La Vocación Contemplativa Y de Clausura en La Vida de Santa Clara de Asís

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LA VOCACIÓN CONTEMPLATIVA Y DE CLAUSURA EN LA

VIDA DE SANTA CLARA DE ASÍS.

Lima, 25 de noviembre de 2018

1
INTRODUCCIÓN
Con el libro “Una oportunidad para crecer en fidelidad creativa y responsable” del
año 2017, de José Rodríguez Carballo, y la Constitución Apostólica del Papa
Francisco, “Vultum Dei Quaerere” nos ayudarán a dar una mirada a la situación
actual de la vida consagrada contemplativa como signo y profecía de la Iglesia.
Asimismo, profundizaremos la vida contemplativa y de clausura según santa
Clara. Y finalmente pretenderemos dar unas sugerencias para vivir la vida
contemplativa y la clausura en el siglo XXI.
Monseñor Rodríguez, señala que para situar en su debido contexto la nueva
Constitución Apostólica Vultum Dei Quaerere resalta tres aspectos de la vocación
contemplativa:
1. Su misión de la vida contemplativa en la Iglesia y en el mundo
2. La Población de la Vida Contemplativa
3. Las tentaciones de la vida Contemplativa.

1. Su misión de la vida contemplativa en la Iglesia y en el mundo


La Iglesia ha tenido y sigue teniendo un gran aprecio por la vida contemplativa.
Este aprecio está motivado por los preciosos frutos de gracia y misericordia
y dicha forma de vida séquela Christi ha generado a lo largo de los siglos y
genera todavía hoy, como lo reconoce la Constitución la Vida contemplativa es
para la “Iglesia y en la Iglesia”. La Constitución VDq recuerda que mientras las
contemplativas tienen como vocación la de ser signos que expresen la presencia
de Cristo y buscan transformarse enteramente en el Señor, los monasterios están
llamados a ser “escuelas de Oración y de contemplación”.
A las contemplativas, como al resto de la vida consagrada se les pide ser
presencias significativas, presencias proféticas, participando activamente siempre
según la forma de vida “en la construcción de un mundo más humano y
evangélico.
La contemplación, no debe apartar a las contemplativas de la humanidad
que sufre, más bien las deber hacer expertas en la escucha y en la espiritualidad
de la hospitalidad, acogiéndolo en su corazón y llevarlos a la oración.
La espiritualidad de la contemplativa debe ser la espiritualidad del éxodo
que lleva a salir constantemente de uno mismo y conduce a un camino de
adoración y servicio.
El Papa Francisco, lleno de admiración y gratitud hacia las contemplativas,
exclama: “¡Cuánta eficacia apostólica se irradia desde los monasterios a través
de la oración y la ofrenda! Asimismo, afirma que las contemplativas deben ser
faros, antorchas, centinelas de la humanidad.

2. La Población de la Vida Contemplativa


Tenemos que reconocer que hay monasterios florecientes en número de
vocaciones y asistamos también a la erección de nuevos monasterios. Pero
también no podemos cerrar los ojos a una realidad casi generalizada: la
disminución de vocaciones, el envejecimiento de las contemplativas y el
necesario cierre de monasterios.

2
Hay monasterios que están en el límite, otros ya lo han sobrepasado.
Comunidades con poquísimas hermanas (a veces 3 e incluso 2), con una media
de edad que se aproximan a los 75 años, muchas con salud muy frágil, y donde
mucho tiempo no entran vacaciones.
Desde el 2003 al 2015 han tenido lugar 154 nuevas fundaciones, en el mismo
tiempo han cerrado 185 monasterios. Actualmente en el África hay 43,546 del
total que habían 62,079. En América Latina, en los últimos años se han
autorizado 9 nuevas fundaciones y se cerraron 14 monasterios.
Los que amamos esta forma de vida contemplativa y las mismas
contemplativas podemos quedar indiferente y cruzarnos de brazos ante esta
crisis y tenemos que tomar decisiones para que la crisis sea de vida y no de
muerte.
Esto también no lleva a reflexionar sobre las tentaciones de la vida contemplativa.

3. Tentaciones de la Vida contemplativa.


Según Monseñor José las tentaciones que experimentan las hermanas de vida
contemplativa hoy y la vida consagrada son muchos, pero por ahora señaló solo
dos: La autoreferencialidad y la lucha por la supervivencia.

3.1 La autoreferencialidad.
La autoreferencialidad en este contexto es sinónimo de vida contemplativa
encorvada sobre sí misma.
La autoreferencialidad lleva a encerrarse en lo propio, en el propio “nido”
como diría el Papa Francisco negando la realidad justificando situaciones, que
luego se paga elevadas facturas en cuanto al bien de la Iglesia, del carisma y del
mismo Evangelio.
Las contemplativas han de ser muy conscientes de una realidad que en
muchos casos es crítica. Han de ser bien conscientes que ha llegado el momento
de caminar en comunión, de sumar fuerzas. Todo ello está pidiendo cambio de
mentalidad y de estructuras sobre todo en lo que se refiere a la formación.
Como dijo el Papa Francisco a todos los consagrados: “Nadie construye el
futuro aislándose, ni solo con sus propias fuerzas”. Seguidamente, nos dijo: “No
se replieguen sobres ustedes mismo (as), no dejen que las pequeñas peleas de
casa les asfixien, no queden prisioneros (as) de vuestro problemas1.

3.2. La simple lucha por la resistencia.


Ante la escases de las vocaciones, la gestión de los monasterios es
desproporcionada, su falta de posibilidades y económica, que les llevan las
contemplativas a sacrificar incluso valores esenciales como puede ser la vida de
oración y contemplación o la vida fraterna en comunidad. Por otro lado, los lleva a
perder la capacidad de soñar y proyectarse al futuro.
Esta lucha por la supervivencia muchas veces lleva a perder la capacidad
de transparentar la alegría y la belleza de vivir el Evangelio y de seguir a Cristo. 2

1 Francisco, Carta Apostólica a todos los consagrados (CAC) II, 4.


2 Cf. Francisco, CAC II, 2.

3
(el Papa Francisco sostiene el principio: “El tiempo es superior al espacio” y se
cae en la “mundanidad espiritual”.
El Papa Francisco manifiesta que hay muchas hermanas con rostro de
felicidad, pero tampoco faltan quienes tienen rostro de viernes santo o rostro de
funeral. A los consagrados y particularmente a las contemplativas les debe
caracterizar la alegría profunda y autentica que brota del sentirse amadas y de
saber que Dios es capaz de colmar nuestro corazón y de hacernos felices.
Teniendo en cuenta estas consideraciones nos preguntamos ¿qué es la
vocación contemplativa y de clausura para santa Clara?

