Jimenez - Evolucion Hu, Ana y Paz
Jimenez - Evolucion Hu, Ana y Paz
Jimenez - Evolucion Hu, Ana y Paz
15-36
http://dx.doi.org/10.18239/vdh_2018.07.01
RESUMEN
Puede resultar paradójico investigar la paz en la prehistoria, y más concretamente, a partir
de los restos de taxones humanos extintos, cuando no tenemos constancia ni del concepto ni,
probablemente, la idea de paz. Sin embargo, considerar la paz como una categoría de análisis
nos permite visibilizarla en todo tiempo, lugar y por parte de cualquier agente. Por otro lado,
esta aportación se inserta dentro de la investigación para la paz, lo que implica que se centra en
encontrar ejemplos históricos que permitan transformar la realidad pacíficamente. En este trabajo
transitaremos desde la teoría a la práctica partiendo de una definición concreta de paz, la paz
imperfecta, entendida como el desarrollo de las capacidades humanas deseables, desde una
perspectiva procesual, inacabada, en continuo cambio, cotidiana y paradójica en el sentido de que
convive con la violencia. A partir de aquí plantearé cómo la secuenciación del genoma de taxones
extintos y la persistencia de trazas de neandertales y denisovanos en nuestro código genético
han puesto de manifiesto que, durante la evolución humana, lejos de las lógicas de exterminio
que han sido historiográficamente predominantes para explicar la expansión de los humanos
anatómicamente modernos, cabe pensar que han primado los flujos y las interrelaciones, a pesar
de las diferencias fenotípicas existentes. Como consecuencia, la variabilidad y la diversidad han
sido y son fundamentales para la supervivencia de nuestra especie.
1 Este trabajo se ha llevado a cabo gracias al apoyo del grupo de investigación HUM-607 de la Junta de
Andalucía. Quisiera agradecer a Francisco A. Muñoz Muñoz (in memoriam) quien aún me sirve de inspiración
y guía para llevar a cabo la labor como investigador para la paz. A Cándida Martínez López por prestarse a
discutir sobre estas temáticas. Y a María Ruiz Hilillo por su encomiable apoyo y revisión del texto. También
a los editores de la revista y a los revisores anónimos que han contribuido, sin dudas, a mejorar la versión
anterior de este artículo.
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EVOLUCIÓN HUMANA Y PAZ. UNA APROXIMACIÓN DESDE LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA
ABSTRACT
It may appear paradoxical to investigate peace in prehistory, and more specifically, based
upon the remains of extinct human taxa, when neither the concept nor, probably, the idea of peace
existed. However, considering peace as a category of analysis allows us to visualize it in any time or
place and via any agent. Furthermore, this contribution is framed within research for peace, which
means that it focuses on finding historical examples that make it possible peacefully to transform
reality. The work progresses from theory to practice, beginning with a precise definition of peace,
imperfect peace, understood as the development of desirable human capabilities and from a complex
perspective (contextual, fluctuating, unfinished, constantly changing, daily and paradoxical –in the
sense of coexistence with violence–). This is followed by a consideration of how the sequencing of
the genome of extinct taxa and the persistence of traces of Neanderthals and Denisovans in our
genetic code have revealed that, during human evolution, contrary to the logics of extermination that
have been historiographically predominant, there is reason to believe that interrelationships have
prevailed despite the existing phenotypic differences. As a result, it is argued that variability and
diversity have been and continue to be crucial to the survival of our species.
1. INTRODUCCIÓN
2 Entiendo por entidad lo que tiene existencia en sí con independencia del conocimiento que los seres
humanos podamos alcanzar sobre ello.
3 Ver, por ejemplo, los informes que generan instituciones tan importantes como el SIPRI (2017), el PRIO
presuponiendo que su conocimiento nos conducirá a un mundo más pacífico. Por tanto,
un primer apunte sería, si vis pacem para pacem; así transitemos desde enfoques
violentológicos hacia pazológicos. Este giro no pretende inventar algo nuevo, sino plantear
desde la mirada de la investigación para la paz, interpretaciones alternativas sobre nuestro
pasado, que se centren en los tiempos, espacios y agentes de paz.
(que publica entre otras, la revista Journal of Peace Research) o la Escola de Pau (Urrutia y otros, 2016).
pueda parecer contradictorio, con la violencia. Pero más allá de su cualidad de imperfecta,
el carácter sistémico de la paz hace que se entrelacen sus múltiples instancias. Entender
la paz desde este punto de vista nos permite romper con las concepciones anteriores en
las que la paz aparece como total, infalible, utópico, terminado, lejano, no alcanzable en lo
inmediato. En segundo lugar, una paz imperfecta contribuye a reconocer las prácticas pací-
ficas allá donde ocurren y nos descubre estos hitos como soportes de una paz mayor, más
amplia. Y en tercer lugar una paz imperfecta nos ayuda a planificar unos futuros conflictivos
y siempre incompletos.
