El Mutuo Mercantil
El Mutuo Mercantil
El Mutuo Mercantil
1. INTRODUCCIÓN
“La Sala de Revisión no observa que se está ante la vía de hecho planteada
por la actora, por la sencilla razón de que el crédito objeto del proceso
ejecutivo hipotecario no es de vivienda sino comercial, y concierne a un local
comercial, local que se persigue en el proceso ejecutivo”.
2. CONCEPTO
La regulación del Código de Comercio no trae definición del mutuo, como sí lo hace el
Código Civil. Aquí el primer problema que se plantea para la exégesis del contrato.
Pero, si damos apertura a otras formas de razonar ante situaciones parecidas, habría que
presentar un criterio autonomista para interpretar la situación planteada por el legislador
mercantil al no definir el contrato de mutuo. Dirían los partidarios de esta forma de
argumentar, que no es posible acudir a la remisión del Código Civil, pues el legislador
mercantil prevé otra cosa diferente. Que, al no estar definido el mutuo en la ley
mercantil, lo que se debe aplicar es el principio de la consensualidad que se contempla
en el artículo 824 del Código de Comercio y que, por tanto, el mutuo en materia
mercantil no es un contrato real, sino consensual. Por ende, la definición del Código
Civil no sería la pertinente para el caso. Habría que definirlo de forma diferente, como
por ejemplo, señalando que es un contrato por el cual una parte se obliga a entregar las
cosas o dineros acordadas a la otra parte para que las consuma y ésta última a restituir
otras tantas del mismo género y calidad.
Escoger entre una u otra concepción aparea consecuencias para la estructura del
contrato, como adelante veremos.
3. FUNCION ECONÓMICA
En la historia de la humanidad siempre han existido los prestamistas; en todas las épocas
mirados con recelo y, en algunas, proscritos por ciertas ideas religiosas. Como negocio
es detestado por muchos. Bastante molesto tener que prestar dinero cuando esa no es la
actividad de la persona. La etapa precontractual de este negocio se desenvuelve en un
entorno confuso. Como respuesta a la solicitud de quién requiere dinero, se dan algunas
sinceras y otras no lo son tanto. Todo depende de quién lo requiera, de la cercanía que
se le tenga, de las circunstancias por la que esté pasando y de la disponibilidad del mismo
eventual prestamista. Por todo ello, pareciera que lo mejor fuera entender la estructura
del mutuo como contrato real; así no habría lugar a ambivalencias ni equívocos.
Si no hay sinceridad en las respuestas que recibe quién requiere el bien objeto del préstamo
de consumo, lo mejor es deducir el contrato solamente hasta la ocurrencia de un hecho,
éste si, inequívoco de lo que quieren las partes: la entrega de los dineros o de los bienes
requeridos por el mutuario.
Si ello es válido en el campo de las relaciones civiles de las personas, por qué no habría
de serlo tratándose de las relaciones mercantiles, así el prestamista sea un profesional o
una institución financiera. Sin duda, el banquero debe promocionar su oficio de
intermediación y, por ofrecer sus servicios, no puede entenderse que va celebrando
mutuos por doquier o incluso por teléfono.
La comunidad sabe que, para acceder a un crédito bancario, es preciso hacer la solicitud
para que se estudie y si el del caso se apruebe. Una vez se den las garantías requeridas y
se firmen los documentos de respaldo, hay lugar a un desembolso y hasta ese momento
estelar no pude hablarse de un mutuo.
¿Qué hay antes de ese momento? Si mucho podrá entenderse una etapa precontractual;
una tratativa, a lo sumo, que debe estar acompañada de la mejor buena fe, de la intensión
seria de caminar hacia el contrato, pero no hay mutuo.
4. CARACTERISTICAS
El mutuo civil siempre es real y, si se acepta la tesis remisionista que antes expusimos,
el mutuo mercantil también lo es. Tomando la definición del Código Civil, este contrato
no se perfecciona sino por la entrega de la cosa dada en mutuo.Para los partidarios del
criterio autonomista, el mutuo mercantil sería un contrato consensual y de allí se
cambiaría toda la estructura del contrato como adelante lo veremos.
