¿Cómo Pensar y Abordar Las Adicciones Desde El Psicoanálisis
¿Cómo Pensar y Abordar Las Adicciones Desde El Psicoanálisis
¿Cómo Pensar y Abordar Las Adicciones Desde El Psicoanálisis
INTRODUCCIÓN
CASO CLÍNICO
Presentación en la admisión
Emiliano es un paciente de 40 años que asistió a una entrevista de admisión debido a que
consumía cocaína y alcohol 3 veces por semana. Manifestó que consumía desde la
adolescencia, pero que en ese momento se sentía “en riesgo”, sin poder controlarlo.
Se puede hipotetizar que: “Algo en esta relación de complementariedad perfecta con la
droga se ha fisurado y en la grieta de ese vínculo que el consultante establece con la
sustancia se hace lugar al ingreso de otra cosa” (Bousoño, Cappelletti, Améndola y
Naparstek , 2011, p.28).
El trabajo del analista consistirá en alojar el padecimiento valorizando la palabra para que
esta le vaya ganando terreno al acto. Todo ello con el fin de conmover algunas certidumbres
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hallar nuevos recursos a los viejos problemas que condicionan al paciente. La transferencia
permitirá el despliegue de una subjetividad petrificada durante el tiempo del consumo. El fin,
entonces, es dar lugar a que el discurso exponga la trama significante que lo determina
(Bousoño, Cappelletti, Améndola y Naparstek , 2011), ubicando la función de la sustancia
en la economía psíquica
El paciente relató una infancia sin complicaciones hasta sus 12 años, momento en el que
comenzaron sus problemas. En ese entonces, empezó a ver que su padre se apartaba para
hablar por teléfono y él escuchaba a escondidas. De esta manera, descubrió que su padre
sostenía una relación de amantes con la madre de su mejor amigo: “solo yo me daba
cuenta y cargaba con eso, no se lo conté a nadie”.
Los padres finalmente se separaron. Posteriormente, Emiliano salía con sus hermanos, su
padre, su amante y el hijo de esta a pasear, pero seguían sin declarar la relación. “No era ni
una cosa ni la otra, no era claro”. Un día se animó a preguntarle a su padre, quien lo negó
hasta que terminó reconociendo que efectivamente salía con esa mujer. Este se justificó por
mentir: “Ustedes eran chicos, nos les iba a decir”. La mentira es una conducta que Emiliano
también realizaba para evitar hacerse cargo de diversas situaciones. Ejemplo de ello es que
se presentara como ingeniero agrónomo en la admisión, para luego reconocer que se
trataba de una mentira.
A los 12 años, comenzó su etapa de “rebeldía” consistente en “romper la estructura”,
consumir drogas, tocar en una banda, escuchar música heavy metal, ir a recitales, ser
anarquista, “pararse los pelos”, salir a bailar, etc. “Pintaba paredes para hacerme el rebelde.
Todavía podía zafar de meterme en la rebeldía en ese momento”. “Estaba en otro lugar,
fuera de lo normal, alejado de la rutina”.
El padre era muy querido por los amigos de Emiliano y lo acompañaba a todos lados.
“Empecé a perder protagonismo”. Refirió que lo único en lo que su padre no era capaz de
seguirlo era con el consumo. “Un día le puse un punto y le dije que no podía venir a verme
tocar. Se dio cuenta de que ya no podía entrar en mi vida”. “Quizás muchos desearían que
su padre los acompañara, pero yo me abrí del camino en el que me podía seguir”. Sus
padres no se percataban o no reaccionaban frente al consumo. “Estaba fuera del sistema
de mis compañeros de colegio” y mis padres no hacían nada; decían “ya se le va a pasar”.
Respecto del padre, sostenía: “Él quería ser mi amigo, pero era mi papá”.
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Dos años después, sus padres se reconciliaron y la familia volvió a convivir. Emiliano pidió
una habitación apartada en la nueva casa para poder hacer lo que quisiera y escapar de la
familia, y se la otorgaron. “La rebeldía no iba de la mano con la familia”, “era un escudo, yo
no era así”.
Varios años después, en su lecho de muerte, el padre le pidió a Emiliano que se cuidara
(que no se drogara), pero este salió a bailar, a tomar y a drogarse. El padre finalmente
murió luego de haber sufrido amputaciones por su diabetes. Dijo que sospechaba que su
padre se había dejado morir: “Me dijo que me cuide, pero él no se cuidaba. Nos lo
prometíamos, pero nos mentíamos”.
Asoció la presencia de un nudo en la garganta a que no hablaba de lo que le pasaba, y a su
imposibilidad para llorar. Un ejemplo de ello fue una escena donde se enojó con el jefe y se
lo guardó. Al rato, consumió alcohol, condujo la camioneta del trabajo y la chocó contra un
árbol. En la misma línea de no expresar lo que le sucede, comentó que no pudo llorar la
muerte de su padre y que no había revelado el secreto que siempre guardó sobre la
infidelidad de este. En el tratamiento, se brindó un espacio para poner en palabras lo que
antes solo actuaba, y su sensación en la garganta cesó poco a poco.
Por otro lado, el tema de las mentiras era recurrente. Presentarse como ingeniero, mentir
respecto de su consumo a sus seres queridos y a su psiquiatra, ser infiel con regularidad y
mentirle al padre diciendo que estaba bien y se cuidaba. Los “engañados” serían una serie
metonímica de la madre que reproduce junto con los vínculos en los cuales pueda rebelarse
y/o ser reclamado. En el último tramo del tratamiento, por primera vez el padre apareció
siendo engañado por una pareja quien lo “estafó” y se quedó con dinero. Cuando el padre
notó esta situación “se dio cuenta de que no tenía escapatoria y se dejó morir”.
