Las Lecturas de Freud Néstor A. Braunstein

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Freud inventa al psicoanálisis que es un invento inesperado, un invento insólito de

alguien que se coloca en el lugar de un objeto que renuncia al saber, que renuncia a la
subjetividad y todos sus espejismos. . . (p.1)

A Freud lo hacemos con cada lectura

(...) a Freud lo hacemos con cada lectura, lo hacemos con cada reflexión de lo que sucede en la
experiencia y en el campo del psicoanálisis, con cada trabajo sobre un sueño, sobre una formación
del inconsciente, sobre la vida y el destino de un ser humano; no se trata entonces de encontrar la
realidad de un Freud hecho y terminado en el momento en que puso el último punto en la escritura
en su vida, hace ya casi 50 años, sino de construir un Freud a partir de lo que hacemos con la
lectura de él; es decir, que tenemos no que enterrarlo como se entierra a un muerto, sino que hacerlo
nacer y mantenerlo en vida a través de nuestra acción, a través de nuestro pensamiento, a través de
nuestra escritura y a través de nuestra palabra. (p.1)

También podemos, claro está traicionarlo, desvirtuarlo, pervertirlo y matarlo, y entonces, la cuestión
de las lecturas de Freud asume el carácter de un compromiso y este compromiso nadie está forzado
a hacerlo, es una cuestión diría yo, usando una palabra que tiene resonancias ambiguas, es una
cuestión de vocación de ser llamado a darle vida a esta obra que es una obra que nos interroga y
que nos cuestiona a todos, cuando leemos a Freud y cuando leemos cualquier otra cosa que no es
solamente Freud.

(...) en "Las lecturas de Freud" hay un sentido subjetivo del título, Freud era un señor que leía y
las cosas que leía son las lecturas de Freud, es decir, hay un Freud lector (...) De un hombre que
tenía una vocación enciclopedista donde no podía dejar fuera de su conocimiento nada de lo que
fuese humano (...) de la medicina que es el campo en el cual él se formó, del cual él procedía y de
las impasses que encontraba en ésta (...) Encontró allí, procediendo de la medicina un impasse y no
se quedó en esa impasse, tampoco se quedó en esa imposibilidad de pensar, desde la medicina, la
subjetividad, sino que tuvo que trascender su propia formación médica, enfrentarse con ella para
realizar los descubrimientos por los que él llegó a ser Sigmund Freud. (p.1-2)

(...) tuvo que tropezar no solamente con los impasses de la medicina, sino también con
los impasses de la psicología de su tiempo, una psicología que a través de los laboratorios de
psicología experimental no le aportaba absolutamente nada para aquello que a él le intrigaba,
es decir, la manera de dar cuenta de lo que sucedía con el sufrimiento de las personas que
acudían a su gabinete llevados por un equívoco, y era el equívoco de creer que porque él era
médico podía curar algo que como médico en realidad estaba absolutamente desarmado para
enfrentar.

(...) entonces debió aprender a leer otro texto, un texto que era el texto hablado por las
personas que se dirigían a él. Renunciar a las pretensiones de saber para tratar de aprender de lo
que le decían sus enfermos, y tratar de aprender de lo que decía el primer enfermo con el que tuvo
que enfrentarse, que era él mismo y escuchar el discurso de sus sueños y tratar de comprender qué era
lo que estaban diciendo esos sueños, esos discursos de los neuróticos y de las neuróticas; hacer un
lugar -y esto es algo que pocas veces se ha puesto suficientemente de relieve-, hacer por primera vez
en la historia, en la historia de la humanidad, el lugar a un discurso desconocido, un discurso
habitualmente descartado como incierto y mentiroso que era el discurso de las mujeres.
(...) hay que hacer varias lecturas de Freud, no es cuestión de leerlo una vez, hacer un fichaje de
aquello de lo que Freud habla y decir ya he leído a Freud (...) Leer a Freud, entonces, es un ejercicio
para quien se compromete con el psicoanálisis que es un compromiso con la verdad subjetiva , es
un esfuerzo que no termina nunca (...) Leer a Freud, no como un objeto, el libro de Freud donde se
habla de cosas que voy a aprender, sino leer a Freud como un texto cuyo objeto soy yo, es decir, como
un objeto que desde su palabra me cuestiona, me pregunta: ¿y tú quién eres? ¿qué quieres? ¿a qué
apuntas? (...) Esto implica, por cierto, una ética de la lectura, un compromiso irrenunciable del lector.
(p.2-3)

