(Heidegger) La Pregunta Técnica
(Heidegger) La Pregunta Técnica
(Heidegger) La Pregunta Técnica
Heidegger
FILOSOFÍA,
CIENCIA
Y TÉCNICA
Tercera edición
de Ciencia y Tecnica
Prólogos de
Francisco Soler y Jorge Acevedo
u
EDITORIAL UNIVERSITARIA
O 1997, EDITORIAL UNIVERSITARIA, S.A
María Luisa Santander 0447, Fax: 56-2-. 2099455
Santiago de Chile
Inscnpclón N? 46.925, Santiago de Chile.
echos de edición reservados.
e mail: editunivEreuna.cl
N 1 E s la i A 1A A A 1 tad
5 F P
1 i itid F da, sea por
proced1m1entos mecánicos, ópticos, qu1mlcos o
electrórucos incluidas las fotoco
n permiso escrito del editor.
ISBN 956-11-1311-2
de 1.000 ejemplares
P
a F- A54 Cambi Ie Chil
en agosto de 1997
LUSTRACIONES INTERIORES
o D1gne Mel er Marcovicz,
Martin Heidegger,
(Photos :2.3. Sepiember 1967/17. + 18. Juni 1968),
Fey Verlag, Stuttgart, 1978.
CUBIERTA
GRABADO DE LA CIUDAD DE HEIDELBERG
de Mattaeus Memm
NOTA PRELIMINAR
a la tercera edición
9
NOTA PRELIMINAR
a la segunda edición
13
NOTA PRELIMINAR
a la primera edición
15
PRÓLOGO
por Francisco Soler
53
CIENCIA Y MEDITACIÓN
149
LA VUELTA
(Die Kehre)
181
LA COSA
223
TIEMPO Y SER
(Zeit und Sein)
271
LA PREGUNTA POR LA TÉCNICA
LA PREGUNTA POR LA TÉCNICA
E ] la ta 1
1a mciia. E
D2
1 2 r o
y
guaje. Preguntamos por la técnica y con ello quisiéramos
preparar una relación libre con ella. Libre es la relaci
cuando abre nuestro ser-ahí [Dasem] a la esencia de la tec-
nica.S1 nosotros correspondemos a tal esencia, entonces
delimitación.
La tecruca no es igual que la esencia de la técnica. Si
nosotros buscásemos la esencia del árbol, tendríamos que
elegir aquello que domina a través de todo árbol en cuan-
árbol, sin ser ello mismo un árbol, que se pudiera en-
contrar entre los restantes árboles
í también, la esencia de la tecn1ca no es, en absoluto,
113
Como la esencia de algo vale, según vieja teoría, lo que
algo es. Nosotros preguntamos por la técnica cuando pre-
guntamos por lo que ella sea. Todo el mundo ha oído las
dos frases con las que se responde a nuestra pregunta.
Una dice: la técnica es un medio para un fin. La otra dice:
técnica es un hacer del hombre. Ambas determinaciones
de la técnica se copertenecen. Pues poner fines, que utili-
za y dispone medios para ellos, es un hacer del hombre. A
lo que la técnica es pertenece el elaborar y utilizar instru-
mentos, aparatos y máquinas, pertenece este elaborar y
utilizar mismo, pertenecen las necesidades y fines a los
que sirven. El total de estos dtsp051t1vos es la técnica. Ella
misma es un Jatín: un mst1umentum
La concepc10n cornente de la técnica, según la cual la
técnica es un medio y un hacer el hombre, puede, por eso,
llamarse la determmaaon instrumental y antropológica de
la técnica
¿Quié tal 1Ó ta? Se ajusta
ev1dentemente a lo que está ante la vista cuando se habla
de la técnica. La determinación instrumental de la técnica
es tan desazonadoramente correcta, que también es ver-
dad para la técnica moderna, aunque se afirme además,
con cierto derecho, que frente a la vieja técnica artesana,
ella es algo completamente distinto y, por eso, nueva. La
tral eléctri +y 4 F hió
T5
un medio preparado para un fin puesto por el hombre.
También el avión a reacción, también la máquina de alta
frecuencia, son medios para fines. Naturalmente, una es-
tación de radar es menos simple que una veleta. Natural-
mente, nece51ta la preparac1on de una maquma de a1 ta
frecuencia diferentes
114
aºerradero perd¡do en un valle de la Selva Negra e
0 r iti E a central hldroelec-
trica en el Ri
Es correcto: tamb1én la técnica moderna es un medio
para un fin. Por eso, la concepción instrumental de la téc-
nica determina todos los esfuerzos para llevar al hombre
a la recta relación con la técnica. Todo estriba en manejar
la técnica, en cuanto medio, de la manera adecuada. Se
qu1ere, como se suele dec1r, “tener e5piritualmente en el
puño” a la técnica. Se la quiere dominar. El querer domi-
narla se hace tanto más urgente, cuanto más amenaza la
técnica con escapar al control del hombre
Pero, supomendo que la tecmua no sea ningún simple
mcd O, ¿Y u0 Sa don vinarla? Pero,
nosotros dxpmos que la determmac¡ón instrumental de la
técnica es correcta (.1ertamente Lo correcto siempre se
establec …¡.." s, que, dealgu—
na era, es j La constat
necesita, en absoluto para ser correcta, desocultar en su
esencia a lo que está delante. Sólo allí e acontece tal
desocultar, acontece lo verdadero. Poreso,lo meramente
correcto no es aún lo verdadero. Ante todo, porque éste
nos lleva a una libre referencia con lo que nos atañe des-
de su esencia. Según eso, la correcta determinación instru-
mental de la técnica no nos muestra aún su esencia. Para
lograrla, 0, al menos, para que nos movamos en su cerca-
ía, debemos buscar, a través de lo correcto, lo verdadero.
