Derecho de La Función Docente
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Derecho de La Función Docente
Derecho de la
función docente
INTRODUCCIÓN
1
Wernz-Vidal, en su obra conjunta de 7 volúmenes de comentario al CIC 17 entendía el Magisterio como cualquier
otro bien material de la Iglesia que se debe administrar, dado el lugar donde se había colocado.
2
La palabra munus se traduce habitualmente por oficio o función, como algo instrumental. Nos parece que es algo
más que un instrumento.
3
Cf. Communic 15 (1983) 89, ad tit.
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4
Magisterio-maestro (ACTO: enseñar- OBJETO: verdades de fe- FIN: adhesión del entendimiento y la voluntad),
régimen-rey (gobernar-gobierno-sumisión y obediencia) y santificación-sacerdote (celebrar la liturgia-culto divino-obtención
de la gracia).
5
Así lo afirman Lecuyer o Congar apoyándose en LG 18.
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CÁNONES PRELIMINARES
6
CIC 1917, c.1322 §2.
7
Lo encontramos en cualquiera de las profesiones de fe (DZ) y en LG 14a; AG 7a: la Iglesia es necesaria ad salutem,
como dogma de fe.
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algunos autores deducen que la excomunión de la que habla en c. 1364 es una evidencia que sí se puede
obligar a permanecer en ella8. No parece correcta esta interpretación del silencio del canon. Lo mismo
se debe condenar la fuerza para abrazar que para permanecer en la Iglesia. Las penas no son una
coacción para permanecer sino una declaración del estado en que se encuentra el que las padece9.
La Iglesia (c. 747 §1) entendida según el c. 204 (todo el Pueblo de Dios, gobernado por el Romano
Pontífice y el colegio episcopal que poseen el “sensus fidei” como carisma y a quien se ha entregado el
“depositum fidei” como una realidad dinámica10) tiene la misión de:
- custodiar-guardar: para transmitirlo dinámicamente sin descuidar nada, evitando que sea
oscurecido o deformado (DV 9.10; LG 2.4; EN 25).
- profundizar-investigar: para entender mejor la Palabra de Dios y poder responder la Iglesia mejor
a su misión en el mundo desde el trabajo de investigación de los teólogos en fidelidad a ella.
- anunciar-exponer: las verdades del depósito de la fe son para todos y no para un grupo
privilegiado.
Es una obligación y derecho (a la inversa del vc. 1322 §2: ius et officium) nativo -del mismo nacimiento
o fundación de la Iglesia por Cristo-, independiente -sin necesidad alguna de admisión por parte de
autoridad humana- exclusivo -es la que posee el depósito como sociedad jurídica perfecta-, que debe
ejercer con sus propios medios -aún en los medios de comunicación social-:
La evangelización en consideración al pueblo al que se dirige, si no utiliza su “lengua”, sus
signos y símbolos, si no responde a las cuestiones que plantea, no llega a su vida concreta11.
La Iglesia se salva por la palabra de Dios, hecha hombre, que muere en la cruz y perpetua su
sacrificio en el memorial eucarístico de la Cena; la Iglesia se organiza de forma que esa
palabra de Dios anunciada en Cristo que predica y en Cristo que muere por los hombres sea
lo más eficaz. Así, pues, la fe, los sacramentos, la vida cristiana, dicen una esencial referencia
y dependencia absoluta a la palabra de Dios. Sin ella no hay convocación de la comunidad,
sin ella no es comprensible la salvación, sin ella no tiene sentido ningún acto pastoral,
autoritativo o jurisdiccional en la Iglesia. Esto quiere decir que la Iglesia, como comunidad
de fieles, como comunidad de salvación, como comunidad estructurada bajo la autoridad
apostólica, es impensable en sí misma, toda ella, absolutamente toda, está subordinada a la
Palabra de Dios12.
La competencia de la Iglesia sobre los derechos humanos (c. 747 §2) abarca todos los temas y en todo
lugar siempre que hagan referencia a la salvación de las almas o a los derechos fundamentales del
8
Así lo afirma Santo Tomás en la Summa Theologica II, II, 8. 6.10.11: los herejes, apóstatas y cismáticos han de ser
empujados (impelletur) a permanecer en la fe católica.
9
Podemos ver esta argumentación en el comentario de Salamanca -se mantiene la obligación jurídica y se castiga el
abandono- y en el de Navarra que dice sólo se aplica a la potestad civil coactiva, citando a DH.
10
Es una expresión bíblica que encontramos en Tim 6,20; también en la encíclica de Pablo VI Ecclesia Sancta AAS
1964, en DV 10, 7-9; GS 33,2. Estaba ya presente en el v.c. 1322 y en el c. 57, 1 de la LEF.
11
PABLO VI, enc. Evangelii Nuntiandi, 63.
12
JUSTO COLLANTES, La Iglesia de la Palabra, vol II (BAC, Madrid 1972) 117.
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13
GS 42: La unión de la familia humana cobra sumo vigor y se completa con la unidad, fundada en Cristo, de la
familia constituida por los hijos de Dios. La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico
o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces
y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina....La Iglesia reconoce,
además, cuanto de bueno se halla en el actual dinamismo social: sobre todo la evolución hacia la unidad, el proceso de una
sana socialización civil y económica.
14
Cf. LEF 57, 2.
15
Cf. EN 31-38; Once grandes mensajes (Madrid 1990); SCDF, Instrucción sobre la Teología de la Liberación (1984)
6-8; CELAM, Documentos de Puebla, Medellín y Santo Domingo.
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Vaticano I, const. dogm. Pastor Aeternus, in: DZ 3073; Pío XII, Enc. Humani generis (12-VIII-
1950), in: AAS 42 (1950) 561-78; Juan Pablo II, litt. ency. Evangelium Vitae (25-III-1995) in:
Ecclesia (1995) 2731-32; Carta Apostólica en forma de Motu Propio Ad tuendam fidem (18-V-
1998), in: AAS 90 (1998) 457-461; Carta Apostólica Apostolos Suos (21-V-1998), in: AAS
90 (1998) 646; litt. ap. Ununum sint (25-V-1995), in: Ecclesia (1995) 2740; Secrétariat pour la
promotion de l'unité des chrétiens, Directoire œcuménique, Ad totam Ecclesiam (14-V-1967) in:
AAS 59 (1967) 574-592; AAS 62 (1970) 705-724; Pontificio Consejo para la Unidad de los
Cristianos, Directoire pour l'application des principes et des normes sur l'oecuménisme (25 -III-
1993), in: AAS 85 (1993) 1039-1119; CDF, Fórmula para la profesión de fe y el juramento de
fidelidad al asumir un oficio que se ejercita en nombre de la Iglesia con Nota doctrinal ilustrativa
de la fórmula conclusiva de la “Professio fidei” (Professio fidei et Iusiurandum fidelitatis in
suscipiendo officio nomine Ecclesiae exercendo una cum nota doctrinali adnexa), 29 de junio de
1998, in: AAS 90 (1998) 542-551; Instr. Donum veritatis (24-V-1990), in: AAS 82 (1990) 1555;
Reglamento para el examen de doctrinas (9-VI-1997) in: l’Osservatore Romano, 29 de agosto de
1997; Nota sobre la expresión «Iglesias hermanas», 30 de junio de 2000,in: OR 28.10.2000, 6;
Notitiae 36 (2000) 336-350; Consideraciones «El Primado del sucesor de Pedro en el misterio de
la Iglesia», 31 de octubre de 1998, in: DeS 19 (2002); Declaración sobre la unicidad y la
universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia – Dominus Iesus (Declaratio de Iesu Christi
atque Ecclesiae unicitate et universalitate salvifica), 6 de agosto de 2000, in: AAS 92 (2000)
742-765;Respuestas a algunas preguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia
(Responsa ad quaestiones de aliquibus sententiis ad doctrinam de Ecclesia pertinentibus), 29 de
junio de 2007 in: AAS 99 (2007) 604-608; Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la
evangelización (Nota Doctrinalis de quibusdam rationibus evangelizationis), 3 de diciembre de
2007, in; AAS 100 (2008) 489-504; PCPUC, Declaración común del Papa Benedicto XVI y del
arzobispo de Canterbury, dr. Rowan Williams (23 de noviembre de 2006); Declaración conjunta
sobre la Doctrina de la Justificación entre la Iglesia católica y la Federación Luterana Mundial (31
de octubre de 1999); La dimensión ecuménica en la formación de quienes trabajan en el ministerio
pastoral (1995).
16
Cf. LG 22.25.32.
17
Se suprimió la metáfora ex cathedra (Vaticano I DZ 3074/1839; vc. 1323 §2) pero se vuelve a hablar de ella en la
Instrucción de la CDF de 1990.
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• Reunido en el Concilio ecuménico18, cuando como doctores y jueces de fe y costumbres, para toda
la Iglesia, enseñan auténticamente doctrina de fe y costumbres, doctrina que ha de tenerse como
definitiva. No es preciso que el Concilio diga que tal o cual doctrina es revelada, sino que se
pronuncie y defina.
• Los obispos dispersos por el mundo19, cuando en comunión entre sí y con el Romano Pontífice,
enseñando a una con él, que no ha propuesto esa verdad definitivamente como Papa sino como
obispo de Roma20, enseñan auténticamente como obispos, doctores de la fe, en doctrina de fe o de
costumbres, reuniéndose de facto en el consentimiento de enseñar la misma doctrina21.
Ninguna doctrina se considera definida infaliblemente si no consta así de modo manifiesto (c. 749 §3).
Es un principio hermenéutico, dirigido especialmente a los sacerdotes: debe proponerse como definida
sólo la doctrina que conste manifiestamente como tal, lo contrario sería injuria a Dios y al ministerio.
3. SUJETO PASIVO DEL MAGISTERIO INFALIBLE / DEFINITIVO: LA RESPUESTA DE LOS FIELES
Creer con fe divina y católica (c. 750 §1)22:
Las verdades de fe se proponen al Pueblo de Dios y es preciso que éste dé una respuesta también de fe:
la fe es la adhesión total de la persona a Dios que se revela, con sus dos elementos: el intelectual o
sumisión del entendimiento y la sumisión de la voluntad que presta obediencia a Dios, consintiendo y
cooperando. Se dice fe divina y católica refiriéndose al depósito revelado en la Sagrada Escritura y la
Tradición y propuesto por el Magisterio infalible como reveladas. Parece poco exigente el final del
canon tratándose de fe divina y católica, pero se entiende desde el vc. 1324 -aunque en contexto distinto-
donde se afirmaba que no es suficiente evitar la herejía, sino también evitar los errores que más o menos
se le acercan. Esta aclaración final no aparecía ni en la LEF ni en el esquema de 1977.
Acoger y retener firmemente (c. 750 §2):
La Profesión de fe dictaba: «firmiter etiam amplector ac retineo omnia et singula quae circa doctrinam
de fide vel moribus ab eadem definitive proponuntur»23.Esta afirmación no tenía reflejo en el Código
y pareció de máxima importancia añadirla a este canon desde el momento que indica las verdades
necesariamente conexas con la divina revelación. Estas verdades que en la investigación de la doctrina
católica manifiestan una particular inspiración del Espíritu Santo, por la comprensión más profunda de
la Iglesia sobre la fe o las costumbres, están conectadas bien por razones históricas, bien como
consecuencia lógica24.
18
Cf. CIC 1917, c. 1223 §2; LG 25b.32c.37b.
19
LG 25b; Vaticano I, const. dog. Dei Filius 3,in: DZ 1712/3011; PIO IX, carta Tuas libenter, in: DZ 2879/1638;
también se encontraba en la LEF.
20
En la LEF aparecía la expresión “illud exercent quoque pero orbem dispersi...consesione authentica R.Pontificis
declaratione constare potest” sin aclararse qué tipo de declaración o definición, si de Magisterio ordinario o extraordinario...
por eso en la plenaria de 1981 se suprimió.
21
No se trata de un acto colegial, ya que no precede la deliberación, sino que se realiza por obra del Espíritu Santo (Cf.
CDF, Mysterium Ecclesiae 3 (1973) donde se afirma esto acerca del “conveniunt in una”).
22
Cf. CIC 1917, c. 1323 §1; DV 8, 1-2; 10,1; LEF c. 59.
23
CDF, Professio Fidei et Iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio nomine Ecclesiae exercendo (9-I-1989), in:
AAS 81 (1989)105.
24
Cf. Juan Pablo II, litt. ap. m.p. Ad tuendam fidem (18-V-1998), in: Ecclesia 1084-5 (1998). CDF, Nota doctrinal
aclaratoria de la fórmula conclusiva de la profesión de fe (29-VI-1998), in: Ecclesia 1086-1089 (1998).
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Fue el cardenal Ratzinger quien concretó el alcance de la Carta Apostólica de Juan Pablo II, y las
responsabilidades que con ello contraen sobre todo los que ejercen el Magisterio de la Iglesia ya sea por
derecho propio (el Papa y los obispos) o por delegación (los párrocos). Introduce el tema de la
catalogación en las verdades de fe que atañen al dogma y a la moral, y que exigen una adhesión del
creyente en correspondencia con la importancia de la verdad de fe de que se trate, de mayor a menor
adhesión:
- Así, se distingue una primera categoría: las doctrinas que la Iglesia propone como divina y
formalmente reveladas y, como tales, irreformables (doctrinas de fide credenda, que se basan en
la fe en la autoridad de la Palabra de Dios ). Estarían aquí los artículos de fe del Credo, los dogmas
cristológicos y marianos, los sacramentos, el primado e infalibilidad del Papa... y entre las morales,
la doctrina sobre la grave inmoralidad del aborto25.
- Hay una segunda categoría, que son las verdades acerca de la doctrina que afecta a la fe o las
costumbres propuestas por la Iglesia de manera definitiva como doctrina católica (doctrinas de fide
tenenda que se basan en la fe en la asistencia del Espíritu Santo al Magisterio y en la doctrina de
la infalibilidad de dicho Magisterio), que son todas las doctrinas dogmáticas o morales necesarias
para custodiar y exponer fielmente el depósito de fe, si bien no han sido propuestas por el
Magisterio de la Iglesia como formalmente reveladas.
• Relacionadas por necesidad lógica con la Revelación: el desarrollo del conocimiento de la
doctrina ligada a la definición de la infalibilidad del Romano Pontífice, anterior a la definición
dogmática del Concilio Vaticano I, la doctrina sobre la ordenación sacerdotal reservada sólo a
los hombres26, la doctrina de la Iglesia sobre la ilicitud de la eutanasia como una grave violación
de la ley de Dios27, o la ilicitud de la prostitución o de la fornicación28.
• Relacionadas con la Revelación por necesidad histórica: las canonizaciones de los santos o la
legitimidad de la elección del Romano Pontífice. Estas verdades nunca podrán ser declaradas
reveladas, pero se consideran definitivas por estar históricamente ligadas a ella.
La consecuencia penal derivada de negar una verdad de fe (de fide credenda) es cualitativamente distinta
al rechazo de una verdad definitiva (de fide tenenda):
- En el primer caso, el c.751establece que los que negasen o rechazasen cualquiera de estas verdades
no estarían ya en plena comunión con la Iglesia Católica. La pena para este delito contra la fe es la
máxima contemplada en el ordenamiento canónico: excomunión latae sententiae (c. 1364 §1):
1) Herejía: supone el bautismo recibido y la negación-duda de una verdad de fe divina y católica
-no sólo de lo que dice la Sagrada Escritura sino del Magisterio definitivo- de manera pertinaz
-obstinada negación de esa verdad y el que la niega sabe bien que se encuentra en el Magisterio
25
Cf. JUAN PABLO II, litt. ency. Evangelium Vitae (25-III-1995), in: Ecclesia (1995) 2731-32, n.57
26
Cf. JUAN PABLO II, lit. Ap. Ordinatio Sacerdotalis (22-mayo-1994) y la respuesta de la CDF (28-octubre-1995)
sobre la consideración de que es un dictamen definitivo que hay que entender como perteneciente al depósito de la fe.
27
Cf. EV 65.
28
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2353-55.
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29
En el esquema de 1977 aparecía que la pertinacia que lleva a la herejía ha de ser consciente, obstinada y culpable.
Esta aclaración se suprimió después por razones evidentemente ecuménicas. No se puede regresar a la mentalidad preconciliar
de llamar herejes materiales a los hermanos separados que han nacido y crecido en una iglesia acatólica (UR 3).
30
Cf. S. IRENEO y S. AGUSTÍN afirman que herejía es pervertir el sentido de las Escrituras, apelando a ellas según
su propio criterio. SUÁREZ, afirmaba que ningún hereje tiene la voluntad de no creer en Dios, al contrario lo afirma según las
Escrituras, pero no según el sentido de la Iglesia. K.RAHNER dice que la Iglesia al oír al Espíritu Santo rectamente hace del
mismo Espíritu Santo una garantía para llegar a conclusiones verdaderas. No hay otro criterio fuera del de la Iglesia y a ésta sólo
puede juzgarla el Espíritu Santo.
31
Cf. c. 1364: §1. El apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latae sententiae, quedando firme
lo prescrito en el can. 194, §1, 2; el clérigo puede ser castigado además con las penas enumeradas en el can. 1336, §1, 2 y 3. §2.
Si lo requiere la contumacia prolongada o la gravedad del escándalo, se pueden añadir otras penas, sin exceptuar la expulsión
del estado clerical.
32
Comunicación del secretario general del Concilio al final del mismo (15-XI-65), in: AAS 58 (1966) 836. Aclara
que sólo se debe tener como de fe lo que el Concilio declare definitivamente como tal.
33
Cf. LG 25 a-b; CIC 1917, c. 1326.
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34
Juan Pablo II, carta apostólica Apostolos Suos (21-V-1998), in: AAS 90 (1998) 646. Las Iglesias orientales
patriarcales y arzobispales mayores están gobernadas por los respectivos Sínodos de los Obispos, dotados de poder legislativo,
judicial y, en ciertos casos, también administrativo (cf. CCEO, cc. 110 y 152). En el documento no trata de ellos. En efecto,
bajo este aspecto, no se puede establecer una analogía entre tales Sínodos y las Conferencias de los Obispos. Sin embargo, sí
se refiere a las Asambleas constituidas en las que hay Iglesias sui iuris y reguladas por el CCEO, c. 322 y por los respectivos
Estatutos aprobados por la Sede Apostólica (cf. CCEO, c. 322,4; Const. ap. Pastor Bonus, art. 58,1), en la medida que éstas
se asemejan a las Conferencias de los Obispos (cf. ChD 38).
35
El Concilio (LG 25) pone expresiones como concurrere cum sententia episcopi, reverens admisio magisterii, sincera
adhesio sententiis... no se habla de opiniones sino de sententia. Pablo VI recuerda: Vosotros sacerdotes dad ejemplo del
obsequio al magisterio, no por las razones sino por la luz del Espíritu Santo de la que gozan los pastores al exponer la doctrina
(HV 28).