Leer a Freud implica entonces leer a Freud y no a los que dicen que lo leyeron, es decir, hay
lecturas de segunda mano (...) si no lo podemos leer en alemán, a través de una versión que no lo
traicione en la traducción, es decir, a través de una versión que no sea una perversión como la que en
España y en Hispanoamérica se ha difundido a lo largo de décadas enteras, a través de la traducción
literariamente brillante, pero científicamente endeble de López Ballesteros (...) porque en Freud no
es posible contentarse con una aproximación más o menos correcta. (...) tampoco voy a tratar de
decir qué es lo que Freud dijo, pero es necesario si, hacer una especie de mapa de sistematicidad del
conjunto de esta obra, porque en esta obra, como les digo, existe una coherencia que resiste a los
despedazamientos y a los intentos de acomodar las páginas y las palabras de Freud, según las
conveniencias del lector. (p. 3-4)

Freud tuvo que trascender su propia formación médica

Este Freud que parte de la medicina, que tropieza con la imposibilidad de explicar a partir de la
fisiología y de la anatomía del sistema nervioso lo que sucede con la vida de los seres humanos ,
que lo lleva entonces a la construcción de un aparato que reemplaza al aparato nervioso y que es el
aparato psíquico. Un aparato psíquico que es una construcción teórica, epistemológica,
conceptual y abstracta elaborada por el propio Freud para dar cuenta de la maquinaria de la
producción de los procesos psíquicos; que encuentra entonces que en lugar de neuronas, los átomos de
este aparato son las representaciones y la organización de éstas. (p.5)

(...) el inconsciente freudiano es la imposibilidad de que ciertas representaciones puedan llegar


a ocupar un lugar en el conjunto de las mismas, que oficialmente cada uno de nosotros reconoce
como propias, es decir, que hay representaciones, hay un cierto saber que está en nosotros y que
nosotros no sabemos qué sabemos y por eso creemos que lo ignoramos. Esta es la definición más
elemental del inconsciente (...) Este conjunto de representaciones oficiales a las que llamamos
nuestro yo, se constituye en nosotros, no está formado sino que se constituye desde nosotros, en
nosotros, a partir de la aceptación de representaciones que nos vienen desde el exterior, es decir, que
no somos los dueños de nuestro sistema de representaciones; sino que este sistema de
representaciones se constituye en relación con el Otro y que es también en relación con ese Otro
donde ciertas representaciones no pueden encontrar su lugar en el conjunto de las representaciones
oficiales. (...) Hay algo que nosotros no podemos representarnos en el momento en que nos
constituimos como sujetos; Freud encuentra que ese algo que no podemos representarnos, ese algo
que es misterioso y enigmático para el niño en el proceso de su desarrollo, es lo que tiene que ver con
la sexualidad, con la sexualidad entendida en el sentido psicoanalítico (...) algo que tiene que ver
con el deseo de los otros que le preexisten a él y donde él tiene que llegar a hacerse un lugar.

Es el campo de las fantasías, el campo de la novela familiar, el campo de las producciones del
inconsciente, de los sueños, de ese saber que por no poder verbalizarse ni articularse en palabras,
se transforma en síntomas y en manifestaciones de sufrimiento; en donde hay una tendencia
fundamental a alcanzar un estado de recuperación de un paraíso perdido que en realidad nunca existió,
que orienta la búsqueda de todos los seres humanos en función de el reencuentro con determinadas
experiencias de satisfacción que constantemente escapan. Y en esta búsqueda permanente de un
objeto perdido se constituye la realidad del mundo, se constituye la realidad de los objetos que
están en el campo del Otro, que pueden ser compartidos, que pueden ser dados, prestados o
regalados y que son objetos que vienen a sustituir a los objetos imposibles del deseo y entonces el
ser humano aparece animado por una compulsión que es compulsión de repetición, compulsión de
búsqueda de lo perdido que lo lleva a multiplicar y hacer proliferar el mundo de los significantes en
donde él mismo acaba por ser un resultado de la búsqueda que él realiza y que cada uno de nosotros
no es el autor de sus pensamientos, el dueño de su vida y de su destino, sino el resultado de esta
búsqueda desesperada, de esta búsqueda trágica de un objeto para siempre perdido y en esta obra de
reflexionar sobre lo que sucede a partir de lo que hablan aquellos a quienes Freud lee, que es a sus
pacientes, Freud va construyendo la teoría psicoanalítica para dar cuenta del conjunto de los
efectos que encuentra en un campo que él ha creado a partir del hecho de renunciar al saber
para hacer actuar la ignorancia.