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DESARROLLO
La toxicomanía entonces tiene que ver con el modo particular de gozar de cada sujeto, frente a
la posición del sujeto frente al deseo y el goce en su subjetividad. Así el sujeto puede recurrir
al uso de una sustancia en un momento de desestabilización fantasmática o en un momento
de vacío de respuestas frente a lo que es el deseo y la demanda del Otro (...) La elección del
consumo de drogas parece ser hecha por los sujetos en un momento en que ha ocurrido
probablemente una desestabilización fantasmática y se produce una emergencia insoportable
de angustia. La droga puede no haber existido para ese sujeto anteriormente, o puede haberla
usado en forma ocasional, pero ese momento puede convertir al sujeto en un adicto (Lora y
Calderón, 2010, p.169).
Según la cita expuesta, es posible hipotetizar que el inicio de la adicción de Emiliano estuvo
estrechamente ligado a su posición respecto del deseo del padre, en su intento de
separación respecto de este: “En la toxicomanía tenemos entonces que el goce fálico, es
‘sustituido’ por el goce autoerótico, cínico, que no necesita del Otro, sino que más bien lo
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hace a un lado” (Lora y Calderón, 2010, p.170), se desengancha. La noción de una ruptura
con el Otro del amor se encuentra subyacente.
En la línea del desenganche, Bousoño, Cappelletti, Améndola y Naparstek (2011) ubican a
la droga como:
...algo que puede constituirse como un remedio para alguien, ya que al introducir un efecto
químico en el cuerpo, elimina la sensación de displacer y le otorga al sujeto la posibilidad de
refugiarse en un mundo propio, evadiendo de este modo el peso que la realidad tiene para él.
Luego sostiene que el peligro de este paliativo, consiste en la posibilidad de que se produzca
en quién consume una pérdida radical de la realidad. Lo que desde nuestra perspectiva
entendemos, como el desenganche del Otro (p.26).
Lo vivido tiene efectos, no los mismos para todos, y es en relación con el efecto sobre el
sujeto que este podrá reconocer su participación en los hechos y que podrá, en todo caso,
esperar alguna modificación. De entrada, la adicción le permite al sujeto sustraerse al
imperativo de las determinaciones, imperativo que lo fija en esa posición que es la del
sometimiento al Otro o a las circunstancias. Porque aunque Emiliano diga haberse “abierto”
del camino en el que el padre lo podía seguir, como si se hubiera independizado de este,
está en realidad en pleno sometimiento y dependencia. El consumo, en este caso, es un
recurso del sujeto para impedir su sometimiento a la voluntad del Otro, aunque en realidad,
como se dijo, permanece sometido.
En el punto de partida, se encuentra el Otro del lenguaje que antecede a todo sujeto, por lo
que el sujeto no es autónomo, sino que se constituye como sujeto en relación con el Otro.
Con suerte podrá tomar distancia del Otro, e incluso subvertir su discurso. Su necesaria
dependencia no supone el sometimiento a la voluntad de ese Otro. Y es esto lo que nos
introduce en el tratamiento de los límites a las determinaciones del Otro (De Castro Korgi,
2016).
Si bien la posición frente al deseo está antecedida por el deseo del Otro, el sujeto es en
últimas responsable de la posición que elige, y ese es el margen en el que el psicoanálisis
puede hacer algo; ya sea en las adicciones como en cualquier otra problemática que
abordemos psicoanalíticamente. Si no pudiéramos salvaguardar un margen de libertad
frente al Otro, no habría cabida alguna para la responsabilidad del sujeto.
Por último, los síntomas neuróticos tienen un sentido. Esto es, que son resultado de un
conflicto psíquico y que su presencia no es contingente, sino que poseen un sentido a
descifrar, es decir, “un nexo con la vida de las personas que los exhiben” (Freud, 1916-17,
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p. 235-236). Pero además de la cara descifrable, no olvidemos la existencia del goce que el
síntoma aporta, goce del que Emiliano no pudo desprenderse.
REFLEXIONES FINALES
La intoxicación se presenta como una respuesta que intenta anular una posición subjetiva
con el padecimiento propio de esta. Se caracteriza por un no querer saber sostenido por
una pura acción. Sin embargo, nuestro trabajo como analistas consistirá en sintomatizar la
conducta y establecer lazos con lo inconsciente. El encuentro con un analista es una
oportunidad para que el sujeto sea alojado, escuchado, para que su modo de gozar se
transforme en algo singular: en un síntoma.
La sustancia ocupa un lugar de consecuencia, no de causa. Entonces, se debe abordar el
origen de la adicción, si no se desplazará una y otra vez en diferentes representaciones
(Santín Iriarte, 2016). Es esto lo que intentó llevarse a cabo en el caso presentado.Si bien
su consumo disminuyó de 3 veces por semana a una vez por mes, su posición subjetiva de
rebeldía y repetición sistemática de “engañador” no varió significativamente, aunque sí se
pusieron en evidencia los condicionamientos inconscientes que lo llevaron a ese lugar. Se
trata de acompañar un pasaje del hacer al decir. Dicha tarea no resulta menor, ya que
...con la solución toxicómana (se) encuentra un atajo, por medio del cual se evita la angustia
que implicaría enfrentar sus determinaciones en un recorrido por sus palabras (...) Lo que
interesa al analista en función, es conducir al sujeto a que pueda encontrarse con los
significantes que lo amarran, para que pueda confrontarse con aquello que lo traumó, y de
este modo tenga la oportunidad de volver a elegir (Bousoño, Cappelletti, Améndola y
Naparstek, 2011, p.27).
Es por ello que el psicoanálisis, en tanto experiencia dialéctica, se propone como una
herramienta eficaz para el abordaje de la clínica de adicciones.
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BIBLIOGRAFÍA