Derecho de La Función Docente

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Facultad de Derecho Canónico

Universidad Pontificia de Salamanca

Derecho de la
función docente

Apuntes para uso privado


De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 2

INTRODUCCIÓN

1. EL INTERÉS DE ESTE LIBRO


La materia que se trata en el Libro III, en sus cánones introductorios (747-755) hace referencia directa
al campo de la Teología dogmática, puesto que las normas que encontramos dependen del hecho mismo
de la Revelación. El CIC habla de ellas porque hacen relación directa a su misión de comunicar el
Evangelio recibida directamente de Cristo.
El c.762 toma una expresión paralela de UR 2d: “Ecclesia congregatur Verbo”: Como el pueblo de Dios
se congrega ante todo por la palabra de Dios vivo, que hay absoluto derecho a exigir de labios de los
sacerdotes, los ministros sagrados han de tener en mucho la función de predicar, ya que entre sus
principales deberes está el anunciar a todos el Evangelio de Dios.
Estas normas miran tanto “ad intra”: formación de la conciencia de los fieles (aunque por el bautismo
todos recibimos la fe, es preciso desarrollarla en la vida práctica) como “ad extra”: relación de la Iglesia
con el mundo, frente al dogmatismo pseudo-democrático de los mass media, el materialismo consumista
o el hedonismo.
Atañe a un tema tan fundamental para la Iglesia en el mundo contemporáneo como es la educación y la
formación de las personas, donde hay una verdadera corresponsabilidad de todos los fieles, aunque no
uniformidad (por ejemplo en el oficio de los pastores como vigilantes y protectores de la verdad de la
fe).
El libro posee un talante más positivo, no insistiendo tanto en los abusos a la vez que existe un mejor
desarrollo de la acción misional de la Iglesia que cuenta con un título específico.
2. EL LUGAR QUE OCUPA
Colocado antes en el Libro III del CIC 17 -que tenía como título “De rebus” (los medios que tiene la
Iglesia para alcanzar su misión: sacramentos, lugares y tiempos sagrados, culto divino), el Magisterio
de la Iglesia, parecía tratar a la Palabra como algo externo a la Iglesia1.
El título actual “De Ecclesia munere docendi” -presente desde el esquema de 1972 puesto que los
cánones más importantes fueron recogidos de la LEF- hace referencia a la teología del Vaticano II con
respecto a la misión de la Iglesia: la misión de enseñar como vocación transmitida y encomendada por
Cristo a su Iglesia2. El CIC le da una particular fuerza e importancia al dedicarle un libro completo,
especialmente a través de la presentación de los principios teológicos sobre el magisterio, los principios
pastorales sobre predicación y catequesis y los principios de actualización pedagógica en la tarea docente.
No se aceptó la proposición de la sesión plenaria de 1980 donde uno de los padres propuso que se
retomara el título del CIC 17, “Magisterio de la Iglesia”, porque esta expresión, más técnica, da idea de
jerarquía y dejaría además fuera muchos de los cánones de este libro III. Tampoco se aceptó la
proposición de que se denominara “De fide promovenda seu de Ecclesia munere docendi” porque no se
consideraron realidades sinónimas3.
Se trató, seguramente de evitar disputas teológicas sobre el origen de la potestad en la Iglesia. El término

1
Wernz-Vidal, en su obra conjunta de 7 volúmenes de comentario al CIC 17 entendía el Magisterio como cualquier
otro bien material de la Iglesia que se debe administrar, dado el lugar donde se había colocado.
2
La palabra munus se traduce habitualmente por oficio o función, como algo instrumental. Nos parece que es algo
más que un instrumento.
3
Cf. Communic 15 (1983) 89, ad tit.
De Ecclesiae munere docendi
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potestas magisterii no aparece ni en el Código ni en el Vaticano II, aunque en la mentalidad eclesiológica


del Concilio existiera la idea tripartita de potestad, reflejo de la triple función de Cristo que los fieles
deben continuar 4. Para algunos autores el Magisterio se situaría dentro de la potestad de jurisdicción;
para otros sólo puede ser un acto de la potestad de orden5.
3. EL ESQUEMA DEL LIBRO
En el vc. el tema del Magisterio tenía 5 títulos: predicación (catequesis-predicación-misiones),
seminarios, escuelas, libros y profesión de fe. El actual libro III tiene 5 títulos: ministerio de la palabra
(predicación y catequesis), acción misionera, educación católica (era cristiana en los primeros esquemas),
los medios de comunicación social (especialmente de los libros) y la profesión de fe.

4
Magisterio-maestro (ACTO: enseñar- OBJETO: verdades de fe- FIN: adhesión del entendimiento y la voluntad),
régimen-rey (gobernar-gobierno-sumisión y obediencia) y santificación-sacerdote (celebrar la liturgia-culto divino-obtención
de la gracia).
5
Así lo afirman Lecuyer o Congar apoyándose en LG 18.
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CÁNONES PRELIMINARES

1. EL CARÁCTER DE ESTOS CÁNONES


Algunos afirmaron que estos cánones no debían incluirse en el CIC por ser de carácter doctrinal. Sin
embargo se mantuvieron porque su carácter no es exclusivamente teológico sino también jurídico: hay
preceptos, oficios, obligaciones, normas de derecho divino natural, de derecho divino positivo, de
derecho positivo humano y todos son principios jurídicos.
2. PRINCIPIOS PREVIOS
Todos los hombres están obligados a buscar la verdad (c. 748 §1). El principio está tomado literalmente
de DH 1, mejora la afirmación que se encontraba en el viejo Código6: Creemos que esta única verdadera
Religión subsiste en la Iglesia Católica y Apostólica, a la cual el Señor Jesús confió la obligación de
difundirla a todos los hombres, diciendo a los Apóstoles: "Id, y enseñad a todas las gentes bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he
mandado" (Mt., 28,19-20). Por su parte, todos los hombres están obligados a buscar la verdad, sobre
todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y practicarla.
Obligación y derecho correlativos de toda persona humana de buscar la verdad, por la misma
estructura creada de la inteligencia humana que lo exige. Dios llama al hombre creándolo y le manifiesta
su amor (vocación humana) y el hombre debe corresponder con su respuesta personal.
Una vez conocida esa verdad nace en el hombre la obligación y el derecho de abrazar la Iglesia7. Es una
ley divina natural -cada hombre ha sido creado inteligente y capax Dei y puede conocer a Dios por
medio de la revelación natural- y divina positiva -el hombre tiene que conocer la revelación de Dios en
Cristo Jesús-.
El canon habla también de la libertad religiosa (748 §2), inspirándose en la DH 2, que los sitúa entre
los derechos fundamentales de la persona: “Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene
derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes
de coacción, sea por parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad
humana; y esto, de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su
conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros,
dentro de los límites debidos. Declara, además, que el derecho a la libertad religiosa está realmente
fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se la conoce por la palabra revelada de
Dios y por la misma razón natural. Este derecho de la persona humana a la libertad religiosa debe ser
reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad de forma que se convierta en un derecho civil...
pero los hombres no pueden satisfacer esta obligación de forma adecuada a su propia naturaleza si no
gozan de libertad psicológica al mismo tiempo que de inmunidad de coacción externa. Por
consiguiente, el derecho a la libertad religiosa no se funda en la disposición subjetiva de la persona,
sino en su misma naturaleza”.
Es algo ilegítimo obligar a nadie en contra de su conciencia (unquam fas est = nefas est). Este precepto
ya existía en el v.c. 1351 y se explica en AG 13ac y nace de la dignidad de la persona y de la
naturaleza misma de la fe -acto que no se impone sino en el que el hombre responde libremente a Dios-,
con lo que deben rechazarse las amenazas o la manipulación física o moral.
El canon no dice nada con respecto a “servandam ecclesiam” (permanecer en la Iglesia), con lo que

6
CIC 1917, c.1322 §2.
7
Lo encontramos en cualquiera de las profesiones de fe (DZ) y en LG 14a; AG 7a: la Iglesia es necesaria ad salutem,
como dogma de fe.
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algunos autores deducen que la excomunión de la que habla en c. 1364 es una evidencia que sí se puede
obligar a permanecer en ella8. No parece correcta esta interpretación del silencio del canon. Lo mismo
se debe condenar la fuerza para abrazar que para permanecer en la Iglesia. Las penas no son una
coacción para permanecer sino una declaración del estado en que se encuentra el que las padece9.
La Iglesia (c. 747 §1) entendida según el c. 204 (todo el Pueblo de Dios, gobernado por el Romano
Pontífice y el colegio episcopal que poseen el “sensus fidei” como carisma y a quien se ha entregado el
“depositum fidei” como una realidad dinámica10) tiene la misión de:
- custodiar-guardar: para transmitirlo dinámicamente sin descuidar nada, evitando que sea
oscurecido o deformado (DV 9.10; LG 2.4; EN 25).
- profundizar-investigar: para entender mejor la Palabra de Dios y poder responder la Iglesia mejor
a su misión en el mundo desde el trabajo de investigación de los teólogos en fidelidad a ella.
- anunciar-exponer: las verdades del depósito de la fe son para todos y no para un grupo
privilegiado.
Es una obligación y derecho (a la inversa del vc. 1322 §2: ius et officium) nativo -del mismo nacimiento
o fundación de la Iglesia por Cristo-, independiente -sin necesidad alguna de admisión por parte de
autoridad humana- exclusivo -es la que posee el depósito como sociedad jurídica perfecta-, que debe
ejercer con sus propios medios -aún en los medios de comunicación social-:
La evangelización en consideración al pueblo al que se dirige, si no utiliza su “lengua”, sus
signos y símbolos, si no responde a las cuestiones que plantea, no llega a su vida concreta11.
La Iglesia se salva por la palabra de Dios, hecha hombre, que muere en la cruz y perpetua su
sacrificio en el memorial eucarístico de la Cena; la Iglesia se organiza de forma que esa
palabra de Dios anunciada en Cristo que predica y en Cristo que muere por los hombres sea
lo más eficaz. Así, pues, la fe, los sacramentos, la vida cristiana, dicen una esencial referencia
y dependencia absoluta a la palabra de Dios. Sin ella no hay convocación de la comunidad,
sin ella no es comprensible la salvación, sin ella no tiene sentido ningún acto pastoral,
autoritativo o jurisdiccional en la Iglesia. Esto quiere decir que la Iglesia, como comunidad
de fieles, como comunidad de salvación, como comunidad estructurada bajo la autoridad
apostólica, es impensable en sí misma, toda ella, absolutamente toda, está subordinada a la
Palabra de Dios12.
La competencia de la Iglesia sobre los derechos humanos (c. 747 §2) abarca todos los temas y en todo
lugar siempre que hagan referencia a la salvación de las almas o a los derechos fundamentales del

8
Así lo afirma Santo Tomás en la Summa Theologica II, II, 8. 6.10.11: los herejes, apóstatas y cismáticos han de ser
empujados (impelletur) a permanecer en la fe católica.
9
Podemos ver esta argumentación en el comentario de Salamanca -se mantiene la obligación jurídica y se castiga el
abandono- y en el de Navarra que dice sólo se aplica a la potestad civil coactiva, citando a DH.
10
Es una expresión bíblica que encontramos en Tim 6,20; también en la encíclica de Pablo VI Ecclesia Sancta AAS
1964, en DV 10, 7-9; GS 33,2. Estaba ya presente en el v.c. 1322 y en el c. 57, 1 de la LEF.
11
PABLO VI, enc. Evangelii Nuntiandi, 63.
12
JUSTO COLLANTES, La Iglesia de la Palabra, vol II (BAC, Madrid 1972) 117.
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hombre13. No es competencia absoluta (como la anterior) pero es un testimonio para la comunidad


humana y un juicio orientativo, anunciando la verdad objetiva, proponiendo criterios morales, aunque
no se entiendan o acepten, como misión encomendada por Cristo14.
La evangelización ha de estar en conexión necesaria con la promoción humana15: el anuncio del
evangelio, liberador de la persona humana, va intrínsecamente unido a la promoción de los más
desfavorecidos de la que la Iglesia quiere ser también testigo.

13
GS 42: La unión de la familia humana cobra sumo vigor y se completa con la unidad, fundada en Cristo, de la
familia constituida por los hijos de Dios. La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico
o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces
y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina....La Iglesia reconoce,
además, cuanto de bueno se halla en el actual dinamismo social: sobre todo la evolución hacia la unidad, el proceso de una
sana socialización civil y económica.
14
Cf. LEF 57, 2.
15
Cf. EN 31-38; Once grandes mensajes (Madrid 1990); SCDF, Instrucción sobre la Teología de la Liberación (1984)
6-8; CELAM, Documentos de Puebla, Medellín y Santo Domingo.
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TEMA 1: EL MAGISTERIO DE LOS PASTORES

Vaticano I, const. dogm. Pastor Aeternus, in: DZ 3073; Pío XII, Enc. Humani generis (12-VIII-
1950), in: AAS 42 (1950) 561-78; Juan Pablo II, litt. ency. Evangelium Vitae (25-III-1995) in:
Ecclesia (1995) 2731-32; Carta Apostólica en forma de Motu Propio Ad tuendam fidem (18-V-
1998), in: AAS 90 (1998) 457-461; Carta Apostólica Apostolos Suos (21-V-1998), in: AAS
90 (1998) 646; litt. ap. Ununum sint (25-V-1995), in: Ecclesia (1995) 2740; Secrétariat pour la
promotion de l'unité des chrétiens, Directoire œcuménique, Ad totam Ecclesiam (14-V-1967) in:
AAS 59 (1967) 574-592; AAS 62 (1970) 705-724; Pontificio Consejo para la Unidad de los
Cristianos, Directoire pour l'application des principes et des normes sur l'oecuménisme (25 -III-
1993), in: AAS 85 (1993) 1039-1119; CDF, Fórmula para la profesión de fe y el juramento de
fidelidad al asumir un oficio que se ejercita en nombre de la Iglesia con Nota doctrinal ilustrativa
de la fórmula conclusiva de la “Professio fidei” (Professio fidei et Iusiurandum fidelitatis in
suscipiendo officio nomine Ecclesiae exercendo una cum nota doctrinali adnexa), 29 de junio de
1998, in: AAS 90 (1998) 542-551; Instr. Donum veritatis (24-V-1990), in: AAS 82 (1990) 1555;
Reglamento para el examen de doctrinas (9-VI-1997) in: l’Osservatore Romano, 29 de agosto de
1997; Nota sobre la expresión «Iglesias hermanas», 30 de junio de 2000,in: OR 28.10.2000, 6;
Notitiae 36 (2000) 336-350; Consideraciones «El Primado del sucesor de Pedro en el misterio de
la Iglesia», 31 de octubre de 1998, in: DeS 19 (2002); Declaración sobre la unicidad y la
universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia – Dominus Iesus (Declaratio de Iesu Christi
atque Ecclesiae unicitate et universalitate salvifica), 6 de agosto de 2000, in: AAS 92 (2000)
742-765;Respuestas a algunas preguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia
(Responsa ad quaestiones de aliquibus sententiis ad doctrinam de Ecclesia pertinentibus), 29 de
junio de 2007 in: AAS 99 (2007) 604-608; Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la
evangelización (Nota Doctrinalis de quibusdam rationibus evangelizationis), 3 de diciembre de
2007, in; AAS 100 (2008) 489-504; PCPUC, Declaración común del Papa Benedicto XVI y del
arzobispo de Canterbury, dr. Rowan Williams (23 de noviembre de 2006); Declaración conjunta
sobre la Doctrina de la Justificación entre la Iglesia católica y la Federación Luterana Mundial (31
de octubre de 1999); La dimensión ecuménica en la formación de quienes trabajan en el ministerio
pastoral (1995).

1. CONCEPTO DE MAGISTERIO AUTÉNTICO


El Magisterio auténtico es una función peculiar del munus docendi y es propia de la jerarquía. Auténtico
significa nomine et auctoritate Christi (DV 10b). Puede ser además infalible -ni se puede engañar ni
puede engañar- por la asistencia prometida del Espíritu Santo (LG 25a), aunque esta no es la única forma
auténtica ni la común; cuando es infalible proclama las verdades que han de ser tenidas como reveladas
(DV 10 - Vaticano I 3070 /1836- LG 25b) que son en sí mismas irreformables, aunque también puede
definirse la Iglesia sobre verdades conexas.
2. SUJETO ACTIVO DE LA INFALIBILIDAD
El Romano Pontífice (c. 749 §1; LG 25) tiene personalmente el carisma de infalibilidad, cuando
propone doctrina “de fide et de moribus” (de costumbres en cuanto depende y se contiene en el depósito
de la fe), como supremo pastor y doctor, cabeza del colegio episcopal que confirma en la fe a sus
hermanos16, y por medio de un actu definitivo como condición específica de querer dar esa
definitividad17.
El colegio episcopal (c. 749 §2) también goza de infalibilidad de dos formas:

16
Cf. LG 22.25.32.
17
Se suprimió la metáfora ex cathedra (Vaticano I DZ 3074/1839; vc. 1323 §2) pero se vuelve a hablar de ella en la
Instrucción de la CDF de 1990.
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• Reunido en el Concilio ecuménico18, cuando como doctores y jueces de fe y costumbres, para toda
la Iglesia, enseñan auténticamente doctrina de fe y costumbres, doctrina que ha de tenerse como
definitiva. No es preciso que el Concilio diga que tal o cual doctrina es revelada, sino que se
pronuncie y defina.
• Los obispos dispersos por el mundo19, cuando en comunión entre sí y con el Romano Pontífice,
enseñando a una con él, que no ha propuesto esa verdad definitivamente como Papa sino como
obispo de Roma20, enseñan auténticamente como obispos, doctores de la fe, en doctrina de fe o de
costumbres, reuniéndose de facto en el consentimiento de enseñar la misma doctrina21.
Ninguna doctrina se considera definida infaliblemente si no consta así de modo manifiesto (c. 749 §3).
Es un principio hermenéutico, dirigido especialmente a los sacerdotes: debe proponerse como definida
sólo la doctrina que conste manifiestamente como tal, lo contrario sería injuria a Dios y al ministerio.
3. SUJETO PASIVO DEL MAGISTERIO INFALIBLE / DEFINITIVO: LA RESPUESTA DE LOS FIELES
Creer con fe divina y católica (c. 750 §1)22:
Las verdades de fe se proponen al Pueblo de Dios y es preciso que éste dé una respuesta también de fe:
la fe es la adhesión total de la persona a Dios que se revela, con sus dos elementos: el intelectual o
sumisión del entendimiento y la sumisión de la voluntad que presta obediencia a Dios, consintiendo y
cooperando. Se dice fe divina y católica refiriéndose al depósito revelado en la Sagrada Escritura y la
Tradición y propuesto por el Magisterio infalible como reveladas. Parece poco exigente el final del
canon tratándose de fe divina y católica, pero se entiende desde el vc. 1324 -aunque en contexto distinto-
donde se afirmaba que no es suficiente evitar la herejía, sino también evitar los errores que más o menos
se le acercan. Esta aclaración final no aparecía ni en la LEF ni en el esquema de 1977.
Acoger y retener firmemente (c. 750 §2):
La Profesión de fe dictaba: «firmiter etiam amplector ac retineo omnia et singula quae circa doctrinam
de fide vel moribus ab eadem definitive proponuntur»23.Esta afirmación no tenía reflejo en el Código
y pareció de máxima importancia añadirla a este canon desde el momento que indica las verdades
necesariamente conexas con la divina revelación. Estas verdades que en la investigación de la doctrina
católica manifiestan una particular inspiración del Espíritu Santo, por la comprensión más profunda de
la Iglesia sobre la fe o las costumbres, están conectadas bien por razones históricas, bien como
consecuencia lógica24.

18
Cf. CIC 1917, c. 1223 §2; LG 25b.32c.37b.
19
LG 25b; Vaticano I, const. dog. Dei Filius 3,in: DZ 1712/3011; PIO IX, carta Tuas libenter, in: DZ 2879/1638;
también se encontraba en la LEF.
20
En la LEF aparecía la expresión “illud exercent quoque pero orbem dispersi...consesione authentica R.Pontificis
declaratione constare potest” sin aclararse qué tipo de declaración o definición, si de Magisterio ordinario o extraordinario...
por eso en la plenaria de 1981 se suprimió.
21
No se trata de un acto colegial, ya que no precede la deliberación, sino que se realiza por obra del Espíritu Santo (Cf.
CDF, Mysterium Ecclesiae 3 (1973) donde se afirma esto acerca del “conveniunt in una”).
22
Cf. CIC 1917, c. 1323 §1; DV 8, 1-2; 10,1; LEF c. 59.
23
CDF, Professio Fidei et Iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio nomine Ecclesiae exercendo (9-I-1989), in:
AAS 81 (1989)105.
24
Cf. Juan Pablo II, litt. ap. m.p. Ad tuendam fidem (18-V-1998), in: Ecclesia 1084-5 (1998). CDF, Nota doctrinal
aclaratoria de la fórmula conclusiva de la profesión de fe (29-VI-1998), in: Ecclesia 1086-1089 (1998).
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Fue el cardenal Ratzinger quien concretó el alcance de la Carta Apostólica de Juan Pablo II, y las
responsabilidades que con ello contraen sobre todo los que ejercen el Magisterio de la Iglesia ya sea por
derecho propio (el Papa y los obispos) o por delegación (los párrocos). Introduce el tema de la
catalogación en las verdades de fe que atañen al dogma y a la moral, y que exigen una adhesión del
creyente en correspondencia con la importancia de la verdad de fe de que se trate, de mayor a menor
adhesión:
- Así, se distingue una primera categoría: las doctrinas que la Iglesia propone como divina y
formalmente reveladas y, como tales, irreformables (doctrinas de fide credenda, que se basan en
la fe en la autoridad de la Palabra de Dios ). Estarían aquí los artículos de fe del Credo, los dogmas
cristológicos y marianos, los sacramentos, el primado e infalibilidad del Papa... y entre las morales,
la doctrina sobre la grave inmoralidad del aborto25.
- Hay una segunda categoría, que son las verdades acerca de la doctrina que afecta a la fe o las
costumbres propuestas por la Iglesia de manera definitiva como doctrina católica (doctrinas de fide
tenenda que se basan en la fe en la asistencia del Espíritu Santo al Magisterio y en la doctrina de
la infalibilidad de dicho Magisterio), que son todas las doctrinas dogmáticas o morales necesarias
para custodiar y exponer fielmente el depósito de fe, si bien no han sido propuestas por el
Magisterio de la Iglesia como formalmente reveladas.
• Relacionadas por necesidad lógica con la Revelación: el desarrollo del conocimiento de la
doctrina ligada a la definición de la infalibilidad del Romano Pontífice, anterior a la definición
dogmática del Concilio Vaticano I, la doctrina sobre la ordenación sacerdotal reservada sólo a
los hombres26, la doctrina de la Iglesia sobre la ilicitud de la eutanasia como una grave violación
de la ley de Dios27, o la ilicitud de la prostitución o de la fornicación28.
• Relacionadas con la Revelación por necesidad histórica: las canonizaciones de los santos o la
legitimidad de la elección del Romano Pontífice. Estas verdades nunca podrán ser declaradas
reveladas, pero se consideran definitivas por estar históricamente ligadas a ella.

La consecuencia penal derivada de negar una verdad de fe (de fide credenda) es cualitativamente distinta
al rechazo de una verdad definitiva (de fide tenenda):
- En el primer caso, el c.751establece que los que negasen o rechazasen cualquiera de estas verdades
no estarían ya en plena comunión con la Iglesia Católica. La pena para este delito contra la fe es la
máxima contemplada en el ordenamiento canónico: excomunión latae sententiae (c. 1364 §1):
1) Herejía: supone el bautismo recibido y la negación-duda de una verdad de fe divina y católica
-no sólo de lo que dice la Sagrada Escritura sino del Magisterio definitivo- de manera pertinaz
-obstinada negación de esa verdad y el que la niega sabe bien que se encuentra en el Magisterio

25
Cf. JUAN PABLO II, litt. ency. Evangelium Vitae (25-III-1995), in: Ecclesia (1995) 2731-32, n.57
26
Cf. JUAN PABLO II, lit. Ap. Ordinatio Sacerdotalis (22-mayo-1994) y la respuesta de la CDF (28-octubre-1995)
sobre la consideración de que es un dictamen definitivo que hay que entender como perteneciente al depósito de la fe.
27
Cf. EV 65.
28
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2353-55.
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infalible, si no lo conoce no puede ser hereje-29. Es el pecado formal contra la fe30.


2) Apostasía: es el total rechazo de la verdad. No se pierde la fe en Dios sino la fe cristiana y se
requiere para ello también la pertinacia. No se daría por el abandono de las prácticas religiosas
ni por la mera duda intelectual. Sería rechazo total, por el contrario, la aceptación de una religión
totalmente incompatible que supondría la negación completa de sus dogmas.
3) Cisma: es el rechazo de la comunión con el Romano Pontífice o con el cuerpo de la Iglesia, los
fieles que están en comunión con el Romano Pontífice. Sin embargo se trata aquí por dos
razones:
• Porque el cisma virtualmente contiene un error de fe al no admitir el primado del
Romano Pontífice.
• Porque los efectos canónicos de los tres son semejantes31. No es suficiente para
provocarse el cisma la mera desobediencia de hecho ni el disentimiento teórico o
práctico de algunos miembros.
- Por su parte, el rechazo de las verdades definitivas es penado simplemente con una pena preceptiva
indeterminada (c. 1371, 1º), que queda a la discrecionalidad del superior competente para imponer
la pena.
4. SUJETO ACTIVO DEL MAGISTERIO NO INFALIBLE
Se trata de la doctrina que el Sumo Pontífice o el Colegio de los Obispos, en el ejercicio de su
magisterio auténtico, enseñan acerca de la fe y de las costumbres, aunque no sea su intención
proclamarla con un acto decisorio (LG 25) y esto aunque los Obispos estén reunidos en el Concilio32.
Lo mismo sucedería si los Obispos están reunidos en Conferencias Episcopales o en Concilios
particulares (c. 753), mientras estén en comunión con la cabeza y los demás miembros del colegio
episcopal. En el canon se suprimió el antiguo “sub auctoritate romani Pontificis”.
La cuestión de la capacidad magisterial de la Conferencia Episcopal fue un tema muy tratado desde
la promulgación del Código, como puede verse en la bibliografía. Ya en la LEF, después de numerosas
discusiones, se determinaba que sí les competía el oficio magisterial, aunque no son infalibles, actúan
como maestros auténticos de fe y costumbres33.
Juan Pablo II ha aclarado la naturaleza teológica y jurídica de las conferencias de los Obispos y ha

29
En el esquema de 1977 aparecía que la pertinacia que lleva a la herejía ha de ser consciente, obstinada y culpable.
Esta aclaración se suprimió después por razones evidentemente ecuménicas. No se puede regresar a la mentalidad preconciliar
de llamar herejes materiales a los hermanos separados que han nacido y crecido en una iglesia acatólica (UR 3).
30
Cf. S. IRENEO y S. AGUSTÍN afirman que herejía es pervertir el sentido de las Escrituras, apelando a ellas según
su propio criterio. SUÁREZ, afirmaba que ningún hereje tiene la voluntad de no creer en Dios, al contrario lo afirma según las
Escrituras, pero no según el sentido de la Iglesia. K.RAHNER dice que la Iglesia al oír al Espíritu Santo rectamente hace del
mismo Espíritu Santo una garantía para llegar a conclusiones verdaderas. No hay otro criterio fuera del de la Iglesia y a ésta sólo
puede juzgarla el Espíritu Santo.

