Literatura Española Anales: Imaginarios Poéticos en Las Escritoras Españolas Contemporáneas (1900-1968)
Literatura Española Anales: Imaginarios Poéticos en Las Escritoras Españolas Contemporáneas (1900-1968)
Literatura Española Anales: Imaginarios Poéticos en Las Escritoras Españolas Contemporáneas (1900-1968)
Equipo editorial
Dirección
Juan Antonio Ríos Carratalá, Universidad de Alicante, España
Secretaría
Davide Mombelli, Universidad de Alicante, España
Laura Cristina Palomo Alepuz, Universidad de Alicante, España
Consejo editorial
Rafael Alarcón Sierra, Universidad de Jaén
Christine Arkinstall, The University of Auckland, Nueva Zelanda
Miguel Ángel Auladell Pérez, Universidad de Alicante, España
Marina Bianchi, Università degli Studi di Bergamo, Italia
Helena Establier Pérez, Universidad de Alicante, Alicante, España
José María Ferri Coll, Universidad de Alicante, España
Antonella Gallo, Università degli studi di Verona, Italia
Catherine M. Jaffe, Texas State University, Estados Unidos
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Gabriele Morelli, Università degli studi di Bergamo, Italia
Ermitas Penas Varela, Universidad de Santiago de Compostela, España
Ángel Luis Prieto de Paula, Universidad de Alicante, España
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Diego Saglia, Università degli Studi di Parma, Italia
Laura Scarano, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
Dolores Thion Soriano-Mollá, Université de Pau et des Pays de l’Adour, Francia
Consejo asesor y científico
Joaquín Álvarez Barrientos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, España
Ana María Freire López, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid, España
Francisco José Martín, Università di Torino, Italia
Piero Menarini, Università di Bologna, Italia
Santos Sanz Villanueva, Universidad Complutense de Madrid, España
María del Carmen Simón Palmer, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, España
ANALES DE LITERATURA ESPAÑOLA
Núm. 38 (2023). Serie monográfica, 24
ARTÍCULOS
Marina Bianchi
El cuerpo herido, en Noche sobre el grito de Ana María Martínez Sagi ........ 53
Anna Cacciola
«La aguja fría del deseo»: la tropología sensitiva de Margarita Ferreras ...... 71
Elia Saneleuterio
Acercamiento a la vida y obra de Amparo Conde ...................................... 253
Reyes Vila-Belda
Solidaridad y redes literarias femeninas: los casos de Concha Méndez
y Acacia Uceta ............................................................................................ 267
RESEÑAS
Presentación
Helena Establier Pérez y Laura Palomo Alepuz
«Llegará un día –que indudablemente signos
anuncian ya en los países nórdicos– en que
aparecerá la mujer, cuyo nombre ya no signifi-
cará algo opuesto al hombre, sino algo propio
e independiente; nada que haga pensar ni en
complemento ni en límite, sino únicamente en
vida y en ser: el Humano Femenino»
(Rilke, Cartas a un joven poeta)
que las oprimieron a todas, sino también a otros prejuicios suscitados por
su condición de lesbianas–; ni sus obras se dieron a conocer por idénticos
canales de difusión –algunas de ellas, como Josefina de Torre o Ernestina de
Champourcin, gozaron de cierto reconocimiento por haber sido incluidas por
Gerardo Diego en la segunda edición de su memorable antología, pero otras,
como Amparo Conde Gamazo, tuvieron que recurrir a la autoedición artesanal
para darle visibilidad a sus versos –.
Todas, no obstante, escribieron poesía en un contexto que relegaba la crea-
tividad femenina y, quizá en parte por ello, las une el hecho de que su obra
quedara durante décadas desplazada a un segundo plano, a pesar de su varie-
dad, su riqueza, su calidad y su pulcritud. Afortunadamente, esta tendencia en
los últimos años se encuentra en proceso de reversión gracias a los esfuerzos
conjuntos de la crítica especializada y la sociedad.
Sirvan estos trabajos para seguir contribuyendo a devolverles a estas poetas
el reconocimiento literario que se merecen, al mismo tiempo que para recons-
truir un panorama tan fascinante como el de la lírica española del siglo xx.
Agradecemos a las colaboradoras y los colaboradores su entusiasmo, implica-
ción y compromiso para hacerlo posible.
Autoría: Resumen
Eva Álvarez Ramos
Universidad de Valladolid, España
[email protected]
El reducido espacio que se concede a la mujer,
https://orcid.org/0000-0001-7812-6592 su predisposición a ciertas tareas, la negación
Citación:
de otras o el impedimento a levantar la voz
Álvarez Ramos, Eva. «Compromiso y propia son algunos de los temas principales en
vindicación feminista en la poesía de Gloria la poesía delatora de Gloria Fuertes. Sus obras
Fuertes», Anales de Literatura Española, n.º 38,
2023, pp. 13-29. https://doi.org/10.14198/ tempranas, claves en la vindicación de la figu-
ALEUA.2023.38.01 ra femenina y su papel en la sociedad, abren
Fecha de recepción: 31/03/2022 un espacio para el diálogo con la pretensión de
Fecha de aceptación: 04/11/2022 desencorsetar los géneros en general y en parti-
© 2023 Eva Álvarez Ramos cular el femenino, en una época en la que pocas
osaban transgredir las restrictivas imposiciones
Este trabajo está sujeto a una licencia de
Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative del régimen y acataban los papeles que les to-
Commons (CC BY 4.0). caba desempeñar en el ámbito social y familiar.
Procuraremos poner de manifiesto cómo se lle-
va a cabo esta defensa para lo que tomaremos,
principalmente, los poemarios tempranos Isla
ignorada (1950), Aconsejo beber hilo (1954), …que estás en la tierra (1962) y Ni tiro ni
veneno ni navaja (1966).
Palabras clave: Gloria Fuertes; feminismo; mujer y sociedad; escritura femenina.
Abstract
The reduced space granted to women, their predisposition to certain tasks, the denial
of others or the impediment to raise their own voice, among many other things, are
some of the main themes in the denunciation poetry of Gloria Fuertes. Her early
works, key in the vindication of the female figure and its role in society, open a space
for dialogue with the aim of loosening genders in general and the female in particular,
at a time when few dared to transgress the restrictive impositions of the Francoist re-
gime and accepted the roles that they had to play in the social and family sphere. This
essay will show how this defence is carried out, for which we will take the poems Isla
ignorada (1950), Aconsejo beber hilo (1954), …que estás en la tierra (1962) and Ni tiro
ni veneno ni navaja (1966).
Keywords: Gloria Fuertes; feminism; woman and society; female writing.
Gloriosa reivindicación
Los versos de Gloria Fuertes2 abogan por el fin del discurso hegemónico y plan-
tean, desde una perspectiva de género, la legitimación de la mujer mediante
un feminismo conciliador. Claves en la vindicación de la figura femenina y de
su papel en la sociedad, abren un espacio para el diálogo con la pretensión de
desencorsetar los géneros en general y en particular el femenino, en una época
en la que pocas osaban transgredir las restrictivas imposiciones del régimen y
acataban los papeles que les tocaba desempeñar en el ámbito social y familiar.
Su profunda sensibilidad y valentía la llevan a encarnar la figura de una escri-
tora comprometida, no solo con su literatura, sino también con sus iguales, a
través de elementos como el amor y la libertad.
Existe una clara denuncia social que reclama igualdad y lo hace desde una
visión más generalista que particular: «Yo soy así» dice, y añade «Soy más
pacifista que artista / más humanista que feminista» (1995: 32). Incluso, en
el período estudiado (1950-1968), nunca se sintió feminista. La idea surgió,
2. Obras de Gloria Fuertes usadas en el texto: Isla ignorada (1950), se cita por la edición de
2007; Aconsejo beber hilo (1954), se cita por la edición de 2017; …que estás en la tierra
(1962), se cita por la edición de 2014; Ni tiro ni veneno ni navaja (1966), se cita por la
edición de 2012; Obras incompletas (1975), Historia de Gloria. (Amor, humor y desamor)
(1980), Mujer de verso en pecho (1995); Glorierías. Para que os enteréis (2001), se cita
por la edición de 2017.
conventillo / donde las monjas oran por nosotros, / –en el jardín tienen manza-
nas que no pueden morderse–» (48). La mujer tiene todo a mano, espectadora
de primera fila a la que se le niega el permiso de apresarlo, de disfrutarlo. No
ha sido bendecida como los hombres, electos y predestinados para la vorágine.
Paradigmáticamente, en ambos se intenta ahuyentar el pecado de la mujer,
apartarla de esa manzana bíblica y sus reminiscencias a Eva, la primigenia
femme fatale, diestra en las malas artes de la seducción y culpable y pecadora
original. La delicada cosificación de la hembra promueve una visión mojigata
de la misma, de ser perfecto e impoluto, cúmulo de virtudes, al que hay que
salvaguardar aislado para evadir la mácula que corrompe:
Mi cuerpo frágil de alma lleno,
mi alma presa hasta que yo me encienda
y ella pueda escaparse por mi seno,
marcha de mala gana por mi senda,
pensando en lo que es malo, pero bueno,
yo sangro por pecar y ella es la venda (2017: 85).
La obsesión masculina de lo sin pecado se extiende hasta lugares insospecha-
dos, como aquellos transitados por la censura (tantas veces manifestada, tan
pocas entendida). En «Estoy más bien que mal», los últimos tres versos se ven
modificados y con ellos todo el sentido del poema, al mudar el sustantivo llano
«pecados», por el también llano –y muy libertino– «cerveza».
Estoy más bien mal
como pájaro en la mano de un niño,
como pez en la playa,
como huérfano en asilo.
Estoy mal sin amor.
Sin buen amor,
porque cerveza (pecados) tengo
cuando lo quiera yo (2017: 82).
El poema queda desleído, ablandado por la puritana leche censora. Discierne
la autora entre el amor sentimental o aparejado y el amor carnal, posicionando
a este último a la altura del pecado digno de ser disfrutado. Su sustitución por
«cerveza» provoca que el resultado diste mucho del mensaje original, pero se
consigue, a golpe de borrador y tinta, ocultar la temida mácula.
mujer y ser poeta» (Leuci, 2019: 71); esa «doble anomalía» padecida por las
creadoras, tal y como señala Payeras Grau (2009). Además, a esta situación
gregaria de mujer, se suma su tendencia sexual: «If women are associated with
absence, the lesbian y doubly absent from the text, because she is both a woman
and a lesbian» (Castro, 2002: 83). La asunción y no negación de su lesbianismo
ha sido, sin duda, uno de los factores que han influido negativamente en la
consideración de la poeta. Estudios como los llevados a cabo por Acereda
(2002) o Castro (2002) reflexionan sobre el asunto señalado: la infravaloración
de su obra y persona, por un lado, y el obligado análisis de su literatura bajo
el prisma de su orientación sexual, por otro.
Antes de llegar aquí, se matriculó en el Instituto de Educación Profesional
de la Mujer para estudiar las asignaturas «propias de mi sexo» (1975: 27)
(como ella misma reconocería, pues fue consciente desde temprano y de muy
lúcida manera del lugar que el patriarcado le había reservado). Así cursó, como
se esperaba, Bordado, Higiene, Puericultura, Cocina y Corte y Confección,
entre otras, a las que añadió, demostrando ya sus intenciones, Gramática y
Literatura; aficiones alejadas de lo pautado para su época. Se presenta, por
tanto, como un contramodelo del estereotipo femenino, de sus usos y costum-
bres (Leuci, 2019), y denuncia la infravaloración en primera persona: «pude
ser secretaria del jefe y soy solo mujer de la limpieza» (2017: 15); idea que
se repite y refuerza en «Nota autobiográfica»: «Luego me salió una oficina, /
donde trabajo como si fuera tonta, / pero Dios y el botones saben que no lo
soy» (2014: 7).
A partir de la década de los treinta y sobre todo durante los cuarenta, se
impusieron en España diversas limitaciones a la actividad laboral femenina
que permanecieron activas hasta la Ley de 22 de julio de 1961 sobre derechos
políticos, profesionales y de trabajo de la mujer (Valiente Fernández, 1996).
Esta ley supuso una pequeña ampliación (limitada, pero bastante significativa)
de los derechos laborales de las mujeres. Se ponían numerosas trabas al trabajo
femenino fuera de lo concebido como doméstico: así, existían los despidos
forzosos en caso de matrimonio; las normativas para inscribirse en registros
laborales eran draconianas; y los salarios eran harto inferiores. Igualmente,
existían prohibiciones a la hora de desempeñar algunos trabajos: magistrada,
notaria, diplomática, recaudadora de hacienda, registradora de la propiedad,
jefa de la administración… entre otros muchos (Scalon, 1976). El franquismo
reanudó los axiomas conservadores en cuanto a lo femenino, relegando a la
mujer al entorno privado (Molina Poveda, 2020).
Como individuo subordinado al hombre y dependiente de él, su único
fin es dedicarse al cuidado del hogar y al papel reproductor con la posterior
3. Se rechaza, además, la calificación por lo denostado del término y la facilidad con que
los hombres lo empleaban para infravalorar la producción poética femenina. María Paz
Moreno (2003), por ejemplo, recoge, reforzando esta idea, que Unamuno usaba la variante
«poetisos» para denominar a los malos poetas.
4. Todavía perviven voces que abogan por la anulación radical a través del efectivo método
del desmérito y la desacreditación personal y profesional unida a la vieja máxima guerrera
del «divide y vencerás». Podemos leer a continuación las palabras que le brindó Javier
Marías con motivo de las celebraciones de su nacimiento: «En contra de esa supuesta y
maligna “conspiración”, tenemos el pleno reconocimiento (desde hace ya mucho) de las
artistas en verdad valiosas: por ceñirnos a las letras […] en España Pardo Bazán, Rosalía,
Chacel, Laforet, Fortún, Rodoreda y tantas más. En realidad, son legión las mujeres llenas
de inteligencia y talento, a las cuales ninguna «conspiración» de varones ha estado inte-
resada en ningunear. […] Lo que no es cierto, es que cualquier mujer oscura y recóndita
sea por fuerza genial, como se pretende ahora […] Hoy, con ocasión de su centenario,
sufrimos una campaña orquestada según la cual Gloria Fuertes era una grandísima poeta
a la que debemos tomar muy en serio. Quizá yo sea el equivocado (a lo largo de mi ya
larga vida), pero francamente, me resulta imposible suscribir tal mandato. Es más, es la
clase de mandato que indefectiblemente me lleva a desconfiar de las reivindicaciones y
redescubrimientos feministas de hoy, que acabarán por hacerle más daño que beneficio
al arte hecho por mujeres» (El País, 25 de junio de 2017).
5. Pueden observarse multitud de ejemplos en su poesía, por poner alguno, citamos estos
versos de Historia de Gloria: «La marioneta y el robot se casaron / y tuvieron dos títeres.
/ Les pusieron de nombre Adán y Eva / y vuelta a empezar» (1980: 327). Ese cierre ad
aeternum refleja la inamovilidad del sistema, incidiendo en la repetición del discurso
patriarcal que logra perpetuarse (Castro, 2002).
6. Las palabras que Telémaco dedica a su madre: «Así que vete adentro de la casa y ocúpate
de tus labores propias, del telar y de la rueca […]. El relato estará al cuidado de los
hombres, y sobre todo al mío. Mío es, pues, el gobierno de la casa» (Odisea, I, 357-359)
parecen configurarse como el primer testimonio escrito de un hombre silenciando a una
mujer (Beard, 2018).
7. Cabría reflexionar aquí, tal como ha notado Elena Castro (2002), el motivo de la crítica al
ocultar, durante tiempo, su orientación sexual, borrándola de sus referencias biográficas,
hecho que deriva en una visión parcial de su obra, fuertemente arraigada a la vida de la
poeta.
Reflexiones finales
En estos versos tempranos se percibe ya la individualidad de Gloria, como
mujer, su especial personalidad y su firme disconformidad con los roles de
género establecidos por tradición, principalmente los femeninos; fiel reflejo
de su situación en una sociedad fuertemente patriarcal, donde la sumisión
y la predestinación genérica eran lo normativo. El carácter humanista de su
obra proviene de un discurso poético horizontal, en el que no se posiciona
sobre nadie (Payeras Grau, 2017) y donde la voz de la poeta se eleva con un
claro sentido funcional para vindicar la igualdad social a todos los niveles,
principalmente el referido a la mujer. Busca escribir desde el margen evitando
cualquier circunscripción al canon patriarcal y pugna por mantener (obviando
lo vertido por la crítica) su particular estilo libre, fresco y coloquial.
Desde esa autodenominación de Isla ignorada con la que abríamos esta
reflexión, donde metafóricamente se nos evocan ámbitos semánticos distintos:
la noción de espacio acotado, pequeño, finito, que conlleva su conocimiento y
reconocimiento, su individualidad e idiosincrasia; un enfoque psicológico de
quien es y existe (como mujer, como persona), su dasein particular; la concep-
ción del término como la base del verbo «aislar» paradigma de lo femenino,
apartado e ignorado como la isla del poema (Sherno, 1989) –no hay que olvidar
Bibliografía citada
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Figuera Aymerich, Á. (1986), Obras completas, Madrid, Hiperión.
Fuertes, G. (1975), Obras incompletas, Madrid, Cátedra.
Autoría: Resumen
Rosa M. Belda Molina
Grupo POGEsp-Universidad de Alicante, España La comparación entre el sujeto lírico masculi-
[email protected]
https://orcid.org/0000-0002-5299-0283 no que adopta Carmelina Sánchez-Cutillas en
su primer libro, Un món rebel (1964) y el sujeto
Citación:
Belda Molina, Rosa M. . «La transformación del lírico femenino de su segundo libro Conjugació
sujeto lírico en la poesía de Carmelina Sánchez- en primera persona (1969) y posteriores, nos
Cutillas y su aportación a una genealogía literaria
femenina», Anales de Literatura Española, n.º 38, permite analizar la evolución de su poesía des-
2023, pp. 31-52. https://doi.org/10.14198/ de sus inicios para observar cómo la transfor-
ALEUA.2023.38.02
mación del sujeto opera un cambio en el len-
Fecha de recepción: 20/02/2022 guaje y en la perspectiva al situar en el centro la
Fecha de aceptación: 04/10/2022
experiencia vital de una mujer de la posguerra
© 2023 Rosa M. Belda Molina que disiente del modelo de mujer franquista y
Este trabajo está sujeto a una licencia de
que, desde los presupuestos de la poesía social,
Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative da testimonio de la contradicción que para ella
Commons (CC BY 4.0). implica su dedicación a la escritura con respec-
to del papel que socialmente se le asigna en el
ámbito privado del hogar. La imbricación en su
segundo libro del deseo de la escritura, con el
deseo erótico y la presencia del cuerpo, con-
vierten su poesía en una aportación relevante
para una genealogía literaria femenina.
Palabras clave: Carmelina Sánchez-Cutillas,
poesía de posguerra, poesía social, sujeto lírico,
cuerpo, genealogía literaria femenina.
Abstract
Based on a comparison between the male lyrical subject adopted by Carmelina Sánc-
hez-Cutillas in her first book, Un món rebel (1964), and the female lyrical subject in
her second book Conjugació en primera persona (1969) and subsequent books, we
analyse the evolution of her poetry from its beginnings in order to observe how the
transformation of the subject brings about a change in language and perspective by
placing the life experience of a post-war woman at the centre of her work, we analyse
the evolution of her poetry from its beginnings in order to observe how the transfor-
mation of the subject brings about a change in language and perspective by placing at
the centre the life experience of a post-war woman who dissents from the Francoism
model of woman and who, from the premises of social poetry, bears witness to the
contradiction that her dedication to writing implies for her with respect to the role
socially assigned to her in the private sphere of the home. The interweaving in her
second book of the desire to write, with erotic desire and the presence of the body,
make her poetry an outstanding contribution to a female literary genealogy.
