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Ella Frank

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1

ELLA FRANK
CREDITOS
Coordinador del proyecto
Grupo TH
Traductora
NanRebelle
Correctora
Isolde
Portada y edición
Roskyy

¡Y no olvides comprar a los autores, sin ellos no podríamos disfrutar


de tan preciosas historias!

ELLA FRANK
Bilogia

Dúo de intenciones
Malas intenciones#1
Buenas intenciones#2

ELLA FRANK
SINOPSIS

Gabriel Romero me hizo sentir hambre de cosas que nunca


había querido, y hambre de las cosas que no creía necesitar.
Hasta ahora...
Hasta él...

Nunca fui un hombre que creyera en el amor, en el romance o en


el ‘felices para siempre’. Estaba casado con mi trabajo, y era feliz
de ser así. Hasta que una noche, no hace mucho tiempo, un joven
audaz se abrió paso en mi vida y me mostró lo que me había estado
perdiendo.
Atrevido y sexy, con un rostro que podría derretir el más
gélido de los exteriores, Gabriel Romero es el único factor que
nunca vi venir. Hay tantas razones por las que no deberíamos
trabajar -mi edad, la suya, nuestros objetivos profesionales en la
vida- y, sin embargo, nos atrae una pasión por la música, y por el
otro, que ninguno de los dos puede negar.
Siempre he sido de los que piensan las cosas, de los que
siguen su cabeza en vez de su corazón. Pero si no me abro a lo
que es posible, en lugar de pensar en todas las formas en que esto
parece imposible, podría perderme lo mejor que me ha pasado.
Así que me arriesgo y me pongo a su merced, abriendo mi
corazón sólo con buenas intenciones. Sólo el tiempo dirá si Gabriel
Romero decide dejarme entrar de nuevo.

ELLA FRANK
CAPÍTULO UNO
MARCUS

GABRIEL ROMERO me acaba de colgar. Sin despedirse. Nada de


“ya hablaremos de esto cuando vuelvas”. Aquel joven encantador
y persistente me había llamado, me había lanzado varias
acusaciones y había terminado nuestra conversación antes de que
yo terminara de hablar con él.
No recordaba la última vez que alguien me había colgado, y
mucho menos que hubiera dejado una discusión a mitad de
camino, antes de que yo terminara de hablar. Pero, una vez más,
Gabe estaba demostrando que no se parece a nadie que yo haya
conocido.
Pulsé el botón de rellamada y me quedé mirando la pantalla,
con la intención de decirle lo que pensaba. Pero cuando me envió
inmediatamente al buzón de voz, terminé la llamada y respiré
frustradamente.
Increíble. Había apagado el maldito aparato.
Cerré los ojos un segundo y me pellizqué el puente de la
nariz. Esto era lo último en lo que debería haber pensado al entrar
en una de las entrevistas más importantes de mi carrera. Pero
cuando Fiona -la asistente personal de Giles Vanderhall- me miró
desde las puertas de doble cristal, supe que tenía que
recomponerme. Tendría que lidiar con Gabe... más tarde.
Silencié mi teléfono y lo metí en el bolsillo de la chaqueta, y
luego me dirigí al otro lado de la sala. Cuando me acerqué, Fiona
empujó la puerta del despacho de Giles y, cuando entré y se cerró

ELLA FRANK
tras de mí, me encontré con una vista multimillonaria del Empire
State Building1.
Era una imagen impresionante y, para cualquier otra
persona, un incentivo para contemplar algún día el emblemático
edificio. Pero haría falta mucho más que una vista impresionante
para hacerme firmar en la línea de puntos. Ya tenía una de esas en
casa.
—Marcus, buenos días.
Me giré para ver a Giles poniéndose en pie y rodeando su
escritorio. Habían pasado varios meses desde la última vez que vi
al director general de Summit Broadcasting, pero en ese tiempo su
cabello se había encanecido un poco más en los bordes para hacer
juego con el bigote que le recubría el labio superior.
—Confío en que tu viaje haya ido bien ayer. ¿Te instalaste
sin problemas?
Me acerqué y le tendí la mano para estrecharla. —Sí, gracias.
Todo salió bien.
—Me alegra oírlo, y siento haber tenido que apartarte
durante un ciclo de noticias tan agitado.
Sí, lo sentía tanto que casi me había dicho que si no venía
hoy no me molestara en venir. Pero me mordí un comentario en
un esfuerzo por comenzar esta conversación de manera cordial.
—Estas cosas no se pueden evitar. Uno nunca puede predecir
las noticias, Giles. Tú lo sabes mejor que nadie.
—Eso lo sé. —Me soltó la mano y me señaló uno de los
sillones del club junto a la pared de ventanas—. ¿Puedo ofrecerte
algo de beber antes de que empecemos? ¿Un café? ¿Algo para
comer, quizás?

1
Es un rascacielos situado en la intersección de la Quinta Avenida y West 34th Street, en la ciudad de Nueva York, 6
Estados Unidos. Su nombre deriva del apodo del Estado de Nueva York.

ELLA FRANK
—Un café estaría bien, gracias.
—Por supuesto. ¿Negro?
La pregunta me trajo inmediatamente a la mente a Gabe y
al brebaje dulce y un poco picante que había intentado que me
tomara la mañana de su carrera en Starbucks, y eso, por supuesto,
me trajo a la mente la imagen de él chupando nata montada de la
punta de su dedo.
Me aclaré la garganta. —¿Hay alguna otra forma de beberlo?
Giles me dio una palmada en el hombro y negó con la cabeza.
—No, si me preguntas a mí. ¿Por qué no tomas asiento y se lo
comunicó a Fiona?
Me desabroché la chaqueta, tomé asiento frente al famoso
paisaje urbano y, una vez más, mi mente volvió a vagar por el
hombre que no estaba aquí.
¿En qué estaría pensando Gabe ahora mismo? ¿Qué estaba
haciendo?
Un vistazo a mi reloj me dijo que probablemente se estaba
preparando para ir a trabajar -o que ya había salido por la puerta-
y el hecho de que quisiera intentar llamarlo de nuevo después de
su continuo rechazo lo decía todo.
Estaba a punto de conversar con uno de los mayores
directores generales de radiodifusión del país y lo único en lo que
podía pensar era en sí Gabe volvería a aceptar una llamada mía.
Era ridículo, y casi risible. Este comportamiento era
completamente impropio de mí. Pero la verdad era que me
importaba más lo que Gabe estaba haciendo y pensando en este
momento que Giles, ¿y no era eso una patada en la cabeza?
—Bien —dijo Giles con una sonrisa ganadora mientras
tomaba asiento, sin duda a punto de lanzar todas las razones por
las que debería venir a trabajar para él—. Empecemos, entonces,
7
¿de acuerdo?

ELLA FRANK
DOS HORAS DESPUÉS, salí a la concurrida calle y me metí en el
asiento trasero del coche que me había proporcionado Giles.
Cuando la puerta se cerró detrás de mí y nos incorporamos al
tráfico que se aproximaba, miré los taxis amarillos que pasaban a
toda velocidad y no pude recordar nada de lo que habíamos
hablado en aquel edificio.

Estaba desconcentrado al cien por cien, es decir, cuando se


trataba de algo relacionado con el trabajo. Olvídate de la
entrevista; olvídate del desastre natural que está ocurriendo en el
golfo ahora mismo. Pero si alguien me preguntaba a qué hora había
llamado Gabe, qué hora era en Chicago y cuántas veces había
intentado devolverle la llamada desde que me había colgado, podía
responder con sorprendente precisión.
Gabe se había infiltrado en mi mente y había establecido su
residencia permanente en ella, y sabía que no conseguiría la paz
hasta que no hablara por fin con él.
Cuando el coche me dejó en la acera de mi hotel, lo intenté
de nuevo, y cuando saltó el buzón de voz, quise lanzar mi maldito
móvil contra el lateral del edificio. Sin embargo, sabiendo que eso
no haría más que frustrarme aún más, me conformé con intentar
aplastarlo con un apretón de muerte mientras atravesaba el
vestíbulo y me dirigía directamente a los ascensores.
Mi viaje de vuelta a Chicago no era hasta más tarde, así que
mi plan actual era subir las escaleras y ahogarme en el trabajo, o
en el alcohol, dependiendo de cómo se desarrollara este estado de
ánimo.
Al entrar en mi habitación, dejé el maletín en el sofá y me
quité la chaqueta, luego tiré de la corbata y la liberé. Por primera
vez en mucho tiempo me sentí asfixiado por esa cosa, molesto por 8

ELLA FRANK
sus límites, y cuando abrí los botones superiores, sentí que por fin
podía respirar.
¿Qué demonios me estaba pasando? Nunca me había sentido
así. Tenía el estómago revuelto y la cabeza hecha un lío, ¿y todo
porque Gabe estaba enfadado porque no le había informado sobre
mi entrevista de hoy?
¿Cómo iba a saber que era algo que debía contarle?
Esto era exactamente lo que le había advertido. No era
bueno en este tipo de cosas. Yo era bueno en los negocios. Era
bueno en las fusiones. Era bueno en casi todo, excepto en las
relaciones personales.
Diablos, apenas habíamos decidido empezar a vernos y ya
estaba jodiendo las cosas. Saqué mi teléfono del bolsillo para
comprobar si había algún mensaje suyo, y cuando no apareció
nada, me acerqué a la ventana y me quedé mirando la ciudad.
Se acercaba el mediodía, lo que significaba que Gabe estaría
en el trabajo, y mientras me debatía entre emborracharme y volver
a estar sobrio en unas pocas horas, me di cuenta.
Gabe estaba en el trabajo. En un trabajo donde tenía que
contestar el teléfono. Eso era todo. Así era como conseguiría que
me hablara.
Abrí rápidamente el navegador de mi teléfono y busqué el
sitio web de Mitchell & Madison, y una vez que tuve su número
principal delante de mí, pulsé llamar. Un par de segundos después,
una joven me saludó.
—Buenos días, ha llamado a Mitchell & Madison, abogados.
¿En qué puedo ayudarle?
Esto era poco profesional a muchos niveles, y si Gabe
hubiera contestado al teléfono, nunca habría recurrido a algo así.
Pero estaba empezando a sentirme desesperado, y era una
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ELLA FRANK
emoción con la que no estaba para nada familiarizado o
complacido.
—Hola. Me gustaría concertar una cita con el Sr. Mitchell, por
favor.
—Por supuesto. ¿Puedo preguntar quién llama?
Sabiendo que era imposible que Gabe atendiera mi llamada
si daba mi nombre, dije lo primero que se me ocurrió: —Sr.
Franklin.
—Gracias, Sr. Franklin. Si no le importa esperar, le paso con
su asistente, y él estará encantado de arreglarlo para usted.
—Gracias, se lo agradecería. —Cerré los ojos y me pregunté
qué demonios estaba haciendo. Yo no perseguía a los hombres, y
ciertamente no los acosaba en el trabajo porque ignoraran mis
llamadas telefónicas. Sin embargo, aquí estaba con el corazón
latiendo y el pulso acelerado mientras esperaba que Gabe cogiera
el teléfono.
—Buenos días, oficina del Sr. Mitchell. ¿En qué puedo
ayudarle?
Al oír la voz de Gabe, todo en mi interior pareció calmarse al
instante y aquel nudo en el estómago se deshizo por fin. Él estaba
allí, me estaba hablando, y de repente mi mundo se enderezó. Esto
era una locura.
—Buenos días, Gabe.
Cuando no respondió inmediatamente, me pregunté por un
segundo si colgaría antes de que pudiera decir mis siguientes
palabras. Pero, al más puro estilo de Gabe, rápidamente se
recuperó e hizo exactamente lo contrario de lo que yo esperaba.
—¿Sr. Franklin? —Se burló—. Bueno, bueno, mira cómo han
cambiado las tornas. ¿Sabe tu encantador chófer que vas por ahí
usando su nombre como alias cada vez que alguien no te atiende
10
las llamadas?

ELLA FRANK
—Por supuesto que no. Hasta ahora, nunca he tenido que
recurrir a algo así, y si no hubieras apagado tu teléfono después
de nuestra última conversación, tampoco habría tenido que hacerlo
hoy.
—Mmm. —Gabe pareció meditarlo un momento—. Supongo
que tienes razón. Pero estaba molesto contigo, y no estabas
disponible para que te echara de mi apartamento, así que me
pareció la mejor manera de enfatizar mi punto.
Dios, era valiente. Era descarado e impulsivo, y había echado
de menos hablar con él más de lo que nunca imaginé.
—¿Es eso cierto?
—Sí, lo es. Así que, para futuras referencias, tiendo a
molestarme cuando descubro que el hombre con el que salgo está
planeando mudarse al otro lado del país y no se molesta en
decírmelo.
Dejé escapar un suspiro y me pasé una mano por el cabello.
—No te lo dije porque aún no se había decidido nada. Además, no
estábamos hablando en serio sobre nosotros hasta ayer.
—Sí, no, ¿ves? Esa es la respuesta equivocada —dijo Gabe—
. Tú sabías lo de la entrevista cuando estábamos juntos y no lo
mencionaste ni una sola vez, y ambos sabemos que ya ibas en
serio conmigo. Estuve en tu casa, en tu cama, durante una
semana. Así que no uses eso como excusa.
Mis labios se movieron. Pero la pura arrogancia que
acompañaba a sus palabras retuvo mi atención como ninguna otra
cosa. —¿No te sientes confiado hoy?
—Me siento confiado todos los días. Excepto los que me dicen
que no soy una prioridad.
—Nunca he dicho eso.
—También podrías haberlo hecho. Así que te doy un consejo:
11
¿lo primero que tienes que practicar a la hora de estar conmigo?

ELLA FRANK
Deja de pensar en ti mismo por un minuto. Realmente no es tan
difícil.
—Gabe…
—Tengo que volver al trabajo, algo que deberías agradecer.
Que tengas un buen vuelo, Marcus.
—Yo… —La llamada terminó antes de que pudiera pronunciar
otra palabra, y lo único que pude hacer fue mirar mi teléfono en
silencio. Me había colgado, otra vez. Pero en lugar de sentirme
enfadado o molesto, me encontré sonriendo.
Estaba claro que esta forma de comunicación no me llevaba
a ninguna parte y, dado que Gabe insistía en colgarme cada vez
que intentaba hablar con él, sólo me quedaba una solución lógica.
Era hora de hacerle una pequeña visita para que pudiéramos
hablar de esto cara a cara. Entonces tal vez entendería por fin
cuáles eran mis prioridades.

12

ELLA FRANK
CAPÍTULO Dos
GABE

MARCUS ST. JAMES era un hombre realmente exasperante. No sólo


había invadido cada uno de mis pensamientos de hoy, sino que el
hombre se había desviado de su camino para llamarme al trabajo
sólo para poder hacer que mi corazón se volviera loco al oír su voz.
Maldito sea. ¿Era mucho pedir que tuviera un día para
sentirme molesto por lo que había hecho? Pero mientras miraba el
teléfono, me encontré sonriendo por el hecho de que había
encontrado una forma de contactar conmigo a pesar de mis
esfuerzos.
Sin embargo, eso no significaba que estuviera perdonado.
Oh, no. Ni siquiera significaba que me gustara ahora. Sólo
significaba que podía apreciar el gesto. Y eso no tenía nada de
malo.
El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos y, por
un segundo, pensé que era Marcus. Hasta que me di cuenta de que
era la línea uno y lo cogí rápidamente.
—¿Qué puedo hacer por ti, jefe? —Dije, mirando a Logan a
través de la pared de cristal que nos separaba.
—Tú, aquí dentro, si no te importa. Por fin tengo un minuto,
y hay algo que necesito que empieces a hacer por mí.
—Por supuesto. Ahora mismo voy. —Dejando a un lado mis
problemas personales por el momento, cogí una libreta y un
bolígrafo y me dirigí directamente al despacho de Logan. Cerré la
puerta tras de mí y tomé asiento frente a su escritorio.
—Una vez al año, Mitchell & Madison celebra una cena de
agradecimiento a los clientes en la que todos tenemos que
disfrazarnos y comportarnos lo mejor posible ante los demás 13

ELLA FRANK
durante la velada. Es un ambiente de mucha pompa y
circunstancia, de mucho decir lo correcto a la persona adecuada,
y, bueno, en general preferiría hacer cualquier otra cosa. Sin
embargo, mi hermano insiste en que es una buena práctica
comercial y envía una lista de invitados para que Priest y yo la
revisemos y aprobemos.
Logan se echó hacia atrás y golpeó con los dedos el brazo de
su silla, como si estuviera pensando en lo que iba a decir a
continuación.
—Jane suele gestionar las invitaciones después de eso y las
envía. Sin embargo, ahora está de vacaciones, así que he pensado
que tal vez te gustaría encargarte de la tarea.
Me senté un poco más recto y asentí. Esta era la primera
gran tarea que Logan me encomendaba, y no había forma de
rechazar la oportunidad de brillar.
—Sí, por supuesto. Me encantaría. Es algo que me interesa.
Solía organizar eventos en Northwestern todo el tiempo.
—Así lo recuerdo. Te he enviado por correo electrónico la
lista de clientes finalizada. Hay un par de nombres sin direcciones,
junto con algunos que necesitan una doble comprobación. Lo que
necesitamos es que los verifiques y luego nos elijas tres opciones
para las invitaciones. Echa un vistazo a las anteriores que se han
enviado; creo que Jane las ha subido a tu carpeta compartida en
línea. Ella también tiene toda la información de la cuenta de la
compañía que hemos utilizado en el pasado. Una vez que tengas
las tres opciones finales, avísame y las reduciremos para que
puedas pedirlas y enviarlas.
—Perfecto —dije, anotando lo que tenía que hacer—. ¿Para
cuándo los necesitas?
—¿A principios de la semana que viene? Nos gustaría
enviarlas lo antes posible.
14

ELLA FRANK
—Entendido.
—Perfecto. —Me puse de pie para empezar la tarea, y Logan
dijo: —Asegúrate de añadirte a ti también, más uno allí. Si yo tengo
que estar allí, entonces tú también. Pero no te preocupes
demasiado; Cole siempre elige un lugar ridículamente caro, y la
comida y las bebidas corren de nuestra cuenta. Así que, a menos
que ocurra algo catastrófico, es probable que tengas una noche
decente.
Asentí y me dirigí a la puerta, y no pude evitar pensar en la
última fiesta de trabajo a la que había ido. Aquella también había
sonado como una fiesta para dormirse, hasta que vi a Marcus, y
entonces se convirtió en una de las mejores noches de mi vida.
Sin embargo, no estaba tan seguro de que esta vez estuviera
cerca para curar mi aburrimiento. Un mes parecía una eternidad,
y él me había dicho de plano que no era bueno para las relaciones.
Hasta ahora, no había mentido. Quiero decir, ¿quién cruzaba
el país sin decirle a la persona con la que salía? ¿Y si le hubiera
pasado algo, por el amor de Dios? ¿Cómo me enteraría? ¿A través
de ENN?
¡Grrr! No iba a pensar en eso ahora. Logan contaba conmigo
para organizar estas invitaciones y presentarlas a los socios la
semana que viene. Así que me senté frente al ordenador y empecé
a revisar las invitaciones anteriores. Pero en el fondo de mi mente
siempre estaba el frustrante hombre de cabello dorado y ojos tan
azules que querías sumergirte en ellos y no salir nunca.
¿Qué estaba haciendo ahora?
¿En qué estaba pensando?
¿Y alguno de esos pensamientos tenía que ver conmigo?
Obtuve mi respuesta varias horas después, cuando por fin
llegué a casa y salí del ascensor, porque allí, de pie al final del
pasillo, estaba Marcus, y nada podría haberme impactado más. 15

ELLA FRANK
Con un traje negro inmaculado, una camisa burdeos y una
impecable corbata negra, me dejó sin aliento. Pero no fue hasta
que se giró para mirarme que me quedé de nuevo boquiabierto por
lo increíblemente sexy que era.
Maldita sea. Dios realmente se había lucido el día que hizo a
Marcus St. James. Pero no iba a centrarme en eso -¡no señor! Sabía
a qué juego estaba jugando.
Marcus pensó que, al presentarse aquí y lanzar ese
comportamiento ardiente y arrogante, me derretiría a sus pies.
Pues que se lo piense mejor. No caería en eso. Me mantendría
firme.
Caminé por el pasillo, con la cabeza alta, y saqué mis llaves,
dispuesto a ignorarlo. Sin embargo, Marcus tenía otras ideas y se
interpuso en mi camino, bloqueando la puerta.
Hice todo lo posible para apartarlo con la mirada, pero
cuando no se movió, supe que estábamos en un punto muerto. No
había forma de entrar sin hablar con él primero, y eso era un
problema porque...
—Hola, Gabe.
…el sonido de mi nombre con esa voz profunda y gruesa
hacía cosas en mi cuerpo de las que no estaba orgulloso.
Conociendo mis propias debilidades, di un paso atrás, y a
juzgar por su mirada petulante, Marcus también las conocía.
—¿Qué haces aquí? —Me crucé de brazos como una barrera
extra contra la fuerza magnética que era Marcus.
—Pensaría que eso es obvio. Quiero hablar.
—Y yo hubiera creído que era obvio que no.
Marcus asintió. —Sí, lo has dejado muy claro.
—Sin embargo, sigues aquí.
16

ELLA FRANK
No era frecuente que me arrepintiera de mis tendencias de
sabelotodo, pero cuando Marcus dio un paso adelante y sacó las
manos de los bolsillos, supe que debería haber mantenido la boca
cerrada. No porque tuviera miedo de lo que pudiera hacer, sino
porque tenía miedo de lo que pudiera rogarle que hiciera.
Quiero decir, seamos realistas, sólo tenía un límite de fuerza
de voluntad.
Retrocedí en un esfuerzo por mantener la distancia entre
nosotros, y cuando mi espalda chocó con la pared, Marcus apoyó
sus manos a ambos lados de mi cabeza.
—Invítame a entrar, Gabe. Estoy aquí para practicar.
—Oh, no. —Negué con la cabeza—. Esto no funciona así.
Estoy molesto contigo. Eso significa que yo decido cuándo es la
próxima vez que... practicamos.
—Eso sí que es una pena. —Marcus bajó su mirada al suelo
alfombrado—. Pensé que querrías retomar la invitación que hiciste
la última vez que estuvimos fuera de tu apartamento.
No había nada que deseara más que tirarle al suelo y
arrancarle la ropa. Pero no, no iba a ceder. Lo empujé suavemente
hacia atrás.
—No vamos a resolver nuestra primera discusión teniendo
sexo, señor St. James. Que no necesitamos practicar.
Cogí mis llaves y me escabullí de él, y estaba casi convencido
de que se había rendido hasta que abrí la puerta y oí mi nombre.
Miré por encima de mi hombro, y la expresión de la cara de
Marcus era una que nunca había visto antes: confusión. Y si
hubiera sido eso, habría cerrado la puerta y le habría dejado
reflexionar durante el resto de la noche.
Pero cuando sus ojos se encontraron con los míos y el deseo
de hace unos segundos se mezcló con una preocupación genuina,
17
mi corazón se ablandó. Realmente no tenía ni idea de qué hacer

ELLA FRANK
en esta situación, de lo que yo quería de él, y eso me entristeció
un poco.
Aquí estaba él, rey de su mundo. Un hombre que había
estado tan ocupado trabajando y labrándose una carrera que se
había negado a sí mismo algo tan simple como salir y discutir con
una persona que te importaba.
Marcus me había dicho a bocajarro que no se dedicaba a las
relaciones, que no se le daban bien, y mi respuesta había sido
invitarle a practicar conmigo. Entonces, ¿qué clase de profesor
sería si lo echara ahora?
El hecho de que hubiera aparecido aquí esta noche era un
gran paso en la dirección correcta, así que quizás era el momento
de enfocar esto desde un ángulo diferente. Marcus quería mi
atención, y yo quería dársela. Pero iba a tener que trabajar para
ello. Iba a tener que demostrar que me quería.
Empujé la puerta principal y la abrí de par en par. —¿Está
Franklin fuera?
Marcus frunció el ceño. —Sí. ¿Por qué?
—Dile que deje tu maleta en la puerta y luego envíalo a casa.
—¿A casa?
—Sí. A casa. —No tenía ni idea de si estaba tomando la
decisión correcta, pero la conmoción en la cara de Marcus mereció
la pena por lo que pasara después—. He decidido que puedo estar
igual de molesto contigo aquí que si te vas. Así que, si todavía
quieres quedarte, envíalo a casa.

18

ELLA FRANK
CAPÍTULO Tres
MARCUS

—FRANKLIN ¿podrías subir mi maleta al piso diez, apartamento


número 1009? Me quedaré aquí esta noche —dije mientras seguía
a Gabe al interior y cerraba lentamente la puerta tras de mí.
—Por supuesto, señor. ¿Y cuándo vuelvo?
No me atreví a apartar los ojos de Gabe mientras cruzaba el
pequeño espacio y entraba en su cocina. —Te llamaré cuando te
necesite.
—Muy bien. Ahora mismo la subo.
—Gracias, Franklin. Que tengas una buena noche.
—Usted también, señor.
Terminé la llamada y seguí caminando hacia la sala de estar.
Gabe estaba de pie junto al refrigerador abierto, mirando el escaso
contenido. Llevaba un traje que nunca le había visto, uno que no
había metido en la maleta cuando pasó la semana en mi casa. Era
de color azul marino y le quedaba perfecto, y cuando se inclinó
para mirar el estante inferior, la chaqueta se abrió en el centro y
pude ver su apretado trasero.
Gabe suspiró y se enderezó, cerrando el refrigerador
mirándose las manos vacías, y luego se volvió para mirarme.
—Así que, parece que, con tu loca semana de noticias, Ryan
no tuvo la oportunidad de reponer el refrigerador…
—No hay problema. Llamaré para que traigan algo de
comida.
—No. —Gabe levantó la mano y negó con la cabeza—. Ah,
no. Eso no es lo que va a pasar aquí.
19

ELLA FRANK
—¿No tienes hambre?
—La tengo, pero ahora estás en mi territorio. La semana
pasada jugué con tus reglas e hicimos las cosas a tu manera. Esta
vez vamos a hacer las cosas a mi manera.
La sonrisa que apareció en los labios de Gabe probablemente
debería haberme preocupado, pero en cambio me encontré...
intrigado.
—A tu manera, ¿eh?
—Así es. Te presentaste en mi casa para arreglar las cosas,
¿recuerdas?
Asentí. —Me parece justo. Entonces, ¿por qué no me dices lo
que tienes pensado?
Gabe se llevó la mano a la corbata y soltó el nudo, y fue todo
lo que pude hacer para quedarme en mi lado de la isla de la cocina
mientras arrastraba la fina tira de material suelta y abría los
botones del cuello.
—Bueno, para empezar, puedes olvidarte del dinero que
tienes en la cartera, de tu chófer personal -aunque me encanta
Franklin- y de que tienes la capacidad de llamar a cualquiera en
cualquier momento para conseguir lo que quieras. Tú, Marcus St.
James, vas a pasar el fin de semana conociéndome, en mi mundo.
—No tengo ningún problema con eso. —Diablos, acababa de
pasar de invitarme a pasar la noche a exigirme que me quedara el
fin de semana. No iba a quejarme.
—Me alegro de oírlo, —dijo, y su tono arrogante hizo que mi
polla palpitara mientras sacaba un taburete y tomaba asiento.
—Entonces, si no voy a comprar la cena, ¿qué piensas hacer?
—Oh, no la voy a hacer. Ya que has insistido en estar aquí
esta noche, vas a cocinar tú.
—¿Ahora me toca a mí? 20

ELLA FRANK
—Sí, así es, y tienes tres opciones para elegir.
Esto debería ser interesante, teniendo en cuenta que me
acababa de decir que no había comida en la casa.
—Ten en cuenta que espero algo muy especial para
compensar lo que has hecho. Así que piénsalo bien antes de tomar
una decisión.
No pude evitar mi sonrisa mientras inclinaba la cabeza para
que continuara. Menos de quince minutos de vuelta en la compañía
de Gabe y estaba de mejor humor que en todo el día.
—De acuerdo, hay burritos congelados con salsa de carne
picante y queso rallado. Una pizza de queso congelada. O un
paquete de fideos ramen de pollo.
Me miró atentamente, sin duda esperando que me negara a
esas deliciosas opciones. Pero poco sabía él que yo solía vivir de
una de esas mismas cosas en su día, y hacía años que no las comía.
—Vamos con el ramen.
Gabe resopló. —No quieres fideos ramen.
—Sí quiero. A menos que tengas alguna objeción. Solían ser
mis favoritos. Me llevaron hasta la universidad.
—De acuerdo, eso es raro.
—¿Qué es raro?
—Pensar en ti luchando por sobrevivir en la universidad como
el resto de nosotros.
—Bueno, fue hace mucho tiempo.
—Eso es cierto. —Gabe asintió mientras sacaba dos paquetes
de ramen de pollo de la despensa y los arrojaba sobre el mostrador
detrás de él—. ¿Tenías microondas entonces, o tenías que hervir el
agua en una olla al fuego?
21

ELLA FRANK
—Cuidado, Gabe. —Me puse en pie, me quite la chaqueta y
la coloqué sobre el respaldo de un taburete.
Los ojos de Gabe se agrandaron. —¿Qu-qué estás haciendo?
Me desabroché los puños y me subí las mangas por los
antebrazos, luego rodeé el extremo del mostrador y lo hice
retroceder para que su trasero chocara con el granito de la pared
opuesta. Luego le rodeé para coger el paquete de ramen.
—Estoy leyendo las instrucciones. Como has señalado tan
elocuentemente, hace tiempo que no los hago y quiero asegurarme
de que... te complazco.
Gabe inspiró un poco y sus ojos se oscurecieron, y Dios, era
magnífico.
—¿Gabe?
—¿Sí?
—Dime dónde están tus ollas y sartenes, y luego lárgate de
esta cocina.
Gabe señaló los armarios a nuestra izquierda. —Sabes, estás
siendo muy mandón en este momento para alguien que está
tratando de recuperar mis buenas costumbres.
Incapaz de resistirme, bajé mi boca junto a su oreja. —Estoy
siendo mandón porque sé lo mucho que te gusta, y estoy
empezando a darme cuenta de que haré lo que sea necesario para
volver a estar en tu gracia.
Gabe giró la cabeza hasta que estuvimos prácticamente nariz
con nariz. Un par de centímetros más y mi boca habría vuelto a
estar en la suya.
—¿Está tratando de seducirme, Sr. St. James?
—Depende. ¿Funciona?

22

ELLA FRANK
Se pasó la lengua por el labio inferior y todo mi cuerpo vibró
con la necesidad de volver a saborearlo.
—Puede que sí.
—Bueno, entonces espera a probar mi ramen. No tendrás
ninguna oportunidad.
Un rápido estallido de risa lo abandonó antes de que se diera
cuenta, entonces Gabe se escabulló entre el mostrador y yo y se
dirigió a la puerta principal. Hizo rodar mi maleta por el interior y
por el suelo de madera y se detuvo junto a su dormitorio. —Voy a
trasladar esto aquí, si te parece bien.
—¿Es ahí donde me voy a quedar? ¿En tu dormitorio?
—Quiero decir, ¿a menos que quieras dormir con Ryan?
Gabe sonrió y desapareció de la vista, y no pude detener mi
sonrisa mientras me dejaba en la cocina para hacer algo extra
“especial” con dos paquetes de fideos ramen.

23

ELLA FRANK
CAPÍTULO Cuatro
GABE

ME QUITÉ RÁPIDAMENTE la chaqueta y rebusqué en mis cajones


para encontrar algo que ponerme.
Todavía no podía creer que Marcus hubiera venido
directamente aquí después de bajar del avión y que ahora nos
estuviera preparando la cena. Ya habría sido una locura teniendo
en cuenta lo largo que había sido su día, pero el hecho de que lo
hubiera hecho después de que yo le hubiera colgado dos veces me
hizo pensar que tal vez, sólo tal vez, iba tan en serio conmigo como
yo con él.
Me puse una sudadera ligera con capucha y un par de
vaqueros desteñidos, y luego miré alrededor de mi habitación para
asegurarme de que no parecía que hubiera estallado una bomba.
No todos los días tenía a alguien como Marcus pasando la noche;
de hecho, no creo que nunca haya tenido a nadie como Marcus
pasando la noche.
Aquí estaba este hombre sofisticado y mundano, a punto de
pasar el fin de semana en un espacio que era aproximadamente
del tamaño de su baño. Pero no iba a dejar que eso me molestara.
Marcus estaba aquí por mí, y aunque mi huella en el mundo podía
ser ligeramente escasa en comparación con la suya, lo compensaba
con creces con personalidad y empuje. Algún día podría permitirme
un lugar hermoso que reflejara mi estilo, pero por ahora, esto
tendría que bastar.
Mi cama estaba bien hecha y en el centro de la habitación,
con el cabecero a ras de la pared del fondo. Había un par de libros
en mi mesita de noche junto a la luz y una pequeña planta sobre
ellos.
24

ELLA FRANK
Mi escritorio y mi violonchelo estaban orientados hacia la
ventana, con la esperanza de inspirarme en las vistas del parque
vecino que había al otro lado de la calle, y en el extremo opuesto
de la cama había una cómoda con un pequeño televisor encima.
Había tenido la suerte de conseguir el dormitorio con
ventana, ya que estábamos en el extremo más alejado del
complejo, y queriendo dar tanta vida al pequeño espacio como
fuera posible, había añadido varias plantas de interior.
Era pequeño, pero mío, y había tratado de ponerle mi marca
lo mejor posible.
Acerqué la maleta de Marcus a la cómoda, y el revoloteo de
la emoción por su presencia en la casa se opuso a mi disgusto. Esta
última semana me había sentido como si estuviera atrapado en
una fantasía. Una que estaba llena de buen vino, buena comida y
un hombre aún más bueno. Pero ahora que había vuelto a la
realidad, era el momento de mostrarle a Marcus mi verdadero yo,
el tipo luchador que hacía todo lo posible por recuperar el sueño
que se le había escapado de las manos.
También quería demostrarle que la conexión que
compartíamos era fuerte, ya fuera ante un New York steak2 o un
plato de fideos ramen.
Con todo bien colocado, me dirigí de nuevo a la sala de estar
y me detuve a observar a Marcus mientras se movía por la cocina.
Con lo alto que era, Marcus tenía una presencia innegable
estuviera donde estuviera. Pero con la chaqueta quitada y la
camisa entallada delineando sus anchos hombros, dominaba el
espacio como si hubiera cocinado en él cientos de veces antes.

2
El New York steak o filete de Nueva York, es un corte ligeramente magro sin hueso que puede prepararse
tanto a la parrilla como en horno. Es de los cortes de carne más comercializados debido a que posee un
marmoleo medio y una exquisita textura firme.
25

ELLA FRANK
Había buscado un colador, dos cuencos, un par de vasos y
algunos tenedores, y mientras sacaba la olla hirviendo del fuego y
volcaba el contenido, tuve la oportunidad de observar su alta y
poderosa figura.
¿Cómo es que incluso parecía sexy haciendo fideos ramen?
Parecía una exageración.
Marcus removió el contenido de la olla y, cuando me vio, me
dio una lenta y abrasadora mirada, y luego se volvió a emplatar
nuestra comida de cincuenta céntimos.
Me subí a uno de los taburetes y lo observé trabajar, y una
vez que terminó, miró y señaló el vaso. —¿Agua? ¿O algo más?
—Mmm, bueno, no tengo una bodega, así que...
Marcus hizo una mueca. —Vino y ramen, eso suena...
—¿Asqueroso?
—Esa es exactamente la palabra correcta.
—De acuerdo. Así que vamos con el agua.
Marcus llenó cada vaso y luego tomó asiento a mi lado. Cogió
un tenedor y me pasó uno, y cuando lo cogí, hizo chocar el suyo
con el mío.
El gesto fue tan despreocupado, tan juguetón, que por un
segundo lo único que pude hacer fue sentarme y mirarlo.
—Es una tradición de los hermanos St. James. Buen
provecho.
Algo en el hecho de que me incluyera en eso hizo que mi
corazón se acelerara un poco. Marcus clavó su tenedor en los fideos
y los hizo girar alrededor de las púas.
—¿Una tradición?

26

ELLA FRANK
—Sí. Mis padres trabajaban mucho cuando Abby y yo éramos
pequeños, y a menudo estábamos solos. Así que acabamos
cuidando el uno del otro.
Di un bocado a mi comida y me sorprendió lo bien que sabía.
—Quieres decir que cuidabas de Abby.
Marcus sonrió, y su expresión era casi dulce. —Hay
diferentes maneras de cuidar a una persona. Me aseguré de que
desayunara, almorzara y cenara, y se aseguró de que me acordara
de dejar de ser el padre a veces y ser simplemente el hermano
mayor.
A pesar de mi convicción de estar molesto con Marcus, esta
confianza y ventana a su relación con su hermana me calentó el
corazón. También hizo que tuviera más sentido el hecho de que no
le gustara que otros limpiaran lo que él hacía, lo que me hizo sentir
curiosidad por saber más.
—Ella te recuerda que debes divertirte.
Marcus se detuvo con el tenedor a medio camino de la boca
y se rio. —Sí. Supongo que lo hace. Como tú. Ya te he dicho que
os parecéis mucho.
Me gustó esa comparación. Estaba claro que Marcus amaba
a su hermana, y que lo pusieran en la misma categoría que ella era
un cumplido del más alto grado. Pero entonces me puse a pensar
en la otra cosa que había dicho.
—Dijiste que tus padres trabajaban mucho. ¿A qué se
dedicaban?
Marcus terminó su bocado y me dedicó una sonrisa pesarosa.
—Eran periodistas.
—No me digas.

27

ELLA FRANK
—Es una historia real. Mamá trabajó como periodista de
campo3 durante casi diez años y papá quince, hasta que le dieron
un puesto de presentador durante los últimos diez años de su
carrera.
—Espera, por supuesto. Tu padre es Michael St. James.
Marcus asintió.
—Dios mío. Eso es... Mis padres solían verlo todas las noches
cuando yo era un niño.
—Y ahora me siento muy viejo.
Me reí y negué con la cabeza. —No. No. Sólo quiero decir que
es una locura. No me extraña que hayas acabado en el trabajo que
tienes. Tus padres deben estar muy orgullosos.
—Lo están, en realidad. —Una sonrisa maliciosa tiró de los
labios de Marcus—. Aunque creo que ese orgullo se multiplicaría
por diez si sentara la cabeza y les diera un nieto o dos. ¿Crees que
eso es algo que te interesaría?
Mis ojos se abrieron de par en par, la idea de un hijo a estas
alturas de mi vida era suficiente para que me entrara un sudor frío.
Entonces Marcus se rio.
—Te estoy tomando el pelo, Gabe. Mis padres no se hacen
ilusiones de que vayan a tener nietos míos.
Solté un suspiro y lo empujé en el brazo. —Eso fue cruel.
—Eso fue una venganza por hacerme sentir viejo.

3
Un periodista de campo, es un reportero que recoge y verifica informaciones sobre el terreno mismo de los
acontecimientos, y según los casos, o bien él mismo trabaja el material obtenido para darle formato de
difusión, o bien transmite ese material a sus compañero de escritorio para que redacten la noticia.
28

ELLA FRANK
Arqueé una ceja, pero me alegré en secreto de lo feliz que
sonaba. Parecía estar cómodo en mi casa, sin nada más que una
maleta y un tazón de fideos, y nunca lo hubiera esperado.
Me metí en la boca el último bocado de la cena y, cuando
terminé, me senté y vi que Marcus seguía mirándome.
—Entonces, ¿cuál es el veredicto? ¿Fue mi ramen lo
suficientemente especial para ti?
Fruncí los labios y lo pensé bien. Ya fuera por el cocinero o
por la cocina en sí, tenía que admitir que eran los mejores fideos
ramen que había comido nunca.
No es que fuera a decírselo.
—Estaban bien.
Miró mi cuenco vacío y luego volvió a mirarme. —¿Sólo
estaban bien?
—Sí, es decir, si eso fuera todo lo que teníamos, no nos
moriríamos de hambre.
Me bajé del taburete y estaba a punto de recoger su plato
cuando Marcus me agarró de la muñeca y me metió entre sus
piernas. En esta posición estábamos a la misma altura, y pude
sentir un constante palpitar entre mis muslos.
—Creo que estás mintiendo.
—¿Sobre tus fideos?
—Sí. Ambos sabemos que fue el mejor maldito ramen que
has comido en tu vida.
Cómo podía sonar tan arrogante cuando hablaba de algo tan
ridículo me resultaba imposible. Pero cuando se inclinó hacia
delante y rozó sus labios por mi mandíbula hasta mi oreja, todo mi
cuerpo se estremeció.
—Admítelo. 29

ELLA FRANK
Me reí y traté de apartarlo. —Estás loco.
—Y tú estás mintiendo. —Marcus pasó su lengua por el lóbulo
de mi oreja y un suave gemido salió de mi garganta—. Admítelo.
Giré la cabeza para mirarlo y capté una luz triunfante
parpadeando en sus ojos. Pero me mantuve firme. De ninguna
manera iba a ceder tan fácilmente. —Nunca.
Rápido como un látigo, Marcus se puso en pie, y lo siguiente
que supe fue que me había echado sobre su hombro como si no
pesara nada.
Ahora bien, yo no solía ser de los que se excitaban con la
rutina del macho. Pero no podía negar la reacción física que tuve
cuando me llevó a mi habitación.
Cuando llegamos a los pies de mi cama y me tiró a ella,
reboté en el colchón mientras intentaba incorporarme. Pero no fui
lo suficientemente rápido. Marcus se colocó encima de mí hasta
quedar a horcajadas por encima de mi cintura, y maldita sea,
conocía mi debilidad, y era ésta.
Marcus con su traje, sin la chaqueta, con las mangas subidas
por esos fuertes brazos.
¿Qué era lo que decía sobre ser fuerte y mantener mis
convicciones? Sí, ese barco había zarpado.
—Dime, Gabe —dijo Marcus mientras me inmovilizaba las
dos manos por encima de la cabeza, y mi polla se puso rígida a
toda máquina—. ¿Tienes... cosquillas?
¿Cosquillas? ¿Qué demonios estaba...?
Lo siguiente que recuerdo es que la mano de Marcus estaba
bajo mi jersey y me acariciaba las costillas, excitando mis
terminaciones nerviosas.

30

ELLA FRANK
Una sonrisa diabólica curvó sus labios cuando empecé a reír
incontroladamente, y cuando intenté apartarme de él, Marcus se
rio.
—Marcus... —Dije mientras tiraba de mis manos—. Será
mejor que...
Nunca terminé mi amenaza, porque Marcus apretó sus
muslos alrededor de mi cintura, y que Dios me ayudé, eso era
caliente, incluso si me estaba torturando.
—¿Lo siento? ¿Mejor qué?
Movió su mano más arriba en mi torso, la presión de sus
dedos aumentó ligeramente, causando una sensación de
hormigueo por mi costado.
—Para. Será mejor que pares —dije mientras un ataque de
risa me invadía de nuevo.
Sus ojos brillaron con una clase de alegría que nunca había
visto en él. —Mmm, ¿qué me dijiste hace un minuto? Ah, es cierto.
Nunca.
Oh, mierda. De acuerdo. ¿Así que este tormento burlón era
porque tenía una boca grande, era un bocazas? Bueno, entonces,
tal vez era el momento de darle un buen uso.
Me levanté para tomar los labios petulantes de Marcus en el
primer beso desde su regreso, y si había pensado que estaba
desesperado por el contacto, eso no fue nada comparado con lo
que sucedió después.
Las manos de Marcus se detuvieron, todo su cuerpo se tensó
y su boca se estrelló contra la mía en un beso que rozaba lo salvaje.
Su lengua estaba en mi boca, y un gruñido retumbó en su
garganta, mientras yo rodeaba su corbata con mi mano y lo
acercaba aún más.
Enredó sus dedos en los mechones más largos de mi pelo,
31
luego levantó la cabeza y me pasó la lengua por el labio inferior.

ELLA FRANK
Sus ojos brillaron con fuego cuando se clavaron en los míos, y
luego me mordisqueó en el lugar que acababa de saborear, y yo
gemí.
—Marcus. —Jadeé mientras buscaba su nuca, y él bajó la
cabeza y volvió a tomar mis labios.
Me dolía la polla mientras empujaba mis caderas hacia
arriba, y el gran peso de él empujándome contra el colchón hizo
que mi cuerpo pidiera a gritos algún tipo de liberación.
Dios, sentí como si hubiera estado fuera durante años, no
días, mientras exploraba cada centímetro de su boca. Cuando
finalmente liberó sus labios, la tensión grabada en el rostro de
Marcus coincidía con mi propia frustración.
Su pecho subió y bajó mientras me miraba fijamente, y luego
bajó su frente a la mía. —He estado esperando todo el día para
hacer esto.
—Y ha sido un día muy largo.
—Tan jodidamente largo.
Dejé escapar un suspiro, y cuando solté su corbata, Marcus
se apartó de mí. —¿Quieres una ducha?
—¿Una ducha?
—Sí, me imaginé que querrías una después de viajar hoy y,
bueno, esto.
Marcus sonrió mientras se ponía de pie, y luego miró hacia
su maleta. —En realidad, una ducha suena como el cielo.
Gracias a Dios, porque si se quedaba aquí mucho más
tiempo, podría empezar a arrancarme la ropa, y parecía que ambos
estábamos de acuerdo en que debíamos dar un paso atrás en eso
por el momento.
—Me lo imaginé. Si quieres tomar tus cosas, te diré dónde
está todo. 32

ELLA FRANK
Marcus asintió y se dirigió a su maleta, donde rebuscó entre
sus cosas y cogió lo que necesitaba. Me levanté de la cama y señalé
el estrecho pasillo que cruzaba el salón.
—El baño es la última puerta de ese pasillo. Hay toallas
limpias bajo el lavabo, y un cepillo de dientes si lo necesitas.
Marcus levantó su kit de afeitado. —Gracias, pero tengo uno
de esos.
Por supuesto que sí, y ahora probablemente pensaba que
tenía una reserva completa para cualquier Tom, Dick o Harry que
pasara por allí... simplemente genial.
—¿Gabe?
—¿Mmm?
Marcus me quitó un mechón de pelo de los ojos y me acarició
suavemente la mejilla. —Se siente bien estar en casa.
Abrí la boca para decir algo, cualquier cosa, en respuesta a
eso, pero cuando no salió nada, Marcus sonrió y me rodeó.
Cruzó el salón y caminó por el pasillo, y justo antes de
desaparecer dentro del baño, se volvió a mirarme y dijo: —Calienta
las sábanas por mí. Te veré pronto.