Para la Corte Suprema de Justicia, el mutuo mercantil es un contrato real. En este sentido
se ha pronunciado la corporación en varias oportunidades que vale la pena memorar:
3 M.P. José Fernando Ramírez Gómez. Sentencia de 27 de Marzo de l998. Exp. 4798
reglas especiales para su regulación, pero sin definirlo, ni determinar
expresamente sus características o condiciones esenciales, aunque resulta
importante advertirlo, por lo que para el caso interesa, el art. 1169, prevé la
promesa de “dar en mutuo”, norma esta a partir de la cual se deja por sentada
la naturaleza real del contrato de mutuo mercantil, por la posibilidad del
contrato allí autorizado, por cuanto se estima que éste sólo resulta viable frente
a contratos reales o solemnes (Pérez Vives), pues la consensualidad descarta la
promesa misma, porque si ésta en rigor debe contener los elementos del contrato
prometido, el acuerdo sobre los mismos necesariamente estaría perfeccionando
el contrato que se quería prometer. En otras palabras, la promesa y el contrato
consensual prometido se confundirían. De ahí que el ordinal 4º del artículo 89 de
la ley 153 de 1887, expresamente descarte esa posibilidad cuando consagra
como requisito del contrato de promesa, que se determine de tal suerte el
contrato, que para perfeccionarlo sólo falte “la tradición de la cosa” (contrato
real) “o las formalidades legales” (contrato solemne), quedando así excluido el
contrato consensual. Con todo, se acota, si en dichos textos legales se notara
un silencio normativo, éste más que constituir una aplicación práctica del
principio de la consensualidad que impera en la formación de los contratos
mercantiles, lo que reflejaría sería una laguna, un vacío del legislador, que
debiera llenarse con las reglas señaladas en el párrafo anterior, reglas que,
agotadas en el orden establecido conducirían de manera ineludible a las normas
del derecho común, contenidas en el Código Civil, por conducto de las cuales se
establecería el contenido esencial de tal especie de relación negocial, el cual
conllevaría ineluctablemente a la caracterización real que antes se indicaba.
Empero, para la Corte tampoco es extraña la teoría de la consensualidad que el
recurrente enarbola como pilar de la argumentación, dentro de la cual la
perfección del contrato de mutuo mercantil, requeriría del simple acuerdo de las
partes contratantes, acerca del monto del crédito otorgado, el plazo y las tasas
de remuneración, momento a partir del cual el mutuante queda obligado a la
entrega del dinero. Sin embargo, como ya se anotó, la doctrina nacional
especializada, considera “que el estado actual” de la legislación no permite
atribuirle al contrato de mutuo mercantil otra naturaleza distinta a la de contrato
real, no sólo por el contenido del art. 1169 del C. de Comercio, atrás referido,
sino por la clásica preceptiva del Código Civil, a donde se llega. (Rodríguez
Azuero, Contratos Bancarios, pág. 308 y 309; Bonivento Fernández, Los
principales contratos…, pág. 336).”
“1. Teniendo en cuenta que la censura reprocha que la tradición que reclama
el contrato de mutuo como requisito para su perfeccionamiento, no podía
verificarse “mediante la apertura de ‘cuentas de ahorro condicionadas’ y la
creación de certificados de depósito a término” a nombre del mutuario, como lo
sostuvo el Tribunal (fl. 24, cdno. 7), resulta menester analizar si para la
5 M.P. Jaime Alberto Arrubla Paucar. Sentencia de 12 de Diciembre de 2006. Exp. 00238-01.
“Si el Tribunal, en consecuencia, dejó sentado que el caso giraba alrededor
de un contrato de mutuo comercial, resulta diáfano que las sanciones previstas
en dichas disposiciones no serían aplicables, porque como se dijo, las mismas
eran predicables únicamente de los contratos bilaterales.
