(Heidegger) La Pregunta Técnica

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Martin

Heidegger

FILOSOFÍA,
CIENCIA
Y TÉCNICA
Tercera edición
de Ciencia y Tecnica

Prólogos de
Francisco Soler y Jorge Acevedo

u
EDITORIAL UNIVERSITARIA
O 1997, EDITORIAL UNIVERSITARIA, S.A
María Luisa Santander 0447, Fax: 56-2-. 2099455
Santiago de Chile
Inscnpclón N? 46.925, Santiago de Chile.
echos de edición reservados.

e mail: editunivEreuna.cl

N 1 E s la i A 1A A A 1 tad
5 F P
1 i itid F da, sea por
proced1m1entos mecánicos, ópticos, qu1mlcos o
electrórucos incluidas las fotoco
n permiso escrito del editor.

ISBN 956-11-1311-2

Texto compuesto en tipografía Palatino 10/13


cultura Li

de 1.000 ejemplares
P
a F- A54 Cambi Ie Chil

en agosto de 1997

LUSTRACIONES INTERIORES
o D1gne Mel er Marcovicz,
Martin Heidegger,
(Photos :2.3. Sepiember 1967/17. + 18. Juni 1968),
Fey Verlag, Stuttgart, 1978.

CUBIERTA
GRABADO DE LA CIUDAD DE HEIDELBERG
de Mattaeus Memm

Publ1cacrón patrocmada por e


ondo Nac de lnveshgac1ón
C1entrfica y T lógica (FoNDECYT)
(Proyecto Nº 1960772)

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE


ÍNDICE

NOTA PRELIMINAR
a la tercera edición
9

NOTA PRELIMINAR
a la segunda edición
13

NOTA PRELIMINAR
a la primera edición
15

PROLOGO DEL EDITOR


Jorge Aceved

PRÓLOGO
por Francisco Soler
53

INTRODUCCIÓN A “LA PREGUNTA POR LA TÉCNICA”


por Jorge Acevedo

LA PREGUNTA POR LA TÉCNICA


111

CIENCIA Y MEDITACIÓN
149
LA VUELTA
(Die Kehre)
181

CONSTRUIR HABITAR PENSAR


197

LA COSA
223

¿A QUÉ SE LLAMA PENSAR?


251

TIEMPO Y SER
(Zeit und Sein)
271
LA PREGUNTA POR LA TÉCNICA
LA PREGUNTA POR LA TÉCNICA

E ] la ta 1
1a mciia. E

D2
1 2 r o

guntar abre un camino. Por eso, es prudente prestar aten-


ción te tod ] í J £
- r U
ses y títulos aislados. El camino es un camino del pensar.
Todos los caminos del pensar conducen, más o menos per-
.1 1 nl it4 1 4 ác del 1

y
guaje. Preguntamos por la técnica y con ello quisiéramos
preparar una relación libre con ella. Libre es la relaci
cuando abre nuestro ser-ahí [Dasem] a la esencia de la tec-
nica.S1 nosotros correspondemos a tal esencia, entonces
delimitación.
La tecruca no es igual que la esencia de la técnica. Si
nosotros buscásemos la esencia del árbol, tendríamos que
elegir aquello que domina a través de todo árbol en cuan-
árbol, sin ser ello mismo un árbol, que se pudiera en-
contrar entre los restantes árboles
í también, la esencia de la tecn1ca no es, en absoluto,

sentemos y dediquemos sólo a lo técnico, para apegarnos


ello o para rechazarlo. Por todas partes permanecemos
presos, encadenados a la técnica, aunque apasionadamen-
te la afirmemos o neguem M du amente e tam0%
entregados a la té
neutral; pues, esta concepción, que tiene hoydía gran
aceptacrón, nos vuelve completamente ciegos para la esen-
cia de la técnica

113
Como la esencia de algo vale, según vieja teoría, lo que
algo es. Nosotros preguntamos por la técnica cuando pre-
guntamos por lo que ella sea. Todo el mundo ha oído las
dos frases con las que se responde a nuestra pregunta.
Una dice: la técnica es un medio para un fin. La otra dice:
técnica es un hacer del hombre. Ambas determinaciones
de la técnica se copertenecen. Pues poner fines, que utili-
za y dispone medios para ellos, es un hacer del hombre. A
lo que la técnica es pertenece el elaborar y utilizar instru-
mentos, aparatos y máquinas, pertenece este elaborar y
utilizar mismo, pertenecen las necesidades y fines a los
que sirven. El total de estos dtsp051t1vos es la técnica. Ella
misma es un Jatín: un mst1umentum
La concepc10n cornente de la técnica, según la cual la
técnica es un medio y un hacer el hombre, puede, por eso,
llamarse la determmaaon instrumental y antropológica de
la técnica
¿Quié tal 1Ó ta? Se ajusta
ev1dentemente a lo que está ante la vista cuando se habla
de la técnica. La determinación instrumental de la técnica
es tan desazonadoramente correcta, que también es ver-
dad para la técnica moderna, aunque se afirme además,
con cierto derecho, que frente a la vieja técnica artesana,
ella es algo completamente distinto y, por eso, nueva. La
tral eléctri +y 4 F hió
T5
un medio preparado para un fin puesto por el hombre.
También el avión a reacción, también la máquina de alta
frecuencia, son medios para fines. Naturalmente, una es-
tación de radar es menos simple que una veleta. Natural-
mente, nece51ta la preparac1on de una maquma de a1 ta
frecuencia diferentes

jo de la producción técnico-industrial. Naturalmente, un

114
aºerradero perd¡do en un valle de la Selva Negra e
0 r iti E a central hldroelec-
trica en el Ri
Es correcto: tamb1én la técnica moderna es un medio
para un fin. Por eso, la concepción instrumental de la téc-
nica determina todos los esfuerzos para llevar al hombre
a la recta relación con la técnica. Todo estriba en manejar
la técnica, en cuanto medio, de la manera adecuada. Se
qu1ere, como se suele dec1r, “tener e5piritualmente en el
puño” a la técnica. Se la quiere dominar. El querer domi-
narla se hace tanto más urgente, cuanto más amenaza la
técnica con escapar al control del hombre
Pero, supomendo que la tecmua no sea ningún simple
mcd O, ¿Y u0 Sa don vinarla? Pero,
nosotros dxpmos que la determmac¡ón instrumental de la
técnica es correcta (.1ertamente Lo correcto siempre se
establec …¡.." s, que, dealgu—
na era, es j La constat
necesita, en absoluto para ser correcta, desocultar en su
esencia a lo que está delante. Sólo allí e acontece tal
desocultar, acontece lo verdadero. Poreso,lo meramente
correcto no es aún lo verdadero. Ante todo, porque éste
nos lleva a una libre referencia con lo que nos atañe des-
de su esencia. Según eso, la correcta determinación instru-
mental de la técnica no nos muestra aún su esencia. Para
lograrla, 0, al menos, para que nos movamos en su cerca-
ía, debemos buscar, a través de lo correcto, lo verdadero.
Debemos preguntar: lo instrumental mismo ¿qué es? ¿A
dónde pertenecen cosas tales como medio y fin? Un me-
dio es aquello por medio de lo cual algo es hecho y, así,
obtenido. Lo que tiene por consecuenaa un efecto, se lla-
ma causa. Sin m11haran 1-mll que actt