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36
La verdad no admite grados, o es o no es. La percepción de la verdad sí según las condiciones mentales del sujeto,
bien sea la hipótesis (muy práctica para el método científico), la opinión (que no tienen por qué excluir la verdad), la
probabilidad (hay motivos pero no se excluyen los contrarios), la certeza (que excluye la probabilidad pero no la posibilidad
de sentencia contraria- vgr. la certeza moral de un juez). Esta última, tan necesaria para vivir (sino no confiaríamos en nadie),
se da también a nivel de fe: se funda en la autoridad de Dios que ni me engaña ni se engaña (es una certeza por evidencia
extrínseca).
37
Cfr. Comisión Teológica Internacional, Les quinze propositions l’unité et la pluralité sur I'unité de la foi et le
pluralismo théologique (11-X-1972), in: La documentation catholique 55 (1973) 459-460; EV IV, 1801-1815; Theses Rationes
magisterii cum theología de Magisteri ecclesiastici et theologiae ad invicem relatione (6-VI- 1976), in: Gregorianum 57 (1976)
549-556; EV V, 2032-2053; CDF, Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo, 24 mar.1990: AAS 82 [1990] 1550-1570.
38
Congregación para la doctrina de la fe, Reglamento para el examen de doctrinas (9-VI-1997) in: AAS 89 [1997]
830-835.
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dirigirlo (fovere)39. Según el Concilio (UR 4), por movimiento ecuménico se entienden las actividades
e iniciativas que según las diferentes necesidades de la Iglesia y oportunidades de los tiempos se suscitan
y se ordenan para fomentar la unidad de los cristianos. Es uno de los propósitos del Concilio que aparece
ya en la convocación hecha por Juan XXIII y es una obligación de toda la Iglesia -fieles y pastores-,
porque es un mandato de Cristo40. Lo que es evidente es el cambio de mentalidad respecto al antiguo
Código donde se prohibía disputar con acatólicos41 públicamente sin permiso de la Santa Sede.
39
En el esquema de 1980 se señalaba como fin del ecumenismo la plena unidad doctrinal de la Iglesia, se pidió que
se ampliara a lo disciplinar y a la estructura de la Iglesia. No se admitió porque no se trataba de ofrecer definiciones estrictas
(Comm 15 (1983) 91, ad 709,1). De todas formas en el esquema de 1982 se suprimió hasta la referencia a la doctrina.
40
Cf. UR 1, 4; JUAN PABLO II en AAS (1892) 919 y ss.
41
Cf. CIC 1917, c. 1325 §3. Las razones que se citan refieren a varias instrucciones de la Congregación de
Propaganda Fide: 1625: la verdad no se funda en la habilidad dialéctica que es mayor en los no cristianos. De 1645: esas
discusiones son lícitas si producen un buen efecto, pero generalmente se prohíben porque producen el efecto contrario.
42
Los monjes están organizados litúrgicamente en dos grupos: uno celebra en la antigua tradición latina y el otro en
la tradición bizantina oriental.
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43
Es importante notar que este documento se aprobó el 21 de noviembre de 1964, y en agosto de ese mismo año ya
había publicado Pablo VI la encíclica Ecclesiam Suam, cuya finalidad era expresar la vocación de la Iglesia al diálogo,
exponiendo las condiciones y necesidad de él.
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1964: Encuentro del 6 de enero en Jerusalén entre Pablo VI y el patriarca ecuménico Atenágoras de
Constantinopla
1965: El 7 de diciembre de 1965 se declara la abolición mutua de las célebres excomuniones de 1054.
1967: Publicación del Directorio ecuménico - Ad totam ecclesiam- por parte del Secrétariat pour la
promotion de l´unité des chrétiens. La segunda parte se editará el año 1970, dirigida a los que
se ocupan de estudios universitarios y en el que promueve grupos comunes católicos-acatólicos
-Spiritu Domini-44.
1983-90-92: Promulgación del nuevo CIC. para la Iglesia Latina, del Código de los cánones de las
Iglesias Orientales y el Catecismo de la Iglesia Católica; dan una importante
relevancia al tema del ecumenismo en el campo de la disciplina y de la formación de
todos los fieles cristianos.
1993: El Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos publica el Directoire pour l'application
des principes et des normes sur l'oecuménisme.
Los esfuerzos de la Iglesia por la búsqueda de la unidad tienen su reflejo en el reciente Magisterio45,
donde se señala con insistencia que la dimensión ecuménica debe estar presente en todos los ambientes
propicios a la formación (como labor prioritaria en los seminarios y facultades de Teología), es decir,
en los ámbitos de la familia, la parroquia, la escuela, los diferentes movimientos.
Y esto porque “la preocupación por el restablecimiento de la unidad atañe a la Iglesia entera, tanto a los
fieles como a los pastores; y afecta a cada uno según su propia capacidad, ya sea en la vida cristiana
ordinaria o en las investigaciones teológicas e históricas” (UR 5).
“Las relaciones ecuménicas constituyen una realidad compleja y delicada que conlleva todo al mismo
tiempo, el estudio y el diálogo teológico, las relaciones fraternas, la oración46 y la colaboración práctica.
Tenemos que movernos en todos estos terrenos. Limitarse a alguno o a uno de ellos y abandonar los
demás no nos llevaría a ningún resultado”47.
44
Cf. Secrétariat pour la promotion de l'unité des chrétiens, Directoire œcuménique, Ad totam Ecclesiam (14-V-1967)
in: AAS 59 (1967) 574-592; AAS 62 (1970) 705-724.
45
Cf. Juan Pablo II, litt. ap. Ununum sint (25-V-1995), in: Ecclesia (1995) 2740; Pontificio Consejo para la Unidad
de los Cristianos, Directoire pour l'application des principes et des normes sur l'oecuménisme (25 -III-1993), in: AAS 85 (1993)
1039-1119; CERI, Madrid 1993; ibd. La dimensión ecuménica de la formación de quienes trabajan en el ministerio pastoral,
in: Ecclesia (1998) 1390-1398.; Congregacióón para la Doctrina de la Fe, Decl. Mysterium Ecclesiae, sobre la doctrina católica
acerca de la Iglesia (24-VI-1973 ), in: AAS 65 (1973) 403;Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre la
Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto, Documento El sacramento del Orden en la estructura sacramental de la
Iglesia, en particular la importancia de la sucesión apostólica para la santificación y la unidad del pueblo de Dios (26 junio 1988),
in: Service d'information 68 (1988), 195; Carta a los Obispos del Continente europeo sobre las relaciones entre católicos y
ortodoxos en la nueva situación de Europa central y oriental (31 mayo 1991), in; AAS 84 (1992), 168.
46
En el esquema de 1977 existía un párrafo donde se hablaba de promover las oraciones entre católicos y no católicos.
Aunque no aparece en el canon, esto no nos hace deducir que no se hagan. Revisar el comentario de Navarra al respecto que lo
niego citando normas anteriores porque no tienen obligatoriedad. (Cf. c. 6)).
47
JUAN PABLO II, Discurso a la Asamblea Plenaria del PCUC (1-II-91), Service d’information (SI) 78 (1991) es el
boletín oficial del Consejo y se publica en francés e inglés.
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Pío XI, Enc. Divini Illius Magistri (31-XII-1929), in: AAS 22 (1930) 59-62; Pío XII, Const. Ap. Exsul
familia (1-VIII-1952), in: AAS 44 (1952) 699-702; Concilio Vaticano II, Const. Ap. Dei Verbum; Pablo
VI, Litt. Ap. Sacram Liturgiam (25-I-1964), in: AAS 56 (1964) 141; litt. ency. Evangelii Nuntiandi, in:
AAS 64 (1972) 97; Sínodo 1977, Mensaje al Pueblo de Dios, in: Ecclesia 1861 (1977), 8-13; Juan Pablo
II, exh. ap. Catechesi Tradendae (16-X-1979) in: AAS 71 (1979) 1277-1340; Catecismo de la Iglesia
Católica y const. ap. Fidei Depositum (11-X-1992) in: AAS 86 (1994) 113-118; Benedicto XVI, exh. Ap.
Post. Verbum Domini: Exhortación apostólica postsinodal sobre la Palabra de Dios en la vida y en la
misión de la Iglesia (30 de septiembre de 2010); Carta Apostólica en forma de "Motu Proprio"
Ubicumque et semper, con la cual se instituye el Consejo pontificio para la promoción de la nueva
evangelización (21 de septiembre de 2010); Carta Apostólica en forma de "Motu Proprio" Porta fidei con
la que se convoca el Año de la fe (11 de octubre de 2011); SCC, Directorio Catequístico general (11 abril
1971) in: AAS 64 (1972) 97-176; Directorio General para la Catequesis (15-VIII-1997), Città del
Vaticano 1997; Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Instr. Communio et progressio (23-
V-1971), in: AAS 63 (1971) 638-640; SCCD, Instr. Actio pastoralis (15-V-1969), in: AAS 61 (1969)
809; Insr. Liturgicae Instaurationes (15-IX-1970), in: AAS 62 (1970) 695-96); PCITL, Respuesta sobre
la reserva de la homilía a los sacerdotes, in: AAS 79 (1987) 1249; PCICS, instr. Communio et Progressio
(23-V-1971) in: AAS 63 (1971) 593-656; CEC, Orientamenti per la formazione dei futuri sacerdoti circa
gli instrumenti della comunicatione sociale, in: EV 10, 58-116; Sínodo de 1985, Relación final Ecclesia
sub Verbo Dei (7-XII-1985) in: EV 9 /1799;
“La Iglesia está vinculada a la evangelización de la manera más íntima; nace de la
evangelización de Jesús, de él recibe la misión de evangelizar, comienza por
evangelizarse a sí misma, es depositaria de la buena nueva que debe ser anunciada, ella
misma envía a los evangelizadores” (EN 15).
1. TÍTULO Y ESTRUCTURA
• El título actual, más teológico y amplio que el del CIC 17 (Sobre la predicación de la Divina
Palabra), provocó discusión puesto que el concepto “ministerio de la Palabra” o “anuncio del
evangelio” es demasiado ambiguo y genérico y corresponde a todos los fieles (LG 33, AA 3).
Algunos pidieron que se cambiara a “ministerio de la predicación”, por evitar que se identificasen
los términos “enseñar el Evangelio” y “magisterio eclesiástico”, pero no se aceptó48.
• El CIC 17 lo dividía en tres apartados: instrucción catequística, sagrada predicación y sagradas
misiones. Ahora se invirtió el orden y se suprimió el tercer apartado dedicándole sólo el c. 770.
• Queda clara la diferencia entre catequesis (instrucción y formación ordenada y sistemática del
cristiano desde sus primeros pasos en la fe hasta una madurez normal) y predicación (cualquier
exposición oral de la doctrina, dirigida a los fieles para una constante vivencia de la fe).
2. LOS RESPONSABLES DEL MINISTERIO DE LA PALABRA
En la Iglesia universal el Romano Pontífice y al Colegio Episcopal (c. 756 §1). Constantemente el
Vaticano II49 urge esta responsabilidad que ya aparecía más brevemente en el vc. 1327 §1, aunque no lo
hiciera con la terminología de Colegio episcopal porque era un concepto desconocido entonces.
En relación con la Iglesia particular el Obispo, como moderador de todo el ministerio de la palabra, sólo
o conjuntamente con otros obispos (concilios, conferencias episcopales)(c. 756 §2). Ya en el vc. 1327
§2 se decía que los obispos tienen obligación de predicar el Evangelio por sí mismos, y así lo urgió el
48
Los Padres afirmaban que debía entenderse a la luz de LG 23, tomando su sentido lato como expresión técnica que
se refiere a la predicación y a la catequesis (Cf. Comm. 15 (1983) 89).
49
Cf. LG 23, 2-3; 24,1; 25,1; ChD 2,2; AG 29,1.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 18
50
Cf. Pio XI en la ency. Ad catholici sacerdotii (20-XII-1935), in: AAS 28 (1936), 5-52.
51
Cf. Comm. 15 (1983) 93, ad 712.
52
Cf. Comm. 15 (1983) 93, ad 713, 2.
53
El esquema de 1977 decía assumant, en el esquema de 1980 assumantur oportet, en el texto promulgado
convenienter assumuntur.
54
Cf. León XIII, carta ency. Arcanum Divinae Sapientiae, sobre la familia (10-II-1890), recuerda el deber de los laicos
de propagar la fe con su vida y con la palabra.
55
“Nuntii sunt testes” de AG 41 y LG 33 (testigos con la palabra y con la vida, no necesariamente con la predicación)
parece estar en contradicción de “vocari etiam possunt” de LG 33,3 y AA 6,1 (pueden ser y deben ser llamados a la predicación),
pero es clara la fundamentación en la vocación bautismal y la pertinencia por las necesidades de la evangelización.
56
Juan Pablo II, exh. ap. post. Christifideles laici (30-XII-1988), in: AAS (1989) 33-35.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 19
I - LA PREDICACIÓN:
1. FACULTAD DE PREDICAR
El sentido de este título es precisar quién puede predicar en la Iglesia, ya que se trata de un ministerio
más concreto que el de anunciar el Evangelio.
57
Cf. SC 35,2; AG 26; DV 24; ChD 14,1. En paralelo con el c. 252 y AG 13; PO 14,2; y OT 14, al hablar de la
articulación de las disciplinas teológicas y filosóficas desde las fuentes de la revelación y sus intérpretes auténticos, sobre todo
para la formación de los pastores.
58
En relación a esto no aparece referencia inmediata en el Concilio pero sí en los documentos posteriores:
EN 32.62.65; CT 30.
59
Cf. Decreto ChD 13c y el decreto Inter Mirifica o la instrucción Communio et progressio (23-V-1971), in: AAS
63 (1971) 593, para la aplicación de este decreto conciliar; CT 46-50.
60
En la EN 42, Pablo VI repite las palabras de la carta a los Romanos: “fides ex auditu” aunque él mismo se da cuenta
de la saturación de palabras en la cultura occidental. En la litt. ency. Ecclesiam suam afirma también que la forma primaria del
apostolado es la predicación.
61
Existía en las fuentes de la tradición e incluso apareció en el esquema de 1977 y en la LEF, pero finalmente
desapareció por la confusión que parecía engendrar (¿un padre necesitaría de esta misión para enseñar los rudimentos de la fe
a sus hijos?). Sobre la necesidad de la misión para ejercer el oficio de la predicación: Inocencio III, Carta al obispo de Metz
(1199); Concilio Veronense (1184 - DZ 761/401), Lateranense IV (1215 - DZ 809/434), Trento (1563 - DZ 1777/867),
especialmente cuando se refieren a la misión encomendada a los clérigos.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 20
El derecho de los Obispos de predicar en todas partes (c. 763) se fundamenta en el c. 756 §1 del que
ya hablamos, desde la perspectiva conciliar del ministerio episcopal solícito por la Iglesia universal.
La legislación ha pasado de contemplarlo como privilegio, a facultad y por último como un derecho62
del Obispo diocesano, como pastor propio de su Iglesia63.
El derecho en las Iglesias abarca a los IRR y a los IS y SVA64. En cuanto a la prelatura personal, es claro
que está incluida también puesto que el derecho lo tienen los obispos incluso en las diócesis ajenas.
Los presbíteros y diáconos tienen la facultad de predicar en todas partes (c. 764) aunque necesiten el
consentimiento por lo menos presunto del rector del templo (párroco, capellán, cabildo o superior). La
facultad es concedida por el derecho en la misma ordenación -cooperadores del obispo que tiene el
derecho por su consagración-. Es un cambio de mentalidad donde se presume la facultad y se pone como
excepción una posible restricción, supresión o regulación particular. Puede restringir o quitar esta
facultad el ordinario propio del clérigo o aquél del lugar donde se encuentre; la licencia puede ser
requerida por una ley de la Conferencia Episcopal, de un concilio regional o provincial o de una
diócesis65.
Para predicar a los religiosos en sus iglesias u oratorios, se necesita licencia del Superior competente a
tenor de las constituciones (c. 765). El superior no da la facultad que ya la tienen los ministros por la
ordenación, sino que concede la licencia. Este canon no se aplica a los Institutos Seculares ni a las
Sociedades de Vida Apostólica que en este tema se rigen por el derecho de seculares66.
Los laicos pueden ser admitidos a predicar en una iglesia u oratorio (c. 766). Se establece en el canon
un principio general: admitti possunt, con un cierto carácter oficial (dentro de una Iglesia u oratorio, fuera
de ellos no hay ningún problema) y excluyendo la homilía. Es un cambio radical: el vc. 1342 §2 lo
prohibía taxativamente para aquellos que no eran clérigos, aunque la permitía excepcionalmente a
aquellos que habían recibido órdenes menores67.
No se distingue entre los laicos por razón de edad o sexo y se habla de simple admisión, de permiso, no
62
El vc. 349 concedía la posibilidad como un privilegio, a no ser que se opusiera el ordinario de lugar; el vc. 1343
§1 decía que los ordinarios de lugar tenían el derecho de predicar en cualquier iglesia de su jurisdicción. El esquema de 1977
decía “facultas est episcopo praedicare”; en el esquema de 1980 aparece nuevamente la palabra “ius” y algunos pidieron que
se volviera a facultas ya que así sería más fácil prohibirla. Se contestó que era un verdadero derecho aunque su ejercicio pudiera
limitarse (Comm 15 (1983) 94 ad 718 §1).
63
En el esquema de 1982 se cambió también ordinario de lugar por Obispo del lugar, -Obispo diocesano-, dada la
dignidad de a quien rechaza (otro Obispo). Esta facultad estaba reservada en el CIC 1917 a los cardenales.
64
Se cita lo que es más -un IRR de derecho pontificio- por lo que los demás “a fortiori” están incluidos (Comm.
15 (1983) 94, ad 718 §2).
65
Según los vcc. 1337-1338 había que pedir siempre licencia, pues exigía la misión canónica del superior legítimo.
En el esquema de 1977 aparecía la idea de que la facultad debería darla el ordinario a la vez de la facultad para oír confesiones.
En la Plenaria de 1980 la secretaría respondió que la disciplina ya no se observaba en la práctica y que era suficiente con la
regulación actual, ya que es odioso restringir una facultad, y subrayó que es oficio de los ordinarios de lugar vigilar la ortodoxia
de la doctrina. La solicitud de licencia queda ahora como un mero formulismo (Comm. 15 (1983) 94-95, ad 719 §2).
66
Comm. 15 (1983) 95, ad 720§1. Nos parece más fundamentada la postura de Piñero que afirma que los Obispos
diocesanos no necesitan de ese permiso a tenor de los cc. 763.765, a la luz del 381. 397 §2 y 678 §1 principalmente -sobre la
sumisión de los religiosos en cuanto a cura de almas, culto y apostolado-, en contra de Urrutia para quien esta licencia incluiría
al obispo diocesano.