Por supuesto que como lo tiene dicho la Corte, el contrato de mutuo “es un
contrato unilateral. Como real, que también es, no se perfecciona sino por la
entrega de su objeto (...). Sin la entrega no hay contrato y sólo por ella él existe,
con ella y por virtud de ella nace. No es jurídicamente admisible la acción
resolutoria. Tanto el artículo 1546 como el 1609 del
C. C. comienza diciendo: ‘En los contratos bilaterales’ para establecer aquél
la condición resolutoria tácita y para establecer éste la mencionada excepción
de contrato no cumplido. Son inaplicables, en fuerza de estas claras y
consabidas nociones, a un contrato unilateral” (sentencia de 3 de junio de
1947, LXII-429).
El artículo 2230 del Código Civil advierte que se pueden estipular intereses en dinero o
en cosas fungibles. Es una posibilidad, pero si nada se dice, no se deben intereses.
Por el contrario, advierte el artículo 1163 del Código de Comercio que, salvo pacto en
contrario, el mutuario deberá pagar al mutuante los intereses legales comerciales de las
sumas de dinero o del valor de las cosas recibidas en mutuo. Ese salvo pacto en contrario,
se puede referir a que las partes estipulen que no habrá intereses en ese mutuo o que los
intereses debidos no sean los legales, sino los que estipulen las partes. Aquí radica la
necesidad de que el legislador intervenga en la materia.
Las partes pueden convenir los términos del contrato, discutiéndolos libremente, o una
de ellas lo pre formula y la otra adhiere. Cuando el mutuo es por adhesión, puede
presentarse el abuso de la posición dominante y aparecer en el texto del contrato
cláusulas abusivas, con la problemática que encierran este tipo de estipulaciones.
En el mutuo civil, si no se fija término para el pago, podrá exigirlo el mutuante, una vez
pasados 10 días subsiguientes a la entrega. 7 Si se estipula que el mutuario pague cuando
le sea posible, le corresponde al Juez fijar un término, atendidas las circunstancias.
Señala el artículo 2229 del Código Civil: “Podrá el mutuario pagar toda la suma
prestada, aun antes del término estipulado, salvo que se hayan pactado intereses.”
La ley mercantil no dice nada al respecto. Se aplica la misma norma civil, por
disposición del artículo 822 del Código de Comercio. Las partes pueden disponer
en contrario.
Cuando la restitución a cargo del mutuario que emerge como obligación derivada del
contrato de mutuo debe cumplirse por instalamentos, suele pactarse que la mora de una
o varias cuotas faculta al acreedor para dar por vencido el plazo de la obligación y, por
ende, puede proceder al cobro de la totalidad restante de la misma. Es lo que se conoce
como la cláusula aceleratoria del plazo en razón de la mora del deudor.
Se discute en la doctrina si una cláusula de este tenor es lícita. Se trata de señalar que
estipulaciones de esta raigambre podrían constituir un verdadero abuso por parte del
acreedor y permitirle que se aproveche de una situación calamitosa del deudor que no
ha podido pagar.
La realidad es que estas cláusulas no están prohibidas y pactarlas hace parte de la esfera
de la autonomía de la voluntad de los contratantes y el respeto a esta autonomía nos lleva
a predicar su licitud.
Es evidente que, si hago uso de la aceleración del plazo y doy por vencido el plazo de la
obligación, es a partir de ese momento que corren los términos de prescripción o
caducidad; lo contrario sería un absurdo, pues partir de ese momento puede hacer el
cobro al deudor por la totalidad y corren intereses de mora.
Advierte el artículo 882 del Código de Comercio que la entrega de cheques, letras,
pagarés y demás títulos valores de contenido crediticio, por una obligación anterior,
valdrá como pago de ésta si no se estipula otra cosa; pero llevará implícita la condición
resolutoria del pago en caso de que el instrumento sea rechazado o no sea descargado de
cualquier manera.
Para que ello no suceda tendría que ocurrir que las partes mutuante y mutuario pacten
expresamente que dicho título valor se entrega en garantía y que no tiene como objeto
pagar la obligación de restitución que tiene el mutuario.
a). Intereses legales. Los intereses legales mercantiles son aquellos cuya tasa
aparece determinada por la ley mercantil y se equipara con el interés bancario
corriente, según lo dispone el artículo 884 del Código de Comercio, y la tasa la
certifica la Superintendencia Financiera.
