interpretación normativa falsa y la simplemente errada
o inconsciente (frente el caso de la violación directa del orden positivo por ejemplo).
76
Haciendo énfasis en aquella prueba que es decisiva, determinante o influyente para la decisión de fondo del
fallo.
174
estructure la responsabilidad patrimonial del Estado. Un poco de este argumento también se
puede invocar para la categoría del error de hecho descrita por Rodríguez-Santos (2017).
De otro lado, se debe reconocer que algunos subtipos de error establecidos en el plano
de la lógica formal pueden entrar en conflicto con ciertas disposiciones procesales como
ocurre dentro del denominado error por falso juicio de regularidad, de manera particular
frente a documentos requeridos por la ley y de uso comercial como lo es la factura como
título valor en el marco de un proceso ejecutivo singular. Toda vez que el artículo 430 del
CGP señala que los requisitos de forma de los títulos ejecutivos, y de la factura de venta en
particular (Congreso de la Republica, Ley 1231, 2008) solo se pueden controvertir en una
fase inicial77 del proceso ejecutivo, mediante la interposición del recurso de reposición por
quien detente la calidad de demandado 78. De manera que, si supera esta etapa sin
77
Dentro de los cinco (5) días siguientes a la notificación del mandamiento ejecutivo.
78
El inciso 2° del artículo 430 del CGP dice que: “Los requisitos formales del título ejecutivo sólo podrán
discutirse mediante recurso de reposición contra el mandamiento ejecutivo. No se admitirá ninguna
controversia sobre los requisitos del título que no haya sido planteada por medio de dicho recurso. En
consecuencia, los defectos formales del título ejecutivo no podrán reconocerse o declararse por el juez en la
sentencia o en el auto que ordene seguir adelante la ejecución, según fuere el caso”.
175
controversias sobre los requisitos de forma, simplemente el título adquiere un atributo
especial de mérito ejecutivo para el juez, pese a que persistan deficiencias de forma en el
título. En tales circunstancias, no se podría afirmar que el juez que valora este documento
como idóneo para demostrar la existencia de una obligación dineraria necesariamente
incurra en un error por falso juicio de regularidad pues si se atiende el rigor de la
regulación adjetiva de la norma, esta prueba documental tiene una tarifa legal de orden
procesal, que no tendría por qué generar un eventual error judicial a pesar de que el juez le
esté reconociendo suficiente valor probatorio a un medio de prueba sin el cumplimiento de
las formalidades exigidas por la ley. De manera que la configuración de este tipo de errores
no tiene asidero bajo estas circunstancias.
Lo anterior es un ejemplo excepcional, claro está, que no está dirigido a desconocer las
categorías mencionadas, pero que sirve para entender de alguna manera, la naturaleza
relativa y compleja que pueden llegar a presentar estos conceptos abstractos en torno al
error judicial y la dificultad epistemológica que conlleva adecuarlo a todas las situaciones
litigiosas de forma directa.
Finalmente, en las modalidades de error de hecho que han sido establecidas por la
jurisprudencia de la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 30300, 2014) para
la valoración probatoria, se pueden incluir y desarrollar todos los sub-tipos de error de
hecho y de derecho mencionados en el Cuadro (14), pero de forma acentuada en la
modalidad de omisión de consideración y valoración arbitraria, como modalidades del
título de imputación jurídica de error judicial, tal y como se observa a continuación en la
explicación de las siguientes modalidades de error judicial:
176
la realización de las pruebas conducentes, pertinentes o útiles dentro del proceso, situación
que conlleva a una abstención negativa al sustraerse del deber de ordenar determinadas
pruebas, o en su defecto de practicar una determinada prueba, lo que conlleva a la ausencia
de fundamentos probatorios dentro del proceso.
En estos términos, se puede decir que dentro del ámbito de la omisión de decreto solo
puede concurrir el no decreto de la prueba, con la no práctica de la prueba decretada (dos
hipótesis diferentes de la misma modalidad).
La omisión de decreto no se puede relacionar con ninguno de los subtipos del Cuadro
(14) toda vez que esta no hace parte de la fase estrictamente valorativa de la prueba, por el
contrario, los errores que conllevan a la omisión de decreto de momento están relacionados
con la ausencia de criterios de conducencia, pertinencia y utilidad en torno a la ordenación
decreto y práctica de las pruebas requeridas para el caso.
79
De acuerdo con la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia Rad. 30300, 2014), de la siguiente forma:
“(…) desde ningún punto de vista, se está desconociendo la discrecionalidad que en materia de valoración se
les ha atribuido a los jueces, la que se sustenta en los postulados de la sana crítica; no obstante, existen criterios
objetivos de valoración de la prueba que si son desconocidos, configuran este tipo de error”.
177
ser menos determinante de lo que realmente debiera de ser, o dicho de otra manera, el juez
simplifica (aunque no necesariamente de forma intencional) con una interpretación sesgada
el sentido o finalidad que tiene cada medio probatorio. De manera similar, una forma de
error en la valoración documental es explicado por la jurisprudencia de la Sala Civil de La
Corte Suprema de justicia (CSJ), particularmente como causal de casación por la indebida
valoración documental de una demanda, mediante la varias veces referida jurisprudencia
(Corte Suprema de Justicia, Sentencia, SC-3972, 1994) citada por la Corte en (Corte
Suprema de Justicia, Sentencia SC-5474, 2017) cuyo tenor refiere lo siguiente:
178
documental. Siendo más fácil demostrar su configuración frente al contenido material que
frente al contenido ideológico del documento. De manera que el primero puede ser incluso
susceptible de un Recurso Extraordinario de Revisión si se logra determinar que el
documento original ha sido adicionado, alterado o manipulado de forma amañada o
intencional por un tercero, conllevando de paso a la configuración de tipos punibles como la
falsedad material o ideológica en documento público y/o privado, de acuerdo a los artículos
286 y ss., del Código Penal colombiano. Esto tiene sentido si se tiene en cuenta que es
precisamente el contenido ideológico del documento lo que se pretende discutir o demostrar
dentro del proceso (la verdad de los hechos probados), pues su contenido material se da por
sentado con la mera recepción del mismo como prueba y la ausencia de contradicción de la
contraparte en el litigio, especialmente cuando el documento es determinante para la
decisión de fondo.
(…) frente a esta modalidad, existe una conducta valorativa; pero a pesar de ello, se
elude una consideración o elementos que imponen una determinada conclusión. En este caso,
el juez esquiva una conclusión jurídica que los medios probatorios le imponen. “Se repite, no
179
es que el juez no valore, o que no tenga libertad para hacerlo, sino que lo hace en contravía de
las evidencias que el propio ciclo probatorio le ha aportado, adoptando al final una decisión
contraevidente, que no solo repugna con el contenido del plenario, sino que contradice el
ejercicio constitucional de la función de administrar justicia que le ha sido encomendada”.
80
Véase más (Villamil, 2004): “Un ordenamiento jurídico evolucionado sólo considera admisibles aquellas
decisiones fundamentadas en juicios, criterios o parámetros claramente identificables que puedan ser
examinados desde una perspectiva externa a la decisión misma. Salvo para Hércules, la decisión judicial
supone la elección entre diversas alternativas; ello implica que es posible construir varias decisiones y que
aquella con pretensión de erigirse en la decisión judicial es apenas una dentro de un repertorio de soluciones
posibles que emulan por ganar la adhesión del autor –el juez– y de todos quienes por ella sean concernidos” (p.
30).
180
fuentes jurídicas y doctrinales o incluso limitadas o negadas a la aplicación rigurosa de
reglas lógicas de argumentación, similares a los sistemas de silogismos.
Ahora bien, los atributos para que la valoración de una prueba documental sea decisiva
dentro del proceso, estarían determinados por sus presupuestos verificativos: autenticidad,
eficacia y relevancia probatoria, los cuales dentro del procedimiento de la valoración
probatoria documental, no podrían ser desconocidos por el juez, a riesgo de incurrir en un
potencial error judicial que se verá reflejado en la fundamentación del fallo. Estos rasgos
deben estar suficientemente acreditados dentro del documento y en tales condiciones es que
el juez debe proceder.
En estos términos, se comienza por caracterizar al menos seis (6) situaciones lógicas
hipotéticas condicionales que pueden ocurrir en el ejercicio de la valoración y práctica de la
prueba documental relevante, las cuales debe tener en cuenta el juez para anticipar la
ocurrencia de un error judicial dentro de la fundamentación del fallo. Entre estas se pueden
destacar las siguientes:
81
De acuerdo con Asencio y Valdez (1993): “Los silogismos condicionales o hipotéticos son aquéllos en que
una o ambas premisas son juicios condicionales o hipotéticos” (p. 44).
