ART RES Acerca de Un Problema Mal Planteado. El Dualismo Individuo-Sociedad
ART RES Acerca de Un Problema Mal Planteado. El Dualismo Individuo-Sociedad
ART RES Acerca de Un Problema Mal Planteado. El Dualismo Individuo-Sociedad
El dualismo individuo-sociedad
Alejandro Raggio
Así, veremos como el dualismo referido, va a operar como matriz epistémica de todo
un conjunto de preocupaciones dirigidas a determinar en qué medida lo individual está
condicionado por la sociedad. Aparecerá así en las clásicas polémicas entre
sociologismo y psicologismo, de fines del siglo XIX, en las primeras aproximaciones a
una psicología de las masas y en una diversidad de desarrollos teóricos del siglo XX1.
De cualquier forma -y esto ya justifica el primer apartado de este breve ensayo- casi
todos los desarrollos teóricos y políticos, tenían como punto de partida un mismo
elemento incuestionable: el individuo. De esta manera dedicaremos entonces, el
primer apartado, a una breve genealogía de la idea de individuo, el segundo al
dualismo individuo-sociedad y el tercero a un replanteamiento de éste último.
Es bastante evidente, por lo menos para la mayoría de los occidentales, que somos
individuos. Como tales nos reconocemos a nosotros mismos y reconocemos a otros.
Se puede decir que, el considerarnos individuos forma parte de nuestro sentido común
psicosociológico y por ende, algo sobre lo que habitualmente no nos cuestionamos.
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A modo de contextualización, debemos decir que “las dicotomías que se han dado en la
historia de las ideas son innumerables. Atraviesan las nociones, creaciones y acciones más
diversas. Ese parece ser un punto en común de las estructuras fundamentales que
caracterizan el pensamiento occidental en diferentes períodos.” (De Brasi, 2007, pág. 17)
En ese sentido, tenemos que decir, en primera instancia, que el individuo es una
construcción, o como afirma Foucault (1995) siguiendo a Nietzsche, una invención. En
definitiva, una determinada forma de ver e interpretar lo que somos. Y no se
malentienda; lo que somos no constituye una realidad que eventualmente hay que
interpretar para dar con su sentido oculto. Como afirma Foucault (1981), nosotros ya
navegamos en un mar de interpretaciones. El problema surge cuando la interpretación
se naturaliza, como si siempre ella hubiera estado ahí para darle sentido a lo que
somos y lo que nos rodea.
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Se entenderá el interés que reviste el término átomo, en tanto utilizado en algunos desarrollos
de las ciencias sociales para referir al individuo. Tal es el caso de la sociología comprensiva de
Weber.
Al disolverse las formas sociales feudales bajo la presión revolucionaria de la
burguesía, los sujetos y con ellos su fuerza de trabajo quedan liberados del yugo
feudal, que era el yugo de la tierra. Es decir las personas (siervos de la gleba)
pertenecían a la tierra en la cual vivían y que a su vez pertenecía a un señor feudal.
Las primigenias fábricas, grandes artesanatos, etc. que la burguesía trataba de
desarrollar, necesitaban fuerza de trabajo y las relaciones de producción feudales eran
un obstáculo. La fuerza de trabajo estaba en la tierra, inscripta en la lógica del feudo y
era necesario inscribirla en la nueva lógica productiva del capitalismo naciente. En el
escenario del capitalismo emergente, desaparece la familia como unidad productiva y
la fuerza de trabajo se vuelve individual, portada por un sujeto individual, que la va a
vender como una mercancía más, circulando individualmente en el nobel mercado de
trabajo. Así, “la noción de “individuo” se produce en aquel momento de la historia de
Occidente a través de la cual la “sociedad” es pensada como un conjunto de
productores libres...” (Fernández, A. M., 1986, pág. 45).
Aún más, los sujetos, contratados individualmente, van a pasar, vía trabajo asalariado,
a un régimen privado (individual) de actividades. Actividades estas que, a su vez,
persiguen intereses privados, como lo constituye la paga o el salario. Así como la
venta de la fuerza de trabajo es individual, su consumo -en el trabajo- también lo es y
también lo va a ser el beneficio generado. De ahí que, afirma Ana María Fernández,
encontrar una forma de asociación que defienda y proteja de toda fuerza común a la
persona y a los bienes de cada asociado, y por virtud de la cual cada uno, uniéndose a
todos, no obedezca sino a sí mismo y quede tan libre como antes. (Rousseau, 1981,
pág.42).
Lo interesante del contrato social es que tiene un efecto paradojal: separa al tiempo
que conecta. ¿Por qué? Porque al presuponer una libertad innata a los sujetos y
concebirlos como independientes unos de otros -por eso hay que conectarlos- legitima
esta nueva interpretación de las relaciones sociales y de los sujetos. Legitima al
individuo. Al sujeto moderno.
El dualismo individuo-sociedad
Hemos visto como la idea de individuo, tan natural y evidente para nosotros, es en
realidad una formación subjetiva derivada de las grandes transformaciones
económico-sociales de los siglos XVII, XVIII y XIX, a partir de las cuales se consolida y
se hace dominante el modo capitalista de producción.
De esta forma -vía sospecha- llegamos a la conclusión que el individuo no es otra cosa
que el sujeto de la Modernidad.
No será extraño entonces que, formando parte del mismo proceso que crea la ficción
liberal-burguesa del individuo, se instale una idea de lo social como sistema de
coerción sobre el individuo, configurándose de este modo la oposición individuo-
sociedad. A medida que las formas sociales modernas se van consolidando, surge la
necesidad -en el plano ético y político- de imponer la supremacía del bien común, del
interés general, por sobre ese conjunto consagrado de individuos libres y autónomos.