33

ELLA FRANK
CAPÍTULO Cinco
GABE

MIENTRAS ME METÍA en la cama para esperar a Marcus, empecé a


tener serias dudas sobre mi cordura. ¿En qué planeta pensaba
realmente que iba a ser capaz de resistirme al hombre que acababa
de salir de aquí para desnudarse en mi ducha?
En ninguno, eso era. No había ningún planeta, ningún
escenario, en el que yo estuviera en una cama con un Marcus
desnudo y me mantuviera al margen.
Diablos, ni siquiera podía mantener mis manos fuera de mí.
En cuanto oí que se abría la ducha, me asaltaron flashes de
nosotros dos enjabonados y mojados a principios de esta semana,
y ahora estaba aquí con una erección y la mano dentro de mis
malditos calzoncillos.
Cerré los ojos y pensé en la forma en que los labios de
Marcus habían reclamado los míos y en las ganas que tenía de
perderme en él. Pero era más que consciente de lo que podía pasar
si me movía demasiado rápido.
Quería abrirle mi corazón. Quería que lo viera todo. Pero ese
tipo de vulnerabilidad requería una estabilidad que Marcus aún no
me había ofrecido, y hasta que lo hiciera, debía andarme con
cuidado.
Al oír el sonido del agua cerrándose, me recordé a mí mismo
que el hecho de que estuviera aquí era un paso en la dirección
correcta. Así que tenía que relajarme y no pensar demasiado en
esto. Marcus había dicho que estaba dispuesto a hacer lo que fuera
necesario para arreglar las cosas entre nosotros, y yo iba a
aceptarlo.
Sin embargo, cuando la puerta de mi habitación se abrió y
Marcus entró, todos los pensamientos de ser cuidadoso y mantener 34

ELLA FRANK
mis manos para mí volaron directamente por la ventana de mi
habitación.
Con una toalla colgada del hombro y el pelo húmedo retirado
de su atractivo rostro, Marcus se convirtió en una imagen
apetecible cuando entró y cerró la puerta tras de sí.
Se había puesto un pantalón de dormir a cuadros blancos y
negros, y mis ojos se fijaron de inmediato en el cordón de la cintura
del pantalón, que le llegaba hasta las caderas. Se había dejado el
pecho desnudo, y un par de gotas de agua aún se aferraban al fino
vello mientras se quitaba la toalla del hombro.
—No estaba seguro de dónde colgar esto, ya que los dos
percheros estaban llenos.
Había una pregunta en alguna parte, estaba seguro de ello.
Pero todavía estaba demasiado ocupado absorbiéndolo para
procesarlo y formular una respuesta.
—¿Gabe?
—¿Sí?
Marcus levantó la toalla y la señaló. —¿Puedo colgar esto
aquí en alguna parte?
Podía tirarla al maldito suelo por lo que me importaba,
siempre y cuando lo llevara a esta cama tan pronto como fuera
humanamente posible.
—Sí. La silla de allí está bien.
—Tienes una bonita habitación. Es muy hogareña. —Marcus
extendió la toalla a lo largo del respaldo de la silla de madera y
luego se detuvo frente a mi violonchelo y me miró por encima del
hombro. Señaló el lugar donde descansaba el arco en mi atril—.
¿Puedo?
Asentí y vi cómo Marcus lo acercaba para mirarlo de cerca.
Estudió el fino pelo de crin engarzado entre ambas puntas y luego 35

ELLA FRANK
pasó un dedo por la larga pieza de madera que actuaba como
columna vertebral del arco.
Mi polla se endureció mientras lo observaba con ávido
interés, y con la forma en que empezó a palpitar, fue como si me
estuviera tocando a mí, no al maldito instrumento.
—¿Puedes dejar de acariciar eso, por favor?
Los dedos de Marcus se calmaron inmediatamente. —Lo
siento. No quise excederme.
—Oh, no lo haces. —Me desplacé un poco más en la cama y
metí la mano bajo las sábanas para masajearme—. Es que estás
acariciando el eje de mi arco, y ahora cada vez que lo levante, me
va a costar no imaginarme tus manos sobre él.
Marcus lo colocó lentamente en su soporte. —¿Estás seguro
de que quieres que duerma aquí esta noche? Estoy bastante
contento de tomar el sofá o el suelo, si eso te hace sentir más
cómodo.
—¿En serio? —Me moví a mi lado y empujé las mantas hacia
atrás, y si había habido alguna duda de que lo quería cerca, el
contorno de mi erección debería haber aclarado eso de inmediato—
. Ni se te ocurra.
Aparentemente satisfecho con mi respuesta, Marcus puso
una rodilla en mi colchón y se subió a mi lado. Mientras nos tapaba
con las mantas, me costó todo lo que tenía para no lanzarme sobre
él.
—Hueles bien.
Giró la cabeza sobre la almohada y sonrió. —Claro que
piensas eso. Es tu jabón.
—Mmm. —Me incliné y olfateé la línea de su mandíbula—.
Tienes razón. Hueles igual que yo.

36

ELLA FRANK
Marcus emitió un sonido ronco y rumboso que hizo que se
me pusiera la piel de gallina, y entonces me cogió por la cintura y
me instó a acercarme. Me desplacé por la cama hasta que sólo nos
separaron unos centímetros y puse una mano en su cálido pecho.
—Entonces, ¿todo esto es parte de tu lección para mí?
Fruncí el ceño. —¿Qué es eso?
—¿Yo, teniendo que tumbarme a tu lado toda la noche
mientras tú no llevas casi nada?
Tracé un círculo alrededor de la cálida mancha de piel bajo
mi mano y sonreí. —Puede ser. Pero sólo puedes culparte a ti
mismo por ello.
—¿Por qué lo dices?
—Bueno, si no estuviera ocupado dándote una lección en
este momento, te estaría recibiendo de vuelta de tu viaje sin llevar
absolutamente nada.
—Ten por seguro que no volveré a cometer este error.
—¿No?
—Definitivamente no. Lección aprendida.
Marcus subió su mano para detener la mía, y la ligereza de
hace unos segundos fue reemplazada de repente por la intensidad
en sus ojos.
—Siento lo de Nueva York, Gabe. Debería haberte dicho que
me iba.
Se me cortó la respiración ante el repentino cambio de
conversación, y lo único que pude hacer fue asentir mientras mis
estúpidos ojos empezaban a empañarse. Por Dios, no llores. Lo
último que quieres que piense es que eres un desastre emocional.

37

ELLA FRANK
Pero cuando Marcus me atrajo hacia sus brazos y me puso
bajo su barbilla, me acurruqué rápidamente contra él hasta que
pude recomponerme.
—Hacía mucho tiempo que no tenía que pensar en los
sentimientos de nadie más que en los míos. Lo último que quería
hacer era herirte.
Lo sabía. Marcus no había hecho nada de esto por despecho.
Había pensado de la forma en que estaba conectado -los negocios
primero- y aunque le dolía, no había sido una gran sorpresa.
—¿Gabe?
Me aparté un poco para poder mirarlo.
—Realmente lo siento.
—Lo sé. —Estaba allí en sus ojos, y supe que esto era algo
que no volvería a hacer—. Pero no creas que esto te libra de hacer
lo que yo quiera este fin de semana.
—Por supuesto que no. Un trato es un trato. Lo que quieras,
es tuyo.
—¿Lo que yo quiera? —Sonreí, recordando una conversación
similar en la parte trasera de su Escalade. Y él también, a juzgar
por el brillo de sus ojos.
—Sí. A diferencia de ti, estoy bastante feliz de sacrificar mi
cuerpo si ese es el precio que debo pagar.
Se me escapó una carcajada. —Tomo nota.
Me hizo un gesto para que me acercara y, una vez en sus
brazos, me puse de lado para que mi espalda quedara pegada a su
frente. Me acurruqué hasta que mi cuerpo se amoldó al suyo, mi
espalda asentada en su regazo, su pecho apoyado a ras de mi
columna.
Podía sentir su respiración, constante y fuerte, y justo
cuando estaba a punto de quedarme dormido, se me ocurrió que 38

ELLA FRANK
nunca me había molestado en preguntar por qué estábamos
discutiendo.
—¿Oye? Nunca me dijiste cómo te fue.
—¿La entrevista?
—Sí. —Miré hacia atrás—. ¿Fue bien?
Se encogió de hombros y se inclinó para rozar sus labios
sobre los míos. —No tengo ni idea.
—¿Cómo que no tienes ni idea? —Entonces tuve un
pensamiento horrible—. Has ido, ¿verdad?
—Sí. —Se rio—. Fui. Pero estaba tan ocupado pensando en
ti, que no recuerdo nada de la entrevista.
—¿Tú... estabas pensando en mí?
—Cada segundo que estuve fuera. Y aunque no me lo hayas
preguntado, tengo que decirte que, si he aprendido algo en los
últimos dos días, es que tú, Gabriel Romero, eres sin duda una
prioridad para mí.
Mi corazón se disparó cuando me dio un beso justo debajo
de la oreja y, por una vez en mi vida, me quedé sin palabras.
—Ahora a dormir. Necesito descansar para lo que sea que
tengas pensado para mañana. Estás saliendo con un viejo,
¿recuerdas?
Sonreí contra la almohada mientras Marcus me acercaba aún
más, y me pregunté cómo era posible que el día de hoy hubiera
empezado como una pesadilla y, sin embargo, hubiera terminado
como un sueño.

39

ELLA FRANK
CAPÍTULO Seis
MARCUS

EL CRUJIDO DE LAS SÁBANAS, seguido de una cálida pierna que


se abría paso entre las mías, me despertó de una de las mejores
noches de sueño que había tenido.
Gabe estaba apoyado en mi costado, con su mejilla apoyada
en mi pecho, y los suaves sonidos que emitía mientras dormía me
producían una cálida sensación de satisfacción en el estómago.
Así que esto era lo que se sentía. Hacía mucho tiempo que
no me despertaba sin pensar en nada más que en lo maravilloso
que era el hombre que tenía entre mis brazos. Pero eso era lo único
en lo que podía pensar mientras presionaba mis labios en la parte
superior de su cabeza y lo acercaba un poco más a mí.
Cuando aparecí aquí la noche anterior, no tenía ni idea de lo
que podía esperar, pero desde luego no era esto. Por mi escasa
experiencia, una discusión como la que habíamos tenido solía
provocar mi pérdida de interés y a su enfado por mi falta de interés.
Pero ese no era el caso aquí.
En el momento en que me di cuenta de lo mucho que había
herido a Gabe, lo único que tenía en mente era volver aquí y
arreglar las cosas con él. El hecho de que me diera la oportunidad
de hacerlo era un testimonio de la clase de hombre que era. Un
hombre al que quería conocer mejor.
Deslicé suavemente mi brazo por debajo de sus hombros,
empujé las sábanas hacia atrás y me puse de pie. Luego moví el
cuello de lado a lado haciéndolo crujir y me dirigí a la puerta.
Supuse que podría ponerme un café y ver si tenía algo que pudiera
pasar remotamente por un desayuno. Pero mientras me dirigía a
la cocina, unas llaves en el cerrojo hicieron que mis pies se
40

ELLA FRANK
detuvieran, y recordé un poco tarde que Gabe tenía un compañero
de piso.
Miré hacia su dormitorio, y luego de vuelta a la puerta
principal, y supe que no saldría de la sala de estar antes de que
Ryan entrara.
Las cosas estaban a punto de volverse incómodas,
rápidamente.
Ryan tiró las llaves sobre la mesa y, cuando se quitó el abrigo
y miró hacia la cocina, me vio y se congeló. Tenía un aspecto
horrible. Tenía el pelo revuelto, los ojos inyectados en sangre y,
mientras parpadeaba una y dos veces, me di cuenta de que
intentaba decidir si lo que estaba viendo era real o un producto de
su imaginación. Sin embargo, cuando no me desvanecí en el aire,
sus ojos se dirigieron a la habitación de Gabe y luego volvieron a
mi semidesnudo.
—Buenos días, Ryan.
La boca de Ryan se abrió y se cerró, luego se abrió y se cerró
de nuevo como si estuviera tratando de formular una respuesta
apropiada. Pero cuando no salió nada, me apiadé de él.
—¿Has pasado una buena noche?
—Eh... —Volvió a mirar hacia el dormitorio de Gabe.
—Está ahí dentro si quieres ir a despertarlo. Pensé en dejarlo
dormir un poco más, ya que fui yo quien lo agotó.
Ryan echó la cabeza hacia atrás para estar a mí altura, y sus
ojos sombríos estaban tan abiertos como platillos.
—Quise decir que yo lo agoté al mantenerlo ocupado esta
semana. —Sonreí—. Qué vergüenza.
—¿Vergüenza? —dijo Ryan, encontrando finalmente su
lengua—. ¿Qué esperabas que pensara? Estás de pie desnudo en
mi cocina. 41

ELLA FRANK
—Técnicamente, estoy semidesnudo. —Salí de detrás de la
isla de la cocina, y los ojos de Ryan se desviaron hacia los
pantalones que se asentaban en mis caderas.
—Mierda —murmuró, y luego protegió sus ojos, haciéndome
reír.
—Iba a hacer café. Parece que te vendría bien. —Como no
respondió ni me miró, dije: —¿Ryan?
—¿Eh? ¿Qué? —Finalmente, apartó la mano y sus ojos
volvieron a mirar mi cara.
—¿Café? ¿Quieres un poco?
No respondió. —¿Qué estás haciendo aquí?
Abrí la despensa y vi la lata de café molido y los filtros que
había visto anoche. —Gabe me invitó.
—¿Te invitó? Pero pensé que tu pequeño acuerdo de
venganza con él terminó el jueves.
—Así fue. —Coloqué todo en la encimera y me di la vuelta
para seguir dirigiéndome a Ryan.
Cerró los ojos y negó con la cabeza. —¿Puedes ir a ponerte
una camisa o algo así? No puedo hablar contigo cuando estás todo
—hizo un gesto con la mano— ahí en mi cara. Es demasiado. Ya es
bastante duro cuando tienes la ropa puesta.
Mis labios se curvaron cuando los ojos de Ryan se abrieron.
—No me refería a duro como en duro. Dios mío, esto es tan
horrible...
—¿Ryan?
—¿Sí, Sr. St. James?
—Deja de hablar. Si te hace sentir mejor, iré a ponerme una
camisa.
42

ELLA FRANK
—Sí. Sí, por favor, ve y hazlo. Tengo demasiada resaca para
esto.
Asentí y me dirigí hacia la habitación de Gabe, y justo antes
de desaparecer dentro, Ryan dijo: —Marcus St. James está
desnudo en mi cocina. Estoy tan despedido.
Me reí mientras cerraba la puerta de la habitación. Cuando
vi a Gabe recostado contra las almohadas con las sábanas sobre
su regazo, mi polla se puso en pie inmediatamente.
—Hola. ¿Qué es tan gracioso? —preguntó Gabe, recorriendo
con la mirada mi pecho desnudo hasta la erección que no tenía
ninguna esperanza de ocultar.
—Nada aquí, eso es seguro. Pero tú compañero de piso ahí
fuera...
—Oh, mierda. —Gabe se levantó de golpe—. Ryan.
—Exactamente. Digamos que está un poco sorprendido de
encontrarme aquí esta mañana.
—Sí... eh, sobre eso. No tuve la oportunidad de decirle que
estábamos, ya sabes, lo que sea que seamos, antes de que
mencionara que estabas en Nueva York.
—¿Lo que sea que seamos?
Gabe se levantó de la cama en esos diminutos calzoncillos.
—Sí, quiero decir, ¿nos estamos viendo casualmente? ¿Somos
más? No lo sé. Sé lo que quiero, pero ¿qué quieres tú?
Cogí su mano y tiré de él hacia mí. —A ti.
—Como alguien con quien compartir tu cama, o...
—Alguien con quien compartirme.
Una amplia sonrisa cruzó los labios de Gabe y le robé un
beso, suave y dulce. Deslizó sus manos por mi pecho hasta la nuca,
y yo rodeé su cintura con los brazos y lo atraje contra mí. 43

ELLA FRANK
De alguna manera, de algún modo este hermoso joven había
conseguido poner todo mi mundo patas arriba en el lapso de una
semana, y sabía que, si no me arriesgaba, si no me abría a lo que
era posible en lugar de pensar en todas las formas en que parecía
imposible, podría perderme lo mejor que me había pasado.
—Por mucho que me gustaría continuar esta discusión, creo
que debería ir a terminar de preparar el café que empecé. O lo que
empezó como una conversación incómoda con Ryan lo será aún
más.
—Mmm, no sé. —Gabe metió la mano entre nosotros para
coquetear con el cordón de mis pantalones—. Creo que prefiero
continuar esta discusión, y tú estás aquí para complacerme a mi
este fin de semana, ¿recuerdas?
Me reí, pero detuve su mano errante. —¿Podrías hacer que
eso suene más sucio?
—Probablemente, si me lo propongo.
—Gabe. —Mi cabeza cayó hacia atrás contra la puerta, y
cuando los labios de Gabe encontraron mi garganta, gemí—. Estoy
más que feliz de... complacerte. Pero no cuando uno de mis
empleados está sentado al otro lado de una puerta muy fina.
Gabe hizo una pausa y luego dio un paso atrás, sus ojos
dejando un camino chisporroteante mientras se deslizaban sobre
mí. —Me parece justo, iré a decirle a Ryan que tiene que dormir en
otro lugar este fin de semana. A partir de ahora.
—No lo harás.
Gabe se cruzó de brazos, y el hecho de que pudiera parecer
tan indignado en nada más que su collar y un par de calzoncillos
decía mucho.
—¿Tienes una idea mejor?

44

ELLA FRANK
No tenía ni un solo pensamiento en la cabeza, aparte de las
ganas que tenía de arrancarle ese trozo de material... con los
dientes.
—Exactamente. Esta es la única manera. Anoche estaba
probando un punto, pero no hay manera de que mantenga mis
manos para mí la próxima vez que estés en esa cama conmigo.
—¿Y qué punto era ese, exactamente?
—Que puedo resistirme a ti, sí y cuando, te lo mereces. —
Gabe esbozó una sonrisa de megavatio—. Recuerda eso.
Extendí la mano, agarré su muñeca y coloqué mi boca junto
a su oreja. —Voy a disfrutar demostrando que te equivocas en eso
la próxima vez que te... complazca.
La respiración de Gabe se volvió un poco más pesada. —De
acuerdo, definitivamente has hecho que eso suene más sucio que
yo.
Lo solté y me dirigí a mi maleta para coger una camiseta. Me
la puse y observé cómo Gabe se movía por la cama, alisando las
sábanas y colocando las almohadas en su sitio.
Cuando finalmente terminó, se dirigió a la cómoda y sacó
unos pantalones cortos y una camiseta. Entonces se detuvo y me
miró.
—¿Qué?
Frunció el ceño y miró mi maleta. —Supongo que no tienes
mucho ahí, aparte de un par de trajes, ¿verdad?
—Sí. Y lo que llevo puesto ahora.
Gabe me estudió y golpeó con los dedos la cómoda. —Mmm.
Eso va a ser un problema.
—¿Un problema?
—No puedes llevar eso donde vamos esta noche. 45

ELLA FRANK
—Bueno, no pensaba ponerme esto. Sólo iba a llevar
pantalones y una camisa.
—Sí... No.
—¿No? ¿Como que no puedo ponerme eso? ¿Debería
preocuparme?
—Tal vez. Pero eso no te va a ayudar. Ya te comprometiste
conmigo para el fin de semana, así que parece que vamos a añadir
las compras a esa lista de actividades.
Me encogí de hombros. —Está bien. Tengo mi cartera.
—Eh no. —Gabe negó con la cabeza y cerró el cajón de su
tocador—. Tú me vestiste la noche que fuimos a la sinfónica. Así
que esta noche, me toca vestirte a ti.
—No me vas a comprar ropa.
—Sí lo haré, así que acéptalo. Ahora ve y prepárame un café.
Arqueé una ceja y Gabe se rio, sin arrepentirse hasta el final.
—¿Por favor?
Pasé suavemente el dedo por la cadena que descansaba en
su cuello. —Así está mejor.
—Lo siento, me dejé llevar por la promesa de que harías
cosas por mí.
—Vístete, —dije, y alcancé la puerta—. Tienes que venir a
salvar a tu compañero de sí mismo ahí fuera.
—Estaré allí en un segundo.
—También tienes que decirle que estamos saliendo.
Gabe se congeló con la camiseta colgando de sus dedos. —
Como en, ¿salir juntos?
Finalmente, feliz de haber conseguido la ventaja, le guiñé un
ojo y luego abrí la puerta. —Te veré ahí fuera, Gabe. 46

ELLA FRANK
CAPÍTULO Siete
GABE

DE ACUERDO, ¿HABÍA SUCEDIDO ESO de verdad? ¿Acaba de decir


Marcus que tenía que salir y decirle a Ryan que estábamos...
saliendo?
Es decir, ya nos tenía como novios en mi cabeza, pero era la
primera vez que lo decía en voz alta, y no había dejado de sonreír
desde entonces. Me puse la camiseta y me arreglé el cabello lo
mejor que pude, y luego tomé mi teléfono y lo encendí por primera
vez desde ayer.
Mientras se encendía, pensé en lo que había planeado para
nosotros esta noche, y gracias a Dios me había dado cuenta de que
tendríamos que ir a buscar ropa para Marcus. El lugar en sí ya lo
tendría fuera de esa cajita perfecta suya, pero ¿si aparecía con un
traje? Me reí de la idea.
Pero no le haría eso. Confiaba en mí lo suficiente como para
cederme las riendas este fin de semana, y aunque ambos sabíamos
que ahora se trataba más de diversión que de otra cosa, no lo
llevaría por el mal camino. Aunque la idea de tenerlo a mis órdenes
era completamente embriagadora.
Metí el teléfono en el bolsillo y, cuando entré en el salón, vi
a Marcus en la cocina, junto a la cafetera, y a Ryan mirándolo desde
el lado opuesto de la habitación.
Cuando la puerta se cerró tras de mí, ambos hombres se
volvieron en mi dirección, Marcus con una sonrisa y Ryan con una
expresión entre la confusión y el horror.
Pobre hombre. Debería haberle avisado.

47

ELLA FRANK
—Hola, chicos. —Intenté mi mejor sonrisa nada incómodo
aquí mientras me dirigía a los taburetes—. ¿Cómo va todo por
aquí?
Marcus arqueó una ceja y luego miró a Ryan, cuya mirada
estaba perforando un agujero en el lado de mi cabeza.
—Nos va bien —dijo Marcus, con la máquina de café
borboteando detrás de él—. Estaba preguntando a Ryan cómo le
gusta el café.
—Bien —dije, y finalmente miré a mi amigo.
—Sí, está genial —dijo Ryan, que estaba haciendo todo lo
posible por fulminarme con la mirada—. El jefe de mi jefe me está
preparando un café. Pero al menos ahora lo hace con una camisa
puesta.
De acuerdo, podía ver cómo eso podía ser incómodo. Pero
no era como si ver a Marcus desnudo fuera una dificultad. Era muy
sexy.
—La próxima vez me aseguraré de que se vista antes de
dejar mi cama. ¿Eso lo haría mejor?
—No. —Ryan se apartó del mostrador y se acercó a mí. Luego
dijo en voz baja: —¿Y qué quieres decir con la próxima vez?
—Oh, claro. Estamos... saliendo.
La mandíbula de Ryan cayó al suelo, y cuando quedó claro
que no tenía nada que decir a eso, decidí seguir adelante. ¿Por qué
no?
—Ya lo habíamos hablado antes de que Marcus se fuera a
Nueva York, pero lo hemos hecho oficial hoy. Hace como cinco
minutos.
Los ojos de Ryan se movieron entre los dos, y luego se
restregó la cara. —Así que, eh, esta es la cosa. Anoche me
48

ELLA FRANK
emborraché mucho y no sé si esto es real o estoy en algún lugar
durmiendo la mona y he entrado en la Dimensión Desconocida4.
Marcus levantó una ceja y no pude evitar reírme.
—Nada de Dimensión Desconocida, Ry, lo juro. Sólo
queríamos avisarte porque Marcus se quedará el fin de semana.
—¿Cómo todo el fin de semana? ¿Aquí?
Marcus intervino: —Sólo si te parece bien.
Lo fulminé con la mirada, porque se iba a quedar pasara lo
que pasara. Pero Marcus estaba concentrado en Ryan.
—No voy a mentir, esto es mucho. Quizá me quede en casa
de un amigo hasta el lunes.
Miré a Marcus. —Ves, te dije que haría eso.
Ryan negó con la cabeza, malinterpretando mi regodeo como
algo más negativo.
—No es que tenga nada contra ti —le dijo a Marcus—. Pero
ya es bastante raro que estés aquí, en mi casa. Lo último que
necesito es verte paseando semidesnudo para acabar imaginando
eso en el trabajo.
Marcus se apresuró a estar de acuerdo, y yo también. Ambos
me miraron y me encogí de hombros. —¿Qué? Eres mío para
imaginarte desnudo.
La cafetera empezó a sonar, y Ryan hizo una mueca. Marcus
la apagó rápidamente y se volvió hacia nosotros.
—¿Cómo tomas el tuyo, Ryan?
—Creo que voy a pasar. Sólo quiero ir y meterme en la cama.

4
Es una serie de televisión dedicada a la ciencia ficción, la fantasía y el terror.2 Cada episodio muestra un relato
que plantea dilemas morales, cuestiona al espectador y lo confronta con su propia existencia, a menudo
rematado por un final sorprendente.
49

ELLA FRANK
Cuando fue a pasar junto a mí al dirigirse a su habitación, lo
detuve en seco. —Gracias —dije.
Se inclinó para abrazarme y me dijo junto a la oreja: —Ten
cuidado con él. Es todo lo que voy a decir.
Asentí antes de que lanzara un saludo poco entusiasta en
dirección a Marcus, y una vez que hubo desaparecido dentro de su
habitación, Marcus se acercó a la isla de la cocina.
—Déjame adivinar, te advirtió sobre mí.
—Está de resaca. Tiene el cerebro revuelto.
—Es inteligente y se preocupa por ti.
—Eso también es cierto. Pero soy un niño grande y puedo
cuidarme solo.
Marcus me miró fijamente durante un segundo, y no pude
descifrar lo que estaba pensando. —Eso sí que puedes. Ahora,
sobre ese café que pediste. ¿Lo quieres ahora?
—Sí, por favor.
Marcus sacó un par de tazas como si ya hubiera estado aquí
cientos de veces, y luego cogió la leche y el azúcar. Cuando terminó
de preparar la mía, se sirvió un poco de la infusión caliente en una
taza para él, volvió a la isla y se sentó a mi lado.
—Gracias. —Tomé un sorbo de café y tarareé mientras la
cafeína se dirigía a mis venas.
—¿Así te gusta?
Me giré para verlo mirándome, con su propia taza sin tocar.
—Es perfecto. —Tomé otro sorbo, y cuando mi teléfono vibró en mi
bolsillo, lo saqué y me sorprendí de todas las notificaciones que
habían aparecido en mi pantalla desde que lo volví a encender.
Todas ellas venían de...
—¿El Todopoderoso? 50

ELLA FRANK
Oh, mierda. Rápidamente giré el teléfono y dirigí mi sonrisa
más ganadora en dirección a Marcus.
—¿Gabe? ¿Me tienes guardado en tu teléfono como el
Todopoderoso?
—Eh, ¿tal vez?
Marcus extendió la mano y señaló mi teléfono. Lo coloqué
cautelosamente en su palma y observé con alarma cómo miraba
todos los mensajes de texto y de voz que había dejado ayer.
—Este soy yo.
Me clavó una mirada que gritaba explicación, y fue todo lo
que pude hacer para no soltar una carcajada.
—En mi defensa, guardé eso ahí la noche que hicimos
nuestro pequeño trato. Ya sabes, cuando estabas siendo todo...
—¿Sí?
—¿Mano dura? Recordé que Ryan te llamó así la noche de la
fiesta del trabajo, y se me quedó grabado.
—Espera. ¿Ryan también me llama así?
¿Era un secreto? Ups. —Estoy bastante seguro de que la
mitad de tu redacción te llama así. Deberías tomarlo como un
cumplido.
—Estoy bastante seguro de que no lo dicen en ese sentido.
—Bueno, yo sí. Eres poderoso y poderoso, eso es algo a lo
que todos aspiran.
—¿Poderoso?
—Mmmm. —Pasé mi mano por su bíceps y añadí: —Sexy,
también.
—De acuerdo, puedes dejar de intentar escabullirte de esto.
Supongo que podrías haberme llamado cosas peores.
51

ELLA FRANK
—¿Cómo qué?
Marcus negó con la cabeza. —No te voy a dar ninguna idea.
Sonreí y volví a mirar las notificaciones de mi pantalla. —
Realmente querías hablar conmigo ayer, ¿eh?
—Podría decirse que sí.
Hojeé los mensajes, todas las variantes de devuélveme la
llamada y ¿me colgaste? Suponiendo que los mensajes de voz eran
más de lo mismo, dejé el teléfono y me giré para mirar a Marcus.
Me quedé sentado durante un segundo, estudiando su
apuesto perfil, y cuando finalmente se volvió para mirarme, me
incliné y le di un beso en los labios.
—¿Por qué fue eso?
—Por querer hablar conmigo.
Me miró con atención y luego me tocó suavemente la
barbilla. —No puedo recordar cómo eran mis días sin hablar
contigo, y no quiero hacerlo.
Se me revolvió el estómago ante la contundente sinceridad.
—Siento haberte colgado.
—Estoy de acuerdo. Me lo merecía.
Lo pensé un segundo y asentí. —Lo merecías. Pero te trajo
aquí.
—Lo hizo.
—Para hacer lo que me dé la gana.
Marcus gimió, y yo me bajé del taburete y llevé nuestras
tazas vacías al fregadero. Una vez que terminé de enjuagarlas, me
volví para ver que él estaba caminando hacia mí. En pantalones de
estar por casa, todo relajado y sexy para dormir, mi novio -sí, mi
novio- estaba muy caliente, y no podía esperar a ver cómo se veía
después de que terminara de vestirlo para esta noche. 52

ELLA FRANK
—Está bien, tenemos que ir de compras, porque un traje no
sirve.
—Pareces demasiado excitado con todo esto.
Me lamí los labios mientras le daba un último repaso y me
dirigía a mi habitación. —Por supuesto que estoy emocionado.
Puedo elegir la ropa que te voy a quitar después. ¿Qué hay más
emocionante que eso?

53

ELLA FRANK
CAPÍTULO Ocho
MARCUS

MÁS TARDE ESA NOCHE, me encontré de pie en una acera de Lake


View, mirando fijamente un cartel en el que se leía The Flying
Hatchet Bar, y puedo decir honestamente que estaba confundido.
Durante todo el día, Gabe me había insinuado que saliera de
mi caja y me enseñaría a divertirme a su manera, y mientras
miraba el logotipo de un hacha con alas, estaba empezando a
cuestionar seriamente su cordura, y la mía.
Sí, había accedido a hacer todo lo que él quería este fin de
semana, incluyendo dejar que me vistiera como una muñeca de
tamaño natural, y cuando el resultado final de eso no había
resultado horrible, había tenido grandes esperanzas para el resto
de la noche.
Esperanzas que acababan de ser aplastadas al darme cuenta
de que Gabe acababa de llevarme a una especie de bar deportivo,
y uno muy popular, a juzgar por la cola de gente que esperaba
para entrar.
Miré a mi cita de la noche y me pregunté por millonésima
vez: ¿Por qué no me lo llevé a la cama cuando tuve la oportunidad?
Estaba muy sexy con sus botas y sus vaqueros oscuros, rasgados
en lugares estratégicos para mostrar sus piernas, y los había
combinado con una camiseta abotonada de color burdeos que
había dejado abierta a mitad de camino.
Era un hábito que yo aprobaba, porque no sólo mostraba su
delicioso cuerpo, sino que también me permitía ver ese collar.
Aquel que mis manos ansiaban tocar cada vez que lo vislumbraba.
Estaba rebotando sobre sus dedos de los pies con una mirada
de excitación en sus ojos, y tenía que admitir, que no compartía
en absoluto su exuberancia en este momento en particular. 54

ELLA FRANK
—¿El Bar Hacha Voladora5? ¿Aquí es a dónde vamos?
Gabe asintió con entusiasmo y luego miró mis pies calzados.
—¿No te alegras de que te haya convencido de llevar esas botas
con punta de acero? No querrás que se te caiga una de esas en el
pie.
—¿Una de qué?
—Un hacha de guerra. O, ya sabes, un hacha.
Volví a mirar el cartel y entrecerré los ojos. La gente no tiraba
hachas allí, ¿verdad? Me había imaginado que este lugar era un
sitio para ver fútbol o béisbol, o incluso hachas voladoras. Gabe no
había dicho nada de participar. Había dicho que íbamos a cenar y
a tomar algo, no a un evento deportivo de leñadores.
Estaba a punto de preguntarle qué hacíamos exactamente
aquí cuando las puertas se abrieron y la fila de clientes que
esperaban comenzó a moverse.
—Vamos. —Gabe me cogió la mano—. Vamos.
Mientras seguíamos al resto de la multitud al interior, el olor
a cerveza y a comida frita me llegó a la nariz. Había música en la
entrada principal, y cuando llegamos a lo que parecía un mostrador
de registro o un puesto de azafatas, un tipo corpulento con una
camisa de franela se detuvo frente a nosotros.
—Bienvenidos a The Flying Hatchet. ¿Vienen sin cita previa
esta noche o tienen una reserva?
—Tenemos una reserva —dijo Gabe mientras sacaba su
cartera del bolsillo—. Está a nombre de Romero.
Tenía que estar bromeando. Pero mientras Gabe lo dejaba
todo listo, miré por el vestíbulo y vi diferentes tipos de hachas en
la pared, junto con camisetas de marca y fotos de famosos posando

5
55
Traducción del nombre del bar.

ELLA FRANK
con hachas reales, de verdad, y me di cuenta de que hablaba muy
en serio, además de ser un auténtico loco.
¿Hachas y alcohol? ¿Era yo el único que pensaba que esto
sonaba como un accidente a punto de ocurrir?
—¿Marcus?
Me giré para ver a Gabe esperándome, y la sonrisa en su
cara me dijo que sabía exactamente lo que estaba pensando.
—Necesito que vengas a firmar esto.
—¿Qué es? —Me acerqué a donde él estaba de pie en el
escritorio con una tableta en la mano.
—Oh, es sólo una pequeña renuncia sobre seguridad y
responsabilidad. Ya sabes, lo normal.
—¿Lo normal? Generalmente no tengo que firmar una
renuncia para entrar en un bar, Gabe.
Gabe se acercó a mí. —Lo haces para este. Vamos, ¿qué es
lo peor que podría pasar?
—¿En serio me preguntas eso? Esta renuncia enumera varias
de esas mismas cosas.
—No hay nada de qué preocuparse. Tienen un entrenador
que nos enseña a lanzar y luego monitorea el carril.
—Monit... —Hice una pausa, tratando de ordenar mis
pensamientos—. ¿Por qué tendría que vigilarnos?
—Deja de preocuparte. He hecho esto cientos de veces. Son
treinta dólares por cabeza para tener algunas emociones baratas.
—Sí, pero la cuestión es la cabeza de quién. A mí me gusta
la mía pegada a mi cuerpo.
Cuando Gabe sonrió, suspiré, resignado a mi destino, y hojeé
la extensa renuncia, antes de garabatear mi nombre en la parte
inferior. 56

ELLA FRANK
—Ves, eso no fue tan difícil. Ahora vamos, tienen nuestra
mesa y carriles preparados.
—¿Carriles? ¿Cómo los bolos?
—Algo así. Pero en lugar de lanzar una bola de 15 libras por
un carril...
—¿La gente está blandiendo armas con cuchillas que podrían
cortar partes del cuerpo? Sabes que esto es una locura, ¿verdad?
—Puede que lo sea. Pero esto es lo que quiero hacer esta
noche, y tú dijiste que...
—Haz lo que quieras. No me lo recuerdes. No me di cuenta
de que tenía que especificar que las cosas que estaba dispuesto a
hacer no incluían cosas que pudieran matarme.
Gabe resopló. —Eres muy dramático. Pero no tienes que
preocuparte; te mantendré a salvo. Sólo recuerda no soltar el
hacha hasta que estés listo para lanzarla.
Abrí la boca para responder, pero no tuve oportunidad antes
de que Gabe atravesara la puerta abierta y entrara en el edificio.
Mientras lo seguía de cerca, lo primero que noté fue que un lado
del lugar estaba poco iluminado y lleno de mesas, cabinas y un bar
que recorría la parte trasera de las instalaciones, mientras que el
otro lado del lugar estaba iluminado como el 4 de julio. Allí estaban
los carriles.
Había una valla de malla metálica entre las dos secciones, y
cuando Gabe se detuvo ante una puerta que las separaba, me fijé
en un cartel que decía NORMAS DE LOS CARRILES, y debajo había
una lista que hizo que mi pensamiento original de que aquello era
una locura echara raíces y se multiplicara por diez.
La lista decía:
1 -No seas un agujero de hacha.
2 -Sólo un lanzador en un carril en todo momento. 57

ELLA FRANK
3 -Mantén una distancia de más de 1.5 metros con los
lanzadores que están a tu lado y con los clientes que están detrás
de ti.
4 -Informa de cualquier hacha rota.
5 -Informa inmediatamente de cualquier herida o apéndice
cortado.
¿Apéndices cortados? Estaba a punto de informar a Gabe de
que, con trato o sin él, me iba a ir, cuando apareció en la puerta
un tipo con vaqueros y una camiseta con el logotipo del bar.
—¿Tienes una reserva?
Gabe asintió y le entregó un papel que el tipo pegó a su
portapapeles. A continuación, hizo un gesto con la cabeza y alcanzó
el pestillo de la verja, y yo sentí una gran decepción por no
habernos rechazado.
—De acuerdo, están en los carriles doce y trece.
—Maravilloso, —dije mientras se ponía en marcha por los
carriles—. ¿Por qué no añadir un número de mala suerte a esta
salida? No podría ser peor, ¿verdad?
Gabe me miró y puso los ojos en blanco. —Sabes, esta podría
ser la primera vez que te veo con poca confianza en algo.
—Discúlpame si no estoy al tanto de un deporte medieval
que parece haberse apoderado de la escena universitaria
estadounidense.
Gabe se rio mientras nos deteníamos ante una mesa alta y
dos sillas. —No soy parte de la escena universitaria.
—Ya no. —Miré a los carriles a ambos lados de nosotros—.
Soy la persona más vieja de aquí hasta donde alcanza la vista.
Gabe me pasó una mano por el pecho. —El más sexy
también, y apuesto a que vas a estar muy sexy sosteniendo un
hacha. 58

ELLA FRANK
Entrecerré los ojos. —Estoy empezando a cuestionar
realmente tu cordura.
Una sonrisa se dibujó lentamente en los labios de Gabe. —
Cuestiónalo todo lo que quieras, pero hazlo allí. Es nuestro
instructor por esta noche, y te va a enseñar a lanzar una de estas
cosas.
Miré más allá del hombro de Gabe hacia donde estaba el
hombre que nos había conducido hasta aquí. Ahora sostenía dos
hachas. Esto era como una pesadilla, una en la que pagabas para
convertirte en la estrella del espectáculo de terror de Lizzie
Borden6.
—¿No vas a venir a aprender también?
—Oh, no, no necesito una lección. Ya he estado aquí antes.
Voy a pedir algo de comida y bebida.
Gabe fue a rodearme, pero le agarré del brazo. —Que sepas
que, si sobrevivo a esto, te haré pagar por ello.
Gabe me echó un vistazo rápido y me guiñó un ojo. —No
puedo esperar.
Dios, no entiendo cómo mi polla podía excitarse en estas
circunstancias, pero no había duda del dolor entre mis muslos
mientras veía a Gabe alejarse.
Respiré hondo y aparté rápidamente ese pensamiento antes
de dirigirme a mí instructor.
—Hola —dije, y miré hacia el carril donde había una gran
diana colgada en la pared.
Había tres anillos pintados en el tablero de madera
rectangular. El anillo exterior era azul, el segundo negro y el

6
Hace mención a la serie de televisión estadounidense basada en la vida de Lizzie Borden, culpable de la muerte de 59
su padre y su madrastra en 1892.

ELLA FRANK
tercero -al que iba a llamar zona de muerte- era rojo sangre.
Apropiado, si me preguntan.
—Hola, soy Johnny. ¿Has estado aquí antes? —Cuando me
volví hacia Johnny, sonrió—. Voy a suponer que no.
—¿Qué me delató?
—La mirada de completo desconcierto y horror abyecto.
Me reí. Era gracioso. También tenía razón. —Y yo que
pensaba que estaba ocultando mis sentimientos.
—Te puedo asegurar que no eres el primero que se siente
como te sientes. Cuando la mayoría de la gente piensa en una cita
para salir a cenar, no se imagina lanzando un hacha por la
habitación.
A menos que, aparentemente, seas Gabe.
—Pero no te estreses, incluso después de que te haya
mostrado lo que debes hacer, no estaré lejos.
Aunque eso me tranquilizó un poco, todavía no podía
sacarme de la cabeza que una de sus reglas era informar de
cualquier apéndice cortado.
—De acuerdo, empecemos. Lo primero que tienes que saber
es que estas hachas están diseñadas específicamente para lanzar.
Son más ligeras, más finas y...
—¿Sin filo?
Johnny se rio. —No están desafiladas. —Miró mis botas—.
Por eso es bueno que te hayas puesto esas.
—Eso me han dicho.
—Inteligente. Ahora, aquí es desde donde tiras. Esta línea de
aquí.
Nos acercamos al lugar, y aunque estaba a una distancia
decente del tablero, no estaba tan lejos como había esperado. 60

ELLA FRANK
—¿Crees que prefieres lanzar con una mano o con dos?
Miré a los demás... ¿lanzadores? Y parecía que el método
preferido era a dos manos. —Dos, creo.
—Muy bien. —Me entregó una de las hachas. Me quedé
mirando el objeto desconocido y negué con la cabeza—. ¿Eres
zurdo o diestro?
—Diestro.
—De acuerdo, lo que vas a hacer es rodear la base del mango
con tu mano derecha, así. Me gusta dejar mi pulgar a lo largo de
la madera como una forma de mantener ambas manos en línea.
Algo así como el golf.
Otra actividad que evité. Pero en el espíritu de tratar de ser
un buen deportista, reflejé lo que estaba haciendo, y cuando
envolvió su mano izquierda directamente sobre la derecha, hice lo
mismo.
—Eso es. Perfecto. —Se puso en posición con los dedos de
los pies tocando la línea—. Ahora vas a levantar el hacha por
encima de tu cabeza, y cuando estés listo, alinea el objetivo, lleva
las manos hacia adelante y suelta.
Así lo hizo, y el hacha giró en el aire y se clavó en la madera
en el centro del círculo rojo. No había manera de que fuera capaz
de hacer eso.
Johnny corrió hasta el final del carril y arrancó el hacha de la
madera. —Está bien, ahora te toca a ti.
Dejé escapar un suspiro y observé el objetivo, luego alineé
mis pies. Una vez que agarré con fuerza el mango, lo subí por
encima de mi cabeza y pensé en lo ridículo que debía parecer.
Respiré profundamente y la lancé hacia el final del carril.
Observé con horror silencioso cómo el hacha giraba y giraba
y luego se golpeaba contra la madera y caía al suelo con todo su
61

ELLA FRANK
estruendo. Yo era terrible en esto, y lo único que podía esperar era
que la bebida que Gabe me estaba proporcionando fuera fuerte.
—No te preocupes —dijo Johnny mientras avanzaba por el
carril para recuperar mi arma de la perdición—. Un par de intentos
más y serás un profesional.
De alguna manera, lo dudaba seriamente.

62

ELLA FRANK
CAPÍTULO Nueve
GABE

CASI ME SENTÍ MAL por dejar a Marcus allí con el instructor, pero
pensé que se sentiría menos cohibido por probar algo nuevo si yo
no estaba allí. También me dio la oportunidad de poner en marcha
la siguiente parte de la noche, y ahí fue donde aflojé a Marcus.
Cuando se me ocurrió esta idea como una cita,
inmediatamente me pareció no sólo algo que Marcus nunca haría,
sino también algo que podría ser liberador para él en cierto modo.
Era un adicto al trabajo -fue el primero en admitirlo- y yo
entendía ese impulso. En lo que respecta a mi música, yo era muy
estricto en cuanto a los horarios. Era la única manera de mantener
mi destreza y alcanzar el nivel de éxito que me esforzaba por lograr
algún día.
Pero a este lugar acudía con Ryan y mis amigos para
desahogarme, sobre todo después de los exámenes o de una
audición especialmente estresante. Aceptaban reservas para
grupos, ofrecían diferentes ofertas de bebidas cada semana y
podías lanzar un maldito hacha contra la pared. ¿Qué más se puede
pedir?
Era una gran fuente de alivio del estrés, y esperaba que fuera
lo mismo para Marcus. Ya sabes, una vez que superara el hecho
de que quería que lanzara un objeto afilado por el aire para
divertirse.
Eché un vistazo a los carriles mientras esperaba que dijeran
mi número para nuestras hamburguesas con queso y patatas
fritas, pero la zona del bar estaba demasiado lejos para espiarle
practicando sus lanzamientos. Demasiado para ver a qué tipo de
competencia me enfrentaba.
—¿Número veinticinco? 63

ELLA FRANK
Ese era yo. Me dirigí a la barra para ver una bandeja con dos
cestas que contenían la comida y una jarra de agua a un lado. Al
lado había dos vasos de plástico y mi número.
—Hola, tengo el veinticinco.
—Genial —dijo la camarera mientras me acercaba la
bandeja—. Aquí tienes tu comida, y tus bebidas saldrán en un
momento.
—Gracias. —Recogí la bandeja y ella me dedicó una sonrisa
amistosa.
—De nada. Que tengas una buena noche.
Ese era el plan.
Al acercarme a los carriles, no fue difícil ver a Marcus. Su
altura le hacía destacar entre la mayoría, pero si a eso le añadimos
el atuendo que había elegido para él esta noche, era fácil de
distinguir. Con unos vaqueros ajustados y una camiseta negra de
punto de cable que se amoldaba a sus anchos hombros, su pelo
rubio y su fuerte mandíbula me hicieron pensar en un vikingo
mientras sostenía su hacha, un vikingo que me encantaría tener
cautivo.
Llegué a nuestros carriles justo a tiempo para ver cómo la
lanzaba, y tengo que decir que me impresionó. Pasó zumbando por
el aire maravillosamente, pero tenía demasiado efecto, y cuando
el lado romo del hacha golpeó la madera, cayó al suelo.
Marcus miró por encima del hombro, obviamente tratando
de ver quién había presenciado el lanzamiento. Como no quería
sacarle de su juego, aparté la mirada, fingiendo una profunda
concentración en colocar la bandeja en la mesa sin derramar el
agua.
—Lo estás haciendo muy bien hasta ahora —oí decir al
instructor—. Tres de cinco es un comienzo fantástico. De hecho, es
64

ELLA FRANK
mejor que la mayoría. Voy a dejarte ahora, pero si me necesitas,
grita.
Marcus resopló, pero le dio las gracias, y luego el instructor
se dirigió detrás de la valla de malla para vigilar nuestro carril
desde la distancia.
Yo había tomado asiento en la mesa entre nuestros carriles,
y cuando Marcus se detuvo a mi lado, miró la bandeja y frunció el
ceño. —¿Agua? Creía que ibas a buscar comida y bebida.
Miré la jarra y luego volví a mirarlo a él. —Oye, el agua es
buena para ti.
—El agua no va a hacer que mi tiempo aquí pase más rápido.
Me reí, porque poco sabía él que las bebidas estaban en
camino.
—¡Ay! vamos. No seas así. Siéntate, come y cuéntame cómo
te fue la lección.
Marcus tomó el asiento junto al mío y alcanzó una de las
cestas. —Digamos que, si cuentas con que intente protegerte
lanzando un hacha a alguien, será mejor que corras.
Me reí, cogí una patata frita, la mojé en el kétchup y le di un
mordisco. —Bueno, espero no encontrarme nunca en esa situación.
Pero si lo hago, tomo nota.
—Sólo te estoy avisando.
—Lo cual agradezco. Pero creo que te vas a sorprender.
Cuantos más lances, mejor te irá.
Marcus me miró dubitativo mientras daba un mordisco a su
hamburguesa.
—Lo digo en serio. Y es una forma estupenda de aliviar el
estrés que has tenido últimamente.

65

ELLA FRANK
—Entonces, lo que realmente intentas decir es que me has
traído aquí para poder imaginar mi cabeza en una pared y lanzarle
un hacha.
Me tragué un bocado de hamburguesa y me reí. —No, pero
ahora que lo mencionas, eso habría sido una gran idea ayer por la
mañana.
—Ajá. Esto definitivamente se siente como una venganza.
¿Estás seguro de que no vas a lanzarme eso cuando no esté
mirando?
—Estoy seguro. Sólo quería mostrarte algo que me gusta
hacer para divertirme.
Marcus estaba a punto de responder cuando un joven con
una bandeja llena de chupitos se acercó a nuestra mesa. —
¿Número veinticinco?
—Somos nosotros —dije, y miré a Marcus mientras fruncía el
ceño al ver que el camarero colocaba la bandeja entre nosotros.
Una vez que se fue, señalé las bebidas y sonreí—. Ahora esto... es
tu venganza.
Marcus miró los diez vasos de chupito que estaba alineando
ordenadamente a lo largo de la mesa. —¿Qué es eso?
Moví las cejas. —Jäger. O más concretamente, chupitos de
Jäger. Están a mitad de precio esta noche.
Marcus me miró. —¿Así que has decidido comprar una botella
entera?
Me eché a reír ante su consternación. —No, sólo lo suficiente
para jugar un partido.
Después de otro bocado de su hamburguesa, Marcus tomó
un sorbo de agua y luego alcanzó uno de los vasos de chupito. Se
lo llevó a la nariz, lo olió y luego hizo una mueca.