La imperfección nos acerca a lo más humano de nosotros mismos, ya que en noso-
tros conviven emociones y cultura, deseos y voluntades, egoísmo y filantropía, aspectos
positivos y negativos, aciertos y errores. También, permite que nos reconozcamos como
actores y actrices siempre inmersos/as en procesos dinámicos e inconclusos, ligados a la
incertidumbre y la fragilidad.
La imperfección asimismo nos remite a una de las ideas que defiendo con mayor
ahínco desde hace años: todas las entidades humanas tienen capacidades para la gestión
pacífica de los conflictos. De tal forma que resulta significativo y a la vez enriquecedor reco-
nocer las paces imperfectas especialmente en aquellas entidades humanas que podemos
reconocer como nuestros particulares leviatanes, rompiendo las dinámicas basadas en las
lógicas del enemigo por las de adversario. Por tanto, una de las tareas principales de todos
las/os investigadoras/es para la paz debe ser rescatar las realidades de la paz, reconocer
todas las acciones en las cuales ella está presente, todas las predisposiciones, actitudes y
acciones –individuales, subjetivas, sociales y estructurales– que en nuestros actos de ha-
blar o expresar, pensar, sentir y actuar estén relacionados con la paz.
ticia social, la pobreza, las inequidades y relacionada con otras circunstancias que hacen
que muchas de las capacidades de la población no se hagan realidad. Otra característica
de la violencia estructural es la interconexión entre las diferentes instancias de la violencia.
Por eso, de un tiempo a esta parte, consideramos denominarla sistémica (Muñoz Muñoz y
Jiménez Arenas, 2015) y así enfatizar esta característica.
La violencia metaestructual se presenta en el presente trabajo y se refiere a aquella
que transciende los sistemas y estructuras políticas y económicas de tal manera que se
puede rastrear en múltiples contextos y circunstancias. Una de sus principales fuentes de
justificación y legitimación es la naturalización de la desigualdad. Por eso, resulta espe-
cialmente interesante su vínculo con la prehistoria en general, y con la evolución humana
en particular, porque aspectos como la violencia patriarcal o racial, se valen de discursos
biologizados para naturalizar tales inequidades, lo que conecta este tipo de violencia con
la cultural.
Esta última, la cultural, también es debida a Galtung y alude a las formas de legiti-
mación y justificación de las violencia directa, estructural y metaestructural a través de la
esfera simbólica de nuestra existencia: lenguajes, artes, ciencias, medios de comunicación,
religiones, sistemas políticos, etcétera (Galtung, 1990). Una característica fundamental es
que se percibe como correcta.
La violencia simbólica se reserva para los casos en los que los dominadores imponen
un orden gnoseológico: el sentido inmediato del mundo (y, en particular, del mundo social)
en términos de jerarquía y desigualdad (Bourdieu, 1991). Es producida y apropiada por las
clases dominantes, representando la ortodoxia, la oficialidad. Contribuye a que las clases
dominadas acepten su rol, delimitado por las dominadoras, lo que la conecta con el concep-
to de hegemonía gramsciano (Gramsci, 1991) e implica una complicidad tácita entre ambos
grupos. La violencia simbólica ayuda a naturalizar (interiorizar) y reproducir ese mundo
social inequitativo.
lo más permanente. Las identidades son históricas y contingentes. Más aún, se modelan y
moldean durante la vida de los seres humanos a la manera de un caleidoscopio en el que
los diferentes aspectos van intersectando de forma distinta dando lugar a figuras diferentes.
Por tanto, las entidades humanas somos el resultado de una compleja combinación de
características identitarias –móviles, inestables, heterogéneas, presentes, imperfectas–
(Garcés Montoya, 2005) que conviven bajo un discurso ficticio de unicidad (Vila, 2002).
Recapitulando, la relación entre el pasado y el presente es fundamental para entender
la función identitaria de las ciencias del pasado, y en particular de la Prehistoria. La
interpretación en Prehistoria está, bajo mi punto de vista, preñada por ese carácter de
hiperrealidad, de “cante de ida y vuelta”, que entrevera hechos, evidencias y prejuicios. Y
en todos ellos, los modelos ontológicos y epistemológicos juegan roles capitales.
4. INTERACCIONES Y FLUJOS
Los trabajos sobre prehistoria de la compasión (Hublin, 2009; Spikins y otros,
2010) y sobre la paz homínida (Jiménez Arenas, 2011) han enfatizado la presencia de la
cooperación, la solidaridad, el altruismo y la filantropía como comportamientos presentes
en los homínidos desde hace, al menos, 1,8 millones de años. Sin embargo, desde la
perspectiva de la paz imperfecta cabe incorporar, a la manera de Spikins y colaboradoras
(2017), otro tipo de experiencias a la caracterización de las conductas de los representantes
del género Homo. En este caso me centraré en las interacciones y flujos entre diferentes
poblaciones prehistóricas consideradas especies diferentes.
