El Federalismo Mexicano

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 12

Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Juridica Virtual del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM

http://www.juridicas.unam.mx Libro completo en


http://biblio.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=4179

El federalismo mexicano:
Una ficción política

Leonel Alejandro Armenta López

SUMARIO: I Breves antecedentes. II. Consolidación constitucional y tur-


bulencias políticas. III. El federalismo ficticio. IV. Las entidades federa-
tivas. V. Prospectiva.

I. Breves antecedentes

L
a idea federal aparece una vez que concluye el movimiento de
independencia de 1810. Allí empezó a incubar un sentimiento
republicano que va a orientar a las fuerzas políticas, hacia la
construcción de un gobierno con un fuerte aroma federalista.
El federalismo hinca sus raíces por vez primera en territorio mexi-
cano en 1824. El 4 de octubre de ese año se expide una Constitución
de corte federal, con marcada influencia norteamericana. El artículo
4 de ese ordenamiento, señalaba que la nación mexicana adoptaba
para su gobierno la forma de república representativa popular fede-
ral. Otro precepto precisaba las partes (los Estados) que integraban
a la Federación, y uno más, el artículo 6, dividía al poder para su
ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
Con este instrumento constitucional el Congreso Constituyente,
reunido para tal efecto, pretendió sentar las bases tendentes a impe-
dir que tanto fuerzas internas como factores externos, provocaran
desajustes a la ya de por sí inestabilidad política que en ese momento
imperaba, debido al surgimiento de dos corrientes de pensamiento

DR © 2010. Universidad Nacional Autónoma de México


Instituto de Investigaciones Jurídicas

00-Estudios Jurídicos 68.indd 3 12/05/2010 05:59:57 p.m.


Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Juridica Virtual del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM
http://www.juridicas.unam.mx Libro completo en
http://biblio.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=4179

antagónicos: los liberales y los conservadores. Los primeros eran los


federalistas y los segundos los que se inclinaban a establecer un go-
bierno unitario.
El enfrentamiento que persistía entre los federalistas y los centra-
listas, quienes sentíanse herederos de los vestigios del conservaduris-
mo tradicional, continuaba provocando la inquietud entre las fuerzas
que se movían para alcanzar el poder. La manifestación más clara de
la confrontación que se dio entre los liberales y los conservadores, se
reflejó en las Constituciones que siguieron a la de 1824 y que contras-
tan en cuanto a su tendencia ideológica.
En ese sentido, aparecieron las llamadas Siete Leyes Constitucio-
nales de 1836 de carácter marcadamente centralista, que cambió la
denominación de “Estados” por Departamentos y los colocó en una
dependencia directa del Gobierno central; más tarde, hubo un in-
tento de establecer el régimen federal al reunirse un Congreso Cons-
tituyente en 1842 que a la postre resultaría malogrado. Pero un año
después las Bases Orgánicas de 1843 vuelven con el centralismo y
a los cuatro años siguientes, en 1847, otro Congreso Constituyente
emite un documento denominado Acta de Reformas, cuyo propó-
sito, entre otros, era establecer algunas de las instituciones que con-
tenía la Constitución de 1824, sólo que en 1853 y ya trepado Santa
Anna en el poder, se expiden las Bases para la Administración de la
República, otra vez, de tipo centralista.
Finalmente, con la Constitución de 1857, se establece el federalis-
mo perviviendo esta forma de organización política hasta la Constitu-
ción de 1917, que hoy rige la vida de todos los mexicanos.

II. Consolidación constitucional


y turbulencias políticas

El federalismo se afianzó fuerte en la Constitución de 1857, mas no


su eficacia y aplicabilidad en los años siguientes, pues saltaron al es-
cenario nacional el imperio de Maximiliano y la dictadura de Díaz
quien arrinconó el federalismo y cuyo régimen, durante sus años de
gobernante, se caracterizó, en la práctica, como de extremadamente
centralista.
La concentración de todo el poder público en la sola voluntad del
Presidente Díaz, produjo en el régimen federal de la Constitución


DR © 2010. Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Jurídicas

00-Estudios Jurídicos 68.indd 4 12/05/2010 05:59:57 p.m.


Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Juridica Virtual del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM
http://www.juridicas.unam.mx Libro completo en
http://biblio.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=4179

de 1857 fenómenos de consecuencias históricas funestas, entre ellos,


la concentración de facto del ejercicio de los tres poderes al mismo
tiempo que canceló toda iniciativa que proviniera de las entidades
federadas y que estuviera al margen de su voluntad. Sólo estas dos
arbitrariedades supremas, significaban la más absoluta negación de
un largo y azaroso pasado del que había salido victorioso el régimen
federal1 .
Una vez que Díaz descargó el tiro de gracia sobre el federalismo,
las condiciones políticas empeoraron para el país y es que, como dice
un historiador, el México de Díaz era un anacronismo porque el resto
del mundo occidental había entrado en una etapa de experimenta-
ción que México no podía detener, porque ese México vivía de acuer-
do con un sistema de valores del siglo XVIII y porque, en un mundo
industrial dedicado al progreso tecnológico y a los cambios sociales
y políticos concomitantes, el patrón dominante de la vida mexicana
giraba en torno a la preservación de un sistema social que tenía en su
filosofía características feudales.2 
Ante esta situación, eran comunes la persecución de los grupos
disidentes, los actos arbitrarios de las autoridades, la violación a los
derechos fundamentales de los gobernados e, inclusive, en la mayo-
ría de los casos, la aplicación del Derecho en forma discrecional. En
contra de ese estado de cosas se encausó la Revolución Mexicana.
La Constitución de 1917 es el fruto principal de la Revolución
de 1910. Es una Constitución que posee una gran relevancia en
el orden político y constitucional de nuestro país, pues en ella el
pueblo mexicano consagró sus más caros anhelos, ya que hizo de la
justicia social la garantía más grande a través de los preceptos del
constitucionalismo social como una conquista de la libertad y la de-
mocracia. En ella se consolida el Estado mexicano bajo un sistema
de gobierno de tipo federal, según el contenido que se establece en
su artículo 40.
Por lo visto hasta aquí, puede decirse, con propiedad, que la idea
federal ha estado presente en todas las etapas que llevaron a la for-

1
Cfr. Ochoa Campos, Moisés, La Revolución Mexicana. Sus causas políticas. México,
Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana,
1970, p. 173.
 2
Cfr. Cumberland, Charles, La Revolución Mexicana. Los años constitucionalistas,
trad. de Héctor Aguilar Camín, México, fce, 1975, p. 15.


DR © 2010. Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Jurídicas

00-Estudios Jurídicos 68.indd 5 12/05/2010 05:59:58 p.m.


Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Juridica Virtual del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM
http://www.juridicas.unam.mx Libro completo en
http://biblio.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=4179

mación del Estado mexicano. No obstante, y aun cuando formalmen-


te la Constitución actual establece una forma de Estado federal, el
comportamiento en la práctica ha sido, generalmente, como la de
un Estado centralizado en la mayoría de sus actuaciones, a tal grado
que se le ha calificado como un federalismo nominal que sólo existe
en el texto constitucional.

III. El federalismo ficticio

Es necesario aclarar que a diferencia del territorio angloamericano


que hoy conforma lo que son los Estados Unidos, el caso mexicano
se presenta diametralmente opuesto. En efecto, mientras aquellas
colonias se habían establecido en diferentes lugares y presentaban
características asimétricas entre sí, decidieron unirse de la periferia
al centro (en su nombre llevan el espíritu de esta idea) para formar
una federación que los representara, con una clara distribución de
competencias entre sendos órdenes jurídicos, pero cuidando de con-
servar una marcada polaridad estadual frente al poder central. Esto
es lo que podría llamarse un federalismo asociativo, es decir, se trataba
de unir lo que estaba disperso.
En cambio nuestro territorio era un Estado fuertemente centra-
lizado que pretendió afirmarse como unidad nacional del centro a
la periferia. Es lo que podría considerarse como la génesis de un fe-
deralismo disociativo, o sea, se trataba de dispersar en cierto grado lo
que estaba unido.
Aceptemos que un Estado federal puede surgir a la vida consti-
tucional de un país por cualquiera de esas dos vías a las que me he
referido, puesto que sería un error conceptuar a un Estado como
“federal” según se aleje o se acerque al modelo estadounidense.
De cualquier forma, a mi modo de ver existen, por lo menos, dos
peculiaridades que distinguen a un Estado para calificarlo como fe-
deral; por una parte, se requiere que en un sólo ámbito espacial de
validez, convivan cogobiernos con autonomía constitucional y, por
la otra, que esas entidades autónomas estén representadas por un
poder (gobierno) central que las coordine.3 

Cfr. Armenta López, Leonel Alejandro, La forma federal de Estado, México, Institu-
 3

to de Investigaciones Jurídicas, unam, 1996, p.37.


