Sierra Avila Rosembert 2018

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Nuevos enfoques y perspectivas sobre el error judicial y su configuración en la

valoración probatoria documental dentro del ámbito de la responsabilidad estatal en


Colombia

Estudiante

Rosembert Sierra Ávila

Director:

Jaime Alfonso Cubides Cárdenas

Universidad Militar Nueva Granada

Facultad de Derecho

Maestría en Derecho Administrativo

Bogotá D. C.

2018
Nuevos enfoques y perspectivas sobre el error judicial y su configuración en la
valoración probatoria documental dentro del ámbito de la responsabilidad estatal en
Colombia

Rosembert Sierra Ávila


Universidad Militar Nueva Granada

“El rigor excesivo de las reglas puede ser un


acto irracional, pero la ausencia consiente de
ellas, es un acto aún más irracional”.

Tabla de contenido

Pág.

Glosario ............................................................................................................................ 7

Resumen ........................................................................................................................... 8

Abstract ............................................................................................................................ 9

Introducción ................................................................................................................... 10

1. Enfoque Histórico. Antecedentes y etapas de la responsabilidad del Estado por


error judicial en el mundo ............................................................................................. 22

1.1. Evolución histórica de la responsabilidad del Estado .................................. 23

 Abogado egresado de la Universidad Militar Nueva Granada, estudiante de la Maestría de Derecho


administrativo de la UMNG. Contacto E-mail: [email protected]

2
1.1.1. Etapa de indemnidad en la responsabilidad del Estado. .......................... 23

1.1.2. Etapa del reconocimiento inicial de la responsabilidad del Estado ......... 26

1.1.3. Etapa de la extensión progresiva de la responsabilidad del Estado ......... 29

1.1.4. Etapa de la Responsabilidad internacional del Estado. ............................ 33

1.2. El reconocimiento de la responsabilidad del Estado por falla en el servicio


de la administración de Justicia .............................................................................. 39

1.3. Tratamiento del error judicial en las normas internacionales y en algunos


sistemas judiciales de América y Europa ............................................................... 44

2. Enfoque conceptual. Régimen y naturaleza jurídica de la responsabilidad estatal


por error judicial en Colombia ...................................................................................... 51

2.1. Teoría y elementos de la responsabilidad patrimonial del Estado ............. 52

2.2. El concepto del error judicial en la jurisprudencia constitucional y su


posición encontrada con el Consejo de Estado ....................................................... 63

2.2.2. El error judicial en la jurisdicción contencioso administrativa. .............. 67

2.3. Concepto, presupuestos y características del error judicial ......................... 70

2.3.1. El concepto sobre el error judicial .......................................................... 70

2.3.2. Los presupuestos del error judicial ......................................................... 72

2.3.3. Características del error judicial ............................................................. 74

2.3.4. Error judicial en sentido amplio. ............................................................. 77

2.3.5. Error judicial en sentido restringido........................................................ 78

3
2.4. Teoría del error en la decisión judicial (error de hecho y error de derecho)79

2.5. Paralelo entre el error judicial y el error legislativo ..................................... 89

2.6. Providencias judiciales sobre las que se puede demandar el daño


antijurídico por error judicial .................................................................................. 95

2.6.1. Los fallos de las Altas Cortes................................................................... 95

2.6.2. Los fallos de anulación u homologación de los laudos arbitrales, los


fallos de tutela, los fallos absolutorios, inhibitorios, entre otros. ........................ 99

2.6.3. Los fallos expedidos por cualquier autoridad investida de la facultad


jurisdiccional...................................................................................................... 102

2.7. Providencias judiciales sobre las que no se puede demandar el daño


antijurídico por error judicial ................................................................................ 106

2.8. Los títulos de imputación jurídica por fallas en la Administración de


Justicia según la Ley 270 de 1996 .......................................................................... 108

2.9. Errores judiciales reconocidos por la jurisprudencia del Consejo de


Estado y la Corte Constitucional ........................................................................... 111

2.9.1. Error judicial por indebida valoración probatoria (error de hecho). ...... 112

2.9.2. Error judicial por indebida interpretación de la norma. Sustancial o


procesal (error de derecho) ................................................................................ 120

2.9.3. Otras modalidades de error judicial a la luz de la jurisprudencia de la


Corte Constitucional, la vía de hecho, el defecto factico y otros más. .............. 130

4
2.9.4. Resumen temático del precedente del Consejo de Estado sobre fallos
condenatorios por error judicial. ....................................................................... 140

3. Enfoque lógico-discursivo. La configuración del error judicial en la valoración de


la prueba documental .................................................................................................. 147

3.1. La prueba documental y sus características ............................................... 148

3.1.1. ¿Qué es la prueba documental?.............................................................. 148

3.1.2. La autenticidad de los documentos ........................................................ 152

3.1.3. La confesión escrita, la declaración documental y otros documentos con


vocación probatoria ........................................................................................... 155

3.1.4. La prueba documental trasladada........................................................... 157

3.2. Procesos y sistemas para la valoración probatoria .................................... 158

3.3. Presupuestos teóricos para la adecuada valoración de la prueba


documental .............................................................................................................. 162

3.4. Errores judiciales en la valoración de la prueba documental ................... 169

3.4.1. La omisión de decreto. ........................................................................... 176

3.4.2. La omisión de consideración. ................................................................ 177

3.4.3. La valoración arbitraria. ......................................................................... 179

3.5. El error judicial y su configuración en la valoración de la prueba


documental como fuente de responsabilidad jurisdiccional del Estado ............ 180

5
4. Enfoque causalista. La responsabilidad del Estado por error judicial en la
cultura jurídica colombiana ....................................................................................... 186

4.1. El desconocimiento de garantías judiciales y el derecho de reparación. .. 187

4.2. La reparación judicial por el daño antijurídico causado. ......................... 192

4.3. Efectos mediatos e inmediatos del error judicial. ........................................ 195

4.4. Efectos y causas del error judicial en la cultura jurídica. .......................... 196

Conclusiones generales ................................................................................................ 208

Conclusiones propositivas ........................................................................................... 219

Referencias Bibliográficas .......................................................................................... 222

6
Glosario

AJ: Administración de Justicia

CADH: Convención Americana Sobre Derechos Humanos

CE: Consejo de Estado

CSJ: Corte Suprema de Justicia

CC: Corte Constitucional

CIDH: Corte Interamericana de Derechos Humanos

CIJ: Corte Internacional de Justicia

CP: Constitución Política de Colombia

DDHH: Derechos Humanos

IVPD: Indebida valoración de la prueba documental

LEAJ: Ley Estatutaria de Administración de Justicia

ONU: Organización de las Naciones Unidas

TJCE: Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas

SC: Sistemas de Convicción

(ss.): subsiguientes

7
Resumen

El presente trabajo aborda el análisis del error judicial en sus diversas tipologías como
título de imputación jurídica y como fuente de responsabilidad estatal dentro del ámbito de
la valoración de la prueba documental en la decisión judicial, a través del cual se analiza su
evolución, naturaleza, alcance e identidad jurídica sobre la base de cuatro enfoques teóricos.
El primero, es el enfoque histórico, donde se explora el desarrollo de este título en la
historia, desde el derecho clásico romano hasta llegar a su regulación actual en algunos de
los principales sistemas judiciales del mundo; el segundo es el enfoque conceptual, donde se
analiza su naturaleza jurídica, su fundamentación teórica y taxonomía, así como sus
elementos configurativos dentro de la decisión judicial; le sigue un enfoque lógico
discursivo, desde donde se analiza la configuración de este título en el procedimiento de la
valoración de la prueba documental que aplica el juez al entrar en contacto con este medio
de convicción. Por último, se aborda el enfoque causalista, en el cual se hace una
exploración heurística de las causas y efectos que genera este título desde diversas ramas del
derecho, abarcando su incidencia en la cultura jurídica colombiana. Todo lo anterior basado
en un método de exploración analítico-descriptivo del fundamento doctrinal y
jurisprudencial relevante que este título de imputación jurídica suscita por medio de la cual
se tratarán de identificar los tipos de error judicial que se presentan en la valoración de la
prueba documental.

Palabras claves: Administración de justicia, sistemas de convicción, lógica formal,


daño antijurídico, error judicial, valoración de la prueba documental, error de hecho, error de
derecho, prueba documental, decisión judicial.

8
Abstract

The present work addresses the analysis of judicial error in its diverse typologies as a
title of legal imputation and as a source of state responsibility within the scope of the
assessment of documentary evidence in the judicial decision, through which is analyzed, its
evolution, nature, scope and legal identity based on four theoretical approaches. The first is
the historical approach, where the development of this title in history is explored, from
classical Roman law to its current regulation in some of the main judicial systems of the
world; the second is a conceptual approach, where its legal nature, its theoretical foundation
and its taxonomy are analyzed, as well as its configurative elements within the judicial
decision; it is followed by an logical discursive approach, from which the configuration of
this title is analyzed in the procedure of the evaluation of the documentary evidence applied
by the judge when coming into contact with the means of conviction. Finally, the causalist
approach, in which a heuristic exploration is made of the causes and effects that this title
generates from different branches of law, including the colombian legal culture itself. All of
the above based on a method of analytical-descriptive exploration of the relevant doctrinal
and jurisprudential foundation that this legal attribution title provokes by means of which
they were to identify the types of judicial error that are presented in the assessment of the
documentary evidence.

Keywords: Administration of justice, systems of conviction, formal logic, unlawful


damage, judicial error, assessment of documentary evidence, error of fact, error of law,
documentary evidence, judicial decision.

9
Introducción

El error judicial es una institución jurídica genuina de significativa importancia en la


práctica jurídica y en el ejercicio de la función judicial1 del Estado, toda vez que se
involucra en el diseño interno de las providencias judiciales y en las operaciones lógicas
aplicadas por los jueces al momento de decidir las controversias; igualmente se constituye
en un fenómeno jurídico relevante para la ciencia del Derecho y del Derecho Administrativo
como fuente de responsabilidad estatal, sobre todo porque abarca un ámbito de estudio
interdisciplinario y pluralista del derecho, y especialmente porque se consagra como una
garantía en el ordenamiento jurídico para proteger a los administrados de los excesos de los
jueces con sus decisiones. Su naturaleza, fundamentación y taxonomía 2 ha sido desarrollada
de manera paulatina por la doctrina desde diversas posturas teóricas y por la propia
jurisprudencia en el devenir del precedente judicial. Siendo determinado dentro del ámbito
de la responsabilidad estatal, como uno de los títulos de imputación jurídica del sistema de
responsabilidad del Estado por la Administración de Justicia (Ruiz, 2010). El cual se define
como una irregularidad en la decisión que se genera a través de una providencia judicial
contraria a derecho, de ahí que se pueda diferenciar con otros títulos de imputación jurídica
afines, como son: el defectuoso funcionamiento de la administración de justicia y la
privación injusta de la libertad, de acuerdo a la Ley Estatutaria de Administración de Justicia
(Congreso de Colombia, 1996, ley 270).

1
Ortega (1990) diferencia la función judicial de la función jurisdiccional, al comprender la primera como una
facultad del juez o tribunal de conocer y decidir (de forma independiente y determinada) los asuntos que se
someten a su conocimiento. Mientras que la jurisdiccional corresponde a una función pública o manifestación
del poder soberano del Estado, dirigida a preservar el orden y la estabilidad jurídica interna, mediante la
implementación de organismos autónomos (judiciales o administrativos) para dirimir las controversias y
conflictos que se presenten entre los particulares, y entre estos y el Estado naturalmente.
2
Haciendo referencia a la acción de clasificar los tipos y categorías que puede llegar a tener este título.

10
El error judicial o también llamado error jurisdiccional3, comprende una forma de
responsabilidad en la que el Estado se ve obligado a reconocer no solo una falla en la
función de administrar justicia, sino un derecho de indemnización por los daños y perjuicios
que se causen por estas decisiones a los administrados, los cuales no están obligados a
soportar de acuerdo con el artículo 90 de la Constitución Política, que al respecto señala que:
“El Estado responderá patrimonialmente por los daños antijurídicos que le sean
imputables, causados por la acción o la omisión de las autoridades públicas” (Asamblea
Constituyente, 1991, Art. 90). Autoridades que en este caso corresponden a aquellas que
están investidas de la función jurisdiccional de administrar justicia (Rodríguez 2008, p. 531).

A su turno, la Ley 270 (Congreso de la Republica, Ley 270, 1996) o Ley Estatutaria de
la Administración de Justicia (LEAJ) establece dos (2) presupuestos procesales necesarios,
sin los cuales no es posible acudir, bajo este título, ante la jurisdicción contenciosa 4, el
primero es que el afectado haya agotado los recursos ordinarios de ley contra la mencionada
providencia, y el segundo es que la providencia contentiva de error se encuentre en firme.

3
Aunque se pueden advertir diferencias moderadas entre la definición de cada concepto, algunos autores
contemporáneos y cierta jurisprudencia de la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 39422,
2017) han optado por utilizar el término error judicial, por tener una connotación más cómoda y determinable,
muy a pesar de que la Ley 270 de 1996 en su artículo 66 lo denominó “error jurisdiccional”. El Consejo
Superior de la Judicatura (2007) sostuvo que el error jurisdiccional “denota un concepto genérico enmarcado
al ámbito del defectuoso funcionamiento de la administración de justicia” (p. 88). Sin embargo, sigue
habiendo autores que asumen el error judicial en su acepción más genérica y establecen que tanto el error
jurisdiccional, como el defectuoso funcionamiento de la administración de justicia y la privación injusta de la
libertad son modalidades o especies del error judicial. En cualquier caso, y para los efectos del presente trabajo
se tomará el concepto del error judicial para referirse al error jurisdiccional contenido en el artículo 66 de la
Ley 270 de 1996. Aunque sin profundizar en una discusión semántica, si se quisiera ser más preciso con el
término, debería de adoptarse la denominación de: error en la decisión judicial.
4
Haciendo referencia de manera específica a la acción de Reparación Directa consagrada en el artículo 40 de la
Ley 1437 de 2011, que a su tenor indica lo siguiente:
“En los términos del artículo 90 de la Constitución Política, la persona interesada podrá demandar directamente
la reparación del daño antijurídico producido por la acción u omisión de los agentes del Estado.
Las entidades públicas deberán promover la misma pretensión cuando resulten perjudicadas por la actuación de
un particular o de otra entidad pública.
En todos los casos en los que en la causación del daño estén involucrados particulares y entidades públicas, en
la sentencia se determinará la proporción por la cual debe responder cada una de ellas, teniendo en cuenta la
influencia causal del hecho o la omisión en la ocurrencia del daño”.

11
Asimismo, es necesario que la decisión haya sido producida por una autoridad investida de
la facultad jurisdiccional, es decir por un juez con competencia y jurisdicción para fallar
determinado caso, y al mismo tiempo la decisión debe haber sido producto del desarrollo
hasta su culminación de un proceso judicial regulado por la ley.

Ahora bien, la Sala Plena (Corte Constitucional, Sentencia, C-037, 1996), ha


establecido que esta forma de responsabilidad comprende algo más que: “una simple
equivocación o desacierto derivado de la libre interpretación jurídica de la que es titular
todo administrador de justicia”.

En efecto, muchos errores y desaciertos (según su naturaleza) se producen durante el


ejercicio de la función jurisdiccional, y particularmente en desarrollo de la interpretación
normativa o en la valoración probatoria, no obstante, solo son relevantes aquellos que se
logran materializar a través de una decisión judicial, y que conlleven a la producción de un
daño antijurídico. Este último, considerado uno de los elementos 5 determinantes de la
responsabilidad estatal (Pinzón, 2014) el cual está relacionado con aquellos daños que
producidos por funcionarios del Estado, los administrados no están en el deber de soportar.

No obstante, existen diversas estrategias que se pueden utilizar para identificar y/o
superar situaciones de riesgo de error judicial, sus efectos, o la manifestación de los mismos
dentro de cualquiera de las etapas del proceso, algunas de las cuales serán tratadas a lo largo
del presente trabajo.

De igual forma, es claro que los errores judiciales no son fenómenos invencibles pues
en el desarrollo de las etapas de los procesos judiciales, y con sujeción al debido proceso, las
leyes procesales contemplan mecanismos, procedimientos y recursos ordinarios 6 que

5
Los otros dos son el nexo de causalidad y el acto imputable al Estado (infra).
6
De forma genérica, se encuentran los recursos ordinarios de reposición y apelación de autos como actos de
impugnación procesal comunes en todas las jurisdicciones contenciosas (Carrera, 1988).

12
permiten subsanar, corregir o censurar oportunamente cualquier falencia o equivocación
(detectable) en la que haya incurrido el juez antes del fallo y durante el proceso judicial.

Algunos de estos mecanismos permiten defender los derechos vulnerados de los


administrados que han sido víctimas de fallos contentivos de error judicial: uno de ellos es
la acción de Reparación Directa ante la jurisdicción de lo contencioso administrativo la cual
tiene un propósito resarcitorio, y la otra es la Acción de Tutela contra providencia judicial, la
cual valga decir, su procedencia es restringida y tiene un carácter eminentemente
excepcional, además de que no persigue una finalidad resarcitoria o reparadora del daño,
sino la de evitar conjurar un perjuicio irremediable o servir de mecanismo transitorio para
liberar a la persona de un estado de amenaza o de vulneración de sus derechos
fundamentales, particularmente frente a actuaciones arbitrarias o caprichosas que se han
estructurado en vías de hecho (Henao, 2010, p. 10); esto siempre y cuando no se trate de
situaciones consumadas e irreversibles, y no existan otros medios judiciales de defensa
idóneos frente a los derechos del afectado.

Adicionalmente, se encuentran los recursos extraordinarios de Revisión (tanto en la


jurisdicción contenciosa como en la jurisdicción ordinaria) y de Casación (exclusivo de la
jurisdicción ordinaria) que de acuerdo con la Corte Constitucional 7 y el propio Código

7
Ver más en el artículo 309 del Código de Procedimiento Administrativo y de lo Contencioso Administrativo
(CPACA) (Congreso de Colombia, Ley 1437, 2011) A través de la cual se declaró inexequible una disposición
del artículo 57 de la Ley 446 de 1998, que en virtud del anterior Código Contencioso Administrativo
(Presidente de la Republica de Colombia, Decreto 01, 1984) limitaba la procedencia del recurso extraordinario
de revisión al recurso de alzada y a los tribunales administrativos (excluyendo los jueces administrativos de
única o primera instancia). No obstante, se debe aclarar que salvo lo previsto en el artículo 20 de la Ley 797 de
2003, el artículo 250 del CPACA) solo contempla como causales de revisión aquellas relacionadas con hechos
posteriores sobrevinientes o que, habiendo sucedido dentro del proceso, solo se hayan podido descubrir con
posterioridad al fallo ejecutoriado, que sin culpa de las partes involucradas en la controversia no se haya
podido determinar en su debido momento.
En efecto, la Sala Plena (Corte Constitucional, Sentencia, SU-858, 2001) y (Corte Constitucional, Sentencia,
C-520, 2009) ya había reiterado que:
(…) el recurso no se limita a los eventos propios de la acción de revisión, que son, generalmente, externos al
proceso y sobrevinientes al mismo, sino que además procede para corregir el eventual error judicial.

13
General del Proceso8 (en adelante, CGP) son procedentes frente a la ocurrencia de un
eventual error judicial en el contenido de la providencia ejecutoriada.

Estas garantías judiciales o vías procesales de acción pueden resultar efectivas o


insuficientes, de acuerdo a las circunstancias de cada caso. Y no siempre su procedencia es
garantía del reconocimiento de un daño antijurídico (de hecho algunas no persiguen una
finalidad resarcitoria, sino correctiva)9. En cualquier caso, son instrumentos jurídicos que
permiten defender a los administrados de las decisiones incorrectas de los jueces, antes y
después del fallo; pero debido a un diseño constitucional, y a una cierta costumbre antípoda
de su rigor técnico, no ha sido posible a partir de estos, diferenciar o identificar con
escrúpulo científico los tipos de error judicial que se pueden originar desde determinada
actuación procesal, y a esto se le debe adicionar que con cada jurisdicción parece haber un
tratamiento diferente del concepto de error 10, lo mismo ocurre con las decisiones judiciales

(…)
Así, el recurso de revisión se convierte en vía apta para resolver, no sólo asuntos externos y generalmente
sobrevinientes al proceso, sino también aquellos que se deriven del error judicial en el curso mismo del
proceso.
8
Véase más en el artículo 333 y subsiguientes del CGP, dentro del cual se contemplan causales de procedencia
de este recurso para reparar los agravios irrogados a las partes en un fallo contentivo de error judicial, siempre
y cuando provenga de providencias que: hayan sido dictadas en toda clase de procesos declarativos; en
acciones de grupo cuya competencia corresponda a la jurisdicción ordinaria; o para liquidar una condena en
concreto.
9
Véase más sobre el Recurso Extraordinario de Unificación de Jurisprudencia (exclusivo de la jurisdicción
contenciosa) que al tenor del artículo 358 del Código de Procedimiento Administrativo y de lo Contencioso
Administrativo (Congreso de la Republica, Ley 1437, 2011) o (CPACA) precisa que solo:
“Habrá lugar al recurso extraordinario de unificación de jurisprudencia cuando la sentencia impugnada
contraríe o se oponga a una sentencia de unificación del Consejo de Estado” (Art. 358). Un recurso que a la
larga también permite corregir o enmendar errores judiciales que se llegasen a producir en una sentencia que
desconozca abierta e injustificadamente las sentencias de Unificación Jurisprudencial proferidas por el Consejo
de Estado”.
10
Véase más en la tesis de Llinás (2011) titulada “error de hecho” dentro de la cual evidencia la falta
univocidad del alcance y significado para cada una de las modalidades de error, así como el tratamiento
diferenciado con respecto al control de la motivación fáctica de la sentencia en las Salas Civil, Penal y Laboral
de la Corte Suprema de Justicia. No obstante, es de aclarar que solo hace referencia al error como causal del
Recurso Extraordinario de Casación y no al error judicial como título de imputación jurídica dentro de lo
contencioso administrativo.

14
al ser demandadas por este título en el ámbito de lo contencioso administrativo, debido a
que el Consejo de Estado no cuenta con una jurisprudencia univoca frente al tema.

Aunado a lo anterior, la configuración del error judicial es, y sigue siendo


problemática, pues sobre éste título se han edificado una variedad considerable de
situaciones que impiden determinar su procedencia específica en todos los casos y
particularmente en los casos difíciles (Sánchez, 2015) y (Rodríguez-Torres, 2016). Más allá
inclusive del cumplimiento de los presupuestos establecidos en la Ley 270 (Congreso de
Colombia, Ley 270, 1996), pues todavía se presentan cuestiones caracterizadas por: su
amplitud etimológica; la variedad (casi ilimitada) de tipologías que puede abarcar; la
ausencia de una jurisprudencia unificada y uniforme sobre este título en el Consejo de
Estado; la variedad de posturas teóricas 11 en las que se puede encajar; su procedencia y
reconocimiento indeterminable (incluso frente a casos similares) 12; entre otros.

De tal forma que la procedencia para declarar la responsabilidad del Estado por este
título solo ha sido posible con sujeción a una jurisprudencia restrictiva y no menos
cambiante del Consejo de Estado (Sánchez, 2015), en la que se han visto involucradas
situaciones concretas del proceso previas al fallo, que al pasar inadvertidas por parte del juez
o con la aquiescencia del mismo, estructuran el daño antijurídico a partir de su ejecutoria.

Ahora bien, diferentes manifestaciones de error judicial se pueden originar en


momentos específicos de las etapas del proceso, en tal sentido, por nombrar algunas: durante

11
Particularmente en los casos de error de hecho por indebida interpretación de la prueba, o de derecho donde
se han llevado los juicios de legalidad de las providencias judiciales (Gil, 2013) bajo presupuestos teóricos tan
opuestos como el principio de indeterminación del derecho, la discrecionalidad judicial y la teoría de la
respuesta correcta, en el seno del debate de Hart Herbert y Ronald Dworkin (Cristina, 1997).
12
Tal y como se observa en las sentencias de la Sección Tercera (Consejo de Estado, Rad. 27866, 2013) y
(Consejo de Estado, Rad. 30548, 2015) en cuyos procesos se abordaron demandas similares de error judicial
contra órdenes de desembargo de remanentes constituidos sobre bienes inmuebles. Ambos casos, relacionados
con medidas cautelares decretadas dentro de procesos civiles ejecutivos. Mientras el primero, el Consejo de
Estado reconoció el daño antijurídico por error judicial, concretado en un fallo condenatorio contra el Estado,
en el segundo, el fallo fue absolutorio a favor del Estado.

15
la resolución de las excepciones (previas o de fondo) propuestas por el demandado; durante
el saneamiento de vicios o nulidades en el control de legalidad del proceso; durante el
decreto, práctica o valoración de las pruebas (tanto testimoniales como documentales y de
otros medios probatorios); o durante la propia fundamentación del fallo. El hecho es que una
vez originados, y no vencidos mediante los recursos de impugnación o censura 13
determinados por la ley, terminan por estructurarse dentro de la misma providencia judicial
ejecutoriada, sobre la cual se materializa la contradicción de su contenido frente a las
disposiciones legales, jurisprudenciales o convencionales establecidas en el ordenamiento
jurídico.

De cualquier manera, y aunque no se trate de un título de imputación jurídica pacífico,


en la medida en que es un concepto dinámico en constante evolución y complejidad, es un
fenómeno jurídico que supone, no solo la vulneración de garantías judiciales de los
administrados, sino también: el desgaste de la administración de justicia con procesos
judiciales complementarios; la exposición directa de la responsabilidad patrimonial del
Estado14; la pérdida de credibilidad en la función judicial y la efectividad del derecho; así
como la propia defraudación de expectativas sociales de justicia, además de otros efectos
(supra) que de manera directa o indirecta se generan a partir de la condena del Estado por
este título de imputación jurídica, en cualquiera de las modalidades que haya reconocido el
Consejo de Estado. En otras palabras, estas consecuencias son producto de la decisión
equivocada del director del proceso quien no fue capaz de garantizar una decisión justa y

13
También se puede hacer referencia a las causales de nulidad del proceso, contenidas en el artículo 133 del
CGP, que si bien están originadas en errores cometidos por el juez, se pueden convertir en el insumo de una
responsabilidad extracontractual del Estado por error judicial, cuando son ignorados por el juez.
14
De acuerdo con la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado (2017), en la última década (con corte al
31 julio de 2017) el Consejo de Estado en solo doce (12) fallos condenatorios en contra la Nación ha
reconocido pretensiones económicas que (a 31 de junio de 2017) sobrepasan la cifra de Tres mil millones de
pesos ($3´222.568.103). Valor que no incluye las condenas que han sido proferidas por los Tribunales
Administrativos cuyos fallos condenatorios no fueron apelados y el correspondiente desgaste administrativo
y/o judicial que conlleva adelantar esta clase de procesos contenciosos.

16
correcta a la luz del ordenamiento jurídico, y cuyos efectos no se limitan a la esfera de los
derechos individuales del administrado, sino que trascienden a otros ámbitos como los arriba
mencionados.

Todo esto, sin tener en cuenta otro tipo de irregularidades (internas o externas al
proceso) que también inciden en mayor o menor medida en la producción de errores
judiciales por parte de los jueces, como es el caso de: la congestión judicial; las fallas en la
logística física de los despachos judiciales; la inflación normativa en materia procesal y
sustantiva; el excesivo formalismo, el incumplimiento y la coexistencia de regímenes legales
de excepcionalidad15; la ausencia de tarifa legal16 o científica en la valoración probatoria; la
aplicación anfibológica o la textura abierta de algunas normas jurídicas (procesales o
sustantivas); las decisiones caprichosas o arbitrarias; la corrupción, la negligencia y demás
delitos judiciales, entre otros. Los cuales tienen la capacidad de desdibujar aún más el
contorno de los derechos y garantías judiciales de los administrados y de las propias reglas
procesales en el ejercicio de la función judicial.

Frente a este panorama, es claro que los errores judiciales son diversos y se pueden
materializar de muchas formas desde diferentes contextos del proceso, todo dentro de un
universo casi ilimitado de posibilidades de error judicial en las providencias de los jueces.

15
Especialmente en el ámbito pensional y de Seguridad Social del sector público y privado, junto con los
regímenes pensionales exceptuados de la fuerza pública y del ámbito administrativo laboral de los servidores
públicos.
16
Véase más en la sentencia de la Sala Plena (Corte Constitucional, Sentencia, C-202, 2005) que hace
referencia a tres (3) sistemas de convicción probatoria, entre los cuales destaca los siguientes: íntima
convicción o de conciencia o de libre convicción; tarifa legal o prueba tasada y el sistema de la sana crítica o
persuasión racional, pero con respecto a la tarifa legal, señala lo siguiente:
“ii) El sistema de la tarifa legal o prueba tasada, en el cual la ley establece específicamente el valor de las
pruebas y el juzgador simplemente aplica lo dispuesto en ella, en ejercicio de una función que puede
considerarse mecánica, de suerte que aquel casi no necesita razonar para ese efecto porque el legislador ya lo
ha hecho por él.
Este sistema requiere una motivación, que lógicamente consiste en la demostración de que el valor asignado
por el juzgador a las pruebas guarda total conformidad con la voluntad del legislador”.

17
Algunos de los cuales pueden comprender el: error de hecho, que involucra errores en
cuanto a la persona, los sujetos procesales y la naturaleza de la decisión; el error de derecho,
que se puede manifestar mediante la violación directa del orden positivo, la falsa
interpretación, o la interpretación equivocada de la norma, junto con la violación por la
aplicación indebida del orden positivo; asimismo, se encuentra el error in judicando, el error
in procedendo, y los errores que han sido tipificados por la jurisprudencia del Consejo de
Estado en el ámbito probatorio, que conllevan a defectos facticos del proceso, como tales se
destacan: la omisión de decreto, la omisión de consideración, y la valoración arbitraria, entre
otros.

Con todo, se debe reconocer que, para avanzar propositivamente en su determinación


científica y jurídica, resulta indispensable abarcar ciertos enfoques teóricos delimitados
desde los cuales se pueda analizar mejor su procedencia, evolución, naturaleza, identidad,
características, efectos, así como su configuración específica en la decisión judicial desde
uno de los momentos más críticos del proceso, como tal, desde la valoración de la prueba
judicial. Y el medio de prueba que favorece el desarrollo de este estudio, es sin lugar a
dudas, el de la prueba documental17. Esta última debido a su capacidad para ser efectiva,
necesaria, declarativa, representativa, conducente y definitiva en muchas de las
controversias que se suscitan18. Como tales se destacan los títulos ejecutivos, los actos
administrativos expresos, las demandas y sus anexos, así como los propios fallos judiciales,
los dictámenes médicos, los informes, los certificados (de toda índole o materia, públicos y
privados), las actas de asambleas (y todos los documentos que se producen en el régimen de

17
Valga decir que sobre los otros medios de prueba también se pueden producir errores judiciales, por ejemplo,
frente a la prueba testimonial, la declaración de parte, o la propia inspección judicial, sin embargo, de acuerdo
a las sentencias revisadas del Consejo de Estado, el documento constituye uno de los medios probatorios más
demandados por error judicial.
18
Y esto sin considerar que siete de los nueve medios probatorios contenidos en el artículo 165 del CGP se
pueden reproducir en documento escrito, entre estos: el interrogatorio de parte, la declaración testimonial de
terceros, la confesión, el juramento, el dictamen pericial, los indicios y los informes.

18
propiedad industrial), los acuerdos, las conciliaciones, los contratos (públicos y privados),
los memorandos, las circulares, los títulos bancarios, los títulos reales de dominio,
prendarios, hipotecarios, las notificaciones, las declaraciones juramentadas, el testamento, o
de carácter representativos como los planos, los dibujos, los gráfico y todo aquel en el que
conste por escrito el registro de algún hecho, condición, voluntad u obligación, cualquiera
que sea su origen, remitente y destinatario.

En tal sentido, y para los fines del presente trabajo se va a hacer referencia dentro de
los enfoques analizados a los tipos de error judicial que han sido reconocidos por la
jurisprudencia del Consejo de Estado dentro del ámbito probatorio y aquellos tipos que se
producen en el ejercicio19 de la valoración probatoria documental como medio de
convicción20 dentro del proceso judicial21, toda vez que sobre ésta han recaído buena parte
de las demandas por el título de responsabilidad del Estado de error judicial originados, bien
por omisión de decreto, omisión de consideración o por la valoración arbitraria de las
pruebas documentales regular y oportunamente allegadas al proceso. Pero sobre todo,
porque de acuerdo a la jurisprudencia analizada, el error judicial en la prueba documental se
proyecta como una indiscutible fuente de responsabilidad extracontractual del Estado
reconocida por la máxima autoridad22 de la jurisdicción de lo contencioso administrativo
bajo el concepto de error judicial por indebida valoración de la prueba. Igualmente, la
valoración del documento como prueba, es relevante en el análisis del error judicial, pues su

19
Más exactamente el procedimiento u operación mental que desarrolla el juez al percibir la prueba por medio
de sus sentidos para luego ser plasmada dentro de las consideraciones del fallo como fundamentos de su
decisión judicial.
20
También denominado dentro de los llamados medios probatorios (Stein, 1999, p. 41) es decir, las pruebas
que como elementos fundamentales del proceso permiten convencer y/o persuadir al juez de la veracidad de los
hechos que a través de las mismas se pretenden demostrar. A ese conjunto de operaciones sensoriales e
intelectivas que desarrolla el juez al entrar en contacto físico con la prueba, se le ha denominado asunción,
desde el punto de vista jurídico (Azula, 2015).
21
Particularmente respecto de los procesos donde más se han demandado errores judiciales, en los ámbitos,
civil, penal, laboral y si es posible, en el administrativo propiamente dicho.
22
Véase más en la sentencia de la Sala Contenciosa (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 30300 de 2014) quien
la tipifica bajo la denominación de error judicial por indebida valoración de la prueba.

19
configuración está asociada directamente con la técnica de valoración y el procedimiento
inductivo (lógico-mental) que utiliza el juez en la fundamentación fáctica del fallo y la
eventual decisión judicial adoptada.

Bajo estos parámetros, el planteamiento de la presente investigación se proyecta sobre


la base del siguiente interrogante: ¿Cuáles son los enfoques y perspectivas que permiten
abordar el análisis del error judicial y su configuración en la valoración probatoria
documental como fuente de responsabilidad estatal en Colombia?

Para desarrollar este cuestionamiento, se propone alcanzar un objetivo principal


consistente en el análisis de los tipos de error judicial reconocidos por la jurisprudencia a
través de los diversos enfoques teóricos que permiten identificarlos de forma diáfana, y
especialmente desde su configuración en el ámbito probatorio y en la valoración de la
prueba documental que aplica el director del proceso judicial. En tal sentido, como objetivos
específicos se establecen los de: explorar la evolución histórica, los fundamentos y
elementos de la responsabilidad extracontractual así como el tratamiento normativo
(nacional e internacional); revisar el concepto y la taxonomía predominante, así como la
naturaleza jurídica y teórica del error judicial en Colombia; identificar y determinar los
tipos de error judicial que tienen vocación para comprometer la responsabilidad
extracontractual del Estado como consecuencia de un ejercicio indebido de la valoración de
la prueba documental por parte del juez, y explorar las causas y consecuencias
predominantes de este título desde diversos ámbitos del derecho y la cultura jurídica
colombiana.

20
Metodología

En lo que respecta al diseño metodológico del presente trabajo, esta investigación se


desarrolla desde el enfoque del análisis-descriptivo y cualitativo, a través del cual se
propone destacar los elementos, cualidades y características determinantes del objeto de
estudio; del mismo modo, la clase de estudio que se trabaja es principalmente explicativo, al
tratar de determinar y aclarar conceptos, enfoques teóricos, y fundamentos determinantes de
la responsabilidad del Estado por error judicial dentro del ámbito del ejercicio lógico-
mental de la valoración de la prueba documental en cabeza del juez, asimismo, al evidenciar
otras circunstancias probables de error judicial que no siendo reconocidos específicamente
por la jurisdicción contenciosa, tengan la vocación de producir este resultado lesivo. En
cuanto a las fuentes de investigación, se aclara que en el presente trabajo se utilizan fuentes
primarias y secundarias. Las técnicas de análisis empleadas para el presente trabajo se
aplican sobre la base del análisis de contenido cualitativo con un enfoque inferencial.

21
1. Enfoque Histórico. Antecedentes y etapas de la responsabilidad del Estado por error
judicial en el mundo

Los antecedentes del error judicial en el mundo, se encuentran insertados dentro de la


evolución histórica de la responsabilidad extracontractual del Estado, la cual se desarrolla en
cuatro (4) fases diferentes (Agüero, 1995) que en un orden cronológico suponen una
extensión progresiva de los ámbitos de responsabilidad estatal, así como cambios y
transformaciones importantes hacia el devenir histórico del reconocimiento de los daños y
perjuicios que puede producir el Estado con sus actuaciones.

En estos términos, se encuentra un primer escenario de total impunidad estatal, que


consiste en la negación absoluta de responsabilidad en cabeza del Estado al que se
denominará: etapa de la indemnidad en la responsabilidad del Estado; en un segundo
escenario, se hace un análisis de los primeros regímenes legales de responsabilidad, frente a
errores procesales contra las víctimas de condenas injustas, denominado: etapa del
reconocimiento inicial de la responsabilidad del Estado; un tercer escenario, contempla la
consolidación de un régimen legal más desarrollado de responsabilidad estatal o de
extensión de responsabilidad, con todas sus fortalezas y debilidades, llamado: etapa de la
extensión progresiva de los ámbitos de responsabilidad estatal; y por último, se encuentra el
escenario de: etapa de la responsabilidad internacional del Estado, tanto en los ámbitos:
local, regional y universal, en sus relaciones con sus vecinos, y con sus propios ciudadanos.

Con todo, el siguiente capítulo desarrolla una aproximación histórica sobre la


evolución de la responsabilidad del Estado en general y del error judicial de manera
específica, a través del cual se incluyen algunos antecedentes y etapas decisivas entorno al
reconocimiento y la existencia de daños y perjuicios provocados por la actuación deficiente
de la administración de justicia y el derecho de reparación administrativa con ocasión de los
mismos.

22
Asimismo, se relacionan algunos hechos relevantes que precedieron la consolidación
de los principales regímenes o sistemas de responsabilidad estatal en materia de error
judicial.

1.1. Evolución histórica de la responsabilidad del Estado

La evolución histórica de la responsabilidad del Estado es un proceso gradual en


constante desarrollo, el cual se ha caracterizado por sus avances progresivos que parten de la
concepción indemne de la responsabilidad del Estado hasta un reconocimiento expansivo y
garantista, y en ámbitos que sobrepasan el presupuesto de la culpa del funcionario público o
agente estatal (como causante del daño) hasta llegar al concepto de la responsabilidad
objetiva, un régimen del que actualmente hace parte el título de imputación jurídica por
error judicial pasando por diversas fases y etapas que se relacionaran a continuación:

1.1.1. Etapa de indemnidad en la responsabilidad del Estado.

Parafraseando a Alarcón (1998) y Guillermo (2013) el reconocimiento de la


responsabilidad del Estado es todo un logro de conquista reciente, pues dentro de la
concepción previa al surgimiento del Estado de Derecho, no estaba concebida siquiera la
posibilidad del resarcimiento patrimonial por los daños causados a los ciudadanos. De
hecho, en principio los conceptos de soberanía y responsabilidad eran incompatibles, pues
de acuerdo al principio inglés: “the king can not do wrong” el rey simplemente no podía
pecar.

En efecto, se trataba de un Estado irresponsable que predominó desde la época del


Derecho Romano Clásico, y se prolongó hasta la consolidación del Estado Moderno, dentro
de un contexto en el que claramente resultaba inviable la posibilidad de exigirle al Estado

23
algún tipo de obligación relacionada con el reconocimiento de algún daño que este mismo
hubiese causado (Gonzales, 2009).

Tanto Roma como Atenas y Esparta (desde sus inicios) carecían de un procedimiento
de reclamación por los daños causados a las víctimas de despojos, de manera que eran ellas
mismas quienes debían correr con todo el peso de los perjuicios padecidos (Bustamante,
2003).

Durante esta época también predominó una forma de imperialismo de Estado, en la


que los atributos de soberanía recaían en cabeza del príncipe, pues era él quien dirigía los
destinos del Estado, y era él quien consideraba la posibilidad o no de indemnizar los daños
que producía en contra de otras personas. Esta etapa abarca en toda su extensión a la época
de la monarquía absolutista23 como forma de gobierno (Naranjo, 2014 p. 2012), la cual
predominó incluso dentro del periodo del Estado moderno, que a su vez se caracterizó, entre
otras cosas, por mantener las estructuras políticas medievales intactas, donde el rey como
máximo soberano, aún continuaba estando por encima de todo poder humano; en otras
palabras, se trataba de: “Un Estado donde el soberano tenía concentrado todo el poder y
tenía no solo derecho sobre la vida, la libertad y la propiedad de todos sus súbditos, sino
que además determinaba la vida económica” (Duran, 2014, p. 6).

A su turno, Pinzón-Muñoz (2014), agrega que:

El modelo de Estado preconizado por el ideal político del absolutismo se erigió sobre la
idea de la magnificación del poder hacia el interior y la independencia absoluta hacia el
exterior. El Estado es el fin de la organización política, de ahí su omnipotencia y razón (p. 3).

23
En efecto, durante el siglo XVI se pudo observar, como el absolutismo se sobrepuso a las concepciones
antiguas de la irresponsabilidad del Estado, al punto de convertirse en la época más impúdica del Derecho
Público tal y como lo afirma Cassagne (1998) citado por Pinzón-Muñoz (2014, p. 3).

24
A finales de siglo XVIII durante la gran gesta revolucionaria de Francia, Napoleón
Bonaparte (un autócrata despótico) hizo avances importantes, bajo la promesa del
reconocimiento formal del derecho galo (positivismo jurídico), el cual consistió en el
desarrollo de normas, preceptos y regímenes normativos, que lo hicieron acreedor de una
gran codificación institucionalizada donde se regularon derechos, garantías y libertades
civiles, mediante la adopción del Código Civil francés de 1804 (William, 2010) el cual no
incluyó nada concreto frente a la responsabilidad patrimonial de lo público (Herrera, 2015).

Una situación generalizada que se mantuvo al menos hasta la segunda mitad del siglo
XIX, donde aún se consideraba al Estado (al menos en occidente) como un ente incapaz de
asumir algún grado de responsabilidad por los daños que ocasionaba, pues no era para
menos, ya que el concepto de soberanía, para ese entonces, se basaba en la lógica de
imponerse a todos sin compensación alguna, una forma de irresponsabilidad de Estado a la
que no obstante se le cruzarían algunas limitaciones (Rodríguez-Libardo, 2008, p. 510);
entre ellas, la incipiente relación de los funcionarios públicos como únicos responsables por
los daños que causaban en representación del Estado (responsabilidad subjetiva del Estado).

Ahora bien, el Estado de responsabilidad indemne también fue partidario de una lógica
excluyente, según la cual, la víctima era quien debía correr con el peso de los daños
ocasionados, frente a una condición nula de poder promover algún tipo reclamación ante
algún funcionario para obtener un resarcimiento, reclamación que de haber sido posible
tampoco resultaba útil para los intereses del Estado de la época (Bustamante, 2003).

En síntesis, la tesis de la voluntad popular se encontró subordinada a la primacía de la


soberanía sobre las responsabilidades, una circunstancia más que caracterizó la ya
institucionalizada irresponsabilidad del Estado indemne (Bustamante, 2003, p. 10).

Frente a lo anterior, se puede decir que la ausencia de responsabilidad del Estado


constituyó un punto de partida dentro de la evolución del Derecho Administrativo en
general, y de manera específica, la etapa de la Polis Griega y la Antigua Roma (754 a. C.)

25
como antecedentes históricos remotos de este ámbito estudio; del mismo modo, se puede
destacar la no menos discutida rama del ius publicum, como uno de los primeros referentes
sobre la organización del Estado, con el que inicialmente se pretendió distinguir a las
normas que regulaban las relaciones entre los particulares, el ius privatum, de acuerdo con el
Digesto24 (530 a. C) (Medellín et al., 2000, p. 6). Siendo este el contexto desde donde
además se proyectaron algunas de las primeras instituciones y normas jurídicas del civitas, y
que, pese a su carácter elemental y consuetudinario, lograron desarrollarse, con indiscutible
trascendencia, dentro de los diferentes ordenamientos jurídicos del mundo, constituyendo de
esta forma, la génesis del estudio científico sobre la responsabilidad administrativa del
Estado y sus funcionarios.

1.1.2. Etapa del reconocimiento inicial de la responsabilidad del Estado

Según Morales (1996) uno de los primeros indicios de reconocimiento de


responsabilidad estatal por la actividad judicial se pueden evidenciar en las ordenanzas de
Felipe IV en 1341 y de Luis IX en 1479, las cuales se extienden hasta 1670 y mantienen su
vigencia hasta la Revolución Francesa, en dichas ordenanzas se desarrollaron varios
preceptos normativos sobre responsabilidad de los procesos judiciales por existencia de
errores, que de momento no implicaron ningún tipo de derecho de reparación a las víctimas
de estas actuaciones.

Igualmente, entre los años de 1707, 1766 y 1786 las ordenanzas de Leopoldo de
Lorena en Italia, Federico el Grande de Prusia y el Duque Leopoldo de Toscana,
respectivamente desarrollaron una serie de normas que facultaban a las víctimas de errores
judiciales a demandar a sus acusadores o solicitar indemnizaciones cuando estos se vieran

24
Conocida como una de las primeras compilaciones de normas jurídicas y de jurisprudencia romana (la
interpretación de los jurisconsultos romanos de la época).

26
procesados o condenados criminalmente de forma injusta, tal y como lo plantean Alarcón
(1998) y Maiorano (2008). Sin embargo, se trataba de disposiciones excesivamente
limitadas, siendo pocas las concesiones otorgadas a favor de las víctimas o inocentes
legalmente reconocidos (Araque y Ruiz, 2006).

No obstante, y aun bajo la vigencia del absolutismo monárquico, se trató de una etapa
histórica caracterizada por un cambio de criterio hacia el reconocimiento de la
responsabilidad del Estado, de forma que con el tiempo se fueron implementando
paulatinamente las primeras disposiciones indemnizatorias en favor de victimas de errores
judiciales, y con las cuales se contempló la posibilidad de reparación de perjuicios
ocasionados, aun sin la presencia de un régimen legal determinado (Herrera, 2015).

Algunos antecedentes importantes de esta nueva tendencia se pueden encontrar en las


célebres providencias francesas, contenidas en los fallos de: Blanco en 1873, de Terrier en
1903, de Arret Cadot en 1889, de Arret Labonne en 1919, y el de Affaire du bac D'eloka de
1921. Precisamente, el fallo de Blanco constituye un hito histórico, ya que por primera vez
se estableció una forma de responsabilidad de Estado, independiente de que fuera incluida o
no en los textos legales de la época de forma taxativa y expresa (Rodríguez-Libardo, 2008,
p. 29 y 30). Además de que se implementó una noción de servicio público, dirigida a superar
los conceptos de poder y de gestión administrativa predominantes en la época.

De cualquier manera, este escenario histórico coincidió con el desarrollo inicial de la


jurisdicción contencioso administrativa hacia el año de 1872 en Francia, la cual había
predominado bajo la influencia del denominado sistema de justicia retenida, que
posteriormente fue sustituida por el de justicia delegada 25, un sistema que consistió

25
La cual fue precedida por un sistema de justicia retenida en cabeza de la administración, donde el mismo
ejecutivo era quien conservaba la potestad de decidir las controversias que se ventilaban ante el Consejo de
Estado y los respectivos Consejos de Prefecturas, sin embargo, esto cambió y el juez natural recibió la
competencia de juzgar y decidir sobre estas mismas controversias, situación que también permitió el

27
precisamente en el otorgamiento de las competencias jurisdiccionales al Consejo de Estado
de la época para adoptar decisiones y resolver controversias, de forma autónoma e
independiente del jefe de Estado (Rodríguez-Libardo, 2008).

Lozano (1998) destaca que ni siquiera con al advenimiento del Estado liberal burgués,
consistente en la ideología del laissez faire, laissez passer, se superó del todo la lógica del
Estado irresponsable, pues tan solo hasta cuando se produce el fallo Blanco de 1873 en
Francia es que se empiezan a ver cambios significativos que rompen con este paradigma
jurídico.

Ahora bien, J. Gonzales (2009) agrega que la evolución hacia la responsabilidad se dio
en primer lugar de forma indirecta frente la administración pública, pues se trató
inicialmente de una forma de responsabilidad basada en el principio de culpa, la cual tenía
una regla de subsidiariedad en la reparación del daño, entre el funcionario y el Estado: “(…),
es decir la conducta ilícita de los funcionarios públicos, que se traducía en la posibilidad de
demandar a estos y en caso de que éstos fueran insolventes, se podía reclamar al Estado la
reparación respectiva” (p.1).

Estos primeros indicios de responsabilidad indirecta tienen lugar, según Bustamante


(2003) a partir de la Revolución Francesa, en medio de un lento proceso de transición, donde
la responsabilidad del Estado es endilgada casi de forma exclusiva a los funcionarios
públicos.

Sin embargo, no cabe duda que a partir del fallo Blanco de 1873 no solo se consolidó
la concepción publicista de la responsabilidad patrimonial del Estado, pues justificó su
identidad propia frente a la responsabilidad civil, sino que además permitió que se

reconocimiento de la identidad jurídica de las acciones y recursos administrativos dentro de la jurisdicción de


lo contencioso administrativo de Francia (Medina, 2015).

28
estructuraran los primeros fundamentos de responsabilidad directa que superarán el
concepto de la responsabilidad con culpa, llegando a admitir incluso la responsabilidad sin
falta, o la responsabilidad por la ejecución irregular o defectuosa de la administración
pública, todos estos sistemas fueron posibles desde la óptica de la existencia de un perjuicio
objetivado de acuerdo con Pinzón-Muñoz (2014).

En suma, el reconocimiento incipiente de responsabilidad del Estado puede ser visto


como un proceso de transición importante dentro de la historia del derecho administrativo,
pues supone no solo un avance desde el punto de vista del desarrollo normativo, sino todo
un cambio de paradigma dentro del ámbito jurídico, y frente a las diferentes teorías
administrativas que pulularon sobre la época (con algunos antecedentes previos en Francia y
Alemania), pues se pasa a ver al Estado como una estructura organizada, independiente y
auto-regulada. Tal es el caso de la doctrina científica del gobierno y la administración
interiores del Estado, más conocida como la ciencia de policía. Una disciplina sobre la
buena administración de lo público, el orden de la colectividad y el bien público
propiamente dicho (Parejo, 2009).

1.1.3. Etapa de la extensión progresiva de la responsabilidad del Estado

Siguiendo a Maya (2005) durante esta etapa se estructuraron algunos regímenes


legales importantes, como es el caso de la “Ley Penal de las Dos Sicilias”, en la que se
reguló la forma de obtener la reparación de daños sufridos por personas calumniadas en un
juicio criminal, y con la cual se empieza a consagrar el derecho de reparación a cargo del
Estado por los errores cometidos en la administración de justicia; y en buena parte de la
Europa de finales del siglo XIX. Aunque, no se puede desconocer que en otros países ya se
había alcanzado a incluir cierto tipo regulación sobre reparación por el arresto y por la
condena en materia penal.

29
En efecto, durante los años 1850 y 1893, de manera conjunta, los cantones suizos
acordaron adoptar una serie de normas que incluyeron sanciones concretas por errores
judiciales, en ese mismo sentido procedieron: España con la Ley del 07 de agosto de 1899 y
los códigos penales de la marina y el ordinario de 1928; Italia en 1913 con la promulgación
de su Código Penal; y de forma similar en las legislaciones penales de Suecia en 1895,
Dinamarca en 1888, Austria en 1892, Bélgica en 1894, Portugal en 1895, Alemania en 1898,
entre otros (Correa, 2012, p. 177 y 178).

Casi de forma simultánea, cobran vigencia teorías francesas sobre la responsabilidad


administrativa por falta o falla del servicio, relacionadas con el funcionamiento irregular o
defectuoso de la administración pública, como una evolución frente a la concepción
primigenia de culpa del agente público según Pinzón-Muñoz (2014); de igual manera
Cassagne (2009) citado por Pinzón-Muñoz (2014) afirma que en esta etapa se establecieron
toda una serie de nuevas concepciones y títulos sobre responsabilidad administrativa,
relacionadas con:

a) La expropiación por causa de utilidad pública; b) el sacrificio especial; c) la igualdad


ante las cargas públicas; d) el enriquecimiento sin causa e); los derechos adquiridos; f) el
riesgo; g) los principios del Estado de Derecho; h) el principio de la restitución proveniente
por un deber impuesto por la justicia administrativa; e i) la lesión jurídica resarcible, entre
otras (Pinzón-Muñoz, 2014, p. 6).

