La Psicología. Sus Problemas Fundamentales PDF
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La Psicología. Sus Problemas Fundamentales PDF
2018-06-12
Vilanova, Alberto R.
http://rpsico.mdp.edu.ar/handle/123456789/697
Descargado de RPsico, Repositorio de Psicología. Facultad de Psicología - Universidad Nacional de Mar del Plata. Innic
La Psicología. Sus problemas fundamentales.
Por Alberto R. Vilanova
Problemas históricos
La mayor parte de los psicólogos entiende que su disciplina advino al mundo en 1879,
cuando, en conflictiva ruptura con la filosofía, es creado por Wilhelm Wundt (1832-1920) el
primer laboratorio experimental en Leizpig, Alemania. Sin embargo, este mito creacionista se
ha visto empañado, más de una vez, por argumentaciones y evidencias de signo contrario.
En primer lugar, se ha señalado que si el laboratorio experimental habría de considerarse la
divisoria de aguas entre una psicología especulativa –filosófica- y otra empírica –científica-,
el hito fundacional debiera atribuirse a Gustav Fechner (1801-1887), quien, con su
“psicofísica” experimental (1860), nacida en laboratorios similares a los de Wundt, habría
constituido el verdadero eslabón de enlace entre las indagaciones fisiológicas que se
encontraban con problemas psicológicos y aquellas otras que, algo más tarde, preocupadas
por resolver problemas psicológicos apelaron a la fisiología. Pero otras dos objeciones,
también importantes, ensombrecen la imagen de Wundt fundador. Los italianos, atentos a
sus propios próceres, se encuentran en condiciones de probar que el primer tratado de
psicología experimental (1873) y también el primer laboratorio (1876) fueron obra del
antropólogo Giuseppe Sergi (1841-1936), con lo que Roma reemplazaría a Leizpig como
ámbito del acto de creación. Por último, estudios documentales sobre los epistolarios y los
escritos públicos de Wilhelm Wundt han demostrado el error de atribuir intenciones
autonomistas a su actividad, poniendo en evidencia que fue, en realidad, un vigoroso
opositor a la idea de separar la psicología de la filosofía, ya que, según él, un psicólogo puro
no sería sino un mero tecnólogo, victima inveterada de filosofías implícitas e ingenuas.
Sobre esta base, algunos historiadores sugieren que el verdadero nacimiento de la
psicología como disciplina independiente es solidario al de su emergencia como carrera
universitaria y como profesión, hecho ocurrido en la última década del siglo anterior en
Estados Unidos. Si éste fuera el criterio, sería insoslayable el reconocimiento al pionerismo
a Stanley Hall (1844-1924), primer doctorado en psicología y organizador de la primera
asociación de psicólogos en 1892.
Pero no todos presuponen que el experimento constituye la piedra de toque para discernir la
aparición de una psicología científica. Si se prestara atención, antes que nada, a la intención
de autonomía, parece seguro que la psicología nace con Johan Friedrich Herbart (1776-
1841), el primer pensador que, a través de un manifiesto programático (Psychologie als
Wissenschaft, 1824), anunció que ésta es una ciencia autónoma, tanto de la filosofía cuanto
de la fisiología, inaugurando, de paso –antes que Wundt y Freud, respectivamente- las ideas
de la cuantificación de los procesos psíquicos y de la existencia de un inconsciente
reprimido. Si el centro de interés para establecer un nacimiento mítico lo constituyera no el
experimento molecular sino la observación extrospectiva –método que nadie ha impugnado
como anticientífico- brota una cohorte de investigadores en condiciones de aspirar al
honroso cargo que se discute. Y, en efecto, ha llegado a afirmarse que la psicología como
ciencia natural nace en las inferencias observacionales que Charles Darwin (1809-1882)
dedica, en un significativo escrito (The expresión of the emotions in man and animal, 1872),
a las convergencias entre el psiquismo humano y el de los grandes primates, inaugurando el
estudio comparado del comportamiento ecológico y espontáneo, único abordaje confiable,
no artificial, al que debería acudir el psicólogo. También, y por último, la observación como
sustituto del experimento fue propuesta por la psicología patológica, la que puede
considerarse nacida en Théodule Ribot (1839-1916). Ribot, sin por ello dejar de admirar la
tradición experimental alemana, postuló que el único recurso valido para comprender como
se estructura el psiquismo no es la observación longitudinal de su desestructuración, lo que
sólo ocurre en la enfermedad mental (Les maladies de la mémoire, 1881; Les maladies de la
personnalité, 1885). Así, esta “Escuela de Paris”, antagonista de la de Leizpig, inició una
tradición medicalista en psicología –importa señalar que Jean Martin Charcot (1825-1893)
presidió el primer congreso mundial de psicología, en 1889-, continuada por Pierre Janet
(1859-1947), el primero en definir a la psicología como ciencia del comportamiento. Si bien
esta vertiente clínica perdió el combate por la preeminencia ante las huestes alemanas y
angloamericanas –promotoras del experimento como recurso de privilegio- constituye, para
el historiador de las ideas, un testimonio de otro posible “nacimiento”.