Debemos preguntar: lo instrumental mismo ¿qué es? ¿A
dónde pertenecen cosas tales como medio y fin? Un me-
dio es aquello por medio de lo cual algo es hecho y, así,
obtenido. Lo que tiene por consecuenaa un efecto, se lla-
ma causa. Sin m11haran 1-mll que actt
115
por medio de. También el fin, con arreglo al cual se deter-
mina la clase de los med¡os,vale como causa. Donde se
rsiguen fines yse aplica o ins-
trumenta] allí impera la causalidad.
La ofía enseña desde hace siglos que hay cuatro
causas: 1. 1a causa materialis, el material, la materia, con la
que se p a, por ejemplo, una copa de plata; 2. la cau-
sa formalis, la forma, la figura, en la que se introduce la
materia; 3. la Cnusafma¡m el fin,por ejemplo, el sacrificio,
por el cual la a requerid erminada según mate-
ria y forma, y 4 lacausa eff ciens, que produce el efecto, la
copa real hecha, el platero. Lo que sea la técnica, concebi-
da como medio, se hará patente si retrotraemos lo instru-
mental ala cuadruple causalidad
Pero, ¿cómo si lo que sea, por su parte, la causalidad
está encubierta en lo oscuro? Es cierto que desde hace si-
glos se toma la teoría de las cuatro causas como una ver-
dad caída del cielo, tan clara como el sol. Entretanto, ha
Ilegado la hora de preguntar ¿Por qué hay precisamente
, propiamente, en refer
cia al mencmnado cuatro “causa”? ¿De dónde sacan e1
carácter de causa las cuatro causas y tan unitariamente,
que se copertenecen?
Mientras no nos introduzcamos en este preguntar, per—
manecerá oscura y sin fundamento la causalidad y c
ella lo 1mtrumental y con éste la determinación corriente
de la téc
es h acetiempo se suele concebir la causa como lo
que efectúa. Actuar, efectuar, significa por eso: obten
eº.u1tados obtener efectos. La causnPfflCl£'¡ 1S, quo es una dc
, determina de a toda la
causalidad. Esto llega a tal punto que, en general, no se
116
nsider á lidad a la causa finalis, a la fina-
lidad. Causa, casus, pertenecen al verbo cadere, caer, y sig-
nifica aquello que hace que en los resultados, algo resul-
a manera o de otra. La teoría de las cuatro causas
se remonta a Aristóteles Sin embargo, en el ámbito del
pensar griego, éste no tiene nada que ver con actuar, que
es todo lo que la poster1dad ha buscado en los griegos bajo
la concepción y título de causalidad. Lo que los alemanes
tante finaliza a la cosa, Con este fin nos acaba la cosa, sino
que desde él co a lo que será después de la produc-
ción. Lo f1nahzante completante, en este cenhdo se dice
en griego téXoc, que suele trad frecuen
117
temente por “meta” y “fin” y con ello se lo malinterpreta.
El téXoc es responsable de lo que como materia y de lo
- " + , hle d 1a ificial
_ E i F T
Finalmente, hay un cuarto responsable en el estar ahí
delante, dispuesta y preparada la copa sacrificial: el orfe-
bre; pero, de ninguna manera, porque él obrando efectúe
la copa dispuesta para el sacrificio como efecto de un ha-
cer, como causa efficiens.
La teoría de Aristótel ió desienad
esa palabr l i l di
E orfebre sobrepomendose reune a los otros tres mo-
dos citados del ser-responsable-de. Sobreponer se dice en
griego Néyerv, Aóyoc. Éste reposa en el dropatveodar, en
118
abra, no veremos tampoco lo que propiamente es lo ins-
trumental, que reposa en lo causal.
ara defendernos de las malas interpretaciones del ser-
responsable- de, aclaremos sus cuatro modos desde lo que
son responsab gún el ejemp de el
estar preparada y del estar puesta la copa de plata como
útil para el sacrrf1cm Estar puesta y estar preparada (U70—
keloVaL) caracterizan la presencia de algo presente. Los
cuatro modos del ser—responsabIe -de traen algo a aparecer.
Le permiten pro-venir a la presencia. Lo liberan en ella y
así le permiten avanzar hacia, a saber, su completa llega-
da. El ser-responsable-de tiene el rasgo fundamental de
este permitir-avanzar hacia la llegada. En el sentido de tal
permitir-avanzar, es el ser-responsable-de lo que da-lugar-
a. Con la mirada puesta en lo que los gr1egos experimen-
taron en el ser-responsable-de, en la aitia, damos nosotros
ahora a la palabra “dar-lugar-a” un sentido más amplio,
de modo que la palabra designe la esencia de la causali-
dad pensada por los griegos.La significación usualy res-
tnng¡da de la palabra ocas¡onarsrgmf1ca por el contrano,
] y desatar,y mientras una
clase de causa secundar1a en el todo de la causalidad.