115
por medio de. También el fin, con arreglo al cual se deter-
mina la clase de los med¡os,vale como causa. Donde se
rsiguen fines yse aplica o ins-
trumenta] allí impera la causalidad.
La ofía enseña desde hace siglos que hay cuatro
causas: 1. 1a causa materialis, el material, la materia, con la
que se p a, por ejemplo, una copa de plata; 2. la cau-
sa formalis, la forma, la figura, en la que se introduce la
materia; 3. la Cnusafma¡m el fin,por ejemplo, el sacrificio,
por el cual la a requerid erminada según mate-
ria y forma, y 4 lacausa eff ciens, que produce el efecto, la
copa real hecha, el platero. Lo que sea la técnica, concebi-
da como medio, se hará patente si retrotraemos lo instru-
mental ala cuadruple causalidad
Pero, ¿cómo si lo que sea, por su parte, la causalidad
está encubierta en lo oscuro? Es cierto que desde hace si-
glos se toma la teoría de las cuatro causas como una ver-
dad caída del cielo, tan clara como el sol. Entretanto, ha
Ilegado la hora de preguntar ¿Por qué hay precisamente
, propiamente, en refer
cia al mencmnado cuatro “causa”? ¿De dónde sacan e1
carácter de causa las cuatro causas y tan unitariamente,
que se copertenecen?
Mientras no nos introduzcamos en este preguntar, per—
manecerá oscura y sin fundamento la causalidad y c
ella lo 1mtrumental y con éste la determinación corriente
de la téc
es h acetiempo se suele concebir la causa como lo
que efectúa. Actuar, efectuar, significa por eso: obten
eº.u1tados obtener efectos. La causnPfflCl£'¡ 1S, quo es una dc
, determina de a toda la
causalidad. Esto llega a tal punto que, en general, no se

116
nsider á lidad a la causa finalis, a la fina-
lidad. Causa, casus, pertenecen al verbo cadere, caer, y sig-
nifica aquello que hace que en los resultados, algo resul-
a manera o de otra. La teoría de las cuatro causas
se remonta a Aristóteles Sin embargo, en el ámbito del
pensar griego, éste no tiene nada que ver con actuar, que
es todo lo que la poster1dad ha buscado en los griegos bajo
la concepción y título de causalidad. Lo que los alemanes

causas son modos de ser-responsable-de, que se coperte-


necen entre sí. Un ejemplo puede aclarar esto.
La plata es aquello de lo que está hecha la copa de pla-
ta. Es, en cuanto esta materia (UAn), co-responsable de la
copa. Ésta adeuda, esto es, tiene que agradecer a la plata
aquello en lo que consiste. Pero, el útil para el sacrificio no
á en deuda sólo con la plata. En cuanto copa aparece lo
eudado en la copa conel y no con el de
brazalete oel de amllo Así, el ut11 para el sacr1fmo está
adeudado al n
poso. La pldta en 1a que el aspecto en cuanto copa es in-
troducido, el aspecto en el que la plata aparece, son am-
bos, cada uno a su manera, co-responsables del útil para
el sacrificio.
Sin embargo, en deuda en tercer lugar está, sobre todo,
con esto: aquello que de antemano circunscribe a la copa
al ámbito de la consagración y de la ofrenda. A través de
ello es delimitada como útil para el sacrificio. Lo delimi-

tante finaliza a la cosa, Con este fin nos acaba la cosa, sino
que desde él co a lo que será después de la produc-
ción. Lo f1nahzante completante, en este cenhdo se dice
en griego téXoc, que suele trad frecuen

117
temente por “meta” y “fin” y con ello se lo malinterpreta.
El téXoc es responsable de lo que como materia y de lo
- " + , hle d 1a ificial
_ E i F T
Finalmente, hay un cuarto responsable en el estar ahí
delante, dispuesta y preparada la copa sacrificial: el orfe-
bre; pero, de ninguna manera, porque él obrando efectúe
la copa dispuesta para el sacrificio como efecto de un ha-
cer, como causa efficiens.
La teoría de Aristótel ió desienad
esa palabr l i l di
E orfebre sobrepomendose reune a los otros tres mo-
dos citados del ser-responsable-de. Sobreponer se dice en
griego Néyerv, Aóyoc. Éste reposa en el dropatveodar, en

ser-responsable-de, mencionados en primer lugar, tienen


que agradecer a la sobreposición reunidora del orfebre,
que aparezcan y entren en juego para la producción de la
copa sacrificial y cómo entren y aparez
En la copa sacrificial, preparada y l¡sta, coimperan cua-
tro modos del ser-responsable-de.Son diferentes entre sí
y, sin embargo, se copertenecen. ¿Que los unifica de ante-
mano? ¿En dónde se juega el juego conjunto de los cuatro
modos del ser-responsable-de? ¿De dónde surge la unidad
de las cuatro causas? ¿Qué mienta, pensado a la manera
griega, este ser- respons able-de?
osotros, gentes de hoy, estamos muy inclinados a
comprender el ser-responsable-de, moralmente como una
falta, o a entenderlo como un modo de actuar. En ambos
casos, erramos el camino hacia el sentido de lo que más
tarde se llamó causalidad. Mientras este camino no se

118
abra, no veremos tampoco lo que propiamente es lo ins-
trumental, que reposa en lo causal.
ara defendernos de las malas interpretaciones del ser-
responsable- de, aclaremos sus cuatro modos desde lo que
son responsab gún el ejemp de el
estar preparada y del estar puesta la copa de plata como
útil para el sacrrf1cm Estar puesta y estar preparada (U70—
keloVaL) caracterizan la presencia de algo presente. Los
cuatro modos del ser—responsabIe -de traen algo a aparecer.
Le permiten pro-venir a la presencia. Lo liberan en ella y
así le permiten avanzar hacia, a saber, su completa llega-
da. El ser-responsable-de tiene el rasgo fundamental de
este permitir-avanzar hacia la llegada. En el sentido de tal
permitir-avanzar, es el ser-responsable-de lo que da-lugar-
a. Con la mirada puesta en lo que los gr1egos experimen-
taron en el ser-responsable-de, en la aitia, damos nosotros
ahora a la palabra “dar-lugar-a” un sentido más amplio,
de modo que la palabra designe la esencia de la causali-
dad pensada por los griegos.La significación usualy res-
tnng¡da de la palabra ocas¡onarsrgmf1ca por el contrano,
] y desatar,y mientras una
clase de causa secundar1a en el todo de la causalidad.
Pero, ¿en dónde tiene lugar el juego conjunto de los
cuatro modos del dar-lugar-a [Ver-an-lassen]? Ellos dejan
venir lo todavía no presente a la presencia. Según eso, están
imperados unitariamente por un traer, traer haciendo apa-
recer lo presente. Lo que este traer sea, nos lo dice Platón
en una frase del "Svmposmm (205 b): n yo¿p TOL EX TOÚ UN
ÓVTOG ElG TÓ Óv ióvtt ormovv otía naooc EOTI nomcng
Todo dar-lugar ) vaya
procoda desde lo no—preºente a la presencza, es TOÍNOLC, es
pro-duc

119
Todo estrib t ] pro-ducir en
su completo alcance y, al mismo hcmpo, en el sentido de
los griegos. Pro-ducir, zoínoiwc, es no sólo la hechura
rtesana no sólo el traer a forma y f1gura art1st1co p0et1—
o. La
Pues, lo preseníe QÚOEL t1ene en sí mismo (£v EAvTO) el bro-
tar en el pro-ducir, por ejemplo, el brotar de las flores en
el florecer. Por el contrario, lo pro-ducido artesana y artís-
ticamente, por ejemplo la copa de plata, tiene el brotar en
el pro-ducir no en sí mismo, sino en otro (Ev 414.0), en el
artesano y en el artista.
Los modos del dar-lugar-a, las cuatro causas, se juegan,
por consiguiente, dentro del pro-ducir. Por éste llega a
aparecer, respechvamente tanto lo que crece naturalmen-
te, como también lo que tiene hechura artesana o artística.
Pero, ¿cómo acontece el pro-ducir, ya sea en la naturaleza,
ya en la artesanía o en el arte? ¿Qué es el pro-ducir, en el
que se juega el cuádruple modo del dar-lugar-a? El dar-
lugar-a atañe a la presencia de lo que aparece en el pro-
ducir, en cada caso, El pro-ducir pro-duce desde el vela-
miento al desvelamiento. El pro-ducir acontece solamen-
te cuando llega lo velado a lo desvelado. Este llegar se
mueve y descansa en lo que nosotros llamamos desocul-
tar. Para des¡gnarlo los griegos tenían la palabra dAjúeto.
Los romanos la tradujeron por veritas. Nosotros decimos
“verdad”, y la entendemos comúnmente como rectitud
del concebir [representar: Vorstellen].
n dónde nos hemos extraviado? Preguntamos por la
técnica y hemos llegado ahora a la GARDeto, al desocultar.
¿Qué tiene que ver la técnica con el desocultar? Respues-
ta: Todo. Pues, en el desocultarse se funda todo pro-ducir.
Pero éste reúne en sí los cuatro modos del dar-lugar-a