En medio de estos avances legislativos y teóricos, también se presentaron algunos


casos celebres de errores judiciales como el que ocurrió a finales del siglo XIX en un
estamento militar francés, con el litigio de Affaire Dreyfus, un capitán judío que fue
injustamente condenado por haber filtrado información secreta a los alemanes, en un
proceso judicial polémico que se vio alimentado por el antisemitismo y la xenofobia que
reinaba en la época; no obstante, el condenado fue indultado por el gobierno de turno y
posteriormente absuelto, y debido a las particularidades de este caso, no hubo lugar a

30
indemnizaciones toda vez que tampoco fueron reivindicadas por el señor Dreyfus, (Caballos,
2002).

Ahora bien, Rivero (2002) citado por Rodríguez-Libardo (2008) señala que la mayor
extensión de responsabilidad, durante esta etapa se ve reflejada en los siguientes aspectos:

1) La responsabilidad empieza a incursionar en ámbitos y servicios que inicialmente


habían sido excluidos como es el caso de los servicios de policía.

2) El elemento de la culpa, como presupuesto determinante, deja de ser un concepto


rígido para efectos de responsabilidad del Estado, pasando de culpa grave a casi
cualquier tipo de culpa.

3) Progresivamente fueron mejorando los métodos y reglas para el cálculo de las


indemnizaciones en favor de los perjudicados.

4) Se consideró la posibilidad de acumular responsabilidades en cabeza del


funcionario y del Estado simultáneamente, permitiendo en algunos casos, facultar
al perjudicado para que escogiera la opción más favorable.

Frente a estos, se debe decir lo siguiente: en lo que respecta a la extensión de la


responsabilidad estatal desde el ámbito de los servicios de policía es un claro ejemplo de que
los mismos, al ser desplegados por funcionarios públicos para el control de las actuaciones
de los ciudadanos y el ejercicio de sus derechos, también son proclives a que con sus
excesos u omisiones se puedan presentar daños o perjuicios generadores de responsabilidad
en el ámbito estatal. Los daños causados por los funcionarios pueden ser su vez originados
en el ejercicio de sus funciones de forma intencional (dolosa) o imprudente (culposa), esta
última considerada dentro de los rasgos que caracterizan el avance de la responsabilidad del
Estado, pues se logra evidenciar que la misma pasa de ser un presupuesto restringido, por
sus naturales condiciones limitadoras a la actuación propia del funcionario como individuo y

31
trasciende a la responsabilidad del Estado en su dimensión holística, dentro de la tesis
organicista y de la falla del servicio, sin excluir otras esferas de responsabilidad como es el
caso de la disciplinaria y la penal en contra del funcionario causante del daño.

De manera que esta última es otra prueba más del rasgo expansivo de la
responsabilidad del Estado, en curso a independizarse de manera no exclusiva de los otros
ámbitos de responsabilidad, o como lo denomina Rivero (2002) citado por Rodríguez-
Libardo (2008) al referirse a la acumulación de responsabilidades en cabeza del Estado y del
funcionario simultáneamente, pero con el ingrediente de que los fallos de los procesos de
responsabilidad individual no vinculan al proceso de la controversia de la responsabilidad
estatal.

Finalmente, se puede decir que otro rasgo característico de la etapa de expansión de


responsabilidad del Estado, es sin duda el avance hacia el concepto de la imputación de la
responsabilidad objetiva del Estado, la cual parte de la tesis de la ausencia de falta o culpa
del funcionario y de la entidad respectiva, considerando el hecho del daño antijurídico y su
adecuación a ciertos regímenes tradicionalmente considerados como el daño especial, el
riesgo excepcional, o las propias actuaciones administrativas, que aun enmarcadas dentro de
la legalidad, puedan llegar a generar daños antijurídicos. Del mismo modo los daños
patrimoniales causados por la ocupación de bienes inmuebles por trabajos públicos y los
perjuicios causados a los contratistas que padecen en detrimento de su patrimonio a costa del
enriquecimiento del Estado, entre otros (Ruiz, 2010).

De cualquier manera, es un hecho que la extensión de responsabilidad del Estado es un


proceso continuo y en constante desarrollo, el cual se ha ido permeando, inclusive en otras
áreas y ámbitos jurídicos, anteriormente reservados para el derecho civil o el derecho
comercial, tal es el caso de la contratación estatal, o la propia responsabilidad internacional
frente al cumplimiento de tratados, obligaciones y convenciones internacionales y
especialmente frente a la protección de los Derechos Humanos (en adelante, DDHH) y el
Derecho Internacional Humanitario (en adelante, DIH), entre otros.

32
1.1.4. Etapa de la Responsabilidad internacional del Estado.

En esta última fase se habla del Estado contemporáneo, que es considerado el sujeto
principal del derecho público internacional, el cual se encuentra vinculado junto con todos
sus órganos internos, al cumplimiento y la armonización de sus normas con las del derecho
internacional, esto sin perjuicio de sus derechos de soberanía, independencia y
autodeterminación (Santalucia & Seferian, 2001).

Por su parte, J. Gonzales (2009, p. 11), precisa que:

El Derecho Internacional contemporáneo, se ha enfocado de forma particularmente


cuidadosa a establecer por medio de diversas convenciones y tratados internacionales, la
salvaguarda de los aspectos vinculados a los Derechos Humanos, y de forma específica al
tema de las garantías en los procesos jurídicos y al funcionamiento de la estructura
administrativa y procesal del sistema de justicia de las naciones.

En efecto, este conjunto de instrumentos jurídicos universales, regionales,


multilaterales y hasta bilaterales conforman un régimen de responsabilidad internacional de
los estados, dirigidos a prevenir acciones y omisiones que puedan llegar a cometer sus
funcionarios en contra de los administrados y que deriven en la vulneración de los DDHH, y
otros derechos y garantías civiles, penales, laborales, jurídicas, ambientales y hasta políticas
de trascendencia internacional.

Del mismo modo, el Estado contemporáneo es responsable y esta instituido para


prevenir diferendos con otros estados (aunque a veces resulten inevitables) no obstante, está
rodeado de una serie de mecanismos pacíficos (judiciales y no judiciales) para solucionar
sus controversias políticas o jurídicas que puedan estar relacionadas con: “la interpretación
de un tratado internacional, la violación de una obligación internacional o de una cuestión
de derecho internacional que deriva en posiciones contrapuestas” (Patiño, 2015, p. 13), o
que versen sobre cuestiones relativas a reparaciones económicas o diferendos fronterizos,
entre otros, siendo casi imperativo para los Estados evitar recurrir a la guerra como

33
institución antagónica de las pretensiones legitimas de la comunidad Internacional, lideradas
por la Organización de las Naciones Unidas (en adelante, ONU).

De acuerdo con Tadeo & Domínguez (1999) citado por Patiño (2015) el Ius cogen se
refiere a un principio de derecho internacional relacionado con la imperatividad de los
tratados y las normas internacionales, reconocidas y aceptadas por la misma comunidad
internacional, el cual no puede ser sustituido o limitado mediante acuerdos particulares o
bilaterales entre los Estados, tal y como se advierte en el artículo 53 de la Convención de
Viena Sobre el Derecho de Los Tratados 26.

Por otro lado, es claro que el Estado también está siendo sometido a un proceso de
globalización jurídica (Rodríguez-Libardo, 2008) el cual se ve reflejado, a nivel interno, en
la internacionalización de diferentes fuentes normativas como la jurisdicción contencioso
administrativa, y el propio derecho constitucional, entre otros; todo como consecuencia de
una cada vez más extensiva y progresiva cobertura en la interpretación y protección de los
DDHH y otros instrumentos internacionales afines, dentro del derecho interno de los
estados, los cuales conforman el llamado bloque de constitucionalidad. Tal es el caso de la
Convención Americana Sobre Derechos Humanos (en adelante, CADH); la Convención
Europea de Derechos Humanos (en adelante, CEDH); la Declaración Universal de Derechos
Humanos; El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, etc., donde los Estados
miembros son responsables individualmente por la protección, garantía y respeto de los
derechos y las obligaciones allí consagradas en estos instrumentos.

26
Aprobada en Viena el 23 de mayo de 1969, es una codificación internacional de carácter supraestatal que
reconoce el valor de los tratados suscritos entre los Estados como fuente de derecho internacional y como
instrumento para desarrollar la cooperación pacífica entre las naciones, el cual se estructura sobre la base de los
principios del libre consentimiento, la buena fe y el "pacta sunt servanda", los cuales han sido universalmente
reconocidos y hacen parte de la costumbre internacional, del mismo modo hace referencia a los medios
pacíficos de solución de conflictos internacionales y otros aspectos y presupuestos jurídicos afines sobre los
tratados entre los Estados.

34
En otras palabras, el sistema de protección de DDHH constituye un ámbito superior de
responsabilidad estatal mediante el cual se vigila el cumplimiento estricto de las normas y
obligaciones internacionales para promover la defensa de los derechos de sus propios
administrados en condiciones generales de igualdad y dignidad, y de forma especial frente a
las excesos y omisiones de las autoridades o agentes estatales que en el ejercicio de sus
funciones públicas pueden menoscabar los derechos de los administrados.

Esto implica que desde las ramas del poder público del Estado miembro, y
particularmente desde sus órganos e instituciones judiciales, se debe promover la aplicación
eficaz de estos instrumentos internacionales sobre DDHH para procurar el reconocimiento
efectivo de la fuerza normativa que de ellos se desprende, mediante el uso de diversos
mecanismos jurídicos, que como el control de convencionalidad (Santofimio, 2016)
permiten hacer extensivos los criterios jurídicos sobre interpretación de DDHH. Y
especialmente aquellos que hayan sido aplicados y desarrollados desde la jurisprudencia de
la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante, CIDH).

Frente a esto, se puede decir que existen dos (2) obligaciones específicas en cabeza de
los órganos judiciales de cada Estado miembro, por un lado, la relacionada con el control de
constitucionalidad y por el otro, la referida al control de convencionalidad de acuerdo con
Chacón, et al. (2015). En efecto:

El primero consiste en hacer una comparación entre su Constitución y las normas que,
por su rango, están por debajo de ella y darle prioridad a la primera (Hitters, 2009). El
segundo, de acuerdo con Bazán (2011), consiste en juzgar en casos concretos si un acto o una
normativa de Derecho interno resulta incompatible con la CADH y disponer, en consecuencia,
la reforma o la abrogación de dichas prácticas o normas, según corresponda, en orden a la
protección de los derechos humanos y la preservación de la vigencia suprema de tal
Convención y de otros instrumentos internacionales fundamentales en este campo (p. 97).

35
De manera que dentro del ámbito regional, el juez local no está supeditado solamente
a conocer y aplicar el derecho interno vigente (iura novit curia)27 que le corresponde por
competencia y funcionalidad, sino que además está en el deber de desarrollar e incluir el
parámetro del control de convencionalidad 28 para poder adecuarlo al caso en concreto
(cuando así corresponda), y aun y cuando esta figura no se encuentre expresamente regulada
en el ordenamiento interno del Estado al que hace parte. En estos términos, el juez local
estaría en la obligación de estructurar el juris corpus del Sistema Interamericano de DDHH,
esto quiere decir que deberá: “armonizar el derecho interno a los parámetros del SIDH, lo
que implica una labor de construcción de los operadores jurídicos del derecho interno, más
que limitarse a la aplicación basada en la lógica formal, tal y como lo mencionan Martínez,
Pérez, & Cubides (2015, p. 119).

En otras palabras, no puede haber un desconocimiento injustificado de estos


parámetros de interpretación vinculante (o excluyente de la normatividad interna en algunos
casos), pues de lo contrario el juez se puede ver enfrentado a ámbitos concretos de
responsabilidad no solo en el ámbito individual y disciplinario, sino también estatal y
patrimonial, pues desde sus propios fallos podría incurrir en error judicial por omitir la
aplicación de normas y criterios internacionales vinculantes o por aplicarlos de forma
incorrecta.

Ahora bien, se puede considerar que existe una tendencia en el derecho internacional
que procura la universalización de los sistemas y criterios de protección de DDHH, tal es el

27
De acuerdo al principio nemo liceat legem ignorare el conocimiento del derecho es una presunción que recae
sobre todos los asociados. En otras palabras: “(…) nadie puede ni eximirse de su cumplimiento ni escapar de
su aplicación, alegando su desconocimiento, su ignorancia” según Tamayo (2004, p. 162).
28
Pérez Lozano (2011) citado por Martínez, et al. (2015, p. 120) afirma que:
El control de convencionalidad en sede interna se actualiza cuando el juez interno tiene competencia para no
aplicar el derecho interno y aplicar la Convención u otro tratado mediante el examen de confrontación
normativo (derecho interno con el tratado) en un caso concreto y adoptar una decisión judicial que proteja los
derechos de la persona.

36
caso de La Corte Europea de DDHH, que exige la aplicación de figuras como la cláusula de
interpretación conforme (Caballero, 2011, p. 105), el efecto de cosa interpretada por las
sentencias del Tribunal de Estrasburgo, y el propio control de convencionalidad de acuerdo
con Diez (2006) y Queralt (2007) citados por Nuevo (2015), igualmente precisan que:

(…) «en los países que pertenecen al CEDH, las normas constitucionales sobre derechos
fundamentales sólo pueden operar autónomamente en aquellos sectores que no han sido
tocados aún por la jurisprudencia de Estrasburgo», en la medida en que «el parámetro de
mínimos fijado desde Estrasburgo podrá ser siempre superado, pero nunca rebajado por los
Estados» (p. 147).

En otras palabras, se puede decir que la ratificación y aprobación de los tratados


internacionales y regionales sobre protección de DDHH, junto con la hermenéutica jurídica
que desarrollan sus órganos judiciales, se materializa conforme a los postulados
fundamentales del ius cogens, mediante la intervención efectiva de los órganos judiciales
internos de cada Estado miembro, con el juzgamiento de sus casos internos ajustados a los
criterios de la jurisprudencia de La Corte Interamericana de Derechos Humanos (en
adelante, Corte IDH).

Sin embargo, se debe reconocer que pese a estos importantes avances en la


jurisprudencia internacional, no ha sido posible desarrollar un ámbito de integración
normativa suficiente y efectivo entre las legislaciones de los Estados parte y los sistemas
regionales o internacionales de protección de DDHH, y en los casos en donde se han dado
desarrollos legislativos importantes, tampoco ha sido posible alcanzar grados aceptables de
respeto y garantía en el ejercicio de los DDHH de los administrados. De manera que se
mantiene casi incólume el reto de los Estados contemporáneos frente al cumplimiento de
estas obligaciones internacionales.

De cualquier manera, se debe admitir que se trata de un mundo con un panorama


complejo, pues luego de dos (2) guerras mundiales y casi un (1) siglo entero de conflictos

37
internacionales, regionales y hasta internos dentro de los mismos estados, entre ellos, o
contra facciones militares internacionales, grupos terroristas, insurgentes y demás, que
luchan con fines políticos, religiosos, económicos y hasta geoestratégicos, el mundo
occidental, junto con sus instrumentos normativos y las organizaciones internacionales, no
han sido capaces de frenar o limitar toda una amalgama de eventos y barbaries perturbadoras
en contra de los DDHH como la vida, la integridad, la libertad y la misma dignidad humana
de muchas personas, como aquellas que habitan y emigran de las regiones de Oriente Medio,
y de los países de Siria, Irak y otros más que hacen parte directa o indirecta del duro
conflicto por el que atraviesa el mundo musulmán y sus coterráneos desde hace décadas. O
sin ir tan lejos el histórico conflicto armado socio-político de Colombia, y el duro proceso
ascenso dictatorial que actualmente se enfrenta en Venezuela.

Una incapacidad que en ocasiones es alimentada por las tensiones políticas


intermitentes entre algunos países del primer mundo, y desde luego por la incertidumbre
social y política sobre el verdadero papel de los gobiernos y los Estados para enfrentar las
crisis humanitarias que se generan en lugares distintos como consecuencia de estos
conflictos, los cuales se intensifican día a día dentro de un contexto complejo e imparable,
que tiene la virtud de desdibujar los propósitos más legítimos de la comunidad internacional.

En definitiva, los Estados en el plano internacional y regional son sujetos de derechos


y obligaciones, pero sobre todo son responsables jurídica, administrativa y patrimonialmente
por la protección de los DDHH de sus administrados frente a las acciones, omisiones y
decisiones incorrectas de las autoridades estatales que conlleven a la vulneración o perjuicio
material e inmaterial, directo o indirecto de los mismos, de manera que no es posible eludir,
trasferir o esquivar estos deberes universales que como obligaciones trascendentales se
deben concretar en la realización de acciones y políticas efectivas, preventivas y progresivas
que vayan en provecho de la maximización de los DDHH y la satisfacción de las
necesidades básicas más elementales de la sociedad.

38
Del mismo modo, los jueces ejercen un papel importante dentro de los Estados
miembros, para lograr la aplicación e integración normativa y jurisprudencial de los criterios
establecidos por los sistemas regionales (interamericano, europeo, africano) como parte de
un vínculo medular necesario que se desprende de la lógica de estos acuerdos supraestatales,
capaz de superar la dependencia exclusiva hacia el legislativo en la adopción de nuevas
reglas y parámetros maximizadores de DDHH, y suficiente para de la adopción de
decisiones coherentes, razonables y acertadas en cualquiera de las perspectivas jurídicas
desde donde se evalúen.

1.2. El reconocimiento de la responsabilidad del Estado por falla en el servicio de la


administración de Justicia

La falla del servicio es una doctrina jurídica oriunda de la tesis organicista y de la


teoría de la responsabilidad directa del Estado, la cual surge en un contexto de transición,
con el aumento del intervencionismo estatal en la economía y la concepción del servicio
público, a través de los cuales se genera el desarrollo de un sistema de responsabilidad
estatal más enfocado a las nuevas realidades y necesidades de sus administrados. En efecto,
la tesis de la falla del servicio parte del hecho de la existencia de una irregularidad en la
prestación del servicio público que fue catalogada como modalidad de responsabilidad
directa de acuerdo a los fallos franceses de 1895 y 1903 (Bustamante, 2003).

Parafraseando a Guechá (2012) la falla del servicio supuso uno de los primeros
fundamentos de la teoría clásica francesa sobre la responsabilidad estatal, a través de la cual
se logró justificar la obligación de la administración de indemnizar a las víctimas de los
perjuicios causados por sus agentes públicos, quienes como consecuencia de una actuación
irregular, culposa o intencional podían vincular o comprometer a las entidades públicas que
representaban, toda vez que no se diferenciaban aun el servicio público de la mera actividad
administrativa.

39
Precisamente, una de las características de este régimen de responsabilidad era que la
falta no dependía del daño causado por el agente, pues era suficiente la mala conducción del
servicio o el funcionamiento defectuoso del mismo, la ocurrencia de un hecho antijurídico
en sus diferentes modalidades, mal funcionamiento del servicio, no funcionamiento del
servicio, retardo ineficiencia o funcionamiento inadecuado del servicio de acuerdo con
Bustamante (2003).

Todas estas nociones irán matizando la concepción del servicio público como un
conjunto de deberes primarios del Estado, anclados no solo de la obligación de lograr la
satisfacción general de las necesidades básicas de la comunidad destinataria del mismo, sino
también de la prestación en condiciones de eficiencia, regularidad y suministro oportuno, de
modo que cualquier afectación, retardo o irregularidad que ocasione un perjuicio deberá ser
resarcido por el Estado en la modalidad que corresponda a favor de los afectados.

Ahora bien, en lo que respecta a la administración de justicia, Delgado (2003) sostiene


que los primeros indicios de responsabilidad por falla en la función judicial, se encuentran
en los textos jurídicos de la Edad Media que tuvieron amplia influencia del Derecho
Romano; los cuales fueron antecedidos por otras fuentes normativas como como las XII
Tablas, que contenían disposiciones sobre la responsabilidad personal de los jueces, tanto
penales como civiles, y en algunos casos, se contemplaban castigos severos como la pena de
muerte, cuando estos recibían presentes de los litigantes o pagos por reclamaciones de
daños, en los eventos en que se dictaban sentencias injustas. La acción se dominaba actio
contra iudicem qui litem suam fecit.

Durante mucho tiempo perduró la lógica de la responsabilidad individual de los


jueces, a quienes les fueron adjudicando paulatinamente más responsabilidades por los
daños causados debido a sus actuaciones (situación contraria al desarrollo del sistema

40
judicial inglés). De igual manera, se mantuvieron casi incuestionables las nociones de
soberanía y cosa juzgada29 de las decisiones judiciales (Delgado, 2003). Sin embargo, estos
principios fueron cambiando y con el tiempo al Estado también se le hizo responsable por la
actividad judicial. Algunos avances importantes se pueden evidenciar en la legislación
francesa, durante los años de 1895, 1970 y 1972 con ciertas leyes que imponían obligaciones
al Estado de indemnizar los daños generados por: la declaratoria de inocencia de un
condenado, reconocido en un proceso de revisión; el defectuoso funcionamiento del servicio
de justicia; la detención preventiva injustificada, entre otras, donde además se establecieron
requisitos adicionales como el hecho de que el perjuicio se produjera de una forma
manifiestamente anormal o que tuviera una gravedad de naturaleza especial (Rodríguez-
Libardo, 2008).

Precisamente, Rodríguez-Libardo (2008) sostiene que es en la jurisprudencia francesa


de 1978 donde se reconoce de manera excepcional, la responsabilidad de la administración
de justicia a través del fallo Darmonnt, siendo determinante la exigencia de culpa grave y la
defensa del principio de cosa juzgada.

En Colombia, la evolución del tema se presentó casi de forma similar, tal y como lo ha
reconocido el Consejo de Estado30 en diversas sentencias, donde la responsabilidad por la
administración de justicia se desarrolló señalando inicialmente la responsabilidad personal
del juez, en razón a los perjuicios que llegaran a causar en contra de las partes, bajo

29
De hecho, se afirmaba que el acto jurisdiccional adquiría una fuerza de verdad legal y social de tal magnitud
que aun cuando se llegaba a comprobar la existencia de que la decisión judicial era errónea, está ya tenía valor
de acto creador de derecho, lo que impedía que se promoviera o prosperara alguna acción de responsabilidad
por los perjuicios causados (Delgado, 2003).
30
En el texto de la Constitución Política de 1886 no existía un artículo o una norma específica que hablara de
la responsabilidad del Estado y, por tanto, el Consejo de Estado empezó a aplicar en esta materia el artículo 16
de dicha constitución que señalaba: “Las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las
personas residentes en Colombia, en sus vidas, honra y bienes, y asegurar el respeto recíproco de los derechos
naturales, previniendo y castigando los delitos” (Constitución Política 1886, artículo 16) tal y como lo plantea
Bayona (2010, núm. 2.2.).

41
circunstancias de dolo, fraude, abuso de autoridad, o error inexcusable, dentro del proceso
judicial (Parra & Escalante, 2011). En ese sentido, se expresaba el derogado artículo 40 del
Código de Procedimiento Civil anterior (Decretos 1400, 1970) y (Decreto 2019, 1970), el
cual señalaba lo siguiente:

Responsabilidades del juez. Además de las sanciones penales y disciplinarias que


establece la ley, los magistrados y jueces responderán por los perjuicios que causen a las
partes, en los siguientes casos: 1. Cuando procedan con dolo, fraude o abuso de autoridad. 2.
Cuando omitan o retarden injustificadamente una providencia o el correspondiente proyecto.
3. Cuando obren con error inexcusable, salvo que hubiere podido evitarse el perjuicio con el
empleo de recurso que la parte dejó de interponer. La responsabilidad que este artículo impone
se hará efectiva por el trámite del proceso ordinario. La demanda deberá presentarse a más
tardar dentro del año siguiente a la terminación del proceso respectivo. La sentencia
condenatoria en los casos de los numerales 1 y 3 no alterará los efectos de las providencias
que la determinaron. En caso de absolución del funcionario demandado, se impondrá al
demandante, además de las costas y los perjuicios, una multa de mil a diez mil pesos (Art. 40).

No obstante, por vía jurisprudencial los errores comunes o simples errores de los
jueces no eran considerados como fuente de responsabilidad estatal, pues estaban incluidos
dentro de las llamadas cargas públicas que debían asumir todos los asociados de acuerdo con
Mendoza (2014). Y tenía sentido, pues es claro que los jueces no son infalibles en sus
decisiones y no todos los errores pueden desembocar en una falla relevante del proceso.

En efecto, los asuntos sobre responsabilidad de la Administración de Justicia que


fueron fallados por el Consejo de Estado durante 1970 incluyeron actuaciones inadecuadas
de los funcionarios de la Rama Judicial; indebidas publicaciones sobre conductas de los
abogados; deficiente custodia de los títulos valores en el interior de los despachos judiciales;
errores en las listas de sancionados e inhabilitados de la Procuraduría; entre otros (Mendoza,
2014).

42
A partir de la Constitución de 1991, se establecen y configuran los principios de la
Administración de Justicia, entre ellos la autonomía y la independencia de los jueces, y se
delega a la ley, el propósito de desarrollar la reglamentación correspondiente para consolidar
un modelo de vigilancia, responsabilidad y carrera judicial efectiva (Ruiz, 2013).

Posteriormente, con la entrada en vigencia de la Ley 270 de 1996 o Estatutaria de la


Administración de Justicia (LEAJ), y particularmente a partir de su artículo 65, se estableció
el sistema de responsabilidad extracontractual Estado-Juez, por el hecho del ejercicio de sus
funciones jurisdiccionales, el cual puede ser endilgado al Estado bajo tres (3) escenarios
diferentes: por el hecho de la privación injusta de la libertad; por causa del error judicial o
jurisdiccional y; finalmente por el defectuoso funcionamiento de la Administración de
Justicia (Infra).

En síntesis, la evolución del sistema de responsabilidad estatal por error judicial en


Colombia tuvo un desarrollo similar a la evolución de la responsabilidad estatal del derecho
francés, partiendo del principio de la obligación de la administración de indemnizar a las
víctimas de los perjuicios causados por sus agentes públicos (o judiciales), y especialmente
cuando sus resultados lesivos se produzcan consecuencia de un acto irregular, culposo,
negligente o intencional, o encuadre dentro del concepto de la falla del servicio o prestación
irregular del servicio, en este caso del servicio de la Administración de Justicia.

43
1.3. Tratamiento del error judicial en las normas internacionales y en algunos sistemas
judiciales de América y Europa

En el ámbito internacional, existen varios instrumentos jurídicos vinculantes que


incluyen aspectos generales relacionados con la responsabilidad del Estado por error
judicial o por los funcionarios judiciales, y el derecho a la respectiva indemnización por los
daños o perjuicios causados. Algunos de los que se pueden destacar son los siguientes:

El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, dentro del numeral 6 del


artículo 14, establece lo siguiente:

Cuando una sentencia condenatoria firme haya sido ulteriormente revocada, o el


condenado haya sido indultado por haberse producido o descubierto un hecho plenamente
probatorio de la comisión de un error judicial, la persona que haya sufrido una pena como
resultado de tal sentencia deberá ser indemnizada, conforme a la ley, a menos que se
demuestre que le es imputable en todo o en parte el no haberse revelado oportunamente el
hecho desconocido (Art. 6).

Asimismo, La Convención Americana Sobre Derechos humanos (en adelante, CADH)


señala que: “Toda persona tiene derecho a ser indemnizada conforme a la ley en caso de
haber sido condenada en sentencia firme por error judicial” (Art. 10).

Por su parte, el artículo 288 del Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea 31,
prescribe que:

31
Véase más en el artículo 288 del Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea que a su tenor señala, lo
siguiente: “La Comunidad tendrá por misión promover, mediante el establecimiento de un mercado común y
de una unión económica y monetaria y mediante la realización de las políticas o acciones comunes
contempladas en los artículos 3 y 4, un desarrollo armonioso, equilibrado y sostenible de las actividades
económicas en el conjunto de la Comunidad, un alto nivel de empleo y de protección social, la igualdad entre
el hombre y la mujer, un crecimiento sostenible y no inflacionista, un alto grado de competitividad y de

44
(…) En materia de responsabilidad extracontractual, la Comunidad deberá reparar los
daños causados por sus instituciones o sus agentes en el ejercicio de sus funciones, de
conformidad con los principios generales comunes a los Derechos de los Estados miembros.
El segundo párrafo se aplicará en las mismas condiciones a los daños causados por el Banco
Central Europeo o por sus agentes en el ejercicio de sus funciones. La responsabilidad
personal de los agentes ante la Comunidad se regirá por las disposiciones de su Estatuto o el
régimen que les sea aplicable (Art. 288).

De acuerdo con Gonzales (2011) el sistema de responsabilidad comprendido dentro


del Tratado de las Comunidades Europeas, se remite necesariamente a los ordenamientos
jurídicos de los Estados miembros, toda vez que los tratados constitutivos no contienen
procedimiento alguno para la exigencia de tal responsabilidad. No obstante, el Tribunal de
Justicia de las Comunidades Europeas (en adelante, TJCE) exige que para que proceda el
reconocimiento de responsabilidad patrimonial, debe de existir: “a) un comportamiento con
resultado lesivo o dañoso para el particular; b) la existencia de un daño real y cierto; c) y
una relación de causalidad entre el comportamiento lesivo y el daño producido”. (p. 32).

Ahora bien, los ordenamientos jurídicos de ciertos países contemplan la


responsabilidad del Estado por error judicial con ciertos matices, algunos más restringidos
que otros, y otros enfocados hacia su reconocimiento dentro de otras figuras como la
detención o privación indebida de la libertad, tal y como se observa a continuación:

convergencia de los resultados económicos, un alto nivel de protección y de mejora de la calidad del medio
ambiente, la elevación del nivel y de la calidad de vida, la cohesión económica y social y la solidaridad entre
los Estados miembros” (Art. 2).

45
Cuadro 1

Estado Descripción de su alcance normativo

El derecho alemán aplica el derecho “beschleuningung des


verfaherns” consistente en un sistema de aceleración de los procesos
judiciales. La regulación de la responsabilidad patrimonial, se centra
en los daños causados por error judicial, y admite el resarcimiento de
daños materiales. También contempla el error derivado de la
Alemania
detención preventiva donde incluye la reparación por daños morales.
Finalmente, la legislación alemana contempla regulaciones por daños
derivados de las actuaciones de los jueces y magistrados, a quienes
solo se les podrá exigir responsabilidad por daños causados, cuando
el incumplimiento del deber constituya un hecho punible.

En Francia el error judicial se encuentra desarrollado dentro del


ámbito del derecho penal, como una figura que aplica de manera
objetiva ex lege. Aquí no es necesario probar la culpa del funcionario.
En este ordenamiento se distingue el error judicial que deriva del
funcionamiento de la organización judicial, comprendida dentro de la
responsabilidad general del Estado por la prestación de los servicios
públicos, del ejercicio de la función jurisdiccional de los jueces y
Francia
tribunales que ejercer de manera individual o colegiada. Aquí se
considera que los actos judiciales son actos de soberanía, y que la
responsabilidad del juez es incompatible con la cosa juzgada. Sin
embargo, la Ley del 05 de julio de 1972, si contempla la obligación
del juez de reparar el daño causado por defectuoso funcionamiento de
la justicia, siempre cuando concurran la denegación de justicia y la
culpa grave.

46
Desde su Constitución Política de 1947, en su artículo 24, Italia ha
reconocido expresamente que: La ley determinará las condiciones y
modalidades de reparación de los errores judiciales”. De igual
Italia manera como acontece en la mayoría de los ordenamientos de la
Unión Europea, la legislación Italiana enfoca la responsabilidad
patrimonial en el error judicial que se deriva de la detención
preventiva indebida.

Dentro del régimen norteamericano, la Constitución Política de 1787


no contempla de forma específica la responsabilidad patrimonial por
error judicial, incluye y relaciona algunos derechos y prerrogativas
para estos efectos de manera genérica. Asimismo, contempla
sanciones, como la separación del cargo de los funcionarios civiles de
EEUU que sean declarados culpables de traición, cohecho u otros
delitos y faltas graves. Por otro lado, tampoco se incluyen títulos de
responsabilidad del Estado, relacionados con el funcionamiento de la
administración pública o con la administración de justicia.
Estados Unidos
En cierta manera el sistema de EEUU, se encuentra emparentado a la
regulación francesa, en el sentido que distingue entre la actividad
puramente jurisdiccional de la administrativa que rodea al Juez en el
ejercicio de su función. En efecto, la función jurisdiccional no es
controlable, al defenderse duramente el principio de la inviolabilidad
de la cosa juzgada, por lo que no le es exigible la responsabilidad a
los jueces por sus decisiones, mientras que la actividad administrativa
que rodea la función judicial si se le puede exigir resarcimiento del
daño causado.

España Este régimen contempla la responsabilidad patrimonial del Estado y


de la propia administración de justicia de forma generosa, en

47
comparación con sus países vecinos. El error judicial aparece
relacionado en el artículo 121 de la Constitución Española, y
prescribe que los daños que sean causados bajo esta figura, darán
derecho a una indemnización a cargo del Estado. Se podría decir que
es un régimen de responsabilidad directa, objetiva y general del
Estado. Los particulares perjudicados pueden exigir directamente
ante los juzgados y tribunales del orden civil la responsabilidad civil
de los jueces por los daños y perjuicios causados, siempre y cuando
los jueces hayan incurrido en dolo o culpa, sin importar su gravedad.
Distingue de los títulos de funcionamiento anormal de la
administración de justicia, el error judicial y la prisión preventiva
indebida. Los jueces aquí también son naturalmente sujetos pasivos
de conductas punibles, en el ejercicio de sus funciones.

Nota: Extraído de Responsabilidad patrimonial del Estado en la administración de justicia.


Funcionamiento anormal, error judicial y prisión preventiva (Alonso, 2011, p. 31-32).

Frente a este panorama normativo, como aproximación al derecho comparado, se


puede observar dentro de las características propias de los ordenamientos jurídicos de estos
estados que, aunque no todos contemplan el error judicial como un título de imputación
jurídica autónomo contra el Estado, para ser demandado ante la Administración de Justicia,
sí coinciden en establecer sanciones directas en contra de los jueces o magistrados cuando
incurren en conductas ilícitas dentro del proceso. El caso particular de Estados Unidos, cuyo
régimen judicial distingue la gestión administrativa de la justicia de la función jurisdiccional
de los jueces (similar al sistema judicial francés), limita la posibilidad de demandar la
responsabilidad por error judicial dentro del ámbito del derecho penal o disciplinario, no
obstante Francia es pionera y tiene un sistema de responsabilidad estatal por la función
judicial claramente más desarrollado que el Norteamericano, en donde incluye la
responsabilidad personal del juez por denegación de justicia y en otros casos como los de
culpa grave.

48
Ahora bien, frente al régimen de responsabilidad estatal colombiano, el sistema
judicial francés parece mantener algunas diferencias, pese a ser su fuente y referencia
principal en el desarrollo interno de la jurisdicción contencioso administrativa. En efecto, el
sistema francés concreta el error judicial dentro del ámbito del derecho penal, en cambio en
el régimen colombiano se aplica y regula, desde el ámbito de la jurisdicción contenciosa,
siendo competente para conocer en cualquiera de las jurisdicciones donde tenga lugar una
decisión judicial equivocada. En el sistema francés también se predica el error judicial
dentro del ámbito de la organización y el funcionamiento del sistema judicial, y en tales
casos se puede vincular al juez para que sea acreedor directo de la reparación del daño
causado a favor de los afectados demandantes.

En Colombia no opera de esa forma, pues los jueces y magistrados no reparan


directamente a las víctimas de error judicial, posiblemente sean condenados mediante una
eventual acción de repetición32, la cual puede ser iniciada de oficio por la entidad estatal
condenada que haya tenido que asumir la reparación del daño. En últimas, se puede decir
que en lo que respecta a este régimen de responsabilidad por error judicial, existen más
similitudes entre el ordenamiento jurídico español y el francés, que entre el colombiano y el
francés, pues en el régimen de responsabilidad español se pueden iniciar acciones civiles
directas contra los jueces y magistrados que hayan causado errores judiciales con sus
decisiones y la regulación de este título se inicia en el artículo 121 de la propia Constitución

32
Véase más en el artículo 72 de la Ley 270 de 1996 que a su tenor señala que:
“La responsabilidad de los funcionarios y empleados judiciales por cuya conducta dolosa o gravemente
culposa haya sido condenado el Estado, será exigida mediante la acción civil de repetición de la que éste es
titular, excepto el ejercicio de la acción civil respecto de conductas que puedan configurar hechos punibles.
Dicha acción deberá ejercitarse por el representante legal de la entidad estatal condenada a partir de la fecha en
que tal entidad haya realizado el pago de la obligación indemnizatoria a su cargo, sin perjuicio de las facultades
que corresponden al Ministerio Público. Lo anterior no obsta para que, en el proceso de responsabilidad contra
la entidad estatal, el funcionario o empleado judicial pueda ser llamado en garantía”.

49
Política española. En el caso colombiano, se encuentra regulada en una ley estatutaria, mas
no directamente en la constitución.

Finalmente, se puede concluir que en general los sistemas judiciales de derecho


anglosajón no contemplan la posibilidad de aceptar la responsabilidad patrimonial o la
reparación directa del daño en cabeza del funcionario judicial que por un error dentro del
proceso lo ha causado, pues protegen de forma casi implacable la fuerza legal de la cosa
juzgada y defienden la independencia y autonomía del juez en sus decisiones. De manera
que el deber de reparación por el daño causado en el ejercicio de la función judicial, es más
propio de los sistemas judiciales latinoamericanos, como el colombiano, además de los
sistemas: francés, español, italiano y alemán.

50
2. Enfoque conceptual. Régimen y naturaleza jurídica de la responsabilidad estatal por
error judicial en Colombia

En el presente capítulo, se desarrolla un análisis del título de imputación jurídica por


error judicial desde el enfoque conceptual, jurisprudencial y teórico de la responsabilidad
extracontractual del Estado, a través del cual se revisan algunas definiciones, presupuestos y
características generales, sus elementos configurativos y la postura teórica vigente del error
en la decisión judicial en Colombia. También se aborda un análisis comparativo con el error
legislativo como otra fuente teórica de responsabilidad estatal, así como su procedencia para
ser demandando frente a ciertos tipos de fallos judiciales, y los tipos de error judicial que
han sido reconocidos por la jurisprudencia del Consejo de estado, la Corte Constitucional y
la doctrina.

Previo a este análisis, se procederá a revisar la teoría y los elementos determinantes de


la responsabilidad patrimonial del Estado en Colombia como fundamento teórico y
presupuesto de responsabilidad, dentro del cual se examinarán conceptos como la
responsabilidad contractual y extracontractual, el daño, la imputación y el nexo de
causalidad como presupuestos ineludibles de toda fuente de responsabilidad jurídica.

Finalmente se culmina este capítulo con una relación de precedentes judiciales del
Consejo de Estado que se han producido durante la última década en Colombia donde se
perfilan algunas tipologías comunes de error judicial que han sido demandadas y
condenadas en contra del Estado en forma reiterada por parte del Consejo de Estado.

51
2.1. Teoría y elementos de la responsabilidad patrimonial del Estado

En los contornos de la parte general del derecho administrativo, se encuentra el estudio


de la responsabilidad del Estado como una teoría vinculada a la personalidad y capacidad
moral o jurídica del mismo para actuar y generar consecuencias con sus acciones y
omisiones frente a los terceros, los administrados, y los propios funcionarios públicos de
acuerdo con Cassagne (1998, p. 264).

Según la teoría de la responsabilidad patrimonial del Estado existen tres (3) elementos
sin los cuales no se puede determinar la existencia de la responsabilidad extracontractual
frente a cualquiera de los títulos de imputación jurídica (incluyendo el error judicial), los
cuales de acuerdo a la doctrina generalizada comprenden: el daño, la imputación y el nexo
de causalidad.

En primer lugar, el daño o lesión es un efecto desfavorable que se produce en el


patrimonio de una persona, o en palabras de Pinzón-Muñoz (2014) es: “un fenómeno
material de carácter negativo (desde el punto de vista del derecho que posee una persona) y
que por esa sola condición representa el derecho a reclamar su reparación (la
responsabilidad jurídica)” (p. 23), de igual forma señala el autor que desde el punto de vista
óntico el daño es un hecho negativo avalorado, o como lo refiere de forma amplia Henao
(2007) citado por Arenas (2014) que lo considera como cualquier:“ aminoración
patrimonial sufrida por la víctima” (p. 242).

Algunos doctrinantes como Isaza (2013) han intentado distinguir el daño del concepto
de perjuicio, definiendo este último como la consecuencia directa o repercusiva del daño
dentro de la esfera económica o patrimonial del afectado, el cual puede ser de naturaleza
material o inmaterial, y manifestarse en sus modalidades de “daño emergente y lucro
cesante” (p. 21).

52
En el Derecho Administrativo, se habla de daño antijurídico el cual a diferencia del
daño en sentido lato, es un concepto de carácter indeterminado, que ha sido inicialmente
desarrollado en el artículo 90 de la Constitución, y consiste en un tipo de daño que la
persona que lo padece no está en el deber jurídico de soportar, el cual se puede materializar
en diversos ámbitos de responsabilidad estatal, y a su vez producirse durante el
cumplimiento de las funciones del Estado, tanto en el funcionamiento normal como en el
anormal de la administración, y del mismo modo, proyectarse bajo regímenes de
responsabilidad objetivos, o determinados por la noción de culpa, los cuales impactan
negativamente en los derechos subjetivos o en los intereses legítimos de las victimas
(Arenas, 2014).

El daño antijurídico, es el daño que el Estado no tiene el derecho de causar, y por


consiguiente está en el deber de evitar o prevenir antes de que este se produzca o de resarcir
una vez producido. En cualquier caso, el daño puede darse en dos dimensiones: una material
y otra inmaterial, tal y como se observa a continuación:

53
Cuadro 2

Daño emergente
material
Lucro Cesante

Daño Daño moral

Alteración de las condiciones de vida


Inmaterial
Daño sobre bienes constitucionalmente
protegidos, vida, salud, honra, etc.

Otros daños inmateriales

Nota: fuente de elaboración propia, basado en Ruiz (2013).

Cierto sector de la doctrina (Isaza, 2013) también los denomina como daño
patrimonial y extrapatrimonial al daño material e inmaterial respectivamente. En efecto de
acuerdo al cuadro anterior, el daño material corresponde a aquel tipo de perjuicio cuyas
consecuencias recaen directamente en la esfera patrimonial de la víctima, siendo dos (2) las
modalidades de daño que tanto la jurisprudencia como la doctrina han definido dentro de
esta clase de daño: el lucro cesante y el daño emergente. El primero corresponde al daño que
se causa sobre las cosas, el dinero o los bienes de la víctima los cuales producen un
menoscabo o lesión directa sobre el patrimonio de la víctima que la obligan a incurrir en
unos gastos económicos para sufragar las consecuencias que, de no haberse producido el
daño, la víctima no habría tenido que pagar (Ruiz, 2013).

Por otro lado, en lo que respecta al daño inmaterial, de acuerdo con Arenas (2014)
corresponde aquel que ataca directamente al ámbito de las emociones y los sentimientos,
tales como; “el abandono, la desolación la desprotección, el miedo, la impotencia, la

54
sensación de inferioridad, la solidad, la tristeza, la zozobra y demás sensaciones” según
Bustamante (2003) citado por Arenas (2014, p. 289).

Esta clase de daños involucra a personas cercanas a la víctima, especialmente a los


familiares que padecieron el dolor causado por el acontecimiento que tuvieron que padecer.
En Colombia han sido reconocidos, el daño moral, el daño a la vida de relación, a la honra,
incluso el daño sexual y otros daños inmateriales (Arenas, 2014). Los cuales han sido
denominados genéricamente como bienes constitucional o convencionalmente protegidos
(Cuadro 3) como tercera categoría de los daños inmateriales según sentencia del (Consejo de
Estado, Rad. 34554, 2016).

En suma, el daño es una institución, un presupuesto y un elemento indispensable para


determinar el grado de afectación o menoscabo que debe ser reconocido a la víctima como
consecuencia de una actuación, retardo u omisión del Estado, en cualquiera de sus
modalidades o títulos de imputación jurídica.

En segundo lugar, se encuentra la imputación del daño, que corresponde a la


administración. Algunos doctrinantes como Rodríguez-Libardo (2008) señalan que tanto los
actos, como los hechos, las operaciones administrativas, las vías de hecho y las omisiones de
la administración pueden ser constitutivos de responsabilidad estatal. Por su parte, Arenas
(2014) precisa que la imputación se refiere a la posibilidad de atribuir el daño a la
administración como quiera que este se produzca en la acción u omisión del Estado frente a
un caso específico. En efecto:

La imputación variará dependiendo del sistema de responsabilidad en frente al que se


esté. Si es un sistema objetivo no será necesario probar la presencia de la culpa; pero en
cambio, si se trata de un régimen subjetivo será obligatorio demostrar la culpa de la persona
publica (o alguien que la represente) para poder cumplir con el requisito de la imputación (p.
284).

55
García (2009) dice que incluso desde antes de la Constitución de 1991 los títulos de
imputación jurídica correspondieron a los fundamentos objetivos y subjetivos sin los cuales
no se podía deducir algún tipo de responsabilidad en cabeza del Estado, y destaca entre estos
la falla del servicio, el riesgo excepcional y el daño especial. Estos dos últimos dentro del
ámbito de la llamada responsabilidad objetiva, como se detalló en el Cuadro 2. En este
mismo sentido los encasilla Younes (2014) junto con los títulos de responsabilidad del
Estado por falla en la AJ, cuando los define como: “fallas o faltas del servicio ocasionadas
por agentes de la administración en actividades peligrosas o riesgosas (riesgo
excepcional)” (p. 321).

Del mismo modo, se pueden encontrar en la Ley 270 de 1996, los regímenes de
responsabilidad por falla en la administración de justicia que comprenden los títulos de
imputación jurídica por: error judicial; privación injusta de la libertad y por el defectuoso
funcionamiento de la administración de justicia.

Por último, el nexo de causalidad que corresponde a un fenómeno idóneo, actual y


determinante que se produce entre la actuación imputable a la administración y el daño
causado, todo dentro de una relación de causalidad sin el cual no puede haber
responsabilidad estatal tal y como lo señala Rodríguez-Libardo (2008).

En este mismo sentido, Arévalo (2006) afirma que el Consejo de Estado ya se había
pronunciado al respecto de que no es suficiente o no basta con que exista un daño
antijurídico en contra de una persona, si este no le es atribuible directa y jurídicamente al
Estado no nace el nexo de causalidad.

Arenas (2014) destaca que en la jurisprudencia del Consejo de Estado ha tenido


acogida, aunque sin mayor rigor técnico, dos teorías de causalidad, la primera que
corresponde a la equivalencia de condiciones y la segunda que es la causalidad adecuada.
No obstante, señala: que también subsisten las teorías de: “la causalidad exclusiva,
equivalencia de condiciones, causa próxima y causa eficiente, causalidad adecuada,

56
imputación objetiva y la teoría causal de la perdida de oportunidad” (p. 334). Todo frente a
un nexo que en cualquier caso se puede romper mediante los llamados eximentes de
responsabilidad como son la fuerza mayor, el caso fortuito, el hecho de un tercero o por
culpa exclusiva de la víctima33. Los cuales pueden variar tratándose de una presunción de
culpa o la presunción del riesgo de acuerdo con Vidal (2009).

Por su parte la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 36502, 2017), se
pronunció en torno a la teoría de la imputación objetiva y citando a autores como Larenz y
Jackobs (1994), destacó lo siguiente:

En cuanto a lo anterior, la tendencia de la responsabilidad del Estado en la actualidad


está marcada por la imputación objetiva que “parte de los límites de lo previsible por una
persona prudente a la hora de adoptar las decisiones”. Luego, la contribución que nos ofrece la
imputación objetiva, cuando hay lugar a su aplicación, es la de rechazar la simple averiguación
descriptiva, instrumental y empírica de “cuando un resultado lesivo es verdaderamente obra
del autor de una determinada conducta.

Esto es sin duda, un aporte dado por Larenz según el cual había necesidad de “excluir
del concepto de acción sus efectos imprevisibles, por entender que éstos no pueden
considerarse obra del autor de la acción, sino obra del azar”. Con lo anterior, se logra superar,
definitivamente, en el juicio de responsabilidad, la aplicación tanto de la teoría de la
equivalencia de condiciones, como de la causalidad adecuada, ofreciéndose como un
correctivo de la causalidad, donde será determinante la magnitud del riesgo y su carácter
permisible o no. Es más, se sostiene doctrinalmente “que la responsabilidad objetiva puede
llegar a tener, en algunos casos, mayor eficacia preventiva que la responsabilidad por culpa.
¿Por qué? Porque la responsabilidad objetiva, aunque no altere la diligencia adoptada en el
ejercicio de la actividad (no afecte a la calidad de la actividad), sí incide en el nivel de la

33
En ese mismo sentido, opina Younes (2014) al advertir que el daño estará originado por la victima cuando
esta ha actuado de forma dolosa o culposa, o simplemente no haya interpuesto los recursos de ley. Lo que
indudablemente da lugar a exonerar al Estado de la referida responsabilidad extracontractual.

57
actividad (incide en la cantidad de actividad) del sujeto productor de daños, estimulando un
menor volumen de actividad (el nivel óptimo) y, con ello, la causación de un número menor de
daños”. (p.17, 18).

De igual modo, Arenas (2014) precisa que estos eximentes de responsabilidad también
pueden estar condicionados al sistema de responsabilidad (objetiva o subjetiva), pues para el
caso de la responsabilidad objetiva, no procede el eximente de caso fortuito.

Con todo, el nexo de causalidad corresponde al último pero inevitable presupuesto o


elemento determinante de la responsabilidad del Estado que vincula necesariamente la
actuación por éste desplegada con el daño causado a la víctima. De manera que, sin este
presupuesto, simplemente no es posible correlacionar el hecho dañoso con la causa
generadora del mismo, que sin duda alguna debe provenir del Estado, a través de sus
funcionarios, mediante actuaciones que se produzcan en el ejercicio ordinario de sus
funciones o con ocasión al mismo.

Entre tanto, Rodríguez-Libardo (2008) señala que cuando se habla de responsabilidad


administrativa del Estado, se hace referencia necesariamente a la responsabilidad civil, pues
su carácter es meramente patrimonial y procede en contra de las personas públicas, y desde
luego, de las personas de derecho privado cuando ejercen actividades públicas.

De manera que la teoría de la responsabilidad del Estado, en palabras llanas, supone


que todo daño que sea causado de forma injustificada a una persona, como consecuencia de
una actuación de la administración y/o entidades del poder público, genera la obligación
ineludible de repararlo, constituyendo una fuente de obligaciones jurídicas para el Estado y
sus administrados.

En efecto, la responsabilidad del Estado puede ser contractual o extracontractual. La


primera se deriva del incumplimiento de obligaciones relacionadas con el desarrollo de
procesos licitatorios que se adelantan en las entidades del Estado para contratar la
planeación, ejecución y terminación de proyectos de obras públicas, la selección de

58
contratistas o el suministro de bienes y servicios que requiere el propio Estado y sus
entidades para su correcto funcionamiento, pero especialmente aquellas derivadas del
contrato estatal; mientras que en el ámbito extracontractual se encuentran ubicadas todas las
demás actividades que desarrolla el Estado en ejercicio de sus deberes legales y
constitucionales.

La prueba de la responsabilidad contractual recae en cabeza de la parte cumplida (ej. el


contratista); mientras que la prueba de la responsabilidad extracontractual recae
exclusivamente en cabeza de la víctima del perjuicio que lo padeció. No obstante, ambos
sistemas de responsabilidad están determinados por la existencia de un daño antijurídico 34
que puede ser patrimonial o extrapatrimonial (este último más extendido en el ámbito
extracontractual), sin embargo, dentro del ámbito contractual sus aspectos determinantes se
encuentran restringidos dentro del contorno de un contrato estatal, con sus propios
fundamentos de imputación jurídica como se puede observar en el siguiente cuadro:

34
De acuerdo con la sentencia de la Sección Tercera (Consejo de Estado, Rad. 18499, 2010), el daño en el
régimen de responsabilidad contractual se equipará con la vulneración del derecho de crédito del contratista.