31
Cf. c. 1364: §1. El apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latae sententiae, quedando firme
lo prescrito en el can. 194, §1, 2; el clérigo puede ser castigado además con las penas enumeradas en el can. 1336, §1, 2 y 3. §2.
Si lo requiere la contumacia prolongada o la gravedad del escándalo, se pueden añadir otras penas, sin exceptuar la expulsión
del estado clerical.
32
Comunicación del secretario general del Concilio al final del mismo (15-XI-65), in: AAS 58 (1966) 836. Aclara
que sólo se debe tener como de fe lo que el Concilio declare definitivamente como tal.
33
Cf. LG 25 a-b; CIC 1917, c. 1326.
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zanjado la discusión dando unas normas complementarias al Código34:


Art. 1. Para que las declaraciones doctrinales de la Conferencia de los Obispos a las que se refiere el n. 22 de la
presente Carta constituyan un magisterio auténtico y puedan ser publicadas en nombre de la Conferencia
misma, es necesario que sean aprobadas por la unanimidad de los miembros Obispos o que, aprobadas en
la reunión plenaria al menos por dos tercios de los Prelados que pertenecen a la Conferencia con voto
deliberativo, obtenga la revisión (recognitio) de la Sede Apostólica.
Art. 2. Ningún organismo de la Conferencia Episcopal, exceptuada la reunión plenaria, tiene el poder de realizar
actos de magisterio auténtico. La Conferencia Episcopal no puede conceder tal poder a las Comisiones o
a otros organismos constituidos dentro de ella.
Art. 3. Para otros tipos de intervención diversos de aquellos a los que se refiere el art. 2, la Comisión doctrinal de
la Conferencia de los Obispos debe ser autorizada explícitamente por el Consejo Permanente de la
Conferencia.
Art. 4. Las Conferencias Episcopales deben revisar sus estatutos para que sean coherentes con las aclaraciones y
las normas del presente documento, así como con el Código de Derecho Canónico, y enviarlos
posteriormente a la Sede Apostólica para la revisión (recognitio), según dispone el c. 451 del CIC.

El valor doctrinal que pueda corresponder a un documento determinado de la Conferencia no depende


sólo del sujeto que lo publica sino también de otros factores, entre los que se encuentran la misma
materia tratada y la manifestación de voluntad de la propia Conferencia.
La Conferencia nunca puede ejercer un magisterio infalible, vinculado sólo al Romano Pontífice y al
colegio episcopal en las condiciones del c. 749, § 1-2. Pero bien puede ocurrir que no pida ni siquiera el
asentimiento religioso que correspondería al magisterio auténtico, porque se limita a dar una
orientación o a suscitar una inquietud. Convendría por eso mismo que, bien por declaración explícita,
bien por el tenor del escrito constara inequívocamente la fuerza que quiere atribuir al documento
publicado.
5. SUJETO PASIVO DEL MAGISTERIO NO INFALIBLE: LA RESPUESTA DE LOS FIELES
El creyente responde al Magisterio no infalible con un asentimiento religioso (c. 752-753) que no es un
asentimiento de fe sino un obsequio intelectual35 -adhesión a la doctrina de los pastores- y un obsequio
de la voluntad -que nace de la obediencia de la fe (Rom 16, 26)-.
Igual que sería una injuria a Dios creer que una verdad es de fe sin serlo, lo sería afirmar que todo el
Magisterio no infalible es reformable -aunque sea una posibilidad-. Sabemos que hay grados en la
percepción de la verdad, aunque la verdad en sí misma sea inmutable, por ello una sentencia del
Magisterio no infalible puede cambiar por el transcurso del tiempo, pero eso no debe cambiar mi certeza

34
Juan Pablo II, carta apostólica Apostolos Suos (21-V-1998), in: AAS 90 (1998) 646. Las Iglesias orientales
patriarcales y arzobispales mayores están gobernadas por los respectivos Sínodos de los Obispos, dotados de poder legislativo,
judicial y, en ciertos casos, también administrativo (cf. CCEO, cc. 110 y 152). En el documento no trata de ellos. En efecto,
bajo este aspecto, no se puede establecer una analogía entre tales Sínodos y las Conferencias de los Obispos. Sin embargo, sí
se refiere a las Asambleas constituidas en las que hay Iglesias sui iuris y reguladas por el CCEO, c. 322 y por los respectivos
Estatutos aprobados por la Sede Apostólica (cf. CCEO, c. 322,4; Const. ap. Pastor Bonus, art. 58,1), en la medida que éstas
se asemejan a las Conferencias de los Obispos (cf. ChD 38).
35
El Concilio (LG 25) pone expresiones como concurrere cum sententia episcopi, reverens admisio magisterii, sincera
adhesio sententiis... no se habla de opiniones sino de sententia. Pablo VI recuerda: Vosotros sacerdotes dad ejemplo del
obsequio al magisterio, no por las razones sino por la luz del Espíritu Santo de la que gozan los pastores al exponer la doctrina
(HV 28).
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religiosa en el Magisterio mismo36.


Cuando haya disensión (negación pública y dialéctica) o duda (no se ve claramente la verdad) será
necesario la verificación de la autoridad y el diálogo con los teólogos37. En caso de duda será necesaria
la humildad intelectual (puedo estar equivocado), la humildad religiosa (para aceptar el Magisterio) y
una actitud de fe (fundamentada en el Espíritu Santo porque estamos en el misterio de la Iglesia). La
Congregación para la Doctrina de la fe ha establecido un reglamento para este punto38.
Además, todos los fieles estamos obligados a observar las constituciones y decretos promulgados por
la legítima autoridad de la Iglesia para proponer la doctrina y rechazar las opiniones erróneas, y de
manera especial las que promulga el Romano Pontífice o el Colegio de los Obispos (c. 754). El Código
distingue dos actos distintos de la autoridad: el acto pastoral de declarar doctrina -como maestros de la
fe- y el acto pastoral de mandar -como rectores de la Iglesia-. No es competencia exclusiva del Romano
Pontífice y del colegio episcopal sino de cada Obispo en su Iglesia y de la Curia romana en el ámbito
universal.
6. EL MOVIMIENTO ECUMÉNICO (C. 755)
La división o separación de los cristianos es una realidad dolorosa y escandalosa, que contradice la
voluntad de Jesucristo, que quiere que "todos sean uno". La separación de los cristianos es un drama, un
escándalo, fruto de los pecados de distintas partes. Es una realidad que hiere la misma identidad de la
Iglesia, perjudica la obra evangelizadora, resta credibilidad y dispersa fuerzas.
Primer milenio
Las primeras escisiones en el seno de la cristiandad se producían en los cinco primeros siglos de nuestra
era a propósito de las llamadas herejías trinitarias y cristológicas. No obstante, y aunque algunas de estas
comunidades todavía subsisten a día de hoy, fueron muy limitadas y se circunscribieron en buena medida
en un ámbito geográfico que, a partir del siglo VII, fue tomado por el Islamismo.
En el siglo XI, en el año 1054, se produce la ruptura traumática entre la Iglesia Latina y la Iglesia Griega.
Nacía la Ortodoxia, separada de Roma. Con el paso de los siglos, el escollo principal en la persistente
separación es la concepción del primado papal. Para la Ortodoxia, el obispo de Roma -el Papa- debería
tener tan sólo un primado honorífico y no jurisdiccional, como entiende y proclama la fe de la Iglesia
Católica.
La reforma protestante
A partir del año 1517 llega la llamada Reforma Protestante de la mano de Martín Lutero. Las diferencias
doctrinales y disciplinares se acrecientan y las divergencias sustanciales se sitúan en temas relativos la
Eclesiología, la interpretación de la Sagrada Escritura y la Antropología Teológica. El Protestantismo

36
La verdad no admite grados, o es o no es. La percepción de la verdad sí según las condiciones mentales del sujeto,
bien sea la hipótesis (muy práctica para el método científico), la opinión (que no tienen por qué excluir la verdad), la
probabilidad (hay motivos pero no se excluyen los contrarios), la certeza (que excluye la probabilidad pero no la posibilidad
de sentencia contraria- vgr. la certeza moral de un juez). Esta última, tan necesaria para vivir (sino no confiaríamos en nadie),
se da también a nivel de fe: se funda en la autoridad de Dios que ni me engaña ni se engaña (es una certeza por evidencia
extrínseca).
37
Cfr. Comisión Teológica Internacional, Les quinze propositions l’unité et la pluralité sur I'unité de la foi et le
pluralismo théologique (11-X-1972), in: La documentation catholique 55 (1973) 459-460; EV IV, 1801-1815; Theses Rationes
magisterii cum theología de Magisteri ecclesiastici et theologiae ad invicem relatione (6-VI- 1976), in: Gregorianum 57 (1976)
549-556; EV V, 2032-2053; CDF, Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo, 24 mar.1990: AAS 82 [1990] 1550-1570.
38
Congregación para la doctrina de la fe, Reglamento para el examen de doctrinas (9-VI-1997) in: AAS 89 [1997]
830-835.
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además se diseminará en numerosas confesiones.


En paralelo a la Reforma Protestante, surge en Gran Bretaña el Anglicanismo, que asume algunos puntos
de la doctrina luterana y, sobre todo, crea una Iglesia propia nacional.
El Movimiento Ecuménico
En los años treinta del siglo XV se celebra el Concilio de Florencia, que logra un teórico acuerdo de
reconciliación con la Ortodoxia. Sin embargo, las disposiciones conciliares se quedaron en papel mojado
por la falta de interés de las Iglesias locales de ambas partes, y, con la caída de Constantinopla del año
1453, aquella firmada unidad fue una quimera.
Tras la irrupción del Protestantismo y la fuerza con que emergió en Centro-Europa, gracias en buena
proporción a las aspiraciones nacionalistas de los Príncipes, las relaciones entre la Iglesia Católica y el
Protestantismo fueron prácticamente inexistentes hasta la segunda mitad del siglo XX. Incluso la
Religión se convirtió en algunos momentos en causa de guerra.
Hacia el año 1740 surge en Escocia un movimiento pentecostal que llamaba a la unidad de las Iglesias.
Un siglo después, Ignatius Spencer, convertido al catolicismo, propone una «Unión de oración por la
unidad». Los obispos anglicanos se suman a este camino en 1867 y el Papa León XIII, en 1894, anima
a la práctica de un octavario de oración por la unidad de los cristianos en el contexto de la fiesta de
Pentecostés, la fiesta del comienzo de la Iglesia.
En 1908 Paul Watson propone unas nuevas fecha para esta iniciativa: del 18 de enero, entonces fiesta
de la cátedra de san Pedro, hasta el 25 de enero, festividad de la conversión del apóstol San Pablo. A
partir de 1926, el Consejo Ecuménico de Iglesias comienza la publicación de unos textos oracionales
comunes para este octavario, que cuenta pronto con apoyos de católicos en Francia y en otros países.
Desde el Concilio Vaticano II, clausurado en 1965, la Iglesia Católica asume como prioridad la acción
ecuménica y se suma al movimiento ecuménico, definido en el decreto conciliar «Unitatis Redintegratio»
(La recuperación de la unidad) como «el conjunto de esfuerzos realizados bajo el impulso del Espíritu
Santo con el fin de restaurar la unidad de todos los cristianos». En este empeño y compromiso del
movimiento ecuménico participan quienes «invocamos al Dios Uno y Trino y confesamos a Jesucristo
como Señor y Salvador».
Según este mismo documento conciliar la práctica del ecumenismo tiene seis caminos: 1/ La
reforma de la Iglesia, 2/ La conversión del corazón, 3/La oración constante y unánime, 4/El conocimiento
mutuo de los hermanos, 5/La formación ecuménica y 6/La cooperación entre los hermanos cristianos.
Se dice con frecuencia que es más lo que nos une que lo que nos separa. Y es cierto y la acción
ecuménica habrá de contribuir a conocer y reconocer esta realidad. Se ha dicho también que la oración
es el medio o el camino y que la unidad es la meta.
El diálogo teológico intercristiano es uno de los grandes instrumentos ecuménicos, que a lo largo
de estos cuarenta años ha dado algunos e importantes frutos, como, en 1999, la declaración conjunta entre
la Iglesia Católica y la Iglesia Reformada Luterana a propósito de la Justificación, o la declaración
anglicano-católica sobre el papel y misión de María, suscrito en febrero de 2005. En Rávena, en octubre
de 2007, teólogos católicos y ortodoxos firmaron una importante declaración conjunta sobre el primado
papal en el primer milenio.
El Papa Benedicto XVI, cuyo origen alemán nos permite deducir fácilmente lo bien que conoce el
drama real y concreto de la separación de los cristianos, ha situado el ecumenismo como primera
prioridad de su ministerio apostólico petrino. Pero no sólo de él depende el logro de esta prioridad.
El ecumenismo es tarea propia de toda la Iglesia (promovere) y por ello la autoridad suprema debe
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dirigirlo (fovere)39. Según el Concilio (UR 4), por movimiento ecuménico se entienden las actividades
e iniciativas que según las diferentes necesidades de la Iglesia y oportunidades de los tiempos se suscitan
y se ordenan para fomentar la unidad de los cristianos. Es uno de los propósitos del Concilio que aparece
ya en la convocación hecha por Juan XXIII y es una obligación de toda la Iglesia -fieles y pastores-,
porque es un mandato de Cristo40. Lo que es evidente es el cambio de mentalidad respecto al antiguo
Código donde se prohibía disputar con acatólicos41 públicamente sin permiso de la Santa Sede.

Breve reseña histórica del movimiento ecuménico:


1910 Promovido por los protestantes, se convoca una asamblea misionera mundial: el Congreso de
Edimburgo, origen del movimiento ecuménico moderno.
1921 Se funda el Consejo internacional de misiones, institución de colaboración entre las iglesias que
colaboran en terrenos de misión.
1925 El movimiento Live and work -para la inserción del cristianismo en los problemas
contemporáneos -celebra su primera asamblea en Estocolmo. En 1937 celebraría su segunda
asamblea en Oxford.
1927 El movimiento Faith and order -con perspectivas teológicas y eclesiológicas- se reúne en la
asamblea de Losanna y más tarde (1937) lo hará en Edimburgo.
1928 Pio XI con la Mortalium animos abre la posibilidad de contactos e iniciativas en común desde
una prudente vigilancia de los obispos.
1938. Se reúnen los diversos movimientos ecuménicos en Utrecht constituyendo el Consejo Mundial
de las Iglesias.
1948 El Consejo organiza la gran reunión ecuménica de Amsterdam -de donde salió la organización
actual con sede en Ginebra- y más tarde las de Evanston (1954), Nueva Delhi (1961), Upsala
(1968), Nairobi (1975), Vancouver (1983) y Camberra (1991).
El ecumenismo en la Iglesia Católica
1925 Creación de la Abadía Benedictina de Chevetogne por Lambert Beauduin42. Entre esta fecha y
1952 se suceden acontecimientos tan importantes como la creación de los centros ecuménicos
de Istina (París) y el de San Ireneo (Lyon) y la Semana de Oración Universal por la Unidad
Cristiana promovida en Francia por el abad Paul Couturier.
1952 Willebrands crea la conferencia Católica para el Ecumenismo.
1959 Juan XXIII convoca el Concilio Ecuménico del Vaticano II, lo que suscitó una gran esperanza
en todo el mundo.

39
En el esquema de 1980 se señalaba como fin del ecumenismo la plena unidad doctrinal de la Iglesia, se pidió que
se ampliara a lo disciplinar y a la estructura de la Iglesia. No se admitió porque no se trataba de ofrecer definiciones estrictas
(Comm 15 (1983) 91, ad 709,1). De todas formas en el esquema de 1982 se suprimió hasta la referencia a la doctrina.
40
Cf. UR 1, 4; JUAN PABLO II en AAS (1892) 919 y ss.
41
Cf. CIC 1917, c. 1325 §3. Las razones que se citan refieren a varias instrucciones de la Congregación de
Propaganda Fide: 1625: la verdad no se funda en la habilidad dialéctica que es mayor en los no cristianos. De 1645: esas
discusiones son lícitas si producen un buen efecto, pero generalmente se prohíben porque producen el efecto contrario.
42
Los monjes están organizados litúrgicamente en dos grupos: uno celebra en la antigua tradición latina y el otro en
la tradición bizantina oriental.
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1962 Se comienza a debatir el tema de la unidad de la Iglesia y se decide dedicar un documento


especial al tema del ecumenismo dada su gran relevancia eclesiológica.
1963 Se debate el primer esquema y se propone una segunda redacción
1964 El 19 de noviembre se realiza la votación final ya con Pablo VI que aprobaría la publicación del
decreto Unitatis Redintegratio.
1988 En la reforma de la Curia Pontificia (Pastor Bonus) el entonces Secretariado para la Unidad de
los cristianos se constituyó en Consejo Pontificio, con la función de dedicarse con oportuna
iniciativa y actividad al empeño ecuménico para recomponer la unidad total de los cristianos.

El Decreto Unitatis Redintegratio está compuesto de tres grandes partes:


1. Principios católicos sobre el ecumenismo:
- Para realizar la tarea histórica de testimoniar la realidad del reino, Cristo confió al colegio de los
doce el oficio de enseñar, regir y santificar, escogiendo de entre ellos a Pedro para edificar sobre
él su Iglesia, permaneciendo siempre Cristo como piedra angular y pastor único.
- La unidad y unicidad de la iglesia brotan de la eucaristía, signo y principio operativo de unidad,
y de la presencia del Espíritu santo (aspecto pneumatológico predilecto de los orientales).
- La Iglesia es el resultado de principios internos (el anuncio del evangelio, la administración de
los sacramentos y la dirección en la caridad) y externos(como la única profesión de fe, la común
celebración litúrgica y la caridad fraterna) todas ellas en movimiento en torno a Cristo por medio
de los apóstoles y de sus sucesores, los obispos, con el sucesor de Pedro a su cabeza.
- El modelo y principio de todo es el misterio de la Trinidad, misterio de comunión y misión. Hay
plena comunión cuando no hay escisiones, y no existe esa comunión plena cuando las escisiones
separan a los cristianos.
- Puede haber elementos que edifiquen la Iglesia fuera de los límites visibles de la iglesia católica;
son elementos que actúan con vistas a la salvación y a su confluencia hacia la organicidad.
- Para la unidad plena que quería Cristo, se invita a todos los fieles católicos a que reconozcan los
signos de los tiempos, participando con diligencia en la acción ecuménica, eliminando todos los
prejuicios, intentando la comprensión e iniciando el diálogo mediante encuentros debidamente
preparados, además de tomar parte en las obras que exige el bien común junto con las demás
confesiones.
- La obra ecuménica en común es obra de renovación y de reforma, de prudencia y de paciencia,
de concordia con los pastores. Se excluye todo proselitismo en el ecumenismo y se insta a una
renovación vital del corazón de cada uno en la catolicidad y apostolicidad, en la libertad y 1a
caridad, en la oración en común con todos los cristianos, en el conocimiento recíproco, en el
estudio ecuménico.
2. El ejercicio del ecumenismo, donde se urge el espíritu ecuménico (2.3.4.9.11); el diálogo entre
peritos (2.4.); las reuniones teológicas (2.3.9.11) y la cooperación ecuménica (4. 2-3).
3. Consideraciones sobre las posiciones de las iglesias y comunidades separadas43.

43
Es importante notar que este documento se aprobó el 21 de noviembre de 1964, y en agosto de ese mismo año ya
había publicado Pablo VI la encíclica Ecclesiam Suam, cuya finalidad era expresar la vocación de la Iglesia al diálogo,
exponiendo las condiciones y necesidad de él.
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1964: Encuentro del 6 de enero en Jerusalén entre Pablo VI y el patriarca ecuménico Atenágoras de
Constantinopla
1965: El 7 de diciembre de 1965 se declara la abolición mutua de las célebres excomuniones de 1054.
1967: Publicación del Directorio ecuménico - Ad totam ecclesiam- por parte del Secrétariat pour la
promotion de l´unité des chrétiens. La segunda parte se editará el año 1970, dirigida a los que
se ocupan de estudios universitarios y en el que promueve grupos comunes católicos-acatólicos
-Spiritu Domini-44.
1983-90-92: Promulgación del nuevo CIC. para la Iglesia Latina, del Código de los cánones de las
Iglesias Orientales y el Catecismo de la Iglesia Católica; dan una importante
relevancia al tema del ecumenismo en el campo de la disciplina y de la formación de
todos los fieles cristianos.
1993: El Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos publica el Directoire pour l'application
des principes et des normes sur l'oecuménisme.
Los esfuerzos de la Iglesia por la búsqueda de la unidad tienen su reflejo en el reciente Magisterio45,
donde se señala con insistencia que la dimensión ecuménica debe estar presente en todos los ambientes
propicios a la formación (como labor prioritaria en los seminarios y facultades de Teología), es decir,
en los ámbitos de la familia, la parroquia, la escuela, los diferentes movimientos.
Y esto porque “la preocupación por el restablecimiento de la unidad atañe a la Iglesia entera, tanto a los
fieles como a los pastores; y afecta a cada uno según su propia capacidad, ya sea en la vida cristiana
ordinaria o en las investigaciones teológicas e históricas” (UR 5).
“Las relaciones ecuménicas constituyen una realidad compleja y delicada que conlleva todo al mismo
tiempo, el estudio y el diálogo teológico, las relaciones fraternas, la oración46 y la colaboración práctica.
Tenemos que movernos en todos estos terrenos. Limitarse a alguno o a uno de ellos y abandonar los
demás no nos llevaría a ningún resultado”47.

44
Cf. Secrétariat pour la promotion de l'unité des chrétiens, Directoire œcuménique, Ad totam Ecclesiam (14-V-1967)
in: AAS 59 (1967) 574-592; AAS 62 (1970) 705-724.
45
Cf. Juan Pablo II, litt. ap. Ununum sint (25-V-1995), in: Ecclesia (1995) 2740; Pontificio Consejo para la Unidad
de los Cristianos, Directoire pour l'application des principes et des normes sur l'oecuménisme (25 -III-1993), in: AAS 85 (1993)
1039-1119; CERI, Madrid 1993; ibd. La dimensión ecuménica de la formación de quienes trabajan en el ministerio pastoral,
in: Ecclesia (1998) 1390-1398.; Congregacióón para la Doctrina de la Fe, Decl. Mysterium Ecclesiae, sobre la doctrina católica
acerca de la Iglesia (24-VI-1973 ), in: AAS 65 (1973) 403;Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre la
Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto, Documento El sacramento del Orden en la estructura sacramental de la
Iglesia, en particular la importancia de la sucesión apostólica para la santificación y la unidad del pueblo de Dios (26 junio 1988),
in: Service d'information 68 (1988), 195; Carta a los Obispos del Continente europeo sobre las relaciones entre católicos y
ortodoxos en la nueva situación de Europa central y oriental (31 mayo 1991), in; AAS 84 (1992), 168.
46
En el esquema de 1977 existía un párrafo donde se hablaba de promover las oraciones entre católicos y no católicos.
Aunque no aparece en el canon, esto no nos hace deducir que no se hagan. Revisar el comentario de Navarra al respecto que lo
niego citando normas anteriores porque no tienen obligatoriedad. (Cf. c. 6)).
47
JUAN PABLO II, Discurso a la Asamblea Plenaria del PCUC (1-II-91), Service d’information (SI) 78 (1991) es el
boletín oficial del Consejo y se publica en francés e inglés.
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TEMA 2: EL MINISTERIO DE LA PALABRA

Pío XI, Enc. Divini Illius Magistri (31-XII-1929), in: AAS 22 (1930) 59-62; Pío XII, Const. Ap. Exsul
familia (1-VIII-1952), in: AAS 44 (1952) 699-702; Concilio Vaticano II, Const. Ap. Dei Verbum; Pablo
VI, Litt. Ap. Sacram Liturgiam (25-I-1964), in: AAS 56 (1964) 141; litt. ency. Evangelii Nuntiandi, in:
AAS 64 (1972) 97; Sínodo 1977, Mensaje al Pueblo de Dios, in: Ecclesia 1861 (1977), 8-13; Juan Pablo
II, exh. ap. Catechesi Tradendae (16-X-1979) in: AAS 71 (1979) 1277-1340; Catecismo de la Iglesia
Católica y const. ap. Fidei Depositum (11-X-1992) in: AAS 86 (1994) 113-118; Benedicto XVI, exh. Ap.
Post. Verbum Domini: Exhortación apostólica postsinodal sobre la Palabra de Dios en la vida y en la
misión de la Iglesia (30 de septiembre de 2010); Carta Apostólica en forma de "Motu Proprio"
Ubicumque et semper, con la cual se instituye el Consejo pontificio para la promoción de la nueva
evangelización (21 de septiembre de 2010); Carta Apostólica en forma de "Motu Proprio" Porta fidei con
la que se convoca el Año de la fe (11 de octubre de 2011); SCC, Directorio Catequístico general (11 abril
1971) in: AAS 64 (1972) 97-176; Directorio General para la Catequesis (15-VIII-1997), Città del
Vaticano 1997; Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Instr. Communio et progressio (23-
V-1971), in: AAS 63 (1971) 638-640; SCCD, Instr. Actio pastoralis (15-V-1969), in: AAS 61 (1969)
809; Insr. Liturgicae Instaurationes (15-IX-1970), in: AAS 62 (1970) 695-96); PCITL, Respuesta sobre
la reserva de la homilía a los sacerdotes, in: AAS 79 (1987) 1249; PCICS, instr. Communio et Progressio
(23-V-1971) in: AAS 63 (1971) 593-656; CEC, Orientamenti per la formazione dei futuri sacerdoti circa
gli instrumenti della comunicatione sociale, in: EV 10, 58-116; Sínodo de 1985, Relación final Ecclesia
sub Verbo Dei (7-XII-1985) in: EV 9 /1799;
“La Iglesia está vinculada a la evangelización de la manera más íntima; nace de la
evangelización de Jesús, de él recibe la misión de evangelizar, comienza por
evangelizarse a sí misma, es depositaria de la buena nueva que debe ser anunciada, ella
misma envía a los evangelizadores” (EN 15).
1. TÍTULO Y ESTRUCTURA
• El título actual, más teológico y amplio que el del CIC 17 (Sobre la predicación de la Divina
Palabra), provocó discusión puesto que el concepto “ministerio de la Palabra” o “anuncio del
evangelio” es demasiado ambiguo y genérico y corresponde a todos los fieles (LG 33, AA 3).
Algunos pidieron que se cambiara a “ministerio de la predicación”, por evitar que se identificasen
los términos “enseñar el Evangelio” y “magisterio eclesiástico”, pero no se aceptó48.
• El CIC 17 lo dividía en tres apartados: instrucción catequística, sagrada predicación y sagradas
misiones. Ahora se invirtió el orden y se suprimió el tercer apartado dedicándole sólo el c. 770.
• Queda clara la diferencia entre catequesis (instrucción y formación ordenada y sistemática del
cristiano desde sus primeros pasos en la fe hasta una madurez normal) y predicación (cualquier
exposición oral de la doctrina, dirigida a los fieles para una constante vivencia de la fe).
2. LOS RESPONSABLES DEL MINISTERIO DE LA PALABRA
En la Iglesia universal el Romano Pontífice y al Colegio Episcopal (c. 756 §1). Constantemente el
Vaticano II49 urge esta responsabilidad que ya aparecía más brevemente en el vc. 1327 §1, aunque no lo
hiciera con la terminología de Colegio episcopal porque era un concepto desconocido entonces.
En relación con la Iglesia particular el Obispo, como moderador de todo el ministerio de la palabra, sólo
o conjuntamente con otros obispos (concilios, conferencias episcopales)(c. 756 §2). Ya en el vc. 1327
§2 se decía que los obispos tienen obligación de predicar el Evangelio por sí mismos, y así lo urgió el

48
Los Padres afirmaban que debía entenderse a la luz de LG 23, tomando su sentido lato como expresión técnica que
se refiere a la predicación y a la catequesis (Cf. Comm. 15 (1983) 89).
49
Cf. LG 23, 2-3; 24,1; 25,1; ChD 2,2; AG 29,1.
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Apuntes para uso privado 18

papa Benedicto XV en la ency. Humani Generis (15-VI-1917). En el c. 386 se explica ampliamente la


función de los obispos, también reunidos en conferencias episcopales.
Los presbíteros, como cooperadores de los Obispos (c. 757), especialmente los párrocos y a quienes se
encomienda la cura de almas. Las palabras del canon están tomadas de PO 4a, donde se lee primum
officium; en el esquema de 1977 se ponían estas mismas palabras, pero en el del 80 se cambiaron por
proprium. No se puede determinara cuál sea más teológica. Lo que es cierto es que la predicación era un
oficio que no puede dejar de hacer el sacerdote50. En el antiguo 1327 §2 se prescribía que los obispos
asociaran a los párrocos y a otros varones idóneos para esta tarea. En el c. 528 se explana mejor el oficio
del párroco.
También a los diáconos corresponde servir en el ministerio de la palabra del pueblo de Dios, en
comunión con el Obispo y su presbiterio (c. 757). Los diáconos podrían ser esos vires idoneos a los que
se refería el vc. 1327 §2, siempre en comunión con el obispo y el presbiterio (LG 29a). No se habla de
los que han recibido el lectorado, pues su misión propia es leer, no predicar51.
Los miembros de los Institutos de Vida Consagrada, en virtud de su propia consagración a Dios, (c.
758). No se habla de los miembros de SVA, ya que en sentido estricto no son consagrados 52. La
obligatoriedad de que los obispos los tengan en cuenta para esta tarea se fue mitigando en las sucesivas
redacciones, pero en cualquier caso se mantiene la obligatoriedad: la consagración misma es fundamento
del anuncio (c. 573 §1)53.
Los fieles laicos son testigos del anuncio evangélico con su palabra y el ejemplo de su vida cristiana, y
pueden ser llamados a cooperar con el Obispo y con los presbíteros en el ejercicio del ministerio de la
palabra (c. 759).
Ya se había tratado el tema antes del Concilio aunque tímidamente54; el Concilio afirma rotundamente
que los laicos pueden -y deben- ser llamados a la cooperación en la tarea de la evangelización55 pues ellos
son miembros vivos de la Iglesia y testigos del sentido de la fe. Esta misma idea está reflejada en el
Magisterio de Juan Pablo II en el capítulo sobre el “ministerio de la palabra” de la exhortación
Christifideles laici56.
El canon está en conexión directa con los cánones 211, 225 §1, 229 §3 y 230 §3, que nos recuerdan la
función de los laicos en este sentido, advirtiendo el derecho y deber que tienen de prepararse
adecuadamente para ello.