120
—la causalidad— y los domina. A su ámbito pertenecen
fin y medio, pertenece lo instrumental. Éste vale como e
rasgo fundamental de la técnica. Preguntamos paso a paso
lo que sea propiamente la técnica, concebida como medio,
y llegamos al desocultar. En él descansa la posibilidad de
toda fab11cacron productora.
a no es, pues, simplemente un medio. La téc-
nica es un modo del desocultar. Si prestamos atención a
eso, entonces se nos abriría un ámbito distinto para la
esencia de la técnica. Es el ámbito del desocultamiento,
esto es, de la verdad
Este aspecto nos sorprende. Debe sorprendernos el
mayor tiempo posible y así presionarnos a que, finalmen-
te, tomemos en serio y de una buena vez la más sencilla
pregunta por lo que dice el nombre “técnica”. La palabra
proviene de la lengua griega. Texvikóv mienta lo que per-
tenece a la téyvT]. Con respecto a la significación de esta
palabra, debemos observar dos cosas: de una parte, téxvn
no es sólo el nombre para el hacer y saber artesanos, sino
que también lo es para el arte más elevado y para las be-
llas artes. La texvn pertenece al pro-ducir, a la totnow16;
ella es algo poiétic
La otra cosa que, con respecto a la palabra téxvn hay
que meditar, es an más importante. La palabra téxwn está
unida, desde los comienzos hasta el pensar de Platón, ala
palabra éntotúln. Ambas palabras son nombres para el
conocer, en el más amplio sentido. Mientan el reconocer-
se en algo, el comprenderse enalgo El conocer abre. En
cuanto ab stóteles distin:gue en

una cons¡derac1on especial (Et. Nic. ví, e. 3 y 4) la Entoútn


y la tTExvn y, ciertamente, desde el punto de vista de lo que
desocultan y cómo lo desocultan. La téxv es un modo

121
del dAnveverv. Ella mienta lo que por sí mismo no se pro-
duce, ni está aún ahí delante de nosotros, por lo que pue-
de tener-lugar ya de una manera, ya de otra. Quien cons-

los cuatro modos del dar-lugar-a. Este desocultar reúne de


antemano el aspecto y la materia de barco y de casa sobre
la cosa intuida, acabada y lista, y determina desde ahí el
modo de la confección. Por consiguiente, lo decisivo de la
TÉXV) NO estriba, de ninguna manera, en el hacer y mani-
pular; tarnpoco en aphcar medios, sino en el citado deso-
ltar. C , , es la TEYYT]
un producir.
Así, con la alusión a lo que la palabra téxv1 dice y a
como la determinaron los griegos, llegamos a la misma
.. Lsz 1 7 1
1 r o r 9

ta por lo que sea, en verdad, lo instrumental en cuanto tal.


La técnica es un modo del desocultar La tecmca pre-
sencia en el ámbito en y UEDVC'
lam1ento, amdera, verdad.
e a esta determinación del ámbito esencial de la
técmca, se puede objetar que vale, ciertamente, para el
pensar griego y que conviene, en el mejor de los casos, a
la técnica manual, pero que no puede aplicarse a la mo-
derna técnica de máquinas. Y precisamente, solamente ella
es la que nos perturba y mueve a preguntar por ”la" téc-
nica. Se di
todas las antenores porque se apoya en la c1enc1a moder-
na, natural y exacta. Entretanto, se reconoce claramente
ue vale también lo inverso: la física moderna, en cuanto
experimental, está referida a los aparatos técnicos y al pro-
greso en la construcción de aparatos. La constatación de

122
esta interrelación entre técnica y física es justa. Pero es una
, que no dice

nada sobre aquello en que se funda esta interrelación. La


pregunta decisiva sigue siendo: ¿Que esenc1a es la te cni-
ca moderna para que pued 1 r 1

natura
¿Qué es la técnica moderna? Es también un desocultar.
Si nosotros clavamos la mirada sobre todo en este rasgo
fundamental, se nos mostrará lo nuevo de la técnica mo-
en
Ahora bien, el desocultar que domina a la técnica mo-
derna no se despliega en un pro-ducir en el sentido de
noinorc. El desocultar imperante en la técnica moderna es
un provocar que pone a la naturaleza en la exigencia de li-
berarenerg1as, que en cuanto tales puedan ser explotadas
y acumuladas. Pero, ¿no vale esto también para el viejo
mohno de viento? No. Sus aspas giran, ciertamente, en el
viento, a cuyo soplar quedan inmediatamente entregadas.
ero el molino de viento no abre las energías de las co-
rrientes de aire para acumularlas.
el contrario, una región es provocada a la extrac-
ción de carbón mmerales La t1erra se desoculta ahora
de yacimien-
to de mmeraleq De otra manera aparece el campo, quee
campesino antiguamente labraba, en donde labrar aún
quiere decir: cuidar y cultivar. El hacer del campesino no
provoca al campo. En el sembrar las simientes, abandona
Él la siembra a las fuerzas del crecimiento y cuida su
germinación. Entretanto, la labranza del campo ha caído
en la resaca de otro modo de labrar, que pone a la natura-
leza. La pone en el sentido de provocación. El campo es
ahora industria motorizada de la alimentación. El aire es

123
puesto dentro de la entrega de nitrágeno, el suelo por los
minerales; minerales, por ejemplo, el uranio, éste por la
energía atómica, que puede ser desintegrada para destruc-
ción o para usos pacíficos.
El poner, que provoca las energías naturales, es un exi-
oble sentido. Exige en cuanto abre y expone
[herausstellen]. Sin embargo, este exigir está subpuesto
[abstellen] de antemano a lo otro que se exige, esto es,
impulsar la utilización mayor que sea posible con el míni-
mo esfuerzo El carbón extraído en una región carbonífera
e pone sólo para que, en general, esté ante la vista en
al¿,una parte. Yace, esto es, es el sitio de la distribución del
calor solar en él acumulado. Éste es transformado en ca-
lor, que es distribuido por el vapor liberado, cuya presión
empuja el engranaje por el cual una fábrica permanece en
explotació
La ccntral hidroeléctrica está puesta en el Rhin. Y lo
dispone hacia su presión hidráulica, dispuesta para las
turbinas, que grrando 1mpulsan las maqu1nas, cuyo en-
grana¡e pr o ,
trales int red eléctrica, que
conduce la corriente. En el ámbito de esta serie de con-
secuencias, mutuamente relacionadas, de la distribución
de la energía eléctrica, la corriente del Rhin aparece tam-
bién como algo distribuido. La central hidroeléctrica no
está construida en la corriente del Rhin como los viejos
puentes de madera, que, desde hace siglos, unen una ori-
lla con la otra. Más bien, está el río constru1do [obstru1do
verbaut] en la central. Es,]
esto es, proveedor de presión h1drauhca desde la esencia
de la central eléctrica. Prestemos atención a lo desazo-
nador que impera allí, aunque sea para medir desde lejos