59
Cuadro 3

Incumplimiento de las prestaciones contractuales

Desequilibrio financiero
Contractual
Incumplimiento de la obligación contractual

Ejercicio irregular de poderes exhorbitantes

Responsabilidad Por retardo


del Estado
Falla en el servicio Por omision

Por defectuoso funcionamiento


de la administración
Extracontractual
Daño Especial

Responsabilidad Riesgo excepcional


objetiva

Ocupación por trabajos públicos

Nota: fuente de elaboración propia, basado en Ruíz (2013) y Hernández (2008).

En perspectiva, dentro del ámbito de la responsabilidad contractual del Estado, se


constituyen como fuentes de la misma, la falta de ejecución (total o parcial del contrato) y
las fallas en el proceso de liquidación del mismo, denominados genéricamente como
incumplimiento de las prestaciones contractuales, es decir falta de cumplimiento en las
obligaciones prestacionales adquiridas en favor del contratista en el marco de un contrato
estatal; asimismo, se encuentran el desequilibrio financiero (que se produce en los supuestos
definidos en la teoría del príncipe), en aquellas circunstancias donde la entidad contratante
aplique o desarrolle disposiciones normativas ajenas al contrato pero que por su naturaleza
terminen por incidir o afectar al mismo, haciendo más oneroso para el contratista el
cumplimiento de las obligaciones contratadas; el incumplimiento de la obligación

60
contractual (cuando el rompimiento deviene de acciones u omisiones de la entidad
contratante); y del ejercicio irregular de poderes exorbitantes (Hernández, 2008, p. 171-172),
estos últimos relacionados con la facultad unilateral que tiene el Estado contratante para la
interpretación unilateral de los documentos contractuales y las estipulaciones en ellos
convenidas, así como de la introducción de modificaciones, junto con la propia terminación
unilateral del contrato, la caducidad administrativa, la facultad sancionatoria, la reversión y
el sometimiento a las leyes nacionales, entre otras.

De otro lado, en el ámbito extracontractual, la responsabilidad del Estado se rige bajo


dos sistemas tradicionalmente reconocidos por la jurisprudencia del Consejo de Estado,
como tales se encuentran bajo la categoría de títulos de imputación jurídica la falla o falta
del servicio cuyo daño antijurídico se puede manifestar por un retardo, una omisión o un
defectuoso funcionamiento de la administración pública. Asimismo, se observa el sistema de
responsabilidad objetiva, que procede en situaciones concretas o resultados que no son
producto de la falta o culpa del funcionario encargado, sino que pueden tener lugar en la
existencia de un daño especial, un riesgo o excepcional, así como por la ocupación de bienes
por trabajos públicos o el enriquecimiento sin causa del Estado que a costa del detrimento
del patrimonio del contratista origine una responsabilidad extracontractual.

De cualquier manera, es claro que en el cuadro anterior no se encuentran relacionados


todos los ámbitos y títulos de responsabilidad estatal, pero es ilustrativo para aclarar que en
efecto, la responsabilidad contractual difiere de la extracontractual no solo por la relación
bilateral que la primera envuelve, o por el orden y la naturaleza de las obligaciones
específicas que se ven involucradas, sino por la existencia de títulos de imputación jurídica
cuyo origen, naturaleza, configuración y destinatarios son fundamentalmente distintos. En
efecto, mientras en el ámbito de responsabilidad contractual las partes involucradas son
contratistas, contratantes y terceros, los destinatarios inevitables de la responsabilidad
extracontractual puede llegar a ser cualquier administrado (usuario, consumidor, entidad

61
privada, familiares, menores de edad) que puedan tener la calidad de víctima de una
actuación u omisión del Estado.

Con todo lo anterior, se puede decir que cualquiera de los sistemas de responsabilidad
objetiva y subjetiva del Estado, junto con los títulos de imputación jurídica en general y, el
título de imputación por error judicial en particular, solo pueden tener lugar dentro de un
ámbito de responsabilidad indemnizable, cuando confluyan los tres (3) elementos de la
responsabilidad del Estado (el daño, la imputación, y el nexo de causalidad). No obstante, el
error judicial tiene la particularidad que debe provenir de un fallo judicial expedido por una
autoridad investida de la facultad jurisdiccional y sus elementos de responsabilidad estarían
determinados por: un daño que debe ser de carácter antijurídico en contra de la víctima o
usuario involucrado en la decisión; una imputación en la que se le pueda atribuir el daño a la
Administración de Justicia, bien sea por la omisión o la acción de los jueces con sus fallos y;
un nexo causalidad que debe permitir correlacionar la decisión judicial ejecutoriada con el
daño antijurídico causado a la víctima, dentro de la cual deben estar ausentes los eximentes
de responsabilidad, como la fuerza mayor, el caso fortuito, la culpa exclusiva de la víctima,
o el hecho de un tercero.

62
2.2. El concepto del error judicial en la jurisprudencia constitucional y su posición
encontrada con el Consejo de Estado

De acuerdo con el artículo 66 (Congreso de la Republica, Ley 270, 1996) el error


judicial, denominado también error jurisdiccional: “Es aquel cometido por una autoridad
investida de facultad jurisdiccional, en su carácter de tal, en el curso de un proceso,
materializado a través de una providencia contraria a la ley”.

A continuación, el artículo 67, precisa cuales son los presupuestos para su


configuración:

1. El afectado deberá haber interpuesto los recursos de ley en los eventos previstos en el
artículo 70, excepto en los casos de privación de la libertad del imputado cuando ésta se
produzca en virtud de una providencia judicial.

2. La providencia contentiva de error deberá estar en firme (Art. 67).

A su turno, la Sala Plena (Corte Constitucional, Sentencia, C-037, 1996) llevó a cabo
la Revisión Constitucional del Proyecto de Ley número 58 de 1994 (Senado) y 264 de 1995
(Cámara de Representantes), correspondiente a la ley “Estatutaria de la Administración de
Justicia” que vendrá a preceder la Ley 270 de 1996 (Congreso de la Republica), sobre la
cual se pronunció respecto del error judicial e hizo énfasis en que: este título de imputación
jurídica, solo aplica de forma exclusiva, a las providencias judiciales, que cuando no
corresponda a éste tipo de decisiones, se deberá endilgar otro tipo de responsabilidad de
acuerdo a la ley y la Constitución.

Asimismo, la Corte Constitucional aseguró que este título no puede ser observado
desde una perspectiva orgánica, como lo pretende hacer ver la norma, sino desde una
perspectiva funcional, bajo el entendido de que es al juez a quien se le entrega la

63
competencia, la libertad y la autonomía de interpretar los hechos y las normas que se
someten a su conocimiento. En efecto sostuvo que:

(…) la situación descrita no puede corresponder a una simple equivocación o desacierto


derivado de la libre interpretación jurídica de la que es titular todo administrador de justicia.
Por el contrario, la comisión del error jurisdiccional debe enmarcarse dentro de una actuación
subjetiva, caprichosa, arbitraria y flagrantemente violatoria del debido proceso, que demuestre,
sin ningún asomo de duda, que se ha desconocido el principio de que al juez le corresponde
pronunciarse judicialmente de acuerdo con la naturaleza misma del proceso y las pruebas
aportadas -según los criterios que establezca la ley-, y no de conformidad con su propio
arbitrio.

En tal sentido, la Corte sugiere que el error judicial se debe someter a los mismos
presupuestos que ha fijado su jurisprudencia, dentro de las revisiones de acción de tutela,
para el concepto de la vía de hecho. La cual definió para ese entonces de la siguiente forma:

Una actuación de la autoridad pública se torna en una vía de hecho susceptible del
control constitucional de la acción de tutela cuando la conducta del agente carece de
fundamento objetivo, obedece a su sola voluntad o capricho y tiene como consecuencia la
vulneración de los derechos fundamentales de la persona.

De esa manera, la Corte complementa diciendo que los criterios para determinar si la
conducta del funcionario está ajustada al ordenamiento jurídico y a los fines esenciales del
Estado, deben pasar por el examen de los criterios finalista y deontológico, pues de lo
contrario, la decisión resulta caprichosa y sin fundamento legal y razonable.

No obstante, la acción de tutela como mecanismo transitorio para la defensa de los


derechos fundamentales, procede contra providencias judiciales frente a situaciones de vía
de hecho, siempre y cuando no se pretenda revivir o revisar el contenido interno litigioso del
asunto contra el cual se demanda.

64
No obstante, la Corte (Corte Constitucional, Sentencia, C-037, 1996) también puso un
límite frente a la procedencia del error jurisdiccional contra las providencias judiciales de las
altas cortes al señalar que:

(…), la Corte juzga que la exequibilidad del presente artículo debe condicionarse a que
no es posible reclamar por la actuación de las altas corporaciones de la rama judicial, una
responsabilidad del Estado a propósito del error jurisdiccional, pues ello equivaldría a
reconocer que por encima de los órganos límite se encuentran otros órganos superiores, con lo
cual, se insiste, se comprometería en forma grave uno de los pilares esenciales de todo Estado
de derecho, cual es la seguridad jurídica. Por lo demás, cabe anotar que es materia de ley
ordinaria la definición del órgano competente y del procedimiento a seguir respecto de la
responsabilidad proveniente del error en que incurran las demás autoridades judiciales
pertenecientes a esta rama del poder público (p. 93).

Sin embargo, deja claro que, en materia de revisión de acciones de tutela, por vía de
hecho, los jueces y la Corte Constitucional, si están facultados para conocer de estas
acciones contra providencias judiciales emitidas por cualquier autoridad judicial,
soportándose para el efecto, en la sentencia de la Sala constitucional (Corte Constitucional,
Sentencia, C-543, 1992).

Precisamente, esta última fue la que declaró la inexequibilidad de los artículos 11 y 12


del Decreto 2591 de 1991, relacionado con la caducidad de la acción de tutela contra
providencias judiciales, y recalcó que:

Resulta palpable la oposición entre el establecimiento de un término de caducidad para


ejercer la acción y lo estatuida en el artículo 86 de la Constitución cuando señala que ella
puede intentarse "en todo momento", razón suficiente para declarar, como lo hará esta Corte,
que por el aspecto enunciado es inexequible el artículo 11 del Decreto 2591 de 1991. Esta
norma contraviene la Carta Política, además de lo ya expuesto en materia de caducidad, por
cuanto excede el alcance fijado por el Constituyente a la acción de tutela, quebranta la
autonomía funcional de los jueces, obstruye el acceso a la administración de justicia, rompe la

65
estructura descentralizada y autónoma de las distintas jurisdicciones, impide la preservación
de un orden justo y afecta el interés general de la sociedad, además de lesionar en forma grave
el principio de la cosa juzgada, inherente a los fundamentos constitucionales del ordenamiento
jurídico (p. 1).

Frente a este panorama, el Consejo de Estado no se quedó atrás, y de manera directa y


paulatina empezó a refutar la tesis del error judicial-vía de hecho, tal y como lo evidencia la
Sala Contenciosa de la Sección Tercera (Consejo de Estado, sentencia, Rad. 22581, 2012) al
afirmar que:

Finalmente, es necesario que la providencia sea contraria a derecho, lo cual no supone


que la víctima de un daño causado por un error jurisdiccional tenga que demostrar que la
misma es constitutiva de una vía de hecho por ser abiertamente grosera, ilegal o arbitraria, o
que el agente jurisdiccional actuó con culpa o dolo, ya que el régimen que fundamenta la
responsabilidad extracontractual del Estado es distinto al que fundamenta el de la
responsabilidad personal del funcionario judicial. Basta, en estos casos, que la providencia
judicial sea contraria a la ley, bien porque surja de una inadecuada valoración de las pruebas
(error de hecho), de la falta de aplicación de la norma que corresponde al caso concreto o de la
indebida aplicación de la misma (error de derecho).

De esta forma se entiende superado el hecho de que el error judicial se encontraba


limitado a la definición de vía de hecho y se desliga su naturaleza jurídica dependiente de la
violación de un derecho fundamental, o de la decisión abiertamente grosera, ilegal o
arbitraria del juez, y desde luego de la responsabilidad subjetiva del mismo, no solo para
predicar su procedencia y configuración autónoma, sino para evidenciar su complejidad y
amplitud en otros ámbitos más cercanos a la responsabilidad objetiva, tal y como se verá con
más detalle a continuación.

66
2.2.2. El error judicial en la jurisdicción contencioso administrativa.

Antes de la Constitución de 1991, el Consejo de Estado había contemplado distintas


formas de responsabilidad patrimonial del Estado derivada del mal funcionamiento de la
Administración de Justicia, relacionadas con daños causados por actos de secuestres, o por
sustracción de títulos o bienes en custodia de las autoridades judiciales, entre otros, sin
incluir la responsabilidad del Estado por error judicial, pues de acuerdo con la Sentencia de
la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 22205, 2012), el reconocimiento de
este título implicaba el desconocimiento del principio fundamental de la cosa juzgada, y
para tal efecto existía el artículo 40 del Código de Procedimiento Civil (supra), sobre la
responsabilidad de los jueces (Ruiz, 2013).

A partir de 1994, el Consejo de Estado, modificó su jurisprudencia y reconoció la


responsabilidad por error judicial como fuente de reclamación válida para obtener la
reparación de los daños causados por las decisiones judiciales, un poco al margen de la
responsabilidad personal del funcionario judicial y además determinó que se trataba de una
excepción a la cosa juzgada de acuerdo con Ruiz (2013) y la sentencia (Consejo de Estado,
Sentencia, Rad. 22205, 2012).

Ahora bien, Ruiz (2013) afirma que el Consejo de Estado consideró que la asimilación
del error judicial con la vía de hecho, realizada por la Corte Constitucional con (Sentencia
C-037, 1996) es cuanto menos impropia, en la medida que la responsabilidad del Estado por
este título no tiene por objeto de forma exclusiva, la conducta subjetiva desplegada por el
agente, sino por el contrario la contravención al ordenamiento jurídico, contenido al interior
de la providencia judicial.

A esto había que agregarle que el error judicial, tampoco implica necesariamente la
vulneración de un derecho fundamental (aunque se puede presentar), particularmente frente
al tema del debido proceso y las garantías judiciales, pues de acuerdo a la LEAJ (Congreso
de la República, Ley 270, 1996), para que proceda su declaración deben haberse agotado

67
unos presupuestos específicos que en efecto permiten determinar la irreversibilidad y
consumación de un presunto daño antijurídico producido a través de una providencia
judicial. En otros términos, se trata de una responsabilidad que se produciría en un escenario
posterior al proceso, no susceptible de control por vía de tutela.

Asimismo, el Consejo de Estado, mediante sentencia de la Sección Tercera del


(Consejo de Estado, Sentencia Rad. 27287, 2013), determinó que:

El error judicial no solo se traduce en la interpretación diferente, aunque plausible en el


caso concreto, va más allá, comporta el desconocimiento de obligaciones y deberes de mayor
alcance y envergadura, ya sea porque no se aplica la ley vigente, se desatiende
injustificadamente los precedentes jurisprudenciales, los principios que integran la materia o
los imperativos que rigen el debido proceso y así se niega injustificadamente el derecho. (…)
Se trata de un presupuesto que hace al Estado responsable por la actuación de sus jueces, sin
que requiera para su configuración, de una decisión arbitrariamente contraria a derecho,
aunque de darse, ésta indudablemente causa daño y asimismo responsabilidad. Se colige,
entonces, que toda decisión arbitraria genera responsabilidad y que la arbitrariedad no es el
único presupuesto de la responsabilidad.

Finalmente, el Consejo de Estado insiste en la inviabilidad de suponer que el error


judicial se subsuma a la vía de hecho, pues tampoco es relevante la conducta subjetiva del
juez para alcanzar su configuración, de acuerdo con la sentencia de la Sección Tercera
(Consejo de Estado, Rad. 22205, 2012), en los siguientes términos:

El error judicial puede ser de hecho o de derecho, en este último caso por
interpretación errónea, falta de aplicación o indebida aplicación de la norma procedente,
pero además deben quedar incluidas en el concepto de error jurisdiccional las providencias
que contraríen el orden constitucional. No es necesario que la providencia sea constitutiva
de una vía de hecho, esto es, que se trate de una actuación subjetiva, caprichosa, arbitraria y
flagrantemente violatoria del debido proceso, que obedezca a las motivaciones internas del
juez que actúa sin fundamento objetivo y razonable, como lo entendió la Corte

68
Constitucional al condicionar la exequibilidad del artículo 66 de la Ley 270 de 1996, porque
ello implicaría desconocer la fuente constitucional de la responsabilidad del Estado,
consagrada en el artículo 90 de la Constitución Política, en cuanto dicha disposición prevé
que se debe indemnizar todo daño antijurídico que llegare a ocasionarse, con prescindencia
de la eventual falta personal del agente que lo causa. Dado que el artículo 90 de la
Constitución de 1991 y la Ley 270 de 1996 conciben el error judicial de una manera
objetiva, para su configuración basta que la providencia que lo contenga cause un daño
antijurídico y que éste resulte imputable a la administración de justicia, pues la noción de
culpa grave o dolo queda diferida a los eventos en los que se pretenda demostrar la
responsabilidad personal del funcionario.

Valga considerar que este panorama de intervención vigorosa de parte de la Corte


Constitucional colombiana, se explica mejor desde la perspectiva del activismo judicial, que
de acuerdo con Saffon & Villegas (2011) desde su creación en 1991, la Corte ha
protagonizado de forma progresista en favor del reconocimiento, cada vez más intenso, de la
protección de los derechos sociales demandados. Se trata de una tendencia, sustentada en el
perfil de una Constitución Política, que responde a un modelo de carácter aspiracional, es
decir, una Constitución que prospera en contextos de insatisfacción generalizada o de
protección débil de derechos sociales, la cual apunta a cambiar o promover profundas
transformaciones sociales, lo que se traduce en metas o protecciones predominantemente
ambiciosas o maximalistas.

69
2.3. Concepto, presupuestos y características del error judicial

Antes de entrar a profundizar en la definición conceptual del error judicial, resulta


pertinente comprender primero la etimología y la noción del error propiamente dicho, bien
sea como fenómeno o manifestación propia de la conducta humana, o bien como elemento
con vocación nugatoria del consentimiento35, del derecho, de los hechos probados y de la
propia certeza en las actuaciones judiciales.

Con posterioridad se examinarán algunos de los presupuestos configurativos del error


judicial y sus características predominantes, para dar paso a la teoría del error en la decisión
judicial como sustento fundamental del título de imputación jurídica de error judicial
establecido en Colombia.

2.3.1. El concepto sobre el error judicial

Para empezar, Florián (2007) determina que: “el error se asocia con el juicio, y en este
sentido consiste en juzgar un objeto con criterios que no corresponden, es decir que no se
adecúan a la verdad;” (p. 110).

A su turno, Torres (2009), entre sus diversas acepciones de error, lo precisa como una:
“oposición, disconformidad o discordancia entre nuestras ideas y la naturaleza de las
cosas”.

De forma similar, la enciclopedia El Ateneo (1962), en torno a las causas del error,
sostiene que:

35
Mosset Iturraspe (1999) afirma que: “el acto judicial o procesal es un acto jurídico, aunque con modalidades
propias. Como todo acto jurídico tiene, sujeto, objeto y forma. Y dentro de os vicios de la voluntad que pueden
afectar la declaración del sujeto cabe el error” (p. 33).

70
No siempre la inteligencia separa lo que está separado y une lo que está unido; por eso
hay juicios erróneos. (…) el error como la verdad es relativo al ser, en cuanto afirma como
dadas en la existencia (real o posible) realidades que no lo están, o no pueden estarlo (p. 93).

Luis Maiorano (1984) citado por María Yanina y Guinter Marilina (2010) define al
error judicial como:

(…) la grave equivocación sobre los hechos del caso y la consiguiente aplicación del
derecho a hechos que no existen, y enumera los siguientes supuestos que le dan origen:
Deficiencias procesales; Circunstancias fortuitas; Coincidencias fatales; Pruebas falsas, o
fraguadas, viciadas por el error, el odio o los perjuicios; Parcialidad o error de los peritos; (p.
4).

Por su parte, Santofimio (2016) precisa que:

El error no se puede identificar con la ignorancia del juzgador. Mientras el primero


corresponde a una idea falseada de la realidad, reducida por el juez, conforme al estudio de
algunos elementos que posee, la segunda corresponde a una categoría de falta o carencia
absoluta de conocimiento sobre determinada realidad (p. 107).

Ahora bien, la Administración de Justicia y los jueces, en el ejercicio de la función


jurisdiccional tienen el deber de decidir sobre los conflictos y derechos que se ventilan ante
sus despachos, evitando incurrir en actuaciones deficientes o contrarias a derecho, que
puedan poner en peligro la armonía sincrónica de las normas que componen el ordenamiento
jurídico y desde luego los derechos y garantías de los usuarios y administrados.

Una de estas actuaciones deficientes de la AJ es el error judicial, que se encuentra


comprendida dentro de los ámbitos de responsabilidad del Estado por la función
jurisdiccional, el cual se puede materializar por medio de una providencia judicial contraria
a la ley (Rodríguez-Libardo, 2008); en otras palabras, se trata de una irregularidad de
naturaleza autónoma, contenida en una providencia que adolece de una decisión adversa a la
ley, capaz de producir un daño antijurídico sobre los administrados (Orejuela, 2010); de

71
modo que puede ser entendida como una actuación cometida por los jueces en sus
decisiones, consistente en el incumplimiento de sus deberes y obligaciones a la hora de
resolver los conflictos, toda vez que se alejan de la aplicación efectiva a la ley vigente,
siendo consecuente con la desatención injustificada de los precedentes jurisprudenciales y de
los principios e imperativos procesales (Álvarez, 2015).

2.3.2. Los presupuestos del error judicial

El error judicial solo puede ser cometido por una autoridad investida con facultades
jurisdiccionales (Rodríguez-Libardo, 2008), y se puede manifestar como un error judicial de
hecho o un error judicial de derecho (Fluja, 1994), mediante la equivocada interpretación
fáctica, normativa o la declaración efectiva de un derecho, cuyo ámbito de aplicación se
puede hacer extensivo, incluso a otros agentes del Estado, que sin ser jueces pueden estar
desarrollando la función jurisdiccional de administrar justicia (Ruiz, 2010).

De acuerdo con Morales (1996), Murcia (2005), Gonzales (2008), Char (2010), y
Echandía (2000) citado por Álvarez (2015) el error judicial también puede ser procesal o de
forma “in procedendo” y material o de fondo “in iudicando”, a lo que Ruiz (2010) agrega
que también se puede presentar el “error iuris” cuando se interpretan o aplican normas de
forma equivocada, y el “error facti” cuando los hechos son apreciados de forma distinta a la
realidad.

A su turno, Santofimio (2016, p. 128) precisa que:

(…) solo podrá entenderse configurado el error jurisdiccional cuando se produzcan


decisiones carentes de argumentación o justificación jurídicamente plausible, o que
desconozcan el presente o jurisprudencia de unificación aplicable. En otras palabras habrá
error judicial cuando la interpretación o el razonamiento jurídico expuesto como
fundamentación de la decisión sea irrazonable o abiertamente contrario al orden
Convencional, la Constitución, la ley, los precedentes, las jurisprudencias de unificación, y los

72
reglamentos que gobiernan la materia o excluyan situaciones fácticas o probatorias
manifiestamente acreditadas en el proceso, pues, se reitera que la mera divergencia
interpretativa no constituye error jurisdiccional (…).

Igualmente, el error judicial se puede presentar en un sentido amplio y en un sentido


estricto (infra): el primero hace referencia a que la decisión adoptada por el juez no requiere
de una condición especial para que se pueda configurar, y no interesa que sea o no producto
de una actuación dolosa o culposa, esta clase de error se manifiesta cuando una providencia
contraviene alguna o cualquiera de las respuestas correctas establecidas para un determinado
problema jurídico.

Ya en sentido estricto, el error judicial se debe ajustar a los presupuestos establecidos


en la Ley 270 de 1996; también puede ser simple, cuando corresponde a equivocaciones de
poca trascendencia, y puede ser inexcusable, cuando quien profirió la decisión procede de
una forma irrazonable o su decisión carece de fundamentos validos (Álvarez, 2015).

Por otro lado, si bien es cierto el error judicial no se configura si no es porque se


encuentra contenido en una providencia judicial, que haya sido proferida por un funcionario
investido con autoridad judicial y que el afectado no disponga de otros recursos judiciales
para defenderse (Ruiz, 2010), no tiene entidad para trascender a la realidad jurídica sin la
existencia de un daño antijurídico sobre el administrado, el cual debe estar ligado a un nexo
de causalidad entre la providencia judicial contentiva del error y el daño producido;
providencia que debe estar en firme desde luego y, tener una magnitud suficiente como para
desbordar el hecho de una mala interpretación, o una indebida solución del conflicto
(Álvarez, 2015).

De cualquier manera, es claro que no todas las actuaciones del Administración de


Justicia corresponden a providencias judiciales para que produzcan responsabilidad del
Estado (Flores et al., 2000), en el entendido de que también se puede producir resultados
lesivos al patrimonio de los administrados, con el defectuoso funcionamiento de la

73
administración de justicia y con la privación injusta de la libertad (Rodríguez-Libardo,
2008).

2.3.3. Características del error judicial

El error judicial es una irregularidad autónoma, con identidad jurídica propia, distinta
de la vía de hecho (supra), toda vez que en el caso de la responsabilidad patrimonial del
Estado no se tiene por objeto la conducta subjetiva del agente infractor, sino la contrariedad
de la providencia con el ordenamiento jurídico (Ruiz, 2010); no obstante, este título de
imputación es conflictivo pues se enfrenta al principio de la discrecionalidad judicial de los
funcionarios judiciales que están al amparo de la seguridad jurídica que debe reinar dentro
del ordenamiento jurídico (Álvarez, 2015), sin embargo, es claro que se presenta un
conflicto ante la posibilidad de encontrar una única respuesta correcta o la aplicación de
distintas soluciones razonables al mismo caso en concreto, tal y como se plantea dentro del
debate de Herbert Hart y Ronal Dworkin a propósito de la solución de los casos difíciles de
acuerdo con Rodríguez-Cesar (1997).

Seña (2008, p. 106) sostiene que: “el error judicial debe ser indubitado e
incontestable y ha de conducir a decisiones ilógicas, irrazonables, esperpénticas o
absurdas. Han de ser errores que provocan la ruptura de la armonía del orden público”.

Finalmente, se puede aceptar que el error judicial presenta ciertas similitudes con
otras figuras jurídicas como la vía de hecho (aunque no se subsuma a esta) contrario a como
lo plantea Flores, et al. (2000), y también que este se encuentre emparentado dentro del
sistema de responsabilidad extracontractual del Estado por falla en el servicio, pero aun y
con eso, no está llamado a cuestionar la intangibilidad de la cosa juzgada de las decisiones

74
judiciales, o a subsanar las irregularidades o equivocaciones de los jueces como tercera
instancia36, sino que es un título de imputación por responsabilidad extracontractual del
Estado en el ejercicio de la función jurisdiccional que permite el reconocimiento y la
reparación de unos perjuicios ocasionados a los usuarios de la Administración de Justicia
que no están obligados a soportar, los cuales acuden a este servicio público esencial
(Rodríguez-Libardo, 2008) con el propósito de obtener una solución: jurídicamente genuina
a sus conflictos jurídicos; correcta desde el punto de vista legal; conforme al ordenamiento
jurídico, y suficientemente justificada, desde las posturas jurídicas predominantes de la
jurisprudencia especializada o vinculante (según corresponda).

A manera de síntesis, se presenta a continuación una caracterización de la providencia


judicial que contiene el error judicial para intentar delimitar lo que hasta este capítulo se ha
logrado establecer, dentro de su evolución teórica y jurisprudencial.

36
“La jurisprudencia y la doctrina, que defiende la existencia de la responsabilidad patrimonial del Estado por
acciones y omisiones de los jueces y magistrados en sus providencias, afirman, que esta no afecta la cosa
juzgada porque no se dirige a revocar o modificar sentencias, sino enmendar el daño causado por estas”. (Char,
2010, p. 5).

75
Cuadro 4

No es un simple
desacierto o
equivocación del juez
Arbitraria o caprichosa

Contraria al orden Convencional,


Providencia con Constitucional, legal y jurisprudencial
Puede ser
error judicial
Constitutiva de una vía de hecho

No necesariamente Violatoria del debido proceso


corresponde a la
violación de un derecho
fundamental

Nota: fuente de elaboración propia.

En efecto, en el cuadro anterior se aprecia una caracterización de la providencia


contentiva de error judicial en la cual se puede observar que ésta no corresponde con una
simple decisión desacertada o equivocada de parte del juez, y que solo en algunas ocasiones
puede conllevar implícita la violación de algún derecho fundamental como el debido
proceso o incluso el de la igualdad. De este modo, se puede decir que el error judicial
también puede coincidir con una decisión caprichosa o arbitraria (sin que sea determinante
esta condición), o con una decisión contraria al orden Convencional, Constitucional, legal y
jurisprudencial (la cual sí es determinante), o constitutiva de una vía de hecho, que como se
pudo observar previamente, es una figura con la que la Corte Constitucional pretendió
inicialmente equiparar y limitar los alcances del título de imputación de jurídica del error
judicial. Finalmente, es claro que puede coincidir con una violación al debido proceso, no
solo en su condición de derecho fundamental, sino también en su caracterización como
principio y como parámetro constitucional de cualquier proceso judicial.

76
2.3.4. Error judicial en sentido amplio.

De acuerdo con Seña (2008) los sistemas jurídicos, carecen en su mayoría de una
definición legal y jurisprudencial articulada sobre la noción de error judicial, del mismo
modo, la doctrina y tampoco la española ofrece una definición unánime o definitiva sobre el
tema.

En un sentido amplio, como se indicó anteriormente, el error judicial es aquel que se


produce cuando la providencia judicial excede la posible respuesta correcta, o alguna de las
respuestas correctas permitidas por el ordenamiento para determinado problema jurídico. De
tal manera que poco o nada importaría que la decisión fuera cometida con dolo o con culpa
por parte del funcionario judicial (Seña, 2008). Alvares (2015) agrega que se trataría de un
error que no exige condición adicional alguna para que sea considerado como tal, es un error
llano y lato.

Seña (2008) propone un ejemplo de la legislación argentina, donde su código penal


precisa que por el delito de homicidio, una persona condenada puede llegar a enfrentar una
pena que oscila entre los ocho (8) y los veinticinco (25) años de prisión; si el Juez encuentra
culpable al sindicado y aplica una pena inferior a ocho (8) años o superior a veinticinco (25)
años incurre en una arbitrariedad del poder de juzgar y desde luego en una de las formas
posibles de error judicial, esta vez en el sentido amplio, por no exigir presupuestos
adicionales para su configuración.

En síntesis, cualquier error de casi cualquier magnitud que este contenido en una
providencia judicial, y que sea originado por un juez en el ejercicio de sus funciones, pero
en el marco de un proceso, tiene la vocación suficiente para convertirse en un error judicial
en sentido amplio, o por lo menos nace dimensionado de esta forma siempre cuando
contradiga cualquiera de las respuestas correctas o soluciones que ofrezca el ordenamiento
jurídico. Sin embargo, cuando este error trasciende, y se configura de acuerdo a los
presupuestos exigidos en la jurisprudencia, la ley y la propia Constitución, adquiere una

77
connotación jurídica más elaborada, emparentada con lo que la doctrina ha denominado el
error en sentido estricto.

2.3.5. Error judicial en sentido restringido.

En medio de los diversos criterios y presupuestos que se le han ido matizando o


delimitando al error judicial, por parte de la doctrina y la propia jurisprudencia, es claro que
este no ha sido un tema de fácil desarrollo. Para Alvares (2015) el error judicial en sentido
estricto o restringido se caracteriza porque solo se origina cuando cumple con una serie de
condiciones y requisitos para su reconocimiento y configuración. En estos términos, se habla
de error judicial cuando se cumplen los presupuestos exigidos por la Ley 270 de 1996, es
decir: que el afectado haya agotado los recursos de ley, la providencia judicial se encuentre
en firme y sobre esta se produzca, de acuerdo al artículo 90 de la Constitución Política, un
daño antijurídico, además de los elementos propios de la responsabilidad.

Seña (2008) precisa que para que el error en sentido restringido tenga un carácter
indemnizable, se debe tratar de un error patente, manifiesto, evidente o notorio, de tal
magnitud que sea indiscutible la existencia de dicho error, de tal forma que los errores
livianos no tienen el carácter de indemnizables, contrario a lo que ocurre con el error
judicial en sentido amplio; asimismo plantea que la sentencia debe estar en firme y debe
necesariamente producir un daño, finalmente reconoce que en el sentido restringido, solo es
posible el error judicial producido por los jueces y magistrados como únicos sujetos activos
de este título de imputación jurídica. Esta precisión es necesaria por cuanto en la Rama
Judicial existen otro tipo de funcionarios que ejercen funciones complementarias o conexas
a la función judicial, entre estos encontramos los fiscales en el ámbito penal, o los
secretarios de los respectivos despachos judiciales, entre otros.

En suma, el error judicial en sentido estricto o restringido, sería lo que dentro de


nuestro ordenamiento jurídico corresponde con el propio error judicial configurado de

78
acuerdo a los presupuestos y elementos exigidos por la ley y la jurisprudencia. Pues solo así
asume el carácter indemnizable.

2.4. Teoría del error en la decisión judicial (error de hecho y error de derecho)

Para empezar, es importante distinguir que cuando se hace referencia a la decisión


judicial, necesariamente se habla de dos situaciones. Por un lado, del acto de decidir
propiamente dicho, que es la facultad jurisdiccional de la que esta investido el juez, y por el
otro, del contenido mismo de la decisión, que es la que debe estar sometida a unos
parámetros mínimos de validez y racionalidad (Moreso et al. 2001).

En estos términos, se puede decir que la decisión judicial corresponde al acto


jurisdiccional de tomar una decisión, por parte de un funcionario especializado que esta
investido de la facultad y la competencia (validez) de conocer, intervenir y resolver sobre
una determinada controversia litigiosa, cuyo contenido debe estar fundamentado en los
preceptos legales y los postulados de la razón (racionalidad).

En tal sentido, habría que indagar acerca de lo que es una providencia 37 propiamente
dicha conforme a la ley. Y para empezar resulta necesario distinguir que los actos de
decisión judicial implican tanto los autos como las sentencias, siendo las primeras las
llamadas a resolver asuntos de trámite o interlocutorios dentro del proceso, y las segundas
las que resuelven asuntos de fondo del proceso y los recursos extraordinarios, en tal sentido,
el artículo 278 del Código General del Proceso (Ley 1564, 2012) señala que:

37
Algunos autores, incluyendo a Cabanellas (2009), limitan el concepto de providencia al ámbito procesal,
como una: “resolución judicial no fundada expresamente, que decide sobre cuestiones de trámite y peticiones
segundarias o accidentales” (p. 316). Asimismo, distingue a la sentencia como una: “resolución judicial en
una causa. (…) Fallo en la cuestión principal de un proceso” (p. 352).

79
Son sentencias las que deciden sobre las pretensiones de la demanda, las excepciones de
mérito, cualquiera que fuere la instancia en que se pronuncien, las que deciden el incidente de
liquidación de perjuicios, y las que resuelven los recursos de casación y revisión. Son autos
todas las demás providencias.

A su turno, Cabrera (1998) había definido que, según su clase, las sentencias pueden
ser: “declarativas, de condena, constitutivas y cautelares” (p. 232). La primera corresponde
al reconocimiento de la existencia o no de un derecho en cabeza del demandante; las de
condena se refieren a la imposición de una determinada medida u obligación en contra del
demandado; por su parte, las constitutivas son aquellas que crean, modifican o extinguen un
derecho; finalmente, las cautelares como su nombre lo indica, son las que resuelven medidas
provisionales de seguridad para prevenir, ejecutar o salvaguardar el cumplimiento eficaz de
las decisiones que se adopten en el proceso, con miras al reconocimiento efectivo del
derecho que se discute (Cabrera, 1998).

Por su parte, Bulygin (1966) citado por Bonorino (2011) sostiene que las sentencias
judiciales de por si son entidades complejas que cualquiera que sea su estructura deben de
estar formadas:

(…) no sólo por la parte resolutiva (norma individual), sino también por los
considerandos (segmento en el que el juez da las razones que justifican la adopción de dicha
resolución).

(…) la sentencia puede ser reconstruida como un argumento o razonamiento, en el que


la resolución ocuparía el lugar de la conclusión y cuyas premisas se encontrarían en los
considerandos (aunque no todos los enunciados que allí figuren puedan ser considerados
premisas necesarias para inferir la conclusión) (p. 104).

80
Ahora bien, en cuanto a su contenido, D. López (2009), dentro de las técnicas
legítimas de interpretación del precedente judicial hace alusión a unos elementos
determinantes38 de las consideraciones de las mismas, entre las cuales destaca a: la obiter
dictum, la ratio decidendi y la decisum. La primera corresponde a los argumentos,
valoraciones y exposiciones genéricas y abstractas que hace el juez durante la
fundamentación de su decisión. La segunda es identificada con el alcance de la cosa juzgada
implícita del fallo (Corte Constitucional, Sentencia, C-131, 1993), la cual en términos de
Medina (2009, p. 218) supone aquellos apartes de las consideraciones que guardan una
“unidad de sentido con el dispositivo de la sentencia” o que se encuentran “intima e
inescindiblemente unidos con la parte resolutiva de la sentencia” de acuerdo a la Sala
(Corte Constitucional, Sentencia, C-038, 1996). En síntesis, acierta D. López (2009) al decir
que todos estos razonamientos que no constituyan ratio decidendi dentro de las
consideraciones del fallo, necesariamente corresponden a la obiter dictum. La decisum es la
resolución o el resuelve de la sentencia.

De manera que hablar del error judicial en estricto sentido en la sentencia,


corresponde a hablar del error que se comete en el contenido mismo de los fundamentos de
la decisión y la decisión propiamente dicha, específicamente sobre la ratio decidendi y la
decisum. Toda vez que la obiter dictum no tiene elementos vinculantes dentro de las
consideraciones de la decisión frente al objeto mismo del asunto.

38
Valga decir que en un principio estos elementos son más propios de las sentencias que producen los jueces
colegiados, no obstante, es claro que las decisiones de los jueces unipersonales tampoco están exentas del
deber y la carga argumentativa de fundamentar correctamente sus decisiones. Aun y cuando las mismas no
hagan alusión a la obiter dictum dentro de sus mismas como suele suceder en algunos casos (v. g. sentencias de
procesos civiles ejecutivos de única instancia).

81
No obstante lo anterior, se debe reconocer que el error judicial también puede recaer
sobre cualquiera de los elementos estructurales 39 de la sentencia, haciendo referencia al error
en sentido amplio y como se verá más adelante a diferentes tipos de error que desde luego se
pueden presentar y generar responsabilidad cuando no son oportunamente corregidos, como
han sido los casos de error por homonimia en los procesos penales (particularmente) (infra).

Por otro lado, Santofimio (2016) dice que el error como fenómeno determinante para
la configuración del título jurídico imputable al Estado: “(…) es todo aquel estructurado a
partir de la disconformidad de la decisión del juez con el ordenamiento jurídico, sus
principios y valores que regulan y son aplicables el tema de la decisión incluida la
valoración probatoria que corresponda realizar” (p. 106).

En tal sentido, el error judicial es el error contenido en la decisión judicial que puede
tener origen bajo diferentes circunstancias o condiciones tales como el error de hecho y el
error de derecho (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 39422, 2017). El primero a su vez
puede tener lugar en la denominación, situación o la condición física de la persona o puede
corresponder a un error en cuanto a la naturaleza de la decisión judicial, que es una especie
de error de hecho que de acuerdo con Santofimio (2016) se refiere a la decisión absurda
carente de sentido, que: “más que un verdadero descuido, determina la presencia de un
impedimento u obstáculo para el surgimiento de una verdadera decisión judicial” (p. 109).
El segundo, es el error de derecho, que, en contraste con el error de hecho, según Llinás
(2011):

(…) se confunde nominalmente con la violación directa de norma sustancial, razón por
la cual es necesario precisar que no se está hablando de lo mismo, pues la violación directa,
aunque también es un vicio in judicando, se presenta con respecto a la norma sustancial en la

39
Los cuales corresponden a la descripción del proceso, las partes, objeto del pronunciamiento, la descripción
de los hechos y antecedentes procesales, las intervenciones (cuando hay lugar a ellas), pretensiones, alegatos,
consideraciones, hechos probados, resuelve.

82
que se deja por fuera de controversia la apreciación de los hechos y el cumplimiento de
normas probatorias (p. 78).

No obstante, dentro del ámbito de lo contencioso administrativo, tanto la doctrina


como la jurisprudencia han ampliado el espectro del error de derecho, dentro de lo implica
el desconocimiento de las normas jurídicas o su aplicación equivocada (tanto en el in
procedendo como en el in judicando), de tal suerte que no se limita exclusivamente a la
indebida interpretación de la norma que regula la actividad procesal, como si parece ocurrir
en el ámbitos civil, penal y laboral (supra). De cualquier manera, y para una mayor claridad
se hace la siguiente representación, basada en los tratadistas administrativos
contemporáneos:

Cuadro 5

Error en cuanto a Nombre, identidad nacionalidad,


la persona estado civil, condicion física

De hecho Error en cuanto al objeto


Error en cuanto a
la naturaleza de la Error en cuanto a los motivos
decisión
Error en la
decisión Error en cuanto a la substancia
judicial
Violación directa del orden positivo

Falsa interpretación
De derecho
Errónea interpretación del orden positivo

Violación por aplicación indebida del orden positivo

Nota: esquema de elaboración propia, basado en Santofimio (2016).

De acuerdo al Cuadro (5), el error en la decisión judicial puede provenir


(teóricamente) de dos escenarios, por un lado, del error de hecho y por el otro, del error de

83
derecho. El primero conlleva intrínseco una percepción errada de los detalles facticos del
proceso que son determinantes para el mismo, pues está relacionado con la identidad, la
naturaleza, el objeto, los motivos y la propia sustancia o cualidades de las partes y de los
hechos de la demanda (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 36502, 2017). En cambio, el
error de derecho, necesariamente se ubica dentro del contorno de las normas (sustantivas y
procesales), principios jurídicos aplicables y los precedentes judiciales aplicables al caso
concreto. De tal forma que su producción está relacionada con la violación directa del orden
positivo, la falsa interpretación de la norma; la errónea interpretación del orden positivo; y la
violación por aplicación indebida del orden positivo de acuerdo a Santofimio (2016).

La violación directa del orden positivo, se refiere a un desconocimiento flagrante del


principio de legalidad y del contenido taxativo al que se circunscribe la norma, de manera
que el juez deja de aplicarla sin razón válida, o esquiva sus evidentes efectos jurídicos. En
cuanto a la falsa interpretación de la norma, esta se puede asociar con la utilización amañada
o retorcida de la norma que estando reconocida y claramente determinada al caso en
concreto se interpreta de forma contraria al sentido lógico y legal de la misma, siendo
abiertamente incoherente y doloso el comportamiento que asume el juez con su
interpretación según Santofimio (2016). Se diferencia de la anterior, en el sentido de que
aquí la norma se reconoce, pero se aplica con una interpretación distinta a la razonablemente
aceptada o la establecida en la ley y la jurisprudencia.

Respecto a la errónea interpretación del orden positivo, corresponde a una versión


inconsciente de la interpretación de la norma, donde el juez no procede de forma dolosa,
sino que debido a la amplitud semántica de la norma o la escasa claridad que ofrece la
misma, el juez la interpreta de forma errada o por un problema de ignorancia jurídica
interpreta en un sentido contrario a la razón. Frente a la violación por la aplicación indebida
del orden positivo, Santofimio (2016) afirma que esta se da en dos situaciones: la primera
que es cuando el juez aplica una disposición normativa que no corresponde al caso concreto,

84
o bien se aplica una norma que ya se encuentra expresamente derogada o por fuera del
ordenamiento jurídico.

No obstante, lo anterior, el error judicial también se puede manifestar desde diferentes


tipologías dentro de la misma providencia, y de manera específica pueden concurrir errores
de hecho y de derecho simultáneamente. Esto por cuanto la sentencia judicial es una
composición jurídica compleja, compuesta de proposiciones, afirmaciones, aserciones,
descripciones e interpretaciones rigurosamente hilvanadas a partir de conceptos semánticos,
gramaticales, teóricos, hermenéuticos, legales, lógicos y hasta propedéuticos vinculantes
dentro del ordenamiento jurídico, donde fácilmente se pueden presentar defectos de fondo y
de forma desde el encabezado hasta su parte resolutiva.

A continuación, se ilustrará de una manera más específica los tipos de errores


judiciales que se pueden presentar dentro de las providencias dictadas por los jueces,
principalmente en lo que respecta a su contenido material y estructura, pudiéndose afirmar
incluso a ésta como una de las tipologías más destacadas y acabadas en la doctrina sobre
errores en la decisión judicial, tal y como la plantea Seña (2008).

85
Cuadro 6

Error en la
justificación interna
de la decisión

Error en el
encabezamiento de la
Agotamiento de decisión
recursos de ley
Error en el
fundamento de
derecho
Elementos
Providencia judicial constitutivos de la
Error
en firme; contraria a responsabilidad
judicial Error en el
la ley estatal fundamento fáctico

Error en las hipotesis


Tipologias facticas y en la
comunes valoración de las
pruebas.

Error en la
calificación

Error en el fallo

Error por ausencia de


motivación.

Otros errores externos


e internos del juez

Nota: Fuente de elaboración propia, extraído de Seña (2008, p. 101-178).

Tal y como se observa en el Cuadro (6), Seña (2008) destaca como el primero de estos
tipos de error, el error en la justificación interna de la decisión, el cual hace referencia a los

86
errores de sindéresis en la fundamentación, y el contenido sustantivo de la misma decisión,
de manera que se procede sin argumentos razonables o por fuera de las premisas lógicas y
fácticas del caso. En tal sentido, este error es el equivalente a un error lógico en la
fundamentación. El error en el encabezamiento de la decisión, es aquel que como su nombre
lo indica, surge de la incorrecta trascripción de los datos informativos del caso, los nombres
de las partes, la causa40, el tipo de proceso y toda la información que aparece relacionada en
el encabezado de la decisión. El error en el fundamento de derecho y el error en el
fundamento factico, son equiparables a los que ya se explicaron en el Cuadro (5). No
obstante, se puede admitir que algunas modalidades del error de hecho pueden coincidir o
correlacionarse con otros tipos de error, como el error en el encabezado de la decisión.

De otra parte, el error en las hipótesis fácticas y en la valoración de las pruebas, podría
ser considerado como otra especie propia del error de hecho o su causa más probable, pues
con la indebida valoración de la prueba y de las hipótesis fácticas, se genera una distorsión
inevitable de la realidad procesal y por consiguiente de los mismos hechos, dando como
resultado una decisión incongruente con los fundamentos probatorios debidamente
recaudados en el proceso de acuerdo con Seña (2008).

Por otro lado, se encuentra el error en la calificación que de acuerdo con Seña (2008)
se origina a partir de realizar inadecuadamente el procedimiento de subsumir el supuesto de
hecho de la norma con la situación fáctica de los hechos probados en el proceso, de manera
que se podría considerar como una modalidad del error de derecho. El error en el fallo, en
cambio ocurre en la parte del resuelve de la sentencia, y se configura cuando el juez excede
(por defecto o por exceso) con el alcance de su decisión. Es decir que el juez acude a las

40
En el ámbito de la teoría de las obligaciones Tamayo (2004) afirma que se el error en la sustancia se
diferencia del error en la causa. El primero consiste en la equivocación sobre el móvil que llevo a dar el
consentimiento. (…) mientras que el error en la sustancia: entiende la doctrina moderna no solo la materia de
que está hecha la cosa, sino también cualquier cualidad o propiedad de esta, y en general, cualquier elemento
determinante de la voluntad contractual (p. 161).

87
facultades ultra y extra petita, sin estar legalmente autorizado para hacerlo. Finalmente, en
cuanto al error por ausencia de motivación, dice Seña (2008) que corresponde a una
circunstancia propia de las decisiones judiciales, las cuales sea cual fuere su inclinación
deben de estar debidamente fundamentadas. En tal sentido, una decisión judicial que carezca
de motivación o resulte ilógica o insuficiente, conlleva a una decisión arbitraria y/o
caprichosa, especialmente cuando de por medio se están reconociendo derechos, imponiendo
obligaciones o afectando toda clase de derechos subjetivos de las partes, y de manera
particular dentro del proceso judicial cuando se realiza la calificación legal o la valoración
de las pruebas, entre otras.

Evidentemente, existen otras manifestaciones de errores judiciales, en los que puede


verse comprometida la responsabilidad patrimonial del Estado, y el propio juez a título
personal, por circunstancias externas o ajenas al proceso, los cuales se pueden originar en
actos de corrupción, o en delitos típicamente judiciales, también se puede hacer alusión a
situaciones extrañas como el cierre o el cese temporal por protestas de los despachos
judiciales, entre otros (v. g. error en el conteo de los términos judiciales 41 para la
prescripción o caducidad de derechos). Incluso se puede hablar de errores inducidos por las
partes, que motivados por el deseo temerario de lograr un veredicto favorable, pueden llegar

41
Tal es el caso de la Sentencia de tutela (Corte Constitucional, Sentencia, T-656, 2012), relacionada
precisamente con un error en el conteo de los términos judiciales a lo cual refiere lo siguiente:
“Esta Sala advierte que la decisión de la Sala de Decisión Civil del Tribunal, mediante la cual éste pretende
corregir la irregularidad cometida por el juez de primera instancia al computar el término que tenían los
demandados para excepcionar, vulnera los derechos constitucionales fundamentales a la defensa y
contradicción de la parte demandada dentro del proceso ejecutivo y transgrede los principios de buena fe y
confianza legítima al cual deben ceñirse las autoridades públicas. Es preciso señalar que si bien existía una
obligación a cargo del apoderado de la parte demandada de conocer y respetar las normas procedimentales
propias de los procesos ejecutivos con garantía real, entre éstas, las disposiciones que regulan los términos para
la presentación de excepciones, la solución que acoge el Tribunal al no darle importancia al error cometido por
el juzgado e imputarle los efectos negativos de la corrección del mismo a los sujetos procesales, configura una
carga excesiva en cabeza de los apoderados de las partes dentro de una estrategia equilibrada de litigio, la cual,
en últimas, no se compadece de los derechos constitucionales fundamentales de las partes dentro de un
proceso”.

88
a incurrir en excesos mediante el uso desproporcionado o abusivo de los recursos procesales
que permite utilizar la ley. En cualquier caso, es claro que no todo error puede dar lugar a
declarar la responsabilidad jurisdiccional del Estado, en ese caso, será necesaria una
“condición de esencialidad” que de acuerdo con Santofimio (2016) solo se podrá tener en
cuenta el error que recaiga “directamente sobre los elementos integrantes de la decisión-
sujetos, objetos, motivos, etc.” (p. 108).

Finalmente y para el caso colombiano, se puede decir que los tipos de error en los
fallos que destaca Seña (2008) se pueden subsumir dentro de la clasificación esquematizada
del Cuadro (5) conforme la postura de Santofimio (2016), encontrándose el error en la
justificación interna de la decisión; el error en el encabezamiento de la decisión; el error en
el fundamento fáctico; el error en las hipótesis fácticas; el error en la valoración de las
pruebas y; el error por ausencia de motivación dentro del espectro del error de hecho.
Mientras que el error en el fundamento de derecho; el error en la calificación y; el error en el
fallo y otros errores externos e internos del juez relacionados con la legalidad de la decisión,
dentro del espectro del error de derecho.

2.5. Paralelo entre el error judicial y el error legislativo

No hay duda que la responsabilidad extracontractual del Estado por errores en sus
decisiones no es un asunto exclusivo de los jueces que como servidores públicos de la Rama
Judicial42, pues en otro extremo, dentro de los contornos del poder público, se encuentran los
actos de los parlamentarios, más exactamente en el plano legislativo, que corresponde

42
A propósito, el artículo 228 de la Constitución Política establece que:
La Administración de Justicia es función pública. Sus decisiones son independientes. Las actuaciones serán
públicas y permanentes con las excepciones que establezca la ley y en ellas prevalecerá el derecho sustancial.
Los términos procesales se observarán con diligencia y su incumplimiento será sancionado. Su funcionamiento
será desconcentrado y autónomo.

89
aquellas decisiones que son producto de la función de promulgar y debatir leyes capaces de
regular, permitir o prohibir las condiciones generales y materiales de grupos poblacionales
enteros o sectores específicos de la sociedad en general.