181
1) Cuando en la valoración de la prueba documental el juez se base en la libre
convicción personal, no aplica ni tarifa legal, ni sana crítica.
2) Cuando en la valoración de la prueba documental la ley imponga tarifa legal y el
juez la esquive injustificadamente en las conclusiones fácticas del fallo, incurre en
valoración arbitraria82.
3) Cuando la prueba documental deba ser sometida a la sana crítica en su valoración
y el juez aplique íntima convicción personal en las conclusiones fácticas del fallo,
incurre en valoración arbitraria83.
4) Cuando en la valoración de la prueba documental, el juez se niegue
injustificadamente a reconocer su peso fundamentado en la libre convicción
personal, incurre en omisión de consideración.
5) Cuando el juez se niegue injustificadamente a ordenar la práctica de una prueba
documental que cumple con los RIP 84 incurre en omisión de decreto85.
6) Cuando el juez se niegue injustificadamente al decreto de una prueba documental
que cumple los RIP, incurre en omisión de decreto.
82
Véase más en el cuadro 14, p. 169.
83
Véase más en el cuadro 14, p. 169.
84
Véase más en Azula (2015) quien los refiere como requisitos objetivos del acto probatorio. “Son los
referentes a la materia u objeto del proceso y están constituidos por la conducencia, la pertinencia, la utilidad,
así como la ausencia de prohibición legal. Requisitos de idoneidad de la prueba (RIP).
85
Aunque no se puede descartar que se pueda hablar de una nueva figura de error de hecho, cuya
denominación podría ser la de “ordenación arbitraria de la prueba”, la cual implicaría tanto su decreto como su
práctica.
182
b) Presupuestos de verificación documental (PV): autenticidad y eficacia probatoria.
c) Modalidades de error judicial (EJ) en la valoración probatoria: A) omisión de
decreto, B) omisión de consideración y la C) valoración arbitraria.
d) Prueba documental relevante (pD).
e) Valoración probatoria (V).
f) Justificación razonable (Jr)
g) Fundamentación del fallo (F).
En el primer (i) planteamiento se puede observar que se representa una premisa lógica
que afirma, de acuerdo a los datos suministrados en los literales anteriores, la expresión: si
en la fundamentación del fallo, a la prueba documental relevante, se le niegan los requisitos
86
Donde (PV) Presupuestos de verificación documental corresponde a los rasgos de: autenticidad y eficacia
probatoria; (EJ) significa error judicial; y los literales en mayúscula representan las diferentes modalidades de
error judicial en la valoración probatoria: A) omisión de decreto, B) omisión de consideración y la C)
valoración arbitraria; (pD) prueba documental relevante; (V) Valoración probatoria; (J) Justificación razonable;
(F) Fundamentación del fallo.
En cuanto a los símbolos lógicos: () equivale a negación; () significa entonces (silogismo condicional); y
() es el símbolo lógico de la conjunción disyuntiva (o) que tiene un carácter excluyente. Finalmente es una
conjunción que significa relación de adición entre dos o más premisas.
183
de idoneidad probatoria y se le niega una justificación razonable de esta decisión, entonces
se obtiene una omisión de decreto y por consiguiente un eventual error judicial.
Asimismo, se debe agregar que los sistemas de convicción de la tarifa legal y la sana
critica no se pueden relacionar con la omisión de decreto, pues estos sistema de convicción
concurren en la última fase de la actividad probatoria (en el ámbito valorativo) y no son las
que le imponen al juez el deber de ordenar, decretar o justificar razonablemente su negativa
de practicar o recaudar determinada prueba, sino que son las que lo orientan a determinar el
grado de relevancia jurídica que se le debe atribuir a un determinado medio de prueba
allegado al proceso. De manera que el primer planteamiento lógico no puede establecer una
relación directa con la tarifa legal, ni con la sana critica, pues esta modalidad de error tiene
184
lugar en una fase procesal inicial, que de hecho es previa al procedimiento de valoración en
sentido estricto de la prueba.
De otro lado, es posible admitir que la libre convicción personal puede ser causante de
un error por omisión de consideración y de valoración arbitraria cuando la prueba
documental provenga de una fuente científica o conlleve una regulación legal implícita o
explícita sobre su alcance. Y especialmente cuando sobre la base de este sistema de
valoración probatoria no coincidan los resultados con la expectativa de valoración razonable
que se desprende de un documento que objetivamente satisface todos los estándares legales
y científicos requeridos.
Ahora bien, pasa algo diferente si el juez opta por decretar o practicar de oficio, en vez
de negar, la prueba documental, basado en la libre convicción personal, pues aquí se
encuentra que si bien no incurre directamente en un error judicial si puede generar una falta
disciplinaria en su contra por extralimitación de funciones o por desconocimiento de los
deberes del juez del artículo 42 del CGP por la dilación del proceso, sobre todo cuando esta
no cumple con los RIP: conducencia, pertinencia y utilidad de la prueba. Sin embargo, de
forma indirecta este comportamiento también puede conllevar a un error de hecho, cuando
se adicionan circunstancias fácticas irrelevantes al caso, la cual se podría representar bajo la
siguiente formula, así:
Igualmente, se debe precisar que si de lo que se trata es del valor probatorio del
documento allegado al proceso, o de la forma de interpretación de la prueba documental que
aplica el juez, basado en la libre convicción personal este puede incurrir
(probabilísticamente) en omisión de consideración o valoración arbitraria (bien porque no
la valore, o porque la valore sesgadamente).
En suma, las anteriores premisas lógicas permitieron demostrar como las mencionadas
variables, bajo ciertas combinaciones específicas, le permiten otorgar un mayor grado de
precisión y por qué no, de predictibilidad a las decisiones judiciales y fundamentaciones
185
adoptadas por los jueces, junto con las operaciones mentales que estos realizan, o se espera
que apliquen a la hora de someterse a la actividad probatoria en las fases de ordenación y
valoración de la prueba documental dentro del proceso.
Finalmente, las modalidades de error de hecho analizadas, junto con los subtipos de
error de Rodríguez-Santos (2017) conllevan a considerar la posibilidad de adoptar o siquiera
procurar la elaboración de un sistema estandarizado de valoración probatoria documental
que además integre elementos o criterios propios de la ciencia documental para analizar de
manera cuidadosa los elementos materiales o ideológicos que se desprenden de este tipo de
medio probatorio, para procurar una mayor certeza y/o probabilidad en la valoración y
fundamentación racional de la prueba, pero sobre todo para evitar que bajo ciertas
situaciones la valoración de la prueba documental conlleve a la configuración de un error
judicial superable.
La conexión causal a que se refiere este capítulo, difiere del análisis de los elementos
de la teoría de la responsabilidad del Estado, el nexo causal, pues las causas y consecuencias
186
que se relacionan a continuación son de origen externo y posiblemente extraños del proceso
judicial propiamente dicho, pero no menos influyentes en las decisiones de los jueces de
acuerdo a ciertas teorías anti-formalistas del derecho, como lo supuso la corriente del
realismo jurídico.
87
un conjunto de preceptos que constituyen la RIT, estos son: i) la reparación cubre a las víctimas, sus
parientes o compañeros y, ii) estas reparaciones pueden ser practicadas de manera colectiva o individual según
lo ha presentado el profesor Noguera, quien además basándose en los principios de Van Boven/Bassiouni que
se propusieron en la Asamblea General de las Naciones Unidas en el 2005, establece los siguientes
instrumentos como medios que se pueden utilizar para esta reparación: restitución21, indemnización (Martínez,
Cubides, Díaz 2016, p. 496)
88
En tal sentido se expresado el Consejo de Estado mediante sentencias con (Rad. 38362, 2016) y (Rad. 39938,
2017) cuando en sus consideraciones afirman que esta corporación ha sostenido que se le atribuye al error
judicial todo tipo de: “falencias en las que se haya incurrido al momento de dictar providencias judiciales por
medio de las cuales se haya interpretado, declarado o hecho efectivo un derecho subjetivo”.
187
2010), que también se puede entender como el derecho a la reparación del daño generado
por un error judicial.
Una reparación que se traduce en una compensación del daño, la cual se materializa
mediante acciones concretas, como su reconocimiento en dinero o medidas resarcitorias,
atendiendo, claro está a las distintas esferas en que se pudo haber visto afectado el usuario,
bien desde el ámbito patrimonial o incluso el extrapatrimonial (Isaza, 2013).