66

ELLA FRANK
—Deberías ver tu cara en este momento. —Tenía cara de
asco. No es que eso fuera sorprendente. Marcus era más bien un
tipo de vino fino y licores. No de golpes bajos en un sábado por la
noche.
—Si antes estaba preocupado por mi seguridad, ahora estoy
aterrorizado.
—¿Por qué? Al menos te he dado comida para que te
empapes. —Mis labios se crisparon—. Bueno, al menos la primera
toma.
Marcus parecía querer subirse a la mesa y estrangularme o
darme un beso de muerte. Yo sabía qué opción quería. De hecho,
eso sonaba como una muy buena idea.
Me bajé del taburete y me acerqué a él, y cuando me vio
venir, ensanchó las piernas y me dejó acercarme.
—Vamos, ¿no quieres jugar conmigo? —Le pasé las palmas
de las manos por los muslos y me alegré más de la cuenta cuando
Marcus se movió en el taburete—. Lo prometiste. Lo que yo quiera,
¿recuerdas?
Sus ojos se oscurecieron al bajar a mis labios. —Lo recuerdo.
—Bien. —Le dediqué una sonrisa tortuosa y luego me incliné
junto a su oreja—. Si fallas el tiro, bebes. Si metes el tiro, no lo
haces.
Marcus se burló. —¿Cómo es eso justo? Ya lo has hecho
antes.
—Exactamente, no lo es.
Marcus negó con la cabeza mientras yo me alejaba e iba a
recoger mi hacha.
—Yo iré primero, si eso ayuda.
—No lo hace, pero como no me gusta la alternativa...
67

ELLA FRANK
Me reí y me acerqué a la línea. Observé el objetivo que tenía
delante, desenfundé el hacha con la mano derecha y la lancé por
el aire con un movimiento suave para que impactara entre los
anillos azul y negro con un satisfactorio chasquido.
No era una persona que se jactara, pero... ¿a quién quería
engañar? —¡La clavé!
Di un puñetazo al aire, y cuando me giré, Marcus entrecerró
los ojos. —Esto se va a poner feo, ¿no?
Cogí mi hacha del objetivo y le di un repaso completo
mientras me dirigía de nuevo a la mesa. —No hay nada feo en lo
que estoy viendo.
—¿En serio estás intentando ligar conmigo después de idear
este ridículo juego?
Puse mi mano en su pecho e incliné mi cara hacia él. —Sí.
Marcus bajó la cabeza hasta que nuestros labios casi se
tocaron. —Añade esto a la lista de cosas por las que te voy a hacer
pagar.
—Si todavía puedes mantenerte en pie al final de la noche.
—Me aparté de él y me acerqué a la mesa donde aún quedaban los
diez chupitos, y observé cómo Marcus ocupaba su lugar.
Alineó sus pies y luego se tomó un momento para conseguir
la posición correcta de su mano, y cuando llevó el hacha hacia atrás
por encima de su cabeza y su jersey se inclinó una fracción, mi
polla se endureció.
Mordí una de mis patatas fritas para hacer algo en lugar de
tocarme. Cuando Marcus lanzó el hacha y ésta giró en el aire,
estaba seguro de que lo tenía hasta que, con un “pum” golpeó la
madera y luego el suelo. Se dio la vuelta para mirarme fijamente.
Sin intimidarme lo más mínimo, cogí uno de los vasos de
chupito y me acerqué a él. —Cero uno. Por la escotilla, Sr. St.
68
James.

ELLA FRANK
Marcus cogió el vaso de chupito y, con los ojos clavados en
los míos, se bebió el Jäger de un solo trago.
Cuando se estremeció, resoplé. —Mmm, qué rico.
—Sigue así, Gabe...
—Créeme, no tengo ningún problema con eso ahora mismo.
Sólo espero que no lo tengas después. —Me reí mientras pasaba
junto a él para colocarme en posición. Luego miré el objetivo con
profunda concentración y lancé el hacha al centro del objetivo.
Al igual que mi primer lanzamiento, se elevó suavemente en
el aire. Pero, a diferencia de mi primer lanzamiento, golpeó la
madera y luego el suelo.
Maldije y me giré para ver a Marcus observándome, con los
brazos cruzados y una expresión de suficiencia en el rostro.
Entonces cogió uno de los vasos de chupito y lo puso delante de
él.
—Sabes, de repente este juego no parece tan malo.
—Sí, sí, sólo dame el chupito.
Se rio mientras me lo entregaba, y lo tragué rápidamente, el
sabor a regaliz era fuerte mientras se abría paso por mi garganta.
—Creo que es tu turno.
—Creo que sí.
Marcus se dirigió hacia su carril con un poco más de
confianza en su paso esta vez, pero ya veríamos cuánto duraba.
Quedaban ocho tiros, y parecía que esta noche era el juego podía
ser de cualquiera.

69

ELLA FRANK
CAPÍTULO Diez
MARCUS

ESTABA BORRACHO, no un poco borracho, sino borracho, muy


borracho, mientras me subía al asiento trasero del Uber que
acababa de parar.
Mi cabeza zumbaba, mi cuerpo se sentía suelto, y cuando
Gabe abrió la puerta del otro lado y cayó dentro del coche, una
carcajada lo abandonó mientras miraba al conductor y lograba
decir: —Lo siento.
—No hay problema —dijo el tipo mirándonos por el espejo
retrovisor, y mientras nos llevaba al apartamento de Gabe, hice
todo lo posible por parecer coherente.
En algún momento entre mi primer trago de Jäger y el
momento en que me confiscaron el hacha, me di cuenta de cuánto
tiempo había pasado desde que estaba tan borracho. Pero cuando
miré a Gabe y vi que una luz dorada brillaba alrededor de su
cabeza, me di cuenta de que estaba borracho, porque ese hombre
tan guapo no era un ángel.
A los tres lanzamientos del pequeño juego de beber que
Gabe había ideado, supe que estaba en problemas. Fallé mis tres
primeros lanzamientos, él falló uno, y si alguien me hubiera
preguntado cuántos había fallado después, no habría podido
decírselo.
Todo lo que sabía era que, al final de la noche, Gabe se había
tragado los últimos tiros en un acto de piedad, diciéndome que no
había manera de que los desperdiciara. A mí me pareció bien,
porque si hubiera tomado más, probablemente habría acabado con
el culo al aire.

70

ELLA FRANK
De nuevo, ¿quién pensó que el alcohol y las hachas eran una
idea inteligente? Definitivamente yo no. Pero ¿alcohol y un Gabe
muy sexy? Esa fue una idea fantástica.
El vestíbulo de su edificio estaba vacío cuando llegamos.
Entramos en el ascensor y me coloqué detrás de él, le rodeé la
cintura con los brazos y le besé en la nuca.
Gabe se rio y volvió a mover el culo hacia mí. —Oh, así que
eres un borracho manoseador.
—No lo sé. Dímelo tú. —Apliqué la palma de la mano sobre
su estómago y la pasé por la cremallera de sus vaqueros.
La respiración de Gabe se aceleró un poco y asintió. —Sí, sin
duda, es un manoseo.
—¿Y de quién es la culpa?
—¿De que estés borracho o de que seas un manoseador?
Me reí y enrosqué mis dedos alrededor de la tiesa polla que
podía sentir detrás del vaquero. —Las dos cosas.
—La mía —admitió sin un ápice de arrepentimiento mientras
empujaba sus caderas hacia delante—. Esa sería la mía.
—Mmmm. —Apreté y tiré de él a través de sus vaqueros—.
Recuerda eso cuando te esté volviendo jodidamente loco esta
noche.
—Oh, mierda. —La cabeza de Gabe cayó hacia atrás contra
mi hombro mientras yo abría el botón de sus vaqueros y bajaba la
cremallera, y justo cuando estaba a punto de deslizar mi mano
dentro, el ascensor llegó a nuestra planta y las puertas se abrieron.
Gabe entró en el vestíbulo, luego se giró y me dirigió una
mirada ardiente que me hizo llevarme la mano a la polla.
Joder, estaba caliente con los vaqueros desabrochados, la
camisa abierta hasta la mitad del pecho y el cabello alborotado. Me
71

ELLA FRANK
moría de ganas de tenerlo debajo de mí, o encima de mí; no era
exigente, siempre que estuviera desnudo y yo dentro de él.
—¿Vienes? —Caminó hacia atrás por el pasillo, y el
movimiento desencadenó una especie de instinto animal en mí.
Comencé a acecharlo.
—Todavía no. Pero pienso hacerlo, muy pronto.
Gabe se lamió los labios y metió una mano dentro de sus
vaqueros, y fue todo lo que pude hacer para no tropezar y caer.
Me concentré en poner un pie delante del otro.
—¿Dónde? —preguntó, y con el alcohol dando vueltas en mi
cabeza, perdí la noción de la conversación por un segundo.
—¿Dónde qué?
Se detuvo frente a su apartamento. —¿Dónde piensas
venirte?
De espaldas a la puerta, fue fácil enjaularlo. Susurré contra
sus labios: —Sobre ti.
Una sonrisa pecaminosa curvó lentamente los labios de Gabe
mientras retiraba la mano de sus vaqueros y me atraía hacia él,
luego me mordisqueó el labio inferior. —Me vas a hacer un lío, ¿eh?
Joder, sí, lo iba a hacer. Pero siguiendo con el tema de la
noche, dije: —Siempre que eso te complazca.
—Oh, eso me complacería mucho, joder. —Gabe se rio, y el
sonido fue como una mano firme acariciando mí ya excitada polla.
Cuando empezó a morderme la mandíbula, le agarré el culo y tiré
de sus caderas contra las mías.
Gabe enrolló una pierna alrededor de mi muslo exterior, y
cuando empezó a apretar su polla contra la mía, me costó todo lo
que tenía para no correrme sobre él aquí mismo, en su pasillo.
Era como una llama viva en mis brazos mientras el calor me
lamía toda la piel, y entre él y el alcohol, me estaba quemando. 72

ELLA FRANK
—Abre la puerta, Gabe.
Su cabeza cayó hacia atrás contra la madera, y cuando sus
ojos se abrieron, estaban tan oscuros como nunca antes los había
visto. Parecía que no era el único que estaba en llamas.
—Gabe...
Tragó saliva y bajó su mirada a mis labios. Pero no había
manera de que lo besara hasta que estuviéramos dentro, porque
una vez que tuviera mi boca en la suya, no pensaba parar.
—Si no abres la puerta en los próximos cinco segundos, tus
vecinos van a ver mucho más de ti.
Empujó la puerta y se giró para desbloquearla. —No me
importa que me vean. Pero a mi sí que te vean a ti. —Me agarró el
jersey y me metió dentro—. Eres todo mío.
Cerré la puerta de una patada y lo seguí directamente a su
habitación, y una vez que estuvimos detrás de su puerta cerrada,
no hubo restricciones. Mis labios estaban en los suyos, mis manos
en su culo, y mientras lo acompañaba de vuelta a la cama, ambos
tropezamos.
Gabe rio y cogió el dobladillo de mi jersey. Lo solté de mala
gana para poder liberarlo del todo. Lo arrojé al suelo, sin
importarme dónde cayera, e inmediatamente lo atraje de nuevo a
mis brazos, o al menos lo intenté. Gabe tenía otras ideas.
—Maldita sea, me encanta tu cuerpo. —Pasó sus manos por
mi pecho—. Quiero sentirlo en todo mi cuerpo. Dentro de mí. —
Entonces agachó la cabeza y hundió sus dientes en mi pecho.
El agudo escozor me hizo agarrar su cabello. Le eché la
cabeza hacia atrás. —Quieres jugar duro, ¿eh?
—Tal vez.
El calor de los ojos de Gabe era como oro líquido, mientras
me enseñaba los dientes con una sonrisa malvada. Retorcí mis 73

ELLA FRANK
dedos en su pelo para agarrarlo mejor, con la intención de traer su
boca burlona a la mía. Pero antes de que pudiera tomar sus labios
y exigir el pago, Gabe me empujó contra la puerta de su habitación
y reclamó la mía en su lugar.
Juntó nuestras bocas en un beso áspero y revuelto, luego
deslizó sus manos por mi cuerpo y me abrió los vaqueros de un
tirón. Y cuando metió las manos y rodeó mi polla, apartó su boca
de la mía y ronroneó.
Mi pecho se agitó cuando me dio una buena y larga caricia,
y luego miró hacia abajo, entre nosotros, y me inclinó la polla para
que se liberara de sus límites.
—Oh, sí, me encanta tu cuerpo.
Gruñí y empujé en su mano, luego lo jalé hacia adelante para
mordisquear su labio inferior. —Pruébalo.
Los ojos de Gabe se encendieron cuando empecé a ponerlo
de rodillas y, al bajar, me despojó de los vaqueros y los
calzoncillos.
Mi corazón latía con fuerza, mi cabeza daba vueltas y toda
mi sangre se dirigía directamente al sur. Cuando Gabe se puso
finalmente de rodillas frente a mí, la visión casi me hizo correrme.
El hombre era impresionante; no había forma de evitarlo.
Con su piel dorada y sus ojos que me mantenían cautivo, me quedé
hipnotizado mientras bajaba mis dedos por su mandíbula rala y le
acariciaba el labio inferior hasta que se abrió para mí.
—Mmm —gruñí, y deslicé el pulgar en su interior. Gabe lo
chupó con avidez y mi polla se excitó al máximo—. Quiero llenarte
la boca y ver cómo me tragas. Luego quiero hacer lo mismo con tu
cuerpo apretado y sexy.
—Siiii. —Gabe asintió, sus ojos cayendo en la gruesa erección
que se balanceaba frente a su cara.
74

ELLA FRANK
Apoyó sus manos en mis muslos para mantener el equilibrio
mientras yo rodeaba la raíz de mi pene y la dirigía a sus labios, y
entonces Gabe sacó su lengua. Oh, sí, esta noche era un nivel
totalmente nuevo de desinhibición -gracias, alcohol- mientras
deslizaba la pegajosa cabeza de mi polla por el centro de su lengua.
Los ojos encapuchados de Gabe me miraban desde abajo, y
cuando por fin me introduje en su interior, cerró sus labios
carnosos alrededor de mí y me chupó hasta el fondo.
El placer fue instantáneo, la visión erótica como el infierno,
pero no fue hasta que levantó la vista hacia mí que la necesidad
de conquistar y poseer se apoderó de mí. No podía controlarla, y
no quería hacerlo. Todo lo que quería era hacerlo mío.
Flexioné mis dedos en su cabello, tiré de mis caderas hacia
atrás, y vi como mi polla se deslizaba lentamente de su boca. Fue
hermoso, hipnótico, y me hizo sentir una emoción como nunca
antes.
—Precioso —murmuré, mientras mis caderas empezaban a
moverse por sí solas—. Estás tan jodidamente hermoso en este
instante.
Gabe metió una mano entre sus muslos mientras yo
aumentaba el ritmo, y me estremecí al ver lo que hacía. Se estaba
excitando tanto como yo.
Gruñía y gemía cada vez que yo empujaba hacia delante, y
el sonido de su placer multiplicaba por cien el mío. Mi polla estaba
resbaladiza por su boca y mi precum, y cuando por fin fue
demasiado, aparté sus labios de mí y apreté un puño alrededor de
la base de mi polla.
La respiración de Gabe se aceleraba ahora mientras me
miraba fijamente, y cuando lo solté, empujé mis vaqueros hasta
los tobillos.

75

ELLA FRANK
—Ponte de pie —dije, y me quité las botas de una patada.
Cogí su barbilla con la mano y rocé mis labios sobre los suyos—.
Dijiste que me querías dentro de ti toda la noche.
—Mmmm —dijo Gabe, mientras buscaba mi polla y la
acariciaba.
—Y tengo que darte exactamente lo que quieres.
—Ese fue el acuerdo.
—Entonces desnúdese, Sr. Romero, porque está a punto de
conseguir justo eso.

76

ELLA FRANK
CAPÍTULO Once
GABE

NO RECORDABA ningún momento en el que me hubiera sentido


tan codicioso anteriormente, pero eso no era sorprendente. Era un
milagro que incluso recordara mi propio nombre con Marcus de pie
frente a mí, desnudo y excitado.
La cabeza me zumbaba, mi cuerpo se sentía agradable y
suelto, y mientras me desabrochaba la camisa, Marcus buscó su
polla. Mis dedos vacilaron por un segundo mientras él se daba un
lento y duro tirón.
Mierda. No tenía ni idea de qué esperar de un Marcus
borracho, ¿pero esto? Esto era guau. Había empezado divertido y
coqueto, pero en el momento en que le había dado un mordisco a
ese espectacular pecho, fue como si se hubiera activado un
interruptor. O más bien como si se hubiera dado permiso. Ahora
había una intensidad que se desprendía de él en oleadas, y yo
estaba más que dispuesto a ahogarme en ella.
Me quité la camisa y la dejé caer al suelo, y luego me quité
las botas y los vaqueros. Cuando por fin estaba tan desnudo como
él, Marcus empezó a trabajar un poco más rápido.
—Una obra maestra... —dijo, en voz baja—. Eso es lo que
eres.
Me relamí los labios hinchados, echando de menos la
sensación de él en mi boca, y entonces pasó el pulgar por la gorda
cabeza de su polla y dijo: —Daté la vuelta para mí.
Me estremecí, pero obedecí de inmediato, y una vez que
estuve de cara a la cama, oí a Marcus moverse. Lo siguiente que
sentí fue un dedo dibujando un camino desde la parte superior de
mi columna vertebral, bajando entre mis omóplatos, hasta que
finalmente se detuvo en la curva de mi culo. 77

ELLA FRANK
Inspiré mientras unos cálidos labios me besaban a lo largo
del hombro, y mi habitación empezó a dar vueltas en respuesta al
alcohol y la excitación que se arremolinaban en mis venas.
—Marcus...
Me mordió y chupó el cuello, y mientras lo hacía, pasó sus
dedos por la curva de mis nalgas desnudas. Me tragué un gemido
cuando apoyó su mano en mi cadera, luego me echó hacia atrás y
colocó su erección en el valle de mi culo.
—Me muero de ganas de volver a estar dentro de ti. —Me
pasó la lengua por el lóbulo de la oreja, y un suspiro estremecedor
me abandonó cuando se acercó y tomó mi erección con la mano—
. He echado de menos estar ahí.
Gemí mientras me inclinaba hacia él, y cuando Marcus
empezó a mover su mano hacia arriba y hacia abajo, me balanceé
contra su polla rígida.
Mi respiración se aceleraba ahora mientras su mano me
hacía trabajar. Entonces me raspó el cuello con los dientes y me
mordió el omóplato, y yo empujé mis caderas hacia delante a
través de su puño.
—Joder —jadeé, y giré mi cara hacia la suya. Marcus levantó
la cabeza y yo ataqué. Golpeé mi boca contra la suya e
inmediatamente introduje mi lengua entre sus labios, y su gruñido
fue el de un animal salvaje.
Flexionó los dedos a mi alrededor, haciéndome estremecer,
mientras yo levantaba la mano y le agarraba la nuca. Luego lo
sujeté y lo besé hasta el cansancio. Fue entonces cuando mis
piernas empezaron a temblar.
Mi precum hacía que el deslizamiento hacia adelante y hacia
atrás fuera agradable y fácil ahora, aparté mis labios de los suyos
y lo miré a los ojos.
78

ELLA FRANK
—Dentro de mí —exigí, con mi pecho subiendo y bajando—.
Te quiero dentro de mí.
—¿Condones? ¿Lubricante?
—Cajón lateral.
Marcus miró a la cama y luego a mí. —Espera aquí.
—¿Esperar? ¿Pero no me quieres en la cama?
—No.
Eso fue todo lo que conseguí antes de que Marcus me dejara
ir. No es que me queje. Se veía caliente como la mierda caminando
alrededor de mi cama desnudo, ese cuerpo sexy cubierto de nada
más que el pelo fino y dorado.
Una vez que consiguió lo que buscaba, se volvió para
mirarme. Luego retiró las sábanas, tiró los objetos sobre el colchón
y apoyó dos almohadas contra el cabecero. Se metió en la cama,
se estiró de espaldas y empezó a acariciarse.
Mierda, Marcus St. James era todas las fantasías que había
tenido, y estaba desnudo y duro en mi cama.
—¿Y ahora qué? —pregunté.
—Ahora, vas a ver cómo me preparo para ti.
Oh, Dios mío. El borracho Marcus era extra-mandón, extra-
arrogante, extra jodido todo. Alcanzó el paquete de condones y lo
abrió, y yo observé con ansias cómo se enfundaba lentamente.
—Me quieres dentro de ti, y yo quiero ver cómo me tomas.
—Buscó el lubricante y abrió el tapón—. ¿Gabe? Sube aquí, ahora.
Me subí al colchón, con los ojos clavados en los suyos. Mi
polla palpitaba por la necesidad de correrme. Cuando llegué a su
lado, Marcus dejó de acariciarse y señaló su regazo.
—Ponte a horcajadas sobre mí.
79

ELLA FRANK
Claro que sí. No quería nada más. Apoyé mis manos en su
pecho y apoyé mi dura polla sobre la suya.
—Te voy a montar muy fuerte —prometí, y Marcus gruñó
mientras yo presionaba un áspero beso en sus labios apretados.
—Entonces súbete. Estoy aquí para complacerte, recuerda,
como quieras.
Mis pelotas se tensaron ante la pecaminosa promesa, y luego
me deslicé un poco por su cuerpo para colocar su polla en posición
detrás de mí. Cogió el lubricante que tenía a su lado y se echó un
poco más en la mano, luego me rodeó para acariciar mi raja de
arriba abajo. Pero yo no estaba de humor para esperar.
Empujé hacia atrás sus dedos burlones, y Marcus sonrió
mientras presionaba su dedo índice en mi culo. Ante la deliciosa
presión, me hundí sobre él, chupando su dedo.
Marcus apretó los dientes mientras lo deslizaba, y cuando lo
hizo de nuevo, dejé escapar un suave gemido.
—Quiero otro —le dije, mientras me movía sobre el dedo que
me penetraba, y cuando dos, y luego tres, empujaron dentro y
comenzaron la deliciosa tarea de estirarme, cerré los ojos y dejé
escapar un gemido.
—Jesús, Gabe.
Abrí los ojos para ver a Marcus mirándome como si estuviera
bajo una especie de hechizo -mi hechizo, y yo estaba dispuesto a
seguir tejiéndolo.
Me agaché y le chupé el labio inferior. Cuando él liberó sus
dedos para agarrarme el culo, empecé a girar mis caderas sobre
las suyas. Me apretó y separó las nalgas mientras tomaba sus
labios con los míos, y luego comencé a moverme sobre él como
una máquina bien engrasada -o lubricada…
Mi excitación le estaba haciendo un lío infernal mientras la
80
fricción entre nuestros cuerpos se intensificaba. Sabiendo que no

ELLA FRANK
iba a durar mucho más, me separé de sus labios. Puse una mano
junto a su cabeza y alcancé por detrás de mí con la otra, y entonces
posicioné la polla de Marcus en mi entrada. Con los ojos puestos
en los suyos, me puse de rodillas, me hundí lentamente sobre él y
dejé escapar un siseo de aire.
Marcus maldijo y buscó mi culo, y en el momento en que
estuvo dentro, empecé a moverme. Rodeé mi polla con una mano
y puse la otra en su pecho y comencé a girar mis caderas sobre las
suyas. Entonces Marcus se levantó de la cama.
Grité su nombre, clavé mis uñas en su piel y me masturbé
mientras Marcus empezaba a moverse debajo de mí. Pero cuando
el torrente de excitación y adrenalina se hizo más y más intenso,
me solté y caí hacia delante.
Mi collar le golpeó en la mejilla, pero no pareció importarle.
Puse una mano a cada lado de su cabeza y las utilicé como ancla.
Entonces me separó las nalgas y se abalanzó sobre mí, se semi-
incorporo de la cama y me hundió los dientes en el pecho.
Mierda, oh mierda. Había pensado que aquella primera noche
en el estudio había sido el polvo más caliente que había tenido.
Pero no, este era mucho más. El escozor de sus dientes hizo que
mi culo se apretara en torno a él, y entonces clavó sus dedos en
mis caderas y me hizo disfrutar de verdad.
Mis caderas se movían ahora a un ritmo frenético, y cada vez
que se introducía en mi interior, golpeaba justo en mi próstata,
haciendo que los dedos de mis pies se curvaran y mis ojos se
pusieran en blanco. Me agarré a la almohada bajo su cabeza y me
empujé sobre él una y otra vez, y cuando finalmente fue
demasiado, me senté y me agarré la polla.
El pecho de Marcus subía y bajaba mientras me miraba con
ojos encapuchados. Giré mis caderas y finalmente me dejé llevar.
Me hundí sobre él hasta que se alojó en lo más profundo, y
entonces empecé a masturbarme para él. 81

ELLA FRANK
Me pasé una mano por el pecho hasta el cuello mientras me
masturbaba furiosamente, y cuando mi orgasmo me golpeó,
observé con profunda satisfacción cómo me corría en un desastre
pegajoso y caliente por todo su pecho de vello dorado.
Un suspiro de felicidad salió de mis labios, pero antes de que
pudiera disfrutar de mi satisfacción, Marcus se levantó y me hizo
rodar hacia atrás. Me reí con placer cuando me hizo caer sobre el
colchón. Salió y se quitó el condón, luego puso una mano a cada
lado de mi cabeza y se metió entre mis muslos.
—Bueno, Sr. Romero, ¿le he complacido?
Sonreí mientras bajaba para pasar mis dedos por su
pegajoso estómago. —Eso sería un sí rotundo.
—Bien. —Marcus bajó sus labios hasta mi oído—. Porque
ahora es el momento de cumplir mi promesa. Es hora de hacerte
un lío.
Me estremecí, deseando nada más que su olor sobre mí. Lo
quería encima de mí, y una vez que termináramos esta primera
vez, quería despertar y hacerlo todo de nuevo.
Marcus tomó mis labios en un beso abrasador y bajó la mano
para liberarse. Enrollé una de mis piernas sobre su cadera, y
cuando me besó como si yo fuera el aire que necesitaba para
respirar, empecé a retorcerme bajo él y a volverme un poco loco.
Marcus era todo lo que siempre había deseado, y cuando se
tensó en mis brazos y se corrió sobre mí en una flagrante muestra
de posesión, me juré a mí mismo que haría todo lo posible para
que él sintiera lo mismo.

82

ELLA FRANK
CAPÍTULO Doce
MARCUS

—SABES, UNO de estos días vamos a tener que intentar esto de la


manera normal.
Abrí los ojos y me moví debajo de Gabe, que estaba
despatarrado desnudo encima de mí. En algún momento, a primera
hora de la mañana, nos habíamos dormido agotados por el uso
excesivo de nuestros cuerpos. Pero era el tipo de agotamiento con
el que te deleitabas, sabiendo que en el momento en que
recuperaras la energía, estarías esperando la próxima vez que te
sintieras así de agotado.
—¿Qué quieres decir? Creo que lo que acabamos de hacer
estuvo muy bien.
Gabe levantó la cabeza. —No el sexo, Sr. St. James. Que,
por cierto, no fue sólo bueno, fue jodidamente fenomenal. A lo que
me refería era a la estancia en la casa del otro.
Fruncí el ceño, mi cabeza aún no estaba a la altura de mis
estándares habituales. Los efectos secundarios del Jäger seguían
revoloteando por ahí, jugando con mi cerebro. —¿Qué quieres
decir?
—Como que no nos chantajeemos mutuamente para pasar
la noche juntos.
—Espera un segundo, ¿crees que te chantajeé para que te
quedaras conmigo la semana pasada?
—Bueno, ya sabes lo que quiero decir. —Se movió hacia
arriba de mi cuerpo una fracción para pellizcar mi barbilla—.
Fingiste que todo era para que yo pudiera estar a tu disposición
para hacer tu voluntad. Pero los dos sabemos que en realidad me
querías cerca para poder hacer tus diabluras conmigo. 83

ELLA FRANK
Me reí y pasé mi mano por su suave espalda. —Me parece
justo. No puedo negarlo.
—Tampoco deberías. Es el mejor chantaje que he tenido que
pagar.
—¿Y has tenido que pagar muchos...?
Se rio, y el brillo de sus ojos era tan descarado y travieso
como los hoyuelos de sus mejillas. —Nunca lo diré.
—Ajá. Está bien, así que te chantajeé con el pretexto de
obligarte a hacer lo que me diera la gana, ¿y tú?
—Te chantajeé porque podía hacerlo.
—¿Disculpa?
Gabe se movió la pulgada extra necesaria para presionar un
rápido beso en mis labios. —Sabía que si te decía que te fueras lo
habrías hecho, pero ¿por qué iba a hacerlo cuando lo único que
quería era que te quedaras? Así que la mejor manera de compensar
tus transgresiones conmigo era pasar el fin de semana haciendo lo
que yo quisiera. De ahí el chantaje.
Eso era realmente... cierto. Todo eso. Pero todavía así... —
Ha funcionado bastante bien para nosotros hasta ahora.
—Oh, no me estoy quejando. Simplemente señalando el
hecho de que tal vez deberíamos probar esto como lo hace la gente
normal.
—Mmm, no lo sé. —Nos giré a los dos hasta que Gabe estuvo
de espaldas y yo entre sus piernas—. Nunca me he esforzado por
ser normal.
—No me digas. Pero quizá la próxima vez que queramos que
la otra persona se quede, podríamos llamarla y pedírselo.
—¿Qué tal esto? Haré lo que quieras que haga, siempre que
pueda pasar tiempo contigo.
84

ELLA FRANK
Gabe tragó saliva, y la risa que había estado brotando de él
se desvaneció, hasta que sus ojos se volvieron serios y buscó mi
cara. Cuando me acercó y me dio un beso en los labios, gemí y le
dejé entrar, donde se tomó su tiempo para saborear cada parte de
mí.
—¿Seguro que nunca has hecho esto antes?
Levanté la cabeza y la expresión de mi cara debió transmitir
mi confusión.
—¿Todo esto de las relaciones? Porque parece que se te da
muy bien.
—¿Has olvidado por qué estoy aquí en tu casa este fin de
semana?
—Estás aquí porque quiero que estés aquí.
—Estoy aquí porque te hice daño, a la persona con la que
tengo una relación. Pero para responder a tu pregunta, he tenido
relaciones antes. Sin embargo, ahí terminaron. Me avergüenza
admitir que ninguno de ellos me inspiró a trabajar por algo más
que eso.
Los ojos de Gabe recorrieron mi rostro. —¿Pero yo sí?
—Tú inspiras mucho más que eso.
Una sonrisa de suficiencia cruzó los labios de Gabe, y luego
me guiñó un ojo. —Claro que sí.
Y esa era una de las razones. Había algo tan atractivo en
alguien que conocía su valor, y Gabe sabía exactamente quién era,
desde la parte superior de su preciosa cabeza hasta los dedos de
los pies.
—¿Y tú? —Le pregunté.
—¿Qué hay de mí?
—¿Has tenido muchas relaciones serias? 85

ELLA FRANK
—¿Muchas? —Gabe resopló—. Tengo veintidós años,
¿cuántos tipos crees que he tenido?
Tenía razón. Uno que me recordaba que yo había vivido al
menos dos décadas más que él.
—De acuerdo, listillo —dije. Gabe sonrió, y la expresión era
tan juguetona que era imposible no devolverla—. ¿Has tenido
alguna vez una relación seria?
—Una vez. Durante casi dos años.
Eso puso fin a mi actitud juguetona. No era estúpido, y había
sabido desde el momento en que conocí a Gabe que probablemente
había roto corazones por todo Chicago. Pero escuchar que había
tenido una relación -y una seria- hizo que mi estómago se
revolviera sobre sí mismo.
—¿Quién era?
Gabe se encogió de hombros. —Sólo un tipo. Fue hace años.
—¿Hace años? Odio tener que decírtelo, pero fuiste tú el que
acaba de señalar tu edad, así que dudo mucho que fuera hace
tantos años.
—Tenía dieciocho años. Eso fue hace años.
—No. —Negué con la cabeza—. Cuando yo tenía dieciocho
años, eso era “hace años” para ti, fueron cuatro.
Gabe se rio. —De acuerdo, tú ganas.
—Sí, lo hago. Entonces, ¿quién era? —Volví a preguntar y,
por alguna razón, tuve la clara impresión de que estaba nervioso
por decírmelo. Lo que no pude averiguar fue por qué.
—Si te cuento esto, tienes que prometerme que no me
juzgarás.
—Lo prometo.
86

ELLA FRANK
Gabe dejó escapar un suspiro. —Mi profesor de música en
Northwestern.
Ah, eso tenía sentido. Había estado viendo a alguien que no
debía. Eso no era tan sorprendente, teniendo en cuenta la atracción
de Gabe por los hombres mayores.
—En mi defensa...
—¿Te hice sentir que necesitabas una?
—Eh... —La boca de Gabe se abrió y luego se cerró mientras
dos manchas de color florecían en sus mejillas—. No, pero la
mayoría de la gente tiene una opinión al respecto. ¿No crees que
es raro?
—¿Que estuvieras saliendo con tu profesor?
—Bueno, sí.
—Puedo ver cómo podría haber un conflicto de intereses,
pero aparte de eso, no realmente. Eres un alma vieja, Gabe. Tienes
una confianza que la gente tarda años en ganar, y un sentido de
autoestima que nunca he encontrado. Tu sabiduría está muy por
encima de tus años, así que no, no me sorprende en absoluto que
busques una pareja que sepa apreciar eso.
Los ojos de Gabe brillaron mientras buscaba mi cuello. —Ya
no estoy buscando.
—Más vale que no lo estés.
—Te lo aseguro.
—Bien. ¿Y qué pasó con el profesor?
Gabe rodeó con sus piernas la parte posterior de mis muslos
y me tiró hacia abajo para que mi cara estuviera a sólo unos
centímetros de la suya. —Me di cuenta de que era demasiado joven
para mí. —Lo miré como si se hubiera vuelto loco, y Gabe se rio—
. ¿Qué? Tú preguntaste.
87

ELLA FRANK
—¿Acaso quiero saber su edad?
—Probablemente no. Sólo sé que eres mayor que él, así que
eso no será un problema aquí.
Fruncí el ceño. —Nunca me he sentido tan insultado y
halagado al mismo tiempo.
—Qué puedo decir, me gusta mantenerte alerta.
—Te gusta causar problemas.
Gabe se arqueó hacia mí, y la sensación de su cuerpo
rozando el mío fue como el cielo.
—Creo que puedes tener razón.
—Estoy cien por cien en lo cierto.
—¿Para mí? —Gabe asintió—. Tienes toda la razón.
—Coqueto. —Incapaz de resistirme a él por más tiempo,
tomé su boca en un beso diseñado para excitar, y mientras caíamos
en los brazos del otro en las primeras horas de la mañana, Gabe
me mostró una vez más todas las formas en que los dos éramos
adecuados el uno para el otro.

88

ELLA FRANK
CAPÍTULO Trece
MARCUS
—LA PLATAFORMA SIGUE EXPULSANDO aproximadamente
trescientos mil galones de petróleo en el golfo cada día, y Piton no
tiene ni idea de lo rápido que puedan taparlo. Es horrible. El daño
que está causando a la vida marina y a las aguas que lo rodean es
catastrófico, por no hablar del alcance que está teniendo a
kilómetros de distancia. Es uno de los peores desastres que he
visto.
Era miércoles por la mañana, y Alexander Thorne, mi
presentador y periodista número uno, acababa de regresar de
Texas a última hora de la noche. Las noticias con las que había
vuelto no eran nada buenas.
Sin embargo, no era tan inesperado. Sólo era cuestión de
tiempo que una de esas plataformas petrolíferas se jodiera y
amenazara todo lo que le rodeaba. Y no sólo había causado daños
irreparables en el océano, sino que la explosión que desencadenó
todos estos acontecimientos se había cobrado la vida de nueve
hombres.
—¿Qué opinas al respecto? ¿Está Piton siendo sincero, o
sospechas que hay algo más que un simple accidente?
—Quiero creerlos. Me parece abominable pensar que, a
sabiendas, pondrían en uso equipos defectuosos. Pero al mismo
tiempo, no puedo creer que esa cosa siga arrojando todo ese
petróleo al golfo. ¿Cómo es que no tienen un plan o una solución
preparada para detener semejante catástrofe?
—De acuerdo. Mantenme al tanto de cualquier novedad. Si
sale a la luz algo nefasto, quiero que seamos los primeros en
saberlo. Más aún, te quiero a ti en ello. Así que prepárate para ir
allí en cualquier momento. ¿Entendido?
Alexander asintió. —Entendido. 89

ELLA FRANK
—Bien. ¿Hay algo más?
—No, eso es todo. —Alexander se puso en pie, a punto de
irse, pero en el último segundo se detuvo—. Se me olvidó
preguntar con todo lo que está pasando. ¿Cómo te fue en Nueva
York? ¿Tengo que empezar a trabajar con Sean para cambiar de
ciudad?
Me senté de nuevo en mi asiento y arrojé mi bolígrafo sobre
el escritorio. —¿Te has levantado y te has mudado de Chicago? ¿No
acabáis de comprar una casa?
—Lo hicimos. Pero también se puede vender.
—¿Para seguirme a través del país? Sean podría tener una
idea equivocada.
—Para trabajar para ti a través del país. Sé quién es el mejor
de los mejores. Si te vas, ¿quién sabe con quién me quedaré y
cómo será esa dinámica? Nos ha costado un acosador y estar cerca
de la muerte para finalmente poder soportar la compañía del otro.
No se equivocaba en eso. Antes del roce con la muerte de
Alexander, siempre había mantenido a todos en el trabajo a una
buena distancia. Eso hacía que todo fuera más fácil. Pero cuando
su vida había estado en peligro y tuve que ver cómo luchaba contra
eso de primera mano, había llegado a respetarlo y a preocuparme
por él no sólo como compañero de trabajo, sino como amigo.
—Todavía no tengo noticias de ellos, y sinceramente no sé
cómo me siento en Nueva York.
—¿Porque estás saliendo con alguien?
Arqueé una ceja y Alexander me dirigió su famosa sonrisa.
—Deja de ser un cotilla o te pondré en el programa de la mañana.
Alexander se rio, pero se dio la vuelta para marcharse y,
mientras lo hacía, exclamó: —Un hombre por encima de Nueva
York, ¿eh? Debe de ser algo especial —antes de que la puerta se
90
cerrara tras él.

ELLA FRANK
Miré mi móvil sobre el escritorio, pensé en la llamada que
había recibido en la cama esta mañana, y no pude evitar desear
que la llamada de atención hubiera sido en persona. Sí, Gabe se
estaba convirtiendo en algo especial. De hecho, se estaba
convirtiendo en algo tan especial que me resultaba difícil pensar en
otra cosa que no fuera él.
Hubo un ligero golpe en la puerta de mi despacho y Carmen
asomó la cabeza dentro. —¿Tienes un segundo?
—Por supuesto, pasa.
Entró con mi agenda bajo el brazo, y yo saqué mi calendario,
sabiendo que si estaba aquí era porque tenía que hacer algunos
arreglos.
Carmen tomó asiento y abrió la carpeta de cuero negro.
—El Sr. Kincaid quiere concertar una cita con esta semana,
pero después de haber movido todo por lo de Nueva York, estás
muy ocupado. ¿Debería programarla para la semana que viene?
Howard Kincaid era el productor ejecutivo de las noticias de
la noche, y tenía la sensación de que estaba a punto de exigir un
aumento de sueldo. Nunca pedía un cara a cara conmigo a menos
que se tratara de dinero, pero desde que recibió uno hace seis
meses, Gloria había decidido que esta vez era un pase para él. Algo
que claramente deseaba discutir más a fondo. Era comprensible,
pero esencialmente estaba fuera de mis manos.
—No, no, no quiero hacerlo esperar. Vamos a programarlo
como la última cita de la semana. No creo que se alargue
demasiado.
—Lo tienes.
—Además, ¿podrías programar una llamada con Oliver
Pritchard para la próxima semana? Su asistente personal, Sharon,
está esperando tu llamada.
91
—Por supuesto.

ELLA FRANK
—Muy bien. Eso es todo. Gracias, Carmen.
—De nada.
Mientras salía de mi despacho, abrí mi correo electrónico
para ver que habían llegado varios durante mi reunión con
Alexander. Uno de ellos era de Giles Vanderhall. Me había
preguntado cuándo tendría noticias suyas y, fiel a su estilo, no
había perdido el tiempo. No había pasado ni una semana y ya me
decía cómo creía que había ido nuestra pequeña reunión.
Yo estaba de acuerdo. Le gustaba, le gustaba al consejo y
quería una respuesta en las próximas semanas. Estaba siendo
agresivo, presionando para conseguir lo que quería antes de que
yo tuviera la oportunidad de buscar en otra parte. Eso era bastante
habitual en este sector y no solía molestarme, pero ahora me
irritaba.
No iba a tomar una decisión apresurada cuando se trataba
de esto. Todavía tenía que hablar con Oliver en Los Ángeles, y
desde luego no iba a tomar ninguna decisión antes de hablar con
Gloria, así que Giles podía esperar. Estaba intentando la venta
dura, pero yo quería ver todas mis opciones antes de tomar una
decisión. Se trataba de mi futuro, de mi vida y, por primera vez,
había otras cosas que tenía en cuenta: Gabe.
Mentiría si dijera que este último fin de semana no había
cambiado mi perspectiva sobre esta próxima negociación. Antes de
Gabe, solía fijarme en las cosas habituales cuando contemplaba un
nuevo puesto: el salario, la duración del contrato y los retos que
representaría el nuevo trabajo. Pero ahora me encontraba
pensando en una serie de circunstancias totalmente nuevas, que
giraban en torno a cierto bello violonchelista, y no estaba seguro
de qué hacer con eso todavía.
Si me sentaba a pensar en ello durante demasiado tiempo,
el hecho de estar examinando esto con tanta intensidad podría
empezar a preocuparme. No tenía experiencia en este tipo de 92

ELLA FRANK
cosas. Era el primero en admitirlo. ¿Era normal querer cambiar
toda tu forma de pensar porque de repente te consumía otra? Me
sentí como un adolescente atrapado por mi primer
enamoramiento, y en cierto modo me gustó.
Me levanté y me dirigí a las ventanas, y mientras miraba el
lago, pensé en llamar a Abby. Ella era la experta en todo lo
relacionado con el romance, y sabía que se divertiría con mi
confusión. Pero lo único que no me confundía era que, por primera
vez en mi vida, estaba contando las horas de cada uno de mis días
de trabajo. Tanto es así que me encontré deseando que pasaran
hasta la próxima vez que pudiera ver a Gabe, y eso lo decía todo.
Aquí había un hombre con el que quería pasar tiempo, un
hombre al que quería conocer, y nadie iba a empujarme a tomar
una decisión que cambiara mi vida hasta que supiera exactamente
qué era lo que quería, y por una vez, mi trabajo no era el único
factor.

93

ELLA FRANK
CAPÍTULO Catorce
GABE

DIOS TENÍA HAMBRE. Ya había pasado mi hora de comer y se


estaban acercando las dos, y Logan, el señor Madison y el señor
Priestley llevaban desde las once en una reunión con un cliente.
La reunión no debería haber durado más de una hora como
mucho, y sólo podía empezar a imaginarme lo impresionado que
estaba Logan, ya que a la mitad de la misma había salido para
pedirme que llamara y cancelara una cita para comer con Tate.
Sin embargo, seguro que tenía que terminar pronto, ¿no?
Miré el reloj de mi ordenador y me pregunté si debería pedir algo.
Tal vez podría pedir una pizza a domicilio, o un bocadillo. Mmm, un
bocadillo de albóndigas. Eso suena muy bien ahora.
Abrí el menú de uno de mis sitios favoritos y, justo cuando
estaba a punto de pedir, vi a un hombre con unos pantalones
ajustados a rayas blancas y negras, sujetos por unos tirantes sobre
una blusa violeta, caminando -no, más bien pavoneándose- por el
pasillo con dos enormes bolsas térmicas de comida en las manos.
Era un tipo alto y delgado con una cara llena de ángulos
llamativos, y cuando se acercó a mi mesa, sus ojos se
entrecerraron mientras me echaban un vistazo no tan sutil.
—Bueno, definitivamente no eres Sherry.
Algo en su tono y actitud me hizo sonreír. Dejó las dos bolsas
a sus pies y me examinó como si se tratara de una nueva especie
que acaba de encontrar.
—No, no lo soy, —dije, y me puse de pie para saludarlo—.
Soy Gabe, el nuevo asistente personal del Sr. Mitchell.
Volví a mirar las bolsas, me fijé en la palabra JULIEN cosida
en una de ellas, y me di cuenta de que este tipo debía estar 94

ELLA FRANK
repartiendo el almuerzo. Ah, así que Logan debe haber sentido mi
propio dolor después de todo, y decidió pedir para todos. ¿Pero
JULIEN? Eso era comida de lujo.
—¿Su nuevo asistente personal? —El hombre se burló y
luego se rio un poco más fuerte—. ¿Y sabe Tate que alguien tan
guapo como tú se sienta aquí todo el día y recibe órdenes de su
marido?
—Eh... —Pillado completamente desprevenido por el hecho
de que este repartidor conociera tanto a Logan como a Tate, me
tambaleé, tratando de encontrar mis palabras.
—¿Qué estoy diciendo? Por supuesto que no lo sabe. Es
imposible que deje que alguien con una cara como la tuya esté a
disposición de Logan, día tras día.
De acuerdo, algo no tenía sentido aquí. Pero antes de que
pudiera cuestionarlo más, el hombre caminó alrededor de mi
escritorio y ladeó la cabeza, estudiándome aún más de cerca.
—¿Cuántos años tienes?
—¿Perdón? —¿Quién demonios era este tipo? Mi suposición
original no encajaba con los comentarios excesivamente familiares
que estaba haciendo, y además parecía sorprendentemente a
gusto mientras posaba su culo en la esquina de mi escritorio y se
daba golpecitos en sus brillantes labios, como si estuviera
reflexionando sobre su propia pregunta.
—Voy a decir veinticinco.
—Veintidós —dije, y se le escapó una risita.
—Oh, sí, seguro que Tate odia esta situación. Me pregunto
por qué no me lo ha mencionado.
¿Mencionado a él? ¿Por qué iba a hacerlo? —Lo siento, pero
¿quién es usted?