124
y por un instante, la contraposición que se expresa en es-
tos dos títulos: “El Rhin”, construido [obstru1do verbaut]
en la central de energía eléctrica, y “El Rhir, nombrad
desde la obra de arte del himno sinónimo de Hólderlin.
Pero, sere5ponde, el Rhin es de todas maneras un río de
la comarca. Pudiera ser, pero ¿cómo? No de otra manera
que com ob]eto de visita establecido por una agencia de
viajes, que ha establecido allí una 1ndustr1a para turistas.
El desocultar que domina a la técnica moderna tiene el
carácter de poner en el sent1do de la pro vocación. Esta
acontece de
tas enla naturaleza lo descubrerto es transformado lo
acumula , a SU vEZ, repar-
tido y lo repartido se renueva cambiado. Descubrir, trans-
formar, acumular repartir, cambiar, son modos del d
ocultar. Sin embargo, esto no transcurre sencrllamente

dos carriles, a través de los cuales él dirige. La dirección


misma es asegurada por todas partes. Dirección y asegu-
ramiento llegan a ser, incluso, los rasgos capitales del
desocultar pro vocante
¿Q ,
lrza por medio del desocultar pro-vocante7 Por doquiera
se establece que hay que estar en todas partes, lugar por
lugar, y estar, ciertamente, para que sea establecible por un
establecer ulteriormás amplio. Lo establecido de esta
nera tiene su propio estado [Stand]. Nosotros lo llama-
mos lo constante [Bestand: depósito]. La palabra mienta
aquí algo más y más esencial que mero constar de. La
palabra “constante” se mueve ahora en el rango de un tí-
tulo. Caracteriza nada menos que el modo como está pre-

125
sente todo lo que se refiere al desocultar provocante. Lo
que está en el sentido de lo constante no se contrapone a
nosotros más como ob-stante [Gegenstand : objeto].
Pero, un avión que está en la pista de despegue es, aún,
un objeto. Ciertamente. Podemos concebir la máquina de
esa manera. Pero, entonces se oculta en lo que es y cómo
m
tante, sólo en cuanto que él está establecido a asegurar la
posibilidad del transporte. Para eso, tiene que ser él mis-
mo, en su total construcción, con todos sus componentes,
apto para ser establecido, esto es, estar preparado para
sahr (Éste sería el lugar para dlluc1dar la determmacron
la máqu1na por Hegel T
t + 1 +, 4 1A

es justa. Pero, pensada desde la esencia de la técnica, a la


que pertenece, la máquina no es precisamente así. Vista
desde lo constante, la máquina es, en absoluto, no-inde-
pendiente; pues ella recibe su estado únicamente del esta-
blecer de lo establecible).
ra, cuando intentamos mostrar la técnica mo-
derna como un desocultar pro nos acosen las
palabras “poner” [stellen] establecer” [bes : encar-
gar, requerir, ponera disposición], “cons tante” [Bestand]
y que se amontonen de una manera seca, uniforme y, por
eso, enojosa, tiene su fundamento en lo que llega a len-
gua1e
uién realiza el poner pro-vocante, por el cual es
desocultado lo que se llama lo real, en cuanto constante?
Evidentemente, el hombre. ¿Hasta qué punto puede e
hombre con tal desocultar7 El hornb e puede, ciertamen-
te, concebitr, f uello, de una ma-

nera o de otra. Pero, del de5velam1ento, en el que, en cada

126
caso, lo real se muestra o se retrae, no dispone el hombre.
Que desde Platón se muestre lo real a la luz de las ideas,
no lo hizo Platón. El pensadorsólo ha correspondido
[entsprechen] a lo que le interpelaba [zusprechen].
Sólo en cuanto que el hombre, por su parte, está pro-
vocado ya a pro-vocar las energías de la naturaleza, pue-
de acontecer este desocultar establecedor. Si el hombre
está pro-vocado y establecido para eso, entonces ¿no per-
tenece el hombre, más originariamente aún que la natu-
raleza, a lo constante? El hablar corrientemente de mate-
rial humano y de material enfermo de una clínica, habla
en su favor. El guardabosque que en el bosque mide la
madera talada y que, al parecer recorre como su abuelo
y de igual manera, los caminos del bosque, está hoy esta-
blecido, sépalo o no, en la in d stria de la utilización de la
adera., Está establecido en la productibilidad de celulosa
que, a su vez, viene pro-vocada por la necesidad de pa-
pel, que se distribuye a los diarios y revistas ilustradas.
Pero estos predisponen a la opinión pública a que devo-
ren lo impreso, para que pueda llegar a establecerse una
opinión dominante, que hay que establecer. Sin embargo,
precisamente porque el hombre está pro-vocado más ori-
ginariamente que las ener¿1as naturales a saber, al estable-
cer, no llegaa ser jamás un mero
hombre la técnica, partl ipa en el stablece1 encuanto un
modo del desocultar. Pero, el desvelamiento mismo, en
medio del cual se despliega el establecer, no es nunca un
hecho humano, así como tampoco lo es el ámbito que
atraviesa el hombre cuando como sujeto se refiere a un
objeto.
¿Dónde y cómo acontece el desocultar, si no es ningún
simple hecho del hombre? No necesitamos buscar dema-

127
siado lejos. Sólo es necesario captar con imparcialidad
aquello que 31empre ha reclamado al hombre y tan deci-
sivamente que él
do en cada caso. Srernp1e que el hombre abre sus ojos y oí-
dos, que franquea su corazón, que se da libremente en sus
afanes y esfuerzos, en su formar y obrar, en sus ruegos y
agradecimientos, se encuentra ya, por doquiera, llevado
en lo desvelado. Cuyo desvelamiento ya se ha acontecido
apropiadoramente, tan frecuentemente como invoca a
hombre al modo del desocultar que le corresponde. Cuan-
do el hombre, a su manera, dentro el desvelamiento, deso-
culta lo presente, entonces él no hace sino corresponder a
la llamada del desvelamiento, aun cuando la contradiga
Así, pues, cuando el hombre que investiga y considera,
pone la naturaleza como recinto de su concebir, entonces
está ya reclamado por un modo del desocultar, que le pro-
voca a considerar la naturaleza como un objeto de inves-
tigación, hasta que el objeto desaparece también en lo sin-
objeto delo constante.
a manera, la técnica moderna, como el deso-
cultar establecrente no es un simple hacer humano. Por
eso debemos tomar, tal y como se muestra, el pro-vocar
que dispone al hombre a tomar lo real como constante.
Este pro-vocar reúne al hombre en el establecer. Esto
reuniente concentra al hombre a establecer lo real como
constante
Lo que despliega originariamente los rasgos montaño-
sos de las montañas [Berg] y así las atraviesa en su plega-
do estar unas con otras, es lo que reúne, que nosotros lla-
mamos serrama [(Jebug el.
1al í

te, sobre lo que se despl1egan los modos segun los cuales

128
nos sentimos animados [zumute] de una manera o de
otra, el ánimo [Gemiit].
s llamamos ahora aquella
cante, que reúne al hombre en ella a establecer el desocul-
tar como constante, lo dis-puesto [das Ge-stell].
Nos arriesgamos a emplear esta palabra en un sentido
hasta ahora completamente insólito
Según la srgmf1cac1on hab1tual mienta la palabra
“Gestell” un útil, por ejemplo, un estante para libros.
Gestell significa tamb¡en en alemán un esqueleto Y tan
ece ser la pal di
puesto], que ahora proponemos; para no hablar de la ar-
bitrariedad con que se maltrata el desarrollo del lenguaje
con palabras como ésa. ¿Se puede impulsar aún más lo
estrambótico? C1ertamente no. Pero esto estrambótico es
viejo uso del pensar. Y, por cierto, se traman a él los pen-
sadores, precrsamente allí donde hay que pensar lo más
elevado. Nosotros, tard1amente nac1dos, no estamos ya
que Platón
se atraviese a usar para lo que escnc1a [west] en todo y a

ee
palabra para designar, lo que era totalmente insólito,
:mnpll que nrprmampnl-p d
H rcep-
t1ble con el sent1do de la vista. Pero, ni s1qu1era eso es su-
ficiente para lo insólito. Pues t6é£%nombra no sólo el as-
pecto no-sensible de lo visible sensitivamente. Aspec
16€a, significa y es también lo que en lo audible, tang1ble
sensible, en lo que de la manera que sea nos es accesible,
constituye la esencia. Frente a lo que Platón ha exigido al
lenguaje y al pensar, en éste y otros casos, es casi anodino