50
Cf. Pio XI en la ency. Ad catholici sacerdotii (20-XII-1935), in: AAS 28 (1936), 5-52.
51
Cf. Comm. 15 (1983) 93, ad 712.
52
Cf. Comm. 15 (1983) 93, ad 713, 2.
53
El esquema de 1977 decía assumant, en el esquema de 1980 assumantur oportet, en el texto promulgado
convenienter assumuntur.
54
Cf. León XIII, carta ency. Arcanum Divinae Sapientiae, sobre la familia (10-II-1890), recuerda el deber de los laicos
de propagar la fe con su vida y con la palabra.
55
“Nuntii sunt testes” de AG 41 y LG 33 (testigos con la palabra y con la vida, no necesariamente con la predicación)
parece estar en contradicción de “vocari etiam possunt” de LG 33,3 y AA 6,1 (pueden ser y deben ser llamados a la predicación),
pero es clara la fundamentación en la vocación bautismal y la pertinencia por las necesidades de la evangelización.
56
Juan Pablo II, exh. ap. post. Christifideles laici (30-XII-1988), in: AAS (1989) 33-35.
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3. EL CONTENIDO Y LOS MEDIOS DEL MINISTERIO DE LA PALABRA


El ministerio de la Palabra (c. 760) tiene por objeto anunciar el misterio de Cristo (Col 4,3 y Ef 6,19);
las fuentes son la Sagrada Escritura, la Liturgia, la Tradición, el Magisterio y la misma vida de la Iglesia
-vida de los santos y su doctrina y las enseñanzas de los doctores-57. Y esto íntegra y fielmente (c. 756),
anunciando todos los misterios de la fe, ya que están interrelacionados, sin omitir ninguno porque no esté
de moda58.
Todos los medios son útiles para el ejercicio del ministerio de la Palabra (c. 761), como ya señalaban el
Concilio Vaticano II y los documentos posteriores59. Por eso el canon anima a los pastores a hacer uso
de ellos.
Se señala “imprimis praedicatio atque catechetica institutio” posiblemente por las siguientes razones:
- Razón práctica: son los medios más populares, fáciles y menos costosos, aunque es cierto que no
llegan a todos y no siempre están adecuadamente atendidos.
- Razón teológica: son los medios más coherentes con el mandato de Cristo, más originales y
coherentes con la práctica misma de los apóstoles y con la naturaleza misma de la Iglesia que es
convocada para oír la Palabra de Dios, al mismo Cristo Verbo encarnado60.
Los medios de comunicación de masas (especialmente los audiovisuales: cine y TV) poseen una mayor
penetración social, pero establecen distancia entre las personas y evitan la relación humana tan necesaria
en la evangelización; aunque ciertamente, la Iglesia tiene todavía un camino muy largo que recorrer en
este aspecto.
Advertir, por último, que ha desaparecido la norma del vc. 1328 que exigía la missio canonica para
ejercer el ministerio de la predicación -facultad concedida por la colación de un oficio o por un acto
particular, como comunicación de la potestad de jurisdicción-, puesto que aparece claramente en el
Código que predicar no es de la potestad de jurisdicción61.

I - LA PREDICACIÓN:
1. FACULTAD DE PREDICAR
El sentido de este título es precisar quién puede predicar en la Iglesia, ya que se trata de un ministerio
más concreto que el de anunciar el Evangelio.

57
Cf. SC 35,2; AG 26; DV 24; ChD 14,1. En paralelo con el c. 252 y AG 13; PO 14,2; y OT 14, al hablar de la
articulación de las disciplinas teológicas y filosóficas desde las fuentes de la revelación y sus intérpretes auténticos, sobre todo
para la formación de los pastores.

58
En relación a esto no aparece referencia inmediata en el Concilio pero sí en los documentos posteriores:
EN 32.62.65; CT 30.
59
Cf. Decreto ChD 13c y el decreto Inter Mirifica o la instrucción Communio et progressio (23-V-1971), in: AAS
63 (1971) 593, para la aplicación de este decreto conciliar; CT 46-50.
60
En la EN 42, Pablo VI repite las palabras de la carta a los Romanos: “fides ex auditu” aunque él mismo se da cuenta
de la saturación de palabras en la cultura occidental. En la litt. ency. Ecclesiam suam afirma también que la forma primaria del
apostolado es la predicación.
61
Existía en las fuentes de la tradición e incluso apareció en el esquema de 1977 y en la LEF, pero finalmente
desapareció por la confusión que parecía engendrar (¿un padre necesitaría de esta misión para enseñar los rudimentos de la fe
a sus hijos?). Sobre la necesidad de la misión para ejercer el oficio de la predicación: Inocencio III, Carta al obispo de Metz
(1199); Concilio Veronense (1184 - DZ 761/401), Lateranense IV (1215 - DZ 809/434), Trento (1563 - DZ 1777/867),
especialmente cuando se refieren a la misión encomendada a los clérigos.
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El derecho de los Obispos de predicar en todas partes (c. 763) se fundamenta en el c. 756 §1 del que
ya hablamos, desde la perspectiva conciliar del ministerio episcopal solícito por la Iglesia universal.
La legislación ha pasado de contemplarlo como privilegio, a facultad y por último como un derecho62
del Obispo diocesano, como pastor propio de su Iglesia63.
El derecho en las Iglesias abarca a los IRR y a los IS y SVA64. En cuanto a la prelatura personal, es claro
que está incluida también puesto que el derecho lo tienen los obispos incluso en las diócesis ajenas.
Los presbíteros y diáconos tienen la facultad de predicar en todas partes (c. 764) aunque necesiten el
consentimiento por lo menos presunto del rector del templo (párroco, capellán, cabildo o superior). La
facultad es concedida por el derecho en la misma ordenación -cooperadores del obispo que tiene el
derecho por su consagración-. Es un cambio de mentalidad donde se presume la facultad y se pone como
excepción una posible restricción, supresión o regulación particular. Puede restringir o quitar esta
facultad el ordinario propio del clérigo o aquél del lugar donde se encuentre; la licencia puede ser
requerida por una ley de la Conferencia Episcopal, de un concilio regional o provincial o de una
diócesis65.
Para predicar a los religiosos en sus iglesias u oratorios, se necesita licencia del Superior competente a
tenor de las constituciones (c. 765). El superior no da la facultad que ya la tienen los ministros por la
ordenación, sino que concede la licencia. Este canon no se aplica a los Institutos Seculares ni a las
Sociedades de Vida Apostólica que en este tema se rigen por el derecho de seculares66.
Los laicos pueden ser admitidos a predicar en una iglesia u oratorio (c. 766). Se establece en el canon
un principio general: admitti possunt, con un cierto carácter oficial (dentro de una Iglesia u oratorio, fuera
de ellos no hay ningún problema) y excluyendo la homilía. Es un cambio radical: el vc. 1342 §2 lo
prohibía taxativamente para aquellos que no eran clérigos, aunque la permitía excepcionalmente a
aquellos que habían recibido órdenes menores67.
No se distingue entre los laicos por razón de edad o sexo y se habla de simple admisión, de permiso, no

62
El vc. 349 concedía la posibilidad como un privilegio, a no ser que se opusiera el ordinario de lugar; el vc. 1343
§1 decía que los ordinarios de lugar tenían el derecho de predicar en cualquier iglesia de su jurisdicción. El esquema de 1977
decía “facultas est episcopo praedicare”; en el esquema de 1980 aparece nuevamente la palabra “ius” y algunos pidieron que
se volviera a facultas ya que así sería más fácil prohibirla. Se contestó que era un verdadero derecho aunque su ejercicio pudiera
limitarse (Comm 15 (1983) 94 ad 718 §1).
63
En el esquema de 1982 se cambió también ordinario de lugar por Obispo del lugar, -Obispo diocesano-, dada la
dignidad de a quien rechaza (otro Obispo). Esta facultad estaba reservada en el CIC 1917 a los cardenales.
64
Se cita lo que es más -un IRR de derecho pontificio- por lo que los demás “a fortiori” están incluidos (Comm.
15 (1983) 94, ad 718 §2).
65
Según los vcc. 1337-1338 había que pedir siempre licencia, pues exigía la misión canónica del superior legítimo.
En el esquema de 1977 aparecía la idea de que la facultad debería darla el ordinario a la vez de la facultad para oír confesiones.
En la Plenaria de 1980 la secretaría respondió que la disciplina ya no se observaba en la práctica y que era suficiente con la
regulación actual, ya que es odioso restringir una facultad, y subrayó que es oficio de los ordinarios de lugar vigilar la ortodoxia
de la doctrina. La solicitud de licencia queda ahora como un mero formulismo (Comm. 15 (1983) 94-95, ad 719 §2).
66
Comm. 15 (1983) 95, ad 720§1. Nos parece más fundamentada la postura de Piñero que afirma que los Obispos
diocesanos no necesitan de ese permiso a tenor de los cc. 763.765, a la luz del 381. 397 §2 y 678 §1 principalmente -sobre la
sumisión de los religiosos en cuanto a cura de almas, culto y apostolado-, en contra de Urrutia para quien esta licencia incluiría
al obispo diocesano.
67
Esta postura fue defendida por autores como Maiolini (no sólo no predicar, sino que estrictamente tampoco podrían
dar catequesis) o Grasso (la predicación no, la catequesis sí porque es una forma delegable del magisterio) y se mantendrá hasta
el esquema de 1977: ne admitantur, aunque se daban dos excepciones. Será el esquema de 1980 el que establecería la
formulación actual.
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de facultad68, estableciendo tres condiciones:


• que haya necesidad: donde se vea impedida la libertad de la Iglesia (AA 17, 1), donde haya
deficiencia de clero (AG 17o CIC 230 §3).
• que sea en casos particulares, no generalmente, y que lo sugiera la utilidad, como en las misiones
populares o en algún día especial, o por la singular competencia del laico o por la influencia que
pueda ejercer. La invitación la puede hacer el mismo rector del templo.
• debe hacerse según las normas de las conferencias episcopales. La Conferencia Episcopal
Española ha señalado otras tres condiciones: que destaquen por su vida cristiana, sean situaciones
excepcionales y estén bien preparados69.
2. NORMAS PASTORALES
Los ministros deben estimar la predicación porque el Pueblo de Dios se reúne por la Palabra y70 la
busca en la boca de los sacerdotes (PO 4)71. Por eso la Palabra de Dios es el fundamento de toda labor
pastoral (c. 762). Las consecuencias inmediatas: supone la disponibilidad a la predicación por parte del
ministro según las exigencias propias de su oficio y la preparación asidua teniendo en cuenta la
veneración que merecen los fieles72.
3. LA HOMILÍA
Se considera la homilía como parte de la liturgia eucarística, donde el sacerdote y diácono tienen un
papel exclusivo (c. 767). El problema está en si se trata de una reserva estricta o si en casos particulares,
podrían participar también los laicos. Ya los vcc. 1344-1345 la reservaban a los ministros ordenados -
seculares o religiosos en sus iglesias- como obligación en las misas más frecuentadas (domingos y
festivos). Alguna interpretación equivocada del ordo del misal romano73, experiencias fallidas en lugares
donde se autorizó dicha participación74 han hecho que encontremos dos posturas enfrentadas:
- Quienes entienden la homilía como una proclamación oficial de la Palabra de Dios y no como una
manifestación de testimonios, por lo que se excluiría la homilía dirigida por laicos, las glosas a la

68
Cf. Comm. 15 (1983) 95, ad 721 §1.
69
Cf. CEE, II Decreto General (8-VI-1985) in: BOCEE 2 (1985) 60-65.
70
Las palabras del canon son las mismas del Concilio, donde también se alegan diferentes textos de la Sagrada
Escritura: 1Pe 1,23; Act 6,7; 12,24. En la misma línea S. Agustín (PL 36, 508): Los apóstoles predicaron el verbo de la verdad
y engendraron las Iglesias.
71
Cf. Mal 2,7; l Tim 4,11-13; 2Tim 4,5; Tit 1,9; Mc 16,16 y unido al c. 213: Los fieles tienen derecho a recibir de
los Pastores sagrados la ayuda de los bienes espirituales de la Iglesia, principalmente la palabra de Dios y los
Sacramentos.
72
Se suprimió el vc. 1348 que recomendaba y exhortaba a los fieles para que asistiesen a la predicación.
73
En 1971 la Comisión de interpretación del Concilio con relación al número 42 de la Instrucción del Misal Romano
donde se afirmaba que “la homilía la tendrá ordinariamente el mismo sacerdote”, respondió que esto no significaba que la
hiciera un laico. Ordinariamente significa el uso habitual en la misa En la misma respuesta se alegaban varios documentos:
SCCD, Liturgicae Instaurationis (1970) en el que se recomendaba que la homilía fuese clara, acomodada a los oyentes y hecha
siempre por el sacerdote; SCCD, Directorio para la celebración de la misa con niños (1-XI-1971), donde se decía que si le
resultaba difícil al sacerdote acomodarse a los niños podría un laico dirigir la palabra después del Evangelio.
74
En 1973 una respuesta de la Congregación del Clero al examinar los estatutos sinodales de Alemania (1973),
decretó: 1.- se puede permitir al laico tomar la palabra en las denominadas “paraliturgias”. 2.- En la misa únicamente si el
sacerdote está física o moralmente impedido (vgr. no conoce el idioma). 3.- En circunstancias particulares (vgr. las misiones
populares) Cf. SC Clérigos, Prot. 144823/1 (20-XI-1973), in: OCHOA, Leges Ecclesiae V, 4240; AKK 142 (1973).
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homilía hecha por el sacerdote o la homilía participada75.


- Quienes no excluyen que, una vez pronunciada la homilía por el sacerdote, los laicos la glosen; o
en otros casos trasladar los testimonios de los laicos al final de la celebración, en el tiempo
destinado a los avisos.
En el caso de la homilía en la celebración eucarística es evidente que el sentido del canon apunta a que
sean los clérigos los que se responsabilicen de ello y no desatiendan este ministerio que les es propio.
Esto no obsta para que los laicos, por su especial cualificación o preparación, o por circunstancias muy
particulares que lo aconsejen, puedan dar testimonio público en la celebración eucarística sin que falten
en la medida de lo posible las palabras del ministro ordenado y nunca de forma habitual. No habría
problema con la predicación en la liturgia de la Palabra cuando no hay sacerdotes para la celebración de
la misa dominical, puesto que se trata de paraliturgia.
Descripción de la homilía: la homilía es la explicación del “texto sagrado”. Podría ser de algún aspecto
de la Sagrada Escritura, o de alguna parte del Ordinario o del Propio de la misa 76 y en armonía con los
tiempos litúrgicos y los misterios de Dios. Nuestra opinión es que debe centrarse, sobre todo, en el
acercamiento del contenido fundamental de la Palabra de Dios a la asamblea, dejando los otros aspectos
para las moniciones o introducciones a los diferentes elementos del ordinario.
Cuándo ha de tenerse: en todas las misas festivas. La SC 52 decía que no se omitiera la homilía si no
es por causa grave. No es en sentido moral -si es pecado o no omitirla-; causa grave hay que entenderla
como proporcionada a la omisión. En los tiempos litúrgicos fuertes -adviento y cuaresma- y en los actos
festivos (como bodas y bautizos) y luctuosos (funerales) también se recomienda (valde commendatur).
Ha de presentar lo que se ha de creer y hacer (c. 768), es decir, el Magisterio de la Iglesia sobre los
puntos más importantes de la doctrina sin excluir los asuntos profanos77 -la dignidad y libertad de la
persona humana; la unidad, estabilidad y deberes de la familia; las obligaciones para con la sociedad...-
pero cuidando siempre el estilo y el tono de la predicación.
La homilía debe ser acomodada a los auditores (c. 769), sin rebasar sus capacidades, adaptando el
lenguaje tantas veces extraño e incomprensible para ellos. No se trata de lucirse o causar admiración, sino
presentar sencillamente la Palabra de Dios, excluyendo al elocuencia hueca y ambiciosa. A la par ha de
ser adaptada a las necesidades de los tiempos, de la cultura, dando respuesta a las preguntas
fundamentales del hombre contemporáneo78.

75
Urrutia da como argumento la respuesta de la Comisión para la Interpretación del Código de 1987 sobre la pregunta
de si el obispo puede dispensar la norma que reserva de la homilía a los clérigos: la respuesta fue negativa. También se apoya
en la Instrucción de la SCCD, Actio Pastoralis (1969) que dice que los comentadores y animadores laicos de la liturgia se
abstengan de exhortaciones y consideraciones a la asamblea y en la instrucción de la misma Congregación del 1-XI-1973 AAS
66 (1974) 37-38, donde, en su opinión, se rechaza directamente la posibilidad de la homilía participada.
76
Cf. SCR, Instrucción Inter Oecumenica, (26-IX-1964) in: AAS 56 (1964).
77
ChD 12: Propónganles el misterio íntegro de Cristo, es decir, aquellas verdades cuyo desconocimiento es
ignorancia de Cristo, e igualmente el camino que se ha revelado para la glorificación de Dios y por ello mismo para la
consecución de la felicidad eterna. Muéstrenles, asimismo, que las mismas cosas terrenas y las instituciones humanas, por la
determinación de Dios Creador, se ordenan también a la salvación de los hombres...por consiguiente, cuánto hay que apreciar
la persona humana, con su libertad y la misma vida del cuerpo... la familia y su unidad y estabilidad, la procreación y
educación de los hijos; la sociedad civil, con sus leyes y profesiones; el trabajo y el descanso, las artes y los inventos técnicos;
la pobreza y la abundancia...”
78
Cuando se habla de la formación de los seminarios se dice que esté de acuerdo con las necesidades de la cultura
general, según el lugar y el tiempo (Cf. c. 248).
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4. LOS DESTINATARIOS DE LA PREDICACIÓN


Se debe predicar a todos, organizando ejercicios espirituales y misiones u otras formas de predicación
adaptadas a las necesidades (c. 770)79 de modo que alcancen a la mayora parte del Pueblo de Dios. Pero
se debe poner especial atención a aquéllos que, por sus condiciones de vida, carecen del cuidado
pastoral común y ordinario (c. 771 §1), como los trabajadores nocturnos, los emigrantes, los pilotos
aéreos o los turistas80, a los no creyentes del territorio, a quienes no practican por la debilidad de su fe,
a los alejados, puesto que también a éstos debe alcanzar la cura de almas (c. 771 §2). En todo caso
observando siempre las prescripciones que pueda dar el obispo diocesano (c. 772 §1) y cuando se trata
de anunciar el mensaje con la ayuda de la radio y la televisión, habrán de seguirse las normas dadas por
la Conferencia Episcopal (772 §2)81.

II - LA CATEQUESIS:
Pablo VI, Exhorta. ap. Evangelii Nuntiandi, Madrid 1995; Juan Pablo II, Exhorta. ap. Familiaris
Consortio, Madrid 1982; Exhorta. ap. Christifideles laici, Madrid 1989; Const. ap. Fidei Depositum,
Città del Vaticano 1992; Exhort. ap. Catechesi Tradendae, Madrid 1995; Catecismo de la Iglesia
Católica, Città del Vaticano 1992;Benedicto XVI, Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (28
de Junio de 2005); Congregación para el Clero, Directorio General para la Catequesis, Città del
Vaticano 1997; Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el
sagrado ministerio de los sacerdotes, in: Ecclesia 2876, 1998; Congregación para la evangelización de
los pueblos, Guía para los catequistas, Città del Vaticano, 1993.

A. LA CATEQUESIS EN LA EVANGELIZACIÓN
Hay diversos modos de llevar a cabo la evangelización. Ciertamente el contenido de la evangelización
es esencial, pero no es menos cierto que nos jugamos mucho en cómo llevamos a cabo la tarea
evangelizadora, tanto en los medios como en los métodos pedagógicos (CIC can. 769). Los documentos
del Magisterio mencionan algunos de esos y recuerdan la importancia de cuidarlos (EN 40-47; CD 13;
CIC can. 761). La legislación vigente recoge varios medios para anunciar el Evangelio, pero destaca el
papel primordial de la predicación y la catequesis (CIC can. 761). Mencionamos algunos de ellos:

1. El testimonio de vida. Para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio


de vida auténticamente cristiana, ya que será sobre todo mediante un testimonio vivido de fidelidad
a Jesucristo cómo la Iglesia evangelice al mundo (EN 21. 41; RM 42-43).

2. Una predicación viva. Es siempre indispensable la predicación, la proclamación verbal del


mensaje. En nuestra civilización de la imagen será necesario usar los medios modernos para
comunicar, pero no por ello se ha de renunciar a la palabra (Rom 10, 14-17) al anuncio explícito del
Evangelio ya que es la Palabra oída la que invita a creer (EN 22; CIC 762-772; Cth 1154).

79
Se suprime la norma del vc. 1349 que exigía la organización de misiones al menos cada diez años y aunque el
esquema de 1977 encomendaba estas normas a la Conferencia Episcopal, el esquema de 1980 lo dejó a los obispos diocesanos.
80
Cf. ChD 18: Tengan una preocupación especial por los fieles que, por su condición de vida, no pueden disfrutar
convenientemente del cuidado pastoral ordinario de los párrocos o carecen totalmente de él, como son muchísimos emigrantes,
desterrados y prófugos, marineros y aviadores, nómadas, etc. Promuevan métodos pastorales convenientes para ayudar la vida
espiritual de los que temporalmente se trasladan a otras tierras para pasar las vacaciones. (Cf. SCC, Directorio General para
el ministerio pastoral en relación con el turismo (27-III-1969) in: AAS 61 (1969) 361-384).
81
El término utilizado en el canon es ad sermonem, más genérico que predicación.
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3. La liturgia. La liturgia tiene una dimensión evangelizadora y catequética pues puede ser
considerada verdadera didascalia de la Iglesia, evangelización o catequesis en acto (SC 35; Cth
1074). La evangelización no se agota con la predicación y la enseñanza de una doctrina, sino que
despliega toda su riqueza cuando realiza la unión entre la Palabra y los sacramentos, especialmente
en los sacramentos de iniciación que ponen los fundamentos de toda la vida cristiana (CIC 842;
851§1; 866; 883§2; 893§2; Cth 1212).

4. El acompañamiento personal. Además de la proclamación que podríamos llamar colectiva del


Evangelio, conserva toda su validez e importancia la transmisión de persona a persona.
Especialmente en nuestro tiempo, el acompañamiento personal es mediación fundamental para la
personalización de la fe (EN 46).

5. Los medios de comunicación social por la resonancia actual que tienen, debido a su capacidad para
llegar a multitudes, la rapidez con la que se maneja la información, y la presencia de cualquier
acontecimiento de un país en otro país.