En cualquier caso, es claro que los derechos subjetivos, no pueden ser menos que
aquellos contenidos en una norma jurídica, respaldados por una obligación, y enmarcados
dentro de una posición jurídica (Arango, 2005). En otras palabras, los derechos subjetivos
son aquellos derechos (en su mayoría fundamentales) que se encuentran dentro de la esfera
patrimonial de las personas y que sus grados de protección y reconocimiento varían o
188
aumentan de acuerdo a condiciones diversas (calidad del sujeto, contexto del hecho,
regulación de la norma, gravedad del daño, etc.) y a las circunstancias concretas de
afectación, y garantía de quien le correspondía protegerlos.
También es cierto, que si no hay daño, no puede haber responsabilidad y esto implica
que el daño tampoco pueda ser eventual o hipotético, pues de ser así, tampoco podrá ser
indemnizable (Isaza, 2013).
Por último, el derecho a la protección del Estado, supone que existan ciertos grados de
intensidad e interferencia (Alexy, 2010), los cuales tienen la potencialidad de impactar
negativamente los derechos del afectado, que en este caso, ha sido menoscabado por una
providencia contentiva de error judicial, interferencia que a la postre supone el
enfrentamiento con otros derechos que pueden ser de carácter fundamental, como el debido
proceso.
189
En efecto, el Estado es responsable patrimonialmente por los daños antijurídicos que
le sean imputables, producidos por sus agentes judiciales, bien sea que incurran por acción o
por omisión de sus actuaciones (Gil, 2013).
A su vez se manifiesta como una falla del servicio de la justicia, y puede tener lugar en
tres (3) eventos ya conocidos, como son el defectuoso funcionamiento de la justicia, la
privación injusta de la libertad y el error judicial (supra), los cuales tienen entidad suficiente
para comprometer al Estado como responsable de causar estos perjuicios (Vega, 2010).
Por otra parte, se debe resaltar nuevamente que la responsabilidad por la función
jurisdiccional, no opera de manera excepcional, y no está limitada a la vulneración de
derechos fundamentales (Gil, 2013); por el contrario, se debe acreditar la existencia de una
falla del servicio de justicia, acompañado de los elementos de la responsabilidad estatal
(actuación imputable al Estado, nexo de causalidad y daño) este último de carácter
antijurídico, es decir que los administrados no hayan estado en la obligación de soportar, y
sin que para el efecto sea necesario demostrar el tipo de actuación en la que incurrió el
funcionario judicial (Vega, 2010).
190
cosa juzgada en las decisiones judiciales y la otra es que la aceptación de esta
responsabilidad no es posible por fuera de la actividad normativa (Gil, 2013), situación que
en la actualidad se encuentra superada por la jurisprudencia del Consejo de Estado.
Con todo, se puede decir que el error judicial como título de imputación jurídica no
solo responde a una mera expectativa de justicia, necesaria para mantener la armonía en el
ordenamiento jurídico, toda vez que con su producción, se pueden generar daños
antijurídicos, en contra del patrimonio y los derechos subjetivos de los usuarios que acuden
al servicio público que presta la AJ.
89
En este mismo sentido concluye Betancur (2004) cuando afirma que: “tratándose del error jurisdiccional y de
la detención arbitraria, la responsabilidad debería reputarse como objetiva. No importa si la actuación es
culposa o con falla, pues lo que debe resarcirse en estos casos es el perjuicio causado al ciudadano, con
fundamento en lo que denominan algunos autores el riesgo social”.
191
reconocimiento del perjuicio, la cuantificación del daño, o la posible revocabilidad de la
decisión, toda vez que por culpa de una decisión equivocada pueden verse
significativamente comprometidas, no solo la tutela judicial efectiva del derecho, sino
también garantías judiciales relacionadas con el derecho de:
192
El Estado está obligado a garantizar el derecho de las víctimas de violaciones masivas y
sistemáticas de derechos humanos a la reparación integral, ya sea de manera principal, cuando
se establezca su responsabilidad en el daño antijurídico causado, o bien de manera subsidiaria,
en caso de insolvencia, imposibilidad o falta de recursos por parte del victimario.
Chacón et al. (2015) sostienen que la restitución está relacionada con la posibilidad de
devolver (total o parcialmente) a la víctima al goce efectivo o el ejercicio pleno del derecho
que le fue arrebatado o desmejorado con la decisión o actuación del Estado. Un ejemplo de
esta figura se puede dar cuando se ordena la libertad de una persona que ha sido detenida de
forma arbitraria. Por su parte, la compensación, sustitución o indemnización hace referencia
precisamente al ámbito de las indemnizaciones pecuniarias, dentro de la cual se tasan y
reconocen perjuicios materiales e inmateriales (según correspondan) y modalidades de pago.
En tal sentido, la Sección Tercera mediante sentencias (Consejo de Estado, Sentencia, Rad.
13232, 2001) citada en (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 36604, 2016) ha reiterado que:
Dentro de este fragmento, también se hace referencia a los demás parámetros que
aplica el Consejo de Estado para la tasación de los perjuicios, pero de momento estos
aspectos escapan de los alcances de la presente investigación.
193
Por otro lado, es importante reconocer que de cara a los precedentes analizados dentro
de esta investigación se ha podido evidenciar que tanto la restitución como la compensación,
sustitución o indemnización son los componentes de reparación integral a los que más
acuden los demandantes dentro de las acciones de Reparación Directa por error judicial que
se presentan contra el Estado. Algunos ejemplos se pueden observar en las sentencias del
Cuadro 12, y particularmente en las sentencias de la Sección Tercera de la Sala de lo
Contencioso Administrativo (Consejo de Estado, Sentencia Rad. 30330, 2014); (Consejo de
Estado, Sentencia, Rad. 39938, 2017); (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 38640, 2017),
entre otras.
(…) tienen como finalidad ofrecer a las víctimas de violaciones de derechos humanos
una atención integral que les permita borrar, en el máximo grado posible, las secuelas de los
hechos que vivieron. De allí que este tipo de reparaciones comprendan la obligación de los
Estados de prestar gratuitamente a las víctimas servicios psicológicos, psiquiátricos y médicos
por el tiempo que sea necesario (Corte IDH, 24 de noviembre de 2009) (núm. 1.2.5).
Por último, Chacón (2015), refiere a las medidas de satisfacción como aquellas
relacionadas con:
194
componentes de la Reparación Integral se pueden hacer más visibles dentro de las demandas
presentadas por los títulos de privación injusta de la libertad y defectuoso funcionamiento de
la administración de justicia.
En efecto, Frías (2012) precisa que el error judicial desde la óptica de las diferentes
ramas del derecho, puede dar lugar a diferentes tipos de responsabilidades, entre ellas:
195
2) La responsabilidad penal, que en algunos ordenamientos (y en cierta época en
Colombia), implica que si la conducta propiciada por el juez es de carácter
punible, se deba aplicar las consecuencias jurídicas conforme a las normas del
Código Penal.
3) La responsabilidad política, en cuanto al juicio incorrecto del juez que puede dar
lugar al juicio político o judy de enjuiciamiento.
Sin duda estos corresponden a grandes rasgos a los efectos mediatos e inmediatos,
colaterales y directos que supone o se espera puedan producirse a partir de la expedición de
fallos condenatorios por error judicial de parte del Consejo de Estado por responsabilidad
extracontractual en contra del Estado, la cual claramente recaen de manera específica en los
agentes estatales quienes como funcionarios judiciales, no están exentos del control
disciplinario, administrativo y hasta fiscal que se derive como consecuencia de actuaciones
negligentes, imprudentes, culposas o dolosas, etc., sin perjuicio del reconocimiento del fallo
condenatorio por este título.
Las consecuencias sociales que genera el error judicial como fenómeno jurídico y
como posible falta reprochable de los jueces, pueden variar de acuerdo a la cultura jurídica e
institucional de cada país, pues en algunos ordenamientos es una figura casi inexistente, y en
196
otros aunque regulada de forma tímida, no tiene la capacidad de impactar negativamente los
intereses de una sociedad, o al menos no cuando se ha logrado evitar que este trascienda con
procesos prolongados, mediante procedimientos de corrección efectivos (v. g. Alemania,
Cuadro 1). Una situación diferente se presenta en aquellos sistemas judiciales como el
latinoamericano, cuya cultura jurídica tiende a ser más garantista y formalista.
Se trata de un fenómeno jurídico con clara incidencia social que tiene su origen en los
propios estrados judiciales, mediante decisiones equivocadas que se difunden como
90
Aunque hay quienes consideran que a pesar de que el artículo 65 de la Ley 270 de 1996 reguló la
responsabilidad del Estado por la comisión de errores judiciales generados por los jueces en el ejercicio de la
función jurisdiccional, el articulo 70 ibídem también implica una regla de corresponsabilidad que supone que
las partes también son responsables: “(…) de la construcción del proceso y coautoras de los errores judiciales,
en tanto la omisión de ejercer los recursos inhibe la reclamación posterior por los perjuicios recibidos con
ocasión de la actividad antijurídica del juez y del Estado. (Villamil, 2004, p. 36-37).