DR © 2010. Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Jurídicas

00-Estudios Jurídicos 68.indd 6 12/05/2010 05:59:58 p.m.


Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Juridica Virtual del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM
http://www.juridicas.unam.mx Libro completo en
http://biblio.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=4179

Los dos órdenes jurídicos o, si se quiere, los dos niveles de gobier-


no, ostentan la misma importancia constitucional, la diferencia entre
ambos radica en las competencias y, aquí es, en principio, donde veo
que en México empezó la distorsión de su federalismo.
Uno de los toques distintivos que marcó al federalismo mexicano,
sobre todo a partir de la Constitución actual, fue el haber dispuesto
numerosas atribuciones tanto para el Congreso como para el Titular
del Poder Ejecutivo, atribuciones que contrastan con las escuetas
que contiene la Constitución del modelo que la inspiró, es decir, la
norteamericana, y de algunas otras como la de Suiza o la de Alema-
nia. De ellas destacan las concedidas al Presidente, fenómeno que,
por cierto, no es privativo de nuestro país sino que ha sido común
en muchos de hispanoamérica. Entiendo que en un federalismo el
sistema de competencias no está sujeto a criterios rigurosos, pero
también que la distribución de competencias adecuada y equitati-
va, hace posible con mejor éxito el equilibrio funcional (checks and
balances) entre los dos ámbitos gubernamentales que componen el
Estado federal.
Pero todavía hay que ir más allá, porque el enorme poder que
acumuló el Presidente mexicano posrevolucionario no sólo se debía
a las numerosas atribuciones constitucionales, sino a aquellas que
provenían del sistema político representado por un partido político
hegemónico, es decir, un partido de Estado, que intervenía como
mediador o pieza clave en los arreglos institucionales y en consensos
con la clase política y los factores reales de poder. Esos poderes fac-
tuales, el hecho de que el Presidente interviniera en todos los ámbi-
tos de la vida política del país, así como la escasa participación de las
entidades federativas en las decisiones nacionales, hicieron que du-
rante casi siete décadas México padeciera un hiperpresidencialismo
que lastimó profundamente al Estado federal.
El hiperpresidencialismo fue posible en virtud de ciertos factores.
Primero, forzosamente tenía que existir un régimen constitucional
de tipo presidencial, tal y como lo consagró la Constitución de 1917.
Luego, era necesario un gobierno monolítico, sin divisiones internas,
en donde todos los nombramientos de la Administración Pública fe-
deral y de algunos otros órganos, los hacía el Presidente; de igual
manera, las dos Cámaras del Congreso pertenecían al partido que
era el mismo del Presidente y quien mantenía el control mayoritario
de ambas Cámaras.


DR © 2010. Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Jurídicas

00-Estudios Jurídicos 68.indd 7 12/05/2010 05:59:58 p.m.


Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Juridica Virtual del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM
http://www.juridicas.unam.mx Libro completo en
http://biblio.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=4179