Keywords: Carmelina Sánchez-Cutillas, post war poetry, social poetry, lyric subject,
body, female literary genealogy.
2. C
itaremos los poemas por esta edición.
María Victoria Atencia o Juan Gil-Albert, poetas que, tras diversas vicisitudes,
también acabaron publicando tardíamente gran parte de su obra.
Si atendemos a la fecha de composición, según los datos aportados en
el estudio introductorio (Francés Diez, en Sánchez Cutillas: 2021, 19-47),
a excepción de Un món rebel, publicado en 1964, el resto de su obra poética
en valenciano se escribió entre 1964 y 1966, tanto los libros inéditos3 como
los publicados posteriormente –Conjugació en primera persona, se publicaba
en 1969 y Llibre d’amic e amada en 19804–. Incluso Els jeroglífics i la pedra
Rosetta, que constituye una propuesta muy distinta a la del resto de sus poemas,
publicado en 1976, comenzó a gestarse en estos años, según consta en dos
anotaciones del diario que escribió en 1964, en que se refiere a los poemas que
lo conformarán5. Es decir, a la luz de los datos que nos aporta Francés Díez y el
poco espacio temporal que separa la composición de toda su poesía, publicada
e inédita, entendemos por qué Llibre d’Amic e Amada, publicado casi veinte
años después de iniciarse en la poesía, tiene tantos rasgos comunes con sus dos
primeros libros. De manera que podemos afirmar que el único poemario que se
separa del resto de su obra poética por su propuesta, que no tanto por el tiempo
de gestación, es el tercero, Els jeroglífics i la pedra Rossetta. Las referencias de
estudiosos y de la propia poeta al abandono temprano de la creación poética
cobran sentido pese al tiempo transcurrido entre la publicación de sus poema-
rios6. De manera que, casi diez años antes de su exitosa obra en prosa, Matèria
de Bretanya (1976), ya había escrito el grueso de su producción en verso. Pero
3. Solo uno de los treinta y un poemas que constituyen Joiosa guarda se publicó en Conjugació
en primera persona y dos aparecen también formando parte de De la cendra i la flama –con
el que se presentó al Premi Joan Salvat Papasseit en 1966, sin obtenerlo–. Quince de los
cuarenta y cinco poemas de De la cendra i la flama nutrieron Conjugació en primera per-
sona. De Màxim desert apenas quedan dieciocho inéditos, la mayoría acabaron formando
parte de Conjugació en primera persona, de De la cendra i la flama i de Llibre d’amic e amada.
4. Con este libro concurrió sin éxito a los Premis Octubre en 1974, pero con el título de
Joc de poques taules.
5. «[…] jo he cercat la gran resposta en tots els jeroglífics antics, i la pedra de “Rosetta”
emmudia» (divendres 17 d’abril de 1964) y, directa y claramente, en una anotación
fechada un mes después, el 14 de mayo, en que afirma: «Ara faig estranys poemes. No
sé si són poemes encara. Tinc dins de mi un món misteriós, on bateguen les flors i els
minerals, les aus i la mitologia, els homes i l’astronomia, la mar i el vent. Encara no sé si
són poemes» (Sánchez-Cutillas, 2021: 238 y 244).
6. A partir de 1981, tras la publicación de Llibre d’amic e amada, la poeta desaparece de la
escena literaria, un auto-impuesto exilio literario según Lluís Alpera, autor de la intro-
ducción a su Obra poética (1997): « […] prácticament de la nit al matí, l’any 1981 […]
Carmelina Sánchez-Cutillas va desaparèixer, literàriament parlant, i va mantenir un llarg
auto-exili de vora 30 anys. […] pels anys 80 se sentia decebuda pel poc ressò que havien
tingut els seus dos poemaris darrers» (2010:19).
7. Se puede datar entre 1958 y 1962 por las referencias a la riada de 1957, a las propuestas
del Plan Sur (1958-61) para desviar el cauce del río fuera de Valencia, así como por la
publicación en febrero de 1962 de un artículo en la revista Assumpta con un título similar:
«Balada del río muerto».
establecen los cimientos del discurso y la construcción del sujeto femenino que
reivindicarán las poetas de la segunda mitad del siglo xx, de los años setenta
en adelante. María Lacueva (2020) ha reivindicado y destacado su papel y su
compromiso, junto con el de sus coetáneas, en la recuperación de la literatura
valenciana.
En los textos de las poetas de la posguerra el compromiso social se prioriza
sobre otros aspectos, como vemos en escritoras y escritores insertos en la tradi-
ción de la poesía comprometida, pues su poesía trata de denunciar el contexto
social en que viven y surge de la voluntad de ser la voz que representa a los sin
voz. En este sentido, Irene Mira (2021) ha analizado la aportación de Carmelina
Sánchez-Cutillas a una poética de la resistencia. Como afirma Hermosilla, «en
estos años de vigencia de la literatura comprometida, las escritoras suelen coin-
cidir en la expresión poética con sus compañeros de generación y raramente
se plantean la indagación acerca de un yo poético femenino» (2011: 69). Así
sucede en Un món rebel, pero no en Conjugació en primera persona.
En Un món rebel podemos suponer, descartada ya la opción decimonónica
de tratar los tópicos del sentimentalismo femenino y no los grandes temas
universales, que la poeta se situaría ante dos opciones: servirse de un pseu-
dónimo masculino o bien emplear el masculino genérico con el que esconder
su condición sexual, que, por otra parte, nos resulta en el presente, cuando
aparece en singular, un sujeto impostado. De hecho, Anna Esteve lo califica
de sorprendente y lo define como trasvestido, un «jo poètic, transvestit en el
genèric masculí plural («homes») o el més sorprenent singular» (2017: 32),
porque construye un personaje masculino que, incluso desde los presupuestos
de la poesía social en que se inscribe, alejaría al sujeto de la implicación en
lo que manifiesta en sus poemas, es decir, al crear un personaje distanciado
del yo, por lo que respecta al género de la poeta, podría desdibujar el carácter
comprometido del sujeto lírico con aquello que expresa en sus versos, en el
sentido en que no reproduce una experiencia personal, de mujer. Pero, al
tratarse de un uso anecdótico, es equiparable al plural masculino que se erige
en sujeto de la poesía realista y comprometida de su época, en la que ella,
como otros poetas coetáneos a ella, participa: poetas como Miquel Martí i Pol
o Vicent Andrés Estellés con quienes comparte una postura crítica mayoritaria
en la poesía de los años 60, como ha señalado Enric Balaguer (2020). Para Anna
Cacciola (2019: 290) existiría, sobre todo, una voluntad de indeterminación
por ese deseo de reconocimiento: «el yo poético intenta rehuir la marginación
[…] con estrategias encaminadas a la indefinición, cuando no a la anulación,
de rasgos sexuados que connotan al yo».
8. Sansone, Giuseppe, editor (1997), Antologia de poetes catalans. III. De Maragall als nostres
dies, Barcelona, Galaxia Gutenberg Círculo de Lectores, solo recoge 5 mujeres entre los
99 poetas antologados, ninguna es valenciana; en Altaio, Vicent y Sala Valldaura, Josep
M. (1980), Les darreres tendències de la poesia catalana (1968-1979) Barcelona, Laia,
de 54 poetas antologados solo 2 son mujeres, ninguna valenciana; en Castillo, David
(1989), Ser del segle: Antologia dels nous poetes catalans, Barcelona, Empúries, se incluyen
2 poetas entre los 18 antologados, ninguna valenciana. Tampoco aparece Carmelina
Sánchez-Cutillas en las dos antologías de mujeres poetas que se publicaron en 1999
y que sí incluyen poetas valencianas, aunque de su generación solo a Maria Beneyto:
Abelló, Montserrat; Aguado, Neus; Julià, Lluïsa i Marçal, Maria-Mercé (editoras), Paisatge
emergent. 30 poetes catalanes del segle xx, Barcelona, Edicions de la Magrana, que recoge
solo 4 poetas valencianas, y Panyella, Vinyet, Contemporànies. Antologia de poetes dels
Països Catalans, Tarragona, El Mèdol, que incluye a 9 valencianas (Aulet: 2009, 121-135).
refiere una cualidad masculina propia de las relaciones que los hombres estable-
cen con las mujeres, la galantería: «Eixiré als camins a oferir-me galant» (2021:
53). De hecho, el poema continúa describiendo comportamientos propios de
un hombre libre, del vagabundo que en otros poemas se identifica con el payaso
o también con el mendigo y que es trasunto del poeta:
Eixiré als camins a oferir-me galant
menjaré rosegons amb tots els vagabunds;
parlaré altre llenguatge, fet d’accents més sincers,
i beuré el vi aiguat, que emborratxa els pobres.
Si la butxaca és plena de puntes de cigar,
serà un plaer de fum que mai no he tastat.
Mos amics els ocells no fugiran en veure’m,
i la pluja, i l’arbre, i la font m’estimaran.
Dormiré al paller, si l’estel jau amb mi
-però abans cal que oblide est món que ara em volta–,
i el barret ple de quera, que cobresca el meu cap
primer l’hauré furtat a un espantall alegre.
Tot, per trobar-hi la llum, en uns dubtes, en uns mots
que arrossegue amb por des de l’adolescència.
También en Versos para un río muerto, el sujeto es un yo masculino, sujeto
individual, representante del grupo de los poetas que apela a un «tú», el río
personificado: «Escúchame río, yo soy un poeta / (…) / y yo sé traducir tus
rumores / a esa lengua universal que hablamos / un puñado de locos solitarios»,
(Poema «Ofrenda», p. 6). A partir del segundo poema de Un món rebel ya
aparecen asociados al sujeto lírico en primera persona del singular las formas
gramaticales de género masculino: «sol», «ferm» (54):
Tot sol, tot ferm,
mentre el cos envelleix
i l’esperit roman;
com un trist pallasso
de galtes pintades
de roig i blanc.
La vida ens afanya
cap a una nit
sense estels amables
–cau dels homes massa
indiferents.
I al més secret nostre
tot hi és rebel:
ànima, sang i un crit!
9. Se puede observar en dos casos, en los poemas «Immaterial deler» i «Anul.lats en el
temps» de De la cendra i la flama que pasaron a formar parte de Llibre d’Amic i Amada
con el título de «Calvaris de sang tèbia» y «Començar de bell nou», respectivamente
(Sánchez-Cutillas, 2021: 292, 305, 196 y 222).
10. «Ahir varen donar els Premis València de Literatura. Jo soc finalista de poesia en la nostra
llengua. Discussions entre els jurats, però a la fi triomfa la injustícia. Nogensmenys soc
contenta de la maror que hi ha a l’entorn del meu llibre Un món rebel» (Sánchez-Cutillas,
2021: 244).
lengua propias…; sin embargo, son dos libros distintos porque el sujeto y
el lenguaje que lo nombra es distinto. La escasa distancia en el tiempo de la
composición de ambos poemarios acentúa el contraste entre los dos sujetos, el
masculino de Un món rebel y el femenino de Conjugació en primera persona. Aun
así, no existe contradicción entre ellos; de ahí que se les haya considerado un
mismo libro pues, a pesar de la reivindicación de un sujeto femenino, la mujer
que reivindica la poeta es la del pasado: «[…] i pense en les àvies: desvagades,
/ paridores, resadores. […]» (130). Como en toda su obra en prosa, los textos
y artículos sobre historia medieval que publicó y la intrahistoria que remite
a su infancia en Matèria de Bretanya11, Carmelina no mira hacia el futuro, no
propone una rebelión, solo constata el presente y el pasado de las mujeres;
ni tan siquiera hay ira, sino una leve y amarga protesta: «[…] un intent de
rebelió / massa lleu, un intent només, / que viu el que la flama d’un fòsfor / i es
fon després de cremar-nos els dits.» (153). Nos hallamos ante la constatación
dolorosa de su condición social de marginación por razón de su sexo que viene
de lejos, que la hermana con todas las mujeres que la precedieron.
En ambos libros la reflexión se centra en la situación social, en Un món
rebel se evidencia el contraste entre dos mundos: el de los vencidos, pero que
no se conforman, que se rebelan, con los que la poeta se siente comprometida,
frente al mundo de los sumisos, los que obedecen, los que se integran en esa
sociedad gris de la posguerra. En Conjugació en primera persona se centra en
reflejar en el día a día, en los hechos cotidianos, su disconformidad con esa
situación, pero ahora desde su posición, su conciencia, su ser más íntimo, su
realidad personal, la de una mujer sometida por la dictadura franquista, triple-
mente doblegada –o minorizada, como afirma Lacueva (2019) de las escritoras
valencianas bajo el franquismo– por su ideología, por su lengua y por su sexo,
pero sin plantear una rebelión, sino manifestando dolor por su incapacidad de
responder al mandato patriarcal, como en el poema «I fins la carn se m’obre
ara» (143) en que se reconoce como mujer disidente del modelo de la mujer de
la posguerra, no se valora como mujer al uso: «Faria puntes de coixí / com una
dona que s’estima». Pero en el mismo poema se lamenta porque su querencia
11. En este sentido, los títulos de dos de sus libros también son referencias al pasado
medieval, Llibre d’amic i amada al llulliano Llibre d’Amic i Amat, no sin cierta ironía por
parte de la autora al relacionar un libro compendio de la mística cristiana y la filosofía
del autor, con su poemario sobre el deseo femenino, repleto, por cierto, de referencias
cristianas; y el inédito Joiosa guarda, nombre de reminiscencias artúricas que recibió
un castillo medieval siciliano y que aparece en la literatura de tema artúrico en catalán.
De hecho, en un poema de Jaume March cobra un destacado valor simbólico, porque la
pérdida de esta fortaleza en una batalla simboliza la pérdida del honor caballeresco y el
orgullo de los reyes de la dinastía catalana (Joan Armengué Herrero: 2014).
hacia la escritura la aparta del modelo: «[…] Els versos / també em dolen, per
llevar-me el temps / de brodar senzills mocadors.» Y concluye con la expresión
de sus esfuerzos y su deseo de ser como ellas: «[…] asseguda en un banc /
de pedra, intente ser com elles.». También, en el titulado «Fidelitat» (125) se
expresa de idéntica forma, manifiesta su descontento, se rebela inicialmente.
Sin embargo, acaba resignada con su destino de mujer del hogar:
N’estàs contenta?, em pregunte
cada dia en llevar-me del llit.
Estàs contenta d’ésser dona?
I en arribar la nit, pense
en tot açò, car m’ajuda
a pensar-ho la son dels altres.
I és aleshores quan se me’n fuig
la llibertat i fins i tot
l’orgull, com dos lladrets alegres.
Malgrat això, de matinada,
retornaran a mi en silenci
fidels al sexe que em donaren,
al ganxet i a tot el vell einam
que em defineix, que ens defineix.
Como hemos observado en los versos citados anteriormente, la rebelión surge
al inicio del poema y se sofoca al final, como en el poema «Una història inven-
tada» (139):
[…] M’he fet vella per dins,
per les artèries i pels lligaments,
en la inútil molt trista submissió
a un mot, a un paisatge, a les coses,
més senzilles de totes les hores.
Ara això em fa pena i de vegades
pense que he inventat esta història;
que la terra és calenta i amable;
que els mots i el paisatge s’eixamplen;
i que una saba jove em creix per dins
i em puja als llavis com un càntic.
En este poema la fidelidad a una escritura, a un territorio y lo que este simboliza
–una cultura, una lengua–, a sus labores cotidianas en la casa, son percibidos
como una sumisión, como ese servilismo de la posguerra, esa obediencia que
terminan por acatar los vencidos, los rebeldes, los poetas, tal como se describe
en algunos de los versos de Un món rebel. Pero, al final, aunque no se resigne,
como en otros poemas, se refugia en la negación, en la posibilidad de que no
exista más que en su imaginación, que sea una historia inventada.
que le interesan y la conciernen: «Demà us diré la meua mort / quina és. Ara
no puc, / perquè he de parar taula / i amanir el rostit / […]» (154). Tampoco
puede sustraerse de la situación de las mujeres de su entorno y así lo expresa
en «Casolana» (133):
Des de la cuina m’arriba la remor
dels plats, de les cassoles. M’arriba el cant
suau de la dona que renta el peix
sota l’aixeta abans de fer l’arròs.
També m’arriba l’olor de les branques
d’olivera que cremen a la llar
i el cruixit de la porta del rebost.
Ara estic al més clos de la casa
i intente d’oblidar-me de tot
i escriure versos sapientíssims, però…
de sobte veig les escates que embruten
la roba de la dona que cantava,
per oblidar els plats, l’aixeta, els peixos…
i aleshores comprenc que és impossible
evadir-me del món on soc immersa.
No solo reproduce su mundo, su vida diaria de ama de casa, dedicada a sus
hijos, también el mundo de la gente que la rodea, la gente común, la gente
trabajadora que describe en sus versos y que es asimismo un mundo femenino,
está protagonizado por mujeres, frente a ese mundo masculino y masculinizado
que describió en Un món rebel. Un ejemplo es el poema «La gent que treballa»
(123):
[…]
I així, entre el soroll de la vaixella
i de la dona que escombra,
aguardaré el dia dins un bar.
Aguardaré el dia si abans
bandege la trecança cor enllà.
Desde el poema que inaugura el libro, y le da nombre, la referencias a la nece-
sidad de la escritura o al hecho de escribir van siempre relacionadas con sus
otras labores, las de cada día, las tareas propias de las mujeres, de acuerdo con
lo que está establecido, pero también se asocian a su ser más íntimo, junto con
los atributos que la caracterizan de forma individual. En este sentido, el poema
«Conjugació en primera persona» (113) es una carta de presentación, en él se
define como mujer y como poeta, sin poder separar ambas cosas, incapaz de
disociar la pulsión por la escritura de su propia naturaleza:
Conclusión
Carmelina Sánchez-Cutillas es una poeta transgresora y un referente por varios
motivos. No únicamente porque el uso del lenguaje por parte de la mujer en
la esfera pública ya es un acto transgresor en el momento histórico en que se
inscribe su literatura, como sucede con las escritoras de su generación y las de
las generaciones anteriores, tal como hemos señalado, así como lo es también
12. En este sentido es curioso constatar el parecido entre su poema y el poema «Drap de
la pols, escombra, espolsadors» de Cau de llunes de Maria Mercè Marçal, al que se ha
referido Noèlia Díaz-Vicedo (2021: 530), como también la reivindicación de su poesía
por Dolors Miquel, poeta referente de la poesía feminista, que también señaló esta
similitud: «la sorprenent coincidència de temes i fins i tot de motius entre totes dues»
(El País, edición en catalán, 5 de enero de 2006).
13. En Els jeroglífics i la pedra Rosetta, un libro que se aleja de los postulados de la poesía
social en que se inscriben los otros tres libros de poesía publicados y también los que
quedaron inéditos, están muy presente el erotismo, el deseo femenino y el cuerpo, así
como la mitología, con un marcado carácter simbólico muy original y personal –que M.
Àngels Francés (2015) analiza e interpreta en un destacado artículo–. Precisamente, las
referencias a elementos de la mitología es otra de las aportaciones de la poesía escrita por
mujeres a partir de la generación del 50, como ha señalado Sharon K. Ugalde (2007),
y supone un paso más en la construcción de unos referentes, un lenguaje y un sujeto
que las identifique: «las revisiones, que gradualmente se asientan en los mitos, reflejan
cambios históricos en los modelos socio-políticos» (en Payeras, 2013: 254).
Bibliografía citada
Alonso, E. (2005), «Feminismo y vanguardia: La producción literaria obliterada
de las mujeres en la España de los años 20 y 30», Pandora: Revue d’Etudes
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Alpera, L. (1997), Introducció, en Carmelina Sánchez-Cutillas, Poesia completa,
València, Consell Valencià de Cultura, pp. 9-36.
Alpera, L. (2010), Sobre poetes valencianes i altres escrits, Alacant, Juan Gil-Albert
i Publicacions de l’Abadia de Montserrat, Vol. V, pp. 17-26.