95

ELLA FRANK
Miró por encima de su hombro hacia la sala de conferencias
con paredes de cristal, y cuando yo hice lo mismo, me di cuenta
de que el señor Priestley -el más estoico de los socios- nos miraba
a los dos.
El hombre de mi mesa hizo un gesto coqueto en su dirección,
y cuando esa boca habitualmente seria se movió, mi mandíbula
casi se cae al suelo. No fue hasta ese momento que me di cuenta
de que el Sr. Priestley y Marcus tenían caras de póquer muy
similares hasta que se acercaba alguien que les importaba.
Así que eso debe significar que era…
—Soy Robbie Thornton-Priestley, el esposo de Priestley.
Su esposo. Guau. Ni siquiera sabía que estaba casado, y
mucho menos con un hombre. Bueno, eso era genial.
—Uno de ellos, de todos modos —dijo Robbie,
despreocupado.
—Uno de qué, ¿perdón? —Me estaba costando seguir el
ritmo.
—Uno de sus esposos. —Robbie se bajó de mi escritorio,
recogió una de las bolsas y la señaló con un gesto—. El almuerzo
fue enviado con cariño por nuestro otro esposo.
Completamente confundido ahora, fruncí el ceño mientras
Robbie abría la bolsa, buscaba en su interior y sacaba un recipiente
de plástico de lo que parecía... ¿sopa?
—Hay una sopa de mariscos con toda esta deliciosa crema
espesa y mariscos y vino y especias. Mmm. Y luego éste —sacó un
segundo recipiente—Soupe à l'... Mierda, nunca puedo decirlo bien.
Soupe à l'oignon, básicamente sopa de cebolla francesa. Pero Jules
pone este pedazo de pan horneado crujiente encima y luego derrite
queso Gruyere sobre él, y déjame decirte que es jodidamente
divino, amigo mío. Jodidamente divino.
96

ELLA FRANK
Sonaba apetitoso, pero todavía no tenía ni idea de qué
demonios estaba pasando. —Todo esto suena maravilloso, pero
¿debo saber por qué está aquí?
Robbie agitó una mano en el aire y se encogió de hombros.
—Probablemente no. Conociendo a Logan, se ha quedado dormido
en alguna parte de la reunión y no se ha molestado en decírtelo.
Pero Priest, me envió un mensaje de texto y dijo que las cosas se
estaban retrasando hasta el almuerzo, así que Jules vino al rescate
y les envió a todos vosotros algunas sopas y panes. Y créeme,
nadie hace sopas o panes como Jules.
—Oh, de acuerdo. Tiene sentido. —Y, de cualquier manera,
la comida olía increíble.
—Mmm —dijo Robbie, mirando a su alrededor—. ¿Dónde
crees que deberíamos instalar esto?
Normalmente sugeriría la sala de conferencias, pero ya que
se estaba utilizando, miré a través de las paredes de cristal de la
oficina de Logan hacia el gran balcón justo al lado. Me había dicho
que podía almorzar allí en cualquier momento, y había una mesa y
varias sillas allí, junto con dos tumbonas al aire libre.
—¿Qué te parece el balcón? Hace un día precioso, y apuesto
a que después de esta reunión, a los chicos les encantaría un poco
de aire fresco.
—Eso o la oportunidad de saltar desde el borde. —Robbie se
rio y me pasó una de las bolsas. Atravesamos la oficina y salimos
al balcón, y la sensación del sol en mi cara fue increíble.
—Esto es perfecto —dijo Robbie mientras empezaba a
destapar la comida—. Así que, nunca lo dijiste. —Me miró a través
de la mesa—. ¿Sabe Tate que eres el nuevo asistente de Logan?
Sonreí, y cuando movió las cejas, no pude evitar reírme. Me
gustaba Robbie -era claramente un creador de travesuras, y
ciertamente podía apreciar eso.
97

ELLA FRANK
—¿Por qué tengo la sensación de que quieres que diga que
no?
—Porque eso sería un delicioso secreto para mantener sobre
la cabeza de Logan. Tate es muy protector, es comprensible.
Quiero decir, ¿has visto a tu jefe?
—Lo he hecho, sí. Pero también he visto y conocido a Tate,
y es encantador.
—¿Encantador? —Robbie trinó, claramente encantado—.
¿Quieres decir que no se puso rudo y gruñón y trató de advertirte?
—Eh, no. ¿Debería haberlo hecho?
Robbie frunció los labios por un segundo. —Mmm. No lo sé.
¿Alguna vez has coqueteado con Logan?
Sacudí la cabeza. —No.
—¿Por qué no? ¿Hay algo malo en ti?
—No. Es mi jefe.
—Entonces —Robbie me miró como si fuera de otro planeta
y luego se encogió de hombros—. Bueno, probablemente por eso
te salvaste de la versión gruñona de mi jefe. Actúa de forma dulce
y mimosa, pero intentas interponerte entre él y Logan, y zas...
—Espera, ¿Tate es tu jefe?
—Él y Logan. Soy el gerente de The Popped Cherry.
—Oh, de acuerdo. —Este era un grupo muy unido. El Sr.
Priestley trabajaba aquí, y su marido -o, aparentemente, uno de
ellos- trabajaba con Tate... Maldita sea, necesitaba una especie de
árbol genealógico dibujado.
—Lo sé, lo sé, todo suena muy complicado, pero realmente
no lo es. Pronto lo entenderás. Pero eso no significa que no vaya a
echar mierda a Logan por contratar a una cara tan bonita. Si fueras
98

ELLA FRANK
el nuevo asistente de Priest, no me impresionaría. Sin ánimo de
ofender.
Sonreí y cerré la cremallera de la bolsa ahora vacía. —No me
ofendo. Sólo estoy feliz de que Logan se haya arriesgado conmigo.
—Sí, bueno, puede que cambies de opinión cuando lo
conozcas.
Estaba a punto de responder cuando mi teléfono empezó a
zumbar en mi bolsillo. Miré la pantalla, y cuando me di cuenta de
quién llamaba, me quedé helado. No puede ser.
—¿Puedes... darme un segundo? —Levanté el teléfono.
Robbie me dirigió una sonrisa amistosa. —Claro que sí. Ya
hemos terminado aquí.
—Gracias. —Asentí y me dirigí de nuevo al interior, y cuando
la puerta se cerró tras de mí, pulsé aceptar y me llevé el teléfono
a la oreja—. ¿Hola?
—Hola. ¿Es Gabriel?
Me esforcé por mantener mi excitación en un nivel neutro,
pero no sólo reconocí el número que acababa de llamar, sino
también la voz al otro lado. Era Stefan Vogt, el director musical y
director de la Orquesta Sinfónica de Chicago.
—Así es. Hola, Stefan.
—Hola. ¿Tienes un minuto?
Me dirigí a mi escritorio y comprobé que la reunión seguía
teniendo lugar. No había ninguna señal de que hubiera terminado.
—Sí, lo tengo. ¿En qué puedo ayudarle?
—Me preguntaba si le gustaría entrar y tener una charla
conmigo sobre la posibilidad de unirse a la CSO para nuestro
próximo programa de esta temporada.

99

ELLA FRANK
Dios mío, ¿hablaba en serio? Por supuesto que quería entrar
y hablar con él.
—Me encantaría. Sí, yo... —Hice una pausa y traté de
recomponerme mientras mi mente empezaba a idear un millón de
escenarios en los que todos mis sueños se hacían por fin realidad
y volvía a estar en el escenario—. Eso sería increíble. ¿Cuándo
necesita que me pase?
—Eso depende. ¿Cuándo estás libre?
—Trabajo de lunes a viernes, pero generalmente salgo de la
oficina a las cinco y media.
—Mmm. ¿Por qué no lo hacemos? ¿Qué tal si quedamos el
sábado por la mañana? Estaré en el Orchestra Hall hasta el
mediodía. ¿Recuerdas dónde está mi oficina?
—Sí, lo recuerdo.
—Bien. Podemos concertar la cita para, digamos, las diez.
Fue todo lo que pude hacer para no gritarle al oído: Claro
que sí. En lugar de eso, hice todo lo posible por mantener la
compostura. —Eso sería maravilloso.
—Fantástico. Lo estoy deseando. Te veré el sábado, Gabriel.
—Nos vemos entonces.
Cuando la llamada terminó, me quedé de pie en mi escritorio
durante un segundo en estado de shock. ¿Acaba de suceder
realmente? ¿Stefan Vogt realmente me llamó para una reunión?
Estaba tan emocionado que apenas podía pensar, pero lo que
sí sabía era que no podía esperar a contárselo a Marcus. Abrí mis
mensajes. ¿Estás ahí?
Cuando me respondió ni un segundo después, me apresuré
a contestarle: Tengo una noticia increíble que contarte.
¿Puedo verte esta noche?
100

ELLA FRANK
Observé cómo aparecían los tres puntos en mi pantalla, y
luego sonreí ante su respuesta: Por supuesto. ¿Por qué no
vienes a mi casa? Trae una bolsa. O mejor aún, enviaré a
Franklin y podrás hacer la maleta para el fin de semana.
Es miércoles.
Haz la maleta para un LARGO fin de semana.
Me reí ante la sugerencia, y recordé nuestra discusión sobre
cómo deberíamos intentar planear un fin de semana de forma
normal y no chantajeando al otro. Míranos. Habíamos llegado tan
lejos.
Trato hecho. Estaré listo a las siete.
Franklin estará allí. No puedo esperar a verte.
Mi estómago dio un pequeño vuelco. Yo también. Tres días
desde que te vi se sienten como una eternidad.
Lo es en el esquema de nuestra relación.
Ver “nuestra relación” de Marcus en mi pantalla hizo que mi
estúpido corazón se alegrara tanto que casi se me sale del pecho.
Y tomé una captura de pantalla, sólo para poder mirarla más tarde.
O tal vez dibujar un xoxo sobre ella como un adolescente
enamorado.
Nos vemos esta noche, Gabe.
Nos vemos entonces.
Por el rabillo del ojo vi que Logan se ponía en pie y, al abrir
la puerta de la sala de conferencias para que todos salieran, me
miró y puso los ojos en blanco.
Me mordí una carcajada y guardé mi teléfono en el cajón, y
mientras los clientes pasaban para irse, los saludé y les deseé un
buen día.

101

ELLA FRANK
—Jesús, por fin. —Logan se detuvo junto a mi escritorio y
suspiró mientras se pasaba una mano por el cabello—. Pensé que
nunca dejaría de hablar.
—Tú eres de los que hablan— dijo el señor Madison.
—Sí, pero nunca hablo durante la hora del almuerzo de otro
hombre. Eso es de mala educación. —Logan miró por encima de
mi hombro hacia su balcón y entrecerró los ojos—. ¿Es Robbie el
que está ahí fuera?
Asentí y miré al señor Priestley, que me miraba con atención,
y tuve la clara impresión de que estaba esperando a ver si tenía
una opinión sobre su marido, o sobre él, o sobre lo que
aparentemente era un matrimonio muy poco convencional. Pero no
tenía nada de qué preocuparse.
—Sí, trajo el almuerzo.
—Le dije que viera si Julien podía enviar algo —dijo el Sr.
Priestley—. Pensé que sería una buena oportunidad para probar
algunos platos para el próximo evento.
Logan gimió y se frotó el estómago. —Priest, eres un
salvavidas. En realidad, Julien lo es. Vamos a comer antes de que
me desmaye de hambre.
—O que te deleites aún más con ella —murmuró el señor
Madison.
—Sí, sí, lo que sea. Vamos, Gabe, estás a punto de
experimentar lo mejor que has tenido en tu boca.
Priest se rio mientras Logan se detenía en seco. Entonces mi
jefe me sonrió. —Bueno, en cuanto a la comida, al menos.
—Oh, por el amor de Dios, y tú dijiste que el señor Larken
no se callaba —se quejó el señor Madison mientras empujaba a su
hermano en el brazo—. Pensé que tenías hambre.
—La tengo, la tengo. 102

ELLA FRANK
—Entonces muévete.
Sonreí y seguí a los tres hombres fuera, emocionado por
probar la famosa comida de Julien Thornton, y no pude evitar
pensar que mi día estaba resultando jodidamente bueno. No podía
esperar a ver cómo me iba la noche.

103

ELLA FRANK
CAPÍTULO Quince
MARCUS

UN POCO después de las siete, el sonido del timbre me hizo


levantar la vista del portátil y ponerme en pie. Gabe me había dicho
que era muy puntual, y parecía que había estado listo a las siete
en punto, porque el viaje hasta aquí habría durado diez minutos
como máximo.
Cerré el ordenador y me dirigí a la puerta principal para
saludarlo. Pero cuando la abrí, me encontré cara a cara con un
enorme estuche negro de violonchelo. Por lo que pude ver, estaba
atado a la espalda de Gabe, y cuando oyó que se abría la puerta,
se dio la vuelta y mostró esa sonrisa rompecorazones mostrando
sus hoyuelos, me guiñó un ojo y, cuando cogí las dos bolsas que
tenía en las manos, se inclinó para besarme en los labios.
—Buenas noches, señor St. James.
Sonreí y sentí que una sensación de paz me invadía
mientras me enderezaba y miraba su hermoso rostro.
—Hola.
Me hice a un lado, abriendo la puerta para él, y mientras
pasaba vi a Franklin de pie en la acera observándonos a los dos, y
lo saludé con la mano. Me saludó con la cabeza, y podría jurar que
vi un atisbo de sonrisa en sus labios antes de que desapareciera
dentro del Escalade.
—Veo que Franklin te encontró sin problemas.
—Lo hizo, sí. Tengo que decir que creo que le gusto.
—Creo lo mismo.
—¿De verdad? 104

ELLA FRANK
—Sí, de verdad. —Cerré la puerta principal y caminé en
círculo alrededor de Gabe—. ¿Cómo llevas esa cosa? Es casi tan
grande como tú.
—Oh, ¿esto? —Señaló el estuche.
—Sí. Eso.
Gabe se rio. —Sinceramente, me olvido de que está ahí. Y
realmente no pesa tanto. Seis kilos, más o menos.
Negué con la cabeza. —Parece incómodo.
—Lo era al principio. Solía chocar con la gente y las cosas
todo el tiempo, y no me hagas hablar del transporte público. —
Hizo una mueca—. Espero que no te importe que lo haya traído
conmigo. He vuelto a mis prácticas diarias y no puedo permitirme
el lujo de parar.
—Por supuesto que no me importa. Puedes tocar aquí cuando
quieras. Puedo instalarte en la biblioteca.
—¿Tienes una biblioteca? Qué estoy diciendo, por supuesto
que tienes una biblioteca. Sería perfecto.
Estaba a punto de mostrarle el camino, pero antes de
hacerlo, dije: —Dijiste que tenías noticias.
Gabe guiñó un ojo. —Dije que tenía noticias increíbles.
Muéstrame dónde poner esto y luego te lo diré.
—¿Vas a mantenerme en suspenso?
—Sólo un poco más.
—Mmm, de acuerdo. —Le conduje por la escalera principal y
por el pasillo en dirección contraria a los dormitorios, al ala este
donde había una sala bellamente restaurada y llena de estanterías
y cachivaches. Había una chimenea con una chaise longue7 de

7
Asiento mullido , alargado y normalmente sin brazos , que permite estirar las piernas , en ocasiones diseñado
como extensión lateral de un sofá. 105

ELLA FRANK
lectura en un lado, y un hermoso ventanal que daba al patio en el
opuesto.
—Marcus, esta habitación es impresionante.
—Estoy de acuerdo. —Dejé sus maletas junto a la puerta y
me acerqué a la ventana—. No paso suficiente tiempo aquí.
—Es una verdadera lástima —dijo Gabe mientras descorría
una de las ventanas y la empujaba para abrirla—. Es una locura
que estemos en medio de la ciudad y apenas se oiga un ruido.
—Lo sé. Es la forma en que diseñaron el paisaje. Los muros
y los árboles ayudan a silenciar el bullicio del exterior.
—Y hacen que parezca un jardín secreto.
Miré las luces colgadas en las ramas del arce. —Supongo que
sí. ¿Es un buen lugar para instalarse?
—¿Estás bromeando? Ya viste con lo que trabajaba en casa.
En comparación, esto es... —Hizo una pausa y miró alrededor de
la habitación que se había llenado de arte y literatura, y una
consola estéreo restaurada que albergaba todos mis viejos LPs—.
Es más, de lo que podría haber pedido.
—Bien. —Saqué mis llaves del bolsillo, saqué una del llavero
y se la entregué—. Entonces es tuyo para que lo configures como
necesites y lo uses cuando quieras.
— Eh. —Gabe miró la llave y luego volvió a mirarme a mí—.
¿Es una llave de tu casa?
—Lo es.
—¿Y sólo... me la estás entregando?
—Te la estoy entregando a ti. —Puse la palma de mi mano
sobre la suya y lo acerqué—. Confío en ti. Sólo Dios sabe por qué
cuando tienes tendencia a decir mentiras...

106

ELLA FRANK
—Oye, sólo dije una.
—Pero de todos modos confío en ti. Ven aquí cuando quieras.
Es tuyo.
Gabe se rio. —Suenas como la Bestia.
Fruncí el ceño cuando Gabe se quitó por fin el estuche del
violonchelo de la espalda.
—No me digas que nunca has visto o leído La Bella y la
Bestia. ¿Cómo puedes tener una biblioteca como esta y no conocer
esa historia?
—La conozco. Recuerdo que Abby lo leyó de niña, pero no
los detalles.
—Bueno, aquí tienes un detalle: cuando la Bestia rapta a
Bella, intenta ganarse su afecto regalándole su biblioteca. En
realidad, si hubiera hecho esto la primera vez que me convocaste
aquí, habría sido muy apropiado.
—¿Estás tratando de decir que actué como una bestia
contigo?
—No. Pero hemos llegado a la decisión de que me
chantajeaste para estar aquí.
Entrecerré los ojos. —Esta vez no lo hice.
—No, hoy he venido por voluntad propia, y si tienes suerte,
también lo haré esta noche.
Me reí y señalé sus bolsas. —Voy a ponerlas en mi habitación
por si quieres preparar esto y empezar a practicar.
—Oh, está bien. Practicaré más tarde. Pero dame un segundo
para sacarlo de su estuche y nos vemos en las escaleras.
Me incliné para apretar un suave beso en sus labios. —No
tardes. Quiero escuchar esta increíble noticia tuya.
—Lo prometo. 107

ELLA FRANK
Le dejé solo para que preparara las cosas y, fiel a su palabra,
no me hizo esperar mucho. Cuando salí de mi habitación, le vi
caminando por el pasillo, y con sus vaqueros y su camiseta, parecía
relajado y en casa.
—¿Lo tienes todo cómo quieres?
Gabe puso sus manos en mi pecho y las deslizó por detrás
de mi cuello. —Todo excepto esto.
Sin el chelo, pude rodearle con mis brazos. Pasé mi lengua
por sus labios y probé cada parte de su boca que podía alcanzar, y
cuando gimió y se frotó contra mí, su cuerpo apretado y delgado
se sintió como el cielo.
—Mmm, así está mejor. —Gabe me mordió el labio inferior y
luego me dejó ir, y pensé que probablemente debería haberme
preocupado por lo mucho más hogareña que se sentía mi casa
ahora que él estaba de vuelta en ella. Pero decidí no analizarlo
demasiado.
—Ven conmigo. —Le cogí de la mano y lo llevé a la cocina—
. ¿Ya has comido?
—Sí, he comido.
—Algo más sustancioso que el ramen, espero.
—He tomado una comida ligera, sin grasa y estaba deliciosa,
muchas gracias.
Lo dudaba mucho, pero al menos era algo. —¿Quieres una
bebida?
—En realidad, ¿tienes algo de vino ahí? Si no lo tienes,
podemos...
Me di la vuelta con una botella de blanco abierta en la mano.
—¿Servirá esto?
Gabe se inclinó para leer la etiqueta. —¿Es dulce o seco?
108

ELLA FRANK
—Es dulce.
—Entonces es perfecto.
—Coge dos vasos y vamos a sentarnos en el patio. Alguien
me dijo una vez que no hago eso lo suficiente.
—Parece un hombre sabio.
—Muy sabio, de hecho.
Gabe cogió los vasos y me siguió fuera. Mientras me
acomodaba en el sofá y servía el vino, se escabulló hacia el otro
cojín y cruzó las piernas para quedar frente a mí.
Coloqué la botella en la mesa auxiliar y me giré para mirarlo.
Sus ojos dorados brillaban. Estaba muy emocionado por lo que
fuera que tenía que contarme.
—¿Y bien? No me hagas esperar más. ¿Qué noticias tienes
hoy?
Gabe dio un largo trago a su vino y luego se lamió los labios.
—Hoy he recibido una llamada de Stefan Vogt.
Ese nombre me resultaba familiar. No podía saber de dónde.
Pero a juzgar por la mirada de Gabe, era algo bueno. —¿Y quién
es Stefan Vogt?
Gabe respiró profundamente y luego lo soltó lentamente,
como si tratara de guardar su emoción. —Es el director de música
y de la Orquesta Sinfónica de Chicago.
Eso era emocionante. —¿Te ha llamado?
Gabe asintió con entusiasmo. —Sí. —Tomó otro trago de su
vino. Estaba nervioso, y era bonito. Nunca había visto esta faceta
suya.
Le quité la copa y la dejé en la mesa junto a la botella. —
¿Qué quería?
Una sonrisa de satisfacción se dibujó en sus labios. —A mí. 109

ELLA FRANK
Me reí. —Ah, ¿sí?
—Bueno, creo que sí. Quiere que vaya a una charla el sábado
por la mañana.
—¿Una charla?
—Sí. Eso suele ser algo bueno, ¿no?
—Yo creo que sí. No veo cómo podría ser malo.
—Eso es exactamente lo que estaba pensando. Y el hecho de
que llamara después de verme aquella noche que fuimos a la
sinfónica... —Gabe se puso en pie de un salto—. ¡Ah! Estoy muy
emocionado. ¿Y si me ha visto y quiere que vuelva a tocar? Pero
también estoy nervioso, porque ¿qué pasa si me vio y quiere
decirme que nunca seré lo suficientemente bueno para tocar de
nuevo?
Me puse de pie y lo agarré de los brazos, tranquilizándolo. —
Si te llama por lo que escuchó cuando tocaste para mí, es imposible
que te diga que no eres lo suficientemente bueno.
Gabe parpadeó, y la expresión soñadora de sus ojos hizo que
mi corazón se acelerara.
—¿De verdad lo crees?
Rocé mis labios sobre los suyos. —Lo sé.
Gabe tomó mi cara entre sus manos y me besó un poco más
fuerte. —No podía esperar a decírtelo.
—Me alegro de que lo hicieras. Me alegro mucho por ti.
—Gracias.
—¿Quieres que te lleve el sábado?
—¿No te importa?
—Por supuesto que no. Me encantaría estar allí.
110

ELLA FRANK
Los ojos de Gabe brillaron mientras asentía. —Entonces me
encantaría.
—Considéralo hecho.
Gabe me pasó los dedos por la nuca y por el cabello, luego
sus ojos se abrieron de par en par y se tensó en mis brazos. —Oh,
Dios mío.
—¿Qué?
—Tengo que llamar a mis padres. No puedo creer que lo haya
olvidado. Se van a poner muy contentos.
—Estoy seguro de que lo estarán. Ve a buscar tu teléfono,
llámalos y luego vuelve aquí. Cogeré algo para picar y nos
acabaremos esta botella para celebrarlo.
—Eso suena como el cielo.
Gabe corrió hacia las puertas francesas y abrió una de un
tirón, pero en el último segundo se detuvo y volvió a mirarme. —
Me alegro tanto de tenerte para compartir esto esta noche.
—Yo también.
Me dirigió una sonrisa y desapareció dentro de la casa, y lo
único que pude pensar fue: Vuelve rápido.

111

ELLA FRANK
CAPÍTULO Dieciséis
GABE

—EL DESAYUNO ESTÁ LISTO. —La voz de Marcus subió por las
escaleras hasta su dormitorio, donde me estaba dando la última
mirada.
Era el sábado por la mañana -probablemente el más
importante de mi vida- y me esforzaba por mantener la calma,
relajarme y no enloquecer, lo cual era más fácil de decir que de
hacer cuando pensaba en lo que estaba en juego hoy.
Después de mi accidente, a menudo me había preguntado
cuánto tiempo pasaría antes de que volviera a tocar como parte de
un conjunto. La música podía ser una pasión tan solitaria, pero yo
era una persona social de corazón. Disfrutaba creando con los
demás, así que la sinfonica me había parecido la opción perfecta,
una vocación que no podía ignorar, y que me la arrebataran antes
de tener la oportunidad de experimentarla, fue un golpe sin
precedentes.
Miré mi reflejo en el espejo y me recordé a mí mismo que
podía hacerlo. Stefan Vogt no había llamado a nadie, me había
llamado a mí, y había una razón para ello. Hoy iba a descubrir cuál
era.
—¿Gabe?
Miré por el espejo para ver a Marcus de pie en la puerta.
—¿Estás bien?
Asentí. Marcus se acercó a mí y me rodeó la cintura con sus
brazos. Me recosté en él y cerré los ojos.
—¿Nervioso?
—¿Pensarás menos de mí si digo que sí? 112

ELLA FRANK
—No. Pensaría que eres humano.
Abrí los ojos y Marcus me dio un beso en la sien.
—Lo vas a hacer muy bien. Pero es comprensible que estés
nervioso. Esto es algo por lo que has trabajado mucho. Algo que
te han quitado y que ahora tienes la oportunidad de recuperar. Me
sorprendería más que no estuvieras nervioso.
Aspiré una bocanada de aire y luego la solté de golpe. —
Tienes razón, los nervios son buenos. Significa que te importa.
—Sí, así es. Eres apasionado. Quieres esto. No hay nada de
malo en estar nervioso por lo que va a pasar.
Me giré en sus brazos, y al mirar su hermoso rostro, los
nervios se calmaron un poco. —Gracias por llevarme hoy.
—De ninguna manera te dejaría ir solo. Además, esperar
aquí todo el día me volvería loco.
Me reí. —¿No tienes trabajo que hacer?
—Siempre tengo trabajo que hacer. Pero de repente
descubro que hay razones para programar descansos en eso.
Razones importantes.
Me puse de puntillas y le rodeé el cuello con los brazos. —
¿Cómo yo?
Marcus asintió y me besó suavemente. —Como tú.
Sabía lo importante que era el trabajo de Marcus para él, así
que me dijera que estaba sacando tiempo para mí, para nosotros,
hizo que mi corazón se volviera un poco loco.
—Ahora tienes que venir a comer algo. Evitará que tu
estómago intente hacer un agujero en sí mismo.
—¿Conoces bien la sensación?
—He lidiado con mi cuota de nervios a lo largo de los años.
113

ELLA FRANK
—¿Ah sí? —Lo solté de mala gana y le cogí de la mano
mientras me llevaba fuera de la habitación—. Háblame de uno de
ellos.
Cuando llegamos a la planta baja y nos dirigimos a la cocina,
Marcus me apretó la mano. —Bueno, hubo un día en que envié a
un equipo de periodistas a una prisión de máxima seguridad para
entrevistar a un asesino en serie.
Mis pies se detuvieron y tuve que levantar la mandíbula del
suelo. —¿En serio?
—Era una exclusiva. Por fin iba a dar la ubicación de donde
había enterrado los cuerpos, pero sólo a los medios de
comunicación.
—Eso parece una locura, y muy peligroso.
—Eran ambas cosas, lo que lo hacía increíblemente...
—Destroza los nervios. —Negué con la cabeza—. Nunca
entenderé cómo van a entrevistar a la gente de esa manera. ¿No
tenían miedo?
—Cada segundo hasta que volvíamos a casa. —Tiró de mi
mano—. Se necesita una cierta raza.
—Sí, del tipo loco.
Cuando entramos en la cocina, vi dos vasos de zumo de
naranja y dos platos apilados con huevos, tocino y tostadas.
—¿Esperamos compañía esta mañana?
Marcus arqueó una ceja y señaló uno de los platos. —No
estaba seguro de cuánta hambre tendrías.
Tomé asiento y cogí un tenedor. —Sólo estoy jugando. Tiene
una pinta estupenda, todo ello.
—Bien. ¿Quieres algún tipo de salsa?
—¿Tienes salsa picante? 114

ELLA FRANK
—Tengo.
—Me encantaría un poco de eso, por favor.
Marcus cogió el frasco del refrigerador y observó con el ceño
fruncido cómo embadurnaba los huevos con ella.
—¿Quieres unos huevos con esa salsa?
—Lo sé, lo sé, es una mala costumbre. Pero me encanta.
—Es bueno saberlo. Me abasteceré.
Me metí un poco de comida en la boca y, antes de darme
cuenta, me había zampado todo el maldito plato; parecía que tenía
hambre después de todo. Marcus recogió los platos y miró el reloj
de la pared.
—¿Estás listo para irnos?
No. —Sí.
—De acuerdo. Déjame ir a por el coche y nos vemos en la
puerta. —Mientras Marcus sacaba un juego de llaves de un cuenco
que había en el banco, me di cuenta de lo que acababa de decir.
—Espera un momento, tú vas a por el auto.
—Sí.
—¿Dónde está Franklin?
Los labios de Marcus se movieron. —Tiene el fin de semana
libre.
—Entonces... ¿vas a conducir?
—No tienes que sonar tan alarmado. Sé conducir.
—Estoy seguro de que lo haces. Sólo que nunca te he visto
hacerlo.

115

ELLA FRANK
—Bueno, a pesar de lo que pareces pensar, puedo hacer
cosas por mi cuenta. Conducir es una de ellas. Franklin sólo ha
estado conmigo desde que empecé en ENN.
Sonreí. —Me imaginé que te lo habían regalado el día que
naciste o algo así.
—Veo que ahora has sustituido tu energía nerviosa por el
sarcasmo.
—Sí, parece que encaja mejor.
—En eso estoy de acuerdo. Nos vemos en la puerta en cinco
minutos.
Me senté y lo vi salir, admirando su paso largo y seguro
mientras sus piernas se comían el suelo de baldosas. Cuando
desapareció a la vuelta de la esquina, mi teléfono sonó en mi
bolsillo.
Saqué el móvil y vi un mensaje de mi madre.
Buena suerte hoy, cariño, estaremos pensando en ti.
Sabía que lo harían. Estaban tan emocionados y nerviosos
como yo. Todos sabíamos lo que esto podía significar para mi
carrera, y después de hoy tendría una mejor idea de lo que podía
esperar de mi futuro.
Le envié un rápido agradecimiento y le prometí que la
llamaría después, y luego me dirigí a encontrarme con Marcus. Era
el momento de poner en marcha este espectáculo y, al final del
día, esperaba tener una idea más clara de qué camino tomaría
finalmente.

116

ELLA FRANK
STEFAN VOGT era uno de los más distinguidos directores de
orquesta de nuestro tiempo. Tenía cerca de cuarenta años de
experiencia en el sector y había estado al frente de algunas de las
orquestas más impresionantes del mundo.
De Nápoles a Londres, de París a Nueva York, Vogt era un
nombre reconocido en todo el mundo de la música, y un hombre al
que respetaba mucho. Tenía una pasión por la música y la
enseñanza que beneficiaba a jóvenes promesas como yo, y la idea
de tener la oportunidad de volver a tocar en una orquesta dirigida
por él era todo lo que podía esperar. Por eso me tomé un momento
para recomponerme antes de llamar a la puerta de su despacho.
Eran casi las diez, y Marcus me había dejado en la puerta
mientras iba a estacionar el auto. Intenté calmar mis manos
temblorosas.
Sé tú mismo, me repetí una y otra vez en mi cabeza, luego
levanté la mano y llamé.
—Adelante.
Cerré los ojos, tomé aire, lo solté y cogí el pomo. Cuando
empujé la puerta, Stefan se levantó de detrás de su escritorio.
—Gabriel, me alegro de que hayas podido venir hoy.
—Estoy encantado de estar aquí. —Esa era la pura verdad.
Stefan me señaló el asiento de enfrente y lo tomé rápidamente.
A sus sesenta y pocos años, Stefan seguía siendo un hombre
atractivo en el sentido de músico artístico. Tenía el cabello largo y
oscuro, con mechas plateadas y ondulado en capas por detrás de
las orejas hasta los hombros. Sus ojos eran oscuros, su expresión
siempre seria, pero cuando levantaba la batuta y empezaba la
música, siempre me parecía que se transformaba en un ser
superior.
—Me alegro mucho de oírlo, porque lo que te oí hacer en ese
escenario la semana pasada me da muchas esperanzas. 117

ELLA FRANK
—¿Lo escuchaste? —Mi corazón se aceleró mientras estaba
sentado enviando todas las oraciones conocidas por el hombre, y
apreté las manos sobre mis muslos en un esfuerzo por evitar que
temblaran.
—Lo hice, y como siempre que se trata de ti, me impresionó.
Así que hablemos. Quiero saber más sobre lo que pasa con esa
mano tuya, y luego podemos partir de ahí.
Oh, Dios mío. Este era el momento. Mi momento para
finalmente poner mi pie en la puerta. Sólo tenía que demostrar que
estaba listo, probar que todavía era lo suficientemente bueno.
En otras palabras, era la hora del espectáculo.

118

ELLA FRANK
CAPÍTULO Diecisiete
MARCUS

ESTABA NERVIOSO. No recordaba la última vez que había estado


nervioso.
Estaba sentado en el vestíbulo de la Sala de la Sinfónica,
nervioso por Gabe, aunque no tenía ninguna razón para estarlo.
Pero sabiendo lo mucho que esta reunión significaba para él, era
difícil no sentir algún tipo de ansiedad por lo que se estaba diciendo
a puerta cerrada.
Durante muchos años, yo había sido la persona con la que
los demás se ponían nerviosos al sentarse. Había tenido el control
de su destino, ya fuera bueno o malo. Pero hoy no tenía ningún
control sobre lo que ocurría. No tenía ningún poder cuando se
trataba de hacer realidad los sueños de Gabe, y esa clase de
impotencia me ponía inquieto.
Miré mi teléfono y vi que había pasado casi una hora desde
que Gabe fue a reunirse con el tal Stefan Vogt, y había pasado
parte de ese tiempo buscando al tipo.
“Realizado” parecía un eufemismo cuando se trataba de
Vogt. Podía ver por qué era tan importante para Gabe aprender
bajo la dirección de semejante talento. Vogt no sólo había dirigido
la Orquesta Filarmónica de Londres y había sido director musical
del Teatro alla Scala de Milán durante más de una década, sino que
también había sido nombrado caballero por la Reina y el Papa le
había concedido un título honorífico.
Había ganado tantos premios en tantos países que era
imposible no quedarse boquiabierto, y pensar que Gabe estaba
ahora sentado en una habitación con él debido a su propio
talento... Bueno, eso era asombroso.
119

ELLA FRANK
Me puse en pie y empecé a pasear de un lado a otro, la
expectación aumentaba con cada minuto que pasaba. Entonces
Gabe salió de detrás de unas puertas y mi corazón empezó a latir
con fuerza.
Echó un vistazo al vestíbulo y, cuando sus ojos se fijaron en
los míos, una brillante sonrisa se dibujó en sus labios y el nudo de
mi estómago finalmente se deshizo.
Me resultaba difícil creer que lo que acababa de ocurrir
pudiera ser otra cosa que una buena noticia. Atravesé el vestíbulo
y Gabe me echó los brazos al cuello y me abrazó con fuerza.
—He vuelto, cariño —me dijo junto a la oreja, y luego me dio
un beso en la sien antes de reírse alegremente.
—¿Así que estás dentro? ¿Tenías razón?
—Es decir, quiere verme tocar de nuevo antes de que sea
oficial, pero me pidió que viniera a hacer una audición para el
programa de verano.
—Eso es fantástico. —Rodeé su cintura con mis brazos. Su
alegría era demasiado para resistir, y lo abracé aún más fuerte—.
Sabía que él querría que volvieras.
Gabe volvió a reírse y me miró con ojos brillantes. —Palabras
que apuesto a que nunca pensaste que te alegrarías de decir.
—Si fuera en relación con algo más que la música, estaría de
acuerdo.
—Sólo me quiere por mi música, lo juro.
—No le culpo, y quiero saber todo lo que ha dicho. ¿Qué te
parece si vamos a tomar un café?
—Mmm, mientras haya crema batida y mucho azúcar, digo...
vamos.
—Hace un buen día. ¿Te apetece pasear por el Jardín del Sur?
Allí hay un pequeño café. 120

ELLA FRANK
Gabe asintió. —Eso suena perfecto. Me encantan los
jardines.
Nos dirigimos al Instituto de Arte y buscamos un café, luego
encontramos un asiento bajo uno de los algarrobos que daban a la
plaza central y sus fuentes. Llevaba años viniendo aquí, y con su
aire neoclásico y modernista, el Jardín Sur era uno de mis lugares
favoritos de toda la ciudad.
—De acuerdo —dije mientras Gabe se acomodaba a mi
lado—. Cuéntame todo. ¿Qué ha dicho ese tal Stefan Vogt?
—Bueno, teníamos razón. Me vio la noche que fuimos a la
sinfonica.
—Eso tiene sentido.
Gabe asintió y tomó un sorbo de su café. —Había estado
hablando con alguien fuera del escenario y me vio tocar para ti, y
cuando decidió el programa establecido para la temporada de este
verano, se dio cuenta de que había una plaza extra de violonchelo
que había que cubrir.
—Es una gran noticia.
—Lo es. Es más, de lo que podía esperar, y definitivamente
mucho antes.
—Obviamente cree que estás preparado.
—Para una temporada —dijo Gabe—. Creo que me está
probando. Quiere ver cómo manejo este programa, y luego tal vez
-si tengo suerte- me ofrecerá algo más permanente.
—Así que por ahora es un trabajo de verano con el potencial
de más.
—Exactamente. Cada programa tiene un número específico
de músicos necesarios para él. Algunos necesitan más y otros
menos. Este verano se necesita un violonchelista más, y por suerte
121

ELLA FRANK
todas las actuaciones son por la noche y los fines de semana, así
que...
—No debería interferir con tu nuevo trabajo.
—Claro. —Gabe frunció el ceño y tomó otro sorbo de su café.
—¿Qué pasa?
—Nada.
Estiré la mano y toqué la línea de su frente. —Entonces, ¿de
qué se trata?
—Estaba pensando si debía decírselo a Logan o no. Me
encanta trabajar allí y no quiero que piense que no estoy centrado
al cien por cien. —Gabe ladeó la cabeza y miró hacia mí—. ¿Te
gustaría saberlo?
—Me gustaría saber...
—Si Carmen consiguiera un segundo trabajo. ¿Te gustaría
saberlo?
—Depende, realmente. Si fuera un trabajo que no interfiriera
de ninguna manera con el trabajo que ella hace para mí, entonces
realmente no es de mi incumbencia. Pero si ella estuviera
planeando irse eventualmente para hacer ese trabajo más
permanente, al menos me gustaría saber lo que tiene en mente.
—En otras palabras, crees que debería decírselo a Logan.
—Creo que deberías ser sincero con él, sí. Tú mismo has
dicho que este programa es como un trabajo temporal, así que creo
que la mejor manera de hacerlo sería hacerle saber que la música
es tu pasión y que un día esperas volver a ella a tiempo completo.
Así, si ocurre y cuando ocurra, no lo tomará desprevenido.
Gabe dejó escapar un suave suspiro, y yo cogí su mano y la
apreté.

122

ELLA FRANK
—Pero no te preocupes por eso ahora. Disfruta de este
momento. Llevas meses esperándolo.
—Tienes razón. —Gabe giró su mano y entrelazó nuestros
dedos—. Esto ha tardado mucho en llegar. Si te soy sincero, había
una pequeña parte de mí que nunca pensó que pasaría.
—Es comprensible, pero sucedió, y eso es porque naciste
para hacer esto. Es obvio en cuanto alguien te oye tocar.
Gabe parpadeó, y una pizca de tristeza entró en sus ojos. —
No habrías dicho eso hace un par de meses. Ni siquiera me habrías
reconocido. Yo era un desastre. Estaba tan deprimido porque
pensaba que mi carrera musical y mis sueños habían terminado.
Que había arruinado toda mi vida en un movimiento estúpido.
Una lágrima cayó por la mejilla de Gabe y yo estiré la mano
para apartarla. —Pero hoy has descubierto que no es así.
—Hoy he descubierto que no lo hice.
Tomé su barbilla entre mis dedos y me incliné para besarlo.
—Estoy muy feliz por ti, y orgulloso.
—Gracias. —Los labios de Gabe se curvaron contra los míos—
. Piensa que por fin podrás verme -y saber que soy yo- en el
escenario.
Ya había pensado en eso. —No puedo esperar.
—Yo tampoco. —Cerró los ojos y apoyó su frente en la mía—
. Pero primero tengo que volver mañana y tocar para Stefan.
—¿Estás preocupado?
Gabe se apartó y me dedicó una de las sonrisas más
arrogantes que jamás había visto. —De ninguna manera. Eso es
algo que nunca me preocupa. Ese asiento es mío para perderlo, y
odio perder.
Algo que había aprendido la primera noche que nos
conocimos, cuando Gabe se empeñó en ganarse mi atención. 123

ELLA FRANK
—De acuerdo, tengo que llamar a mi madre. —Gabe se puso
en pie y colocó su taza en la jardinera de hormigón que había junto
a nosotros—. Prometí que lo haría después de la reunión. No te
importa, ¿verdad?
—Por supuesto que no. Estará nerviosa esperando saber
cómo ha ido todo. No puedo imaginar cómo se sentirá esta
mañana.
—¿Estabas nervioso?
—Ya te lo dije antes, soy capaz de sentir.
—Lo sé. Es sólo que... normalmente estás tan seguro de
todo.
—Bueno, no había nada que pudiera hacer para asegurarme
de que salieras feliz de esa reunión, así que me puse...
—Nervioso.
—Sí.
Gabe se movió entre mis piernas y luego pasó sus dedos por
mi cabello. —Eso es lo más dulce que me han dicho nunca.
—Es la verdad.
—Lo que lo hace mucho más dulce. De acuerdo, voy a llamar
a mi madre y vuelvo enseguida.
Observé cómo Gabe se alejaba, abriéndose paso por el lado
de la fuente mientras se llevaba el teléfono a la oreja. No podía
imaginarme la emoción y el alivio que sentía por lo que Vogt le
había dicho esta mañana. Llevaba tanto tiempo esperando esto,
sin saber si alguna vez tendría la oportunidad de volver a hacerlo,
y ahora tenía esa oportunidad. No podía pensar en nadie más
merecedor.
Entre su talento y dedicación, estaba claro que Gabe sería
una valiosa adición a la sinfónica, y como titular de un abono, me
emocionaba saber que se uniría a la orquesta. 124

ELLA FRANK
Una risa bulliciosa me llamó la atención, y miré a Gabe que
pisaba la grava mientras hablaba por teléfono. Me tomé un
momento para disfrutar de su felicidad. Estaba radiante. Su sonrisa
soleada, sus ojos risueños y la forma animada en que le contaba a
su madre lo que había sucedido. Un sentimiento cálido me recorrió
las venas. No podía recordar la última vez que me había sentido
tan relajado, y en esta mañana de sábado, lo estaba.
Gabe me miró y, con el teléfono aún en la oreja, se dirigió
hacia mí.
—No estoy seguro. Déjame ver y te llamo luego. ¿Está bien?
—Gabe sonrió y asintió—. Yo también te quiero. Adiós. —Colgó y
se guardó el teléfono en el bolsillo, y luego recogió su café y se
volvió a sentar.
—¿Está contenta?
—Eso podría ser el mayor eufemismo del año. Me sorprende
que no la hayas oído.
Me reí y negué con la cabeza. —No lo hice. Pero me lo
imagino. Debe estar encantada.
—Se podría decir que sí. En realidad... —Sonrió
descaradamente—. Me preguntó si me gustaría ir allí esta noche y
celebrarlo.
—¿Lo preguntó ahora?
—Lo hizo, y me preguntaba si te gustaría venir conmigo.
—¿A casa de tus padres?
—Sí.
La invitación me pilló tan desprevenido que me quedé
momentáneamente perplejo.
—Puedes decir que no si quieres —añadió Gabe.
—Yo... no es eso. Me has pillado por sorpresa, eso es todo. 125

ELLA FRANK
—Bueno, no tienes que preocuparte. Que te invite no tiene
que significar nada más que traer a un amigo a casa para que
celebre conmigo mi buena noticia.
Aunque su invitación me había sorprendido, este significado
alternativo no me gustó nada.
¿Un amigo? No lo creo. —¿Es eso todo lo que realmente
significo para ti?
Gabe se puso serio y negó con la cabeza. —No.
—¿Entonces por qué lo dices?
—No quiero que te sientas presionado.
Sonreí y le cogí la mano. —¿No lo sabes ya? Me encanta la
presión. Es parte de la descripción de mi trabajo.
El rubor de placer que floreció en las mejillas de Gabe fue
suficiente para hacer desaparecer cualquier recelo. Me incliné hacia
él y lo besé en los labios.
—¿A qué hora nos esperan?
—A las seis.
—Es perfecto. Puedes practicar mientras yo termino de
trabajar. —Me puse de pie y tomé su mano—. Tengo que admitir
que tengo ganas de conocer a la gente que te ha criado.
Gabe se burló. —¿Así puedes preguntarles de dónde he
sacado mis malos hábitos?
—No. —Me llevé su mano a los labios y la besé—. Para poder
felicitarles por un trabajo bien hecho.

126

ELLA FRANK
CAPÍTULO Dieciocho
GABE

POR SEGUNDA VEZ hoy, Marcus había optado por llevarnos a


nuestro destino, y esta noche era la casa de mis padres.
Como todavía estaba muy emocionado por la noticia que
había recibido antes, no me había parado a pensar por qué era tan
importante para mí que Marcus aceptara venir a cenar esta noche.
Cuando hice la invitación, me convencí de que era porque quería
celebrarlo y quería que estuviera allí. Pero en el fondo de mi mente,
sabía que había mucho más que eso.
Nunca había llevado a un hombre a casa para conocer a mis
padres. Eran las personas más importantes de mi mundo, y la idea
de presentar a alguien que podría no estar dentro de un mes no
me parecía correcto.
Pero estaba claro que había desechado esa regla, porque en
el momento en que mi madre me preguntó si quería venir a
celebrarlo con una cena, lo primero que salió de mi boca fue:
¿Puedo llevar a alguien?
Decir que estaba emocionado no cubría todo el espectro de
su respuesta. De hecho, no estaba seguro de qué le hacía más
ilusión: este nuevo trabajo de verano o que yo llevara a casa a un
hombre por primera vez, y qué hombre era.
Miré a Marcus detrás del volante del Escalade y me maravillé
por el hecho de que estuviera aquí esta noche conmigo. Ni en mis
sueños más locos habría imaginado que aquí acabaríamos aquella
primera noche que nos conocimos.
No me malinterpreten, aquí era donde quería que terminaran
las cosas. Pero todos los indicios me decían que eso era una
quimera, una fantasía que nunca ocurriría.
127

ELLA FRANK
Gracias a Dios, nunca había dejado que la palabra “nunca”
me detuviera, porque mira dónde estaba ahora. O, lo que es más
importante, mira con quién estaba.
Marcus se había vestido de manera informal esta noche.
Bueno, su versión de informal: no había ni una pizca de tela
vaquera a la vista. Pero yo estaba de acuerdo con eso, porque
había optado por un par de pantalones negros que le quedaban tan
bien que me iba a costar mantener la mirada por encima de su
cintura. Pero lo que realmente lo hacía parecer por encima de todos
los demás era la camisa azul marino ajustada que había dejado sin
terminar de abrochar. Se había subido las mangas hasta los
antebrazos y había dejado desabrochados los dos botones
superiores, y el color de la camisa hacía que sus ojos azules fueran
aún más llamativos de lo habitual.
Si a eso le añadimos su espeso cabello dorado y esa barba
tan bien recortada, era algo digno de verse -no, era mío para verlo,
y pensaba mirarlo toda la noche.
—Tienes una expresión muy presumida en la cara. —Marcus
detuvo el coche en un semáforo en rojo y me miró—. ¿En qué estás
pensando?
—Nada apropiado ni útil, teniendo en cuenta que nos vas a
llevar a casa de mis padres.
La ceja de Marcus se alzó, y eso no me ayudó a frenar el
deseo que zumbaba por mis venas.
—Deja de mirarme así.
Sus labios tiraron de la esquina y me dieron ganas de
inclinarme y besarlos. —No te estoy mirando así.
—Estás mirando, y punto, y eso no ayuda a mi situación.
—¿Tu... situación?
Le dirigí una mirada interrogativa, y cuando los ojos de
128
Marcus bajaron a mis vaqueros, no pude quedarme quieto. Me

ELLA FRANK
agaché y presioné el talón de la palma de la mano contra mi
inoportuna erección.
—¿Y en qué estabas pensando para ponerte en esa situación?
—Bueno, no voy a hablar de ello porque entonces la situación
no desaparecerá.
Marcus se rio. —De acuerdo. Entonces qué tal si me lo
cuentas de camino a casa esta noche, y cuando lleguemos allí, haré
todo lo posible para... manejar la situación.
—¿Hablas en serio en este momento?
—Sí. Hablo muy en serio. Me encantaría manejar tu
situación.
Cuando sus labios se movieron, le di un empujón en el brazo.
—Basta. Esto no es divertido.
Se echó a reír de verdad. —Lo es, y muy halagador.
—Dios mío. —Me llevé las manos a la cara y conté desde
cien. De ninguna manera iba a entrar en la casa de mi madre con
una erección.
Cinco minutos más tarde, estábamos delante de la entrada
de la casa de mi infancia. Era una casa unifamiliar de ladrillos rojos
que inmediatamente me hizo recordar todo lo bueno de haber
crecido aquí.
Buffalo Grove estaba a unos cuarenta minutos de la ciudad
en coche, pero la mayor parte de los días los había pasado
montando en bicicleta por el barrio y yendo al parque local y al cine
con los amigos. No tenía más que grandes recuerdos en esta casa,
y esta noche esperaba crear otro.
—Aquí es.
Marcus miró por el parabrisas el garaje para un coche y los
setos perfectamente recortados que bordeaban el camino de
entrada, y luego se volvió hacia mí. —Me gusta. Es muy acogedor. 129

ELLA FRANK
—Creo que sí.
—Realmente lo es. Yo crecí en un apartamento, así que
siempre tuve envidia de los niños con patios traseros y con árboles
para trepar.
Miré por encima del hombro de Marcus hacia el gran roble
del patio delantero. —Si quieres, puedes subir a nuestro árbol
después de cenar.
Sonrió y empujó la puerta para abrirla. —Creo que
sobreviviré. No estoy realmente vestido para la ocasión. Pero
gracias por la oferta.
—Si cambias de opinión, avísame.
Salí del todoterreno y, cuando Marcus me tendió la mano, mi
estómago dio un vuelco. No estaba seguro de si él quería ser tan
obvio con nuestra relación como yo. Pero si iba a acompañarme
hasta la puerta de mis padres de la mano, lo dejaría.
Cuando pasamos junto a las ventanas abiertas del salón, el
delicioso olor de la cocina de mi madre salió para burlarse de
nosotros.
—Guau —Marcus olfateó el aire—. Sea lo que sea, quiero un
poco.
Me reí mientras llamaba a la puerta principal. —Pedí algunos
favoritos esta noche, así que mamá está cocinando una montaña.
—Favoritos, ¿eh?
—Mmmm, y como soy hijo único, me mima mucho.
—Es bueno ver que nunca te aprovechas de eso.
Sonreí. —No lo hago. Bueno, al menos no a menudo. No es
mi culpa que mis padres me mimen.
—En realidad, eso explica mucho. La confianza, la naturaleza
persistente... 130

ELLA FRANK
Puse los ojos en blanco. —Eso no es cierto. Tú posees esas
dos cualidades, y tienes a Abby.
—Así es. Pero ¿no fuiste tú quien asumió que era hijo único
cuando nos conocimos?
Abrí la boca para refutar eso, pero me salvó el timbre cuando
la puerta principal se abrió de un tirón y mi madre nos dirigió su
cálida y acogedora sonrisa.
—Gabriel, mi hermoso niño. ¿Cómo estás, cariño?
—Estoy muy bien, mamá. Y tú, ¿cómo estás?
—Muy bien. Tu padre y yo estamos muy felices de escuchar
tus noticias. Estamos muy orgullosos de ti8.
—Gracias mamá. —La abracé y le besé la mejilla, luego me
giré para ver a Marcus mirándonos y me di cuenta de que
probablemente no entendía ni una sola palabra de lo que se decía.
Ups.
—Mamá, él es Marcus —dije en inglés, y ella lo captó
enseguida, asintiendo—. Él es mi... —Miré a Marcus, decidí qué
demonios, y dije exactamente lo que había estado pensando desde
que le dije a Ryan que estábamos saliendo—...novio.
Mamá se volvió hacia Marcus, que estaba medio sonriente, y
le dio un abrazo, que él devolvió.
—Es un placer conocerte, Marcus. Soy Daniela. Me emocioné
cuando Gabe dijo que iba a traer a alguien a casa.
—Gracias por invitarme. Me alegró que me invitaran. Pero
tengo que decir que, después de oler tu cocina de camino a la
puerta principal, creo que la mejor palabra es honor. Me siento
honrado de haber sido invitado a tu mesa esta noche.