Freud inventa esta cosa monstruosa de un ser humano, que se transforma en cosa para que la verdad
del otro no encuentre el obstáculo que habitualmente encuentra en el espejo, que es cada uno de los que
hablan con él y de esa manera lo que estaba reprimido en el que habla puede llegar a manifestarse
y a eso que se manifiesta (...) a eso es a lo que llamamos -en una definición que no es estricamente
freudiana-, es a eso a lo que llamamos el inconsciente. El inconsciente no como algo que estaba allí
esperando que alguien lo descubriese, ni como una invención que no estaba en ninguna parte, sino
como algo que se realiza en esa situación analítica donde hay un sujeto que se ha hecho objeto, que
ha desaparecido del campo visual, que ha desaparecido del campo de la palabra para que se produzca el
cuestionamiento más radical al que puede someterse un ser humano, encontrando no lo bonito y lo
bello que habría en él, sino encontrando ese fondo siniestro que existe en cada uno de nosotros que es
nuestro costado de sombra (...) (p. 6-7)

Después de Freud, se han hecho cuatro lecturas

Freud se murió en 1939 y podemos decir que desapareció aquel que podía corregir a aquellos
que hiciesen lecturas que se distanciaba del sentido de su obra, entonces, ahora llegamos a un
último sentido por hoy de esta pregunta, por las lecturas de Freud y es el hecho de que después de
Freud se han hecho muchas lecturas y a partir de la obra de Freud y tomando con un cierto sesgo
ciertos puntos del texto de Freud y citando a Freud entre comillas y correctamente, y en buenas
traducciones, se han podido hacer distintas lecturas de Freud y se ha producido una suerte de
arborización de las lecturas de Freud, de ramificaciones de las lecturas de Freud y el problema es que
nosotros 50 años después de muerto Freud, nos encontramos ante un campo que está arborizado por
diferentes lecturas de Freud.

Yo diría que de Freud, después de Freud, se han hecho cuatro lecturas: una lectura biologista,
una lectura psicologista, una lectura sociologista y una lectura para la que no tengo palabras y
que entonces por conveniencia llamaré ahora una lectura lenguajera (...) No es un cóctel de
lecturas de Freud, habrá que preguntarle a cada una de estas lecturas por sus títulos de pertinencia, por
su coherencia y por su coherencia particularmente con aquello que es el conjunto de la obra de Freud y
muy particularmente con la práctica de Freud. (p.8)

Una lectura biológica muy difundida que parte de una perversión -lo voy a decir así directamente-
de una perversión en la traducción de Freud. Freud usa el término Trieb cuyo equivalente en inglés
etimológica y conceptualmente es drive y en francés sería dérive y en español sería deriva y los
traductores al inglés -hay que decirlo, con la anuencia de Freud mismo que conoció esa traducción-,
traducen eso como instinct, es decir instinto. Ahora bien, en la obra de Freud la palabra alemana
instinkt aparece en ciertas oportunidades con un sentido claro; el instinto como aquello que guía al
animal en la vida, como aquello que le permite sobrevivir, como aquello que le permite encontrar una
armonía con el medio, como aquello que conoce ciclos de tensión y distensión. Pero el Trieb freudiano,
traducido correctamente al español como pulsión, es algo radicalmente diferente, es un resultado de
la sumisión del ser humano a pautas que son pautas transmitidas por la palabra y que someten la
satisfacción de sus necesidades a la demanda realizada al Otro, que habrá de responder a esa demanda
en funcion del deseo que anima al otro al que se dirige esa demanda y esto no tiene nada que ver con el
instinto.