Armengué Herrero, J. (2014), «El castell de Joiosa Guarda (Sardenya) i la llegenda
artúrica». En Inmaculada Fábregas, Araceli Alonso y Cristian Lagarde (dirs.)
Els Països Catalans i la Bretanya a l’Edat Mitjana: entorn de la «matèria de
Bretanya» i Sant Vicent Ferrer. Canet-en-Roussillon, Trabucaire.
Aulet, J. (2009), «La dona i la poesia en la poesia catalana el segle xx», en Enric
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Castellet, J. M. (1959), Veinte años de poesía española. Antología 1939-1959,
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Ciplijauskaité, B. (2004), La construccion del yo femenino en literatura, Universidad
de Cádiz.
Autoría: Resumen
Marina Bianchi
Università degli Studi di Bergamo, Italia Nuestro artículo reflexiona sobre la presencia
[email protected]
https://orcid.org/0000-0003-1083-7405 del cuerpo en la poesía última de Ana María
Martínez Sagi (Barcelona, 1907-Moià, Barcelo-
Citación:
Bianchi, Marina. «El cuerpo herido, en Noche na, 2000), centrándose en la colección Noche
sobre el grito de Ana María Martínez Sagi», sobre el grito, redactada en los años de 1955 a
Anales de Literatura Española, n.º 38, 2023,
pp. 53-70. https://doi.org/10.14198/ 1970 y publicada por primera vez en 2019 en
ALEUA.2023.38.03 la sección de inéditos de la extensa antología
Fecha de recepción: 28/03/2022 La voz sola (Sagi, 2019: 105-141), cuya edición
Fecha de aceptación: 04/10/2022 se debe a Juan Manuel de Prada. Es necesario
© 2023 Marina Bianchi señalar que, hasta la fecha, no existen estudios
ni comentarios científicos de Noche sobre el gri-
Este trabajo está sujeto a una licencia de
Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative
to, poemario que se aleja del contenido primor-
Commons (CC BY 4.0). dial de la producción en verso de la catalana,
es decir, del amor y del dolor provocado por
su pérdida.
Tras contextualizar a la autora y la obra en
el marco del compromiso literario, se clasifica-
rán las composiciones de Noche sobre el grito
en tres núcleos temáticos: la experiencia de la
muerte, el exilio y el anhelado regreso, la qui-
mera de una España que ya no existe. En cada
uno de ellos se analizará el lenguaje del cuerpo
como medio para expresar la heterodoxia de la
catalana y su sufrimiento debido a las injusti-
cias de la guerra civil española, a la dictadura,
al exilio y a la desilusión de la vuelta a su país.
Finalmente, con un rápido recorrido por cada uno de sus poemarios, desde Camino
(1929) hasta La voz sola (2019), se hará una comparación entre la presencia de ele-
mentos corporales en Noche sobre el grito y en el resto de la producción de Martínez
Sagi.
Palabras clave: poesía española contemporánea; cuerpo; compromiso literario; «habla
subversiva».
Abstract
Our article reflects on the presence of the body in the latest poetry of Ana María
Martínez Sagi (Barcelona, 1907 – Moià, Barcelona, 2000), focusing on the collection
Noche sobre el grito, written in the years from 1955 to 1970 and published for the first
time in 2019, in the unpublished section of the extensive anthology La voz sola (Sagi,
2019: 105-141) edited by Juan Manuel de Prada. It is necessary to point out that, to
date, there are no studies or scientific commentary of Noche sobre el grito, a collecti-
on of poems that maintains a distance from the primary content of the other literary
works by Martínez Sagi, that is, from love and the pain caused by its loss.
After contextualizing the author and the book within the framework of the lite-
rary commitment, the poems of Noche sobre el grito will be classified into three the-
matic nuclei: the experience of death, the exile and the longed-for return, the chimera
of a Spain that no longer exists. In each one of them, the language of the body will be
analyzed as a means to express the author’s heterodoxy and her suffering due to the
injustices of the Spanish civil war, the dictatorship, the exile and the disappointment
when she comes back to her country. Finally, with a quick look at each of her collec-
tions of poems, from Camino (1929) to La voz sola (2019), a final assessment will be
proposed about the presence of corporeal elements in Noche sobre el grito and in the
other works of Martínez Sagi.
Keywords: contemporary Spanish poetry; body; literary commitment; «subversive
speech».
Nota previa
Este artículo analiza la presencia del cuerpo en la poesía última de Ana María
Martínez Sagi (Barcelona, 1907-Moià, Barcelona, 2000), centrándose en la
colección Noche sobre el grito publicada por primera vez en 2019, en la extensa
antología La voz sola (Martínez Sagi, 2019: 105-141). El volumen, en edición
de Juan Manuel de Prada, va introducido por un estudio que corrige algunos
datos aparecidos anteriormente en Las esquinas del aire. (En busca de Ana María
Martínez Sagi) (Prada, 2000), una biografía novelada basada en las conversacio-
nes de Prada con la poeta catalana mantenidas entre 1997 y 1999 (cfr. Prada,
en Martínez Sagi, 2019: LXVII). Ambos libros tienen el mérito de reconstruir
los periplos biográficos de Martínez Sagi, aunque el gran valor del segundo
estriba en dar a conocer algunos de sus versos que habían permanecido inéditos
hasta el momento, recogidos bajo los títulos de Noche sobre el grito (Martínez
Sagi, 2019: 105-141) y de La voz sola (2019: 143-187), este último retomado
para la denominación general del florilegio.
Tras un largo olvido y su casi completa ausencia en la historiografía lite-
raria, la publicación de los dos tomos citados ha despertado el interés de la
crítica por Martínez Sagi, tanto que en los últimos doce años Rocío Ortuño
Casanova (2010 y 2014) y Marta Gómez Garrido (2011, 2013 y 2014) han
incluido la poesía de Martínez Sagi en sus investigaciones; Helena Establier
Pérez (2020) y Elisa Pérez Rosales (2020) le han dedicado ensayos muy nota-
bles; Elena Castro (2014, pp. 29-41) e Inmaculada Plaza Agudo (2015, pp. 11,
85, 103-106, 129, 176, 178, 199, 267) incluyen reflexiones sobre la catalana en
volúmenes monográficos acerca de la poesía femenina. Sobre otros aspectos o
géneros literarios de Martínez Sagi tenemos contribuciones también de María
José Porro Herrera (2013), Fran Garcerá (2020) e Ivana Rota (2021), además
de las reseñas de Eduardo Moga (2011 y 2019).
Pese a ello, la producción poética no recogida en los primeros tres libros de
Martínez Sagi (1929, 1932, 1969) es aún poco conocida y casi nada estudiada,
con excepción de nuestro capítulo «“De mi cuerpo a tu cuerpo”: el ímpetu del
amor oscuro en la poesía de Ana María Martínez Sagi» (Bianchi, en prensa,
s. p.) donde, tras contextualizar metodológicamente el trabajo con relación a
la teoría queer (Butler, 2001, 2002 y 2004) y reseñar lo escrito anteriormente
sobre la autora, reflexionamos sobre el papel del cuerpo a lo largo de la entera
trayectoria poética de la catalana. En sus páginas, analizamos el organismo
humano como medio de afirmación de una identidad alternativa a la aceptada
por la sociedad patriarcal de la época y nos detenemos en su evolución como
imagen predilecta para manifestar un amor disidente, impetuoso y lacerante, un
sentimiento que se coloca en la línea de los mejores autores de la Generación
del 27 en cuyas obras, como en las de Martínez Sagi, «aflora la reivindicación
de la libertad negada a quienes no se sienten conformes con la heterormatividad
por no encontrar en ella su lugar como sujetos» (Bianchi, en prensa, s. p.).
Además, señalamos que no existen estudios sobre el poemario que exami-
namos aquí, Noche sobre el grito (Martínez Sagi, 2019: 105-141), cuya pecu-
liaridad estriba en que se aleja de la línea temática fundante de la producción
en verso de la catalana, es decir, del amor que produce sufrimiento también
corporal –y de lo que en nuestro trabajo previo hemos definido como el «len-
guaje del deseo de Martínez Sagi» (Bianchi, en prensa, s. p.)–, para acercarse
al canto del dolor, debido tanto a los horrores de la guerra como a la ingratitud
de España que olvida a sus exiliados.
2. Desde ahora en adelante, para las referencias bibliográficas al poemario se indicará entre
paréntesis solo el número de las páginas.
3. El concepto del habla subversiva procede de Butler, quien afirma en su Lenguaje, poder
e identidad: «La palabra que hiere se convierte en un instrumento de resistencia, en un
despliegue que destruye el territorio anterior de sus operaciones. Este despliegue significa
enunciar palabras sin una autorización previa y poner en riesgo la seguridad de la vida
lingüística, el sentido del lugar que ocupa uno en el lenguaje, la palabra de uno justamente
como uno la dice. […] El habla subversiva es la respuesta necesaria al lenguaje injurioso,
un peligro que se corre como respuesta al hecho de estar en peligro, una repetición en el
lenguaje que es capaz de producir cambios» (2004: 261).
sin esperanza.
Hincaste las raíces
hondamente en mi entraña.
Te nutro de mi sangre
mi ansiedad y mis lágrimas.
La dependencia mutua se describe como vínculo físico parecido al de una
madre con su hijo: España es el resultado de las acciones de sus habitantes, lo
mismo que un niño crece según la educación recibida de sus padres. Por esta
razón, la pésima situación en la que se encuentra tras la Guerra Civil, plagada
de muerte, desolación y dolor, depende del inicuo odio de las personas que
corrompe su nobleza, la tortura y la mutila hasta asesinarla metafóricamente
(107):
Tierra viril y noble
dulce sacrificada
¡perdónanos la afrenta de tu muerte
que a todos nos alcanza!
Arrasaron tus campos.
Te sembraron cizaña.
Cegaron tus caudales.
Quemáronte las parvas.
Bárbaros huracanes
ciclones de venganzas
te dejaron herida
gimiente y desmembrada.
Las venas de tus ríos
sangre caliente arrastran.
Los cuerpos que se pudren
pregonan nuestra infamia.
Los cuerpos de los seres humanos y de España son igualmente víctimas de la
guerra fratricida, la sangre de ambos se derrama y sus despojos se marchitan,
trayendo a la memoria la acusación a Dios de los versos finales del poema
«Insomnio» de Hijos de la ira de Dámaso Alonso: «Dime, ¿qué huerto quie-
res abonar con nuestra podredumbre? / ¿Temes que se te sequen los grandes
rosales del día, / las tristes azucenas letales de tus noches?» (1972: 279). En la
composición del escritor de la Generación del 27, las repeticiones, las anáforas
y las aliteraciones confieren énfasis y clamor a la queja de quien se describe
como un cadáver en un entorno parecido a un cementerio. Tras el fingido estilo
periodístico del íncipit, el yo alude a un mundo aparentemente surrealista y
de pesadilla: se pudre eternamente en un nicho desde el que sólo puede oír el
lamento y la impotencia de la naturaleza, en una alegoría de su estado de ánimo
que se aclara justo después, volviéndose sujeto activo de las mismas acciones.
antes querida se ha vuelto «Voz sin raíz. Inexacto / cuerpo sin ímpetu firme»
(135), falsa como España, trayendo a la memoria otra composición de Hijos de
la ira: «Monstruos», donde «acechan ojos enemigos» que provocan angustia
(Alonso, 1972: 299).
Como la autora en la realidad, la voz lírica de Noche sobre el grito (105-141)
ya no se siente a gusto en su país que finge no conocerla, ni logra adaptarse
a la sociedad que la acoge del otro lado del Atlántico, incapaz de entender su
sufrimiento, como se lee en «No somos de los vuestros» (113-114), escrito en
Barcelona en 1970. Como la mayoría de las ideas expresadas en la colección, la
insalvable lejanía entre los exiliados y los que no lo son se expresa en imágenes
corporales que solo los primeros han conocido: los «rostros de piedra», los
«cuerpos caídos con un nombre en los labios», la «huella indeleble en las
bocas llagadas» (114). En el núcleo temático más consistente del poemario,
el malestar en ambos sitios y las emociones intensas provocada por el largo
destierro se precisas en la extenuación del corazón en «Ya lo sé…» (115-116),
en el «corazón condenado / a doble muerte y mortaja» en «Remordimiento»
(117-118), en la «Muerte vertical» del título de la composición en cuyos versos
la voz lírica anda «Sorda. Deshabitada» y con «Las manos maniatadas» (121),
en «la mano pródiga / que arisca se contrae» y en «los rostros huidos» de
«Cansancios…» (127).
La relación con España, dolorosa por lo observado en la patria, sigue
hiriendo sin tregua en los años pasados en el continente americano y en los
regresos –como se explicita también en «Verdad y sueño en el retorno» (133)–,
hasta volverse acusación rotunda a los errores y a los malos sentimientos de sus
habitantes, mediante un reproche dirigido al país personificado en «Yo te acuso
sufriendo» (128-131), cuyo íncipit reincide en lo corporal como concreción
del suplicio: «Es en mi sangre en mi cuerpo / donde me dueles España» (128).
Dadme tiempo.
Pesa y duele esta noche
asesina de sueños.
Tengo que edificar sobre las ruinas.
Germinar otra vez en el desierto.
Tengo que alzar ciudades de esperanza.
Hallar luz y calor entre este cieno.
[…]
No me rocéis siquiera.
Nada digáis. Silencio.
Dejadme amortajar los rostros de ceniza
los corazones yermos
el país que inventé
donde nada era cierto.
Dadme tiempo.
Es tremendo enterrar
aún vivos tantos muertos.
Aunque el cuerpo no protagoniza el poema, la muerte y la esperanza de volver
a la vida siguen tomando forma en él, la primera en los «rostros de ceniza / los
corazones yermos», la segunda en el nuevo nacimiento evocado por el verbo
«germinar». Asimismo, la autora usa «enterrar», normalmente referido a los
cadáveres en su materia orgánica, para aludir al recuerdo de los que siguen en
España, a los muertos en vida, según la visión que Martínez Sagi comparte con
la expresada por Alonso en Hijos de la ira (Alonso, 1944).
En el mismo núcleo temático se coloca «Incertidumbre en el regreso»
(110), donde los años anteriores al conflicto se asemejan a un sueño imposible
protagonizado por un sujeto que se presenta como un «corazón loco» con su
«latir pujante» (110). La esperanza vuelve temporalmente en «Jamás consien-
tas» (122-124), en cuyos versos la voz poética entabla un monólogo interior en
el que le recomienda no ceder a su interlocutor ficticio y por ende a sí misma;
por supuesto, la necesidad de no rendirse toma forma en el sufrimiento físico
del corazón: «Que se desgarre. Que arda / que sangre que padezca», y más ade-
lante: «Que el dolor del hermano / lo sacuda con fuerza. / Que se llague. / Que
se hiera» (122). En este sentido, es inevitable citar otra resonancia –aunque
modificada– de otro miembro de la Generación del 27: la conocida idea del
dolor que no solo merece la pena, sino que se encarga de conferir energía vital y
sentido a la existencia, expresada por Luis Cernuda en el poema «Si el hombre
pudiera decir…» del libro Los placeres prohibidos (2005: 78), entre otros. Por
supuesto, Cernuda se refiere concretamente al sufrimiento amoroso, y de hecho
es una evidente referencia intertextual de composiciones de Martínez Sagi
4. El rápido recorrido por las obras de Martínez Sagi se reelabora compendiando el detallado
análisis propuesto en «“De mi cuerpo a tu cuerpo”: el ímpetu del amor oscuro en la
poesía de Ana María Martínez Sagi» (Bianchi, en prensa, s. p.), en el que no se incluye
Noche sobre el grito.
los tres últimos libros, Noche sobre el grito (1955-1970) que analizamos aquí, y
Andanzas de la memoria, compuesto entre finales de los sesenta y principios de
los setenta. Este último, ya antologado en Las esquinas del aire (Prada, 2000),
propone escenas autobiográficas en forma de estampas que se alejan de los
temas fundantes de la trayectoria creativa de la catalana. Entre uno y otro se
coloca cronológicamente La voz sola, que reincide en el dolor del sujeto lírico
por el recuerdo del amor perdido. Su corazón sangra a lo largo del libro, y el
mar que antes era escenario del éxtasis es ahora compañero en la soledad de
quien se sabe sin esperanzas, consciente de que, pese a la eternidad del deseo,
no hallará sino desilusión y dolor que se concretan en las heridas del corazón
y en las frecuentes mutilaciones y agonías corporales. Escrito principalmente a
finales de los sesenta, aunque incluye unos pocos poemas compuestos en 1933
y uno en 1937, La voz sola denuncia la definitiva derrota del sujeto lírico que
culmina en la inscripción fúnebre del último poema: «Mi epitafio» (2019: 187).
Se cierran así la expresión de la heterodoxia y la búsqueda de una subjetividad
alternativa a la hegemónica mediante el habla subversiva definida por la teoría
queer, abierta en 1927 con «Mujer» (2019: 82-83).
Si en las obras que tratan el amor vivido, perdido y recordado el lenguaje del
cuerpo se declina en las manos, los brazos y los ojos para referir la presencia de
la amante, y en la carne, las entrañas, el corazón, la sangre y las heridas y muti-
laciones para dar cuenta del sufrimiento por la ausencia de la persona querida,
en Noche sobre el grito todos los elementos citados confluyen en la simbología
del dolor y del grito airado que se relaciona parcialmente con el antecedente de
Hijos de la ira (Alonso, 1944). La finalidad de superar la heteronormatividad
tradicional está totalmente ausente, pero no lo está el objetivo primario de la
mujer que toma la palabra para rebelarse, para denunciar una realidad injusta,
para expresar su inconformidad que le impide reconocerse en la normalidad
impuesta fuera y dentro de España, para recrearse como sujeto distinto a la idea
compartida a la que debería amoldarse, como mujer y como lesbiana en otros
poemarios, como víctima de la guerra y como exiliada en Noche sobre el grito.
En ambos casos, Martínez Sagi entiende el verso como medio para expresar lo
inefable de sus conflictos interiores, reivindicando la centralidad del cuerpo y
la necesidad de asignarle un nuevo papel para que, por lo menos en sus obras,
logre forjar la identidad deseada, imposible en el mundo real, que se compone
tanto de la dimensión psicológica como de la física. Incomprendida en ambas
dimensiones, limitada por el juicio de los demás sobre su sexualidad, sobre el
hecho de tomar la pluma, sobre su conducta antifranquista y sobre la elección
del exilio, Martínez Sagi encuentra en el lenguaje del cuerpo su espacio de
libertad en el que puede autodefinirse desde la palabra no censurada, desde
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Autoría: Resumen
Anna Cacciola
Universidad de Murcia, España La poesía escrita por mujeres que se produjo
[email protected]
https://orcid.org/0000-0002-5188-7292 desde las postrimerías del Modernismo hasta
mediados de los cincuenta se distingue por
Citación:
Cacciola, Anna. «“La aguja fría del deseo”: un subjetivismo copioso y cierto erotismo que
la tropología sensitiva de Margarita Ferreras», procura contradecir el arquetipo femenino de
Anales de Literatura Española, n.º 38, 2023,
pp. 71-95. https://doi.org/10.14198/ ascendencia romántica y desacreditar el matri-
ALEUA.2023.38.04 monio en cuanto institución represiva de las
Fecha de recepción: 01/02/2022 exigencias liberales de las mujeres.
Fecha de aceptación: 19/09/2022 Propia del clima de emancipación feme-
© 2023 Anna Cacciola nina de los años treinta, la incorporación de
referencias eróticas en las obras de las poetas
Este trabajo está sujeto a una licencia de
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del 27 viene a complementar el panorama de
Commons (CC BY 4.0). libertades que reivindicaban. Con todo, la ma-
yoría de las poetas optan por estrategias estilís-
ticas que insinúan, más o menos directamente,
el elemento sensual, parapetándolo detrás de
un sistema metafórico complejo, fundamenta-
do en la ambigüedad genérica. Pocas son las
que se decantan por un tratamiento franco e
inmediato de los impulsos amorosos.