8
131
Escritos textualmente como aparecen en el escrito original.

ELLA FRANK
Mamá me miró y luego hizo un gesto con el pulgar. —El me
gusta mucho para ti.
A mí también, y mientras entraba en la casa, dijo por encima
del hombro: —Tu padre está en la cocina. Vamos.
Mientras caminábamos por la casa, Marcus me susurró al
oído: —¿Novio? Creo que ya soy un poco mayor para que me
consideren un chico o algo así.
Me encogí de hombros. —Salimos juntos. Nos besamos. Nos
acostamos. Novio tiene sentido para mi madre. Y es como pienso
en ti en mi cabeza, así que acostúmbrate, Sr. St. James.
—Eh. Bueno, mientras eso signifique que sólo sales, te besas
y te acuestas conmigo, entonces me encantaría ser tu novio.
Me reí cuando entramos en la cocina, donde mi padre estaba
sentado en nuestra pequeña mesa de comedor.
—Hola, papá.
—Gabriel. —Se puso de pie y me atrajo en un cálido abrazo—
. Así que Vogt por fin te ha llamado, ¿verdad? Sabía que lo haría.
—No lo sabías. —Me reí.
—Lo hice. ¿No te lo dije, Daniela? Vogt llamaría a nuestro
hijo y le rogaría que volviera algún día.
Mamá asintió mientras revolvía la olla en el fuego. —Sí lo
dijo.
—Está bien, lo creo. Pero antes de que te emociones
demasiado, no me suplicó exactamente. Me ofreció la oportunidad
de hacer una audición mañana.
—¿Audición? —Papá frunció el ceño—. ¿Por qué necesitas
hacer una audición? Todos sabemos que eres brillante.

132

ELLA FRANK
Papá pareció darse cuenta de que había alguien más en la
habitación con nosotros, y me soltó para acercarse a Marcus.
Extendió la mano y Marcus la estrechó.
—Soy Santiago, y tú debes ser el novio.
Y yo casi me parto de risa. Era extraño ver a Marcus ser
tratado como algo distinto al poderoso presidente de la empresa
que era. Pero aquí, en Buffalo Grove, bajo el techo de mis padres,
era simplemente el hombre que salía con su hijo.
—Sí, así es. Soy Marcus.
Papá miró entre los dos y luego, en la forma típica de un
padre, preguntó: —¿Y a qué te dedicas, Marcus?
—Papá, aún no se ha sentado.
—Sólo estoy entablando una conversación.
—Bueno, al menos deja que se siente primero. —Saqué una
de las cuatro sillas que había alrededor de la mesa y le hice un
gesto a Marcus. Cuando tomó asiento, me dedicó una sonrisa que
no pude descifrar. Pero por la luz de sus ojos, me dio la impresión
de que estaba... disfrutando.
Una vez sentados, mamá preguntó: —¿Queréis tomar algo?
—Tomaré lo que sea más fácil —respondí.
Marcus asintió. —Yo tomaré lo mismo. Gracias.
Entonces papá volvió a la carga. —Entonces, nunca dijiste,
¿qué haces día a día, Marcus? Supongo que no se conocieron en la
universidad.
—Ja —dije—. Ja, ja, ja.
Marcus me miró con los ojos entrecerrados y negó con la
cabeza. —No. En realidad, nos conocimos en una fiesta de trabajo.
Gabe vino con Ryan, un amigo suyo.
133

ELLA FRANK
—Oh, conocemos a Ryan —dijo mi madre—. ¿Trabajas con
él?
No pude evitarlo, eso me hizo reír aún más, y esta vez fue
papá quien me miró.
—Lo siento. Es que estoy tratando de imaginármelo. Marcus
trabajando en las trincheras con Ryan. Es... está muy mal.
Mi padre frunció el ceño, claramente confundido.
—Soy el jefe de Ryan —dijo Marcus—. Por eso Gabe se está
riendo.
—Oh, por favor. —Puse los ojos en blanco mientras mamá
colocaba dos cervezas heladas sobre la mesa—. No es sólo el jefe
de Ryan: es el jefe del jefe de Ryan. ¿Sabes cómo ves ENN cada
noche?
Mamá y papá asintieron.
—Bueno, Marcus lo dirige. Es el presidente de ENN.

134

ELLA FRANK
CAPÍTULO Diecinueve
MARCUS

GABE PODRÍA haber dicho que yo era el presidente de los Estados


Unidos con la forma en que sus padres me miraban ahora. Tenían
los ojos muy abiertos, la mandíbula en el suelo, y la confusión en
sus expresiones se mezclaba con un poco de asombro.
—¿El... presidente? —dijo la madre de Gabe.
—Sí. Superviso todas las divisiones de noticias de la emisora,
junto con varios otros programas.
—Menudo trabajo —dijo su padre, y volvió a coger su
cerveza, haciendo todo lo posible por mantener su aprobación a
una temperatura tibia—. Debe mantenerte muy ocupado.
Había un juicio no muy sutil. Podía ver a dónde iba con eso
desde una milla de distancia. Miré a Gabe y le vi negar con la
cabeza, y supe que él también lo veía.
—Me mantiene ocupado, muy ocupado. Pero últimamente
me encuentro haciendo tiempo para las cosas más agradables de
la vida.
—¿Es eso cierto?
—Papá —dijo Gabe entre dientes apretados.
—Está bien, Gabe. —Había sido interrogado por personas
mucho peores que Santiago Romero. Sólo era un padre que velaba
por su hijo, y lo entendía—. Y sí, es cierto. Tu hijo me ha recordado
que el trabajo no es lo único que hay en la vida, y estoy haciendo
todo lo posible por disfrutar más de ella cada día.
Una suave sonrisa adornó los labios de Daniela mientras
miraba a Gabe, y era evidente el amor que sentía por él. No podía
culparla: habían criado a un joven magnífico. 135

ELLA FRANK
Sin embargo, no estaba preparado para examinar mis
sentimientos tan de cerca, miré a sus padres y decidí que había
que cambiar de tema. Esa era una regla general durante una
entrevista: cuando te quedas atrapado y ya no quieres responder
a las preguntas que te hacen, haz las tuyas propias.
—Entonces, ¿alguno de los dos toca un instrumento como
Gabe?
—Oh, Dios, no. —Su madre se rio—. Soy una madre que se
queda en casa. Bueno, lo era.
—Y yo soy profesor de música en el instituto —dijo su padre,
y luego miró a su hijo—. Sé tocar, pero no creo que nadie toque
como Gabe. Aunque puede que sea parcial.
—Entonces yo también debo serlo, porque estoy de acuerdo.
Su talento es... inspirador. —Desvié la mirada hacia Gabe, que me
guiñó un ojo—. Debes estar muy orgulloso de él.
Su padre lo miró y asintió, y si hubiera una imagen en el
diccionario para definir la palabra orgullo, sería una fotografía que
captara la expresión que acababa de cruzar su rostro. —El padre
más orgulloso del mundo.
Los ojos de Gabe brillaron cuando su padre se inclinó y
acercó su botella de cerveza a la de su hijo.
Entonces Daniela frotó el hombro de su marido y dijo: —
¿Estamos listos para comer?
—No hace falta que me lo preguntes dos veces. —Gabe se
frotó el estómago—. Llevo toda la tarde pensando en tus
aborrajados.
—Tú lo pediste, y como es tu noche especial...
De alguna manera, tenía la sensación de que todas las
noches eran la noche especial de Gabe. Pero lo más interesante
era lo centrado que era a pesar de que estaba claro que sus padres
136
lo malcriaban.

ELLA FRANK
—Te van a encantar —dijo Gabe—. Son rodajas de plátano
rellenas de queso Monterey Jack y luego fritas. Dios mío, es como
el cielo en la boca. Un poco dulce y un poco picante.
Sonaba delicioso. De hecho, sonaba como si se estuviera
describiendo a sí mismo.
—Gabe ha estado pidiendo eso como su favorito desde que
aprendió a hablar —dijo Daniela desde la cocina.
—Eso es porque son increíbles.
Llevó una fuente llena de estos aborrajados, y luego nos dio
a todos un plato pequeño. —Bueno, no comáis mucho. Me he
pasado toda la tarde preparando todo para la bandeja paisa9.
—No lo haré. Pero sabes que puedo comer mucho.
Su padre se rio. —Eso es un eufemismo.
Daniela se sentó a mi lado, y cuando la patada picante del
queso Monterey Jack golpeó mi lengua con todos los otros
deliciosos sabores, decidí que Gabe tenía razón. Estos realmente
eran como pedazos de cielo del tamaño de un bocado.
—Están son deliciosos. —Miré a Daniela, que me sonrió,
complacida.
—Gracias. Son bastante fáciles, y sabrosos.
—Mucho.
Mientras cogía otro de la fuente, Daniela se dirigió a su hijo.
—Cuéntanos todo sobre tu reunión de esta mañana, cariño.
Sabemos que te llamaron y que Stefan quiere que vuelvas a la
audición. ¿Pero cómo se le ocurrió llamar? Sabía lo del accidente y
la rehabilitación.

9
Contiene: Carne desmechada, arroz, fríjoles rojos, plátano maduro, carne molida, chicharrón, huevo frito,
chorizo, aguacate, arepa, hogao, guiso.
137

ELLA FRANK
—Es curioso —dijo Gabe, sonriéndome—. Fue por Marcus.
—¿Marcus? —Daniela me miró, y yo negué con la cabeza.
—No he tenido nada que ver. Gabe está siendo demasiado
amable. Todo esto fue por culpa de él.
—No, todo se debe a nuestra primera cita. —Gabe dio un
mordisco a uno de sus aborrajados—. Nunca adivinarás a dónde
me llevó.
—¿Adónde?
—Resulta que Marcus comparte mi amor por todo lo
relacionado con la música clásica, y pensó en sorprenderme
llevándome a la sinfónica. Por eso Stefan me llamó. Me oyó
presumir ante Marcus con el chelo de Dominique después del
concierto.
Daniela se volvió en mi dirección, y la aprobación en su
expresión hizo que se me calentaran las mejillas. Me estaba
sonrojando. Me sonrojaba. No recordaba la última vez que me
había sonrojado, si es que alguna vez lo había hecho. Pero aquí
estaba, con las mejillas rojas y avergonzado porque ella pensaba
que yo era lo suficientemente bueno para su hijo.
Entonces alargó la mano y me dio una palmadita. —Tú eres
el indicado para él.
Sin entender, miré a Gabe, que frunció el ceño hacia su
madre. —¿A qué te refieres, mamá?
Ella me apretó la mano mientras se volvía hacia su hijo. —Él
es el bajo de tu corazón agudo.
La boca de Gabe se abrió y sus ojos se dirigieron
rápidamente a los míos; estaba claro que intentaba decidir si había
entendido lo que acababa de decir. Yo estaba tan despistado como
siempre, pero su reacción me hizo sentir cien por cien lleno de
curiosidad.
138

ELLA FRANK
Definitivamente, le preguntaría sobre eso más tarde.
—Eres una romántica mamá.
—Tengo la razón, yo sé que la tengo. Él es el indicado.
Gabe cogió su cerveza y se bebió rápidamente el resto,
mientras su padre se ponía en pie y señalaba mi botella medio
vacía.
—¿Quieres otra, Marcus?
Negué con la cabeza. —No, estoy bien, gracias.
—Como quieras. Voy a preparar la cena. Los dejaré a los tres
para que hablen de todo este asunto romántico.
¿Era eso de lo que estábamos hablando? No tenía ni idea.
Pero cuando volví a mirar a Gabe, vi que sus mejillas estaban ahora
tan rojas como probablemente lo habían estado las mías hacía unos
segundos.
Interesante. Tendría que archivar eso -Él es el bajo de tu
corazón agudo. Iba a preguntarle por esa conversación cuando lo
tuviera a solas.

139

ELLA FRANK
CAPÍTULO Veinte
MARCUS

CUANDO llegamos a casa era tarde, y con el día que había tenido
Gabe, no me sorprendió que se durmiera casi en el instante en que
su cabeza tocó la almohada. Pero algún tiempo después, en las
primeras horas de la mañana del domingo, el sonido profundo y
sensual del violonchelo se coló en el pasillo y en mi habitación, y
me desperté para encontrar una cama vacía.
Miré el reloj y vi que acababan de dar las dos y media, y
disimulé un bostezo al apartar las sábanas. Recogí mis pantalones
de estar por casa y me los puse rápidamente antes de dirigirme a
la biblioteca. La música envolvente que me guiaba era como algo
de un sueño, y me pregunté qué había despertado a Gabe.
¿La extraña cama? ¿Algo de fuera? No estaba seguro, pero
cuando llegué a la biblioteca y entré, la visión que me recibió me
dejó sin aliento.
Con nada más que el resplandor de la chimenea iluminando
la habitación, Gabe estaba sentado junto a la ventana con su
violonchelo acunado entre los muslos y el cuello amorosamente
apoyado en su hombro, y por lo que pude ver, estaba desnudo.
La postura era íntima, Gabe parecía estar abrazando el
instrumento mientras cerraba los ojos y se movía al ritmo de la
melodía, y yo estaba cien por cien cautivado por la imagen.
Como no quería molestarle, me acerqué a la puerta para
intentar mantener la distancia, pero era casi imposible. Él y la
música me llamaban de una manera que nunca había
experimentado antes. Mientras observaba cómo sus dedos se
deslizaban por el mástil y cómo hacía sonar el arco en las cuerdas
del violonchelo.
140

ELLA FRANK
Es extraño cómo la gente hace suposiciones
automáticamente al tener el primer contacto con otra persona.
Nunca me habría imaginado aquella primera noche que aquel
desconocido atrevido y sexy que reclamaba mi atención resultaría
ser uno de los músicos con más talento que había oído tocar.
Sin embargo, no se podía negar: Gabe tenía un don. Uno que
a la mayoría de la gente le lleva años de entrenamiento, y aquí
estaba él a los veintidós años con toda su vida y su carrera por
delante. No podía ni imaginar dónde estaría dentro de diez años.
Pero una cosa sabía con certeza: tenía que ser en un escenario.
Incapaz de mantenerme alejado de él por más tiempo,
avancé como en un trance, y debí hacer algún tipo de ruido, porque
los ojos de Gabe se abrieron y se fijaron en los míos. No dejó de
tocar, pero observó cómo me acercaba y me apoyaba en el marco
del ventanal.
Su piel brillaba a la luz del fuego mientras bajaba los ojos.
La belleza de sus movimientos mientras se balanceaba al ritmo de
la musica era como el suave flujo y reflujo del agua contra la costa.
Era hipnótico y pacífico a la vez, ya que te arrullaba en un estado
de ensueño.
No sé cuánto tiempo estuve allí, pero cuando la canción
terminó y Gabe bajó su arco, levantó la cabeza para mirarme a los
ojos.
—Espero no haberte despertado.
—No lo hiciste. Tu ausencia lo hizo. Pero luego escuché la
música y tuve que venir a buscarte.
El crepitar del fuego era lo único que se oía ahora.
—No podía dormir, —dijo mientras colocaba el arco y
trasladaba el violonchelo a su soporte, y fue entonces cuando vi
que no estaba desnudo, sino que llevaba unos calzoncillos negros—
. Así que pensé en practicar un poco.
141

ELLA FRANK
Extendí mi mano y puse a Gabe de pie. —Me alegro de que
lo hayas hecho. ¿Cómo se llamaba esa pieza?
—'Seducción' de Adam Hurst. Es un genio del chelo y uno de
mis compositores favoritos.
Miré el violonchelo y pensé en lo bien que se adaptaba a esta
sala. Como si la biblioteca hubiera sido diseñada específicamente
para que se tocara en ella.
—Fue hermoso. —Le pasé los dedos por la mejilla—. Eres
hermoso. Te juro que podría verte tocar el resto de mi vida y no
me cansaría.
Gabe me miró por debajo de sus pestañas oscuras, y mi
aliento quedó atrapado en algún lugar de mi garganta por la forma
en que la luz del fuego jugaba con todos los ángulos de su cara. La
línea de la mandíbula, los pómulos, las cejas y la nariz esculpidas...
todo en él estaba perfectamente alineado para hacer de su rostro
uno del que no se pudiera apartar la mirada.
—Mira todo lo que quieras. No voy a ir a ninguna parte.
Me acerqué a su cara, la acuné entre las palmas de las manos
y la acerqué a la mía mientras bajaba mis labios a los suyos. Pasé
mi boca por la suya, luego deslicé mis dedos por su cabello y lo
insté a acercarse.
Las manos de Gabe encontraron mi pecho, sus dedos
probaron el músculo mientras yo deslizaba mi lengua entre sus
labios y exploraba. Gimió y deslizó sus manos sobre mis hombros
y detrás de mí cuello, y pude sentir su erección presionando contra
la mía.
Cuando la necesidad de acercarme a él se hizo más fuerte,
bajé mis manos hasta su trasero y luego lo levanté en mis brazos.
Gabe soltó un jadeo de sorpresa y me agarró por la espalda
mientras me miraba a los ojos. Luego agachó la cabeza y me tomó
de los labios, mientras yo nos acercaba a la chaise longue y lo
142

ELLA FRANK
bajaba en ella. Al enderezarme, me tomé un segundo para
contemplar la exquisita imagen que formaba, y se me aceleró el
pulso.
La tumbona era una antigüedad, con un armazón de madera
tallada a mano e incrustaciones de filigrana de oro. Los cojines de
terciopelo blanco eran suntuosos y suaves al contacto con la piel,
y con Gabe estirado en él, sólo en calzoncillos, era la viva imagen
de la decadencia.
—Estás demasiado lejos —dijo mientras metía la mano entre
las piernas y empezaba a masajear su erección.
Me acerqué a una estantería donde había una vieja caja de
baratijas, y cuando la abrí para sacar un condón y un paquete de
lubricante, Gabe se rio.
—¿Cuándo los pusiste ahí?
Cerré la caja y coloqué los objetos sobre la mesa al final del
sillón. —El día que te instalaste aquí.
—Un hombre preparado para cualquier ocasión. Eso me
gusta.
—Más bien un hombre que conoce su debilidad.
Tiré del cordón de mis pantalones y los dejé caer al suelo,
luego busqué la cintura de los calzoncillos de Gabe y se los bajé
por las piernas. Mientras los tiraba a un lado, me subí al longue y
me moví entre sus muslos hasta que nuestras pollas estuvieron
íntimamente alineadas.
Gabe me pasó una pierna por encima de la parte posterior
del muslo y me tocó la mejilla con los dedos. —¿Y yo soy tu
debilidad?
—Eres lo único a lo que parece que no puedo resistirme.
Las pupilas de Gabe se dilataron mientras me miraba a la
cara, luego se levantó del asiento y me besó lenta y sensualmente. 143

ELLA FRANK
Le pasé los dedos por el cabello para mantenerlo firme, luego
incliné la cabeza y me sumergí en su interior, desesperado por un
sabor más profundo. Gimió y, cuando empezó a mover sus caderas
contra las mías, liberé mi boca y miré fijamente su hermoso rostro.
—Eh no, esta noche no tan rápido. —Solté mi agarre, y Gabe
se recostó contra el longue—. Quiero que te recuestes, te relajes y
disfrutes... —Un zumbido gutural lo abandonó cuando agaché la
cabeza y lo besé junto a la oreja—. Voy a tomarme esto con calma,
besar y tocar cada centímetro de ti, y para cuando termine, no
tendrás problemas para dormir aquí mismo en mis brazos.
El pecho de Gabe subía y bajaba un poco más rápido
mientras yo frotaba la parte inferior de mi cuerpo sobre el suyo, y
podía sentir nuestra excitación compartida pegajosa y cálida contra
mi piel.
—Sí —dijo Gabe—. Tómame así. Todo lento y sensual como
si no quisieras que terminara nunca.
—No quiero que termine. Nunca.
La expresión que brilló en sus ojos hizo que mi corazón
latiera mucho más rápido, mientras ponía una mano a cada lado
de su cabeza, y Gabe buscaba mi culo.
Comenzó un lento movimiento de balanceo mientras yo me
movía hacia adelante y hacia atrás encima de él, y el placer era
insoportable. Calientes, duras y pesadas, nuestras erecciones
palpitaban la una contra la otra mientras el precum cubría nuestras
pollas.
Gabe gimió y apoyó la cabeza en el brazo curvo del sillón. Su
collar cayó a un lado, captando mi atención. Su nuez de Adán se
balanceó al tragar y sus labios se separaron en un suave jadeo.
Era hermoso, desinhibido y todo mío en ese momento, y
haría todo lo posible para que se sintiera así siempre que estuviera
conmigo.
144

ELLA FRANK
Bajé la cabeza y coloqué mis labios en la base de su
garganta, luego comencé a besar, lamer y chupar mi camino por
su cuerpo. Gabe susurró mi nombre mientras subía las manos a mi
cabello y yo continué bajando, mi búsqueda de placer para él ahora
en un punto alto.
Pasé la lengua por un pezón y lo acaricié con los dientes, y
luego lo miré. Gabe me observaba atentamente, con los ojos
oscuros y encapuchados. Agaché la cabeza y me metí el pezón en
la boca hasta que él maldijo y me levantó la cabeza.
Sonreí y acaricié el duro pezón con la punta de la lengua, y
cuando él se estremeció, comencé a descender de nuevo. Me
desplacé más abajo en el longue, mi sensible polla rozando los
cojines de terciopelo mientras la suya se frotaba contra mi pecho.
Vi la evidencia de nuestro deseo en sus abdominales y luego bajé
la cabeza y lo lamí.
—Oh, Dios. —Gabe deslizó sus dedos hacia la parte posterior
de mi cabeza y me instó suavemente a continuar, y cuando repetí
el movimiento -esta vez sumergiendo la punta de mi lengua en su
ombligo- el sabor salado de nosotros me hizo sentir un cosquilleo
en todas mis papilas gustativas. —Eso es muy caliente.
Me desplacé un poco más abajo hasta estar en el extremo de
la tumbona y me arrodillé sobre la alfombra. Le pasé las manos
por las piernas, desde los tobillos hasta las rodillas, y luego las
agarré y lo deslicé suavemente por el sillón. Cuando estuvo de
espaldas, con las piernas colgando del extremo, le cogí la polla
tiesa y le lamí un camino húmedo desde la raíz hasta la punta antes
de chupársela.
Las caderas de Gabe se desprendieron de la tumbona cuando
mi nombre salió volando de su lengua, y cuando levanté la cabeza,
el deseo que se arremolinaba en sus ojos era palpable. Me lamí el
labio inferior y luego agaché la cabeza para acariciar su cadera, y
cuando empecé a besar y chupar la V de su pierna, Gabe la levantó
y la colocó audazmente sobre mi hombro. 145

ELLA FRANK
—Mmm, me gusta un hombre que sabe lo que quiere —dije
mientras miraba su cuerpo desde entre sus muslos.
—Entonces debo gustarte mucho.
Pasé la lengua por la gorda cabeza de su polla y asentí.
—Oh, me gustas mucho. Déjame mostrarte todas las formas.

146

ELLA FRANK
CAPÍTULO Veintiuno
GABE

NO CREÍA que fuera posible que Marcus fuera más sexy de lo que
ya era. Pero mientras se arrodillaba desnudo entre mis piernas,
con el brillo de la chimenea bailando sobre su cabellera, el hombre
parecía un dios dorado.
Era un milagro que no me hubiera corrido ya con la forma en
que me había acariciado y saboreado cada centímetro antes de
instalarse finalmente entre mis muslos. Me miraba como si fuera
lo mejor que hubiera visto nunca, y si estaba sintiendo, aunque
fuera la mitad de lo que yo sentía, sabía que aquí estaba ocurriendo
algo más allá de lo físico.
Desde el momento en que entró en la biblioteca, fue como si
memorizara no sólo mi aspecto, sino también mi olor y mi forma
de sentir, mientras recorría con sus dedos mi cuerpo.
Sus labios se posaron en mis abdominales, mi cadera, mi
polla y hasta mis pelotas, y cuando rodeó mi erección con una
mano y volvió a engullirme entre sus labios, la visión de su cabeza
dorada sobre mi polla me hizo empujar aún más profundo.
Marcus levantó la cabeza y me dejó salir de su boca, antes
de retirar lentamente mi pierna de su hombro y buscar el condón
y el lubricante. No podía ni imaginarme el aspecto que debía tener.
Estaba tumbado, de espaldas, sobre una de las tumbonas más
bonitas que había visto nunca. Hablando de libertinaje. Esperaba
que Marcus tuviera un buen limpiador de tapicerías de confianza,
porque las cosas se iban a poner muy feas.
Abrió el paquete de condones y se lo puso, y cuando abrió el
lubricante y empezó a lubricarse, no pude evitar llevarme la mano
a mi propio pene dolorido. Los ojos de Marcus se posaron en el
147

ELLA FRANK
movimiento y, queriendo incitarle a continuar, llevé mis talones
hasta el extremo del sofá y me extendí para él.
—Joder. —La mano de Marcus se detuvo al ver mi atrevida
ofrenda, y luego se lubricó la mano y extendió un dedo índice
resbaladizo por mi perineo hasta llegar a mi culo.
Me temblaron las piernas tanto por el tacto como por la
mirada cautivada de su rostro cuando repitió el movimiento con
dos dedos, y cuando se inclinó hacia delante, me mordió la rodilla
y los deslizó lentamente dentro de mí, aspiré una bocanada de aire.
Una lenta sonrisa curvó los labios de Marcus mientras
empezaba a introducir y sacar sus dedos sin prisa dentro de mí.
Era metódico en su misión de llevarme al límite, y cada vez que
sus dedos rozaban mi próstata, empujaba mis caderas hacia arriba
y cerraba los ojos.
—Jesús, podría hacer esto toda la noche.
Dirigí mis ojos hacia él. —Preferiría que hicieras otra cosa.
Pero si tengo que conformarme con esto, no voy a detenerte.
—Bueno, no quiero que te conformes, especialmente cuando
se trata de mí. —Marcus retiró sus dedos y se puso de pie, y yo
clavé mis talones en el cojín y me deslicé de nuevo por el longue.
Extendí mi cuerpo a la vista, queriendo sentir cada
centímetro de él contra mi piel desnuda. Entonces torcí un dedo
hacia él, y Marcus se arrodilló entre mis tobillos y subió sobre mí.
Rodeé su cintura con las piernas mientras él ponía una mano
junto a mi cabeza, y cuando bajó entre nosotros para guiar su polla
hasta mi entrada, le rodeé el cuello con los brazos. —Tómame.
Marcus gimió, y el sonido hizo que se me pusiera la piel de
gallina. Entonces empezó a entrar en mí, un delicioso centímetro
cada vez. Sus movimientos eran pausados mientras me estiraba,
y cuando por fin entró hasta el fondo, apoyó su otra mano en mi
cabeza y me miró fijamente. 148

ELLA FRANK
—Él es el bajo de tu corazón agudo... ¿Qué significa eso?
Parpadeé, sorprendido por la pregunta. ¿Cómo se había
acordado de eso? Hacía horas que lo había oído y notaba cómo se
me encendían las mejillas de la misma manera que cuando mi
madre lo dijo por primera vez.
Tragué saliva y traté de fingir indiferencia. —No es nada.
Me levanté, a punto de terminar la discusión con un beso,
pero Marcus tenía otras ideas. Giró sus caderas hacia atrás y luego
hacia adelante. —No te creo. —Marcus bajó la cabeza y lamió un
camino por el lado de mi cuello—. ¿Qué significa, Gabe?
Aspiré una respiración temblorosa mientras intentaba
moverme sobre el grueso eje que me penetraba, pero era inútil.
Las caderas de Marcus me tenían inmovilizado a los cojines, y no
había forma de que me moviera hasta que él lo permitiera.
Giré la cabeza sobre la almohada, y la curiosidad y las
emociones que se arremolinaban en sus ojos me hicieron
finalmente decir la verdad.
—Él es el bajo de tu corazón agudo, significa: él es el bajo
de tu corazón agudo, o tu corazón10. Se refería a...
—Tu collar. —Marcus arrastró los dedos por la cadena hasta
el colgante—. ¿Cree que soy tu otra mitad?
Me sonrojé aún más bajo la intensidad de su mirada. —Es
una romántica. No deberías preocuparte ni nada.
—¿Quién ha dicho que me preocupa?
Esa emoción de antes, la que había oscurecido sus ojos y se
arremolinaba en esas brillantes profundidades azules, hizo que mi
corazón diera un vuelco ahora. Cuando Marcus bajó la cabeza y
susurró: —Quizá seas mi otra mitad.

10
149
La primera parte esta en español, por eso al traducirlo al ingles para que lo entienda se pierde el sentido.

ELLA FRANK
Mis ojos se nublaron cuando Marcus posó sus labios sobre
los míos, y me obligué a no dejar que mis emociones se apoderaran
de mí. —Marcus...
—Lo sé, todo va muy rápido.
Negué con la cabeza. —No. Estaba pensando exactamente lo
contrario. No te estás moviendo lo suficientemente rápido.
A lo que me refería no lo sabe nadie. Pero ya no hablé más,
tomé su boca con la mía y gemí de placer mientras él comenzaba
un ritmo sensual sobre mí. Apreté las piernas alrededor de su
cintura mientras me retorcía bajo él, y supe que había llegado el
momento. Este era el momento en el que todos los sentimientos
se precipitaban. Donde esa atracción inicial pasó de ser lujuria a
algo más, y cada toque, cada beso, se llevó un trocito de tu
corazón.
¿Pequeño? ¿A quién quería engañar? Ahora estaba cayendo
fuerte y rápido. Había entregado todo mi corazón en el momento
en que Marcus se presentó en mi apartamento para disculparse.
Quería ser su otra mitad, quería que fuera mío, y cuando empezó
a moverse más rápido dentro de mí, cerré los ojos y me hundí en
todas las sensaciones.
Marcus me abrazó cuando el torrente de emociones
amenazaba con abrumar, y cuando empecé a temblar, me aferré
a él como si fuera lo único que podía mantenerme con los pies en
la tierra.
Sus besos se volvieron más desesperados y sus movimientos
más apresurados, y finalmente todo fue demasiado y me tensé
bajo él. Me liberé de los labios y grité su nombre, y mientras me
corría sobre los dos, Marcus me observó con una expresión llena
de devoción.
—Nunca he visto nada más hermoso que tú, aquí mismo, en
este momento.
150

ELLA FRANK
Se salió de mí y desenrolló el condón, luego lo dejó caer
sobre sus pantalones desechados y volvió a bajar hasta que su
erección se deslizó por mi semen.
Enmarcó mi cara con sus manos y yo enrollé mis piernas
alrededor de las suyas.
—Eso fue... —No tenía palabras.
Marcus empezó a moverse y dijo: —¿Qué tal si lo descubro
yo mismo?
Comenzó a frotarse sobre mí, su erección resbalando y
deslizándose sobre la mía. Mientras me metía la lengua en la boca
y yo empezaba a chuparla y a girar las caderas, Marcus me buscó
el culo y empezó a machacarme de verdad.
No tardó mucho, varios momentos de sexy empuje de
caderas, y lo siguiente que supe fue que sentí el torrente caliente
de su excitación sobre mí, cubriéndome de su deseo.
—Mmm... —Ronroneé mientras cerraba los ojos y me
estiraba bajo él.
Marcus se colocó a mi lado para poder darme un beso en el
pecho. —Esa es la sensación exacta, justo ahí.
Sonreí en la oscuridad hasta que Marcus empezó a alejarse
y, cuando abrí los ojos, le vi sacar una manta de una cesta situada
junto a una de las estanterías. La colocó en el extremo del longue
y luego recogió sus pantalones.
—¿Adónde vas?
—A limpiarme rápidamente y a traerte una toalla. Ahora
vuelvo. No te muevas.
—No podría, aunque lo intentara. Pero no tardes.
Marcus se dirigió a la puerta, se detuvo y miró hacia atrás,
donde yo yacía desnudo y tumbado en su sillón junto a la
chimenea, y sonrió. —Cuenta con ello. 151

ELLA FRANK
FIEL a su palabra, Marcus fue rápido, y después de que me limpié,
se deslizó detrás de mí en el longue y me acurruqué en él,
moviendo mi trasero en su regazo.

—Mmm, no me había sentido tan relajado en mucho tiempo.


Marcus me besó detrás de la oreja y me abrazó más fuerte.
—Entonces mi misión está completa.
—No exactamente. Dijiste que me quedaría dormido en tus
brazos. Todavía no lo he hecho.
—Lo cual es una locura con el día que tuviste. ¿No estás
cansado?
—Lo estoy, pero también estoy emocionado. Mañana es la
audición. Siempre me pongo así.
—Lo entiendo. Es así cuando las noticias de última hora salen
al aire. Puedes estar en ello durante horas, incluso días, y la
adrenalina se dispara.
—Sí, eso es lo que Ryan siempre dice. Es esa adrenalina.
—Exactamente.
Le devolví la mirada y le besé suavemente los labios. —
¿Hablas conmigo hasta que me duerma?
—De acuerdo, déjame ver. —Marcus nos tapó con la manta
y me acurruqué contra él—. Tengo una llamada telefónica fijada
para el lunes con Oliver Pritchard.
Me reí. —Es un nombre muy apropiado.
—Supongo que lo es. Es el director general de la empresa de
noticias interesado en mí en Los Ángeles.
Giré la cabeza. —¿L.A. como en Los Ángeles? 152

ELLA FRANK
—Sí. Pensé que te gustaría saberlo antes de que ocurriera
esta vez.
El hecho de que se diera cuenta y se esforzara en decírmelo
era un testimonio de lo lejos que habíamos llegado. —Gracias. Pero
vaya, ¿Nueva York y Los Ángeles se pelean por ti? Eso es bastante
impresionante, Sr. St. James. Espere un momento, ¿un nombre
propio es un requisito para ser alguien de alto nivel en tu negocio?
Marcus se rio. —No que yo sepa, y no diría que pelearse en
sí...
—Está bien, así que arrojando copiosas cantidades de dinero
en ti. —Me acomodé de nuevo en sus brazos y volví a subir la
manta—. ¿Y ya tienes un favorito?
—Bueno, hasta ahora sólo he hablado con Nueva York.
—Oh, cierto. —Fruncí el ceño y me alegré de estar de
espaldas a él. Nueva York era una cosa, pero Los Ángeles estaba
aún más lejos. Sin embargo, no iba a pensar en eso, no hasta que
tuviera que hacerlo—. ¿Y crees que este Oliver Pritchard va a
intentar seducirte el lunes?
—Puede intentarlo, pero sinceramente, la oferta de Nueva
York va a ser difícil de superar.
Me emocioné al escuchar eso, pero sentí curiosidad por su
razonamiento. —¿Tienes algo en contra del sol durante todo el
año?
—Aunque suene raro, sí. Soy de Chicago, nacido y criado. No
puedo imaginar un invierno sin nieve. No me sentiría como en casa.
—Eso no es raro, es nostalgia.
—Supongo que tienes razón. —Marcus me abrazó con fuerza
y me besó la mejilla—. De acuerdo, ya está bien de hablar. Mañana
tienes un gran día. Necesitas dormir.

153

ELLA FRANK
Tenía razón: mis ojos se sentían pesados ahora, y mis brazos
y piernas se sentían lánguidos. —¿Marcus?
—¿Sí?
Mientras me dejaba llevar por el sonido del fuego crepitante
y los constantes latidos de su corazón, susurré a la luz menguante:
—Me siento como en casa...

154

ELLA FRANK
CAPÍTULO Veintidós
MARCUS

UN TOQUE en la puerta de mi oficina me hizo levantar la vista del


ordenador y mirar el reloj de la pared. Era lunes por la mañana, y
todavía me estaba recuperando de la emoción del fin de semana,
cuando Gabe había aprobado su audición y le habían pedido
formalmente que se uniera al programa de verano de la CSO.
Definitivamente, esta mañana estaba sintiendo mis cuarenta
y dos años. Sólo eran las diez, pero me parecía que llevaba días
aquí.
—Entra —dije mientras me sentaba en mi silla.
Carmen entró y cerró la puerta. —Siento molestarte, señor...
—No es ninguna molestia, Carmen. ¿Qué puedo hacer por ti?
Ella dio una sonrisa tentativa. —Ian acaba de llamar desde
la oficina de la señora Tennant, y ha solicitado una reunión contigo.
—¿Para cuándo?
—Eh, ¿ahora?
De acuerdo, eso era diferente. Generalmente no me citaban
en ningún sitio, y Gloria solía avisar de cualquier tipo de reunión.
Así que esta demanda era, como mínimo, interesante. —¿Ahora?
—Sí. —Carmen asintió—. Me ha dicho que te pida que subas
inmediatamente.
Tenía un millón de cosas que hacer hoy, así que sacar treinta
minutos -o el tiempo que Gloria quisiera para hablar- de esa
agenda sólo iba a retrasarme.
—Ya he reprogramado tu reunión de las diez y media para
esta misma tarde, así que estás libre hasta las doce. —Bendita sea
155

ELLA FRANK
Carmen. No sabía qué haría sin ella—. Entonces tienes esa
conferencia telefónica con el Sr. Pritchard.
Los Ángeles, sí, no me había olvidado de eso. Me puse de pie
y arrojé mi bolígrafo sobre el escritorio. —Llama a Ian, hazle saber
que estoy subiendo.
Carmen asintió con un movimiento de cabeza y se fue. Me
metí el teléfono en el bolsillo y me abroché la chaqueta. Una vez
que sentí que estaba presentable para nuestro director general y
propietario, me dirigí al ascensor privado.
Cuando llegué a la planta de Gloria, Ian salió de su escritorio
y me dedicó una sonrisa de bienvenida. Nunca había que esperar
en el vestíbulo cuando se trataba de ver a Gloria, sólo una puerta
abierta y el conocimiento de que me había ganado el derecho a
pasar por ella.
—Buenos días, Sr. St. James.
—Ian.
—Te está esperando.
Asentí y me dirigí directamente al despacho de Gloria, y
cuando atravesé la puerta y la vi sentada en la gran mesa de
conferencias del centro de la sala, me sorprendió ver a su nuevo
abogado y jefe de Gabe -Logan Mitchell- sentado a su lado.
—Marcus —dijo a modo de saludo mientras se ponía en pie—
. Me alegro de que hayas podido venir.
Es curioso lo que decimos en aras de una conversación
educada, porque, aunque estaba seguro de que se alegraba de que
pudiera venir, también sabía que no tenía elección en el asunto. Si
el dueño de la empresa para la que trabajabas te pedía una
reunión, podías apostar tu culo a que te presentabas, sin importar
lo que tuvieras que hacer para conseguirlo.
—Por supuesto. —Desvié la mirada hacia el hombre sentado
156
a su lado.

ELLA FRANK
—Te acuerdas del Sr. Mitchell, ¿verdad? —Gloria miró a su
nuevo abogado—. Sé que la reunión fue breve, pero por lo que
tengo entendido, se reunieron antes de que le llamaran a la
estación aquel primer día, ¿no es así?
—Lo hicimos —dije, y me pregunté si Logan se había
enterado del percance que ocurrió el día que me presenté en su
despacho—. Me alegro de volver a verte.
Logan me tendió la mano y la estreché. —Igualmente. Fue
una pena que nuestro último encuentro se viera interrumpido.
Siempre me gusta conocer a las personas que van a estar...
estrechamente relacionadas con mi nombre.
Entrecerré los ojos, y su arrogante sonrisa tenía un
asombroso parecido con cierto joven que conocía. No es de
extrañar que a Gabe le gustara trabajar para este tipo: eran como
dos listillos en una vaina.
—Sí, bueno, a veces surgen situaciones que están fuera de
nuestro control.
Logan asintió mientras todos tomábamos asiento. —Es
cierto, pero en mi experiencia, es cuando las cosas son más
emocionantes.
—Lo que nos lleva a hoy. —Gloria apretó las manos sobre el
gran escritorio—. He terminado de jugar a ser amable, Marcus. He
terminado de jugar a esto y voy a esperar a ver dónde tienes la
cabeza en el trato. Sé lo de Nueva York y he oído rumores sobre
Los Ángeles -aunque no me pareces realmente de Los Ángeles- y
es hora de que ponga mis dos centavos, o debería decir millones,
antes de que tomes ninguna decisión.
Así que aquí estaba la oferta de Chicago. La verdad es que
me sorprendió que Gloria hubiera tardado tanto en interrogarme
sobre mis intenciones, pero parecía que se me había acabado el
tiempo.
157

ELLA FRANK
Logan abrió una carpeta y deslizó varios papeles por el
escritorio. —Este es el nuevo contrato y las condiciones que
Tennant Broadcasting está dispuesta a ofrecerte para que te
quedes aquí en ENN.
Cogí los papeles y empecé a hojearlos.
—Me gustaría concertar una reunión formal contigo y con tu
abogado en las próximas dos semanas —dijo Gloria—. Para repasar
los detalles y cualquier tipo de negociación que quieras hacer. Todo
quedaría como está, excepto tu salario. Estamos dispuestos a
ofrecerte un aumento a la cantidad que creas que te corresponde,
para que te quedes aquí en Chicago.
La cifra que saltó de la página era, como mínimo, tentadora.
Gloria iba a por todas y, aunque no sabía lo que le habían ofrecido
en Nueva York, era consciente de que Giles iba a jugar duro.
—Esto es muy generoso. —Miré a mi empleadora y amiga de
toda la vida y supe que tenía mucho que pensar.
—Creo que hay que ser generoso con los que son
trabajadores y leales a mí, y no se me ocurre nadie que lo
ejemplifique mejor. Tratar de sustituirte sería una tarea imposible,
de la que no quiero ocuparme especialmente. No sólo estaría
buscando a alguien obsesionado con la dirección de un programa
de noticias por cable, sino también a alguien igualmente
preocupado por generar índices de audiencia y mantener a ENN en
el nivel que tu has elevado. Impones una feroz lealtad y respeto
entre tu personal, Marcus, y sinceramente, los mantienes a todos
a raya.
—Te lo agradezco. Sabes que considero a ENN como una
familia, y tendré en cuenta todo lo que has dicho cuando revise
estos contratos con más detalle.
Gloria asintió, con una expresión neutra ahora que había
dicho su parte. Había puesto todas sus cartas sobre la mesa y me
158

ELLA FRANK
había mostrado su mano. Ahora sólo tenía que decidir si quería
apostar por otros cuatro años.
Recogí los papeles y me puse de pie. —Parece mentira que
ya hayan pasado ocho años.
—Que sean doce.
Sonreí ante su tenacidad, pero no iba a tomar ninguna
decisión impulsiva. —Me pondré en contacto una vez que revise
esto y hable con mi abogado.
Tanto Gloria como Logan se pusieron en pie y, mientras salía
de la habitación, no pude evitar pensar en lo contento que estaría
cuando todo esto terminara. Me sentía como un pinball ahora
mismo, rebotando en la máquina con números y lugares
iluminando el tablero. Nueva York, Chicago y, esta tarde, Los
Ángeles.
Tenía mucha suerte, lo sabía, y normalmente ya sabría
dónde tenía la cabeza. Pero la presión para tomar la decisión
correcta esta vez era un peso que se sentía inusualmente pesado,
y por primera vez, me encontré considerando a otra persona en
esta ecuación. Una persona con la que tenía que hablar, y como
eso era lo que mi instinto me decía que hiciera, eso fue
exactamente lo que hice.

159

ELLA FRANK
CAPÍTULO Veintitrés
GABE

—ENVIARÉ la lista completa de invitados esta tarde. Si tienes


alguna duda, dímelo.
Los socios por fin habían reducido sus listas de clientes y
habían decidido el formato de las invitaciones para el evento que
habían planeado, y hoy estaba recibiendo el pedido final para que
pudiéramos enviarlas a los buzones de la gente.
—Me parece bien. ¿Puedo tenerlas listas para el miércoles?
—Eso es perfecto, Angie.
—Muy bien. Lo veré el miércoles, Sr. Romero.
—Nos vemos entonces, y gracias de nuevo.
—Cuando quiera.
Colgué el teléfono y leí por encima el último correo
electrónico que le iba a enviar, luego adjunté la lista de invitados
y pulsé enviar. Por lo que me habían dicho, iba a ser una gran
noche, y el lugar que había elegido el Sr. Madison era increíble.
El Murphy Chicago. Nunca había estado allí antes, pero
después de mirar su página web y las imágenes en línea, no podía
esperar para comprobar el lugar. Era muy elegante, como de
etiqueta, y todavía estaba intentando decidir si pedirle a Marcus
que reservara una fecha con tanta antelación nos traería mala
suerte.
Hasta ahora, habíamos tomado las cosas día a día, y eso era
lo que nos parecía bien. Nuestra relación era como un torbellino,
todo se movía a un ritmo rápido. No éramos de los que planificaban
y esperaban a que las cosas sucedieran. Éramos de los que van a
160

ELLA FRANK
por todas, de los que pasan a la acción, y hasta ahora, ambos nos
habíamos interesado por conseguir el uno al otro.
Tenía que admitir que, para alguien que no había salido con
nadie -o que no se había interesado en ello- en los últimos años,
Marcus estaba aprendiendo rápidamente a perfeccionar esa
habilidad. Había sido el perfecto caballero cuando conoció a mis
padres: amable, educado y cien por cien respetuoso. Era
inteligente y simpático, y mis padres se habían encariñado con él
al instante, hasta el punto de que a mi madre le brillaban corazones
en los ojos.
No es que pudiera culparla. Marcus era el paquete completo.
Era todo lo que yo quería y, en un brillante giro del destino, parecía
que él sentía lo mismo por mí.
La vida era bastante increíble en este instante, y no iba a
cuestionarla. Claro que había algunas cosas en el aire, pero ya me
preocuparía de ellas más tarde. Por el momento, iba a confiar en
el viaje y a hacer todo lo que estuviera en mi mano para hacerme
tan irresistible que él no quisiera irse nunca.
Miré el reloj y vi que se acercaban las diez y media y decidí
que era hora de tomar otro café. Logan debería volver en cualquier
momento. Había llamado esta mañana para decir que haría una
parada rápida en el lugar de trabajo de un cliente y que le esperara
sobre las once.
Iba de camino a la sala de descanso cuando mi teléfono
zumbó en mi bolsillo, lo terminé y vi un mensaje de Marcus.
¿Tienes un minuto?
Fruncí el ceño, pensando que eso sonaba a que quería hablar
y preguntándome de repente si mi optimismo de hace unos
segundos estaba muy equivocado.
Sí que lo tengo. Estaba preparando un café. ¿Puedo
llamar en un segundo?
161

ELLA FRANK
Por favor, tenemos que hablar.
Curioso ahora más que nunca, entré en la sala de descanso
y llené la cafetera con café recién molido antes de sacar el número
de Marcus y llamar.
Me contestó casi en cuanto sonó. —Gracias por llamar.
—Nunca tienes que agradecerme eso.
—Tenga que hacerlo o no, te agradezco que hayas cogido mi
llamada. No estaba seguro de si estarías atado o no.
—La única vez que quiero estar atado es si tú estás
involucrado, y como no estás aquí...
Marcus se rio, y mis nervios de hace un segundo se aliviaron
ligeramente. No se reiría si algo estuviera mal, ¿verdad?
—Buen punto. Quizá podamos investigarlo.
A mi polla le gustó esa sugerencia, y no pude evitar mi
gemido al imaginar lo condenadamente caliente que sería estar
atado y a merced de Marcus.
—Definitivamente deberíamos. Pero de alguna manera, no
creo que sea por eso que querías que llamara. Quiero decir, si lo
es, estaría más que feliz de discutirlo contigo.
—No es por eso que te llamé. No.
—Ah, y aquí me estaba haciendo ilusiones... entre otras
cosas.
—Eres incorregible.
—Y tú estás caliente. Así que imaginarte atándome estaba
destinado a excitarme. La culpa es tuya. —Cogí una taza para
ponerla debajo de la salida del café y le di a preparar—. Pero me
has desviado completamente. ¿Para qué llamabas?
Marcus se aclaró la garganta, y pude imaginar sus labios
apretados en una línea seria mientras intentaba recuperar la 162

ELLA FRANK
concentración. Maldita sea, me encantaba el hecho de que pudiera
sacudirlo tanto.
—¿Sabías que tu jefe estuvo aquí esta mañana?
¿Logan? —Eh, ¿no?
—Sí, pasó por aquí para tener una reunión conmigo.
—¿Contigo? ¿Está todo bien?
—Lo está. Pero es algo de lo que tengo que hablarte con más
detalle esta noche. ¿Estás libre?
Espera... ¿qué significaba eso? ¿Qué necesitaba hablar
conmigo? ¿Sobre qué? Mierda. ¿Había descubierto Logan que
estábamos saliendo y había decidido que era un conflicto de
intereses o algo así? Eso parecía un poco drástico, teniendo en
cuenta que realmente no había nada relacionado con el trabajo
entre Marcus y yo, pero ¿de qué otra cosa podía estar hablando
que me involucrara?
—Eh, sí, estoy libre, y la cena suena muy bien. ¿Pero puedes
decirme de qué se trata?
—Puedo, sí, es... —Un golpe en la puerta lo interrumpió, y
me pidió que esperara un segundo. Mientras hablaba con Carmen,
mi mente empezó a formular docenas de escenarios diferentes en
los que Logan podría ver nuestra relación como un problema, pero
todos y cada uno de ellos me parecían ridículos.
—Lo siento, pero tengo que irme —dijo Marcus un par de
minutos después—. Hablaremos esta noche. ¿Te viene bien sobre
las siete? Sé que necesitas practicar.
—A las siete está bien. —Pero me volvería loco hasta
entonces.
—De acuerdo, te recogeré entonces.
—De acuerdo. Nos vemos esta noche.
163

ELLA FRANK
Marcus terminó la llamada, y yo me quedé mirando la
pantalla, preguntándome qué demonios iba a pasar en la cena de
esta noche, porque si tenía que hablar conmigo en persona sobre
ello, no podía imaginar que fuera nada bueno.
Como un hombre en trance, salí de la sala de descanso y
volví a mi escritorio, y no fue hasta que tomé asiento frente a mi
ordenador y miré mi posavasos vacío que me di cuenta de que
había olvidado completamente mi café.