También se estableció una disciplina parlamentaria que ajustaba


la conducta de cada congresista a los lineamientos del partido, ya que
de éste dependían sus carreras políticas. Otro factor que incidió en el
suprapoder del Presidente era que, en los hechos, el verdadero líder
del partido recaía en el propio Presidente, lo que, a su vez, le daba la
oportunidad de decidir sobre los candidatos que deberían postularse
por el partido para los puestos de elección popular, incluyendo a las
gubernaturas de los Estados, en cuyas contiendas electorales resulta-
ba triunfador el partido de Estado. Estos factores, pero básicamente
éste último, se traducía como la más grave desnaturalización del es-
píritu federal.
Uno de los vicios que, incluso, todavía persiste, es el que se refiere
a las constantes reformas a la Constitución, promovidas, fundamen-
talmente, por el titular del Poder Ejecutivo. Se que una ley, cualquie-
ra que ésta sea, aun tratándose de la Constitución, que no se adapte a
la dinámica de la realidad está destinada a perecer, pero también com-
prendo que no por elevar a rango constitucional cualquier disposi-
ción garantiza, por ese sólo hecho, la eficacia de su cumplimiento. Es
necesario que haya una conciencia y una madurez política lo mismo
en los gobernantes que en los gobernados, para saber en qué momen-
to es procedente reformar una Constitución, de tal manera que valga
la pena hacerlo. No exagero al afirmar que todos los gobernantes de
México, unos más que otros, han sido proclives a pensar que tal vez no
pasen a la posteridad si no realizan reformas a la Constitución.
Este fenómeno, que lamentablemente ha permeado hasta los últi-
mos gobiernos, incluyendo el actual, va en contra del principió de ri-
gidez constitucional que es consubstancial a la naturaleza del Estado
federal, pero que como una costumbre se ha arraigado en la cultura
de los mexicanos. La tendencia de nuestros legisladores a la “reformi-
tis” (permítaseme el término) constitucional, ha hecho que la Cons-
titución parezca una “Constitución-código” merced a la cantidad de
reformas que en ella se han incorporado y cuando una Constitución
entra a los excesivos detalles regulando una impresionante cantidad
de materias,4  se vuelve confusa y farragosa, de tal modo que dificulta
la tarea tanto para quien la interpreta como para quien la aplica.

 4
Cfr. Lujambio, Alonso, “Adios a la excepcionalidad Régimen Presidencial y Go-
bierno dividido en México”, vv. a.a., Estrategias y propuestas para la reforma del Estado,
México, unam, 2002, p. 209.


DR © 2010. Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Jurídicas

00-Estudios Jurídicos 68.indd 8 12/05/2010 05:59:58 p.m.


Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Juridica Virtual del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM
http://www.juridicas.unam.mx Libro completo en
http://biblio.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=4179

La lista puede seguir, pero basta con estos ejemplos para decir que
todo ello ha hecho que nuestro federalismo sea en la realidad un fe-
deralismo ficticio, ya que la conjunción de elementos que posibilitan
la existencia de un genuino Estado federalista, sólo se comprende si
a esos elementos se les vincula con el desarrollo democrático de la
nación, y no con la multiplicidad de factores que desvirtúan la arti-
culación y la ordenación de los componentes integradores, así como,
las reglas a las que el propio federalismo se debe sujetar.
El texto constitucional da cuenta de que la organización del po-
der político en México es de índole federal, pero la distribución de
competencias, que debería armonizar el equilibrio entre los compo-
nentes del Estado federal, ha sido diseñada para favorecer siempre
al gobierno central dando como resultado que más bien parezca un
estado unitario y no uno federal. No sólo eso, sino que en la práctica
la ausencia de procedimientos eficaces que delimiten la jurisdicción
de los niveles competenciales, hacen que el substratum del Estado fe-
deral propiamente no exista.
A contrario sensu, la proliferación de mecanismos centralizadores
ha provocado que el fiel de la balanza de las decisiones políticas se
incline siempre del lado del poder central, sin que la voz de las enti-
dades federativas sea digna de tomarse en cuenta, en la mayoría de
las veces. Este desapego que el gobierno federal tiene con respecto a
la participación de las entidades estatales en asuntos inherentes a la
nación, convierten al sistema federal en una organización acusada-
mente disfuncional.
Existen varias razones para afirmar que el federalismo mexicano
es, en la realidad, un centralismo, entre ellas, destacan, por ejemplo,
el hecho de que las entidades estatales no puedan llevar a cabo, con
eficacia, sus programas estatales sin la ayuda del centro y hacer valer
su autonomía, de tal modo que se les pudiera considerar como unos
verdaderos centros de decisión política. También está la supremacía
de los poderes federales que, arrogándose un ventajoso número de
atribuciones, se han constituido, desde luego según ellos, en los re-
presentantes de todo el orden nacional.5  Lo más grave es que esta
actitud, ha traído como consecuencia que muchos funcionarios fede-
rales vean a los de los Estados como simples subordinados.