Entre estas últimas destaca Margarita Fe-
rreras, otra de las grandes olvidadas de las au-
toras que operaron en el primer tercio del siglo
xx, quien alcanza en Pez en la tierra (1932),
su única obra publicada, la cumbre de un
erotismo pionero e infrecuente. El poemario,
impreso por los Altolaguirre, consta de veintiocho composiciones que destacan por
audacia, claridad expresiva y un realismo que puede tildarse de ardoroso. El presente
estudio pretende proporcionar un análisis de las soluciones formales adoptadas por
Ferreras para vehicular su concepto de erotismo y sensualidad. A través del análisis de
algunas composiciones de Pez en la tierra, procuraremos explicar su peculiar uso de
la tropología y el simbolismo de los elementos naturales, para luego explayarnos en
los recursos metafóricos empleados para poetizar ese erotismo luminoso y atrevido.
Palabras clave: Margarita Ferreras, poesía femenina de la Edad de Plata, generación
del 27.
Abstract
The poetry written by women that was produced from the end of Modernism to the
middle of 1950s is distinguished by copious subjectivism and a certain eroticism that
seeks to contradict the feminine archetype of Romanticism and to discredit marriage
as an institution that represses the liberal demands of women.
The incorporation of erotic references in the poems of the women of the Gene-
ration of 27 not only is a characteristic of the climate of female emancipation of the
1930s, but also a complement to the panorama of freedoms that they claimed. Howe-
ver, most poets opt for stylistic strategies that hint, more or less directly, the sensual
element, shielding it behind a complex metaphorical system, based on generic ambi-
guity. Few are those who opt for a frank and immediate treatment of love impulses.
Among the latter, Margarita Ferreras, another of the great forgotten of the authors
who operated in the first third of the 20th century, stands out, reaching in Pez en la
tierra (1932) the summit of a pioneering and infrequent eroticism. The collection of
poems, printed by the Altolaguirres, consists of 28 compositions that stand out for
their audacity, expressive clarity and a realism that can be called ardent. This study
aims to provide an analysis of the formal solutions adopted by the author to convey
her concept of eroticism and sensuality. Through the analysis of some compositions
of Pez en la tierra, we will try to explain its peculiar use of the tropology and the
symbolism of natural elements, to then expand on the metaphorical resources used to
poetize that luminous and daring eroticism that we have been talking about, which
blind by its calcining power.
Keywords: Margarita Ferreras, Silver Age women’s poetry, Generation of 27.
Introducción
Las intelectuales que encarnaron la oleada de transformaciones sociopolíticas
llevadas a cabo por la II República se vieron involucradas en un proceso de
cambios que afectó incluso a las funciones de género. El sistema de patrones
identitarios comenzó a tambalearse con la aparición de nuevos modelos de
feminidad, opuestos al decimonónico, que se reflejaron en las artes y en la
literatura.
Cabe destacar que, ya desde mediados del XIX, había comenzado a apre-
ciarse un discurso lírico femenino anticonformista en la escritura de algunas
de las escritoras románticas y finiseculares como Josefa Massanés, Gertrudis
Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado, Rosalía de Castro, Rosario de Acuña
o Sofía Casanova, que ponía en tela de juicio los preceptos sociales de la
época. Sin embargo, el punto de quiebra con la estética posromántica y sus
estereotipos de género coincide con la aparición de las vanguardias. En efecto,
la moderna poesía escrita por mujeres surge al amparo del experimentalismo
formal de los ismos, de modo especial del afán de liberación poética y moral
propuesta por el programa surrealista.
En general, la poesía escrita por mujeres en las postrimerías del Modernismo
hasta mediados de los cincuenta se distingue por un subjetivismo copioso,
evidenciado por el uso reiterado de la primera persona singular o por la crea-
ción de un sistema pronominal complejo, que busca la retroalimentación
comunicativa de un receptor ficticio. Formalmente predomina la polimetría
y el versolibrismo; solo en algunos casos esporádicos hallamos estructuras
cerradas, como el soneto. Esa autorreferencialidad a la que venimos aludiendo
se hipostasia en otros tres ejes temáticos frecuentes que vertebran la expresión
lírica de las autoras: el ideal de la domesticidad, la herencia matrilineal y el
deseo erótico. Respecto al primero de los puntos, se distingue cierta tenden-
cia común a considerar el entorno hogareño como hortus conclusus2 del que
se desea la exclaustración. El vínculo matrimonial y las obligaciones que de
ello proceden (cuidado del hogar, concepción, alumbramiento y crianza de la
prole, violencia conyugal, relaciones sexuales exigidas…) se postulan como
la expiación de una pena. De ahí el sentido de marginación que impregna esa
poesía, la necesidad de instaurar lazos de hermandad con seres que comparten
la misma marginalidad que el sujeto poético, y el anhelo de evasión y libertad,
concretado en imágenes de movimiento o en alusiones al viaje.
Por lo que concierne al segundo punto, se hace hincapié en el concepto de
maternidad, vivido o frustrado, y en las dinámicas que determinan la relación
entre madres e hijas en distintos intervalos generacionales3.
Respecto al último punto, predomina la reivindicación de un papel activo
en las relaciones amorosas, que procura contradecir el arquetipo femenino
de ascendencia romántica y desacreditar el matrimonio en cuanto institución
2. Considérese que Huerto cerrado (1928) fue el título que Pilar de Valderrama dio a uno
de sus poemarios.
3. V éanse al respecto: Gallop (1982), Hirsh (1987), Freixas (1996), Alborg (2000).
represiva de las exigencias liberales de las mujeres4. Esas poetas «se mostrarán
simplemente partidarias del amor libre, no como vicio o comercio, sino basado
en la más pura atracción física y espiritual entre dos individuos, sin importar
el sexo del que formaría parte» (Luengo López, 2008: 35).
Propia del clima de emancipación de los años treinta, la incorporación de
referencias eróticas en los poemarios de las mujeres del 27 viene a complemen-
tar el panorama de libertades que la población femenina había comenzado a
reivindicar durante la modernización que sufrió España con la llegada del siglo
xx y la posterior implantación del gobierno republicano.
Con todo, la mayoría de las poetas optan por estrategias estilísticas que insi-
núan, más o menos directamente, el elemento sensual, parapetándolo detrás de
un sistema metafórico complejo, fundamentado en la ambigüedad genérica5. El
traspaso definitivo del papel de amada al de amante, detectable ya en Josefina de
la Torre6, se realiza en los versos más tempranos de Ernestina de Champourcin,
quien da visibilidad extrema a la sensualidad femenina, alejándose de las poeti-
zaciones propias del período. En La voz en el viento (1931), antes de replegarse
en el angor lírico de su posterior poesía religiosa (Presencia a oscuras, 1952),
no escatima referencias a lo corporal para reclamar la legitimidad de sus deseos
sexuales7. Asimismo, Concha Méndez, en su primera colección, Inquietudes
(1926), resalta de manera muy franca y directa el ardor de los impulsos que el
sujeto lírico siente en un encuentro amoroso8.
Sin embargo, es en Pez en la tierra (1932), única obra publicada de Margarita
Ferreras, donde se alcanza la cumbre de un erotismo pionero e infrecuente,
que asombra tanto por su singular osadía, como por la calidad estilística de
la versificación, alabada desde la aparición del poemario. Acudir a una inter-
pretación cabal de la colección de la zamorana implica –amén de rescatar un
corpus escasamente conocido– revelar su trascendencia en la cartografía lírica
española de la Edad de Plata y alumbrar unos avatares biográficos sobre los
cuales se ciernen aún varios misterios.
— la primera, encabezada por una cita de san Juan de la Cruz9, que alberga
28 composiciones numeradas;
— la segunda, dedicada a José Ortega y Gasset, que engloba 22 poemas
titulados, bajo el rótulo de «Paisajes»;
— la tercera, «Romances», que se compone únicamente de dos piezas
numeradas de claro sabor lorquiano;
— y la última, «Sur», que acoge 5 composiciones sin título y numeradas
también.
10. Autor del ensayo El nuevo romanticismo (1930), que dio primer sustento teórico al afán
de politización y rehumanización que copó el panorama lírico español a partir de 1929.
11. «De la trémula copa de la tierra / se desbordan los verdes. / […] / Camino entre las gasas
azules de la sombra / entre risas de agua y frialdad de seda» (2016: 99).
12. «Me pinchan en los ojos las agujas de luz. / Llueven monedas claras sobre mi rtaje
blanco. / Y a la orilla del río / soy una fruta de oro bajo los altos álamos» (2016: 99).
13. «La plaza / de un dorado caliente / […] / mira al cielo / por el único ojo / de un estanque»
(2016: 98).
14. « Voy por el monte, fiera de un pelo corto y áspero» (2016: 117).
15. «¿Fuimos gajos de un fruto, / ramas que nos nutrimos / de una misma savia?» (2016:
89); «Soy una fruta de oro / ácida y dulce, / fría y caliente» (2016: 73); «Tiemblo como
una hiedra / enlazada en tu cuello / y viven mis raíces / dentro de tus entrañas» (2016:
92); «Tiemblo como una gota al borde de un cristal» (2016: 93)
16. «Morían corazones / entre espasmos de sangre. / Erizadas gargantas de paloma / bebían
espumas de agonía / en cálices de rosa» (2016: 74); «Entre sierpe de sangre / rueda
abrasado y ciego / coceando impaciente, / la entraña que le cuelga / por el boquete
abierto» (2016: 83); «Danzan los esqueletos de las rosas. / En los ojos de charcos y
pájaros / hay viscosas membranas» (2016: 118).
17. En «Sobre una poesía sin pureza», Neruda expresa el terenciano concepto según el
cual la poesía tiene que abarcar todo lo que atañe al ser humano, hasta hacerse «con
manchas de nutrición y actitudes vergonzosas, con arrugas, observaciones, sueños,
vigilia, profecías, declaraciones de amor y odio, bestias, sacudidas, idilios, creencias
políticas, negaciones, dudas, afirmaciones, impuestos» (1935: 5).
18. La investigadora ofrece un listado de poemas donde prima la poetización del fuego como
elemento erótico: 5, 9, 10, 11, 14, 18, 25, 30, 34, 46, V.
19. «Llueve…/ Llueve sin sonido. / Como una boca ávida el agua se desliza / en roce íntimo
y sensual, / sin ruido» (2016: 101).
20. Chaparro Domínguez recoge una clasificación de poemas en los que el acto de beber es
el elemento dominante: 7, 11, 14, 15, 20, 21, 39 (2014: 256).
Como se deduce del último verso, el amor no se postula como fuente de gozo,
sino de sufrimiento, al estar íntimamente conectado con la muerte. En esa
oscuridad se experimenta, de hecho, la privación, la ausencia o la espera frus-
trada del ser amado: «Dentro de mi pecho sigue tenazmente / el reloj de sangre
contando los días / contando las horas que pasan sin verte» (2016: 82). Al igual
que los místicos, quienes sufren en la carne el deseo de la unión espiritual,
el sujeto poético de Ferreras padece en el cuerpo la dilación del encuentro
amoroso y el desgaste psicofísico que conlleva. Este proceso se describe, a
menudo, como una clase de éxtasis, en la que el yo lírico se retrae como en
trance, asumiendo caracteres propios de la iconografía místico-barroca: «Y te
espero ungida de esencia de nardo, / los brazos en cruz, / la mirada extática»
(2016: 82).
De la fenomenología erótico-mística, Ferreras adopta, además, otro ele-
mento, o sea, la consideración positiva del dolor, entendido como paso previo
y purgativo para la vía unitiva. El sufrimiento físico es sacrificio necesario para
disfrutar la vida verdadera y dichosa con el amado y en él. Por ende, hasta la
muerte –y su dolor– es un martirio plausible si garantiza esa unión (2016: 77):
Y deseo la muerte
por amor a la vida.
Nutrida de mis lágrimas,
se abre desfallecida
la flor de mi sonrisa.
Soy la llama de un cirio.
En interno martirio,
me consumo a mí misma.
Huelga decir que la paradoja inicial del poema establece un paralelismo espon-
táneo con los célebres versos teresianos: «Vivo sin vivir en mí, / y de tal manera
espero, / que muero porque no muero». Aun así, quisiéramos subrayar la
importancia de la referencia martirial para sufragar la identificación entre amor
y dŏlus.
En todas las secciones del poemario abundan las menciones a cuchillos,
alfileres y agujas (2016: 72, 73, 75, 88, 99, 114, 125, 127, 135) que traspasan
al sujeto poético, alimentado el victimismo de fondo de todo el libro. Surge
inmediata, otra vez, la similitud entre el dardo de oro que horada el corazón
de la santa de Ávila en el clímax de su transverberación21 o las flechas que
21. «Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco
de fuego. Éste me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las
entrañas» (1915: 234).
recibe la Esposa del Cántico espiritual del místico carmelita22. Sin embargo, la
experiencia corporal y el erotismo en la obra de Margarita Ferreras, gracias a
su disfraz místico más o menos explícito, terminan por provocar un efecto más
perturbador por la polisemia de los referentes.
Esos instrumentos de acero expresan, por un lado, la inclemencia de la
naturaleza que hiere al ser humano: «Por el suelo había soles / en botes de
hojalata, / nos pinchaban en los ojos / sus agujas irisadas» (2016: 127); «Me
pinchan en los ojos las agujas de luz» (2016: 99); «Hiere como un cuchillo el
aire de la sierra» (2016: 88); «Me clavó sus agujas la lluvia» (2016: 75). Por
otro, entrañan contenidos sexuales que postergan, y por ello prolongan, el goce
de los sentidos. Considérense esos versos (2016: 73):
Revoloteas
como una mariposa,
con un alfiler grande
atravesando el cuerpo.
¡En el arranque de la nuca
la aguja fría del deseo!
La mariposa es trasunto poético del ser amado, al cual apela el sujeto poético
mediante la segunda persona singular del verbo («revoloteas»). La carga erótica
del poema se desprende, sí, de la mención al alfiler como instrumento propio
para la penetración; pero, sobre todo, de la connotación del yo lírico como
una «fruta de oro», al acecho de un insecto provisto de una espiritrompa y que
le sirve para libar el néctar de las flores que poliniza. A esto se añade que, en
toda la colección, el símbolo de la mariposa como elemento erótico es bastante
frecuente23.
Para mayor inri, en el cierre de la composición el deseo se describe como
una aguja que atraviesa la nuca. Sin embargo, tanto la localización de la pun-
ción –la nuca, parte vital del cuerpo– como el adjetivo empleado para expresar
la sensación física provocada por ella, «fría», termina por barnizar la imagen
con un tinte agridulce, que mezcla dolor y placer.
En efecto, en Pez en la tierra todas las menciones al tacto se tiñen de un
halo de violencia trágico, muy a menudo relacionado con la simbología de la
herida de amor y los cuchillos. Considérense estos casos: «Prefiero seguir /
la lección de la rosa. / Si una mano me hiere / le daré mi aroma» (2016: 91);
22. «Mas ¿cómo perseveras, /¡oh vida/, no viviendo donde vives, / y haciendo porque mueras
/ las flechas que recibes / de lo que del amado en ti concibe?».
23. « Y se ahogan, amándose, / dos mariposas blancas» (2016: 121).
24. Las fuentes escriturísticas en las que se fundamenta la simbología son Gn. 3, 15 y Ap. 12.
25. En la doctrina católica, conversión de las sustancias del pan y del vino en el cuerpo y
sangre de Cristo.
26. Acerca del tema, considérense: Kirkpatrick (2003), Nieva de la Paz (2009), Vilches de
Frutos, Nieva de la Paz, López García y Aznar Soler (2014), Ramón Torrijos (2017).
Conclusiones
Con todo lo expuesto, y tras nuestro breve recorrido por las principales claves
interpretativas de su obra, Margarita Ferreras puede –con razón– considerarse
integrante destacada de esa generación de autoras activas en la Edad de Plata,
no solo por sus avatares biográficos, sino también por la extraordinaria origi-
nalidad de su único poemario.
Los versos de la zamorana revelan, tal como se ha intentado demostrar en
el presente estudio, una clara continuidad con el contexto de modernidad y la
tradición lírica femenina del primer tercio del siglo xx. Aun así, su versificación
se adelanta a soluciones estéticas posteriores, propias del quehacer lírico de
los años cuarenta.
En sus merodeos por las corrientes vanguardistas, Ferreras respeta forma-
lismos y convenciones del movimiento, liberando su discurrir poético de las
amarras de la métrica y la lógica, merced a una metaforización atrevida que
exalta la sensorialidad y la experiencia corporal, dando una visibilidad potente
e inusitada a la sensualidad femenina.
Por lo que respecta al tratamiento de la imagen de la mujer, esta se decanta
hacia asociaciones con lo sacrificial o lo trágico, en analogía con la tensión
espiritual y la fenomenología corporal de la poesía mística. Sin embargo,
intenta un alejamiento de las poetizaciones tradicionales, al esbozar un nuevo
planteamiento de los roles de género en la relación amorosa, sugiriendo el
traspaso de la pasividad de la amada-santa mística al activismo del papel de
amante-sacerdotisa, que protagoniza y hasta gestiona el ritual amoroso.
Acudir al caudal lírico de Ferreras implica –amén de rescatar un corpus
aún casi desconocido– revelar la sensibilidad humana y artística de una poeta
injustamente denostada, para quien la conjunción de vida y obra se hace
imprescindible para esclarecer la complejidad de su personalidad.
27. Lucía Sánchez Saornil, Concha Méndez, Ernestina de Champourcin, Ana María Martínez
Sagi, Concha Espina, Elisabeth Mulder y Margarita Ferreras, entre otras.
28. C ristina de Arteaga y María Luisa Muñoz de Buendía, por ejemplo.
29. Véanse Josefina de la Torre, Carmen Conde, Ana María Martínez Sagi, Elisabeth Mulder
o Susana March.
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Autoría: Resumen
Jorge Chen Sham
Universidad de Costa Rica, Costa Rica En el tercer poema de «Noche oscura», con-
[email protected]
https://orcid.org/0000-0001-9692-4598 junto de poemas pertenecientes al Canto in-
útil (1936) de Ernestina de Champourcin, la
Citación:
Chen Sham, Jorge. «El “cuerpo estéril” y la percepción corporal se dibuja como un «cuer-
invitación a la posesión: el tenso conflicto hacia po estéril» que debe ser saciado y colmado; su
la vía unitiva en “Noche oscura” de Ernestina de
Champourcin», Anales de Literatura Española, posesión es una invitación que reclama el yo
n.º 38, 2023, pp. 97-114. https://doi. poético femenino, bajo el tópico del «naufra-
org/10.14198/ALEUA.2023.38.05
gio» y la solitud de una deriva y de un deseo
Fecha de recepción: 14/01/2022 irrefrenable. Este artículo replantea la imagen
Fecha de aceptación: 05/09/2022
del «cuerpo estéril» frente a la contraria, la del
© 2023 Jorge Chen Sham cuerpo fecundo, dentro de una retórica que,
Este trabajo está sujeto a una licencia de
apelando al modelo de San Juan de la Cruz,
Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative responde a la incorporación de un amante es-
Commons (CC BY 4.0).
quivo y duro de persuadir, frente a las ansias
de plenitud y de goce por parte del yo poético.
Palabras clave: Ernestina de Champourcin,
poesía española, vía unitiva de la mística, San
Juan de la Cruz, representación del cuerpo.
Abstract
In the third poem of «Noche oscura» a set of
poems belonging to Canto inútil (1936) by Er-
nestina de Champourcin, body perception is
depicted as a sterile body that must be satiated
and filled; its possession is an invitation that
the feminine authorial voice demands, under
the topic of «shipwreck» and the solitude of
a drift and an irrepressible desire. This essay
restates the image of the «sterile body» against
its opposite, the fertile body, within a rhetoric that, using the model of San Juan de la
Cruz, responds to the incorporation of an elusive lover who is also hard to persuade,
against the desire of plenitude and pleasure by the authorial voice.