I. LA VOCACIÓN CONTEMPLATIVA EN SANTA CLARA. 3

Mira atentamente, considera, contempla, transfórmate en el Amado y


testimónialo (Cf. 4CtaCl 19. 22. 28)

Con motivo, de esta invitación a contemplar la acción de Dios en la Plantita de


Francisco, deseo compartir con ustedes la reflexión propuesta para este
momento: “La contemplación en santa Clara”; podamos seguir con las palabras
de San Buenaventura, «con solicitud las huellas de vuestra beatísima madre
[...] y abrazar con valor al que es espejo de pobreza, ejemplo de humildad,
escudo de paciencia y título de obediencia» (CtaB 2).

1.1. La contemplación.
Estimadas Hermanas, nos preguntamos ¿qué
entendemos por contemplación?
Sin ir muy lejos, podemos definir la contemplación, como
apertura del corazón al misterio que nos envuelve,
para dejarnos poseer por él.
Según el documento VDQ “contemplar es un modo
nuevo de relacionarse con Dios, con uno mismo, con
los demás y con la oración. Contemplar es encuentro
personal con Dios de la historia, de ese Dios que, en la
persona de su Hijo, plantó su tienda entre nosotros
(cf. 1,14), y se hace presente en la historia personal,
en los acontecimientos de la historia, y en la obra maravillosa de la
creación”.
En este sentido:
 Contemplar es vaciarse de todo lo superfluo para que el que lo es Todo,
nos llene a rebosar. Contemplar es abrir de par en par los ojos del corazón
para poder leer y descubrir la presencia del Señor en los pliegues de las
personas y de las cosas.

3
José Rodríguez Carballo, Min. Gen. OFM (2010). DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DE LA FORMA DE VIDA DE
LAS CLARISAS. Carta con motivo de la solemnidad de Santa Clara (2010). Recuperado el 15 de noviembre de
2018, de www.franciscanos.org/stacia/rodriguez carballo.htm.

4
 Contemplar es abrir los oídos del alma para escuchar los gritos silenciosos
del Señor en su Palabra, en los Sacramentos, en la Iglesia, y en los
acontecimientos de la historia.
 Contemplar es hacer silencio de palabras para que hable la mirada llena de
estupor, como la de un niño; para que hablen las manos abiertas al
compartir, como las de una madre; para que hablen los pies que, con paso
ligero, como nos pide santa Clara, cruzan fronteras para anunciar la Buena
Noticia, como los de un misionero; para que hable el corazón desbordante
de pasión por Cristo y por la humanidad, como hablaron los corazones
enamorados de Francisco y Clara.
 Contemplar es entrar en la celda del propio corazón, y desde el silencio
habitado, dejarse transformar por aquel a quien como Clara confesamos:
«esposo del más noble linaje» (1CtaCl 7), con el aspecto «más hermoso»
(1CtaCl 9), «cuya belleza admiran sin cesar todos los bienaventurados
ejércitos celestiales» (4CtaCl 10), y «cuyo amor enamora» (4CtaCl 11).
Contemplar es «anhelar, por encima de todo, tener el Espíritu del Señor y
su santa operación» (cf. Gál 5,13-21.26; Rom 13,13-14; RCl 10,9).
 La contemplación es esencialmente la vida de unión con Dios, que en
palabras de Francisco sería «tener el corazón vuelto hacia el Señor» (1 R
22,19.25), y en las de Clara, colocar alma, corazón y mente, en el Espejo,
en Cristo (cf. 3CtaCl l2ss), hasta transformarse totalmente en imagen de su
divinidad (cf. 3CtaCl 13).
Así entendida, la contemplación nada tiene que ver con una vida mediocre,
rutinaria, cansina.
La contemplación es hacer una opción exclusiva por el Señor, entregarle la
vida, es poder decir con Pablo «vivo, más no vivo yo, es Cristo quien vive en mí»
(Gál 2,20). Es poder decir en verdad: Sólo el Esposo basta, pues se trata de
aquel cuyo «poder es más fuerte, su generosidad más alta, su aspecto más
hermoso, su amor más suave, y todo su porte más elegante» (1CtaCl 9).
Para Clara la contemplación no es algo distinto de la opción radical por
Jesucristo, sino que es la dimensión intrínseca e indispensable de esa misma
opción.
La contemplación franciscana ha de verse siempre en el horizonte del
seguimiento de Cristo, es un seguimiento contemplativo.
Por eso, con las palabras del padre san Francisco, podemos decir que:
 Contemplar es entregarse totalmente a aquel que todo entero se ha
entregado por nosotros (CtaO 29).
 Contemplar es quemar, gastar la vida por el Evangelio, «regla y vida»
para todos nosotros (2 R 1,1; RCl 1,2)
Siempre me llamó la atención que Clara no define la vida en San Damián
como vida contemplativa, sino como vivencia del Evangelio.
De este modo, Clara no considera la contemplación como una forma de
vida, sino como una dimensión esencial de la misma que queda sometida a la
vivencia del Evangelio.
La contemplación, entonces, va de la mano de la calidad evangélica, de vida
conforme al propósito de vida que hemos ha abrazado (cf. 2CtaCl 11); de una

5
voluntad firme de «progresar de bien en mejor, de virtud en virtud» (1CtaCl 32), y
de recorrer la senda de la bienaventuranza (cf. 2CtaCl 12-13).
Para ello sentimos necesidad de caminar desde el Evangelio, núcleo
fundamental y fundante de nuestra forma de vida, pues sólo ello nos dará la
posibilidad de encender fuego nuevo e inyectar linfa joven en nuestra común
historia, ocho veces centenaria. Ser contemplativos implica, pues, asumir el
Evangelio en sus exigencias más radicales, sin rebajas, sin justificar
acomodaciones a un estilo cómodo de vida.
La contemplación que alimenta nuestra vida nunca puede ser ajena a la
vida de nuestros pueblos y a lo que la afecta. La realidad de nuestros hermanos
los hombres y mujeres ha de ser llevada a la oración.
Un alma contemplativa es un alma que se siente en comunión con todos,
que a todos presenta al Señor, con sus gozos y tristezas, con sus esperanzas y
sus frustraciones. A todos lleva en su corazón, a todos acoge en su alma
contemplativa.
La contemplación es, por tanto, mucho más que los momentos más o
menos prolongados de oración y a cuyo servicio deben estar las demás cosas
temporales (cf. RCl 7,2; 2 R 5,2).
La contemplación es una existencia vivida para el Señor y por él, gastada
también a favor de los demás. No podría ser de otra forma si tenemos presente
que la contemplación, como afirma Clara, es imitar y seguir al Esposo (cf. 2CtaCl
20-21).