 5
Cfr. Concha Cantú, Hugo A., “Federalismo: Diseño y funcionalidad”, vv. a.a, Es-
trategias…, op. cit., p. 94.


DR © 2010. Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Jurídicas

00-Estudios Jurídicos 68.indd 9 12/05/2010 05:59:59 p.m.


Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Juridica Virtual del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM
http://www.juridicas.unam.mx Libro completo en
http://biblio.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=4179

Otra razón es que, técnicamente, la Cámara alta representa a


las entidades federativas, pero en los hechos, los Senadores mayor-
mente se ocupan de ciertos intereses sectarios, sobre todo de su
Partido político, con lo cual desaparece la naturaleza primigenia
que esta Cámara debería tener, es decir, como Cámara del Estado
federal.
En teoría, están también las llamadas facultades “concurrentes”
mediante las cuales ambos niveles de gobierno deberían compartir
atribuciones, sólo que en la práctica se han convertido en mecanis-
mos de subordinación fáctica de los poderes locales con respecto a
las autoridades federales. Mediante este mecanismo las autoridades
federales deciden discrecionalmente el papel que juegan ellas y las
autoridades locales.6  Esto conlleva a que de forma inevitable se es-
tablezca una relación de supra a subordinación de las autoridades
estatales con respecto a las autoridades del centro, algo totalmente
inusual que no es admisible en un régimen de tipo federal. Una ra-
zón más para considerar el federalismo en México como un verdade-
ro centralismo.
Hay que destacar un mecanismo extraño que contiene la Cons-
titución vigente, con el propósito de ejercer un control sobre las
autoridades estatales y que no se encuentra en ninguna otra, al me-
nos en las más conocidas. Es lo que se denomina declaración de la
desaparición de los poderes de un Estado, que si bien está a car-
go del Senado muchos titulares del poder ejecutivo lo accionaron
cuando querían deshacerse de un Gobernador incómodo, o cuan-
do no convenía a los intereses del centro. Siempre me he pregun-
tado cómo fue posible que esa disposición tan ajena a la esencia de
un federalismo pudo haber sido concebida en la mente de nuestros
legisladores.
Finalmente, y tratándose del control y la centralización de funcio-
nes por parte del gobierno federal, resulta que las entidades federa-
tivas han visto mermadas sus capacidades económicas dado que no
cuentan con los suficientes recursos fiscales para hacer frente a las
necesidades. La participación que tienen con respecto a la recauda-
ción, aún sigue siendo muy exigua.

 6
Ibidem.

10
DR © 2010. Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Jurídicas

00-Estudios Jurídicos 68.indd 10 12/05/2010 05:59:59 p.m.


Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Juridica Virtual del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM
http://www.juridicas.unam.mx Libro completo en
http://biblio.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=4179

IV. Las entidades federativas

La entidades federadas constituyen el presupuesto sine quibus non


para la existencia del Estado federal, cualquiera que haya sido el ori-
gen de éste, y no pocas veces la distribución de competencias ha sido
el problema a plantear en la formación de este tipo de Estados y aun
de los no federales, cuestión que muchas veces termina abordando el
problema de las autonomías locales, como fue el caso, por ejemplo,
en territorio ibérico, de Cataluña,7  ya que tengo entendido que una
constante del pueblo español ha sido lograr un equilibrio entre las
fuerzas de un poder central con las exigencias de una autonomía
local, que la Constitución de 9 de diciembre de 1931 se ocupó de
enfatizar.
Este presupuesto sustancial para la existencia y para la vida del
Estado federal, significa que sólo se pueden considerar como tales
aquellos en cuya estructura coexistan entidades dotadas de autono-
mía. La autonomía de las entidades federadas significa la capacidad
que ellos tienen para configurar sus propias normas y sus institucio-
nes que, en rigor, deben ser diferentes entre sí y con respecto a las
normas e instituciones federales, porque la diversidad de un Estado
federal no se limita únicamente a los contextos geográfico, político,
cultural, etc., sino también al aspecto jurídico-constitucional que ten-
drá que responder a esos contextos, caso contrario, entonces, estare-
mos ante un federalismo ficticio.
Por tal motivo, el federalismo es una estructura diseñada para
ejercer el poder político donde se pretende conciliar la unidad con
la diversidad sociales a partir de entidades componentes autónomas,
pero relacionadas federalmente en la medida en que el ejercicio de
estos poderes no provoque la división.
El federalismo surgió con el propósito de equilibrar el ejercicio del
poder político; es decir, de evitar una centralización del mismo, por-
que en la formación genética de un Estado federal el proceso no surge
a partir de una descentralización, sino de una no centralización. Por lo