Pero, ¿en dónde tiene lugar el juego conjunto de los
cuatro modos del dar-lugar-a [Ver-an-lassen]? Ellos dejan
venir lo todavía no presente a la presencia. Según eso, están
imperados unitariamente por un traer, traer haciendo apa-
recer lo presente. Lo que este traer sea, nos lo dice Platón
en una frase del "Svmposmm (205 b): n yo¿p TOL EX TOÚ UN
ÓVTOG ElG TÓ Óv ióvtt ormovv otía naooc EOTI nomcng
Todo dar-lugar ) vaya
procoda desde lo no—preºente a la presencza, es TOÍNOLC, es
pro-duc
119
Todo estrib t ] pro-ducir en
su completo alcance y, al mismo hcmpo, en el sentido de
los griegos. Pro-ducir, zoínoiwc, es no sólo la hechura
rtesana no sólo el traer a forma y f1gura art1st1co p0et1—
o. La
Pues, lo preseníe QÚOEL t1ene en sí mismo (£v EAvTO) el bro-
tar en el pro-ducir, por ejemplo, el brotar de las flores en
el florecer. Por el contrario, lo pro-ducido artesana y artís-
ticamente, por ejemplo la copa de plata, tiene el brotar en
el pro-ducir no en sí mismo, sino en otro (Ev 414.0), en el
artesano y en el artista.
Los modos del dar-lugar-a, las cuatro causas, se juegan,
por consiguiente, dentro del pro-ducir. Por éste llega a
aparecer, respechvamente tanto lo que crece naturalmen-
te, como también lo que tiene hechura artesana o artística.
Pero, ¿cómo acontece el pro-ducir, ya sea en la naturaleza,
ya en la artesanía o en el arte? ¿Qué es el pro-ducir, en el
que se juega el cuádruple modo del dar-lugar-a? El dar-
lugar-a atañe a la presencia de lo que aparece en el pro-
ducir, en cada caso, El pro-ducir pro-duce desde el vela-
miento al desvelamiento. El pro-ducir acontece solamen-
te cuando llega lo velado a lo desvelado. Este llegar se
mueve y descansa en lo que nosotros llamamos desocul-
tar. Para des¡gnarlo los griegos tenían la palabra dAjúeto.
Los romanos la tradujeron por veritas. Nosotros decimos
“verdad”, y la entendemos comúnmente como rectitud
del concebir [representar: Vorstellen].
n dónde nos hemos extraviado? Preguntamos por la
técnica y hemos llegado ahora a la GARDeto, al desocultar.
¿Qué tiene que ver la técnica con el desocultar? Respues-
ta: Todo. Pues, en el desocultarse se funda todo pro-ducir.
Pero éste reúne en sí los cuatro modos del dar-lugar-a
120
—la causalidad— y los domina. A su ámbito pertenecen
fin y medio, pertenece lo instrumental. Éste vale como e
rasgo fundamental de la técnica. Preguntamos paso a paso
lo que sea propiamente la técnica, concebida como medio,
y llegamos al desocultar. En él descansa la posibilidad de
toda fab11cacron productora.
a no es, pues, simplemente un medio. La téc-
nica es un modo del desocultar. Si prestamos atención a
eso, entonces se nos abriría un ámbito distinto para la
esencia de la técnica. Es el ámbito del desocultamiento,
esto es, de la verdad
Este aspecto nos sorprende. Debe sorprendernos el
mayor tiempo posible y así presionarnos a que, finalmen-
te, tomemos en serio y de una buena vez la más sencilla
pregunta por lo que dice el nombre “técnica”. La palabra
proviene de la lengua griega. Texvikóv mienta lo que per-
tenece a la téyvT]. Con respecto a la significación de esta
palabra, debemos observar dos cosas: de una parte, téxvn
no es sólo el nombre para el hacer y saber artesanos, sino
que también lo es para el arte más elevado y para las be-
llas artes. La texvn pertenece al pro-ducir, a la totnow16;
ella es algo poiétic
La otra cosa que, con respecto a la palabra téxvn hay
que meditar, es an más importante. La palabra téxwn está
unida, desde los comienzos hasta el pensar de Platón, ala
palabra éntotúln. Ambas palabras son nombres para el
conocer, en el más amplio sentido. Mientan el reconocer-
se en algo, el comprenderse enalgo El conocer abre. En
cuanto ab stóteles distin:gue en
121
del dAnveverv. Ella mienta lo que por sí mismo no se pro-
duce, ni está aún ahí delante de nosotros, por lo que pue-
de tener-lugar ya de una manera, ya de otra. Quien cons-
122
esta interrelación entre técnica y física es justa. Pero es una
, que no dice
natura
¿Qué es la técnica moderna? Es también un desocultar.