129
el presente y atrevido el uso de la palabra “dis-puesto”,
como nombre de la esencia de la tecmca modern No
P
queda presuntu:

Dis-puesto significa lo reunidor de aquel poner, que


pone al hombre est0 es, lo pro-voca, ade50cultar lo real
nel onstante. Dispues-
srgmf1ca
to el modo del desocultar que impera en la esen-
a de la técnica moderna y queél mismo no es nada téc-
nico. A lo técnico, por el contrario, pertenece todo lo que
nosotros conocemos como varillajes, rodamientos, anda-
mios, y demás componentes de lo que se llama montaje.
Sin embargo, éste cae, junto con los mencionados compo-
nentes, en el recinto del trabajo técnico, que siempre y sólo
corresponde a la provocación de lo dispuesto, pero que
nunca constituuye o hac ismo.
.a palabra “poner” [stellen] mienta en el título dis-
puesto [Ge-stell] no sólo el pro-vocar; debe guardar al mis-
o o la resonancia de otro “poner”, del que deriva;
a saber, de aquel re-poner [her-stellen] y ex-poner [dar-
stellen] que deja aparecer, en el sentido de la toinoi<c, lo
presente en el desvelamiento. Este re-poner pro-ducente,
por ejemplo, el erigir [aufstellen] una estatua en el recin-
to del templ y el ahora meditado establecer pro-vocante
son, por cierto, fundamentalmente distintos y, sin embar-
go, están emparentados en la esencia. Ambos son modos
del desocultar, de la Adeta. En lo dis-puesto acontece
ap1opradoramente el desvelarmento conforme al cuale
a lo real como cons-
tante Por eso, no es sólo ni un hacer humano, ni mucho
menos un simple medio dentro de tal hacer. La determina-
ción únicamente instrumental y antropológica de la

130
técnica es, en principio, casual y no se la puede completar
r medio de una dilucidación religiosa o metafísica, sólo
intercalada
ealmente es verdad que el hombre de la era técnica
está pro- voc do de un modo espec1al y sobresaliente al
desocultar. a naturaleza
como al principal almacén de existencias de energías
Conforme a esto, el comportamiento establecedor del
hombre se muestra ante todo en la aparición de la er-
na ciencia natural exacta. La manera de concebir de ésta
pone a la naturaleza como una conexión calculable de
fuerzas. La física moderna no es física experimental por-

ratos, sino que, inversamente: porque la física, y por cier-


to, como pura teoría, pone a la naturaleza como lo que hay
que concebir en cuanto conexión de fuerzas, previamente
calculable, es por lo que se establece el experimento; esto
es, para indagación de si la naturaleza, puesta de esa ma-
nera, se anunciará y cómo lo hará.
ero, podría objetarse que la ciencia matemática ha
surg1do casi dos siglos antes que la técnica moderna.
¿Cómo podría entonces estar ya al servicio de la técnica
moderna7 Los hechos atest1guan lo contrario. ¿No progre-
ólat d d a ciencia
exacta de la naturaleza? H15tonografícamente calculada E
objeción es correcta. Históricamente pensada, no encuen-
tra lo verdader
La teoría írslca moderna de la naturaleza es la que pre-
para el camino no sólo de la técnica, sino también de la
esencia de la técnica moderna. Pues el reunir pro-vocante
en el desocultar establecedor, impera ya en la física. Pero
en ella aún no aparece propiamente. La física moderna es

131
,
la precursor2 desconocida Í , de lo dis-
puesto. La esencia de la técnica moderna se oculta desde
l1ace bastante tiempo también ahí, donde se han inventa-
do máquinas motrices y se ha puesto en vía la electrotec-
nia y en marcha la técnica atómica.
do lo esencial, y no sólo de la técnica moderna, se
mantiene velado por todas partes y desde hace mucho
tiempo. Sin embargo, con respecto a su imperar permane-
ce como lo que a todo precede: lo más antiguo. De ello
supieron los pensadores griegos cuando d1¡eron aquello
que, con respecto al su1g¡r 1mpe ante, es m antrguo, se

antiguo principial no se muestra al hombre sino ult1ma-


mente. Por eso, en el ámbi ha
para repensar lo pensado al com¡enzo aún más inicial-
mente, no con la absurda voluntad de renovar el pasado,
sino con ria disposición de ánimo
r
de admi t
lo venidero de lo anti
Según la cronolog1a lustor10gráf1ca el comienzo de la
ciencia natur al moderna está enel s1glo XVIL Por el contra-
Y tÁ
ri
la segunda mitad del siglo xvi. Pero lo mas tardío según
la constatación hrstorrografrca la técnica moderna, es, con
respecto a la esencia dominante en ella, hrstorrcamente
más antiguo.
Que la física moderna tenga que resignarse en medida
crec1ente aque su ámb1to de representac1on quede inin-
tuido,1
tigadores. V1ene pro vocado por el 1mperar de lo dis-
puesto,
E
constante. Por eso, aunque la física se aleje del modo de
concebir únicamente vertido hacia objetos (Modo, hasta

132
hace poco el único que contaba), no obstante, no puede
renunciar jamása esto: que la naturaleza se anuncia en
cualqu1er modo, med1ante el cálculo establec1ble, y que

ciones E + o A + : £ Anerd n

cepción de la causalidad, modificada a su vez. Ésta no


muestra ahora ni el carácter del pro-ducente dar-lugar-a,
ni el modo de la causa efficiens o, pues, de la causa formalis.
Parecería que la causalidad se reduce a un anunciar pro-
vocado, que pone en seguridad a todos los constantes,
, "e 7 4 A 4 E Tr
+ r

ceso del creciente renunciar, que relata de manera impre-


sionante la conferencia de Heisenberg. (W. Heisenberg, 'La
imagen de la naturaleza en la física actual', en Las artes en
la era técnica, Múnchen, 1954, pp. 43 ss
D | 2a de la térni 1
- 1
h11pº:fn ti li ] j i t ] ta. De eso
1 la tAmnmi q

cia natural aphcada Este parecer puede mantenerse mien-

Ao la nianri q -1 a do la tárni 1

Nosotros preguntamos por la técnica para traer a luz


nuestra relación con su esencia. La esencia de la técnica
moderna se muestra en lo que nosotros llamamos lo dis-
puesto. Pero la alusión a eso no es, de ninguna manera, la
respuesta a la pregunta por la técnica, si responder signi-
fica: corresponder, esto es, a la esencia de aquello por lo
que se pregunta.
¿Dónde nos veremos llevados si nosotros ahora, en tor-
o a un nuevo paso, perseguimos más ampliamente lo
que sea lo dis-puesto mismo en cuanto tal? Ello no es nada

133
técnico, nada de tipo de máquina. Es el modo según el
cual lo real se desoculta como constante. De nuevo pre-
guntamos: ¿Acontece este desocultar en algún lugar más
allá de todo lo humano? No. Pero tampoco acontece sólo
en el hombre y decisivamente por
Lo dis-puesto es lo que reúne a aquel poner, que pone

como constante. El hombre, en cuanto pro-vocado de esa


manera, está en el ámbito esencial de lo dis-puesto. Él no
puede, en absoluto, asumir posteriormente una relación
con él. Por eso, la p1egun a cómo podremos alcanzaruna
relación con la e técnica, ocurre, d
ra, siempre demas¡ado tarde Pero la pregunta no ecurre
demasrado
I y omitir, ya ab1ertamen-
te, ya encub1ertamente está pro—vocado por todas partes
por lo dis-puesto. Pero especialmente jamás ocurre la pre-
gunta demasiado tarde si nosotros nos introducimos, y
nos 1ntroducrmos propiamente, en donde lo dis-puesto
mismo se esens
T d lleva al hombre al ca-
mino de aquel desocultar, por el que lo real deviene por
todas partes y de una manera más o menos perceptible,
constante, Poner en un camino qu1ere dec1r en aleman
5Ch cken (dp=hnarl Nosotr

e, que e en un camino del desocultar el


destmo [Gesch1ck] Desde aquí se determina la esencia de
toda historia, que no es sólo ni el objeto de la historiogra-
fía, ni sólo la reálización de la actividad humana. sta
llega aser hi do (Cfr. De
la esenciade la verdad 1930; pr1mera ed1c1on 1943 p 16s.).
de C'ITInP ¡ UVAaliEel