Keywords: Ernestina de Champourcin, Spanish Poetry, The Way of Union, San Juan
de la Cruz, Representation of the Body.
Las filaturas y las representaciones del cuerpo poseen en las poetas de lengua
española un largo camino hacia la posibilidad de nombrar/mostrar el cuerpo,
reivindicarlo y reafirmar, por ello, el deseo que implica asumir una voz y una
identidad frente a su negación y ocultación dentro del discurso patriarcal.
La problemática de la subjetividad y la diferenciación sexual, que para las
escritoras de la segunda mitad del siglo xix pasaba por repensar el modelo del
«ángel del hogar» y sus críticas al matrimonio como una forma de reclusión/
dependencia (Kirkpatrick 1991: 132), con la concomitante posición en favor
de una educación y de un acceso a esferas del conocimiento, desembocará
en la elaboración de un paradigma del deseo y del cuerpo que pasará por
evidenciar, más allá de las posibilidades de las relaciones entre marido y mujer
y de la angustia y del sufrimiento femeninos ante el desamor y la pasión sen-
timental, construcciones metafóricas del deseo focalizadas, por ejemplo, en la
estética del Romanticismo, en imágenes de aves, flores, así como de delicados
y frágiles vasos de china. En su estudio sobre las románticas españolas, Susan
Kirkpatrick subraya la predisposición de Gertrudis Gómez de Avellaneda por
anclar las figuraciones del deseo femenino tanto en el peligro que implicaba
la voluptuosidad como en sus consecuencias trágicas.
Se trata de esbozar la pasión sexual, peligrosa, por cierto, en esa «alada»
mariposa que podría sucumbir a sus estragos (1991: 178), mientras que esta
lógica del carácter destructivo del deseo poseerá también consecuencias en
la estructuración de los poemas de Avellaneda, en donde la fragmentación
y los dobles encuadres expresan «impulsos contrarios que dividen su ser»
(Kirkpatrick 1991: 183). Eso sucede cuando aborda en «Amor y orgullo» y
dentro de un paragón entre el yo poético y el personaje de María, que evoca y
desgrana en un retrato altamente sugestivo, su propia disyuntiva y alienación
personal. El caso de Avellaneda ilustra, en efecto, las luchas contra esas prohi-
biciones en las que hablar del cuerpo y su deseo serán siempre una estrategia
y una reivindicación tácita y, desde el punto de vista poético, también elu-
siva, porque irá proporcionalmente hablando a la par de otras de tipo político
como afectivo, es decir, de derechos y de libertades, que la construcción de los
1. Resumimos en forma sucinta las explicaciones que ofrece Alexandre Surallés en su artí-
culo, cuando explora las diferentes descripciones del cuerpo tanto en la cultura clásica
griega como en Nebrija y Covarrubias en el ámbito español. Señala, al respecto, la coe-
xistencia de dos nociones del cuerpo, como realidad material y materialista (el cuerpo es
carne) frente a la realidad metafórica en tanto forma (2010: 81), verbigracia, el cuerpo
es la persona.
deseo que radicaliza a quien lleva a cabo este proceso de reflexión y superación
personal y colectivo, para que la autoconciencia tenga como primer peldaño,
conocer su cuerpo y repertoriar su deseo. La autoconciencia conduce a un
reconocimiento de la cosificación y de las barreras que la mujer posee, para
que surja luego el compromiso y el reto de las luchas (Rodríguez Magda,1994:
29), que son al mismo tiempo, tanto personales como colectivas, privadas y
públicas. En concreto, para vencer hay que desafiar al patriarcado y su poder,
liberarse de sus determinaciones y también las de orden social, definirse frente
a la naturaleza y frente a la sociedad, para que al hombre, señor y dueño de la
razón y de la vida, se le destruyan sus esquemas de poder. Interesa, entonces,
salir de las relaciones asimétricas en las que la mujer, domeñada y dominada,
ahora redescubre su conciencia y sus posibilidades de libertad, pues ha estado
relegada al espacio de la casa y de la vida interior del «fogón doméstico»
(Guerra, 1994: 16), a la vez silenciada de voz y de palabra. El señorío del
hombre conduce a la esclavitud del cuerpo y de la represión de la sexualidad
de la mujer, la cual ha sido vampirizada hasta en la propia imagen de sí misma
(Rodríguez Magda, 1994: 31).
Ahora bien, en la década de los años 20 y 30 del siglo xx, ya sea en el Cono
Sur en las corrientes postmodernistas, ya sea en las vanguardias europeas, las
escritoras y las poetas empiezan a mostrar su inconformidad con los estereo-
tipos del discurso patriarcal que las ha avasallado, piénsese particularmente
en el caso latinoamericano de las poetas Delmira Agustini o Alfonsina Storni,
o en narradoras como María Luisa Bombal o Teresa de la Parra. Todas ellas
cuestionan el papel del encierro matrimonial y las relaciones asimétricas de
lo que se esperaba y deseaba de la mujer en sus ámbitos reducidos de acción;
pero la mostración del cuerpo femenino, en su carne, apenas se enarbola y
se desviste; tampoco se expone la desnudez o una fisiología o anatomía del
cuerpo, menos de lo que el lenguaje eufemístico planteó como las «partes
pudendas», en los que está en juego la mostración genital o la sexualidad. Más
bien se inclina por la metaforización y el régimen sensorial catapultado ya por
el discurso amoroso, de manera que no es posible reivindicar abiertamente una
conciencia de la subjetividad que pase por el cuerpo o por las condiciones de
raza y género hasta el último tercio del siglo xx.
Tal y como se infiere, no hay que plantear interpretaciones anacrónicas,
pero tampoco se puede soslayar esos modos en los que la corporalidad emerge
en la poesía de mujeres durante la primera mitad del siglo xx. Llama la aten-
ción, entonces, el caso de Ernestina de Champourcin con su poemario Cántico
inútil (1936), poemario que José Ángel Ascunce clasifica del «amor humano»
(1991: XXXVIII) en su antología sobre la poeta, para apuntalar la necesidad de
2. Aguinaga parece sugerir aquí que esta tensión entre estas dos nociones de amor es lo
que produce tanto las imágenes visionarias como ese predominio de lo sensorial de sus
imágenes. Yo también me adhiero a esta opinión (2015: 53).
3. C itaré el poema por la antología que establece Ascunce.
4. C
orrijo lo que es una obvia errata.
suplico por estas lágrimas que tu conducta ha provocado; vira tu barco, Teseo,
vuelve tus velas y regresa; y si he muerto antes, recoge al menos mis huesos»
(1994: 99). Regresar a la isla, tal y como se lo pide Ariadna, implica entrar en
un procedimiento de deconstrucción y resignificación en el que la isla adquiere
también un sentido corporal y evoca el abandono/ la espera que subraya el
tópico citado.5 Así, en el Poema 3, el yo poético se compara con una «[i]sla sin
mar» (v. 9), carente y con la necesidad de ese líquido esencial que le otorgue
tanto su sentido como su dinamismo, mientras que en el verso 12 se radiografía,
dentro del tópico del motivo de la tierra, la imposibilidad de germinación de ese
cuerpo-campo, en donde ahora se proyectan «los surcos indelebles que no han
de florecer» (v. 12). En efecto, la imagen inicial del «cuerpo estéril» se establece
frente a la contraria, la del cuerpo fecundo, para que la otra sinécdoque del
cuerpo plantee no tanto la fragilidad femenina como su cansancio ante una
espera que se dilata en el tiempo. Ahora bien, su comparación con el «ánfora
exhausta» del verso 13 contiene, al mismo tiempo, este recurso que encuentro
en Champourcin, la de unir un elemento corpóreo tangible («cuyos labios se
cierran», v. 13) con otro intangible («[m]i arcilla empapará el zumo venenoso»,
v. 15), muy propio del fenómeno del simbolismo «de disemia heterogénea»
(Bousoño, 1979: 29). Se trata de una asociación irracional porque, mientras
los «labios» no permiten contacto alguno, su piel («arcilla») sí que absorbe,
en esa dinámica del intercambio y la reciprocidad, «el zumo venenoso» que la
podría matar. Para Bousoño, la emoción, que se relaciona aquí con lo irracional,
emerge como inadecuada provocando una tensión de un cuerpo que desea al
otro, pero que lo sabe como fuente de su dolor y sufrimiento. Tal tensión se
dibuja desde el primer poema de «Noche oscura», cuando la deixis espacial
propone el escenario amoroso como un «desierto»:
He venido al desierto para que tú me hablaras
y todavía huyes. ¿Qué más puedo ofrecerte?
Me he despojado en ti de lo último mío,
del éxtasis, del beso y de tu propio amor.
(v. 5) Me quisiste sin luz, por eso mis pupilas
renegaron con júbilo su camino de estrellas.
Voy a entrar en tu noche, guíame lentamente
y que tus manos firmes aclaren el silencio (Champourcin 1991:180).
5. Otras poetas más actuales son más osadas con esta relación cuerpo e isla, tal es el caso de la
poeta salvadoreña-nicaragüense Claribel Alegría quien, en su «Lamentación de Ariadna»
del poemario Saudade (1999) increpa a Teseo a volver en un cierre espléndido: «Teseo/
vuelve a mí / soy tu tierra / tu luna/ tu destino. / Clava en mí tus raíces». Cito este poema
por esta recopilación de sus últimos poemarios (Alegría 2003: 311).
Frente a lo cual se esgrime las prestaciones amorosas y las atenciones por parte
de la amada:
Mi ternura se pierde abandonada y […] Ni siquiera el acento
rota,
con el triste vagar de los ríos sin ue para ti llené de cálidas palabras
q
cauce… (vv. 3-4). (vv. 5-6).
6. No puede olvidarse que, dentro de las elecciones posibles, Champourcin eligió adjetivar la
«noche», de manera que establece una programación textual dentro de las potencialidades
significativas del título.
7. De ello da esa importancia que la noche obtendrá para revelar y potencializar el absoluto,
siguiendo esa consideración tan pertinente que Abrams encuentra en el Romanticismo.
Poema 3 Poema 5
La ausencia de tus manos labra en mi Siento en mi cuerpo intacto
cuerpo estéril
un silencio implacable, sin dulzura de el íntimo fragor de ocultas
orillas. certidumbres.
(Morán 2008: 56, la cursiva es del autor).9 El deseo, su flujo y sus dinámi-
cas, permiten que, en este poema de Ernestina de Champourcin, la ansiada
unidad trascendental con el tú amoroso sea más del ámbito del deseo y de una
espera mal vivida en tanto falta o carencia (Bermúdez 1997: 35); su mecanismo
lleva a la poeta española a establecer una incesante cadena de sustituciones/
desplazamientos de la poética del cuerpo, del deseo elusivo y sus trampas.10
Ahora bien, volviendo a su relación con la poesía mística, Sandra Contamina
nos recuerda que, en el «Cántico espiritual» de San Juan de la Cruz, esta
unión transformante del alma imbrica el cuerpo con imágenes sensoriales,
fragmentarias y equívocas:
Un sentiment de réelle corporéité se dégage paradoxalement au moment où,
l’expérience de l’union s’intensifiant, l’évocation de celle-ci se fait expresión
de plus en plus subtile et evanescente, dans l’actualisation d’images isolées et
fugitives et de métaphores poétiques tendant à échapper à un clair processus
dénotatif (2011: 465).
Así, la «Noche oscura» de Ernestina de Champourcin se hace acreedora de una
experiencia emocional, amorosa y poética en la encrucijada de una metafísica
que enarbola tanto las sensaciones y las imágenes de una carne aprisionada
y que no encuentra cómo desatarse, es decir, desbocarse y se lanza ostensi-
blemente al reclamo airado y a la queja dolorida como sucede en el resto del
poema.
Bibliografía citada
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Aguinaga, M. (2015), «Una voz silenciada de la Generación del 27: Ernestina de
Champourcin», Cálamo FASPE 64, pp. 49-55.
9. La anterior afirmación la explicita Morán para el modernismo decante del poeta cubano
Julián del Casal, con lo cual se plantea una figuración del deseo, que para él aborda lo
indecible y lo prohibido, por un lado, y por otro, el flujo de la imagen poética.,
10. Hace más de 30 años, Catherine G. Bellver planteó las irradiaciones del exilio en tanto
morfología y categoría que también implicaba lo psicológico y lo ontológico; pues
bien, la exaltación emocional y este deseo podrían ser la simbolización propia de la
incertidumbre, el desasosiego, la confusión del yo, para que ese «tú» se metaforice en
poemas de «ensueño desterrado»; a este propósito sirvan estas afirmaciones que Bellver
desarrolla para Concha Zardoya: «La exaltada emoción que siente ante sus paisajes
resucitados la lleva en aisladas ocasiones hasta un estado de delirio casi místico. Pero
lo inconcreto de su viaje anímico y la consciencia de las engañosas posibilidades del
sueño perjudican su triunfo total sobre la separación». Claro está, aún no ha llegado
el doloroso exilio para Champourcin pero recordemos el valor profético de la poesía.
Bellver sí que analiza más adelante en su artículo Primer exilio (1978).
Autoría: Resumen
Sharon Keefe Ugalde
Texas State University, EE. UU. Este artículo analiza Las hilanderas (1973) de
[email protected]
https://orcid.org/0000-0002-1539-9582 Concha de Marco (1916-1989). El poemario
ofrece una poética alegórica que revela lo que
Citación:
Ugalde, Sharon Keefe. «Las hilanderas de De Marco considera fundamental en su queha-
Concha de Marco», Anales de Literatura Española, cer poético. La estructura del libro se basa en
n.º 38, 2023, pp. 115-133. https://doi.
org/10.14198/ALEUA.2023.38.06 una écfrasis del cuadro de Velázquez Las hilan-
deras. El ambiente femenino del lienzo, con las
Fecha de recepción: 23/03/2022
Fecha de aceptación: 05/09/2022
míticas Aracne y Minerva, se integra en la re-
presentación de la poética. Se fusionan el hilar
© 2023 Sharon Keefe Ugalde
y el escribir. La poeta señala varios aspectos de
Este trabajo está sujeto a una licencia de su poética, siempre representados en relación
Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative con el cuadro de Velázquez. De Marcos subra-
Commons (CC BY 4.0).
ya la importancia de adquirir un conocimiento
de la tradición poética, el papel fundamental
de una mirada intensa, la exploración de la
intimidad, y los dilemas de todos los poetas,
considerar los límites del contenido del poema
y la cortedad del decir. Sobresale una poética
de sueños que responde a la construcción del
género durante el franquismo. En sus memo-
rias, Concha de Marco revela las dificultades
que tuvo por ser poeta y mujer. Las mujeres en
la época franquista estaban destinadas al espa-
cio doméstico y a sacrificar sus propios gustos
y necesidades por los del marido. Se le negaba
a la mujer independencia y autodeterminación.
La poética de sueños abre las puertas hacia la
libertad. La poesía es capaz de traspasar los lí-
mites impuestos en la realidad y de hacer que
los sueños existan. En el poema es posible detener el tiempo, dar rienda suelta al
deseo, ser libre.
Palabras clave: autoría femenina, poesía, posguerra, Aracne, écfrasis, Velázquez, poé-
tica.
Abstract
This study analyzes Las hilanderas (1973) de Concha de Marco (1916-1989) as an
allegorical representation of De Marco’s poetics. The book has an ekphrastic structure
based on Velázquez’s Las hilanderas. The feminine ambiance of the painting, with the
mythical Arachne and Minerva, is integrated into the representation of a poetics. De
Marco underscores several aspects of a poetics: the importance of acquiring a knowl-
edge of the poetic tradition, the fundamental role of intense observation, the explo-
ration of one’s intimate being, the limitless scope of poetry, and the classic impasse of
all poets, the failure of words. A poetics of dreams is an original formulation and is,
at least in part, in response to construction of gender during the Franco regime. In
her memoires De Marco reveals the difficulties she had as a poet because she was a
woman. In the postwar years women were destined for domestic spaces and expected
to put the preferences and occupation of their husbands before their own. Women
were denied independence and self-determination. Poetry can move beyond imposed
limits and make dreams exist. In a poem it is possible to still time, fulfill desires, and
find freedom and independence.
Keywords: women writers, poetry, postwar, Arachne, ekphrasis, Velázquez, poetics.
2. Concha de Marco tiene los siguientes libros de poesía: Hora 0’5 (1966), Santander, La Isla
de los Ratones; Diario de la mañana (1967), Madrid, Editorial Mediterráneo; Acta de iden-
tificación (1969), Madrid, Editorial Mediterráneo; Congreso en Maldoror (1970), Madrid,
Biblioteca Nueva; Tarot (1973), Madrid, Editorial Mediterráneo; Las Hilanderas (1973),
Caracas. Árbol de Fuego, n.º 64; Una noche de invierno (1974) Madrid, Colección Adonáis,
Editorial Rialp; Celda de castigo (1974), Poemas inéditos. Edición del Ayuntamiento de
Soria, 2016; Y es noche siempre [Antología poética] (2017), Ed. Hilario Jiménez Gómez,
Sevilla, Renacimiento. Poesía última (1974-1977). Celda de castigo, El Urbión, Cantos del
compañero muerto, (2021), Ed. Hilario Jiménez Gómez, Madrid, Colección Contrapunto
de Poesía, Sial Ediciones.
3. De Marco nombra a las poetas que iban a las reuniones del Mesón: Carmen Conde,
Carmen Bravo, C. Llorca, Carmen González Más, Concha Castroviejo, Elena Soriano,
M.ª Alfaro, Consuelo Burell, Elena Andrés, Angelina Gatell, Concha Llorca, y Carmen
Debén (2018: 34).
4. Una fotografía incluida en el catálogo de la exposición en Soria indicada que las siguientes
poetas estuvieron en la celebración en L’hardy: Pura Vázquez, Carmen Conde, Concha de
Marco, Ernestina de Champourcin, Elena Soriano, Consuelo Burel, Pureza Badell, Beatriz
Domínguez, Carmen Llorca, Pilar Uría, Carmen Bravo-Villasante, Acacia Uceta, Carmen
González Mas, Concha Castroviejo, y Ana María (Ayuntamiento de Soria, 2021: 34).
de mi libertad. Yo, amigos míos, fui una esclava, una esclava voluntaria, una
esclava feliz (2018:153, 183-4, 186).
Durante el franquismo se fortaleció la tradicional desigualdad de género. El
ideario femenino de la Falange –omnipresente en libros de texto, pronuncia-
mientos del régimen, encíclicas, y medios de comunicación como revistas,
cine, y radio– establecía preceptos para la mujer casada de cómo comportarse
con el marido: «Escúchale, déjale hablar primero; recuerda que sus temas de
conversación son más importantes que los tuyos»; «los intereses de las mujeres
son triviales comparados con los de los hombres»; «demuéstrale tu deseo por
complacerle»; «A través de toda la vida, la misión de la mujer es servir» (cit.
en Lergo, 2017). Varias revelaciones en las memorias, sobre todo la de ser
«esclava voluntaria», parecen indicar que Concha de Marco había internalizado
la subyugación femenina promovida por el régimen. «Voluntaria», sí, pero
consciente de y resentida por las consecuencias que su «cautiverio» tiene en su
vocación de poeta: «Hoy es poco menos que heroico ser mujer casada y soste-
ner una actividad intelectual» (2018: 86). Una referencia a Carmen González
Mas recalca que la situación de Concha de Marco no era única, sino represen-
tativa de muchas escritoras de la posguerra. La llama «la Carmen inédita»,
insinuando que la poesía de González Mas se esfuma entre sus obligaciones
de mujer casada, «incluida la conducción del coche» (De Marco, 2018: 366).