(...) una lectura biologista de Freud, que si se trata de los instintos y de las estructuras biológicas
que son el sustrato de la actividad psíquica, entonces se trata de un proceso de maduración. La
maduración implica una pre-inscripción del desarrollo, es decir, un pasaje sucesivo por determinados
estadios hasta alcanzar una completud que está escrita de antemano, algo así como el desarrollo que va
desde el huevo hasta la gallina y si algo descubre Freud es que precisamente ninguna concepción del
desarrollo como maduración, tiene que ver con lo que sucede con los seres humanos. Esta perversión del
psicoanálisis que pasa por la biología, hace precisamente que se crea que es posible que el discurso del
psicoanálisis llegue a armonizar con el discurso de los psiquiatras, con el discurso de la
psicofarmacología, con el empirismo científico natural que anima a la biología y a la medicina y que en
última instancia se podrá hacer que la clínica psicoanalítica entre dentro de los cánones del DSM3, que
ahora está en vigencia y que algunos consíderan como el máximo logro de la ciencia psicológica y
psiquiátrica. (p.9)

Ya con la lectura biológica tenemos una lectura psicológica de Freud, una lectura psicológica de
Freud que supone que se trata también de un progreso y de un desarrollo; pero ahora ya no de
estructuras biológicas sino de mecanismos de adaptación cuya coronación es el yo y el yo que tiene
que controlar los impulsos, que tiene que armonizarse con la conciencia moral y que tiene que dirigir
al sujeto para que alcance las metas de felicidad, adaptación, bienestar, salud mental y como quiera
llamarse a eso que le permita estar bien consigo mismo y con el mundo, anulando las tensiones,
anulando las diferencias y transformándose en un ser pleno, maduro, comprensivo, generoso, bueno y
muchas cosas más.

(...) donde el psicoanalista puede colocarse a sí mismo como modelo para que el otro,
enfrentándose con este ser logrado que es el psicoanalista, acabe identificándose, pareciéndose a él,
llegando a ser como él y logrando por este camino del psicoanálisis una reducción de la diferencia, una
reducción de aquello que no armoniza entre el sujeto y el mundo y pueda hacerse camino en la vía de la
felicidad, de la American Way of Life.

Hay una lectura sociologista de Freud, se trata de que el sujeto incorpore las pautas sociales y llegue a
una identificación satisfactoria de sí mismo y de su lugar en el mundo y esta lectura sociologista en realidad
está poco fundada en textos de Freud. (...) Y en este sentido, los discursos sociologistas se pueden a su vez dividir
en dos grupos, que esquemáticamente llamaré sociologistas de derecha y sociologistas de izquierda. Para el
sociologismo de derecha las pautas buenas son las pautas que están vigentes; por lo tanto se trataría de
conducir al sujeto hacia una adaptación (...) Un sociologismo de izquierda en las lecturas de Freud que no se
priva de citar a Marx de una manera absolutamente incorrecta, lleva por el contrario a transformar al
psicoanalista en un impugnador de los valores vigentes y en un cuestionador que sabe cómo es la realidad,
cómo es el mundo y cómo debiera ser, pero que debiera ser de una manera diferente a como es (...). entendiendo
que el psicoanalista sabe cómo hay que ser en el mundo social, sabe que hay que ser de acuerdo a las pautas que el
mundo impone o en contra de las pautas que el mundo impone, pero la diferencia entre ser de acuerdo o en contra
es mínima frente al hecho de que se le propone al sujeto que se identifique con los valores que existen en el
analista, por lo tanto en el desconocimiento de su deseo, del deseo de él, de esa verdad que tiene que surgir
de la experiencia analítica. (p.10)