1.2. FUENTES DE LA CONTEMPLACIÓN FRANCISCANA


Mirando a Francisco y a Clara es fácil descubrir dos fuentes principales de su
contemplación: la Palabra de Dios y la liturgia.
1. La Palabra de Dios es, sin duda alguna, la fuente principal de la oración del
Pobrecillo y de su Plantita. Los salmos y los cánticos bíblicos inspiran y nutren
su oración hasta tal punto que bien podemos decir que ambos encarnan en sí
mismos la figura del pobre de Yahvé en toda su dimensión: el hombre que
pone su confianza plena en el Señor y el hombre que se sumerge en la
adoración y la alabanza. La práctica de la Lectura orante de la Palabra, tan
recomendada por la Iglesia en los últimos tiempos, debería ser habitual en
nuestras fraternidades, si queremos que la Palabra tome carne en nuestra
existencia de cada día. En este sentido hay todavía mucho camino por recorrer.
2. La liturgia es fuente privilegiada de la contemplación franciscana.
 En primer lugar, porque es el cauce ordinario a través del cual Francisco y
Clara acogen la Palabra de Dios, una Palabra que no es simple objeto de
meditación, sino más bien una Palabra celebrada, actualizada; una Palabra
que se transforma en acción.
 Por otra parte, Francisco y Clara a través de la liturgia viven intensamente la
actualización sacramental del misterio de Cristo, particularmente, así como
se manifiesta en la encarnación y en la pasión, que como bien sabemos
ocupan un lugar central en la contemplación de estos dos enamorados de
Cristo pobre y crucificado.

6
1.3. EL «MÉTODO» DE CLARA PARA LA CONTEMPLACIÓN
Como los grandes maestros de contemplación, también Clara elaboró su
«método», su camino, pero sin asirse a ninguna de las grandes corrientes. Se
trata de un método muy sencillo que brota de la propia experiencia.
Este método puede resumirse en tres verbos que aparecen en la segunda y
cuarta Carta a Inés de Praga: mirar (observar), considerar, contemplar (cf.
2CtaCl 20; 4CtaCl 15-23).
El camino contemplativo de Clara está enraizado en la encarnación del
Verbo, sintetizado en el misterio, en la vida pública y en la cruz. Es un espejo
en el que se refleja la pobreza, la humildad y la caridad del Hijo de Dios.
Contemplar todos los días este espejo es recorrer este camino sin desfallecer.
a) Mirar. La mirada implica todos los sentimientos en el seguimiento
contemplativo de Jesucristo. «Mira diariamente este espejo [...] Mira -te
digo- al comienzo de este espejo, la pobreza, pues es colocado en un
pesebre y envuelto en pañales» (4CtaCl 15ss).
No se trata de una postura romántica ante el pesebre, sino de una
experiencia real de pobreza, de una opción decidida por la pobreza, como
el camino escogido por el Hijo de Dios. No se trata de mirarse a uno mismo,
sino de salir de uno mismo y contemplar la pobreza de quien se hizo
«despreciable por ti».
Para Clara ya no queda otro camino: «Síguelo, hecha tú despreciable por él
en este mundo» (2CtaCl 19).
El mirar al que invita Clara es, en definitiva, la mirada de la esposa al
Esposo, que, por ser diaria y constante (cf. 4CtaCl 15), lleva a descubrir la
belleza del «Esposo de más noble linaje» (1CtaCl 7).
b) Considerar. La consideración, para Clara, abarca la mente, y conduce a
percibir la humildad, como un contraste que escandaliza y fascina: El Rey
de los ángeles envuelto en pañales y acostado en un pesebre (cf. 4CtaCl
19-20). Si para Francisco el binomio pobreza y humildad es inseparable, lo
es también para Clara. La pobreza pone de relieve la vida en la misma
condición de los pobres.
La humildad expresa lo más profundo de la pobreza: el abajamiento, la
humillación, el desprecio. Si la pobreza es negación de riqueza, la humildad
es negación de poder. La humildad es la dimensión kenótica del
seguimiento.
c) Contemplar. El contemplar implica particularmente el corazón. Para Clara
el corazón es el lugar de la alianza con el Esposo, expresa la radicalidad de
la respuesta, la entrega total, la comunión que permite saborear a Dios.
Por otra parte, la contemplación exige un corazón puro (cf. RCl 10,10),
totalmente vuelto hacia el Señor. Ello permite mirar con otros ojos, los ojos
de Dios, considerar de otra manera, percibir en profundidad.
Contemplar significa en último término:
 tener los mismos sentimientos de Cristo (cf. Fil 2,5),
 revestirse de Cristo (cf. Gál 3,27; Ef 4,24).
Contemplar es abrirse al Espíritu que renueva, transforma y arrastra al testimonio,
meta de toda contemplación.

7
El mira-considera-contempla, más que grados, son dimensiones de un mismo
proceso que no se reduce a una mera consideración intelectual, sino que es una
experiencia que implica a toda la persona en todas sus dimensiones: espiritual,
intelectual, afectiva y sensible.
Es como el amor auténtico: envolvente (cf. 1 R 22,19; 3CtaCl 12-13; 4CtaCl 15),
que lleva al seguimiento y a la identificación con la persona amada, a la
transformación del amante en el Amado.

1.4. EL SILENCIO Y LA SOLEDAD AL SERVICIO DE LA CONTEMPLACIÓN


Así los piensa Clara en su Regla (cf. RCl 5), así lo piensa la Iglesia, así lo
recogen sus Constituciones: «La búsqueda de la intimidad con Dios lleva
consigo la necesidad vital de un silencio de todo el ser» (Evangelica
Testificatio, 46; CCGG de la OSC, 81). Quien desee permanecer fijo únicamente
en la intimidad de Dios, a ejemplo de Clara, debe apartar de su alma «todo ruido»
(LCl 36). Y esto no sólo para quienes han optado por una vida retirada, sino para
todos aquellos que deseen vivir una vida interior auténtica. El silencio en cuanto
camino de libertad es un valor universal, necesario para una vida en plenitud,
para la reflexión profunda.
 El silencio y la soledad habitados son manifestación de una vida plena
desbordante, que habla por sí misma.
 El silencio y la soledad son, además, medios indispensables para
concentrarnos en lo esencial, para vivir en presencia del Señor.
Es desde esta perspectiva, desde la cual, la clausura adquiere su verdadera
dimensión.
Sin restarle importancia alguna a la clausura hacia fuera, no se puede olvidar
nunca la clausura hacia dentro:
 no entretenerse en lo accidental,
 gusto por la Palabra de Dios,
 recogimiento de los sentidos.
Si para quienes viven a orillas de la nada el silencio es signo terrorífico del vacío,
para quienes buscan la paz interior, el silencio, la soledad y, en nuestro caso la
clausura, son oportunidades impagables para el encuentro, con Dios y con los
demás.
El hombre nuevo, a quien la fe le ha dado un ojo penetrante que va más allá
de la escena y un corazón capaz de amar al Invisible, busca el silencio y la
soledad, no como huida, no como medios para encerrarse en uno mismo, sino el
silencio y la soledad hechos de relaciones profundas, auténticas.
Por paradójico que parezca, únicamente el que es capaz de quedarse solo, es
capaz de encontrarse con alguien.
Tal vez, esto explique por qué hoy estamos tanto tiempo juntos, y no
acabamos de encontrarnos realmente con alguien.
Hoy, tanto vosotras, mis queridas hermanas, como nosotros y cuantos deseen
dedicarse con corazón exclusivo a Dios, necesitamos de silencio y soledad,
llenos de una Presencia, atentos a la escucha, abiertos a la comunión.
Necesitamos cuidar el silencio y la soledad habitados para no ser víctimas de un
activismo -también éste es un peligro real en muchos de sus monasterios-,

8
privados de reflexión; víctimas de un activismo vacío y por tanto estéril. Dios
siempre habla y aun su silencio es palabra.
Seguidamente profundizaremos la clausura en la vida contemplativa.