5 No obstante, el debate sobre qué es una especie dista de ser cerrado. Aunque en este trabajo se ha
optado por el denominado “concepto biológico”, existen otros muchos. En paleontología el más usado es el
morfológico, que permite clasificar en función de la forma (Weller, 1949). No obstante, este criterio fue criticado,
casi inmediatamente, por Simpson puesto que “the degree of morphological difference within what everyone,
morphologist, geneticist, or other, calls a single species is frequently greater than that between what all call
separate, related species. It is also quite impractical to obtain a valid, over-all measure of total morphological
difference between two organisms” (Simpson, 1951: 287). A esto hemos de añadir las problemáticas para (1)
diferenciar entre caracteres homólogos u homoplásicos y (2) evaluar los factores implicados en la variabilidad
intraespecífica.
de aquellos. Los africanos subsaharianos no, ¿por qué? Porque sólo una pequeña parte de
la población de humanos anatómicamente modernos salió de África. Sapiens extrañados
que se diseminaron por el mundo encontrándose con moradores locales. Las poblaciones
humanas actuales americanas, asiáticas, europeas, norteafricanas y oceánicas presentan
un porcentaje de genoma neandertal que oscila entre un 1,5 y 4 % (Green y otros, 2010).
Ahora bien, esta cantidad es mayor cuanto más nos aproximamos al momento de las
interacciones, como se desprende de la secuenciación del ADN de uno de los primeros
humanos anatómicamente modernos del continente europeo recuperado en el yacimiento
de Peştera cu Oase (Rumanía). El individuo denominado Oase 1, presenta una antigüedad
de entre 37 000 y 42 000 años y entre un 6 y 9 % de genoma neandertal (Fu y otros, 2015).
Así pues, esta nueva realidad tiene consecuencias interesantes desde la perspectiva
de la investigación para la paz.
La primera es que los únicos humanos anatómicamente de los que no se tiene
constancia de flujo genético con taxones conocidos pertenecen a poblaciones africanas
subsaharianas. La segunda es que los encuentros fueron múltiples (entre 100 000 y 70 000
en Asia Central y entre 47 000 y 65 000 en el resto del continente euroasiático, incluyendo
el corredor sirio-palestino) (Sankararaman y otros, 2012; Kuhlwilm y otros, 2016). Las
restantes poblaciones somos una mezcla caleidoscópica de diferentes “especies”,
fragmentos intersectados y cambiantes, retales en palabras de Svante Pääbo, director de
Genética Evolutiva del Instituto Max Planck de Leipzig (Alemania) (Tancredi Barone, 2014).
La tercera es que esos encuentros, esas interrelaciones, esos flujos genéticos continúan
configurando a una parte de los seres humanos actuales. Así, los denisovanos nos legaron
una mayor capacidad para vivir en altitudes elevadas (Huerta-Sánchez y otros, 2014) y los
neandertales aspectos relacionados con la catabolización de las grasas, color de la piel,
mayor cantidad de queratina y enfermedades del presente: depresión, obesidad, trastornos
cardiovasculares, adicciones (Simonti y otros, 2016). Es oportuno aclarar que el legado
de estos proporcionó, originalmente, ventajas adaptativas a poblaciones que vivieron en
condiciones diferentes a las de su origen (África) que, sin embargo, la interacción con
factores socio-ambientales actuales han convertido en deletéreas. En palabras de las/os
autoras/es del trabajo anterior: “It is possible that some Neandertal alleles provided a benefit
in early AMH populations as they moved out of Africa, but have become detrimental in
modern Western environments” (Simonti y otros, 2016: 741).
Lo interesante es la producción de la siguiente paradoja: a pesar de que la investigación
más avanzada ha puesto de manifiesto la anteriormente comentada mezcla de poblaciones,
sin embargo, seguimos pensando en términos de aislamiento y poniendo todas las cortapisas
habidas y por haber a la inclusión de los neandertales y los humanos anatómicamente
modernos en una única especie, Homo sapiens, estableciendo la distinción en el nivel de
subespecie: Homo sapiens sapiens, Homo sapiens neanderthalensis6.
Así las cosas, emerge una pregunta, ¿por qué si la genética apunta a un flujo entre
poblaciones, en algunos casos muy diferentes anatómica y morfológicamente, persiste
el paradigma de la sustitución y del aislamiento reproductivo? Obedece a una forma de
entender el mundo y de considerar las relaciones sociales y políticas que se vale de la
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