Si nosotros clavamos la mirada sobre todo en este rasgo
fundamental, se nos mostrará lo nuevo de la técnica mo-
en
Ahora bien, el desocultar que domina a la técnica mo-
derna no se despliega en un pro-ducir en el sentido de
noinorc. El desocultar imperante en la técnica moderna es
un provocar que pone a la naturaleza en la exigencia de li-
berarenerg1as, que en cuanto tales puedan ser explotadas
y acumuladas. Pero, ¿no vale esto también para el viejo
mohno de viento? No. Sus aspas giran, ciertamente, en el
viento, a cuyo soplar quedan inmediatamente entregadas.
ero el molino de viento no abre las energías de las co-
rrientes de aire para acumularlas.
el contrario, una región es provocada a la extrac-
ción de carbón mmerales La t1erra se desoculta ahora
de yacimien-
to de mmeraleq De otra manera aparece el campo, quee
campesino antiguamente labraba, en donde labrar aún
quiere decir: cuidar y cultivar. El hacer del campesino no
provoca al campo. En el sembrar las simientes, abandona
Él la siembra a las fuerzas del crecimiento y cuida su
germinación. Entretanto, la labranza del campo ha caído
en la resaca de otro modo de labrar, que pone a la natura-
leza. La pone en el sentido de provocación. El campo es
ahora industria motorizada de la alimentación. El aire es
123
puesto dentro de la entrega de nitrágeno, el suelo por los
minerales; minerales, por ejemplo, el uranio, éste por la
energía atómica, que puede ser desintegrada para destruc-
ción o para usos pacíficos.
El poner, que provoca las energías naturales, es un exi-
oble sentido. Exige en cuanto abre y expone
[herausstellen]. Sin embargo, este exigir está subpuesto
[abstellen] de antemano a lo otro que se exige, esto es,
impulsar la utilización mayor que sea posible con el míni-
mo esfuerzo El carbón extraído en una región carbonífera
e pone sólo para que, en general, esté ante la vista en
al¿,una parte. Yace, esto es, es el sitio de la distribución del
calor solar en él acumulado. Éste es transformado en ca-
lor, que es distribuido por el vapor liberado, cuya presión
empuja el engranaje por el cual una fábrica permanece en
explotació
La ccntral hidroeléctrica está puesta en el Rhin. Y lo
dispone hacia su presión hidráulica, dispuesta para las
turbinas, que grrando 1mpulsan las maqu1nas, cuyo en-
grana¡e pr o ,
trales int red eléctrica, que
conduce la corriente. En el ámbito de esta serie de con-
secuencias, mutuamente relacionadas, de la distribución
de la energía eléctrica, la corriente del Rhin aparece tam-
bién como algo distribuido. La central hidroeléctrica no
está construida en la corriente del Rhin como los viejos
puentes de madera, que, desde hace siglos, unen una ori-
lla con la otra. Más bien, está el río constru1do [obstru1do
verbaut] en la central. Es,]
esto es, proveedor de presión h1drauhca desde la esencia
de la central eléctrica. Prestemos atención a lo desazo-
nador que impera allí, aunque sea para medir desde lejos
124
y por un instante, la contraposición que se expresa en es-
tos dos títulos: “El Rhin”, construido [obstru1do verbaut]
en la central de energía eléctrica, y “El Rhir, nombrad
desde la obra de arte del himno sinónimo de Hólderlin.
Pero, sere5ponde, el Rhin es de todas maneras un río de
la comarca. Pudiera ser, pero ¿cómo? No de otra manera
que com ob]eto de visita establecido por una agencia de
viajes, que ha establecido allí una 1ndustr1a para turistas.
El desocultar que domina a la técnica moderna tiene el
carácter de poner en el sent1do de la pro vocación. Esta
acontece de
tas enla naturaleza lo descubrerto es transformado lo
acumula , a SU vEZ, repar-
tido y lo repartido se renueva cambiado. Descubrir, trans-
formar, acumular repartir, cambiar, son modos del d
ocultar. Sin embargo, esto no transcurre sencrllamente
125
sente todo lo que se refiere al desocultar provocante. Lo
que está en el sentido de lo constante no se contrapone a
nosotros más como ob-stante [Gegenstand : objeto].
Pero, un avión que está en la pista de despegue es, aún,
un objeto. Ciertamente. Podemos concebir la máquina de
esa manera. Pero, entonces se oculta en lo que es y cómo
m
tante, sólo en cuanto que él está establecido a asegurar la
posibilidad del transporte. Para eso, tiene que ser él mis-
mo, en su total construcción, con todos sus componentes,
apto para ser establecido, esto es, estar preparado para
sahr (Éste sería el lugar para dlluc1dar la determmacron
la máqu1na por Hegel T
t + 1 +, 4 1A
126
caso, lo real se muestra o se retrae, no dispone el hombre.
Que desde Platón se muestre lo real a la luz de las ideas,
no lo hizo Platón. El pensadorsólo ha correspondido
[entsprechen] a lo que le interpelaba [zusprechen].