II. LA CLAUSURA.
El documento "VERBI SPONSA", Instrucción sobre la clausura de las Monjas, en
la parte primera refiere el significado y el valor de la clausura de las monjas4.
En el misterio del Hijo que vive la comunión de amor con el Padre. Las
contemplativas claustrales, de modo específico y radical, se conforman a
Jesucristo en oración sobre la montaña y a su misterio pascual, que es una
muerte para la resurrección.
La antigua tradición espiritual de la Iglesia, seguida por el Concilio Vaticano
II, une expresamente la vida contemplativa a la oración de Jesús « en la montaña
»,5 o en cualquier caso, en un sitio solitario, no accesible a todos, sino sólo a
aquellos a los que Él llama consigo, en un lugar apartado (cf. Mt 7, 1-9; Lc 6, 12-
13; Mc 6, 30-31; 2 Pe 1, 16-18).
El Hijo está siempre unido al Padre (cf. Jn 10, 30; 17, 11), pero en su vida
hay un espacio, constituido por momentos particulares de soledad y oración, de
encuentro y comunión, en el júbilo de la filiación divina. Así manifiesta Él la
amorosa tensión y el perenne movimiento de su Persona de Hijo hacia Aquel que
lo engendra desde la eternidad.
Este asociar la vida contemplativa a la oración de Jesús en un lugar solitario
denota un modo especial de participar en la relación de Cristo con el Padre. El
Espíritu Santo, que condujo a Jesús al desierto (cf. Lc 4, 1), invita a la monja a
compartir la soledad de Jesucristo, que por medio del « Espíritu eterno » (Hb 9,
14) se ofreció al Padre. La celda solitaria y el claustro cerrado son el lugar donde
la monja, esposa del Verbo Encarnado, vive plenamente recogida con Cristo en
Dios. El misterio de esta comunión se le manifiesta en la medida en que, dócil al
Espíritu Santo y vivificada por sus dones, escucha al Hijo (cf. Mt 17, 5), fija la
mirada en su rostro (cf. 2 Co 3, 18), y se deja conformar con su vida, hasta la
suprema oblación al Padre (cf. Flp 2, 5ss) como expresa alabanza de gloria.
La clausura, incluso en su aspecto concreto, es, por eso mismo, un modo
particular de estar con el Señor, de compartir « el anonadamiento de Cristo
mediante una pobreza radical que se manifiesta en la renuncia no sólo de las
cosas, sino también del « espacio », de los contactos externos, de tantos bienes
de la creación », 6 uniéndose al silencio fecundo del Verbo en la cruz. Se
comprende entonces que « el retirarse del mundo para dedicarse en la soledad a
una vida más intensa de oración no es otra cosa que una manera particular de
vivir y expresar el misterio pascual de Cristo »,7 un verdadero encuentro con el

4"VERBI SPONSA" (1999). Instrucción sobre la clausura de las Monjas.


5 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 46; Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal
Vita consecrata, sobre la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo (25 de marzo de 1996), 14.
6 Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Vita consecrata, sobre la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el

mundo (25 de marzo de 1996), 59.


7 Sagrada Congregación para los Religiosos y los Institutos seculares, Instr. Venite seorsum, sobre la vida

contemplativa y la clausura de las monjas (15 de agosto de 1969), I.

9
Señor Resucitado, en un camino de continua ascensión hacia la morada del
Padre.
En la espera vigilante de la venida del Señor, la clausura se convierte así en
una respuesta al amor absoluto de Dios por su criatura y el cumplimiento de su
eterno deseo de acogerla en el misterio de intimidad con el Verbo, que se ha
hecho don esponsal en la Eucaristía8 y permanece en el sagrario como centro de
la plena comunión de amor con Él, recogiendo toda la vida de la monja para
ofrecerla continuamente al Padre (cf. Hb 7, 25). Al don de Cristo-Esposo, que en
la Cruz ofreció todo su cuerpo, la monja responde de igual modo con el don del «
cuerpo », ofreciéndose con Jesucristo al Padre y colaborando en la obra de la
Redención. De esta forma, la separación del mundo da a toda la vida de clausura
un valor eucarístico, « además del aspecto de sacrificio y de expiación, adquiere
la dimensión de la acción de gracias al Padre, participando de la acción de
gracias del Hijo predilecto ».9
En el misterio de la Iglesia que vive su unión exclusiva con Cristo
Esposo. La historia de Dios con la humanidad es una historia de amor esponsal,
preparado en el Antiguo Testamento y celebrado en la plenitud de los tiempos.
La Divina Revelación describe con la imagen nupcial la relación íntima e
indisoluble entre Dios y su pueblo (Os 1-2; Is 54, 4-8; Jr 2, 2; Ez 16; 2 Co 11,
2; Rm 11, 29).
El Hijo de Dios se presenta como el Esposo-Mesías (cf. Mt 9, 15; 25, 1), venido
para llevar a cabo las bodas de Dios con la humanidad,10 en un admirable
intercambio de amor, que comienza en la Encarnación, alcanza la cumbre
oblativa en la Pasión y se perpetua como don en la Eucaristía.
El Señor Jesús, derramando en el corazón de los hombres su amor y el del
Padre, los hace capaces de responder totalmente, mediante el don del Espíritu
Santo, que siempre implora con la Esposa: « Ven » (Ap 22, 17). Esta perfección
de gracia y santidad se realiza en la « Esposa del Cordero... que baja del cielo,
de Dios, resplandeciente de la gloria de Dios » (Ap 21, 9-10).