En esta parte resulta pertinente hacer una comparación entre el error judicial y el error
legislativo43 como dos (2) sistemas de responsabilidad extracontractual del Estado, con los
cuales se pretende identificar algunos de sus elementos, presupuestos y características
generales más representativas, de modo que se puedan comprender un poco más desde las
diferencias y aproximaciones que ha estimado la perspectiva generalizada de la doctrina,
según los planteamientos de Arenas & Jiménez (2001); Bianchi (2008); Gil (2013); Ruiz
(2013); y la jurisprudencia relacionada de la Sección Tercera Consejo de Estado (Rad.
29355, 2014), así:

Cuadro 7

Error judicial Error legislativo

Congresistas, parlamentarios,
diputados, miembros de asambleas
Jueces y magistrados; providencias departamentales, etc.; actos
Sujetos y causas
judiciales. legislativos, ordenanzas
departamentales, convenciones y
tratados internacionales.

43
La Corte mediante sentencia (Corte Constitucional, Sentencia, C-038, 2006), precisó que:
“(…) la responsabilidad patrimonial del Estado por los hechos, acciones u omisiones imputables al Poder
Legislativo está expresamente contemplada en el artículo 90 constitucional, pues cualquier otra posibilidad
sería abiertamente inconstitucional desde la perspectiva del Estado Social de Derecho y de los principios y
valores que rigen nuestro ordenamiento constitucional tales como la solidaridad, la igualdad, la justicia
material y la supremacía de la Constitución”.

90
No se encuentran definidos en la ley.
Por vía jurisprudencial se ha
Providencia judicial en firme; establecido como tales: el
agotamiento de recursos ordinarios rompimiento de la presunción de
de ley; requiere de los elementos de legalidad y la seguridad jurídica;
Presupuestos
la responsabilidad estatal; Admite imputación al ente demandado y;
eximentes de responsabilidad a existencia de un daño antijurídico,
excepción del caso fortuito. nexo de causalidad e imputación del
daño. Admite eximentes de
responsabilidad.

El principio de soberanía; la voluntad


El principio de soberanía del Estado, general; la presunción de legalidad; el
Límites para su
la discrecionalidad judicial y el efecto general de las leyes; el control
configuración
principio de cosa juzgada. de constitucionalidad; la confianza
legítima; la separación de poderes.

Declaración de inconstitucionalidad
Fallos de cualquier autoridad judicial
de una ley (cuando se resuelva con
sin importar su jerarquía: cuando
efectos retroactivos); la declaración
prospera la acción de revisión penal;
de expropiación de un bien o; la
cuando se presente un error de hecho
constitución de un monopolio o la
y/o de interpretación; cuando no se
Eventos en los que reserva de un servicio público, la
logre dar traslado al ejecutado de un
procede su declaración de responsabilidad
remate; cuando no se conceda el
declaratoria internacional por el hecho del
subrogado penal; cuando es
legislador, incumplimiento de una
insuficiente el fundamento para
obligación internacional, cuando el
dictar medida de aseguramiento, y en
legislador no derogue una ley, o no
otros eventos donde se concrete el
dicte una ley necesaria para el
daño antijurídico.
cumplimiento de una obligación; Y
otros eventos donde concurra el daño

91
antijurídico con excepción de leyes
relativas a regular impuestos.

Pertenece al régimen de Pertenece al régimen de


responsabilidad objetiva dentro del responsabilidad objetiva en el
Naturaleza ejercicio de la función jurisdiccional, ejercicio de la actividad legislativa, y
jurídica que supone un rompimiento de la supone un rompimiento en la
igualdad de las cargas públicas por igualdad de las cargas públicas por
ser un daño de naturaleza especial. ser un daño de naturaleza especial.

Nota: fuente de elaboración propia, basada en los planteamientos de la doctrina reseñada.

Según el Cuadro (7), existen algunas similitudes y diferencias palpables entre el error
judicial y el error legislativo. Entre las similitudes destacables, se identifican claramente la
existencia de un daño antijurídico, la imputación del daño, y el nexo de causalidad como
elementos primordiales de la responsabilidad del Estado, asimismo, se puede observar que
ambos sistemas pertenecen al régimen de responsabilidad objetiva y coinciden en el
rompimiento de las cargas públicas por corresponder a daños de naturaleza especial, también
se originan en decisiones que provienen de servidores públicos en el ejercicio de sus
funciones, como agentes del Estado.

Por otra parte, las principales diferencias que se advierten entre ambos sistemas, son
las siguientes: primera, en cuanto a las corporaciones y funcionarios que involucra; segunda
frente a los actos donde se concretan sus decisiones, providencias judiciales y actos
legislativos o leyes; tercera, respecto a su tipicidad, pues el error judicial a diferencia de
legislativo, si se encuentra establecido en la ley como un título de imputación jurídica, en
tanto que el error legislativo no; cuarta, en cuanto a sus presupuestos y eximentes de
responsabilidad pueden coincidir según las circunstancias de cada caso, pero en general el
error judicial y el error legislativo por ser del régimen de responsabilidad objetiva
admitirían esencialmente los mismos eximentes.

92
Por su parte, Arenas & Jiménez (2001) señalan que:

Ni el silencio del legislador, ni su negativa a otorgar indemnización, impiden que el juez


declare la existencia de responsabilidad a cargo del Estado, en el evento en que se cumplan
con todos los requisitos del daño antijurídico y con la imputación de este al Estado (p. 116).

En ese sentido, Bianchi (2008) afirma que la responsabilidad por la actividad


legislativa también surge cuando se presenta un sacrificio calificado, en donde no resulta
suficiente acreditar la ocurrencia de una lesión al patrimonio del administrado, sino que
también es necesario demostrar que se trató una situación o sacrificio especial, con un nivel
considerable de desigualdad, en donde la comunidad se haya visto beneficiada por la
vigencia de una determinada ley que responde a criterios de interés general y colectivo. No
obstante, el mismo, admite que en la práctica este criterio resulta difícil de aplicar por la
confusión que puede resultar al intentar individualizar los verdaderos afectados de una
comunidad, pues a mayor cantidad de afectados menor sacrificio especial.

Lo anterior se circunscribe en la discusión sobre la prevalencia del interés general


frente al interés particular, dentro del cual es inevitable, que el Estado, a través del ejercicio
legislativo, termine por beneficiar y/o afectar con sus decisiones a los administrados. Incluso
al punto de llegar a causarles daños antijurídicos que no en todos los casos puede conllevar
implícita la responsabilidad del Estado, tal es el ejemplo de la regulación de imposiciones
tributarias, las cuales no son susceptibles de demanda por responsabilidad extracontractual.

En cualquier caso, se puede decir que la responsabilidad por el hecho del legislador ha
tenido un desarrollo jurisprudencial interesante, en el cual el propio Consejo de Estado, ha
reconocido incluso que la vía procesal adecuada para demandar la responsabilidad por este

93
título o sistema es la Reparación Directa44, de acuerdo con la sentencia (Consejo de Estado,
Sentencia, Rad. 23245, 2003). De igual modo, Botero (2007) citado por Alonso & Leiva
(2012) han logrado concluir que:

La responsabilidad del Estado-legislador se configura cuando con una actuación u


omisión del órgano legislativo se crea un daño antijurídico a los asociados, es decir, se impone
una carga superior a la que el sujeto debe soportar. En el caso particular de las normas
jurídicas, no importa si estas son inconstitucionales o acordes con la Carta Política, o si no
existe norma (omisión legislativa absoluta), o si existe, pero esta se encuentra incompleta
(omisión legislativa relativa): lo único relevante es que la actuación u omisión del legislador
cree un daño antijurídico a los asociados (p. 7).

No obstante, es necesario avanzar más en la identificación de estas modalidades y sus


elementos determinantes desde la propia jurisprudencia del Consejo de Estado
(especialmente), de forma que se cristalice dentro del ordenamiento jurídico, como un
auténtico sistema de responsabilidad extracontractual del Estado. Y no es para menos, si se
tiene en cuenta que dentro del propio sistema interamericano de protección de DDHH, la
propia CIDH mediante (Opinión Consultiva-14, 1994) ya ha determinado que:

(…) la promulgación de una ley manifiestamente contraria a las obligaciones asumidas


por un Estado al ratificar o adherir a la Convención constituye una violación de ésta y que, en
el evento de que esa violación afecte derechos y libertades protegidos respecto de individuos
determinados, genera responsabilidad internacional para el Estado (p. 15).

De manera que así el Estado o sus funcionarios no tengan la voluntad, de auto-regular


o limitar la libertad de configuración legislativa, en clara concordancia con los DDHH y
fundamentales de sus asociados, sus compromisos internacionales y convencionales, en

44
Regulada en el artículo 140 de la Ley (1437, 2011), establece como un medio de control para demandar ante
la jurisdicción de lo contencioso administrativo, los daños antijurídicos que sean cometidas por la acción u
omisión de los agentes estatales.

94
cualquier caso estarán expuestos a la responsabilidad internacional del Estado (infra), y
especialmente, sino se adoptan las decisiones legislativas pertinentes que resuelvan, de la
mejor manera posible, las necesidades básicas insatisfechas de la sociedad, siendo este un
parámetro valido y razonable en la correcta promulgación de las leyes.

2.6. Providencias judiciales sobre las que se puede demandar el daño antijurídico por
error judicial

2.6.1. Los fallos de las Altas Cortes.

La Corte (Corte Constitucional, Sentencia, C-037, 1996) fue clara en determinar que
contra los fallos de las Altas Cortes, no procedía en principio demanda alguna por error
jurisdiccional, pues consideraba que por encima de los órganos de cierre no podían existir
órganos o instancias superiores, toda vez que de llegarse a permitir su procedencia, se estaría
atentando contra el principio de la seguridad jurídica; sin embargo, reconoció la procedencia
de la acción de tutela por vía de hecho contra providencias judiciales, que hayan sido
proferida por las Altas Cortes.

En efecto, según Hidrón (2010) las sentencias T-079, T-158 y T-173 de 1993, T-231
de 1994, T-100 y T-162 de 1998 de la Corte Constitucional admiten la revisión de las
decisiones judiciales cuando estas se encuentren fundamentadas en vías de hecho.

En esta misma línea, la sentencia (Corte Constitucional, Sentencia, C-590, 2005) de la


Corte Constitucional, declaró la inexequibilidad de la palabra acción contenida en el artículo
185 de la Ley 906 de 2004, la cual limitaba la posibilidad de promover acciones de tutela
contra las sentencias de casación dictadas por la Sala Penal de La Corte Suprema de Justicia,
cuando concurriera la posible vulneración de derechos fundamentales; situación que ha
suscitado el inevitable enfrentamiento de las Altas Cortes, por parte de la Corte

95
Constitucional, también en contra de la posición dominante del Consejo de Estado y la
propia Corte Suprema de Justicia, pues tal y como la plantea la sentencia constitucional:

La acción de tutela -o el llamado recurso de amparo o recurso de constitucionalidad-


contra sentencias constituye uno de los ejes centrales de todo el sistema de garantía de los
derechos fundamentales. Este instrumento se convierte no sólo en la última garantía de los
derechos fundamentales, cuando quiera que ellos hayan sido vulnerados o amenazados por la
acción o la omisión de una autoridad judicial, sino que sirve como instrumento para introducir
la perspectiva de los derechos fundamentales a juicios tradicionalmente tramitados y
definidos, exclusivamente, desde la perspectiva del derecho legislado. En otras palabras, la
tutela contra sentencias es el mecanismo más preciado para actualizar el derecho y nutrirlo de
los valores, principios y derechos del Estado social y democrático de derecho.

Recientemente, la sentencia (Corte Constitucional, SU-263, 2015) de la Corte


Constitucional, reiteró y consolidó su postura jurisprudencial, sobre la base de un requisito
indispensable para que proceda la acción de tutela contra providencias judiciales, y es desde
luego el agotamiento de los recursos ordinarios y extraordinarios, afirmando que:

El carácter subsidiario de la acción de tutela contra providencias judiciales ha sido


señalado por la Corte desde sus primeros pronunciamientos. No es procedente la acción de
tutela contra providencias judiciales cuando el actor no ha utilizado o agotado todos los
medios ordinarios o extraordinarios de defensa judiciales que el ordenamiento jurídico le ha
otorgado para la protección de sus derechos fundamentales. La Corte Constitucional también
ha destacado que no basta con la mera existencia de otro mecanismo de defensa judicial para
determinar la improcedencia de la tutela, sino que el juez debe valorar la idoneidad y la
eficacia de esa herramienta para cada caso (núm. 3.2.2.1).

Ahora bien, mediante sentencia (Consejo de Estado, Rad. 10285, 1997) determinó que
la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura había incurrido en
error judicial al proferir una sanción injusta en contra de un abogado a quien se le endilgaba

96
la falta de gestión de un proceso civil ordinario sobre el cual se declaró la perención. A lo
que el Consejo de Estado precisó:

Aun admitiendo en gracia de discusión que no es posible derivar responsabilidad estatal


de la actuación de las altas corporaciones de justicia, de todas maneras es evidente que en este
caso aquella subsiste en tanto el daño que le ha ocasionado el demandante con la injusta
sanción que se le impuso tuvo también por causa el defectuoso funcionamiento de la
administración de justicia (falla del servicio), que normativamente hoy encuentra como títulos
de imputación los arts. 65 y 69 de la ley 270 de 1996, el último de los cuales dispone. "Fuera
de los casos previstos en los arts. 66 y 68 de esta ley, quien haya sufrido un daño antijurídico,
a consecuencia de la función jurisdiccional, tendrá derecho a obtener la consiguiente
reparación (Cap. V).

Valga decir que, en el presente caso, la condena contra la Nación se aplicó por partida
doble pues por un lado fue condenada por el error judicial de la Sentencia disciplinaria del
Consejo Superior de la Judicatura y, por el otro, el defectuoso funcionamiento de la justicia
del Juzgado Primero Civil del Circuito de Popayán, a raíz de los cuales se le suspendió tres
(3) meses en el ejercicio de la profesión de abogado.

Otro ejemplo de la procedencia de las demandas de reparación directa por error


judicial contra las Altas Cortes, se puede evidenciar en una Sentencia del Consejo de Estado
(Sentencia, Rad. 11308, 2003) donde la Sala Penal de La Corte Suprema de Justicia profirió
resolución de acusación contra los magistrados de la Sala Civil del Tribunal Superior de
Ibagué por supuesto prevaricato. En este caso, se determinó que el Estado era responsable
por el daño antijurídico causado a los magistrados toda vez que pese a la aplicación de las
medidas de aseguramiento no se logró demostrar la responsabilidad penal de los mismos por
el delito endilgado lo que provocó la preclusión del proceso iniciado en contra de ellos. Si
bien es cierto dentro de las consideraciones de la ratio decidendi, la Sala no hace alusión
expresa al título de responsabilidad por error judicial, si se infiere esta categoría por las
características particulares del caso.

97
Igualmente, el Consejo de Estado con sentencia (Consejo de Estado, Rad. 15128,
2007), respecto a la procedencia del error judicial, en cabeza de las Altas Cortes, señaló
que:

(...) las atribuciones conferidas por la Carta a cada una de las Corporaciones Judiciales
permiten considerar que a través de las providencias que resuelven el litigio en última
instancia, se unifica la jurisprudencia y se definen los criterios jurídicos aplicables frente a
casos similares. La Sección Tercera del Consejo de Estado, se apartó de la anterior
consideración con fundamento en que la misma no es obligatoria y en que los principios y
valores que rigen la función jurisdiccional no se vulneran con la posibilidad de que el Estado
responda por los errores en que incurran las altas cortes (p.7).

Finalmente, la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 26693, 2015), en


un caso relacionado con la inadmisión de un recurso extraordinario de casación ante la Sala
Civil de la Corte Suprema de Justicia (amparado en la excepción por inconstitucionalidad de
una norma), determinó que la procedencia del error judicial contra las Altas Cortes, de
acuerdo a reiterada jurisprudencia, es perfectamente válida sobre la base de los siguientes
consideraciones: primero, que tiene consonancia con el artículo 90 de la CP, en el sentido de
que todas las autoridades pueden comprometer la responsabilidad del Estado, con sus
acciones y omisiones; segundo, que la demanda por error judicial no está dirigida a revivir
una cuestión litigiosa ya definida, pues no se comporta la reapertura o prolongación del
proceso definido en la providencia demandada; tercero que las Altas Cortes no son
infalibles, en el sentido de que sus decisiones también son precedidas por personas que
como seres humanos pueden cometer errores y; cuarto, que el Consejo de Estado, es el
máximo órgano de la jurisdicción contenciosa administrativa y es la corporación competente
para conocer esta clase de demandas por reparación directa por este título.

98
2.6.2. Los fallos de anulación u homologación de los laudos arbitrales, los fallos de
tutela, los fallos absolutorios, inhibitorios, entre otros.

Frente a este tipo de decisiones relacionadas con laudos arbitrales y sentencias de


homologación, tal y como lo advierte Hidrón (2010), en principio solo resultan procedentes
las acciones de tutela, como en efecto se ha pronunciado la Corte (Corte Constitucional,
Sentencia T-466 de 2011), la cual establece que:

La acción de tutela procede excepcionalmente contra laudos arbitrales cuando aquellos


desconocen los derechos fundamentales de las partes. Sin embargo, la procedencia de la
solicitud de amparo en estos casos está subordinada al cumplimiento de los siguientes dos
requisitos: (i) el agotamiento de los recursos previstos en la ley para atacar la decisión arbitral
y (ii) la configuración de una vía de hecho, al verificarse la existencia de un actuar
manifiestamente caprichoso e irrazonable por parte de los árbitros, encausado en cualquiera de
los defectos desarrollados por la jurisprudencia constitucional anteriormente reseñados.

Ahora bien, los laudos arbitrales de acuerdo a (Congreso de La Republica, Ley 1563,
2012) son decisiones que provienen de uno de los mecanismos alternativos de solución de
conflictos, que consisten precisamente en la designación de tribunal de árbitros o ciudadanos
investidos con facultades pro tempore para pronunciarse sobre determinada controversia que
ha sido voluntaria o forzosamente sometida a esta instancia. Sin embargo, se debe aclarar
que las autoridades judiciales, particularmente las Salas Civiles de los Tribunales
competentes conocen del recurso de anulación y emiten un fallo decisivo, cuando es
promovido este recurso extraordinario de forma oportuna.

En al ámbito laboral, los laudos arbitrales, se pueden someter al recurso de


homologación, en cabeza de la Sala Laboral del Tribunal Superior o de la propia Corte
Suprema de Justicia, de acuerdo con el artículo 143 del Código Procesal del Trabajo, para
que la autoridad judicial se pronuncie sobre su exequibilidad, respecto de la actuación del

99
Tribunal de Arbitramento frente el objeto para el cual fue convocado (Corte Suprema de
Justicia, Sentencia, Rad. 12963, 1999).

Nada indica que, contra el fallo de anulación o la sentencia de homologación,


tratándose de providencias judiciales no se pueda demandar ante la Jurisdicción Contencioso
Administrativa por el título de error judicial. Aunque hasta el momento no se tiene registro
de una demanda de estas proporciones, el artículo 74 de la LEAJ es claro en precisar que
como sujetos determinantes de la responsabilidad extracontractual del Estado también se
encuentran incluidos los particulares que ejercen transitoriamente funciones judiciales.

En cuanto a las acciones de tutela, de acuerdo con la propia Corte Constitucional


(Sentencia, SU-1219, 2001) y (Sentencia, SU-627, 2015) si bien es cierto, en principio se
considera improcedente la impugnación de las sentencias de tutela mediante otra acción
tutela, la Corte precisó que puede proceder de manera excepcional cuando se presenten los
siguientes presupuestos, así: a) que la acción de tutela no comparta identidad procesal con la
solicitud de amparo cuestionada, lo que implicaría que no se estuviera desconociendo la
cosa juzgada; b) que exista un auténtico fraude con la sentencia de tutela demandada, que
atenta contra el sentido recto y leal de la justicia y el derecho y; c) que no exista otro
mecanismo judicial o legal para resolver la cuestionada situación, pues como es propio de
las acciones de tutela su carácter es eminentemente residual.

Ahora bien, la demanda de error judicial contra los fallos de tutela no es del todo
imposible si se tiene en cuenta que se trataría de los mismos jueces y magistrados de la
Administración de Justicia, que a diferencia de la Corte Constitucional, se encuentran
provisionalmente investidos de facultades constitucionales para resolver un asunto
relacionado con la vulneración o amenazada de derechos fundamentales. El punto está en
determinar si los fallos de tutela, incluyendo los de la Corte Constitucional, son susceptibles
de demanda por la vía del error judicial. La respuesta es afirmativa a la luz de la
jurisprudencia de la Sección Tercera del Consejo de Estado (Sentencia, Rad. 14399, 1999) y
(Sentencia, Rad. 27184, 2014) la cual ha cuestionado y revocado fallos de tutela proferidos

100
con error judicial, verificando para el efecto los presupuestos de su procedencia. En un caso
concreto ((Sentencia, Rad. 14399, 1999) el Consejo de Estado precisó que:

(…) el juez de tutela, so pretexto de la “textura abierta” del concepto de los derechos
fundamentales que consideró vulnerados, echó mano de una argumentación de carácter
constitucional, referida al desarrollo jurisprudencial de los derechos de la vida y de la
protección integral de la familia, para insertarla a una hipótesis fáctica, que en manera alguna
resultaba compatible o por lo menos razonable, con los hechos de que den cuenta la instancia
dentro del trámite de tutela, desfigurando por completo, con ese proceder, el sentido elemental
y básico de aquellos conceptos que dijo aplicar.

En efecto, le asistía razón al Consejo de Estado, toda vez que el objeto del litigio se
encontraba relacionado con cesión de créditos y derechos pecuniarios entre las partes.

Igualmente, no se descarta la procedencia de las demandas de error judicial contra los


fallos de tutela en sede de revisión proferidos por la Corte Constitucional, como se pudo
analizar en el punto anterior (supra).

Por último, en lo que respecta a los fallos inhibitorios, de acuerdo con Sánchez (2011),
se debe partir de la base de que estos no resuelven el litigio de fondo y por lo tanto no hacen
tránsito a cosa juzgada como lo determinaba en su momento el anterior Código de
Procedimiento Civil (art. 333). Sin embargo, de acuerdo al Consejo de Estado (Sentencia,
Rad. 17060, 2012) este tipo de fallos si pueden ser constitutivos de un error judicial, tal y
como se observa en el siguiente extracto de la sentencia:

En el presente caso quedó establecido -en primera instancia- que con el proferimiento
del fallo inhibitorio el Tribunal Administrativo de Cundinamarca incurrió en error judicial, por
cuanto la acción de plena jurisdicción promovida por el señor Marcos Santander Pérez
Redondo, hoy de nulidad y restablecimiento de derecho, contaba con los elementos de juicio
suficientes para ser objeto de sentencia de mérito. (…) El fallo inhibitorio constitutivo del
error judicial le impidió el derecho de acción como instrumento idóneo de acceso a la
administración de justicia.

101
(…)

Ahora bien, en el caso de que se trata, el error judicial consistente en el proferimiento de


fallo inhibitorio, si bien no comporta la negativa expresa del derecho reclamado,
materialmente condujo a lo mismo, pues frustró la nulidad y así mismo el consecuente
restablecimiento, en la medida que no se falló de fondo y la iniciación de una nueva acción
deviene en imposible dada su caducidad (p. 16).

2.6.3. Los fallos expedidos por cualquier autoridad investida de la facultad


jurisdiccional.

De acuerdo con el artículo 66 de la Ley 270 de 1996, para que una providencia pueda
ser susceptible de ser demandada por error judicial, se debe tratar en principio, de una
decisión proferida por una autoridad investida de la facultad jurisdiccional en el curso de un
proceso judicial y que resulte contraria a la ley; en tal sentido, cualquier fallo judicial que
quede ejecutoriado con un error judicial y que provenga de cualquier jurisdicción (civil,
laboral, administrativa y penal) está en condiciones de ser demandado por la vía de lo
contencioso administrativo, bajo este título, luego de que el afectado haya agotado todos los
recursos ordinarios correspondientes. Por su parte, la Sala Contenciosa, mediante Sentencia
(Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 34818, 2016) agregó que:

(…) el error que se predica frente a las providencias judiciales por medio de las cuales
se declara o se hace efectivo el derecho subjetivo, es decir, aquellas resoluciones judiciales
mediante las cuales se interpreta y aplica el Derecho.

Asimismo, la Sala ha establecido que el error jurisdiccional como título de imputación


de responsabilidad del Estado se presenta siempre que una providencia judicial en firme, y con
independencia de si fue proferida con culpa o sin ella, pero que es sic equivocada porque no
se ajusta a la realidad procesal o a la ley, se causa un daño antijurídico que debe ser reparado
(núm. 2.6.3).

102
Ahora bien, cuando se habla de una autoridad investida de la facultad jurisdiccional no
solamente se hace referencia exclusiva a los órganos judiciales que hacen parte de la Rama
Judicial, pues de acuerdo a la sentencia (Rad. 27477, 2014) el Consejo de Estado declaró
responsable a la Superintendencia de Sociedades por el error judicial que cometió en contra
de una sociedad comercial que, de acuerdo a los antecedentes del proceso, padeció como
consecuencia de la demora injustificada en la entrega y pago de unos títulos judiciales
conforme a un acuerdo de concordato suscrito.

Sin embargo, es claro que existen autoridades investidas de facultades jurisdiccionales


permanentes o transitorias, que en ejercicio de las mismas no profieren decisiones de
carácter judicial. Entre ellas están, el Congreso de la Republica, que en ejercicio de sus
funciones disciplinarias contra funcionarios aforados, y por la naturaleza del tipo de poder
público que detentan no producen fallos judiciales; los entes de control (la Procuraduría
General de la Nación, la Defensoría del Pueblo, la Contraloría General de la Republica, la
Auditoria General de la Republica) los cuales aunque tienen asignadas competencias y
jurisdicciones especificas en el campo disciplinario, administrativo y fiscal tampoco
producen fallos judiciales, y por último los particulares cuando actúan como conciliadores o
árbitros habilitados en el marco de los Mecanismos Alternativos de Solución de Conflictos
(MASC) los cuales pueden ejercer facultades jurisdiccionales temporales de acuerdo al
artículo 13 de la LEAJ, pero tampoco producen fallos judiciales.

Pese a lo anterior, el Estatuto del Consumidor (Ley 1480, 2011) y el artículo 24 del
Código General del Proceso, señalan cuáles son las autoridades investidas de la facultad
jurisdiccional para administrar justicia, y entre ellas están:

a) La Superintendencia de Industria y Comercio en los procesos que versen sobre:


violación a los derechos de los consumidores establecidos en el Estatuto del
Consumidor; violación a las normas relativas a la competencia desleal.

103
b) La Superintendencia Financiera de Colombia sobre controversias que surjan entre
los consumidores financieros y las entidades vigiladas relacionadas
exclusivamente con la ejecución y el cumplimiento de las obligaciones
contractuales que asuman con ocasión de la actividad financiera, bursátil,
aseguradora y cualquier otra relacionada con el manejo, aprovechamiento e
inversión de los recursos captados del público.

c) La Superintendencia de Industria y Comercio en los procesos de infracción de


derechos de propiedad industrial.

d) La Dirección Nacional de Derechos de Autor en los procesos relacionados con los


derechos de autor y conexos.

e) El Instituto Colombiano Agropecuario en los procesos por infracción a los


derechos de obtentor de variedades vegetales.

f) El Ministerio de Justicia y del Derecho, o quien haga sus veces, a través de la


dependencia que para tales efectos determine la estructura interna, podrá, bajo el
principio de gradualidad en la oferta, operar servicios de justicia en todos los
asuntos jurisdiccionales que de conformidad con lo establecido en la Ley 446 de
1998 sobre descongestión, eficiencia y acceso a la justicia han sido atribuidos a la
Superintendencia de Industria y Comercio, Superintendencia Financiera y
Superintendencia de Sociedades, así como en los asuntos jurisdiccionales
relacionados con el trámite de insolvencia de personas naturales no comerciantes y
los asuntos previstos en la Ley 1098 de 2006 de conocimiento de los defensores y
comisarios de familia. También podrá asesorar y ejercer la representación judicial
de las personas que inicien procesos judiciales de declaración de pertenencia con
miras al saneamiento de sus propiedades.

104
g) La Superintendencia de Sociedades frente a controversias relacionadas con el
cumplimiento de los acuerdos de accionistas y la ejecución específica de las
obligaciones pactadas en los acuerdos; la resolución de conflictos societarios, las
diferencias que ocurran entre los accionistas, o entre estos y la sociedad o entre
estos y sus administradores, en desarrollo del contrato social o del acto unilateral;
la impugnación de actos de asambleas, juntas directivas, juntas de socios o de
cualquier otro órgano directivo de personas sometidas a su supervisión; la
declaratoria de nulidad de los actos defraudatorios y la desestimación de la
personalidad jurídica de las sociedades sometidas a su supervisión, cuando se
utilice la sociedad en fraude a la ley o en perjuicio de terceros, los accionistas y los
administradores que hubieren realizado, participado o facilitado los actos
defraudatorios, responderán solidariamente por las obligaciones nacidas de tales
actos y por los perjuicios causados. Así mismo, conocerá de la acción
indemnizatoria a que haya lugar por los posibles perjuicios que se deriven de los
actos defraudatorios; la declaratoria de nulidad absoluta de la determinación
adoptada en abuso del derecho por ilicitud del objeto y la de indemnización de
perjuicios, en los casos de abuso de mayoría, como en los de minoría y de paridad,
cuando los accionistas no ejerzan su derecho a voto en interés de la compañía con
el propósito de causar daño a la compañía o a otros accionistas o de obtener para sí
o para un tercero ventaja injustificada, así como aquel voto del que pueda resultar
un perjuicio para la compañía o para los otros accionistas. (Art. 24, núm. 1-5).

En consecuencia, cualquier autoridad (incluyendo las administrativas) que se


encuentren investidas de la facultad jurisdiccional de administrar justicia, por intermedio de
la ley, en el sentido de que les haya sido conferida la facultad de conocer y resolver
controversias litigiosas para el reconocimiento o declaración de derechos subjetivos en
cabeza de algunas de las partes, es susceptible de incurrir en responsabilidad
extracontractual del estado por error judicial.

105
No obstante, el panorama del artículo 24 del CGP, se podría cuestionar que solo en lo
que atañe el ejercicio de la función jurisdiccional taxativo en la ley, es desde donde se
desprende la posibilidad de endilgar la mencionada responsabilidad por error judicial a las
decisiones que producen los anteriores organismos, pues en lo que respecta al ejercicio
propio de las funciones de control, inspección y vigilancia que por naturaleza están llamados
a ejercer, como la imposición de medidas administrativas sancionatorias, las multas, las
suspensiones u otros requerimientos afines, no pueden estar amparadas bajo el medio de
control de la acción de Reparación Directa consagrado en el artículo 140 de la (Ley 1437,
2011). Esto quiere decir que solo se podrán demandar por la vía de error judicial las
decisiones de estos organismos que correspondan a la solución de controversias litigiosas
entre particulares que provengan del ejercicio de derechos patrimoniales invocados dentro
de sus respectivas competencias.

2.7. Providencias judiciales sobre las que no se puede demandar el daño antijurídico
por error judicial

Según Gonzales (2008) el error judicial corresponde a un ámbito de responsabilidad


estatal cualificado y definido, por lo que no resulta lógico acceder a su reconocimiento
frente a cualquier tipo de sentencia, en particular aquellas donde se dicta una interpretación
novedosa del ordenamiento jurídico (Gil, 2013), pues con base en el principio de
independencia del poder judicial, es válida toda interpretación razonable que se haga dentro
de los contornos y parámetros legales y constitucionales, de cara al derecho aplicable al caso
concreto y las reglas de la hermenéutica jurídica permitidas; asimismo resulta improcedente
contra casos en los que el juez comete el error bajo causas o circunstancias externas,
imprevisibles, inevitables o irresistibles, como en los eventos de fuerza mayor (consagrado
en nuestro ordenamiento como un eximente de responsabilidad).

106
Asimismo, Gonzales (2008) insiste en que tampoco se puede reputar el error judicial
frente al análisis probatorio o de los hechos, que acertada o equivocadamente desarrolle el
juez, como consecuencia de un proceso lógico, que llevo a la convicción psicológica del
mismo de fallar en determinado sentido, pues es claro que el acierto total no podría entrar en
el terreno de lo exigible; tampoco tiene lugar el reconocimiento de un error judicial dentro
de la interpretación lógica y razonable que aplican los altos tribunales a la norma, pues con
ello se abriría un boquete de procesos interminables, cuando no satisface los intereses del
administrado. En otros ordenamientos, se ha advertido que tampoco es posible demandar el
error judicial en los casos en los que un tribunal superior de cierre, case o revoque la
decisión de un juez de inferior jerarquía.

A su turno, Gil (2013) sostiene que la demanda de error judicial no procede sobre las
decisiones de archivo de las investigaciones adelantadas por la Fiscalía, pues en principio no
constituye un fundamento suficiente para alegar error judicial, en tal sentido se pronunció la
Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 14725, 2005), en los siguientes
términos:

(…) el artículo 326 ibídem establecía la posibilidad de suspender la investigación


previa, cuando transcurridos 180 días de su apertura, no existiera mérito para dictar resolución
de apertura de instrucción o resolución inhibitoria. Desde esta perspectiva legal, en el caso
concreto no se configuró el error jurisdiccional a que alude la parte demandante, porque en la
decisión de proferir resolución de apertura de la indagación previa y no de investigación
formal, no se desconoció la ley, ya que ésta ordenaba adoptar la primera decisión cuando no se
conociera la identidad o no estuvieran individualizados los presuntos autores o partícipes del
hecho punible, como en efecto ocurrió en el caso concreto, y tampoco se incurrió en el error
referido al ordenar la suspensión de dicha investigación y el archivo provisional del
expediente, porque durante el término que señalaba la ley, tampoco se logró el objetivo de la
indagación previa.

Finalmente, Gil (2013) reitera que el error judicial tampoco se puede predicar por sí
mismo de una sentencia inhibitoria, o de un cambio de jurisprudencia propiamente dicho.

107
Toda vez que estas decisiones no comprenderían en principio una solución de fondo de los
casos suscitados y tampoco hacen tránsito a cosa juzgada.

2.8. Los títulos de imputación jurídica por fallas en la Administración de Justicia


según la Ley 270 de 1996

Tal y como se ha podido evidenciar a lo largo del presente trabajo, los títulos de
imputación jurídica relacionados con las fallas en la Administración de Justicia de acuerdo
con la Ley 270 de 1996, corresponden al error judicial, la privación injusta de la libertad, y
el defectuoso funcionamiento de la administración de justicia, los cuales se encuentran
definidos de la siguiente forma:

Frente al error judicial, ya se tiene claro que en un principio corresponde o se


configura mediante una providencia judicial en firme expedida por un juez (investido de su
facultad jurisdiccional) que excede los parámetros normativos establecidos en la ley, y solo
es procedente luego de haberse agotado los recursos ordinarios de ley. Este título pertenece
al régimen de responsabilidad objetiva y se encuentra regulado en los artículos 66 y 67 de la
misma LEAJ.

Por su parte, la privación injusta de la libertad es otro título de imputación jurídica que
como su nombre lo indica corresponde a una situación irregular donde una persona en el
marco de un proceso penal, ha sido declarada absuelta luego de haber permanecido privada
de su libertad de forma injustificada, ilegal o injusta por parte de funcionarios o autoridades
judiciales. Este título se encuentra ubicado dentro del régimen de responsabilidad objetiva
de acuerdo con la sentencia del Consejo de Estado (Sentencia, Rad. 40060, 2014), la cual
señala que:

(…) la responsabilidad de la administración pública derivada de la absolución o su


equivalente, con apoyo en la máxima de que la “duda se resuelve a favor del procesado”, se

108
analiza y aplica a través de un régimen objetivo, pero siempre y cuando se logre verificar,
fehacientemente, que el juez penal al momento de evaluar el material probatorio –que por
cierto necesariamente debe existir con pruebas tanto en contra como a favor del sindicado o
acusado–manejó una duda razonable que le impidió llegar a la plena certeza sobre la
materialización y autoría de la conducta punible.

En estos supuestos es lógico que el régimen de responsabilidad sea objetivo comoquiera


que imponerle al demandante la carga de demostrar una falla del servicio sería someterlo a una
especie de probatio diabólica, ya que, en estos escenarios el problema es que no se pudo
superar la duda razonable que opera como garantía constitucional de la persona, lo que se
traduce en la necesidad de reparar el daño que se irrogó con la detención (p. 69).

Igualmente, su regulación se encuentra definida en el artículo 68 de la LEAJ, que a su


tenor precisa que: “Quien haya sido privado injustamente de la libertad podrá demandar al
Estado reparación de perjuicios” (Art. 68).

En otras palabras, la privación injusta de la libertad: “(…) constituye una descripción


objetiva de una situación anormal de la tutela judicial efectiva incorporada de manera
autónoma en los artículos 9 No. 5 y 14 del No. 6 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos” (Santofimio, 2016, p. 69 y 70) la cual está relacionada con la detención
ilegal o la pena de prisión infundada en contra de una persona.

En efecto, el numeral 5° del artículo 9° Pacto Internacional de Derechos Civiles y


Políticos, señala que: “Toda persona que haya sido ilegalmente detenida o presa, tendrá el
derecho efectivo a obtener reparación”. Asimismo, el numeral 6° del artículo 14, expresa
que:

Cuando una sentencia condenatoria firme haya sido ulteriormente revocada, o el


condenado haya sido indultado por haberse producido o descubierto un hecho plenamente
probatorio de la comisión de un error judicial, la persona que haya sufrido una pena como
resultado de tal sentencia deberá ser indemnizada, conforme a la ley, a menos que se

109
demuestre que le es imputable en todo o en parte el no haberse revelado oportunamente el
hecho desconocido.

En cuanto al defectuoso funcionamiento de la administración de justicia, corresponde


a un título de imputación de carácter residual, pues se configura cuando frente al hecho
dañoso no procede ni el error judicial ni la privación injusta de la libertad; en efecto, el
Consejo de Estado (Sentencia, Rad. 23769, 2013) reitera que:

(…) si los hechos del caso no se enmarcan en el error jurisdiccional o en la privación


injusta de la libertad, le corresponderá al juez determinar si a la luz de los hechos puestos en
su conocimiento se configura un defectuoso funcionamiento de la Administración de Justicia
(p. 2).

Rincón (2003) afirma que este título se encuentra relacionado con irregularidades
procesales o mal funcionamiento en las actividades administrativas necesarias para el
trámite y desarrollo de los procesos judiciales. Entre las irregularidades procesales más
frecuentes se encuentran: los retrasos judiciales45; el extravío de títulos valores o de bienes
de los expedientes; el deterioro o destrucción de efectos o bienes procedentes de hechos
delictivos; defectos en las notificaciones y actos de comunicación procesal (Gonzales, 2008)
entre otros. A propósito de las dilaciones injustificadas, Barbagelata (2008) refiere que esta
debe producirse de tal forma, que exceda todo límite temporal de lo que puede estimarse
como una duración razonable de una actuación judicial.

Por su parte, Younes (2014) afirma que este título se diferencia del error judicial, por
cuanto este no se deriva de una providencia judicial, sino que es producto de: “actuaciones

45
Valga decir que Michel (2013) afirma que: (…) no siempre que las actuaciones procesales se prolonguen
dilatadamente en el tiempo se estará frente a un supuesto de Responsabilidad Patrimonial en el funcionamiento
de la Administración de Justicia, porque puede darse el supuesto de que éstas se deban a que la parte
demandada en el juicio principal con sus constantes actuaciones dilatorias y omisivas en la tramitación del
proceso lo propicien (p. 121).

110
irregulares u omisivas tanto de los funcionarios o empleados judiciales como de los
auxiliares de la justicia como ocurre con los secuestres y depositarios de aquellos bienes
derivados de las medidas cautelares en procesos judiciales” (p. 328).

En efecto, el artículo 69 de la LEAJ establece que: “Fuera de los casos previstos en


los artículos 66 y 68 de esta ley, quien haya sufrido un daño antijurídico, a consecuencia de
la función jurisdiccional tendrá derecho a obtener la consiguiente reparación”.

En síntesis, el defectuoso funcionamiento de la administración de justicia está más


relacionado con el anormal funcionamiento logístico, el servicio y de custodia de
documentos determinantes que le son propios a la gestión y diligencia de los funcionarios de
los despachos judiciales pertenecientes a la AJ; mientras que la privación injusta de la
libertad, aunque pueda estar contenida en una sentencia judicial, está relacionada con la
privación o detención ilegal, injusta y arbitraria en contra de una persona cuya decisión es
posteriormente revocada.

2.9. Errores judiciales reconocidos por la jurisprudencia del Consejo de Estado y la


Corte Constitucional

En el siguiente sub-capítulo se hace una revisión sintética de casos y un análisis de los


fundamentos desarrollados por la jurisprudencia del Consejo de Estado y la Corte
Constitucional, en torno a algunos tipos y modalidades de error judicial que han sido
reconocidos, aplicados y establecidos por la misma jurisprudencia en el ámbito de lo
contencioso administrativo y Constitucional.

111
2.9.1. Error judicial por indebida valoración probatoria (error de hecho).

La Sección Tercera de Sala de lo Contencioso Administrativo (Consejo de Estado,


Sentencia Rad. 10285, 1997) determinó que la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo
Superior de la Judicatura había incurrido en error judicial al proferir una sanción injusta en
contra de un abogado a quien se le endilgaba la falta de gestión de un proceso civil ordinario
sobre el cual se declaró la perención. En este caso, se dio una indebida valoración fáctica por
parte del Juzgado Civil de Popayán al no verificar que el abogado había sido sustituido por
el apoderado inicial de la demandada. Sin embargo, para la Sala fue claro que el Consejo
Superior de la Judicatura tampoco hizo los esfuerzos probatorios necesarios para solucionar
la contradicción manifiesta que se originaba con la certificación equivocada expedida por el
Juzgado civil, lo que catalogó como una omisión que contribuyó de forma determinante en
la promulgación de una sentencia condenatoria, la cual fuera objeto de debate en el presente
proceso. Una situación que se subsume dentro del denominado error de hecho (como
modalidad del error judicial) (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 38640, 2017).

A propósito, la Sala se refirió textualmente al concepto del Procurador Delegado quien


afirmó que:

(…) el error judicial también incluye el error de hecho en el cual puede incurrir al no
considerar un hecho debidamente probado o al no promover la realización de las pruebas
conducentes para determinar el hecho que daría lugar a la aplicación del derecho. En efecto, lo
que podríamos llamar la intuición jurídica, la intuición de lo que es justo y ajustado a derecho,
nos señala en este caso que el error judicial procede no solamente por inadecuada aplicación
del derecho, sino también porque se ha impuesto una decisión judicial que se ha basado en un
hecho que posteriormente se ha demostrado que es falso, o porque posteriormente se ha
logrado probar un hecho que da lugar a la absolución de responsabilidad de quien resultó
afectado por una decisión judicial errada (p. 25).

112
De otra parte, la Sección Tercera se pronunció mediante sentencia (Consejo de Estado,
Sentencia, Rad. 28395, 2014) sobre un proceso ejecutivo iniciado ante el Juez Dieciocho
(18) Civil del Circuito de Bogotá relacionado con un negocio de mutuo en el que los
ciudadanos condenados (presuntos deudores) afirman haber pagado la totalidad de una
deuda con veinticuatro (24) cheques, los cuales no fueron tenidos en cuenta por parte del
juez competente, a pesar de haber sido presentados oportunamente dentro de las excepciones
promovidas contra las pretensiones de la demanda. la Sala advirtió que si bien no era
permitido por la vía contencioso administrativa revivir el objeto litigioso que ya feneció ante
el juez civil y el tribunal superior en sede de apelación, era claro en el presente caso que
unos comprobantes de pago genéricos que no indicaron con exactitud la deuda a la que
estaban abonando sus pagos, no estaba llamada a prosperar como prueba o como excepción,
a lo que señala que no se desprende algún tipo de omisión en la valoración probatoria por
cuanto tanto el juez como el tribunal superior actuaron de manera ajustada a derecho, sobre
la base de que:

(…) i) las autoridades judiciales cumplieron con una carga argumentativa plena para
fundamentar la decisión de considerar que los documentos por ella aportados no permitían
acreditar de manera fehaciente y clara el pago de las acreencias derivadas de las letras de
cambio que fueron allegadas como título ejecutivo por el demandante; ii) tanto el Juzgado 18
Civil del Circuito como la Sala Civil del Tribunal Superior de Bogotá apoyaron su decisión en
el ordenamiento jurídico vigente, principalmente en lo dispuesto en el artículo 1621 del
Código Civil; y, finalmente, iii) las providencias judiciales se basaron en la totalidad de los
medios probatorios –documentales– oportunamente aportados al expediente (p. 17).

Otro ejemplo ilustrativo se observa en sentencia (Consejo de Estado, Sentencia, Rad.


22581, 2012) de la Sección Tercera mediante la cual determinó que la Sala Laboral de la
Corte Suprema de Justicia (CSJ) había incurrido en una inadecuada apreciación de la prueba
al no reconocer la vocación probatoria de un documento de mandato aportado al proceso
(con el cual se habría encargado a un abogado la representación y gestión de varios actos

113
jurídicos encaminados a liberar de la quiebra a una entidad por la multa impuesta por la
Superintendencia de Control de Cambios), en tal sentido, el Consejo aclaró que:

Si bien es cierto (…) al demandante no se le confirió poder para presentar la solicitud de


revocatoria directa, también lo es que este hecho no es suficiente para concluir, como lo hizo
la Corte Suprema de Justicia, que aquel carecía de mandato para adelantar tal gestión. No debe
perderse de vista que el poder es apenas uno de los requisitos que deben cumplirse para que se
produzca la representación, pero no es un elemento necesario para la formación del mandato,
pues éste es de carácter consensual y se reputa perfecto por la simple aceptación del
mandatario (Código Civil, arts. 2149 y 2150) (pp. 4 y 5).

De manera similar, pero con negación de las pretensiones, se observa en el siguiente


caso donde el accionante pretende el reconocimiento de sus honorarios, dentro de un
proceso de sucesión intestada, situación que motivó a demandar a su propio cliente varios
años después de no obtener respuesta alguna. El hecho es que en un primer proceso judicial
ante el Juez Primero Laboral del Circuito de Bogotá, se declinó una medida de embargo que
le habían concedido practicar por prescripción de la obligación, lo que generó la apelación
de la decisión ante el superior jerárquico, el Tribunal Superior de Distrito Judicial de
Cundinamarca (Sala Laboral), para que luego éste, hacia el año de 1998, le confirmara la
decisión de primera instancia bajo el argumento de la inexigibilidad de la obligación
(Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 28009, 2014).

El abogado demandó a ambos jueces por error judicial, pero en una fase final, el
Consejo de Estado resolvió negar las pretensiones del demandante y confirmar la decisión
que emitió en el 2004 el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, el cual en su momento,
también le había denegado las pretensiones, aduciendo que no procedía ningún tipo de
indemnización pues la prueba que él pretendía hacer valer se encontraba indebidamente
incorporada, para concebir la existencia de un título ejecutivo, entre otras cosas porque
pretendía revivir una obligación, mediante un interrogatorio de parte, con el que había
logrado hacer reconocer el valor de un inmueble (el cual serviría de base de liquidación para

114
el cobro de sus honorarios), sin embargo el juez rechazó este medio de prueba por considerar
que el instrumento idóneo para acreditar el valor de un inmueble es el certificado catastral
del mismo y no un interrogatorio.

Finalmente, en una demanda de Reparación Directa contra la Sala Laboral del


Tribunal Superior de Cartagena, el Consejo de Estado (Sentencia, Rad. 30300, 2014)
determinó que el ente demandado incurrió en error judicial al haber omitido la realización
de un análisis conjunto del material probatorio aportado por el demandante, y en
consecuencia por haber denegado el reconocimiento de la correspondiente indemnización
moratoria que establece el artículo 65 del Código Sustantivo del trabajo, consistente en un
día de salario por cada día de retardo en el pago de acreencias laborales.

Una vez más, la Sala reitera que la providencia del Tribunal Superior, al no fallar con
fundamento en el material probatorio, incurre en un error de hecho, como modalidad del
error judicial toda vez que en la valoración probatoria se desconoció la regla de valoración
conjunta. Es decir, aquella que prohíbe que los documentos relevantes con vocación
probatoria debidamente aportados al proceso, sean valorados de manera separada e
independiente sin una visión conjunta de la situación fáctica.

Asimismo, la Sala con la intensión de unificar algunos criterios doctrinales y


constitucionales determinantes para la configuración del error judicial, y más exactamente
frente a los casos de indebida valoración probatoria, precisa lo siguiente (en clara
coincidencia con el desarrollo normativo del artículo 176 del Código General del Proceso) 46:

46
De acuerdo con el artículo 176 del Código General del Proceso: “Las pruebas deberán ser apreciadas en
conjunto, de acuerdo con las reglas de la sana crítica, sin perjuicio de las solemnidades prescritas en la ley
sustancial para la existencia o validez de ciertos actos. “El juez expondrá siempre razonadamente el mérito que
le asigne a cada prueba”.

115
(…), el ejercicio de valorar una prueba, no es un tópico que se lleve a cabo sobre cada
medio probatorio de manera aislada, sino que, por el contrario, el examen fáctico supone un
estudio en conjunto, armónico, en la medida en que algunos medios probatorios inciden en el
soporte de otros; o de la fusión del contenido de unos con otros, surge la confirmación de
hechos relevantes para el proceso (p. 27).

Más adelante, adentrándose en el análisis del caso en concreto, reitera que el Tribunal
Superior se negó el reconocimiento de una indemnización moratoria, pese haber sido
suficientemente demostrada en el proceso, un fundamento sobre el cual también plantea
algunos interrogantes relevantes dentro del ámbito de la responsabilidad del Estado por la
función jurisdiccional, tal y como se observa a continuación:

(…) ¿El error de hecho advertido, estructura una falla del servicio? La respuesta a este
interrogante es positiva, en tanto la decisión de la Sala Laboral del Tribunal Superior de
Bolívar, al entrañar un error fáctico por una indebida valoración probatoria, configura la
existencia de una falla del Estado, imputable a éste por la acción de sus agentes judiciales en la
resolución de un caso concreto, quienes estaban llamados a administrar justicia de manera
correcta, y cuyo ejercicio se desconoció al no considerar un hecho debida y monumentalmente
acreditado, que venía sustentado en el acervo probatorio que obraba en el expediente, el cual
ponía de presente una conclusión contraria a la tomada en esa instancia; ahora bien, en esta
materia se reconoce la libertad que sobre apreciación de la prueba existe para quienes
administran justicia, no obstante, existen unos mínimos criterios de racionalidad lógica que
irradian todo el proceso valorativo, y que tornan en evidente determinadas decisiones (pp. 27 y
28).

En otro de los apartes de esta emblemática sentencia, la Sala de lo Contencioso


Administrativo reitera que el error de hecho, constituye una de las formas en que se puede
configurar el error judicial, ya que este: “tiene lugar cuando determinada decisión carece
de apoyo probatorio, en otras palabras, éste se configura al proferirse una providencia con
defecto fáctico, ante deficiencias en la consideración de los hechos y los soportes de los
mismos” (p. 13 y 14).

116
Asimismo, en armonía con la jurisprudencia de la Corte Constitucional (sentencias de
tutela T-055 de 1994 y T-555 de 1999), la Sala profundizó el concepto del error de hecho y
explicó que éste se puede estructurar como consecuencia de tres (3) eventos específicos:

1. La omisión de decreto
2. La omisión de consideración, y
3. La valoración probatoria arbitraria.

De ese modo aclara que el primero hace referencia a la negativa del juez para proceder
a la práctica de una prueba solicitada, con todas las consecuencias que esto puede conllevar
con la violación del debido proceso o incluso como una manifestación de negación al acceso
a la administración de justicia; el segundo, como su nombre lo indica, hace relación a que la
prueba una vez decretada o practicada y ser determinante para la resolución del caso, el juez
se abstiene de asignarle el correspondiente valor para su decisión. Por último, en lo que
respecta a la valoración arbitraria, la Sala indica que: “existe una conducta valorativa; pero
a pesar de ello, se elude una consideración o elementos que imponen una determinada
conclusión. En este caso, el juez esquiva una conclusión jurídica que los medios probatorios
le imponen” (p. 15).

De igual manera, en reciente jurisprudencia el Consejo de Estado mediante sentencia


(Rad. 39938, 2017) complementó que el error de hecho también constituye:

(…) diferencias entre la realidad procesal y la decisión judicial, porque i) no consideró


un hecho debidamente probado o ii) se consideró como fundamental un hecho que no lo era, o
se presentan distancias entre la realidad material y la procesal, i) porque no se decretaron
pruebas conducentes para determinar el hecho relevante para el derecho o ii) porque la
decisión judicial se fundamentó en un hecho que posteriormente se demostró que era falso. (p.
3).