134
te | AA hier Lictars P
una ciencia, y desde ahí hace p051ble la usual equipara-
n de lo histórico con lo historiográf
Lo dis-puesto, en cuanto pro-vocación en el establecer,
destina en un modo del desocultar. Lo dis-puesto es una
destinación del destino, como toda manera de desocultar.
estino, en el sentido mencionado, es también el pro-
ducir, la oino
El desvelamrento de lo que es srempre va sobre un ca-
mino del desoculta
del desocultam1ento Pero no es ¡amas la fatalidad de una
coacción. Pues, precisamente el hombre llega a ser libre en
tanto que pertenece al ámbito del destino y, así, llega a ser
un oyente, no un esclavo

La esencia de la 11bertad está originariamente ordenada


no a la voluntad ni a la causalidad del querer humano.
La libertad gobierna lo libre en el sentido de lo ilumi-
nado, esto es, de lo desocultado. El acontecimiento del
desocultar csto es, de la verdad, es lo que está en el m
P ntimo parentesco con la libertad. Todo de-
socultar pertenece a un albergar y velar. Pero velado está
y siempre velándose, lo que liberta, el misterio. Todo
desocultar viene de lo libre, va a lo libre y lleva a lo libre.
La libertad de lo libre no consiste ni en lo disoluto de la
arbitrariedad, ni en la sujeción a simples leyes. La libertad
es lo iluminante velante, en cuya luz se corre aquel velo
que emboza lo esencial de toda verdad y deja aparecer al
velo como lo que emboza. La libertad es el ámbito del
destino; lo que lleva, en cada caso, a un desocultamiento
a su camino.
La esencia de la técnica moderna reposa en lo dis-pues-
to. Éste pertenece al destino del desocultamiento. Las fra-

135
ses anteriores dicen otra cosa que lo que se dice frecuen-
temente: que la técnica es el destino de nuestra época;
donde destino mienta: lo fatal de un curso inalterable.
argo, si nosotros meditamos la esencia de la
técnica, entonces exper1mentamos lo dis- puesto como un
destino del d
lo libre del destino, que, de ninguna manera, nos conf1na
en una sofocante coacción, para dedicarnos ciegamente a
la técnica, O, lo que es lo mismo, para rebelarnos sin am-
1 diablo. Por el
contrano cuando nosotros nos abrimos propiamente a la
esencia de la técnica, nos encontramos tomados inespera-
damente por un reclamo liberador
La esencia de la técnica reposa en lo dis-puesto. Su
imperar pertenece al destino. Porque éste lleva, en cada
caso, al hombre a un camino del desocultar, el hombre
camino está continuamente al borde de la posibilidad de
perseguir y activar sólo lo desocultado en el establecer y
tomarlo como medida de todo. Con ello se cierra la otra
pos¡b1hdad que el hombre se entregue más bien, más y
mpre más principialmente, a la esencia de lo desvelado
de su desvelamiento, para xper1mentar como su e
cia la fructuosa pertenencia al desoculta
Emplazado entre estas posrbrl1dades el hombre, desde
el destino, está en peligro. El destino del desocultamiento
es en cuanto tal y en todos sus modos, y por eso necesa-
riamente, peligro.
En cualquiera de los modos en que pueda imperar el
dest1no del desocultamiento, el desvelamiento, en el que
tnda | + ada aG T+ T HE
q 1 r o
que el hombre se equivoque en lo desvelado y lo malin-
terprete. Así, cuando todo lo presente se concibe a la luz

136
de la conexión causa-efecto, incluso Dios puede perder
todo lo sagrado y alto, puede perder su lejanía plena de
misterio. Dios puede, a la luz de la causalidad, decaer en
a sa la causa eficiens. E es incl dentro de la
,
teología, Él llega a ser el Dios de los filósofos; esto es, de
aquellos que determinan lo desvelado y velado según la
causalidad del hacer, sin meditar jamás en ello la prove-
niencia de la esencia de esta causalidad.
De igual manera, el desvelamiento según el cual la na-
+ 1 “ 1A A f, + A £

zas calculables, puede permitir, ciertamente, constata-


ciones exactas pero, preusamente a traves de estos resul-
y 5 y retrar

El destino del desocultamiento no es en sí un peligro


cualqu1era sino el peligro
Pero cuanto impera el destino en el modo de lo dis-
puesto, entonces hayel pehgro supremo Esto se nos ates-
tigua por dos respec
concierne al hombreni srquiera como objeto, sino exclusi-
+ f el homb dio de losi
objeto no es más que el constanciador de lo constante, va
el hombre sobre el borde más escarpado del prec1prc1cr
esto es, va hacia un punto en que él mismo no po
tomado sino como constante. En medio de todo esto, el
hombre precisamente así amenazado se pavonea como
señor de la Tierra. Así se extiende la mera apariencia de
que todo lo que encontramos sólo es consistente por ser
un producto del hombre Esta falsa apariencia alimenta
Según ella, parece que el
hombre encuentra por todas partes sólo a sí mismo.
Heisenberg ha insistido con toda razón, que así se le tie-

137
e que presentar lo real al hombre actual (loc cit. pp. 60
ss) Entretanto, el hombre nien parte al-
guna, preczsamente a sí mismo, es decir, a su esencia. El hom
n decisivamente metido en las consecuencias de
la provocac1ón de lo dis-puesto, que no lo pe1crbe como
interpelación y se pasa
terpel o y con eso desoye también todos los modos que
le indicarían hasta qué punto él ec-siste desde su esencia
en el ámbito de una llamada [Zuspruch] y que jamás por
eso puede encontrar sólo a sí m
Pero lo dis-puesto no sólo amenaza al hombre en su
referencia consigo mismo y con todo lo quc es. En cuan-
to destino remite al desocultar del tipodel establecer.
Donde éste domina expulsa todas las otras posrb1hdades
de desocultamiento. Lo dis-puesto vela especialmente
aquel desocultar que hace que se pro-duzca el apareci-
miento de lo presente en el sentido de la xoino15. En com-
paración con éste, el poder provocante constriñe a todo lo
que es a la relación exactamente contraria. Cuando impera
lo dlspuesto gob1erno y aseguram1ento de lo constante
acuñan a t aparecer más
en su rasgo fundamental; esto es, en cuanto tal deter-
nado desoculta
ues, lo d15—puesto pro-vocante no sólo vela un
do anterior del desocultar, el pro-ductor, sino que vela
e1 desocultar en cuanto tal y con él, aquelloen lo que el
desvelamiento, esto es, la verdad, acontece aproprado—
ramente.
Lo dis-puesto disloca [verstellen] el aparecer y dominar
de la verda
destina en el establ es, según esto, el
más extremado peligro. Lo peligroso no es la técnica. No