 7
Cfr. el estudio de Jiménez de Azúa, Luis, La Constitución de la democracia española
y el problema regional. Buenos Aires, Losada, 1946, pp. 86 y ss. También es interesante
consultar: González Casanova, José Antonio, Federalismo y autonomía. Cataluña y el Esta-
do español (1868-1938), trad. cast. de Mercedes Fernández, Barcelona, Editorial Crítica,
1979.

11
DR © 2010. Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Jurídicas

00-Estudios Jurídicos 68.indd 11 12/05/2010 05:59:59 p.m.


Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Juridica Virtual del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM
http://www.juridicas.unam.mx Libro completo en
http://biblio.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=4179

consiguiente, percibir al federalismo exclusivamente como una forma


de descentralización del poder político como la hace Kelsen, me pa-
rece sólo una simple expresión jurídica que, sin demérito de la talla
intelectual de quien lo sostiene, confunde la esencia del federalismo al
identificar las causas que le dan origen con uno de sus efectos.8 
Por otra parte, debemos recordar que las entidades segmentadas
del Estado federal representan porciones de la unidad total del Esta-
do, que es el todo, mientras que aquellas son las partes. Sin embargo,
esas entidades tienen personalidad jurídica que les atribuye o reco-
noce el derecho federal, lo que no implica que sean meras divisiones
administrativas del Estado federal, sino personas morales de derecho
político que preceden a la creación federativa conservando su enti-
dad jurídica. Ese atributo de la personalidad jurídica es una de las no-
tas que distinguen a las entidades como miembros del Estado federal,
de los Departamentos o provincias en que suele descentralizarse un
Estado central.9 
Si el federalismo mexicano no ha funcionado como tal, es porque
las entidades componentes han dejado que el poder central sea, has-
ta hoy, el único protagonista del sistema federal, lo que, como ya se
dijo, convierte a México en un país fuertemente centralizado ya que
en casi todas las decisiones en que interviene la federación, las enti-
dades federadas aparecen excluidas. Estas, no han tenido la fuerza
política suficiente para hacer valer su presencia en el escenario nacio-
nal, acostumbradas a un paternalismo tradicional caracterizado por
el sometimiento incondicional a la figura presidencial, cuyo poder
aun en nuestros días abarca todos los rincones del país.
Me parece que el sistema federal mexicano se ha preservado,
no por la conciencia ni por el convencimiento que tengan de él los
mexicanos, sino por el poder omnímodo que ha concentrado el Pre-
sidente, que al ser completamente intocable impone su voluntad a
la de los demás órganos, acarreando con ello muchos problemas de
constitucionalidad y de legalidad. De esta manera se explica que la
institución presidencial, por sí sola, haya sido capaz de sostener todo
el andamiaje del aparato federal.

 8
Cfr. Kelsen, Hans, Compendio de Teoría General del Estado, trad. de Luis Recaséns
Siches y Justino de Azcárate, 2ª. ed., México, Editora nacional, 1974, pp. 180-182.
 9
Cfr. Burgoa, Ignacio, Derecho Constitucional Mexicano, 6ª. ed. México, Editorial Po-
rrúa, S.A., 1985. p.865.

12
DR © 2010. Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Jurídicas

00-Estudios Jurídicos 68.indd 12 12/05/2010 06:00:00 p.m.


Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Juridica Virtual del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM
http://www.juridicas.unam.mx Libro completo en
http://biblio.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=4179

La marginación de que han sido objeto las entidades federativas


en las decisiones políticas fundamentales del país, se puede apreciar
en el cambio que en años recientes se tuvo del partido en el poder
mas no en sus estructuras que siguen intactas, por lo tanto tampo-
co cambió su comportamiento. El problema aparece aun más grave
cuando se observa que los Estados particulares todavía no han sido
capaces de crear sus elementos originales, ni de rediseñar la estructu-
ra de su sociedad y mucho menos de conformar un proyecto político
provincial que los fortalezca.
Y es que el sistema de distribución de funciones entre los niveles
de gobierno en México ha sido causa siempre de enconadas polémi-
cas, Se ha discutido mucho en cuanto a la asunción de materias por
parte de ambos niveles, pero siempre las negociaciones en asuntos
de la vida constitucional han caído bajo el dominio y competencia de
los poderes centrales. Por ello, el cúmulo de tareas y actividades ha
seguido avanzando a favor del centro, y aun cuando la Constitución
federal ha previsto facultades coincidentes y mecanismos de colabo-
ración, en la práctica, no ha dejado de ser únicamente un buen deseo
constitucional, porque cualquiera que haya sido la incidencia en esas
responsabilidades, las decisiones finales terminan por caer en la com-
petencia de los poderes centrales

V. Prospectiva

No es la primera vez que he insistido en que hay que empezar a dar


los pasos hacia un nuevo federalismo más dinámico y flexible, en el
que medie la cooperación entre las partes componentes de nuestro
federalismo, y en donde las acciones puedan coincidir hacia intereses
mutuos y comunes dirigidas a mejorar el nivel de vida de la sociedad
en su conjunto;
Debemos propiciar una nueva filosofía del federalismo que de
paso a mecanismos de colaboración, tanto horizontal como vertical,
entre las autoridades estatales y federales;
Hace falta una mística renovada de nuestro sistema federal que
se sustente en acuerdos interestatales, que coadyuven al desarrollo
político, económico y social del país y sus regiones;
Hay que replantear y modernizar las relaciones entre las entida-
des federacionadas y el poder central, pero sobre la visualización de

13
DR © 2010. Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Jurídicas

00-Estudios Jurídicos 68.indd 13 12/05/2010 06:00:00 p.m.


Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Juridica Virtual del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM
http://www.juridicas.unam.mx Libro completo en
http://biblio.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=4179

un federalismo redistributivo y de cooperación común, para deste-


rrar la supraposición de lo federal con respecto a lo local y situarse
en un plano de igualdad;
Se debe tener presente que en un federalismo, en donde las com-
petencias estén equitativamente distribuidas, las relaciones tienen
que centrarse, fundamentalmente, en el apoyo cooperativo para el fi-
nanciamiento de programas, administración y prestación de servicios
públicos, porque es en estos rubros en donde se puede establecer
con mayor facilidad una auténtica coparticipación interniveles;
El futuro del federalismo en México debe afianzarse en una ver-
dadera participación democrática de las entidades federadas en las
decisiones nacionales, en donde éstas estén dispuestas a desempeñar
papeles innovadores como verdaderos laboratorios de democracia
participativa;
Las entidades federativas tiene que asumir ya, un papel regulador
del avance global y democrático de México con el que puedan hacer
frente a sus responsabilidades dentro del desarrollo contemporáneo
que el país plantea, en cuanto a la modernización de su estructura y
sus fines;
Las relaciones entre el poder central y las entidades federativas,
en el contexto de un federalismo cooperativo, tendrán que ser rela-
ciones fuertes y sólidas pero interdependientes, basadas en una es-
trecha copartición de diversas tareas y proyectos comunes de ayuda y
asistencia mutuas;
De lo anterior, se sigue que sea necesaria la vinculación constante
entre los representantes del poder central y los de los locales, para
llevar a buen término la discusión sobre programas interguberna-
mentales, así como para la elaboración conjunta de acciones con
efectos globalizadores;
Para ello, es conveniente que se haga una revisión de la distri-
bución de facultades que contiene la Constitución con respecto a
los niveles de gobierno, para ir creando novedosos instrumentos de
coordinación en responsabilidades estatales, políticas públicas, inver-
siones de recursos y todo aquello que beneficie a la sociedad.

14
DR © 2010. Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Jurídicas

00-Estudios Jurídicos 68.indd 14 12/05/2010 06:00:00 p.m.

También podría gustarte