Al retratar a su marido, De Marco confiesa no solo que era ella quien tenía
que ceder en todo, sino también que el machismo había penetrado en Juan
Antonio hasta la médula: «Yo, cansada, J.A. tan freso junto al aire acondi-
cionado, como invitado principal. Creo que, como era habitual en él, no me
ayudará ni a traer un plato» (2018: 366-3677). Se trata de un comportamiento
naturalizado que ella no rechaza, aunque no sin reconocer la injustica de dejar
de lado su poesía para cumplir con las obligaciones domésticas.
La histórica dependencia económica de la mujer la predispone a entregarse
por completo a un hombre. Esa dependencia se transforma en subyugación y
acaba borrando una identidad autodeterminada. Este legado de género, inter-
nalizado y naturalizado, le llevó a Concha a dejar en segundo lugar su vocación
literaria. Esta situación explica, por lo menos en parte, la publicación tardía
de sus libros y la ausencia de su nombre en las nóminas de las generaciones
poéticas. Como pregonó Lord Byron, para la mujer, el amor –el encontrar a
su hombre– es todo: «Man’s love is of man’s life a thing apart. ‘Tis women’s
whole existence». La idealización y los elogios de su marido en Patria de los
otros parecen dar la razón a Byron: «Y era un encanto. Para ese hombre yo
hubiera rodado o andado descalza. Él se merecía todo. Punto. Intocable» (367).
Al describir como su marido murió en sus brazos, anota en el margen de las
memorias: «Yo viví su vida, ahora que él ha muerto comienza a morir la mía»
(187).
Concha de Marco vivió la construcción del género de forma contradic-
toria. Por un lado, se conformó con el papel asignado a la mujer durante el
franquismo: ocupar un segundo plano, dejando apartados sus intereses para
entregarse voluntariamente a las necesidades del marido. Por otro, experimentó
la injusticia de la situación, llegando a denunciar la ausencia femenina en la
historia literaria. Reconoció el reto, muchas veces insuperable, de ser mujer y
poeta. Sin embargo, logró escribir y publicar. En el contexto de la autoría feme-
nina sobresale su poemario titulado Las hilanderas (1973) porque reflexiona
sobre la temática de la mujer artista y delinea una poética propia. El abordar
de forma seria y detenidamente el quehacer poético de las mujeres constituye
una refutación al despectivo «gineceo tonto que es la poesía femenina», uti-
lizado para menospreciar la calidad de la obra de autoría femenina (cit. en
Ayuntamiento de Soria, 2021: 34).
Antes de Las hilanderas, De Marco había publicado ensayos que abrie-
ron un espacio para el reconocimiento de la producción literaria femenina.
En 1969, aparecieron dos, «La poesía española femenina de este siglo», en
Árbol de fuego, y «Veinticinco años de poesía femenina española», en la
revista Cormorán y Delfín. Tres años después, la editorial Everest en León
sacó en dos tomos La mujer española del romanticismo, un inventario pano-
rámico, cuidadosamente documentado, de mujeres del siglo xix, soberanas,
infantas, escritoras, artistas, actrices, cantantes, bailarinas.
5. Concha de Marco tradujo los siguientes libros de arte: Picasso (1959, 1966) de Roland
Penrose; El primer arte medieval (1965) de John Beckwith; La escultura moderna (1966) de
Herbert Read; El arte del Renacimiento (1966) de Peter y Linda Murray; Gauguin (1969)
de Lee Van Vovski; Arte islámico (1967) de David Talbot; Arte medieval de John Beckwith;
Vermeer de Delf de A. B. de Vries; Panorama de las artes plásticas contemporáneas de Jean
Cassou.
6. El ensayo se publicó en A. Gallego y Burin (ed.), Varia velazqueña. Homenaje a Velázquez en
el III centenario de su muerte, 1660-1960. Madrid, Ministerio de Educación Nacional, 1960.
La tradición
La referencia a una de las damas de segundo plano que mira el tapiz del
fondo y «anhela adquirirlo todo» sugiere que el paso inicial del quehacer
poético es apoderarse de la tradición existente, algo que enfatiza Velázquez
al aludir indirectamente a Tiziano y Rubens. Concha de Marco explica en
sus memorias que cuando acaba de aprender a leer descubrió a Antonio
Machado y que él se quedó siempre entre sus preferidos (2018: 54). Además
de Machado y los clásicos del Siglo de Oro (De Marco, 2018:234), De Marco
incluye en la tradición poética que le ha influido a Juan Ramon Jiménez,
Rafael Alberti, García Lorca y a muchos extranjeros (cit. en Martínez Laseca,
2002: 261).
La mirada
El papel de la observación en el proceso poético es otra consideración que
señala Concha de Marco. En el primer poema, la écfrasis incluye una referencia
a la dama del segundo plano que mira hacia atrás, como si observara los detalles
del taller y lo que podría existir en un más allá:
la otra no compra, roba
toda la escena
con sus ojos curiosos
y no sólo el taller sino el trasmundo
más allá de la escena (4).
Esta mirada, transferida a la alegoría poética, enfatiza que el proceso poé-
tico empieza con prestar atención, mirando con intensidad, o como Charles
Altier lo formula, «seeing in a vital way» (1985: 97) [ver de una forma vital].
Observar la realidad con una concentración intensa transporta la mirada más
allá, y así lo observado culmina en un momentáneo florecimiento de la imagi-
nación, un instante de intuición poética (Revell, 207: 12, 20).
La intimidad
Una descripción de Aracne apunta a la importancia que Concha de Marco
adscribe al contenido emotivo de la poesía: «Aracne obedece sólo / a su
corazón, hoguera sobre el azul. El cambio de tercera a primera persona
hacia la mitad del poema «I» es una indicación de que De Marco concibe
la poesía como un arte que indaga las verdades íntimas. El yo poético se
desdobla como si se hablara consigo mismo. Al presentar este aspecto de
su poética –el profundizar en la intimidad– la poeta cuida de mantener la
unidad estructural, mencionando el arte de tejer y las cortinas rojas visibles
a la derecha del lienzo:
Es la hora,
levanta la cortina
de mi propio corazón,
no quiero desperdiciar mi imagen
en el otro ámbito
sino incluirme en la trama labrada (5).
Al reflexionar sobre la intimidad, vista a través del lente del paso del tiempo,
el yo poético se identifica con la hilandera disfrazada de vieja. Un aire de
desilusión entra en el poema al reconocer un posible desajuste entre lo que
uno se imagina para sí mismo y lo que es en el presente:
En Las hilanderas, De Marco acentúa, más que en otros libros, una poética
alentadora de liberación. Hay un énfasis en imaginar panoramas, aunque fuga-
ces, alejados de la desolación y de las limitaciones que la vida real impone.
En La patria de otros, De Marco describe una experiencia anómala de libertad
durante su estancia en Castruera (Badajoz) en 1943 como maestra mientras
su marido Juan Antonio seguía encarcelado: «Yo fui feliz en aquel pueblo,
en medio de mi desgracia. Al parecer fue mi destierro, pero también fue un
encontrarme serenamente con mi yo verdadero, con mi punto de apoyo en la
vida […] Aquella era yo, sin interferencias, desligada de ajenas voluntades,
independiente como nunca volvería a serlo hasta ahora [que estoy ya] viuda»
(2018: 233). Es ese «yo verdadero» que desea generar en la poesía. El recuerdo
de Castruera confirma que no es casualidad que quiénes le acompañan al
yo poético en Las hilanderas sean mujeres artistas. El arte, sea de hilos o de
palabras, es un portal de sueños en los cuales una mujer puede ser dueña de
sí misma, «desligada de ajenas voluntades, independiente».
El DRAE da cuatro definiciones de la palabra soñar, dos de las cuales se
aplican a la poética de Concha de Marco: 1. «Discurrir fantásticamente y dar
por cierto y seguro lo que no es», y 2. «Anhelar persistentemente algo». Las
dos definiciones se entrelazan en la poesía de De Marco. En el poema «II» se
manifiesta el anhelo de detener el fluir del tiempo y la fantasía de lograrlo en
el poema. El yo poético, fundiendo de nuevo las artes de tejer y de escribir, se
dirige a la mítica Aracne, como si estuvieran juntas en el taller y compartieran
el deseo de traspasar la temporalidad:
Hilaré la memoria
con una hebra tan fina
con tela de araña.
Hilandera de las horas y los días.
Urdimbre de los sueños (6).
El arte poético logra salvar los momentos felices, el momento irrepetible / y la
sorpresa», e imaginar para el futuro una vida plena y gozosa (6). El anhelo de
superar la inevitabilidad del fluir temporal le obliga a la poeta a entregarse a su
labor, implorándole a Aracne: «Guárdame la vida / para la próxima primavera,
/ Aracne, déjame seguir / torciendo la hebra» (6).
En el poema «IV», el yo poético se encuentra sin límites del soñar poético.
La enumeración de sustantivos, que siguen uno tras otro con rapidez, recalca
el poder creativo de la poeta. La desnudez de los sustantivos es una preferencia
estilística de De Marco: «No hay partes muertas ni complementos ornamenta-
les. Cada palabra, cada frase y cada verso posee una función expresiva plena,
apretada de contenidos, incorporada a un conjunto ricamente significativo, en
hasta el amanecer. Pero el yo poético reconoce que las limitaciones del soñar
poético impiden que la escena amorosa se realice: «Ayudadme a poner un
sillar / en el imposible edificio / de un presente inventado» (10). Sin embargo,
la imposibilidad de hacer cierta la fantasía no detiene a la poeta. Muestra una
férrea voluntad de dedicarse al arte, enfatizada por la repetición, al comienzo
y final del poema, de «quiero elevar mis pasionales / monumentos»:
Apoyada
en la perfecta imposibilidad
de las precauciones
verbales
quiero elevar
mis pasionales monumentos (10).
La poética del sueño se manifiesta en los poemas «VIII» y «IX» con ima-
ginaciones sexuales. Frente a un magnífico cuerpo masculino se da rienda
suelta al deseo. En sus memorias, De Marco, con el habitual tono objetivo,
reconoce que siempre refrenó el deseo sexual. Hubiera querido escaparse
con el amor que conoció en Castruera a Málaga o Sevilla para saciar la
sed, pero no sucedió: «No podía. Siempre la idea del deber, la idea del honor.
[…] Al cabo de los años, incluso mucho antes de enviudar, supe que había
cometido un error contra mi propia naturaleza, que yo no tenía derecho en
nombre de nada a privarme de aquel deseo que tanto el cuerpo como el alma
me pedía» (2018: 241).
En el poema «VIII» los frenos del deber y del honor se aflojan. El yo poético
cede la palabra a Minerva, dueña de la verdad, quien proclama la imposibilidad
de resistir la hermosura de un cuerpo:
Por el cuerpo
quien no sería capaz
de someterse
a la más férrea y turbulenta
infidelidad (12).
En la estrofa central se alaba los dones del deseado –«muslos columnas del
metal más puro»; «caderas troncos de sagrados bosques» (12)–. Se intensifica
la irresistibilidad observando el acercamiento agresivo masculino: «Exaltado
peligro, riesgo, avasallador / […] horadan con sus ojos / la oscura selva de la
feminidad».
El contraste entre la realidad y el sueño –hecho realidad dentro de los
límites del texto– se expresa explícitamente al final del poema. Inicialmente,
el lenguaje altisonante y decorativo de Minerva caracteriza la descripción de
las figuras masculinas atrayentes:
oh catedral de su cuerpo,
órgano estremecido
con altas y profundas lontananzas de su voz
relicario del corazón pájaro cautivo
en el arco iris elevadamente complicado
de sus pensamientos (12).
Repentinamente, el tono grandilocuente se sustituye por otro cuando las
«hilanderas de la vida monótona» toman la palabra. Ellas, con un toque de
humor caricaturesco, un vocabulario cotidiano y la ausencia de recursos retó-
ricos crean una imagen, sumamente directa y realista, del señor de la casa que
reemplaza a los de «cuerpos gallardos»:
el hombre con sus gafas
llega a casa
le servís la comida,
lee el periódico,
con él os vais a la cama (12).
Con una resignada conformidad el poema cierra con la realización de que no
queda más remedio que adaptarse / a las circunstancias» (12). La poética de
los sueños tiene sus límites.
Es posible leer el poema «VII» en relación con las confesiones íntimas,
citadas arriba, de Concha de Marco. Pero también el texto invita a escuchar
una voz colectiva de mujeres. El verbo servir en la segunda persona plural
sugiere una complicidad entre mujeres que se conforman con los deberes y con
la represión sexual femenina, un comportamiento promovido por el régimen
franquista y arraigado en la tradicional construcción del género.
En el poema «IX» aparece un Apolo magnífico e incitante, totalmente
irresistible. La voz poética se atreve a confesar que no le interesa tanto la
inteligencia del hombre como su cuerpo «terrible y maravilloso» al cual está
dispuesta a entregarse insensatamente (13):
Podéis estar seguras
de que devoraré el cristal de la ventana
por verle con sus fuegos de diamante
y me consumiré como lívida llama
árbol abierto en cruz por la tormenta (13).
Se transparenta en el poema una realidad histórica: la educación sexual de
las mujeres promovida durante la posguerra. El régimen compartió la labor
educativa con la Iglesia católica y con las instituciones de socialización de
la mujer encabezadas por la Sección Femenina y Acción Católica (Caballero
Mesonero, 2004: 1525). Como la tradición eclesiástica considera la carne –el
acto sexual– el origen y la raíz de casi todos los pecados, las lecciones de
moralidad que se impartían eran «por excelencia la moral sexual» (Tejada,
1977, p. 21). Normas de la decencia cristiana, diseminadas por múltiples vías
y arduamente vigiladas, apoyaban la desaparición del cuerpo –mangas y faldas
largas– la separación de los sexos, y la virginidad de la mujer antes del matri-
monio. Es una fórmula para la represión sexual femenina. Con su poética de
sueños, Concha de Marco supera esta realidad histórica recuperando «los hori-
zontes escondidos del ser», los deseos sexuales obligatoriamente soterrados:
Apolo, eterno héroe,
cuerpo, presencia, materia de sueños
que fui hilando a lo largo de mi vida,
tú eres el dueño (13).
Conclusión
Las hilanderas de Concha de Marco, como Las hilanderas de Velázquez, es
una obra compleja de varios planos y con una pátina neobarroco conceptual.
La écfrasis que da unidad estructural al poemario introduce y mantiene un
enfoque en el arte femenino. Todas las figuras representadas son mujeres,
pero las más destacadas son las míticas artistas Minerva y Aracne. De Marco
establece como base del poemario un juego ingenioso: la fusión del arte de
tejer y el arte poético, para exponer alegóricamente una poética. El yo poético,
siempre con las hilanderas como cómplices, destaca aspectos sobresalientes de
su poética. Algunos son clásicos: la importancia de una tradición, la mirada
intensa, el profundizar en la intimidad, la amplitud del contenido, y la cortedad
del decir. De máximo interés es la representación de una poética de sueños.
Es una poética arraigada en la sociedad de posguerra que categorizaba a las
mujeres como intelectual y artísticamente inferiores, y que, además, las destina
al encierro doméstico y sexual. Una poética de sueños es la liberación. En el
poema es posible crear otras realidades: detener el fluir temporal o ser una
mujer libre e independiente, ser uno mismo, «desligado de ajenas voluntades»
(De Marco, 2018: 233).
Bibliografía citada
Altieri, C. (1985), «Why Stevens Must Be Abstract, or What Poets Can Learn from
Painting», en Albert Gelpi (ed.), Wallace Stevens: The Poetics of Modernism,
Cambridge, Universidad de Cambridge, pp. 86-118.
Anón. (1977), «Emocionante homenaje de la Tertulia Hispanoamérica a Carmen
Conde», ABC, 19 noviembre, p.37.
hilanderas-o-la-fabula-de-aracne-las-velazquez/4f0e21a4-cbd9-4bd7-be26-
891e894ead41
Revell, D. (2007), The Art of Attention: A Poet’s Eye, Minneapolis, Graywolf.
Tejada, A. L. (1977), La represión sexual en la España de Franco, Barcelona,
Biblioteca Universal Caralt.
Autoría: Resumen
María Isabel López Martínez
Universidad de Extremadura, España
[email protected]
Los topónimos en lírica establecen una riva-
https://orcid.org/0000-0003-2159-9297 lidad entre la indeterminación espacial carac-
Citación:
terística del género, que tiende a la generali-
López Martínez, María Isabel. «Toponimia zación para conseguir la trascendencia, y los
e imaginario poético en la lírica de Elvira espacios explícitos, que pueden comportar lo-
Lacaci», Anales de Literatura Española, n.º 38,
2023, pp. 135-156. https://doi.org/10.14198/ calismo. Los topónimos encuadran los hechos
ALEUA.2023.38.07 y además cobran protagonismo cuando los es-
Fecha de recepción: 29/03/2022 pacios condicionan a los individuos y confor-
Fecha de aceptación: 05/10/2022 man la visión de mundo del poeta. Así sucede
© 2023 María Isabel López Martínez en corrientes líricas que destacan la influencia
del medio en la persona, como la poesía social
Este trabajo está sujeto a una licencia de
Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative española de postguerra. El espacio constituye
Commons (CC BY 4.0). la base del imaginario poético de María Elvira
Lacaci en su libro Al este de la ciudad, que abor-
da los problemas de miseria en los suburbios
madrileños causados por los desplazamientos
de la población rural hacia las ciudades. Los
espacios también ayudan a construir la esencia
de la voz lírica y de la persona y, en algunos
casos, guardan las claves interpretativas del
poema.
Palabras clave: topónimo; imaginario poético;
Elvira Lacaci; poesía social.
Abstract
Toponyms in lyric poetry establish a confrontation between the spatial indeterminacy
characteristic of the genre, which tends towards generalisation in order to achieve
transcendence, and explicit spaces, which can entail localism. The toponyms frame
the facts, and also take centre stage when the spaces condition the individuals and
shape the poet’s outlook on the world. This is the case in lyrical movements that
emphasise the influence of the environment on the individual, such as Spanish post-
war social poetry. The space forms the basis of María Elvira Lacaci’s poetic imaginary
in her book Al este de la ciudad, which deals with the misery in the Madrid suburbs
caused by the displacement of the rural population to the cities. The spaces also con-
tribute to the construction of the essence of the lyrical voice and the person and, in
some cases, retain the interpretative keys to the poem.
Keywords: Toponym, poetic imaginary, Elvira Lacaci, social poetry.
2. Desde el punto de vista teórico, evaluar la función de los lugares pasa por replantear un
rasgo del discurso poético, la indeterminación, que parece entrar en liza con los empla-
zamientos y con el despliegue de topónimos. La indeterminación lírica está vinculada
a la distancia e impersonalidad, muy activas en el discurso poético, y, asimismo, a la
densidad de significación del poema por su habitual brevedad, frente a la potencial mayor
extensión de las narraciones.
3. En la antología titulada Dios en la poesía actual. Selección de poemas españoles e hispa-
noamericanos, Ernestina de Champourcin (1972: 377-381) sitúa a Elvira Lacaci en la
«Generación de posguerra» y selecciona cuatro poemas: «La cuchilla», «En el jardincillo»,
«Dios soñado» y «Las cosas viejas».
4. En Los cuadernos de Velintonia. Conversaciones con Vicente Aleixandre, José Luis Cano alude
a la amistad entre Aleixandre y Lacaci, además de mencionar que ella recibió el Premio
Adonáis con la influencia del autor de Sombra del Paraíso (Gallego Serrano, 2015: 187).
ahí el nombre propio traducido–, Lacaci rehúsa mencionar Madrid porque, sin
asomo de exotismo, no es el centro la diana de su libro, sino los suburbios. La
mayoría de los topónimos esparcidos en los versos enfocan esos enclaves que
se extienden sin planificación, situados geográficamente por el punto cardinal
«este». Son los barrios obreros en crecimiento durante los años cincuenta,
algunos con chabolas habitadas por inmigrantes procedentes de regiones
sumidas en la pobreza. Se trata de las migraciones internas que se produjeron
durante el franquismo, con profundos efectos sociales como la movilización
obrera, el problema de la vivienda, el crecimiento descontrolado de la ciudad,
el movimiento vecinal, etc. (Barbancho, 1975; Candel, 1976; Moradiellos,
2000; Silvestre Rodríguez, 2010).