91
Entendida como la esperanza que tiene la sociedad en el sistema judicial para la solución acertada, oportuna
y justa de sus conflictos.
197
verdaderos actos de comunicación de acuerdo a Ferrari (2012), toda vez que son producidos
por agentes dotados de una facultad jurisdiccional para expedirlos, y que tienen la virtud,
más allá de los efectos particulares del fallo, de promover un mensaje sesgado de justicia, y
de manera particular, sobre la forma en: que se está llevando a cabo el ejercicio de la función
judicial; en que se resuelven los conflictos entre los individuos, y entre estos y el Estado; en
cómo se logra el reconocimiento de los derechos y condenas de acuerdo al caso en concreto;
y en general, en cómo se está administrando la justicia en Colombia.
Sin embargo, se podría decir que su poca notoriedad, no dice nada de la capacidad que
tiene el error judicial para incidir negativamente en las expectativas sociales de justicia de
los ciudadanos y de la propia confianza y credibilidad de los mismos en sus instituciones.
92
De acuerdo al Diccionario virtual de la RAE (2014), el clientelismo se define como: “Sistema de protección
y amparo con que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y de sus
servicios”.
198
Ahora bien, García & Ceballos (2016) afirman que, desde una perspectiva
instrumentalista, el sistema judicial comprende un conjunto especializado de medios y
mecanismos de intervención social, donde las reformas institucionales tienen la capacidad
de diseñar los contornos de las practicas jurídicas, políticas y económicas, de manera que los
actores sociales responden a verdaderas expectativas de estímulos racionales, similares a las
de aquellos que participan en un entorno de mercado. En este contexto se puede afirmar que
la debilidad institucional conlleva de acuerdo a la teoría instrumentalista a contextos de
impunidad e ineficiencia de la justicia, también derivados del incumplimiento normativo y
de los denominados costos de transacción, en el marco del análisis económico del derecho
(García & Ceballos, 2016). Por consiguiente: “La solución para estos males, según esta
perspectiva, consiste en implantar un sistema de Estado de derecho (rule of law), a través
de jueces independientes, con capacidad para imponer sanciones efectivas y disuasorias”.
(p. 52).
Bajo estos presupuestos, se puede inferir que los errores judiciales que son asociados a
la falta de acierto en la solución de controversias; la dilación injustificada de los procesos; la
desatención de los mecanismos de impugnación; y el detrimento patrimonial del Estado
cuando las condenas se hacen efectivas, son claras manifestaciones de la ineficacia
institucional de un sistema judicial. Y más si se considera que la administración de justicia
en Colombia es la encargada de velar por: garantizar le independencia judicial; orientar el
actuar coherente del Estado; lograr el reconocimiento efectivo de los derechos subjetivos de
los asociados; coadyuvar en la convivencia pacífica entre los mismos; y representar la
transparencia, responsabilidad, majestuosidad, y pulcritud de quienes están encargados de
ejercerla (Congreso de la Republica, Ley 270, 1996).
199
Uprimny (2014) señala que la independencia judicial se balancea sobre la base de tres
(3) dimensiones: la imparcialidad; la autonomía personal interpretativa; y la insularidad
política. La primera, hace referencia a la libertad del juez frente a sesgos o vínculos
comprometedores a favor o en contra de alguna de las partes del proceso. La segunda,
corresponde a la independencia del juez para no recibir instrucciones de otros jueces para
interpretar la Ley. Y la última, está relacionada con la autonomía presupuestal de la justicia
en el sentido de no depender de otros poderes (de otras ramas del poder público) para
proferir sus decisiones. Tres (3) dimensiones que, bajo reglas estrictas de racionalidad y
discrecionalidad judicial, pueden ayudar proteger el ordenamiento de fallas funcionales,
orgánicas o del servicio que también pueden contribuir a generar errores judiciales.
93
Hay autores como García & Ceballos (2016) que sostienen que:
Colombia es un país complejo y difícil de entender. Parte de esa complejidad se origina en la existencia de dos
rasgos contradictorios de su vida social e institucional: por un lado, una extraordinaria estabilidad democrática
e institucional y, por el otro, una violencia casi endémica, acompañada de una notable debilidad de los
movimientos sociales y una marcada desigualdad social (p. 15).
94
De acuerdo Pinzón-Camargo (2010): “Son aquellas que surgen de manera espontánea en una sociedad y son
aceptadas de forma voluntaria sin necesidad de un agente coercitivo que lleve a su cumplimiento” (p. 104). Un
ejemplo de una institución informal para nuestro caso, es la tendencia del Consejo de Estado a negar el
reconocimiento del error judicial en los casos difíciles tal y como lo defiende Sánchez (2011) o incluso, el
propio incumplimiento de normativo.
200
De igual manera, el error judicial puede ser producto y al mismo tiempo convertirse
en una institución informal (Pinzón-Camargo, 2010), en la medida en que se manifieste de
forma espontánea, reiterativa en el tiempo y sin un control coercitivo que limite o disuada 95
a los funcionarios investidos de la facultad jurisdiccional de evitarlo de manera efectiva
(como ocurre con los fallos inhibitorios).
95
Hablando precisamente del derogado artículo 40 del anterior Código de Procedimiento Civil (Decretos 1400
y 2019, 1970), el cual señalaba las responsabilidades penales y disciplinarias del juez cuando causara con sus
decisiones perjuicios a las partes, especialmente:
1. Cuando procedan con dolo, fraude o abuso de autoridad. 2. Cuando omitan o retarden injustificadamente una
providencia o el correspondiente proyecto. 3. Cuando obren con error inexcusable, salvo que hubiere podido
evitarse el perjuicio con el empleo de recurso que la parte dejó de interponer. (Art. 40).
96
Haciendo referencia a estrategias de motivación laboral, donde por ejemplo se puedan otorgar
reconocimientos profesionales a los jueces que demuestren un mayor desempeño en su trabajo o con la
adecuada fundamentación de sus decisiones, o en la solución oportuna y acertada de sus casos (de acuerdo a la
complejidad de cada uno).
201
De esta manera se podrían asociar las malas decisiones de los jueces con su baja
condición anímica, no obstante, la expectativa del ejercicio profesional que la función
jurisdiccional exige. En cualquier caso, con esto no se puede afirmar que se trate de una
causa exclusiva o determinante del error judicial, pues se requerirían de más estudios para
comprobar esta hipótesis.
Finalmente, desde el punto de vista sociológico, se puede decir que el error judicial
también abarca dos (2) campos de estudio como son: la interdisciplinariedad y el pluralismo
jurídico según Santamaría (2014). El primero, por cuanto comprende varios ámbitos
científicos, como son el económico, el jurídico, el legal, el social y hasta el psicológico; y el
segundo, porque involucra casi todas las ramas del derecho, con algunas excepciones
particulares en materia penal, donde se ven temas más involucrados con la libertad de las
personas, y suele demandarse por otro título de imputación jurídica, como lo es la privación
injusta de la libertad. Aunque sobre este tipo de decisiones también han recaído condenas
por errores judiciales contra el Estado (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 23783, 2014).
Ahora bien, dentro de nuestra cultura jurídica también ha tenido lugar la discusión
sobre el error judicial y la cosa juzgada, pues no de otra manera se puede poner en peligro
la seguridad jurídica97 de un ordenamiento si no es con el desconocimiento de la
intangibilidad de la cosa juzgada de las decisiones de sus jueces. Entre otras razones, porque
se trata de una garantía exclusiva de la decisión judicial la cual está relacionada con el
carácter definitivo y vinculante de la decisión (Cabrera, 1988). Asimismo, con la eficacia y
coherencia del ordenamiento jurídico, de manera que cualquier irregularidad que recaiga
sobre ella, genera incertidumbre sobre la validez y legitimidad de los procedimientos
97
De acuerdo con Garrido (2009): “Los elementos centrales de la seguridad jurídica como valor fundante de la
predecibilidad sic de las decisiones judiciales son: la certeza jurídica, la eficacia jurídica y la ausencia de
arbitrariedad. Ellos representan los términos más simples del lenguaje de la seguridad, de forma que todos los
principios que suelen aparecer vinculados (publicidad, claridad, irretroactividad, etc.) pueden contemplarse
como instrumentos de certeza y/o eficacia, y/o interdicción de la arbitrariedad”. (núm. 3).