6. La catequesis. Es considerada como medio singular de evangelización, a través de la cual se enseña


de modo sistemático la doctrina cristiana, a la vez que se abre un espacio a la experiencia de fe
personal y comunitaria, esencial para la personalización (EN 44). En este medio nos detenemos.
1. LOS FINES Y LA FUENTE DE LA CATEQUESIS:
La catequesis es un derecho y deber de la Iglesia, que se deriva del derecho y deber que tiene la Iglesia
de evangelizar. Por ello, la Iglesia urge con fuerza a los pastores para que cuiden de la catequesis como
un deber propio y grave, ya que todo fiel tiene derecho de recibir de los pastores la ayuda de los bienes
espirituales y a su vez, no deja de ser un deber de todo fiel adquirir una formación catequética adecuada,
obligación acorde con otros deberes como el de trabajar por alcanzar la santidad, o con el de buscar la
verdad y una vez encontrada acogerla y hacerla crecer. En este proceso de crecimiento la catequesis tiene
un lugar privilegiado (CT 14; CIC 210; 213; 773, 748).
Dos son los fines fundamentales de la catequesis: uno el fin inmediato que es la comprensión de la
doctrina (instrucción); y otro el fin mediato: vivificar la fe para que sea explícita y operante en la vida,
pues en la catequesis nos esforzamos para lograr la comprensión y la experiencia de la importancia que
tiene Jesús el Cristo, en nuestra vida de cada día (ChD 14 y GE 4).
La fuente fundamental de la catequesis ha de ser la Palabra de Dios transmitida mediante la Tradición
y la Escritura que constituyen el único depósito sagrado de la Palabra de Dios confiado a la Iglesia (DGC
94-96; CT 27; DV 9-10). Esta Palabra de Dios ha de ser comprendida bajo la guía del Magisterio y la
riqueza que aporta la investigación teológica, y celebrada, y testimoniada en la vida.
2. LA CATEQUESIS EN EL PROCESO EVANGELIZADOR:
Hay tres etapas o momentos esenciales que componen el proceso evangelizador: la acción misionera, o
el primer anuncio para los no creyentes y los que viven en la indiferencia religiosa; la acción catequética
para los que optan por el Evangelio y necesitan madurar, fundamentar y asentar su opción; y la acción
pastoral o la educación permanente para los creyentes ya maduros que viven su fe en el seno de la
comunidad cristiana. Esto significa que hay acciones que preparan para la catequesis y acciones que
emanan de ella y preparan para la etapa siguiente (DGC 63-64; CT 18 y CC 33).
• El primer anuncio se dirige a los no creyentes y a los que, de hecho, viven en la indiferencia
religiosa. A la Iglesia le corresponde anunciar el Evangelio para suscitar inicialmente la fe y la
conversión (DGC 60-68; CC 39-55). La catequesis hará madurar, consolidar y profundizar esa
conversión inicial, educando en la fe al convertido e incorporándolo a la comunidad cristiana, es el
período en el que se estructura la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a la primera
adhesión. A la catequesis le toca poner los cimientos del edificio de la fe (CT 19; DGC 63 y 64).
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En la práctica, sin embargo, las fronteras entre ambas acciones no son fácilmente delimitables;
generalmente, las personas que acceden a la catequesis necesitan, de hecho, una verdadera
conversión (EN 56; DGC 62).
• La maduración en la fe o el momento de acción pastoral supone que el creyente ya está participando
de la vida de la comunidad de modo más fundamentado. Esta misma comunidad cristiana es la que
ha debido tener un papel esencial en el acompañamiento al catecúmeno para que este otro momento
sea posible. Lo propio de una catequesis es hacer del catecúmeno un miembro activo de la vida y
misión de la Iglesia, una iniciación global y sistemática de todas aquellas mediaciones a través de
las cuales la Iglesia vive y expresa su fe, y ello de forma transitoria, ya que una persona no está
toda la vida en iniciación catequética (DGC 69-72 y CC 56-67).
3. IDENTIDAD PROPIA DE LA CATEQUESIS:
En sentido pleno podemos decir que la catequesis es una iniciación cristiana integral (CT 21-22). Esto
significa que ha de estar abierta a todas las dimensiones de la vida cristiana: no se trata simplemente e
una iniciación en la doctrina, sino también en la vida, en la celebración y en la misión de la Iglesia (CIC
788 §2).
Ha de ser, por esto mismo, una exposición orgánica y sistemática del mensaje evangélico lo que
significa que no se puede improvisar, ha de estructurarse y orientarse según su propia finalidad, no puede
presentar cuestiones disputadas en teología, ha de ser completa y profundizar en el mensaje cristiano
apoyándose en las certezas más básicas de la fe y en los valores evangélicos más fundamentales (CT 21;
Cf. CIC can. 749-755).
La catequesis es, además, una acción esencialmente eclesial: el verdadero sujeto de la catequesis es la
Iglesia que, como continuadora de la misión de Jesucristo Maestro y animada por el Espíritu, ha sido
enviada para ser maestra de la fe, para ser madre que transmite y educa en la fe (LG 64 y Cth 169).
Es también formación temporal y fundamentante, de ahí que no se esté eternamente en proceso
permanente de iniciación cristina. Ser creyente es un continuo crecer, pero para ello hay otros cauces.
El creyente tiene que llegar a un momento en el que básicamente pueda decir que ha optado por
Jesucristo y que viva y confiese su fe en la comunidad que es la Iglesia (AG 14; DGC 82-83; CT 5 y 20;
Cth 180-190.197; CC 97).
La catequesis así entendida debe cultivar las siguientes dimensiones (GE 4; DGC 85-86):
• El conocimiento de la fe: los contenidos de la fe (fides quae) que vienen pedidos por la adhesión
a la fe (fides qua). La catequesis debe conducir a una comprensión mayor del mensaje cristiano e
ir introduciendo en un mayor conocimiento de la Escritura y la Tradición (CC 85-86).
• La educación litúrgica: la comunión con Jesucristo conduce a celebrar su presencia salvífica en
los sacramentos, particularmente en la Eucaristía. La catequesis ha de preparar a los fieles para una
participación plena, consciente y activa que exige la naturaleza de la liturgia misma y la dignidad
de su sacerdocio bautismal (SC 7 y 14; CC 89-90).
• La formación moral: suscitar y hacer madurar las actitudes de la vida de fe cristiana. Si hay
conversión y transformación interior necesariamente se sigue un estilo de vida marcado por los
valores evangélicos. Así necesariamente a la Palabra anunciada sigue la Palabra vivida. La
catequesis educará para que la vida moral del creyente se sustente en la vida teologal de fe,
esperanza y caridad, en definitiva en la vida de Cristo (CT 29; CC 87 y 88; Cth 1691-7).
• La iniciación en el compromiso apostólico y misionero: Se trata de educar en la presencia de los
cristianos en la sociedad, en la vida profesional, cultural y social. Se les preparará igualmente para
cooperar en los diferentes servicios eclesiales, según la vocación de cada uno.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 26

• La oración: la catequesis ha de ser una verdadera escuela de oración, ayudando al creyente para que
desarrolle la dimensión contemplativa de la fe, imprescindible para crecer en la vida teologal.
• La educación para la vida comunitaria: la solicitud por los más pequeños, la atención preferente
a los que se han alejado, la corrección fraterna, la oración en común, el perdón mutuo... incluyendo
también la dimensión ecuménica.
4. MEDIOS DE LA CATEQUESIS:
La acción catequética puede llevarse a cabo por diversos medios, entre los que cabe destacar los medios
de comunicación por su significación actual, el Catecismo de la Iglesia Católica y los catecismos locales
y el Directorio General para la Catequesis (CT 46-50).
• Los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal
instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos
individuales, familiares y sociales» (RM 37; Cth 2493-2499; CIC 761 y 779). El mismo Código
señala la importancia de que la Iglesia use sus propios medios de comunicación social, reforzando
la independencia y la libertad que ha de tener para ejercer el derecho y deber originario de predicar,
independiente de todo poder humano, bajo la vigilancia de los pastores (CIC 747; 822-823). La
responsabilidad que se deriva del uso de los medios de comunicación social pide una preparación
adecuada y cualificada de los laicos, en especial de aquellos que trabajan en ellos (DGC 161-162).
• El Catecismo de la Iglesia Católica, nacido de la propuesta de los Padres Sinodales en la sesión
extraordinaria del Sínodo de 1985, es un excelente compendio de la doctrina católica82. Su finalidad
es presentar una exposición orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de
la doctrina católica tanto sobre la fe como sobre la moral, a la luz del Concilio Vaticano II y del
conjunto de la Tradición de la Iglesia. Es un punto de referencia para los catecismos locales (FD 11-
17). Benedicto XVI ofrecerá en 2005 el Compendio del Catecismo, como síntesis esencial de los
contenidos de la fe e instrumento catequético.
Este catecismo es una exposición doctrinal, pero «no se propone dar una respuesta adaptada a las
exigencias que dimanan de las diferentes culturas, de edades, de la vida espiritual, de situaciones
sociales y eclesiales de aquellos a quienes se dirige la catequesis» (FD 24). Para ello están los
catecismos locales.
En cuanto a los destinatarios, principalmente se dirige a los responsables de la catequesis: en primer
lugar, a los Obispos, en cuanto doctores de la fe y pastores de la Iglesia. Les es ofrecido como
instrumento en la realización de su función docente respecto al pueblo de Dios. A través de ellos,
a los redactores de catecismos, sacerdotes y a los catequistas.
• En relación a los catecismos locales les corresponde a los Obispos encargarse de que para la
realización de la catequesis se disponga de los estos instrumentos. A la Conferencia episcopal le
corresponde la edición de un catecismo de ámbito nacional (CIC 775); a los obispos diocesanos
redactar catecismos locales.
• El Directorio General para la catequesis. El Concilio Vaticano II, al final del decreto sobre el
oficio pastoral de los Obispos (Ch.D 44), prescribió la redacción de un directorio para la instrucción

82
El Papa Juan Pablo II se hizo eco de esta propuesta y el 10 de julio de 1986 constituyó una comisión compuesta por
Obispos de los diferentes continentes y responsables de los Dicasterios competentes de la curia romana, bajo la presidencia del
Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe. El motivo fundamental era la unidad de la fe, se deseaba un libro de la fe,
un catecismo de toda la Iglesia. En palabras de Juan Pablo II el Catecismo es «una exposición de la fe de la Iglesia y de la
doctrina católica, atestiguada e iluminada por la Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio eclesiástico». Es un
acto magisterial del Papa, que en virtud de su autoridad apostólica, ofrece una síntesis de la fe católica y la ofrece, especialmente,
a las Iglesias particulares como punto de referencia para la exposición auténtica del contenido de la fe (Juan Pablo II, Const. ap.
Fidei Depositum, Città del Vaticano 1992, n. 4).
De Ecclesiae munere docendi
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catequética del pueblo cristiano. El resultado fue el Directorio aprobado por Pablo VI el 18 de
marzo de 1971. En los años sucesivos se dieron cambios importantes que requirieron un nuevo
directorio que será aprobado el 15 de agosto de 199783. Es una referencia metodológica para la
transmisión del mensaje evangélico y para el conjunto del acto de catequizar, proponiendo los
principios teológicos-pastorales de carácter fundamental tomados del Magisterio de la Iglesia, por
los que pueda orientarse y regirse de modo adecuado la actividad catequética de la Iglesia.
6. LOS RETOS DE LA CATEQUESIS:
En la actualidad la catequesis se tiene que enfrentar a ciertos problemas:
• la indiferencia religiosa y la increencia, consecuencias ambas de un proceso de secularización cada
vez más incisivo;
• la crisis del proceso de iniciación cristiana donde la práctica sacramental y catequética que debería
garantizar el acceso a la fe, es hoy para muchos el final de toda expresión religiosa.
• la crisis de credibilidad de la Iglesia-institución, el divorcio entre fe y vida, fe y cultura donde para
algunos el cristianismo es socialmente irrelevante y culturalmente extraño.
Todo esto demanda una catequesis que se configure como un servicio de la Palabra de Dios encarnada
en la experiencia de fe, en función de un proceso de maduración vitalmente insertado en un proyecto de
renovación eclesial, una catequesis de transformación, liberadora y comprometida, que defiende su
identidad desde actitudes abiertas de diálogo y acogida
Se trata, pues, de promover una catequesis inculturada, es decir, que desarrolla y al mismo tiempo
ilumina desde dentro las formas de vida de aquellos a quienes se dirige, que se encarna en las culturas
(Cth 24). Para ello la Iglesia deberá afrontar las siguientes tareas:
• Conocer en profundidad la cultura de las personas y el grado de penetración de la fe en su vida.
• Reconocer la presencia de la dimensión cultural en el mismo Evangelio; afirmando por una parte
que éste no es fruto de ningún humus cultural humano, pero admitiendo, por otra parte, que el
Evangelio no puede aislarse de las culturas en las que se inscribió al principio y en las que después
se ha expresado a lo largo de los siglos.
• Anunciar el cambio profundo, la conversión, que el Evangelio, como fuerza transformadora y
regeneradora opera en las culturas.
• Dar testimonio de que el Evangelio transciende toda cultura y no se agota en ella y, a la vez,
discernir las semillas del Evangelio que pueden estar presentes en cada una de las culturas.
• Promover al interior de cada una de las culturas a evangelizar una nueva expresión del Evangelio,
procurando un lenguaje de la fe que sea patrimonio común de los fieles, y por tanto factor
fundamental de comunión.
• Mantener íntegros los contenidos de la fe de la Iglesia; y procurar que la explicación y la
clarificación de las fórmulas doctrinales de la Tradición sean presentadas teniendo en cuenta las
situaciones históricas de los destinatarios y evitando, en todo caso, mutilar o falsificar los
contenidos.
• Elaborar unos catecismos locales que respondan a las exigencias que dimanan de las diferentes

83
En concreto: la promulgación del Ritual de Iniciación Cristiana de adultos de 1972, la Asamblea General del Sínodo
de los Obispos sobre evangelización en el mundo contemporáneo en 1974, de la que surgiría la Exhortación Apostólica Evangelii
Nuntiandi de 1975 de Pablo VI, la Exhortación Apostólica Cathechesis Tradendae, y el Sínodo extraordinario de 1985 del que
saldría la propuesta del Catecismo.
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culturas, presentando el Evangelio en relación a las aspiraciones, interrogantes y problemas que en


esas culturas aparecen (DGC 219; CF 27).
B - LOS RESPONSABLES DE LA CATEQUESIS
1. LA DIVERSIDAD DE AGENTES:
El primer catequista, la comunidad eclesial. La comunidad debe considerarse agente solidariamente
responsable de la catequesis pues la Iglesia en cuanto tal es el sujeto que catequiza: todos los fieles
participan, cada uno según su modo propio, de esta responsabilidad, según sus dones y carismas, testigos
del anuncio del evangelio con la palabra y con el ejemplo (CIC 756-759; CT 16). El apoyo y testimonio
de la comunidad eclesial es considerado como condición esencial de una catequesis significativa, ya que
todo proceso catequético «debe suponer para quien lo hace una verdadera experiencia de Iglesia» (CIC
774§1; CT 16; Cth 863; DCG 220 y 221; EN 59; CF 34; CC 153 y 266).
El obispo, primer responsable de la catequesis en la Iglesia particular (Cth 874-896; CF 43-46). El
Concilio Vaticano II pone de relieve la importancia eminente que, en el ministerio episcopal, tiene el
anuncio y la transmisión del Evangelio (DV 8). Esta preocupación por la actividad catequética llevará
al obispo a asumir «la alta dirección de la catequesis» (CT 63) en la Iglesia particular.
Esto que implica, entre otras cosas, asegurar en su Iglesia la prioridad efectiva de una catequesis activa
y eficaz, promoviendo la participación de las personas, estableciendo normas, coordinando, asegurando
los medios, textos e instrumentos necesarios (CIC 775§1; CT 63); ejercer la solicitud por la catequesis
con una intervención directa en la transmisión del Evangelio a los fieles. cuidar de que los catequistas
adquieran una formación adecuada (CIC 780 y CD 14); establecer en la diócesis un proyecto global de
catequesis, articulado y coherente, que responda a las verdaderas necesidades y que esté en relación con
los planes pastorales diocesanos. Tal proyecto ha de estar coordinado igualmente, en su desarrollo, con
los planes de la Conferencia Episcopal.
Los presbíteros, pastores y educadores de la comunidad cristiana (CIC 773-774; CT 64; CF 40-42). La
función propia del presbítero en la tarea catequizadora brota del sacramento del orden que ha recibido
(PO 12) que le constituye en educador en la fe de los fieles. Desde aquí los presbíteros fomentarán la
vocación y la tarea de los catequistas, ayudándoles a realizar una función que brota del bautismo y se
ejerce en virtud de una misión que la Iglesia les confía. Entre los pastores destaca la importancia del
párroco (CIC 776-777) a quien le corresponde: establecer la catequesis por edades; procurar una
catequesis adecuada a los sacramentos, con especial cuidado de la catequesis de iniciación; el cuidado
de la catequesis de los disminuidos psíquicos y físicos; manifestar el reconocimiento y aprecio hacia los
catequistas y su misión; establecer la orientación de fondo de la catequesis y su adecuada programación;
fomentar y discernir vocaciones para el servicio catequético y cuidar la formación de éstos; integrar la
acción catequética con los sacramentos, la liturgia y el servicio de caridad; garantizar la vinculación de
la catequesis de su comunidad con los planes pastorales diocesanos.
La catequesis sacramental ya que los sacramentos sostienen la vida cristiana. El c. 840 nos da a conocer
los diferentes aspectos de los sacramentos84, y el c. 843 nos dice que no se pueden negar a quienes los
pidan oportunamente y estén rectamente dispuestos (§1), y se dispone (§2) que se preparen con la debida
catequesis

84
Cf. C. 840. Los sacramentos del Nuevo Testamento, instituidos por Cristo Nuestro Señor y encomendados a la
Iglesia, en cuanto que son acciones de Cristo y de la Iglesia, son signos y medios con los que se expresa y fortalece la fe, se
rinde culto a Dios y se realiza la santificación de los hombres, y por tanto contribuyen en gran medida a crear, corroborar y
manifestar la comunión eclesiástica; por esta razón, tanto los sagrados ministros como los demás fieles deben comportarse con
grandísima veneración y con la debida diligencia al celebrarlos.
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La catequesis de la primera confesión y primera comunión85, siguiendo la tradición de admitir a los


niños que habían llegado al uso de razón86, se afirma la necesidad de confesión antes de la primera
comunión. Añade la confirmación como complemento de la Iniciación cristiana. La interpretación de
esta prescripción encierra, según algunos autores, dificultades desde el punto de vista antropológico,
pedagógico y pastoral87. Parecería insuficiente la razón de que es una forma de iniciación al sentido de
la penitencia -“para crear un espíritu penitencial”-, puesto que existen otros modos de hacer esta
iniciación. Algunos experimentos se realizaron en este sentido, pero fueron al final reprobados 88.
Además, la norma del c. 914 y la de este canon -añadida en el texto promulgado- indican claramente la
obligatoriedad de la norma, siguiendo el magisterio más reciente.
El párroco deberá procurar que después de la comunión los fieles tengan una instrucción catequética más
profunda, más abundante y que alcance a los minusválidos físicos o psíquicos y a los jóvenes y adultos.
- La acción de los miembros de IVC (778): lo que el v.c. 1334 dejaba a juicio del ordinario de lugar,
ahora se impone a los superiores.
- En cuanto a los medios para la catequesis (779): la catequesis ha de darse con los medios más aptos
y eficaces; es muy importante para ello la erección de institutos para la formación de los
catequistas, como lo prescribe el c. 821. La transmisión de la enseñanza de la fe no debe prescindir
de las técnicas propias de la pedagogía (CT 46) para que el contenido de las verdades de fe se adapte
a cada individuo y comunidad según la edad, la capacidad, el modo de ser y la condición de vida del
catequizando.
- En ninguna parte se hace mención a la misión canónica para la catequesis, como tampoco de
ninguna facultad en este sentido, pero no debemos olvidar que se trata del ejercicio real del
“ministerio de la Palabra”89.
Los padres de familia, primeros educadores de la fe de sus hijos (CIC 774§2; DCG 255; CT 68; CF 37).
En el despertar religioso del niño el testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de
la familia, tiene un carácter insustituible. Los padres reciben en el sacramento del matrimonio la gracia
y la responsabilidad de la educación cristiana de sus hijos a los que testifican y transmiten a la vez los
valores humanos y religiosos. Esta acción educativa, a un tiempo humana y religiosa, es un «verdadero
ministerio» (FC 38) por medio del cual se transmite e irradia el Evangelio hasta el punto de que la misma
vida de familia se hace itinerario de fe y escuela de vida cristiana.
Los consagrados (CIC 778; CT 65; CF 38). La aportación peculiar de los religiosos y de los miembros
de sociedades de vida apostólica a la catequesis brota de su condición específica. La profesión de los

85
El v.c. 1330 disponía que el párroco realizara todos los años esta preparación, subrayando especialmente el tiempo
de la cuaresma. Hoy el canon deja que el párroco vea el tiempo y ocasión más oportunos.
86
Cf. PIO X, decreto Quam Singulari (8-VIII-1910), reprueba la costumbre contraria.
87
Cf. D. Borobio, Proyecto de iniciación cristiana, Bilbao 1982; Reconciliación Penitencial, Bilbao 1988)Cf. SCC-
SCDS, Respuestas (20-V-1977). Algunas de esas razones se refieren a la reducción de la forma penitencial a la confesión
sacramental, sin tener en cuenta otras posibilidades de celebración de la reconciliación, más adaptadas a los niños, en las que
se de una iniciación adecuada al sentido del pecado y el perdón o la relación entre pecado y responsabilidad personal.
88
El Directorio catequístico de la S.C.Clero (11-IV-71) permitió estas experiencias, pero poco después (24-IV-73)
en una declaración conjunta de la SCC y la SCS se dieron por terminadas esas experiencias, norma que sería ratificada de
nuevo en 1977 por una circular de las SC Culto y Sacramentos (31-III) y por la repuesta de la SCC y SCS del 20-V-77
reafirmando esta postura.
89
Juan Pablo II emplea en la CT esta misma expresión ampliándola al oficio de los padres de familia, porque la
transmisión de la fe de la iglesia no puede ser nunca una actividad privada.
De Ecclesiae munere docendi
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consejos evangélicos, que caracteriza a la vida religiosa, constituye un don para toda la comunidad
cristiana. Esta contribución original brota del testimonio público de su consagración, que les convierte
en signo de la realidad del Reino.
Los carismas fundacionales no quedan al margen cuando los religiosos participan en la tarea catequética.
Manteniendo intacto el carácter propio de la catequesis, los carismas de las diversas comunidades
religiosas enriquecen una tarea común con unos acentos propios, muchas veces de gran hondura religiosa,
social y pedagógica. La historia de la catequesis demuestra la vitalidad que estos carismas han
proporcionado a la acción educativa de la Iglesia.
Los catequistas laicos (LG 31; CIC can. 776; DCG 230; CT 66; CF 35-37). La acción catequética de los
fieles laicos tiene también un carácter peculiar debido a su particular condición secular en la Iglesia. Los
laicos ejercen la catequesis desde su inserción en el mundo, compartiendo todo tipo de tareas con los
demás hombres y mujeres, aportando a la transmisión del Evangelio una sensibilidad y unas
connotaciones específicas. Al vivir la misma forma de vida que aquellos a quienes catequizan, los
catequistas laicos tienen una especial sensibilidad para encarnar el Evangelio en la vida concreta. Los
propios catecúmenos y catequizandos pueden encontrar en ellos un modelo cristiano cercano de
referencia.
2. MINISTERIO DEL CATEQUISTA:
La catequesis es una acción eclesial situada dentro del proceso total de la evangelización, con una tarea
propia dentro de la variedad de ministerios que configuran la misión evangelizadora de la Iglesia. El
servicio de la catequesis está configurado por una serie de rasgos:
• Es un servicio único realizado de modo conjunto por presbíteros, religiosos, laicos, en comunión
con el obispo. Toda la comunidad es responsable (CIC 774; DGC 219).
• Es un servicio público de la Iglesia, dotado de carácter oficial, no una acción que pueda realizarse
en la comunidad a título privado o por iniciativa puramente personal. Se actúa en nombre de la
Iglesia, en virtud de una misión confiada por ella. Los catequistas, por ellos, reciben del
Obispo
«primer responsable de la catequesis y catequista por excelencia» (CT 63; CIC 386) la misión oficial
o encargo para ejercer su tarea en nombre de la Iglesia y al servicio de su misión evangelizadora.
• Es un servicio con carácter propio, bien definido en el conjunto de los ministerios y servicios
eclesiales, en concreto, dentro del ministerio de la Palabra tiene una especificidad respecto de otros
modos de llevar a cabo dicho ministerio que es, junto con la homilía, uno de los medios por
excelencia para el anuncio y la enseñanza de la doctrina cristiana (CIC can. 761).
Aunque en ninguna parte se hace mención a la misión canónica para la catequesis, ni tampoco de ninguna
facultad en este sentido, no debemos olvidar que el servicio catequético puede y debe considerarse como
un auténtico ministerio de la Palabra. Este ministerio se basa en la misma gracia bautismal que nos
hace partícipes de Cristo profeta, nos unge con el espíritu profético y nos introduce en la comunidad
apostólica garantizando así la dimensión cristológica, pneumática y eclesiológica que debe poseer todo
servicio eclesial estable (GS 22; DV4; EN 14; CT 5, 7, 16, 72; MPD 7; DGC 40; CC 110-111).
Su finalidad directa es la animación del desarrollo de la Palabra en la historia concreta de las personas
y de las comunidades. Su funcionamiento deberá hacerse siempre en la comunión del Pueblo de Dios y
bajo la autoridad del ministerio apostólico. La iniciación en la fe y en la comunidad de fe es coincidente
con la iniciación, consolidación y desarrollo de la Palabra que habita al creyente. Evidentemente, esta
iniciación abarca la dimensión noética, práxica y celebrativa.
3. ¿MINISTERIO DEL CATEQUISTA INSTITUIDO O RECONOCIDO?:
El Código da una clasificación de los ministerios (instituidos, temporales y de suplencia, CIC 230). Entre
los no instituidos oficialmente, pero reconocidos de hecho por la Iglesia local, está el ministerio del
De Ecclesiae munere docendi
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catequista, que en algunas Iglesias de América y África ha llegado a tener un reconocimiento ciertamente
oficial. No han faltado voces a favor de su institucionalización que daría un mayor reconocimiento
público90. ¿Qué aportaría la institución?:
1. el hecho de que haya una encomienda oficial expresada normalmente en un rito, posibilitaría una
responsabilización más estricta y una cierta permanencia y estabilidad en el servicio;
2. supondría un avance en el reconocimiento de ministerios laicales instituidos de modo que no queden
reducidos al ámbito cultual y entremos en el ámbito de los ministerios de la Palabra;
3. ayudaría a recuperar el valor del ministerio del catequista que en otros tiempos tuvo tanta
importancia como en el catecumenado primitivo: era el maestro, el acompañante, el iniciador en las
celebraciones litúrgicas y en el ejercicio de la caridad91.
En cualquier caso parece fundamental que se dé un reconocimiento público, un envío, no por el acto de
reconocimiento en sí mismo, ya que puede ser pura apariencia, sino porque entendemos que detrás de
ese envío hay una exigencias y unos derechos. Lo esencial es que se logre un determinado estilo de ser
catequista y de catequesis si eso se logra o no por medio de la institucionalización es lo de menos, lo
urgente es que se logre de hecho92.
4. EL CATEQUISTA COMO OFICIO ECLESIÁSTICO:
La figura del catequista en la Iglesia presenta modalidades diversas, ya que las necesidades de la
catequesis son variadas. La distinción que nos interesa es la que se realiza en base a la dedicación: los
catequistas de dedicación plena que ejercen más plenamente las responsabilidades del servicio
catequético en una Iglesia particular, pudiendo ser llamados a cumplir su tarea como oficio eclesiástico;
los catequistas auxiliares o catequistas voluntarios que realizan una tarea insustituible, aunque su
colaboración no pueda ser tan intensa (CF 29; DGC 233; AG 17).
Dadas las circunstancias actuales, no sería superfluo plantear la propuesta de que en nuestras Iglesias
particulares existieran personas comprometidas, con dedicación y estabilidad, para un desarrollo del
ministerio de la catequesis, entendiéndolo como oficio establemente constituido. ¿Qué aportaría la
institucionalización de un oficio catequético?
- El aspecto fundamental es la estabilidad y dedicación que conlleva un oficio, lo cual ha de repercutir
en una mayor calidad del ministerio catequético;

90
En 1973 el episcopado de Estados Unidos solicitó a Santa Sede la erección de dos ministerios el de catequista y el
de cantor con la petición en concreto de institucionalizar al catequista guía del catecumenado (Conferencia Episcopal de
Estados Unidos, ‘Projets de nouveaux ministères aux États-Unis: le catéchiste et le ministre chargé de la musique’. In:
Documnentation Catholique 71 (1974) 72-73. Cf. R. Arnau García, Orden y ministerios, Madrid 1995, 292-293. D. Borobio,
Misión y ministerios laicales, Salamanca 2001, 121-159). El tema se debatió en el Sínodo de Obispos sobre la catequesis en
1977. Algunos entendieron que tales decisiones correspondían a las Conferencias Episcopales, otros no consideraron urgente
el tema, otros consideraron el riesgo de una excesiva institucionalización con detrimento de la responsabilidad del Pueblo de
Dios, otros prefirieron hablar de ministerio de hecho (como los obispos italianos y españoles).
91
Cf. Jean Daniélou, La catequesis en los primeros siglos, Burgos 1998, 21-70; E. Loidi, ‘Catecumenado’, in:
Diccionario teológico interdisciplinar 1, Salamanca 1982, 146-158; G. Groppo ‘Catecumenado antiguo’, in: Diccionario de
catequética, Madrid 1987, 146-149; L. Soravito, ‘catequista’, in: Diccionario de catequética, Madrid 1987, 171-172. R. Lázaro
Recalde-V. Mª Pedrosa Arés, ‘El catequista’, in: Nuevo diccionario de catequética, Madrid 1999, 420-425.
92
Cf. CT 71. A. Cañizares-M. Del Campo, Evangelización, catequesis, catequistas, Madrid 1999, 551: «la relación
del catequista con la comunidad eclesial no puede ser encubierta, ni dada por hecho, ni mucho menos excluida... el servicio
eclesial del catequista, exigen el reconocimiento por parte de la comunidad, que asocia a los catequistas al servicio de los
pastores, a los cuales toca discernir el don del Espíritu Santo, y ellos confirman su misión basada en el bautismo y testimonio
a quien va y sirve a la Iglesia en nombre de ella».
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 32

- Nos permitiría establecer unos requisitos de cara a quien desempeñe este oficio (por ejemplo, un
perfil de madurez, una formación);
- serviría para cubrir mejor las necesidades y demandas de los catequistas;
- daría más posibilidades en el desarrollo de proyectos pastorales catequéticos;
- supondría el reconocimiento de la importancia de la catequesis y de la labor del catequista.