8 Cf. Juan Pablo II, Carta ap. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 26: « Nos encontramos en el centro mismo del
Misterio pascual, que revela hasta el fondo el amor esponsal de Dios. Cristo es el Esposo porque "se ha entregado a sí mismo":
su cuerpo ha sido "dado", su sangre ha sido "derramada" (cf. Lc 22, 19-20). De este modo "amó hasta el extremo" (Jn 13, 1). El
"don sincero" contenido en el sacrificio de la Cruz, hace resaltar de manera definitiva el sentido esponsal del amor de Dios.
Cristo es el Esposo de la Iglesia, como Redentor del mundo. La Eucaristía es el sacramento del Esposo, de la Esposa ».
9 Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Vita consecrata, sobre la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo (25 de

marzo de 1996), 59. Cf. Carta a las Monjas Clarisas, con ocasión del VIII Centenario del nacimiento de Santa Clara de Asís (11
de agosto de 1993), 7: « En realidad, toda la vida de Clara era una eucaristía, porque —al igual que Francisco— elevaba desde
su clausura una continua acción de gracias a Dios con la oración, la alabanza, la súplica, la intercesión, el llanto, el ofrecimiento
y el sacrificio. Acogía y ofrecía todo al Padre en unión con la infinita acción de gracias del Hijo Unigénito »; B. Isabel de la
Trinidad, Escritos, Retiro 10, 2: « Una alabanza de gloria está siempre ocupada en la acción de gracias. Cada uno de sus actos,
de sus movimientos, cada pensamiento suyo y cada aspiración, al mismo tiempo que la radican más profundamente en el
amor, son como un eco del eterno Sanctus »
10 Cf. S. Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, homilía 38, 3: PL 76, 1283: « Entonces, en efecto, Dios Padre celebró

las nupcias de Dios su Hijo, cuando en el seno de la Virgen lo unió a la naturaleza humana, cuando quiso que el que era Dios
antes del tiempo, se convirtiese en hombre al final de los tiempos »; S. Antonio de Padua, Sermones, Domingo 20 después de
Pentecostés, I, 4: « La Sabiduría, el Hijo de Dios, ha construido la casa de su humanidad en el seno de la beata Virgen, casa
sostenida por siete columnas, esto es, de los dones de la gracia septiforme. Esto es lo mismo que decir: Celebraré las nupcias
de su Hijo »; Juan Pablo II, Carta ap. Dies Domini (31 de mayo de 1988), 12: « Dios se manifiesta como el esposo ante su
esposa (cf. Os 2, 16-24: Jr 2, 2; Is 54, 4-8). [...] Conviene destacar la intensidad esponsal que caracteriza, desde el Antiguo al
Nuevo Testamento, la relación de Dios con su pueblo. Así lo expresa, por ejemplo, esta maravillosa página de Oseas: "Yo te
desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en compasión, te desposaré
conmigo en fidelidad, y tú conocerás al Señor" (2, 22) »

10
La dimensión esponsal es característica de toda la Iglesia, pero la vida
consagrada es imagen viva de la misma, manifestando más profundamente la
tensión hacia el único Esposo.11
De modo aún más significativo y radical, el misterio de la unión exclusiva de
la Iglesia-Esposa con el Señor se expresa en la vocación de las monjas de
clausura, precisamente porque su vida está totalmente dedicada a Dios,
sumamente amado, en la constante tensión hacia la Jerusalén celeste y en la
anticipación de la Iglesia escatológica; fija en la posesión y en la contemplación
de Dios,12 es una llamada para todo el pueblo cristiano a la fundamental vocación
de cada uno al encuentro con Dios, (19)13 representación de la meta hacia la cual
camina toda la comunidad eclesial, (20) que vivirá siempre como Esposa del
Cordero.
Por medio de la clausura, las monjas llevan a cabo el éxodo del mundo para
encontrar a Dios en la soledad del « desierto claustral », que comprende también
la soledad interior, las pruebas del espíritu y la dificultad cotidiana de la vida
común (cf. Ef 4, 15-16), compartiendo de modo esponsal la soledad de Jesús en
el Getsemaní y su sufrimiento redentor en la cruz (cf. Ga 6, 14).
La clausura, medio ascético de inmenso valor,14 es muy adecuada para la
vida enteramente dedicada a la contemplación. La monja de clausura cumple en
grado sumo el primer mandamiento del Señor: « Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu
mente » (Lc 10, 27), haciendo de ello el sentido pleno de su vida y amando en
Dios a todos los hermanos y hermanas.
La contemplación llega a ser la bienaventuranza de los puros de corazón
(Mt 5, 8). La monja, apartada de las cosas externas en la intimidad de su ser,
purificando el corazón y la mente mediante un serio camino de oración, de
renuncia, de vida fraterna, de escucha de la Palabra de Dios y de ejercicio de las
virtudes teologales, está llamada a conversar con el Esposo divino, meditando su
Ley día y noche para recibir el don de la Sabiduría del Verbo y, bajo el impulso
del Espíritu Santo, hacerse con Él una sola cosa. (32).

11
Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Perfectae Caritatis, sobre la adecuada renovación de la vida religiosa, 12: «
evocan ante todos los cristianos aquel maravilloso matrimonio, fundado por Dios y que se ha de manifestar
plenamente en el siglo futuro, por el que la Iglesia tiene como único esposo a Cristo »; Juan Pablo II, Exhort. ap.
postsinodal Vita consecrata, sobre la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo (25 de marzo de
1996), 3; 34.
12
Cf. Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Vita consecrata, sobre la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en
el mundo (25 de marzo de 1996), 59.
13 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 19: « La razón más
alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios ».
14
Cf. Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Vita consecrata, sobre la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en
el mundo (25 de marzo de 1996), 59.

11
2.1. Libres para vivir en clausura15
Nos preguntamos ¿qué significa para Clara vivir la
Clausura?
En la bula de canonización de la Santa (1225), nos ofrece
una explicita afirmación de la Clausura.
“¡Qué lumbrarada la de esta luz y qué vehemencia de
su esplandor! Mas esta luz permanecía cerrada en lo
secreto de la clausura y lanzaba al exterior rayos que
rebrillaban en el ámbito del mundo; se contenía dentro y
saltaba fuera. Porque clara moraba oculta y su conducta
resultaba notoria, vivía clara el en silencio y su fama era un
clamor; se recataba en su celda y su nombre y su vida eran
públicos en las ciudades…16 Además, desde el comienzo
todos los documentos papales conocen a Santa Clara y a las Damianitas como
“podres monjas encerradas”.
Un testimonio de 1225, poco después que se compuso el cantico de las
criaturas, Francisco escribirá para ellas una exhortación y les recomendará a las
damas pobres: “Escuchen, pobrecías, por el señor llamadas, de diversas
partes y provincias congregadas, vivan siempre en la verdad, para morir en
obediencia. No vivan la vida de fuera, puesto que la del espíritu es mejor”
(ExhCl 1 -3). Es una fuerte llamada a la vida espiritual, la “de adentro” que tiene
en la clausura una óptica custodia y defensa, y de que la clausura es un signo
elocuentemente profético, y un sentir de Francisco sobre la separación del
mundo.
Con la Regla Hugoliana aprobado por Honorio, Santa Clara profesó la más
estricta clausura que jamás se había conocido por las Órdenes monásticas hasta
aquel tiempo. La Clausura establecida para “las pobres monjas encerradas en
San Damián, “es absoluta y perpetúa. La regla prohíbe cualquier salida, salvo por
motivos, de una nueva fundación. Las monjas deberán permanecer encerradas
todo el tiempo de su vida, y, una vez que hubieran ingresado en la clausura de
esta religión y asumido el hábito religioso, no se les concederá licencia ni facultad
para salir de ella en adelante… y al morir las hermanas será inhumadas dentro de
la clausura como conviene.17