202
judiciales, así mismo en la resolución efectiva de los conflictos. Precisamente, en 1967 el
Consejo de Estado definió a la cosa juzgada como: “presupuesto fundamental de la
sociedad y también dogma político”, posteriormente en 1987, la Sala Plena, señalaba que
ésta corresponde a: “la fuerza de la verdad legal que manifestaba la actividad jurisdiccional
a través de las sentencias (…)” (Gil, 2013, p. 400). En tal sentido, allí donde se determine la
responsabilidad del Estado por error judicial se plantea el paradigma de la cuestión de la
cosa juzgada (tanto formal como material), y por consiguiente del sentido mismo de verdad
y justicia en el Derecho (Acero, 2011).
No obstante, se debe reiterar que el error judicial sigue siendo un fenómeno social de
difícil análisis bajo la coyuntura actual por la que atraviesa el país, y desde nuestra propia
idiosincrasia jurídica, pues como se manifestó anteriormente, no es posible separar sus
efectos negativos sobre los efectos que causan otros fenómenos sociales con mayor o igual
incidencia en la realidad y percepción social. Un tema que tampoco cuenta con estudios
concretos, pues hasta la fecha de la presente investigación, no se encontraron investigaciones
sobre la incidencia del error judicial en la sociedad o en la cultura jurídica colombiana.
203
De otra parte, el aumento de la conflictividad litigiosa; la desconfianza en la
administración de justicia; la incredibilidad en la función pública y en la capacidad de sus
funcionarios, y; la generación de nuevas necesidades jurídicas 98 insatisfechas, no se pueden
advertir como consecuencias directas o exclusivas del error judicial. No obstante, se
considera como una entidad concurrente en la producción de estos procesos negativos.
Por último, desde la perspectiva de las finanzas públicas, es claro que el error judicial
participa dentro del impacto negativo del presupuesto del Estado99. Aunque en la actualidad
no hay cifras consolidadas o publicaciones sobre datos estadísticos de la totalidad de fallos
98
Tal y como lo plantean Emilio et. al (2014) cuando sugieren que:
(…), la necesidad jurídica es una realidad social que se produce por el choque de intereses que se dan en
cualquier sociedad plural. Lo indeseable de padecerla genera el requerimiento de que sea resuelta de alguna
manera. Y, como veremos posteriormente, la respuesta a ello puede ser muy distinta: la persona puede
renunciar a hacer algo, puede intentar un arreglo directo, o puede acudir a un tercero imparcial. A la vez, estas
necesidades jurídicas deben considerarse insatisfechas cuando por alguna razón, entre muchísimas posibles, los
ciudadanos no pueden obtener la resolución del conflicto. (p. 33).
99
De acuerdo con el boletín macro-sectorial de la Contraloría General de la Republica (2017):
(…) en los últimos catorce años las entidades del sector Defensa, Justicia y Seguridad, han registrado las
mayores ejecuciones presupuestales por concepto de sentencias y conciliaciones, alcanzando los $8,4 billones
(precios constantes de 2016), que representan 79% del valor total ejecutado por la Administración Central
Nacional, por este concepto (p. 7).
(…)
Es de anotar que dentro de las veinte entidades del orden nacional con mayores pretensiones registradas
contablemente, cuatro corresponden al sector Defensa, Justicia y Seguridad, las cuales suman $1.203,7 billones
y representan 23% del total (p. 3).
204
condenatorios que por error judicial hayan sido proferidos en contra del Estado
colombiano100, de acuerdo con la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado (2017)
en la última década el Consejo de Estado, en solo doce (12) fallos condenatorios en contra
de la Nación, ha reconocido pretensiones económicas que (a 31 de junio de 2017)
sobrepasan la cifra de tres mil millones de pesos ($3´222.568.103). Una suma muy inferior a
la verdadera dimensión de fallos condenatorios que por Reparación Directa han sido
reconocidos en la actualidad por este título. De hecho, solo haciendo la suma de los montos
de veintinueve (29) de los treinta y un (31) fallos 101 condenatorios del Cuadro 12 (proferidos
entre 2012 y 2017) se han reconocido pretensiones superiores a los Cinco Mil trescientos
millones de pesos ($5.310´323.661,82). Lo que promediados equivaldría a que por cada
sentencia condenatoria por error judicial el Estado tenga que pagar doscientos ocho
millones de pesos ($208´119.262). De manera que, a partir de estas estimaciones
aproximativas, se puede evidenciar parte del impacto económico que conlleva esta clase de
responsabilidad en contra de las finanzas del Estado. Una situación que desde luego
requerirá de una investigación más profunda al respecto.
100
Al menos no en las entidades directamente consultadas: Consejo de Estado, Agencia Nacional de la Defensa
Jurídica del Estado, y la Dirección Ejecutiva de la Administración Judicial; y tampoco en las fuentes y sitios
web consultados a lo largo de la presente investigación.
101
Los montos de los otros dos fallos restantes fueron sometidos a trámite de incidente de liquidación por lo
que no fue posible establecer el valor total de la condena.
205
diversas causas (unas atribuibles al juez, otras no) entre las que, además de las arriba
mencionadas, se pueden incluir, como relevantes las siguientes: el activismo judicial de la
propia Corte Constitucional, al alterar los parámetros legales en defensa de los derechos
fundamentales; la falta de reglas y criterios de predictibilidad en el precedente judicial; la
congestión judicial y la debilidad institucional observada en la falta de ejecución de políticas
públicas para el fortalecimiento de las condiciones laborales de los jueces; la necesidad de
implementar criterios y fundamentos teóricos para los casos difíciles, como al análisis
económico del derecho, que de acuerdo con García & Ceballos (2016) puedan dar una mejor
perspectiva frente a: “la maximización de la eficiencia en la asignación de recursos
sociales” (p. 55).
Finalmente es claro que luego del análisis de algunos de los principales efectos que
produce en el mundo jurídico el error judicial bajo el enfoque causalista no es posible
discriminar con detalle qué tipos de errores causan determinados tipos de efectos, pues a la
larga todos los que se logren concretar en un fallo judicial y produzcan algún tipo de daño
antijurídico, son los que trascienden a los ámbitos anteriormente mencionados, más allá de
la clase, el tipo o la modalidad a la que pertenezcan. Sin embargo, del examen realizado no
se puede afirmar que en nada se haya avanzado para su determinación científica e
identificación, pues gracias al panorama anterior se puede indagar ahora sobre las
circunstancias o causas que producen determinados tipos de error judicial y cuales se
generan desde de la valoración de la prueba documental (dentro del proceso judicial).
Igualmente se puede inferir otra conclusión adicional, relacionada con los rasgos de la
idiosincrasia jurídica colombiana, dentro de los cuales se destaca que en la práctica pulula
una profunda desconfianza en el ejercicio de la profesión del derecho la cual redunda en la
206
formalización excesiva de algunos procedimientos judiciales 102 y en la consolidación de
instituciones informales cada vez más reiterativos, las cuales han ido en perjuicio de la
aplicación de plazos razonables y en la estandarización de ciertas prácticas procesales. Lo
anterior permite explicar porque algunos jueces, en franco abuso de sus facultades, terminan
por hacer injustificadamente restrictivo el reconocimiento de algún derecho o
injustificadamente exigente el cumplimiento de ciertos requisitos para la validez de una
prueba documental, pues están más preocupados de no ser objeto de investigaciones por
quejas disciplinarias o por atender el represamiento de demandas que atiborran sus
despachos. Brillando por su ausencia, el incentivo de una decisión judiciales de calidad y no
meros proyectos de fallos elaborados por sustanciadores. Situaciones en las que se crean
condiciones propicias para la procedencia del error judicial.
102
La exigencia de la prueba de una autorización escrita expedida por el contratante para demostrar la
recepción y aceptación como requisito para reconocer a la factura como título valor.
207
Conclusiones generales
Tal y como se pudo observar a lo largo del presente trabajo, el error judicial
comprende una doble dimensión desde el punto de vista epistemológico, pues corresponde a
una conducta jurídicamente incorrecta, inexcusable o irrazonable en el proceso judicial que
queda plasmada en la fundamentación del fallo, la cual puede ser equiparable al concepto de
error en sentido amplio. Asimismo, se pudo comprender como se comportan los
presupuestos jurídicos establecidos en la Ley 270 de 1996, entre ellos el agotamiento de
recursos y la sentencia judicial que adolece de error en firme, para permitir la procedencia de
este título de imputación jurídica por responsabilidad del Estado.
Ahora bien, a la pregunta de ¿Cuales son los enfoques y perspectivas que permiten
abordar el análisis del error judicial y su configuración en la valoración probatoria
documental como fuente de responsabilidad estatal en Colombia? se puede contestar, luego
del proceso investigativo abordado en cuatro momentos distintos.