La institución de este oficio supone ser conscientes de que nuestro tiempo reclama un planteamiento
catequético de calidad, serio que responda al hombre de nuestro tiempo. Para llevar adelante un proyecto
así hacen falta personas dedicadas a ello con dedicación y preparación. Un tiempo como el nuestro está
requiriendo personas que se dediquen plenamente a anunciar la Buena Noticia.
Al tratarse de un oficio de la Iglesia particular, la autoridad competente para su institución es el obispo
diocesano. Sus funciones combinarían las propias del catequista con aquéllas otras más propias de
coordinación o gestión de la pastoral catequética en todo el territorio de la diócesis y que están dirigidas
en la actualidad por el delegado o director del secretariado diocesano de catequesis. En concreto:
- Iniciar orgánicamente en el conocimiento del misterio de Cristo con toda su profunda significación
para la vida del hombre, en la experiencia religiosa genuina en la oración y en la vida litúrgica e
introducir en el compromiso evangelizador tanto en su dimensión eclesial como social (cfr. AG 14;
CT 29).
- Funciones de coordinación, planificación y programación de la actividad catequética en la Iglesia
particular, diseñando proyectos, elaborando materiales...
- Funciones de formación, siendo un formador de formadores (por ejemplo, en escuelas de
catequistas o cualquier tipo de formación que se promueva para los catequistas), incluso
ofreciendo
acompañamiento a los catequistas.
- Funciones de acompañamiento en los procesos de implantación, de promoción o consolidación de
los proyectos pastorales de catequesis en las distintas comunidades cristianas, especialmente en las
parroquias.
Lógicamente estas funciones van a requerir un perfil determinado (madurez humana y de fe, un tipo
de formación, edad... etc.) como sucede en cualquier oficio eclesiástico y además estar en comunión
con la Iglesia (c.149).
Otro aspecto es el económico. El establecimiento de un oficio conlleva la dificultad de cómo abordar el
tema económico de las personas dedicadas a él. Especialmente el problema se plantea con laicos (CIC
231), es lógico que cuando se da una dedicación plena haya una remuneración adecuada. No es un tema
fácil y precisa reflexión, pero podríamos pensar en que el oficio estuviese integrado por personas unas
remuneradas y otras voluntarias.
5. LA FORMACIÓN DEL CATEQUISTA:
La formación tiene como finalidad fundamental la de capacitar a los catequistas, mediante una formación
orgánica y sistemática de la fe de la Iglesia y una experiencia de fe y de comunión eclesial, para que
puedan animar eficazmente un itinerario catequético en el que, mediante las necesarias etapas, de a
conocer a Cristo y ayude al catequizando a iniciarse en la fe y fundamentarla, vinculándose con Cristo
en seguimiento y compartiendo la misión de la Iglesia93. Para diseñarla se deberían tener en cuenta los
siguientes principios:

93
Cf. Comisión de Enseñanza y Catequesis, Proyecto marco de formación de catequesis, Madrid, 1998, 17. DGC
235.237; CF 105.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 33

1. La formación es una responsabilidad de la Iglesia particular (DGC 233-285; CF 90; CC 289). El


catequista se prepara en último término para realizar la dimensión catequética de su Iglesia
particular y actuar en su nombre sin dejar de formarse desde una sintonía con la misión universal
de la Iglesia. La formación del catequista ha de estar en función del tipo de catequesis y de
catequista que demande la realidad de la Iglesia particular.
2. La formación del catequista se ha de plantear en relación con otros agentes evangelizadores (CF
91) con el fin de economizar recursos, pues hay temáticas que son comunes a todos los agentes de
pastoral. Pero también es interesante establecer y fomentar espacios formativos comunes para los
agentes de pastoral que posibiliten un encuentro y la visión global de la pastoral en la diócesis.
3. En coordinación con toda la acción evangelizadora, dentro del marco del plan de pastoral general
y del plan de la catequesis (CF 95). Los acentos, prioridades, objetivos, de la formación han de
responder a los planteamientos de la pastoral general y de la pastoral catequética en particular. Sería
conveniente atender, como marco externo, a las grandes líneas de los planes de pastoral de la
Conferencia Episcopal y de la Comisión de Enseñanza y Catequesis, y como marco interno, los
planes de pastoral general y catequética de la diócesis.
4. Para las necesidades evangelizadoras, atendiendo al momento histórico, al tipo de catequizando
de nuestro tiempo, y la situación concreta de la diócesis (DGC 237). Es necesaria una catequesis y
unos catequistas encarnados, que sepan responder a los valores y desafíos de su tiempo, ha de
educar para un diálogo con la increencia en todas sus formas, un diálogo intercultural, interreligioso
y ecuménico.
5. Atendiendo a los diferentes niveles de la estructura diocesana. En la organización diocesana
solemos encontrar tres niveles: diocesano, arciprestal / zona, parroquial. Sería bueno aprovechar esta
estructuración para desarrollar y trabajar la formación y crear cauces adecuados a ella,
estableciendo diversas modalidades formativas para llegar a todas las comunidades sin centralizar
la formación, acompañando a la vez a los catequistas
6. Una formación integral que forme al catequista en todas sus dimensiones, en el ser, hacer, saber
hacer, es decir, que ayude al catequista en su madurez humana y cristiana, en el saber, dotándole de
los conocimientos que les son necesarios para su labor, y en el saber hacer, que le dote de la técnica
y habilidades adecuadas para desempeñar sus funciones.
7. Una formación que especialice, teniendo presentes a los destinatarios de modo que especialice
bien por edades, bien por situaciones especiales, mentalidades o ambientes diferentes. Es importante
que atendamos adecuadamente a sectores que requieren una pastoral catequética especializada como
puede ser el mundo de los disminuidos físicos, psíquicos, la situación especial que vivimos
actualmente con los inmigrantes (DGC 189-192; CIC 777 §4).
8. Que abarque todos los aspectos que se ponen en juego en la catequesis: la experiencia, la Palabra
de Dios, la expresión de fe. Así como para los distintos aspectos que configuran la vida cristiana:
el conocimiento de la fe, la celebración de la misma, el seguimiento a Cristo en misión y por tanto
en compromiso y caridad, y en la vida comunitaria o dimensión eclesial de la fe.
9. Enfocada desde la realidad pastoral concreta. El diseño de la formación se ha de plantear con
sentido realista, es decir, se tiene que adaptar a la realidad de los catequistas con los que se cuenta
o se puede llegar a contar. Sirve de poco elaborar planes perfectos teóricamente pero que no
responden ni a la realidad de los catequistas ni a la de la catequesis.
En cuanto a los contenidos específicos de esa formación debemos destacar los siguientes94:

94
Cf. GC 240-244; CF 128-135.
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Apuntes para uso privado 34

1. Formación bíblico-teológica. Esta formación ha de proporcionar el conocimiento de los núcleos


fundamentales del mensaje cristiano. Los contenidos fundamentales podrían ser: revelación,
evangelización y catequesis en general y la catequesis en la Iglesia particular; historia de Salvación
(Sagrada Escritura, Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, historia de la Iglesia); símbolo de fe,
con el desarrollo de materias que implicaría el contenido del símbolo; antropología teológica;
liturgia los que conlleva abordar sacramentos en la Iglesia; moral de la persona, moral social,
Teología espiritual.
2. Formación en espiritualidad que, entre otras aportaciones, posibilite comprender cómo son los
procesos de fe en las personas y ayude a realizar una lectura integradora de los procesos de
maduración en la fe, siendo un punto de encuentro entre la formación doctrinal y las ciencias
auxiliares.
3. Formación en pedagogía catequética. El catequista necesita de una formación metodológica,
pedagógica, psicológica, desde un adecuado uso de las ciencias humanas auxiliares, aplicando el
discernimiento evangélico de las diferentes tendencias o escuelas psicológicas, sociológicas y
pedagógicas: sus valores y sus límites (GS 62; DGC 243-245; CF 118-120).
Los cauces formativos pueden ser diversos: cursos, cursillos, jornadas, seminarios, talleres, escuelas de
catequistas, centros superiores, o centros especializados en catequética. Las posibilidades son diversas,
por ello se ha de tener presente, tanto en el tipo de cauce formativo como en el nivel de los contenidos
que se impartan, el tipo de catequista al que se dirige. De hecho, el proyecto marco para la formación de
la Conferencia Episcopal distingue un plan de formación para los catequistas de base y otro para los
catequistas que asumen responsabilidades (CF 29-58). Habrán de considerarse así mismo la formación
especializada para situaciones especiales, o para acompañamiento espiritual.

C. LA ORGANIZACIÓN DE LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA PARTICULAR


La coordinación de la catequesis es fundamental no sólo por eficacia, sino también por sentido de
comunión (DGC 272-274; CC 311-313; DGC 272). Es importante que la pastoral catequética tenga en
cuenta las grandes líneas en los planes pastorales que establece la Conferencia Episcopal y la Comisión
de Catequesis y Enseñanza, a la vez que se enmarque y esté al servicio de realizar el proyecto pastoral
general de la diócesis.
• El servicio de la Santa Sede (CIC 775§1): por la Carta ap. en forma de m.p. Fides per doctrinam
(16-1-2013) Benedicto XVI transfirió la competencia sobre catequesis de la Congregación para el
Clero al Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización que promueve la
formación religiosa de los fieles cristianos de toda edad y condición; da las normas oportunas para
que la enseñanza de la catequesis se imparta de modo conveniente; vigila para que la formación
catequética se realice correctamente; concede la aprobación de la Santa Sede prescrita para los
catecismos y los otros escritos relativos a la formación catequética, con el acuerdo de la
Congregación para la Doctrina de la Fe; asiste a los Secretariados de catequesis y sigue las
iniciativas referentes a la formación religiosa que tengan carácter internacional.
• El servicio de la Conferencia Episcopal a través del Secretariado de catequesis cuya tarea
principal no es de gobierno sino de ayuda a cada diócesis en materia de catequesis (CIC 775§3)
desde una doble función:
1. Servir a las necesidades catequéticas que afectan a todas las diócesis del territorio. Le conciernen
las publicaciones que tengan importancia nacional, los congresos nacionales, las relaciones con
los “mass media” y, en general, todos aquellos trabajos y tareas que exceden las posibilidades
de cada diócesis o región.
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Apuntes para uso privado 35

2. Estar al servicio de las diócesis y regiones para difundir las informaciones y proyectos
catequéticos, coordinar la acción y ayudar a las diócesis menos promocionadas en materia de
catequesis.
• Servicios de colaboración interdiocesana (CC 310) por proximidad geográfica o por
homogeneidad cultural que hacen aconsejable un trabajo catequético en común. Conviene que varias
diócesis unan su acción, aportando para el provecho común las experiencias y los proyectos, los
servicios y los recursos, de modo que las diócesis mejor dotadas ayuden a las demás y aparezca un
programa de acción común que llegue a toda la región.
• El servicio diocesano de la catequesis (CC 309) que ofrece el Secretariado diocesano de catequesis
como instrumento al servicio del obispo, para dirigir y orientar todas las actividades catequéticas
de la diócesis. Es obligatorio en todas las diócesis y debe contar con un grupo de personas
especializadas, dotadas de competencia específica, y entre las que se de una distribución de
responsabilidades (DGC 267). Conviene que este servicio diocesano esté integrado, ordinariamente,
por sacerdotes, religiosos y laicos. Entendemos que este sería el espacio propio del oficio del
catequista. Sus tareas propias serían:
1. Analizar la situación y las necesidades lo que abarcaría el examen de la acción pastoral y el
análisis de la situación religiosa, así como de las condiciones sociológicas, culturales y
económicas, en tanto que estos datos de la vida colectiva pueden tener una gran influencia en el
proceso de la evangelización.
2. Programar la acción y dar orientaciones. Este programa determina los objetivos, los medios
y acciones de la pastoral catequética y las normas que la orientan, de suerte que respondan a las
necesidades locales, y estén en plena armonía con los objetivos y normas de la Iglesia universal.
El programa o plan de acción debe ser operativo, se suele concebir para un período de tiempo
determinado y debe ser realista, sencillo, conciso y claro.
3. Elaborar materiales, instrumentos y medios didácticos, instrumentos de trabajo de uso
inmediato, que se utilizan dentro del mismo acto catequético. Es importante que se elaboren
catecismos, directorios, guías, textos didácticos, materiales audiovisuales... o por lo menos se
oriente acerca de uso de los que hay en el mercado.
Si el conjunto de la acción catequética ha de estar siempre vinculada al obispo, la publicación de los
Catecismos es una responsabilidad que atañe muy directamente al ministerio episcopal. Los catecismos
nacionales, regionales o diocesanos, elaborados con la participación de los agentes de la catequesis, son
responsabilidad última de los obispos, catequistas por excelencia en las Iglesias particulares. Estas son
las normas vigentes:
- Sólo pueden publicar catecismos nacionales las Conferencias Episcopales95, previa aprobación
de la Santa Sede. Esta competencia no es delegable a los organismos que dependen de ellas.
- No se pueden admitir la aprobación de catecismos nacionales “ad experimentum” pues el
catecismo tiene que tener valor probado que asegure la autoridad y estabilidad de la doctrina.
- Con independencia de los catecismos nacionales los obispos pueden aprobar catecismos particulares
que tengan carácter de texto oficial en su diócesis (CIC 827 §1).
- En las catequesis oficiales –las que se realizan bajo la autoridad del obispo en parroquias y escuelas-
se utilizan los catecismos oficiales, pudiendo utilizarse subsidiariamente otros debidamente

95
SCDF, Respuestas del 7-VII-83, en DC 80 (1983) 1074-1076: no es lícito difundir catecismos “ad experimentum”
pese a lo que se decía en el Directorio Catequístico General (1971) y los catecismos nacionales o regionales han de ser aprobados
por la Santa Sede, para evitar casos como el del catecismo Holandés o Brasileño.
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Apuntes para uso privado 36

aprobados.
- En las catequesis no oficiales se podrá utilizar cualquier catecismo aprobado. Cualquiera puede
solicitar la aprobación de un catecismo al obispo quien deberá dar su aprobación si los contenidos
son acordes con la fe y las costumbres y las enseñanzas universales que afecten a la catequesis. La
misión de “vigilancia” del obispo no debe ser un mero trámite.
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TEMA 3: LA ACTIVIDAD MISIONAL DE LA IGLESIA

Pío XII, litt. ency. Evangelii Praecones (2-VI-1951) en: AAS 43 (1951) 497-528; Concilio
Vaticano II, Decreto Ad Gentes; Juan Pablo II, litt. ency Redemptoris Missio (7-XII-1990); SCPF,
Instructio Quo autius, de ordinada cooperatione missionali Episcoporum quod Pontificalia opera
Missionalia necnon circa incepta particularia Dioecesium pro Missionibus, in: AAS 61 (1969)
276-81; OICA (1972); CEP, Instrucción sobre el envío y la permanencia en el extranjero de los
sacerdotes del clero diocesano de los territorios de misión (12 de junio de 2001); Guía para los
Catequistas (1993); Guía Pastoral para los Sacerdotes diocesanos de las Iglesias que dependen
de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (1989).

Es la primera vez que aparece en la codificación una legislación específica sobre esta materia. El v.c.
1350 hablaba de esta actividad al prescribir que los ordinarios y párrocos miraran como encomendados
a ellos a los acatólicos de su circunscripción y decía expresamente que los acatólicos de otros territorios
quedaban reservados exclusivamente al cuidado de la Sede Apostólica.
Este título casi equipara el derecho misionero al derecho común: es un pequeño código dentro del
Código: habla de personas, organización y vida eclesial de las nuevas, incipientes o no suficientemente
organizadas comunidades cristianas. Señala, además el aspecto misionero de toda la iglesia y la
responsabilidad de todos y cada uno de los fieles cristianos (c. 211) de hacer presente el mensaje del
evangelio en todo el mundo y en toda circunstancia.

I. NOCIÓN DE ACCIÓN MISIONAL:


La acción misional (c. 786) se define por su fin inmediato -que se implante la Iglesia en los pueblos o
grupos “ubi nondum radicata est” (LG 17; AG 6)-, y por los medios que se han de utilizar -la
predicación y el envío de predicadores96-. No se refiere, por lo tanto, a la “missio” como actividad
pastoral en los países donde se ha sufrido un detrimento del espíritu cristiano97, sino desde el sentido
técnico estricto de tierras no evangelizadas98.
Se entiende por implantada la Iglesia cuando disfruta de determinada estabilidad y firmeza99, dotada

96
“Evangelii Praecones”, como los denomina Pío XII, litt. ency. Evangelii Praecones (2-VI-1951) en: AAS 43 (1951)
497-528.
97
En 1942 apareció un libro de Gaudin titulado “Francia, tierra de misión”. A la vez se fundó en Lisieux un seminario
para las misiones en Francia. En 1947 apareció la congregación de los misioneros operarios de Francia. Para evitar confusiones
el mismo Pio XII, que había usado el término con este sentido, pidió que se usara en su sentido propio.
98
Aunque LG I-II, llama también misión a la actividad entre los no creyentes para constituir la Iglesia, AG 1b y 6
utiliza la palabra en el sentido tradicional de implantar la Iglesia. En este sentido habla el canon (Cf. Comm. 15 (1983) 98-100
ad tit y ad 745-747).
99
N.B. Para tener una idea del camino recorrido por la tendencia a la jerarquizaci6n, - y a la indigenizaci6n - en los
países de misión, basta recordar estos datos estadísticos que se refieren a los 40 años que van del 1930 al 1969. En 1930, 4/5
partes, es decir, el 80% de las circunscripciones misioneras estaban gobernadas con régimen vicarial y sólo el /5, es decir, el 20%
eran diócesis. 40 años más tarde, en 1969, la proporción quedó invertida: las 4/5 partes, es decir el 80% de las circunscripciones
eclesiásticas encomendadas al cuidado de la S.C. de Propaganda Pide son diócesis, mientras que sólo 1/5, es decir, el 20% están
gobernadas con régimen vicarial (Ting Pong Lee, Il diritto Misionario, p. 413. Ver C. Soetens, Debuts de la hierarchie non-
occidentale au temps de Pie XI: retard voulu ou subi?, Des Missiones aux Eglises: naissance et passation des pouvoirs, XVII-XX
siécle (Lyon 1990) 143-167. J. Capmani, La responsabilidad del obispo en la evangelización del mundo, in: Ph. Delhaye-
L.Elders (eds.), episcopale munus, recueil d’études sur le ministère épiscopale offertes en hommage à Mgr. J. Gijsen, Assen.
1982, 207-23.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 38

de sacerdotes nativos, religiosos y laicos, bajo la guía del obispo propio100.


II. LOS RESPONSABLES:
La Iglesia es, por naturaleza, peregrinante y misionera (c. 781). El principio está contenido en el canon:
es un deber esencial de todo el pueblo de Dios, que encuentra su fundamento en la afirmación del
Concilio: “Ecclesia universalis salutis sacramentum”101. Como consecuencia se ha de excitar la
conciencia de la responsabilidad de todos los fieles (c. 759) y que cada quien asuma, desde su propia
vocación lo que le corresponda en la obra de evangelización (c. 222).
- El Romano Pontífice y el Colegio episcopal (c. 782 §1) son los responsables de la suprema
dirección y coordinación, puesto que al Colegio se le ha encomendado el anuncio del Evangelio a
toda la Iglesia (AG 6a; 38a). La referencia al Romano Pontífice es inevitable porque el Colegio no
existe sin su cabeza (LG 22b) y por la especial responsabilidad del Romano Pontífice como primado
(LG 23c)102. El órgano de la Santa Sede que realiza esta función es la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos103.
- Cada uno de los Obispos en su propia diócesis (c. 782 §2) muestre una peculiar solicitud
(suscite- promueva-sostenga) que no se identifica con el ejercicio de la jurisdicción fuera de su
diócesis (LG 23a), sino con el cumplimiento de la obligación del recto régimen de su propia
Iglesia104. El fundamento: los Obispos son los responsables de la Iglesia universal y de todas las
Iglesias: es el “sponsor”: el que da la fe, el garante de la Iglesia, el que se obliga por otro, el que
toma la tutela y la responsabilidad105. El CIC da un protagonismo a los Obispos que antes tenía
sólo la Santa Sede y la muestra de ello son las iniciativas misioneras suscitadas y sostenidas por
diversas diócesis en el mundo.
- Los miembros de los IVC “en modo especial” (c. 783), pero con una limitación: seguir la índole
propia del instituto -carisma fundacional y sanas tradiciones (cc. 577-8)-, tanto desde la vida activa
como contemplativa, por el testimonio de vida plenamente entregada y de disponibilidad. Ya el
Vaticano II apuntó la importancia y la utilidad de la fundación de casas religiosas en una nueva
Iglesia (AG 18). El canon hace referencia una realidad histórica: a los IVC se les ha confiado
durante siglos, de manera prevalente, la obra misionera de la Iglesia. No se hace mención a las SVA,
que no son estrictamente consagrados106.
- Los misioneros (c. 784) son aquellos que han sido enviados por la autoridad competente para
implantar la Iglesia (AG 23b). Son dos elementos constitutivos, sin los que no existiría el misionero.

100
Cf. AG 19a; Benedicto XV, litt. ency. Maximum illud (30-XI-1919) en: AAS 11(1919) 451-454 ; SCPF,
Declaración (1923); Pío XI, litt. ency. Rerum Ecclesiae (28-II-1926) en: AAS 18 (1926) 67.
101
Cf. LG 59a, AG 1a , 5a y 35.
102
Algún Padre, en la Plenaria de 1981, sugirió que se dejase sólo el Colegio, tal y como aparecía en el Vaticano II,
pero no se accedió a la sugerencia por las razones apuntadas.
103
Cf. PB 85-92.
104
Cf. Pío XII, litt. ency. Fidei donum (21-IV-1957) en : AAS 49 (1957) 237; ChD 6a; AG 38.
105
En la Plenaria, algún Padre pidió que apareciera la especial solicitud de las Conferencias Episcopales (AG 31 y
38), pero se recordó que aunque las Conferencias Episcopales podrían coordinar acciones en este sentido, no podrán nunca suplir
a los concilios plenarios ni privar a los obispos de la potestad en su propia diócesis; no podrán dar decretos generales con carácter
de ley en este sentido (Comm. 15 (1983) 93, ad 713, 2 y 99, ad 738).
106
Comm. 15 (1983) 93, ad 713, 2 y 99, ad 738.
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Apuntes para uso privado 39

No siempre coincide con el sentido popular de “salir del propio país”, aunque incluso algunos
documentos del magisterio hablen así107.
Para ser misioneros son aptos todos los fieles: no existe diferencia por el lugar de origen geográfico
(autóctonos o no) ni por el tipo de vinculación jurídica (seculares, regulares o SVA) ni por el estado
(clérigos o laicos). Todos tienen un mismo título y un mismo fin: colaborar con la autoridad
competente que les envía a evangelizar.
Además de una auténtica vocación divina el misionero deberá estar revestido de aquéllas cualidades
de idoneidad imprescindibles para poder afrontar la misión: perseverancia, renuncia de sí mismo,
paciencia, longanimidad, mente abierta y corazón dilatado, caridad sincera, espíritu de oración...
Para ellos deberá prepararse con una especial formación espiritual y moral108.
- Los catequistas laicos (c. 785) desempeñan una acción evangelizadora propia: explicación de la
doctrina, organización de la vida litúrgica y de las obras de caridad109. Por ello se añade la necesidad
de una formación lo más completa posible, en escuelas o bajo la tutela de los misioneros 110.
Responde a un derecho fundamental (c. 229) y a una obligación (c. 231 §1), por lo que convendrá
en muchos casos que sea un ministerio estable a tiempo pleno111, que puede ser instituido (c. 230)
y que conllevaría la retribución, seguridad social y asistencia sanitaria, de acuerdo con las normas
civiles (c.231).
III. LA ACCIÓN MISIONERA:
El Código da también unas pautas para la metodología misionera que tiene como finalidad hacer
penetrar en la cultura y mentalidad de los pueblos la fe en Cristo (inculturación):
• Con los no creyentes (c. 787 §1) a través del diálogo desde la cultura y el testimonio de vida y
palabra. Con los iniciados o precatecúmenos (787 §2), enseñando con libertad las verdades de fe.
• Con los catecúmenos (c. 788)112, orientando hacia un claro discernimiento de la recta intención que
permita el ingreso paulatino en la vida litúrgica de la comunidad, pues se trata de una fe inicial que
ha de ser purificada113. El ingreso en el catecumenado se realiza cuando la Iglesia los considera
como tales y escribe su nombre en el libro de los catecúmenos. No se dice nada en cuanto a los

107
Cf. Sabellius Paventi, Breviarium iuris misionalis (1961) 105.
108
Aunque se omitió en este canon lo que se decía en el esquema de 1977, acudimos a AG 23-25 donde se detallan.
109
Ya apareció de forma genérica en los cc. 781y 784 (con la referencia importante al c. 225 §1) siguiendo la línea
tantas veces remarcada por el Magisterio: desde Benedicto XV (Maximun Illud), Pio XII (Evangelii Praecones), Juan XXIII
(Princeps Pastorum), hasta Juan Pablo II (Redemptoris missio) se trata específicamente el tema del apostolado laical misionero.
110
Hubiera sido mejor decir “sacerdotes” porque ellos también son misioneros (AG 13b).