67
Esta postura fue defendida por autores como Maiolini (no sólo no predicar, sino que estrictamente tampoco podrían
dar catequesis) o Grasso (la predicación no, la catequesis sí porque es una forma delegable del magisterio) y se mantendrá hasta
el esquema de 1977: ne admitantur, aunque se daban dos excepciones. Será el esquema de 1980 el que establecería la
formulación actual.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 21
68
Cf. Comm. 15 (1983) 95, ad 721 §1.
69
Cf. CEE, II Decreto General (8-VI-1985) in: BOCEE 2 (1985) 60-65.
70
Las palabras del canon son las mismas del Concilio, donde también se alegan diferentes textos de la Sagrada
Escritura: 1Pe 1,23; Act 6,7; 12,24. En la misma línea S. Agustín (PL 36, 508): Los apóstoles predicaron el verbo de la verdad
y engendraron las Iglesias.
71
Cf. Mal 2,7; l Tim 4,11-13; 2Tim 4,5; Tit 1,9; Mc 16,16 y unido al c. 213: Los fieles tienen derecho a recibir de
los Pastores sagrados la ayuda de los bienes espirituales de la Iglesia, principalmente la palabra de Dios y los
Sacramentos.
72
Se suprimió el vc. 1348 que recomendaba y exhortaba a los fieles para que asistiesen a la predicación.
73
En 1971 la Comisión de interpretación del Concilio con relación al número 42 de la Instrucción del Misal Romano
donde se afirmaba que “la homilía la tendrá ordinariamente el mismo sacerdote”, respondió que esto no significaba que la
hiciera un laico. Ordinariamente significa el uso habitual en la misa En la misma respuesta se alegaban varios documentos:
SCCD, Liturgicae Instaurationis (1970) en el que se recomendaba que la homilía fuese clara, acomodada a los oyentes y hecha
siempre por el sacerdote; SCCD, Directorio para la celebración de la misa con niños (1-XI-1971), donde se decía que si le
resultaba difícil al sacerdote acomodarse a los niños podría un laico dirigir la palabra después del Evangelio.
74
En 1973 una respuesta de la Congregación del Clero al examinar los estatutos sinodales de Alemania (1973),
decretó: 1.- se puede permitir al laico tomar la palabra en las denominadas “paraliturgias”. 2.- En la misa únicamente si el
sacerdote está física o moralmente impedido (vgr. no conoce el idioma). 3.- En circunstancias particulares (vgr. las misiones
populares) Cf. SC Clérigos, Prot. 144823/1 (20-XI-1973), in: OCHOA, Leges Ecclesiae V, 4240; AKK 142 (1973).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 22
75
Urrutia da como argumento la respuesta de la Comisión para la Interpretación del Código de 1987 sobre la pregunta
de si el obispo puede dispensar la norma que reserva de la homilía a los clérigos: la respuesta fue negativa. También se apoya
en la Instrucción de la SCCD, Actio Pastoralis (1969) que dice que los comentadores y animadores laicos de la liturgia se
abstengan de exhortaciones y consideraciones a la asamblea y en la instrucción de la misma Congregación del 1-XI-1973 AAS
66 (1974) 37-38, donde, en su opinión, se rechaza directamente la posibilidad de la homilía participada.
76
Cf. SCR, Instrucción Inter Oecumenica, (26-IX-1964) in: AAS 56 (1964).
77
ChD 12: Propónganles el misterio íntegro de Cristo, es decir, aquellas verdades cuyo desconocimiento es
ignorancia de Cristo, e igualmente el camino que se ha revelado para la glorificación de Dios y por ello mismo para la
consecución de la felicidad eterna. Muéstrenles, asimismo, que las mismas cosas terrenas y las instituciones humanas, por la
determinación de Dios Creador, se ordenan también a la salvación de los hombres...por consiguiente, cuánto hay que apreciar
la persona humana, con su libertad y la misma vida del cuerpo... la familia y su unidad y estabilidad, la procreación y
educación de los hijos; la sociedad civil, con sus leyes y profesiones; el trabajo y el descanso, las artes y los inventos técnicos;
la pobreza y la abundancia...”
78
Cuando se habla de la formación de los seminarios se dice que esté de acuerdo con las necesidades de la cultura
general, según el lugar y el tiempo (Cf. c. 248).
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II - LA CATEQUESIS:
Pablo VI, Exhorta. ap. Evangelii Nuntiandi, Madrid 1995; Juan Pablo II, Exhorta. ap. Familiaris
Consortio, Madrid 1982; Exhorta. ap. Christifideles laici, Madrid 1989; Const. ap. Fidei Depositum,
Città del Vaticano 1992; Exhort. ap. Catechesi Tradendae, Madrid 1995; Catecismo de la Iglesia
Católica, Città del Vaticano 1992;Benedicto XVI, Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (28
de Junio de 2005); Congregación para el Clero, Directorio General para la Catequesis, Città del
Vaticano 1997; Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el
sagrado ministerio de los sacerdotes, in: Ecclesia 2876, 1998; Congregación para la evangelización de
los pueblos, Guía para los catequistas, Città del Vaticano, 1993.
A. LA CATEQUESIS EN LA EVANGELIZACIÓN
Hay diversos modos de llevar a cabo la evangelización. Ciertamente el contenido de la evangelización
es esencial, pero no es menos cierto que nos jugamos mucho en cómo llevamos a cabo la tarea
evangelizadora, tanto en los medios como en los métodos pedagógicos (CIC can. 769). Los documentos
del Magisterio mencionan algunos de esos y recuerdan la importancia de cuidarlos (EN 40-47; CD 13;
CIC can. 761). La legislación vigente recoge varios medios para anunciar el Evangelio, pero destaca el
papel primordial de la predicación y la catequesis (CIC can. 761). Mencionamos algunos de ellos:
79
Se suprime la norma del vc. 1349 que exigía la organización de misiones al menos cada diez años y aunque el
esquema de 1977 encomendaba estas normas a la Conferencia Episcopal, el esquema de 1980 lo dejó a los obispos diocesanos.
80
Cf. ChD 18: Tengan una preocupación especial por los fieles que, por su condición de vida, no pueden disfrutar
convenientemente del cuidado pastoral ordinario de los párrocos o carecen totalmente de él, como son muchísimos emigrantes,
desterrados y prófugos, marineros y aviadores, nómadas, etc. Promuevan métodos pastorales convenientes para ayudar la vida
espiritual de los que temporalmente se trasladan a otras tierras para pasar las vacaciones. (Cf. SCC, Directorio General para
el ministerio pastoral en relación con el turismo (27-III-1969) in: AAS 61 (1969) 361-384).
81
El término utilizado en el canon es ad sermonem, más genérico que predicación.
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Apuntes para uso privado 24
3. La liturgia. La liturgia tiene una dimensión evangelizadora y catequética pues puede ser
considerada verdadera didascalia de la Iglesia, evangelización o catequesis en acto (SC 35; Cth
1074). La evangelización no se agota con la predicación y la enseñanza de una doctrina, sino que
despliega toda su riqueza cuando realiza la unión entre la Palabra y los sacramentos, especialmente
en los sacramentos de iniciación que ponen los fundamentos de toda la vida cristiana (CIC 842;
851§1; 866; 883§2; 893§2; Cth 1212).
5. Los medios de comunicación social por la resonancia actual que tienen, debido a su capacidad para
llegar a multitudes, la rapidez con la que se maneja la información, y la presencia de cualquier
acontecimiento de un país en otro país.
En la práctica, sin embargo, las fronteras entre ambas acciones no son fácilmente delimitables;
generalmente, las personas que acceden a la catequesis necesitan, de hecho, una verdadera
conversión (EN 56; DGC 62).
• La maduración en la fe o el momento de acción pastoral supone que el creyente ya está participando
de la vida de la comunidad de modo más fundamentado. Esta misma comunidad cristiana es la que
ha debido tener un papel esencial en el acompañamiento al catecúmeno para que este otro momento
sea posible. Lo propio de una catequesis es hacer del catecúmeno un miembro activo de la vida y
misión de la Iglesia, una iniciación global y sistemática de todas aquellas mediaciones a través de
las cuales la Iglesia vive y expresa su fe, y ello de forma transitoria, ya que una persona no está
toda la vida en iniciación catequética (DGC 69-72 y CC 56-67).
3. IDENTIDAD PROPIA DE LA CATEQUESIS:
En sentido pleno podemos decir que la catequesis es una iniciación cristiana integral (CT 21-22). Esto
significa que ha de estar abierta a todas las dimensiones de la vida cristiana: no se trata simplemente e
una iniciación en la doctrina, sino también en la vida, en la celebración y en la misión de la Iglesia (CIC
788 §2).
Ha de ser, por esto mismo, una exposición orgánica y sistemática del mensaje evangélico lo que
significa que no se puede improvisar, ha de estructurarse y orientarse según su propia finalidad, no puede
presentar cuestiones disputadas en teología, ha de ser completa y profundizar en el mensaje cristiano
apoyándose en las certezas más básicas de la fe y en los valores evangélicos más fundamentales (CT 21;
Cf. CIC can. 749-755).
La catequesis es, además, una acción esencialmente eclesial: el verdadero sujeto de la catequesis es la
Iglesia que, como continuadora de la misión de Jesucristo Maestro y animada por el Espíritu, ha sido
enviada para ser maestra de la fe, para ser madre que transmite y educa en la fe (LG 64 y Cth 169).
Es también formación temporal y fundamentante, de ahí que no se esté eternamente en proceso
permanente de iniciación cristina. Ser creyente es un continuo crecer, pero para ello hay otros cauces.
El creyente tiene que llegar a un momento en el que básicamente pueda decir que ha optado por
Jesucristo y que viva y confiese su fe en la comunidad que es la Iglesia (AG 14; DGC 82-83; CT 5 y 20;
Cth 180-190.197; CC 97).
La catequesis así entendida debe cultivar las siguientes dimensiones (GE 4; DGC 85-86):
• El conocimiento de la fe: los contenidos de la fe (fides quae) que vienen pedidos por la adhesión
a la fe (fides qua). La catequesis debe conducir a una comprensión mayor del mensaje cristiano e
ir introduciendo en un mayor conocimiento de la Escritura y la Tradición (CC 85-86).
• La educación litúrgica: la comunión con Jesucristo conduce a celebrar su presencia salvífica en
los sacramentos, particularmente en la Eucaristía. La catequesis ha de preparar a los fieles para una
participación plena, consciente y activa que exige la naturaleza de la liturgia misma y la dignidad
de su sacerdocio bautismal (SC 7 y 14; CC 89-90).
• La formación moral: suscitar y hacer madurar las actitudes de la vida de fe cristiana. Si hay
conversión y transformación interior necesariamente se sigue un estilo de vida marcado por los
valores evangélicos. Así necesariamente a la Palabra anunciada sigue la Palabra vivida. La
catequesis educará para que la vida moral del creyente se sustente en la vida teologal de fe,
esperanza y caridad, en definitiva en la vida de Cristo (CT 29; CC 87 y 88; Cth 1691-7).
• La iniciación en el compromiso apostólico y misionero: Se trata de educar en la presencia de los
cristianos en la sociedad, en la vida profesional, cultural y social. Se les preparará igualmente para
cooperar en los diferentes servicios eclesiales, según la vocación de cada uno.
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• La oración: la catequesis ha de ser una verdadera escuela de oración, ayudando al creyente para que
desarrolle la dimensión contemplativa de la fe, imprescindible para crecer en la vida teologal.
• La educación para la vida comunitaria: la solicitud por los más pequeños, la atención preferente
a los que se han alejado, la corrección fraterna, la oración en común, el perdón mutuo... incluyendo
también la dimensión ecuménica.
4. MEDIOS DE LA CATEQUESIS:
La acción catequética puede llevarse a cabo por diversos medios, entre los que cabe destacar los medios
de comunicación por su significación actual, el Catecismo de la Iglesia Católica y los catecismos locales
y el Directorio General para la Catequesis (CT 46-50).
• Los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal
instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos
individuales, familiares y sociales» (RM 37; Cth 2493-2499; CIC 761 y 779). El mismo Código
señala la importancia de que la Iglesia use sus propios medios de comunicación social, reforzando
la independencia y la libertad que ha de tener para ejercer el derecho y deber originario de predicar,
independiente de todo poder humano, bajo la vigilancia de los pastores (CIC 747; 822-823). La
responsabilidad que se deriva del uso de los medios de comunicación social pide una preparación
adecuada y cualificada de los laicos, en especial de aquellos que trabajan en ellos (DGC 161-162).
• El Catecismo de la Iglesia Católica, nacido de la propuesta de los Padres Sinodales en la sesión
extraordinaria del Sínodo de 1985, es un excelente compendio de la doctrina católica82. Su finalidad
es presentar una exposición orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de
la doctrina católica tanto sobre la fe como sobre la moral, a la luz del Concilio Vaticano II y del
conjunto de la Tradición de la Iglesia. Es un punto de referencia para los catecismos locales (FD 11-
17). Benedicto XVI ofrecerá en 2005 el Compendio del Catecismo, como síntesis esencial de los
contenidos de la fe e instrumento catequético.
Este catecismo es una exposición doctrinal, pero «no se propone dar una respuesta adaptada a las
exigencias que dimanan de las diferentes culturas, de edades, de la vida espiritual, de situaciones
sociales y eclesiales de aquellos a quienes se dirige la catequesis» (FD 24). Para ello están los
catecismos locales.
En cuanto a los destinatarios, principalmente se dirige a los responsables de la catequesis: en primer
lugar, a los Obispos, en cuanto doctores de la fe y pastores de la Iglesia. Les es ofrecido como
instrumento en la realización de su función docente respecto al pueblo de Dios. A través de ellos,
a los redactores de catecismos, sacerdotes y a los catequistas.
• En relación a los catecismos locales les corresponde a los Obispos encargarse de que para la
realización de la catequesis se disponga de los estos instrumentos. A la Conferencia episcopal le
corresponde la edición de un catecismo de ámbito nacional (CIC 775); a los obispos diocesanos
redactar catecismos locales.
• El Directorio General para la catequesis. El Concilio Vaticano II, al final del decreto sobre el
oficio pastoral de los Obispos (Ch.D 44), prescribió la redacción de un directorio para la instrucción
82
El Papa Juan Pablo II se hizo eco de esta propuesta y el 10 de julio de 1986 constituyó una comisión compuesta por
Obispos de los diferentes continentes y responsables de los Dicasterios competentes de la curia romana, bajo la presidencia del
Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe. El motivo fundamental era la unidad de la fe, se deseaba un libro de la fe,
un catecismo de toda la Iglesia. En palabras de Juan Pablo II el Catecismo es «una exposición de la fe de la Iglesia y de la
doctrina católica, atestiguada e iluminada por la Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio eclesiástico». Es un
acto magisterial del Papa, que en virtud de su autoridad apostólica, ofrece una síntesis de la fe católica y la ofrece, especialmente,
a las Iglesias particulares como punto de referencia para la exposición auténtica del contenido de la fe (Juan Pablo II, Const. ap.
Fidei Depositum, Città del Vaticano 1992, n. 4).
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catequética del pueblo cristiano. El resultado fue el Directorio aprobado por Pablo VI el 18 de
marzo de 1971. En los años sucesivos se dieron cambios importantes que requirieron un nuevo
directorio que será aprobado el 15 de agosto de 199783. Es una referencia metodológica para la
transmisión del mensaje evangélico y para el conjunto del acto de catequizar, proponiendo los
principios teológicos-pastorales de carácter fundamental tomados del Magisterio de la Iglesia, por
los que pueda orientarse y regirse de modo adecuado la actividad catequética de la Iglesia.
6. LOS RETOS DE LA CATEQUESIS:
En la actualidad la catequesis se tiene que enfrentar a ciertos problemas:
• la indiferencia religiosa y la increencia, consecuencias ambas de un proceso de secularización cada
vez más incisivo;
• la crisis del proceso de iniciación cristiana donde la práctica sacramental y catequética que debería
garantizar el acceso a la fe, es hoy para muchos el final de toda expresión religiosa.
• la crisis de credibilidad de la Iglesia-institución, el divorcio entre fe y vida, fe y cultura donde para
algunos el cristianismo es socialmente irrelevante y culturalmente extraño.
Todo esto demanda una catequesis que se configure como un servicio de la Palabra de Dios encarnada
en la experiencia de fe, en función de un proceso de maduración vitalmente insertado en un proyecto de
renovación eclesial, una catequesis de transformación, liberadora y comprometida, que defiende su
identidad desde actitudes abiertas de diálogo y acogida
Se trata, pues, de promover una catequesis inculturada, es decir, que desarrolla y al mismo tiempo
ilumina desde dentro las formas de vida de aquellos a quienes se dirige, que se encarna en las culturas
(Cth 24). Para ello la Iglesia deberá afrontar las siguientes tareas:
• Conocer en profundidad la cultura de las personas y el grado de penetración de la fe en su vida.
• Reconocer la presencia de la dimensión cultural en el mismo Evangelio; afirmando por una parte
que éste no es fruto de ningún humus cultural humano, pero admitiendo, por otra parte, que el
Evangelio no puede aislarse de las culturas en las que se inscribió al principio y en las que después
se ha expresado a lo largo de los siglos.
• Anunciar el cambio profundo, la conversión, que el Evangelio, como fuerza transformadora y
regeneradora opera en las culturas.
• Dar testimonio de que el Evangelio transciende toda cultura y no se agota en ella y, a la vez,
discernir las semillas del Evangelio que pueden estar presentes en cada una de las culturas.
• Promover al interior de cada una de las culturas a evangelizar una nueva expresión del Evangelio,
procurando un lenguaje de la fe que sea patrimonio común de los fieles, y por tanto factor
fundamental de comunión.
• Mantener íntegros los contenidos de la fe de la Iglesia; y procurar que la explicación y la
clarificación de las fórmulas doctrinales de la Tradición sean presentadas teniendo en cuenta las
situaciones históricas de los destinatarios y evitando, en todo caso, mutilar o falsificar los
contenidos.
• Elaborar unos catecismos locales que respondan a las exigencias que dimanan de las diferentes
83
En concreto: la promulgación del Ritual de Iniciación Cristiana de adultos de 1972, la Asamblea General del Sínodo
de los Obispos sobre evangelización en el mundo contemporáneo en 1974, de la que surgiría la Exhortación Apostólica Evangelii
Nuntiandi de 1975 de Pablo VI, la Exhortación Apostólica Cathechesis Tradendae, y el Sínodo extraordinario de 1985 del que
saldría la propuesta del Catecismo.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 28
84
Cf. C. 840. Los sacramentos del Nuevo Testamento, instituidos por Cristo Nuestro Señor y encomendados a la
Iglesia, en cuanto que son acciones de Cristo y de la Iglesia, son signos y medios con los que se expresa y fortalece la fe, se
rinde culto a Dios y se realiza la santificación de los hombres, y por tanto contribuyen en gran medida a crear, corroborar y
manifestar la comunión eclesiástica; por esta razón, tanto los sagrados ministros como los demás fieles deben comportarse con
grandísima veneración y con la debida diligencia al celebrarlos.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 29
85
El v.c. 1330 disponía que el párroco realizara todos los años esta preparación, subrayando especialmente el tiempo
de la cuaresma. Hoy el canon deja que el párroco vea el tiempo y ocasión más oportunos.