En un primer momento, se puede decir que frente al ámbito del derecho subsisten
diversos enfoques y perspectivas teóricas sobre los cuales se puede abordar el estudio de
cualquier problemática jurídica y su alcance dentro de una dimensión científica. Entre estos
enfoques se pueden incluir, el estructuralismo, el funcionalismo, el economicismo, el
pluralismo jurídico, el naturalismo, el dogmatismo jurídico, entre otros.
208
discusión sobre la culpa individual, la teoría organicista, la tesis de la falla del servicio, y la
responsabilidad objetiva como prueba de una evolución expansiva y cada vez más garantista
y globalizada del derecho administrativo y uno de uno de sus títulos de imputación jurídica
más emblemáticos frente al ejercicio de la función jurisdiccional.
El otro enfoque que se abordó para el análisis del error judicial es el enfoque
conceptual, el cual fue escogido por su capacidad para permitir proyectar el análisis y la
organización sistemática y teórica del objeto investigativo. A través de este enfoque se
puede justificar el desarrollo de un modelo epistemológico estático sobre el alcance, la
naturaleza, las características, y los presupuestos determinantes del error judicial como
fuente de responsabilidad y como título de imputación jurídica.
209
En un tercer momento, el presente trabajo se inclinó hacia el enfoque lógico-
discursivo, el cual llama de esta manera para tratar de destacar la existencia teórica de dos
fases que son claves para la valoración de la prueba documental. La fase lógica, a través de
la aplicación del método inductivo reconstructivo de la situación fáctica a partir de la
corroboración y confrontación de hipótesis con medios probatorios documentales. Después
se habla de una fase discursiva, donde se pone en evidencia la disertación, reflexión y
capacidad auto-correctiva del juez de sus proposiciones argumentativas y fundamentación
jurídica dentro de la etapa de la valoración de la prueba documental. En aplicación de este
enfoque, se destacan algunas modalidades que han sido referenciadas por el Consejo de
Estado frente a algunas situaciones lógicas de error judicial en el contexto probatorio.
Claramente, estos no son los únicos enfoques teóricos dentro de los cuales se puede
analizar el error judicial y su incidencia en la valoración de la prueba documental como
modalidad y como fuente de responsabilidad, pero son los que permiten aproximar de forma
eficaz, la reflexión y el análisis el estudio del error judicial como título de imputación
jurídica en armonía con las posibilidades limitadas del desarrollo de la presente
investigación.
También es claro que con los análisis que permitieron estos enfoques se pudieron
evidenciar algunas particularidades comunes en la configuración de este título dentro de la
fundamentación del fallo, a través de los cuales se han establecido condenas por
responsabilidad extracontractual en contra el Estado colombiano, como aquellos
relacionados con: la confusión del interno por homonimia o por falta de individualización; la
expedición de medidas preventivas de captura sin fundamento probatorio; la indebida
210
valoración probatoria; la morosidad por omisión en la entrega de bienes o títulos judiciales;
el no pago de prestaciones periódicas de carácter laboral o la negación de indemnizaciones
de esa clase, entre otras.
Con todo lo anterior, se pudo concluir que el error judicial para el estudio del derecho
comprende una figura jurídica compleja, diversa y dinámica que ha evolucionado en los
diferentes sistemas legales y judiciales del mundo occidental, junto con otros conceptos y
teorías sobre la responsabilidad del Estado y de sus agentes, tales como el daño, la víctima y
la reparación integral de la misma, de la mano con el ejercicio de la función jurisdiccional y
el cumplimiento de las normas jurídicas en forma correcta, oportuna y efectiva.
El error judicial, también ha estado presente en el seno de los más grandes debates
jurídicos y científicos en torno al paradigma de la certeza del derecho. Una cuestión que va
más allá de cualquier dimensión jurídica, y del alcance de la cosa juzgada en el ámbito de la
decisión judicial. Siendo frecuentemente invocada en las interminables discusiones de la
academia y en las prácticas jurídicas, al punto de poderse considerar como una concepción
estratégica en el desarrollo de valores y principios como la verdad, la justicia y la razón, los
cuales también han sido ampliamente analizadas desde la doctrina, la jurisprudencia y la
propia ciencia del derecho, en general, coincidiendo en su indiscutible importancia y
necesidad dentro de la decisión judicial, y la irrefutable conveniencia de superar la
incertidumbre y la duda del derecho.
211
Valga decir que uno de los mayores enemigos de la certeza, más que la duda, es el
error. Y es el error en la decisión judicial el que supone una negación o contradicción
absoluta de la certeza y la razón del derecho. Paradójicamente el error judicial es también
una certeza de derecho, pero en un sentido contrapuesto a la razón y la verdad. Se puede
decir incluso que el error judicial está relacionado con una certeza jurídica de irregularidad
funcional de la administración de justicia, o de interpretación indebida de la norma en
cabeza del director jurídico del proceso. De manera que su configuración controvierte en
casi todos los ámbitos científicos el deber medular del derecho, de armonizarse con la
verdad, la justicia y la razón.
Bajo estas breves líneas se pretende dar inicio a la fase final de síntesis de la presente
investigación, y de paso, destacar y demostrar no solo la importancia del error judicial como
212
institución jurídica de antaño en el seno de la responsabilidad extracontractual del Estado,
sino su capacidad de configuración diversificada que puede conllevar a otros escenarios o
etapas del proceso como el de la fundamentación de la decisión judicial o la mismísima
valoración probatoria, y el de la prueba documental.
En efecto, el error judicial es un título que ha sido encuadrado dentro del ámbito de la
responsabilidad estatal en los diferentes ordenamientos jurídicos del mundo, y en los casos
que ha sido regulado, casi siempre ha estado relacionado con la fallas o el funcionamiento
anormal de los sistemas judiciales, siendo proclive a equipararse al concepto de figura
jurídica indemnizable o al de falta disciplinaria del funcionario judicial, y con algunas
excepciones se ha atendido su vocación jurídica para medir el grado de eficacia judicial en
las decisiones de los jueces.
Por otro lado, el error judicial ha supuesto toda una serie de desafíos para los jueces
en sus sentencias, quienes no solo deben lidiar con la amplitud, ambigüedad o lagunas
normativas del derecho, sino que además deben enfrentar toda una serie de dificultades
propias de la capacidad humana, toda vez que las decisiones judiciales son acciones que
todo el tiempo involucran necesariamente operaciones mentales o procesos de razonamiento
lógico que deben ser aplicados de manera efectiva para obtener soluciones razonables a los
casos judiciales. Un razonamiento, que no es ajeno de elementos e influencias externas e
213
internas del juez, como su ideología, su experiencia y su propia percepción de la realidad,
tanto jurídica como política.
De acuerdo con la teoría del realismo jurídico, las razones que motivan la decisión
judicial no son necesariamente los criterios o parámetros establecidos por las normas
jurídicas, sino que junto con los elementos que conforman o estructuran la ideología interna
del juez, también son influyentes la tradición cultural, sus concepciones de justicia y desde
luego el contexto del caso frente al cual se está desarrollando la decisión, los cuales van más
allá de la mera hermenéutica jurídica.
Valga decir que en otros ámbitos como en el derecho inglés, no se aspira a encontrar
una justicia superpositiva o de carácter meta-histórico, sino que se pretende alcanzar el
derecho vigente, tal y como se desprende del principio the law of the land. De tal manera
que el juez inglés, en el examen de sus decisiones judiciales, procede a proyectar soluciones
prácticas, basadas en los casos ya fallados con anterioridad, utilizando para ello el método
de la analogía, que consiste en el examen de los hechos, no de las leyes, y que supone la
solución de casos a partir del criterio utilizado en otros semejantes.
No obstante, en casi todo el derecho occidental las reglas de la razón son un parámetro
determinante en la solución de los casos por la vía judicial, en otras palabras, las decisiones
judiciales son aquellas que están dotadas de este parámetro con suficiencia dentro de sus
fundamentos intrínsecos invocados. De forma tal que el error judicial no se pueda abrir paso
por la insuficiencia argumentativa de la decisión. Muy a pesar de las influencias internas o
externas del juez.
214
interpretativa de los jueces, tanto en la interpretación normativa, como en la valoración
probatoria (error de hecho y de derecho), en medio de los vacíos o contradicciones legales
(sustantivas o procesales) que contiene el ordenamiento, los cuales conllevan a trasgredir
mínimos parámetros jurídicos y constitucionales que devienen en la responsabilidad
extracontractual del Estado.