Sólo en cuanto que el hombre, por su parte, está pro-
vocado ya a pro-vocar las energías de la naturaleza, pue-
de acontecer este desocultar establecedor. Si el hombre
está pro-vocado y establecido para eso, entonces ¿no per-
tenece el hombre, más originariamente aún que la natu-
raleza, a lo constante? El hablar corrientemente de mate-
rial humano y de material enfermo de una clínica, habla
en su favor. El guardabosque que en el bosque mide la
madera talada y que, al parecer recorre como su abuelo
y de igual manera, los caminos del bosque, está hoy esta-
blecido, sépalo o no, en la in d stria de la utilización de la
adera., Está establecido en la productibilidad de celulosa
que, a su vez, viene pro-vocada por la necesidad de pa-
pel, que se distribuye a los diarios y revistas ilustradas.
Pero estos predisponen a la opinión pública a que devo-
ren lo impreso, para que pueda llegar a establecerse una
opinión dominante, que hay que establecer. Sin embargo,
precisamente porque el hombre está pro-vocado más ori-
ginariamente que las ener¿1as naturales a saber, al estable-
cer, no llegaa ser jamás un mero
hombre la técnica, partl ipa en el stablece1 encuanto un
modo del desocultar. Pero, el desvelamiento mismo, en
medio del cual se despliega el establecer, no es nunca un
hecho humano, así como tampoco lo es el ámbito que
atraviesa el hombre cuando como sujeto se refiere a un
objeto.
¿Dónde y cómo acontece el desocultar, si no es ningún
simple hecho del hombre? No necesitamos buscar dema-
127
siado lejos. Sólo es necesario captar con imparcialidad
aquello que 31empre ha reclamado al hombre y tan deci-
sivamente que él
do en cada caso. Srernp1e que el hombre abre sus ojos y oí-
dos, que franquea su corazón, que se da libremente en sus
afanes y esfuerzos, en su formar y obrar, en sus ruegos y
agradecimientos, se encuentra ya, por doquiera, llevado
en lo desvelado. Cuyo desvelamiento ya se ha acontecido
apropiadoramente, tan frecuentemente como invoca a
hombre al modo del desocultar que le corresponde. Cuan-
do el hombre, a su manera, dentro el desvelamiento, deso-
culta lo presente, entonces él no hace sino corresponder a
la llamada del desvelamiento, aun cuando la contradiga
Así, pues, cuando el hombre que investiga y considera,
pone la naturaleza como recinto de su concebir, entonces
está ya reclamado por un modo del desocultar, que le pro-
voca a considerar la naturaleza como un objeto de inves-
tigación, hasta que el objeto desaparece también en lo sin-
objeto delo constante.
a manera, la técnica moderna, como el deso-
cultar establecrente no es un simple hacer humano. Por
eso debemos tomar, tal y como se muestra, el pro-vocar
que dispone al hombre a tomar lo real como constante.
Este pro-vocar reúne al hombre en el establecer. Esto
reuniente concentra al hombre a establecer lo real como
constante
Lo que despliega originariamente los rasgos montaño-
sos de las montañas [Berg] y así las atraviesa en su plega-
do estar unas con otras, es lo que reúne, que nosotros lla-
mamos serrama [(Jebug el.
1al í
128
nos sentimos animados [zumute] de una manera o de
otra, el ánimo [Gemiit].
s llamamos ahora aquella
cante, que reúne al hombre en ella a establecer el desocul-
tar como constante, lo dis-puesto [das Ge-stell].
Nos arriesgamos a emplear esta palabra en un sentido
hasta ahora completamente insólito
Según la srgmf1cac1on hab1tual mienta la palabra
“Gestell” un útil, por ejemplo, un estante para libros.
Gestell significa tamb¡en en alemán un esqueleto Y tan
ece ser la pal di
puesto], que ahora proponemos; para no hablar de la ar-
bitrariedad con que se maltrata el desarrollo del lenguaje
con palabras como ésa. ¿Se puede impulsar aún más lo
estrambótico? C1ertamente no. Pero esto estrambótico es
viejo uso del pensar. Y, por cierto, se traman a él los pen-
sadores, precrsamente allí donde hay que pensar lo más
elevado. Nosotros, tard1amente nac1dos, no estamos ya
que Platón
se atraviese a usar para lo que escnc1a [west] en todo y a
ee
palabra para designar, lo que era totalmente insólito,
:mnpll que nrprmampnl-p d
H rcep-
t1ble con el sent1do de la vista. Pero, ni s1qu1era eso es su-
ficiente para lo insólito. Pues t6é£%nombra no sólo el as-
pecto no-sensible de lo visible sensitivamente. Aspec
16€a, significa y es también lo que en lo audible, tang1ble
sensible, en lo que de la manera que sea nos es accesible,
constituye la esencia. Frente a lo que Platón ha exigido al
lenguaje y al pensar, en éste y otros casos, es casi anodino
129
el presente y atrevido el uso de la palabra “dis-puesto”,
como nombre de la esencia de la tecmca modern No
P
queda presuntu:
130
técnica es, en principio, casual y no se la puede completar
r medio de una dilucidación religiosa o metafísica, sólo
intercalada
ealmente es verdad que el hombre de la era técnica
está pro- voc do de un modo espec1al y sobresaliente al
desocultar. a naturaleza
como al principal almacén de existencias de energías
Conforme a esto, el comportamiento establecedor del
hombre se muestra ante todo en la aparición de la er-
na ciencia natural exacta. La manera de concebir de ésta
pone a la naturaleza como una conexión calculable de
fuerzas. La física moderna no es física experimental por-
131
,
la precursor2 desconocida Í , de lo dis-
puesto. La esencia de la técnica moderna se oculta desde
l1ace bastante tiempo también ahí, donde se han inventa-
do máquinas motrices y se ha puesto en vía la electrotec-
nia y en marcha la técnica atómica.