En materia civil, se fija en un 6% anual (artículo 1617 del Código Civil) y se aplica
a falta de interés convencional o de expresa autorización del interés corriente. Por
ejemplo: en la mora de las obligaciones de dinero (artículo 1617); en las
indemnizaciones del lucro cesante (artículo 1613 del Código Civil); en las
prestaciones mutuas (artículos 964 y 1746).
Nos interesa saber cuál es la limitación que tienen los contratantes para pactar
intereses y, para dar una respuesta adecuada, nos debemos referir
independientemente al régimen civil y al régimen mercantil, pues cada uno nos
ofrece respuesta diferente.
En materia civil hay una norma supremamente clara y expresa que no deja duda
sobre cuál es el límite que la ley señala a las partes para estipular intereses y es el
artículo 2231 del Código Civil:
Tenemos que se permite estipular hasta en un 50% más sobre el interés corriente
y la sanción por exceder a ese límite será la reducción al interés corriente y no al
límite. Éste sería el interés máximo permitido para estipular en todos aquellos
asuntos que tengan la naturaleza de negocios civiles y que dan lugar a los que
podríamos llamar intereses civiles.
Para dar un concepto sobre intereses civiles podemos decir que son los que
consagra el Código Civil para los negocios jurídicos civiles, como por ejemplo
cuando regula el contrato de mutuo, en este evento, dice la ley civil que pueden
consistir en dinero o en cosas fungibles (artículo 2230 del Código Civil).
Hay que advertir que la norma civil antes referida no distingue si se trata de
intereses de plazos o intereses de mora. El citado artículo 2231 se refiere
simplemente al límite para estipular intereses, sin hacer distinción entre intereses
de plazo e intereses de mora.
Por intereses comerciales podemos entender que son los que consagra el Código
de Comercio para los negocios jurídicos mercantiles, como, por ejemplo, el
mutuo mercantil, que por naturaleza es generador de intereses.
Se debe señalar que el texto original del artículo 884 señalaba lo siguiente:
La oscura redacción del original artículo 884 del Código de Comercio dio lugar a
múltiples interpretaciones desde que comenzó la vigencia del código. Una cosa
dijo la Superintendencia Bancaria, ahora Superfinanciera, e incluso ha
modificado su criterio; otra cosa han dicho los departamentos jurídicos de los
bancos y las entidades financieras; otra ha dicho la Corte Suprema de Justicia y
otras dicen los diferentes estudios de la materia.
El texto actual que introdujo la Ley 510 de l999 ha descargado la gran tensión que
produjo en el país el texto anterior, aunque no soluciona todos los problemas, ya
que no supera del todo las discusiones que se plantearon con el texto original,
pues sigue la duda de cuál es el límite para pactar intereses durante el plazo. 8
Como se puede observar, frente a esta pregunta que nos hemos realizado, existe
un abanico de criterios y todos con fundamentos muy respetables.
Lo único que se hizo con la reforma fue cambiar parte del texto. Lo que antes
decía que el límite para el interés moratorio era el doble del bancario corriente se
varió por la expresión “una y media vez” (150%), que es lo que dice ahora. En lo
demás, la norma sigue igual, lo que quiere decir que hay vacío o hay mala
redacción. Por lo tanto, la norma actual no solucionó los problemas causados por
su antecesora. No se sabe exactamente cuál es el límite para los intereses de plazo.
El país viene entendiendo que es el mismo límite que existe para la mora, lo cual
no consideramos lógico. Un estado es el de plazo de la obligación y otro muy
diferente es encontrarse en mora y ello tiene que implicar consecuencias
diferentes para el deudor.
d). Intereses moratorios: son aquellos que debe el deudor desde el momento en
que se constituye en mora de pagar una suma de dinero, hasta el momento en que
se soluciona o paga esa obligación.
8 Ver los diferentes criterios en Arrubla Paucar, Jaime Alberto. Régimen Legal de los Intereses.
Contratos Mercantiles. Tomo I, Dike. 2006.
que “...si las partes no han estipulado el interés moratorio, éste será del doce por
ciento anual, y en cuanto sobrepase esta rata, quedará sujeto a reducción”.