111
Cf. AG 15; EN 76; CT 66; RM 73.2
112
CIC c. 206. Para lo referente al precatecumenado remitimos a los praenotanda del OICA (9-13), para el
catecumenado (14-35) y para el neofitado (36-40), donde se establece el contenido de la iniciación, los términos temporales,
ritos...
113
La SC propone su institución para toda la Iglesia, especialmente para los adultos incluso en lugares ya
evangelizados (“neocatecumenado”): Restáurese el catecumenado de adultos, dividido en distintas etapas, cuya práctica
dependerá del juicio del Ordinario del lugar-, de esa manera, el tiempo del catecumenado, establecido para la conveniente
instrucción, podrá ser santificado con los sagrados ritos que se celebrarán en tiempos sucesivos (64). En las Misiones, además
de los elementos de iniciación contenidos en la tradición cristiana, pueden admitirse también aquéllos que se encuentran en
uso en cada pueblo, en cuanto puedan acomodarse al rito cristiano, según la norma de los arts. 37-40 de esta Constitución (65).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 40

responsables o condiciones para la admisión, sino que se deja al juicio de las Conferencias
Episcopales, pero en cualquier caso se pide que se dé en un tiempo suficiente y con la participación
de sus familias114.
• Con los neófitos (c. 789 // 851-865) habrá que facilitar la formación continuada que permita una
profundización posterior en la fe. No se determinan los medios, dirección, responsabilidad... parece
que es el obispo directamente a tenor del canon que afirma la necesidad de que se le presenten a los
mayores de 14 años para que los bautice (863) o por lo menos que determine el modo de proceder.
También se recuerda la prevalencia del Obispo diocesano sobre los demás agentes misioneros (c.
790), a pesar de la situación especial del territorio, y se insta a la coordinación con los demás
colaboradores misioneros, especialmente los religiosos115.
- Antes de que surgiera la Sagrada Congregación de Propaganda Fidei, los religiosos gozaban de
amplia jurisdicción en los territorios de misión y esto provocaba conflictos con los patronatos
erigidos desde la metrópoli para las colonias y encomendados a un obispo, o con las vicarías
apostólicas encomendados a un instituto en régimen de comisión (la Santa Sede nombraba un
vicario del instituto y este se comprometía a aportar los medios económicos y humanos necesarios).
- Fundada en 1622 por el papa Gregorio XV mediante la bula Inescrutabili Divinae, la Sagrada
Congregación de Propaganda Fide será la encargada a partir de entonces de la difusión del
catolicismo y de la regulación de los asuntos eclesiásticos en los países no católicos. La jurisdicción
de la Congregación se extenderá a todos los territorios en los que no se han conformado diócesis
(vicariatos apostólicos, prefecturas apostólicas, misiones sui iuris), siguiendo el principio de
equiparación de esas estructuras a las diócesis y dándoles suficiente autonomía para gobernarse.
• Existen dos estructuras misioneras equivalentes a la diócesis (c 368): vicariato-prefectura
apostólica (371 §1). Son porciones del pueblo de Dios, en los territorios de misión donde nunca
fueron erigidas diócesis. Presididas por un vicario -que suele ser obispo titular- o un prefecto -
presbítero-, ambos con potestad ordinaria equiparada a la del obispo diocesano pero vicaria, ya
que actúa en nombre del Romano Pontífice.
• Esta equiparación tiene dos excepciones: en el caso de sede vacante (se nombra de antemano
el sucesor) (c. 420) y en lo referente al consejo presbiteral y colegio de consultores (c. 502 §4)
que en estas Iglesias misioneras son coincidentes y se denomina consejo de misión. Algunas
estructuras peculiarmente misioneras como la cuasi-parroquia u otras formas de atención
pastoral (c. 516) -como las vicarías parroquiales con potestad plena del v.c.- han pasado al
derecho común.
Una vez terminada la misión del Instituto misionero en el lugar, implantada la Iglesia, los religiosos se
pondrán bajo la orden del obispo diocesano, permaneciendo como ayuda en el territorio, pero no como
responsables116.

114
AG 14 y RICA.
115
En este canon se condensa una legislación más amplia de los v.cc. 293-311. SCPF, instr. Relationes in territoriis
missionum, in: LE, IV (Roma, 1974).
116
AG 32a: «Cuando a un Instituto se le ha encomendado un territorio, el superior eclesiástico y el Instituto procuren,
de corazón, dirigirlo todo para que la comunidad cristiana se desarrolle en iglesia local, que a su debido tiempo sea dirigida por
su propio pastor con su clero. Al cesar la encomienda del territorio se crea una nueva situación. Establezcan entonces, de común
acuerdo, las Conferencias Episcopales y los Institutos, normas que regulen las relaciones entre los ordinarios del lugar y los
Institutos. La Santa Sede establecerá los principios generales que han de regular las bases de los contratos regionales o
particulares».
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 41

No se dice nada en cuanto a la formación del clero nativo, aunque es una clara obligación del obispo,
pero se suprimió el vc. 305 donde se afirmaba que procuren hacerlo “muy cuidadosamente”, para no herir
la susceptibilidad de las nuevas iglesias.
La atención a los inmigrantes procedentes de países de misión (c. 792), como muestra de fraternidad
con las Iglesias hermanas necesitadas, aún con los no cristianos y no sólo en sentido material (centros
de acogida, hogares para obreros, oficinas de orientación...) sino también pastoral (capellanías o
parroquias personales), pues es la mejor forma de manifestar la caridad cristiana117.
Por último, se insta a la cooperación misional desde las diócesis no misionales (c. 791).
Corresponde a los Obispos diocesanos promover las vocaciones misioneras en la propia diócesis -
bien sea fomentando la vocación misionera entre jóvenes y clérigos, o bien enviando alguno de sus
mejores sacerdotes para la obra misionera-, promover campañas de oración y limosnas, entre las
que destaca la cuota anual de la diócesis, independiente de las donaciones de los fieles, que será
proporcional a sus presupuestos (AG 8) y destinar un sacerdote a promover las Obras Misionales
Pontificias (OMP):
• Obra misional de Propagación de la fe (1822 - Paulina Jaricot) pretende fomentar en los cristianos la
colaboración con todas las Iglesias del mundo y sus necesidades. El penúltimo domingo de octubre tiene
su máxima expresión con la Jornada mundial de las Misiones, conocida como día del DOMUND.
• Obra misional de la Santa Infancia o Infancia Misionera (1842 en Nancy, con Mons. Forbin
Janson) que busca alentar el espíritu misionero y la solidaridad mutua entre todos los niños del
mundo. En ella, los niños no son únicamente receptores de ayuda sino también agentes de la
acción misionera. En España se celebra el cuarto domingo de enero.
• La Obra misional de San Pedro Apóstol, conocida como Vocaciones Nativas (1889 - Juana
Bigard), para ayuda de las vocaciones surgidas en los territorios de misión. Su objetivo es ayudar a
los jóvenes de dichos territorios que desean responder a la llamada al sacerdocio o a la vida
consagrada pero carecen de los recursos necesarios. En España se celebra el cuarto domingo de
Pascua, de modo conjunto con la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.
• La Obra Pontificia Unión Misional (1916 - Beato Paolo Manna), se propone ofrecer una
adecuada formación misionera a los diversos agentes de pastoral responsables de la animación
misionera en las comunidades cristianas. No cuenta con una jornada propia, pues busca ofrecer
apoyo espiritual y formativo a las otras tres obras.
Conviene, por último, recordar la norma pastoral del canon 271 §2: El Obispo diocesano puede
conceder a sus clérigos licencia para trasladarse a otra Iglesia particular por un tiempo determinado, que
puede renovarse sucesivamente, de manera, sin embargo, que esos clérigos sigan incardinados en la
propia Iglesia particular y, al regresar, tengan todos los derechos que les corresponderían si se hubieran
dedicado en ella al ministerio sagrado.

117
AG 38: Es propio de las Conferencias Episcopales establecer y promover obras en que sean recibidos
fraternalmente y ayudados con cuidado pastoral conveniente los que inmigran de tierras de misiones para trabajar y estudiar.
Porque por ellos se acercan de alguna manera los pueblos lejanos y se ofrece a las comunidades ya cristianas desde tiempos
remotos una ocasión magnífica de dialogar con los que no oyeron todavía el Evangelio y de manifestarles con servicio de amor
y de asistencia la imagen auténtica de Cristo.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 42

TEMA 4: LA EDUCACIÓN CATÓLICA

Concilio Vaticano II, Declaración Gravissimum educationis (28-X-1965), in: AAS 58 (1966) 728-
739); Pio XI, const. Ap. Deus Scientiarum Dominus, in: AAS 23 (1931) 241; Juan Pablo II,
Const. Ap. Sapientia christiana, in: AAS 71 (1979) 469-499; Const. Ap. Ex corde Ecclesiae, in:
AAS 82 (1990) 1475-1509; SCEC, Ordenaciones -para la ejecución de la cons. Apost.- (29-IV-
1979); Francisco, const. Ap. Veritatis Gaudium (8-XII-2017), in: AAS; Comisión Teológica
Internacional, Theses de Magisterii Ecclesiastici et Theologiae ad invicem relacione, in:
Gregorianum 57 (1976) 549 63; SCEC, Document L'école catholique (19- III-1977), in: La
documentation catholique 74 (1977) 705-716; Normativa per L’IIstituto Superiore di Scienze
Religiose (12-V-1987), pro. 7617 /87; CEC, Decreto de Reforma de los estudios eclesiásticos
de Filosofía (28 de enero de 2011); Carta circular sobre la enseñanza de la religión en la escuela
(5 de mayo de 2009); Instrucción sobre los Institutos Superiores de Ciencias Religiosas (28 de
junio de 2008); Las personas consagradas y su misión en la escuela. Reflexiones y orientaciones
(28 de octubre de 2002); Decreto con el que se renueva el orden de los estudios en las
Facultades de Derecho Canónico (2 de septiembre de 2002); La Escuela Católica en los
umbrales del Tercer Milenio (28 de diciembre de 1997); Dimensión religiosa de la educación en
la escuela católica (7 de abril de 1988); El laico católico testigo de la fe en la escuela (15 de
octubre de 1982).

I. TÍTULO Y ESTRUCTURA:
En el CIC 17 este título (“De las escuelas”) era único. Actualmente se encuentra dividido en tres
capítulos después de tres cánones introductorios (793-795): 1. De las escuelas (elementales y
secundarias) 2. De las universidades católicas y de otros institutos de estudios superiores. 3. De las
universidades y facultades eclesiásticas.
La revisión de este libro, a sugerencia del Cardenal Garrone -Prefecto de la Congregación para la
Educación Católica- fue profunda, tomando como criterio que los cánones paralelos del Código de 1917
no podían ser el fundamento.
II. IMPORTANCIA DEL TEMA:
Además de ser un tema de permanente actualidad, por lo que supone para el desarrollo de los pueblos
y el fomento de las libertades individuales en el marco de una convivencia democrática y pacífica, desde
la protección del derecho fundamental de la persona a defender unas creencias de acuerdo con su propia
conciencia, ratificado en numerosas ocasiones por diferentes instancias de ámbito internacional, la Iglesia
ha visto siempre la educación como un momento importantísimo en el desarrollo del hombre y de
la sociedad, así como en la fundamentación del propio ser cristiano.
III. LA DOCTRINA CONCILIAR:
La Declaración Gravissimun Educationis -sobre la educación cristiana de la juventud- es el documento
conciliar donde se trata específicamente el tema de la educación católica. El texto aprobado consta de
un proemio, de una conclusión y de doce párrafos donde se abordan las siguientes materias:
Derecho de todo hombre a la educación y naturaleza de la educación (1), la educación cristiana
(2), los educadores -los padres y la familia, la sociedad, la Iglesia- (3), medios para la
educación cristiana (4), importancia de la escuela en general y de la vocación docente (5),
obligaciones y derechos de los padres respecto de la institución escolar (6), la necesidad y la
obligación de la educación moral y religiosa en todas las escuelas (7), la escuela católica (8),
diversas clases de escuelas católicas (9), las facultades y universidades católicas (10),
facultades de ciencias sagradas (11), y la coordinación escolar (12).
La Declaración conciliar comienza afirmando la importancia decisiva de la educación en la vida del
hombre y su influjo en el progreso de la sociedad, denuncia que aún haya muchos niños y jóvenes que
carecen de una conveniente educación y fundamenta por qué la Iglesia debe ocuparse de la educación,
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 43

recurriendo para ello a la idea teológica de la maternidad de la Iglesia y a su deber y misión de anunciar
la salvación y de instaurar todas las cosas en Cristo, y formula con claridad los principios y criterios
básicos que deben orientar su acción en los problemas relativos a:
1. La tarea educativa.
2. El derecho de todos a la educación fundado en la dignidad de la persona humana.
3. Los responsables de la educación (en primer lugar y de forma preferente los padres,
subsidiariamente el Estado y de forma específica la Iglesia).
4. El derecho natural y primario que asiste a los padres a educar y a elegir la educación y la escuela
que deseen para sus hijos.
5. Los derechos de los niños y de los jóvenes a. la educación, en la que no debe faltar la educación
moral y religiosa.
6. El respeto del Estado de los derechos y deberes de los padres y su actuación en el campo
educativo evitando el estatismo y aplicando el principio de subsidiariedad.
El texto conciliar señala como fin de la educación la formación integral de la persona, lo que
conllevaría:
1. Una formación que atienda al fin último del hombre, en la que va incluida, por consiguiente, la
formación moral y religiosa, la necesidad de una formación que abra el sentido de la vida, que
despierte y avive la realidad de trascendencia del educando, que se ha de impartir en todas las
escuelas pero respetando siempre la libertad religiosa.
2. Ha de atender asimismo al bien de la sociedad, de la que el educando es miembro, y, por ello,
ha de capacitarle para insertarse y participar activamente en la vida de esa sociedad, contribuir
a su desarrollo y cumplir sus deberes para con ella.
3. Ha de promover el desarrollo armónico de las condiciones físicas, morales e intelectuales
de la persona humana, cultivando cualidades como el sentido de la responsabilidad, el recto
y laborioso desarrollo de la vida, la consecución de la verdadera libertad, la capacidad para el
diálogo, la superación de los obstáculos, etc.
IV. LA PROTECCIÓN JURÍDICA:
El derecho de libertad religiosa es el fundamento del derecho a la libertad de enseñanza, pues conlleva
el derecho a recibir una enseñanza religiosa acorde con las propias convicciones y el derecho de las
confesiones religiosas a impartirla. Actividad discente y docente que el Estado debe propiciar, como el
resto de las manifestaciones de los derechos de libertad y cuyo fomento puede llegar al grado de brindar
sus locales y su sistema escolar para hacer efectivos aquellos derechos, incluyendo el respeto y apoyo
de los centros denominados confesionales.
El derecho a la libertad de enseñanza exige desde un punto de vista negativo o limitativo el respeto
a las propias creencias en todas las actividades escolares, desterrando toda discriminación por razón de
religión y cuanto pueda herir los sentimientos religiosos de los alumnos. Desde el punto de vista positivo
incluye el derecho a elegir el tipo de educación religiosa y moral, que en el ámbito escolar público no
puede llegar a impregnar completamente la enseñanza sino que ha de ser limitado a una enseñanza
coherente para el alumno confesional que le permita articular fe y cultura118.
El Ordenamiento español ofrece las garantías jurídicas fundamentales tanto en el art. 27 de la

118
Antonio Martínez Blanco, Enseñanza religiosa en el marco escolar: teoría y práctica, in: La misión docente de la
Iglesia. XI Jornadas de la Asociación Española de Canonistas, Salamanca 1992, 169 ss.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 44

Constitución ( Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos
reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones) como en el
Acuerdo con la Santa Sede de 1979, aunque su concreción legislativa en las Leyes Orgánicas sobre
Libertad Religiosa (1980), Ley Orgánica del derecho la educación (1985- LODE), la Ley Orgánica
General del sistema educativo (1990-LOGSE), la Ley Orgánica de Calidad de la Enseñanza (2003-
LOCE), hayan dado lugara interpretaciones muy dispares119. Habrá que tomar en cuenta también las
normas reglamentarias del desarrollo y normas de las Comunidades Autónomas, al estar ya transferidas
las competencias.
En el Derecho Internacional120 existen también estas garantías jurídicas. Por citar algunos acuerdos,
destacamos:
• El art 26. 3 de la Declaración universal de derechos humanos de la ONU (1-XII-1948): Los
padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos)
reafirmada posteriormente121.
• El principio 7 de la Declaración de los derechos del niño (20-XI-1959): El niño tiene derecho a
recibir educación... que favorezca su cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de
oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral
y social, y llegar a ser miembro útil de la sociedad).
• El art. 5b de la Convención relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la
enseñanza (14-XII-1960): Los Estados Partes en la presente Convención convienen... en que debe
respetarse la libertad de los padres o, en su caso, de los tutores legales... de dar a sus hijos... la
educación religiosa y moral conforme a sus propias convicciones; en que, además, no debe
obligarse a ningún individuo o grupo a recibir una instrucción religiosa incompatible con sus
convicciones.
• El art. 13.3 del Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales (16-XII-1966):
Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en
su caso, de los tutores legales... de hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o
moral que está de acuerdo con sus propias convicciones
También se hace referencia en el Derecho canónico: los cánones 793-794 establecen los siguientes
principios:
1) Todos los padres de familia tienen el derecho la obligación de educar a sus hijos: se trata de
educación en sentido general ya que al transmitir la vida humana, les urge la educación a sus
hijos para que tengan una verdadera paternidad humana122.
2) Todos los padres católicos tienen el derecho y la obligación de asegurar la educación católica

119
Recordemos que en el año 2004 el gobierno español derogó parcialmente la LOCE, en lo que respecta a la
curricularidad de la materia de la religión y a que entrara dentro del horario escolar.

120
J. Hervada-J. Mª Zumaquero, Textos internacionales de derechos humanos, Pamplona 1978.
121
Como por el art. 2 del Protocolo adicional al convenio para la protección de los derechos humanos y de las
libertades fundamentales (20 de mayo de 1952): El Estado respetará el derecho de los padres a asegurar esta educación y
esta enseñanza conforme a sus convicciones religiosas y filosóficas. El art. 4 de la Convención sobre el estatuto de los
apátridas (28 de septiembre de 1954): Los Estados Contratantes otorgarán a los apátridas que se encuentren en su territorio
un trato por lo menos tan favorable como el otorgado a sus nacionales en cuanto a la libertad de practicar su religión y en
cuanto a la libertad de instrucción religiosa a sus hijos.
122
Pío XI, lit. ency.Divini illius Magistri (14-III-1937); Pío XII, Alocución al primer congreso nacional de la
asociación italiana de maestros católicos (8-IX-1946); Juan Pablo II, lit. ency. Familiaris consortio (22-XI-1981).
De Ecclesiae munere docendi
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de sus hijos eligiendo los medios e institutos para ello. Por su vocación al matrimonio cristiano,
este oficio y derecho es como un ministerio (FC 38 y GS 48b), que lo ejercen también eligiendo
aquel tipo de enseñanza que defienda mejor los valores cristianos. Si el fin de la persona humana
es su salvación, se debe asegurar la absoluta libertad de elección de la escuela, para poder
proporcionar una educación conveniente a su fe (FC 40).
3) Es un deber y derecho anterior al del Estado, por lo que el Estado no puede suplirlo, y tiene el
deber de protegerlo poniendo los medios necesarios, para que la protección de este derecho no
sea meramente formal, sino real123. Se convierte en una condición indispensable para hacer real
el derecho de los padres: el principio de acción subsidiaria del estado cuando no es suficiente
el esfuerzo de los padres, distribuyendo las subvenciones públicas de modo que los padres
puedan escoger con libertad absoluta (GE 6ab). Todo esto excluiría:

- El monopolio estatal de las escuelas que atenta contra el derecho de los padres124.
- La negación de los subsidios alegando el principio de separación entre la Iglesia y el
Estado125.
4) Más aún, esta obligación y derecho de los padres precede a la misma Iglesia, ya que los padres
son los que engendran a la persona humana126. Este oficio y derecho por la transmisión de la vida
es nativo y primario, ni se puede dejar a otros ni puede ser usurpado por otros.
5) También la Iglesia tiene el derecho de educar a la persona integralmente, ya que el anuncio del
evangelio comprende a toda la persona humana (c. 794 / GE 3c). Cuando dice “singulari
ratione” se refiere a la misión divina que es exclusiva de la Iglesia y diferente de la de los padres
(c.747 §1): la maternidad de la Iglesia le impone la obligación de educar a sus hijos como la
paternidad natural se la impone a los padres de familia.
Este oficio de la Iglesia no es subsidiario en el sentido que hablábamos del Estado; ciertamente
no es anterior al derecho de los padres, sino independiente de los derechos de estos, por la
misión que recibió de Cristo. Pero además, la Iglesia como sociedad en el mundo, puede ser
subsidiaria del derecho de los padres (GE 3c), capaz de educar127.
El oficio de los pastores es procurar que todos disfruten de la educación católica (GE 2).

123
Ya lo afirmaba Pío XI en la encíclica citada y León XIII en la Rerum Novarum -al escribir contra el socialismo-
afirma que la célula familiar es más antigua y sus derechos no dependen de la república; y Juan XXIII en la Pacem in terris,
propone este mismo principio.
124
Juan Pablo II ha hablado claramente sobre este tema tan actual: al proclamar los derechos humanos en sus visitas
pastorales, al dirigir la palabra a los cuerpos diplomáticos de los distintos países en favor de la libertad religiosa y la libertad de
escuela. Este problema no sólo se da en los países del Islam, sino también en aquellos otros cuyas constituciones están inspiradas
en el código napoleónico.
125
Parte de un principio equivocado, pues no se trata de ayudar a las escuelas confesionales, sino a los padres de
familia que tienen el derecho de exigir una educación para sus hijos conforme a los dictados de su propia conciencia. Y el estado
tiene obligación de ayudarles, aún por justicia distributiva, ya que los padres católicos también pagan sus impuestos al Estado.
(GE 6a y FC 40-46).
126
Benedicto XIV, el 28-II-1747, al problema de si los hijos de los hebreos podían ser bautizados contra la voluntad
de sus padres, respondió negativamente. Aprobó así la sentencia de Santo Tomás al afirmar que no es lícito quitar los hijos a
los padres hebreos con el fin de bautizarlos por dos razones: se expone a los niños a perder la fe por el posterior trato con sus
padres y porque repugna el procedimiento a la justicia natural.
127
No parece atinado el comentario de Navarra al querer distinguir entre educación religiosa y educación profana;
el Concilio y el Código no hacen ninguna distinción, por tanto la Iglesia puede educar en las dos líneas y lo hace por mandato
divino.
De Ecclesiae munere docendi
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Evidentemente es una afirmación muy genérica, pues en la práctica es imposible hacer que todos
los fieles reciban esa educación. Notar que no es una exhortación sino una ley: es una
estimulación a la conciencia de los pastores para poner todos sus esfuerzos con el fin de hacer
posible siempre y constantemente este mandato, de modo que los fieles lleguen a alcanzar su
plena madurez humana y cristiana. Si no se cumple este párrafo segundo no tiene sentido el
primero. Lo que se dice y manda a los pastores debe extenderse también a toda la comunidad
eclesial.
V. FIN Y OBJETO DE LA EDUCACIÓN CATÓLICA:
El fin de la educación es la íntegra formación de la persona humana (c. 795). Sus objetos: la evolución
física, moral e intelectual armónica; la adquisición del sentido de la responsabilidad; la adquisición del
recto uso de la libertad; y la formación para una participación activa en la vida social. Además se han de
considerar otros aspectos que son objeto de la educación que no aparecen en el canon pero sí en el
Concilio (GE 1): positiva y prudente educación sexual, educación de la fortaleza, educación para el
diálogo...128

LA ESCUELA CATÓLICA
El término “escuela” en el CIC 17 englobaba a las escuelas elementales, medias, superiores y
universidades. El nuevo código separa escuelas de institutos superiores y universidades, y en este sentido
estricto es como hay que entender los cánones que siguen, aunque lo que se afirme de aquellas, se pueda
aplicar por analogía a estos.
I. EL DERECHO / DEBER DE LOS PADRES:
La escuela es una ayuda primordial para los padres en el cumplimiento de su deber de educar (c. 796
/ GE 5), un medio totalmente necesario: parece a primera vista inútil mencionar esto en el canon, pero
hay que tener en cuenta que hay sociedades aún no evolucionadas donde esto no es realidad todavía.
Cuando el canon dice “magni faciant” (tengan en mucho) no es sólo una exhortación, sino que hace que
la doctrina del concilio adquiera carácter y tono de ley. Consecuencias prácticas:
- Cooperación entre padres y maestros: algo que no se hace en todas partes y hay que lamentar.
Estos no sustituyen a aquellos y, por lo tanto, al tratarse de una labor subsidiaria, no debe ir, ni
el modelo de escuela, ni por tanto los profesores, contra el tipo de formación que los padres
estimen más valiosos129. No significa esto que les corresponda a los padres la dirección de la
actividad escolar, pues eso necesita una preparación profesional específica.
- Cooperación maestros-padres (GE 8c): el canon sugiere algunos medios concretos: convocar
reuniones de información, compartir experiencias, oírlos... para ir mejorando entre todos la
calidad de formación de los más jóvenes. Esto requiere un trabajo de formación con los padres,
que a veces “no tienen tiempo” o desconocen sus derechos y deberes (vgr. a través de las
escuelas de padres).
Además, el Código reafirma la libertad de elección de la escuela (c. 797 / GE 6a): se entiende ad extra
como la posibilidad de elegir entre diferentes opciones dentro de la sociedad civil; ad intra como la
variedad de opciones también dentro de la misma Iglesia. En consecuencia, los fieles habrán se ser
solícitos para que se reconozca este derecho en la sociedad civil (c. 799). Deberán trabajar para que
haya un cambio de mentalidad en la sociedad civil, apoyando sus pretensiones en los
convenios

128
Es muy completo el comentario del código en la versión de lengua inglesa sobre este punto.
129
GE 8; FC 40; EC 73.
De Ecclesiae munere docendi
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internacionales.
Este deber de los padres conlleva la obligación de enviar a los hijos a escuelas donde se proporcione
una educación católica o, si no es posible, proveer de otra manera que se dé esta educación fuera de
la escuela (798)130. El asunto es difícil porque en muchas escuelas, o bien no se conceden horas dentro
del programa para la instrucción religiosa o se llega a poner como materia libre. Dependerá entonces de
la formación religiosa que tengan los padres.
II. EL DERECHO / DEBER DE LA IGLESIA:
La Iglesia tiene derecho a fundar y dirigir escuelas de cualquier género (profesionales, de educación
especial, ciegos, sordomudos, superdotados, seminarios...) y grado (elementales, secundarias,
profesionales...). Y los fieles tienen la obligación de fomentarlas, ayudarlas y sustentarlas (c. 800 // GE
8b)131.
Los obispos diocesanos procurarán que se establezcan escuelas en las que la educación esté imbuida del
espíritu cristiano, o se creen escuelas profesionales o técnicas donde convengan (c. 802). Se trata de
iluminar el mundo desde la fe, llegando a todo tipo de enseñanza.
Los institutos religiosos que tienen como misión propia la educación (c. 801) deben retener con
fidelidad su misión esforzándose por actualizar permanentemente el carisma en sus escuelas. Parece
obvia esta afirmación, pero después del Concilio muchos Institutos religiosos abandonaron sus escuelas
alegando varias razones: la disminución de las vocaciones que dejaba sin personal suficiente, la
promoción de los laicos, otras actividades más modernas, el haber sido tachadas de escuelas elitistas...
Ante la crisis la Iglesia ha insistido últimamente a los IRR con carisma educativo el cumplimiento de
esta misión132.
Se señala también la necesidad del consentimiento del obispo diocesano para el establecimiento de una
escuela en su territorio, algo que no se exigía en el anterior Código133. El comentario de navarra apunta
también el tema de la coeducación (escuelas mixtas) sólo para primaria y universidad, no secundarias,
aunque aclara que quedará a juicio del obispo. Es un tema muy discutido actualmente.
III. CONCEPTO DE ESCUELA CATÓLICA:
Tenemos que decir que ha habido una evolución del concepto: en el Código de 1917 (c. 1373) se definía
a la escuela católica como aquélla en la que se da educación religiosa católica -estuviera fundada por la
Iglesia o por el Estado-, pero Pío XI (Divini illius Magistri) lo hace más restrictivo: es la que como tal
ordena y enseña totalmente la fe católica (maestros, libros, programas... todo es católico).
Partiendo de aquí, el Concilio aclara que “su nota distintiva es crear un ambiente comunitario
escolástico, animado por el espíritu evangélico de libertad y de caridad, ayudar a los adolescentes para
que en el desarrollo de la propia persona crezcan a un tiempo según la nueva criatura que han sido
hechos por el bautismo, y ordenar últimamente toda la cultura humana según el mensaje de salvación,
de suerte que quede iluminado por la fe el conocimiento que los alumnos van adquiriendo del mundo,