Con todo lo anterior, se pueden identificar tres (3) eventos específicos desde los cuales
se puede originar el error de hecho, pasando por la ausencia del apoyo probatorio, dentro de

117
la valoración de las conclusiones fácticas del caso, tal y como se puede observar a
continuación:

Cuadro 8

Omisión de
decreto

Ausencia o deficiencia Desacierto en la


Error de Omisión de
del fundamento interpretación de los
hecho consideración
probatorio hechos

Valoración
arbitraria

Nota: fuente de elaboración propia. (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 30300, 2014).

Tal y como se observa en la Cuadro (8), y de acuerdo con la mencionada sentencia, el


error de hecho, se estructura ante la ausencia o deficiencia de un fundamento probatorio
determinado y determinable que ha sido, sin razón excusable, desconocido total o
parcialmente por el juez dentro del proceso, convirtiendo su decisión en una situación
irregular que no solo es capaz de distorsionar la realidad de los hechos debidamente
probados en el proceso, sino que también es proclive a sobrepasar los sistemas de
convicción (infra) permitidos para la valoración probatoria, que de acuerdo con Cuello
(2007) corresponden a: “la íntima convicción, la tarifa legal y la sana critica” (p. 137).
Dando lugar, de acuerdo a los tres (3) casos arriba mencionados, a una modalidad de error
judicial por indebida valoración probatoria en el ámbito del error de hecho. Dicho de otra
forma, la omisión de decreto, la omisión de consideración y la valoración arbitraria pueden
dar lugar a profundos desaciertos en la interpretación de los hechos generada por diferentes
circunstancias, que suponen la ausencia o deficiencia de un fundamento probatorio, la cual
conlleva a desembocar en un error de hecho manifiesto.

118
En este punto es importante destacar que entre la íntima convicción del juez y la
valoración arbitraria, existe una línea muy delgada que separa lo razonable de lo autoritario,
pues frente a la primera forma, es claro que el juez, pese a estar motivado por una profunda
convicción personal que en su leal saber y entender le permiten decidir de determinada
manera, sigue teniendo el deber y la capacidad de acudir a criterios razonables, para
establecer el valor que le dará a determinada prueba judicial (aun cuando no esté obligado a
sustentar su decisión). Mientras que la valoración arbitraria, implica un auténtico acto de
autoridad parcializado, doloso y amañado, donde se renuncia a cualquier fundamento
razonable, y se abre paso a una interpretación sesgada, tergiversada y voluntariosa, que
incluso de acuerdo a las reglas lógicas de la argumentación, puede conllevar a varias formas
de falacia dentro de los fundamentos de la decisión, como la falacia ad verecundiam47, entre
otras.

No obstante, se debe reconocer que existen opiniones divergentes frente a lo que


puede y debe utilizar el juez como elementos de valoración probatoria cuando se trata de
aceptar o rechazar, por ejemplo, frente a la prueba recibida mediante un peritaje, pues
algunos autores separan el conocimiento adquirido por el juez en virtud de su formación
general y experiencia de vida frente al conocimiento fortuito del juez de campos científicos
específicos de diversas materias, e indican que solo frente al primer caso, es que puede
proceder el juez (Stein, 1999). Sin embargo, el debate está abierto, y aunque hay defensores
y detractores de ambas posturas, es claro que el error judicial surge (y de manera particular
bajo esta circunstancia) cuando la apreciación probatoria carece de una fundamentación
razonable o padece de una argumentación deficiente para el asunto que pretende resolver.

47
Esta falacia está relacionada con el argumento según el cual se presume su validez por el solo hecho de que
ha sido proferido por una autoridad superior en la materia.

119
2.9.2. Error judicial por indebida interpretación de la norma. Sustancial o procesal
(error de derecho)

Sea lo primero advertir que de forma meridiana el Consejo de Estado ha determinado


que en efecto la diferencia de criterios en la valoración probatoria o en la interpretación de la
norma, no puede dar lugar necesariamente a la configuración de un error judicial, tal y
como se observa en el siguiente extracto (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 15128, 2007)
donde señala que:

Se tiene entonces, que si el juez escoge la ley pertinente, pero la interpreta de manera
diferente a como lo hace el superior, no cabe inferir, por esta sola circunstancia, la existencia
de un error por las diferencias en la interpretación, menos aún frente a situaciones no
reguladas claramente por el derecho positivo. Al juez en el ejercicio de sus funciones compete
aplicar las normas jurídicas a los casos concretos sometidos a su conocimiento, poner en
funcionamiento los supuestos de hecho contenidos en las normas jurídicas y, con fundamento
en ello, debe declarar o ejecutar el derecho subjetivo que se le demanda (…) (p.7).

En este asunto, se conoció de una acción de Reparación Directa en contra de una


sentencia de casación promulgada por la Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia, la
cual falló un caso relacionado con un trabajador (piloto de aviación) que había solicitado el
reconocimiento de la indemnización como consecuencia de un presunto despido sin justa
causa, frente a la cual la Sala reiteró lo planteado por la misma Corte dentro de ese caso, en
el sentido de que no le asistía suficiente razón al demandante cuando señalaba que el juez
incurrió en error judicial, por el solo hecho de no tener un conocimiento en materia técnica
y científica del tema debatido, pues era claro que el actor era precisamente quien estaba
llamado a demostrar los hechos técnicos sobre los cuales se encontraban fundamentas sus
pretensiones.

De otra parte, el Consejo de Estado (Sentencia, Rad. 37628, 2016) en un asunto


referido a una demanda de Reparación Directa contra el Tribunal Administrativo de

120
Antioquia y la Sala de Descongestión para los Tribunales Administrativos de Antioquia,
Risaralda, Caldas y Chocó, que conocieron del caso del fallecimiento de una persona en
medio de una protesta popular en el Municipio de Chinchiná (Caldas), frente a quien no
hubo atención ni respuesta oportuna de parte de la policía que presenció el hecho, determinó
con respecto al error de interpretación lo siguiente:

El error normativo o de derecho, supone equivocaciones i) en la aplicación del derecho,


pues se empleó para el caso concreto una norma que no era relevante o se dejó de aplicar una
directa o indirectamente aplicable al mismo o ii) cuando se aplican normas inexistentes o
derogadas u otros similares (p. 3).

En esta misma línea, el Consejo de Estado (Sentencia, Rad. 39938, 2017)


complementó la anterior definición al precisar que: “Igualmente, hay que considerar que de
las decisiones que pueden incurrir en un error jurisdiccional, se excluyen aquellas que se
mueven en la esfera de lo razonable o las sentencias que contienen interpretaciones válidas
de los hechos o derechos”.

En efecto, la indebida interpretación de la norma según el Consejo de Estado


(Sentencia, Rad. 14399, 1999) también se puede dar en casos donde los fundamentos
internos del fallo carecen de coherencia frente a los hechos que son objeto de debate, pues
en este caso, la Sala encontró que el fallo de tutela proferido por el Juez de Sitionuevo
(Magdalena), relacionado con el desarrollo jurisprudencial de los derechos fundamentales a
la vida y la protección integral a la familia, nada tenían que ver, ni resultan compatibles con
las hipótesis fácticas del caso que se debate, el cual gira en torno a la cesión de un título de
venta y la enajenación de los derechos derivados de la posesión que tenían los cedentes
sobre unos lotes de terreno. En tales términos, la sentencia señaló que:

(…) si bien es cierto, tradicionalmente la doctrina y la jurisprudencia han sido renuentes


a la aceptación del error de interpretación como causa de responsabilidad, sobre la base que el
ejercicio de la actividad jurisdiccional, independiente por excelencia, le permite al juez
moverse con amplitud en la labor juzgadora, no lo es menos que, la función interpretativa y

121
argumentativa de cualquier operador jurídico en un Estado de derecho contemporáneo, no es
un poder en blanco y por el contrario, debe observar unas mínimas reglas de coherencia que
justifiquen o fundamenten de una manera razonable y objetiva las decisiones jurisdiccionales
dentro del ordenamiento jurídico vigente.

En efecto, nada más perjudicial para la función juzgadora y comprometedor del


principio de la seguridad jurídica, otro de los argumentos seculares invocados para impedir la
configuración de la responsabilidad judicial por este tipo de errores, que aceptar que so
pretexto de una tal autonomía o de la protección de aquél principio, los jueces puedan
interpretar a su antojo y sin ningún punto de referencia o límite, los preceptos normativos que
han de aplicar a los casos sometidos a su consideración (p. 37).

Ahora bien, la Sala de lo Contencioso Administrativo (Consejo de Estado, Sentencia,


Rad. 22581, 2012) a propósito de su posición predominante frente a la vía de hecho de la
Corte Constitucional, ha sostenido que:

(…) es necesario que la providencia sea contraria a derecho, lo cual no supone que la
víctima de un daño causado por un error jurisdiccional tenga que demostrar que la misma es
constitutiva de una vía de hecho por ser abiertamente grosera, ilegal o arbitraria, o que el
agente jurisdiccional actuó con culpa o dolo, ya que el régimen que fundamenta la
responsabilidad extracontractual del Estado es distinto al que fundamenta el de la
responsabilidad personal del funcionario judicial. Basta, en estos casos, que la providencia
judicial sea contraria a la ley, bien porque surja de una inadecuada valoración de las pruebas
(error de hecho), de la falta de aplicación de la norma que corresponde al caso concreto o de la
indebida aplicación de la misma (error de derecho) (p, 23).

En este proceso, se debatió precisamente el posible desconocimiento de una gestión


judicial adelantada por un abogado, mediante mandato otorgado, y el consecuente pago y
reconocimiento de los honorarios causados, los cuales no fueron aceptados por la Sala
Laboral del Tribunal Superior de Cundinamarca, y tampoco casados por la Sala Laboral de
la Corte Suprema de Justicia, pese haber acreditado el cumplimiento de sus obligaciones
profesionales.

122
Otra de las situaciones que se puede presentar como consecuencia de la indebida
valoración normativa, está relacionada con la inaplicación de una norma jurídica especifica
por disposición de una norma superior, o por estar en abierta contradicción con la misma.
Tal es el caso de la excepción de una norma por inconstitucionalidad, sobre la cual también
se ha estructurado el error de derecho como modalidad del error judicial.

Precisamente, la Sala Plena (Corte Constitucional, Sentencia, T-616, 2016) resolvió


una acción de tutela contra una providencia judicial proferida por un Juzgado Civil 50
Municipal de Bogotá dentro de un proceso hipotecario de remate contra la propietaria del
mismo, que en su momento alegaba violación del debido proceso al no ser reconocida su
solicitud de amparo de pobreza de manera oportuna, y sobre la cual la Corte precisó que:

(…) siempre que un juez se encuentra ante una norma que en el caso en concreto
contraría lo estipulado en la Constitución, tiene el deber de inaplicar dicha norma bajo la
figura o herramienta de la excepción de inconstitucionalidad. Para que ello proceda, es preciso
que la disposición que pretende inaplicarse no haya sido objeto de control abstracto por parte
de esta Corporación.

En estos términos, la excepción de inconstitucionalidad que sea desconocida por el


Juez tiene, a grandes rasgos, la vocación suficiente para producir un error judicial por
indebida interpretación de la norma constitucional, que dentro de la operación mental que
desarrolla el juez, debe prevalecer sobre la norma de carácter legal específica,
particularmente frente a casos concretos donde se evidencie que con tal precepto se están
vulnerando derechos fundamentales o de rango constitucional.

En retrospectiva, la Corte Constitucional ya había afirmado con (Sentencia, T-389,


2009) que la excepción de constitucionalidad:

(…) es una facultad o posibilidad (o si se quiere, una herramienta) de los operadores


jurídicos, en tanto no tiene que ser alegada o interpuesta como una acción; pero se configura
igualmente como un deber en tanto las autoridades no pueden dejar de hacer uso de ella en los

123
eventos en que detecten una clara contradicción entre la disposición aplicable a un caso
concreto y las normas constitucionales.

No obstante, la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 26693, 2015) fue
categórica en establecer que definitivamente:

(…) hay error judicial del tipo exigido en el artículo 65 de la Ley 270 de 1996, cuando
se inaplica una norma –o lo que es lo mismo, cuando se aplica la excepción de
inconstitucionalidad- sin los requisitos exigidos normativa y jurisprudencialmente, en especial
los de contradicción ostensible y propósito de protección de derechos fundamentales, sin
perjuicio de la ponderación constitucional que deba realizarse (núm. 67).

En perspectiva, el error de derecho o de interpretación normativa, corresponde a otra


modalidad de error judicial según la cual la motivación del juez proviene de una norma que
no existe, que no es aplicable al caso concreto, o que simplemente ha sido derogada o
retirada del ordenamiento, situación que deviene en una mala interpretación. En efecto, el
Consejo de Estado (Sentencia, Rad. 37344, 2016) conoció de una demanda de error judicial
relacionada con el acceso a la administración de justicia de un ciudadano a quien la Sala
Laboral de La Corte Suprema de Justicia le negó un trámite de una acción de tutela, porque
según esta no procedía dicho mecanismo contra providencias judiciales, frente a lo que
afirmó lo siguiente:

(…) podría argumentarse que la discrepancia de posiciones entre la Corte Suprema de


Justicia y la Corte Constitucional, no es más que una divergencia de criterios hermenéuticos
entre ambos tribunales que, de conformidad con la dogmática sentada en los párrafos
anteriores, no podría dar lugar a la configuración de un error judicial, pues ese tipo de
desacuerdos pueden presentarse normalmente cuando se trata de la interpretación de normas
jurídicas, cuyo texto se puede ofrecer a diversas intelecciones. No obstante, aprecia la Sala
que, aunque en los autos del 1 de octubre de 2003 y del 27 de mayo de 2004 se mencionan
algunos argumentos que sin estolidez podrían sustentar dichas decisiones –como por ejemplo
la seguridad jurídica o la superioridad jerárquica del organismo límite de la jurisdicción

124
ordinaria–, lo cierto es que dichas motivaciones no están dotadas de la razonabilidad lógica
que, tal como lo tiene decantado la jurisprudencia, debe permear el alejamiento que se haga de
la jurisprudencia como criterio auxiliar, que a su vez se materializa en la obligación que tiene
el juez disidente de hacer un recuento completo de la posición jurisprudencial que se
abandona, y expresar las razones que sustentan la discrepancia. A este respecto, ha dicho la
Corte Constitucional que un cambio de jurisprudencia debe dar cuenta de la postura
jurisprudencial que se deja de lado, y de los motivos por los cuales se considera que es
necesario el cambio de postura (núm. 12.16).

(…)

(…) la determinación del error judicial en estricto sentido, debe estar mediatizada por
un análisis de la racionalidad y razonabilidad que sustenta el sentido de la decisión judicial de
la cual se predica la equivocación, sin que sea dable ejercer un juicio de reproche en clave de
responsabilidad por la mera discrepancia hermenéutica en el establecimiento de las premisas
fáctica y jurídica para la solución de un caso determinado. Bajo esta óptica, sólo los
entendimientos que se ofrezcan irrazonables o carentes de sustento argumentativo, serán
susceptibles de generar responsabilidad estatal con base en el título de imputación definido por
el citado artículo 67 de la Ley 270 de 1996, sin que este último pueda ser utilizado como una
vía para generar una nueva instancia en el juzgamiento de los casos que son de conocimiento
de la jurisdicción a través de los procesos originarios (núm. 112.10).

Con todo lo anterior, se proyecta el siguiente cuadro con el cual se pretenden sintetizar
los planteamientos fundamentales de esta modalidad de error judicial, así:

125
Cuadro 9

Aplicación de normas derogadas o


inexistentes
No es una mera
discrepancia
hermeneutica
Error de derecho Negación en la aplicación o
desconocimiento de la norma vigente
Es la ausencia de
fundamento normativo
generada por:
Aplicación de fundamentos
incoherentes con los hechos

Interpretación falsa o erronea del


derecho (sustantivo o procesal)

Nota: fuente de elaboración propia. Basado en Santofimio (2016).

Tal y como se observa en los Cuadros (5) y (9), el error de derecho no equivale a una
mera discrepancia o divergencia hermenéutica frente a una norma, sino que corresponde a la
ausencia de un fundamento normativo, generado por diferentes situaciones, las cuales
pueden estar relacionadas con la aplicación de normas derogadas o inexistentes: es decir con
la aplicación de normas que carecen de vigencia legal por motivos diversos como la
declaratoria de inexequibilidad de la misma por una sentencia de la Corte Constitucional, o
por la derogatoria tacita o expresa señalada en una norma posterior de igual o mayor
jerarquía.

También, la negación en la aplicación o desconocimiento de la norma vigente, es otra


situación donde el juez en franco desconocimiento del derecho, y del principio del iura novit
curia procede a calificar los hechos negando la procedencia de una norma que es claramente
aplicable al caso. En este evento se habla de un error manifiesto en cierta jurisprudencia.

Igualmente, se genera la ausencia del derecho con aplicación de fundamentos


incoherentes con los hechos, el cual se puede apreciar desde las mismas consideraciones del
fallo o la calificación legal de los hechos cuyas normas no guardan relación directa con los

126
hechos, para efectos de haber sido invocadas, o simplemente no están en concordancia con
la situación fáctica del caso.

Y en cuanto a la interpretación errónea o falsa del derecho (sustantivo o procesal), esta


se predica de aquella situación en donde el juez si bien invoca la norma correcta, la
interpreta de forma abiertamente equivocada o claramente contraria al sentido natural y
correcto en la que ha sido redactada. Esto ocurre a menudo en aquellas normas de textura
abierta donde el supuesto de hecho de la norma no encaja dentro de la proposición
normativa emitida por el juez, toda vez que se inclina por una interpretación que no se acoge
al propósito de la ley, bien sea de forma intencional o dolosa (falsa interpretación), o bien de
manera inconsciente (errónea interpretación).

Ahora bien, existen diferentes circunstancias bajo las cuales se puede producir una
interpretación errónea del fundamento normativo, incluso sobre la base de un método de
interpretación permitido, el cual no en todas las ocasiones resulta fácil de detectar, y
tampoco da lugar necesariamente a la declaración de un error judicial de forma automática o
directa; particularmente cuando se trata de los llamados casos difíciles48 (Sánchez, 2011, p.
500), sobre los cuales pueden concurrir diversos criterios de interpretación normativa o
principios jurídicos vinculantes, que en ocasiones colisionan de forma directa y simultanea
frente a determinados casos49.

48
De acuerdo con Rodríguez-Cesar (1997), los casos difíciles hacen referencia a aquellos casos donde: “los
hechos y las normas relevantes, permiten por lo menos a primera vista, más de una solución, El tipo de caso
difícil más frecuente es aquel en el que la norma aplicable es de textura abierta”.
49
Tal es el ejemplo de la sentencia de la Sala laboral de la Corte Suprema de Justicia (Sentencia, Rad. 40662,
2011) dentro de la cual se hace referencia y se precisan ciertos criterios de interpretación jurídica frente al
conflicto normativo que se pueda presentar entre dos o más normas que regulan una misma situación jurídica.
Estos corresponden al principio de favorabilidad, indubio pro operario y la condición más beneficiosa:
El primero, se presenta en caso de duda sobre la aplicación de normas vigentes de trabajo. Las características
primordiales son: (i) la duda surge sobre la aplicación de dos o más normas, entendidas éstas como "un
enunciado hipotético al cual se enlaza una determinada consecuencia jurídica"; (ii) las disposiciones deben ser
válidas y estar en vigor; (iii) deben regular la misma situación fáctica, y (iv) al emplearse debe respetarse el

127
Desde la perspectiva de la teoría de Hart (1987) citado por Rodríguez-Cesar (1997),
los casos difíciles, aunque poco frecuentes, suponen un grado de dificultad mayor a la
regularidad de casos que resuelven los jueces dentro de la cotidianidad que se presenta en
sus despachos judiciales, pues estos no pueden ser abordados aplicando simplemente el
mero formalismo, de subsumir los hechos a los supuestos de hecho descritos en la norma
(teoría de la subsunción)50, sino que es necesario hacer un ejercicio hermenéutico mayor,
pues el juez se encuentra frente a una variedad de alternativas válidas que permitirían definir
y replantear el mismo caso. Aunque Hart reconoce que en estos casos es inevitable que la
conducta del juez se adecue a la percepción realista del derecho, según el cual la voluntad
del juez es la que se sobrepone a la solución del caso y a la forma en que aplica la ley (teoría
del realismo jurídico)51. No obstante, se debe aclarar que no se trata de un margen de
arbitrariedad amplio para que el juez falle de manera caprichosa, sino que debe existir una
flexibilidad equilibrada, que ondule entre el formalismo jurídico de la norma y el realismo

principio de la inescindibilidad o conglobamento, es decir, la norma escogida no solamente se utiliza


íntegramente, sino como un todo,, como un cuerpo o conjunto normativo.
A contrario sensu, el principio in dubio pro operario, se presenta cuando frente a una misma norma laboral
surgen varias interpretaciones sensatas, la cual implica la escogencia del ejercicio hermenéutico que más le
favorezca al trabajador. Además, tiene como particularidades las siguientes: (i) su aplicación se restringe para
aquellos eventos en que nazca en el juez una duda en la interpretación, es decir, si para él no existe, así la
norma permita otras interpretaciones, no es obligatorio su empleo; (ii) los jueces no están obligados en todos
los casos a acoger como correctas las interpretaciones que de las normas propongan las partes, tanto
demandante como demandado, y (iii) no se hace extensivo a los casos en que al juzgador pueda surgirle
incertidumbre respecto de la valoración de una prueba, esto es, la que resulta de defecto o insuficiencia en la
prueba de los hechos, dado que el artículo 61 del Código Procesal del Trabajo y de la Seguridad Social
consagra la potestad de los jueces de formar libremente su convencimiento y no los sujeta a una tarifa legal de
prueba.
Por último, la condición más beneficiosa, se distingue porque: (i) opera en el tránsito legislativo, y ante la
ausencia de un régimen de transición; (ii) se debe cotejar una norma derogada con una vigente, y (iii) el
destinatario posee una situación jurídica concreta, la cual es protegida, dado que con la nueva ley se le
desmejora.
50
Véase más en Carrillo (2009) “Bajo el influjo del positivismo y de la teoría de la ciencia del siglo XIX, se
consideró que la aplicación del Derecho no sería algo distinto de una subsunción lógica del caso en la ley. El
dogma de la subsunción fue posible en el pensamiento deductivo que operaba en sistemas cerrados. (…) Bajo
estos presupuestos el juez debe apegarse a la letra de la ley sin consultar su espíritu, y debe entenderse que la
sentencia es una copia exacta de la ley.” (p. 278).
51
Haciendo referencia a la teoría según el cual el derecho no es lo que está contenido en las leyes sino lo que
resuelven los mismos desde las sentencias (Carrillo, 2009).

128
jurídico de su propia tendencia o inclinación ideológica del Juez. Esto es lo que Hart ha
denominado el poder de la discrecionalidad judicial.

Adicionalmente, esta teoría se adecúa a la realidad de los jueces y magistrados


colombianos, quienes en un esfuerzo por lograr la interpretación normativa más precisa al
caso concreto (particularmente, frente a los casos difíciles) no están exentos de incurrir en
un error judicial que en ocasiones deviene como presupuesto para configurar la
responsabilidad patrimonial del Estado por el anormal ejercicio de la función jurisdiccional.

En efecto, el Consejo de Estado (Sentencia, Rad. 34551, 2016) ha señalado que:

(…) determinar la existencia de un error judicial comporta en muchos casos un juicio


difícil, pues si bien el parámetro para definir el error es la norma jurídica aplicable al caso, no
siempre ésta arroja resultados hermenéuticos unificados, con lo cual distintos operadores
jurídicos pueden aplicar la misma norma a partir de entendimientos diferentes, con resultados
igualmente dispares. Y ello podría trivializar la idea de que existan errores judiciales, para
decir que lo constatable son simplemente interpretaciones normativas o de hechos, de modo
diferentes, merced a distintos y válidos entendimientos de lo jurídico (núm. 14.6).

De cualquier modo, es claro que el juez dentro del ámbito de la interpretación jurídica
siempre estará expuesto al riesgo de incurrir en un error judicial (en sentido amplio
principalmente), dada la vaguedad, ambigüedad, flexibilidad, lagunas, y en general los
grados de textura abierta que pueden llegar a presentarse sobre el contenido de algunas
normas, y frente a situaciones que de entrada pueden tornar más compleja la solución del
caso concreto, sin que en su momento den la oportunidad o permitan avizorar una respuesta
correcta (supra) o una regla única de interpretación en ciertos casos; una problemática que
sin lugar a dudas no es exclusiva de nuestro ordenamiento jurídico.

129
2.9.3. Otras modalidades de error judicial a la luz de la jurisprudencia de la Corte
Constitucional, la vía de hecho, el defecto factico y otros más.

Tal y como se ha podido analizar en la parte inicial del presente trabajo, la vía de
hecho constituye para la Corte Constitucional una conducta caprichosa o una acción
voluntaria o temeraria del funcionario investido de la facultad jurisdiccional, el cual conlleva
o deviene en la vulneración de derechos fundamentales. La Sala Plena (Corte
Constitucional, Sentencia, C-037, 1996) refiere que el error jurisdiccional o error judicial,
es una consecuencia o se subsume a la figura de la vía de hecho52.

Muy por el contrario, el Consejo de Estado ha sostenido que el error judicial es un


título de imputación autónomo, objetivo y distinto a la vía de hecho, pues según la alta
corporación, este tiene un carácter indemnizable y su imputación es directa (sin condición
alguna), pues no depende de que se hayan vulnerado o no derechos fundamentales (supra).

De otra parte, la Corte Constitucional (Sentencia, T-464, 2011) ha establecido algunas


modalidades propias del error judicial, entre ellas el defecto factico, el cual es definido de la
siguiente manera:

El defecto fáctico ha sido definido por la jurisprudencia constitucional como aquel que
surge o se presenta por omisión en el decreto y la práctica de las pruebas; la no valoración del
acervo probatorio y el desconocimiento de las reglas de la sana crítica; por último, la Corte
también lo ha llegado a derivar de problemas intrínsecos relacionados con los soportes
probatorios (núm. 3.2).

52
En este mismo sentido, K. Rodríguez (2016) opina que con relación a la vía de hecho:
(…) la Corte dotó la definición de error jurisdiccional de unos rasgos realmente subjetivos, al mencionar que
debe provenir de una actuación caprichosa del juzgador, lo cual lleva a concluir que la conducta caprichosa del
funcionario judicial es requisito necesario para la configuración de este título de imputación (p. 61).

130
Valga decir que el defecto factico, corresponde a una expresión propia del error de
hecho, como una anomalía del proceso consistente en la negación o no practica de pruebas
como fundamento factico de los hechos y realidad palpable del proceso. Este mismo ha sido
denominado omisión de decreto por el Consejo de Estado mediante sentencia (Consejo de
Estado, Sentencia Rad. 30300, 2014), como una de las modalidades del error de hecho.

Igualmente, la Corte Constitucional (Sentencia T-781, 2011) dentro de las causales de


procedibilidad de la acción de tutela contra providencias judiciales a desarrollado una
tipología interesante sobre errores judiciales, entre los que destaca los siguientes: a) defecto
sustantivo o material; b) defecto procedimental; c) defecto procedimental absoluto y defecto
procedimental por exceso ritual manifiesto; d) defecto factico en la jurisprudencia
constitucional (dimensión positiva y negativa); e) defecto factico por valoración defectuosa
del material probatorio; f) defecto factico por indebida valoración probatoria. Los cuáles se
encuentran definidos a continuación:

Cuadro 10

Causales de procedibilidad de las acciones de tutela contra providencias judiciales


sentencias (T-781, 2011); (T-202, 2017); (T-121, 2017)

Causal Descripción

Tal y como lo ha establecido la propia jurisprudencia


constitucional, este tipo de error o causal se configura
mediante la estructuración de una decisión cuestionada que se

Defecto sustantivo o ampara en una norma manifiestamente inaplicable al caso


material concreto; igualmente ocurre este defecto cuando dentro del
margen interpretativo que aplica el juez desconoce sentencias
con efectos erga omnes que han definido su alcance; también
ocurre cuando en el proceso de fijar el alcance de una norma
se desatienden disposiciones relacionadas que son aplicables

131
al caso, necesarias para su interpretación sistemática; algo
similar interpreta la Corte cuando habla de la norma
pertinente que es inobservada e inaplicada; finalmente, la
jurisprudencia incluye dentro de este tipo de defecto a la
norma que es aplicada por el juez pero que no se adecúa a la
situación fáctica a la cual se aplicó, porque a ésta, por
ejemplo, se le reconocen efectos distintos a los expresamente
señalados por el legislador.

Este defecto nace cuando el funcionario judicial se aparta de


Defecto procedimental
manera arbitraria y grotesca de los requerimientos procesales
establecidos en la norma.
La Corte sostiene que este se produce cuando se: i) sigue un
trámite totalmente ajeno al pertinente y en esa medida
equivoca la orientación del asunto, u ii) omite etapas
Defecto procedimental
sustanciales del procedimiento establecido, afectando el
absoluto y defecto
derecho de defensa y contradicción de una de las partes del
procedimental por exceso
proceso. Y un defecto procedimental por exceso ritual
ritual manifiesto
manifiesto, que tiene lugar cuando el funcionario arguye
razones formales a manera de un impedimento, que
sobrevienen en una denegación de justicia.

Estas dos (2) dimensiones a las que se refiere la Corte en este


tipo de defecto son las siguientes: La primera tiene lugar

Defecto factico en la cuando el juez niega o valora la prueba de manera arbitraria,


jurisprudencia irracional y caprichosa, o simplemente omite su valoración, y

constitucional (dimensión sin razón valedera da por no probado el hecho o la


negativa y positiva) circunstancia que de la misma emerge clara y objetivamente.
Esta dimensión comprende las omisiones en la valoración de
pruebas determinantes para identificar la veracidad de los
hechos analizados por el juez. Y la dimensión positiva, se

132
presenta generalmente cuando el juez aprecia pruebas
esenciales y determinantes para la definición del caso, que no
ha debido admitir ni valorar porque, por ejemplo, fueron
indebidamente recaudados (artículo 29 C. P.) o cuando da por
establecidas circunstancias sin que exista material probatorio
que respalde su decisión.

Situación que se advierte cuando el funcionario judicial, en


contra de la evidencia probatoria, decide separarse por
completo de los hechos debidamente probados y resolver a su
arbitrio el asunto jurídico debatido; o cuando a pesar de
existir pruebas ilícitas no se abstiene de excluirlas y con base
en ellas fundamenta la decisión respectiva. En tal sentido, la
Defecto factico por
Corte ha reconocido que el defecto fáctico se configura
valoración defectuosa del
cuando: (i) existe una omisión en el decreto de pruebas que
material probatorio
eran necesarias en el proceso; (ii) se da una valoración
caprichosa y arbitraria de las pruebas presentadas; (iii) no se
valora en su integridad el material probatorio, y (iv) las
pruebas carecen de aptitud o de legalidad, por su
inconducencia, o porque fueron recaudadas de forma
inapropiada, “caso último en el que deben ser consideradas
como pruebas nulas de pleno derecho”.

De acuerdo con una sólida línea jurisprudencial, el supuesto


de indebida valoración probatoria se configura, entre otros, en

Defecto factico por los siguientes eventos: (i) cuando el funcionario judicial, en
indebida valoración contra de la evidencia probatoria, decide separarse por
probatoria. completo de los hechos debidamente probados y resolver a su
arbitrio el asunto jurídico debatido; (ii) cuando a pesar de
existir pruebas ilícitas no se abstiene de excluirlas y con base
en ellas fundamenta la decisión respectiva; (iii) en la hipótesis

133
de incongruencia entre lo probado y lo resuelto, esto es,
cuando se adoptan decisiones en contravía de la evidencia
probatoria y sin un apoyo fáctico claro; (iv) cuando el
funcionario judicial valora pruebas manifiestamente
inconducentes respecto de los hechos y pretensiones
debatidos en un proceso ordinario, no por tratarse en estricto
sentido de pruebas viciadas de nulidad sino porque se trata de
elementos probatorios que no guardaban relación con el
asunto debatido en el proceso; y (v) cuando el juez de
conocimiento da por probados hechos que no cuentan con
soporte probatorio dentro del proceso.

Nota: Fuente de elaboración propia basada en las sentencias de la Corte Constitucional


arriba referenciadas.

Con relación al cuadro anterior, se deben realizar las siguientes precisiones. En primer
lugar, en cuanto al defecto sustantivo o material, la Corte Constitucional (Sentencia, T-202,
2017) ha sido enfática en señalar que la Acción de Tutela contra providencias judiciales
también procede bajo esta causal cuando las mismas se aparten de manera injustificada, y
sin la carga argumentativa requerida del precedente judicial o constitucional (Sentencia, T-
121, 2017) aplicable al caso concreto. De igual modo, cuando estando la sentencia conforme
al ordenamiento, ésta carezca de la motivación necesaria o de los fundamentos propios de la
decisión.

Con respecto al defecto procedimental y el procedimental absoluto y por exceso ritual


manifiesto, claramente la Corte aduce que se trata de un desconocimiento o de la omisión de
parte del juez de aplicar las normas procesales que corresponden a determinada etapa del
proceso (error in procedendo), las cuales pueden conllevar a una manifiesta denegación de
justicia. De igual forma, cuando estos defectos conllevan a un impedimento o una dilación
procesal que va en menoscabo directo de los derechos fundamentales de las partes. Todo

134
equiparable dentro de las modalidades de error de derecho desarrollado en la jurisprudencia
del Consejo de Estado.

En cuanto a los defectos facticos, (equiparables en el error de hecho) la Corte aborda


primero el estudio del defecto factico en su dimensión positiva y negativa. Ambas
relacionadas con la interpretación de las pruebas judiciales. Mientras en la dimensión
positiva se habla de que el juez da por hecho la ocurrencia de unas circunstancias fácticas
que no han sido probadas, o procede a apreciar pruebas que han sido indebidamente, o no
debieron ser recaudadas. Es el caso de las pruebas inconducentes. Es decir, que no conllevan
a un fin determinado.

Por otro lado, en la dimensión negativa como indica la Corte, corresponde a una
omisión en la valoración de las pruebas determinantes, según el cual se configura cuando el
juez niega o valora una prueba de manera irracional, arbitraria y/o caprichosa. Este defecto
es equiparable a la omisión de consideración que también ha desarrollado el Consejo de
Estado (Sentencia, Rad. 30330, 2014) como modalidad del error de hecho. Precisamente, en
esta sentencia, se hace referencia a los tres (3) elementos que entrañan el defecto factico: el
hecho, la prueba y la valoración.

De regreso al Cuadro 10, la Corte hace referencia, dentro de este tipo de error, a dos
modalidades relevantes para los efectos de la presente investigación. El defecto factico por
valoración defectuosa del material probatorio y la indebida valoración probatoria, dos
especies del defecto factico. La primera está relacionada con una actitud del juez consistente
en separarse por completo de los hechos debidamente probados o abstenerse de excluir las
pruebas ilícitas, situación que se configura en cualquiera de los dos casos con la decisión
judicial al fundamentar su decisión sobre la base de estas dos proposiciones hipotéticas. No
obstante, la segunda parece describir y contener los mismos elementos que la anterior, con la
novedad de que esta última también se configura con la valoración de pruebas
manifiestamente inconducentes frente al sentido de los hechos y pretensiones discutidos en
el proceso, de tal manera que no está sujeto a las pruebas que adolezcan de algún vicio de

135
nulidad y cuando el juez resuelve la decisión desde una postura argumentativa abiertamente
incongruente con los hechos probados dentro del proceso.

De manera que en los términos de la Sala Plena (Corte Constitucional, Sentencia, T-


781, 2011) se podría ser más específico hablar de un defecto factico por indebida valoración
de la prueba que de defecto factico por valoración defectuosa del material probatorio. Sin
embargo, no parecen haber diferencias importantes entre ambos conceptos, pues uno y otro
evocan situaciones hipotéticas similares del defecto factico, por lo que profundizar en sus
diferencias conllevaría a una mera discusión semántica.

En cualquier caso, y para los efectos de la presente investigación, se abordará el


análisis del error judicial en la valoración de la prueba documental como modalidad
genérica y la indebida valoración de la prueba documental como expresión de esta
modalidad en los últimos capítulos, a efectos de establecer su naturaleza, características y
reglas determinantes fundamentales para su configuración.

Finalmente, a manera ilustrativa, se presenta el siguiente cuadro donde se pueden


observar algunas sentencias importantes de la Corte Constitucional en las que se ha
abordado el estudio del error judicial dentro de los casos de acciones de tutela contra
providencias judiciales, Recurso Extraordinario de Revisión y demandas de
inconstitucionalidad.

Cuadro 11

Brece relación jurisprudencial sobre error judicial en la Corte Constitucional

Tema Documento Tipo Fecha Entidad

Corte
Concepto de error judicial y Sentencia C-543 01/10/1992
Constitucional
acción de tutela contra

136
sentencias judiciales

La omisión de valorar una


Corte
prueba objetivamente Sentencia T-055 14/02/1994
Constitucional
conducente.
Revisión constitucional del
proyecto de ley número
58/94 Senado y 264/95
Cámara, “Estatutaria de la
Administración de Justicia”. Corte
Sentencia C-037 05/02/1996
(actual Ley 270, 1996) Error Constitucional
judicial limitado a los
elementos de la vía de hecho
y procedencia condicionada
a presupuestos de la Corte.
Vías de hecho por eludir
elementos de juicio para
valorar prueba; no decretar Corte
Sentencia T-555 02/08/1999
pruebas; no hay examen Constitucional
probatorio o se ignoran
algunas pruebas aportadas

Procedencia del Recurso


extraordinario de revisión no
solo por sobrevenir causas
externas o posteriores, sino
Corte
también por errores Sentencia SU-858 15/08/2001
Constitucional
judiciales en el curso del
proceso. A propósito de una
tutela por perdida de
investidura.

137
No cualquier error judicial Corte
Sentencia T-540 03/07/2003
constituye una vía de hecho. Constitucional

Procedencia del Recuro


Extraordinario de Revisión
no solo por causales Corte
Sentencia C-520 04/08/2009
taxativas, sino también para Constitucional
corregir un eventual error
judicial.

Error judicial por


desconocimiento del Corte
Sentencia T-464 09/06/2011
precedente constitucional Constitucional

El error judicial inducido por


Corte
suplantación de identidad Sentencia T-177 08/03/2012
Constitucional

Procedencia de la acción de
tutela contra sentencias Corte
Sentencia T-178 08/03/2012
judiciales Constitucional

Presupuestos del error Corte


Sentencia T-319ª 03/05/2012
judicial Constitucional

El derecho al debido proceso


y la objetividad en la
Corte
confrontación de las Sentencia T- 656 23/08/2012
Constitucional
pretensiones procesales.

El error judicial no puede ser Sentencia T-137 14/03/2013 Corte

138
corregido a costa de afectar Constitucional
derecho de defensa y el
derecho de contradicción de
los sujetos procesales

Dentro de las causales de


procedencia de la Acción de
Tutela contra providencias
Corte
judiciales incluye al error Sentencia T-038 30/01/2017
Constitucional
inducido al juez y el defecto
orgánico.

Procedencia de la Acción de
Tutela contra providencias
judiciales que en un error o
Corte
defectos sustantivo se Sentencia T-121 27 02/2017
Constitucional
aparten del precedente
constitucional.

El defecto factico, el defecto


sustantivo y la falta de
motivación de las decisiones
judiciales, junto con el
desconocimiento o Corte
Sentencia T-202 04/04/2017
aislamiento injustificado del Constitucional

precedente, genera causal de


tutela contra providencias
judiciales

139
Nota: fuente de elaboración propia y extractos de diversas secciones del sitio web de
Legismovil.

En el Cuadro (11), se pueden apreciar, aunque no de forma muy rigurosa, algunos


indicios de la evolución del precedente de la Corte Constitucional, en torno al error judicial
y su caracterización con la vía de hecho. Igualmente, se pueden identificar algunos aspectos
importantes relacionados con el hecho de que los errores judiciales han tenido un desarrollo
más vigoroso en torno a la valoración judicial de la prueba y los aspectos facticos del
proceso, un poco más que respecto a los casos relacionados con el error de derecho en los
que también incurren los jueces. Asimismo, la Corte ha ampliado la caracterización de los
errores judiciales enmarcados dentro de los tipos de defectos facticos para delimitar la
procedencia de las acciones de tutela contra providencias judiciales. Una evolución sobre la
que también ha edificado la procedencia del Recurso Extraordinario de Revisión como
mecanismo de censura para corregir la ocurrencia de un eventual error judicial que se ha
producido en el curso de un proceso judicial.

2.9.4. Resumen temático del precedente del Consejo de Estado sobre fallos
condenatorios por error judicial.

A continuación, se presenta una relación sucinta de las principales temáticas abordadas


dentro del precedente judicial que en la última década ha proferido la Sección Tercera de la
Sala Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, en contra de diferentes órganos con
funciones jurisdiccionales y del propio Estado colombiano, por el título de error judicial.

En este se podrán apreciar los datos exactos de la ubicación del proceso, la fecha de la
providencia, el Consejero Ponente (que proyectó el fallo) y una breve descripción sobre el
tipo de error y el origen del mismo que fue estudiado en la respectiva sentencia, tal y como
se observa a continuación:

140
Cuadro 12

Relación de fallos condenatorios contra el Estado colombiano por error judicial

Radicación Fecha de la Consejero


No. Descripción
número providencia ponente

70001-23-31-
Error judicial – no aplicación de
000-1997- Enrique Gil
1 13/08/08 subrogado penal y modificación de la
06331- Botero
pena de apelante único
01(17412)
25000-23-26- Error jurisdiccional de las altas cortes /
000-1999- Danilo Rojas Sala Laboral de La Corte Suprema de
2 26/07/12
02010- Betancourth Justicia - indebida apreciación de una
01(22581) prueba documental.
Acción de reparación directa - error
17001-23-31-
Ramiro de judicial por inobservancia e inaplicación
000-2003-
3 29/08/13 Jesús Pazos del principio de favorabilidad en proceso
00217-
Guerrero penal donde hubo colaboración eficaz del
01(33824)
procesado
25000-23-26-
Olga Melida Error judicial - de la Fiscalía General de la
000-2002-
4 26/09/13 Valle de De La nación por la ilegal retención de
00447-
Hoz camioneta.
01(28164).
Error judicial - en acción de nulidad y
25000-23-26-
Stella Conto restablecimiento del derecho de carácter
000-1999-
5 16/10/13 Díaz Del laboral / descuentos de sumas percibidas
00308-
Castillo en otras entidades públicas a empleada de
01(27287)
carrera.
25000-23-26- Error judicial - proceso ejecutivo / niega
000-2003- mandamiento de pago por liquidación de
Mauricio
6 00077- 29/01/14 salarios y prestaciones sociales dejadas de
Fajardo Gómez
01(27258) percibir por funcionario declarado
insubsistente.
25000-23-26- Superintendencia de sociedades -
Stella Conto
000-1999- posibilidad de incurrir en responsabilidad
7 20/02/14 Díaz Del
01526- por error jurisdiccional o defectuoso
Castillo
01(27477) funcionamiento de la administración de

141
justicia / proceso concursal / demora en
entrega de título judicial.
13001-23-31-
Error judicial - indebida valoración no
000-1997- Enrique Gil
8 26/04/14 permitió el pago de indemnización
12710- Botero
moratoria en materia laboral.
01(30300)
50001-23-31- Error jurisdiccional / medida de
Mauricio
9 000-1999-00167- 12/05/14 aseguramiento de detención preventiva sin
Fajardo Gómez
01(23783) fundamento probatorio.
25000-23-26- Error jurisdiccional en proceso penal /
Hernán
000-2003- falla del servicio / omisión en
10 14/05/14 Andrade
02610- identificación o individualización de
Rincón
01(36748) investigado o sindicado.
25000-23-26-
Stella Conto Error judicial – en proceso de restitución
000-1998-
11 29/08/14 Díaz Del de inmueble arrendado / lanzamiento por
15937-
Castillo ocupación de hecho ordenado ilegalmente
01(29888)
Error jurisdiccional / retención de
25000-23-26- Olga Melida
vehículo de servicio público / defectuoso
000-2002- Valle de De La
12 10/09/14 funcionamiento de la administración de
01758- Hoz
justicia - al omitir cancelar orden de
01(29483)
retención de automóvil
66001-23-31-
Hernán Error jurisdiccional en investigación penal
000-2002-
13 10/09/14 Andrade / omisión de cancelación de ordenes de
00886-
Rincón captura.
01(29027)
Error jurisdiccional Alta Corte / proceso
25000-23-26-
Stella Conto electoral – anulación parcial de acto
000-1999-
14 09/10/14 Díaz Del administrativo que declaró elegido a
01329-
Castillo gobernador del departamento de
01(28641)
Casanare.
41001-23-31-
Jaime Orlando
000-1999- Error jurisdiccional / fuero sindical a
15 20/10/14 Santofimio
00321- trabajadores aforados – levantamiento.
Gamboa
01(30751)
25000-23-26-
Hernán Error jurisdiccional en proceso penal /
000-2007-
16 15/05/15 Andrade error en individualización e
00427-
Rincón identificación de responsable de delito.
01(39099)
17 25000-23-26- 28/05/15 Danilo Rojas Error judicial de altas cortes / inadmisión

142
000-2002- Betancourth de recurso de casación corte suprema de
02226- justicia derivado de inaplicación del
01(26693) artículo 372.2 del C.P.C. / Excepción de
inconstitucionalidad
76001-23-31- Error jurisdiccional al imponer medida
Carlos Alberto
000-2006- restrictiva al derecho de libertad de
18 16/07/15 Zambrano
00871- expresión en acción de tutela – suspensión
Barrera
01(36634) de comercialización de libro

Responsabilidad extrapatrimonial del


08001-23-31-000- Stella Conto
estado por error jurisdiccional - diligencia
19 1997-012523- 03/09/15 Díaz Del
de lanzamiento por ocupación de hecho
01(34255) Castillo
alcaldía municipal.

25000-23-26-
Hernán Error jurisdiccional - disposiciones legales
000-2005-
20 13/04/16 Andrade y jurisprudenciales en reliquidación de
02325-
Rincón pensión de ex congresista.
01(35539)
25000-23-26-
Jaime Orlando Error judicial en proceso ejecutivo
000-2004-
21 16/05/16 Santofimio hipotecario / terminación de proceso /
00410-
Gamboa nulidad procesal.
02(34818)
Error jurisdiccional en investigación penal
68001-12-33-31-
por muerte de Luis Carlos Galán /
000-1999- Marta Nubia
22 30/06/16 homónimo / identificación e
00920- Velásquez Rico
individualización de capturado con fines
01(39808)
de indagatoria.
Responsabilidad patrimonial del estado
13001-23-31-
Stella Conto por error jurisdiccional - se concretó en
000-1999-
23 01/08/16 Díaz Del excluir de la lista de auxiliares de la
10241-
Castillo justicia con fundamento en condena penal
01(36351)
inexistente.
25000-23-26-
Hernán Error jurisdiccional - providencias que
000-1999-
24 01/08/16 Andrade sancionan a abogado con la exclusión
02842-
Rincón definitiva del ejercicio de su profesión.
01(36083)
05001-23-31-
000-2009- Marta Nubia Privación injusta de la libertad - falla del
25 08/09/16
00312- Velásquez Rico servicio / homónimo.
01(43568)

143
85001-23-31-
Privación injusta de la libertad - error
000-2008-
Marta Nubia jurisdiccional en la identificación e
26 00014-02 14/09/16
Velásquez Rico individualización de la procesada /
(43866)
homónimo.

73001-23-31- Acción de reparación directa – por


000-2008- Marta Nubia detención sin orden judicial /
27 10/05/17
00669- Velásquez Rico comercialización de hidrocarburos.
01(47338) Empleada de Ecopetrol.
20001-23-31- Error jurisdiccional / acumulación de
000-2006- Ramiro Pazos procesos reivindicatorio y de pertenencia /
28 11/05/17
00189- Guerrero omisión de decisión frente a acción
01(39938) reivindicatoria.
47001-23-31-
Jaime Enrique
000-2005- Error jurisdiccional / sentencia penal
29 18/05/17 Rodríguez
00813- condenatoria / homónimo.
Navas
01(38640)
76001-23-31-
Jaime Orlando Error jurisdiccional - vinculación de bienes
000-1998-
30 18/05/17 Santofimio que no pertenecían a sindicado en proceso
01484-01
Gamboa penal.
(33204)
54001-23-31-
Hernán Error judicial / proceso penal –
000-2005-
31 23/06/17 Andrade identificación de sindicado y recolección
01336-
Rincón de material probatorio.
01(41431)

Nota: fuente de elaboración propia basado en información suministrada por la relatoría del
Consejo de Estado.

Tal y como se observa dentro de la muestra compuesta por treinta y un (31) fallos
condenatorios relacionados en el Cuadro 12, los tipos de error judicial que pululan dentro
del ordenamiento jurídico y sobre los cuales se han establecido condenas por
responsabilidad extracontractual en contra el Estado colombiano, varían de categoría,
situación y naturaleza, siendo recurrentes aquellos relacionados con: la confusión del interno
por homonimia o por falta de individualización; la expedición de medidas preventivas de
captura sin fundamento probatorio; la indebida valoración probatoria; la morosidad por

144
omisión en la entrega de bienes o títulos judiciales; el no pago de prestaciones periódicas de
carácter laboral o la negación de indemnizaciones de esa clase, entre otras.

En síntesis, se pueden advertir una serie de errores judiciales que, en algunos casos,
parecen insólitos y en otros, se presentan como tendencias recurrentes, que sobreviven casi
inmanentes al paso del tiempo, y que desde luego sugieren la necesidad de implementar
medidas o reformas efectivas en las políticas institucionales de los órganos judiciales
encargados de administrar justicia en Colombia.

No obstante, se pueden inferir otro tipo de conclusiones, relacionadas incluso con la


problemática de la amplitud conceptual o etimológica del error judicial, y de paso con: la
variedad (casi ilimitada) de tipologías que puede abarcar, pues en las diferentes sentencias
revisadas del Consejo de Estado se puede observar que se habla de varios tipos de error
judicial desde su fundamentación epistémica y teórica 53, en algunos casos como
derivaciones del título de imputación y en otros como modalidades o causas del mismo,
asimismo por acción y por omisión del director del proceso en su decisión judicial, o según
su origen o grado de inexcusabilidad.

También se encuentra la falta de predictibilidad de los precedentes judiciales, en los


que se torna casi imposible anticipar el resultado de una demanda de responsabilidad
extracontractual por este título pues en casos similares se han dado tratamientos diferentes 54
aun con el cumplimiento de todos los presupuestos legales para su configuración.

53
Particularmente en los casos de error de hecho por indebida interpretación de la prueba, o de derecho donde
se han llevado los juicios de legalidad de las providencias judiciales (Gil, 2013) bajo presupuestos teóricos tan
opuestos como el principio de indeterminación del derecho, la discrecionalidad judicial y la teoría de la
respuesta correcta, en el seno del debate de Hart Herbert y Ronal Dworkin (Cristina, 1997).
54
Tal y como se observa en los siguientes casos (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 27866, 2013) y (Consejo
de Estado, Sentencia, Rad. 30548, 2015), en cuyos procesos se abordaron demandas similares de error judicial
contra órdenes de desembargo de remanentes constituidos sobre bienes inmuebles. Ambos casos, relacionados
con medidas cautelares decretadas dentro de procesos civiles ejecutivos. Mientras el primero, el Consejo de

145
En conclusión se puede advertir que los casos recurrentes de error judicial en los que
incurren los jueces a partir de las sentencias revisadas no pueden ser tomadas como
tipologías o modalidades de error judicial, pues todas estas son manifestaciones concretas o
situaciones que se subsumen dentro de la clasificación general del Cuadro 5 y las
modalidades de error judicial que han sido reconocidas y esquematizadas por sentencias
hito dominantes, con carácter de consolidadoras y reconceptualizadoras 55 de línea del
Consejo de Estado, entre las que se pueden destacar la sentencias de la Sala Contenciosa de
2014 y 2017 (Sentencia, Consejo de Estado, Rad. 30300, 2014), (Sentencia, Consejo de
Estado, Rad. 39938, 2017).