Dada la carga confesional de Al este de la ciudad, el sujeto poético representa
a una autora cuyo imaginario poético son los suburbios por los que transita a
partir de su llegada a la capital hacia 1953 y, asimismo, los distritos del centro
madrileño que configuran otra zona personal y profesional donde también se
cruza con desfavorecidos. Aunque la poeta había migrado desde su Galicia natal
a Madrid, donde desempeña su trabajo y su actividad literaria, no se siente
miembro pleno de los grupos obreros, indigentes o enfermos, sino persona
que contempla, analiza y clama por ellos mediante sus versos, adoptando una
postura habitual en los escritores comprometidos de la postguerra, que no parte
necesariamente de posiciones políticas izquierdistas. Lacaci se acompasa con
las nuevas tendencias sociales de la iglesia católica que fraguarían en el Concilio
Vaticano II, convocado por Juan XXIII, que se desarrolló entre 1962 y 1965.
En la trayectoria literaria de Lacaci, la afluencia o no de topónimos depende
del carácter de los poemarios; en consecuencia, son casi inexistentes en Sonido
de Dios, por su índole religioso-introspectiva, aunque se rastrean en el poema
«Doniños» (1962: 38-39), evocación de la aldea gallega de la infancia con el
ambiente propicio a la religiosidad inculcada por el padre. A medida que la
poesía lacaciana se orienta hacia el análisis de lo externo, afloran los topónimos
para encuadrar el imaginario poético; la crítica ha apuntado con acierto que
«su realismo tiene un componente geográfico» (Ugalde, 2016). Así, el «sonido
de Dios», como bajo obstinato, va mezclándose con el rumor social en Humana
voz, a la vez que la identidad personal va volcándose hacia lo externo. De esta
manera acontece en «Retrato» (1957: 68), donde se menciona explícitamente
Madrid, y en otros textos que plasman entornos populares con nombre, como
el cine de barrio «Chamberí» (1957: 28). Esa ciudad que habita en el presente
y la atrae poco a poco contrasta con la decepción que le causó en la juvenil
visita acompañando a su padre, descrita en la composición «Madrid» (1957:
103-104), donde eleva el topónimo a título. La cultura y el espacio gallegos
5. En toponimia, el odónimo es el nombre propio que designa una vía o espacio de
comunicación.
6. Ella clama hacia esa «Ventana miserable, pero sin miseria», «la tan humana ventanita
humilde» que la impresiona hasta tal punto que –confiesa– «Mi pecho / se quería llevar
entre los suyos, / el latido de vida de unos seres enhiestos. / Y me perdí, serena, / entre
las sombras últimas del día» (Lacaci, 1963: 97-98).
11. En Al este de la ciudad aparecen varios casos de reproducción de rótulos en el texto a
través de las mayúsculas; vid. «Réquiem por unos barracones» (109-110). La intrati-
pografía es un recurso visual muy usado en las vanguardias para enfatizar secuencias o
para separar su condición de la del resto del texto. Lacaci aprovecha este recurso gráfico
para reproducir el objeto en el texto.
12. Entre los animales, Lacaci siente predilección por los asnos, tal y como demuestra en el
poema «El parque zoológico» de su libro de poesía infantil Molinillo de papel (1965: 27),
cuya ilustración de portada presenta a un niño que porta en su mano el citado molinillo
y marcha a lomos de un asno. «El parque zoológico» va dedicado a Platero, protagonista
del libro juanramoniano muy difundido como lectura infantil. Lacaci plantea la diferen-
cia entre el borrico del zoo, hermoso, pero hostil, y la idealización del asno moguereño,
quizás sugiriendo dos estéticas diferentes. En el poema «El borriquillo» (1965: 63) del
mismo libro el modelo literario es el rucio de Sancho Panza atraído hacia la sociedad de
consumo actual y el ámbito turístico de la costa española. En «Al carrito de la Plaza de
Oriente» (1965: 82), donde aparece el topónimo madrileño, el borrico tira del carro de
entretenimiento para los niños y, al contrario que en el caso de Platero, en el sueño de la
voz lírica y de los pequeños transportados alcanza categoría señorial de cuento de hadas.
En literatura no infantil el poema con el que guarda mayor relación el seleccionado de
Al este de la ciudad es uno sin título perteneciente a Humana voz (1957: 55-56), de tema
desagradable, pero de sentido opuesto: un elogio de la bondad, en la medida en que
reproduce la escena del amo que mata al asno para evitarle dolor.
descansaban
la quebrada columna vertebral.
Otros…
Comprendí qué era aquello.
Un dolor casi físico,
adherido
a lo más húmedo de mi garganta,
iba a brotar. Ardiente. A liberarse
en forma de pregunta
hacia tu Voz.
Pero no dije nada.
Silenciosa,
me alejé,
comparando
el dolor de estos niños
con la rosa que nace en mi ventana,
con la luna
que baña mi balcón.
Ellos son un Misterio más. Sobre la Vida (Lacaci, 1963: 183-184).
El poema fue publicado originariamente en la revista madrileña Cuadernos
de Ágora, en los números 43-45, correspondientes a mayo-junio de 1960, es
decir, casi tres años antes de su salida en Al este de la ciudad. La revista, edi-
tada por la escritora y agente cultural Concha Lagos, aglutinaba voces muy
destacadas de la poesía del momento, entre las que se encontraban notables
escritoras (Paraíso, 2005; Sánchez Dueñas, Porro Herrera, 2015; Navarrete,
2019). En el número citado, además de Elvira Lacaci colaboran, entre otros,
Francisco Brines, Gabriel Celaya, Antonio Gala, la propia Concha Lagos,
Manuel Mantero… Su sección de «Crítica de libros» acoge asimismo volúme-
nes tan significativos como Las brasas, de Francisco Brines, Poemas a Lázaro,
de José Ángel Valente, Enemigo íntimo, de Antonio Gala, etc. En ese sentido,
el lector del poema lacaciano en Cuadernos de Ágora obtiene datos sobre las
tendencias literarias vigentes entonces que circunscriben la producción de la
autora, pero se desvaen los relativos al contexto interno cuando encuentra el
texto en la parte final de Al este de la ciudad. En contra del apartamiento de los
círculos literarios señalado por parte de la crítica (Jiménez Faro, 1988: 151), la
colaboración de Lacaci en Cuadernos de Ágora da idea de su participación en los
órganos de difusión de la literatura de esos años. Sus poemas y cuentos se ras-
trean también en otras revistas específicas como Caracola, La Estafeta Literaria
y Cuadernos Hispanoamericanos (Rodríguez Callealta y Santos Collantes, 2013),
en publicaciones periódicas más generales (Familia Española, Sarrico, Benicarló
Actual) e incluso en la incipiente televisión. Aparecen asimismo en antologías
13. Como prueba de la valoración de la poesía de Lacaci en la época, Concha Lagos dedica
el libro Campo abierto (1960) a varios poetas, entre los que se encuentra M.ª Elvira
Lacaci, Manuel Mantero, Julia Uceda, Vicente Núñez, Carlos Sahagún, Antonio Gala,
Eladio Cabañero, Claudio Rodríguez, Pilar Paz Pasamar, Manuel Alcántara y José Ángel
Valente (Gómez Artal, 2013: 248).
a convocatoria se publica en el BOE de 16 de noviembre de 1962.
14. L
Conclusiones
El referente del espacio imaginario que Lacaci construye en Al este de la ciudad
es la dura existencia en los suburbios madrileños de las clases humildes con
las que ella se solidariza porque, como vecina de los mismos barrios, conoce
su deplorable estado. Sin embargo, mediante la contemplación desde ventanas
de casas o de vehículos, establece una distancia que evita la mezcla con los
desfavorecidos, con quienes no dialoga. Aparece, pues, una persona rodeada
de seres enfermos, sin fortuna, que asume la situación de ellos y los representa
poéticamente, pero está aislada en la soledad de una reflexión que desemboca
en planteamientos religiosos, donde Dios es el interlocutor. La poesía religiosa
de Lacaci fue bien aceptada en la España nacional-católica, a pesar de no ser
siempre complaciente, porque flaco favor hacía al régimen sacando a la luz la
desolación de los suburbios.
Los topónimos lanzan hilos directísimos entre la realidad y el imaginario
poético, ya que se erigen en recurso útil para la crónica. No se trata de lugares
abstractos, sino muy cercanos, concretos y nombrados. Una de las funciones
de los topónimos en Al este de la ciudad es servir de polo de contraste entre
estos predios y las posibles derivaciones de la fantasía e incluso del espíritu,
aspecto que revelan sobre todo los del centro de Madrid (Glorieta de Cuatro
Caminos, Puerta del Sol, San Francisco el Grande). Lacaci desea aferrarse a
lo real, al impulso vital, frente a su irreprimible tendencia a los laberintos
interiores. El áspero mundo circundante, aunque con destellos de belleza, y
el conato de reproducirlo en su poesía contribuyen a conformar su identidad
como ser humano y como escritora. Con ello, se aleja de los estereotipos
preponderantes atribuidos a la poesía escrita por mujeres, especialmente
si estas son de ideología conservadora y católicas, v. gr., la sensiblería y la
expresión dolorida del sentimiento amoroso. El universo de Lacaci se sitúa
a ras del suelo y se expresa por una palabra comprometida, volcada hacia
los otros, palabra que redime del propio dolor y asciende a los planos del
intelecto y del espíritu.
A pesar de que la reflexión íntima tome visos de generalización en el espa-
cio poemático, Lacaci no siempre consigue superar el localismo que puede
comportar el topónimo. En Al este de la ciudad se suceden estampas de época en
blanco y negro –semejantes a las fotografías de Tomás Muller que se intercalan
entre los textos del libro– ya con los bordes amarillos, pero con un inmarcesible
valor testimonial. Ofrecen una mirada distinta a las de hoy, susceptible de ser
rescatada, como sucede en algunas antologías más recientes, por ejemplo, la de
Angelina Gatell Mujer que soy. La voz femenina en la poesía social y testimonial
de los 50 (2006) y el proyecto Cien de cien. ¿Qué escribieron las poetas españolas
del siglo xx?, de Elena Medel.
Respecto a la integración de los topónimos en el cuerpo poemático, se han
analizado casos paradigmáticos de polisemia derivados del significado primitivo
de las palabras en que se asienta el topónimo y de los nuevos significados que se
acoplan cuando estos términos designan espacios. Además, a ello se superpone
el uso literario y la posibilidad de la lírica para exprimir las sugerencias. En el
poema «Calle de Leonor González», la placa urbana es un motivo literario que
propicia la reflexión sobre el espacio y sus moradores. En «Regina Angelorum»
el rótulo del edificio juega con los valores semánticos de un sintagma religioso
y, a la postre, es clave interpretativa, pues atesora las referencias a la índole del
lugar descrito, que explica los rasgos de los personajes. La difusión del poema
en dos canales distintos –la revista y el libro– incide en las posibilidades de
interpretación. El topónimo orienta en la reconstrucción del contexto histórico
y evita las lecturas desgajadas y anacrónicas. A su vez, la autora diseña una
geografía personal (Valle Buenestado, 2015: 1262), una imagen del espacio que
forma parte de la denominada geografía estética, mediante la cual construye un
relato que puede integrarse en la tradición cultural y en los esquemas mentales
de los receptores (Vilagrasa i Ibarz, 1982: 272).
Aunque no siempre se incluya su nombre, Lacaci se integra en el grupo
de escritores que, dentro de la órbita de la poesía social española del siglo
xx ha superado el «desgarramiento hiperbolizador» que corría «el peligro
de caer en la grandilocuencia» y en el «patetismo desaforado» en favor de
rasgos nuevos, entre los que la crítica ha destacado la «menor exasperación
expresiva; descenso de la intensidad poética, […] afán de acercar el lenguaje
a niveles coloquiales» (Prieto de Paula, 2015). Sin embargo, ella es ajena a
otra característica, el «desplazamiento temático de la angustia existencial por
la grisura de lo cotidiano o la preocupación colectiva», porque en sus versos
combina lo introspectivo y la percepción externa. La injusticia social le produce
aflicción, pero también le ofrece vía de salida y redención personal. Entre los
estereotipos y temas de la poesía social durante la dictadura franquista, se
han subrayado asimismo la representación concreta de la realidad, la falta de
libertad en un país escindido en dos –que afecta más intensamente a las muje-
res (Payeras Grau, 2009)–, la sensación de imposibilidad de tener un futuro
mejor, la pérdida de la fe, el deseo de los poetas de acercarse a los obreros para
ser leídos por la masa y para llegar a una comunidad unida en la lucha social
(Le Bigot, 2018: 97-122). Lacaci cumple el punto primero y quizás el tercero,
pero continúa con fe, aunque a veces con asomos de rebeldía, y no aspira a
la lucha social directa, sino a través de una ventana real e imaginaria de su
«habitación propia».
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332-335.
Autoría: Resumen
María Paz Moreno Páez
University of Cincinnati, EE. UU. La poeta Ángela Figuera Aymerich (Bilbao
[email protected]
https://orcid.org/0000-0003-3876-4500 1902-Madrid 1984) es ampliamente conside-
rada una de las voces más significativas de la
Citación:
Moreno Páez, María Paz. «La inscripción del poesía española de posguerra. Su obra es co-
cuerpo femenino en la poesia de Ángela Figuera nocida ante todo por la vertiente existencial y
Aymerich», Anales de Literatura Española, n.º 38,
2023, pp. 157-179. https://doi.org/10.14198/
comprometida que la caracteriza. En el caso de
ALEUA.2023.38.08 esta autora, la voz poética se articula desde la
Fecha de recepción: 08/02/2022
experiencia de la mujer y la conciencia de la
Fecha de aceptación: 10/03/2022 corporeidad adquiere una relevancia ineludible
© 2023 María Paz Moreno Páez
en su poesía. El presente artículo se enfoca en
la conciencia del cuerpo femenino y la inscrip-
Este trabajo está sujeto a una licencia de ción del mismo en el texto como claves subya-
Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative
Commons (CC BY 4.0). centes a la poesía figueriana. El análisis se apo-
ya en los principios teóricos de Luce Irigaray,
Hélène Cixous, Gayatri Chakravortry Spivak y
Jacques Ranciére, aplicando conceptos como le
parler femme, écriture féminine, subalternidad y
desacuerdo. Se analizará el porqué, el modo y el
fin con los que la poeta inscribe el cuerpo en su
escritura. Como se verá, el cuerpo de la mujer
aparece en la poesía figueriana con diferentes
valores: por un lado, expresión y celebración
del deseo sexual; por otro, representación sim-
bólica de la opresión de la mujer en el sistema
patriarcal y herramienta de lucha para rom-
per con dicha opresión; y finalmente, hay una
equiparación del cuerpo femenino con la tierra
en función de su capacidad creadora a través
de la maternidad, lo que conduce en última
instancia a la idea central en su obra de la ma-
ternidad como metáfora de la creación poética.
Palabras clave: Ángela Figuera Aymerich; poe-
sía española de posguerra; patriarcado, cuerpo
Abstract
Poet Ángela Figuera Aymerich (Bilbao 1902 – Madrid 1984) is widely considered one
of the most relevant voices in post-war Spanish poetry. Her work is mostly known for
the existential and committed aspect that characterizes it. In the case of this author,
the poetic voice is articulated from the experience of women, with the experience of
corporeality having an inescapable relevance in her poetry. This article focuses on the
awareness of the female body and its inscription in the text as underlying keys to the
poetry of Figuera. The analysis is based on the theoretical principles of Luce Irigaray,
Hélène Cixous, Gayatri Chakravortry Spivak and Jacques Ranciére, applying concepts
such as le parler femme, écriture féminine, subalternity and disagreement. I will ana-
lyze the why, the way and the purpose with which the poet inscribes the body in her
writing. As will be seen, the woman’s body appears in Figuera’s poetry with different
values: On the one hand, as an expression and celebration of sexual desire; on the oth-
er, as symbolic representation of the oppression of women in the patriarchal system,
and as a weapon to break with this oppression; and finally, there is an identification of
the female body with the earth, in terms of its creative capacity through motherhood,
which ultimately leads to the central idea in Figuera’s work of motherhood as a met-
aphor for poetic creation.
Keywords: Ángela Figuera Aymerich; postwar poetry of Spain; patriarchy, female
body; nature; erotic poetry; motherhood; parler femme; écriture féminine; gynocriti-
cism; women’s writing.
1. Todas las citas de la obra de Figuera se tomarán del volumen Ángela Figuera Aymerich,
Obras completas. En adelante, OC.
activo y es femenina sin lugar a dudas, sin que esconda ni disfrace su género.
En el centro de todo ello, o quizá en la raíz, está el cuerpo de la mujer. Es la
facultad de la mujer poeta de crear poemas desde su cuerpo lo que le permite
transformarse aquí en un árbol que da frutos.
ruptura con el orden establecido y reclamando por tanto acceso a los espacios
de poder dentro del orden social que les estaba vedado.
Vale la pena señalar la abundancia en la poesía de Figuera del campo
semántico de la naturaleza y de elementos del paisaje o accidentes geográficos.
A menudo estos elementos son personificados y en muchas ocasiones aparecen
feminizados o son metáforas de la mujer. En este sentido, las ya mencionadas
analogías de la mujer como árbol o como tierra-madre se repiten en su poesía,
si bien con distintos matices. La idea de fertilidad o de la figura que ofrece
protección desde el silencio, ignoradas sus contribuciones al bien común, son
nexos de unión entre el sujeto femenino y el mundo natural que posibilitan la
metáfora. Así puede verse por ejemplo en estos versos de «Nadie sabe», en el
libro Víspera de la vida (1953):
Pisa la tierra, vierte la simiente,
coge la flor y el fruto: sin palabras,
pues nadie sabe nada de la tierra
muda y fecunda que, en silencio, brota,
y nadie sabe nada de las flores
ni de los frutos ebrios de dulzura (OC:195).
La relación analógica entre la mujer y la naturaleza resulta extremadamente
fluida y no sorprende en absoluto, dado que la tradición cultural ha cosifi-
cado durante milenios el cuerpo de la mujer, representándolo metafóricamente
con elementos del mundo natural tales como árboles, flores o frutos. En este
sentido, no es descabellado trazar el paralelismo entre la subalternidad de la
mujer y el de la naturaleza. Ambas son figuras femeninas, y ambas sufren de la
opresión –y supresión– como modo de ser controladas. El dominio del espacio
natural y su progresivo silenciamiento al tiempo que se explotan sus recursos
perfila una analogía con la situación de la mujer en la sociedad patriarcal.
Conclusiones
Tal y como las páginas precedentes han demostrado, son numerosos los ejem-
plos en la poesía de Ángela Figuera en los que la voz lírica desafía las con-
venciones de la sociedad patriarcal impuestas sobre la mujer. Dicho desafío se
lleva a cabo por medio de diferentes estrategias, ya sea revisitando arquetipos
heredados de la tradición patriarcal –como el mito de Eva, por ejemplo– o escri-
biendo desde y sobre el propio cuerpo de la mujer. En la escritura de Figuera,
la mirada ginocéntrica es la que reformula mitos y da forma a la experiencia de
la mujer, en un ejercicio de empoderamiento que reclama espacio para la voz
femenina y sus experiencias. Liberada de pudores y restricciones que silencian
su voz, la poesía figueriana constituye un poderoso ejemplo de poesía en la que
el cuerpo es la herramienta para la articulación de la subjetividad femenina.