do lo esencial, y no sólo de la técnica moderna, se
mantiene velado por todas partes y desde hace mucho
tiempo. Sin embargo, con respecto a su imperar permane-
ce como lo que a todo precede: lo más antiguo. De ello
supieron los pensadores griegos cuando d1¡eron aquello
que, con respecto al su1g¡r 1mpe ante, es m antrguo, se
132
hace poco el único que contaba), no obstante, no puede
renunciar jamása esto: que la naturaleza se anuncia en
cualqu1er modo, med1ante el cálculo establec1ble, y que
ciones E + o A + : £ Anerd n
Ao la nianri q -1 a do la tárni 1
133
técnico, nada de tipo de máquina. Es el modo según el
cual lo real se desoculta como constante. De nuevo pre-
guntamos: ¿Acontece este desocultar en algún lugar más
allá de todo lo humano? No. Pero tampoco acontece sólo
en el hombre y decisivamente por
Lo dis-puesto es lo que reúne a aquel poner, que pone
134
te | AA hier Lictars P
una ciencia, y desde ahí hace p051ble la usual equipara-
n de lo histórico con lo historiográf
Lo dis-puesto, en cuanto pro-vocación en el establecer,
destina en un modo del desocultar. Lo dis-puesto es una
destinación del destino, como toda manera de desocultar.
estino, en el sentido mencionado, es también el pro-
ducir, la oino
El desvelamrento de lo que es srempre va sobre un ca-
mino del desoculta
del desocultam1ento Pero no es ¡amas la fatalidad de una
coacción. Pues, precisamente el hombre llega a ser libre en
tanto que pertenece al ámbito del destino y, así, llega a ser
un oyente, no un esclavo
135
ses anteriores dicen otra cosa que lo que se dice frecuen-
temente: que la técnica es el destino de nuestra época;
donde destino mienta: lo fatal de un curso inalterable.
argo, si nosotros meditamos la esencia de la
técnica, entonces exper1mentamos lo dis- puesto como un
destino del d
lo libre del destino, que, de ninguna manera, nos conf1na
en una sofocante coacción, para dedicarnos ciegamente a
la técnica, O, lo que es lo mismo, para rebelarnos sin am-
1 diablo. Por el
contrano cuando nosotros nos abrimos propiamente a la
esencia de la técnica, nos encontramos tomados inespera-
damente por un reclamo liberador
La esencia de la técnica reposa en lo dis-puesto. Su
imperar pertenece al destino. Porque éste lleva, en cada
caso, al hombre a un camino del desocultar, el hombre
camino está continuamente al borde de la posibilidad de
perseguir y activar sólo lo desocultado en el establecer y
tomarlo como medida de todo. Con ello se cierra la otra
pos¡b1hdad que el hombre se entregue más bien, más y
mpre más principialmente, a la esencia de lo desvelado
de su desvelamiento, para xper1mentar como su e
cia la fructuosa pertenencia al desoculta
Emplazado entre estas posrbrl1dades el hombre, desde
el destino, está en peligro. El destino del desocultamiento
es en cuanto tal y en todos sus modos, y por eso necesa-
riamente, peligro.
En cualquiera de los modos en que pueda imperar el
dest1no del desocultamiento, el desvelamiento, en el que
tnda | + ada aG T+ T HE
q 1 r o
que el hombre se equivoque en lo desvelado y lo malin-
terprete. Así, cuando todo lo presente se concibe a la luz
136
de la conexión causa-efecto, incluso Dios puede perder
todo lo sagrado y alto, puede perder su lejanía plena de
misterio. Dios puede, a la luz de la causalidad, decaer en
a sa la causa eficiens. E es incl dentro de la
,
teología, Él llega a ser el Dios de los filósofos; esto es, de
aquellos que determinan lo desvelado y velado según la
causalidad del hacer, sin meditar jamás en ello la prove-
niencia de la esencia de esta causalidad.
De igual manera, el desvelamiento según el cual la na-
+ 1 “ 1A A f, + A £
137
e que presentar lo real al hombre actual (loc cit. pp. 60
ss) Entretanto, el hombre nien parte al-
guna, preczsamente a sí mismo, es decir, a su esencia. El hom
n decisivamente metido en las consecuencias de
la provocac1ón de lo dis-puesto, que no lo pe1crbe como
interpelación y se pasa
terpel o y con eso desoye también todos los modos que
le indicarían hasta qué punto él ec-siste desde su esencia
en el ámbito de una llamada [Zuspruch] y que jamás por
eso puede encontrar sólo a sí m
Pero lo dis-puesto no sólo amenaza al hombre en su
referencia consigo mismo y con todo lo quc es. En cuan-
to destino remite al desocultar del tipodel establecer.