PARA CUANDO Logan regresó a la oficina, me había puesto en una


especie de furia indignada. Era más de la una, había tenido
reuniones toda la mañana y decidió almorzar fuera. Pero mientras
caminaba por el pasillo ahora con su teléfono en la mano, reproduje
el discurso que había estado practicando en mi cabeza desde mi
conversación con Marcus.
Me encantaba este trabajo. Era lo mejor que me podía pasar
después de mi accidente. Pero si Logan pensaba que podía dictar
a quién veía fuera de esta oficina, entonces éste no era el lugar
para mí.
No había absolutamente ninguna razón que se me ocurriera
por la que tuviera que romper con Marcus. Ni siquiera hablábamos
del trabajo una vez que lo dejábamos, y la idea de que se hubieran
sentado en una reunión en algún lugar para decirle eso me hacía
sentir molesto de nuevo.
—Buenas tardes, Gabe. Confío en que hayas tenido una
buena mañana. —Logan esbozó una sonrisa en mi dirección, pero
cuando levanté la vista de mi ordenador, todo lo que parecía poder
reunir era una sonrisa de labios apretados—. ¿O tal vez no...?
—Estuvo bien.
164

ELLA FRANK
—¿Bien? Esta mañana estabas radiante de buen humor.
¿Qué ha pasado desde entonces hasta ahora?
—Nada.
Cuando volví a mirar mi pantalla, Logan colocó su maletín
sobre mi escritorio, claramente no había terminado conmigo
todavía.
—De acuerdo, no suelo entrometerme cuando parece que
alguien está de mal humor. Pero cuando parece que ese estado de
ánimo está directamente relacionado conmigo, voy a hacer
preguntas. Entonces, ¿qué pasa?
Decidiendo que era mejor decírselo ahora y acabar con esto
de una forma u otra, me puse en pie, dispuesto a afrontar lo que
fuera.
—Me he enterado de dónde has ido esta mañana, y sólo
quiero que sepas que no me gusta que se hable de mi vida privada
a mis espaldas.
Logan entrecerró los ojos. —¿Tu... vida privada?
Asentí. —Sí.
Logan cogió su maletín y se dirigió a la puerta de su
despacho, luego volvió a mirarme. —Pase a mi despacho, por
favor, señor Romero. Creo que debemos hablar.
Como no estaba dispuesto a retroceder ahora, cuadré los
hombros y mantuve la mirada al frente mientras pasaba junto a
Logan. Una vez dentro, me detuve delante de la silla en la que me
había sentado una vez para la entrevista de trabajo. Logan tomó
asiento y me indicó que hiciera lo mismo, y yo hice lo que me dijo.
—Bueno, ¿por qué no empezamos esta conversación de
nuevo para que yo tenga los hechos claros -o no tan claros,
teniendo en cuenta todas las cosas. ¿Crees que he salido a discutir
tu vida privada esta mañana?
165

ELLA FRANK
Me enderecé en mi asiento como si tuviera un palo pegado a
la columna vertebral. —Así es, y no me gusta que se hable de mi
relación como si fuera un problema del que hay que ocuparse.
Podía oír el tono frío de mi voz, pero no podía contenerlo. La
idea de que Marcus rompiera conmigo porque su jefe se lo pidiera
seguía dando vueltas en mi cabeza.
—¿Y con quién crees exactamente que he estado discutiendo
esto?
—La Sra. Tennant.
—¿Gloria Tennant? —Logan frunció el ceño y se sentó de
nuevo en su asiento, pasando los dedos sobre su pecho—. Estoy
confundido. ¿Por qué iba a hablar de tu vida personal con Gloria
Tennant?
—Porque estoy saliendo con uno de sus empleados.
—¿Lo haces?
Titubeé un poco, pero mi rebeldía estaba en pleno apogeo
ahora, y no había nada que me impidiera exponer mi punto de
vista. —Sí. Marcus St. James.
Los ojos de Logan se abrieron un poco, pero luego pareció
reponerse. —¿Estás saliendo con Marcus St. James?
—Lo estoy. —Me levanté de un salto para dar más énfasis—
. Y no veo cómo eso debería tener algún impacto en mi trabajo
aquí.
—Bueno. Porque yo tampoco lo veo.
—Ni siquiera hablamos de nuestros trabajos. Una vez que
dejamos el trabajo, eso es... —Espera un segundo, ¿Logan acaba
de decir bueno?
Entonces, ¿de qué iba la reunión de esta mañana? ¿De qué
necesita hablarme Marcus? Y, joder, hice una mueca y miré a
Logan, que me observaba con una mirada que no pude descifrar 166

ELLA FRANK
del todo, ¿acabo de anunciar mi relación con Marcus cuando no
había necesidad de hacerlo?
—Así que —dijo Logan— el Todopoderoso por fin tiene un
nombre.
—Oh, Dios mío. —Me dejé caer en el asiento y me cubrí la
cara con las manos.
—Exactamente mi punto de vista.
—No. Dios mío, soy una idiota.
—Bueno, sí, pero la mayoría de la gente lo es cuando está
perdidamente enamorada.
Dejé caer las manos de mi cara y dirigí una mirada de
incredulidad en su dirección. —No estoy enamorado.
—¿De verdad? Así que estabas dispuesto a arriesgar tu
trabajo por la posibilidad de que no aprobara el hecho de que
estuvieras revolcándote en las sábanas con el presidente de ENN.
Abrí la boca para refutar eso, pero cuando no salió nada,
Logan se rio.
—Eh, sí. Bueno, mientras dejas que eso se marine por un
segundo, voy a seguir adelante y aclarar algunas cosas para ti. Sí,
hoy he estado hablando con la señorita Tennant. Tuvimos una
reunión con el Sr. St. James, que supongo que ya conoces. Lo que
obviamente no sabe es de qué se trató, pero puedo asegurarte que
no tuvo nada que ver con que te desnudes para ese hombre.
Aunque —Logan asintió— bravo.
—Yo, eh...
—¿No sabes qué decir? Tómate un minuto, recomponte, y
volvamos unos pasos atrás hasta donde llegué del almuerzo y dije:
'Buenas tardes. Confío en que haya tenido una buena mañana'.

167

ELLA FRANK
Ofrecí lo que estaba seguro de que era una débil excusa para
una sonrisa. —Fue genial. Tengo todas las invitaciones encargadas
y las recogeré el miércoles.
—Muy bien. ¿Algo más que deba saber?
¿Qué soy un completo y absoluto idiota? En serio, ¿estaba
intentando que me despidieran? No lo creo. Pero como ya me había
metido en un gigantesco culo, bien podía contarle lo de la sinfónica,
¿no?
¿Qué era eso que decía de que mi vida era bastante buena?
—En realidad...
Logan levantó una ceja, y sí, yo tampoco podía creer que
siguiera hablando.
—Quería hablarte de algo.
—¡Oh!
—Sí, eh, ¿recuerdas que te dije que estaba en la escuela y
que tuve que dejarla? —Los ojos de Logan se entrecerraron, y me
ordené a mí mismo que no me pusiera nervioso—. Fue por un
accidente.
—¿Un accidente?
Asentí. —Me caí de una moto y me dañé la mano.
—Malditas motos. Nunca sabré por qué demonios alguien
decide montar en una de esas malditas cosas.
Mis ojos se abrieron de par en par y noté la expresión de
tensión en su rostro.
Cuando no continué, Logan murmuró: —Lo siento, Tate tuvo
un horrible accidente hace años, y nunca he podido olvidarlo.
—Oh, lo siento. No quise traer malos recuerdos.

168

ELLA FRANK
—Está bien. Es sólo que cada vez que pienso en ello, yo... —
Logan se pasó una mano por el cabello y apartó la mirada de mí
antes de parecer que se recomponía—. Lo siento, ¿decías?
—Tuve un accidente y me dañé la mano, y como estaba
estudiando una carrera de artes, específicamente música y
violonchelo, perdí la beca.
—¿Tocas el violonchelo?
—Sí, lo hago —dije y asentí—. Y de eso quería hablarte. Me
han ofrecido una plaza temporal en el programa de temporada de
verano de la Sinfónica de Chicago. No interferiría con este trabajo:
las actuaciones son nocturnas y sólo tenemos dos fines de semana
de lectura y ensayos. Sólo quería ser franco contigo y decirte que
ayer me aceptaron.
Logan me miró con atención y supe lo que estaba pensando.
¿Estaba planeando irme y dedicarme a la música en algún
momento? Así que quise asegurarle mi posición al respecto.
—Yo amo la música. Es mi pasión, mi sueño, subirme al
escenario y tocar para el público. Pero todavía no puedo hacerlo
físicamente. Tendré que esperar al menos un año, o un año y
medio, para poder mantener ese ritmo a tiempo completo. Sin
embargo, este trabajo de verano es un paso en esa dirección, y
pensé que debías saberlo.
Logan se sentó hacia adelante y juntó las manos sobre la
mesa, y yo me preparé para lo que fuera a decir a continuación.
—¿Tengo entradas en primera fila?
Sin estar seguro de haberle oído bien, parpadeé un par de
veces. —¿Qu ... qué?
—Entradas. ¿Me las reservas?
—Yo... Sí, por supuesto.

169

ELLA FRANK
—Bien. Será una buena excusa para ponerle a Tate un
esmoquin. —Sonrió—. Relájate, Gabe. Cuando te contraté sabía
que esto era una parada temporal en tu viaje. Me dijiste que
querías volver a estudiar. Sólo que no sabía qué. No voy a
obstaculizar que hagas algo que te gusta. Pero mientras trabajes
aquí, espero que te concentres totalmente en ello.
—Por supuesto.
—Y cuando dejes de trabajar aquí -cuando sea- espero que
te mantengas en contacto. Aquí, en Mitchell & Madison, somos una
familia. No sólo trabajamos juntos, sino que nos reímos y
discutimos juntos. Mantenme informado y no tendremos ningún
problema.
Sintiéndome como si me hubiera quitado un peso de encima,
sonreí y me puse en pie.
—Ah, y otra cosa. Me casé con el exmarido de una de
nuestras clientas. —Logan me guiñó un ojo—. No me importa con
quién salgas. Pero no dejes que interfiera en tu trabajo.
Mensaje recibido, y antes de que dijera otra estupidez, salí
corriendo de su despacho como si me ardiera el culo.

170

ELLA FRANK
CAPÍTULO Veinticuatro
MARCUS

CUANDO FRANKLIN SE DETUVO en la acera de mi casa al final de


la tarde, Gabe estaba de pie en la parte delantera esperándome.
Había pasado la tarde en la biblioteca practicando, como le había
sugerido, y ahora estaba tan relajado y guapo como siempre con
unos vaqueros y una camisa negra abotonada.
Cuando subió al asiento trasero del Escalade y cerró la puerta
tras de sí, quise subirlo a mi regazo. Estaba a punto de saludarlo
cuando se inclinó sobre el asiento del medio, pero justo cuando
pensé que iba a besarme, me dio un puñetazo en el brazo.
—¿Qué...?
—Eso fue por ser tan críptico y por asustarme tanto hoy.
—¿Perdón? —Me froté el bíceps mientras Gabe seguía
mirándome.
—¿Tu vaga llamada telefónica conmigo? Fue algo así: 'Tuve
una reunión con tu jefe hoy y tenemos que hablar'. Luego colgaste
antes de poder decirme de qué se trataba.
Repasé la llamada que había tenido con Gabe y me di cuenta
de que tenía razón. Aunque no había sido críptica a propósito,
tampoco había entrado en detalles. Me habían interrumpido. —De
acuerdo, tienes razón. Pero ¿por qué te has asustado?
—Porque pensé que se trataba de nosotros y fui a decirle a
Logan que no era de su incumbencia con quién saliera y que no
rompería contigo sólo porque él lo quisiera.
Fruncí el ceño, tratando de seguir el ritmo. —¿Él quería que
rompieras conmigo?

171

ELLA FRANK
—No. ¡Uf! Pensé que quería que lo hiciera porque tú me
asustaste.
Gabe me golpeó de nuevo, pero esta vez estaba preparado
para él. Agarré su puño y rápidamente lo jalé por el asiento trasero.
—Vuelve a hacer eso, y mi amenaza de antes de atarte
podría hacerse realidad.
Los ojos de Gabe se oscurecieron y luego bajaron a mis
labios. —Hoy he hecho el ridículo.
—No sé nada de eso. Me gusta que no estuvieras dispuesto
a renunciar a mí por el bien de tu trabajo. Demuestra compromiso.
Gabe arqueó una ceja. —Bueno, no creas que no se me pasó
por la cabeza. Tengo que comer, ya sabes.
—No tienes que preocuparte por eso —dije, moviendo los
labios—. El ramen es barato, y tú sabes cómo cocinarlo.
—No es gracioso. He quedado como un idiota.
—Estoy seguro de que no lo hiciste...
—Lo hice. Pero ¿por qué si no iba a estar Logan allí hablando
contigo?
Le pasé el pulgar por el labio inferior. —Logan y Gloria.
Estaban hablando conmigo por mi contrato.
El color se drenó de la cara de Gabe. —Oh, Dios. Realmente
soy un idiota.
—No, no lo eres.
—Eh, sí, lo soy. —Se dejó caer en su asiento y se frotó la
cara—. Eso ni siquiera se me pasó por la cabeza. ¿Por qué no se
me ocurrió?
Me mordí el interior de la mejilla en un esfuerzo por no
reírme. —¿Por qué iba a ser así?
172

ELLA FRANK
Gabe me lanzó una mirada divertida, como si dijera: Ni
siquiera intentes hacerme sentir mejor.
—¿Te gustaría volver a pegarme?
Gabe suspiró y dejó caer la cabeza hacia atrás en el
reposacabezas. —No. Pero si quieres hacerme sentir menos tonto
delante de mí jefe, tengo una fiesta de trabajo próximamente y me
preguntaba si...
—Sí.
—Ni siquiera terminé de preguntar.
Me encogí de hombros. —La respuesta sigue siendo sí. Sólo
tienes que enviarme los detalles y estaré allí.
Gabe me miró, con una sonrisa tonta en la cara. —De
acuerdo, ahora me siento menos imbécil.
—¿Quieres dejar de insultarte?
—Bien, pero donde sea que vayamos a cenar, ¿puedes
asegurarte de que sirvan alcohol? He tenido un día.
Me reí y tomé su mano. —Por supuesto.

DESPUÉS DE UN MARGARITA de fresa muy frío, Gabe parecía


mucho más relajado que cuando entramos en el pequeño
restaurante mexicano. Con una cesta interminable de patatas
fritas, salsa y guacamole, parecía bastante satisfecho mientras
examinaba el menú, y yo me sentía feliz de observarlo.

Llevaba todo el día pensando en la mejor manera de abordar


este tema con Gabe. Él sabía que estaba en conversaciones sobre
dónde iba a trabajar cuando terminara mi contrato en ENN. 173

ELLA FRANK
Habíamos tocado el tema aquí y allá, pero con lo rápido que iban
las cosas, sabía que era una discusión que teníamos que tener en
detalle más pronto que tarde.
—¿Has decidido lo que quieres?
Gabe me miró por encima del menú y frunció los labios. —
Depende.
—¿De?
—¿Qué te parece el filete?
—Favorablemente.
—Mmm... —Se inclinó sobre la mesa hacia mí—. ¿Te gustaría
compartirlo conmigo?
Mis ojos se posaron en sus labios y asentí. —Siempre.
—Estamos en un restaurante público, Sr. St. James. Deje de
mirarme como si estuviera en el menú.
—¿Es eso lo que estoy haciendo?
—Mi polla seguro que lo piensa.
Me reí y me senté, lejos de la tentación. Luego señalé el
menú. —¿En qué estás pensando?
—¿Fajitas de carne para dos?
—Suena genial.
—Perfecto. —Gabe cerró el menú—. Además, esta noche
pago yo.
—No, no lo harás.
— Sí lo haré.
—Gabe, no.
—Si no me dejas pagar esta noche, no te dejaré besarme.
174

ELLA FRANK
Estaba a punto de seguir discutiendo, pero entonces el
mierdecilla sexy se mordió el labio, y supe cuando estaba vencido.
—Bien. Puedes pagar.
—Gracias. —Gabe dio un sorbo a su bebida y pidió por
nosotros cuando apareció el camarero, luego cuando se retiró el
camarero me miró con atención—. Bien, creo que he calmado mis
nervios de antes, así que, ¿de qué necesitas hablar conmigo?
Cogí mi cerveza y tomé un trago, luego me relajé de nuevo
en la silla. —Ya sabes algunas cosas. Tuve una reunión hoy con
Gloria y su abogado...
—Síp, esa parte me suena mucho.
Sonreí. —Bueno, como sabes, había estado esperando a ver
si Gloria hacía algún movimiento con respecto a mi renegociación,
y hoy por fin lo ha hecho.
—Guau. —Gabe hizo una pausa con una patata frita a medio
camino de su boca—. Así que eso significa que ahora tienes una
oferta de Nueva York, Los Ángeles y Chicago.
—No.
Gabe frunció el ceño y se metió la patata en la boca. —¿No?
—Después de hablar con Gloria hoy, y de hablar con Oliver
directamente después, Los Ángeles está definitivamente fuera de
la mesa. Nadie puede acusar a Gloria de ser tímida y retraída. Se
ha enterado de que yo iba a hablar con Oliver y se ha lanzado con
un gran trato para debilitarlo.
Gabe se rio entre dientes y tomó otro sorbo de su bebida. —
¿Quién iba a saber que la industria de la radiodifusión era tan
despiadada?
—Se puede ser extremadamente despiadado. Sobre todo,
cuando alguien está muy solicitado.
—Lo dices con total modestia. 175

ELLA FRANK
—Es la verdad. No actúes como si no fueras tan consciente
de tu valor como yo del mío.
—Oh, no lo soy. Creo que eres caliente.
—Por supuesto que sí.
Gabe me guiñó un ojo. —Entonces, la oferta de Gloria, ¿era
buena?
Asentí. —Es muy tentadora, sí. Pero también lo es Nueva
York.
El camarero salió en ese momento sosteniendo una fuente
chisporroteante con tiras de filete humeantes en un lado del plato,
y arroz y judías en el otro. Lo deslizó en el centro de la mesa y
luego tomó dos recipientes de la mujer que estaba detrás de él y
los colocó frente a nosotros, junto con un plato lleno de salsa,
guacamole y queso. —Disfruten.
—Gracias —dijimos Gabe y yo al mismo tiempo, y mientras
el camarero se alejaba, le hice un gesto a Gabe para que fuera el
primero.
Él quitó la tapa de las tortillas y comenzó a cargar una, y
luego fue mi turno. Cada uno dio un par de bocados y, cuando se
le quitó el hambre, Gabe se sentó y me miró. —Así que, de
acuerdo, lo has reducido a Nueva York o Chicago.
Miré por encima de la mesa, sin saber realmente qué esperar
de él al hablar de esto. Estábamos en el comienzo de lo que podría
ser la relación más seria que había tenido en mi vida y, sin
embargo, estábamos discutiendo la posibilidad de que me mudara.
Parecía tan tranquilo al respecto, tan sensato, y por alguna
razón, eso me molestaba. —Sí. Sería una cosa o la otra.
—¿Y hay alguna que realmente te llame?
—¿Sinceramente?
Gabe asintió. 176

ELLA FRANK
—Nunca he vivido en Nueva York, así que realmente no
tengo una opinión en ninguno de los dos sentidos.
—Pero es Nueva York. ¿No quiere todo el mundo visitar
Nueva York?
—Supongo, pero esto no son vacaciones. No es que vaya a
hacer turismo. Es por un trabajo.
Gabe se burló y dio otro bocado a su fajita. —¿No es un
contrato de cuatro años? Eso no es un trabajo; es un pequeño
porcentaje de tu vida. No puedes tomar una decisión basada en la
idea de que vas a ir a trabajar todas las horas de todos los días y
nunca irás a otro sitio.
—¿Por qué no? Eso es más o menos lo que yo haría.
—De ninguna manera. En Nueva York no lo es. Tienes que
tomar una decisión informada. Tienes que ver si es una ciudad que
te llama.
Arqueé una ceja. —¿Y cómo propones que lo haga? Giles
quiere una respuesta, y pronto.
Gabe sonrió y se encogió de hombros despreocupadamente.
—Vamos a visitarlo. Este fin de semana. Nos vamos el viernes y
volvemos el domingo a última hora. Experimentamos Nueva York
y vemos lo que piensas.
De acuerdo, eso era lo último que esperaba que dijera. —
¿Este fin de semana? ¿No es eso un poco impulsivo?
—Tengo veintidós años -impulsivo es mi segundo nombre.
También ha sido la base de toda nuestra relación, y hasta ahora
ha funcionado bastante bien, ¿no?
—Tienes razón.
—Por supuesto que lo tengo. Soy sabio, ¿recuerdas? Tú me
lo dijiste.
177

ELLA FRANK
—También eres inteligente, hermoso y demasiado sexy para
tu propio bien.
—Entonces, ¿eso significa que vas a volar conmigo este fin
de semana?
Debo haber perdido la cabeza, pero... —Reservaré los
pasajes.

178

ELLA FRANK
CAPÍTULO Veinticinco
GABE

—¿QUÉ PASA con la radiodifusión y los edificios realmente


grandes? ¿Es algo fálico? —Miré a Marcus, de pie a mi lado, en esta
hermosa mañana de sábado, y todavía no podía creer que le
hubiera convencido para que aceptara volar a Nueva York de
improviso.
Pero aquí estábamos, de pie frente al edificio de Summit
Broadcasting, donde Marcus dirigiría la división de noticias, si decía
que sí a la oferta de Giles Vanderhall.
—¿No te olvidas de algo?
—¿Qué es?
—Gloria es una mujer.
—Oh, tienes razón —dije mientras Marcus me cogía de la
mano y me llevaba al interior del vestíbulo y al control de
seguridad—. Pero su padre no lo era, y él era el Tennant original,
¿no?
—Tienes razón.
—¿Ves? —Pasé por un detector de metales y sonreí al
guardia, y cuando Marcus hizo lo mismo, continué: —Entonces, mi
pregunta sigue siendo. ¿Es una cosa fálica? ¿Cómo que cuánto más
grande es la empresa, más grande es el edificio? Porque si eso
también es un requisito para su presidente, bueno... —pasé los
ojos por la chaqueta deportiva de Marcus, por encima de su
cintura, y me fijé en la cremallera de sus pantalones azul marino—
. Sin duda, están entrevistando al hombre adecuado.
Los labios de Marcus se curvaron hacia un lado mientras me
cogía de la mano y me llevaba al ascensor y, por suerte, la puerta
se cerró con nosotros dos solos. 179

ELLA FRANK
—No estoy seguro de que por eso se interesen por mí. Pero
no me molesta que sea una de las razones por las que lo están.
—Sr. St. James, ¿está insinuando que sólo me gusta porque
tiene un gran...? —Mi espalda chocó con la barandilla del ascensor
y Marcus tomó mi barbilla con la mano.
—¿Gran qué?
Le mostré una sonrisa burlona y apliqué mis manos sobre su
estómago, antes de bajar una para palparlo. —Ego.
Marcus se rio. —¿Es eso lo que es?
—Mmmm. —Lo acaricié un poco más, su pene se puso rígido
bajo mi palma mientras el ascensor subía hasta el piso cuarenta y
cinco—. Pero para responder a tu pregunta, ésa es sólo una de las
razones por las que me gustas. Es cierto que es una de las más
importantes, y que sigue creciendo con cada segundo que pasa.
Pero tienes un montón de otras cosas a tu favor.
Marcus detuvo mi mano y la sujetó a la pared. —¿Por
ejemplo?
Hice ademán de pensar más de la cuenta y luego dije: —
Bueno... está Franklin.
Marcus entrecerró los ojos y rozó sus labios sobre los míos.
—Un alborotador.
Le mordí el labio inferior y luego entrelacé mis dedos con los
suyos. Luego me apoyé en su hombro e incliné la cabeza hacia
arriba para mirarlo a los ojos. —Sí, pero yo soy tu alborotador.
—Lo eres. —Marcus se llevó las manos a los labios y me besó
los nudillos.
Cuando el ascensor se detuvo, salimos a un gran vestíbulo
que tenía una cafetería y una plataforma de observación a un lado
y oficinas al otro, y justo delante de nosotros había una magnífica
vista del Empire State Building. 180

ELLA FRANK
Joder, esto sí que era un pedazo de inmueble.
—Impresionante, ¿no?
Bueno, teniendo en cuenta que todavía estaba tratando de
levantar mi mandíbula del suelo, eso era un firme sí.
—Los edificios ejecutivos están unos cuantos pisos más
arriba...
Por supuesto que sí.
—…pero están cerrados hoy, ya que es sábado. Esto te da
una buena idea de dónde estaría, sin embargo, día tras día.
Guau, la oficina de Marcus en Chicago era bastante
espectacular, pero esto estaba a otro nivel. Tenía que imaginar que
lo que Giles Vanderhall estaba ofreciendo con la esperanza de
atraer a Marcus era extraordinario si esta vista era parte del trato.
Y aunque la idea de que se marchara me hacía encoger el estómago
y me dolía el corazón, tampoco podía evitar sentirme emocionado
y orgulloso de él.
Marcus se había dejado la piel para llegar hasta donde
estaba, y que le ofrecieran la oportunidad no sólo de trabajar en la
división de noticias de Nueva York, sino de dirigirla, era algo
enorme. Lo sabía, y ni siquiera estaba en la industria.
—Ven. —Marcus extendió la mano—. Vamos a ver.
Le seguí hasta la plataforma de observación, y si la vista del
interior me parecía impresionante, no era nada comparada con
esto. La cafetería tenía varias mesas en la terraza, pero Marcus y
yo nos dirigimos a la pesada barandilla rodeada por una jaula de
malla metálica, muy parecida a la del emblemático edificio situado
a varias manzanas de nosotros.
Una vez que me tomé un momento para contemplar la vista
que tenía delante, me volví hacia el hombre que estaba a mi lado.
El viento agitaba suavemente su rubio cabello, y no pude evitar
181
tomar una instantánea de él con mi mente. Con su llamativa línea

ELLA FRANK
de la mandíbula y sus ojos intensos y entrecerrados, Marcus tenía
un aspecto poderoso, casi majestuoso, como si fuera el dueño de
todo lo que estaba viendo en ese momento.
—Así que aquí va una pregunta para ti. Una vez que hayas
superado el hecho de que eres prácticamente el rey del mundo aquí
arriba —Marcus se volvió para mirarme, con las cejas alzadas—,
¿el trabajo aquí difiere en algo del de Chicago? ¿Hay más estrés?
¿Menos? ¿Hay algún tipo de curva de aprendizaje? Quiero decir que
llevas mucho tiempo haciendo esto en la misma ciudad, ocho años,
¿no? ¿Estás listo para emprender algo nuevo?
Marcus se metió las manos en los bolsillos y volvió a mirar la
extensa ciudad que teníamos delante. —Este puesto
definitivamente presentaría más desafíos. Giles está buscando una
revisión de la red. Ha visto lo que he logrado en mis años en ENN,
y quiere que su red alcance ese nivel. Eso significa muchas horas
y un cambio de personal, que siempre causa estrés al principio,
pero que acaba por asentarse. Es el tipo de oportunidad que se me
dio en Chicago: rienda suelta. Eso rara vez se da una vez, pero
¿dos veces? Eso es casi inaudito.
No lo dudé. El currículum de Marcus ya era impresionante,
pero si añadía una revisión de los índices de audiencia de Summit
de la misma manera que había hecho con los de ENN, su nombre
como número uno en la programación de noticias en televisión se
consolidaría.
Respiré hondo, me giré para mirar los edificios que nos
rodeaban y traté de imaginar un escenario en el que Marcus viviera
aquí y yo en Chicago y, de algún modo, nos viéramos.
Parecía difícil pero no imposible, y no pude evitar
preguntarme qué pensaría Marcus.
—¿Puedo preguntarte algo? —Le dije—. Y quiero que seas
sincero.
—Por supuesto. 182

ELLA FRANK
—¿Considerarías alguna vez una relación a distancia?
Marcus buscó mi mano y tiró de ella, instándome a
enfrentarme a él, y mientras miraba fijamente sus solemnes ojos,
ya sabía la respuesta.
—No. Pero te consideraría. —Mi pecho se tensó cuando el
dolor de esa respuesta se hizo profundo, entonces él dio un paso
hacia mí y me alcanzó la barbilla—. De hecho, eres lo único que
parece que estoy considerando.
Su rostro se desdibujó cuando lo miré fijamente, sabiendo
que nunca podría pedirle lo que más deseaba: elegirme. En lugar
de eso, tragué y parpadeé las lágrimas. —Realmente no deberías.
Este es tu trabajo, tu carrera…
—Y tú eres mi novio. O eso me han dicho.
Me mordí el labio inferior y traté de contener las emociones
que bullían en mi interior, porque, aunque me emocionaba que
pensara en mí de esa manera, tampoco quería ser la razón por la
que perdiera una oportunidad de cambio de carrera.
—¿Nueva York es algo en lo que has pensado alguna vez?
—¿Cómo para vivir?
Marcus asintió, y nada podría haberme sorprendido más.
—Yo... no lo había pensado. Quiero decir, ¿quieres que lo
piense?
Me miró fijamente durante lo que parecieron horas -pero en
realidad fue menos de un minuto- y luego me soltó para volver a
mirar el paisaje. —Aquí está el Conservatorio de Música de Nueva
York y la Filarmónica de Nueva York. ¿Podría Vogt hablar bien de
ti? ¿Es algo que hacen los directores de música?
Mis ojos se abrieron de par en par. Estaba claro que había
pensado en esto.
183

ELLA FRANK
—Lo siento, no quería soltarte eso ni hacerte sentir
presionado.
—No lo hiciste. Me sorprendiste, pero no me siento
presionado. —Tomé su mano y la enrollé alrededor de mi cintura
hasta que me abrazó.
—Olvida que lo mencioné —dijo, y la mirada casi tímida en
su rostro hizo que mi corazón se ablandara—. Sólo estaba
pensando en voz alta.
—No voy a olvidarlo, yo...
—¿Gabe? Está bien, de verdad.
—De acuerdo, lo dejaré pasar por ahora, pero no hemos
terminado con esto —dije, percibiendo el malestar de Marcus. Me
pregunté si eso se debía a que se sentía vulnerable por abrirse de
la manera en que lo había hecho, o por mi falta de respuesta. En
cualquier caso, no quería que se sintiera incómodo, así que lo dejé
pasar... por ahora.
—¿Qué tal si hacemos esto? —Me puse de puntillas y le di un
beso en los labios—. Ahora que hemos visto dónde estarías durante
tus horas de trabajo, ¿por qué no damos un paseo por la ciudad y
luego volvemos al hotel y descansamos antes de salir por la noche?
Tengo en mente lo perfecto para que Marcus St. James haga un
sábado por la noche.
Marcus apretó sus brazos alrededor de mi cintura y esbozó
una media sonrisa. —¿Supongo que quedarse en la cama contigo
no es una opción?
—Tal vez más tarde en la noche. Pero tengo curiosidad por
saber en qué clase de problemas podemos meternos en esta ciudad
cuando se pone el sol.
—Por supuesto que sí, alborotador.
—Mmmm.
184

ELLA FRANK
—¿Prometes que no será otro bar con hachas?
—No.
Marcus negó con la cabeza. —Debo estar loco, pero guie el
camino, señor Romero. Voy a confiar en usted.
—Bien. —Me reí y retrocedí, tirando de su mano—. Porque
voy a hacer de esta noche una que nunca olvidarás.

185

ELLA FRANK
CAPÍTULO Veintiséis
MARCUS

RESULTÓ QUE GABE tenía razón: esta noche estaba resultando


divertida. Habíamos tomado un taxi desde nuestro hotel en el
Upper East Side y habíamos ido a cenar a un restaurante de sushi
en el West Village. Luego fuimos a dar un paseo por las estrechas
calles bordeadas de hermosas casas de piedras rojizas y nos
perdimos varias veces.
Gabe me aseguró que esa era la mitad de la aventura cuando
finalmente nos condujo de vuelta a la bulliciosa calle principal que
albergaba tiendas de moda, restaurantes llenos hasta los topes y
gente disfrutando de la preciosa noche del sábado, y como él era
más la autoridad que yo, le seguí la corriente.
Era la mezcla perfecta de nuevos establecimientos entre la
arquitectura más antigua, y tuve que admitir que nunca me habría
tomado la molestia de venir aquí a explorar.
Gabe charlaba animadamente a mi lado mientras pasábamos
por cada tienda, planteando una pregunta tras otra sobre lo que
podría haber dentro. ¿Nos gustaría? ¿Deberíamos anotarlo para la
próxima vez?
Estaba lleno de curiosidad, lleno de entusiasmo, y estar con
él me hacía sentir exactamente lo mismo.
—Así que —dijo Gabe mientras enganchaba su brazo con el
mío— cuando estabas en la ducha esta noche, puede que nos haya
conseguido entradas para algo.
Me detuve en mi camino y lo jalé hacia el lado de la pasarela,
y la sonrisa en su rostro estaba al lado de la picardía.
—Oh, no parezcas tan preocupado. No es ninguna locura.
186

ELLA FRANK
—No es eso lo que me preocupa. Tienes que ahorrar tu
dinero, Gabe, no gastarlo en mí.
Gabe puso los ojos en blanco y se acercó para besarme. —
Te dejé pagar la cena, ¿no?
En realidad, lo había hecho, sin protestar en absoluto. —Lo
que ahora veo que forma parte de tu tortuoso plan.
—Enrevesado o no, tú pagaste la cena, así que yo pago el
espectáculo.
—¿Espectáculo? —Miré hacia la acera, y todo lo que vi fueron
varios pubs y restaurantes pequeños—. ¿Y dónde tiene lugar
exactamente ese espectáculo?
Miró al otro lado de la calle, donde había un estrecho toldo
con luces rojas de neón: El Blue Haze.
—¿El Blue Haze? ¿Ahí es donde vamos? ¿Qué es?
—Una sorpresa. —Gabe me guiñó un ojo y me llevó a la
acera.
Al igual que la noche en The Flying Hatchet, había una fila de
gente esperando fuera de un conjunto de puertas cerradas, y
mientras Gabe nos guiaba al final de la cola, busqué algún tipo de
indicación de lo que estaba a punto de ser sometido.
Una cosa segura era que nadie en esta fila llevaba franela.
Mientras arrastrábamos los pies hasta el borde de la acera,
Gabe se agarró a mi brazo y se apoyó en mí con una sonrisa que
habría derretido el hielo.
—¿En qué nos has metido?
Me miró entre sus pestañas, y la mirada tímida le convenía
casi tanto como su atrevida arrogancia. —No te lo voy a decir.
Dijiste que ibas a confiar en mí.

187

ELLA FRANK
—Y lo he hecho, para la cena y nuestro paseo sin rumbo
donde nos perdimos varias veces.
—¿Dónde está tu sentido de la aventura? Estábamos
explorando.
—¿Perderse es explorar?
—Sí, es explorar con un giro.
—Ajá.
—Escucha, has confiado en mí hasta aquí y he cumplido,
¿no?
—Lo has hecho.
—Entonces ten un poco de fe.
Tenía razón. El objetivo de todo esto era experimentar Nueva
York más allá de trabajar aquí, y no podía pensar en una persona
mejor para hacerlo que el magnífico hombre que estaba a mi lado.
Cuando se abrieron las puertas y la gente empezó a entrar,
me sorprendió que me hicieran bajar una estrecha escalera de
terciopelo rojo, pero a medida que avanzábamos, las fotos de las
paredes empezaron a arrojar algo de luz.
Había docenas de fotografías, algunas en blanco y negro y
otras en color, en las que aparecían Miles Davis, John Coltrane y
Elvin Jones. Nombres que conocía por la colección de discos que
tenía en casa, nombres famosos por el jazz.
—¿Me has traído a un club de jazz? —Dije junto al oído de
Gabe.
—Lo hice.
Justo cuando pensaba que no podía ser más perfecto, Gabe
siempre se las arreglaba para demostrarme que estaba
equivocado. Nunca se me habría ocurrido venir a un lugar como
188

ELLA FRANK
éste, y sin embargo era un sitio en el que me sentía totalmente a
gusto.
Cuando llegamos al nivel inferior, Gabe entregó dos entradas
a la anfitriona. Ella sonrió y señaló las mesas repartidas por toda
la planta principal frente a un escenario pequeño y apretado.
—Tomen asiento donde quieran. El espectáculo comienza en
quince minutos.
Gabe le dio las gracias y luego me tiró de la mano, y cuando
entramos en el club con poca luz, me tomé un segundo para
reconocer el hecho de que ahora estaba en la misma sala en la que
habían estado muchos de los grandes del jazz.
—¿Marcus?
Un poco sorprendido por estar aquí, me volví hacia Gabe y
no pude evitar mi enorme sonrisa. —¿Cómo lo sabías?
—¿Qué te gustaría esto?
—Sí.
—Eh, porque husmeé en tu casa. —Gabe me dedicó una
sonrisa descarada y luego se rio—. Tienes esa consola estéreo en
la biblioteca con todos esos discos de jazz y música clásica. Soy un
amante de la música; no pude evitar mirar cuando estuve allí.
Menos mal que lo hizo, porque ahora que estaba aquí, me
apetecía mucho. Nos abrimos paso entre las mesas y las sillas
hasta que llegamos a un asiento de dos plazas en la parte delantera
y a un lado. Gabe me miró por encima del hombro y levantó una
ceja como si comprobara que el lugar estaba bien. Asentí.
Tomamos asiento y, a medida que la sala se iba llenando, los
camareros y camareras empezaron a acercarse a las mesas para
tomar los pedidos de bebidas. Una vez que dimos las nuestras, me
incliné y dije junto al oído de Gabe: —Eres una sorpresa constante.

189

ELLA FRANK
Se giró para que estuviéramos cara a cara, y sus ojos
brillaron bajo las luces. —¿En el buen sentido?
—En el mejor sentido.
Cerró el par de centímetros que nos separaban y me tocó la
mejilla. —Acepto un beso como agradecimiento.
Me reí y me acerqué para hacerlo. Levantó su teléfono e hizo
una rápida foto antes de girarse y atrapar mis labios en un
profundo y apasionado beso.
No fue hasta que la joven que nos tomó el pedido dijo: —
¿Dos martinis sucios11? —que conseguimos separarnos.
Gabe miró por encima de mi hombro y le dedicó una sonrisa
fruto del sensual hechizo que acababa de tejer a mi alrededor.
Maldita sea, era difícil no tirarlo al otro lado de la mesa.
—Gracias.
—De nada. Que pasen una buena noche.
—Oh, lo haremos.
Negué con la cabeza. —Eres un desvergonzado.
—¿Qué?
—Mostrarle esa sonrisa es simplemente cruel.
Gabe me mordisqueó el labio inferior, y yo tarareé en el
fondo de mi garganta.
—¿Y eso por qué?
—Porque la emoción que hay detrás es la mía. —Le alcancé
la barbilla y le incliné la cara para poder besar la línea de su
mandíbula—. De hecho, todo lo tuyo es mío. No lo olvides.

11
Coctel a base de ginebra, vermú seco y jugo de aceituna, que es lo que le da el aspecto “sucio” y una aceituna 190
para decorar.

ELLA FRANK
Gabe se estremeció y, justo entonces, las luces parpadearon
y un tipo delgado como una caña que llevaba vaqueros, camisa y
chaleco subió al escenario detrás del micrófono. Llevaba un
sombrero de fieltro, bajado, y mientras miraba al público, todos
empezaron a aplaudir.
—Bienvenidos, bienvenidos, todos, a The Blue Haze.
Esperamos que todos estén de humor para escuchar algunas
melodías sensuales esta noche cuando Jimmy Falcon y el Milt
Morgan Quartet suban al escenario. También tenemos a un amigo
de Milt aquí con nosotros esta noche...
El hombre hizo una pausa y escaneó la sala durante un
segundo, y cuando el foco de luz iluminó nuestra mesa, Gabe se
puso en pie.
—¡Ahí está, mi hombre, Romero! Va a ver si todavía lo tiene
cuando se trata del contrabajo. Así que siéntense, tomen un par
de tragos, y luego tal vez un par más, y disfruten de su noche en
The Blue Haze.
El público empezó a vitorear y, cuando Gabe volvió a
sentarse, lo miré con asombro y negué con la cabeza. —¿Hay algo
que no puedas hacer?
—Tocar la trompeta. —Me guiñó un ojo y mostró una sonrisa
pícara—. Ya te lo he dicho.

191

ELLA FRANK
CAPÍTULO Veintisiete
GABE

EL SUBIDÓN que sentí al compartir de nuevo el escenario con Milt


y su cuarteto me hizo volver prácticamente flotando hasta Marcus,
que me esperaba sentado con una sonrisa que hacía que se me
derritieran las entrañas.
Esta noche estaba tan sexy que me costaba respirar cada
vez que lo miraba, pero eso no me había impedido saciarme.
Apenas había podido apartar los ojos de él durante la actuación de
Jimmy, y cuando Milt subió al escenario, fue todo lo que pude hacer
para mantener las manos quietas y mi atención en el espectáculo.
Estaba enamorado. Lo sospechaba desde hacía tiempo, pero
me resistía a ponerle una etiqueta porque me parecía demasiado
pronto. Pero al diablo con eso. Desde el momento en que vi a
Marcus, supe que estaba perdido. Por eso me había decepcionado
tanto cuando creí que una noche era todo lo que tendríamos.
¿Cómo iba a encontrar a alguien que estuviera a su altura? Resultó
que no tuve que hacerlo.
Cuando llegué a nuestra mesa, Marcus se puso de pie
aplaudiendo y yo hice una dramática reverencia antes de rodear su
cintura con mis brazos y él me atrajo hacia sí.
—Has estado fantástico. —Se rio y me besó la mejilla, y no
recordaba haberlo visto nunca tan alegre—. Tienes mucho talento,
¿verdad, señor Romero?
Me incliné hacia atrás para mirarle a los ojos. —Oh, tengo
muchos talentos.
—Seguro que sí.
—Mmmm, salgamos de aquí y te lo mostraré.
192

ELLA FRANK
Aparentemente listo para estar solo tanto como yo, Marcus
asintió y tomó mi mano. Nos abrimos paso entre las mesas y
subimos las escaleras para salir a la calle, pero antes de que diera
tres pasos hacia la puerta, Marcus me hizo girar y tomó mis labios
en un beso que sentí hasta los dedos de los pies.
Le rodeé el cuello con los brazos y le devolví el abrazo, pero
justo cuando las cosas se ponían calientes y pesadas, sentí que
una gota de agua golpeaba el dorso de mi mano. Miré al cielo
nocturno y, un segundo después, los cielos se abrieron y fue como
si Dios hubiera abierto un grifo.
Marcus maldijo mientras una risa de pura alegría brotaba de
mí. Incliné la cara hacia atrás mientras las gordas gotas seguían
cayendo, y Marcus tiró de mi mano, tratando de meterme bajo el
pequeño toldo de The Blue Hazed. Pero fue inútil, ya estaba lleno
de clientes que habían empezado a salir tras nosotros. Así que me
dirigí a la acera para llamar a un taxi.
Tres taxis amarillos más tarde, uno se detuvo para nosotros.
Nos deslizamos en el asiento trasero completamente empapados,
y cuando el cuero agrietado chirrió bajo nuestros culos, Marcus
soltó otra larga retahíla de maldiciones.
—¿Adónde?
—Al Warwick —refunfuñó Marcus, nada impresionado, y yo
resoplé y me dejé caer en el asiento—. No sé qué te parece
divertido de esto. Parecemos ratas ahogadas.
—Eso es exactamente lo que tiene de divertido.
Marcus se pasó una mano por el cabello y luego hizo una
mueca de dolor cuando se movió en el asiento, y eso sólo provocó
mi hilaridad aún más. Supuse que esto era un poco indigno para
un hombre que estaba acostumbrado a viajar en Escalades con
chófer. Pero para mí fue un recuerdo más que añadir a nuestras
aventuras en Nueva York.
193

ELLA FRANK
Cuando nos dejaron en la entrada del hotel, la lluvia caía aún
más fuerte. Era como si un extraño huracán hubiera golpeado o
algo así. Hicimos una carrera loca desde la acera hasta la puerta
del vestíbulo, que fue abierta por el portero.
Disminuí la velocidad en cuanto entramos, con cuidado de no
resbalar en el suelo de mármol, y luego nos dirigimos a los
ascensores y pasamos la llave de nuestra suite. Cuando por fin
llegamos a la planta 39, salimos al vestíbulo y Marcus se sacó la
camisa del pantalón para intentar quitarse la tela húmeda de la
piel.
Me quedé detrás de él, más que dispuesto a ver el
espectáculo, y no me decepcionó. En cuanto estuvo dentro, Marcus
tiró la llave en la mesa de la entrada y sacó su cartera de un bolsillo
y su teléfono del otro. Una vez libre, se puso a trabajar en los
botones de su camisa, luego se la saco por los hombros y la tiró al
suelo del baño.
Con la camisa quitada, los anchos hombros de Marcus
quedaron a la vista. Se llevó la mano a la hebilla del cinturón y se
quitó el resto de la ropa. Cogió una toalla del cuarto de baño, y
cuando volvió a salir a la suite, pareció darse cuenta de lo callado
que me había quedado y se detuvo y se giró para verme de pie
justo dentro de la habitación.
—Pregúntamelo otra vez.
Marcus se congeló y sus ojos se estrecharon hacia mí. Por un
segundo, me pregunté si entendía de qué estaba hablando. Pero
debería haber sabido que Marcus no se perdía nada.
—¿Alguna vez pensaste en mudarte a Nueva York?
Empujé la puerta, me acerqué y puse una mano sobre su
corazón. —Sí.
Tomó mi cara entre sus manos. —¿Sí?
194

ELLA FRANK
Asentí lo mejor que pude, con el corazón latiendo a mil por
hora, porque ambos sabíamos que, aunque él estaba de pie casi
desnudo, yo era el que estaba totalmente expuesto ahora.
Me pasó el pulgar por la mejilla y luego dejó escapar un
suspiro, y supe que lo que venía a continuación no iba a ser lo que
yo quería oír.
—No puedo pedirte que hagas eso.
—¿Hacer qué?
—Dejar la sinfonica.
Abrí la boca para protestar, pero Marcus me puso un dedo
en los labios.
—¿Por qué no me has pedido que elija Chicago? Tienes un
trabajo allí -dos, en realidad- y, sin embargo, aquí estás en Nueva
York mostrándome formas en las que podría disfrutar si es aquí
donde decido mudarme. ¿Por qué?
Parpadeé mientras lo miraba fijamente, con sus ojos
clavados en los míos y sin darme la oportunidad de esconderme
mientras esperaba la respuesta que temía decir en voz alta.
—Porque no seré yo quien te pida que rechaces Nueva York.
No cuando sé lo mucho que has trabajado para que te den la
oportunidad.
Los labios de Marcus se curvaron en una sonrisa irónica, pero
había un matiz de tristeza en su expresión. —Lo sé.
Me soltó lentamente y miró mi ropa mojada.
—Deberías quitártela antes de que te resfríes.
Asentí y, cuando se alejó de mí, casi lo alcancé, asustado de
que estuviera a punto de desaparecer ante mis propios ojos. En
lugar de eso, me dirigí al baño y cerré la puerta tras de mí.
Necesitaba un minuto para mí. Un minuto para pensar en lo que
195

ELLA FRANK
acababa de decir y en lo que significaba para mí, para él, para
nosotros.
Me quité la ropa mojada y cogí uno de los albornoces que
había detrás de la puerta. Luego me sequé el cabello con una toalla
y me miré en el espejo, y lo que vi me asustó.
Podía ver atisbos de la angustia, atisbos del dolor que se
avecinaba. Marcus y yo estábamos decididos a llegar a la cima de
nuestros campos elegidos, y mientras él estaba a un paso de su
destino final, yo estaba justo al principio del mío. Pero no iba a ser
yo quien pusiera fin a esto, no hasta que él se alejara y me dijera
que esto había terminado.
En el lapso de unas horas, no sólo me había enamorado, sino
que lo había perdido. Pero cuando se trataba de Marcus y yo, la
velocidad con la que había ocurrido no era sorprendente.
Respiré profundamente y me pasé una mano por el cabello.
Necesitaba recomponerme. Todavía no había terminado. Él no se
había ido. Estaba en la habitación al otro lado de esta puerta, y
todavía tenía que disfrutar de mañana con él.
Puedo hacerlo...
Volví a entrar en la habitación, y cuando lo vi de pie junto a
las puertas que daban a la terraza, me tomé un segundo para
mirarlo. Había apagado todas las luces de la suite para que el
resplandor de la ciudad proyectara su sombra en la pared, y la
rigidez de su cuerpo me hizo pensar en la primera vez que lo vi.
Entonces había sido tan fuerte en su silencio solitario, pero esta
noche no estaba solo.
Crucé la habitación, rodeé su cintura con mis brazos y apoyé
mi mejilla en su hombro desnudo.
—¿Te has secado?
—Claro que sí. —Parecía que no era el único que había
elegido el modo de negación, pero era inútil. Las palabras estaban 196

ELLA FRANK
ahí, las implicaciones persistiendo entre nosotros, y aunque
teníamos esta noche y mañana, no podíamos huir de esto para
siempre.
Marcus entrelazó sus dedos con los míos, y cuando me
abrazó con fuerza, susurré: —¿Marcus?
—¿Sí?
—Me gustaría ser el tipo de persona que puede pedirte que
elijas Chicago.
Me besó la palma de la mano. —No lo hagas, porque
entonces no serías tú.
Se hizo el silencio entre las sombras de la habitación, y
mientras permanecía allí sin más que el sonido del tictac del reloj
en la pared, una lágrima rodó por mi mejilla. No pude evitar sentir
que estábamos corriendo en un tiempo prestado.