Si el legislador hubiese querido referirse sólo al interés de mora, le habría bastado
transcribir el texto del proyecto, pero lo varió, indudablemente para señalar límite
a ambos tipos de interés y además establecer la sanción de pérdida total de
intereses para el evento de sobrepasar esos límites. Por lo tanto, consideramos que
no existe vacío en el Código de Comercio.
e). Sanción por sobrepasar esos límites. Si se sobrepasa el límite máximo que
autoriza el artículo 2231 del Código Civil para el interés en general, la sanción
será la reducción al interés corriente.
El texto original del artículo 884 del Código de Comercio se refirió a la pérdida
y tuvo múltiples interpretaciones como quedó visto en los diferentes criterios, que
iban desde entender que era la de pérdida total de los intereses de plazo y de mora,
hasta la reducción.
Ahora nos preguntamos ¿cuál es el límite de las partes para pactar intereses
de mora?
El texto original del artículo 884 del Código de Comercio señalaba como límite
para convenir intereses de mora el doble del interés corriente bancario.
En nuestra opinión, con el texto original del artículo 884 se podían pactar
intereses moratorios hasta del doble del interés corriente bancario, así se
superare el doble de los intereses convencionales de plazo, pues la norma no
lo prohibió en ningún momento. Hoy, con el nuevo texto, si las partes guardan
silencio sobre el interés moratorio será una y media vez del interés bancario
corriente y no una y media veces del interés convencional.
Con la modificación del texto del artículo 884 que realiza la Ley 510 de 1999 se
cambia en el texto original la expresión “...será del doble...” por “será
equivalente a una y media veces del bancario corriente...”. Así queda establecido
que el límite para pactar intereses de mora es el bancario corriente más un 50%.
Es decir, el mismo límite que según la doctrina de la Superbancaria se tiene para
el plazo. Desaparecen por tanto los efectos jurídicos de distinguir entre el plazo y
la mora, por tener el mismo límite para su estipulación.
A raíz de los problemas que en el campo financiero ocasionó la caída del sistema UPAC
y la crisis hipotecaria nacional, con el agravamiento del costo del dinero para todos
aquellos que solicitaron crédito para financiar su vivienda, se empezó a discutir si dichos
créditos pueden ser revisados, echando mano a la teoría de la imprevisión.
El punto es bien discutible. Lo primero que habría que aclarar es la naturaleza del
contrato de mutuo, pues la teoría de la imprevisión sólo se aplica a los negocios de
ejecución o tracto sucesivo.
Si logramos superar este primer punto, el siguiente sería advertir si el contrato se agotó
o no. La teoría es propia para los contratos en ejecución y no para aquellos que ya se han
agotado. No cabe la teoría en un mutuo donde ya ha ocurrido la restitución, precisamente
por que la razón de la teoría es para equilibrar contrato en curso y no para remedir
situaciones de inequidad ocasionadas por un contrato concluido.
En este aspecto juega un papel importante el hecho de que el mutuario haya pagado su
obligación de restitución entregando un título valor, pues en tal caso, no habría lugar a
la aplicación de la teoría.
Superado este segundo aspecto, habría que analizar si se ha presentado una circunstancia
extraordinaria imprevisible e insuperable para las partes. Tendría que tratarse de un
hecho generalizado, que afecta a todo un sector de la población, tal como lo ha
delimitado la doctrina.
Además, no podría estar en mora el deudor, pues la teoría da pie para pedir la revisión y
el equilibrio del contrato, no para justificar su incumplimiento.
El contrato de mutuo se agota con la restitución que el mutuario hace al mutuante de los
dineros o cosas equivalentes a las recibidas en préstamo.
Como en su oportunidad se señaló, ese pago restitutivo que realiza el mutuario, cuando
el negocio versa sobre una suma de dinero, puede hacerlo entregando títulos valores de
contenido crediticio, según lo advierte el artículo 882 del Código de Comercio.
Sin embargo, posteriormente se adoptaron decisiones que parecieran querer echar reversa a
las acertadas conclusiones iniciales de la Corte Constitucional. Es en el punto del tema
financiero y el crédito donde se producen actualmente más tensiones con ocasión de la
constitucionalización.