Problemas teóricos
Frecuentemente se señala la escolasticidad –división en escuelas- de la psicología con la
intención de resaltar su “inmadurez”, su advenimiento reciente al sistema de las ciencias.
Esta observación es más frecuente entre los psicólogos mismos que entre los cultores de
las ciencias puramente naturales y experimentales. Se indica que la división en múltiples
escuelas de pensamiento, esto es, en explicaciones dispares para una misma incógnita, no
hace más que poner de manifiesto un tipo de desacuerdo imposible para las ciencias.
Cualquier pregunta que se haga a un psicólogo obtendrá entonces, una respuesta
escolástica, y, por eso mismo, escasamente confiable. Algunos, desesperados por esta
situación, promueven o anuncian la extinción de las escuelas, lo que se evidenciaría en la
aceptación universal de algún objeto de estudio –los procesos mentales, la conducta, la
actividad, etc. Estos dos planteos, el de la inmadurez de la disciplina y el del objeto de
estudio consensuado, merecen un tratamiento algo detenido en sus muchos matices.
La psicología, entonces, posee sistemas, teorías, modelos y “escuelas” como cualquier otro
emprendimiento científico. Su debate epistemológico interno no puede ser cancelado a favor
de alguna verdad sobre “lo real”, pues las ciencias son mucho más exploraciones de teorías
que de realidades del sentido común. La existencia de escuelas no es un indicador de
inmadurez sino del estado de ebullición propio de toda ciencia viva.
Sin que por su complejísima urdimbre puedan ser analizados en este apartado, pueden
mencionarse otros factores que inciden en los planos teóricos de la psicología. Uno de ellos
es el carácter nacional de las tradiciones científicas, que han producido modelos de la mente
solidarios con las culturas locales. Estos modelos regionales, a su vez, han impulsado
investigaciones empíricas con hallazgos no discutidos. Gordon Allport ha señalado la
existencia de una psicología “centroeuropea”, nacida al claror de la filosofía racionalista y de
las vicisitudes políticas de Alemania, Italia y Francia, y de otra “angloamericana”,
infrutescencia del empirismo filosófico y de las revoluciones liberales (1956). En la primera,
se postula una mente autoactiva, con fuerzas de carácter innato y por lo tanto fijo; en la
segunda el psiquismo es variable dependiente del ambiente y, por ello, plástico e influíble.
Serian centroeuropeos los modelos gestálticos, comprensivos, fenomenológicos y
estratigráficos, en tanto el funcionalismo, el conductismo, la reflexología y el psicoanálisis
culturalista portarían la impronta empirista angloamericana. La escuela soviética, por su
parte, ha postulado una psicología relativista y sociológica inspirada en el materialismo
histórico, la que ha conducido a los ahora clásicos desarrollos de Lev Vigotsky, Alexander
Luria, Konstantin Platonov, Bluma Zeigarnik, Alexei Leontiev o Piotr Galperin.
También aspectos de orden académico, tales como la formación profesional de origen, han
laborado a favor de teorías antagónicas pero promotoras, sin embargo, de evidencias
empíricas inomitibles. Así, las teorías del isomorfismo de Wolfgang Köhler y del campo
dinámico de Kurt Lewin llevan la impronta de esos “físicos-psicólogos” en tanto cualquier
variedad del psicoanálisis, así como los temas en los que éste predica de sí la solvencia,
delatan su linaje médico. El énfasis en los valores, el sentido y la teleología, presente en la
investigación contemporánea, nace entre historiadores, eticistas y axiólogos como Wilhelm
Dilthey, Heinrich Rickert o Wilhelm Windelband.