138
hay ningún demonio de la técnica, sino, por el contrario,
el misterio de su esencia. La esencia de la técnica es, en
cuanto un destino del desocultar, el peligro. La significa-
ción modificada de la palabra “dis-puesto”, se nos hace
ahora quizás más familiar, si pensamos dis-puesto [Ge-
stell] en el sentido de destino [Geschick] y peligro [Ge-
fahr]
La amenaza no le viene al hombre principalmente de
que las máquinas y aparatos de la técnica puedan actuar
quizás de modo mortífero. La más peculiar amenaza se ha
introducido ya en la esencia del hombre. El dominio de lo
is-puesto amenaza con la posrb1hdad de que el hombre
pueda rehusarse a retrotraerse a un desocultar más origi-
nario y así negarse a exper¡mentar el aliento [Zuspruch:
llamada] de una verdad más ini
Así, pues, donde domina lo d15-puesto, hay, en el sen-
tido más elevado, peligro
“Pero, donde hay peligro
crece también lo salvador”.
Madit, idad ll.¡l..-.,l LII,-I.—I...¿QUE

quiere decir “salvar”? Comunmente opinamos que sólo


significa: atrapar precisamente a lo amenazado de des-
trucción para asegurarlo en su pers¡stencra anterior. Pero
“salvar” quiere decir algomás. “ r es: reconducir
hacia la esencia, para, de esta manera, traer ante todo a la
esencia a su prop10 brrllar Si la esencia de la técnica, lo
dis-puesto, es el peligro más extremado, y si al mismo
t1empo la palabra de Holderhn d1ce la verdad entonces no
r É

todoi do d ltamiento, todo brillar de la


verdad. Más b1en precisamente la esencia de la técnica

139
tiene que albergar en sí el crecimiento de lo salvador. Pero,
¿no bastaría entonces una mirada suficiente en lo que lo
dis-puesto es como un destino del desocultar, para hacer
luc1r a lo salvador en su surgr r
1 t 135

lo salvador7 Donde algo crece, se enraíza y, desde allí, se


desarrolla. Ambos acontecen callada y tranquilamente y a
su t1ernpo Pero por las palabras del poeta no podemos
] y peligro, podamos
Captar lo salvadori liat te y sin prer Por
15, 4 5
punto en lo que es el supremo pehgro en el 1mperar de lo
dis-puesto, está enraizado lo salvador, incluso hasta lo
más profundo, y desde allí se desarrolla. Para meditar
sobre tal cosa es necesario, a través de un último paso de
nuestro camino, que miremos al peligro aún con m
claros ojos. Consecuentemente, tenemos que preguntar,
una vez más, por la técnica. Pues, según lo dicho, en su
esencia está enraizado y crece lo salvador.
Sin embargo, ¿cómo podremos ver lo salvador en la
esencia de la técnica, mientras no meditemos en qué sen-
tido de “esencia” lo dis-puesto es propiamente la esencia
de la técni
Hasta ahora hemos entend1do la palabra esencia” en
su En J de la filo-
50f¡a, esencia” i decir / ] , en latín: r1md La

quzddztas, la quididad, da respuesta a 1a pregunta por la


esencia. Lo que conviene, por e]emplo, a toda clase e ár-
boles, rnl1lp haya; abedul, abeto, e: ajo

éste en cuanto género universal, lo “universal”, caen los


árboles reales y posibles. ¿Es entonces la esencia de la téc-
nica, lo dis-puesto, el género común de todo lo técnico? Si

140
así fuera, entonces, por ejemplo, una turbina a presión,
una emisora, un c1clotrón serran algo d15—puesto Pero la
palabra dis-p artefacto, nin-
gún tipo de aparatos Ni mucho menos el concepto gene-
ral de tales constantes. Las máquinas y aparatos son tan
poco cosas y tipos de lo dis-puesto, como el hombre en el
tablero de control, o el ingeniero en la oficina de la cons-
trucción. Todo esto pertenece, ciertamente, en t
co: mponentes, en cuanto constantes, en cuanto establece-
dores, a lo dis-puesto; pero éste
no es jamás la esencia de la tecmca enel sentrdo de un
género. Lo dis-p
a saber, el pro—vocador. Un tal modo destinal es también
el pro-ducente desocultar, la zoinotG. Pero estos modos
no son especies que puedan ser ordenadas unas junto a
otras bajo el concepto de desocultar. El desocultam1ento
es aquel destino que se reparte en cada caso, repentina e
1nexphcablemente para todo pensar, en el desocultar
producente y en el pro-vocante, y que se entrega al hom-
bre. El desocultar pro-vocante t1ene enei pro-ducente su
1. Pero, al mi po, lo dis-pues-
to disloca dest1nalmente ala n:otnotg
Así, pues, dis tino del desoctilta

miento es, c1ertamente, la esencia de la técnica; pero, nun-


ca esencia enel sentido de género y de essentía. Si obser-

te la tecmca es lo que ex1ge de nosotros que pensemos en


esen-
cia”. Pero, ¿en cual'º
do decimos “Hauswesen” [asuntos de la casa],
“Staatswesen” [asuntos del estado], no mentamos lo ge-
neral de un género, sino el modo cómo casa y estado im-

141
peran, se administran, despliegan y decaen. Es el modo
como ellos son esencialmente. ] P Hebel usó en un poema,
que Goethe amó especialm "Esp ctro en la calle
Kanderer”, la vieja palabra "D1e We “. La palabra sig-
mf1ca mumc1pahdad en cuanto se reúne allí la vida en
mantiene “en juego”, esto es, esencia, a la exis-

mer lugar el sustantivo. “Esenciar” [wesen], entendido


verbalmente es lo mismo que durar [wáhren]; no sólo
desde el punto de vista de la significación, sino también
en la formación fonética de la palabra. Ya Sócrates y Platón
pensaron la esencia de algo como lo esente en el sentido
de durante. Sin embargo, ellos pensaron lo durante como
lo perdurante (det óv). Pero lo que perdura lo encontraron
en lo que se mantiene permanente en todo lo que sucede.
Esto permanente, a su vez, lo descubrieron en el aspecto
(el8oc, 18Éa), por ejemplo, en la idea “casa
n ella se muestra todo lo que es de ese tipo. Por el
contrario, las casas singulares, reales y posibles, son cam-
biantes y transitorias derivaciones de la “idea” y pertene-
cen, por tanto, a lon ro.
Pero en nmguna parte está fundamentado que lo que
Jamente en lo que Platón
p1ensa como 15£a Anstoteles como ro Ti v eivar (lo que
algo, en cada caso, ya era) y en lo que la metafísica pien-
sa, en distintas mterpretacrones, como essentia.
Todo lo esente dura. Pero, ¿lo duradero es lo que siem-
pre perdura? ¿Perdura la esencia de la técnica en el senti-
do de lo perdurante de una idea, que flota sobre todo lo
técnico, de tal manera que de ahí surja la apariencia de
que el nombre “la técnica” miente un mítico abstractum?
Cómo se esencie la técnica sólo se podrá ver a partir de

142
aquello siempre perdurante, en lo que acontece lo dis-
puesto como un destino del des-ocultar. Goethe empleó en
cierta ocasión (Afinidades electwas T parte, Cap. x, en la

emp a
“fortgewáhren” [confiar siempre]. Su oído percibe ahí
“wáahren” y “gewáhren”, perdurar y confiar, en una inefa-
le armonía. Ahora bien, si meditamos más pensativa-
mente que hasta ahora lo que propiamente, y quizás úni-
camente, dura, entonces tenemos que decir: sólo lo confia-
do perdura. Lo perdurante desde el alba inicial es lo confiante
[da< Gewahrende lo 0t0rgante]
iéu ul.z1, es lod1s-puesto lo que
dura. ¿ i t é
Incluso la pregunta parece ser, evidentemente, un desa-
cierto. Pues, lo dis-puesto es, según todo lo dicho, un des-
tino que reúne en el desocultamiento provocante. Provo-
car es todo menos un confiar. Parecerá así mientras noso-
tros no prestemos atención a que también el pro-vocar en
el establecer lo real como constante, sigue siendo todavía
un destino, que lleva al hombre a un camino del deso-
cultar. La esencía de la técnica en cuanto este destino, in-
troduce al hombre en lo que él mismo y por sí mismo n
puede inventar ni, mucho menos, hacer; pues, algo así
como un hombre que sea hombre única y solamente por
sí mismo, no lo ha
Pero, si este destino, lo dis-puesto, es el más extremado
peligro, no sólo para la esencia del hombre, sino también
para todo desocultar en cuanto tal, ¿puede aún llamarse a
este destinar un confiar [ein Gewáhren: un otorgar]? Cier-
ta y completamente, siempre que en este destino deba
crecer lo salvador. Todo destino de un desocultar acontece