86
Cf. PIO X, decreto Quam Singulari (8-VIII-1910), reprueba la costumbre contraria.
87
Cf. D. Borobio, Proyecto de iniciación cristiana, Bilbao 1982; Reconciliación Penitencial, Bilbao 1988)Cf. SCC-
SCDS, Respuestas (20-V-1977). Algunas de esas razones se refieren a la reducción de la forma penitencial a la confesión
sacramental, sin tener en cuenta otras posibilidades de celebración de la reconciliación, más adaptadas a los niños, en las que
se de una iniciación adecuada al sentido del pecado y el perdón o la relación entre pecado y responsabilidad personal.
88
El Directorio catequístico de la S.C.Clero (11-IV-71) permitió estas experiencias, pero poco después (24-IV-73)
en una declaración conjunta de la SCC y la SCS se dieron por terminadas esas experiencias, norma que sería ratificada de
nuevo en 1977 por una circular de las SC Culto y Sacramentos (31-III) y por la repuesta de la SCC y SCS del 20-V-77
reafirmando esta postura.
89
Juan Pablo II emplea en la CT esta misma expresión ampliándola al oficio de los padres de familia, porque la
transmisión de la fe de la iglesia no puede ser nunca una actividad privada.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 30
consejos evangélicos, que caracteriza a la vida religiosa, constituye un don para toda la comunidad
cristiana. Esta contribución original brota del testimonio público de su consagración, que les convierte
en signo de la realidad del Reino.
Los carismas fundacionales no quedan al margen cuando los religiosos participan en la tarea catequética.
Manteniendo intacto el carácter propio de la catequesis, los carismas de las diversas comunidades
religiosas enriquecen una tarea común con unos acentos propios, muchas veces de gran hondura religiosa,
social y pedagógica. La historia de la catequesis demuestra la vitalidad que estos carismas han
proporcionado a la acción educativa de la Iglesia.
Los catequistas laicos (LG 31; CIC can. 776; DCG 230; CT 66; CF 35-37). La acción catequética de los
fieles laicos tiene también un carácter peculiar debido a su particular condición secular en la Iglesia. Los
laicos ejercen la catequesis desde su inserción en el mundo, compartiendo todo tipo de tareas con los
demás hombres y mujeres, aportando a la transmisión del Evangelio una sensibilidad y unas
connotaciones específicas. Al vivir la misma forma de vida que aquellos a quienes catequizan, los
catequistas laicos tienen una especial sensibilidad para encarnar el Evangelio en la vida concreta. Los
propios catecúmenos y catequizandos pueden encontrar en ellos un modelo cristiano cercano de
referencia.
2. MINISTERIO DEL CATEQUISTA:
La catequesis es una acción eclesial situada dentro del proceso total de la evangelización, con una tarea
propia dentro de la variedad de ministerios que configuran la misión evangelizadora de la Iglesia. El
servicio de la catequesis está configurado por una serie de rasgos:
• Es un servicio único realizado de modo conjunto por presbíteros, religiosos, laicos, en comunión
con el obispo. Toda la comunidad es responsable (CIC 774; DGC 219).
• Es un servicio público de la Iglesia, dotado de carácter oficial, no una acción que pueda realizarse
en la comunidad a título privado o por iniciativa puramente personal. Se actúa en nombre de la
Iglesia, en virtud de una misión confiada por ella. Los catequistas, por ellos, reciben del
Obispo
«primer responsable de la catequesis y catequista por excelencia» (CT 63; CIC 386) la misión oficial
o encargo para ejercer su tarea en nombre de la Iglesia y al servicio de su misión evangelizadora.
• Es un servicio con carácter propio, bien definido en el conjunto de los ministerios y servicios
eclesiales, en concreto, dentro del ministerio de la Palabra tiene una especificidad respecto de otros
modos de llevar a cabo dicho ministerio que es, junto con la homilía, uno de los medios por
excelencia para el anuncio y la enseñanza de la doctrina cristiana (CIC can. 761).
Aunque en ninguna parte se hace mención a la misión canónica para la catequesis, ni tampoco de ninguna
facultad en este sentido, no debemos olvidar que el servicio catequético puede y debe considerarse como
un auténtico ministerio de la Palabra. Este ministerio se basa en la misma gracia bautismal que nos
hace partícipes de Cristo profeta, nos unge con el espíritu profético y nos introduce en la comunidad
apostólica garantizando así la dimensión cristológica, pneumática y eclesiológica que debe poseer todo
servicio eclesial estable (GS 22; DV4; EN 14; CT 5, 7, 16, 72; MPD 7; DGC 40; CC 110-111).
Su finalidad directa es la animación del desarrollo de la Palabra en la historia concreta de las personas
y de las comunidades. Su funcionamiento deberá hacerse siempre en la comunión del Pueblo de Dios y
bajo la autoridad del ministerio apostólico. La iniciación en la fe y en la comunidad de fe es coincidente
con la iniciación, consolidación y desarrollo de la Palabra que habita al creyente. Evidentemente, esta
iniciación abarca la dimensión noética, práxica y celebrativa.
3. ¿MINISTERIO DEL CATEQUISTA INSTITUIDO O RECONOCIDO?:
El Código da una clasificación de los ministerios (instituidos, temporales y de suplencia, CIC 230). Entre
los no instituidos oficialmente, pero reconocidos de hecho por la Iglesia local, está el ministerio del
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 31
catequista, que en algunas Iglesias de América y África ha llegado a tener un reconocimiento ciertamente
oficial. No han faltado voces a favor de su institucionalización que daría un mayor reconocimiento
público90. ¿Qué aportaría la institución?:
1. el hecho de que haya una encomienda oficial expresada normalmente en un rito, posibilitaría una
responsabilización más estricta y una cierta permanencia y estabilidad en el servicio;
2. supondría un avance en el reconocimiento de ministerios laicales instituidos de modo que no queden
reducidos al ámbito cultual y entremos en el ámbito de los ministerios de la Palabra;
3. ayudaría a recuperar el valor del ministerio del catequista que en otros tiempos tuvo tanta
importancia como en el catecumenado primitivo: era el maestro, el acompañante, el iniciador en las
celebraciones litúrgicas y en el ejercicio de la caridad91.
En cualquier caso parece fundamental que se dé un reconocimiento público, un envío, no por el acto de
reconocimiento en sí mismo, ya que puede ser pura apariencia, sino porque entendemos que detrás de
ese envío hay una exigencias y unos derechos. Lo esencial es que se logre un determinado estilo de ser
catequista y de catequesis si eso se logra o no por medio de la institucionalización es lo de menos, lo
urgente es que se logre de hecho92.
4. EL CATEQUISTA COMO OFICIO ECLESIÁSTICO:
La figura del catequista en la Iglesia presenta modalidades diversas, ya que las necesidades de la
catequesis son variadas. La distinción que nos interesa es la que se realiza en base a la dedicación: los
catequistas de dedicación plena que ejercen más plenamente las responsabilidades del servicio
catequético en una Iglesia particular, pudiendo ser llamados a cumplir su tarea como oficio eclesiástico;
los catequistas auxiliares o catequistas voluntarios que realizan una tarea insustituible, aunque su
colaboración no pueda ser tan intensa (CF 29; DGC 233; AG 17).
Dadas las circunstancias actuales, no sería superfluo plantear la propuesta de que en nuestras Iglesias
particulares existieran personas comprometidas, con dedicación y estabilidad, para un desarrollo del
ministerio de la catequesis, entendiéndolo como oficio establemente constituido. ¿Qué aportaría la
institucionalización de un oficio catequético?
- El aspecto fundamental es la estabilidad y dedicación que conlleva un oficio, lo cual ha de repercutir
en una mayor calidad del ministerio catequético;
90
En 1973 el episcopado de Estados Unidos solicitó a Santa Sede la erección de dos ministerios el de catequista y el
de cantor con la petición en concreto de institucionalizar al catequista guía del catecumenado (Conferencia Episcopal de
Estados Unidos, ‘Projets de nouveaux ministères aux États-Unis: le catéchiste et le ministre chargé de la musique’. In:
Documnentation Catholique 71 (1974) 72-73. Cf. R. Arnau García, Orden y ministerios, Madrid 1995, 292-293. D. Borobio,
Misión y ministerios laicales, Salamanca 2001, 121-159). El tema se debatió en el Sínodo de Obispos sobre la catequesis en
1977. Algunos entendieron que tales decisiones correspondían a las Conferencias Episcopales, otros no consideraron urgente
el tema, otros consideraron el riesgo de una excesiva institucionalización con detrimento de la responsabilidad del Pueblo de
Dios, otros prefirieron hablar de ministerio de hecho (como los obispos italianos y españoles).
91
Cf. Jean Daniélou, La catequesis en los primeros siglos, Burgos 1998, 21-70; E. Loidi, ‘Catecumenado’, in:
Diccionario teológico interdisciplinar 1, Salamanca 1982, 146-158; G. Groppo ‘Catecumenado antiguo’, in: Diccionario de
catequética, Madrid 1987, 146-149; L. Soravito, ‘catequista’, in: Diccionario de catequética, Madrid 1987, 171-172. R. Lázaro
Recalde-V. Mª Pedrosa Arés, ‘El catequista’, in: Nuevo diccionario de catequética, Madrid 1999, 420-425.
92
Cf. CT 71. A. Cañizares-M. Del Campo, Evangelización, catequesis, catequistas, Madrid 1999, 551: «la relación
del catequista con la comunidad eclesial no puede ser encubierta, ni dada por hecho, ni mucho menos excluida... el servicio
eclesial del catequista, exigen el reconocimiento por parte de la comunidad, que asocia a los catequistas al servicio de los
pastores, a los cuales toca discernir el don del Espíritu Santo, y ellos confirman su misión basada en el bautismo y testimonio
a quien va y sirve a la Iglesia en nombre de ella».
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 32
- Nos permitiría establecer unos requisitos de cara a quien desempeñe este oficio (por ejemplo, un
perfil de madurez, una formación);
- serviría para cubrir mejor las necesidades y demandas de los catequistas;
- daría más posibilidades en el desarrollo de proyectos pastorales catequéticos;
- supondría el reconocimiento de la importancia de la catequesis y de la labor del catequista.
La institución de este oficio supone ser conscientes de que nuestro tiempo reclama un planteamiento
catequético de calidad, serio que responda al hombre de nuestro tiempo. Para llevar adelante un proyecto
así hacen falta personas dedicadas a ello con dedicación y preparación. Un tiempo como el nuestro está
requiriendo personas que se dediquen plenamente a anunciar la Buena Noticia.
Al tratarse de un oficio de la Iglesia particular, la autoridad competente para su institución es el obispo
diocesano. Sus funciones combinarían las propias del catequista con aquéllas otras más propias de
coordinación o gestión de la pastoral catequética en todo el territorio de la diócesis y que están dirigidas
en la actualidad por el delegado o director del secretariado diocesano de catequesis. En concreto:
- Iniciar orgánicamente en el conocimiento del misterio de Cristo con toda su profunda significación
para la vida del hombre, en la experiencia religiosa genuina en la oración y en la vida litúrgica e
introducir en el compromiso evangelizador tanto en su dimensión eclesial como social (cfr. AG 14;
CT 29).
- Funciones de coordinación, planificación y programación de la actividad catequética en la Iglesia
particular, diseñando proyectos, elaborando materiales...
- Funciones de formación, siendo un formador de formadores (por ejemplo, en escuelas de
catequistas o cualquier tipo de formación que se promueva para los catequistas), incluso
ofreciendo
acompañamiento a los catequistas.
- Funciones de acompañamiento en los procesos de implantación, de promoción o consolidación de
los proyectos pastorales de catequesis en las distintas comunidades cristianas, especialmente en las
parroquias.
Lógicamente estas funciones van a requerir un perfil determinado (madurez humana y de fe, un tipo
de formación, edad... etc.) como sucede en cualquier oficio eclesiástico y además estar en comunión
con la Iglesia (c.149).
Otro aspecto es el económico. El establecimiento de un oficio conlleva la dificultad de cómo abordar el
tema económico de las personas dedicadas a él. Especialmente el problema se plantea con laicos (CIC
231), es lógico que cuando se da una dedicación plena haya una remuneración adecuada. No es un tema
fácil y precisa reflexión, pero podríamos pensar en que el oficio estuviese integrado por personas unas
remuneradas y otras voluntarias.
5. LA FORMACIÓN DEL CATEQUISTA:
La formación tiene como finalidad fundamental la de capacitar a los catequistas, mediante una formación
orgánica y sistemática de la fe de la Iglesia y una experiencia de fe y de comunión eclesial, para que
puedan animar eficazmente un itinerario catequético en el que, mediante las necesarias etapas, de a
conocer a Cristo y ayude al catequizando a iniciarse en la fe y fundamentarla, vinculándose con Cristo
en seguimiento y compartiendo la misión de la Iglesia93. Para diseñarla se deberían tener en cuenta los
siguientes principios:
93
Cf. Comisión de Enseñanza y Catequesis, Proyecto marco de formación de catequesis, Madrid, 1998, 17. DGC
235.237; CF 105.
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94
Cf. GC 240-244; CF 128-135.
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Apuntes para uso privado 34
2. Estar al servicio de las diócesis y regiones para difundir las informaciones y proyectos
catequéticos, coordinar la acción y ayudar a las diócesis menos promocionadas en materia de
catequesis.
• Servicios de colaboración interdiocesana (CC 310) por proximidad geográfica o por
homogeneidad cultural que hacen aconsejable un trabajo catequético en común. Conviene que varias
diócesis unan su acción, aportando para el provecho común las experiencias y los proyectos, los
servicios y los recursos, de modo que las diócesis mejor dotadas ayuden a las demás y aparezca un
programa de acción común que llegue a toda la región.
• El servicio diocesano de la catequesis (CC 309) que ofrece el Secretariado diocesano de catequesis
como instrumento al servicio del obispo, para dirigir y orientar todas las actividades catequéticas
de la diócesis. Es obligatorio en todas las diócesis y debe contar con un grupo de personas
especializadas, dotadas de competencia específica, y entre las que se de una distribución de
responsabilidades (DGC 267). Conviene que este servicio diocesano esté integrado, ordinariamente,
por sacerdotes, religiosos y laicos. Entendemos que este sería el espacio propio del oficio del
catequista. Sus tareas propias serían:
1. Analizar la situación y las necesidades lo que abarcaría el examen de la acción pastoral y el
análisis de la situación religiosa, así como de las condiciones sociológicas, culturales y
económicas, en tanto que estos datos de la vida colectiva pueden tener una gran influencia en el
proceso de la evangelización.
2. Programar la acción y dar orientaciones. Este programa determina los objetivos, los medios
y acciones de la pastoral catequética y las normas que la orientan, de suerte que respondan a las
necesidades locales, y estén en plena armonía con los objetivos y normas de la Iglesia universal.
El programa o plan de acción debe ser operativo, se suele concebir para un período de tiempo
determinado y debe ser realista, sencillo, conciso y claro.
3. Elaborar materiales, instrumentos y medios didácticos, instrumentos de trabajo de uso
inmediato, que se utilizan dentro del mismo acto catequético. Es importante que se elaboren
catecismos, directorios, guías, textos didácticos, materiales audiovisuales... o por lo menos se
oriente acerca de uso de los que hay en el mercado.
Si el conjunto de la acción catequética ha de estar siempre vinculada al obispo, la publicación de los
Catecismos es una responsabilidad que atañe muy directamente al ministerio episcopal. Los catecismos
nacionales, regionales o diocesanos, elaborados con la participación de los agentes de la catequesis, son
responsabilidad última de los obispos, catequistas por excelencia en las Iglesias particulares. Estas son
las normas vigentes:
- Sólo pueden publicar catecismos nacionales las Conferencias Episcopales95, previa aprobación
de la Santa Sede. Esta competencia no es delegable a los organismos que dependen de ellas.
- No se pueden admitir la aprobación de catecismos nacionales “ad experimentum” pues el
catecismo tiene que tener valor probado que asegure la autoridad y estabilidad de la doctrina.
- Con independencia de los catecismos nacionales los obispos pueden aprobar catecismos particulares
que tengan carácter de texto oficial en su diócesis (CIC 827 §1).
- En las catequesis oficiales –las que se realizan bajo la autoridad del obispo en parroquias y escuelas-
se utilizan los catecismos oficiales, pudiendo utilizarse subsidiariamente otros debidamente
95
SCDF, Respuestas del 7-VII-83, en DC 80 (1983) 1074-1076: no es lícito difundir catecismos “ad experimentum”
pese a lo que se decía en el Directorio Catequístico General (1971) y los catecismos nacionales o regionales han de ser aprobados
por la Santa Sede, para evitar casos como el del catecismo Holandés o Brasileño.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 36
aprobados.
- En las catequesis no oficiales se podrá utilizar cualquier catecismo aprobado. Cualquiera puede
solicitar la aprobación de un catecismo al obispo quien deberá dar su aprobación si los contenidos
son acordes con la fe y las costumbres y las enseñanzas universales que afecten a la catequesis. La
misión de “vigilancia” del obispo no debe ser un mero trámite.
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Apuntes para uso privado 37
Pío XII, litt. ency. Evangelii Praecones (2-VI-1951) en: AAS 43 (1951) 497-528; Concilio
Vaticano II, Decreto Ad Gentes; Juan Pablo II, litt. ency Redemptoris Missio (7-XII-1990); SCPF,
Instructio Quo autius, de ordinada cooperatione missionali Episcoporum quod Pontificalia opera
Missionalia necnon circa incepta particularia Dioecesium pro Missionibus, in: AAS 61 (1969)
276-81; OICA (1972); CEP, Instrucción sobre el envío y la permanencia en el extranjero de los
sacerdotes del clero diocesano de los territorios de misión (12 de junio de 2001); Guía para los
Catequistas (1993); Guía Pastoral para los Sacerdotes diocesanos de las Iglesias que dependen
de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (1989).
Es la primera vez que aparece en la codificación una legislación específica sobre esta materia. El v.c.
1350 hablaba de esta actividad al prescribir que los ordinarios y párrocos miraran como encomendados
a ellos a los acatólicos de su circunscripción y decía expresamente que los acatólicos de otros territorios
quedaban reservados exclusivamente al cuidado de la Sede Apostólica.