197

ELLA FRANK
CAPÍTULO Veintiocho
GABE

ERA TARDE el domingo por la noche cuando Franklin me dejó en


casa, y cuando le di un beso de despedida a Marcus, sentí una
tristeza que nunca antes había sentido.
Había empezado el fin de semana con buenas intenciones.
Había querido ayudar a Marcus en su decisión de forma puramente
imparcial. Pero a medida que pasaban los días y la realidad de su
posible mudanza se imponía, me di cuenta de que no era tan fácil
permanecer imparcial cuando tu corazón estaba en juego.
—Bueno, hola, forastero.
Miré a Ryan sentado en el sofá con los pies apoyados en la
mesita de café.
—¿Has tenido un buen viaje?
—Sí, fue genial. —Intenté poner mi mejor sonrisa y me dirigí
a mi habitación, con la esperanza de escaparme y meterme en la
cama.
—Oye, ¿a dónde crees que vas? Vuelve aquí.
Hice una mueca de dolor y me detuve en la puerta. Debería
haber sabido que no debía intentar pasar por encima de Ryan. Él
conocía mi estado de ánimo mejor que la mayoría, y también sabía
cuándo intentaba apartarme de él. Me giré lentamente y me
preparé para lo que sabía que iba a ocurrir.
Se cruzó de brazos y me miró con atención. —¿Qué está
pasando aquí? Acabas de volver de un viaje relámpago a Nueva
York con tu novio el pez gordo. ¿Por qué parece que te ha llovido
todo el desfile mientras estabas allí? 198

ELLA FRANK
Apropiado, considerando el aguacero del sábado por la
noche.
—Espera un segundo. —Ryan me cogió del brazo y me
apretó—. ¿Estáis bien vosotros dos? No han roto, ¿verdad?
—No. En todo caso, sucedió lo contrario.
Ryan frunció el ceño. —¿Lo contrario? ¿Qué es lo contrario
de romper?
Dejé escapar un suspiro, sabiendo que no había forma de
salir de esta conversación ahora. —Me enamoré.
Ryan parpadeó, y cuando estaba claro que no iba a salir
ninguna palabra, abandoné mi equipaje de mano junto a la puerta
en favor de conseguirme una bebida. Tirando de memoria, recordé
que Ryan tenía una botella de vodka en el refrigerador.
—¿Acabas de decir...?
—¿Que estoy enamorado del jefe de tu jefe? Sí, lo dije. —
Abrí la puerta del refrigerador, y bingo, ahí estaba. Miré por encima
de mi hombro hacia donde Ryan me miraba como si hubiera
perdido la cabeza—. ¿Quieres uno?
Sus ojos se desviaron hacia el Grey Goose y asintió. Cogí dos
vasos de uno de los armarios y añadí un poco de hielo, y para
cuando vertí el vodka por encima, Ryan había conseguido cruzar la
habitación.
Le di un vaso y luego, sin decir nada, eché la cabeza hacia
atrás y me bebí un par de dedos del fuerte líquido. Cuando cogí la
botella para servirme un segundo vaso, Ryan me la arrebató
rápidamente y me señaló uno de los taburetes.
—Siéntate.
Fruncí el ceño mientras él volvía a enroscar el tapón, y planté
mi culo en un taburete.
199

ELLA FRANK
—De acuerdo, ahora que he tenido un momento para
asimilar lo que acabas de decir... —Tomó un sorbo de su bebida,
me miró con atención y luego, como si recordara lo que había
dicho, se bebió el resto—. ¿Por qué no empiezas por el principio?
Porque llámame loco, pero creía que enamorarse era algo bueno.
Incluso si es con alguien como Marcus.
—¿Alguien como Marcus?
—Sí, ya sabes. Alguien que tiene la capacidad de congelar a
la gente con una sola mirada.
Negué con la cabeza. —No conozco a ese Marcus. El único
Marcus que conozco es fácil con su sonrisa y tiene la capacidad de
hacer que mi sangre se caliente con una sola mirada.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
—El problema es que está buscando un trabajo en Nueva
York.
—Ya. Pero tú lo sabías. Por eso fuiste con él este fin de
semana. Para mostrarle los alrededores y ver si le gustaría. Dijiste
que estarías bien de cualquier manera. Que podías volar los fines
de semana y hablar por Skype, siempre y cuando ambos
estuvieran contentos.
—Lo sé, pero...
—Pero ¿qué?
—Eso fue antes de que me dijera que no haría una relación
a distancia.
—Oh.
—Sí, oh.
Ryan se acercó al taburete de la barra a mi lado y desenroscó
el vodka para servirme otro vaso.
—¿Qué dijo cuando le dijiste que lo amabas? 200

ELLA FRANK
Negué con la cabeza mientras hacía girar el líquido
transparente alrededor del hielo. —No lo hice.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque no voy a ser la persona que le haga elegir entre su
trabajo y yo. Eso no es justo, no cuando ha trabajado tan duro por
él.
—A la mierda.
Mis ojos se abrieron de par en par ante el arrebato de Ryan.
—Esto no se trata de ti o del trabajo, se trata de decirle al
hombre que amas que lo amas. Si alguna vez hubo un momento,
sería ahora. Dios sabe que Marcus no es el tipo de persona que
mira más allá de un negocio. Vas a tener que hacer que tus
sentimientos sean obvios. Tan claros como la nariz de su cara.
Levanté mi vaso y bebí el contenido de nuevo de un rápido
trago. Realmente, deberíamos haber hecho chupitos.
—No sé, Ry. Todo esto ha sucedido muy rápido, y Marcus no
es exactamente el tipo de hombre que se ha lanzado a las
relaciones en el pasado.
—Eh, corrígeme si me equivoco, pero ¿no te dio hace poco
una llave de su mansión para que la usaras a tu antojo? Si eso no
es un grito de “involucrarse” no sé qué lo es.
Pensé en la noche en que Marcus me dio la llave, en la
sinceridad de sus ojos cuando me dijo que confiaba en mí, y mi
corazón se rompió de nuevo ante la posibilidad de perder eso.
—Mira, creo que me voy a ir a la cama. Ha sido un fin de
semana ajetreado y tengo que trabajar a primera hora.
Probablemente sólo estoy cansado. Me sentiré mejor por la
mañana.

201

ELLA FRANK
Ryan hizo una mueca y me frotó la espalda. —De acuerdo,
pero piensa en lo que he dicho. Nunca he visto a Marcus actuar
como lo hace contigo. Eso tiene que significar algo.
Sí, pero ¿significa lo suficiente? Me puse en pie y le di una
palmada en el hombro. —Gracias, Ry.
Me dirigí a mi dormitorio, me senté en la cama y saqué mi
teléfono. Cuando pulsé la pantalla de inicio, apareció la foto que
había tomado en The Blue Haze y me quedé mirando la imagen
que me devolvía la mirada. Los labios de Marcus estaban pegados
a mi mejilla mientras sonreía a la cámara, y aunque no hubiera
estado allí, podría decir que se estaba riendo mientras me besaba.
Sus ojos estaban arrugados a los lados y había una luz que brillaba
en ellos mientras me daba las gracias por llevarle al club. Se me
nublaron los ojos al contemplar a los dos en esa imagen y me
pregunté si aquello sería pronto un recuerdo lejano; esperaba que
no.
Conecté el teléfono a su cargador y llevé la maleta a un
rincón, decidiendo ocuparme de ella mañana, cuando estuviera un
poco menos muerto. Luego me quité la ropa y me metí en la cama.
Apagué la lámpara y estaba a punto de intentar desconectar
mi mente cuando mi teléfono se encendió y me di la vuelta para
ver un mensaje de Marcus en mi pantalla: Mi cama se siente
vacía sin ti a mi lado.
Cogí el teléfono y abrí el enlace. La mía también.
Deberíamos trabajar en una solución para eso.
Deberíamos. De todos modos, quería que lo supieras
antes de que te quedes dormido.
Apreté el teléfono contra mi pecho, como si de alguna
manera fuera capaz de oír y sentir exactamente lo que sus palabras
me hacían mientras estaba tumbado en la oscuridad, imaginándolo
en su cama haciendo lo mismo.
202

ELLA FRANK
Entonces mi teléfono vibró y se iluminó de nuevo. Duerme
bien, Gabe. Sueña conmigo.
Siempre. Dulces sueños para ti también. Te amo.
Estaba a punto de darle a enviar, pero en el último segundo
me di cuenta de lo que acababa de escribir y me levanté de golpe
en la cama. ¿Qué demonios?
Borré rápidamente las tres últimas palabras y envié:
Siempre. Dulces sueños para ti también. Mándame un
mensaje por la mañana.
Sabes que lo haré. Buenas noches.
Buenas noches.
Jesús, eso estuvo cerca.
Volví a colocar el teléfono en su soporte antes de deslizarme
en la cama. No tenía ni idea de cuánto tiempo estuve allí
contemplando la oscuridad, pero cuando me desperté a la mañana
siguiente, era con la certeza de que estaba muy enamorado de
Marcus St. James.

203

ELLA FRANK
CAPÍTULO Veintinueve
MARCUS

—¿DÓNDE TE HAS desaparecido este fin de semana?


Era lunes por la tarde y estaba agotado, pero en el instante
en que la voz de Abby llegó a través del teléfono, las decisiones
que habían estado pesando sobre mí durante el último par de
semanas se levantaron, y una sonrisa cruzó mis labios.
—¿Y cómo sabes que he desaparecido? Tuve mi teléfono
conmigo todo el fin de semana.
—Porque pasé por tu casa y no había nadie.
—A lo mejor estaba fuera.
—¿Todo el domingo también?
—¿Pasaste dos veces por aquí? ¿Me estás espiando?
—No, fui a visitar a Mike, y él vive cerca de ti. Por fin vuelvo
a escribir, Marcus. Esa pequeña idea tuya, plantó una semilla.
—¿Mi idea?
—¿Sobre el músico? Pero antes de entrar en eso, responde
a la pregunta. ¿Dónde estabas?
Pensé en mi fin de semana con Gabe. Había sido uno que
nunca olvidaría. No sólo porque había sido tan espontáneo y fuera
de lo normal para mí, sino porque estaba cerca de la certeza de
que me había enamorado.
—¿Marcus?
—¿Eh?
Abby se rio. —Te pregunté dónde estabas.
—En Nueva York. 204

ELLA FRANK
—Oh. —Abby se quedó callada por un segundo y luego
preguntó: —¿Así que te decidiste?
—No. Me fui con Gabe el fin de semana.
—Espera, ¿te fuiste de escapada romántica con Gabe?
Definitivamente, a veces lo había parecido, pero no iba a
admitirlo ante una romántica empedernida como mi hermana. —
Dijo que necesitaba experimentarlo antes de tomar una decisión.
—¿En serio? ¿Y lo experimentaste?
—Lo hice.
—¿Puedo obtener algo más que eso?
—¿Qué más quieres?
—No lo sé, pero nunca haces cosas como esta.
—¿Cómo qué?
—Como... llevar a alguien a una función familiar o tomar
tiempo libre del trabajo para ir a escapadas improvisadas. Si no lo
supiera, pensaría que estás enamorado.
Me puse en pie, me dirigí a la ventana de mi despacho y me
quedé mirando el árbol de mi patio. —¿Y qué te hace pensar que
lo sabes mejor?
Hubo una pausa, y por un segundo pensé que no me había
escuchado.
—Dios mío. Estás enamorado de él.
Sí, lo estaba, y no había dormido nada desde que había
hecho ese pequeño descubrimiento. —No te emociones demasiado.
Hay un montón de cosas sobre esto que son complicadas.
—Marcus.
—¿Mmm?
205

ELLA FRANK
—¿Lo amas?
Una imagen de Gabe sentado en mi biblioteca con el fuego
crepitando y sus ojos cerrados mientras tocaba Seducción pasó
ante mis ojos. —Sí.
—Entonces no lo compliques.
Suspiré. —Abby...
—Marcus.
—No es tan fácil.
—Entonces hazlo fácil. Si lo amas, díselo.
—Acaba de ser aceptado en un programa de verano con la
Sinfónica de Chicago. No puedo pedirle que se mude conmigo a
Nueva York. Es su sueño. No le haré eso.
—¿Pero tú decidirás a quién va a amar? —Pude escuchar el
ligero tono de enfado en su voz.
—Eso no es lo que estoy haciendo.
—¿No es así? Al no decírselo, no le das la posibilidad de
elegir.
—¿Y crees que al decírselo lo estoy haciendo? —Negué con
la cabeza, pensando en la conversación que habíamos tenido
aquella noche en el hotel—. Tiene veintidós años, Abby; se merece
la oportunidad de hacer todas las cosas que quiera en la vida antes
de establecerse con un viejo.
—De acuerdo, en primer lugar, no eres un viejo. Tienes
cuarenta y dos años...
—Soy veinte años mayor que él.
—¿A quién le importa? —dijo Abby, con su exasperación
clara—. A él ciertamente no le importa. También resulta que eres
cariñoso, inteligente y generoso más allá de lo imaginable. Te has
dejado la piel toda tu vida y nunca te has molestado en mirar dos 206

ELLA FRANK
veces a nadie. Pero desde que él entró en tu vida, parece que no
puedes apartar la mirada. Eres el mejor hombre que he conocido,
Marcus. Te mereces compartir tu vida con alguien.
—Eres parcial.
—Y tú eres increíblemente testarudo.
—Acabas de decir que soy el mejor hombre que has
conocido.
—Eso no significa que no seas un grano en el culo a veces.
Me burlé. —Encantador, Abby.
—Oye, sólo te estoy diciendo cómo son las cosas. Tú eres el
que se ha ido en jet con tu magnífico y joven novio y no puedes
admitir por qué.
—Lo hice porque se suponía que me ayudaría con mi
decisión.
—¿Oh? ¿Y cómo te funcionó eso?
—Sabes, el sarcasmo no te sienta bien.
—Puede que sea cierto, pero no has respondido a la
pregunta.
Suspiré. —El viaje sólo complicó todo.
—Porque lo amas.
Cerré los ojos y me agarré la nuca. —¿Llamaste por una
razón real o sólo para molestarme?
—No, tengo una razón.
—¿Y cuál sería?
—Me preguntaba si crees que Gabe me dejaría aprovechar la
oferta de hurgar en su cabeza. Decidí seguir adelante con esa idea
sobre el joven y hermoso músico y el hombre gruñón y testarudo.
207

ELLA FRANK
—Nunca dije gruñón y testarudo.
—No, lo dije. —Se rio—. Entonces, ¿qué te parece? ¿Se
sentaría Gabe conmigo?
A Gabe le encantaría; eso ya lo sabía. Pero no respondería
por él. —Déjame llamarlo y ver qué dice. ¿Hay alguna hora o día
en particular en el que estás pensando?
—No, estoy libre siempre que él esté disponible. Pero si se
siente incómodo en todo...
—¿Abby?
—¿Sí?
—Déjame preguntarle. Estoy seguro de que a Gabe le
encantaría hablar contigo. Será cuestión de cuando esté libre.
—Gracias.
—De nada. —Estaba a punto de despedirme, pero entonces
dije: —¿Abby?
—¿Mmm?
—Mantengamos esta conversación entre nosotros, ¿de
acuerdo?
—Marcus, esto tienes que decirlo tú, no yo. No diré ni una
palabra.
—Gracias.
—Cuando quieras. Te quiero, hermano mayor.
—Yo también te quiero.
Colgué y miré la foto de Gabe y yo en The Blue Haze, tocando
con mis dedos su cara sonriente. Luego me dirigí a la bodega,
donde cogí una botella de Pinot y una copa, y me dirigí a través de
la cocina al patio.
208

ELLA FRANK
Me senté en uno de los sofás y, mientras miraba las luces
parpadeantes del techo, pensé en todo lo que había pasado en las
últimas semanas.
Había pasado de salir con alguien, a tener un novio, a
enamorarme y, entre todo ese crecimiento personal, me habían
ofrecido dos increíbles oportunidades profesionales entre las que
sería difícil elegir incluso sin el factor añadido de Gabriel Romero.
Nunca me había considerado un romántico, ni alguien que
necesitara a otra persona para sentirse feliz o completo. Pero
mientras estaba sentado aquí esta noche, sorbiendo mi copa de
vino, nunca había echado de menos a alguien más que a Gabe. Su
ausencia en mi día se sentía más aguda que nunca.
Echaba de menos su sonrisa, su voz, su risa alegre, y me
sorprendía una y otra vez encendiendo el teléfono sólo para verlo
mirándome.
Tomé otro sorbo de vino y me volví a acomodar en el sofá, y
luego pulsé el botón de llamada, lista para mi siguiente dosis.
—Buenas noches, Sr. St. James.
—Ahora sí.
—Mírate, dulce hablador.
—Hablador de la verdad más bien. —Cerré los ojos y lo
imaginé justo donde lo quería, aquí a mi lado, disfrutando de la
hermosa noche—. ¿Cómo estás? ¿Cómo te ha ido el día?
—¿Sinceramente?
—Siempre.
—Estoy cansado.
Me reí y abrí los ojos, apoyando los pies en la mesa frente a
mí. —¿Cansado? Has dormido todo el camino a casa en el avión y
en el coche.
209

ELLA FRANK
—Bueno, tú me agotaste.
—Fuiste tú quien insistió en hacer los mercados y Central
Park el domingo. No me culpes por tus pies doloridos.
—¿Y qué hay de mi cuerpo dolorido? ¿Puedo culparte por
eso?
—Podrías venir aquí y yo podría darte un masaje.
—¿Por qué tengo la sensación de que si me presentara allí
mi cuerpo me dolería aún más por la mañana?
—Porque eres un hombre inteligente.
Gabe se rio, pero el sonido no era tan ligero como de
costumbre. —No sé nada de eso. Si fuera inteligente, estaría
saliendo por la puerta y en un taxi.
—No, no hagas eso. Necesitas dormir un poco. No quiero que
te enfermes.
—Bien. Me tumbaré aquí en mi cama vacía.
—Mientras yo me siento aquí en mi patio vacío.
—Ah, ¿estás sentado afuera? No te culpo; es una noche
hermosa.
—De acuerdo. —Lo era, pero lo habría sido más si él
estuviera aquí a mi lado—. En realidad, Abby me llamó esta noche.
Esa es una de las razones por las que llamo.
—¿Abby?
—Sí. Pasó por aquí este fin de semana porque estaba en mi
lado de la ciudad con su agente. Ella está escribiendo de nuevo. De
hecho, decidió seguir con la historia del músico de la que hablamos.
—Sí, en la presentación de su libro. Lo recuerdo.
—Así es. Bueno, ella se preguntaba si te importaría que ella
te preguntara un poco, o probablemente mucho, conociendo a
210

ELLA FRANK
Abby. Tiene curiosidad por el violonchelo y la sinfonica, y todo lo
relacionado con la música.
—¿Hablas en serio? Me encantaría ayudarla.
—Genial. Estará encantada. Te enviaré un mensaje con su
número y podrás organizarlo cuando estés libre.
—Perfecto.
—Gracias. Ella lo agradecerá, y yo también.
—No hay problema. Estaré encantado de ayudar. —Hubo una
pausa y luego Gabe dijo: —Te echo de menos.
Cerré los ojos y me imaginé su cara con tanta claridad en mi
mente que era como si estuviera delante de mí. Pero cuando no
hablé de inmediato, Gabe lo entendió mal.
—Lo siento, no quería...
—¿Gabe?
—¿Sí?
—Yo también te echo de menos.
Simple. Honesto. Y la raíz de mí mismo problema. Un día y
una noche lejos de él se habían sentido como una eternidad.
Entonces, ¿cómo podría tomar una decisión imparcial sobre mi
futuro, cuando todo lo que podía pensar era en él?
—¿Estás libre esta semana? —preguntó, e incluso si no lo
hubiera estado, habría sacado tiempo para él.
—Sólo di cuándo.
—¿Ahora?
Pude escuchar la sonrisa descarada en esa única palabra y
me reí. —Vaya a la cama, Sr. Romero.
—Me voy. Sueña conmigo —dijo, repitiendo mis propias
palabras, y mientras terminaba la llamada y yo me sentaba ahí 211

ELLA FRANK
fuera bajo las luces parpadeantes, soñé con él y cuando me
desperté, supe lo que había que hacer.

212

ELLA FRANK
1

CAPÍTULO Treinta
GABE

—¿GABE?
—¿SÍ, TIFFANY? —dije distraídamente al teléfono mientras
repasaba la última copia de una carta que Logan me había pedido
que mecanizara.
—¿Una tal Abigail St. James ha venido a verte? Dijo que
tenías una cita para comer.
—Así es. Puedes hacerla pasar. Gracias, Tiffany.
Miré la hora en mi ordenador, sin darme cuenta de que ya
eran las doce y media. Después de hablar con Marcus el lunes por
la noche, llamé a Abby al día siguiente y concerté un almuerzo para
el jueves, pensando que sería el mejor momento. Cuando aceptó,
decidimos que sería más fácil para ella recoger el almuerzo y
traerlo a la oficina. Así no perdería tiempo en llegar a algún sitio y
ºtendríamos más tiempo para hablar.
Estaba deseando que llegara el momento, porque, aunque
sabía que Abby estaba aquí para sonsacarme información, no iba
a dejar que se fuera sin averiguar un poco más sobre su hermano
mayor.
—¡Hola, Gabe!
Levanté la vista ante el alegre saludo, y allí estaba ella con
un largo y fluido vestido de verano con sandalias de diosa y el
cabello rubio ondulado cayendo sobre sus hombros. Parecía una
moderna ninfa, y si no la hubiera visto a ella y a Marcus uno al lado
del otro en la presentación de su libro, nunca habría adivinado que
ambos estaban relacionados.
213

ELLA FRANK
Marcus era la personificación del hombre de negocios
sofisticado, mientras que Abby era la imagen de un alma creativa.
—Hola, Abby. —Le dirigí una sonrisa radiante al rodear el
escritorio. Inmediatamente abrió los brazos y me atrajo en un
abrazo familiar, y cuando me soltó, olfateó el aire.
—Guau. Hueles de maravilla.
Me reí y señalé la puerta que conducía al despacho de Logan.
Abby entró y silbó.
—Y yo que pensaba que Marcus tenía el despacho más
impresionante de Chicago.
—Definitivamente, Logan le hace la competencia.
—No estás bromeando. La gente dice que el dinero no puede
comprar la felicidad, pero voy a aventurarme a decir que nadie
podría sentirse miserable viendo esa vista.
No podía discutir eso. Cuando Logan se fue al juzgado por la
tarde, me ofreció su balcón para mi pequeña reunión.
Abrí la puerta y Abby la atravesó. Cuando se cerró detrás de
nosotros, su mandíbula prácticamente cayó al suelo.
—Está bien, ni siquiera Marcus tiene esto.
Sonreí y me acerqué a uno de los sofás. —¿Quieres sentarte
aquí o en la mesa?
—Me quedo con el sofá, y por un segundo me permito creer
que soy yo quien reclama este pedazo de terreno cada día.
Cada uno tomó asiento. Abby sacó dos recipientes y me dio
uno a mí.
—Pavo en pan de centeno, como pediste.
—Gracias.
—De nada. Gracias por aceptar reunirte conmigo.
214

ELLA FRANK
—Oye, no iba a perder la oportunidad de ganarme a la familia
de Marcus hablando de mis bondades.
—¿Oh? —Se rio—. Así que de eso se trata, ¿no?
—Por supuesto. La otra parte es que me encanta hablar de
todo lo relacionado con la música.
Sacó un par de botellas de agua de la bolsa y le entregó una,
luego se acomodó en su asiento. —Bien, porque he oído que eres
el experto. Marcus me dijo que acabas de conseguir una plaza en
el programa de verano de la Sinfónica de Chicago.
—Así es, sí. Me sorprendió que sucediera tan pronto, pero no
puedo esperar.
—Ya lo creo. Está muy orgulloso de ti.
Sabía que lo estaba, pero oírla decir eso hizo que mi corazón
se hinchara de orgullo. Tener la aprobación y el respeto de un
hombre tan maravilloso lo significaba todo para mí.
—Yo también estoy orgulloso de él. —Abrí la tapa del
recipiente y cogí mi paquete de patatas fritas—. También tiene
mucho que hacer, en cuanto a su carrera.
—Así es. Grandes decisiones para los dos.
Una sonrisa -muy parecida a la de su hermano- se dibujó en
la comisura de sus labios.
—¿Te ha dicho algo?
—¿Cómo qué?
Entrecerré los ojos, preguntándome si tal vez había
mencionado nuestra discusión del sábado pasado. La que parecía
haber cambiado las cosas entre nosotros de una manera a la que
no podía dar sentido.
Por un lado, me sentía más cerca de Marcus que nunca. Pero
por otro, sentía que cada vez que estaba con él, podía ser la última. 215

ELLA FRANK
Era extraño e inquietante no saber qué planeaba hacer. Pero hasta
que me dijera que se iba, iba a vivir la fantasía de que iba a ser
mío... para siempre.
—Nada. Sólo pensé que podría haber dicho algo sobre
nuestro viaje a Nueva York.
—Sólo que se lo había pasado muy bien.
Sentí como si me faltara algo, pero, sin ánimo de presionar,
asentí y cambié de tema. —Así que Marcus me dice que estás
escribiendo la historia del músico y la bestia.
—Ves, te acordaste de la parte del hombre gruñón.
Claro que sí: la premisa me recordaba a Marcus y a mí.
Aunque él no había sido bestia, más bien... gélido. Entonces pensé
en la conversación que habíamos tenido cuando me enseñó por
primera vez su biblioteca, y me reí.
—¿Qué? —dijo Abby mientras masticaba una patata frita.
—Estaba pensando en la biblioteca de Marcus y en la bestia.
—Oh, tienes razón. —Se rio y asintió—. Nunca pensé en eso.
Pero no quiero pasar todo el día hablando de mi hermano. Quiero
hablar de ti. Háblame de ti y del chelo. ¿Cuándo empezaste a tocar?
¿Fue difícil aprender? Quiero saberlo todo.
Pues estaba de suerte, porque dos de mis cosas favoritas en
el mundo eran hablar de mi música y de mí mismo. Me senté y,
durante el almuerzo, le conté mi recorrido por casi todos los
instrumentos musicales conocidos hasta que finalmente me decidí
por el violonchelo.
—No estoy seguro de qué es lo que tiene, ¿quizás el hecho
de que sea difícil al principio? Era un instrumento que no tenía
ningún tipo de guía. No hay teclado, ni trastes, ni nada que te diga
dónde poner los dedos para conseguir el sonido exacto. Sólo estás
tú, tu arco y las cuerdas. Después, todo depende de ti.
216

ELLA FRANK
Le di un mordisco a mi sándwich y lo acompañé con un poco
de agua. —Hay tanto que hacer para producir una nota perfecta
que al principio parece completamente abrumador. No sólo tienes
que leer la música y tocarla, sino que la escuchas en tu cabeza y
calculas el tempo de esa nota. Luego decides dónde colocar el arco
en las cuerdas y a qué velocidad hacerlo. Mientras tanto, tu otra
mano está ocupada haciendo lo suyo, eligiendo la posición correcta
de los dedos, asegurándose de que están espaciados
correctamente y aplicando la cantidad adecuada de presión sobre
las cuerdas y eso es todo para una nota.
Una Abby inusualmente silenciosa me miraba con ojos muy
abiertos y llenos de respeto. —No me extraña que Marcus esté tan
cautivado por ti. Eres todo lo que él admira. Cerebro, talento,
confianza y tenacidad, y todo ello envuelto en un paquete
encantador y descarado —sonrió—. Y muy guapo, además.
Me sonrojé ante sus elogios, pero no me interesaba tanto lo
que acababa de decir de mí. —¿Está... cautivado por mí?
—Nunca lo he visto más entusiasmado. Marcus siempre ha
estado centrado en una cosa en su vida: el trabajo. Se lanzó a una
edad temprana y no ha parado por nadie ni por nada desde
entonces. No me malinterpretes, si le necesitabas, siempre estaba
ahí. Pero si contabas con él para las fiestas o las vacaciones
familiares, podías olvidarte. Nunca dedicaba tiempo a nadie fuera
de su trabajo, y parecía feliz así... hasta ti. Has sacado un lado de
él que no veía desde que era un niño. Su sonrisa, su risa... le has
devuelto la alegría que creía que su trabajo le había quitado hace
años. Es hermoso verlo, y no puedo agradecértelo lo suficiente.
Me quedé sentado en silencio, con una expresión de sorpresa
que sin duda dejaba claro lo sorprendido que estaba. No me
sorprendió que Marcus fuera un adicto al trabajo, eso ya lo sabía.
Pero sí me sorprendió que se hubiera retirado de Abby en algún
momento. O al menos se hubiera olvidado de sacar tiempo para
disfrutar de su compañía. Pero con demasiada frecuencia eso era 217

ELLA FRANK
lo que se sacrificaba para llegar a la cima, y no pude evitar
preguntarme si yo sería el próximo.
—No tienes que agradecerme eso. Yo lo... —Me mordí el
labio, dándome cuenta de lo que había estado a punto de decir, y
en su lugar di el último mordisco a mi sándwich.
Lo último que necesitaba era confesar que estaba enamorado
de su hermano. Sabía que Marcus era feliz conmigo y que
disfrutaba de nuestro tiempo juntos. Pero para la mayoría, el
puñado de semanas que nos habíamos conocido no era suficiente
para enamorarse. Eso llevaba meses, años, no semanas.
Pero eso era lo que había pasado. Me había enamorado
perdidamente de su hermano y, por primera vez en mi vida, no me
sentía seguro ni valiente. La verdad era que tenía miedo de decirle
a Marcus lo que sentía. Tenía miedo de su respuesta. Porque lo
único que sabía de Marcus era que nunca mentiría, y si le decía
esto, sólo había dos respuestas posibles.
—¿Qué fue eso? —dijo Abby mientras volvía a colocar su
recipiente vacío en la bolsa y alcanzaba el mío.
Negué con la cabeza. —Nada. No era nada. Volvamos a este
libro tuyo. Háblame de la violonchelista principal.
—Pensé que querías hablar de ella.
—Por supuesto. Suena totalmente intrigante.
Abby sonrió y cogió un bolígrafo y una libreta de su bolso. —
Exactamente lo que pienso. De acuerdo, hagámoslo.

218

ELLA FRANK
CAPÍTULO Treinta y uno
MARCUS

ERA VIERNES por la noche, y el centro de Chicago bullía mientras


yo miraba los faros de los coches que pasaban mientras Franklin
me llevaba al otro lado de la ciudad para recoger a Gabe para el
evento del trabajo de Mitchell & Madison.
Había estado exorbitantemente ocupado esta última semana
poniendo en orden el trabajo y mis asuntos personales, lo que era
a la vez una bendición y una maldición, ya que me había distraído
de todo lo que ocurría en mi vida, pero también me alejaba de ella.
Había quedado con Gabe el martes por la noche para cenar,
pero a mitad de camino me habían llamado. Había habido una
ruptura en la historia de Piton Oil. Una fuente se había presentado
afirmando que Piton estaba destruyendo pruebas de su
culpabilidad, y Alexander había tenido que hacer el viaje a Texas
para investigar e informar sobre ello. No había visto a Gabe desde
entonces.
Pero esta noche tenía la suerte de poder mezclar trabajo y
placer. Estaría en el evento representando a Gloria para ENN y
también estaría allí como la cita de Gabe, y fue bastante
esclarecedor darme cuenta de cuál de esas dos cosas veía como
más importante esta noche.
Cuando Franklin se detuvo en la acera del edificio de Gabe,
me abroché la chaqueta del traje, a punto de ir a saludarlo, pero
entonces miré por la ventanilla y vi a Gabe avanzando por el
camino hacia nosotros.
Lo único que pude hacer fue mirar.
Sabía que esta noche estaría espectacular. Llevaba toda la
semana imaginándolo con su traje de etiqueta. Pero, al estilo típico
de Gabe, estaba vestido de una manera que era toda suya. La 219

ELLA FRANK
chaqueta negra se amoldaba a su esbelto cuerpo y a su cintura, y
la camisa blanca perfectamente planchada, que debería estar
abotonada y sujeta al cuello con una corbata, se había dejado
abierta hasta la mitad del esternón. Dejaba al descubierto su suave
piel dorada y atraía mi atención hacia el collar de plata que
descansaba en la base de su garganta. Se había despeinado el pelo
de una forma que parecía que había tenido las manos en él toda la
noche, y cuando llegó al coche y sonrió a Franklin, mi estómago
dio un vuelco como nunca antes lo había hecho.
Era, en una palabra, hermoso.
Franklin abrió la puerta y Gabe se inclinó para mirar dentro.
—¿Una limusina? Esto sí que tiene clase. —Subió—. Gracias,
Franklin.
Cuando la puerta se cerró detrás de él, se dirigió a sentarse
en el asiento de enfrente, y me decepcionó que no hubiera elegido
el asiento de al lado.
—¿Intentas impresionarme? —preguntó. La sonrisa que
Gabe me dedicó fue francamente irresistible.
—Eso depende. ¿Estás impresionado?
Gabe se desabrochó la chaqueta y se sentó de nuevo en su
asiento, pasando su mirada por encima de mí. —Mucho. Con la
limusina y su ocupante. Está usted muy bien esta noche, señor St.
James.
Me reí. —Usted tampoco está nada mal.
—¿Medio mal? —La ceja de Gabe se alzó.
—Bueno... —Bajé los ojos hasta el cuello abierto de su
camisa y el delicioso vistazo al pecho que había debajo—. Sólo
estás a medio vestir.
—Que es exactamente como te gusto.

220

ELLA FRANK
Estaba a punto de responder, pero antes de que pudiera
pronunciar una palabra, Gabe volvió a hablar.
—No intentes negarlo, porque no te creeré. Te encanta
cuando llevo las camisas abiertas. Apenas puedes apartar tus ojos
de mí.
—Apenas puedo apartar los ojos de ti independientemente
de cómo estés vestido. Pero tienes razón, me encanta tu aspecto.
Me recuerda a cuando nos conocimos, y me da permiso para mirar
sin ser obvio al respecto.
—No me importa si eres obvio al respecto. Mira todo lo que
quieras. Pienso hacerlo contigo. —Gabe se lamió el labio inferior—
. Jesús, nadie lleva un traje o esmoquin como tú.
—Entonces, ¿por qué estás sentado allí?
—Porque estoy bastante seguro de que quieres seguir
llevándolo, y yo tengo una opinión contradictoria al respecto.
Cinco minutos de vuelta en la presencia de Gabe y el mundo
se sentía bien de nuevo. Más feliz, más brillante, mejor. —Me
parece justo, pero si no te sientas a mi lado en la cena, me voy a
sentir muy ofendido.
—¿Y dejarte solo vestido así? —Gabe hizo una mueca—. ¿Te
parezco estúpido?
—No. —Negué con la cabeza—. Tienes un aspecto
absolutamente cautivador. Podría mirarte fijamente para siempre.
Gabe abrió la boca para decir algo, pero en el último segundo
pareció cambiar de opinión.
¿De qué se trataba? Nunca dejaba pasar la oportunidad de
coquetear o dar algún tipo de respuesta burlona. Pero cuando se
limitó a quedarse sentado, mirando por la ventana, decidí probar
una táctica diferente.
—¿Has estado alguna vez en el Murphy? 221

ELLA FRANK
Me miró y me pareció ver un destello de tristeza en sus ojos.
Pero luego parpadeó y sonrió, y desapareció.
—No he estado, no. ¿Y tú?
—He estado allí una vez. Es muy elegante. Con clase.
—Lo parecía en internet. Logan dice que Cole siempre intenta
superarse a sí mismo cada año cuando elige los lugares de
celebración.
—¿Cole?
—Sí, el hermano de Logan.
—Ah sí, el nombre que intentó venderme la primera vez que
nos conocimos.
—En su defensa, eso fue culpa mía.
—Oh, fue completamente tu culpa. —Me moví, cogiendo a
Gabe con la guardia baja cuando cambié de lado de la limusina
para estar sentado a su lado—. ¿Qué pasa?
Gabe frunció el ceño. —¿Qué pasa? No pasa nada.
—¿Estás seguro? Tu estado de ánimo parece haber cambiado
hace un momento. ¿He dicho algo que te ha molestado?
—¿Qué? No —Gabe negó con la cabeza—. Sólo quiero que
esta noche vaya bien, eso es todo.
No me lo creí ni por un segundo, y justo cuando estaba a
punto de apretarle un poco más, se inclinó y tomó mis labios en un
dulce beso, y me olvidé por completo de preguntarle nada en
absoluto.
—Marcus... —Suspiró y bajó su mano por mi solapa—.
Realmente estás arriesgando este esmoquin estando tan cerca de
mí ahora mismo.
Me reí y tomé su mano. —Es un riesgo que estoy dispuesto
a correr. Ahora, ¿qué tal el resto de tu semana? 222

ELLA FRANK
Gabe sonrió, y la suave expresión de sus ojos hizo que todo
en mi interior se calmara al instante. Tal vez había estado
imaginando cosas, viendo algo que no estaba allí.
—Estuvo bien. Ocupado, pero bien. He practicado mucho.
Stefan me envió la música para el programa, y gracias a Dios —se
rio—. Estoy muy oxidado.
—Seguro que suenas de maravilla.
—Noooo. Quizá para el oído no entrenado. Pero tú serías
capaz de decirlo.
Estiré la mano y dibujé mis dedos por su cuello, a lo largo de
la cadena de plata de su collar. —No me importaría.
—A mí sí.
—Perfeccionista.
—Así soy yo. —Gabe cogió mi mano y la bajó lentamente de
nuevo a mi regazo—. Ahora, ¿puedes dejar de tocarme, por favor
o voy a saludar a mis jefes con una erección, y siento que eso
enviaría el mensaje equivocado?
—Buen punto.
—De hecho, podría ser inteligente que te movieras hacia allá.
—¿En serio? —Gabe asintió, y cuando volví a mi asiento
original, pregunté: —¿Mejor?
—Mucho. Ah, también, quería preguntarte. ¿Hay algo que
deba o no deba decirle a tu jefe esta noche?
—¿Cómo por ejemplo?
—Bueno, sé que hemos hablado de todo el conflicto laboral,
y que realmente no lo hay. Pero nunca dijiste si preferías que
nuestra relación quedara sólo entre nosotros. Si ese es el caso,
puedo decir que sólo soy tu cita.
—¿Es eso lo que quieres? 223

ELLA FRANK
—No. —Gabe negó con la cabeza—. Sólo pensé que con tu
jefe allí…
—¿Y eso qué? ¿Qué no quiero que me vean contigo? Gabe,
al final de esta noche, todo el mundo sabrá con quién estoy. ¿Te
parece bien?
Gabe se recostó en su asiento y sonrió. —La única forma en
que estaría más de acuerdo es si alguien nos anunciara al entrar
en la sala. Ya sabes, como en uno de esos bailes de debutantes.
—Si eso es lo que quieres. —Miré hacia la parte delantera de
la limusina, y luego de nuevo al hermoso hombre sentado frente a
mí—. Franklin lo haría.
Gabe resopló. —Habla en serio.
—Lo hago. Lo enviaré delante de nosotros -estoy seguro de
que tendrán un micrófono en una fiesta como ésta- y luego me
llamará para avisarme cuando esté listo.
—Y, eh, ¿qué quieres que diga exactamente?
Le di una mirada lenta y minuciosa mientras Franklin se
detenía fuera del Murphy.
—Diría: —Buenas noches a todos, me gustaría presentarles
a Marcus St. James y al hombre en el que no puede dejar de pensar
cada hora del día, Gabriel Romero.
Gabe se echó a reír, y se sintió bien al hacerlo feliz. —No lo
harías.
Franklin eligió ese preciso momento para abrir la puerta, y
levanté una ceja hacia Gabe. —¿Eso es un sí o un no al anuncio?
Cuando Gabe se quedó sentado mirándome, me acerqué a
la puerta. —¿Franklin? ¿Podrías por favor...?
—No. —Gabe me agarró del brazo y me giré hasta que
estuvimos prácticamente nariz con nariz—. Estás loco.
224

ELLA FRANK
—Por ti. —Besé sus labios con fuerza y rapidez—. No quiero
que ocultes nada a nadie. Sólo sé tú mismo, porque sólo eso te
convertirá en la persona más impresionante en esa sala esta
noche.
La sonrisa de Gabe era lo suficientemente brillante como
para iluminar todo Chicago mientras tomaba mi mano y los dos nos
dirigíamos al interior.