130
El v.c. 1374 prohibía la asistencia de católicos a escuelas acatólicas (paganas, protestantes o cismáticas), neutras
(las fundadas por los estados, teóricamente sin ninguna pretensión pero en realidad con mente anti-católica) o mixtas (donde
se admite a todo tipo de alumnos), prohibición que ya no aparece en la nueva legislación.
131
CIC 17, c. 1379; GE 8c y 9c: se exhorta encarecidamente (“vehementer”) a los pastores y a los fieles a que ayuden
sin escatimar esfuerzos a las escuelas católicas.
132
c. 578. Recientemente: CIVCSVA, Los religiosos en la escuela, 2003.
133
Es una derivación lógica del c. 678.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 48

de la vida y del hombre” (GE 8ª). La SCEC -en su documento La escuela católica- se inclinará más por
el concepto real, aunque afirmará que se necesita el reconocimiento de la jerarquía.
La Comisión para la revisión del Código, en las diferentes discusiones, fue debatiendo entre dos
alternativas: es una escuela católica aquélla que funda la Iglesia, o aquélla en la que se da instrucción
católica. Al final se unieron las dos alternativas tal y como aparece en el canon 803. Así encontramos:
• Desde el punto de vista jurídico-jerárquico es una escuela católica aquélla que dirige la autoridad
eclesiástica directamente, o a través de una persona jurídica eclesiástica pública, o creada por
iniciativa de los fieles y reconocida por la autoridad eclesiástica mediante documento escrito134.
• Una escuela es católica de facto (concepto real) cuando apoyada en los principios católicos, los
maestros proporcionan doctrina recta y buen ejemplo. Además de cuidar la selección de los
profesores, en los estatutos particulares de la escuela (también llamados ideario) tiene que
establecerse todo esto con claridad para evitar problemas.
No son, por lo tanto, escuelas católicas, aunque se acomoden en sus enseñanzas a la doctrina católica,
las fundadas por el Estado, las corporaciones públicas y las personas privadas, aunque se trate de
católicos.
La Conferencia Episcopal Española ha establecido también unos criterios que explicitan las exigencias
básicas contenidas en el Código de Derecho Canónico135:
1 Toda la enseñanza y acción educativa de un centro escolar católico ha de estar de acuerdo con
la doctrina del magisterio de la Iglesia, tanto en lo que se refiere a la fe como a la moral y vida
cristiana (CIC c. 803, § 2; GE 8; La Escuela Católica, 33-48).
2 La enseñanza religiosa escolar ha de figurar entre las materias principales en el cuadro de
materias y planes de estudio del colegio católico (Acuerdos Santa Sede-Estado Español sobre
Enseñanza y asuntos Culturales, art. II; GE 7-9; EC 49-92).
3 En el marco de la acción educativa de un colegio católico se deben incluir espacios de tiempo
y lugar para actividades extra-académicas de formación religiosa y de asistencia pastoral, en
relación con los tiempos litúrgicos y la vida de toda la comunidad cristiana, y de acuerdo con las
directrices pastorales de la Iglesia universal y local (CIC c. 806; EC 53-56; Acuerdos art. III).
4 Una escuela católica ha de hacer suyas la doctrina y las decisiones pastorales de la jerarquía
eclesiástica sobre la naturaleza, función y objetivos de la escuela católica, principalmente en lo
que concierne a la enseñanza y formación religiosa (CIC cc. 803, § 2 y 806, § 1; EC 1-4).
5 Más concretamente, un colegio católico acepta la competencia de la jerarquía en todo lo relativo
a la preparación, selección y designación del profesorado de religión, a los programas de
enseñanza religiosa y a la aprobación de libros de texto y material didáctico. Asimismo reconoce
y acepta el derecho de vigilancia y de visita que le compete al Obispo propio, en lo referente a
los aspectos religiosos, morales y pastorales de la acción educativa (CIC cc. 804, 805 y 806; ChD
35,4; ES 1,39; Acuerdos arts. III y VI).
6 Los profesores de un centro escolar católico serán personas que destacan por su recta doctrina
e integridad de vida (CIC cc. 803, §2; 804, § 2; GE 8; EC 71,3).

134
Esta última forma queda oscura: no se sabe si se trata de persona jurídica pública, ya que actúa en nombre de la
Iglesia y tiene en cuenta el bien público, pero no ha sido erigida como tal ¿el reconocimiento de la autoridad eclesiástica la
convierta en persona jurídica pública? Al menos podrá usar el nombre de “católica”.
135
Acuerdo de la XLI Asamblea Plenaria, BOCEE 2 (1985) 18.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 49

7 Cuando la realidad sociológica, las exigencias misioneras y la caridad pastoral aconsejen la


apertura de la escuela católica a los no católicos, la presencia de éstos en la comunidad educativa
y su participación en la vida de la misma ha de regularse de acuerdo con la legislación canónica
vigente y asumiendo siempre las directrices y orientaciones de la autoridad canónica
correspondiente (CIC cc. 806, § 1; 844 y 748; GE 9; EC 77).
8 El cumplimiento de estas normas obliga tanto a los centros católicos dirigidos por la autoridad
eclesiástica competente o una persona jurídica eclesiástica pública como a los centros escolares
reconocidos como católicos por decreto de la autoridad eclesiástica competente (CIC c. 803, §1
y 3).
IV. PAPEL DE LA AUTORIDAD EN LA ESCUELA:
Varios son los oficios de la autoridad jerárquica (cc. 804-806):
1. Debe velar por la instrucción y educación religiosa católica en cualquier escuela. La instrucción
católica se sujeta a la autoridad de la Iglesia teniendo en cuenta su misión. No se trata de una
sugerencia sino de un mandato. Evidentemente, es obvio que la Iglesia deberá ponerse de acuerdo
con las autoridades competentes136.
2. Las Conferencias Episcopales deben dar normas para todas las escuelas en las que se imparte la
educación católica, también en colaboración y concordia con las autoridades responsables137.
3. El Obispo diocesano debe ordenar toda la actividad pastoral de su Iglesia particular, y en ese
plan pastoral deben entrar también las escuelas, en las que vigilará para que se apliquen fielmente
las normas de la Conferencia Episcopal. Cuando se trate de escuelas católicas el obispo tiene el
derecho, no sólo de vigilar, sino también de visitar aquellas erigidas en su territorio. Es un acto de
jurisdicción de la autoridad eclesiástica138 que abarcaría también temas como el de la distribución
de las escuelas en el territorio diocesano, la cooperación de las escuelas entre sí, y la programación
pastoral escolar inserta en el conjunto de la pastoral diocesana139.
4. El ordinario de lugar -no necesariamente el Obispo en persona, puede ser el vicario episcopal-
tiene el derecho de aprobar o nombrar a los maestros de religión140; este derecho se aplica
especialmente a las escuelas católicas, pero se extiende a aquellas que, no estando bajo la autoridad
de la Iglesia, imparten educación católica. En esto se da aún más la necesidad de acuerdo con los
Estados.
- En cuanto a las cualidades que se deben exigir en los maestros de religión: recta doctrina,
testimonio de vida cristiana y cualidades pedagógicas, para que puedan hacer un verdadero

136
En España existe el Acuerdo sobre temas de enseñanza y cultura (3-I-1979) que deja en manos de la Iglesia lo
referente a la enseñanza religiosa, además de imponer el respeto a la religión católica en los medios que son propios del Estado.
137
No se dice nada de que tengan que nombrar o aprobar los maestros de las escuelas interdiocesanas, aunque se pidió
en el esquema de 1980.
138
ChD 35. 4: Las escuelas católicas de los religiosos están igualmente bajo la autoridad de los ordinarios del lugar
en lo que se refiere a su ordenación y vigilancia general, quedando, sin embargo, firme el derecho de los religiosos en cuanto
a su gobierno.
139
Pablo VI, m.p. Ecclesiae Sanctae, I, 39, in: AAS 58 (1966) 757-787;
140
En el ordenamiento jurídico español se preserva este derecho: Art. III del Acuerdo: “La enseñanza religiosa será
impartida por las personas que cada año escolar sean designadas por la autoridad académica entre aquellas que el Ordinario
diocesano proponga para ejercer esta enseñanza”. Aunque se pidió en la Comisión que no se pusiese el derecho de nombrar
-pues en algunos países no hay esta costumbre- se añadió lo de aprobar (Comm. 15 (1983) 101-102).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 50

servicio a la Iglesia.
- Derecho a remover o exigir que se remuevan los maestros ineptos o a aquellos que lleven una
forma de vida no acorde con la moral católica, pues sin este derecho, virtualmente no serviría
de nada el de nombrarlos141. Esto se ve del todo necesario para conservar la identidad cristiana
de la enseñanza de la religión. Recordamos también que el oficio de los maestros de religión no
es un oficio eclesiástico.
5. En cuanto a los moderadores de las escuelas católicas, se prescribe que sean solícitos en procurar
una educación excelente en toda su gama y de ninguna manera inferior a otra escuela de la región;
aún en este aspecto deben someterse a la vigilancia del Ordinario de lugar. El asunto no es fácil en
su aspecto material: edificio, laboratorios, instrumentos... pues ordinariamente las escuelas del
Estado cuentan con más medios. Pero la escuela católica siempre será la mejor en disciplina, y orden
y en nivel pedagógico, de tal manera que los padres, aún los no católicos la prefieran como la mejor.

LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS

La división entre la fe y la cultura es un impedimento muy grave para la evangelización, así


como, por el contrario, una cultura imbuida de verdadero espíritu cristiano es un instrumento
que favorece la difusi6n del Evangelio (Sapientia christiana, Intr.).
Las Universidades Católicas, por su naturaleza, tienden a esto: que "se haga, por decirlo así,
pública, estable y universal la presencia del pensamiento cristiano en todo esfuerzo
encaminado a promover la cultura superior (GE 10).

I. PRECEDENTES HISTÓRICOS:
Ha habido un interés permanente de la Iglesia por las instituciones de estudios superiores. Las
Facultades de Teología fueron uno de los ejes insustituibles de toda Universidad medieval, de tal
manera que sería imposible comprender la cultura de occidente si prescindiéramos de la aportación hecha
por la Iglesia católica.
La secularización llega a las Universidades en los siglos XVIII y XIX, con la supresión de las
Facultades de Teología en las Universidades, que pasan a ser estatales. Se hará entonces una vida
autónoma de las Facultades de Teología que siguen bajo la organización eclesiástica y aparecerán las
primeras universidades católicas en contraposición a las estatales a principios del siglo XX.
Pío XI con la constitución Deus scientiarum Dominus (1931), provoca un fuerte impacto en la vida de
la Iglesia ya que por primera vez en la historia de la Iglesia se estableció un sistema normativo completo
en lo que se refiere a la enseñanza universitaria impartida por la misma Iglesia. Las Normae quaedam
(1968) de la Sagrada Congregación para la Educación católica vinieron a especificar lo establecido por
Pío XI, acomodándolo a las exigencias del Concilio, tal como proponía Gravissimum Educationis en
el número 11. Por último la Constitución apostólica de Juan Pablo II Ex corde Ecclesiae (1990)
actualizará la regulación aplicando lo establecido en el Código de 1983. En 1995 la Congregación para
la educación católica establecerá su modo de implantación con el «Decreto para aplicar la const. Ap. Ex
Corde Ecclesiae».

141
En la práctica esto no resulta tan sencillo. En España, la Ley de libertad religiosa (5-VII-1980) se recoge de forma
ambigua esta “salvaguarda de la propia identidad”, cuando se pone como clausula “sin prejuicio de los derechos y libertades
reconocidos por la Constitución y en especial los de libertad, igualdad y no discriminación”.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 51

II. CONCEPTO:
En el Código no tenemos una definición de universidad católica, como se nos dio de escuela católica,
pero de los cc. 807 y 809 en su respectiva segunda parte se encuentra una verdadera definición142:
• Promoción de una cultura más alta: esta finalidad de la universidad católica no es específica de
ella, puesto que toda universidad debe tender a esto: cultura que ayude a la elevación de la persona
humana, a la formación de la personalidad. En nuestro caso esta promoción humana debe estar
apoyada firmemente en los valores del humanismo cristiano.
• Mediante la investigación y enseñanza de todas las disciplinas: cualquier disciplina, pero
observando la autonomía entre ellas y su propia metodología y teniendo en cuenta la doctrina
católica, siempre bajo la luz de la fe (GE 10a)143.
Sí aparece la definición en Ex corde Ecclesiae (art. 2-3): se trata de una comunidad de estudios que
enseña e investiga en varios campos, haciéndolo desde la inspiración del ideal católico y que,por tanto
ha de recibir el influjo del magisterio y de la doctrina católica. La unión que mantiene con la comunidad
eclesial se basa en la relación que guarda con la jerarquía según la forma de erección: por un vínculo
formal constitutivo (es la autoridad la que la erige, vgr. La Conferencia Episcopal), erigida por un
Instituto o persona jurídica pública (vgr. un IRR) o de otras maneras por medio de un pacto institucional
con la autoridad competente.
Parece que el concepto de universidad católica haría referencia a aquellas universidades dedicadas a
cualesquiera ciencias humanas, en contraposición con las estrictamente eclesiásticas. El término
“católico” sería tomado en sentido práctico usual y se fija más en el carácter eclesial del centro y en
el estilo de enseñanza, más que en la materia de enseñanza.
III. DERECHO DE LA IGLESIA:
La Iglesia tiene derecho de erigir y dirigir universidades (c. 807 §1). Al decir Iglesia el canon se refiere
a cualquier fiel cristiano, bien individualmente bien de forma asociada. Si se trata de una persona
jurídica pública habrá que ver los estatutos que la rigen en cada caso particular144. No significa esto que
todas las universidades hayan de tener estatutos aprobados por la Santa Sede145, aunque esto sí se exija
expresamente cuando se trata de facultades eclesiásticas (c. 816) 146.
Para que tenga el título de católica debe tenerse en cuenta lo que se decía al hablar de las escuelas
católicas: ninguna universidad aunque “realmente” sea católica, lleve ese título sino es con el
consentimiento de la autoridad eclesiástica (c. 808). Sólo la autoridad competente puede dar este título,
siempre que reúna los requisitos pedidos respecto a profesores y doctrina y éste por escrito.
Las Conferencias episcopales (c. 809) deben procurar que existan dichas universidades católicas en su
territorio pero con dos condiciones: si es posible sea por el aspecto económico o político; si conviene,

142
Tomada de GE 10a.
143
En la Plenaria, varios Padres objetaron que no había conceptos claros, especialmente en sus diferencias con el
capítulo siguiente. La respuesta de la secretaría fue confusa, aludiendo a los cánones 807 y 814, a los que no se referían los
Padres (Comm. 15 (1983) 102, ad tit. y ad cap.)
144
En la Plenaria un Padre preguntó ¿a quién en concreto le corresponde este derecho? La respuesta de la secretaría
fue que cualquier bautizado puede erigir universidades católicas con este fin específico (Comm 15 (1983) 103, ad 762).
145
Así lo afirma el comentario de Navarra, fundamentando esta posición en el v.c. 1376 §2.
146
Aunque el esquema de1980 decía que el título de “católica” sólo lo podía dar la Santa Sede, se cambió en la
redacción final para ser promulgado como está. (Comm. 15 (1983) 103, ad 763).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 52

pues puede haber ya otra católica o no católica pero óptima. En cualquier caso se retiene la importancia
de la universidad como forma de acercamiento de la fe y de la cultura a un nivel institucional, que
favorece a la misma sociedad y que -planificada adecuadamente- alcance a todos los sectores
fundamentales de la enseñanza147.
La Conferencia Episcopal y el obispo diocesano (c.810 §2) tiene el oficio y derecho de vigilar que en
las mismas universidades se observen con fidelidad los principios de la doctrina católica. El canon no
dice qué ha de hacerse cuando no se observa la doctrina. Esto debe estar previsto en los estatutos
particulares148.
La autoridad competente deberá procurar que en las universidades católicas, aún en las privadas, exista
una Facultad, un Instituto o al menos una Cátedra de Teología (c. 811 §1/ GE 10b) en donde se
explique convenientemente la doctrina católica incluso a los alumnos seglares. Cuando se hace mención
expresa a los laicos es porque se entiende que las materias han de ser acomodadas a ellos, si no todas,
algunas más concretas como la liturgia o la pastoral, de modo que comprendan estas materias desde su
propia vocación (229 §2). La existencia de esto mismo en las universidades civiles, dependerá de los
acuerdos que existan con los estados o con las propias universidades, por esta razón no se incorporó en
el canon aunque algunos padres lo solicitaron149.
En todas las universidades católicas se han de tener lecciones teológicas que estén en conexión con las
diferentes disciplinas de las facultades (c. 811 §2). Es una buena prescripción ya que, al relacionar los
asuntos de forma interdisciplinar, se mejora la educación. Algunos cursos interesantes al respecto serían:
bioética, libertad religiosa, doctrina social de la Iglesia, moral sexual...

IV. LOS PROFESORES:


Para el nombramiento de profesores (c. 810 §1) la universidad ha de tener y regirse por sus estatutos,
aprobados por la autoridad competente, que serán los que regulen el nombramiento y remoción del
profesorado, según las condiciones establecidas por el derecho150.
En cuanto a las cualidades se debe procurar que tengan buenas cualidades intelectuales y morales -en
fidelidad a la doctrina católica-, con un buen nivel técnico y pedagógico y con una vida coherente con
la fe. Todo esto ha de aparecer en los estatutos para evitar problemas.
Se reafirma la necesidad del mandato (c. 812) cuando se trata de ser profesor de cualquier disciplina
sagrada, para el resto de las materias no es necesario. La diferencia es clara: la garantía de la transmisión
de la fe es la Jerarquía, por tanto ella es la que debe juzgar la idoneidad o no del responsable de
enseñarla.
• El mandato no concede ningún derecho que el docente no tenga como simple fiel: el docente enseña
las disciplinas teológicas bajo su propia responsabilidad y en nombre propio, con la libertad que se

147
Pío XII (2-VII-1949) erigió a este efecto una Federación de Universidades católicas, actualmente bajo la
Congregación de Seminarios e Institutos de Estudios AAS 42 (1950)385-387.
148
Nos parece un comentario muy adecuado el de Coriden -comentario de USA- cuando dice que no se trata de una
propiedad ni acto de gobierno, ni de jurisdicción. El acto de vigilar es un control, una vigilancia pastoral general, benigna, que
supone la comunicación y acuerdo con las autoridades universitarias; comunicación amigable para que las cosas marchen en
orden. No se trata de una relación adversa, ni inquisitorial, ni autoritaria.
149
Comm 15 (1983) 104, ad 766).
150
El esquema de 1980 añadía que la Conferencia Episcopal y el obispo diocesano tenían el derecho y deber de exigir
la remoción de los profesores, pero se suprimió (Comm. 15 (1983) 103-104, ad 765).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 53

le reconoce como derecho. Consiste en garantizar el mínimo de intervención de la autoridad, cuando


se trata de enseñar las disciplinas sagradas.
• La autoridad competente para conceder el mandato es el obispo porque son ellos los maestros de
la fe151, comúnmente el Obispo del lugar donde se encuentra el Instituto para que se conserve la
comunión en su diócesis (c. 753). Esta potestad puede concederla la Conferencia Episcopal, el Gran
canciller o su delegado152.
• El canon se refiere a los que enseñan, no al instituto o universidad, que puede o no tener
personalidad jurídica pública y se concede a los que enseñan establemente (“tradunt”)153. Para
recibir este mandato son hábiles también los laicos (229 §3)154.
V. EL CUIDADO PASTORAL:
El cuidado pastoral de las universidades católicas queda encomendado al Obispo diocesano (c. 813),
empleando los medios que crea más convenientes, como la erección de una parroquia personal (c. 518),
antes reservada a la Santa Sede, o de una capellanía universitaria (c. 564) y la planificación de una
pastoral universitaria inserta en el plan pastoral de la diócesis, auxiliándose para ellos de sacerdotes,
religiosos y seglares bien capacitados (GE 10).

LAS UNIVERSIDADES Y FACULTADES ECLESIÁSTICAS


Esta materia venía regulada hasta el momento tanto por el CIC como por la Cons. Ap. “Sapientia
Christiana” (1979), con algunos cambios introducidos por documentos posteriores: el decreto Novo
Codice de la Congregación para la Educación católica en 2002 reforma los estudios de Derecho
canónico ampliando los estudios de dos a tres años e incluyendo el latín como materia obligatoria en
todos los cursos y niveles. De la misma Congregación son el «Decreto de Reforma de los estudios
eclesiásticos de Filosofía» (2012) y la «Normativa per l’Istituto di Scienze Religiose» del 12 de mayo
de 1987, revisada y modificada posteriormente en 2008 con la «Instrucción sobre los Institutos
Superiores de Ciencias religiosas».
La Const. Ap. “Veritatis gaudium” del Papa Francisco (2017) nace con vocación de establecer un
nuevo marco jurídico para la regulación de las Universidades y Facultades eclesiásticas más acorde
con el espíritu del Concilio Vaticano II, incorporando las disposiciones normativas que han ido
emanando en este período, “teniendo en cuenta, al mismo tiempo, el desarrollo de los estudios
académicos de estos últimos decenios, y también el nuevo contexto socio-cultural a escala global, así
como todo lo recomendado a nivel internacional en cuanto a la aplicación de las distintas iniciativas a
las que la Santa Sede se ha adherido”.
I. DEFINICIÓN:
Se define facultad o universidad eclesiástica por sus fines (c. 815):
- La investigación de las disciplinas sagradas o aquellas disciplinas conexas: con una metodología

151
CD 2; 11-13; LG 21; 25.
152
Aunque la SC prevé esta delegación en la práctica puede causar conflicto.
153
La misma Sapientia, al hablar de las cualidades las exige a los profesores estables.
154
Distinguir potestas (los laicos tienen por el bautismo la capacidad de ser llamados por los pastores a los oficios
eclesiásticos no clericales (c. 129 § 2) pero sin que esto constituya un derecho, porque se trata de una cooperación al ministerio
propio de los pastores), de la missio canonica (el ejercicio por el cual la jerarquía asocia a los laicos a ciertas funciones que están
ligadas al oficio de los pastores, de tal manera que en el cumplimiento de dichas funciones los laicos están totalmente
subordinados a la dirección de la jerarquía. No se actúa en nombre propio sino en el de la autoridad); del mandato de enseñar
disciplinas teológicas (no es en el sentido de “precepto” ni de “representante del mandatario” ni de “permiso para actuar”, no
confiere potestad de gobierno, ni tampoco aúna un mandato de enseñar en nombre de la autoridad que concede el mandato). (G.
Ghirlanda, Potestà sacra, in: Nuovo dizionario de Diritto Canonico, Milano 1993, 811. F. J. Urrutia, Mandato d’insegnare
discipline teologiche, in: Nuovo dizionario de Diritto Canonico, Milano 1993, 661-664).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 54

científica e interdisciplinar que promueva una formación intelectual integral155, un diálogo con los
hermanos separados y que responda al progreso de las demás ciencias. De este modo se conseguirá
una mejor “racionalización de la fe”156.
- La instrucción científica de los estudiantes que se dedican a estudiar estas materias, no sólo para
el ministerio sacerdotal, sino también para la capacitación de futuros profesores o investigadores
(GE 11). Así los alumnos podrán adquirir una mayor inteligencia de la Revelación, estarán
preparados para un apostolado intelectual y podrán responder a los problemas suscitados por la
cultura contemporánea.
II. RÉGIMEN:
Es un derecho propio (c. 815) que nace de la necesidad de preparar bien a sus ministros para que se
puedan dar las finalidades propias de la Iglesia. Pero no un derecho exclusivo157.
La erección (c. 816 §1): corresponde a la Santa Sede erigir (ella misma las establece) o aprobar (si son
establecidas por cualquier fiel o por un IVC). Se pidió que apareciera la consulta a la Conferencia
Episcopal y aunque se consideró como una práctica muy laudable, no se quiso coartar la potestad de la
Santa Sede en este campo158.
La suprema dirección también le compete a la Santa Sede. No se trata de la dirección inmediata sino
superior que ejerce a través del Gran Canciller y de la Congregación para la Educación católica en los
siguientes apartados:
• Nombramiento o confirmación de rector o director, y decanos-presidentes (VG 18).
• Nihil obstat a los profesores estables (VG 27 §2).
• El Gran Canciller debe enviar cada 5 años un informe de la situación del centro.
• El rector o director debe enviar cada año un informe económico al Gran Canciller.
• Sujeción a la evaluación de la AVEPRO (creada en 2007).
Los estatutos propios y el plan de estudios (c. 816 §2) han de ser aprobados también por la
Congregación para la Educación católica quien deberá aprobarlos también cuando haya una modificación
sustancial159. Contenido de los estatutos:
1. Nombre, naturaleza y finalidad. 6. Grados académicos.
2. Gobierno. 7. El material didáctico e informático.
3. Profesores. 8. Aspectos económicos.
4. Alumnos. 9. Relaciones con otras facultades, institutos, etc.
5. Oficiales (personal administrativo y de
servicios).

