El documento discute la diferencia entre el carácter sacramental del orden sagrado, que nunca se pierde, y el estado clerical, que puede perderse mediante un rescripto de la Santa Sede. El estado clerical conlleva derechos y obligaciones como el celibato, mientras que el carácter sacramental permite realizar actos sacramentales. Un rescripto puede concederse por causas graves para diáconos o gravísimas para presbíteros y suprime todos los derechos y obligaciones del estado clerical.
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El documento discute la diferencia entre el carácter sacramental del orden sagrado, que nunca se pierde, y el estado clerical, que puede perderse mediante un rescripto de la Santa Sede. El estado clerical conlleva derechos y obligaciones como el celibato, mientras que el carácter sacramental permite realizar actos sacramentales. Un rescripto puede concederse por causas graves para diáconos o gravísimas para presbíteros y suprime todos los derechos y obligaciones del estado clerical.
El documento discute la diferencia entre el carácter sacramental del orden sagrado, que nunca se pierde, y el estado clerical, que puede perderse mediante un rescripto de la Santa Sede. El estado clerical conlleva derechos y obligaciones como el celibato, mientras que el carácter sacramental permite realizar actos sacramentales. Un rescripto puede concederse por causas graves para diáconos o gravísimas para presbíteros y suprime todos los derechos y obligaciones del estado clerical.
El documento discute la diferencia entre el carácter sacramental del orden sagrado, que nunca se pierde, y el estado clerical, que puede perderse mediante un rescripto de la Santa Sede. El estado clerical conlleva derechos y obligaciones como el celibato, mientras que el carácter sacramental permite realizar actos sacramentales. Un rescripto puede concederse por causas graves para diáconos o gravísimas para presbíteros y suprime todos los derechos y obligaciones del estado clerical.
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LA PÉRDIDA DEL ESTADO CLERICAL MEDIANTE
RESCRIPTO DE LA SEDE APOSTÓLICA
Jaime Homero Portillo Gill
Por Gabriel Eduardo Santana García
Iniciamos con la afirmación dada en el canon 290: «Una vez recibida válidamente, la ordenación sagrada nunca se anula. Sin embargo, un clérigo pierde el estado clerical (...)». Ante esta afirmación que hemos mencionado encontramos dos realidades distintas y a su vez intrínsecamente unidas que son el carácter del sacramento del orden y la condición jurídica clerical. Los presbíteros al recibir el orden sacerdotal se hacen partícipes de una misteriosa realidad llamada «carácter sacerdotal», es decir, ese sello indeleble que se fija en alma del fiel y nunca se borra. No sólo el sacramento del orden imprime carácter, también lo imprimen el bautismo y la confirmación. El carácter del sacramento queda fijado en la persona, de modo que se da en él una condición ontológica que lo acompañará toda su vida. Cabe mencionar que quien haya recibido el sacramento del orden, será capaz de realizar válidamente los actos sacramentales, según el grado del orden recibido, con independencia de su situación. Íntimamente unida a esta condición, se encuentra también el estado clerical. El sujeto al momento de recibir el sacramento del orden se incorpora también al «estado clerical», haciéndose acreedor de una serie de derechos y obligaciones propias de este estado, se trata de una realidad jurídica. No puede haber clérigo sin haber recibido válidamente el sacramento del orden, pero sí puede haber ordenados que no pertenezcan al estado clerical. Por tanto, aunque el carácter sacramental válidamente recibido nunca se anula, sí puede perderse la condición jurídica clerical por tres razones: la primera, por no haber recibido válidamente la ordenación; segunda, por la pena de dimisión legítimamente impuesta; tercera, por rescripto de la Santa Sede, que se concede a los diáconos por causas graves y a los presbíteros por causas gravísimas, pues sólo el Papa puede dispensarlo. Una cosa es el carácter que imprime el sacramento del orden, y otra cosa es el estado clerical: uno, el primero, es consecuencia del orden, y va ontológicamente unido al sujeto que lo recibe, mientras que el otro, el estado clerical, que también es consecuencia del orden, es más bien el estado jurídico del sujeto, que comporta una serie de derechos y obligaciones. Se podría decir que, puede haber ordenados, marcados por el carácter sacramental, sin pertenecer al estado clerical, pero no puede haber clérigos sin haber recibido el sacramento del orden. Mientras que ser ordenado válidamente no implica, en ocasiones, pertenecer al estado clerical. Hay que tener en cuenta que la posibilidad de abandonar el estado clerical no estaba entre las opciones previstas en el CIC de 1917. La posibilidad de recibir el rescripto de dispensa, sin embargo, era una praxis muy poco utilizada. Hay que advertir que en aquellos momentos la praxis no era la de dispensas de las obligaciones sino los procesos para declarar la nulidad de la sagrada ordenación. Durante los años en torno al Concilio Vaticano II, se sucedieron algunos documentos normativos que fueron modificando la praxis al respecto de la dispensa. En tal cambio, se perdieron las características que configuraban un proceso judicial, para adquirir la fisonomía de un simple procedimiento administrativo, aunque podría decirse que quedó en una simple investigación. Se crea en ese tiempo la mentalidad de que la dispensa es un derecho que la Iglesia habría de reconocer a los clérigos. Juan Pablo II, valoró oportuno hacer un nuevo estudio acerca de las normas vigentes, y suspendió la concesión de dispensas de celibato hasta que salieran las nuevas normas, que serían publicada el 14 de octubre de 1980. La dispensa consiste en la pérdida de todos los derechos y obligaciones adquiridos con la ordenación válida. Se trata de un procedimiento administrativo, que consta de dos fases: una diocesana y otra en el seno de la Congregación para el Clero. Las causas por las que la Congregación para el Clero la concede son muy específicas: la falta de idoneidad para el ejercicio del ministerio, el juicio equivocado del rector o superior mayor sobre la veracidad de la vocación del candidato al sacramento del orden y la imposibilidad de regresar al ejercicio del ministerio. El rescripto por el que se concede la dispensa es una gracia, no un derecho del clérigo. Se trata de un acto unilateral de la autoridad eclesiástica, que comporta la dispensa de las obligaciones propias del estado clerical y entre ellas el celibato, para que pueda regularizar su situación jurídica y vivir plenamente, dentro de su nueva condición, su vida cristiana. El rescripto entra en vigor en el momento en el que se le notifica al clérigo. Desde el momento en el que se le notifica pierde todos los derechos y obligaciones propios del estado clerical. Con la dispensa se pierde además la potestad de jurisdicción, los oficios y se prohíbe el ejercicio de la potestad de orden, salvo caso de peligro de muerte. En nuestros días es indispensable utilizar con precisión lo que se refiere a la dispensa de las obligaciones del estado clerical; conocer su naturaleza, modos y causas por las que se concede.