143
apropiadoramente desde el confiar y en cuanto tal. Pues,
éste lleva al hombre ante todo a que part1c1pe en el
desocultar,p
desocultam1ento En cuanto necesitado de esa manera es
el hombre apropiado al advenimiento de la verdad. Lo
confiador que destina de una manera o de otra en el
desocultamiento es, en cuanto tal, lo salvador. Pues éste
permite al hombre intuir la más elevada dignidad de su
esencia e ingresar a ella. Dignidad que consiste en
custodrar el desvelamiento y con él el previo velamiento
e todo ser sobre esta Tierra. Precisamente en lo dis-
puesto que amenaza arrastrar al hombre al establecer,
como lllU Y
así empuja al hombre al peligro del abandono de su libre
Z
ser, precisamente en este peligro, el más extremado,
aparece la pertenencia mas íntima e 1ndestruct1ble del
hombre a lo confiador,

nuestra parte comencemos a prestar atenc1on a la esencia

Así pues, lo esente de la técnica alberga en sí lo que


nosotros menos presumiríamos, el posible surgimiento de
lo salvador
en 114
y
todiemos conmemoradoramente. ¿Como acontece esto?
Ante tod la técnica, en
lugar de permanecer embelesados sólo en lo técnico.
Mientras concibamos la técnica como instrumento, vamos
a permanecer apegados a querer dominarla y omitiremos
la esencia de la técnica.
Si entretanto preg Ó encia lo instrumen-
tal, en cuanto un modo de lo causal, entonces experimen-
tamos eso esente como un destino del desocultar,

144
Si meditamos en último lugar que lo esencial de la
esencia acontece en lo confiador, que apropia al hombre a
que participe en el desocultar, entonces se nos muestra:
La esencia de la técnica es ambigua en un sentido ele-
vado. Tal ambigiiedad se indica en lo misterioso de todo
desocultamiento, esto es, de la verda
Deun lado, lo d15-puesto provoca a 10 violento del esta—
blecer,

desocultamiento y, de esa manera, pone en peligro, desde


el fundamento, el ligamen con la esencia de la verdad.
e otro lado, lo dis-puesto acontece, por su parte, en lo
acordador y confiador que permite al hombre persistir en
ser —mexper1mentado hasta ahora, pero más experimen-
table quizás en lo venidero— lo necesitado para la custo-
dia [Wahrnis] de la esencia de la verdad [Wahrheit]. Así
aparece el surgimiento de lo salvador.
Tai “atihble del tabl y l t ] 1 d

pasan el uno delante del otro, como en el curso de los as-


tros, la trayectoria de dos estrellas. Pero éste, su respecti-
vo evitarse es lo velado de su cercanía
Si nosotros miramos la ambigua esencia de la técnica,
entonces veremos la constelación, la marcha estelar de lo
misterioso.
a pregunta por la técnica es la pregunta por la conste-
lación, en la que acontece desocultamiento y ocultamien-
to, en la que acontece apropiadoramente lo esente de la
rdad.
Sin embargo, ¿qué nos ayuda la mirada a la constela-
ción de la verdad? Miramos el peligro y vimos el creci-
miento de lo salvador.
C +
alvados. Pero estamos reclama-
dos a esperar en la creciente luz de lo salvador. ¿Cómo

145
puede acontecer esto? Aqu1 y ahora y en lo humilde, de tal
manera en su crecimiento. Esto
implica que mantengamos siempre ante la vista el peligro
más extrem.
Lo esente de la técnica amenaza al desocultar, amena-
za con la posibilidad de que todo desocultar vaya a parar
al establecer y que todo se conciba únicamente en el
desvelamiento de lo constante. El hacer humano jamás
puede enfrentar este peligro inmediatamente. El esfuerzo
humano no puede por sí solo conjurar el peligro. Sin em-
bargo, la reflexión humana puede meditar que todo lo
salvador tiene que ser una esencia más elevada, aunque
emparentada al mismo tiempo con lo amenazado por el
peligro
¿Sería posible entonces que se nos otorgase un deso-
cultar más primigenio, que aportara los primeros brillos
de lo salvador en medio del peligro, que en la era atómi-
ca más bien se oculta que se muestra?
En otros tiempos no sólo la técnica llevó el hombre
téxvn. En otro tiempo se llamó téxvn también a todo
desocultar que pro-duce la verdad en el brillo de lo que
aparece.
En otro tiempo se llamó téxn también al producir de
lo verdadero en lo bello. Téxvn se llamó también a la
TolNSIG de las bellas artes
Al comienzo del destino occidental se alzaron las artes
en Grecia a la más elevada altura del desocultar a ellas
confiado. Hicieron resplandecer la presencia de los dioses
y el diálogo de los destinados divina y humanamente. Y
el arte se llamó sólo téxv. Ella fue un único desocultar de
muchas maneras. Fue devota, Tpóuos, esto es, obediente al
imperar y custodiar de la verdad.

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Las artes no surgieron de lo artístico. Las obras de arte
no fueron gozadas estéticamente. Las artes no fueron sec-
tor de la producción cultural.
¿Qué fue ela e7 ¿Qu17ás sólo por breve pero elevado
tiempo? ¿P ! LR:LVI|' Por-
que fue un desocultar que aportaba y pro duc1a y por eso
pertenecía a la 70 C
gar y como n mbre propio, aquel desocultar que impera
a todo arte de lo bello, la poesía, lo poé
El mismo poeta de quien oímos las palabras:
“Pero, donde hay peligro
crece también lo salvador”
nos d1
poet1camente habita el hombre sobre esta Tierra”.

llama en el “Fedro” tO ExXpavéotatov, lo que más pura-


mente resplandece. Lo poético trasesencia [durchwesen :
traspasa] a todo arte, a todo desocultamiento de lo esente
en 10 bello.
1ac las holl tac al d " é
t1co7 ¿Debe el desocultam1ento 1nterpclarlas más pr1rn1—
crpmampntp

to de lo salvador despiert funden d 1


11ILL J T iÑdad 1 t lad ?

Que al arte le esté confiada ésta, la más alta posibilidad


de su esencia en medio del peligro más extremado, nadie
puede saberlo. Sin embargo, nosotros podemos admirar-
nos. ¿De qué? De la otra posibilidad, de que por todas
partes se establezca el frenesí de la técnica, hasta que un
día, por entre todo lo técnico, la esencia de la técnica
esencie en el advenimiento de la verdad.

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Porque la esencia de la técnica no es nada técnico, la
reflexión sobre la técnica y la contraposición decisiva con
ella, tiene que tener lugar en un ámbito que, de un lado,
está emparentado con la esencia de la tecmca y que, de
otro, es, sin embargo, fundamentalmente distinto.
Tal ámbito es el arte. Por cierto, siempre y cuandoque
la reflexión artística, por su parte, no se cierre a lac
lación de la verdad, tras la cual vamos [fragen : pregunta-
mos].
Así pues, preguntando testificamos la precaria situa-
ción de que no experimentamos todavía, frente a tanta
técnica, la esencia de la técnica; que nosotros, frente a tanta
técnica, no preservamos más la esencia clel arte Sin em-
argo, cuanto más sobre

la esencia de la tecmca, tanto más plena de misterio se nos


vuelve la esencia dela
C……… ºººrq"ºmnº alpehgro tanto más cla-
destell lo salvador,
tanto más preguntadores llegamos a ser. Pues el pregun-
tar es la devoción del pensar*.

* as FP Hoid
Los textos d9W, 8 F 58 u=ucu consul-
t 1 l fisi tual, Editorial Seix-
Barral Barcelona, I967 trad. de Gabriel Ferraté; pp. 7 ss. y pp. 2255 (N.
E.).
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