Este título casi equipara el derecho misionero al derecho común: es un pequeño código dentro del
Código: habla de personas, organización y vida eclesial de las nuevas, incipientes o no suficientemente
organizadas comunidades cristianas. Señala, además el aspecto misionero de toda la iglesia y la
responsabilidad de todos y cada uno de los fieles cristianos (c. 211) de hacer presente el mensaje del
evangelio en todo el mundo y en toda circunstancia.
96
“Evangelii Praecones”, como los denomina Pío XII, litt. ency. Evangelii Praecones (2-VI-1951) en: AAS 43 (1951)
497-528.
97
En 1942 apareció un libro de Gaudin titulado “Francia, tierra de misión”. A la vez se fundó en Lisieux un seminario
para las misiones en Francia. En 1947 apareció la congregación de los misioneros operarios de Francia. Para evitar confusiones
el mismo Pio XII, que había usado el término con este sentido, pidió que se usara en su sentido propio.
98
Aunque LG I-II, llama también misión a la actividad entre los no creyentes para constituir la Iglesia, AG 1b y 6
utiliza la palabra en el sentido tradicional de implantar la Iglesia. En este sentido habla el canon (Cf. Comm. 15 (1983) 98-100
ad tit y ad 745-747).
99
N.B. Para tener una idea del camino recorrido por la tendencia a la jerarquizaci6n, - y a la indigenizaci6n - en los
países de misión, basta recordar estos datos estadísticos que se refieren a los 40 años que van del 1930 al 1969. En 1930, 4/5
partes, es decir, el 80% de las circunscripciones misioneras estaban gobernadas con régimen vicarial y sólo el /5, es decir, el 20%
eran diócesis. 40 años más tarde, en 1969, la proporción quedó invertida: las 4/5 partes, es decir el 80% de las circunscripciones
eclesiásticas encomendadas al cuidado de la S.C. de Propaganda Pide son diócesis, mientras que sólo 1/5, es decir, el 20% están
gobernadas con régimen vicarial (Ting Pong Lee, Il diritto Misionario, p. 413. Ver C. Soetens, Debuts de la hierarchie non-
occidentale au temps de Pie XI: retard voulu ou subi?, Des Missiones aux Eglises: naissance et passation des pouvoirs, XVII-XX
siécle (Lyon 1990) 143-167. J. Capmani, La responsabilidad del obispo en la evangelización del mundo, in: Ph. Delhaye-
L.Elders (eds.), episcopale munus, recueil d’études sur le ministère épiscopale offertes en hommage à Mgr. J. Gijsen, Assen.
1982, 207-23.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 38
100
Cf. AG 19a; Benedicto XV, litt. ency. Maximum illud (30-XI-1919) en: AAS 11(1919) 451-454 ; SCPF,
Declaración (1923); Pío XI, litt. ency. Rerum Ecclesiae (28-II-1926) en: AAS 18 (1926) 67.
101
Cf. LG 59a, AG 1a , 5a y 35.
102
Algún Padre, en la Plenaria de 1981, sugirió que se dejase sólo el Colegio, tal y como aparecía en el Vaticano II,
pero no se accedió a la sugerencia por las razones apuntadas.
103
Cf. PB 85-92.
104
Cf. Pío XII, litt. ency. Fidei donum (21-IV-1957) en : AAS 49 (1957) 237; ChD 6a; AG 38.
105
En la Plenaria, algún Padre pidió que apareciera la especial solicitud de las Conferencias Episcopales (AG 31 y
38), pero se recordó que aunque las Conferencias Episcopales podrían coordinar acciones en este sentido, no podrán nunca suplir
a los concilios plenarios ni privar a los obispos de la potestad en su propia diócesis; no podrán dar decretos generales con carácter
de ley en este sentido (Comm. 15 (1983) 93, ad 713, 2 y 99, ad 738).
106
Comm. 15 (1983) 93, ad 713, 2 y 99, ad 738.
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Apuntes para uso privado 39
No siempre coincide con el sentido popular de “salir del propio país”, aunque incluso algunos
documentos del magisterio hablen así107.
Para ser misioneros son aptos todos los fieles: no existe diferencia por el lugar de origen geográfico
(autóctonos o no) ni por el tipo de vinculación jurídica (seculares, regulares o SVA) ni por el estado
(clérigos o laicos). Todos tienen un mismo título y un mismo fin: colaborar con la autoridad
competente que les envía a evangelizar.
Además de una auténtica vocación divina el misionero deberá estar revestido de aquéllas cualidades
de idoneidad imprescindibles para poder afrontar la misión: perseverancia, renuncia de sí mismo,
paciencia, longanimidad, mente abierta y corazón dilatado, caridad sincera, espíritu de oración...
Para ellos deberá prepararse con una especial formación espiritual y moral108.
- Los catequistas laicos (c. 785) desempeñan una acción evangelizadora propia: explicación de la
doctrina, organización de la vida litúrgica y de las obras de caridad109. Por ello se añade la necesidad
de una formación lo más completa posible, en escuelas o bajo la tutela de los misioneros 110.
Responde a un derecho fundamental (c. 229) y a una obligación (c. 231 §1), por lo que convendrá
en muchos casos que sea un ministerio estable a tiempo pleno111, que puede ser instituido (c. 230)
y que conllevaría la retribución, seguridad social y asistencia sanitaria, de acuerdo con las normas
civiles (c.231).
III. LA ACCIÓN MISIONERA:
El Código da también unas pautas para la metodología misionera que tiene como finalidad hacer
penetrar en la cultura y mentalidad de los pueblos la fe en Cristo (inculturación):
• Con los no creyentes (c. 787 §1) a través del diálogo desde la cultura y el testimonio de vida y
palabra. Con los iniciados o precatecúmenos (787 §2), enseñando con libertad las verdades de fe.
• Con los catecúmenos (c. 788)112, orientando hacia un claro discernimiento de la recta intención que
permita el ingreso paulatino en la vida litúrgica de la comunidad, pues se trata de una fe inicial que
ha de ser purificada113. El ingreso en el catecumenado se realiza cuando la Iglesia los considera
como tales y escribe su nombre en el libro de los catecúmenos. No se dice nada en cuanto a los
107
Cf. Sabellius Paventi, Breviarium iuris misionalis (1961) 105.
108
Aunque se omitió en este canon lo que se decía en el esquema de 1977, acudimos a AG 23-25 donde se detallan.
109
Ya apareció de forma genérica en los cc. 781y 784 (con la referencia importante al c. 225 §1) siguiendo la línea
tantas veces remarcada por el Magisterio: desde Benedicto XV (Maximun Illud), Pio XII (Evangelii Praecones), Juan XXIII
(Princeps Pastorum), hasta Juan Pablo II (Redemptoris missio) se trata específicamente el tema del apostolado laical misionero.
110
Hubiera sido mejor decir “sacerdotes” porque ellos también son misioneros (AG 13b).
111
Cf. AG 15; EN 76; CT 66; RM 73.2
112
CIC c. 206. Para lo referente al precatecumenado remitimos a los praenotanda del OICA (9-13), para el
catecumenado (14-35) y para el neofitado (36-40), donde se establece el contenido de la iniciación, los términos temporales,
ritos...
113
La SC propone su institución para toda la Iglesia, especialmente para los adultos incluso en lugares ya
evangelizados (“neocatecumenado”): Restáurese el catecumenado de adultos, dividido en distintas etapas, cuya práctica
dependerá del juicio del Ordinario del lugar-, de esa manera, el tiempo del catecumenado, establecido para la conveniente
instrucción, podrá ser santificado con los sagrados ritos que se celebrarán en tiempos sucesivos (64). En las Misiones, además
de los elementos de iniciación contenidos en la tradición cristiana, pueden admitirse también aquéllos que se encuentran en
uso en cada pueblo, en cuanto puedan acomodarse al rito cristiano, según la norma de los arts. 37-40 de esta Constitución (65).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 40
responsables o condiciones para la admisión, sino que se deja al juicio de las Conferencias
Episcopales, pero en cualquier caso se pide que se dé en un tiempo suficiente y con la participación
de sus familias114.
• Con los neófitos (c. 789 // 851-865) habrá que facilitar la formación continuada que permita una
profundización posterior en la fe. No se determinan los medios, dirección, responsabilidad... parece
que es el obispo directamente a tenor del canon que afirma la necesidad de que se le presenten a los
mayores de 14 años para que los bautice (863) o por lo menos que determine el modo de proceder.
También se recuerda la prevalencia del Obispo diocesano sobre los demás agentes misioneros (c.
790), a pesar de la situación especial del territorio, y se insta a la coordinación con los demás
colaboradores misioneros, especialmente los religiosos115.
- Antes de que surgiera la Sagrada Congregación de Propaganda Fidei, los religiosos gozaban de
amplia jurisdicción en los territorios de misión y esto provocaba conflictos con los patronatos
erigidos desde la metrópoli para las colonias y encomendados a un obispo, o con las vicarías
apostólicas encomendados a un instituto en régimen de comisión (la Santa Sede nombraba un
vicario del instituto y este se comprometía a aportar los medios económicos y humanos necesarios).
- Fundada en 1622 por el papa Gregorio XV mediante la bula Inescrutabili Divinae, la Sagrada
Congregación de Propaganda Fide será la encargada a partir de entonces de la difusión del
catolicismo y de la regulación de los asuntos eclesiásticos en los países no católicos. La jurisdicción
de la Congregación se extenderá a todos los territorios en los que no se han conformado diócesis
(vicariatos apostólicos, prefecturas apostólicas, misiones sui iuris), siguiendo el principio de
equiparación de esas estructuras a las diócesis y dándoles suficiente autonomía para gobernarse.
• Existen dos estructuras misioneras equivalentes a la diócesis (c 368): vicariato-prefectura
apostólica (371 §1). Son porciones del pueblo de Dios, en los territorios de misión donde nunca
fueron erigidas diócesis. Presididas por un vicario -que suele ser obispo titular- o un prefecto -
presbítero-, ambos con potestad ordinaria equiparada a la del obispo diocesano pero vicaria, ya
que actúa en nombre del Romano Pontífice.
• Esta equiparación tiene dos excepciones: en el caso de sede vacante (se nombra de antemano
el sucesor) (c. 420) y en lo referente al consejo presbiteral y colegio de consultores (c. 502 §4)
que en estas Iglesias misioneras son coincidentes y se denomina consejo de misión. Algunas
estructuras peculiarmente misioneras como la cuasi-parroquia u otras formas de atención
pastoral (c. 516) -como las vicarías parroquiales con potestad plena del v.c.- han pasado al
derecho común.
Una vez terminada la misión del Instituto misionero en el lugar, implantada la Iglesia, los religiosos se
pondrán bajo la orden del obispo diocesano, permaneciendo como ayuda en el territorio, pero no como
responsables116.
114
AG 14 y RICA.
115
En este canon se condensa una legislación más amplia de los v.cc. 293-311. SCPF, instr. Relationes in territoriis
missionum, in: LE, IV (Roma, 1974).
116
AG 32a: «Cuando a un Instituto se le ha encomendado un territorio, el superior eclesiástico y el Instituto procuren,
de corazón, dirigirlo todo para que la comunidad cristiana se desarrolle en iglesia local, que a su debido tiempo sea dirigida por
su propio pastor con su clero. Al cesar la encomienda del territorio se crea una nueva situación. Establezcan entonces, de común
acuerdo, las Conferencias Episcopales y los Institutos, normas que regulen las relaciones entre los ordinarios del lugar y los
Institutos. La Santa Sede establecerá los principios generales que han de regular las bases de los contratos regionales o
particulares».
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 41
No se dice nada en cuanto a la formación del clero nativo, aunque es una clara obligación del obispo,
pero se suprimió el vc. 305 donde se afirmaba que procuren hacerlo “muy cuidadosamente”, para no herir
la susceptibilidad de las nuevas iglesias.
La atención a los inmigrantes procedentes de países de misión (c. 792), como muestra de fraternidad
con las Iglesias hermanas necesitadas, aún con los no cristianos y no sólo en sentido material (centros
de acogida, hogares para obreros, oficinas de orientación...) sino también pastoral (capellanías o
parroquias personales), pues es la mejor forma de manifestar la caridad cristiana117.
Por último, se insta a la cooperación misional desde las diócesis no misionales (c. 791).
Corresponde a los Obispos diocesanos promover las vocaciones misioneras en la propia diócesis -
bien sea fomentando la vocación misionera entre jóvenes y clérigos, o bien enviando alguno de sus
mejores sacerdotes para la obra misionera-, promover campañas de oración y limosnas, entre las
que destaca la cuota anual de la diócesis, independiente de las donaciones de los fieles, que será
proporcional a sus presupuestos (AG 8) y destinar un sacerdote a promover las Obras Misionales
Pontificias (OMP):
• Obra misional de Propagación de la fe (1822 - Paulina Jaricot) pretende fomentar en los cristianos la
colaboración con todas las Iglesias del mundo y sus necesidades. El penúltimo domingo de octubre tiene
su máxima expresión con la Jornada mundial de las Misiones, conocida como día del DOMUND.
• Obra misional de la Santa Infancia o Infancia Misionera (1842 en Nancy, con Mons. Forbin
Janson) que busca alentar el espíritu misionero y la solidaridad mutua entre todos los niños del
mundo. En ella, los niños no son únicamente receptores de ayuda sino también agentes de la
acción misionera. En España se celebra el cuarto domingo de enero.
• La Obra misional de San Pedro Apóstol, conocida como Vocaciones Nativas (1889 - Juana
Bigard), para ayuda de las vocaciones surgidas en los territorios de misión. Su objetivo es ayudar a
los jóvenes de dichos territorios que desean responder a la llamada al sacerdocio o a la vida
consagrada pero carecen de los recursos necesarios. En España se celebra el cuarto domingo de
Pascua, de modo conjunto con la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.
• La Obra Pontificia Unión Misional (1916 - Beato Paolo Manna), se propone ofrecer una
adecuada formación misionera a los diversos agentes de pastoral responsables de la animación
misionera en las comunidades cristianas. No cuenta con una jornada propia, pues busca ofrecer
apoyo espiritual y formativo a las otras tres obras.
Conviene, por último, recordar la norma pastoral del canon 271 §2: El Obispo diocesano puede
conceder a sus clérigos licencia para trasladarse a otra Iglesia particular por un tiempo determinado, que
puede renovarse sucesivamente, de manera, sin embargo, que esos clérigos sigan incardinados en la
propia Iglesia particular y, al regresar, tengan todos los derechos que les corresponderían si se hubieran
dedicado en ella al ministerio sagrado.
117
AG 38: Es propio de las Conferencias Episcopales establecer y promover obras en que sean recibidos
fraternalmente y ayudados con cuidado pastoral conveniente los que inmigran de tierras de misiones para trabajar y estudiar.
Porque por ellos se acercan de alguna manera los pueblos lejanos y se ofrece a las comunidades ya cristianas desde tiempos
remotos una ocasión magnífica de dialogar con los que no oyeron todavía el Evangelio y de manifestarles con servicio de amor
y de asistencia la imagen auténtica de Cristo.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 42
Concilio Vaticano II, Declaración Gravissimum educationis (28-X-1965), in: AAS 58 (1966) 728-
739); Pio XI, const. Ap. Deus Scientiarum Dominus, in: AAS 23 (1931) 241; Juan Pablo II,
Const. Ap. Sapientia christiana, in: AAS 71 (1979) 469-499; Const. Ap. Ex corde Ecclesiae, in:
AAS 82 (1990) 1475-1509; SCEC, Ordenaciones -para la ejecución de la cons. Apost.- (29-IV-
1979); Francisco, const. Ap. Veritatis Gaudium (8-XII-2017), in: AAS; Comisión Teológica
Internacional, Theses de Magisterii Ecclesiastici et Theologiae ad invicem relacione, in:
Gregorianum 57 (1976) 549 63; SCEC, Document L'école catholique (19- III-1977), in: La
documentation catholique 74 (1977) 705-716; Normativa per L’IIstituto Superiore di Scienze
Religiose (12-V-1987), pro. 7617 /87; CEC, Decreto de Reforma de los estudios eclesiásticos
de Filosofía (28 de enero de 2011); Carta circular sobre la enseñanza de la religión en la escuela
(5 de mayo de 2009); Instrucción sobre los Institutos Superiores de Ciencias Religiosas (28 de
junio de 2008); Las personas consagradas y su misión en la escuela. Reflexiones y orientaciones
(28 de octubre de 2002); Decreto con el que se renueva el orden de los estudios en las
Facultades de Derecho Canónico (2 de septiembre de 2002); La Escuela Católica en los
umbrales del Tercer Milenio (28 de diciembre de 1997); Dimensión religiosa de la educación en
la escuela católica (7 de abril de 1988); El laico católico testigo de la fe en la escuela (15 de
octubre de 1982).
I. TÍTULO Y ESTRUCTURA:
En el CIC 17 este título (“De las escuelas”) era único. Actualmente se encuentra dividido en tres
capítulos después de tres cánones introductorios (793-795): 1. De las escuelas (elementales y
secundarias) 2. De las universidades católicas y de otros institutos de estudios superiores. 3. De las
universidades y facultades eclesiásticas.
La revisión de este libro, a sugerencia del Cardenal Garrone -Prefecto de la Congregación para la
Educación Católica- fue profunda, tomando como criterio que los cánones paralelos del Código de 1917
no podían ser el fundamento.
II. IMPORTANCIA DEL TEMA:
Además de ser un tema de permanente actualidad, por lo que supone para el desarrollo de los pueblos
y el fomento de las libertades individuales en el marco de una convivencia democrática y pacífica, desde
la protección del derecho fundamental de la persona a defender unas creencias de acuerdo con su propia
conciencia, ratificado en numerosas ocasiones por diferentes instancias de ámbito internacional, la Iglesia
ha visto siempre la educación como un momento importantísimo en el desarrollo del hombre y de
la sociedad, así como en la fundamentación del propio ser cristiano.
III. LA DOCTRINA CONCILIAR:
La Declaración Gravissimun Educationis -sobre la educación cristiana de la juventud- es el documento
conciliar donde se trata específicamente el tema de la educación católica. El texto aprobado consta de
un proemio, de una conclusión y de doce párrafos donde se abordan las siguientes materias:
Derecho de todo hombre a la educación y naturaleza de la educación (1), la educación cristiana
(2), los educadores -los padres y la familia, la sociedad, la Iglesia- (3), medios para la
educación cristiana (4), importancia de la escuela en general y de la vocación docente (5),
obligaciones y derechos de los padres respecto de la institución escolar (6), la necesidad y la
obligación de la educación moral y religiosa en todas las escuelas (7), la escuela católica (8),
diversas clases de escuelas católicas (9), las facultades y universidades católicas (10),
facultades de ciencias sagradas (11), y la coordinación escolar (12).