225

ELLA FRANK
CAPÍTULO Treinta y dos
GABE

EL MURPHY era impresionante. Con su magnífica arquitectura y su


encanto histórico, el espacioso auditorio te dejaba boquiabierto en
cuanto ponías un pie dentro.
Esa era mi situación actual, mientras estaba de pie junto a
Marcus bebiendo en la visión que tenía ante mí. Había mesas
cubiertas con telas de color crema y acentuadas con oro para
acomodar a los clientes invitados esta noche, y en la parte
delantera de la sala había un escenario con un cuarteto de cuerda
que, tuve que admitir, era muy bueno. Había un segundo piso con
la misma disposición, que daba a una pista de baile, y al lado había
un bar que parecía ser el lugar de reunión por ahora.
No me importaría tomar una copa. Por un momento, en la
limusina, mi mente se había desviado hacia cosas en las que me
había prometido no pensar esta noche. Pero rápidamente las dejé
de lado para divertirme y disfrutar de este momento con Marcus.
—Este lugar es aún mejor que las fotos que enviaron.
—Lo sé —dijo Marcus—. Las fotografías no le hacen justicia.
—No es broma. Es impresionante. —Ojeé a la multitud, y fue
entonces cuando vi a Logan y a Tate caminando hacia nosotros, y
los dos, de esmoquin, formaban toda una estampa.
Marcus debió de tener un pensamiento similar, porque sus
dedos se apretaron a los míos mientras decía en voz baja: —Tienes
suerte de que no sea un hombre inseguro.
La afirmación me hizo sonreír, porque si había algo de lo que
nunca se podía acusar a Marcus era de ser inseguro, y bastaba con
estar en su presencia durante cinco minutos para entender por
qué. 226

ELLA FRANK
—Ahí está —dijo Logan, sonriendo. Luego hizo ademán de
ignorarme por completo mientras le tendía la mano a Marcus—.
Señor St. James, bienvenido. Esperamos que tenga una velada
maravillosa esta noche, y si su cita se comporta de manera
inconveniente, por favor hágamelo saber y lo despediré.
Marcus sonrió y estrechó la mano de Logan. —Gracias, pero
no creo que sea necesario. Me gusta cuando se porta mal.
Bueno, mierda, demasiado para tener mi cuerpo bajo
control.
Logan me miró mientras Tate se reía. —Veo que eres un
hombre con gustos similares a los míos. Soy Tate, la media naranja
de éste. —Mientras se daban la mano, Tate me miró—. Hola, Gabe.
—Hola. Estaba diciendo que este lugar se ve increíble.
Logan se metió las manos en los bolsillos mientras se giraba
para mirar a la multitud de gente que se arremolinaba entre las
mesas. —Cole se ha superado a sí mismo este año en la elección
del lugar, eso es seguro.
—El Murphy es todo lo que me gusta del Chicago de la vieja
escuela —coincidió Marcus—. Tradición, encanto y elegancia.
—Eso es —dijo Logan—. Y hablando de tradición, encanto y
elegancia, Gloria llegó unos minutos antes que vosotros. Creo que
estáis sentados en la mesa nueve. —Me miró a mí—. Incluido tú.
Así que asegúrese de representarnos bien, Sr. Romero. Esta noche
te vas a sentar con gente más poderosa que su jefe.
Me burlé. —Haces que suene como si siempre estuviera
haciendo algo malo.
Logan miró entre los dos y arqueó una ceja. —Recuérdame
otra vez, ¿cómo os conocistéis?
Mis mejillas se sonrojaron fuertemente y Logan se rio.
—Dijiste que no íbamos a hablar más de eso —dije. 227

ELLA FRANK
—No estamos hablando, yo sí.
—Logan... —Tate negó con la cabeza y buscó la mano de su
esposo—. Vamos a tomar una copa, ¿de acuerdo?
Gracias, Tate.
—Un trago suena bien. ¿Os apetece una a los dos?
—En realidad —dijo Marcus mientras miraba al otro lado de
la habitación—, acabo de ver a Gloria. Será mejor que vaya a
saludarla primero.
—Por supuesto. —Los labios de Logan se movieron mientras
me miraba con un brillo en los ojos—. Diviértete con eso.
Mientras se alejaban, Marcus puso sus labios junto a mi oreja
y me besó. —Vamos, quiero presentarte.
—¿Ahora? —Marcus comenzó a guiarnos a través de las
mesas, y no tuve otra opción que seguirlo—. ¿No puedo tomar una
copa antes? Me parece una muy buena idea.
—No necesitas un trago. Sólo necesitas ser tú mismo.
Oh, claro, sólo ser yo mismo cerca de una de las mujeres
más importantes de Chicago. No hay problema. Pero mientras
seguía a Marcus entre la multitud, me di cuenta de que tenía razón.
¿Por qué me estresaba? Después de todo, estaba saliendo con uno
de los hombres más importantes de Chicago.
Mientras nos acercábamos a la pareja -un hombre bajo y
corpulento con la cabeza calva, y una mujer alta y elegante con un
reluciente vestido de cóctel negro- no pude evitar pensar en lo
opuestos que eran el uno del otro.
—Marcus, hola —dijo el hombre cuando nos acercamos, y
Gloria se giró sobre sus altísimos tacones para mirarnos.
—Harold —dijo Marcus, asintiendo en dirección al hombre,
luego soltó mi mano y saludó a Gloria con un beso en ambas
mejillas—. Gloria. 228

ELLA FRANK
—Buenas noches, Marcus. —Dio un paso atrás y lo miró de
arriba abajo—. Estás tan elegante como siempre.
—Y tú estás muy guapa.
Ella se rio. —Encantador.
—Tú lo sabes mejor que eso.
—Es cierto, lo sé. —Su mirada se desvió hacia mí—. ¿Y esta
persona quién es?
—Él es Gabe. —Marcus me miró, y el placer que se
arremolinaba en sus ojos hizo que mi estómago diera un vuelco—
. Mi novio.
El uso del término me hizo sonreír. Recordé que Marcus había
dicho que se sentía demasiado viejo para eso. Al parecer, no era
demasiado viejo para reclamar de la manera más básica cuando
quería.
—¿Novio? —Los ojos de Gloria se abrieron de par en par—.
No sabía que estabas viendo a alguien, Marcus. Lo has mantenido
en secreto, ¿verdad?
—No. He estado disfrutando de él en privado. Hay una
diferencia.
Por supuesto que la había, y no me quejaba de que ese
hombre me hiciera disfrutar en cualquier momento y en cualquier
lugar.
—Bueno, entonces. —Gloria se adelantó y extendió una
mano larga y delgada llena de anillos brillantes—. Es un placer
conocer al hombre que ha conseguido captar la atención de
Marcus. Usted debe ser algo especial.
—Me gusta pensar que sí. —Cogí su mano y en el último
segundo tomé una decisión calculada: La subí y le besé el dorso,
haciendo que una de las mujeres más poderosas de Estados Unidos
se riera como una colegiala. 229

ELLA FRANK
—Eres un encanto, como él.
—A veces. —Le mostré mi mejor sonrisa rompecorazones—.
Es un placer conocerla, Sra. Tennant. A usted también, señor. —
Me giré para saludar a su marido.
—El placer es nuestro —dijo Harold mientras le daba a
Marcus y a mí un fuerte apretón de manos.
—Me pareció que había un poco de curva en tus
habitualmente severos labios estos días, Marcus. —Gloria arqueó
una de sus cejas perfectamente cuidadas—. Entonces, cuéntame
todo. ¿Dónde conociste a este encantador caballero tuyo?
—En realidad, fue en nuestra fiesta del trabajo hace varias
semanas.
—¿De verdad?
Gloria miró entre las dos y yo asentí. —Sí, asistí con un amigo
mío y nos pusimos a hablar.
—Bueno, bueno, no te detengas ahí. —Ella sacó un asiento—
. Quiero escuchar más sobre esto.
Marcus parecía que le vendría bien beber ahora, así que hice
un gesto por encima del hombro hacia la barra. —Voy a ir a por
nuestra bebida y a comprobar con mi jefe que no necesita nada.
—¿Tu jefe? —dijo Gloria mientras tomaba asiento.
—Sí. —Marcus me pasó una mano por la espalda—. Gabe
trabaja para Logan.
Sus ojos se entrecerraron un poco, y me preparé para
cualquier opinión que pudiera tener al respecto. Pero en lugar de
eso, asintió y apretó el brazo de Marcus. —Manteniéndolo cerca,
¿eh?
Marcus me dio un beso en la sien. —Tan cerca como sea
posible.
230

ELLA FRANK
La expresión posesiva de los ojos de Marcus me hizo sentir
calor. Pero antes de dejarme llevar demasiado por ella, dije: —
¿Martini sucio?
—Cuanto más sucio, mejor.
Maldita sea, me estaba haciendo difícil comportarme con
estos pequeños recordatorios sólo para mí, y ese recuerdo en
particular era abrasador. —Ahora vuelvo.
—Date prisa.
Asentí y desaparecí rápidamente entre la multitud y la barra.
Estaba varias personas atrás -eso era lo que solía ocurrir con una
barra libre y un licor caro-, así que cuando un camarero pasó con
una bandeja de aperitivos, le hice un gesto para que se acercara.
Se acercó a mí y el delicioso aroma que desprendía su bandeja me
hizo rugir el estómago.
—Vaya, tienen una pinta increíble. ¿Qué son? —En su
bandeja había media docena de platos pequeños, cada uno de los
cuales contenía una pequeña concha marina con un aperitivo
encima.
—Son Coquilles12 St. Jacques. ¿Quiere uno?
Sabía que JULIEN era el catering del evento de esta noche,
y después de la pequeña prueba que había tenido cuando Robbie
visitó la oficina, tenía la sensación de que esto iba a ser divino.
—Sí, por favor.
El camarero sonrió y me entregó uno de los pequeños platos,
y con él un diminuto tenedor. Más que feliz de estar de pie y
esperar, hundí el tenedor en la parte superior con queso y migas y
me pregunté qué delicias había debajo. Di un pequeño mordisco y,

12
231
Vieira, molusco bibalvo.

ELLA FRANK
cuando los sabores se combinaron y golpearon mi lengua, no pude
evitar un gemido.
Qué mierda. Eso era francamente decadente. Incluso antes
de dar un segundo bocado, estaba buscando al camarero con la
esperanza de robar otro plato.
—Está tan bueno, ¿eh?
La pregunta vino de detrás de mí, y cuando me di la vuelta,
me costó recordar lo que me acababan de preguntar. El tipo era
un encanto. Con un esmoquin blanco que hacía juego con su
brillante sonrisa, sus ojos verdes me brillaban.
—La comida —dijo señalando mi plato—. ¿Está buena?
—Oh. —Bajé la mirada a mi aperitivo a medio comer, y
entonces me pregunté si me había oído gemir como si estuviera
desnudo con Marcus en alguna parte—. Es... 'Delicioso' parece
demasiado ordinario para describirlo.
—¿De verdad?
—Mmmm. No tengo ni idea de lo que es ni de lo que lleva.
—Tomé otro bocado, y mis ojos casi rodaron a la parte posterior
de mi cabeza—. Pero es celestial.
El hombre se rio, y su risa casi sonó como una canción. —
Merci.
Asentí y tragué, y al hacerlo me di cuenta de lo que el
hombre de los ojos color jade acababa de decir. ¿No significaba
“gracias” en francés?
Oh, mierda, ¿eso significaba...?
—Perdóname, estoy siendo muy grosero. Es sólo que a veces
me gusta dar un paseo por la sala y asegurarme de que la gente
está disfrutando de lo que está comiendo.
Era él.
232

ELLA FRANK
—Soy Julien Thornton, el chef responsable de lo que acaba
de comer.
—Oh, Dios mío. —Me tapé la boca, horrorizado de que
prácticamente me hubieran pillado orgasmando con la comida de
aquel hombre—. Soy Gabe, el nuevo asistente personal de Logan.
—Ah sí, Robbie mencionó haberte conocido hace poco. El Sr.
Priestley dice que te estás adaptando bien.
—Sí, gracias. Mitchell & Madison es un gran lugar para
trabajar.
—Mi esposo está de acuerdo, y para responder a su
pregunta, eso mismo es Coquilles St. Jacques, que es una vieira
gratinada en una salsa de vino y crema que está cubierta con queso
y migas crujientes. Es uno de los favoritos de Priest.
—Puedo ver por qué —dije alrededor de mi último bocado—
. Tiene que ser una de las mejores cosas que he probado en mi
vida.
—Lo tomaré como un cumplido.
—Estoy seguro de que los recibes todo el tiempo.
—Oui, lo hago. Pero algunos se dan con un poco más de
entusiasmo que otros, y el tuyo fue muy... sincero.
Me sonrojé al confirmar que había escuchado mi pequeño
festival de gemidos. Pero tenía que saber lo fenomenal que era su
comida.
—Ah —dijo Julien, y señaló la barra despejada—. Parece que
eres el siguiente. Fue un placer conocerte, Gabe. Voy a volver a la
cocina y preparar el plato principal.
—No me voy a quejar de eso.
—Disfruta el resto de tu noche. —Julien saludó con la mano
mientras se alejaba hacia el otro lado de la habitación, y fue todo
lo que pude hacer para no recoger la concha vacía y lamerla. 233

ELLA FRANK
Robbie era un tipo muy afortunado si podía comer la comida
de cinco estrellas de ese hombre todas las noches. Pero cuando
miré hacia donde Marcus se reía de algo que Gloria acababa de
decir, me di cuenta de que un simple plato de fideos ramen también
podía hacerte sentir muy afortunado.

234

ELLA FRANK
CAPÍTULO Treinta y tres
GABE

LA CENA FUE TAN exquisita como el plato de bocado de antes.


Chuletas de cordero con salsa de crema de coñac y Dijon, y de
postre, una tartaleta de maracuyá y merengue de limón.
Era un hombre feliz. También era un hombre
extremadamente lleno. Pero eso no significaba que no fuera a
encontrar sitio si alguien pasaba de su tartaleta.
Alcancé el vaso de tinto que había estado disfrutando con mi
cordero y me di cuenta de que Logan y Cole caminaban hacia el
escenario. Me giré en mi asiento para observar lo que fuera a
ocurrir, y cuando el cuarteto dejó de tocar y los hombres se
pusieron detrás del micrófono, Cole le hizo un gesto a Logan para
que tomara la palabra.
Logan tocó el micrófono y luego se aclaró la garganta. —
¿Funciona esto?
Cuando todos asintieron, Logan levantó su copa de cristal.
—Fantástico. Bueno, voy a ser breve y dulce, ya que no los
hemos invitado aquí para aburrirlos; por eso Cole no va a hablar
esta noche.
Una suave carcajada resonó en la habitación.
—Sólo queríamos darles las gracias por estar aquí con
Mitchell y Madison esta noche mientras celebramos otro año
juntos. Algunos de ustedes han estado en varias de estas cenas, y
para algunos de ustedes, esta es su primera. Esperamos que hayan
disfrutado, y queremos agradecer a JULIEN la creación de un menú
digno de premio para nosotros esta noche. Priest, realmente es la
única razón por la que te aguantamos, que lo sepas.
235

ELLA FRANK
El Sr. Priestley miró a su compañero y negó con la cabeza,
mientras Robbie se reía donde estaba sentado entre sus esposos.
—Sin embargo, hablando en serio. —Logan miró a Julien—.
Te has superado a ti mismo esta noche, amigo mío.
El público estalló en aplausos, y todos miramos hacia la
mesa, donde Julien Thornton se puso en pie e hizo una reverencia.
Entonces Robbie se levantó de un salto y apretó un beso en la boca
de Julien.
Julien devolvió el abrazo mientras Marcus se inclinaba a mi
lado y decía: —Creía que Robbie estaba casado con el señor
Priestley.
—Oh, lo está.
—Entonces, ¿por qué está besando a Julien delante de él?
Me reí ante la expresión de confusión de Marcus. Ese había
sido yo también la primera vez que lo había escuchado. —Los tres
están casados.
Los ojos de Marcus se abrieron un poco, y luego volvió a
mirar hacia donde los tres hombres estaban sentados cerca y
riendo entre ellos de nuevo.
—Lo sé, a mí también me costó un minuto.
—De acuerdo, entonces, eso es todo por mi parte —dijo
Logan—. Voy a ceder la pista al sonido mucho más agradable de
Anne y sus amigos, y los invitamos a todos a dar una vuelta por la
pista de baile si les apetece -o el alcohol-. Que pasen una buena
noche, todos; gracias por venir.
Logan levantó su copa hacia el cuarteto, y la violinista
principal -Anne, supuse- inclinó la cabeza en señal de
reconocimiento. Cuando empezaron a tocar, varias parejas se
dirigieron a la pista de baile y Marcus me tendió la mano.
—¿Quieres bailar? 236

ELLA FRANK
—¿Ahí fuera?
—Sí. —Marcus se puso en pie y se abrochó la chaqueta del
esmoquin, luego me tendió la mano—. ¿Te gustaría bailar
conmigo?
Más que desear mi próximo aliento. Me puse de pie y deslicé
mi mano en la suya, y ni siquiera me importó que mis habilidades
de baile fueran inexistentes. Si eso significaba tener sus brazos
alrededor de mí, aprovecharía la oportunidad.
Me llevó a la pista de baile, donde vi al Sr. Madison y a su
esposa, y cerca de allí vi a Logan y a Tate que también
aprovechaban la oportunidad para tener un momento a solas.
Era refrescante ver a un grupo de personas tan tolerante e
inclusivas en un mismo lugar. Cuando llegamos a la pista, Marcus
me estrechó entre sus brazos y, al igual que aquella noche en la
sinfónica, me sentí como si estuviera en una cita con un príncipe
de cabellos dorados, mi príncipe de cabellos dorados.
—He querido hacer esto desde que te vi salir hacia el coche
esta noche —dijo Marcus.
—¿Bailar conmigo?
—Abrazarte. Mantenerte bien y cerca.
—Mmmm. —Comprendí la sensación, porque, aunque él
estaba aquí ahora y me abrazaba, seguía existiendo esa sensación
molesta en la boca del estómago de que todo eso podría cambiar,
y pronto—. ¿Estás teniendo una buena noche?
—¿Cómo podría no tenerla? La comida ha sido maravillosa,
el vino magnífico, y mi cita —me besó la sien— es la persona más
bella de esta sala.
Lo miré fijamente a sus ojos hipnóticos, y mientras Marcus
nos hacía girar lentamente por la pista de baile, me sentí un poco
mareado. Por la música, por el hombre, por el alcohol, quién
237

ELLA FRANK
sabe... o tal vez por una combinación de las tres cosas. Pero en
ese momento, me sentí como si estuviera en un sueño.
Un golpecito en la espalda interrumpió mi felicidad, pero
cuando miré por encima del hombro para ver a Gloria, contuve mi
decepción por el hecho de que quisiera llevarse a Marcus.
Estaba a punto de apartarme cuando ella miró a Marcus. —
¿Puedo? —dijo, y me hizo un gesto.
Marcus parecía tan complacido como yo, y entonces Robbie
se acercó a él, aparentemente de la nada, y batió sus pestañas.
—Oh, no te preocupes, guapo —dijo mientras se ponía
delante de Marcus—. Te tengo. Por suerte, nuestro pequeño trío
viaja con recambio cuando se trata de bailar en pareja.
Robbie saludó a Julien y al señor Priestley al otro lado de la
pista de baile, y Marcus le tendió la mano. Cuando empezaron a
bailar, sentí una ridícula puñalada de envidia.
—Gabriel Romero, —dijo Gloria mientras empezaba a
guiarme por la pista de baile—. Siempre me pregunté quién
llamaría finalmente la atención de Marcus, y tengo que decir que
eres toda una sorpresa.
Mientras nos movíamos al ritmo de las demás parejas en la
pista, intenté decidir si eso era un cumplido o no. —¿Una sorpresa?
—Sí. Conozco a Marcus desde hace mucho tiempo, y siempre
me imaginé que acabaría con alguien corporativo, muy parecido a
él. Alguien que le empujara a hacer lo que tuviera que hacer para
llegar a lo más alto del escalafón. Así que imagínate mi alegría
cuando apareció aquí esta noche, enamorado de un joven
encantador como tú.
¿Enamorado? Marcus no había dicho nada sobre el amor. No
tenía ni idea de qué estaba hablando. Fruncí el ceño, tratando de
decidir a dónde quería llegar con esto, mientras hacía una
demostración de mirarme de pies a cabeza. 238

ELLA FRANK
Luego, una sonrisa victoriosa curvó sus labios rojos y
brillantes.
—Dime, Gabe, ¿vives por aquí, en el centro de la ciudad?
—Sí, vivo por aquí.
—¿Y tu familia? ¿Están cerca?
—Viven fuera de la ciudad, pero lo suficientemente cerca
como para poder verlos siempre que quiero.
—Así que deben estar tristes por tu posible traslado a Nueva
York.
Ah, está bien, de repente todo esto tenía sentido. Ella creía
que yo tenía algún tipo de influencia en lo que respecta a la
orientación de Marcus con su nuevo contrato. Pero no tenía suerte,
porque yo no tenía nada que ver con esta decisión. De hecho, me
había apartado activamente de esa conversación.
Eché un vistazo para ver a Robbie pasando sus dedos por el
bíceps de Marcus, y cuando éste se rio de algo, de repente deseé
estar allí con ellos, porque esta conversación estaba empezando a
hacerme sentir incómodo.
—No me voy a mudar a Nueva York, así que no hay nada por
lo que estar triste.
Ella entrecerró los ojos y debió percibir mi incomodidad,
porque apretó su mano, impidiéndome hacer una escapada.
—Sin embargo, seguro que lo estás investigando, ya que
Marcus está pensando en mudarse allí.
Y así, sin más, todo lo que había estado intentando no pensar
volvió a aparecer de golpe. —Lo que Marcus esté o no pensando es
asunto suyo, y no me siento cómodo discutiéndolo.
—Técnicamente también es asunto mío, ya que quiero que
se quede aquí. ¿No quieres que se quede?
239

ELLA FRANK
Un repentino dolor en el pecho me hizo tropezar con los pies,
y cuando fui a liberar mi mano, ella la soltó.
—¿Estás bien? —preguntó mientras me llevaba una mano al
corazón y daba un paso atrás.
Asentí, sin querer llamar la atención. —Sólo una indigestión.
Voy a ir a tomar algo. Gracias por el baile.
Salí rápidamente de la pista de baile, sin mirar si Marcus me
había visto. Esperaba que no lo hubiera hecho, porque necesitaba
un momento. Un momento para derrumbarme en privado y
recordarme a mí mismo que, aunque sólo lo tuviera durante una o
dos semanas más, cada minuto valdría la pena por el dolor que
inevitablemente le seguiría.

240

ELLA FRANK
CAPÍTULO Treinta y cuatro
GABE

De acuerdo, no estaba orgulloso del hecho de que me escapé y que


dejé a Marcus en la pista de baile. Pero toda esa charla de Gloria
sobre la posibilidad de que se mudara había vuelto a poner en
primer plano la rocambolesca realidad de mi relación, y necesitaba
un segundo para recuperarme.
Sí, había aceptado el hecho de que estaba enamorado de un
hombre que probablemente me iba a dejar. Pero también me había
prometido a mí mismo que disfrutaría del tiempo que tuviera con
él, independientemente del resultado. Así que eso era lo que había
intentado hacer esta noche, y estaba haciendo un buen trabajo
hasta que ella me arrinconó.
Dejé escapar un suspiro y apoyé los brazos en la barandilla
del balcón.
No me compadeceré de mí mismo. No voy a sentir lástima
por mí mismo.
—Qué bien, porque no creo que la lástima te quede bien.
Me giré para ver a Logan de pie detrás de mí con dos vasos
en la mano, y me di cuenta de que debía de estar hablando en voz
alta. Mierda.
—Lo siento, es que... —Hice una pausa, sin tener una buena
excusa para lo que estaba haciendo aquí arriba.
Logan me pasó uno de los vasos. —¿Escondiéndote?
—Eh... —Desvié la mirada.
Logan se puso a mi lado para mirar a la multitud. —Oye, no
te culpo. Están pasando muchas cosas ahí abajo, incluyendo que
Gloria te está haciendo una encerrona por algo. 241

ELLA FRANK
—¿Has visto eso? —Fruncí el ceño—. No quería ser grosero,
pero me estaba preguntando cosas que no quería responder, y…
—¿Tu mejor opción era irte? —Logan se apoyó en la
barandilla—. Lo entiendo. Supongo que se trataba de Marcus y de
lo que piensa hacer con su próximo contrato.
—Sí, pero... —Me detuve, sabiendo que, si volvía a ir por este
camino, no habría forma de sacarme de la fiesta de la compasión.
—Pero ¿qué?
Me bebí el trago en un intento de dejar de lado mis
problemas. Pero cuando el whisky llegó a la parte posterior de mi
garganta, temí haberlos quemado hasta la muerte. Me llevé un
puño a la boca para intentar tapar mi ataque de tos.
—¿Te encuentras bien?
Me limpié el rabillo del ojo. —Creo que sí. Mierda, eso es
fuerte.
Logan dio un sorbo a su bebida. —Del único tipo que le gusta
a Cole. ¿Quieres otro?
Lo miré como si estuviera loco, y Logan se rio.
—Oye, a veces ayuda.
—Y a veces te hace un agujero en el esófago.
—Si lo bajas como un tiro, sí.
—Tomo nota. —Dejé el vaso vacío en una mesa cercana y
me volví para mirar a la multitud que estaba abajo. Cuando vi a
Marcus, dejé escapar un suspiro.
—De acuerdo, tú —dijo Logan—. Habla.
—Yo... yo no tengo nada que decir. No sé nada.

242

ELLA FRANK
—¿Estás seguro? Porque tienes la mirada más desconsolada
ahora mismo, y no puedo decidir si es porque le amas y podría irse,
o porque vas a romper con él porque podría irse.
Giré la cabeza y miré a mi jefe. —No voy a romper con él.
—Así que lo amas. —Logan dio un sorbo a su bebida y,
aunque intentaba disimularlo, tuve la sensación de que podía ver
lo asustado que estaba—. ¿Se lo has dicho?
¿Por qué todo el mundo me preguntaba eso? —No es tan
fácil.
—Créeme, lo sé. Era prácticamente alérgico a la palabra…
—No, no es por eso. Es sólo que... el momento no sería el
adecuado.
—Porque no quieres hacerle sentir que tiene que quedarse
aquí por ti.
Había un verdadero inconveniente en estar rodeado de gente
inteligente. Nunca podías salirte con la tuya con una afirmación
vaga porque eran muy buenos para sumar dos y dos.
—Bueno, déjame preguntarte esto: ¿quieres que él tome la
decisión sin saber cómo te sientes?
Abrí la boca con lo que pensé que era una respuesta
preparada, pero la cerré.
—Mira, nunca hay un momento perfecto para decirle a
alguien que lo amas. Diablos, se lo dije a Tate durante una de las
mayores discusiones que hemos tenido. Quería estrangularlo. Pero
lo que más quería era que supiera lo mucho que lo necesitaba en
mi vida, aunque quisiera patearle el culo.
Logan dio un paso hacia mí y luego miró a la multitud, donde
Tate y Marcus estaban ahora hablando con Gloria.
—Si quieres a Marcus en tu vida, tienes que decirle lo que
sientes. 243

ELLA FRANK
—¿Así de fácil? ¿Es tan fácil?
—No. Da mucho miedo. ¿Pero sabes lo que da más miedo?
—¿Qué?
—La alternativa. —Logan golpeó la barandilla y suspiró—. Por
mucho que me gustaría quedarme aquí y esconderme, debería ir a
hacer vida social antes de que todos se vayan.
Le ofrecí una sonrisa a medias y asentí. —Gracias por esto.
—Espero que haya servido de algo.
—Lo hizo. —Más de lo que esperaba.
Logan me rodeó, pero justo antes de que se alejara, grité su
nombre.
—¿Sí?
—Dijiste que Tate y tú os peleasteis la noche que se lo dijiste.
Logan se rio. —Lo hicimos.
Fruncí el ceño y me preocupé por mi labio inferior
mordisqueado, y luego pregunté lo que más me asustaba: —¿Te lo
respondió? Es decir, es obvio que te ama: están casados. Pero esa
noche, ¿te respondió?
Los ojos de Logan adquirieron una mirada casi melancólica,
una que nunca había visto antes, y entonces una sonrisa curvó
lentamente sus labios. —Sí. A los pocos minutos, ese hombre
testarudo al que ahora llamo mi esposo me dijo que también me
amaba. No le creí, por supuesto, y le hice pasar un infierno durante
el resto de la noche, pero me lo dijo.
Mis ojos se abrieron de par en par y Logan se encogió de
hombros.
—Nunca dije que fuera fácil. ¿Pero Gabe?
—¿Sí?
244

ELLA FRANK
—No cambiaría nada. Ni por todo el dinero del mundo, ni por
el trabajo mejor pagado.
Y eso era lo que realmente se reducía. Si estaba destinado a
ser, si nos amábamos de verdad, haríamos que funcionara.
Me giré para mirar a la multitud y, como si sintiera que le
estaba mirando, Marcus se giró y levantó la vista. Su mirada fue
suficiente para dejarme sin aliento.
Logan y Ryan tenían razón: tenía que decírselo. Pensé que
había hecho lo correcto al no imponerme en su decisión. Pero
¿cómo iba a saber él que yo quería formar parte de esa decisión si
no se lo decía?
¿No era yo quien le había dicho que quería que me tuviera
en cuenta si decidía levantarse y volar de nuevo? Entonces, ¿por
qué demonios estaba pasando a un segundo plano ahora?
¿Porque tenía miedo? ¿Miedo de no obtener la respuesta que
quería oír? Bueno, nunca había dejado que el miedo se interpusiera
entre mí y lo que quería en el pasado, y no iba a empezar ahora,
y lo que quería, más que nada en este mundo, era Marcus St.
James

245

ELLA FRANK
CAPÍTULO Treinta y cinco
MARCUS

ALGO IBA MAL. Me di cuenta en cuanto Gabe abandonó la pista de


baile, pero supuse que volvería poco después. Pero cuando pasaron
unos diez minutos y no había regresado, localicé a Gloria para
saber adónde se había ido.
Me dijo que quería ir a tomar una copa, pero cuando lo
busqué junto a la barra, y luego junto a las mesas, no lo encontré
por ninguna parte. Me dije a mí mismo que no me preocupara;
probablemente estaba ocupándose de algo para Logan. Pero
cuando lo vi en el balcón, de pie y solo, desapareció cualquier idea
de que estaba bien.
Gabe no era de los que se aíslan en un lugar lleno de gente.
Esa era mi munición. Así que verlo tan distante, cuando estaba
rodeado de gente con la que normalmente era tan agradable, era
preocupante.
Tomé un sorbo de mi champán y, cuando esos ojos
luminosos se conectaron con los míos, fue como si se hubiera
activado algún tipo de interruptor. Gabe cuadró los hombros y una
mirada feroz de determinación apareció en su rostro.
Cuando mi móvil vibró, me excusé del grupo con el que había
estado de charlando y saqué mi teléfono. Salgamos de aquí.
Levanté la vista hacia Gabe, y la forma audaz en que me
sostuvo la mirada provocó un zumbido constante en mis venas.
¿Ahora?
Bajó la mirada a su teléfono y entonces el mío vibró. Sí, te
veré en casa.

246

ELLA FRANK
¿En casa? Espera, ¿se iba a ir sin mí? Estaba a punto de
escribir eso cuando alguien dijo mi nombre, y miré por encima de
mi hombro para ver a Tate.
—¿Te traigo otra copa?
Volví a mirar hacia el balcón para ver que Gabe ya no estaba
allí, y mi decisión se tomó por mí.
—Gracias, pero creo que voy a ir a buscar a Gabe.
—No hay problema.
Hice un rápido adiós con la mano antes de girar sobre mis
talones y dirigirme hacia la salida. Fue entonces cuando Gloria me
paró en seco.
—¿Te vas tan pronto?
La miré con atención y decidí que era hora de averiguar qué
había pasado exactamente en la pista de baile. Algo se le había
metido a Gabe, y la última persona en hablar con él era esta mujer.
Una mujer que no se guardaba nada si tenía algo en mente.
—¿Qué le dijiste?
—¿A quién?
—No juegues conmigo a ese juego. Sabes exactamente de
quién y de qué estoy hablando. Gabe. ¿Qué le dijiste?
—Marcus, de verdad. —Me cogió el codo y me alejó de la
salida—. No dije nada.
—Sí lo hiciste, y quiero saber qué fue.
—No dije nada malo, si eso es lo que quieres decir.
—Pero dijiste algo. ¿Qué?
Gloria dejó escapar un suspiro y se encogió de hombros. —
Le pregunté qué opinaba sobre la posibilidad de que te mudaras a
Nueva York, eso es todo. Seguro que tiene una opinión. Es tu novio.
247

ELLA FRANK
Maldita sea. Los dos nos habíamos esforzado tanto en dar al
otro el espacio y la libertad para que tomara la decisión que mejor
se adaptara a sus necesidades. Pero al hacer eso, en realidad
habíamos estado forzando a la otra persona a callar sus
sentimientos.
—No deberías haber hecho eso. No es asunto tuyo.
—Tú eres mi negocio, Marcus, y eres un buen negocio. Así
que tanteé un poco al chico.
—No es un niño, y no tenías derecho a jugar con sus
sentimientos de la forma en que lo hiciste.
—Oh, no seas así. Él...
—No lo hagas. —Mi tono era mucho más frío que el que solía
emplear con ella, pero después de escuchar lo que había ocurrido
sin que yo lo supiera, se acabó la cortesía.
La rodeé y me dirigí a la puerta. —Tendrás mi decisión el
lunes.
—Marcus...
—Buenas noches, Gloria. —Salí furioso y cuando Franklin me
vio, salió del asiento del conductor de la limusina—. ¿Has visto a
Gabe hace unos minutos?
Franklin levantó una servilleta doblada y, maldita sea,
sonrió. —Me trajo una tartaleta y luego me dijo que iba a coger un
Uber.
Por supuesto que sí. —¿Dijo a dónde iba?
Franklin negó con la cabeza.
Saqué mi teléfono y volví a mirar el mensaje: Te veré en
casa.

248

ELLA FRANK
Pensé en las conversaciones que habíamos tenido durante
nuestros tiempo juntos y recordé la noche en mi biblioteca cuando
me dijo que se sentía como en casa para él.
Eso era, allí estaba él, y diez minutos más tarde, entré por
la puerta principal de mi casa.
—¿Gabe? —Me dirigí al vestíbulo y observé que todas las
luces estaban apagadas, y mientras subía las escaleras, pude oír
los suaves y melódicos sonidos de su violonchelo flotando por el
pasillo. Como un canto de sirena, la música me encontró y me
dirigió hacia su fuente.
Sentado junto a la ventana de la biblioteca con el
instrumento acunado entre sus muslos, Gabe tenía los ojos
cerrados mientras se balanceaba al ritmo de la canción que una
vez había tocado para mí: Moon River. Era la canción de dos
vagabundos que se lanzan a la aventura, y mientras lo miraba
ahora, sabía que había encontrado a la persona con la que quería
compartir la mía.
Cuando la canción llegó a su fin, Gabe abrió los ojos, y en el
momento en que se cruzaron con los míos todo cambió en mi
mundo. Sus emociones estaban a flor de piel para que yo las viera
mientras bajaba el arco a su lado y susurraba: —Te amo.

249

ELLA FRANK
CAPÍTULO Treinta y séis
GABE

NUNCA HABÍA ESTADO más seguro o nervioso de algo en mi vida.


Logan tenía razón. Daba miedo poner tu corazón ahí fuera y
confiar en alguien con él. Pero más miedo daba pensar en dejar
que Marcus se fuera sin decirle lo que sentía.
Así que decidí decírselo de la forma más significativa que se
me ocurrió: con mi música. Lo era todo para mí. Era una de las
cosas que nos había unido y fortalecido nuestra relación.
—Gabe...
Mi corazón casi se detuvo mientras lo miraba fijamente, y
todo lo que pude pensar fue: No te detengas ahí. Por favor, no te
detengas ahí. Pero en lugar de hablar, se llevó la mano a la pajarita
y la soltó.
¿Qué está haciendo?
Moví mi violonchelo a su soporte mientras él se
desabrochaba la camisa, y luego me puse de pie. Me tendió la
mano y, cuando la introduje en la suya, se llevó la punta de mis
dedos a los labios y los besó.
La expresión que se dibujó en sus ojos fue inconfundible y
me cautivó cuando bajó las manos para apartar la tela de su camisa
y colocarlas sobre su corazón.
—Yo también te amo.
Aspiré una respiración temblorosa, sus palabras eran todo lo
que había soñado pero que nunca imaginé posible.
—Creo que te he amado desde el momento en que te eché
de mi oficina y te quedaste sólo para secuestrar mi viaje a casa.
250

ELLA FRANK
Fuiste audaz, atrevido y tan malditamente hermoso, y por si eso
no fuera suficiente, tuviste que ir y ser brillante también.
Marcus miró hacia abajo, donde nuestras manos
descansaban, y pude sentir el constante latido de su corazón bajo
mi palma.
—Toda la noche he estado esperando esto. Toda la semana,
en realidad. Es una de las razones por las que he estado tan
ocupado.
—Sólo pensé que tal vez querías algo de tiempo para pensar
en las cosas.
—¿Cosas?
—¿Nueva York, Chicago... yo?
—Estaba pensando en todas esas cosas, y en esto.
Cuando levantó su mano por encima de la mía, miré hacia
abajo para ver de qué estaba hablando, y mis rodillas casi se
rindieron debajo de mí.
—Marcus... —Allí, en ese magnífico pecho suyo, había una
réplica casi exacta de la clave de sol del collar que yo llevaba, y la
visión me hizo girar la cabeza—. Eso es... eso es...
—El bajo de tu corazón agudo.
Se me nublaron los ojos y no pude evitar la lágrima que se
me escapó. Rodó por mi mejilla, pero Marcus extendió la mano y
la apartó.
—Volví a hablar con tu madre esta semana. Quería
asegurarme de que el diseño era el mismo, y ella me dio el original.
Parpadeé, tratando de entender todo lo que estaba diciendo.
—¿Fuiste a ver a mi madre?
—Sí, fui. —Sonrió—. Me dio su bendición y.… mucha comida.
251

ELLA FRANK
Me mordí el labio inferior para contener una carcajada, y
luego toqué con dedos temblorosos la hermosa nota musical negra
que ahora marcaba permanentemente el pecho de Marcus. —¿Le
has dicho que eres mi otra mitad?
—No. —Marcus me acunó las mejillas y pasó su boca por
encima de la mía—. Le dije que eras mío.
Un suave gemido de placer se escapó mientras Marcus me
besaba como si fuera nuestra última noche en la tierra. Se
zambulló y me saboreó, sin prisa y sin pausa, y cuando no fue
suficiente, tomó un poco más, hasta que finalmente, puse una
mano en su pecho y liberé mi boca.
La cabeza me daba vueltas. Todo lo que había dicho empezó
a encajar. Pero aún faltaba una pieza, una pieza muy importante.
—¿Qué... qué significa todo esto?
—Significa que te elijo a ti. Te he estado eligiendo desde el
momento en que nos conocimos, y hay una razón para ello: te
amo. He dado prioridad a mi carrera durante toda mi vida adulta.
Pero en cuanto te conocí, supe que las cosas serían diferentes.
Marcus cubrió la mano que aún tenía apoyada sobre su
corazón.
—Tu confianza, tu alegría, tu determinación de vivir la vida
que sabes que te mereces y por la que has trabajado muy duro...
me recordó una época en la que yo era así. Me recordó que he
hecho todo eso. Pero lo que no he hecho es enamorarme, porque
no te había conocido.
Su mirada recorrió mi rostro como si estuviera memorizando
cada ángulo, cada detalle, y pude sentir su corazón latiendo bajo
mi palma.
—Pero eso es lo que quiero ahora. Lo que quiero hacer el
resto de mi vida adulta: amarte. Quiero que seas lo primero y lo
252

ELLA FRANK
último que vea todos los días, y que me cuelguen si lo hago desde
otro lugar que no sea nuestra cama, esté donde esté.
Mi corazón seguía el ritmo del suyo como si estuvieran
sincronizados. Podía sentir las lágrimas en mis mejillas mientras
miraba su hermoso rostro. Eran lágrimas de amor, felicidad y pura
alegría, porque no había forma de que alguien fuera capaz de
contener todas las emociones que estaba sintiendo.
—Yo... —Hice una pausa por un segundo y traté de ordenar
mis pensamientos, pero estaban demasiado ocupados volando
entre las nubes en este momento para tener mucho sentido—. Yo
también quiero eso, todo eso. Quiero escuchar música contigo,
lanzar hachas a una pared contigo y que me pille la lluvia al menos
una vez al mes, o al menos hasta que puedas sonreír por ello.
Marcus sonrió, pero sus ojos se oscurecieron cuando tomé
su cara entre mis manos y subí para estampar un beso en sus
labios.
—Quiero compartir todas mis aventuras contigo.
Me rodeó la cintura con sus brazos y me acercó, y luego bajó
su boca junto a mi oreja. —Entonces, ¿a dónde vamos desde aquí?
—No lo sé. —Giré la cabeza hasta que estuvimos nariz con
nariz—. Donde queramos, supongo, mientras estemos juntos.
—¿Dos vagabundos?
—Dondequiera que vayas, yo voy en tu dirección.
Marcus bajó sus dedos por mi mandíbula y me susurró en los
labios: —Te amo, Gabriel Romero.
—Yo también lo amo, Sr. St. James.

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ELLA FRANK
EPÍLOGO
VERANO

Marcus

—BUENAS NOCHES, SR. St. James. Es un placer verlo esta noche.


—Es un gusto verte a ti también, Tanya, —dije, y extendí las
tres entradas que tenía en la mano para el espectáculo de esta
noche. Era el primero de la temporada de verano en el Orchestra
Hall. Tanya comprobó nuestros asientos para la noche y luego miró
a las dos personas que estaban detrás de mí.
Daniela y Santiago Romero iban vestidos de punta en blanco
esta noche. De etiqueta, Santiago estaba muy distinguido, y con
un brillante vestido de cóctel plateado, Daniela era un encanto.
Se sintieron un poco abrumados cuando Franklin llegó a su
casa esta noche para llevarlos a la actuación de su hijo. Pero estaba
demasiado nervioso para llevarlos yo mismo y opté por tomar una
copa con ellos en la parte trasera de la limusina.
—Tiene unos asientos maravillosos, como siempre —dijo
Tanya mientras me entregaba el programa—. Van a seguir recto
hasta el final y a la izquierda. Ya conoce el camino. Pero si necesita
más ayuda, Kylie estará encantada de ayudarlo. Ella está justo en
el otro extremo de la sección.
—Gracias, lo aprecio.
—Es un placer. Disfruten del espectáculo.
Le aseguré que lo haríamos, y luego conduje a los Romeros
al interior de la sala. Mientras nos dirigíamos al palco, mi emoción
y mis nervios de antes volvieron a aparecer.
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ELLA FRANK
Siempre me había gustado venir a oír a la sinfónica como
una vía de escape, como una forma de evitar a la gente y perderse
en la música. Pero esta noche era diferente. Esta noche era
especial. Quería hablar con todos los que se cruzaban y decirles
que el hombre al que amaba iba a tocar en ese escenario esta
noche por primera vez en meses, y que no podía estar más
orgulloso de él. Pero los nervios estaban ahí, porque quería que
todo fuera perfecto.
Gabe había tardado mucho en llegar a este momento, y yo
estaba muy agradecido de poder compartirlo con él.
Miré por encima del borde hacia los asientos vacíos de la
platea. —Nuestros asientos están justo allí, —dije, señalando el
tabique que delimitaba los palcos, y Daniela se tapó la boca
mientras se le escapaba un grito.
—¿Un palco? —Dejó escapar una suave risa y miró a su
marido—. Tenemos asientos de palco.
—Ya veo. —Santiago miró por encima de la cabeza de su
mujer y asintió—. Gracias.
—Por supuesto. Quería que tuvieran los mejores asientos de
la casa. Nada en el camino para su debut.
Daniela miró al escenario y sus ojos brillaron. —Eso fue muy
considerado.
—También egoísta. —Me reí—. Yo tampoco quiero a nadie en
mi camino.
Daniela deslizó su mano por el pliegue de mi codo y me
sonrió, y su expresión era tan parecida a la de su hijo que era como
si Gabe estuviera aquí mismo, en lugar de estar en algún lugar de
abajo esperando entre bastidores.
—Bueno, pues dime dónde nos sentamos.
Les indiqué a ella y a su marido que se sentaran en los dos
255
asientos más cercanos a la barandilla, y yo tomé el que estaba

ELLA FRANK
detrás de ellos, ya que era más alto. Mientras nos acomodábamos
y esperábamos a que se anunciara la llamada final, miré el
programa que tenía en la mano.
Ludwig van Beethoven, Sinfonía núm. 9 en re menor,
Op.125. Gabe había tenido mucho cuidado de programar sus horas
de práctica cuando yo no estaba cerca, así que esta noche sería la
primera vez que lo escucharía.
Abrí el programa y hojeé los nombres de los músicos hasta
llegar a los violonchelistas, y allí estaba, justo debajo de su amigo
Dominique, -Gabriel Romero.
Mi corazón se aceleró al mismo tiempo que mi estómago se
revolvía, y no podía pensar en ningún momento de mi vida en el
que me hubiera sentido tan feliz o tan orgulloso, y él aún no había
salido al escenario.
Respiré profundamente y traté de calmar mis nervios, y fue
entonces cuando escuché una voz familiar decir mi nombre.
Me giré en mi asiento para ver a Logan y a su esposo Tate
sentados en el palco contiguo al nuestro, y detrás de ellos estaban
sentados Ryan y Abby. Todos habían podido venir, y nunca había
estado más seguro de que habíamos tomado la decisión correcta
de quedarnos aquí en Chicago. Teníamos familia y amigos aquí, y
esta noche todos habían venido a celebrar a Gabe.
—Gracias por venir. —Sonreí a los cuatro—. Le encantará
saber que habéis estado aquí.
Logan miró hacia el escenario, y luego hacia mí, y se encogió
de hombros. —Tenía que venir a ver a mi competencia. Están
intentando robarme mi asistente.
Me reí, sabiendo que su presencia aquí era de apoyo por
encima de todo. En los últimos dos meses, Gabe y yo habíamos
llegado a conocer bien a su jefe -y a los demás que trabajaban en
Mitchell & Madison-. Eran más una gran familia feliz que
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ELLA FRANK
compañeros de trabajo, y resultó que tenía que agradecer a Logan
que instara a Gabe a ser abierto conmigo sobre sus sentimientos.
Sólo por eso, estaba más que feliz de darle la bienvenida a
mi mundo.
—Ryan. —Saludé a Ryan con una media sonrisa, y él puso
los ojos en blanco—. ¿No hay cita esta noche?
—Me estoy tomando un tiempo libre de las citas. He decidido
que es hora de ponerme en contacto conmigo mismo por un
tiempo.
Arqueé una ceja y él frunció el ceño.
—Ya sabes lo que quiero decir.
Lo sabía. Gabe había mencionado una mala ruptura hace una
semana cuando fue a visitar a su antiguo compañero de cuarto
para almorzar, pero me había asegurado que esto era típico de
Ryan, y que para la próxima semana se recuperaría encima de
alguien más grande y mejor.
—Gracias por venir. Gabe estará encantado.
—No me lo habría perdido por nada del mundo.
Abby me guiñó un ojo y se acercó a la medianera divisoria
para apretar mi mano. —¿Nervioso?
—Un poco. ¿Es raro?
—No. Pero no hace falta que lo estés. Toca como un sueño.
—Lo sé. Sólo quiero que todo le salga bien.
—Estás aquí, le quieres, y él lo sabe. Todo va a salir perfecto.
Así que deja de preocuparte y disfruta del espectáculo.
Las luces se encendieron, indicando que la actuación estaba
a punto de comenzar, y los miembros de la Orquesta Sinfónica de
Chicago comenzaron a caminar por el escenario.
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ELLA FRANK
Fue entonces cuando lo vi.
Iba vestido con un frac, y la camisa blanca, el chaleco y la
pajarita de Gabe realzaban la suave piel dorada con la que había
sido bendecido mientras caminaba por el escenario con la cabeza
alta y el chelo en la mano.
Estaba más guapo que nunca. Cuando se dirigió a la segunda
fila de asientos y ocupó su lugar en el borde delantero del
escenario, me entusiasmó tener una vista sin obstáculos.
Gabe se acomodó en su silla con su instrumento apoyado
entre los muslos, luego abrió la hoja de música en su atril y la
revisó. Una vez que todos los músicos estaban sentados, uno de
los violinistas se levantó y se dirigió al podio del director para
comenzar la afinación.
Fue entonces cuando Gabe se llevó la mano a los labios y se
besó las yemas de los dedos, las colocó sobre su corazón, donde
se escondía su tatuaje de clave de sol, y dirigió sus ojos hacia
nuestro palco como si pudiera verme. Entonces una brillante
sonrisa cruzó sus labios y las luces se apagaron.

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ELLA FRANK
Gabe

EL TONO FIRME Y FIABLE del oboe sonó en toda la sala cuando


Richard Chen, que estaba en el podio, se dirigió a cada sección de
la orquesta y dio la instrucción de afinar la nota A del oboe13.
El público se calmó y se hizo el silencio.
Esta noche ha sido la culminación de muchas cosas para mí.
Mi asiento aquí, de nuevo en el escenario, tocando
profesionalmente de nuevo para Marcus y mis padres como parte
de este conjunto de élite, y demostrando a Marcus que, si nos
quedábamos aquí en Chicago, podríamos -y tendríamos- lo mejor
de ambos mundos.
No es que necesitara que le convencieran. Marcus había
establecido la ley cuando se trataba de la posibilidad de que yo
abandonara mi floreciente carrera musical. No iba a suceder, no
bajo su mandato. Así que hicimos un trato. Había firmado con
Tennant Broadcasting por cuatro años más con la promesa de que
volveríamos a evaluar la situación cuando ese contrato terminara.
Sin embargo, tenía la sensación de que sólo me seguía la corriente.
Marcus era más feliz en Chicago. Era su ciudad natal, y
después de aquella noche en el Murphy, no sólo me había abierto
su corazón, sino también su casa. Me invitó a mudarme y no
perdimos tiempo en unir nuestras vidas.
No creo que a él le gustara la idea de dejar Franklin, y en ese
sentido, a mí tampoco.

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Es un instrumento musical de la familia viento madera, de taladro cónico, cuyo sonido se emite mediante la
vibración de una lengüeta doble que hace de conducto para el soplo de aire. Su timbre se caracteriza por una 259
sonoridad penetrante, mordente y algo nasal, dulce y muy expresiva.

ELLA FRANK
Así que tal vez un día Nueva York sería para nosotros, pero
por ahora estábamos firmemente arraigados aquí en la Ciudad del
Viento, creando recuerdos como el de esta noche.
Me acomodé en mi asiento y acaricié mi arco sobre las
cuerdas, escuchando para asegurarme de que ahora estaba
afinado en mi cuerda A. Estaba perfecto, listo para interpretar su
papel en la que se consideraba la mejor obra de Beethoven.
Cuando todos nos callamos, Richard volvió a su asiento y
Stefan Vogt salió entre fuertes aplausos. Saludó al público, luego
nos miró a todos y levantó su batuta.
Durante los siguientes setenta minutos, estuve en el cielo, y
el público también, a juzgar por su respuesta al final de cada uno
de los cuatro movimientos. El aplauso fue atronador, la aprobación
abrumadora, y la sensación de haber cerrado el círculo y de haber
vuelto al lugar al que pertenecía hizo que se me nublaran los ojos
cuando me puse en pie para hacer una reverencia.
Miré hacia el balcón, donde sabía que estarían Marcus y mis
padres, y cuando las luces se encendieron e iluminaron al público,
me sorprendió ver algo más que su cara familiar mirándome.
Logan, Tate, Abby y Ryan estaban animando en la barandilla
del balcón, y en el palco de al lado, mi madre se limpiaba las
lágrimas de los ojos y mi padre la abrazaba a su lado.
Les hice una reverencia, con una sonrisa de oreja a oreja,
hasta que mis ojos se detuvieron en el hombre devastadoramente
guapo que estaba de pie, alto y resplandeciente, detrás de ellos.
Llamativo con su traje de etiqueta negro, Marcus parecía un
rey entre los hombres, con su pelo rubio brillando bajo las luces
como una corona de oro, y al igual que la noche en que nos
conocimos, quedé hipnotizado.
Di un paso adelante, acercándome al borde del escenario,
atraído por él igual que entonces. Sus ojos estaban fijos en los
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míos, e incluso desde aquí abajo, podía ver el amor que brillaba en
sus profundidades azules mientras él aplaudía con el resto del
público.
Mi corazón se hinchó hasta reventar mientras miraba el
sueño que nunca hubiera imaginado que se haría realidad. Marcus
había estado tan lejos de mi alcance que ni siquiera debería haber
podido conseguirlo. Pero cuando todos los presentes en la Sala de
Conciertos desaparecieron de la vista, él colocó su mano sobre su
corazón, donde estaba el bajo de mi corazón agudo, y dijo: —Te
amo —y supe que no estaba soñando.
Había ido tras él con todo tipo de malas intenciones, pero
mientras miraba fijamente el rostro de mi futuro, de mi amor, de
mi todo, supe que sólo saldría algo bueno de lo que compartíamos,
porque esto de aquí era más que un sueño: era mi vida, y no podía
esperar a pasar el resto de ella con Marcus St. James.

Fin

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