Problemas metodológicos
De la inveterada discusión en psicología, se extraerán para su examen tres aspectos
descollantes: la rigidez metodológica o “metodolatría”, la posibilidad de un sincretismo en lo
teórico y la gran bifurcación hacia lo natural y lo histórico.
Sin embargo, si es cierto que la psicología es ciencia y, por tanto, revolución conceptual
incesante, y si el impacto de las disciplinas vecinas posee la envergadura descripta en el
apartado anterior, es inminente una reagrupación de conceptos en la que sólo pervivan los
“consistentes”, incluso aunque este paso no sea dado por los psicólogos.
Problemas profesionales
La tendencia a la diferenciación que distingue a las ciencias y profesiones se manifiesta con
plenitud en la proliferación de especialidades psicológicas, las cuales, en algunas naciones,
ya alcanza la cincuentena. Los asuntos ergológicos, jurídicos, etnológicos, políticos,
publicitarios y hasta los de la exploración espacial están dando lugar a prácticas de
promoción o asistencia muy circunscriptas, que responden a demandas culturales de todo
orden. Sin embargo, no todas estas praxiologías cuentan con respaldo científico, y es cada
vez mayor la brecha que se abre entre el psicólogo investigador y el “aplicado”. El primero,
sumido en un piélago de problemas de carácter limitado, obligado a la lectura de un número
creciente de informes y publicaciones especiales, no está en condiciones de dar respuesta
científica a los complejos problemas que ocupan al profesional. Este, a su vez, presionado
por la exigencia de respuestas urgentes no encuentra, en el estado actual de la
investigación, un aval confiable a sus intervenciones. Todo sugiere la imposibilidad de que
un mismo personaje social pueda constituirse en indagador de tópicos puntuales y resolutor
de problemáticas amplias, y parece éste un camino sin retorno. Esta situación se ve
agravada por las tendencias de los grupos “profesionalistas” a desplazar, en la conducción
de las asociaciones y cuerpos colegiados, al investigador básico. Es éste un punto crítico
para la cohesión gremial, y algunos observadores han presagiado una emigración masiva de
investigadores hacia disciplinas más atractivas u hospitalarias, como la biología del
comportamiento o la antropología. Si prosiguiera esta preeminencia de las ramas aplicadas
en los planos conductivos, la psicología devendría una morada incómoda para el estudioso
de la percepción, la neurotrasmisión o el desarrollo cognitivo, que se vería forzado a buscar
un hogar más confortable en las disciplinas vecinas.
Al mismo tiempo, los reproches son mutuos. El psicólogo de los procesos básicos suele
percibir en el profesional a un improvisado que va más lejos de lo que la investigación es
capaz de respaldar, y que ignora si su conocimiento progresa y por qué lo hace. El práctico,
a su vez, imputa al investigador un excesivo centramiento en las funciones elementales que
ocurren en breves escalas de tiempo, cuando lo que la sociedad reclama es un abordaje de
las situaciones humanas complejas en procesos de larga duración.
Existe acuerdo en que la psicología iberoamericana transitó tres ciclos definidos, si bien con
modalidades regionales. En primer término el psicólogo fue definido como un psicómetra,
esto es, un auxiliar de la pedagogía, la medicina y la ergología que trasladaba a estos
ámbitos conocimientos presuntamente nacidos en la experimentación de laboratorio. A partir
de la Segunda Guerra el psicólogo se transforma en un asistente abocado a la práctica de la
orientación y la terapia, quehacer éste siempre reclamado por el médico y que promueve
querellas jurídicas (debe destacarse que en Estados Unidos la práctica de la psicoterapia
por psicólogos se legisló lentamente y estado por estado, desde Connecticut (1945) hasta
Missouri (1977). El tercer ciclo de la psicología profesional iberoamericana se distinguió por
el énfasis en los aspectos preventivos y comunitarios, por la investigación sobre los efectos
de ese tipo de intervención, y por la consolidación en los planos legal y deontológico,
tendencias que aún perduran.
ALBERTO VILANOVA
(UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA, JULIO 8 DE 1992)