215
que el Estado debiera responder por los actos de sus funcionarios, sin embargo, bastaba con
acreditar la diligencia y cumplimiento de sus obligaciones, para poderse exonerar de
cualquier pretensión indemnizatoria. Con posterioridad, empezó a cobrar vigencia la teoría
de la responsabilidad directa, con la cual se superó el planteamiento teórico anterior y se
introdujo una nueva posición teórica que asimilaba al funcionario y la persona jurídica
(tratándose de una entidad privada o pública) como una unidad. A través de esta nueva teoría
se permitió distinguir la culpa personal o directa del agente responsable, viendo al Estado,
esta vez como persona jurídica comprometida y responsable de los actos de sus agentes.
Una de las grandes limitaciones que como se pudo observar ha tenido la evolución del
error judicial ha sido, precisamente el concepto de la cosa juzgada, pues esta es considerada
como un presupuesto básico para la seguridad jurídica del ordenamiento legal.
Por otra parte, se ha podido evidenciar que cierta doctrina ha emparentado mejor el
error judicial dentro del concepto de falla en el servicio, como régimen subjetivo de
responsabilidad del Estado, en contraposición con el régimen de responsabilidad objetiva, de
desarrollo posterior, como son: el riesgo excepcional; el daño especial; la expropiación y
ocupación de inmuebles en caso de guerra; y la teoría de la lesión. No obstante, la
jurisprudencia del Consejo de Estado lo relaciona mejor con algunos fundamentos del
régimen de daño especial. Precisamente, como la tesis de la falta o falla del servicio no
siempre resultaba suficiente para justificar la responsabilidad administrativa, se estableció
esta percepción del error judicial dentro del régimen de responsabilidad objetiva.
En concreto, el error judicial, se puede plantear como una irregularidad que padece
una sentencia, mediante la aplicación incorrecta del ordenamiento jurídico, que esconde un
defecto en la técnica judicial, el cual se transforma en una fuente generadora de un daño,
proveniente de un acto producido por cualquiera de los órganos judiciales en el ejercicio de
sus funciones jurisdiccionales y, que conlleva a su vez una obligación de parte del Estado de
indemnizar y reparar el daño antijurídico ocasionado.
216
En cuanto a los presupuestos que exige la ley para que se predique su existencia, se
encuentran: que el afectado haya interpuesto los recursos ordinarios de ley; que la sentencia
generadora del daño, se encuentre en firme y; que la misma sea expedida por un funcionario
investido con autoridad judicial.
En cuanto a que la providencia sea emitida por una autoridad judicial, parece una
necedad, si se considera que solo puede incurrir en error judicial aquel funcionario que ha
sido investido de dicha facultad, y que en ejercicio de sus funciones emite una providencia
judicial, por el contrario nadie más puede hacerlo además de un Juez, pues las otras
autoridades que ejercen otras funciones jurisdiccionales del Estado (si se le puede decir así),
particularmente, en lo que corresponde a los órganos de control, solo pueden pronunciarse,
bien sea mediante actos administrativos, o dictámenes disciplinarios del mismo orden, que
de acuerdo al Consejo de Estado, no ostentan la categoría de auténticos fallos judiciales.
217
En segundo lugar, frente a la posibilidad de que el error judicial atienda
exclusivamente a consideraciones objetivas, el Consejo de Estado ha sido unánime en
reconocer que esto ocurre en tanto que se acredite que además del daño antijurídico, exista
una relación de causalidad, entre éste y el error contenido en la providencia, error que se
configura bajo los presupuestos del Estatuto de Administración de Justicia.
Por último, el Consejo de Estado estableció que los fallos de las Altas Cortes también
pueden ser causantes de error judicial, frente a la configuración de un daño antijurídico que
produzca un juez de cualquier jerarquía.
Todo esto permite evidenciar que sin duda el error judicial corresponde a un ámbito
de responsabilidad extenso, que a veces lo hace difícil de aplicar en situaciones específicas,
bien sea por su complejidad o bien por la falta de elementos o criterios determinantes para
su configuración.
218
Los errores que confluyen dentro de la valoración de la prueba documental, implican
tanto errores de derecho, como errores de hecho, y de los mismos se pudieron analizar
ciertos subtipos de errores entre los que se destacaron: el error por falso juicio de
convicción; el error por falso juicio de regularidad; el error por falso juicio de existencia;
el error por falso juicio de identidad y el error por violación a la sana critica.
Conclusiones propositivas
219
base de negar su efecto absoluto y permitir pasar al reconocimiento del concepto de
cosa juzgada relativa.
f) Uno de los principales problemas de la noción del error judicial en Colombia es que,
al no ser separado del dolo o la culpa, conlleva necesariamente un problema para su
determinación, pues se trata de un concepto eminentemente objetivo, y si hay culpa o
dolo del juez, no puede ser configurado como un error, pues son conceptos exclusivos
de la vía de hecho.
g) Por virtud del principio del iura novit curia, el juez no solo conoce el derecho que
aplica, sino que está llamado a aplicarlo correctamente, pues no se puede aceptar que
el juez se justifique en la complejidad de las normas revisadas o el asunto tratado o
incluso en la intervención de las partes para haber errado en su decisión. El juez como
director del proceso, tiene la autoridad y el deber de enmendar o corregir
oportunamente las falencias en las que pudo haber incurrido dentro del mismo, y
sobre todo, está en la obligación de detectarlas oportunamente, más allá del beneficio
que en un eventual proceso contencioso, pueda suponer esta decisión. De hecho, el
juez esta investido de facultades procesales para hacerlo, de manera que es
220
conveniente una mayor preparación profesional en estos temas dentro de la formación
de los jueces.
i) De acuerdo a la teoría económica del derecho, los incentivos positivos pueden ser una
estrategia para que los jueces sean estimulados (desde la institucionalidad) a
desarrollar decisiones efectivas, acertadas y libres de errores judiciales. Lo anterior,
en el marco del desarrollo de un sistema de registro o records de puntajes por los
aciertos y desaciertos que logren aplicar los jueces en sus fallos.
221
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Ref.: Expediente T-701685, Bogotá D.C.
Colombia, Corte Constitucional (2005, 08 de marzo), C-202, MP: Jaime Araújo Rentería.
Ref.: Expediente D-5336, Bogotá D.C.
236
Colombia, Corte Constitucional (2009, 04 de marzo), C-520, MP: María Victoria Calle
Correa. Expediente D-7485, Bogotá D.C.
Colombia, Corte Constitucional (2011, 08 de marzo), T-464, MP: Jorge Iván Palacio
Palacio. Expediente T-2897707, Bogotá D.C.
Colombia, Corte Constitucional (2012, 08 de marzo), T-177, MP: María Victoria Calle
Correa. Exp. T-2898169, Bogotá D.C.
Colombia, Corte Constitucional (2012, 08 de marzo), T-178, MP: María Victoria Calle
Correa. Exp. T-2839194 y T-2908138 (acumulados), Bogotá D.C.
Colombia, Corte Constitucional (2012, 03 de mayo), T-319ª, MP: Luis Ernesto Vargas Silva.
Exp. T-3312418, Bogotá D.C.
Colombia, Corte Constitucional (2012, 23 de agosto), T-656, MP: Humberto Antonio Sierra
Porto. Exp. T-3.434.415, Bogotá D.C.
Colombia, Corte Constitucional (2013, 14 de marzo), T-137, MP: Alexei Julio Estrada. Exp.
T-3605724, Bogotá D.C.
Colombia, Corte Constitucional (2016, 09 de noviembre), T-616, MP: Jorge Iván Palacio
Palacio. Expediente T-5393704, Bogotá D.C.
Colombia, Corte Constitucional (2017, 30 de enero), T-038, MP: Gloria Stella Ortiz
Delgado. Expediente T-5.724.531, Bogotá D.C.
Colombia, Corte Constitucional (2017, 27 de febrero), T-121, MP: Luis Ernesto Vargas
Silva. Expediente T-5.388.821, Bogotá D.C.
Colombia, Corte Constitucional (2017, 04 de abril), T-202, MP: Gloria Stella Ortiz Delgado.
Expediente T-5.915.380, Bogotá D.C.
237
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (1997, 04 de septiembre) Rad. 10285, CP:
Ricardo Hoyos Duque. Rad. 10285 de 1997. Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (1997, 14 de agosto) Rad. 13258, CP:
Ricardo Hoyos Duque. Rad. 13258 de 1997. Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (1999, 28 de enero) Rad. 14399, CP: Daniel
Suarez Hernández. Rad. 14399 de 1999. Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2003, 20 de marzo) Rad. 11038, CP:
German Rodríguez Villamizar. Rad. 73001-23-31-000-1994-1445-01(11308).
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera, (2003, 15 de mayo), C.P.: Alier Hernández
Enríquez, Rad. 76001-23-31-000-2002-1912-01(23245). Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2005, 20 de abril) Rad. 14725, CP: Ruth
Stella Correa Palacio. Rad. 25000-23-26-000-1995-01495-01(14725) de 2005.