Donde éste domina expulsa todas las otras posrb1hdades
de desocultamiento. Lo dis-puesto vela especialmente
aquel desocultar que hace que se pro-duzca el apareci-
miento de lo presente en el sentido de la xoino15. En com-
paración con éste, el poder provocante constriñe a todo lo
que es a la relación exactamente contraria. Cuando impera
lo dlspuesto gob1erno y aseguram1ento de lo constante
acuñan a t aparecer más
en su rasgo fundamental; esto es, en cuanto tal deter-
nado desoculta
ues, lo d15—puesto pro-vocante no sólo vela un
do anterior del desocultar, el pro-ductor, sino que vela
e1 desocultar en cuanto tal y con él, aquelloen lo que el
desvelamiento, esto es, la verdad, acontece aproprado—
ramente.
Lo dis-puesto disloca [verstellen] el aparecer y dominar
de la verda
destina en el establ es, según esto, el
más extremado peligro. Lo peligroso no es la técnica. No
138
hay ningún demonio de la técnica, sino, por el contrario,
el misterio de su esencia. La esencia de la técnica es, en
cuanto un destino del desocultar, el peligro. La significa-
ción modificada de la palabra “dis-puesto”, se nos hace
ahora quizás más familiar, si pensamos dis-puesto [Ge-
stell] en el sentido de destino [Geschick] y peligro [Ge-
fahr]
La amenaza no le viene al hombre principalmente de
que las máquinas y aparatos de la técnica puedan actuar
quizás de modo mortífero. La más peculiar amenaza se ha
introducido ya en la esencia del hombre. El dominio de lo
is-puesto amenaza con la posrb1hdad de que el hombre
pueda rehusarse a retrotraerse a un desocultar más origi-
nario y así negarse a exper¡mentar el aliento [Zuspruch:
llamada] de una verdad más ini
Así, pues, donde domina lo d15-puesto, hay, en el sen-
tido más elevado, peligro
“Pero, donde hay peligro
crece también lo salvador”.
Madit, idad ll.¡l..-.,l LII,-I.—I...¿QUE
139
tiene que albergar en sí el crecimiento de lo salvador. Pero,
¿no bastaría entonces una mirada suficiente en lo que lo
dis-puesto es como un destino del desocultar, para hacer
luc1r a lo salvador en su surgr r
1 t 135
140
así fuera, entonces, por ejemplo, una turbina a presión,
una emisora, un c1clotrón serran algo d15—puesto Pero la
palabra dis-p artefacto, nin-
gún tipo de aparatos Ni mucho menos el concepto gene-
ral de tales constantes. Las máquinas y aparatos son tan
poco cosas y tipos de lo dis-puesto, como el hombre en el
tablero de control, o el ingeniero en la oficina de la cons-
trucción. Todo esto pertenece, ciertamente, en t
co: mponentes, en cuanto constantes, en cuanto establece-
dores, a lo dis-puesto; pero éste
no es jamás la esencia de la tecmca enel sentrdo de un
género. Lo dis-p
a saber, el pro—vocador. Un tal modo destinal es también
el pro-ducente desocultar, la zoinotG. Pero estos modos
no son especies que puedan ser ordenadas unas junto a
otras bajo el concepto de desocultar. El desocultam1ento
es aquel destino que se reparte en cada caso, repentina e
1nexphcablemente para todo pensar, en el desocultar
producente y en el pro-vocante, y que se entrega al hom-
bre. El desocultar pro-vocante t1ene enei pro-ducente su
1. Pero, al mi po, lo dis-pues-
to disloca dest1nalmente ala n:otnotg
Así, pues, dis tino del desoctilta
141
peran, se administran, despliegan y decaen. Es el modo
como ellos son esencialmente. ] P Hebel usó en un poema,
que Goethe amó especialm "Esp ctro en la calle
Kanderer”, la vieja palabra "D1e We “. La palabra sig-
mf1ca mumc1pahdad en cuanto se reúne allí la vida en
mantiene “en juego”, esto es, esencia, a la exis-
142
aquello siempre perdurante, en lo que acontece lo dis-
puesto como un destino del des-ocultar. Goethe empleó en
cierta ocasión (Afinidades electwas T parte, Cap. x, en la
emp a
“fortgewáhren” [confiar siempre]. Su oído percibe ahí
“wáahren” y “gewáhren”, perdurar y confiar, en una inefa-
le armonía. Ahora bien, si meditamos más pensativa-
mente que hasta ahora lo que propiamente, y quizás úni-
camente, dura, entonces tenemos que decir: sólo lo confia-
do perdura. Lo perdurante desde el alba inicial es lo confiante
[da< Gewahrende lo 0t0rgante]
iéu ul.z1, es lod1s-puesto lo que
dura. ¿ i t é
Incluso la pregunta parece ser, evidentemente, un desa-
cierto. Pues, lo dis-puesto es, según todo lo dicho, un des-
tino que reúne en el desocultamiento provocante. Provo-
car es todo menos un confiar. Parecerá así mientras noso-
tros no prestemos atención a que también el pro-vocar en
el establecer lo real como constante, sigue siendo todavía
un destino, que lleva al hombre a un camino del deso-
cultar. La esencía de la técnica en cuanto este destino, in-
troduce al hombre en lo que él mismo y por sí mismo n