La Declaración conciliar comienza afirmando la importancia decisiva de la educación en la vida del
hombre y su influjo en el progreso de la sociedad, denuncia que aún haya muchos niños y jóvenes que
carecen de una conveniente educación y fundamenta por qué la Iglesia debe ocuparse de la educación,
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 43
recurriendo para ello a la idea teológica de la maternidad de la Iglesia y a su deber y misión de anunciar
la salvación y de instaurar todas las cosas en Cristo, y formula con claridad los principios y criterios
básicos que deben orientar su acción en los problemas relativos a:
1. La tarea educativa.
2. El derecho de todos a la educación fundado en la dignidad de la persona humana.
3. Los responsables de la educación (en primer lugar y de forma preferente los padres,
subsidiariamente el Estado y de forma específica la Iglesia).
4. El derecho natural y primario que asiste a los padres a educar y a elegir la educación y la escuela
que deseen para sus hijos.
5. Los derechos de los niños y de los jóvenes a. la educación, en la que no debe faltar la educación
moral y religiosa.
6. El respeto del Estado de los derechos y deberes de los padres y su actuación en el campo
educativo evitando el estatismo y aplicando el principio de subsidiariedad.
El texto conciliar señala como fin de la educación la formación integral de la persona, lo que
conllevaría:
1. Una formación que atienda al fin último del hombre, en la que va incluida, por consiguiente, la
formación moral y religiosa, la necesidad de una formación que abra el sentido de la vida, que
despierte y avive la realidad de trascendencia del educando, que se ha de impartir en todas las
escuelas pero respetando siempre la libertad religiosa.
2. Ha de atender asimismo al bien de la sociedad, de la que el educando es miembro, y, por ello,
ha de capacitarle para insertarse y participar activamente en la vida de esa sociedad, contribuir
a su desarrollo y cumplir sus deberes para con ella.
3. Ha de promover el desarrollo armónico de las condiciones físicas, morales e intelectuales
de la persona humana, cultivando cualidades como el sentido de la responsabilidad, el recto
y laborioso desarrollo de la vida, la consecución de la verdadera libertad, la capacidad para el
diálogo, la superación de los obstáculos, etc.
IV. LA PROTECCIÓN JURÍDICA:
El derecho de libertad religiosa es el fundamento del derecho a la libertad de enseñanza, pues conlleva
el derecho a recibir una enseñanza religiosa acorde con las propias convicciones y el derecho de las
confesiones religiosas a impartirla. Actividad discente y docente que el Estado debe propiciar, como el
resto de las manifestaciones de los derechos de libertad y cuyo fomento puede llegar al grado de brindar
sus locales y su sistema escolar para hacer efectivos aquellos derechos, incluyendo el respeto y apoyo
de los centros denominados confesionales.
El derecho a la libertad de enseñanza exige desde un punto de vista negativo o limitativo el respeto
a las propias creencias en todas las actividades escolares, desterrando toda discriminación por razón de
religión y cuanto pueda herir los sentimientos religiosos de los alumnos. Desde el punto de vista positivo
incluye el derecho a elegir el tipo de educación religiosa y moral, que en el ámbito escolar público no
puede llegar a impregnar completamente la enseñanza sino que ha de ser limitado a una enseñanza
coherente para el alumno confesional que le permita articular fe y cultura118.
El Ordenamiento español ofrece las garantías jurídicas fundamentales tanto en el art. 27 de la
118
Antonio Martínez Blanco, Enseñanza religiosa en el marco escolar: teoría y práctica, in: La misión docente de la
Iglesia. XI Jornadas de la Asociación Española de Canonistas, Salamanca 1992, 169 ss.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 44
Constitución ( Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos
reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones) como en el
Acuerdo con la Santa Sede de 1979, aunque su concreción legislativa en las Leyes Orgánicas sobre
Libertad Religiosa (1980), Ley Orgánica del derecho la educación (1985- LODE), la Ley Orgánica
General del sistema educativo (1990-LOGSE), la Ley Orgánica de Calidad de la Enseñanza (2003-
LOCE), hayan dado lugara interpretaciones muy dispares119. Habrá que tomar en cuenta también las
normas reglamentarias del desarrollo y normas de las Comunidades Autónomas, al estar ya transferidas
las competencias.
En el Derecho Internacional120 existen también estas garantías jurídicas. Por citar algunos acuerdos,
destacamos:
• El art 26. 3 de la Declaración universal de derechos humanos de la ONU (1-XII-1948): Los
padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos)
reafirmada posteriormente121.
• El principio 7 de la Declaración de los derechos del niño (20-XI-1959): El niño tiene derecho a
recibir educación... que favorezca su cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de
oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral
y social, y llegar a ser miembro útil de la sociedad).
• El art. 5b de la Convención relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la
enseñanza (14-XII-1960): Los Estados Partes en la presente Convención convienen... en que debe
respetarse la libertad de los padres o, en su caso, de los tutores legales... de dar a sus hijos... la
educación religiosa y moral conforme a sus propias convicciones; en que, además, no debe
obligarse a ningún individuo o grupo a recibir una instrucción religiosa incompatible con sus
convicciones.
• El art. 13.3 del Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales (16-XII-1966):
Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en
su caso, de los tutores legales... de hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o
moral que está de acuerdo con sus propias convicciones
También se hace referencia en el Derecho canónico: los cánones 793-794 establecen los siguientes
principios:
1) Todos los padres de familia tienen el derecho la obligación de educar a sus hijos: se trata de
educación en sentido general ya que al transmitir la vida humana, les urge la educación a sus
hijos para que tengan una verdadera paternidad humana122.
2) Todos los padres católicos tienen el derecho y la obligación de asegurar la educación católica
119
Recordemos que en el año 2004 el gobierno español derogó parcialmente la LOCE, en lo que respecta a la
curricularidad de la materia de la religión y a que entrara dentro del horario escolar.
120
J. Hervada-J. Mª Zumaquero, Textos internacionales de derechos humanos, Pamplona 1978.
121
Como por el art. 2 del Protocolo adicional al convenio para la protección de los derechos humanos y de las
libertades fundamentales (20 de mayo de 1952): El Estado respetará el derecho de los padres a asegurar esta educación y
esta enseñanza conforme a sus convicciones religiosas y filosóficas. El art. 4 de la Convención sobre el estatuto de los
apátridas (28 de septiembre de 1954): Los Estados Contratantes otorgarán a los apátridas que se encuentren en su territorio
un trato por lo menos tan favorable como el otorgado a sus nacionales en cuanto a la libertad de practicar su religión y en
cuanto a la libertad de instrucción religiosa a sus hijos.
122
Pío XI, lit. ency.Divini illius Magistri (14-III-1937); Pío XII, Alocución al primer congreso nacional de la
asociación italiana de maestros católicos (8-IX-1946); Juan Pablo II, lit. ency. Familiaris consortio (22-XI-1981).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 45
de sus hijos eligiendo los medios e institutos para ello. Por su vocación al matrimonio cristiano,
este oficio y derecho es como un ministerio (FC 38 y GS 48b), que lo ejercen también eligiendo
aquel tipo de enseñanza que defienda mejor los valores cristianos. Si el fin de la persona humana
es su salvación, se debe asegurar la absoluta libertad de elección de la escuela, para poder
proporcionar una educación conveniente a su fe (FC 40).
3) Es un deber y derecho anterior al del Estado, por lo que el Estado no puede suplirlo, y tiene el
deber de protegerlo poniendo los medios necesarios, para que la protección de este derecho no
sea meramente formal, sino real123. Se convierte en una condición indispensable para hacer real
el derecho de los padres: el principio de acción subsidiaria del estado cuando no es suficiente
el esfuerzo de los padres, distribuyendo las subvenciones públicas de modo que los padres
puedan escoger con libertad absoluta (GE 6ab). Todo esto excluiría:
- El monopolio estatal de las escuelas que atenta contra el derecho de los padres124.
- La negación de los subsidios alegando el principio de separación entre la Iglesia y el
Estado125.
4) Más aún, esta obligación y derecho de los padres precede a la misma Iglesia, ya que los padres
son los que engendran a la persona humana126. Este oficio y derecho por la transmisión de la vida
es nativo y primario, ni se puede dejar a otros ni puede ser usurpado por otros.
5) También la Iglesia tiene el derecho de educar a la persona integralmente, ya que el anuncio del
evangelio comprende a toda la persona humana (c. 794 / GE 3c). Cuando dice “singulari
ratione” se refiere a la misión divina que es exclusiva de la Iglesia y diferente de la de los padres
(c.747 §1): la maternidad de la Iglesia le impone la obligación de educar a sus hijos como la
paternidad natural se la impone a los padres de familia.
Este oficio de la Iglesia no es subsidiario en el sentido que hablábamos del Estado; ciertamente
no es anterior al derecho de los padres, sino independiente de los derechos de estos, por la
misión que recibió de Cristo. Pero además, la Iglesia como sociedad en el mundo, puede ser
subsidiaria del derecho de los padres (GE 3c), capaz de educar127.
El oficio de los pastores es procurar que todos disfruten de la educación católica (GE 2).
123
Ya lo afirmaba Pío XI en la encíclica citada y León XIII en la Rerum Novarum -al escribir contra el socialismo-
afirma que la célula familiar es más antigua y sus derechos no dependen de la república; y Juan XXIII en la Pacem in terris,
propone este mismo principio.
124
Juan Pablo II ha hablado claramente sobre este tema tan actual: al proclamar los derechos humanos en sus visitas
pastorales, al dirigir la palabra a los cuerpos diplomáticos de los distintos países en favor de la libertad religiosa y la libertad de
escuela. Este problema no sólo se da en los países del Islam, sino también en aquellos otros cuyas constituciones están inspiradas
en el código napoleónico.
125
Parte de un principio equivocado, pues no se trata de ayudar a las escuelas confesionales, sino a los padres de
familia que tienen el derecho de exigir una educación para sus hijos conforme a los dictados de su propia conciencia. Y el estado
tiene obligación de ayudarles, aún por justicia distributiva, ya que los padres católicos también pagan sus impuestos al Estado.
(GE 6a y FC 40-46).
126
Benedicto XIV, el 28-II-1747, al problema de si los hijos de los hebreos podían ser bautizados contra la voluntad
de sus padres, respondió negativamente. Aprobó así la sentencia de Santo Tomás al afirmar que no es lícito quitar los hijos a
los padres hebreos con el fin de bautizarlos por dos razones: se expone a los niños a perder la fe por el posterior trato con sus
padres y porque repugna el procedimiento a la justicia natural.
127
No parece atinado el comentario de Navarra al querer distinguir entre educación religiosa y educación profana;
el Concilio y el Código no hacen ninguna distinción, por tanto la Iglesia puede educar en las dos líneas y lo hace por mandato
divino.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 46
Evidentemente es una afirmación muy genérica, pues en la práctica es imposible hacer que todos
los fieles reciban esa educación. Notar que no es una exhortación sino una ley: es una
estimulación a la conciencia de los pastores para poner todos sus esfuerzos con el fin de hacer
posible siempre y constantemente este mandato, de modo que los fieles lleguen a alcanzar su
plena madurez humana y cristiana. Si no se cumple este párrafo segundo no tiene sentido el
primero. Lo que se dice y manda a los pastores debe extenderse también a toda la comunidad
eclesial.
V. FIN Y OBJETO DE LA EDUCACIÓN CATÓLICA:
El fin de la educación es la íntegra formación de la persona humana (c. 795). Sus objetos: la evolución
física, moral e intelectual armónica; la adquisición del sentido de la responsabilidad; la adquisición del
recto uso de la libertad; y la formación para una participación activa en la vida social. Además se han de
considerar otros aspectos que son objeto de la educación que no aparecen en el canon pero sí en el
Concilio (GE 1): positiva y prudente educación sexual, educación de la fortaleza, educación para el
diálogo...128
LA ESCUELA CATÓLICA
El término “escuela” en el CIC 17 englobaba a las escuelas elementales, medias, superiores y
universidades. El nuevo código separa escuelas de institutos superiores y universidades, y en este sentido
estricto es como hay que entender los cánones que siguen, aunque lo que se afirme de aquellas, se pueda
aplicar por analogía a estos.
I. EL DERECHO / DEBER DE LOS PADRES:
La escuela es una ayuda primordial para los padres en el cumplimiento de su deber de educar (c. 796
/ GE 5), un medio totalmente necesario: parece a primera vista inútil mencionar esto en el canon, pero
hay que tener en cuenta que hay sociedades aún no evolucionadas donde esto no es realidad todavía.
Cuando el canon dice “magni faciant” (tengan en mucho) no es sólo una exhortación, sino que hace que
la doctrina del concilio adquiera carácter y tono de ley. Consecuencias prácticas:
- Cooperación entre padres y maestros: algo que no se hace en todas partes y hay que lamentar.
Estos no sustituyen a aquellos y, por lo tanto, al tratarse de una labor subsidiaria, no debe ir, ni
el modelo de escuela, ni por tanto los profesores, contra el tipo de formación que los padres
estimen más valiosos129. No significa esto que les corresponda a los padres la dirección de la
actividad escolar, pues eso necesita una preparación profesional específica.
- Cooperación maestros-padres (GE 8c): el canon sugiere algunos medios concretos: convocar
reuniones de información, compartir experiencias, oírlos... para ir mejorando entre todos la
calidad de formación de los más jóvenes. Esto requiere un trabajo de formación con los padres,
que a veces “no tienen tiempo” o desconocen sus derechos y deberes (vgr. a través de las
escuelas de padres).
Además, el Código reafirma la libertad de elección de la escuela (c. 797 / GE 6a): se entiende ad extra
como la posibilidad de elegir entre diferentes opciones dentro de la sociedad civil; ad intra como la
variedad de opciones también dentro de la misma Iglesia. En consecuencia, los fieles habrán se ser
solícitos para que se reconozca este derecho en la sociedad civil (c. 799). Deberán trabajar para que
haya un cambio de mentalidad en la sociedad civil, apoyando sus pretensiones en los
convenios
128
Es muy completo el comentario del código en la versión de lengua inglesa sobre este punto.
129
GE 8; FC 40; EC 73.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 47
internacionales.
Este deber de los padres conlleva la obligación de enviar a los hijos a escuelas donde se proporcione
una educación católica o, si no es posible, proveer de otra manera que se dé esta educación fuera de
la escuela (798)130. El asunto es difícil porque en muchas escuelas, o bien no se conceden horas dentro
del programa para la instrucción religiosa o se llega a poner como materia libre. Dependerá entonces de
la formación religiosa que tengan los padres.
II. EL DERECHO / DEBER DE LA IGLESIA:
La Iglesia tiene derecho a fundar y dirigir escuelas de cualquier género (profesionales, de educación
especial, ciegos, sordomudos, superdotados, seminarios...) y grado (elementales, secundarias,
profesionales...). Y los fieles tienen la obligación de fomentarlas, ayudarlas y sustentarlas (c. 800 // GE
8b)131.
Los obispos diocesanos procurarán que se establezcan escuelas en las que la educación esté imbuida del
espíritu cristiano, o se creen escuelas profesionales o técnicas donde convengan (c. 802). Se trata de
iluminar el mundo desde la fe, llegando a todo tipo de enseñanza.
Los institutos religiosos que tienen como misión propia la educación (c. 801) deben retener con
fidelidad su misión esforzándose por actualizar permanentemente el carisma en sus escuelas. Parece
obvia esta afirmación, pero después del Concilio muchos Institutos religiosos abandonaron sus escuelas
alegando varias razones: la disminución de las vocaciones que dejaba sin personal suficiente, la
promoción de los laicos, otras actividades más modernas, el haber sido tachadas de escuelas elitistas...
Ante la crisis la Iglesia ha insistido últimamente a los IRR con carisma educativo el cumplimiento de
esta misión132.
Se señala también la necesidad del consentimiento del obispo diocesano para el establecimiento de una
escuela en su territorio, algo que no se exigía en el anterior Código133. El comentario de navarra apunta
también el tema de la coeducación (escuelas mixtas) sólo para primaria y universidad, no secundarias,
aunque aclara que quedará a juicio del obispo. Es un tema muy discutido actualmente.
III. CONCEPTO DE ESCUELA CATÓLICA:
Tenemos que decir que ha habido una evolución del concepto: en el Código de 1917 (c. 1373) se definía
a la escuela católica como aquélla en la que se da educación religiosa católica -estuviera fundada por la
Iglesia o por el Estado-, pero Pío XI (Divini illius Magistri) lo hace más restrictivo: es la que como tal
ordena y enseña totalmente la fe católica (maestros, libros, programas... todo es católico).
Partiendo de aquí, el Concilio aclara que “su nota distintiva es crear un ambiente comunitario
escolástico, animado por el espíritu evangélico de libertad y de caridad, ayudar a los adolescentes para
que en el desarrollo de la propia persona crezcan a un tiempo según la nueva criatura que han sido
hechos por el bautismo, y ordenar últimamente toda la cultura humana según el mensaje de salvación,
de suerte que quede iluminado por la fe el conocimiento que los alumnos van adquiriendo del mundo,
130
El v.c. 1374 prohibía la asistencia de católicos a escuelas acatólicas (paganas, protestantes o cismáticas), neutras
(las fundadas por los estados, teóricamente sin ninguna pretensión pero en realidad con mente anti-católica) o mixtas (donde
se admite a todo tipo de alumnos), prohibición que ya no aparece en la nueva legislación.
131
CIC 17, c. 1379; GE 8c y 9c: se exhorta encarecidamente (“vehementer”) a los pastores y a los fieles a que ayuden
sin escatimar esfuerzos a las escuelas católicas.
132
c. 578. Recientemente: CIVCSVA, Los religiosos en la escuela, 2003.
133
Es una derivación lógica del c. 678.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 48
de la vida y del hombre” (GE 8ª). La SCEC -en su documento La escuela católica- se inclinará más por
el concepto real, aunque afirmará que se necesita el reconocimiento de la jerarquía.
La Comisión para la revisión del Código, en las diferentes discusiones, fue debatiendo entre dos
alternativas: es una escuela católica aquélla que funda la Iglesia, o aquélla en la que se da instrucción
católica. Al final se unieron las dos alternativas tal y como aparece en el canon 803. Así encontramos:
• Desde el punto de vista jurídico-jerárquico es una escuela católica aquélla que dirige la autoridad
eclesiástica directamente, o a través de una persona jurídica eclesiástica pública, o creada por
iniciativa de los fieles y reconocida por la autoridad eclesiástica mediante documento escrito134.
• Una escuela es católica de facto (concepto real) cuando apoyada en los principios católicos, los
maestros proporcionan doctrina recta y buen ejemplo. Además de cuidar la selección de los
profesores, en los estatutos particulares de la escuela (también llamados ideario) tiene que
establecerse todo esto con claridad para evitar problemas.