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2007, 05 de diciembre) Rad. 15128, CP:
Ramiro Saavedra Becerra. Rad. 25000-23-26-000-1995-00767-01(15128) de 2007.
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2008, 8 de agosto) Rad. 17412, CP: Enrique
Gil Botero. Rad. 70001-23-31-000-1997-06331-01(17412) de 2013. Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2010, 11 de agosto) Rad. 18499, CP:
Mauricio Fajardo Gómez. Rad. 20001- 23-31-000-1998-04061-01(18499) de 2010.
Bogotá D.C.
238
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2011, 11 de mayo) Rad. 22322, CP: Ruth
Stella Correa Palacio. Rad. 08001-23-31-000-1999-02324-01(22322) de 2013.
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2012, 24 de mayo) Rad. 24141, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. Rad. 25000-23-26-000-1996-12683-01(24141) de 2012.
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera, (2012, 29 de mayo) Rad. 17060. C.P. Stella
Conto Díaz del Castillo. 25000-23-25-000-1994-09799-01(17060) de 2012. Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera, (2012, 17 de diciembre) Rad. 22581. C.P.
Danilo Rojas Betancourth. 25000-23-26-000-1999-02010-01(22581) de 2012.
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2012, 24 de mayo) Rad. 22205, CP: Carlos
Alberto Zambrano Barrera. Rad. 76001-23-31-000-1997-05296-01(22205) de 2012.
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2013, 29 de agosto) Rad. 33824, CP:
Ramiro de Jesús Pazos Guerrero. Rad. 17001-23-31-000-2003-00217-01(33824) de
2013. Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2013, 26 de septiembre) Rad. 28164, CP:
Olga Mélida Valle de De La Hoz. Rad. 25000-23-26-000-2002-00447-01(28164) de
2013. Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2013, 16 de octubre) Rad. 27287, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. Rad. 25000-23-26-000-1999-00308-01(27287) de 2013.
Bogotá D.C.
239
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2013, 30 de enero) Rad. 23769, CP:
Mauricio Fajardo Gómez. Rad. 66001-23-31-000-2000-00876-01(23769) de 2013.
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2013, 27 de febrero) Rad. 27866, CP:
Hernán Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-1999-02725-01(27866) de 2013.
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 29 de enero) Rad. 27258, CP:
Mauricio Fajardo Gómez. Rad. 25000-23-26-000-2003-00077-01(27258) de 2014.
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 20 de febrero) Rad. 27477, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. Rad. 25000-23-26-000-1999-01526-01(27477) de 2014.
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 26 de abril) Rad. 30300, CP: Enrique
Gil Botero. 13001-23-31-000-1997-12710-01(30300) de 2014. Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 12 de mayo) Rad. 23783, CP:
Mauricio Fajardo Gómez. 50001-23-31-000-1999-00167-01(23783) de 2014. Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 14 de mayo) Rad. 36748, CP: Hernán
Andrade Rincón. 25000-23-26-000-2003-02610-01(36748) de 2014. Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 29 de mayo) Rad. 28395, CP: Hernán
Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-2003-01229-01(28395). Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 29 de mayo) Rad. 27184, CP: Hernán
Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-2002-00702-01(27184). Bogotá D.C.
240
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 29 de agosto) Rad. 29888, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. 25000-23-26-000-1998-15937-01(29888) de 2014. Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 10 de septiembre) Rad. 29483, CP:
Olga Mélida Valle de De La Hoz. 25000-23-26-000-2002-01758-01(29483) de 2014.
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 10 de septiembre) Rad. 29027, CP:
Hernán Andrade Rincón. 66001-23-31-000-2002-00886-01(29027) de 2014. Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 09 de octubre), Rad. 28641, CP:
Stella Conto Díaz del Castillo. Rad. 250002326000199901329 01 (28641). Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 20 de octubre), Rad. 40060, CP:
Enrique Gil Botero. Rad. 05001-23-31-000-2004-04210-01 (40.060). Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 20 de octubre), Rad. 30751, CP:
Jaime Orlando Santofimio Gamboa. 41001-23-31-000-1999-00321-01(30751).
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 20 de octubre), Rad. 29355, CP:
Jaime Orlando Santofimio. Rad. 25000-23-26-000-2003-00204-01(29355). Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 29 de mayo), Rad. 28009, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. Rad. 25000-23-26-000-2000-01184-01(28009). Bogotá
D.C.
241
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 29 de mayo), Rad. 28395, CP:
Hernán Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-2003-01229-01(28395) Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2015, 29 de abril), Rad. 26239, CP: Danilo
Rojas Betancourt. Rad. 25000-23-26-000-1999-00319-01 (26239). Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2015, 15 de mayo), Rad. 39099, CP:
Hernán Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-2007-00427-01(39099). Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2015, 28 de mayo), Rad. 26693, CP: Danilo
Rojas Betancourth. Rad. 25000-23-26-000-2002-02226-01(26693). Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2015, 16 de julio), Rad. 36634, CP: Carlos
Alberto Zambrano Barrera. Rad. 76001-23-31-000-2006-00871-01(36634). Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2015, 3 de septiembre), Rad. 34255, CP:
Stella Conto Díaz del Castillo. Rad. 08001-23-31-000-1997-012523-01(34255).
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2015, 02 de diciembre) Rad. 30548, CP:
Marta Nubia Velázquez Rico. Rad. 760012331000199724450 – 01 (30.548) Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 09 de marzo) Rad. 34554, CP:
Martha Nubia Velázquez. Rad. 25000232600020050245301 (34554). Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 13 de abril) Rad. 35539, CP: Hernán
Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-2005-02325-01(35539). Bogotá D.C.
242
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 02 de mayo) Rad. 37344, CP: Danilo
Rojas Betancourth. Rad. 25000-23-31-000-2004-01262-025 (37344) Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 16 de mayo) Rad. 34818, CP: Jaime
Orlando Santofimio Gamboa. Rad. 250002326000200400410-02 (34818). Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 25 de mayo) Rad. 53553, CP: Jaime
Orlando Santofimio Gamboa. Rad. 25000-23-36-000-2013-00835-01 (53553).
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 30 de junio) Rad. 39808, CP: Martha
Nubia Velázquez Rico. Rad. 68001-12-33-31-000-1999-00920-01(39808). Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 05 de julio), Rad. 36604, CP: Danilo
Rojas Betancourth. Rad. 5200-12-33-1000-2006-01616-01 Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 07 de julio), Rad. 348994, CP: Jaime
Orlando Santofimio Gamboa. Rad. 760012331000200504037 01 (38994). Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 08 de julio), Rad. 37628, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. Rad. 17001-23-31-000-2006-00203-01(37628). Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 01 de agosto), Rad. 36351, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. Rad. 13001-23-31-000-1999-10241-01(36351). Bogotá
D.C.
243
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 01 de agosto), Rad. 36083, CP:
Hernán Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-1999-02842-01(36083). Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 08 de septiembre) Rad. 43568, CP:
Martha Nubia Velázquez Rico. Rad. 05001-23-31-000-2009-00312-01(43568).
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 14 de septiembre) Rad. 43866, CP:
Martha Nubia Velázquez Rico. Rad. 85001-23-31-000-2008-00014-02 (43866).
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 05 de octubre), Rad. 38362, CP:
Hernán Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-2005-00581-01(38362) Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 11 de noviembre), Rad. 34551, CP:
Stella Conto Díaz del Castillo. Rad. 25000-23-26-000-2005-02577-01(34551) Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 10 de mayo) Rad. 47338, CP: Martha
Nubia Velázquez Rico. Rad. 73001-23-31-000-2008-00669-01(47338). Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 11 de mayo), Rad. 39938, CP:
Ramiro Pasos Guerrero. Rad. 20001-23-31-000-2006-00189-01(39938) Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 18 de mayo), Rad. 36502, CP: Jaime
Orlando Santofimio Gamboa. Rad. 73001-23-31-000-2004-00136-01 (36502)
Bogotá D.C.
244
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 18 de mayo), Rad. 33204, CP: Jaime
Orlando Santofimio Gamboa. Rad. 76001-23-31-000-1998-01484-01 (33204).
Bogotá D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 18 de mayo), Rad. 38640, CP: Jaime
Enrique Rodríguez Navas. Rad. 47001-23-31-000-2005-00813-01(38640) Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 22 de junio), Rad. 39422, CP: Jaime
Enrique Rodríguez Navas. Rad. 25000-23-26-000-2009-00692-01(39422) Bogotá
D.C.
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 23 de junio), Rad. 41431, CP: Hernán
Andrade Rincón. Rad. 54001-23-31-000-2005-01336-01(41431). Bogotá D.C.
Total: 92
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