2.2. La clausura, expresión del misterio Pascual


Al vivir enclaustradas, Clara y las Damianitas verdaderamente reviven el misterio
de Cristo, para realizar la misión de restaurar la Iglesia en una dimensión
enteramente contemplativa; valga la redundancia, en una dimensión que parte del
interior, de la raíz, de la profundidad.
Vivir la clausura, para las Damianitas, así como para las Clarisas de hoy,
continuadoras de esta vivencia carismática, es participar activamente del misterio
pascual de Cristo Jesús: en soledad, despojo, cruz, muerte, sepulcro y

1515
GUZMAN, VERONICA (1993). Libertad en Santa Clara. Recuperado el día 15 de noviembre de 2018, de
https://www.capuchinpoorclares.org/page81.html
16 Bulla Clara claris praeclara, 13 -14.
17
Lainati, chiara (2004). Santa Clara de Asís. Pgs 435 – 467.

12
resurrección. Es sumergirse y profundizar en plenitud en el misterio trinitario,
que bien puede definirse como un vivir «escondidas» con Cristo en Dios.

2.3. Una kénosis para una comunión: una muerte para una vida.
La clausura en la Orden de las clarisas hoy no puede ser comprendida como «un
medio para…» La clausura es más: es un modo típico de profundizar aquella
kénosis de Jesucristo, que es propuesta por Él para quien lo quiera seguir.
Por medio de los consejos modo la vida contemplativa de las Hermanas Pobres
de Santa Clara, en su jornada histórica, aparece con una fisonomía propia, muy
distinta a las características, de otras Órdenes, aun las dedicadas a la vida
contemplativa-claustral.
El seguimiento primordial de Cristo pobre y crucificado, condujo a Clara y
sus primeras compañeras a descubrir el valor profundo de la clausura de forma
carismática. Y este modo de «vivir enclaustradas» viene a florecer
significativamente desde muy temprano como un cuarto voto, el Voto de
Clausura, que caracteriza y da originalidad a la Orden de las Damas Pobres.
Vale la pena analizar, a la luz de recientes estudios, los hechos
relacionados con el tema. Clara, después de su experiencia en el monasterio
benedictino, se marcha a san Pablo de Panzo, situado en una ladera del monte
Subasio. Según un estudio reciente de Mario Sensi: Dice que santo Ángel de
Panzo no era un monasterio benedictino, como se pensaba de dicho monasterio,
era una casa de «encarceladas» o «penitentes», como las existentes en el monte
Subasio, cerca de Asís. Lo que significa que Clara, no satisfecha con la
experiencia benedictina, quiso tener otra opción de vida religiosa, eligiendo la de
«encarcelada».
La espiritualidad de las «encarceladas» o «penitentes», tiene más relación
con el nombre de «Orden de las damas encerradas» (Proc XVI, 2), nombre
designado por el común de la gente del lugar, para identificar a las Orden de las
damas pobres, según el proceso de canonización de santa Clara (año 1253).
Con toda probabilidad, a este estilo de vida perpetua, Clara debe más a éstas,
que a la familia benedictina o cisterciense: porque es aquí donde ella recibe la
inspiración, «en la cárcel de este estrecho lugar se encerró la Virgen Clara por
amor a su celeste esposo» (LCl 10). «Se encierra como en una cárcel….se
encierra como en una tumba…En esta estrecha cárcel se abre sólo a la vista de
Dios».
Otra observación frecuente, sin fundamento alguno, es la siguiente: en
tiempo de Francisco y Clara se afirmaba que, no se concebía la vida religiosa
femenina fuera del claustro. Es totalmente inexacto; porque poco antes de santa
Clara surgió en Flandes el movimiento las llamadas de Beguinas, cuya
espiritualidad era la vida de oración y de trabajo, muy parecida a lo que hoy
llamamos vida activa.
Por su parte, El padre Jesús María Bezunartea, OFM Cap. hace una
importante aportación, relacionada al tema que nos completa lo que falta a la
reflexión de Chara Lainati. Él parte del texto que condensa toda la espiritualidad
Clariana; se trata de la Bula de aprobación de la Regla, en su segunda parte (el
texto del Cardenal Rainaldo) dice así:

13
«Ustedes, amadas hijas en Cristo, despreciasteis las pompas y placeres de
este mundo y decidisteis seguir las huellas del mismo Cristo y de su
santísima Madre. Por ello, elegisteis vivir encerradas y servir al Señor en
suma pobreza para daros a Él con plena libertad de espíritu…. (Pról RCl2)».
Estas palabras aunque no sean originales de Clara, dice el autor, describen
una experiencia espiritual propia de la misma Clara, que parecen estar escritas
por ella misma. Ella traza los rasgos fundamentales y espirituales de su
experiencia de clausura, tal como es la vivencia en san Damián.
El misterio Pascual de Cristo consta de tres momentos fundamentales:
Pasión, muerte y resurrección del Señor. Cuando Jesús invita a sus discípulos
para seguirle, les dice: «si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz y sígame (Mt 16,24)». Estas palabras que introducen en la kénosis
o anonadamiento, condición indispensable para participar del reino. Como había
anunciado a los hijos del Zebedeo (Mc 19, 33-40).
La bula antes citada, se refiere directamente y expresamente a la
experiencia de clausura de Clara y las Damianitas, aquí se encuentra
precisamente el momento del misterio pascual, en el hecho de «haber
despreciado las pompas y placeres de este mundo». Clara recuerda este hecho
en su Testamento contraponiendo su vida de conversión cuando se encontraba
en «en las miserables vanidades del siglo (TestCl 24)».
Clara en lugar de los placeres mundanos y transitorios busca otros: «no
rehusábamos indigencia alguna, pobreza, trabajo, tribulación, ni ignominia, ni
desprecio, del mundo, sino que más bien considerábamos estas cosas como
grandes delicia (TestCl ». Esta ascética con la que dominaban sencillamente la
carne y sus pasiones, es el primer paso pero un paso especial de la experiencia
pascual vivida por Clara en su vida de consagración, encerrada en la clausura.
Esta sin duda habrá sido la experiencia fuerte del paso intermedio entre el mundo
y la vida con «plena libertad de espíritu», entregada totalmente al Señor: la
experiencia del sepulcro o segundo momento del misterio pascual. A este
momento pertenecen las palabras: «Por ello, elegisteis vivir encerradas y servir al
Señor en suma pobreza» (Pról RC 12).
La clausura ofrece una experiencia kenótica de descenso al sepulcro,
donde se gesta una vida nueva, a través de la soledad, o separación del mundo,
para disfrutar del silencio del claustro del corazón, es decir un estar a solas con
quien sabemos nos ama, gozando de lo único necesario (Lc 10,42), como Clara
misma escribe a Inés de Praga (2 CtaCl 3). «Para Clara la clausura pertenece a
Dios, el instrumento a través del cual se entra en la heredad» (ib).
Última consideración, en la línea de esta nueva vida, engendrada en el alma
a través de esta separación. Clara escribe a Inés de Praga en su tercera carta.
Allí le menciona expresamente la semejanza existente entre la experiencia de
María, como madre de Jesús que acogió a su Hijo «en el pequeño claustro de su
vientre sagrado y lo formó en su seno de doncella (3CtaCl 3)».
Al ir profundizando y adentrándome en los escritos de nuestra santa madre
Clara, descubriendo su perfil. Ella era una mujer noble, de grandes y sólidos
ideales, convicciones claras y firmes, por los cuales luchó hasta lograr,
encarnarlos en su vida personal y comunitaria. Clara vive la oración