No son, por lo tanto, escuelas católicas, aunque se acomoden en sus enseñanzas a la doctrina católica,
las fundadas por el Estado, las corporaciones públicas y las personas privadas, aunque se trate de
católicos.
La Conferencia Episcopal Española ha establecido también unos criterios que explicitan las exigencias
básicas contenidas en el Código de Derecho Canónico135:
1 Toda la enseñanza y acción educativa de un centro escolar católico ha de estar de acuerdo con
la doctrina del magisterio de la Iglesia, tanto en lo que se refiere a la fe como a la moral y vida
cristiana (CIC c. 803, § 2; GE 8; La Escuela Católica, 33-48).
2 La enseñanza religiosa escolar ha de figurar entre las materias principales en el cuadro de
materias y planes de estudio del colegio católico (Acuerdos Santa Sede-Estado Español sobre
Enseñanza y asuntos Culturales, art. II; GE 7-9; EC 49-92).
3 En el marco de la acción educativa de un colegio católico se deben incluir espacios de tiempo
y lugar para actividades extra-académicas de formación religiosa y de asistencia pastoral, en
relación con los tiempos litúrgicos y la vida de toda la comunidad cristiana, y de acuerdo con las
directrices pastorales de la Iglesia universal y local (CIC c. 806; EC 53-56; Acuerdos art. III).
4 Una escuela católica ha de hacer suyas la doctrina y las decisiones pastorales de la jerarquía
eclesiástica sobre la naturaleza, función y objetivos de la escuela católica, principalmente en lo
que concierne a la enseñanza y formación religiosa (CIC cc. 803, § 2 y 806, § 1; EC 1-4).
5 Más concretamente, un colegio católico acepta la competencia de la jerarquía en todo lo relativo
a la preparación, selección y designación del profesorado de religión, a los programas de
enseñanza religiosa y a la aprobación de libros de texto y material didáctico. Asimismo reconoce
y acepta el derecho de vigilancia y de visita que le compete al Obispo propio, en lo referente a
los aspectos religiosos, morales y pastorales de la acción educativa (CIC cc. 804, 805 y 806; ChD
35,4; ES 1,39; Acuerdos arts. III y VI).
6 Los profesores de un centro escolar católico serán personas que destacan por su recta doctrina
e integridad de vida (CIC cc. 803, §2; 804, § 2; GE 8; EC 71,3).
134
Esta última forma queda oscura: no se sabe si se trata de persona jurídica pública, ya que actúa en nombre de la
Iglesia y tiene en cuenta el bien público, pero no ha sido erigida como tal ¿el reconocimiento de la autoridad eclesiástica la
convierta en persona jurídica pública? Al menos podrá usar el nombre de “católica”.
135
Acuerdo de la XLI Asamblea Plenaria, BOCEE 2 (1985) 18.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 49
136
En España existe el Acuerdo sobre temas de enseñanza y cultura (3-I-1979) que deja en manos de la Iglesia lo
referente a la enseñanza religiosa, además de imponer el respeto a la religión católica en los medios que son propios del Estado.
137
No se dice nada de que tengan que nombrar o aprobar los maestros de las escuelas interdiocesanas, aunque se pidió
en el esquema de 1980.
138
ChD 35. 4: Las escuelas católicas de los religiosos están igualmente bajo la autoridad de los ordinarios del lugar
en lo que se refiere a su ordenación y vigilancia general, quedando, sin embargo, firme el derecho de los religiosos en cuanto
a su gobierno.
139
Pablo VI, m.p. Ecclesiae Sanctae, I, 39, in: AAS 58 (1966) 757-787;
140
En el ordenamiento jurídico español se preserva este derecho: Art. III del Acuerdo: “La enseñanza religiosa será
impartida por las personas que cada año escolar sean designadas por la autoridad académica entre aquellas que el Ordinario
diocesano proponga para ejercer esta enseñanza”. Aunque se pidió en la Comisión que no se pusiese el derecho de nombrar
-pues en algunos países no hay esta costumbre- se añadió lo de aprobar (Comm. 15 (1983) 101-102).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 50
servicio a la Iglesia.
- Derecho a remover o exigir que se remuevan los maestros ineptos o a aquellos que lleven una
forma de vida no acorde con la moral católica, pues sin este derecho, virtualmente no serviría
de nada el de nombrarlos141. Esto se ve del todo necesario para conservar la identidad cristiana
de la enseñanza de la religión. Recordamos también que el oficio de los maestros de religión no
es un oficio eclesiástico.
5. En cuanto a los moderadores de las escuelas católicas, se prescribe que sean solícitos en procurar
una educación excelente en toda su gama y de ninguna manera inferior a otra escuela de la región;
aún en este aspecto deben someterse a la vigilancia del Ordinario de lugar. El asunto no es fácil en
su aspecto material: edificio, laboratorios, instrumentos... pues ordinariamente las escuelas del
Estado cuentan con más medios. Pero la escuela católica siempre será la mejor en disciplina, y orden
y en nivel pedagógico, de tal manera que los padres, aún los no católicos la prefieran como la mejor.
I. PRECEDENTES HISTÓRICOS:
Ha habido un interés permanente de la Iglesia por las instituciones de estudios superiores. Las
Facultades de Teología fueron uno de los ejes insustituibles de toda Universidad medieval, de tal
manera que sería imposible comprender la cultura de occidente si prescindiéramos de la aportación hecha
por la Iglesia católica.
La secularización llega a las Universidades en los siglos XVIII y XIX, con la supresión de las
Facultades de Teología en las Universidades, que pasan a ser estatales. Se hará entonces una vida
autónoma de las Facultades de Teología que siguen bajo la organización eclesiástica y aparecerán las
primeras universidades católicas en contraposición a las estatales a principios del siglo XX.
Pío XI con la constitución Deus scientiarum Dominus (1931), provoca un fuerte impacto en la vida de
la Iglesia ya que por primera vez en la historia de la Iglesia se estableció un sistema normativo completo
en lo que se refiere a la enseñanza universitaria impartida por la misma Iglesia. Las Normae quaedam
(1968) de la Sagrada Congregación para la Educación católica vinieron a especificar lo establecido por
Pío XI, acomodándolo a las exigencias del Concilio, tal como proponía Gravissimum Educationis en
el número 11. Por último la Constitución apostólica de Juan Pablo II Ex corde Ecclesiae (1990)
actualizará la regulación aplicando lo establecido en el Código de 1983. En 1995 la Congregación para
la educación católica establecerá su modo de implantación con el «Decreto para aplicar la const. Ap. Ex
Corde Ecclesiae».
141
En la práctica esto no resulta tan sencillo. En España, la Ley de libertad religiosa (5-VII-1980) se recoge de forma
ambigua esta “salvaguarda de la propia identidad”, cuando se pone como clausula “sin prejuicio de los derechos y libertades
reconocidos por la Constitución y en especial los de libertad, igualdad y no discriminación”.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 51
II. CONCEPTO:
En el Código no tenemos una definición de universidad católica, como se nos dio de escuela católica,
pero de los cc. 807 y 809 en su respectiva segunda parte se encuentra una verdadera definición142:
• Promoción de una cultura más alta: esta finalidad de la universidad católica no es específica de
ella, puesto que toda universidad debe tender a esto: cultura que ayude a la elevación de la persona
humana, a la formación de la personalidad. En nuestro caso esta promoción humana debe estar
apoyada firmemente en los valores del humanismo cristiano.
• Mediante la investigación y enseñanza de todas las disciplinas: cualquier disciplina, pero
observando la autonomía entre ellas y su propia metodología y teniendo en cuenta la doctrina
católica, siempre bajo la luz de la fe (GE 10a)143.
Sí aparece la definición en Ex corde Ecclesiae (art. 2-3): se trata de una comunidad de estudios que
enseña e investiga en varios campos, haciéndolo desde la inspiración del ideal católico y que,por tanto
ha de recibir el influjo del magisterio y de la doctrina católica. La unión que mantiene con la comunidad
eclesial se basa en la relación que guarda con la jerarquía según la forma de erección: por un vínculo
formal constitutivo (es la autoridad la que la erige, vgr. La Conferencia Episcopal), erigida por un
Instituto o persona jurídica pública (vgr. un IRR) o de otras maneras por medio de un pacto institucional
con la autoridad competente.
Parece que el concepto de universidad católica haría referencia a aquellas universidades dedicadas a
cualesquiera ciencias humanas, en contraposición con las estrictamente eclesiásticas. El término
“católico” sería tomado en sentido práctico usual y se fija más en el carácter eclesial del centro y en
el estilo de enseñanza, más que en la materia de enseñanza.
III. DERECHO DE LA IGLESIA:
La Iglesia tiene derecho de erigir y dirigir universidades (c. 807 §1). Al decir Iglesia el canon se refiere
a cualquier fiel cristiano, bien individualmente bien de forma asociada. Si se trata de una persona
jurídica pública habrá que ver los estatutos que la rigen en cada caso particular144. No significa esto que
todas las universidades hayan de tener estatutos aprobados por la Santa Sede145, aunque esto sí se exija
expresamente cuando se trata de facultades eclesiásticas (c. 816) 146.
Para que tenga el título de católica debe tenerse en cuenta lo que se decía al hablar de las escuelas
católicas: ninguna universidad aunque “realmente” sea católica, lleve ese título sino es con el
consentimiento de la autoridad eclesiástica (c. 808). Sólo la autoridad competente puede dar este título,
siempre que reúna los requisitos pedidos respecto a profesores y doctrina y éste por escrito.
Las Conferencias episcopales (c. 809) deben procurar que existan dichas universidades católicas en su
territorio pero con dos condiciones: si es posible sea por el aspecto económico o político; si conviene,
142
Tomada de GE 10a.
143
En la Plenaria, varios Padres objetaron que no había conceptos claros, especialmente en sus diferencias con el
capítulo siguiente. La respuesta de la secretaría fue confusa, aludiendo a los cánones 807 y 814, a los que no se referían los
Padres (Comm. 15 (1983) 102, ad tit. y ad cap.)
144
En la Plenaria un Padre preguntó ¿a quién en concreto le corresponde este derecho? La respuesta de la secretaría
fue que cualquier bautizado puede erigir universidades católicas con este fin específico (Comm 15 (1983) 103, ad 762).
145
Así lo afirma el comentario de Navarra, fundamentando esta posición en el v.c. 1376 §2.
146
Aunque el esquema de1980 decía que el título de “católica” sólo lo podía dar la Santa Sede, se cambió en la
redacción final para ser promulgado como está. (Comm. 15 (1983) 103, ad 763).
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Apuntes para uso privado 52
pues puede haber ya otra católica o no católica pero óptima. En cualquier caso se retiene la importancia
de la universidad como forma de acercamiento de la fe y de la cultura a un nivel institucional, que
favorece a la misma sociedad y que -planificada adecuadamente- alcance a todos los sectores
fundamentales de la enseñanza147.
La Conferencia Episcopal y el obispo diocesano (c.810 §2) tiene el oficio y derecho de vigilar que en
las mismas universidades se observen con fidelidad los principios de la doctrina católica. El canon no
dice qué ha de hacerse cuando no se observa la doctrina. Esto debe estar previsto en los estatutos
particulares148.
La autoridad competente deberá procurar que en las universidades católicas, aún en las privadas, exista
una Facultad, un Instituto o al menos una Cátedra de Teología (c. 811 §1/ GE 10b) en donde se
explique convenientemente la doctrina católica incluso a los alumnos seglares. Cuando se hace mención
expresa a los laicos es porque se entiende que las materias han de ser acomodadas a ellos, si no todas,
algunas más concretas como la liturgia o la pastoral, de modo que comprendan estas materias desde su
propia vocación (229 §2). La existencia de esto mismo en las universidades civiles, dependerá de los
acuerdos que existan con los estados o con las propias universidades, por esta razón no se incorporó en
el canon aunque algunos padres lo solicitaron149.
En todas las universidades católicas se han de tener lecciones teológicas que estén en conexión con las
diferentes disciplinas de las facultades (c. 811 §2). Es una buena prescripción ya que, al relacionar los
asuntos de forma interdisciplinar, se mejora la educación. Algunos cursos interesantes al respecto serían:
bioética, libertad religiosa, doctrina social de la Iglesia, moral sexual...
147
Pío XII (2-VII-1949) erigió a este efecto una Federación de Universidades católicas, actualmente bajo la
Congregación de Seminarios e Institutos de Estudios AAS 42 (1950)385-387.
148
Nos parece un comentario muy adecuado el de Coriden -comentario de USA- cuando dice que no se trata de una
propiedad ni acto de gobierno, ni de jurisdicción. El acto de vigilar es un control, una vigilancia pastoral general, benigna, que
supone la comunicación y acuerdo con las autoridades universitarias; comunicación amigable para que las cosas marchen en
orden. No se trata de una relación adversa, ni inquisitorial, ni autoritaria.
149
Comm 15 (1983) 104, ad 766).
150
El esquema de 1980 añadía que la Conferencia Episcopal y el obispo diocesano tenían el derecho y deber de exigir
la remoción de los profesores, pero se suprimió (Comm. 15 (1983) 103-104, ad 765).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 53
151
CD 2; 11-13; LG 21; 25.
152
Aunque la SC prevé esta delegación en la práctica puede causar conflicto.
153
La misma Sapientia, al hablar de las cualidades las exige a los profesores estables.
154
Distinguir potestas (los laicos tienen por el bautismo la capacidad de ser llamados por los pastores a los oficios
eclesiásticos no clericales (c. 129 § 2) pero sin que esto constituya un derecho, porque se trata de una cooperación al ministerio
propio de los pastores), de la missio canonica (el ejercicio por el cual la jerarquía asocia a los laicos a ciertas funciones que están
ligadas al oficio de los pastores, de tal manera que en el cumplimiento de dichas funciones los laicos están totalmente
subordinados a la dirección de la jerarquía. No se actúa en nombre propio sino en el de la autoridad); del mandato de enseñar
disciplinas teológicas (no es en el sentido de “precepto” ni de “representante del mandatario” ni de “permiso para actuar”, no
confiere potestad de gobierno, ni tampoco aúna un mandato de enseñar en nombre de la autoridad que concede el mandato). (G.
Ghirlanda, Potestà sacra, in: Nuovo dizionario de Diritto Canonico, Milano 1993, 811. F. J. Urrutia, Mandato d’insegnare
discipline teologiche, in: Nuovo dizionario de Diritto Canonico, Milano 1993, 661-664).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 54
científica e interdisciplinar que promueva una formación intelectual integral155, un diálogo con los
hermanos separados y que responda al progreso de las demás ciencias. De este modo se conseguirá
una mejor “racionalización de la fe”156.
- La instrucción científica de los estudiantes que se dedican a estudiar estas materias, no sólo para
el ministerio sacerdotal, sino también para la capacitación de futuros profesores o investigadores
(GE 11). Así los alumnos podrán adquirir una mayor inteligencia de la Revelación, estarán
preparados para un apostolado intelectual y podrán responder a los problemas suscitados por la
cultura contemporánea.
II. RÉGIMEN:
Es un derecho propio (c. 815) que nace de la necesidad de preparar bien a sus ministros para que se
puedan dar las finalidades propias de la Iglesia. Pero no un derecho exclusivo157.
La erección (c. 816 §1): corresponde a la Santa Sede erigir (ella misma las establece) o aprobar (si son
establecidas por cualquier fiel o por un IVC). Se pidió que apareciera la consulta a la Conferencia
Episcopal y aunque se consideró como una práctica muy laudable, no se quiso coartar la potestad de la
Santa Sede en este campo158.
La suprema dirección también le compete a la Santa Sede. No se trata de la dirección inmediata sino
superior que ejerce a través del Gran Canciller y de la Congregación para la Educación católica en los
siguientes apartados:
• Nombramiento o confirmación de rector o director, y decanos-presidentes (VG 18).
• Nihil obstat a los profesores estables (VG 27 §2).
• El Gran Canciller debe enviar cada 5 años un informe de la situación del centro.
• El rector o director debe enviar cada año un informe económico al Gran Canciller.
• Sujeción a la evaluación de la AVEPRO (creada en 2007).
Los estatutos propios y el plan de estudios (c. 816 §2) han de ser aprobados también por la
Congregación para la Educación católica quien deberá aprobarlos también cuando haya una modificación
sustancial159. Contenido de los estatutos:
1. Nombre, naturaleza y finalidad. 6. Grados académicos.
2. Gobierno. 7. El material didáctico e informático.
3. Profesores. 8. Aspectos económicos.
4. Alumnos. 9. Relaciones con otras facultades, institutos, etc.
5. Oficiales (personal administrativo y de
servicios).
155
GE 10. El Concilio (SC 2) afirma también que el estudio de las disciplinas conexas, aunque no tengan relación
directa con la evangelización o la Revelación, pueden tener una influencia importante en la comprensión del hombre o de la
sociedad a la que va dirigida el mensaje del evangelio (vgr. Psicología o Sociología).
156
S. Anselmo: fides quaerens intellectum.
157
Pio XI en la Deus Scientiarum Dominus, expresaba que este derecho también lo poseen los hermanos separados
158
Comm . 15 (1983) 106, ad 772,1. El comentario de Navarra hace una interpretación en tres pasos: constitución,
aprobación y erección, bastante complicada y que creemos no aparece en el Código.
159
En SC 7 se habla de la necesidad de estos estatutos. Las “ordenaciones” posteriores proponían un plan de estudios,
sin añadir normas especiales. En la plenaria del 81 se propuso que se añadiera algo sobre los convenios que existen entre la Santa
Sede y algunas naciones o universidades, pero aquellos se rigen ya por el c. 3 y estos no existen en la práctica. (Comm. 15 (1983)
106, ad 772 §2).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 55
Para que una universidad o facultad eclesiástica pueda dar grados académicos (c. 817) ha de estar por
lo menos aprobada por la Santa Sede. Entre los efectos están los que se refieren a la facultad de enseñar
disciplinas eclesiásticas en facultades o universidades eclesiásticas. No se hace referencia a otros
privilegios antiguos como el birrete o el anillo160.
Otros aspectos del régimen interno (c. 818) se asimilan a los de las universidades católicas en lo
referente a la vigilancia pastoral de la autoridad competente: el nombramiento de profesores (c. 810),
y la pastoral universitaria (c. 813) el mandato para enseñar (c. 812)161. Con respecto a este último, hay
autores (como Urrutia) que opinan -apoyándose en SCh 27.1- que al enseñar en nombre de la Iglesia y
dedicarse a la formación de sus ministros, se trataría más de una missio canónica que de un simple
mandato. La Congregación para la Doctrina de la Fe habla en este mismo sentido al tratar la vocación
eclesial del teólogo162.