La sentencia señala en sus apartes que, en los préstamos de vivienda a largo plazo, no es
posible el cobro de intereses sobre intereses, así:
Esta sentencia resulta ser una de las más controvertidas en torno al sistema financiero. De
un lado están las instituciones financieras que planean sus operaciones según la
rentabilidad esperada, a las que el cambio de la ecuación para la liquidación de intereses
les generó un verdadero revolcón financiero y, del otro lado, están los deudores de los
sistemas de vivienda que gracias a las fluctuaciones del mercado se vieron ahogados con
las elevadas cuotas que debían pagar para no perder su vivienda. La Corte Constitucional
aclara que la prohibición del cobro de intereses sobre intereses sólo es para préstamos
de vivienda hechos a largo plazo, pero deja la puerta abierta a la interpretación con el
siguiente aparte:
E incluso como sucede en las sentencias de tutela T-535 de 2004 o T-1243 de 2004,
donde la Corte no tutela al deudor petente, precisamente por no haber utilizado los
mecanismos ordinarios, mientras que no hace reproche alguno a los jueces en esos
procesos.
En ese punto también es pertinente traer a colación el salvamento de voto del doctor
Cepeda a la sentencia T-391 de 2005, donde hace un análisis de los casos donde no se
debe dar la terminación de estos procesos y dice:
Por lo tanto, cuando una de las partes ha sido negligente en la defensa de sus
intereses en el proceso ordinario y no ha ejercido los recursos en él
previstos, la tutela no es el mecanismo para suplir su injustificada
inactividad procesal. Esta regla ha sido repetidamente aplicada por la
Corte Constitucional en su jurisprudencia de tutela, y no se entendería que
respecto de los procesos ejecutivos hipotecarios sea modificada por una
Sala de Revisión.
Tercero, los alivios creados por el legislador para amparar a los deudores
de obligaciones contraídas para adquirir vivienda fueron adoptados con el
fin de proteger a las personas que por razones económicas fuera de su
control, perdieron la capacidad de pago de sus obligaciones, lo cual a su
vez puso en peligro la propiedad sobre sus viviendas.
Sin embargo, sucede algo distinto con las personas que de manera evidente
no hacen parte del grupo anterior descrito, y que más bien,
se aprovechan de manera abusiva de las facilidades otorgadas por el
Congreso. Por ejemplo, en el caso en el que se logre probar que los
deudores en el proceso ejecutivo no son víctimas de un situación
macroeconómica y financiera que les impidió pagar cumplidamente su
deuda, sino que incurrieron en mora con el fin de abusar del sistema y
eludir el pago de deudas que tenían la capacidad económica de honrar, el
juez ha de concluir que éstos no son merecedores de protección por vía de
tutela cuando solicitan que el juez constitucional ordene la terminación del
proceso ejecutivo que el juez civil, ante esas circunstancias específicas de
comprobada elusión de las obligaciones contraídas, no ordenó terminar.
Aquellos que se aprovechan abusivamente del sistema, sin tener necesidad
de ayudas porque disponen de la capacidad económica para honrar sus
deudas, no pueden ser premiados por su mora con la terminación de los
procesos ejecutivos. De manera específica, las personas a quienes se
compruebe en el proceso de tutela que (i) gozan de ingresos claramente
altos y, por lo tanto, no son la población objetivo de la política de ayuda a
los deudores de créditos hipotecarios, y (ii) carecen de la intención de
pagar la obligación adquirida, que honrar claramente se encuentra dentro
de sus capacidades económicas, no pueden ser protegidos por la actuación
del juez de tutela mediante la doctrina de las vías de hecho. Esto, pues el
juez civil que, en esas circunstancias, estime que el proceso ejecutivo debe
continuar, está obrando dentro de los parámetros de razonabilidad.
Además, dado que el deudor en esos casos tiene recursos económicos altos
y suficientes, no está en juego su mínimo vital, ni el de su familia. Tampoco
estaría comprometido su derecho a acceder a una vivienda, quizás menos
lujosa, pero no por ello menos digna.