Estado reconoció el daño antijurídico por error judicial, concretado en un fallo condenatorio contra el Estado,
en el segundo, el fallo fue absolutorio a favor del Estado.
55
Véase más en López (2009, pp. 162-164) quien define a las sentencias hito como aquellas que están dotadas
de un peso estructural fundamental dentro de una línea jurisprudencial, siendo las sentencias dominantes
aquellas que contienen criterios vigentes y dominantes por medio de las cuales la alta corporación judicial (en
este caso, el Consejo de Estado) estaría dotada de elementos de juicios legítimos y determinantes para fallar las
controversias que les suscitan, estas pueden ser a su vez consolidadoras, modificadoras y reconceptualizadoras
de línea; entre tanto, las sentencias consolidadoras son aquellas en las que la alta corporación aborda una sub-
regla de derecho de carácter vinculante o constitucional, a través de la cual desarrolla o amplia una
problemática compleja anteriormente tratada por una sentencia fundadora de línea. Finalmente, la sentencia
reconceptualizadora es aquella donde la alta corporación judicial revisa de forma conjunta una línea
jurisprudencial sobre determinado concepto y la confirma, añadiendo una teoría o una exposición detallada que
permite comprender mejor el alcance del concepto o precepto legal abordado.

146
3. Enfoque lógico-discursivo. La configuración del error judicial en la valoración de la
prueba documental

Luego de haberse explorado los enfoques histórico y conceptual, mediante el estudio


de los antecedentes y etapas previas al tratamiento normativo nacional e internacional de la
responsabilidad jurisdiccional del Estado, junto con su fundamentación teórica desde el
ámbito de la responsabilidad estatal y su fundamentación epistémica desde el ámbito
teórico-conceptual, así como la identificación de los tipos destacados, categorías,
modalidades, naturaleza jurídica y errores judiciales comunes en las sentencias de los jueces
colombianos en la última década, aunado a la revisión de su procedencia y estructuración
dentro de los diferentes escenarios y contextos judiciales, se procederá a analizar, dentro de
una de las etapas críticas del proceso judicial (la valoración de la prueba), los tipos de error
judicial que se presentan en esta etapa, y su determinación lógico discursiva durante el
ejercicio de la valoración de la prueba documental como fuente de responsabilidad
extracontractual del Estado. Y especialmente, de la prueba documental relevante, decisiva
para la resolución del caso.

En estos términos, y para una mayor conveniencia expositiva, el presente capitulo


empezará por desarrollar el concepto y el alcance de la prueba judicial documental, así como
sus características y propiedades, para dar paso al análisis de la configuración del error
judicial en la prueba documental.

147
3.1. La prueba documental y sus características

3.1.1. ¿Qué es la prueba documental?

Para empezar, se puede decir que casi cualquier cosa material o inmaterial que exista
diferente del hombre en el mundo, así como los actos, los hechos y todo aquello que pueda
dejar un registro en la existencia o en la memoria de las cosas y las personas, es susceptible
de prueba. Incluso los pensamientos, las intenciones, las emociones y todas aquellas
manifestaciones de la voluntad humana que puedan ser percibidas directamente a través de
los sentidos de las personas o por medio de instrumentos tecnológicos donde se puedan
registrar. Siendo útiles y conducentes (en un sentido pragmático) solo aquellas respecto de
las cuales sea necesario demostrar un hecho para determinados fines.

En estos términos, se hace referencia a la prueba judicial, que es aquella que se


produce en el interior de un proceso de esta naturaleza. Y de manera específica, de la prueba
documental que es la que proviene o se produce como consecuencia de este medio
probatorio regularmente allegado al proceso. Esta precisión por cuando existe una condición
del documento aportado como elemento o evidencia con vocación probatoria, diferente de la
prueba documental propiamente dicha. Pues solo es considerada prueba aquella que con este
propósito ha sido debidamente controvertida 56 en juicio (supra).

Por su parte, Stein (1999) sostiene que la prueba en sí, es aquella que hay que
practicarse al interior del proceso, cuyo carácter principal es la de ser histórica (más que
lógica o dialéctica), la cual tiene como propósito despertar percepciones sensoriales en el

56
En el marco del principio de contradicción que consiste precisamente en la posibilidad de que el interesado,
acusado o demandado cuente con la oportunidad de controvertir las pruebas aportadas o practicadas dentro de
la actuación procesal, antes de que se dicte una decisión de fondo o durante la etapa procesal correspondiente.
En tal sentido se encuentra el artículo 40 del CPACA y los artículos 164 y s.s. del Código General del proceso.

148
receptor de la misma (el juez) para lograr una representación aproximada de lo que se trata
probar.

Ahora bien, parafraseando a De Santo (1991) citado por Azula (2015) el documento es
un instrumento mediante el cual se enseña o justifica algo, asimismo, desde el punto de vista
jurídico, es aquel que corresponde a toda forma en la que el hombre puede expresar sus
pensamientos e ideas mediante el uso de la palabra escrita o impresa, y al mismo tiempo, a
todo aquello que conste en una cosa u objeto, un libro, una carta, un certificado, una
fotografía, una cinta o un registro fílmico. En otras palabras, Azula (2015) precisa que el
documento: “(…) es todo objeto producto directo o indirecto, de la voluntad humana y que
contiene una declaración o representación de un hecho.” (p. 218). Asimismo, señala que el
documento tiene las características de ser histórico, indirecto, real o material, y pre-
constituido. Este último, “(…) por cuanto el documento surge con antelación al proceso en
el cual se hace valer” (p. 219).

Cabrera (1988) afirma que el documento equivale a una constancia material del
pensamiento humano, y dice que este desempeña una doble función de carácter probatorio y
procesal y otra de carácter extraprocesal (Parra, 2011); y sostiene que este puede ser
declarativo o representativo. “Se trata de un medio de prueba real, o sea, que un objeto
físico sirve como instrumento para convencer al juez de la existencia o inexistencia de
ciertos actos procesales. Es también objetivo, histórico, representativo o declarativo (p.
217).

El documento también es visto por algunos autores como: un medio probatorio idóneo
y certero de lo que atañe a las distintas relaciones jurídicas (López, 2008, p. 325);
asimismo, es reconocido como una prueba: “susceptible de ser percibida por la vista o el
oído, o por ambos, sirve por si misma(o) para ilustrar o comprobar por vía de la
representación, la existencia de un hecho cualquiera o la exteriorización de un acto
humano” de acuerdo con Cardoso (1985) citado por Parra (2011, p. 495).

149
A propósito, Carnellutti (2007) también hace referencia a la prueba documental como
aquella cosa que narra y que tiene la vocación de garantizar la fidelidad de un hecho que a
veces por los límites de la memoria humana requieren de una representación directa. De
igual manera define a la prueba como un conjunto de: “hechos presentes sobre los cuales se
construye la probabilidad de la existencia o la inexistencia de un hecho pasado” (p. 56).

Entre tanto, los documentos se pueden clasificar de diferentes formas de acuerdo a su


origen, naturaleza, función, destinatario, etc. No obstante, se hará referencia a algunas
clasificaciones básicas en particular. En tal sentido, de acuerdo a su origen, los documentos
se clasifican en 1) documentos públicos: como las escrituras públicas; las contraescrituras;
los documentos públicos otorgados en el extranjero; y 2) documentos privados (López,
2008)57. Siguiendo a Azula (2015) los documentos de acuerdo a su contenido se pueden
clasificar en declarativos y representativos. Los primeros equivalen a aquellos que contienen
una manifestación de la persona que los origina, y estos a su vez pueden ser de naturaleza
simplemente declarativa o dispositiva. Los declarativos también se pueden dividir de
acuerdo a su forma en: instrumentales y no instrumentales. Estos últimos corresponden a los
que constan por escrito (por cualquier medio mecánico o manuscrito) y requieren de algún
tipo de solemnidad o protocolo instrumental, como es el caso de los títulos valores, las
escrituras públicas, o los contratos; por su parte los no instrumentales son los documentos
que constan en medios magnetofónicos, registros contables. Finalmente, los representativos
son todos los demás documentos tales como planos, dibujos, fotografías que contienen la

57
A esta clasificación habría que agregarle los documentos públicos en medio electrónico, consagrados en el
artículo 55 de la Ley (1437, 2011) los cuales le reconoce plena validez y fuerza probatoria de acuerdo a las
disposiciones del Código de Procedimiento Civil, actual Código General del Proceso. Y por qué no, de la (Ley
527 de 1999) “Por medio de la cual se define y reglamenta el acceso y uso de los mensajes de datos, del
comercio electrónico y de las firmas digitales, y se establecen las entidades de certificación y se dictan otras
disposiciones”.
Finalmente, en este mismo precepto se establece que los archivos electrónicos se presumen auténticos para
todos los efectos legales.

150
representación de algún sujeto, objeto, hecho, condición, sentimiento, etc. Tal y como
plantean Cabrera (1988, p. 219) y Azula (2015, p. 220).

Por su parte, el artículo 243 del CGP (Congreso de la Republica, Ley 1562, 2014)
presenta una rigurosa clasificación de documentos, de la siguiente forma:

Son documentos los escritos, impresos, planos, dibujos, cuadros, mensajes de datos,
fotografías, cintas cinematográficas, discos, grabaciones magnetofónicas, videograbaciones,
radiografías, talones, contraseñas, cupones, etiquetas, sellos y, en general, todo objeto mueble
que tenga carácter representativo o declarativo, y las inscripciones en lápidas, monumentos,
edificios o similares.

Los documentos son públicos o privados. Documento público es el otorgado por el


funcionario público en ejercicio de sus funciones o con su intervención. Así mismo, es público
el documento otorgado por un particular en ejercicio de funciones públicas o con su
intervención. Cuando consiste en un escrito autorizado o suscrito por el respectivo
funcionario, es instrumento público; cuando es autorizado por un notario o quien haga sus
veces y ha sido incorporado en el respectivo protocolo, se denomina escritura pública.

No obstante, en aras de atender los alcances de la presente investigación se hará


alusión a la prueba documental instrumental (tanto pública como privada) en contraposición
a los otros medios de prueba documental como la fotografía o los registros fílmicos sobre los
cuales se pueden aplicar otro tipo de criterios interpretativos de valoración diferentes al
documento escrito.

En suma, cualquier elemento físico cuyo contenido tenga la capacidad de transmitir


cualquier tipo de información, de cualquier índole o naturaleza, de forma expresa, directa,
histórica, representativa o declarativa, es en ultimas un documento, y que de acuerdo a la
utilidad, finalidad y efectos que persiga, puede adquirir una mayor o menor dimensión
pragmática en torno al contexto en el que sea revelado. Por ejemplo, un registro fílmico de
una obra literaria o la crítica de una novela tendrá más valor interpretativo en el contexto de

151
un seminario sobre literatura; mientras que una fotografía de la escena del crimen o un
manuscrito anónimo de amenaza de muerte será más provechosa como prueba dentro de una
investigación judicial.

En cuanto al carácter objetivo del documento, se puede decir que este dependerá del
intérprete, del creador y de la naturaleza del mismo, así como de los elementos impersonales
que a éste se le puedan aducir. Pues en teoría resulta casi inescindible el sello del creador y
las circunstancias que originan el documento del contenido del mismo, de tal manera que,
aunque no siempre sean tendenciosos en su contenido, del mismo se pueden desprender
diversas interpretaciones de acuerdo a la intensión o fundamento teórico de su autor. Tal es
el caso de los informes producidos por una empresa de seguridad privada, o el balance de
ejecución presupuestal de la administración de un edificio, pues no cabe duda que en ambos
casos los creadores de dichos documentos van a pretender defender sus intereses de forma
cuidadosa con fundamentos normativos o ventajosos a su favor, dejando entrever siempre la
mejor gestión adelantada y/o la aplicación de una debida diligencia en su gestión.

3.1.2. La autenticidad de los documentos

En este punto es importante hacer referencia al artículo 244 del CGP, que a su tenor
establece que: “Es auténtico un documento cuando existe certeza sobre la persona que lo ha
elaborado, manuscrito, firmado, o cuando exista certeza respecto de la persona a quien se
atribuya el documento”. Asimismo, agrega que los documentos públicos o privados que
provengan de las partes (dentro del proceso) tanto los instrumentales como los no
instrumentales, los declarativos, los representativos y los actos procesales que se
materializan por escrito, dentro las diferentes etapas del proceso, se presumirán auténticos
mientras no hayan sido tachados de falsos o desconocidos en la oportunidad debida.

Este precepto también hace alusión a los títulos ejecutivos y a los mensajes de datos
como documentos con presunción de autenticidad, siendo enfático en que estas

152
disposiciones tienen vigencia en todos los procesos y jurisdicciones nacionales. Valga decir
que esta presunción solo aplica en el mundo del proceso, tal y como lo advierte Parra
(2011).

Ahora bien, existe una discusión en torno a la validez de los documentos aportados en
copias para hacerlos valer como pruebas, pues es claro que los mismos en principio no
tienen la misma calidad y pulcritud que el original. Sin embargo, el propia Sección Tercera
(Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 25022, 2013) ha admitido lo siguiente:

Es necesario destacar la modificación introducida por el artículo 11 de la ley 1395 de


2010, que cambió el inciso cuarto del artículo 252 del C.P.C., para señalar que los documentos
privados elaborados o suscritos por las partes, incorporados al proceso en original o copia se
presumen auténticos, sin necesidad de presentación personal ni autenticación, salvo los que
provienen de terceros que revisten la condición de dispositivos.

De igual manera, la jurisprudencia unificada de la Sala Plena (Corte Constitucional,


Sentencia, SU-774, 2014) ha determinado que la distancia entre el valor probatorio de las
copias y los documentos originales se ha ido disolviendo en el devenir legislativo,
particularmente desde la entrada en vigencia de las leyes sobre medidas de descongestión
judicial (Congreso de la Republica, Ley 1395, 2010) y por su puesto el CGP (Congreso de la
Republica, Ley 1564, 2012).

En efecto, la Corte en la mencionada sentencia destacó que el Consejo de Estado en


reciente línea jurisprudencial había indicado que éste no encontraba:

(…) admisible que se denieguen las pretensiones de una demanda o sus excepciones
alegando como único argumento que las pruebas que pretenden demostrar los hechos fueron
allegadas en copia simple. Lo anterior, exige al juez contencioso administrativo que asuma
una actitud en pro del derecho sustancial y desapegada sic del rigor procesal.

En perspectiva, el artículo 246 del CGP es expreso en señalar que el valor probatorio
de las copias simples es equiparable al documento original tal y como se consagra en el

153
primer inciso del mencionado artículo: “Las copias tendrán el mismo valor probatorio del
original, salvo cuando por disposición legal sea necesaria la presentación del original o de
una determinada copia”. Al menos en lo que respecta a los documentos privados.

De manera que para todos los efectos, en el curso de un proceso judicial (jurisdicción
ordinaria), la parte contra quien se dirija una prueba documental basada en una copia simple,
estará en la posibilidad estratégica de oponerse mediante el uso de algunas figuras
procesales tales como: la tacha de falsedad o el desconocimiento del documento tal y como
se menciona en los artículos 269 y ss., y 272 y ss., del CGP si lo que pretende es
precisamente contrarrestar o disminuir el valor probatorio que la ley le está reconociendo a
estos documentos allegados en copias (figuras que deberán estar suficientemente
fundamentadas para asegurar el éxito de su procedencia).

No obstante, parafraseando a Pinzón-Muñoz (2015) sostiene que, en torno a las copias


simples de documentos públicos, existe un debate dentro de la jurisprudencia del Consejo de
Estado sobre su valor probatorio, pues en principio se trata de un problema de
inconducencia, haciendo referencia a la carencia de idoneidad legal para ser prueba. No
obstante, la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 25022, 2013) considera
que las copias simples de los documentos públicos tienen fuerza persuasiva y que, en el
ámbito de lo contencioso administrativo, se les puede reconocer valor probatorio si dentro
del proceso no son tachadas de falsas y desde luego vencidas dentro de este trámite
incidental. Haciendo la claridad de que esta regla no puede ser extendida en todos los
ámbitos jurisdiccionales y a todos los tipos de documentos, pues en el caso de la jurisdicción
civil, los títulos ejecutivos tienen sus propias reglas y requisitos para reconocerle
autenticidad y validez.

154
3.1.3. La confesión escrita, la declaración documental y otros documentos con
vocación probatoria

De acuerdo con el artículo 185 del CGP, quien pretenda hacer valer la autenticidad de
un documento privado, deberá presentarlo ante una autoridad competente, y en su defecto
podrá solicitar la comparecencia del autor, mandante o representante legal que lo suscribió
para que rinda una declaración sobre el alcance y contenido del documento bajo la gravedad
de juramento. Pinzón-Muñoz (2015) agrega que esta solicitud se puede realizar de forma
previa a la Litis con el propósito de constituir una prueba anticipada.

La confesión es en principio otro de los medios probatorios reconocidos por la ley


(como la inspección judicial, el testimonio, el juramento), y consiste en una forma de
declaración de verdad (procesal o sustancial) personal, indirecta e histórica (Azula, 2015, p.
168) sobre hechos que le constan a determinada persona (generalmente a una de las partes
del proceso), la cual puede estar contenida en un documento y generar efectos adversos o
favorables a la contraparte o en contra de sí misma. De igual manera esta puede
desprenderse u originarse de una declaración de parte o de un interrogatorio, de un acta de
descargos, o incluso de la propia contestación de la demanda, la presentación de las
excepciones, por intermedio o a consecuencia de la actuación del apoderado judicial que,
teniendo facultades para ello, sea autorizado para confesar de acuerdo a los artículos 193 y
194 del CGP. No obstante, la confesión se encuentra limitada en sus alcances cuando
(constando o no en un documento) proceda de un representante legal de una entidad de
derecho público tal y como lo establece el artículo 195 CGP.

En cuanto a la declaración documental, se hace referencia de manera concreta, por su


eficacia, a la declaración de parte (diferente del testimonio), que según Azula (2015) puede
ser oral o escrita, y consiste precisamente en una manifestación abierta de significación
jurídica que proviene de quien tiene la calidad de parte dentro del proceso; esta declaración

155
es relevante como medio probatorio en la medida en que surta efectos jurídicos y sea
valorada con las reglas generales de CGP.

Ahora bien, existe una variedad casi ilimitada de documentos escritos privados con
vocación probatoria cuya eficacia y aptitud legal puede variar de acuerdo a múltiples
condiciones de forma, contenido y naturaleza para los que hayan sido creados, como es el
caso de los informes de investigación, los estudios científicos, los resultados de análisis de
laboratorio, los dictámenes médicos, las contestaciones de los derechos de petición, las
propias demandas, los conceptos, las actas de descargos, las constancias, los certificados, las
actas de conciliación, los manuscritos, las cartas, las comunicaciones escritas internas etc.,
igualmente pueden ser valorados de acuerdo a su destinatario, su remitente, la forma en que
son elaborados, regulados o la tarifa legal que tienen de acuerdo al régimen jurídico al que
pertenezcan58, para ser reconocido su alcance y valor probatorio.

En este último caso, se puede hablar también de los títulos valores que de acuerdo al
artículo 422 del CGP son aquellos documentos que contienen una obligación clara expresa y
actualmente exigible, que proviene de un deudor determinado, y que de acuerdo a la ley
contienen un derecho autónomo incorporado el cual se presume detenta el acreedor o

58
Véase más en el artículo 24 (Congreso de la Republica, Ley 712 de 2001) por medio del cual se modificó el
artículo 54A del Código Procesal del Trabajo, al señalar el valor probatorio de algunos documentos
suministrados en copias. En tal sentido precisó que: “Se reputarán auténticas las reproducciones simples de los
siguientes documentos:
1. Los periódicos oficiales.
2. Las resoluciones y certificaciones emanadas del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social.
3. Las convenciones colectivas de trabajo, laudos arbitrales, pactos colectivos, reglamentos de trabajo y
estatutos sindicales.
4. Las certificaciones que expida el DANE y el Banco de la República sobre indicadores de su competencia.
5. Las certificaciones que emanen del registro mercantil.
Las reproducciones simples de las constancias y certificaciones que hagan parte o deban anexarse a cualquiera
de los documentos previstos en los numerales 2º, 3º, 4º y 5º también se reputarán auténticas.
Parágrafo-En todos los procesos, salvo cuando se pretenda hacer valer como título ejecutivo, los documentos o
sus reproducciones simples presentados por las partes con fines probatorios se reputarán auténticos, sin
necesidad de autenticación ni presentación personal, todo ello sin perjuicio de lo dispuesto en relación con los
documentos emanados de terceros."

156
tenedor del mismo, según corresponda. Estos documentos son especiales y algunos como la
factura de venta requieren del cumplimiento de unos requisitos específicos de forma y
contenido para revestirse del atributo de mérito ejecutivo (Congreso de la Republica, Ley
1231, 2008).

Estos documentos tienen plenamente establecida una tarifa legal que no permite que el
juez los valore a su arbitrio o bajo un sistema de libre valoración probatoria, de manera que
son documentos con una incontrovertida capacidad probatoria que permiten al acreedor
legítimo exigir el cumplimiento de las obligaciones insatisfechas en él contenidas, mediante
su acreditación oportuna y regular dentro de un proceso judicial (civil, laboral,
administrativo). Entre los títulos más comunes se encuentran la letra, el pagaré, el cheque, la
factura de venta, las actas de conciliación judicial y extrajudicial, los fallos condenatorios
con obligaciones dinerarias, los contratos comerciales, entre otros.

3.1.4. La prueba documental trasladada

Otro documento importante es la prueba trasladada y la prueba extraprocesal que son


diferenciadas en el artículo 174 del CGP, en los siguientes términos:

Las pruebas practicadas válidamente en un proceso podrán trasladarse a otro en copia y


serán apreciadas sin más formalidades, siempre que en el proceso de origen se hubieren
practicado a petición de la parte contra quien se aducen o con audiencia de ella. En caso
contrario, deberá surtirse la contradicción en el proceso al que están destinadas. La misma
regla se aplicará a las pruebas extraprocesales.

La valoración de las pruebas trasladadas o extraprocesales y la definición de sus


consecuencias jurídicas corresponderán al juez ante quien se aduzcan.

Azula (2015) sostiene que la autenticidad de un documento incorporado depende,


evidentemente, de su naturaleza y de la persona de quien provenga y este a su vez puede

157
hacerse valer en el nuevo proceso sin necesidad de ser sometido a otra contradicción de
parte de la persona contra quien se dirige la prueba documental.

3.2. Procesos y sistemas para la valoración probatoria

Con el propósito de dar una explicación más esquemática y precisa sobre el


procedimiento de la actividad probatoria que el juez normalmente aplica para identificar y
determinar la capacidad de cualquier evidencia o elemento documental que haya sido
oportuna, regular y válidamente allegado al proceso judicial (de cualquier jurisdicción) a
continuación se presenta el procedimiento regular por etapas de la actividad probatoria de
acuerdo con Azula (2015), Talavera (2009), Cabrera (1988), el CGP y el Código de
Procedimiento Penal (Congreso de la Republica, Ley 906, 2004).

Cuadro 13

1.1. Averiguación o
1. Producción 1.2. Aseguramiento
investigación

1.3. Proposición 1.4. Ordenación 1.5. Practica

2. Asunción 2.1. Valoración

Nota: fuente de elaboración propia, basado en Azula (2015) y Cabrera (1988).

Tal y como se observa en el Cuadro (13), la primera de las fases del procedimiento en
mención corresponde a la producción de la prueba, que parafraseando a Azula (2015) se
encuentra relacionada con un conjunto de actuaciones que desarrollan los sujetos procesales
y terceros en el proceso judicial (testigos y peritos), dentro de la cual se incluyen las etapas

158
de averiguación o investigación, la proposición, la ordenación, la práctica probatoria, la
asunción, y la valoración.

Por su parte, Cabrera (1988) refiere a la averiguación o investigación como una fase
donde se indaga acerca de los medios que conviene allegar o que resultan conducentes para
acceder a un conocimiento más aproximado de los hechos; esta etapa también hace
referencia a las labores de investigación e indagación que adelantan las autoridades
competentes (policía judicial) para determinar (como en el caso penal) la ocurrencia de un
hecho punible. En cuanto al aseguramiento, se trata de una fase donde por razones de
preservación y necesidad se aplican procedimientos especiales para salvaguardar las
evidencias o elementos probatorios que sean susceptibles de verse alterados o manipulados,
tal es el caso de la cadena de custodia 59. Frente a la proposición, se puede considerar como
el uso de la facultad que disponen las partes para solicitar la producción de uno o varios
medios probatorios (Azula, 2015). Respecto de la ordenación 60 y práctica son dos actos que
están precedidos de un control de legalidad que realiza el juez sobre la prueba solicitada para
proceder a su decreto u ordenación, considerando que además cumpla los denominados
requisitos objetivos de conducencia, pertinencia y utilidad, pues de lo contrario podrá ser
rechazada; por el contrario, si el juez reconoce su relevancia jurídica para el caso, procede a
ordenar su práctica que en palabras de Cabrera (1988):“(…) significa el procedimiento para

59
De acuerdo con el artículo 254 (Congreso de la Republica, Ley 904, 2004) Con el fin de demostrar la
autenticidad de los elementos materiales probatorios y evidencia física, la cadena de custodia se aplicará
teniendo en cuenta los siguientes factores: identidad, estado original, condiciones de recolección, preservación,
embalaje y envío; lugares y fechas de permanencia y los cambios que cada custodio haya realizado. Igualmente
se registrará el nombre y la identificación de todas las personas que hayan estado en contacto con esos
elementos.
60
Ferrer (2007) hace referencia a que en el proceso se debe conformar un conjunto máximo de pruebas
relevantes que permitan disminuir las probabilidades de un error judicial tal y como lo describe Laudan (2006)
citado por Ferrer (2007). En tal caso sostiene que existe un principio epistemológico que dice que: “(…)
cuanta más información relevante está a disposición de quien debe decidir, mayor probabilidad de acierto en
la decisión” (p. 68).

159
llevar a cabo el medio probatorio (oír al testigo, observar las cosas en la inspección)” (p.
193).

Después de practicada la prueba, continua la fase de la asunción, que es aquella donde


el juez entra en contacto con el medio probatorio a través de sus propias capacidades
perceptivas y de éste modo procesa a priori la información que la prueba documental le está
suministrando de forma directa. La asunción se diferencia de la recepción de la prueba por
cuanto esta última es una acción que se satisface con su práctica, tal es el caso de los
testimonios o el interrogatorio de parte, pues en sentido estricto solo serían prueba si son
practicadas en audiencia, en cambio tratándose de la prueba documental, la recepción y la
asunción se lleva a cabo casi de forma simultanea una vez ha sido admitida (Azula, 2015).

La última fase corresponde a la valoración, que es entendida como una actividad


intelectual a través de la cual el juez le reconoce algún grado de relevancia o credibilidad a
los elementos de convicción que han sido regularmente aportados al proceso. No obstante,
es claro que se trata de una actividad que no es exclusiva de esta fase, pues el juez la está
realizando todo el tiempo, de hecho: “(…) hay una valoración in itinere que el juzgador
realiza durante la práctica de la prueba, por ejemplo a los efectos de determinar si es
necesario ordenar (de oficio o a instancia de parte) una nueva prueba” (Ferrer, 2007, p.
91).

Entre tanto, Talavera (2009), desarrolla la siguiente definición:

La valoración es la operación intelectual destinada a establecer la eficacia conviccional


de los elementos de prueba recibidos. Tiende a establecer cuál es su real utilidad para los fines
de la formación de la convicción en el juez sobre las afirmaciones sobre los hechos que dieron
origen al proceso. (…) el objetivo de la valoración es determinar el grado de corroboración
que el material probatorio aporta a cada una de las posibles hipótesis fácticas en conflicto. (p.
105).

160
De manera que la valoración de la prueba es, sin duda, un paso decisivo dentro del
proceso judicial para determinar la veracidad de los hechos presentados, cuestionados
controvertidos o investigados por las partes 61 y/o la autoridad competente. Siendo una
prioridad casi exclusiva la búsqueda de la verdad, junto con la celeridad en la toma de
decisiones; la resolución sobre el fondo de la Litis; la protección de los derechos
fundamentales y de los secretos del Estado, entre otros (Ferrer, 2007).

Ahora bien, la valoración de la prueba en general y de la prueba documental en


particular, como operación intelectual no son posibles sin la aplicación de sistemas de
valoración probatoria o mecanismos de interpretación estandarizados que le den al juez la
posibilidad de corroborar la hipótesis fáctica más probable, a efectos de hilvanar un relato
global del caso que permita resolverlo de forma razonable, conforme a derecho.

En tal sentido, la Sala Plena (Corte Constitucional, Sentencia, C-202, 2005) hace
referencia a tres (3) sistemas de convicción probatoria, entre los cuales destaca los
siguientes: íntima convicción o de conciencia o de libre convicción; tarifa legal o prueba
tasada y el sistema de la sana crítica o persuasión racional, los cuales se explican a
continuación:

i) El sistema de íntima convicción o de conciencia o de libre convicción, en el cual se


exige únicamente una certeza moral en el juzgador y no se requiere una motivación de su
decisión, es decir, no se requiere la expresión de las razones de ésta. Es el sistema que se
aplica en la institución de los llamados jurados de conciencia o jueces de hecho en los
procesos penales en algunos ordenamientos jurídicos.

61
Pinzón-Muñoz (2015) asegura que la doctrina autorizada a denominado como “riesgo de no persuasión” a la
incertidumbre que generan las partes dentro del proceso que desconocen su obligación de probar el supuesto de
hecho o el efecto jurídico que las normas persiguen, de manera que esta regla supone que el juez está facultado
para resolver de forma desfavorable o adversa a las pretensiones de la parte que no logra probar los hechos que
manifiesta.

161
ii) El sistema de la tarifa legal o prueba tasada, en el cual la ley establece
específicamente el valor de las pruebas y el juzgador simplemente aplica lo dispuesto en ella,
en ejercicio de una función que puede considerarse mecánica, de suerte que aquel casi no
necesita razonar para ese efecto porque el legislador ya lo ha hecho por él.

Este sistema requiere una motivación, que lógicamente consiste en la demostración de


que el valor asignado por el juzgador a las pruebas guarda total conformidad con la voluntad
del legislador.

iii) El sistema de la sana crítica o persuasión racional, en el cual el juzgador debe


establecer por sí mismo el valor de las pruebas con base en las reglas de la lógica, la ciencia y
la experiencia (núm. 4).

No obstante, doctrinantes como Cabrera (1988) y Talavera (2009) lo simplifican en


dos, este último dentro del ámbito penal (Tarifa legal y Sana Critica), mientras que Ferrer
(2007) hace referencia a otros estándares de valoración como modelos de valoración
racional de la prueba, sobre los cuales se hará referencia más adelante.

3.3. Presupuestos teóricos para la adecuada valoración de la prueba documental

Una adecuada valoración probatoria, debe desarrollar un proceso lógico-discursivo


riguroso de parte del interprete u operador jurídico dentro del cual se pueda discurrir en un
examen individual con presupuestos y criterios razonables, sobre cualquiera de los sistemas
de valoración probatoria anteriormente relacionados (sana critica, tarifa legal, íntima
convicción), pero de forma especial en el sistema de la sana critica, pues cuando existe una
prueba documental afectada por una tarifa legal, ya se encuentra definido el peso y alcance
de la misma dentro del proceso, mientras que a través del sistema de la íntima convicción,
no parece posible garantizar un ejercicio razonable de la valoración de la prueba. Esto por
cuanto la decisión con este sistema descansa en una actitud libre, voluntaria y no menos
espontanea de parte del operador jurídico, quien en últimas no se tiene que asegurar que su

162
decisión sobre el peso de la prueba se ajuste a un estándar razonable, pues tampoco requiere
de una motivación posterior en la fundamentación del fallo.

Con ello se puede decir que el grado de razonabilidad requerido, solo se puede
alcanzar bajo el sistema de la sana crítica, la cual se encuentra establecida como un sistema
que le permite al juez aplicar parámetros hipotéticos razonables con fundamentos lógicos,
científicos o provenientes de la experiencia de acuerdo a Stein (1999).

Ahora bien, la valoración de la prueba documental bajo este sistema de convicción


puede tener lugar al menos dentro dos fases específicas, una fase lógico-inductiva y una fase
discursiva (las cuales pueden tener lugar de forma simultánea).

En esta primera fase, la valoración de la prueba documental debe pasar por un examen
probabilístico racional. Es decir que una vez que se haya podido establecer la relevancia de
la prueba documental para el proceso, el juez se debe enfrentar a la posibilidad de tener que
corroborar una o varias de las hipótesis fácticas discutidas. Esto lo hace a través de un
procedimiento lógico-inductivo.

Este procedimiento, también denominado método inductivo 62 o reconstructivo de la


lógica formal63 (Rodríguez- Santos, 2017), es definido por Dellepiane (2016) como un
método compuesto que se basa en una serie de procedimientos lógicos, que incluyen la
observación de rastros y vestigios, así como la observación comparada. El grado de
comprobación y certeza razonable de cualquiera de las hipótesis fácticas discutidas
dependerá del grado de agudeza, profundidad y conocimiento que aplique el operador

62
Peña (2008) citado por Llinás (2011) afirma que: “La inducción se relaciona con las razones para aceptar una
hipótesis, para afirmar que es verdadera, en tanto la aplicación del criterio de verificación empírica permite
establecer la verdad de estos enunciados, recurriendo a razonamientos inductivos efectuados con base en otros
enunciados empíricos, en el marco de pautas institucionales de orden procesal” (p. 18).
63
De acuerdo con Rodríguez-Santos (2017, p. 7) “la lógica formal es una ciencia que estudia los principios de
la demostración y la inferencia válida” siendo principios de la lógica formal: el principio de identidad, el
principio de contradicción, el principio de razón suficiente y el principio de causalidad.

163
jurídico. Aunque lo anterior no supone que el juez en esta fase (y dentro de sus facultades
intelectuales) no pueda utilizar otros métodos de valoración que le permitan también
alcanzar algún grado de certeza. No obstante, el procedimiento inductivo-reconstructivo es
sin duda un método que permite la corroboración fáctica y la corrección lógica de cada
medio probatorio documental, de cara a reconstruir la verdad 64 de los hechos debatidos.

Ahora bien, dentro de esta primera fase lógica, concurren dos (2) etapas claves en la
valoración de la prueba documental de acuerdo con Abel (2014). En una primera etapa que
ocurre al momento de entrar en contacto con el medio probatorio documental, lo primero
que debe hacer el juez es verificar la autenticidad65 del documento, y con posterioridad
entrar a determinar la capacidad o eficacia probatoria del mismo. Esta primera etapa se
caracteriza porque el juez indaga sobre la autoría o el origen de la elaboración del
documento. No obstante, tanto en el documento público como en el privado predomina una
presunción de legalidad, pero su autenticidad suele ser más cuestionada en el documento
privado por la parte contra quien se dirige su reconocimiento. Una vez determinado su
fuente, se procede en una segunda etapa a establecer su eficacia probatoria, la cual implica el
reconocimiento de su capacidad para demostrar la existencia de un determinado enunciado
factico presentado por cualquiera de las partes al interior del proceso. No obstante, que
puede variar de acuerdo a las circunstancias del caso. Y serle atribuido un mayor grado de
eficacia a determinada prueba documental con respecto de otra. Todo esto sin perjuicio de la
valoración conjunta cuando se allegan varias pruebas documentales que permiten inferir
proposiciones fácticas tal y como lo establece el artículo 176 del CGP.

64
De acuerdo con Rodríguez-Santos (2017): “Es contrario a la lógica formal: la contradicción, la incoherencia,
la subjetividad, la vaguedad y ambigüedad del pensamiento, lo erróneo, lo falso, lo inconsecuente y todo
aquello que pone en duda la razón humana. Constituye conforme a la lógica formal: la probabilidad, lo
verosímil o la certeza” (p. 19).
65
Esta verificación se logra a través del procedimiento de la observación de rastros y vestigios, y la
observación comparada, la cual se puede realizar con otros documentos que obedezcan a la misma categoría,
origen, función, regulación y naturaleza o con el conocimiento profesional del operador jurídico sobre el
contenido del mismo. Ejemplo: la verificación de la autenticidad de una resolución administrativa.

164
Por otra parte, en una segunda fase de la valoración documental que llamaremos
discursiva66, se proyectan los fundamentos lógicos, científicos o provenientes de la
experiencia para estructurar los argumentos que servirán de base en la sustentación del fallo.
Estos argumentos pueden ser equiparados con la teoría consensual de la verdad, que en el
marco de la teoría del discurso práctico propuesto por Habermas (1973) citado por Alexy
(2007), se define en los siguientes términos:

Sólo puedo [...] atribuir un predicado a un objeto si también cualquiera que pudiera
entrar en discusión conmigo atribuyese el mismo predicado al mismo objeto; para distinguir
los enunciados verdaderos de los falsos, me refiero al juicio de los otros y, por cierto, al juicio
de todos aquellos con los que pudiera iniciar una discusión (incluyendo contra-fácticamente a
todos los oponentes que pudiere encontrar si mi vida fuere coextensiva con la historia del
mundo humano). La condición para la verdad de los enunciados es el potencial asentimiento
de todos los demás (p. 111).

La teoría consensual de la verdad se opone a la teoría de la verdad como


correspondencia67, y pregona dentro de la teoría del discurso 68 práctico69 la pretensión de

66
En la teoría del discurso se habla de una interacción comunicativa, cuya realización no está limitada a que
deba ser desarrollada de forma colectiva con otras personas, también es posible discurrir sobre proposiciones
verdaderas de forma individual o un sentido auto-reflexivo.
67
Véase más en Hessen (2013) sobre la teoría general del conocimiento donde plantea que la verdad es una
correspondencia entre el pensamiento y la realidad (o el objeto) cuando tiene un carácter transigente, o la
concordancia entre el pensamiento consigo mismo, cuando es de carácter inmanente; siendo un criterio de
verdad, la ausencia de contradicción desde un punto de vista lógico.
68
Véase más en Alexy (2007) a través del cual se puede entender el discurso jurídico como el proceso de
hilvanar y desarrollar armónica y coherentemente argumentos, enunciados y proposiciones normativas con los
cuales se puede estructurar el fundamento de cualquier decisión jurídica. A propósito, Alexy (2007) define los
discursos como:
“(…) conjuntos de acciones interconectadas en los que se comprueba la verdad o corrección de las
proposiciones. Los discursos en los que se trata de la corrección de las proposiciones normativas son discursos
prácticos. El discurso jurídico, (…) puede concebirse como un caso especial del discurso practico general que
tiene lugar bajo condiciones limitadoras como la ley, la dogmática y el precedente” (p. 177).
69
Hace referencia a la argumentación normativa (prescriptiva) y/o valorativa del discurso, encaminado a la
justificación de cierto tipo de normas de carácter moral, ética o jurídica en torno a explicar porque y como se

165
validez del hablante, del interlocutor o del intérprete con sus reflexiones o afirmaciones (en
este caso las del juez). Es decir que para que una proposición sea verdadera se requiere que
ésta se encuentre unida y justificada a la pretensión de validez de los actos de habla 70
constatativos71 de acuerdo con Habermas (1970) citado por Alexy, (2007, p. 113). En tal
sentido, la verdad de una aserción72 solo es posible desde una perspectiva pragmática, si la
misma permite una justificación amplia acerca de su validez, y la hace depender de esto
mucho más que de aquello que se puede deducir directamente de su contenido.

Pero Habermas (1970) citado por Alexy, (2007) va mucho más allá y sostiene que el
mero consenso racional, al no ser posible obtener la versión o el acuerdo de todos, se logra a
través de lo que él ha denominado el consenso fundado, frente a lo cual Alexy (2007)
interpreta como aquel que se basa en la fuerza del mejor argumento. Es decir que en el seno
de la teoría del discurso práctico, el mejor argumento sería el que tenga la capacidad de
justificar racionalmente la pretensión de validez del acto del habla que evoca el intérprete,
en este caso el intérprete de la norma jurídica.

Bajo estos presupuestos, podemos trasladar el enfoque de esta teoría al ámbito de las
proposiciones jurídicas73 que se plantean durante el ejercicio de la valoración de la prueba

deben comportar sujetos racionales dentro de un contexto de comunicación determinado. En este caso, dentro
del marco de en una discusión jurídica.
70
Hace relación a la doble acción que se desprende del acto del habla, pues mientras se afirma algo, también se
está haciendo el acto de afirmarlo, simultáneamente. Ejemplo: la expresión: “conozco el fin de este camino”, es
una aserción, y al mismo tiempo dice algo acerca del camino que afirma conocer quien manifiesta el enunciado
(Alexy, 2007).
71
Véase más en Galicia (2011, p.3) que explica que: “(…) el único criterio para que un enunciado fuera
considerado significativo era que se pudieran constatar, o verificar, contrastando enunciados descriptivos
(leyes o hipótesis) con respecto a hechos. Así, los enunciados que importaban eran los que se les podía predicar
verdad o falsedad, lo demás era metafísica11.efinir la teoría del discurso práctico”.
72
Esta equivale a una proposición que tiene la capacidad de dar por cierto algo.
73
Ver más en Habermas (1970) citado por Alexy (2007, 119-121) quien sostiene que, si bien la teoría
consensual consiste en el potencial asentimiento fundado de todos, esta teoría no solo tiene aplicación para
establecer la verdad de una proposición normativa, sino que también aplica para la corrección de una
proposición normativa.

166
documental, a través de la cual se le podría exigir al juez la utilización de una argumentación
dotada de una capacidad discursiva superior, donde el valor de una determinada prueba
documental se encuentre determinada por el uso de proposiciones y aserciones válidamente
justificadas y consensualmente reconocidas por los tribunales dentro del propio precedente
judicial.

Igualmente, existen ciertas reglas técnicas sobre la carga argumentativa que debe
cumplir el operador jurídico durante el procedimiento de valoración de la prueba documental
y la fundamentación del fallo, las cuales resultan aplicables y exigibles para aproximar la
disertación lógica del juez a un grado admisible de razonabilidad. Alexy (2007) las define
como aquellas que permiten ordenar la discusión a efectos de evitar bloqueos en la
argumentación, las cuales, adecuadas a la valoración probatoria documental, tendrían la
siguiente presentación:

a) Cuando se pretenda tratar una prueba documental A diferente a una prueba


documental B, el juez está en la obligación de fundamentarlo.
b) Cuando se pretenda valorar varias pruebas documentales de forma conjunta el juez
está en la obligación de fundamentarlo.
c) Cuando se niegue la autenticidad, eficacia o relevancia de la prueba documental, el
juez está en la obligación de fundamentarlo.
d) Cuando se ataque una proposición probatoria o una norma jurídica que es objeto
de discusión, el juez debe dar una razón para ello.
e) Cuando se ataque una proposición probatoria o una norma jurídica que no es
objeto de discusión, el juez también debe dar una razón para ello.
f) Cuando se aduzca un argumento a favor de la validez de una prueba documental el
operador jurídico está obligado a dar sus argumentos y a explicar su postura frente
a todos los posibles contraargumentos que se le puedan presentar (frente a la
interposición de recursos).

167
g) Cuando se introduzca en la valoración una afirmación sobre manifestaciones
personales que no se refieran a los enunciados facticos del proceso o las pruebas
documentales allegadas, el juez debe fundamentar porque introdujo esta
afirmación (aunque esto en la práctica no ocurre a menudo).

Todo esto, en ejercicio de una reflexión discursiva con sujeción a la teoría de la


argumentación jurídica propuesta por Alexy (2007), sobre las cuales el operador jurídico
pueda realizar operaciones fundamentales en la valoración probatoria documental, para
permitir: equiparar el alcance y la eficacia de la prueba documental frente a los enunciados
empíricos del proceso y; proyectar proposiciones jurídicas coherentes, acordes con los
conceptos vinculantes del derecho que a objetos probatorios similares le hayan atribuido los
tribunales a través del precedente judicial.

En efecto, los enunciados empíricos del proceso no son menos que aquellos que han
sido afirmados y reconocidos por las partes (individual o conjuntamente) dentro del proceso
judicial. Mientras que las proposiciones jurídicas son enunciados o afirmaciones en torno y
dentro de los límites y posibilidades que ofrece el derecho, los cuales le permiten al
operador jurídico proyectar los argumentos que le sirven de fundamento para su decisión
final. En este caso, respecto al peso de la prueba documental.

En síntesis, la valoración de la prueba documental bajo el sistema de convicción de la


sana crítica encuentra un indiscutible fundamento teórico en la teoría consensual de la
verdad, y la teoría de la argumentación jurídica de Alexy (2007), pues a través de sus reglas
sobre la carga argumentativa se puede garantizar la posibilidad de proyectar el mejor
argumento para defender o rechazar la validez de la prueba documental aportada y el mejor
fundamento para adecuarla dentro de la decisión final del fallo. Asimismo, en la fase lógico
inductiva, el juez cuenta con un instrumento metódico valido para establecer válidamente la
autenticidad y la eficacia de la prueba documental a través de la observación rigurosa y
comparativa de aquellos medios de prueba regular y oportunamente allegados al proceso.

168
3.4. Errores judiciales en la valoración de la prueba documental

Antes de empezar, resulta importante considerar que contrario a como lo plantea


Bonorino (2011) la ocurrencia del error judicial no puede verse trasladada a un plano de
responsabilidad compartida o de coautoría simultanea entre las partes y el juez, haciéndose
ver como determinantes a las primeras por la facultad que detentan para interponer recursos
o alegar nulidades, por encima de los poderes y facultades oficiosas que le asisten al propio
juez, y el cumplimiento de sus deberes de corrección, certeza y fundamentación racional de
la decisión del fallo. De cualquier manera, es claro que más allá de una posible concurrencia
de responsabilidades la ley es precisa en señalar como presupuesto procesal el agotamiento
de los recursos por parte de los afectados de la decisión ilegal.

El concepto de error judicial en la valoración de la prueba es una modalidad de error


que puede manifestarse de diversas maneras en los distintos medios y etapas probatorias que
regula la ley procesal. Una de ellas es la que ha definido el Consejo de Estado como error
por indebida valoración de la prueba, la cual ha sido enfatizada en el presente trabajo dentro
del ámbito de la prueba documental.

Son diversos los pronunciamientos del Consejo de Estado sobre el error judicial en los
que refieren como causa determinante la indebida valoración de la prueba (y desde luego de
la prueba documental), v. g. las sentencias de la Sección Tercera (Consejo de Estado,
Sentencia, Rad. 15128, 2007) y (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 22322, 2012)
especialmente cuando coinciden en afirmar que: “el error judicial que da lugar a la
reparación es toda disconformidad de la decisión del juez con el marco normativo que
regula el tema de la decisión, incluida la valoración probatoria que corresponda realizar”.

Del mismo modo, la jurisprudencia de la Sala Civil, Laboral y Penal de la Corte


Suprema de Justicia han desarrollado toda una serie de parámetros sobre el error judicial en
la valoración probatoria, y de manera particular en la valoración probatoria documental. Sea

169
el caso referirse a un precedente de la Sala Civil (Corte Suprema de Justicia, Sentencia, SC-
15032, 2017) y (Corte Suprema de Justicia, Sentencia, SC-9721, 2015) relacionados con el
desacierto judicial proveniente de la inadecuada interpretación de la demanda, frente a la
cual han señalado que:

La vulneración indirecta de la ley sustancial por error de hecho en la indebida


interpretación de la demanda, se concreta a una desfiguración del debate, por analizar el
fallador aspectos ajenos a los que se someten a su estudio, como corolario de una
equivocación manifiesta en la comprensión del querer allí expresado.

El desacierto conduce a que se analice la cuestión en un marco normativo que no le es


propio, como producto de ese desvío, dejando de solucionar los puntos que se sometieron a la
discusión litigiosa.

Queda por fuera de este tipo de reparo el ejercicio de la facultad de esclarecer o


dilucidar los textos confusos o contradictorios, cuando con ello se persigue un apropiado
ejercicio de la función judicial.

Al respecto, como tiene dicho la Corte,

La apreciación errónea de una demanda constituye motivo determinante de la casación


de un fallo proferido por la jurisdicción civil, habida consideración que adoleciendo este
último de un defecto de tal naturaleza, la decisión adoptada dirimirá el conflicto con apoyo en
reglas de derecho sustancial que le son extrañas y, por consecuencia, habrá dejado de aplicar
las que son pertinentes para regularlo (…).

(…) En otras palabras y en orden a que tengan relevancia para los fines señalados, la
falencia de juzgamiento de la que viene haciendo mérito debe tener origen en un yerro
objetivo que surgiendo de una desfiguración evidente y por eso mismo perceptible de manera
intuitiva, vaya contra toda razón en cuanto que, tergiversando el texto de la demanda '...le hace
decir lo que no expresa o le cercena su real contenido' (…) en lo que atañe a la causa pretendí
hecha valer por el actor, el petitum por él formulado o la naturaleza jurídica de la pretensión
concreta entablada (…).

170
Entre tanto, la doctrina especializada ha identificado varios tipos de error judicial que
se pueden originar desde y durante la valoración de la prueba por parte del juez. De acuerdo
con Rodríguez-Santos (2017, p. 58), existen dos (2) sub-tipos de error de derecho y tres (3)
de error de hecho, tal y como se observa en el siguiente cuadro:

Cuadro 14
Tipo Subtipo Descripción

a) Cuando el juez valora como tarifado un


medio probatorio que carece de tarifa
legal.
El error por falso
b) Cuando el juez desconoce la tarifa legal
juicio de convicción.
de un medio probatorio.
c) Cuando el juez no acata o no respeta un
medio de prueba requerido por la ley.
Error de derecho
a) Cuando el juez otorga valor probatorio
a un medio de prueba sin el
cumplimiento de formalidades exigidas
El error por falso
por la ley.
juicio de regularidad
b) Cuando el juez no otorga valor
probatorio a un medio de prueba con el
cumplimiento de formalidades exigidas.

Se presenta cuando el juez ignora o pasa


por desapercibido el medio de prueba
El error por falso
Error de hecho allegado al proceso o bien cuando el juez
juicio de existencia
supone la existencia de un medio de prueba
allegado al proceso, es decir, se lo inventa.

171
Se puede presentar en tres casos:

a) Cuando el juez al medio probatorio


allegado al proceso, le agrega
contenidos probatorios o expresiones
El error por falso
fácticas.
juicio de identidad
b) Cuando el juez a un medio de prueba le
mutila su contenido integral o contexto.
c) Cuando el juez da una interpretación
forzada al medio de prueba allegado al
proceso.

Se configura cuando el juez viola con


respecto a un medio de prueba, los
El error por violación
principios de la lógica, experiencia, sentido
a la sana critica
común, ciencia, reglas de una determinada
disciplina.

Nota: Fuente de elaboración propia, extraído de Rodríguez-Santos (2017, p. 58 y 59).

El tratamiento del error de derecho que se menciona en el Cuadro (14) se ha


reproducido casi de forma similar en la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia,
condicionado bajo los parámetros que ha desarrollado cada una de las salas (Penal, Laboral
y Civil), en atención al tipo y naturaleza de las pruebas documentales que pueden ser
analizadas en el marco de sus respectivos ámbitos de competencia. Por ejemplo, la Sala
Laboral ha advertido que para demostrar la existencia y validez de ciertos actos jurídicos se
requiere de la prueba documental solemne, como es el caso del acta de convención colectiva
(suscrita entre las partes) o el contrato a término fijo, el periodo de prueba o la notificación
del preaviso para la terminación del contrato (en el marco de una relación laboral), la
denuncia del convenio colectivo, entre otras. El error de derecho se aplica en torno al

172
ejercicio regular de la actividad probatoria o la legalidad de la misma de cara a probar las
circunstancias fácticas del caso. En cambio, dentro del ámbito de lo contencioso
administrativo el error de derecho ha recibido un tratamiento diferente, el cual se aproxima
más hacia la legalidad del proceso o sus procedimientos en general, no estando restringida
exclusivamente al mero ejercicio probatorio.

Valga decir que los errores relacionados en el cuadro (14) pueden tener lugar en
proporciones relativas dentro de la valoración de casi todos los medios de prueba 74, pero
para el caso de la valoración de la prueba documental, encajan todos los tipos y subtipos de
error de hecho y de derecho descritos por Rodríguez-Santos (2017).

Ahora bien, el proceso lógico-discursivo de la valoración de la prueba documental, es


una fase crítica del proceso donde puede tener lugar la mayoría de los errores mencionados,
los cuales se cristalizan en la sustanciación del fallo, incluso bajo la apariencia de una
retórica jurídica elegante y ordenada, pero que en el fondo contiene deficiencias importantes,
que devienen en decisiones irracionales, infundadas o estructuradas con proposiciones
contrarias a los principios de la lógica formal y del orden positivo. Dentro de dicho proceso
valorativo, pueden tener lugar diferentes tipos de errores que no se limitan a la fase de la
sana crítica o al subtipo de error por violación a las reglas de la sana critica.