14
contemplativa, dejándose transformar «totalmente… en la imagen de su
divinidad» (3 CtaCl 13).
Clara y sus primeras seguidoras, con espíritu alegre y sencillez
franciscana, afrontan todas las pruebas y adversidades con paciencia y valentía
«No temían ninguna pobreza, fatiga, tribulación, humillación y desprecio del
mundo, al contrario, todo lo consideraban como una delicia» (RCl 6,2). Clara es
libre, porque es capaz de tener verdaderos encuentros profundos y prolongados
con el Señor, es el manantial donde ella aprende a escuchar y ver la realidad con
ojos nuevos y trasparentes. Su libre elección la impulsa a adquirir y poseer la
perla preciosa del Reino.
La pobreza de Clara es libertad, no sólo porque sigue a Cristo, sino también
porque construye la fraternidad. Nosotras también estamos llamadas a reproducir
estos mismos valores en nuestras comunidades. El ejemplo de Jesús debe ser el
que nos motive a vivir con entusiasmo y alegría nuestra entrega. Él nos muestra
el camino cuando dice: «Nadie me quita la vida, yo mismo la doy» (Jn 19,17).
Nosotras fuimos llamadas por Él y libremente decidimos seguirlo; que esta opción
sea la que nos motive para afrontar con paz y responsabilidad la adversidad.
Clara por su parte también nos impulsa a no perder de vista el camino abrazado.
Que estas palabras de nuestra madre santa Clara sean un aliciente en los
momentos de prueba, para seguir adelante con gozo y alegría nuestra entrega al
Señor, porque sólo Él es digno de ser amado.

III. CONCLUSIONES.
“Nos preguntamos ¿Cómo puede ser actual una mujer de un pasado tan lejano?
¿Qué puede decir Clara de Asís, que vivió en el siglo XIII, a las mujeres y a los
hombres del siglo XXI?, Para responder a la pregunta tratamos de vencer:
 El primer obstáculo que es el gran desconocimiento de su figura y
espiritualidad, incluso en el seno mismo de la Iglesia. ¿Cuántos conocen su
vida, y no digamos sus Cartas, su Regla y su Testamento?
 Clara es un referente de vida humilde, sencilla y austera, entregada a la
oración y contemplación: una vida cristiana entregada totalmente a Dios y al
servicio de la humanidad a través de la plegaria.
 Otra dificultad para admitir la actualidad de Clara de Asís es la clausura
como forma de vida contemplativa. El pragmatismo, la eficacia, la
libertad, como valores absolutos, que carecen de referentes, exceptuando
al propio individuo como única medida ante sí mismo y ante los demás,
también han entrado en la Iglesia y campan a sus anchas. Así, para
algunos cristianos no sólo les resulta incomprensible una vida
contemplativa en clausura, sino inaceptable; les parece inconcebible que
Dios pueda llamar a las personas (tanto hombres como mujeres) a vivir de
esa manera; porque entienden que carece de visibilidad o de influencia en
medio del mundo; para éstos, la oración y la contemplación poseen un
valor relativo, y por esto, reducen la búsqueda del Reino de Dios y su
justicia al apostolado social y caritativo.
Después de señalar algunos de los obstáculos que dificultan el reconocimiento
de la actualidad de Clara, podemos resaltar los siguientes aspectos:

15
1. Clara, la mujer vigorosa y tierna. La salud física de Clara, estuvo enferma
casi la mitad de su vida (Proc 1,17), parece desmentir o poner en tela de
juicio que ella fuese una mujer fuerte. Sin embargo, su biografía nos revela
a una mujer de personalidad vigorosa, firme, madura, decidida, cálida y
entrañable.
Su decisión, consciente y libre (autónoma), implicaba no sólo dejar una vida
cómoda y segura, sino también elegir un futuro incierto, es decir: rechazar
un matrimonio y, por lo tanto, hasta la más mínima presión del exterior para
escoger marido; enfrentarse a la propia familia, que se opuso con fuerza a
su decisión; renunciar a la herencia a la que tenía derecho; pasar a otra
categoría social, la más baja, muy inferior de la que le correspondía por
nacimiento, que avergonzaba a sus familiares por el desprestigio que les
acarreaba ante toda la comarca (LCl 9. Proc 12,4; 18,3; 20,6). En San
Damián, con un pequeño grupo de mujeres, empezó una vida inspirada en
el Evangelio, que se concretaba en una vida familiar con Dios (Padre, Hijo y
Espíritu Santo) y con las hermanas, inmersa en la oración y contemplación
y en la más extrema pobreza. La «Forma de vida», muy breve, que les dio
Francisco, iluminaba este género de vida.
Su vigor y su decidida afirmación nacen del convencimiento de sentirse
llamada por Dios a vivir entregada totalmente a él. Vocación discernida,
contrastada con el parecer de otras personas, de los hermanos: Francisco,
León, Elías... No es capricho o sugestión de una alocada, ni tampoco
interés de imponer sus propias ideas.
Su pedagogía, como la de Francisco, se guía por el principio del ejemplo.
En su Regla, las situaciones de necesidad «no conocen ley», no se regulan
por unas normas rígidas (8 RCl 2,17; 3,8-11).
2. Clara, la mujer de lo esencial y de la autenticidad. Algunas prácticas de
Clara son poco actuales y para nada imitables, como es el caso de sus
extremas penitencias corporales. Pero en su forma de vivir el Evangelio
encontramos elementos muy válidos para hoy, y no sólo para las hermanas
clarisas, sino para todos los cristianos. Algunos de esos aspectos son: su
fidelidad a la vocación recibida, su autenticidad y su preocupación por
centrarse siempre en lo esencial.
Para Clara, lo esencial es seguir el camino de Cristo pobre y crucificado, y
en ello pone todo su ser y todas sus fuerzas; el resto está en función de ese
seguimiento o no cuenta nada para ella. Así se explica su opción por la
pobreza, o mejor, la desapropiación, para quitar todo estorbo que impida o
dificulte estar radicada en su centro, en su espejo: Cristo. Su opción por la
contemplación y por la unión esponsal con Cristo, persigue el mismo fin:
vivir en Cristo, unida a él, para reinar con él.[ 2CtaCl 10-22; 3CtaCl 10-17;
4CtaCl 14-34]
A este respecto, dos notas teológicas:
a. Clara contempla la pobreza de Jesucristo no sólo como condición de
su vida histórica (Belén-Calvario), sino como rasgo esencial de todo el
misterio de Cristo, desde su encarnación hasta su muerte en la cruz y
resurrección. La pobreza de Cristo como expresión máxima de su

