XX Res in Commercium
XX Res in Commercium
XX Res in Commercium
Las cosas consumibles (son por lo general también genéricas) son aquellas
que se consumen, física o jurídicamente, al primer uso que se hace de ellas,
como alimentos o el dinero. Son no consumibles (y por lo general, específicas),
aquellas de las que puede hacerse un uso reiterado, como un terreno o un
caballo.
Este criterio de clasificación es muy antiguo; entre las res mancipi incluye a los
terrenos y casas propiedad de los ciudadanos romanos, situados en suelo
itálico, a las servidumbres de paso o de acueducto constituidas en esos
terrenos, así como a los esclavos y a los animales de tiro y carga.
Como se puede apreciar, las res mancipi representan las cosas más
valiosas para un pueblo agricultor como lo fue el romano de los primeros
tiempos. Todas las demás son cosas no mancipi; es decir, nec mancipi. Para la
transmisión de las primeras había que acudir a alguno de los modos solemnes
del derecho civil, como la mancipatio; para las cosas nec mancipi era suficiente
la simple transmisión o traditio. La clasificación que estamos estudiando tenía
razón de ser en la época más antigua, cuando también existía una gran
diferencia entre los ciudadanos y los peregrinos, y entre los terrenos itálicos y
los terrenos provinciales. Al desaparecer estas diferencias también desapareció
la razón de ser de la clasificación, que fue abolida formalmente por Justiniano,
al igual que la mancipatio.
Esta distinción vino a sustituir a la anterior, siendo los bienes inmuebles los
más importantes. Entre ellos tenemos a los terrenos y edificios; muebles son
los demás bienes.
Son corporales las cosas que pueden apreciarse con los sentidos, que son
tangibles, que pueden ser tocadas; son incorporales las cosas no tangibles,
como un derecho o una herencia.
Son principales aquellas cosas cuya naturaleza está determinada por sí sola, y
sirven de inmediato y por ellas mismas a las necesidades del hombre; por
ejemplo un terreno.
Los romanos incluían entre los frutos a los productos de la tierra, de los
animales, de las minas, y también a los productos que se obtenían de otras
cosas, como las rentas de un edificio, pero no consideraban en esta categoría
–es decir como fruto- al hijo de una esclava.
Son cosas fungibles las que pueden ser sustituidas por otras cosas del mismo
género, como el vino, el trigo o el dinero; para los romanos estas cosas se
individualizaban al contarlas, pesarlas o medirlas.
Son cosas no fungibles las que no pueden sustituirse las unas por las
otras, ya que están dotadas de individualidad propia; un cuadro, por ejemplo.
Las cosas consumibles son las que generalmente se acaban con el primer uso,
como los comestibles. El dinero también es consumible, porque su uso normal
lo hace salir del patrimonio.
Son frutos, por consiguiente, los productos naturales que más o menos
periódicamente suministran las cosas sin disminuir su esencia, como la leña de
los bosques, la cría de los animales, la lana, la leche y las frutas de los árboles.
Se entiende igualmente que pertenecen a la noción de frutos, las rentas en
dinero que suministra el empleo de un capital, los alquileres, etc., que para
diferenciarlos de los anteriores, se los ha llamado frutos civiles. Los frutos
pueden hallarse en diversos estados: pendentes, cuando están adheridos a la
cosa productiva; percepti, cuando se los ha cosechado; percipiendi, si estaban
para cosechar y no se los cosechó por falta de diligencia; existentes o extantes,
cuando se hallan todavía en poder del poseedor de la cosa, y consumidos o
consumpti, si han sido consumidos, transformados o enajenados.
Gayo parece indicar la razón de ser de esta división al llamar res mancipi
a las cosas más preciadas. En efecto, para los romanos de los primeros siglos,
entregados sobre todo a la agricultura, y cuyas conquistas se limitaban al
terreno de Italia, los fundos de tierra de esta comarca, las servidumbres rurales
que facilitaban su explotación y los instrumentos de trabajo como los esclavos y
los animales de carga y de tiro, eran los elementos más importantes de la
fortuna privada. Además, mientras que la traslación de propiedad de las res
mancipi, para ser más cierta, debía revestir formas solemnes, particularmente
las de la mancipatio, de donde viene su nombre. Este modo de transferir le era
propio. Y así como la simple tradición de una res mancipi no quita la propiedad
civil, del mismo modo la mancipatio aplicada a una res nec mancipi queda sin
efecto.