Precisamente, los errores de derecho por falso juicio de convicción75 y de falso juicio
de regularidad que Rodríguez-Santos (2017) menciona, tienen lugar dentro de la
confrontación meramente normativa que el juez realiza con cada medio probatorio que está
valorando (en este caso del documental), los cuales se descubren en los fundamentos de la

74
Como sería el caso de los medios de prueba del indicio, o el juramento, dentro de los cuales no tendría
sentido analizar los tipos y subtipos de error estudiados.
75
Véase más en Silva (2011, p. 82): “El falso juicio de convicción es una modalidad del error de derecho
propio de un sistema probatorio de tarifa legal que se opone a uno basado en el principio de libertad probatoria.
“La tarifa legal o positivación del valor probatorio consiste en que la eficacia de la prueba la fija la ley”.

173
decisión judicial, y en las consideraciones del caso, siendo el común denominador la
asignación de valores normativos indebidos, desacertados o no reconocidos en la ley.

También, es importante precisar que los errores de hecho y de derecho mencionados


en el Cuadro (14) trascienden en su configuración al título de imputación jurídica por error
judicial, y la eventual responsabilidad extracontractual del Estado (con el cumplimiento de
los presupuestos de ley) cuando tienen lugar directamente sobre la valoración de una prueba
documental relevante76. De ahí que podamos hablar del error en la valoración de la prueba
documental como fuente de responsabilidad estatal.

De otro lado, se debe advertir que con respecto a las categorías que plantea Santofimio
(2016) dentro del ámbito del error de derecho, por la falsa interpretación y la errónea
interpretación del orden positivo (específicamente), subsisten algunas diferencias
importantes, en ellas las que están relacionadas con el elemento intencional o doloso del
operador judicial. Es decir, que para Santofimio (2016) es la voluntad y no el hecho del daño
el que determina la diferencia entre la interpretación normativa falsa y la simplemente errada
o inconsciente (frente el caso de la violación directa del orden positivo por ejemplo).

No obstante, Rodríguez-Santos (2017) en un análisis menos pragmático, no hace


referencia a que dicha falsedad en el juicio (en ninguno de los subtipos mencionados) sea
producto de una intensión exclusivamente amañada, arbitraria o dolosa de parte del juez en
la valoración del medio probatorio, por consiguiente se debe aceptar que estas categorías de
errores son objetivas, y no atienden al hecho de que se puedan generar de forma intencional
o inconsciente de parte del juzgador; de cualquier forma, se debe decir que su ocurrencia,
aun se circunscribe dentro del ámbito del error judicial en sentido amplio (supra), pues se
tienen que presentar los presupuestos jurisprudenciales y legales necesarios para que se

76
Haciendo énfasis en aquella prueba que es decisiva, determinante o influyente para la decisión de fondo del
fallo.

174
estructure la responsabilidad patrimonial del Estado. Un poco de este argumento también se
puede invocar para la categoría del error de hecho descrita por Rodríguez-Santos (2017).

En cuanto al error de hecho que plantea Santofimio (2016) relacionado con la


percepción errada de los detalles facticos del proceso como la identidad, la naturaleza, el
objeto, los motivos y la propia sustancia de las partes, se puede decir que esta teorización no
se contradice con los postulados de Rodríguez-Santos (2017), sino que por el contrario se
complementan, especialmente si se tiene en cuenta que: el error por falso juicio de
existencia, el error por falso juicio de identidad, y el error por violación a la sana critica
conllevan a producir efectos directos o similares en los generados por los errores en los
detalles facticos del proceso. En tal sentido, un error en la identidad de los medios
probatorios puede tener lugar cuando el juez le agrega, mutila o da interpretaciones forzadas
a los contenidos probatorios o expresiones fácticas existentes dentro del proceso.

De otro lado, se debe reconocer que algunos subtipos de error establecidos en el plano
de la lógica formal pueden entrar en conflicto con ciertas disposiciones procesales como
ocurre dentro del denominado error por falso juicio de regularidad, de manera particular
frente a documentos requeridos por la ley y de uso comercial como lo es la factura como
título valor en el marco de un proceso ejecutivo singular. Toda vez que el artículo 430 del
CGP señala que los requisitos de forma de los títulos ejecutivos, y de la factura de venta en
particular (Congreso de la Republica, Ley 1231, 2008) solo se pueden controvertir en una
fase inicial77 del proceso ejecutivo, mediante la interposición del recurso de reposición por
quien detente la calidad de demandado 78. De manera que, si supera esta etapa sin

77
Dentro de los cinco (5) días siguientes a la notificación del mandamiento ejecutivo.
78
El inciso 2° del artículo 430 del CGP dice que: “Los requisitos formales del título ejecutivo sólo podrán
discutirse mediante recurso de reposición contra el mandamiento ejecutivo. No se admitirá ninguna
controversia sobre los requisitos del título que no haya sido planteada por medio de dicho recurso. En
consecuencia, los defectos formales del título ejecutivo no podrán reconocerse o declararse por el juez en la
sentencia o en el auto que ordene seguir adelante la ejecución, según fuere el caso”.

175
controversias sobre los requisitos de forma, simplemente el título adquiere un atributo
especial de mérito ejecutivo para el juez, pese a que persistan deficiencias de forma en el
título. En tales circunstancias, no se podría afirmar que el juez que valora este documento
como idóneo para demostrar la existencia de una obligación dineraria necesariamente
incurra en un error por falso juicio de regularidad pues si se atiende el rigor de la
regulación adjetiva de la norma, esta prueba documental tiene una tarifa legal de orden
procesal, que no tendría por qué generar un eventual error judicial a pesar de que el juez le
esté reconociendo suficiente valor probatorio a un medio de prueba sin el cumplimiento de
las formalidades exigidas por la ley. De manera que la configuración de este tipo de errores
no tiene asidero bajo estas circunstancias.

Lo anterior es un ejemplo excepcional, claro está, que no está dirigido a desconocer las
categorías mencionadas, pero que sirve para entender de alguna manera, la naturaleza
relativa y compleja que pueden llegar a presentar estos conceptos abstractos en torno al
error judicial y la dificultad epistemológica que conlleva adecuarlo a todas las situaciones
litigiosas de forma directa.

Finalmente, en las modalidades de error de hecho que han sido establecidas por la
jurisprudencia de la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 30300, 2014) para
la valoración probatoria, se pueden incluir y desarrollar todos los sub-tipos de error de
hecho y de derecho mencionados en el Cuadro (14), pero de forma acentuada en la
modalidad de omisión de consideración y valoración arbitraria, como modalidades del
título de imputación jurídica de error judicial, tal y como se observa a continuación en la
explicación de las siguientes modalidades de error judicial:

3.4.1. La omisión de decreto.

En esta modalidad se hace referencia a dos situaciones irregulares de la actividad


probatoria, la primera estaría relacionada con el hecho de que el juez no ordena o no permite

176
la realización de las pruebas conducentes, pertinentes o útiles dentro del proceso, situación
que conlleva a una abstención negativa al sustraerse del deber de ordenar determinadas
pruebas, o en su defecto de practicar una determinada prueba, lo que conlleva a la ausencia
de fundamentos probatorios dentro del proceso.

En estos términos, se puede decir que dentro del ámbito de la omisión de decreto solo
puede concurrir el no decreto de la prueba, con la no práctica de la prueba decretada (dos
hipótesis diferentes de la misma modalidad).

La omisión de decreto no se puede relacionar con ninguno de los subtipos del Cuadro
(14) toda vez que esta no hace parte de la fase estrictamente valorativa de la prueba, por el
contrario, los errores que conllevan a la omisión de decreto de momento están relacionados
con la ausencia de criterios de conducencia, pertinencia y utilidad en torno a la ordenación
decreto y práctica de las pruebas requeridas para el caso.

3.4.2. La omisión de consideración.

Frente a la modalidad de error por omisión de consideración se debe tener en cuenta


(infra) que, tal y como lo ha establecido la Sala Contenciosa (Consejo de Estado, Rad.
30300, 2014), se refiere a una circunstancia donde la prueba documental debidamente
decretada y recaudada dentro del proceso, es reducida de su valor real mediante una
interpretación que hace el juez de la misma 79. En tal sentido, no le niega, pero si le
disminuye en sus consideraciones internas y externas, el peso y valor real que tiene la
prueba, en cualquiera de los sistemas de convicción que aplica el juez, de modo que resulta

79
De acuerdo con la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia Rad. 30300, 2014), de la siguiente forma:
“(…) desde ningún punto de vista, se está desconociendo la discrecionalidad que en materia de valoración se
les ha atribuido a los jueces, la que se sustenta en los postulados de la sana crítica; no obstante, existen criterios
objetivos de valoración de la prueba que si son desconocidos, configuran este tipo de error”.

177
ser menos determinante de lo que realmente debiera de ser, o dicho de otra manera, el juez
simplifica (aunque no necesariamente de forma intencional) con una interpretación sesgada
el sentido o finalidad que tiene cada medio probatorio. De manera similar, una forma de
error en la valoración documental es explicado por la jurisprudencia de la Sala Civil de La
Corte Suprema de justicia (CSJ), particularmente como causal de casación por la indebida
valoración documental de una demanda, mediante la varias veces referida jurisprudencia
(Corte Suprema de Justicia, Sentencia, SC-3972, 1994) citada por la Corte en (Corte
Suprema de Justicia, Sentencia SC-5474, 2017) cuyo tenor refiere lo siguiente:

La apreciación errónea de una demanda constituye motivo determinante de la casación


de un fallo proferido por la jurisdicción civil, habida consideración que adoleciendo este
último de un defecto de tal naturaleza, la decisión adoptada dirimirá el conflicto con apoyo en
reglas de derecho sustancial que le son extrañas y, por consecuencia, habrá dejado de aplicar
las que son pertinentes para regularlo. Pero es en verdad importante no perder de vista que al
tenor de aquella disposición procesal, para que así sucedan las cosas y sea viable la
información por la causa aludida, deben reunirse varias condiciones que no siempre se dan con
la facilidad que por lo común suponen los litigantes que al recurso en referencia acuden,
residiendo una de ellas, como se sabe, en la necesaria ocurrencia de un genuino error de hecho
que además de manifiesto e influyente en lo dispositivo de la resolución judicial por esta vía
impugnada, ha de consistir en la desfiguración mental o material del escrito de demanda por
falta de cuidadosa observación, capaz de producir por lo tanto una desviación ideológica del
juez en relación con los elementos llamados a identificar el contenido medular de dicho escrito
y respecto de los cuales ese funcionario no tiene atribución para suplir a las partes (…). En
otras palabras y en orden a que tengan relevancia para los fines señalados, la falencia de
juzgamiento de la que se viene haciendo mérito debe tener origen en un yerro objetivo que
surgiendo de una desfiguración evidente y por eso mismo perceptible de manera intuitiva,
vaya contra toda razón en cuanto que, tergiversando el texto de la demanda (...) le hace decir
lo que no expresa o le cercena su real contenido.

Igualmente, la omisión de consideración también se puede presentar sobre la


valoración que hace el juez frente a la forma y el fondo del contenido de un medio de prueba

178
documental. Siendo más fácil demostrar su configuración frente al contenido material que
frente al contenido ideológico del documento. De manera que el primero puede ser incluso
susceptible de un Recurso Extraordinario de Revisión si se logra determinar que el
documento original ha sido adicionado, alterado o manipulado de forma amañada o
intencional por un tercero, conllevando de paso a la configuración de tipos punibles como la
falsedad material o ideológica en documento público y/o privado, de acuerdo a los artículos
286 y ss., del Código Penal colombiano. Esto tiene sentido si se tiene en cuenta que es
precisamente el contenido ideológico del documento lo que se pretende discutir o demostrar
dentro del proceso (la verdad de los hechos probados), pues su contenido material se da por
sentado con la mera recepción del mismo como prueba y la ausencia de contradicción de la
contraparte en el litigio, especialmente cuando el documento es determinante para la
decisión de fondo.

Finalmente, la omisión de consideración se puede configurar como consecuencia de


cualquiera de los subtipos de error de derecho y de hecho, mencionados en el Cuadro (14),
entre ellos el: error por falso juicio de convicción; error por falso juicio de regularidad;
error por falso juicio de existencia; error por falso juicio de identidad; y el error por
violación a la sana crítica.

3.4.3. La valoración arbitraria.

Esta modalidad de error se presenta dentro de la propia motivación de la decisión


judicial, pues en este queda plasmado el análisis y las consideraciones que tuvo en cuenta el
juez para reconocerle valor al medio probatorio en cuestión, por su parte, la Sección Tercera
(Consejo de Estado, Sentencia Rad. 30300, 2014) señala que:

(…) frente a esta modalidad, existe una conducta valorativa; pero a pesar de ello, se
elude una consideración o elementos que imponen una determinada conclusión. En este caso,
el juez esquiva una conclusión jurídica que los medios probatorios le imponen. “Se repite, no

179
es que el juez no valore, o que no tenga libertad para hacerlo, sino que lo hace en contravía de
las evidencias que el propio ciclo probatorio le ha aportado, adoptando al final una decisión
contraevidente, que no solo repugna con el contenido del plenario, sino que contradice el
ejercicio constitucional de la función de administrar justicia que le ha sido encomendada”.

Esta modalidad de error de hecho, se materializa en las conclusiones y fundamentos


aplicados por el juez sobre los medios de prueba regularmente allegados al proceso que ya
fueron valorados. De manera que es posterior a la valoración propiamente dicha de la prueba
y los errores aquí se limitan a la contrariedad entre los enunciados y premisas fácticas
atribuidos a las pruebas valoradas y la conclusión de ellas obtenidas.

3.5. El error judicial y su configuración en la valoración de la prueba documental


como fuente de responsabilidad jurisdiccional del Estado

A partir de los presupuestos jurídicos y teóricos ya desarrollados, se puede establecer


en esta parte, de manera concreta, que cuando se hace referencia a la indebida valoración de
la prueba documental, necesariamente se hace referencia a una inadecuada fundamentación
en el contenido de la decisión judicial80 respecto de la valoración de la prueba (para este
caso de la prueba documental relevante), de igual manera se hace referencia a una
deficiencia en la carga argumentativa que en la justa medida le imponen los medios de
convicción dentro de un determinado proceso (insuficiencia en la carga argumentativa).
Fundamentación que por lo general también es escasa en materia de referenciación de

80
Véase más (Villamil, 2004): “Un ordenamiento jurídico evolucionado sólo considera admisibles aquellas
decisiones fundamentadas en juicios, criterios o parámetros claramente identificables que puedan ser
examinados desde una perspectiva externa a la decisión misma. Salvo para Hércules, la decisión judicial
supone la elección entre diversas alternativas; ello implica que es posible construir varias decisiones y que
aquella con pretensión de erigirse en la decisión judicial es apenas una dentro de un repertorio de soluciones
posibles que emulan por ganar la adhesión del autor –el juez– y de todos quienes por ella sean concernidos” (p.
30).

180
fuentes jurídicas y doctrinales o incluso limitadas o negadas a la aplicación rigurosa de
reglas lógicas de argumentación, similares a los sistemas de silogismos.

Ahora bien, los atributos para que la valoración de una prueba documental sea decisiva
dentro del proceso, estarían determinados por sus presupuestos verificativos: autenticidad,
eficacia y relevancia probatoria, los cuales dentro del procedimiento de la valoración
probatoria documental, no podrían ser desconocidos por el juez, a riesgo de incurrir en un
potencial error judicial que se verá reflejado en la fundamentación del fallo. Estos rasgos
deben estar suficientemente acreditados dentro del documento y en tales condiciones es que
el juez debe proceder.

De acuerdo a lo anterior y sobre la base de las proposiciones jurídicas mencionadas


que pueden surgir en un escenario de valoración probatoria documental, se pueden plantear
reglas y fórmulas variadas para una fundamentación adecuada y racional de la decisión
judicial (además de las relativas a la carga argumentativa). Sin embargo, para los fines del
presente trabajo, se abordará un esquema de silogismo condicional81 correlacionando con los
tipos error de hecho establecidos por la Sección Tercera (Consejo de Estado, Sentencia Rad.
30300, 2014) y los sistemas de convicción (SC) arriba analizados, para tratar de evidenciar o
descubrir algunas situaciones o posibilidades de carácter lógico que permitan sospechar o
anticipar la presencia de futuros errores judiciales dentro de la fase de valoración.

En estos términos, se comienza por caracterizar al menos seis (6) situaciones lógicas
hipotéticas condicionales que pueden ocurrir en el ejercicio de la valoración y práctica de la
prueba documental relevante, las cuales debe tener en cuenta el juez para anticipar la
ocurrencia de un error judicial dentro de la fundamentación del fallo. Entre estas se pueden
destacar las siguientes:

81
De acuerdo con Asencio y Valdez (1993): “Los silogismos condicionales o hipotéticos son aquéllos en que
una o ambas premisas son juicios condicionales o hipotéticos” (p. 44).

181
1) Cuando en la valoración de la prueba documental el juez se base en la libre
convicción personal, no aplica ni tarifa legal, ni sana crítica.
2) Cuando en la valoración de la prueba documental la ley imponga tarifa legal y el
juez la esquive injustificadamente en las conclusiones fácticas del fallo, incurre en
valoración arbitraria82.
3) Cuando la prueba documental deba ser sometida a la sana crítica en su valoración
y el juez aplique íntima convicción personal en las conclusiones fácticas del fallo,
incurre en valoración arbitraria83.
4) Cuando en la valoración de la prueba documental, el juez se niegue
injustificadamente a reconocer su peso fundamentado en la libre convicción
personal, incurre en omisión de consideración.
5) Cuando el juez se niegue injustificadamente a ordenar la práctica de una prueba
documental que cumple con los RIP 84 incurre en omisión de decreto85.
6) Cuando el juez se niegue injustificadamente al decreto de una prueba documental
que cumple los RIP, incurre en omisión de decreto.

Frente a este panorama, y la posibilidad de inferir ilimitadamente más y nuevas reglas


lógicas, resulta indispensable resumir y destacar en un esquema (si es posible) que sirva de
base para proyectar los planteamientos lógicos anteriores, los cuales podrían representarse
bajo un silogismo condicional de causalidad, expresados con los siguientes datos, así:

a) Requisitos de idoneidad probatoria (RIP): conducencia, pertinencia y utilidad.

82
Véase más en el cuadro 14, p. 169.
83
Véase más en el cuadro 14, p. 169.
84
Véase más en Azula (2015) quien los refiere como requisitos objetivos del acto probatorio. “Son los
referentes a la materia u objeto del proceso y están constituidos por la conducencia, la pertinencia, la utilidad,
así como la ausencia de prohibición legal. Requisitos de idoneidad de la prueba (RIP).
85
Aunque no se puede descartar que se pueda hablar de una nueva figura de error de hecho, cuya
denominación podría ser la de “ordenación arbitraria de la prueba”, la cual implicaría tanto su decreto como su
práctica.

182
b) Presupuestos de verificación documental (PV): autenticidad y eficacia probatoria.
c) Modalidades de error judicial (EJ) en la valoración probatoria: A) omisión de
decreto, B) omisión de consideración y la C) valoración arbitraria.
d) Prueba documental relevante (pD).
e) Valoración probatoria (V).
f) Justificación razonable (Jr)
g) Fundamentación del fallo (F).

Conforme a estas variables, se pueden correlacionar las siguientes situaciones


hipotéticas sobre las cuales el juez desde la aplicación de los sistemas de convicción puede
llegar a incurrir en un error judicial dentro de la fundamentación del fallo por ausencia de
fundamentos probatorios o por la indebida valoración de la prueba documental de acuerdo a
los planteamientos lógicos que se observan a continuación:

i.  (F) (pD)  (RIP  Jr)  A = EJ


ii.  (F)  (V) (pD)  (PV)  Jr  B = EJ
iii.  (F) (V) (pD)  Jr  (PV)  C = EJ86

En el primer (i) planteamiento se puede observar que se representa una premisa lógica
que afirma, de acuerdo a los datos suministrados en los literales anteriores, la expresión: si
en la fundamentación del fallo, a la prueba documental relevante, se le niegan los requisitos

86
Donde (PV) Presupuestos de verificación documental corresponde a los rasgos de: autenticidad y eficacia
probatoria; (EJ) significa error judicial; y los literales en mayúscula representan las diferentes modalidades de
error judicial en la valoración probatoria: A) omisión de decreto, B) omisión de consideración y la C)
valoración arbitraria; (pD) prueba documental relevante; (V) Valoración probatoria; (J) Justificación razonable;
(F) Fundamentación del fallo.
En cuanto a los símbolos lógicos: () equivale a negación; () significa entonces (silogismo condicional); y
() es el símbolo lógico de la conjunción disyuntiva (o) que tiene un carácter excluyente. Finalmente  es una
conjunción que significa relación de adición entre dos o más premisas.

183
de idoneidad probatoria y se le niega una justificación razonable de esta decisión, entonces
se obtiene una omisión de decreto y por consiguiente un eventual error judicial.

En el segundo (ii) planteamiento lógico, se puede interpretar la siguiente expresión


lógica: si en la fundamentación del fallo, se niega la valoración de la prueba documental
relevante y sus presupuestos de verificación, sin una justificación razonable se obtiene una
omisión de consideración como modalidad de error judicial.

En el tercero (iii), se puede interpretar la siguiente premisa: si en la fundamentación


del fallo, se introduce la valoración de la prueba documental relevante, sin una justificación
razonable y sin los presupuestos de verificación, se produce una valoración arbitraria como
modalidad de error judicial.

De acuerdo a lo anterior, se pueden inferir algunas conclusiones adicionales tales


como que en la fundamentación del fallo es donde tiene lugar o se materializa el error
cometido por el juez durante la valoración probatoria documental; que el error judicial solo
puede tener lugar a partir de la indebida valoración de la prueba documental relevante; que
los presupuestos de verificación documental solo son importantes para definir la
responsabilidad en las modalidades de omisión de consideración y en la valoración
arbitraria; que la justificación razonable de la decisión aparece en todas las modalidades de
error como un elemento atenuante o agravante de la validez de los argumentos utilizados.

Asimismo, se debe agregar que los sistemas de convicción de la tarifa legal y la sana
critica no se pueden relacionar con la omisión de decreto, pues estos sistema de convicción
concurren en la última fase de la actividad probatoria (en el ámbito valorativo) y no son las
que le imponen al juez el deber de ordenar, decretar o justificar razonablemente su negativa
de practicar o recaudar determinada prueba, sino que son las que lo orientan a determinar el
grado de relevancia jurídica que se le debe atribuir a un determinado medio de prueba
allegado al proceso. De manera que el primer planteamiento lógico no puede establecer una
relación directa con la tarifa legal, ni con la sana critica, pues esta modalidad de error tiene

184
lugar en una fase procesal inicial, que de hecho es previa al procedimiento de valoración en
sentido estricto de la prueba.

De otro lado, es posible admitir que la libre convicción personal puede ser causante de
un error por omisión de consideración y de valoración arbitraria cuando la prueba
documental provenga de una fuente científica o conlleve una regulación legal implícita o
explícita sobre su alcance. Y especialmente cuando sobre la base de este sistema de
valoración probatoria no coincidan los resultados con la expectativa de valoración razonable
que se desprende de un documento que objetivamente satisface todos los estándares legales
y científicos requeridos.

Ahora bien, pasa algo diferente si el juez opta por decretar o practicar de oficio, en vez
de negar, la prueba documental, basado en la libre convicción personal, pues aquí se
encuentra que si bien no incurre directamente en un error judicial si puede generar una falta
disciplinaria en su contra por extralimitación de funciones o por desconocimiento de los
deberes del juez del artículo 42 del CGP por la dilación del proceso, sobre todo cuando esta
no cumple con los RIP: conducencia, pertinencia y utilidad de la prueba. Sin embargo, de
forma indirecta este comportamiento también puede conllevar a un error de hecho, cuando
se adicionan circunstancias fácticas irrelevantes al caso, la cual se podría representar bajo la
siguiente formula, así:

Igualmente, se debe precisar que si de lo que se trata es del valor probatorio del
documento allegado al proceso, o de la forma de interpretación de la prueba documental que
aplica el juez, basado en la libre convicción personal este puede incurrir
(probabilísticamente) en omisión de consideración o valoración arbitraria (bien porque no
la valore, o porque la valore sesgadamente).

En suma, las anteriores premisas lógicas permitieron demostrar como las mencionadas
variables, bajo ciertas combinaciones específicas, le permiten otorgar un mayor grado de
precisión y por qué no, de predictibilidad a las decisiones judiciales y fundamentaciones

185
adoptadas por los jueces, junto con las operaciones mentales que estos realizan, o se espera
que apliquen a la hora de someterse a la actividad probatoria en las fases de ordenación y
valoración de la prueba documental dentro del proceso.

Finalmente, las modalidades de error de hecho analizadas, junto con los subtipos de
error de Rodríguez-Santos (2017) conllevan a considerar la posibilidad de adoptar o siquiera
procurar la elaboración de un sistema estandarizado de valoración probatoria documental
que además integre elementos o criterios propios de la ciencia documental para analizar de
manera cuidadosa los elementos materiales o ideológicos que se desprenden de este tipo de
medio probatorio, para procurar una mayor certeza y/o probabilidad en la valoración y
fundamentación racional de la prueba, pero sobre todo para evitar que bajo ciertas
situaciones la valoración de la prueba documental conlleve a la configuración de un error
judicial superable.

4. Enfoque causalista. La responsabilidad del Estado por error judicial en la cultura


jurídica colombiana

En este último capítulo, se desarrollará una temática complementaria, pero no menos


relevante en la determinación del título de imputación jurídica objeto de la presente
investigación, el cual está dedicado a resaltar los principales efectos y consecuencias que en
diversos escenarios del ámbito jurídico (normativo, cultural, profesional y económico)
pueden ser originados por la materialización del error judicial (tanto de hecho como de
derecho) que se concreta en las decisiones de los jueces, todo esto enmarcado dentro de un
enfoque causalista que permite relacionar su estructuración (como causa) con los efectos
relevantes que puede llegar a generar, así como las causas de ciertos tipos de error judicial
en Colombia.

La conexión causal a que se refiere este capítulo, difiere del análisis de los elementos
de la teoría de la responsabilidad del Estado, el nexo causal, pues las causas y consecuencias

186
que se relacionan a continuación son de origen externo y posiblemente extraños del proceso
judicial propiamente dicho, pero no menos influyentes en las decisiones de los jueces de
acuerdo a ciertas teorías anti-formalistas del derecho, como lo supuso la corriente del
realismo jurídico.

4.1. El desconocimiento de garantías judiciales y el derecho de reparación 87.

En lo que corresponde a la vulneración de las garantías judiciales, es necesario


precisar que una vez producida una sentencia con error judicial, y de forma concomitante el
daño antijurídico bajo las circunstancias y los presupuestos exigidos por la ley, surge el
derecho a la reparación y/o indemnización en sede judicial por este título, el cual en medio
de sus particularidades, también constituye (teóricamente) un derecho subjetivo 88 en cabeza
de los usuarios y/o administrados afectados por la función jurisdiccional, y que en este caso,
ostentan la calidad de víctimas, toda vez que han sufrido un menoscabo en sus derechos, una
situación que les permite ocupar una posición jurídica determinada (poder jurídico y un
interés), como característica propia de los derechos subjetivos (Arango, 2005).

Asimismo, se trata de un mecanismo judicial que también corresponde con una


garantía de protección, la cual consiste en una acción positiva en cabeza del Estado (Alexy,

87
un conjunto de preceptos que constituyen la RIT, estos son: i) la reparación cubre a las víctimas, sus
parientes o compañeros y, ii) estas reparaciones pueden ser practicadas de manera colectiva o individual según
lo ha presentado el profesor Noguera, quien además basándose en los principios de Van Boven/Bassiouni que
se propusieron en la Asamblea General de las Naciones Unidas en el 2005, establece los siguientes
instrumentos como medios que se pueden utilizar para esta reparación: restitución21, indemnización (Martínez,
Cubides, Díaz 2016, p. 496)
88
En tal sentido se expresado el Consejo de Estado mediante sentencias con (Rad. 38362, 2016) y (Rad. 39938,
2017) cuando en sus consideraciones afirman que esta corporación ha sostenido que se le atribuye al error
judicial todo tipo de: “falencias en las que se haya incurrido al momento de dictar providencias judiciales por
medio de las cuales se haya interpretado, declarado o hecho efectivo un derecho subjetivo”.

187
2010), que también se puede entender como el derecho a la reparación del daño generado
por un error judicial.

Una reparación que se traduce en una compensación del daño, la cual se materializa
mediante acciones concretas, como su reconocimiento en dinero o medidas resarcitorias,
atendiendo, claro está a las distintas esferas en que se pudo haber visto afectado el usuario,
bien desde el ámbito patrimonial o incluso el extrapatrimonial (Isaza, 2013).

Ahora bien, los derechos subjetivos se pueden manifestar a través de libertades,


derechos a algo y competencias, que en resumen, suponen una serie de derechos que una
persona en el ejercicio de su posición jurídica puede llegar a ejercer con respecto a
determinado obligado, que como en este caso, es el Estado (Arango, 2005), a través de la
Administración de Justicia. Otros derechos incluidos comprenden, el derecho al
reconocimiento del perjuicio, su adecuada cuantificación, la revocabilidad de la decisión (de
ser posible), dentro de los cuales es indispensable que correspondan a un perjuicio cierto y
directo, a efectos de que sea reparable (Isaza, 2013).

Aunque, claro está, el binomio daño y reparación, debe de estar respaldado en un


mandato, que a veces puede coincidir con derechos de protección de carácter alternativo y
disyuntivo, dada las diversas formas en que un mismo hecho dañoso se puede solucionar o
atender dentro de un margen de proporcionalidad (Alexy, 2010). Es decir, bajo parámetros y
criterios de limitación tolerables para la protección de ciertos derechos fundamentales
afectados, que puedan entrar en colisión bajo determinadas condiciones. (v. g. la publicación
masiva de la imagen de un delincuente vs la honra y buen nombre de la persona).

En cualquier caso, es claro que los derechos subjetivos, no pueden ser menos que
aquellos contenidos en una norma jurídica, respaldados por una obligación, y enmarcados
dentro de una posición jurídica (Arango, 2005). En otras palabras, los derechos subjetivos
son aquellos derechos (en su mayoría fundamentales) que se encuentran dentro de la esfera
patrimonial de las personas y que sus grados de protección y reconocimiento varían o

188
aumentan de acuerdo a condiciones diversas (calidad del sujeto, contexto del hecho,
regulación de la norma, gravedad del daño, etc.) y a las circunstancias concretas de
afectación, y garantía de quien le correspondía protegerlos.

También es cierto, que si no hay daño, no puede haber responsabilidad y esto implica
que el daño tampoco pueda ser eventual o hipotético, pues de ser así, tampoco podrá ser
indemnizable (Isaza, 2013).

Por último, el derecho a la protección del Estado, supone que existan ciertos grados de
intensidad e interferencia (Alexy, 2010), los cuales tienen la potencialidad de impactar
negativamente los derechos del afectado, que en este caso, ha sido menoscabado por una
providencia contentiva de error judicial, interferencia que a la postre supone el
enfrentamiento con otros derechos que pueden ser de carácter fundamental, como el debido
proceso.

En suma, el error judicial vulnera derechos subjetivos y de protección de los usuarios


que acuden a la AJ en busca de una solución genuina a sus problemas jurídicos, los cuales
no pueden ser desconocidos o vulnerados, y que desde luego al producirse estas
consecuencias, se genera irremediablemente la obligación de reparación, en favor de la
víctima, de tal suerte que deberá recibir una indemnización de acuerdo al tipo y alcance de
perjuicio provocado.

Ya dentro del escenario de la responsabilidad por el ejercicio de la función


jurisdiccional, es importante aclarar que desde la perspectiva del usuario, nace un derecho en
su favor consistente en la indemnización del daño causado, pero desde la perspectiva del
Estado y la administración de justicia, surge una obligación de corresponder a este derecho,
mediante la ejecución de alguna actividad positiva (Vega, 2010).

189
En efecto, el Estado es responsable patrimonialmente por los daños antijurídicos que
le sean imputables, producidos por sus agentes judiciales, bien sea que incurran por acción o
por omisión de sus actuaciones (Gil, 2013).

Esa responsabilidad, de la que se habla es de carácter predominantemente objetiva, la


cual contempla a grandes rasgos, la atribución de consecuencias por el hecho lesivo (Pinzón-
Muñoz, 2014).

A su vez se manifiesta como una falla del servicio de la justicia, y puede tener lugar en
tres (3) eventos ya conocidos, como son el defectuoso funcionamiento de la justicia, la
privación injusta de la libertad y el error judicial (supra), los cuales tienen entidad suficiente
para comprometer al Estado como responsable de causar estos perjuicios (Vega, 2010).

Este ámbito de responsabilidad, le es aplicable a todos los funcionarios judiciales de


cualquier jerarquía y especialidad que detenten la facultar jurisdiccional de administrar
justicia (Gil, 2013). Y se desprende del artículo 90 de la Constitución Política de Colombia,
sin que se excluya del todo la valoración subjetiva de la conducta del funcionario
responsable del daño (Pinzón-Muñoz, 2014).

Por otra parte, se debe resaltar nuevamente que la responsabilidad por la función
jurisdiccional, no opera de manera excepcional, y no está limitada a la vulneración de
derechos fundamentales (Gil, 2013); por el contrario, se debe acreditar la existencia de una
falla del servicio de justicia, acompañado de los elementos de la responsabilidad estatal
(actuación imputable al Estado, nexo de causalidad y daño) este último de carácter
antijurídico, es decir que los administrados no hayan estado en la obligación de soportar, y
sin que para el efecto sea necesario demostrar el tipo de actuación en la que incurrió el
funcionario judicial (Vega, 2010).

No obstante, existen dos (2) tendencias contrapuestas a la aceptación de la


responsabilidad jurisdiccional del al error judicial, una es la referida a la intangibilidad de la

190
cosa juzgada en las decisiones judiciales y la otra es que la aceptación de esta
responsabilidad no es posible por fuera de la actividad normativa (Gil, 2013), situación que
en la actualidad se encuentra superada por la jurisprudencia del Consejo de Estado.

En conclusión, la responsabilidad del Estado por la función jurisdiccional, corresponde


más a un modelo tradicional de responsabilidad objetiva 89, en la que definitivamente se
valora el hecho del daño causado por los funcionarios judiciales, más allá de sus actuaciones
individuales propiamente dichas, sin embargo, esto no va en perjuicio de otras acciones
judiciales, como la acción de repetición o las acciones disciplinarias o penales con las que se
puede exigir el resarcimiento, la condena o la sanción de estos comportamientos.

Con todo, se puede decir que el error judicial como título de imputación jurídica no
solo responde a una mera expectativa de justicia, necesaria para mantener la armonía en el
ordenamiento jurídico, toda vez que con su producción, se pueden generar daños
antijurídicos, en contra del patrimonio y los derechos subjetivos de los usuarios que acuden
al servicio público que presta la AJ.

De manera que su reconocimiento paradójicamente constituye otro apéndice de las


garantías judiciales de los administrados, pues a pesar de que se trate de un proceso judicial
diferente al proceso de origen, su finalidad es la ofrecer un mecanismo o salida para lograr la
protección de una garantía y la reparación de un derecho vulnerado por el mismo sistema de
justicia legalmente establecido.

Finalmente, los derechos de los usuarios, comprenden un conjunto de posibilidades,


expectativas y posiciones jurídicas, que en un momento dado pueden ir más allá del mero

89
En este mismo sentido concluye Betancur (2004) cuando afirma que: “tratándose del error jurisdiccional y de
la detención arbitraria, la responsabilidad debería reputarse como objetiva. No importa si la actuación es
culposa o con falla, pues lo que debe resarcirse en estos casos es el perjuicio causado al ciudadano, con
fundamento en lo que denominan algunos autores el riesgo social”.

191
reconocimiento del perjuicio, la cuantificación del daño, o la posible revocabilidad de la
decisión, toda vez que por culpa de una decisión equivocada pueden verse
significativamente comprometidas, no solo la tutela judicial efectiva del derecho, sino
también garantías judiciales relacionadas con el derecho de:

a) exigir ante los jueces el amparo o el restablecimiento de sus derechos e intereses


legítimos; b) recibir de los jueces la atención oportuna de sus pretensiones en condiciones de
igualdad; c) (…) gozar, en condiciones de igualdad, del tratamiento procesal adecuado con
sujeción a los ritos preestablecidos y con plena observancia de las garantías sustanciales y
procesales previstas en la Constitución y en las leyes; d) (…) obtener, en un tiempo razonable,
un pronunciamiento judicial que resuelva sobre su reclamación; y, e) (…) alcanzar, en cuanto
sea posible, el cumplimiento efectivo de la decisión judicial (Colmenares, 2013 p. 342-343).

Asimismo, y como consecuencia de lo anterior, los propios derechos fundamentales en


especial aquellos relacionados con: el honor y el buen nombre de la persona; la Seguridad
Social, la vida y la salud; la libertad; el acceso a la justicia; las garantías judiciales; el debido
proceso, entre otros, que en ultimas, no solo provocan la ineficacia de todo el ordenamiento
jurídico, sino del sentido correctivo y protector del derecho.

4.2. La reparación judicial por el daño antijurídico causado.

El Estado es la principal fuente de derechos y obligaciones, y especialmente cuando


con las acciones u omisiones de sus agentes, incurre o comete daños antijurídicos en contra
de los asociados, los cuales terminan por verse menoscabados en sus derechos subjetivos y
en sus garantías constitucionales, convirtiéndose en víctimas de las circunstancias de estos
actos.

La Sala Plena (Corte Constitucional, Sentencia, C-160, 2016), ha precisado que en


efecto:

192
El Estado está obligado a garantizar el derecho de las víctimas de violaciones masivas y
sistemáticas de derechos humanos a la reparación integral, ya sea de manera principal, cuando
se establezca su responsabilidad en el daño antijurídico causado, o bien de manera subsidiaria,
en caso de insolvencia, imposibilidad o falta de recursos por parte del victimario.

A propósito de la reparación integral, dentro del Sistema Interamericano de Protección


de DDHH, la propia CIDH tiene un interesante desarrollo jurisprudencial al respecto. En tal
sentido, tal y como lo describen Bruno (2013), Rousset (2011) y López (2009) citados por
Chacón et al. (2015), la Reparación Integral de las victimas incluye como componentes
principales: a) la restitución o resarcimiento in natura; b) la compensación, sustitución o
indemnización; c) la rehabilitación (proyecto de vida); d) la satisfacción y; e) las garantías
de no repetición (p. 20).

Chacón et al. (2015) sostienen que la restitución está relacionada con la posibilidad de
devolver (total o parcialmente) a la víctima al goce efectivo o el ejercicio pleno del derecho
que le fue arrebatado o desmejorado con la decisión o actuación del Estado. Un ejemplo de
esta figura se puede dar cuando se ordena la libertad de una persona que ha sido detenida de
forma arbitraria. Por su parte, la compensación, sustitución o indemnización hace referencia
precisamente al ámbito de las indemnizaciones pecuniarias, dentro de la cual se tasan y
reconocen perjuicios materiales e inmateriales (según correspondan) y modalidades de pago.
En tal sentido, la Sección Tercera mediante sentencias (Consejo de Estado, Sentencia, Rad.
13232, 2001) citada en (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 36604, 2016) ha reiterado que:

(…) la indemnización del perjuicio se hace a título de compensación, pues “… la suma


establecida no se ajustará nunca al monto exacto del perjuicio, pero buscará, de alguna
manera, restablecer el equilibrio roto con su ocurrencia, mas no de restitución y reparación (p.
39).

Dentro de este fragmento, también se hace referencia a los demás parámetros que
aplica el Consejo de Estado para la tasación de los perjuicios, pero de momento estos
aspectos escapan de los alcances de la presente investigación.

193
Por otro lado, es importante reconocer que de cara a los precedentes analizados dentro
de esta investigación se ha podido evidenciar que tanto la restitución como la compensación,
sustitución o indemnización son los componentes de reparación integral a los que más
acuden los demandantes dentro de las acciones de Reparación Directa por error judicial que
se presentan contra el Estado. Algunos ejemplos se pueden observar en las sentencias del
Cuadro 12, y particularmente en las sentencias de la Sección Tercera de la Sala de lo
Contencioso Administrativo (Consejo de Estado, Sentencia Rad. 30330, 2014); (Consejo de
Estado, Sentencia, Rad. 39938, 2017); (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 38640, 2017),
entre otras.

De otra parte, en cuanto al concepto de rehabilitación, Cárdenas & Suarez (2014)


señalan que esta corresponde a una serie de medidas que:

(…) tienen como finalidad ofrecer a las víctimas de violaciones de derechos humanos
una atención integral que les permita borrar, en el máximo grado posible, las secuelas de los
hechos que vivieron. De allí que este tipo de reparaciones comprendan la obligación de los
Estados de prestar gratuitamente a las víctimas servicios psicológicos, psiquiátricos y médicos
por el tiempo que sea necesario (Corte IDH, 24 de noviembre de 2009) (núm. 1.2.5).

Por último, Chacón (2015), refiere a las medidas de satisfacción como aquellas
relacionadas con:

(…) la realización de actos u obras de alcance o repercusión públicos como la


trasmisión de un mensaje de reprobación oficial a las violaciones de los derechos humanos de
los que se trata y de compromiso con los esfuerzos tendientes a que no vuelvan a ocurrir y que
tengan como efecto, entre otros, el reconocimiento de la dignidad de las víctimas (p. 40).

Estas últimas formas de reparación integral, incluyendo la garantía de no reptación, no


son usualmente solicitadas o reconocidas dentro de los fallos condenatorios establecidos por
el Consejo de Estado por error judicial. Posiblemente debido a la naturaleza de las
decisiones judiciales que son revisadas en este ámbito de responsabilidad, no obstante, estos

194
componentes de la Reparación Integral se pueden hacer más visibles dentro de las demandas
presentadas por los títulos de privación injusta de la libertad y defectuoso funcionamiento de
la administración de justicia.

4.3. Efectos mediatos e inmediatos del error judicial.

La consecuencia inmediata de una providencia que declara la responsabilidad del


Estado por el error judicial en el que ha incurrido otro juez o magistrado en el ejercicio de
su función jurisdiccional, es la reparación judicial del daño, que corresponde a una serie de
medidas materiales y/o económicas dirigidas a compensar o resarcir en la mayoría de los
casos el patrimonio del afectado. Aunque también se han dado casos en los que solamente se
ha logrado la derogación del fallo viciado por error judicial tal y como se observa en
(Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 53.553, 2016), sin perjuicio de las costas.

Sin embargo, las consecuencias de esta clase de condenas contra el Estado, no se


quedan en la sola reparación del daño, pues este tipo de decisiones conllevan a la
determinación de otro tipo de responsabilidades que pueden variar de un ordenamiento
jurídico a otro.

En efecto, Frías (2012) precisa que el error judicial desde la óptica de las diferentes
ramas del derecho, puede dar lugar a diferentes tipos de responsabilidades, entre ellas:

1) La responsabilidad civil del juez, que se traduce en la obligación de reparar


patrimonialmente los daños y perjuicios ocasionados, siempre y cuando haya
actuado de forma dolosa o con culpa grave, o su accionar trascienda a la
modalidad de responsabilidad del Estado por falla o falta en el servicio. En el
caso de Colombia corresponde con la Acción de Repetición.

195
2) La responsabilidad penal, que en algunos ordenamientos (y en cierta época en
Colombia), implica que si la conducta propiciada por el juez es de carácter
punible, se deba aplicar las consecuencias jurídicas conforme a las normas del
Código Penal.

3) La responsabilidad política, en cuanto al juicio incorrecto del juez que puede dar
lugar al juicio político o judy de enjuiciamiento.

4) La responsabilidad administrativa en sede disciplinaria.

5) La responsabilidad directa y objetiva en sede del Estado, al margen de la persona


juez, por la falta del servicio de la administración de justicia (como es aplicada en
Colombia).

Sin duda estos corresponden a grandes rasgos a los efectos mediatos e inmediatos,
colaterales y directos que supone o se espera puedan producirse a partir de la expedición de
fallos condenatorios por error judicial de parte del Consejo de Estado por responsabilidad
extracontractual en contra del Estado, la cual claramente recaen de manera específica en los
agentes estatales quienes como funcionarios judiciales, no están exentos del control
disciplinario, administrativo y hasta fiscal que se derive como consecuencia de actuaciones
negligentes, imprudentes, culposas o dolosas, etc., sin perjuicio del reconocimiento del fallo
condenatorio por este título.

4.4. Efectos y causas del error judicial en la cultura jurídica.

Las consecuencias sociales que genera el error judicial como fenómeno jurídico y
como posible falta reprochable de los jueces, pueden variar de acuerdo a la cultura jurídica e
institucional de cada país, pues en algunos ordenamientos es una figura casi inexistente, y en

196
otros aunque regulada de forma tímida, no tiene la capacidad de impactar negativamente los
intereses de una sociedad, o al menos no cuando se ha logrado evitar que este trascienda con
procesos prolongados, mediante procedimientos de corrección efectivos (v. g. Alemania,
Cuadro 1). Una situación diferente se presenta en aquellos sistemas judiciales como el
latinoamericano, cuya cultura jurídica tiende a ser más garantista y formalista.

Si bien es cierto, el error judicial es una anomalía inherente al ejercicio jurisdiccional


del juez, este no siempre resulta de un hecho directamente atribuible al mismo 90, pues
existen diversas circunstancias (internas y externas) que pueden condicionar este resultado.
Igualmente se puede producir el error judicial con funcionarios experimentados y
calificados en el correcto ejercicio de la función judicial, o se puede presentar como
consecuencia de un rendimiento deficiente o la aplicación de una técnica equivocada del
juez en la fundamentación de sus decisiones, asimismo: por la falta de conocimiento o
competencia del funcionario, por impericia, por negligencia, por imprudencia, o
simplemente de manera dolosa o culposa (Seña, 2008). Una irregularidad que como se ha
visto tiene la capacidad de desembocar en: el desgaste de la administración de justicia con
procesos judiciales adicionales; la exposición directa de la responsabilidad patrimonial del
Estado; la pérdida de credibilidad en la función judicial; y la propia defraudación de
expectativas sociales de justicia91, además de otros efectos (infra).

Se trata de un fenómeno jurídico con clara incidencia social que tiene su origen en los
propios estrados judiciales, mediante decisiones equivocadas que se difunden como

90
Aunque hay quienes consideran que a pesar de que el artículo 65 de la Ley 270 de 1996 reguló la
responsabilidad del Estado por la comisión de errores judiciales generados por los jueces en el ejercicio de la
función jurisdiccional, el articulo 70 ibídem también implica una regla de corresponsabilidad que supone que
las partes también son responsables: “(…) de la construcción del proceso y coautoras de los errores judiciales,
en tanto la omisión de ejercer los recursos inhibe la reclamación posterior por los perjuicios recibidos con
ocasión de la actividad antijurídica del juez y del Estado. (Villamil, 2004, p. 36-37).
91
Entendida como la esperanza que tiene la sociedad en el sistema judicial para la solución acertada, oportuna
y justa de sus conflictos.

197
verdaderos actos de comunicación de acuerdo a Ferrari (2012), toda vez que son producidos
por agentes dotados de una facultad jurisdiccional para expedirlos, y que tienen la virtud,
más allá de los efectos particulares del fallo, de promover un mensaje sesgado de justicia, y
de manera particular, sobre la forma en: que se está llevando a cabo el ejercicio de la función
judicial; en que se resuelven los conflictos entre los individuos, y entre estos y el Estado; en
cómo se logra el reconocimiento de los derechos y condenas de acuerdo al caso en concreto;
y en general, en cómo se está administrando la justicia en Colombia.

En efecto, se habla de un fenómeno social genuino que paradójicamente pasa


desapercibido para el resto de la sociedad que normalmente no está involucrada en el
ambiente judicial, debido un poco a nuestra idiosincrasia, y en parte ocasionado por la
coyuntura política que atraviesa el país, frente al tema del conflicto armado y el proceso de
paz, así como otros hechos de trascendencia nacional que saturan los medios de
comunicación, relacionados con la violencia (en todas sus modalidades); el clientelismo 92
político y judicial; la corrupción (especialmente en las más altas esferas de la política) y las
reformas políticas de turno; entre otras. Situaciones que no permiten distinguir o hacer
visibles de momento, las posibles consecuencias que el error judicial puede estar
ocasionando incluso frente a los valores, intereses y principios más preciados de nuestra
sociedad (desde una óptica objetiva).

Sin embargo, se podría decir que su poca notoriedad, no dice nada de la capacidad que
tiene el error judicial para incidir negativamente en las expectativas sociales de justicia de
los ciudadanos y de la propia confianza y credibilidad de los mismos en sus instituciones.

92
De acuerdo al Diccionario virtual de la RAE (2014), el clientelismo se define como: “Sistema de protección
y amparo con que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y de sus
servicios”.

198
Ahora bien, García & Ceballos (2016) afirman que, desde una perspectiva
instrumentalista, el sistema judicial comprende un conjunto especializado de medios y
mecanismos de intervención social, donde las reformas institucionales tienen la capacidad
de diseñar los contornos de las practicas jurídicas, políticas y económicas, de manera que los
actores sociales responden a verdaderas expectativas de estímulos racionales, similares a las
de aquellos que participan en un entorno de mercado. En este contexto se puede afirmar que
la debilidad institucional conlleva de acuerdo a la teoría instrumentalista a contextos de
impunidad e ineficiencia de la justicia, también derivados del incumplimiento normativo y
de los denominados costos de transacción, en el marco del análisis económico del derecho
(García & Ceballos, 2016). Por consiguiente: “La solución para estos males, según esta
perspectiva, consiste en implantar un sistema de Estado de derecho (rule of law), a través
de jueces independientes, con capacidad para imponer sanciones efectivas y disuasorias”.
(p. 52).

Bajo estos presupuestos, se puede inferir que los errores judiciales que son asociados a
la falta de acierto en la solución de controversias; la dilación injustificada de los procesos; la
desatención de los mecanismos de impugnación; y el detrimento patrimonial del Estado
cuando las condenas se hacen efectivas, son claras manifestaciones de la ineficacia
institucional de un sistema judicial. Y más si se considera que la administración de justicia
en Colombia es la encargada de velar por: garantizar le independencia judicial; orientar el
actuar coherente del Estado; lograr el reconocimiento efectivo de los derechos subjetivos de
los asociados; coadyuvar en la convivencia pacífica entre los mismos; y representar la
transparencia, responsabilidad, majestuosidad, y pulcritud de quienes están encargados de
ejercerla (Congreso de la Republica, Ley 270, 1996).

Ahora bien, el problema también es paralelo en el contexto de la función


jurisdiccional, pues sin márgenes adecuados de independencia judicial los jueces tampoco
pueden ser efectivos en el reconocimiento de derechos y garantías en cabeza de sus titulares,
o en la aplicación de sanciones y condenas para disuadir a los infractores de la ley.

199
Uprimny (2014) señala que la independencia judicial se balancea sobre la base de tres
(3) dimensiones: la imparcialidad; la autonomía personal interpretativa; y la insularidad
política. La primera, hace referencia a la libertad del juez frente a sesgos o vínculos
comprometedores a favor o en contra de alguna de las partes del proceso. La segunda,
corresponde a la independencia del juez para no recibir instrucciones de otros jueces para
interpretar la Ley. Y la última, está relacionada con la autonomía presupuestal de la justicia
en el sentido de no depender de otros poderes (de otras ramas del poder público) para
proferir sus decisiones. Tres (3) dimensiones que, bajo reglas estrictas de racionalidad y
discrecionalidad judicial, pueden ayudar proteger el ordenamiento de fallas funcionales,
orgánicas o del servicio que también pueden contribuir a generar errores judiciales.

No obstante, la independencia judicial en Colombia es, en sí misma, compleja 93, y en


gran medida a causa de nuestra propia cultura jurídica, que de acuerdo con Ramírez (2013)
se ha caracterizado además por tener rasgos: de excepcionalidad, de formalismo excesivo y
de incumplimiento normativo. Tres (3) rasgos sobre los cuales se han permeado toda una
amalgama de problemáticas de orden social (política, económica, jurídica) y que junto con la
inflación normativa participan en la existencia de estas prácticas emparentadas con las
llamadas instituciones informales94. Las cuales de forma conjunta o separada se han
encargado de convertir al Estado y sus entidades públicas en los principales responsables por
el desconocimiento reiterativo de derechos y obligaciones en favor de los mismos
administrados.

93
Hay autores como García & Ceballos (2016) que sostienen que:
Colombia es un país complejo y difícil de entender. Parte de esa complejidad se origina en la existencia de dos
rasgos contradictorios de su vida social e institucional: por un lado, una extraordinaria estabilidad democrática
e institucional y, por el otro, una violencia casi endémica, acompañada de una notable debilidad de los
movimientos sociales y una marcada desigualdad social (p. 15).
94
De acuerdo Pinzón-Camargo (2010): “Son aquellas que surgen de manera espontánea en una sociedad y son
aceptadas de forma voluntaria sin necesidad de un agente coercitivo que lleve a su cumplimiento” (p. 104). Un
ejemplo de una institución informal para nuestro caso, es la tendencia del Consejo de Estado a negar el
reconocimiento del error judicial en los casos difíciles tal y como lo defiende Sánchez (2011) o incluso, el
propio incumplimiento de normativo.