155
GE 10. El Concilio (SC 2) afirma también que el estudio de las disciplinas conexas, aunque no tengan relación
directa con la evangelización o la Revelación, pueden tener una influencia importante en la comprensión del hombre o de la
sociedad a la que va dirigida el mensaje del evangelio (vgr. Psicología o Sociología).
156
S. Anselmo: fides quaerens intellectum.
157
Pio XI en la Deus Scientiarum Dominus, expresaba que este derecho también lo poseen los hermanos separados
158
Comm . 15 (1983) 106, ad 772,1. El comentario de Navarra hace una interpretación en tres pasos: constitución,
aprobación y erección, bastante complicada y que creemos no aparece en el Código.
159
En SC 7 se habla de la necesidad de estos estatutos. Las “ordenaciones” posteriores proponían un plan de estudios,
sin añadir normas especiales. En la plenaria del 81 se propuso que se añadiera algo sobre los convenios que existen entre la Santa
Sede y algunas naciones o universidades, pero aquellos se rigen ya por el c. 3 y estos no existen en la práctica. (Comm. 15 (1983)
106, ad 772 §2).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 55

Para que una universidad o facultad eclesiástica pueda dar grados académicos (c. 817) ha de estar por
lo menos aprobada por la Santa Sede. Entre los efectos están los que se refieren a la facultad de enseñar
disciplinas eclesiásticas en facultades o universidades eclesiásticas. No se hace referencia a otros
privilegios antiguos como el birrete o el anillo160.
Otros aspectos del régimen interno (c. 818) se asimilan a los de las universidades católicas en lo
referente a la vigilancia pastoral de la autoridad competente: el nombramiento de profesores (c. 810),
y la pastoral universitaria (c. 813) el mandato para enseñar (c. 812)161. Con respecto a este último, hay
autores (como Urrutia) que opinan -apoyándose en SCh 27.1- que al enseñar en nombre de la Iglesia y
dedicarse a la formación de sus ministros, se trataría más de una missio canónica que de un simple
mandato. La Congregación para la Doctrina de la Fe habla en este mismo sentido al tratar la vocación
eclesial del teólogo162.
En cuanto a la cooperación entre centros (c. 820 / GE 12/ SC 60-64 /ExC 7) no es necesario decir mucho
pues depende de los regímenes internos el que haya esta cooperación -incluso con las universidades
civiles-, como entre las facultades de la misma universidad, pero VG 66 la presente como uno de los
grandes retos actuales. Esto propiciará una mejor interdisciplinariedad, desde el diálogo con otras
ciencias que siempre enriquece.
Los estudiantes (c. 819) han de ser enviados por los obispos o superiores religiosos competentes163,
cuando se trate de estudios eclesiásticos o cuando se quiera ampliar la formación en estudios superiores
especializados, con el fin de ofrecer un mejor servicio a la diócesis o a la Iglesia. En este segundo caso
deberá hacerse una mayor selección. En ambos casos, para evitar problemas posteriores, nos parece
conveniente que haya constancia escrita de dicho envío.
III. LOS INSTITUTOS SUPERIORES DE CIENCIAS RELIGIOSAS:
Los Institutos superiores de Ciencias Religiosas (c. 821) tienen carácter académico pero se diferencian
de la Facultad de Teología en su finalidad: promover la formación teológica de los laicos y prepararles
para la realización de servicios y ministerios o para la enseñanza de la religión católica164.
Este tipo de centros han de ser creados por la Conferencia Episcopal en donde se pueda. A ella le
corresponde la supervisión de los objetivos pastorales del Instituto y la distribución territorial de los
centros. La normativa de 2008 exige unos niveles mínimos de profesores estables y de alumnos en cada
curso para garantizar la permanencia del centro. En el artículo de Moodle puedes encontrar toda la
información al respecto. Estos centros estarán siempre patrocinados por una Facultad de Teología que
supervisará su funcionamiento y que será quien dé el título de diplomado o máster en ciencias religiosas.
El Obispo diocesano también ha de tener esta preocupación. A él le corresponde la salvaguarda de la

160
cc. 250 -para formarse al sacerdocio- 253 -para ser profesor- 378 -idoneidad de los candidatos al episcopado- 478
§1 -elección de vicarios- 1420 §4 -vicarios judiciales- 1421 §3 -jueces- 1435 -promotor de justicia o defensor del vínculo-.
161
En la plenaria se pidió que se añadieran otros aspectos: idoneidad científica de los maestros, efectos de los grados
académicos... La secretaría respondió que eran temas concretos que no correspondían a estos cánones.
162
CDF, instr. Donum Veritatis -sobre la vocación eclesial del teólogo-, in AAS 82 (1990), en el número 1559 dice:
missionem canonicam vel mandatum docendi.
163
Vc. 1380 “es de desear” o la OT 18, GE 10 y AG 16e y la RFIS lo dicen en relación a que se realicen estudios
superiores universitarios en cualquier universidad idónea. El canon menciona únicamente a los religiosos, por una modificación
realizada en el esquema de 1981 (Comm. 15 (1983)106, ad 775), que cambió a la vez ordinario de lugar por Obispo
diocesano.
164
Aparecen aquí aunque en el esquema de 1980 se encontraban dentro de las universidades católicas. La razón
aducida es que son institutos que, por su naturaleza, dependen más de la autoridad eclesiástica (Comm. 15 (1983) 105, ad 770).
SCEC, Normativa per L’IIstituto Superiore di Scienze Religiose (12-V-1987), pro. 7617 /87; Instrucción sobre los Institutos
Superiores de Ciencias Religiosas" (28 de junio de 2008).
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 56

fe, la selección del personal docente, el régimen económico y ejercer las funciones de “gran canciller”.
Parece claro que es recomendable igual que estos institutos, los seminarios diocesanos se afilien a
facultades eclesiásticas para mejorar el nivel de enseñanza y para poder dar títulos oficiales.

TEMA 5: LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Pío XII, lit. Ency. Miranda prorsus (8-IX-1957), in: AAS 49 (1957) 765-805; Juan XXIII, ep.
Nostra patris, in: AAS 53 (1961) 491-495; Concilio Vaticano II, decreto Inter Mirifica; PCICS,
Instr. Conmunio et progressio, in: AAS 63 (1971) 593-656; SCDF, Notificación sobre la situación
del Índice de libros prohibidos (14-VI-1966), in: AAS 58 (1966) 445 y Decreto interpretativo (15-
XI-1966) ibid. 1186; Nova agendi ratio in doctrinarum examine (15-I-1971), in: AAS 63 (1971)
234-236; Decreto Ecclesiae Pastorum (19-ÍII-1975), in: AAS 67 (1975) 281-284; CDF,
Instrucción sobre algunos aspectos relativos al uso de los instrumentos de comunicación social
en la promoción de la doctrina de la fe (30-III-1992), in: Comm. 24 (1992) 18-27; PCCS,
Criterios de colaboración ecuménica e interreligiosa en el campo de las comunicaciones sociales
(4-X-1989), in: EV 11/ 2657-2679; SCRIS, carta Accade non di rado (5-XII-1985), in: EV
supplementum I/ 1073-1080; PCUC, Guidelines for interconfessional cooperation in translating
the Bible (2-VI-1968), in: EV 10/2266-2319.

I. TÍTULO:
El tema ha cambiado con respecto a la legislación anterior: Título XXIII del libro III De la censura
previa de los libros y de su prohibición (índice de libros prohibidos). Mediante una notificación de la
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (14-VI-1966) se abolió el Índice; la misma Congregación
en un decreto posterior (15-XI-1966) abrogaba los cánones referidos a los libros prohibidos por el
derecho y las penas contra lectores y editores (vc. 1399 y 1238).
También ha cambiado la mentalidad: los mass media son importantes, con gran influencia en la sociedad
y necesarios también para la evangelización. La nueva legislación no se presenta recelosa y anima a la
responsabilidad personal, aunque no deja de lado su función de velar por el uso adecuado de ellos y la
recta transmisión de la doctrina:
Entre los maravillosos inventos de la técnica... sobresalen aquellos que por su naturaleza no sólo pueden
llegar a cada uno de los hombres, sino a las multitudes y a toda la sociedad humana, como la prensa,
el cine, la radio, la televisión y otros que, por ello mismo, pueden llamarse con toda razón medios de
comunicación social. La Madre Iglesia reconoce que estos instrumentos, rectamente utilizados, prestan
ayuda valiosa al género humano... sabe también que los hombres pueden utilizar tales medios contra
los mandamientos del Creador y convertirlos en instrumentos de su propio daño... La Iglesia católica...
considera parte de su misión servirse de los instrumentos de comunicación social para predicar a los
hombres el mensaje de salvación y enseñarles el recto uso de estos medios. A la Iglesia, pues,
corresponde el derecho natural de usar y poseer todos los instrumentos de este orden en cuanto sean
necesarios o útiles para la educación cristiana... y corresponde a los sagrados pastores el deber de
instruir y gobernar a los fieles de modo que éstos, sirviéndose de dichos instrumentos, atiendan a su
propia perfección y salvación, así como a la de todo el género humano. Por lo demás, corresponde
principalmente a los laicos penetrar de espíritu cristiano esta clase de medios a fin de que respondan
a la gran esperanza del género humano y a los designios divinos (IM 1-3).
Debido a que después del primer canon los demás tratan de los libros (excepto el 831 §2 que habla de
la radio y TV), un padre en la plenaria del 81 calificó el título de insuficiente y negativo, como casi
vacío, repetición del canon 747. La Secretaría aceptó la observación y pidió que se estudiara nuevamente
pero al final quedó como estaba.
II. EL USO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL:
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 57

El Código propone dos cosas (c. 822): el mandato de que los pastores usen los medios de comunicación
social en el ejercicio de su misión (“satagant” es más que una exhortación); y que ellos mismos
enseñen a los fieles para que éstos vivifiquen e imbuyan de espíritu cristiano los medios de
comunicación social -se entiende los que no pertenecen a la Iglesia-, como ha de suceder en cualquier
otra profesión temporal.
Todos los fieles, pero especialmente los que tienen parte en la ordenación de estos medios de
comunicación social, han de prestar su ayuda para que la Iglesia ejerza eficazmente su misión por medio
de estos instrumentos (IM 13).
III. OBLIGACIÓN Y DERECHO DE LOS PASTORES:
La vigilancia (c. 823)165 es una misión que se funda en el derecho divino y cuyo objeto es que las
verdades de fe o de costumbres no sean mal interpretadas u obscurecidas. Los pastores que tienen esta
obligación y derecho son cada uno de los obispos diocesanos, los reunidos en concilios particulares
o también las Conferencias Episcopales (c. 753) y a la autoridad suprema de la Iglesia, sea el Romano
Pontífice o el Concilio Ecuménico166.
La Congregación para la Doctrina de la Fe ejerce una dirección suprema en nombre del Romano
Pontífice y es la referencia en cuestiones que sobrepasen la competencia episcopal y ámbito de consulta
para las cuestiones más relevantes en materia doctrinal167.
Es parte esencial de su ministerio de modo que pueden llegar a exigir -incluso por medio de un precepto
singular (c. 49)- que los fieles sometan a su juicio los libros que se refieran a fe o costumbres antes de
ser publicados -la palabra censura no existe en el texto aunque ciertamente lo es-, o prohibir la
publicación de los que se consideren dañinos.
• Aunque los comentadores del Código de 1917 consideraban como natural el derecho de la Iglesia
a la censura de los libros, en la actualidad esta función podría interpretarse como una disposición
contraria a la libertad de expresión salvaguardada en los cánones 212 §3 y 218.
• Se puede responder afirmando que el derecho de la libre expresión debe estar vigente ciertamente
en la sociedad civil, pero no se puede aplicar del mismo modo a la comunidad eclesial. La
participación en la comunidad de la Iglesia conlleva la asunción de unos derechos y de unas
obligaciones dentro de ella (cc. 211-213.217-218). La afirmación sin límites de la libertad de
expresión haría que cayéramos en el subjetivismo y la interpretación personal de las realidades de
fe, lo que provocaría la ruptura de la comunión (cc. 208-209).
Algunos autores proponen otros medios para realizar esta vigilancia, como la simple reprobación de los
libros ya editados (podría resultar contraproducente por la inmadurez de los fieles que la convierten en
propaganda); o someter los libros a discusión entre los autores o escritores y peritos especializados
(como sugiere el comentario de USA) pero esto supondría considerar en un mismo plano a los teólogos
y la autoridad del obispo -maestro auténtico de fe-, equipararía la libre expresión al libre mercado de
ideas, en el que la idea más aceptada sería considerada como verdadera; y se sustenta sobre un exagerado
optimismo al creer que de esta discusión al final prevalecería la verdad, lo que no siempre sucede.
La reprobación a la que se refiere el canon es de derecho eclesiástico, es un instrumento para proteger

165
Es un oficio que se fundamenta en la misma misión de la Iglesia y la función de los pastores en ella (c. 747 §1),
y en ese oficio peculiar se fundamenta el derecho de los fieles a recibir integralmente las verdades reveladas (c. 213 y LG 37a).
166
Así sucedió, por ejemplo, en el Concilio de Trento, en la sesión “De reformatione” que trató sobre la Sagrada
Escritura (Denz.1508 / 786).

167
PB 48-55; CDF, Instrucción sobre algunos aspectos relativos al uso de los instrumentos de comunicación
social en la promoción de la doctrina de la fe (30-III-1992), in: Comm. 24 (1992) art. 5.
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el derecho divino de vigilancia. El sentido de la reprobación ha cambiado pues en el Código de 1917 no


era una simple reprobación sino una prohibición con efectos jurídicos (vc. 1398): los libros prohibidos
no podían ser editados, ni leídos, ni conservados, ni vendidos, ni traducidos a otro idioma, ni
comunicados a otras personas de ninguna manera. Tenían que ser destruidos. Hoy se entiende como un
aviso a las conciencias sobre la peligrosidad de un libro.
Puede ser de utilidad en la tarea episcopal de vigilancia la creación de comisiones doctrinales a nivel
diocesano o a nivel de la Conferencia Episcopal o la colaboración de instituciones como las
Universidades o Facultades eclesiásticas.
IV. LA LICENCIA O APROBACIÓN DE LOS LIBROS:
Los cánones hablan indistintamente de los dos conceptos -licencia o aprobación-, incluso se identifican
en algún momento (824 §1 y 829). Lo importante para nosotros es destacar la defensa del derecho de la
Iglesia de vigilar la doctrina que se pretende con esta normativa.
• Se entiende por licencia la garantía de que los que está escrito en el libro no es contrario a la fe. Esta
licencia (“imprimatur”) se obtiene habitualmente después del “nihil obstat” del censor y permite la
publicación del libro.
• La aprobación supone, por su parte, un juicio positivo de valor sobre la publicación y por ello ha
de intervenir la Conferencia Episcopal o la Santa Sede, por tratarse de libros de una especial
materia o categoría, dada su difusión e importancia para el territorio nacional. Algunos autores
dicen que la aprobación, a diferencia de la licencia, se da sobre un libro ya publicado.
Se ha de considerar como libro cualquier escrito que tiene como fin ser divulgado para el conocimiento
de la gente. Se incluirían, por tanto, los folletos, pero habría excepciones como en el caso de separatas.
Necesitarían también licencia o aprobación tanto las nuevas ediciones como las traducciones (c. 829),
no así las reimpresiones168.
Corresponde al ordinario del lugar del autor (por incardinación o residencia) o del editor (editorial)169,
pudiéndose elegir cualquiera de los dos. Pero si el primero que hace la revisión negara la licencia, se debe
manifestar la negación ante el otro ordinario. Sin embargo, como no se trata de la petición de una gracia,
sino del ejercicio de un derecho, la ley no impone ningún modo de actuar y en cualquier caso, el
ordinario tiene su propia responsabilidad y no tiene por qué atenerse a lo que diga el otro ordinario170.
Respecto a si el obispo necesita aprobación para editar un libro fuera de su diócesis, la respuesta fue
negativa, pues es un auténtico maestro de la fe. En el caso de los miembros de Institutos Religiosos (c.
832) necesitan además la licencia del superior mayor según las constituciones. Incluso el superior puede
exigir que su licencia preceda a la del ordinario de lugar.
V. NORMAS SOBRE APROBACIÓN O LICENCIA EN PARTICULAR (cc. 825-829)
Los libros de la Sagrada Escritura, tanto en lenguas originales como en lenguas vernáculas pueden
ser aprobados por la Santa Sede o la Conferencia Episcopal, en el segundo caso necesariamente

168
Podría tratarse de modificaciones pequeñas pero sustanciales, o el caso de libros antiguos que deben adaptarse a
la mentalidad y doctrina actual de la Iglesia, aunque fueran aprobados en el pasado.
169
Ya no aparece la disposición del v.c. 1385 §2 acerca de los impresores.
170
Es una norma general que se debe aplicar siempre aunque no aparezca expresamente en el canon (Comm. 15 (1983)
106-107, ad 779) y la aconsejan la prudencia, la búsqueda de la necesaria concordia en la comunidad eclesial y la educación más
elemental, aunque el fundamento no sea el canon 65 §1 citado por algunos autores como razón.
De Ecclesiae munere docendi
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acompañadas de notas de los traductores171 y si se trata de ediciones ecuménicas irán acompañadas de


las convenientes explicaciones172.

Los Libros litúrgicos, en su edición típica latina es competencia exclusiva de la Santa Sede así como
en las adaptaciones realizadas por las Conferencias Episcopales que han de ser revisadas
(recognoscere) por la Sede Apostólica. Las traducciones o versiones en lenguas vernáculas de los mismos
corresponde a las Conferencias episcopales, precisando la “confirmación” (confirmatio) de la Sede Apostólica, y
no ya la recognitio. El Papa Francisco con la Carta Apostólica en forma motu proprio “Magnum
principium”, de 3 de septiembre de 2017 ha modificado el c. 838 CIC. en sus números 2 y 3. A
diferencia de la recognitio, que supone un examen detallado palabra por palabra, para revisar y valorar
las adaptaciones de modo que se salvaguarde la unidad sustancial del rito romano y el cumplimiento de
la ley, la confirmatio no es una intervención alternativa en el proceso de traducción, sino un acto
autoritativo por el cual la Congregración para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
ratifica la aprobación de los Obispos, dejando la responsabilidad de la traducción, supuesta fiel, al
munus doctrinal y pastoral de la Conferencia de los Obispos. La confirmatio supone una evaluación
positiva de la fidelidad y de la congruencia de los textos elaborados con respecto al texto típico latino,
teniendo en cuenta sobre todo los textos de mayor importancia.
Para las nuevas ediciones deberán contar con el testimonio de conformidad con el original dado por el
ordinario del lugar. Y esto aunque se trate de una parte del libro litúrgico como puede suceder con las
“hojas dominicales”.
Catecismos diocesanos y libros de temática religiosa (Sagrada Escritura, Teología, Derecho Canónico,
Historia de la Iglesia, Moral u otras materias afines) son competencia del Ordinario del lugar 173. Si se
proponen como manual para el estudio en centros oficiales (seminarios, facultades o universidades),
deberán contar con la licencia o aprobación del Ordinario. Y aunque no hayan sido propuestos como
libros de texto, es muy conveniente que se sometan al juicio del Ordinario.
Con respecto a los textos de religión católica para los centros de enseñanza se precisa frecuentemente
el dictamen previo de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis (o similar) antes de que el
ordinario diocesano proceda a otorgar la oportuna licencia eclesiástica174.
Los oracionales, devocionarios (triduos, novenas) de uso privado y cantorales pueden ser aprobados
por el ordinario del lugar. No hay que desestimarlos porque tiene mucha difusión y pueden formar o
deformar la mente de los fieles. Las estampas no necesitan licencia del ordinario si no contienen
oraciones.
Se prohíbe exponer, vender y obsequiar libros en iglesias u oratorios que no tengan la licencia o la
aprobación de la autoridad eclesiástica, porque podrían ser considerados como válidos al ser ofrecidos
en un lugar sagrado.
Se prohíbe así mismo publicar colecciones de actas, decretos, u otros documentos de la autoridad
eclesiástica (c. 828) sin su permiso. Parece que esta prohibición va en la línea de los derechos de autor,
con lo que este no sería el lugar más apropiado para el canon.

171
El v.c 1391 prescribía que las explicaciones fueran sacadas principalmente de los Santos Padres o de escritores
doctos y católicos. Hoy no se hace mención de esta prescripción, y es evidente que en las últimas ediciones se ha dado libertad
a los traductores para que incorporen las últimas aportaciones de la exégesis e incluso hay ediciones de marcado carácter
catequético o pastoral.
172
Directivas del SCDF del 1-VI-1968.

173
Queda salvo lo dicho con referencia a los catecismos nacionales y universales.
174
Acuerdo tomado en la XXXIII Asamblea Plenaria del Episcopado Español (noviembre de 1980).
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VI. LOS CENSORES:


El ordinario de lugar puede elegir libremente a la persona, con tal que tenga las debidas cualidades de
ciencia (acerca del tema del que se trata), recta doctrina y prudencia (c. 830) 175. Ya no está en vigor la
norma del vc. 1393 §1 que exigía un oficio de censor en la curia.
La Conferencia Episcopal también puede hacer una lista de censores para todo su territorio aunque esta
posibilidad parece poco útil salvo el caso de que no haya especialistas en las diócesis sobre determinadas
materias, incluso puede nombrar una comisión cuando se trata de publicaciones especialmente delicadas
(vgr. catecismos, versiones ecuménicas...).
Su función176 es la de dar un juicio acerca del libro, si está conforme con la doctrina de la Iglesia en
lo que se refiere a fe y costumbres, tal como se expone en el magisterio auténtico de la Iglesia. No juzga
al autor por lo que debe evitar toda acepción de personas, juzgando con equidad sin detenerse en ver
quién es quien lo escribe. Recordar, además, que el censor no es juez de las doctrinas disputables177.
La sentencia la da, por su misma naturaleza, el ordinario del lugar, porque se trata de un derecho del
autor (concedat). Pero el canon previene pro suo prudente iudicio porque es obligación suya vigilar. El
censor es un auxiliador, pero la última palabra la tiene el ordinario del lugar que puede modificar el voto
del censor.
El modo de darla ha de ser por escrito -por el influjo que tiene la aprobación en el foro externo y por
la naturaleza del acto administrativo (cc. 37 y 51). Si se niega la licencia además se deben consignar las
razones de la denegación, bien para que el autor se explique mejor, lo corrija o para que tenga la
oportunidad de recurrir si no está de acuerdo con la interpretación del censor178. El recurso administrativo
se hará ante la CDF a tenor de los cánones 1732-1739.
Ha de ponerse en el libro con el nombre del ordinario que concede la licencia, el día y lugar de la
concesión. No sería suficiente una referencia genérica, como con licencia eclesiástica179. No es necesario
que aparezca el nombre del censor (vc. 1393 §4) porque no interesa a la comunidad.
¿Puede negarse la licencia porque el contenido no sea oportuno? En rigor no se puede. La única razón
sería que se encuentre algo contra la doctrina; en caso de falta de oportunidad, el ordinario sólo
comunicaría esa inoportunidad y a lo más dar la licencia bajo determinadas condiciones que eviten los
posibles peligros de escándalo o confusión180.
Los efectos: si es aprobado, puede publicarse, es una garantía para la comunidad y puede difundirse en
la iglesias y oratorios. Si no es aprobado no puede publicarse, es sospechoso de error y no puede
difundirse.

175
El v.c. 1393 hablaba en términos de edad, erudición y prudencia. Nos parece más adecuada la actual formulación.
176
Esta función queda muy bien explicitada en las normas de la SCDF del 15-I-1971, in: AAS 63 (1971) 234-236.
177
El canon actual expresa mejor la prescripción del vc. 1393 §2 en donde sólo se hablaba de los dogmas de la Iglesia
y de la doctrina común; en el canon actual se omite -y con razón- el §3 del vc. acerca de aprobar o reprobar la doctrina.
178
Ya no existe las restricciones que se encontraban en el vc. 1394 §2 que ponía como condición para decir las
razones, la petición del propio autor y con razones graves.
179
Según la interpretación auténtica del Pontificio Consejo para la Interpretación de los textos legislativos, del 20-VI-
1987, in: AAS 79 (1987) 1249.

180
CDF, Instrucción sobre algunos aspectos, oc. 8 §4.
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VII. OTRAS NORMAS PASTORALES:


Se prohíbe escribir absolutamente nada en folletos o periódicos volantes que suelen atacar
manifiestamente la religión o las buenas costumbres (c. 831). Esta peculiaridad no existía en el anterior
Código y es muy oportuna para evitar el escándalo -parecería una colaboración en el mal- y evitar ciertos
equívocos -como pensar que ese periódico o revista no son tan malos o no tiene importancia colaborar
con ellos-. Aunque es una prohibición relativa: “nisi et rationabili de causa”. Son los laicos los que
deben juzgar al respecto. Los clérigos y religiosos necesitan el permiso del ordinario del lugar.
El uso de la radio y la televisión por parte de clérigos y religiosos se ajustará a las normas dadas por la
Conferencia Episcopal, siempre que hablen en materia de fe y costumbres. Para España las normas fueron
dictadas en 1986181.
Las editoriales católicas tienen una especial responsabilidad: no deben publicar escritos que carezcan
de licencia cuando sea preceptiva, no deben cooperar con publicaciones contrarias a la fe y deben
someterse -como obras de apostolado que son- a la vigilancia del obispo diocesano182. Si pertenecen a
un Instituto religioso el superior deberá vigilar para que se respeten fielmente las normas canónicas 183.

181
BOCEE 3, 1986, 115-116.

182
CDF, Instrucción sobre algunos aspectos, oc. art. 14-15.18.
183
Ibid. art.16 §5.
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TEMA 6: LA PROFESIÓN DE FE

CDF, Professio Fidei et Iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio nomine Ecclesiae exercendo
(9-I-1989), in AAS 81 (1989) 104-106; Nota doctrinalis “Professio Fidei” formulam extremam
enucleans (29-VI-1998), in: AAS 81 (1989) 1169.

I. SIGNIFICADO DE LA PROFESIÓN DE FE:


Siguiendo la enseñanza de Wernz-Vidal la profesión de fe es un acto de religión y de adoración: descubre
a los que no tienen fe y aumenta la fe en los que ya la profesan184:
• No es la profesión de fe que todo creyente debe hacer, sino un especial juramento de fidelidad
personal.
• Nunca puede ser delegada: no sería válida haciéndola por procurador.
• Se debe hacer leyendo la fórmula ante la persona indicada por el canon (parece que debe ser un
sacerdote, aunque no prohíbe expresamente que el delegado sea un laico).
• Es una respuesta lógica del creyente cuando lo pide alguna circunstancia especial (vgr. una provisión
de oficio).
• En la tradición de la Iglesia ha estado siempre presente en momentos solemnes y se recoge incluso
en la liturgia de la Vigilia Pascual y en la ceremonia bautismal.
• La vinculación es de obligación para obtener ciertos oficios, dignidades o cargos, pero no es para la
validez como ocurría en el v.c. 438.
La fórmula ha de ser la aprobada por la Santa Sede: la primera fue la fórmula tridentina encargada por
el Concilio y elaborada por Pío IV en 1564 y que recogió el CIC 1917, añadiendo el juramento
antimodernista mandado por Pío X en 1910. La fórmula fue modificada por la SCDF en 1967, haciéndola
más simple y concisa185. La última modificación se ha realizado en 1989186 quedando establecida como
sigue:
- Credo Niceno-constantinopolitano.
- Afirmación de la fe en la tradición de la Iglesia.
- Aceptación del Magisterio de la Iglesia distinguiendo las diferentes actuaciones magisteriales
(doctrina definitiva, doctrina ordinaria, fe y costumbres), y obediencia a la legítima
autoridad.
II. QUIÉNES HAN DE EMITIRLA:
1º. ante el presidente o su delegado, todos los que toman parte, con voto deliberativo o consultivo, en un
Concilio Ecuménico o particular, sínodo de los Obispos y sínodo diocesano; y el presidente, ante el
Concilio o sínodo;

184
En la Plenaria algún padre pidió que se suprimiera ya que no se trataba de un acto de fe sino de una promesa de
cumplir bien el oficio que se encomendaba. La Secretaría no lo admitió alegando que siempre se debe considerar la profesión
de fe como un acto de religión y en cierta relación con el oficio de enseñar (Comm. 15 (1983) 109, ad tit.).
185
AAS 59 (1967) 1058.

186
CDF, Professio Fidei et Iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio nomine Ecclesiae exercendo (9-I-1989), in
AAS 81 (1989) 104-106.
De Ecclesiae munere docendi
Apuntes para uso privado 63

2º. los que han sido promovidos a la dignidad cardenalicia, según los estatutos del sacro Colegio;
3º. ante el delegado por la Sede Apostólica, todos los que han sido promovidos al episcopado, y asimismo
los que se equiparan al Obispo diocesano;
4º. el Administrador diocesano, ante el colegio de consultores;
5º. los Vicarios generales, Vicarios episcopales y Vicarios judiciales, ante el Obispo diocesano o un
delegado suyo;
6º. los párrocos, el rector y los profesores de teología y filosofía en los seminarios, cuando comienzan
a ejercer su cargo, ante el Ordinario del lugar o un delegado suyo; también los que van a recibir el orden
del diaconado;
7º. el rector de la universidad eclesiástica o católica, cuando comienza a ejercer su cargo, ante el Gran
Canciller o, en su defecto, ante el Ordinario del lugar o ante los delegados de los mismos; los profesores
que dan clases sobre materias relacionadas con la fe o las costumbres en cualesquiera universidades,
cuando comienzan a ejercer el cargo, ante el rector, si es sacerdote, o ante el Ordinario del lugar o ante
sus delegados.
8º. los Superiores en los institutos religiosos y sociedades de vida apostólica clericales, según la norma
de las constituciones.
La profesión de fe va unida al juramento de fidelidad en los casos que van del 3-8. En los casos 6-7 basta
que se haga una vez al comienzo del ejercicio del cargo.

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