Y finalmente una lectura que yo les decía que no sabía como llamarla, porque se ha pretendido llamarla
lectura estructuralista de Freud; pero la palabra es incorrecta en la medida en que esta lectura de Freud
propone una impugnación del concepto de estructura que es vigente en todas las ciencias que se llaman a sí
mismas estructuralistas y que algunos han pretendido que sea una lectura lingüística de Freud, pero, que es
una lectura que toma la lingüística como una de las variantes del discurso del amo e impugna las pretensiones
de la lingüística de transformarse en una ciencia que indique cómo debe usarse el lenguaje . En esta lectura de
Freud, entonces, que ni es estructuralista ni es lingüística y que por eso llamo con un neologismo, que tiene un
cierto matiz de lúdico -hay quienes me han dicho alguna vez que es un matiz despectivo llamar a esta lectura, una
lectura lenguajera de Freud porque es una lectura centrada en lo que sucede en el campo analítico como campo
del lenguaje y de la palabra.

Lectura lenguajera de Freud que supone que el sujeto cuando nace es, claro, un cuerpo; pero que ese cuerpo es
un cuerpo que ocupa un lugar en el orden simbólico (...) que viene a llenar un cierto lugar dentro de expectativas
que le preceden y que se consagran en el momento, antes que él pueda representarse nada de lo que es su lugar
en el mundo, cuando se le asigna un sexo, se le asigna un nombre propio, se le coloca en un lugar determinado
de la estructura social, (...)

se determinan aquellos significantes -tomando la palabra significante como elemento de la lingüística ahora
sí- se le asignan aquellos significantes que habrán de organizar el sistema de sus ideales y él tendrá que llegar en
el curso de su vida a abrirse un lugar y a llegar a representarse a sí mismo en relación con los otros significantes que
le rodean, y que estos significantes enganchan un cuerpo, determinan los caminos por los que podrá satisfacer sus
necesidades, al mismo tiempo que su deseo, en tanto que el deseo de ese objeto imposible porque la ley misma que
es la ley del lenguaje lo expulsa de él, lo llevará a perder y a perder de modo irremisible organizando a partir de
eso una búsqueda, la búsqueda del objeto del deseo que lo irá historizando en la medida en que vaya fallando el
encuentro con ese objeto que es objeto imposible, perdido, prohibido y que a través de eso se irá haciendo una historia
consecuencia de la repetición, de la petición y de la repetición formulada al otro para que el otro responda a lo que
constituye su demanda imposibilitado de articular su deseo porque las palabras lo prohíben, porque las palabras no lo
permiten y de esta manera se irá haciendo el destino de esa carne que es carne habitada por el lenguaje,
significantizada por el lenguaje que lo conduce a él a encuentros prometidos que serán parcialmente
satisfactorios, parcialmente insatisfactorios, en el fondo decepcionantes y que de esta manera se va realizando la
subjetividad como historia donde el sujeto trata de representarse ante el otro a través de una palabra y esta palabra lo
suplanta, esa palabra lo desplaza, en cierto sentido esa palabra lo hace desaparecer, lo mata y esta muerte que la
palabra infringe es aquello por medio de lo cual él se inscribe como algo que llega a ser en el mundo humano.

Es evidente en la exposición que se privilegia una de las cuatro lecturas de los textos freudianos, es
decir, hay una crítica más o menos marcada de tres de las cuatro pero yo no oí ninguna crítica a esa
posición llamada lenguajera, entonces mi solicitud sería: ¿qué crítica se le puede hacer a esa
posición? (...) Freud inventa un método, una situación excepcional donde pone en juego un
determinado objeto que es un objeto creado por la propia concepción del psicoanálisis y que es esta
experiencia la que elimina fuera de su campo como impertinente a todo aquello que no es del
campo del lenguaje, a partir de la función de la palabra, es decir, prohibe toda acción entre el analista
y el analizante que no se restrinja exclusivamente a lo que sucede en el campo de la palabra y el
psicoanalista se priva de toda intervención que no sea una intervención en el campo del lenguaje. (...)
no hay nada en el inconsciente que sea biología, que no hay nada del inconsciente que sea
psicología, que no hay nada del inconsciente que sea sociología, que todo lo que hay en el
inconsciente es su estructuración como un lenguaje, por el lenguaje, en el lenguaje y es en ese
sentido en que yo sostengo que las cuatro lecturas de Freud no son equivalentes.

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