16
entrega y servicio a los hombres, y manifestación cumbre del amor de
Dios Padre. Así, para Clara, vivir como pobres no sólo es carencia de
cosas, sino sobre todo entrega y servicio a Dios y a los hermanos. Su
servicio a las hermanas, su oración intensa por los hombres,
especialmente los más necesitados en el cuerpo y en el alma ("los
miembros débiles de la Iglesia"), por su ciudad en medio del peligro
(LCl 23), son inseparables de su concepción y vivencia de la pobreza.
b. El segundo apunte teológico se refiere al cristocentrismo de Clara;
debe recordarse que no se trata de un cristomonismo; es decir, su
espiritualidad no se reduce a una contemplación única y exclusiva de
Cristo, sino que es trinitaria, como ya he aludido. La Trinidad, el Dios,
que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, alimenta la fe de Clara y es el
modelo de vida en San Damián; ella y sus hermanas se reconocen en
relación con cada una de las Tres Personas divinas, eso es lo que
quieren traducir en las relaciones interpersonales. Esto Clara lo ha
aprendido en el Evangelio y, según ella, por medio de Francisco de
Asís. Ella, como éste, mantiene un maravilloso equilibrio en su fe
cristiana, no fácil de encontrar.
3. Clara, la mujer evangélica. La Palabra de Dios atraviesa todos los escritos de
Clara marcándolos de manera indeleble. Y en su vida la Palabra de Dios era su
alimento diario.
El evangelismo de Clara es patente. Su lectura del Evangelio no se reducía a una
lectura material-literal, sino que, inspirada por el Espíritu, perseguía su
encarnación en lo cotidiano.
4. Clara, la mujer que vive desde la gratuidad. En la respuesta a este anhelo,
Clara también puede iluminar, especialmente a los cristianos, pues en nuestro
mundo tan tecnificado, ¿qué lugar ocupa la gracia divina para nosotros? ¿Cómo
conjugamos la providencia divina con la técnica y la ciencia, tan necesarias? ¿En
la lectura de nuestra historia personal y comunitaria, dejamos entrar a la gracia de
Dios?
Clara de Asís, al final de su vida, en su Testamento, ya nos da la clave para
entender su coraje, su firmeza, su fidelidad, en definitiva su biografía:
«Entre los otros beneficios que hemos recibido y recibimos cada día de nuestro
espléndido benefactor el Padre de las misericordias, y por los que más debemos
dar gracias al Padre glorioso de Cristo, está el de nuestra vocación, por la que,
cuanto más perfecta y mayor es, más y más deudoras le somos» (TestCl 2-3).
La primera preocupación o urgencia de Clara es reconocer y agradecer a
Dios Padre, que todo lo bueno a lo largo de su vida lo ha recibido gratuitamente
de Dios, en primer lugar el regalo de la vocación. Confesión taxativa de que su
trayectoria personal y comunitaria no ha sido una carrera prometéica, el resultado
de sus cualidades y esfuerzos personales (de su tozudez); tampoco el resultado
de su bondad natural, ni mucho menos el fruto de un ascetismo extremo que
doblega y orienta la voluntad. Ella no atribuye a sus muchas penitencias lo que ha
sido y ha hecho a lo largo de su historia, sino a Dios Padre, y no sólo en los
principios, sino hasta el final, incluida la buena fama de las hermanas, hoy
diríamos el éxito de la experiencia de las hermanas en San Damián:

17
«Después que el altísimo Padre celestial se dignó iluminar con su
misericordia y su gracia mi corazón para que, siguiendo el ejemplo y la
enseñanza de nuestro bienaventurado padre Francisco, yo hiciera penitencia,
poco después de su conversión, junto con las pocas hermanas que el Señor me
había dado poco después de mi conversión, le prometí voluntariamente
obediencia, según la luz de su gracia que el Señor nos había dado por medio de
su admirable vida y enseñanza [...]» (TestCl 24-26)”18
Para finalizar, inicié esta ponencia con unas palabras de san Buenaventura
y termino haciendo mías otras palabras suyas. Como él, también yo les pido que
estén siempre unidas a Cristo, nuestro único bien duradero (cf. CtaB 4)
Finalmente, decimos que si santa Clara no plantea el problema de la
clausura, es simplemente porque no fue un problema para ella. La clausura era
una realidad afectiva y vivida, que de cuando en cuando, antes de ser conculcada
o reducida, era reafirmada y precisada por documentos de la santa sede. Si en un
momento se ve como resistencia era para ver garantizada la caridad y la pobreza.
De hecho para ella, con una anticipación de siete siglos al Concilio Vaticano II y a
la Venite Seorsum (Pablo VI, 1969), Verbi Sponsa (Juan Pablo II, 1999), ser
claustrales significa solo amar, más profundamente y más intensamente, en el
corazón de Cristo la misma realidad humana.
La Clausura no es para santa Clara un sustraerse a la caridad, sino un ejercitarla,
de un modo más profundo en el corazón de la Iglesia, y en el corazón de la
humanidad entera, inmersas en el misterio, abrazadas como vírgenes pobres, a
Cristo pobre.19

Fr. Rodolfo Ibáñez Neira, OFM

18
Lavilla, Miguel (2010). Actualidad de santa Clara de Asís. Recuperado el 11 de noviembre de 2018, de
http://www.franciscanos.org/stacla/lavillam.htm.
19 Cf 2CtaCl 18

18
Feliz navidad y próspero año Nuevo

19

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