En cuanto a la cooperación entre centros (c. 820 / GE 12/ SC 60-64 /ExC 7) no es necesario decir mucho
pues depende de los regímenes internos el que haya esta cooperación -incluso con las universidades
civiles-, como entre las facultades de la misma universidad, pero VG 66 la presente como uno de los
grandes retos actuales. Esto propiciará una mejor interdisciplinariedad, desde el diálogo con otras
ciencias que siempre enriquece.
Los estudiantes (c. 819) han de ser enviados por los obispos o superiores religiosos competentes163,
cuando se trate de estudios eclesiásticos o cuando se quiera ampliar la formación en estudios superiores
especializados, con el fin de ofrecer un mejor servicio a la diócesis o a la Iglesia. En este segundo caso
deberá hacerse una mayor selección. En ambos casos, para evitar problemas posteriores, nos parece
conveniente que haya constancia escrita de dicho envío.
III. LOS INSTITUTOS SUPERIORES DE CIENCIAS RELIGIOSAS:
Los Institutos superiores de Ciencias Religiosas (c. 821) tienen carácter académico pero se diferencian
de la Facultad de Teología en su finalidad: promover la formación teológica de los laicos y prepararles
para la realización de servicios y ministerios o para la enseñanza de la religión católica164.
Este tipo de centros han de ser creados por la Conferencia Episcopal en donde se pueda. A ella le
corresponde la supervisión de los objetivos pastorales del Instituto y la distribución territorial de los
centros. La normativa de 2008 exige unos niveles mínimos de profesores estables y de alumnos en cada
curso para garantizar la permanencia del centro. En el artículo de Moodle puedes encontrar toda la
información al respecto. Estos centros estarán siempre patrocinados por una Facultad de Teología que
supervisará su funcionamiento y que será quien dé el título de diplomado o máster en ciencias religiosas.
El Obispo diocesano también ha de tener esta preocupación. A él le corresponde la salvaguarda de la
160
cc. 250 -para formarse al sacerdocio- 253 -para ser profesor- 378 -idoneidad de los candidatos al episcopado- 478
§1 -elección de vicarios- 1420 §4 -vicarios judiciales- 1421 §3 -jueces- 1435 -promotor de justicia o defensor del vínculo-.
161
En la plenaria se pidió que se añadieran otros aspectos: idoneidad científica de los maestros, efectos de los grados
académicos... La secretaría respondió que eran temas concretos que no correspondían a estos cánones.
162
CDF, instr. Donum Veritatis -sobre la vocación eclesial del teólogo-, in AAS 82 (1990), en el número 1559 dice:
missionem canonicam vel mandatum docendi.
163
Vc. 1380 “es de desear” o la OT 18, GE 10 y AG 16e y la RFIS lo dicen en relación a que se realicen estudios
superiores universitarios en cualquier universidad idónea. El canon menciona únicamente a los religiosos, por una modificación
realizada en el esquema de 1981 (Comm. 15 (1983)106, ad 775), que cambió a la vez ordinario de lugar por Obispo
diocesano.
164
Aparecen aquí aunque en el esquema de 1980 se encontraban dentro de las universidades católicas. La razón
aducida es que son institutos que, por su naturaleza, dependen más de la autoridad eclesiástica (Comm. 15 (1983) 105, ad 770).
SCEC, Normativa per L’IIstituto Superiore di Scienze Religiose (12-V-1987), pro. 7617 /87; Instrucción sobre los Institutos
Superiores de Ciencias Religiosas" (28 de junio de 2008).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 56
fe, la selección del personal docente, el régimen económico y ejercer las funciones de “gran canciller”.
Parece claro que es recomendable igual que estos institutos, los seminarios diocesanos se afilien a
facultades eclesiásticas para mejorar el nivel de enseñanza y para poder dar títulos oficiales.
Pío XII, lit. Ency. Miranda prorsus (8-IX-1957), in: AAS 49 (1957) 765-805; Juan XXIII, ep.
Nostra patris, in: AAS 53 (1961) 491-495; Concilio Vaticano II, decreto Inter Mirifica; PCICS,
Instr. Conmunio et progressio, in: AAS 63 (1971) 593-656; SCDF, Notificación sobre la situación
del Índice de libros prohibidos (14-VI-1966), in: AAS 58 (1966) 445 y Decreto interpretativo (15-
XI-1966) ibid. 1186; Nova agendi ratio in doctrinarum examine (15-I-1971), in: AAS 63 (1971)
234-236; Decreto Ecclesiae Pastorum (19-ÍII-1975), in: AAS 67 (1975) 281-284; CDF,
Instrucción sobre algunos aspectos relativos al uso de los instrumentos de comunicación social
en la promoción de la doctrina de la fe (30-III-1992), in: Comm. 24 (1992) 18-27; PCCS,
Criterios de colaboración ecuménica e interreligiosa en el campo de las comunicaciones sociales
(4-X-1989), in: EV 11/ 2657-2679; SCRIS, carta Accade non di rado (5-XII-1985), in: EV
supplementum I/ 1073-1080; PCUC, Guidelines for interconfessional cooperation in translating
the Bible (2-VI-1968), in: EV 10/2266-2319.
I. TÍTULO:
El tema ha cambiado con respecto a la legislación anterior: Título XXIII del libro III De la censura
previa de los libros y de su prohibición (índice de libros prohibidos). Mediante una notificación de la
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (14-VI-1966) se abolió el Índice; la misma Congregación
en un decreto posterior (15-XI-1966) abrogaba los cánones referidos a los libros prohibidos por el
derecho y las penas contra lectores y editores (vc. 1399 y 1238).
También ha cambiado la mentalidad: los mass media son importantes, con gran influencia en la sociedad
y necesarios también para la evangelización. La nueva legislación no se presenta recelosa y anima a la
responsabilidad personal, aunque no deja de lado su función de velar por el uso adecuado de ellos y la
recta transmisión de la doctrina:
Entre los maravillosos inventos de la técnica... sobresalen aquellos que por su naturaleza no sólo pueden
llegar a cada uno de los hombres, sino a las multitudes y a toda la sociedad humana, como la prensa,
el cine, la radio, la televisión y otros que, por ello mismo, pueden llamarse con toda razón medios de
comunicación social. La Madre Iglesia reconoce que estos instrumentos, rectamente utilizados, prestan
ayuda valiosa al género humano... sabe también que los hombres pueden utilizar tales medios contra
los mandamientos del Creador y convertirlos en instrumentos de su propio daño... La Iglesia católica...
considera parte de su misión servirse de los instrumentos de comunicación social para predicar a los
hombres el mensaje de salvación y enseñarles el recto uso de estos medios. A la Iglesia, pues,
corresponde el derecho natural de usar y poseer todos los instrumentos de este orden en cuanto sean
necesarios o útiles para la educación cristiana... y corresponde a los sagrados pastores el deber de
instruir y gobernar a los fieles de modo que éstos, sirviéndose de dichos instrumentos, atiendan a su
propia perfección y salvación, así como a la de todo el género humano. Por lo demás, corresponde
principalmente a los laicos penetrar de espíritu cristiano esta clase de medios a fin de que respondan
a la gran esperanza del género humano y a los designios divinos (IM 1-3).
Debido a que después del primer canon los demás tratan de los libros (excepto el 831 §2 que habla de
la radio y TV), un padre en la plenaria del 81 calificó el título de insuficiente y negativo, como casi
vacío, repetición del canon 747. La Secretaría aceptó la observación y pidió que se estudiara nuevamente
pero al final quedó como estaba.
II. EL USO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL:
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 57
El Código propone dos cosas (c. 822): el mandato de que los pastores usen los medios de comunicación
social en el ejercicio de su misión (“satagant” es más que una exhortación); y que ellos mismos
enseñen a los fieles para que éstos vivifiquen e imbuyan de espíritu cristiano los medios de
comunicación social -se entiende los que no pertenecen a la Iglesia-, como ha de suceder en cualquier
otra profesión temporal.
Todos los fieles, pero especialmente los que tienen parte en la ordenación de estos medios de
comunicación social, han de prestar su ayuda para que la Iglesia ejerza eficazmente su misión por medio
de estos instrumentos (IM 13).
III. OBLIGACIÓN Y DERECHO DE LOS PASTORES:
La vigilancia (c. 823)165 es una misión que se funda en el derecho divino y cuyo objeto es que las
verdades de fe o de costumbres no sean mal interpretadas u obscurecidas. Los pastores que tienen esta
obligación y derecho son cada uno de los obispos diocesanos, los reunidos en concilios particulares
o también las Conferencias Episcopales (c. 753) y a la autoridad suprema de la Iglesia, sea el Romano
Pontífice o el Concilio Ecuménico166.
La Congregación para la Doctrina de la Fe ejerce una dirección suprema en nombre del Romano
Pontífice y es la referencia en cuestiones que sobrepasen la competencia episcopal y ámbito de consulta
para las cuestiones más relevantes en materia doctrinal167.
Es parte esencial de su ministerio de modo que pueden llegar a exigir -incluso por medio de un precepto
singular (c. 49)- que los fieles sometan a su juicio los libros que se refieran a fe o costumbres antes de
ser publicados -la palabra censura no existe en el texto aunque ciertamente lo es-, o prohibir la
publicación de los que se consideren dañinos.
• Aunque los comentadores del Código de 1917 consideraban como natural el derecho de la Iglesia
a la censura de los libros, en la actualidad esta función podría interpretarse como una disposición
contraria a la libertad de expresión salvaguardada en los cánones 212 §3 y 218.
• Se puede responder afirmando que el derecho de la libre expresión debe estar vigente ciertamente
en la sociedad civil, pero no se puede aplicar del mismo modo a la comunidad eclesial. La
participación en la comunidad de la Iglesia conlleva la asunción de unos derechos y de unas
obligaciones dentro de ella (cc. 211-213.217-218). La afirmación sin límites de la libertad de
expresión haría que cayéramos en el subjetivismo y la interpretación personal de las realidades de
fe, lo que provocaría la ruptura de la comunión (cc. 208-209).
Algunos autores proponen otros medios para realizar esta vigilancia, como la simple reprobación de los
libros ya editados (podría resultar contraproducente por la inmadurez de los fieles que la convierten en
propaganda); o someter los libros a discusión entre los autores o escritores y peritos especializados
(como sugiere el comentario de USA) pero esto supondría considerar en un mismo plano a los teólogos
y la autoridad del obispo -maestro auténtico de fe-, equipararía la libre expresión al libre mercado de
ideas, en el que la idea más aceptada sería considerada como verdadera; y se sustenta sobre un exagerado
optimismo al creer que de esta discusión al final prevalecería la verdad, lo que no siempre sucede.
La reprobación a la que se refiere el canon es de derecho eclesiástico, es un instrumento para proteger
165
Es un oficio que se fundamenta en la misma misión de la Iglesia y la función de los pastores en ella (c. 747 §1),
y en ese oficio peculiar se fundamenta el derecho de los fieles a recibir integralmente las verdades reveladas (c. 213 y LG 37a).
166
Así sucedió, por ejemplo, en el Concilio de Trento, en la sesión “De reformatione” que trató sobre la Sagrada
Escritura (Denz.1508 / 786).
167
PB 48-55; CDF, Instrucción sobre algunos aspectos relativos al uso de los instrumentos de comunicación
social en la promoción de la doctrina de la fe (30-III-1992), in: Comm. 24 (1992) art. 5.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 58
168
Podría tratarse de modificaciones pequeñas pero sustanciales, o el caso de libros antiguos que deben adaptarse a
la mentalidad y doctrina actual de la Iglesia, aunque fueran aprobados en el pasado.
169
Ya no aparece la disposición del v.c. 1385 §2 acerca de los impresores.
170
Es una norma general que se debe aplicar siempre aunque no aparezca expresamente en el canon (Comm. 15 (1983)
106-107, ad 779) y la aconsejan la prudencia, la búsqueda de la necesaria concordia en la comunidad eclesial y la educación más
elemental, aunque el fundamento no sea el canon 65 §1 citado por algunos autores como razón.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 59
Los Libros litúrgicos, en su edición típica latina es competencia exclusiva de la Santa Sede así como
en las adaptaciones realizadas por las Conferencias Episcopales que han de ser revisadas
(recognoscere) por la Sede Apostólica. Las traducciones o versiones en lenguas vernáculas de los mismos
corresponde a las Conferencias episcopales, precisando la “confirmación” (confirmatio) de la Sede Apostólica, y
no ya la recognitio. El Papa Francisco con la Carta Apostólica en forma motu proprio “Magnum
principium”, de 3 de septiembre de 2017 ha modificado el c. 838 CIC. en sus números 2 y 3. A
diferencia de la recognitio, que supone un examen detallado palabra por palabra, para revisar y valorar
las adaptaciones de modo que se salvaguarde la unidad sustancial del rito romano y el cumplimiento de
la ley, la confirmatio no es una intervención alternativa en el proceso de traducción, sino un acto
autoritativo por el cual la Congregración para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
ratifica la aprobación de los Obispos, dejando la responsabilidad de la traducción, supuesta fiel, al
munus doctrinal y pastoral de la Conferencia de los Obispos. La confirmatio supone una evaluación
positiva de la fidelidad y de la congruencia de los textos elaborados con respecto al texto típico latino,
teniendo en cuenta sobre todo los textos de mayor importancia.
Para las nuevas ediciones deberán contar con el testimonio de conformidad con el original dado por el
ordinario del lugar. Y esto aunque se trate de una parte del libro litúrgico como puede suceder con las
“hojas dominicales”.
Catecismos diocesanos y libros de temática religiosa (Sagrada Escritura, Teología, Derecho Canónico,
Historia de la Iglesia, Moral u otras materias afines) son competencia del Ordinario del lugar 173. Si se
proponen como manual para el estudio en centros oficiales (seminarios, facultades o universidades),
deberán contar con la licencia o aprobación del Ordinario. Y aunque no hayan sido propuestos como
libros de texto, es muy conveniente que se sometan al juicio del Ordinario.
Con respecto a los textos de religión católica para los centros de enseñanza se precisa frecuentemente
el dictamen previo de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis (o similar) antes de que el
ordinario diocesano proceda a otorgar la oportuna licencia eclesiástica174.
Los oracionales, devocionarios (triduos, novenas) de uso privado y cantorales pueden ser aprobados
por el ordinario del lugar. No hay que desestimarlos porque tiene mucha difusión y pueden formar o
deformar la mente de los fieles. Las estampas no necesitan licencia del ordinario si no contienen
oraciones.
Se prohíbe exponer, vender y obsequiar libros en iglesias u oratorios que no tengan la licencia o la
aprobación de la autoridad eclesiástica, porque podrían ser considerados como válidos al ser ofrecidos
en un lugar sagrado.
Se prohíbe así mismo publicar colecciones de actas, decretos, u otros documentos de la autoridad
eclesiástica (c. 828) sin su permiso. Parece que esta prohibición va en la línea de los derechos de autor,
con lo que este no sería el lugar más apropiado para el canon.
171
El v.c 1391 prescribía que las explicaciones fueran sacadas principalmente de los Santos Padres o de escritores
doctos y católicos. Hoy no se hace mención de esta prescripción, y es evidente que en las últimas ediciones se ha dado libertad
a los traductores para que incorporen las últimas aportaciones de la exégesis e incluso hay ediciones de marcado carácter
catequético o pastoral.
172
Directivas del SCDF del 1-VI-1968.
173
Queda salvo lo dicho con referencia a los catecismos nacionales y universales.
174
Acuerdo tomado en la XXXIII Asamblea Plenaria del Episcopado Español (noviembre de 1980).
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175
El v.c. 1393 hablaba en términos de edad, erudición y prudencia. Nos parece más adecuada la actual formulación.
176
Esta función queda muy bien explicitada en las normas de la SCDF del 15-I-1971, in: AAS 63 (1971) 234-236.
177
El canon actual expresa mejor la prescripción del vc. 1393 §2 en donde sólo se hablaba de los dogmas de la Iglesia
y de la doctrina común; en el canon actual se omite -y con razón- el §3 del vc. acerca de aprobar o reprobar la doctrina.
178
Ya no existe las restricciones que se encontraban en el vc. 1394 §2 que ponía como condición para decir las
razones, la petición del propio autor y con razones graves.
179
Según la interpretación auténtica del Pontificio Consejo para la Interpretación de los textos legislativos, del 20-VI-
1987, in: AAS 79 (1987) 1249.
180
CDF, Instrucción sobre algunos aspectos, oc. 8 §4.
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181
BOCEE 3, 1986, 115-116.
182
CDF, Instrucción sobre algunos aspectos, oc. art. 14-15.18.
183
Ibid. art.16 §5.
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TEMA 6: LA PROFESIÓN DE FE
CDF, Professio Fidei et Iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio nomine Ecclesiae exercendo
(9-I-1989), in AAS 81 (1989) 104-106; Nota doctrinalis “Professio Fidei” formulam extremam
enucleans (29-VI-1998), in: AAS 81 (1989) 1169.
184
En la Plenaria algún padre pidió que se suprimiera ya que no se trataba de un acto de fe sino de una promesa de
cumplir bien el oficio que se encomendaba. La Secretaría no lo admitió alegando que siempre se debe considerar la profesión
de fe como un acto de religión y en cierta relación con el oficio de enseñar (Comm. 15 (1983) 109, ad tit.).
185
AAS 59 (1967) 1058.
186
CDF, Professio Fidei et Iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio nomine Ecclesiae exercendo (9-I-1989), in
AAS 81 (1989) 104-106.
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Apuntes para uso privado 63
2º. los que han sido promovidos a la dignidad cardenalicia, según los estatutos del sacro Colegio;
3º. ante el delegado por la Sede Apostólica, todos los que han sido promovidos al episcopado, y asimismo
los que se equiparan al Obispo diocesano;
4º. el Administrador diocesano, ante el colegio de consultores;
5º. los Vicarios generales, Vicarios episcopales y Vicarios judiciales, ante el Obispo diocesano o un
delegado suyo;
6º. los párrocos, el rector y los profesores de teología y filosofía en los seminarios, cuando comienzan
a ejercer su cargo, ante el Ordinario del lugar o un delegado suyo; también los que van a recibir el orden
del diaconado;
7º. el rector de la universidad eclesiástica o católica, cuando comienza a ejercer su cargo, ante el Gran
Canciller o, en su defecto, ante el Ordinario del lugar o ante los delegados de los mismos; los profesores
que dan clases sobre materias relacionadas con la fe o las costumbres en cualesquiera universidades,
cuando comienzan a ejercer el cargo, ante el rector, si es sacerdote, o ante el Ordinario del lugar o ante
sus delegados.
8º. los Superiores en los institutos religiosos y sociedades de vida apostólica clericales, según la norma
de las constituciones.
La profesión de fe va unida al juramento de fidelidad en los casos que van del 3-8. En los casos 6-7 basta
que se haga una vez al comienzo del ejercicio del cargo.