puede inventar ni, mucho menos, hacer; pues, algo así
como un hombre que sea hombre única y solamente por
sí mismo, no lo ha
Pero, si este destino, lo dis-puesto, es el más extremado
peligro, no sólo para la esencia del hombre, sino también
para todo desocultar en cuanto tal, ¿puede aún llamarse a
este destinar un confiar [ein Gewáhren: un otorgar]? Cier-
ta y completamente, siempre que en este destino deba
crecer lo salvador. Todo destino de un desocultar acontece
143
apropiadoramente desde el confiar y en cuanto tal. Pues,
éste lleva al hombre ante todo a que part1c1pe en el
desocultar,p
desocultam1ento En cuanto necesitado de esa manera es
el hombre apropiado al advenimiento de la verdad. Lo
confiador que destina de una manera o de otra en el
desocultamiento es, en cuanto tal, lo salvador. Pues éste
permite al hombre intuir la más elevada dignidad de su
esencia e ingresar a ella. Dignidad que consiste en
custodrar el desvelamiento y con él el previo velamiento
e todo ser sobre esta Tierra. Precisamente en lo dis-
puesto que amenaza arrastrar al hombre al establecer,
como lllU Y
así empuja al hombre al peligro del abandono de su libre
Z
ser, precisamente en este peligro, el más extremado,
aparece la pertenencia mas íntima e 1ndestruct1ble del
hombre a lo confiador,
144
Si meditamos en último lugar que lo esencial de la
esencia acontece en lo confiador, que apropia al hombre a
que participe en el desocultar, entonces se nos muestra:
La esencia de la técnica es ambigua en un sentido ele-
vado. Tal ambigiiedad se indica en lo misterioso de todo
desocultamiento, esto es, de la verda
Deun lado, lo d15-puesto provoca a 10 violento del esta—
blecer,
145
puede acontecer esto? Aqu1 y ahora y en lo humilde, de tal
manera en su crecimiento. Esto
implica que mantengamos siempre ante la vista el peligro
más extrem.
Lo esente de la técnica amenaza al desocultar, amena-
za con la posibilidad de que todo desocultar vaya a parar
al establecer y que todo se conciba únicamente en el
desvelamiento de lo constante. El hacer humano jamás
puede enfrentar este peligro inmediatamente. El esfuerzo
humano no puede por sí solo conjurar el peligro. Sin em-
bargo, la reflexión humana puede meditar que todo lo
salvador tiene que ser una esencia más elevada, aunque
emparentada al mismo tiempo con lo amenazado por el
peligro
¿Sería posible entonces que se nos otorgase un deso-
cultar más primigenio, que aportara los primeros brillos
de lo salvador en medio del peligro, que en la era atómi-
ca más bien se oculta que se muestra?
En otros tiempos no sólo la técnica llevó el hombre
téxvn. En otro tiempo se llamó téxvn también a todo
desocultar que pro-duce la verdad en el brillo de lo que
aparece.
En otro tiempo se llamó téxn también al producir de
lo verdadero en lo bello. Téxvn se llamó también a la
TolNSIG de las bellas artes
Al comienzo del destino occidental se alzaron las artes
en Grecia a la más elevada altura del desocultar a ellas
confiado. Hicieron resplandecer la presencia de los dioses
y el diálogo de los destinados divina y humanamente. Y
el arte se llamó sólo téxv. Ella fue un único desocultar de
muchas maneras. Fue devota, Tpóuos, esto es, obediente al
imperar y custodiar de la verdad.
146
Las artes no surgieron de lo artístico. Las obras de arte
no fueron gozadas estéticamente. Las artes no fueron sec-
tor de la producción cultural.
¿Qué fue ela e7 ¿Qu17ás sólo por breve pero elevado
tiempo? ¿P ! LR:LVI|' Por-
que fue un desocultar que aportaba y pro duc1a y por eso
pertenecía a la 70 C
gar y como n mbre propio, aquel desocultar que impera
a todo arte de lo bello, la poesía, lo poé
El mismo poeta de quien oímos las palabras:
“Pero, donde hay peligro
crece también lo salvador”
nos d1
poet1camente habita el hombre sobre esta Tierra”.
147
Porque la esencia de la técnica no es nada técnico, la
reflexión sobre la técnica y la contraposición decisiva con
ella, tiene que tener lugar en un ámbito que, de un lado,
está emparentado con la esencia de la tecmca y que, de
otro, es, sin embargo, fundamentalmente distinto.
Tal ámbito es el arte. Por cierto, siempre y cuandoque
la reflexión artística, por su parte, no se cierre a lac
lación de la verdad, tras la cual vamos [fragen : pregunta-
mos].
Así pues, preguntando testificamos la precaria situa-
ción de que no experimentamos todavía, frente a tanta
técnica, la esencia de la técnica; que nosotros, frente a tanta
técnica, no preservamos más la esencia clel arte Sin em-
argo, cuanto más sobre
* as FP Hoid
Los textos d9W, 8 F 58 u=ucu consul-
t 1 l fisi tual, Editorial Seix-
Barral Barcelona, I967 trad. de Gabriel Ferraté; pp. 7 ss. y pp. 2255 (N.
E.).
148