Esta contradicción, fundante de las sociedades modernas, producirá el escenario de
las dilemáticas controversias entre aquellos que priorizaban el interés individual y
aquellos que priorizaban el interés común, así como, de aquellas perspectivas, como
la de Rousseau, que buscaban la conciliación. En los hechos, el Contrato Social se
basa en una suerte de pacto entre individuo y comunidad, en el cual quedan
preservados los dos polos de la contradicción.
Más tardíamente, sobre finales del siglo XIX, en el escenario de las nacientes ciencias
sociales y bastante condicionadas por las tensiones ético-políticas, tendrán lugar las
primeras controversias entre psicologismo y sociologismo, en las cuales se inscribe la
célebre polémica Tarde-Durkheim (Vallejos Izquierdo, 2012). Básicamente y
reconociendo la simplificación, las posturas de Tarde reivindican la actividad individual
como constitutiva de lo social y por lo contrario Durkheim sostiene que lo social es
anterior y se impone al individuo como fuerza exterior3.
El problema, una vez más, radica en que estas oposiciones individuo-sociedad tienden
a naturalizarse, pasando a conformar parte del sentido común, de aquello que todos -
en mayor o menor grado- consideramos natural y obvio. A propósito afirma Juan
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Un ejemplo de la simplificación radica en que, en ella, queda por fuera la idea de “hechos
socio-psíquicos”, como “especie híbrida” entre lo social y lo psicológico. propuesta por Tarde
(Vallejos Izquierdo, 2012, pág. 173). Idea, ésta que, se descentra parcialmente del dilema
individuo-sociedad.
Carlos De Brasi, “que no resulta extraño que a las divisiones-descripciones de las
nociones y conceptos, les siga un previsible fenómeno de naturalización de las
mismas”, de forma tal que “es natural concebirlos, percibirlos, manejarlos como si
siempre hubiesen estado ahí.” (De Brasi, 2007, págs. 15-16).
Se entenderá que esta problemática, ha permeado inevitablemente el campo
académico, desde el cual se la ha abordado y tratado de resolver de una manera u
otra. Aunque, siempre asumiendo como natural el dualismo en cuestión. Por eso se
puede afirmar que a las exclusiones y dualismos
Empecemos por la más vulgar de todas esas “arquitecturas”: así como la sociedad
influye en el individuo, el individuo influye en la sociedad. Es una formulación ejemplar,
en tanto no dice absolutamente nada. Es la conocida tesis de las influencias
recíprocas, la que no resuelve el problema planteado, aun más teóricamente hablando
es un sinsentido. Y si no resuelve el problema, es porque, tanto esta como otras
soluciones hayan sido formuladas luego de constatada la separación y sin que ésta
haya sido puesta en cuestión.
El adentro y el afuera
Ahora bien ¿Cuál es la solución de este problema? Lo primero que hay que decir es
que no tiene solución, porque en realidad constituye ante todo una formulación
dilemática, y no problemática, y por definición los dilemas no tienen solución. Es decir,
el mentado problema requiere otra formulación (la hemos dado a lo largo de este
breve ensayo) y otro abordaje. Podríamos así preguntarnos ¿hay efectivamente
una separación de naturaleza entre el adentro psíquico y el afuera social; entre el
sujeto y lo social? ¿Y si no la hubiera, cuál sería la correspondencia entre ambos
elementos?
En una perspectiva afín, se señalará que, “la esencia humana no es algo abstracto e
inmanente a cada individuo. Es en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales”.
(Marx, 1985, pág. 667). Esta formulación -de carácter filosófico- ubica el sustrato de lo
individual en una dimensión extrínseca al sujeto, en un afuera, en el de las relaciones
sociales.
Sabemos que lo planteado deja esbozadas varias cuestiones que será necesario
desplegar. Simplemente interesa, en este momento de la reflexión, marcar un punto de
inflexión, un cambio radical en la forma de ver el problema. Estrictamente una
formulación del mismo, que deje de consagrar aquello que critica.
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Podemos decir, sin temor a alterar la perspectiva freudiana, que el vínculo (bindung) es una
relación social mediada por el afecto.
Referencias bibliográficas
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De Brasi, J.C. (2007). La problemática de la subjetividad. Buenos Aires: EPBCN-Mesa.
De Brasi, J. C., Fernández, A.M. (1993) Tiempo histórico y campo grupal. Masas, grupos e
instituciones, Buenos Aires: Paidós.
Deleuze, G. (1987). Foucault. Buenos Aires: Paidós.
Deleuze (2015): La Subjetivación. En Deleuze, G., Curso sobre Foucault, Tomo III. Buenos
Aires: Cactus.
Fernández, A.M. (1986), El campo grupal. Notas para una genealogía. Buenos Aires: Nueva
Visión.
Fernández, A.M. (2007) Las lógicas colectivas. Imaginarios, cuerpos y multiplicidades. Buenos
Aires: Biblos.
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Foucault, M. (1995) La verdad y las formas jurídicas, Barcelona: Gedisa.
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política (borrador) 1857-1858. México. Siglo XXI.
Marx, K. (1985). Tesis sobre Feuerbach. En Marx, K., Engels. F., La ideología alemana.
Buenos Aires: EPU.
Pichón-Rivière, E. (1983). El proceso grupal. Buenos Aires: Nueva Visión.
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Revista De metodología De Ciencias Sociales, (23), 163–199.
https://doi.org/10.5944/empiria.23.2012.834