200
De igual manera, el error judicial puede ser producto y al mismo tiempo convertirse
en una institución informal (Pinzón-Camargo, 2010), en la medida en que se manifieste de
forma espontánea, reiterativa en el tiempo y sin un control coercitivo que limite o disuada 95
a los funcionarios investidos de la facultad jurisdiccional de evitarlo de manera efectiva
(como ocurre con los fallos inhibitorios).

De hecho puede hablarse incluso, manteniendo la perspectiva instrumentalista del


derecho, que la ausencia de medidas o incentivos positivos96 para que los jueces se esfuercen
más en la elaboración de sus decisiones, es otro factor que contribuye a que no se produzcan
decisiones de calidad, y por ende, errores judiciales. En tal sentido, Villamil (2004) señala
que:

Las decisiones judiciales se plantean en varios niveles, uno de ellos es el eminentemente


psicológico, que responde un poco a la pregunta por qué decidió el juez así, y atañe a las
motivaciones que él presenta externamente, pero que probablemente no reflejan los impulsos
de índole psicológica que lo llevaron a elegir entre las diferentes alternativas que estaban a su
disposición; alternativas que son radicalmente distintas en su desenlace pero penumbrosas en
sus orí-genes, en tanto el sentido de la decisión se pudo desencadenar por detalles minúsculos
de magnitud que juega proporcionalmente a las consecuencias finales de la decisión. Como ya
hemos visto, no pocas veces el esfuerzo argumentativo oculta y se esfuerza en soslayar los
verdaderos motivos de la decisión (p. 166).

95
Hablando precisamente del derogado artículo 40 del anterior Código de Procedimiento Civil (Decretos 1400
y 2019, 1970), el cual señalaba las responsabilidades penales y disciplinarias del juez cuando causara con sus
decisiones perjuicios a las partes, especialmente:
1. Cuando procedan con dolo, fraude o abuso de autoridad. 2. Cuando omitan o retarden injustificadamente una
providencia o el correspondiente proyecto. 3. Cuando obren con error inexcusable, salvo que hubiere podido
evitarse el perjuicio con el empleo de recurso que la parte dejó de interponer. (Art. 40).
96
Haciendo referencia a estrategias de motivación laboral, donde por ejemplo se puedan otorgar
reconocimientos profesionales a los jueces que demuestren un mayor desempeño en su trabajo o con la
adecuada fundamentación de sus decisiones, o en la solución oportuna y acertada de sus casos (de acuerdo a la
complejidad de cada uno).

201
De esta manera se podrían asociar las malas decisiones de los jueces con su baja
condición anímica, no obstante, la expectativa del ejercicio profesional que la función
jurisdiccional exige. En cualquier caso, con esto no se puede afirmar que se trate de una
causa exclusiva o determinante del error judicial, pues se requerirían de más estudios para
comprobar esta hipótesis.

Finalmente, desde el punto de vista sociológico, se puede decir que el error judicial
también abarca dos (2) campos de estudio como son: la interdisciplinariedad y el pluralismo
jurídico según Santamaría (2014). El primero, por cuanto comprende varios ámbitos
científicos, como son el económico, el jurídico, el legal, el social y hasta el psicológico; y el
segundo, porque involucra casi todas las ramas del derecho, con algunas excepciones
particulares en materia penal, donde se ven temas más involucrados con la libertad de las
personas, y suele demandarse por otro título de imputación jurídica, como lo es la privación
injusta de la libertad. Aunque sobre este tipo de decisiones también han recaído condenas
por errores judiciales contra el Estado (Consejo de Estado, Sentencia, Rad. 23783, 2014).

Ahora bien, dentro de nuestra cultura jurídica también ha tenido lugar la discusión
sobre el error judicial y la cosa juzgada, pues no de otra manera se puede poner en peligro
la seguridad jurídica97 de un ordenamiento si no es con el desconocimiento de la
intangibilidad de la cosa juzgada de las decisiones de sus jueces. Entre otras razones, porque
se trata de una garantía exclusiva de la decisión judicial la cual está relacionada con el
carácter definitivo y vinculante de la decisión (Cabrera, 1988). Asimismo, con la eficacia y
coherencia del ordenamiento jurídico, de manera que cualquier irregularidad que recaiga
sobre ella, genera incertidumbre sobre la validez y legitimidad de los procedimientos

97
De acuerdo con Garrido (2009): “Los elementos centrales de la seguridad jurídica como valor fundante de la
predecibilidad sic de las decisiones judiciales son: la certeza jurídica, la eficacia jurídica y la ausencia de
arbitrariedad. Ellos representan los términos más simples del lenguaje de la seguridad, de forma que todos los
principios que suelen aparecer vinculados (publicidad, claridad, irretroactividad, etc.) pueden contemplarse
como instrumentos de certeza y/o eficacia, y/o interdicción de la arbitrariedad”. (núm. 3).

202
judiciales, así mismo en la resolución efectiva de los conflictos. Precisamente, en 1967 el
Consejo de Estado definió a la cosa juzgada como: “presupuesto fundamental de la
sociedad y también dogma político”, posteriormente en 1987, la Sala Plena, señalaba que
ésta corresponde a: “la fuerza de la verdad legal que manifestaba la actividad jurisdiccional
a través de las sentencias (…)” (Gil, 2013, p. 400). En tal sentido, allí donde se determine la
responsabilidad del Estado por error judicial se plantea el paradigma de la cuestión de la
cosa juzgada (tanto formal como material), y por consiguiente del sentido mismo de verdad
y justicia en el Derecho (Acero, 2011).

Afortunadamente, la responsabilidad por error judicial en Colombia no genera que la


decisión demandada sea invalidada o derogada una vez sea declarada, pues ésta a pesar de
todo, conserva su ejecutividad y ejecutoriedad aun cuando ésta haya sido determinada como
contraria a la ley. Muy diferente es el control automático que aplican los jueces sobre las
providencias manifiestamente contrarias a la ley, pues de acuerdo con Santofimio (2016),
estas no son vinculantes en el ordenamiento y no atan al juez para ser acatadas.

En resumen, el reconocimiento de responsabilidad del Estado por error judicial como


tal tiene la capacidad para hacer ineficaz el servicio de la administración judicial, y al mismo
tiempo, de transgredir valores sensibles de la sociedad como la credibilidad y la confianza
en las instituciones y sobre todo la seguridad jurídica desde la óptica de la cosa juzgada.

No obstante, se debe reiterar que el error judicial sigue siendo un fenómeno social de
difícil análisis bajo la coyuntura actual por la que atraviesa el país, y desde nuestra propia
idiosincrasia jurídica, pues como se manifestó anteriormente, no es posible separar sus
efectos negativos sobre los efectos que causan otros fenómenos sociales con mayor o igual
incidencia en la realidad y percepción social. Un tema que tampoco cuenta con estudios
concretos, pues hasta la fecha de la presente investigación, no se encontraron investigaciones
sobre la incidencia del error judicial en la sociedad o en la cultura jurídica colombiana.

203
De otra parte, el aumento de la conflictividad litigiosa; la desconfianza en la
administración de justicia; la incredibilidad en la función pública y en la capacidad de sus
funcionarios, y; la generación de nuevas necesidades jurídicas 98 insatisfechas, no se pueden
advertir como consecuencias directas o exclusivas del error judicial. No obstante, se
considera como una entidad concurrente en la producción de estos procesos negativos.

Pese a lo anterior, el error judicial como título de responsabilidad podría ser


considerado como una fuente correctiva para la preservación del ordenamiento jurídico, en
la medida en que con su reconocimiento y tipificación también se da lugar, no solo a la
reparación del daño causado en sede judicial a favor de los afectados, sino a una oportunidad
para la consolidación de una jurisprudencia coherente y acertada, en el marco de una
disciplina de precedente, en la cual los jueces de inferior jerarquía adopten elementos
suficientes para evitar incurrir precisamente en nuevos o similares tipos de error judicial que
ya hayan sido fallados en el pasado desde la propia jurisprudencia.

Por último, desde la perspectiva de las finanzas públicas, es claro que el error judicial
participa dentro del impacto negativo del presupuesto del Estado99. Aunque en la actualidad
no hay cifras consolidadas o publicaciones sobre datos estadísticos de la totalidad de fallos

98
Tal y como lo plantean Emilio et. al (2014) cuando sugieren que:
(…), la necesidad jurídica es una realidad social que se produce por el choque de intereses que se dan en
cualquier sociedad plural. Lo indeseable de padecerla genera el requerimiento de que sea resuelta de alguna
manera. Y, como veremos posteriormente, la respuesta a ello puede ser muy distinta: la persona puede
renunciar a hacer algo, puede intentar un arreglo directo, o puede acudir a un tercero imparcial. A la vez, estas
necesidades jurídicas deben considerarse insatisfechas cuando por alguna razón, entre muchísimas posibles, los
ciudadanos no pueden obtener la resolución del conflicto. (p. 33).
99
De acuerdo con el boletín macro-sectorial de la Contraloría General de la Republica (2017):
(…) en los últimos catorce años las entidades del sector Defensa, Justicia y Seguridad, han registrado las
mayores ejecuciones presupuestales por concepto de sentencias y conciliaciones, alcanzando los $8,4 billones
(precios constantes de 2016), que representan 79% del valor total ejecutado por la Administración Central
Nacional, por este concepto (p. 7).
(…)
Es de anotar que dentro de las veinte entidades del orden nacional con mayores pretensiones registradas
contablemente, cuatro corresponden al sector Defensa, Justicia y Seguridad, las cuales suman $1.203,7 billones
y representan 23% del total (p. 3).

204
condenatorios que por error judicial hayan sido proferidos en contra del Estado
colombiano100, de acuerdo con la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado (2017)
en la última década el Consejo de Estado, en solo doce (12) fallos condenatorios en contra
de la Nación, ha reconocido pretensiones económicas que (a 31 de junio de 2017)
sobrepasan la cifra de tres mil millones de pesos ($3´222.568.103). Una suma muy inferior a
la verdadera dimensión de fallos condenatorios que por Reparación Directa han sido
reconocidos en la actualidad por este título. De hecho, solo haciendo la suma de los montos
de veintinueve (29) de los treinta y un (31) fallos 101 condenatorios del Cuadro 12 (proferidos
entre 2012 y 2017) se han reconocido pretensiones superiores a los Cinco Mil trescientos
millones de pesos ($5.310´323.661,82). Lo que promediados equivaldría a que por cada
sentencia condenatoria por error judicial el Estado tenga que pagar doscientos ocho
millones de pesos ($208´119.262). De manera que, a partir de estas estimaciones
aproximativas, se puede evidenciar parte del impacto económico que conlleva esta clase de
responsabilidad en contra de las finanzas del Estado. Una situación que desde luego
requerirá de una investigación más profunda al respecto.

A manera de conclusión, se puede decir que en la cultura jurídica colombiana, el error


judicial subsiste de forma paralela e irregular a otros fenómenos sociales de naturaleza
antijurídica y delictiva, siendo recurrente su configuración ante la ausencia de criterios
objetivos, definidos y coherentes, para que los jueces entiendan los límites de su
discrecionalidad judicial, y los problemas que puede conllevar la desatención de ciertas
fallas (sustanciales o procesales) para la solución de los casos (y en especial de casos
difíciles). Asimismo, se ha podido observar que el error judicial puede ser originado por

100
Al menos no en las entidades directamente consultadas: Consejo de Estado, Agencia Nacional de la Defensa
Jurídica del Estado, y la Dirección Ejecutiva de la Administración Judicial; y tampoco en las fuentes y sitios
web consultados a lo largo de la presente investigación.
101
Los montos de los otros dos fallos restantes fueron sometidos a trámite de incidente de liquidación por lo
que no fue posible establecer el valor total de la condena.

205
diversas causas (unas atribuibles al juez, otras no) entre las que, además de las arriba
mencionadas, se pueden incluir, como relevantes las siguientes: el activismo judicial de la
propia Corte Constitucional, al alterar los parámetros legales en defensa de los derechos
fundamentales; la falta de reglas y criterios de predictibilidad en el precedente judicial; la
congestión judicial y la debilidad institucional observada en la falta de ejecución de políticas
públicas para el fortalecimiento de las condiciones laborales de los jueces; la necesidad de
implementar criterios y fundamentos teóricos para los casos difíciles, como al análisis
económico del derecho, que de acuerdo con García & Ceballos (2016) puedan dar una mejor
perspectiva frente a: “la maximización de la eficiencia en la asignación de recursos
sociales” (p. 55).

Finalmente es claro que luego del análisis de algunos de los principales efectos que
produce en el mundo jurídico el error judicial bajo el enfoque causalista no es posible
discriminar con detalle qué tipos de errores causan determinados tipos de efectos, pues a la
larga todos los que se logren concretar en un fallo judicial y produzcan algún tipo de daño
antijurídico, son los que trascienden a los ámbitos anteriormente mencionados, más allá de
la clase, el tipo o la modalidad a la que pertenezcan. Sin embargo, del examen realizado no
se puede afirmar que en nada se haya avanzado para su determinación científica e
identificación, pues gracias al panorama anterior se puede indagar ahora sobre las
circunstancias o causas que producen determinados tipos de error judicial y cuales se
generan desde de la valoración de la prueba documental (dentro del proceso judicial).

Igualmente se puede inferir otra conclusión adicional, relacionada con los rasgos de la
idiosincrasia jurídica colombiana, dentro de los cuales se destaca que en la práctica pulula
una profunda desconfianza en el ejercicio de la profesión del derecho la cual redunda en la

206
formalización excesiva de algunos procedimientos judiciales 102 y en la consolidación de
instituciones informales cada vez más reiterativos, las cuales han ido en perjuicio de la
aplicación de plazos razonables y en la estandarización de ciertas prácticas procesales. Lo
anterior permite explicar porque algunos jueces, en franco abuso de sus facultades, terminan
por hacer injustificadamente restrictivo el reconocimiento de algún derecho o
injustificadamente exigente el cumplimiento de ciertos requisitos para la validez de una
prueba documental, pues están más preocupados de no ser objeto de investigaciones por
quejas disciplinarias o por atender el represamiento de demandas que atiborran sus
despachos. Brillando por su ausencia, el incentivo de una decisión judiciales de calidad y no
meros proyectos de fallos elaborados por sustanciadores. Situaciones en las que se crean
condiciones propicias para la procedencia del error judicial.

102
La exigencia de la prueba de una autorización escrita expedida por el contratante para demostrar la
recepción y aceptación como requisito para reconocer a la factura como título valor.

207
Conclusiones generales

Tal y como se pudo observar a lo largo del presente trabajo, el error judicial
comprende una doble dimensión desde el punto de vista epistemológico, pues corresponde a
una conducta jurídicamente incorrecta, inexcusable o irrazonable en el proceso judicial que
queda plasmada en la fundamentación del fallo, la cual puede ser equiparable al concepto de
error en sentido amplio. Asimismo, se pudo comprender como se comportan los
presupuestos jurídicos establecidos en la Ley 270 de 1996, entre ellos el agotamiento de
recursos y la sentencia judicial que adolece de error en firme, para permitir la procedencia de
este título de imputación jurídica por responsabilidad del Estado.

Ahora bien, a la pregunta de ¿Cuales son los enfoques y perspectivas que permiten
abordar el análisis del error judicial y su configuración en la valoración probatoria
documental como fuente de responsabilidad estatal en Colombia? se puede contestar, luego
del proceso investigativo abordado en cuatro momentos distintos.

En un primer momento, se puede decir que frente al ámbito del derecho subsisten
diversos enfoques y perspectivas teóricas sobre los cuales se puede abordar el estudio de
cualquier problemática jurídica y su alcance dentro de una dimensión científica. Entre estos
enfoques se pueden incluir, el estructuralismo, el funcionalismo, el economicismo, el
pluralismo jurídico, el naturalismo, el dogmatismo jurídico, entre otros.

Sin embargo, tratándose de un título de imputación jurídica por la responsabilidad


jurisdiccional del Estado, resulta pertinente abordar su análisis, desde un principio, bajo un
enfoque histórico con el estudio detallado de sus antecedentes y etapas, pues tal y como se
pudo observar, este enfoque permitió evidenciar que el error judicial tuvo una evolución
paralela o conjunta dentro del ámbito de estudio de la responsabilidad extracontractual del
Estado en general y dentro de la evolución científica del derecho administrativo. Pues el
avance progresivo hacia el reconocimiento de la responsabilidad del Estado, paso por la

208
discusión sobre la culpa individual, la teoría organicista, la tesis de la falla del servicio, y la
responsabilidad objetiva como prueba de una evolución expansiva y cada vez más garantista
y globalizada del derecho administrativo y uno de uno de sus títulos de imputación jurídica
más emblemáticos frente al ejercicio de la función jurisdiccional.

Asimismo, en el plano regional e internacional, se logró evidenciar como en algunos


países de Europa se admite, regula y aplica el reconocimiento del error judicial, de forma no
exclusiva para un régimen de responsabilidad estatal, pero con diferentes grados de jerarquía
normativa y responsabilidad individual de los jueces. Tal es el caso de España que lo incluye
como un precepto constitucional.

De otro lado, en el plano de los tratados internacionales, se destaca que el error


judicial es objeto de una tímida regulación, pues de forma específica se ha limitado a
contextos de privación injusta de la libertad por fallos ulteriormente modificados.

El otro enfoque que se abordó para el análisis del error judicial es el enfoque
conceptual, el cual fue escogido por su capacidad para permitir proyectar el análisis y la
organización sistemática y teórica del objeto investigativo. A través de este enfoque se
puede justificar el desarrollo de un modelo epistemológico estático sobre el alcance, la
naturaleza, las características, y los presupuestos determinantes del error judicial como
fuente de responsabilidad y como título de imputación jurídica.

Asimismo, bajo este enfoque se pudo desarrollar la teoría y los elementos de la


responsabilidad del Estado; la teoría del error en la decisión judicial y otras manifestaciones
y sistemas de responsabilidad similares para identificar su vocación y configuración
específica bajo ciertas circunstancias. También se pudieron identificar las características de
los fallos sobre los cuales es procedente demandar este título de imputación jurídica; por
último se revisaron las modalidades, tipologías y momentos comunes para su configuración.

209
En un tercer momento, el presente trabajo se inclinó hacia el enfoque lógico-
discursivo, el cual llama de esta manera para tratar de destacar la existencia teórica de dos
fases que son claves para la valoración de la prueba documental. La fase lógica, a través de
la aplicación del método inductivo reconstructivo de la situación fáctica a partir de la
corroboración y confrontación de hipótesis con medios probatorios documentales. Después
se habla de una fase discursiva, donde se pone en evidencia la disertación, reflexión y
capacidad auto-correctiva del juez de sus proposiciones argumentativas y fundamentación
jurídica dentro de la etapa de la valoración de la prueba documental. En aplicación de este
enfoque, se destacan algunas modalidades que han sido referenciadas por el Consejo de
Estado frente a algunas situaciones lógicas de error judicial en el contexto probatorio.

Por último, se analizó el efecto sobre la cultura jurídica colombiana de la


responsabilidad del error judicial en su dimensión causalista, dentro de la cual se destacan,
el desconocimiento de garantías judiciales y el derecho de reparación; la reparación judicial
por el daño antijurídico causado, y otros efectos, mediatos e inmediatos que se desprenden
de su estructuración y determinación en el fallo.

Claramente, estos no son los únicos enfoques teóricos dentro de los cuales se puede
analizar el error judicial y su incidencia en la valoración de la prueba documental como
modalidad y como fuente de responsabilidad, pero son los que permiten aproximar de forma
eficaz, la reflexión y el análisis el estudio del error judicial como título de imputación
jurídica en armonía con las posibilidades limitadas del desarrollo de la presente
investigación.

También es claro que con los análisis que permitieron estos enfoques se pudieron
evidenciar algunas particularidades comunes en la configuración de este título dentro de la
fundamentación del fallo, a través de los cuales se han establecido condenas por
responsabilidad extracontractual en contra el Estado colombiano, como aquellos
relacionados con: la confusión del interno por homonimia o por falta de individualización; la
expedición de medidas preventivas de captura sin fundamento probatorio; la indebida

210
valoración probatoria; la morosidad por omisión en la entrega de bienes o títulos judiciales;
el no pago de prestaciones periódicas de carácter laboral o la negación de indemnizaciones
de esa clase, entre otras.

No obstante, se pudo inferir otro tipo de conclusiones, relacionadas incluso con la


problemática de la amplitud conceptual o etimológica del error judicial, y de paso con: la
variedad (casi ilimitada) de tipologías que puede abarcar, pues en las diferentes sentencias
revisadas del Consejo de Estado se puede observar que se habla de varios tipos de error
judicial desde su fundamentación epistémica y teórica, en algunos casos como derivaciones
del título de imputación y en otros como modalidades o causas del mismo, asimismo por
acción y por omisión del director del proceso en su decisión judicial, o según su origen o
grado de inexcusabilidad.

Con todo lo anterior, se pudo concluir que el error judicial para el estudio del derecho
comprende una figura jurídica compleja, diversa y dinámica que ha evolucionado en los
diferentes sistemas legales y judiciales del mundo occidental, junto con otros conceptos y
teorías sobre la responsabilidad del Estado y de sus agentes, tales como el daño, la víctima y
la reparación integral de la misma, de la mano con el ejercicio de la función jurisdiccional y
el cumplimiento de las normas jurídicas en forma correcta, oportuna y efectiva.

El error judicial, también ha estado presente en el seno de los más grandes debates
jurídicos y científicos en torno al paradigma de la certeza del derecho. Una cuestión que va
más allá de cualquier dimensión jurídica, y del alcance de la cosa juzgada en el ámbito de la
decisión judicial. Siendo frecuentemente invocada en las interminables discusiones de la
academia y en las prácticas jurídicas, al punto de poderse considerar como una concepción
estratégica en el desarrollo de valores y principios como la verdad, la justicia y la razón, los
cuales también han sido ampliamente analizadas desde la doctrina, la jurisprudencia y la
propia ciencia del derecho, en general, coincidiendo en su indiscutible importancia y
necesidad dentro de la decisión judicial, y la irrefutable conveniencia de superar la
incertidumbre y la duda del derecho.

211
Valga decir que uno de los mayores enemigos de la certeza, más que la duda, es el
error. Y es el error en la decisión judicial el que supone una negación o contradicción
absoluta de la certeza y la razón del derecho. Paradójicamente el error judicial es también
una certeza de derecho, pero en un sentido contrapuesto a la razón y la verdad. Se puede
decir incluso que el error judicial está relacionado con una certeza jurídica de irregularidad
funcional de la administración de justicia, o de interpretación indebida de la norma en
cabeza del director jurídico del proceso. De manera que su configuración controvierte en
casi todos los ámbitos científicos el deber medular del derecho, de armonizarse con la
verdad, la justicia y la razón.

Una parte del fundamento y la necesidad de reconocer la existencia de esta institución


dentro de los diferentes ordenamientos jurídicos es precisamente la conveniencia y el
consenso que genera la corrección y/o el resarcimiento de las decisiones judiciales contrarias
a derecho. Pues es claro que no existen acciones jurídicas infalibles y tampoco hechos
generados por el hombre que no puedan ser controvertidos ante su falta de certeza.

Asimismo, se puede afirmar que la certeza en el derecho es un atributo de la seguridad


jurídica que como valor supremo debe prevalecer dentro de cualquier ordenamiento que
pretenda algún grado de eficacia en sus normas; de igual modo, la seguridad jurídica es un
principio que se puede ver disminuido o fragmentado por la existencia persistente de
irregularidades insubsanables, capaces de comprometer, no solo los derechos subjetivos de
sus titulares, sino la propia credibilidad del ordenamiento jurídico en general.

De manera que, como cualquier organismo viviente, el derecho también puede


concebirse como un sistema dinámico de balance que se autorregula, corrige y mantiene
como una autopoiesis. Siendo factible y necesario que las fallas o deficiencias producidas en
el seno del sistema judicial, se detecten, se resarzan y se corrijan en un tiempo razonable.

Bajo estas breves líneas se pretende dar inicio a la fase final de síntesis de la presente
investigación, y de paso, destacar y demostrar no solo la importancia del error judicial como

212
institución jurídica de antaño en el seno de la responsabilidad extracontractual del Estado,
sino su capacidad de configuración diversificada que puede conllevar a otros escenarios o
etapas del proceso como el de la fundamentación de la decisión judicial o la mismísima
valoración probatoria, y el de la prueba documental.

En efecto, el error judicial es un título que ha sido encuadrado dentro del ámbito de la
responsabilidad estatal en los diferentes ordenamientos jurídicos del mundo, y en los casos
que ha sido regulado, casi siempre ha estado relacionado con la fallas o el funcionamiento
anormal de los sistemas judiciales, siendo proclive a equipararse al concepto de figura
jurídica indemnizable o al de falta disciplinaria del funcionario judicial, y con algunas
excepciones se ha atendido su vocación jurídica para medir el grado de eficacia judicial en
las decisiones de los jueces.

Igualmente, en algunos ordenamientos jurídicos se identifican marcadas diferencias en


cuanto a la forma de contemplar el error judicial, pues en algunos casos, como en el de
Chile, se circunscribe predominantemente al ámbito penal, mientras que en el régimen
español, lo contempla para casi toda la actividad del poder judicial. De manera particular, en
el derecho argentino, lo desarrolla a través del derecho de indemnización contemplado en la
CADH, por vía jurisprudencial y en el derecho brasilero, lo trabaja de manera independiente
en los códigos de procedimiento civil y penal con fuerte preeminencia a la responsabilidad
individual del juez.

Por otro lado, el error judicial ha supuesto toda una serie de desafíos para los jueces
en sus sentencias, quienes no solo deben lidiar con la amplitud, ambigüedad o lagunas
normativas del derecho, sino que además deben enfrentar toda una serie de dificultades
propias de la capacidad humana, toda vez que las decisiones judiciales son acciones que
todo el tiempo involucran necesariamente operaciones mentales o procesos de razonamiento
lógico que deben ser aplicados de manera efectiva para obtener soluciones razonables a los
casos judiciales. Un razonamiento, que no es ajeno de elementos e influencias externas e

213
internas del juez, como su ideología, su experiencia y su propia percepción de la realidad,
tanto jurídica como política.

De acuerdo con la teoría del realismo jurídico, las razones que motivan la decisión
judicial no son necesariamente los criterios o parámetros establecidos por las normas
jurídicas, sino que junto con los elementos que conforman o estructuran la ideología interna
del juez, también son influyentes la tradición cultural, sus concepciones de justicia y desde
luego el contexto del caso frente al cual se está desarrollando la decisión, los cuales van más
allá de la mera hermenéutica jurídica.

Valga decir que en otros ámbitos como en el derecho inglés, no se aspira a encontrar
una justicia superpositiva o de carácter meta-histórico, sino que se pretende alcanzar el
derecho vigente, tal y como se desprende del principio the law of the land. De tal manera
que el juez inglés, en el examen de sus decisiones judiciales, procede a proyectar soluciones
prácticas, basadas en los casos ya fallados con anterioridad, utilizando para ello el método
de la analogía, que consiste en el examen de los hechos, no de las leyes, y que supone la
solución de casos a partir del criterio utilizado en otros semejantes.

No obstante, en casi todo el derecho occidental las reglas de la razón son un parámetro
determinante en la solución de los casos por la vía judicial, en otras palabras, las decisiones
judiciales son aquellas que están dotadas de este parámetro con suficiencia dentro de sus
fundamentos intrínsecos invocados. De forma tal que el error judicial no se pueda abrir paso
por la insuficiencia argumentativa de la decisión. Muy a pesar de las influencias internas o
externas del juez.

En el derecho colombiano, el error judicial ha tenido una evolución importante dentro


del ámbito de los títulos de imputación jurídica por el ejercicio de la función jurisdiccional y
la propia responsabilidad del Estado. Los derechos y garantías judiciales de los usuarios de
la administración de justicia se ven inevitablemente vulnerados por la consecución de
errores judiciales que se generan en providencias que rebasan el margen de autonomía

214
interpretativa de los jueces, tanto en la interpretación normativa, como en la valoración
probatoria (error de hecho y de derecho), en medio de los vacíos o contradicciones legales
(sustantivas o procesales) que contiene el ordenamiento, los cuales conllevan a trasgredir
mínimos parámetros jurídicos y constitucionales que devienen en la responsabilidad
extracontractual del Estado.

El error judicial, también se manifiesta más fácil en aquellos eventos en donde es


claro que existe una única respuesta como solución idónea al problema jurídico planteado,
que por lo menos es la mejor respuesta por estar suficientemente justificada y argumentada a
la luz del ordenamiento jurídico.

En concreto, se puede decir que el estudio de la responsabilidad objetiva del Estado


por error judicial, ha correspondido de forma inquebrantable a un título de imputación
jurídica genuino, de significativa importancia para el Derecho Público Administrativo, y
para uno de sus apéndices más emblemáticos, la función jurisdiccional del Estado.

Efectivamente, el error judicial pertenece al sistema de responsabilidad del Estado por


la administración de justicia, quien además lo ha definido como una irregularidad que solo
puede configurarse a través de una providencia judicial, diferenciándolo con otros títulos de
imputación relacionados, como son el defectuoso funcionamiento de la administración de
justicia y la privación injusta de la libertad.

El error judicial es un título de imputación jurídica que a través de la historia, ha


estado ligado al desarrollo y la evolución histórica de la responsabilidad extracontractual del
Estado, la responsabilidad personal del juez y el funcionamiento de la administración de
justicia.

En el ámbito nacional, el error judicial, en su versión incipiente fue abordado desde la


tesis de la responsabilidad indirecta, el cual estaba basada en el concepto de la diligencia en
la elección del funcionario y el esmero en la vigilancia de sus actos, un enfoque que supuso

215
que el Estado debiera responder por los actos de sus funcionarios, sin embargo, bastaba con
acreditar la diligencia y cumplimiento de sus obligaciones, para poderse exonerar de
cualquier pretensión indemnizatoria. Con posterioridad, empezó a cobrar vigencia la teoría
de la responsabilidad directa, con la cual se superó el planteamiento teórico anterior y se
introdujo una nueva posición teórica que asimilaba al funcionario y la persona jurídica
(tratándose de una entidad privada o pública) como una unidad. A través de esta nueva teoría
se permitió distinguir la culpa personal o directa del agente responsable, viendo al Estado,
esta vez como persona jurídica comprometida y responsable de los actos de sus agentes.

Una de las grandes limitaciones que como se pudo observar ha tenido la evolución del
error judicial ha sido, precisamente el concepto de la cosa juzgada, pues esta es considerada
como un presupuesto básico para la seguridad jurídica del ordenamiento legal.

Por otra parte, se ha podido evidenciar que cierta doctrina ha emparentado mejor el
error judicial dentro del concepto de falla en el servicio, como régimen subjetivo de
responsabilidad del Estado, en contraposición con el régimen de responsabilidad objetiva, de
desarrollo posterior, como son: el riesgo excepcional; el daño especial; la expropiación y
ocupación de inmuebles en caso de guerra; y la teoría de la lesión. No obstante, la
jurisprudencia del Consejo de Estado lo relaciona mejor con algunos fundamentos del
régimen de daño especial. Precisamente, como la tesis de la falta o falla del servicio no
siempre resultaba suficiente para justificar la responsabilidad administrativa, se estableció
esta percepción del error judicial dentro del régimen de responsabilidad objetiva.

En concreto, el error judicial, se puede plantear como una irregularidad que padece
una sentencia, mediante la aplicación incorrecta del ordenamiento jurídico, que esconde un
defecto en la técnica judicial, el cual se transforma en una fuente generadora de un daño,
proveniente de un acto producido por cualquiera de los órganos judiciales en el ejercicio de
sus funciones jurisdiccionales y, que conlleva a su vez una obligación de parte del Estado de
indemnizar y reparar el daño antijurídico ocasionado.

216
En cuanto a los presupuestos que exige la ley para que se predique su existencia, se
encuentran: que el afectado haya interpuesto los recursos ordinarios de ley; que la sentencia
generadora del daño, se encuentre en firme y; que la misma sea expedida por un funcionario
investido con autoridad judicial.

Igualmente, los presupuestos que ha desarrollado la jurisprudencia, para que se


configure el error judicial comprenden los siguientes: (i) la existencia del daño surja de un
error contenido en una providencia en firme; (ii) que la misma sea contraria a derecho, sin
que esto signifique que la contradicción tenga que ser grosera, abiertamente ilegal o
arbitraria; (iii) que la providencia sea expedida por un funcionario con autoridad judicial y;
(iv) que el afectado hubiere hecho uso de los medios de defensa idóneos para la corrección
del yerro.

En cuanto a que la providencia sea emitida por una autoridad judicial, parece una
necedad, si se considera que solo puede incurrir en error judicial aquel funcionario que ha
sido investido de dicha facultad, y que en ejercicio de sus funciones emite una providencia
judicial, por el contrario nadie más puede hacerlo además de un Juez, pues las otras
autoridades que ejercen otras funciones jurisdiccionales del Estado (si se le puede decir así),
particularmente, en lo que corresponde a los órganos de control, solo pueden pronunciarse,
bien sea mediante actos administrativos, o dictámenes disciplinarios del mismo orden, que
de acuerdo al Consejo de Estado, no ostentan la categoría de auténticos fallos judiciales.

Finalmente, en la línea jurisprudencial del Consejo de Estado colombiano, se


identificaron ciertas tendencias de la jurisprudencia, en cuanto al error judicial, en primer
lugar, frente a la posibilidad de que este se configure cuando el juez emite una providencia
contraria a la ley contentiva de un error de derecho y de un error de hecho (tanto in
procedendo como in judicando), se ha establecido que esto ocurre en tanto que el fallo que
se produzca, suponga inaplicación a la ley vigente, desatienda injustificadamente los
precedentes judiciales, y los principios que integran la materia o los imperativos que rigen el
debido proceso, y se niega a su vez, sin razón válida el derecho en la decisión judicial.

217
En segundo lugar, frente a la posibilidad de que el error judicial atienda
exclusivamente a consideraciones objetivas, el Consejo de Estado ha sido unánime en
reconocer que esto ocurre en tanto que se acredite que además del daño antijurídico, exista
una relación de causalidad, entre éste y el error contenido en la providencia, error que se
configura bajo los presupuestos del Estatuto de Administración de Justicia.

Por último, el Consejo de Estado estableció que los fallos de las Altas Cortes también
pueden ser causantes de error judicial, frente a la configuración de un daño antijurídico que
produzca un juez de cualquier jerarquía.

Todo esto permite evidenciar que sin duda el error judicial corresponde a un ámbito
de responsabilidad extenso, que a veces lo hace difícil de aplicar en situaciones específicas,
bien sea por su complejidad o bien por la falta de elementos o criterios determinantes para
su configuración.

En Colombia no existe la tercera instancia, y desde luego el error judicial no puede


constituir la excepción, pues se atenta contra el principio de la no prolongación indefinida de
los procesos, y de la propia cosa juzgada. Por ello es importante que esta clase de títulos,
esté lo suficientemente delimitado en cuanto a su identidad y configuración para que su
reconocimiento no se convierta en una puerta abierta que sirva de alternativa deliberada de
la jurisdicción en perjuicio del propio administrado, y desde luego para que las condenas
contra el Estado no perjudiquen aún más la coherencia y la seguridad jurídica del
ordenamiento interno, pues de lo que se trata es de entregar una decisión de fondo ajustada a
derecho que resuelva la controversia, que no termine por replicar en un descaste mayor
contra el patrimonio estatal.

Finalmente, se puede decir que el error judicial en la valoración probatoria es una


modalidad de error que tiene suficientes elementos de juicio para que, siendo aplicable desde
la lógica formal, se puedan proyectar sentencias con carácter de predictibilidad dentro de un
ámbito meramente científico.

218
Los errores que confluyen dentro de la valoración de la prueba documental, implican
tanto errores de derecho, como errores de hecho, y de los mismos se pudieron analizar
ciertos subtipos de errores entre los que se destacaron: el error por falso juicio de
convicción; el error por falso juicio de regularidad; el error por falso juicio de existencia;
el error por falso juicio de identidad y el error por violación a la sana critica.

Bajo estas categorías, se obtuvieron algunas reglas de predictibilidad que se pueden


anticipar en los fallos contentivos de error judicial de acuerdo con la fase en la que se
encuentre la actividad procesal, desde su ordenación hasta su valoración y decisión.
Incluyendo de paso los sistemas de convicción probatoria, los requisitos de idoneidad de la
prueba y las modalidades de error de hecho reconocidos por la jurisprudencia del Consejo
de Estado, como son la omisión de decreto, la omisión de consideración y la valoración
arbitraria.

Conclusiones propositivas

a) Es importante revisar la necesidad de implementar efectos nugatorios del fallo


demandado, con difusión para todo el ordenamiento, y nota aclarativa adicionada al
documento del fallo original donde se precise que sobre el fallo prosperó una
demanda por error judicial, no solo para fines judiciales, también para facilitar su
estudio en el ámbito académico.

b) Es necesario revisar la posibilidad de adoptar medidas indemnizatorias


complementarias o alternativas que no se limiten al reconocimiento en dinero del
daño patrimonial y extramatrimonial configurado.

c) Parece plausible avanzar en la denominación de algunos de nuestras instituciones


jurídicas de antaño, y diferenciar y replantear el concepto de la cosa juzgada, sobre la

219
base de negar su efecto absoluto y permitir pasar al reconocimiento del concepto de
cosa juzgada relativa.

d) Es evidente que, dentro de la jurisprudencia del Consejo de Estado, no se encuentra


desarrollada una jurisprudencia unificada sobre el tema, por lo que se hace imperativo
un desarrollo coherente de los criterios y elementos determinantes para su
configuración.

e) Es necesario revisar la necesidad de desarrollar o implementar una nueva serie de


sentencias que permitan el desarrollo de una jurisprudencia de casos coherentes con el
ordenamiento jurídico vigente a partir de los errores judiciales que han sido
ampliamente condenados por el Consejo de Estado.

f) Uno de los principales problemas de la noción del error judicial en Colombia es que,
al no ser separado del dolo o la culpa, conlleva necesariamente un problema para su
determinación, pues se trata de un concepto eminentemente objetivo, y si hay culpa o
dolo del juez, no puede ser configurado como un error, pues son conceptos exclusivos
de la vía de hecho.

g) Por virtud del principio del iura novit curia, el juez no solo conoce el derecho que
aplica, sino que está llamado a aplicarlo correctamente, pues no se puede aceptar que
el juez se justifique en la complejidad de las normas revisadas o el asunto tratado o
incluso en la intervención de las partes para haber errado en su decisión. El juez como
director del proceso, tiene la autoridad y el deber de enmendar o corregir
oportunamente las falencias en las que pudo haber incurrido dentro del mismo, y
sobre todo, está en la obligación de detectarlas oportunamente, más allá del beneficio
que en un eventual proceso contencioso, pueda suponer esta decisión. De hecho, el
juez esta investido de facultades procesales para hacerlo, de manera que es

220
conveniente una mayor preparación profesional en estos temas dentro de la formación
de los jueces.

h) En Colombia es casi inexistente el dogma de la predictibilidad de las decisiones


judiciales, y una oportunidad segura para empezar a desarrollarlo es precisamente el
estudio riguroso de la responsabilidad extracontractual del Estado por el error judicial
en la fundamentación probatoria.

i) De acuerdo a la teoría económica del derecho, los incentivos positivos pueden ser una
estrategia para que los jueces sean estimulados (desde la institucionalidad) a
desarrollar decisiones efectivas, acertadas y libres de errores judiciales. Lo anterior,
en el marco del desarrollo de un sistema de registro o records de puntajes por los
aciertos y desaciertos que logren aplicar los jueces en sus fallos.

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la Ley 23 de 1991 y del Decreto 2279 de 1989, se modifican y expiden normas del
Código Contencioso Administrativo y se dictan otras disposiciones sobre
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Colombia, Corte Suprema de Justicia, Sala Laboral (1999, 30 de junio), Rad. 12693, MP:
German Valdez Sánchez. Rad. 12693, Acta No. 25. Bogotá D.C.

Colombia, Corte Suprema de Justicia, Sala Laboral (1999, 27 de julio), Rad. 22581, MP:
Danilo Rojas Betancourt. Rad. 22581, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Suprema de Justicia, Sala Laboral (2011, 15 de febrero), T-055, MP:
Carlos Ernesto Molina Monsalve. Ref.: Expediente Rad. 40662 de 2011.

Colombia, Corte Suprema de Justicia, Sala Civil (2017, 21 de abril), Rad. 5474, MP: Ariel
Salazar Ramírez. Rad. 05001-31-03-001-2009-00128-01, Ref.: Expediente: Rad.
5474 de 2017.

Colombia, Corte Constitucional (1992, 01 de octubre), C-543, MP: José Gregorio


Hernández Galindo. Ref.: Expedientes D-056 y D-092 (acumulados).

Colombia, Corte Constitucional (1994, 14 de febrero), T-055, MP: Eduardo Cifuentes


Muñoz. Ref.: Expediente T- 22923.

Colombia, Corte Constitucional (1996, 05 de febrero), C-037, MP: Vladimiro Naranjo


Mesa. Ref.: p.e.-008, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (1999, 02 de agosto), T-555, MP: José Gregorio Hernández
Galindo. Ref.: Expediente T-197404.

Colombia, Corte Constitucional (2001, 15 de agosto), SU-858, MP: Rodrigo Escobar Gil.
Expediente T-402633, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (2003, 03 de julio), T-540, MP: Jaime Araújo Rentería.
Ref.: Expediente T-701685, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (2005, 08 de marzo), C-202, MP: Jaime Araújo Rentería.
Ref.: Expediente D-5336, Bogotá D.C.

236
Colombia, Corte Constitucional (2009, 04 de marzo), C-520, MP: María Victoria Calle
Correa. Expediente D-7485, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (2011, 08 de marzo), T-464, MP: Jorge Iván Palacio
Palacio. Expediente T-2897707, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (2012, 08 de marzo), T-177, MP: María Victoria Calle
Correa. Exp. T-2898169, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (2012, 08 de marzo), T-178, MP: María Victoria Calle
Correa. Exp. T-2839194 y T-2908138 (acumulados), Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (2012, 03 de mayo), T-319ª, MP: Luis Ernesto Vargas Silva.
Exp. T-3312418, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (2012, 23 de agosto), T-656, MP: Humberto Antonio Sierra
Porto. Exp. T-3.434.415, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (2013, 14 de marzo), T-137, MP: Alexei Julio Estrada. Exp.
T-3605724, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (2016, 09 de noviembre), T-616, MP: Jorge Iván Palacio
Palacio. Expediente T-5393704, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (2017, 30 de enero), T-038, MP: Gloria Stella Ortiz
Delgado. Expediente T-5.724.531, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (2017, 27 de febrero), T-121, MP: Luis Ernesto Vargas
Silva. Expediente T-5.388.821, Bogotá D.C.

Colombia, Corte Constitucional (2017, 04 de abril), T-202, MP: Gloria Stella Ortiz Delgado.
Expediente T-5.915.380, Bogotá D.C.

237
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (1997, 04 de septiembre) Rad. 10285, CP:
Ricardo Hoyos Duque. Rad. 10285 de 1997. Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (1997, 14 de agosto) Rad. 13258, CP:
Ricardo Hoyos Duque. Rad. 13258 de 1997. Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (1999, 28 de enero) Rad. 14399, CP: Daniel
Suarez Hernández. Rad. 14399 de 1999. Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2003, 20 de marzo) Rad. 11038, CP:
German Rodríguez Villamizar. Rad. 73001-23-31-000-1994-1445-01(11308).
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera, (2003, 15 de mayo), C.P.: Alier Hernández
Enríquez, Rad. 76001-23-31-000-2002-1912-01(23245). Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2005, 20 de abril) Rad. 14725, CP: Ruth
Stella Correa Palacio. Rad. 25000-23-26-000-1995-01495-01(14725) de 2005.
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2007, 05 de diciembre) Rad. 15128, CP:
Ramiro Saavedra Becerra. Rad. 25000-23-26-000-1995-00767-01(15128) de 2007.
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2008, 8 de agosto) Rad. 17412, CP: Enrique
Gil Botero. Rad. 70001-23-31-000-1997-06331-01(17412) de 2013. Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2010, 11 de agosto) Rad. 18499, CP:
Mauricio Fajardo Gómez. Rad. 20001- 23-31-000-1998-04061-01(18499) de 2010.
Bogotá D.C.

238
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2011, 11 de mayo) Rad. 22322, CP: Ruth
Stella Correa Palacio. Rad. 08001-23-31-000-1999-02324-01(22322) de 2013.
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2012, 24 de mayo) Rad. 24141, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. Rad. 25000-23-26-000-1996-12683-01(24141) de 2012.
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera, (2012, 29 de mayo) Rad. 17060. C.P. Stella
Conto Díaz del Castillo. 25000-23-25-000-1994-09799-01(17060) de 2012. Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera, (2012, 17 de diciembre) Rad. 22581. C.P.
Danilo Rojas Betancourth. 25000-23-26-000-1999-02010-01(22581) de 2012.
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2012, 24 de mayo) Rad. 22205, CP: Carlos
Alberto Zambrano Barrera. Rad. 76001-23-31-000-1997-05296-01(22205) de 2012.
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2013, 29 de agosto) Rad. 33824, CP:
Ramiro de Jesús Pazos Guerrero. Rad. 17001-23-31-000-2003-00217-01(33824) de
2013. Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2013, 26 de septiembre) Rad. 28164, CP:
Olga Mélida Valle de De La Hoz. Rad. 25000-23-26-000-2002-00447-01(28164) de
2013. Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2013, 16 de octubre) Rad. 27287, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. Rad. 25000-23-26-000-1999-00308-01(27287) de 2013.
Bogotá D.C.

239
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2013, 30 de enero) Rad. 23769, CP:
Mauricio Fajardo Gómez. Rad. 66001-23-31-000-2000-00876-01(23769) de 2013.
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2013, 27 de febrero) Rad. 27866, CP:
Hernán Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-1999-02725-01(27866) de 2013.
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 29 de enero) Rad. 27258, CP:
Mauricio Fajardo Gómez. Rad. 25000-23-26-000-2003-00077-01(27258) de 2014.
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 20 de febrero) Rad. 27477, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. Rad. 25000-23-26-000-1999-01526-01(27477) de 2014.
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 26 de abril) Rad. 30300, CP: Enrique
Gil Botero. 13001-23-31-000-1997-12710-01(30300) de 2014. Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 12 de mayo) Rad. 23783, CP:
Mauricio Fajardo Gómez. 50001-23-31-000-1999-00167-01(23783) de 2014. Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 14 de mayo) Rad. 36748, CP: Hernán
Andrade Rincón. 25000-23-26-000-2003-02610-01(36748) de 2014. Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 29 de mayo) Rad. 28395, CP: Hernán
Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-2003-01229-01(28395). Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 29 de mayo) Rad. 27184, CP: Hernán
Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-2002-00702-01(27184). Bogotá D.C.

240
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 29 de agosto) Rad. 29888, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. 25000-23-26-000-1998-15937-01(29888) de 2014. Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 10 de septiembre) Rad. 29483, CP:
Olga Mélida Valle de De La Hoz. 25000-23-26-000-2002-01758-01(29483) de 2014.
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 10 de septiembre) Rad. 29027, CP:
Hernán Andrade Rincón. 66001-23-31-000-2002-00886-01(29027) de 2014. Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 09 de octubre), Rad. 28641, CP:
Stella Conto Díaz del Castillo. Rad. 250002326000199901329 01 (28641). Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 20 de octubre), Rad. 40060, CP:
Enrique Gil Botero. Rad. 05001-23-31-000-2004-04210-01 (40.060). Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 20 de octubre), Rad. 30751, CP:
Jaime Orlando Santofimio Gamboa. 41001-23-31-000-1999-00321-01(30751).
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 20 de octubre), Rad. 29355, CP:
Jaime Orlando Santofimio. Rad. 25000-23-26-000-2003-00204-01(29355). Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 29 de mayo), Rad. 28009, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. Rad. 25000-23-26-000-2000-01184-01(28009). Bogotá
D.C.

241
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2014, 29 de mayo), Rad. 28395, CP:
Hernán Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-2003-01229-01(28395) Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2015, 29 de abril), Rad. 26239, CP: Danilo
Rojas Betancourt. Rad. 25000-23-26-000-1999-00319-01 (26239). Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2015, 15 de mayo), Rad. 39099, CP:
Hernán Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-2007-00427-01(39099). Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2015, 28 de mayo), Rad. 26693, CP: Danilo
Rojas Betancourth. Rad. 25000-23-26-000-2002-02226-01(26693). Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2015, 16 de julio), Rad. 36634, CP: Carlos
Alberto Zambrano Barrera. Rad. 76001-23-31-000-2006-00871-01(36634). Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2015, 3 de septiembre), Rad. 34255, CP:
Stella Conto Díaz del Castillo. Rad. 08001-23-31-000-1997-012523-01(34255).
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2015, 02 de diciembre) Rad. 30548, CP:
Marta Nubia Velázquez Rico. Rad. 760012331000199724450 – 01 (30.548) Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 09 de marzo) Rad. 34554, CP:
Martha Nubia Velázquez. Rad. 25000232600020050245301 (34554). Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 13 de abril) Rad. 35539, CP: Hernán
Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-2005-02325-01(35539). Bogotá D.C.

242
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 02 de mayo) Rad. 37344, CP: Danilo
Rojas Betancourth. Rad. 25000-23-31-000-2004-01262-025 (37344) Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 16 de mayo) Rad. 34818, CP: Jaime
Orlando Santofimio Gamboa. Rad. 250002326000200400410-02 (34818). Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 25 de mayo) Rad. 53553, CP: Jaime
Orlando Santofimio Gamboa. Rad. 25000-23-36-000-2013-00835-01 (53553).
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 30 de junio) Rad. 39808, CP: Martha
Nubia Velázquez Rico. Rad. 68001-12-33-31-000-1999-00920-01(39808). Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 05 de julio), Rad. 36604, CP: Danilo
Rojas Betancourth. Rad. 5200-12-33-1000-2006-01616-01 Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 07 de julio), Rad. 348994, CP: Jaime
Orlando Santofimio Gamboa. Rad. 760012331000200504037 01 (38994). Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 08 de julio), Rad. 37628, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. Rad. 17001-23-31-000-2006-00203-01(37628). Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 01 de agosto), Rad. 36351, CP: Stella
Conto Díaz del Castillo. Rad. 13001-23-31-000-1999-10241-01(36351). Bogotá
D.C.

243
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 01 de agosto), Rad. 36083, CP:
Hernán Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-1999-02842-01(36083). Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 08 de septiembre) Rad. 43568, CP:
Martha Nubia Velázquez Rico. Rad. 05001-23-31-000-2009-00312-01(43568).
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 14 de septiembre) Rad. 43866, CP:
Martha Nubia Velázquez Rico. Rad. 85001-23-31-000-2008-00014-02 (43866).
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 05 de octubre), Rad. 38362, CP:
Hernán Andrade Rincón. Rad. 25000-23-26-000-2005-00581-01(38362) Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2016, 11 de noviembre), Rad. 34551, CP:
Stella Conto Díaz del Castillo. Rad. 25000-23-26-000-2005-02577-01(34551) Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 10 de mayo) Rad. 47338, CP: Martha
Nubia Velázquez Rico. Rad. 73001-23-31-000-2008-00669-01(47338). Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 11 de mayo), Rad. 39938, CP:
Ramiro Pasos Guerrero. Rad. 20001-23-31-000-2006-00189-01(39938) Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 18 de mayo), Rad. 36502, CP: Jaime
Orlando Santofimio Gamboa. Rad. 73001-23-31-000-2004-00136-01 (36502)
Bogotá D.C.

244
Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 18 de mayo), Rad. 33204, CP: Jaime
Orlando Santofimio Gamboa. Rad. 76001-23-31-000-1998-01484-01 (33204).
Bogotá D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 18 de mayo), Rad. 38640, CP: Jaime
Enrique Rodríguez Navas. Rad. 47001-23-31-000-2005-00813-01(38640) Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 22 de junio), Rad. 39422, CP: Jaime
Enrique Rodríguez Navas. Rad. 25000-23-26-000-2009-00692-01(39422) Bogotá
D.C.

Colombia, Consejo de Estado, Sección Tercera (2017, 23 de junio), Rad. 41431, CP: Hernán
Andrade Rincón. Rad. 54001-23-31-000-2005-01336-01(41431). Bogotá D.C.

Total: 92

245

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