En oposición a la mirada masculina que tradicionalmente describe el cuerpo
de la mujer como un bello objeto, la mirada ginocéntrica de una voz poética
femenina construye un espacio para el desacuerdo, al tiempo que abre la posi-
bilidad de la revisión de arquetipos heredados que no se ajustan a la realidad
de la mujer. Por otro lado, la mirada hacia el espacio natural y su presencia en
términos poéticos constituye otra pieza importante dentro de este proceso de
reformulación de arquetipos. Las representaciones del cuerpo de la mujer como
tierra-madre, como flor o como árbol que da frutos, son poderosas metáforas
de la mujer y de la maternidad. Figuera reformula imágenes tradicionales,
articuladas desde la mirada masculina, para sustituirlas por metáforas de gran
fuerza que convierten a la figura femenina en agente activo y no objeto pasivo.
Así sucede por ejemplo con la imagen de la «mujer-flor», definida únicamente
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Autoría: Resumen
Isabel Navas Ocaña
Universidad de Almería, España Lucía Sánchez Saornil es una poeta de identi-
[email protected]
https://orcid.org/0000-0003-2599-0445 dad cambiante, que en principio se construye
a sí misma a partir de algunos tópicos del mo-
Citación:
Navas Ocaña, Isabel. «La reescritura del yo en dernismo para, a continuación. abjurar de esos
la poesía de Lucía Sánchez Saornil: textualizar el tópicos y sumarse con entusiasmo a la nueva
cuerpo, corporeizar el texto», Anales de Literatura
Española, n.º 38, 2023, pp. 181-203. https:// estética ultraísta, una estética de vanguardia
doi.org/10.14198/ALEUA.2023.38.09 de la que termina también abjurando para tex-
Fecha de recepción: 27/02/2022 tualizarse finalmente como escritora libertaria
Fecha de aceptación: 05/09/2022 y feminista. Pues bien, nos vamos a ocupar
© 2023 Isabel Navas Ocaña
aquí de una serie de textos de transición entre
el modernismo y el ultraísmo que evidencian,
Este trabajo está sujeto a una licencia de
Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative
además, una aguda conciencia crítica de índo-
Commons (CC BY 4.0). le feminista. De hecho, Lucia Sánchez Saornil
va a verbalizar muy elocuentemente el paso de
una a otra corriente mediante reveladoras imá-
genes femeninas, mediante cuerpos de mujer
violados, yermos, mutilados, que muestran a
las claras la opresión a que se ven sometidos
en la sociedad del momento. Como demostra-
remos a continuación, el compromiso feminis-
ta de Lucía Sánchez Saornil se va fraguando al
mismo tiempo que experimenta el anhelo de
transitar por otros derroteros estéticos y aban-
donar la senda archiconocida del modernismo.
Abstract
Lucía Sánchez Saornil is a poet with a changing identity, who at first builds herself
based on some modernist clichés, to later abjure those clichés and enthusiastically
join the new ultraist aesthetic, an avant-garde aesthetic that she also ends up abjuring
to finally textualize herself as a libertarian and feminist writer. Well then, we are going
to deal here with a series of transitional texts between modernism and ultraism that
also show an acute critical awareness of a feminist nature. In fact, Sánchez Saornil is
going to very eloquently verbalize the passage from one movement to another through
revealing female images, through raped, barren, severed, desecrated women’s bodies,
which clearly show the oppression to which they are subjected in the society of the
moment. As we will demonstrate below, Lucía Sánchez Saornil’s feminist commitment
is forged at the same time that she experiences the desire to travel along other aesthet-
ic paths and abandon the well-known path of modernism.
Keywords: Lucía Sánchez Saornil; Modernism; Ultraism; Feminism; Committed Lit-
erature.
Preliminar
Las distintas ediciones de la poesía de Lucía Sánchez Saornil nos han mostrado
a una poeta que se inició en el modernismo, tuvo una participación notable en
el movimiento ultraísta y finalmente abrazó el compromiso político, la mili-
tancia anarquista, y sobre todo la feminista. De hecho, si la edición primigenia
de Martín Casamitjana, publicada a mediados de los noventa (1996), puso
en valor la producción ultraísta, la reciente edición de Capdevila-Argüelles
(2020a), con el rescate de un buen número de poemas juveniles, ha venido,
a mi juicio, y probablemente sin pretenderlo, a poner el foco de atención en
la faceta modernista. Ni que decir tiene que la vertiente comprometida de la
obra de Lucía Sánchez Saornil, su Romancero de Mujeres Libres (1938), el único
poemario que publicó en vida, fue en un primer momento la más conocida y
la que antes vio la luz. A ella se sumó la edición de Martín Casamitjana, que,
sin descuidar los comienzos modernistas de Lucía Sánchez Saornil, la consagró
como la poeta del ultraísmo, como la única mujer que había tomado parte
decididamente en el movimiento ultraísta (1996: 7). Capdevila ha reunido
en Corcel de fuego nuevos poemas que, analizados con detenimiento, vienen a
engrosar la nómina de los considerados modernistas, pero también a replantear
algunas asunciones de la crítica, como el seudónimo masculino, la ambigüedad
en la expresión del deseo amoroso, las resonancias homoeróticas, etc. Así lo
hemos demostrado en otro lugar (Navas Ocaña, 2022). Lo cierto es que, con el
corpus poético del que ahora disponemos, Lucía Sánchez Saornil se nos revela
como una poeta de identidad cambiante, que en principio se construye a sí
misma a partir de algunos tópicos del modernismo, para a continuación abjurar
de esos tópicos y sumarse con entusiasmo a la nueva estética ultraísta, una
estética de vanguardia de la que termina también abjurando para textualizarse
finalmente como escritora libertaria y feminista.
Pues bien, para la construcción de ese yo cambiante, de esa identidad
nómada, Lucía Sánchez Saornil se vale de tres procedimientos que van a ser una
constante en su poesía, que estarán presentes desde los inicios: el seudónimo
masculino, que alterna en ocasiones con su nombre propio (Navas Ocaña,
2023); la proyección del deseo amoroso hacia elementos de la naturaleza o
bien hacia objetos de la modernidad, con el fin de dar cauce expresivo a una
sexualidad en conflicto con la norma; y la corporeización del texto, de la poesía
misma, la creación poética convertida en cuerpo de mujer, o por decirlo de
otro modo, los cuerpos femeninos como metáforas de la creación poética,
como símbolos de los distintos estadios por los que discurre la biografía y la
obra de Lucía Sánchez Saornil: el modernismo, la vanguardia, el compromiso
político, el feminismo.
Textualizar el cuerpo
La proyección del deseo hacia elementos de la naturaleza va a estar muy
presente en los poemas de Avante, Cádiz-San Fernando y Los Quijotes, todos
afines a la estética modernista, y va a ser una de las estrategias discursivas
que generen mayor ambigüedad. Puesto que ya la he estudiado en otro lugar
(Navas Ocaña, 2022), para evitar una innecesaria repetición, valga aquí como
muestra «Motivos galantes», publicado en Los Quijotes el 10 de octubre de
1918. En él, una joven «de graciosa silueta» y de «labios ardientes y rojos»
posa «inquieta» su mano en la del sujeto poético, un sujeto que, si se identifica
con la firma es masculino (Luciano de San-Saor), pero que, al transmutarse
en la luna, se convierte en una mujer y, como tal, es quien besa los ojos de su
amada: «–¿Si la luna estará enamorada? / La pregunta me fue susurrada / por
tus labios ardientes y rojos. / –¡Si la luna estará enamorada!… / Y la luna en
respuesta callada / largamente besaba tus ojos» (Sánchez Saornil, 2020a: 128).
Que sea la luna quien bese a la amada supone un desplazamiento de la
acción humana de besar hacia un elemento de la naturaleza, probablemente
con la intención de desviar la atención de esa mujer que besa, una mujer
enmascarada tras el seudónimo masculino, pero que, al proyectar su deseo
sobre la luna, termina evidenciando el cariz homoerótico del beso. «Motivos
2. El poema está firmado por Luciano de San-Saor, así que se presume un sujeto-hablante
masculino.
Corporeizar el texto
Del corpus/cuerpo modernista al ultraísta
Cuerpos ultrajados: Colombina
Ahora bien, cuando Lucía Sánchez Saornil intenta construirse a sí misma como
escritora, cuando pone sobre el papel el proceso de la creación poética, acude
de manera recurrente a cuerpos sexuados como femeninos, a cuerpos de mujer,
sin ningún tipo de ambigüedad. Ya hemos estudiado el caso en lo que concierne
a algunos poemas de índole modernista, en concreto «Madre primavera», «Mi
origen pagano», «El fauno», «Motivos triunfales», «Motivos románticos»,
«Autorretrato», «Tigresa», «Margarita» y «Jardines exóticos» (Navas Ocaña,
2022). Lucía Sánchez Saornil textualiza en ellos su relación con la tradición
grecolatina, con el romanticismo y con el malditismo, y lo hace a través de
7. Poema publicado en Los Quijotes el 10 de abril de 1918, que he analizado en otro lugar
(Navas Ocaña, 2022). El término Griseta, que procede del francés grissette, se aplica
fundamentalmente a trabajadoras manuales como las costureras y bordadoras.
8. «Sinfonías agrestes. Nocturno», Los Quijotes, n.º 86, 25 de septiembre de 1918. La rudeza
y la maldad del gañán hay quien la ha interpretado como una denuncia por parte de
Sánchez Saornil de la dominación masculina (Lecointre, 2014: 106): «Con una moza,
en las eras, retoza / un gañán recio que un beso aleve, / rudo y bellaco, ha rendido a la
moza. / Luego fecunda el pecado su larva… / bajo la luna –milagro de nieve–/ tálamo de
oro les brinda la parva» (Sánchez Saornil, 2020a: 127).
9. «Molino sin molinera / sobre tu rueda callada / enmudeció Primavera / los silbos de su
tonada» (Cádiz-San Fernando, n.º 77, 20 de octubre de 1916) (Sánchez Saornil, 2020a:
86).
10. La dedicatoria es la siguiente: «Para Adriano del Valle, que puso un cuento suyo, como
una estría de fuego, debajo de mi nombre» (Sánchez Saornil, 2020a: 140).
Además del acierto y la novedad del tema de la violación, de mostrar tan a las
claras ese cuerpo femenino violado, se observa ya el agotamiento, el abandono,
de los presupuestos del modernismo, simbolizado en la estatua de alabastro
derribada del pedestal por la vida «ruda y cruel», y sobre todo en el cadáver de
la bailarina. La luna enamorada de los poemas modernistas se ha transformado,
además, en una luna «despiadada» que se burla del dolor de Pierrot. Lucía
Sánchez Saornil recurre a un cuerpo de mujer, el de esta Colombina ultrajada
por los «sátiros pueblerinos», para dar cuenta de su propia evolución como
poeta, una evolución que no será fácil para ella –volveremos sobre esta cuestión
enseguida–, y de ahí quizás el énfasis en la violencia de la historia relatada a
tal fin. La joven poeta que cantó al amor, a las flores, al crepúsculo, a la luna,
ha desaparecido. Lucía Sánchez Saornil firma su partida de defunción con la
11. La dedicatoria de Adriano del Valle rezaba así: «A Lucía Sánchez Saornil, que lleva una
alondra lírica de Juan Ramón dentro del pecho» (Sánchez Saornil, 2020a: 140). Esta
dedicatoria evidencia por un lado la estrecha relación de la poesía de Sánchez Saornil
con el modernismo y por otro el reconocimiento del genio de Sánchez Saornil, de su
mérito como poeta, que la hace acreedora de la «alondra lírica» de Juan Ramón.
13. C
on excepciones notables como la de María Rosa Gálvez (Establier Pérez, 2009).
14. G
recia, n.º 23, 30 de julio de 1919.
del varón, y esa ausencia supone la condena a la esterilidad. Tal vez la consta-
tación de esa esterilidad femenina lo sea también de la esterilidad que la poeta
experimenta ahora, en un período de transición, cuando ha de despojarse de
las maneras del modernismo y adoptar la estética ultraísta. Después de haber
cultivado profusamente una poesía, la modernista, que ya tenía en su haber
un exitoso recorrido previo, con representantes de renombre como Rubén
Darío y Juan Ramón, y tópicos muy reconocibles para el público lector (la
tarde, el crepúsculo, la luna, etc.), Lucía Sánchez Saornil debió experimentar
el vacío de lo radicalmente nuevo, de lo que está aún por construir –al fin y al
cabo la vanguardia aspira a la radical novedad y Ultra no iba a ser menos–, y
probablemente atravesó por un momento de inseguridad, de incomodidad, que
textualiza con esas imágenes tan poderosas de las solteras y las viudas, de sus
cuerpos yermos por la demora o por la falta del varón –léase inspiración– que
las fecunde.
Es posible, además, que Lucía Sánchez Saornil perciba en este momento
su paso por el modernismo como una rémora, como algo que la aprisiona, que
le impide liberarse y abrazar decididamente el nuevo credo ultraísta. Así lo
evidencian, a mi juicio, dos poemas («Madrigal de tus sortijas» y «Poema de
la vida») y una prosa poética («Estaba enamorada de mayo»), que publica en
Grecia entre 1919 y 1920 y que abordan el tema del matrimonio.
«Madrigal de tus sortijas»15 va precedido por la cita de un verso de Juan
Ramón –«Oh tus sortijas líricas…»– perteneciente al poema número XVIII de
Laberinto (1913), cuyo tema es el aroma de la mujer amada (Jiménez, 2009:
51). La crítica coincide en interpretar este madrigal como una réplica al poeta
de Moguer desde los presupuestos del ultraísmo y el arte deshumanizado de
Ortega, que se aprecian ya en motivos de la modernidad como «las grandes
ampollas eléctricas» o en la violencia de algunas imágenes –las «manos cerce-
nadas»– que bien podrían considerarse de raigambre futurista (Celma Valero,
2005: 270-271 y Gala, 2021: 323). Lucía Sánchez Saornil emula al principio la
temática del poema juanramoniano al aludir al «aroma de flores exóticas que
me llegó de tus manos», para centrarse después en los anillos y las pulseras
de esas manos que, en lugar de adornarlas, las hieren, las cercenan: «¡Oh,
tus manos líricas, como cercenadas en las muñecas por dos finas pulseras de
oro!»; «tu dedo parecía cercenado y engarzado luego a tu mano con un hilo de
oro»; «sangraban en tu anular los corazones de tu sortija» (Sánchez Saornil,
2020a: 129). Mientras Juan Ramón percibía en las sortijas de la mujer amada
15. G
recia, n.º 6, 1 de enero de 1919 (Sánchez Saornil, 2020a: 129).
16. La frase completa, contenida en dos versos, es «Oh tus sortijas líricas, irisadas de mundos
/ que tienen una esencia tuya en cada diamante!» (Jiménez, 2009: 51).
17. G recia, n.º 19, 20 de junio de 1919 (Sánchez Saornil, 2020a: 154-157).
18. Un enojo expresado de manera muy gráfica: «[…] Otoño, que exasperado por su impo-
tencia, retuerce en locas convulsiones las ramas desnudas de los árboles, trunca de un
manotazo los chorros de las fuentes, alborota con sus babuchas la alfombra de hojas
doradas y roba a la luna su espejo, cegando el estanque» (Sánchez Saornil, 2020a: 155).
19. G recia, n.º 38, 20 de enero de 1920. Anderson (2001: 199) y Celma Valero (2005: 52-53)
coinciden también en señalar el carácter metapoético de este poema.
20. En esta hebra hay ecos del hilo de la vida, un hilo en poder de las Moiras, tres divinidades
de la mitología griega, conocidas como Átropo, Cloto y Láquesis, que encarnaban el
destino: mientras una lo hilaba, la otra lo enrollaba y la tercera lo cortaba cuando llegaba
la hora de la muerte. La versión romana de las Moiras son las Parcas, con la variante
de que una preside el nacimiento, la otra el matrimonio y la tercera la muerte (Grimal,
1989: 364 y 408).
21. La conquista de derechos de las mujeres a lo largo del siglo xix provocó en los albores
del XX una reacción misógina protagonizada por intelectuales muy destacados como
Nietzsche, Kierkegaard, Schopenhauer, Moebius, Ortega y Gasset, Gregorio Marañón,
etc. (Mangini, 2001: 97-112). La propia Sánchez Saornil rebatiría con contundencia la
teoría de la diferencia sexual de Gregorio Marañón en «La cuestión femenina en nuestros
medios» (Solidaridad Obrera, 1935) (Nash, 1975: 88-90 y Plaza Agudo, 2019: 45).
22. «¿Para qué pones rosas sobre tu seno y adornas tus cabellos con diademas? / ¿Para qué
prendes tu manto con broches de plata? / ¿Para qué cuelgas de tu garganta collares
prodigiosos? (Sánchez Saornil, 2020a: 158).
23. A
vante, n.º 243, 5 de diciembre de 1914.
24. La dedicatoria dice así: «Dedico estas letanías al magnífico señor Rafael Cansinos-Asséns,
maestro del ultraísmo» (Sánchez Saornil, 2020a: 132).
embargo, estas letanías están todavía en gran medida en la órbita del moder-
nismo. De hecho, en «Letanía gris» el tema del fin del amor lo expresa Lucía
Sánchez Saornil a partir de tópicos del modernismo como el otoño, la fuente,
la lluvia, las rosas, que ella conoce bien y que ha empleado profusamente en
poemas anteriores. La tristeza por el amor que se acaba se percibe en primer
lugar en toda una serie de imágenes relacionadas con elementos de la natura-
leza, algo muy habitual en la poesía modernista: las rosas son «pálidas»; las
«sendas» del parque están «desiertas», «olvidadas», «abandonadas»; el otoño
«canta en la brisa» «ensueños melancólicos» y llena la arboleda de «hojas
doradas» que caen en «languidez otoñal»; en la fuente, cuyo «chorro, antes
inquieto, agua apenas palpita», «hay el secreto de una tristeza infinita»; octubre
deshoja «cruel» los álamos y apaga «las tardes rojas en el lejano confín»; y «la
lluvia hace glosas de tristeza en los cristales» (Sánchez Saornil, 2020a: 132-
133). En una de las estrofas aparece también un piano, cuya melodía acentúa
el abatimiento, la congoja, y le confiere a la escena un aura de romanticismo:
«El piano ya no canta… / lento salmodia una pena, / bajo la caricia santa / de
unas manos de azucena» (Sánchez Saornil, 2020a: 133). El motivo de tanta
desolación, que no es otro que el fin del amor, va a quedar claro en las pocas
estrofas –son cuartetas–dedicadas a seres humanos: la cuarta, la novena y la
décima, de un total de once, además de la que se refiere al piano. En ellas,
Lucía Sánchez Saornil habla de labios y de ojos, utilizando una técnica poética
bastante frecuente desde Garcilaso de la Vega, la fragmentación del cuerpo, y en
particular del cuerpo femenino (Bergman, 1995): «Labios de rosas callados…
/ sueños en el corazón, / ojos bellos entornados, / para una meditación. / […]
Ojos llorosos, que eran / luminosos y atrevidos… / éxtasis mudos, que esperan
/ que vuelvan los besos idos… / Cerca un divino livor / estos ojos infantiles…
/ ya no hay magnolias de amor / en los búcaros gentiles» (Sánchez Saornil,
2020a: 132-133).
La siguiente letanía, titulada «Romanza dolorosa», la entona una voz feme-
nina al recordar la pasión que antaño sentía por ella su amante, una pasión que
ahora se ha tornado en la más absoluta indiferencia. La imaginería es de nuevo
de clara raigambre modernista con tópicos como «el oro del crespúsculo», las
fuentes, las estrellas, el estanque, la tarde que languidece. A lo largo del poema,
la mujer interpela una y otra vez a su amante: «¿No te acuerdas, mi amado»,
«Amor mío, ¿te acuerdas?» (Sánchez Saornil, 2020a: 135-136). Intenta hacerle
recordar su amor juvenil en un «mayo lejano / florecido y riente», «un mayo
como este» (135-136). Pero su amor está ahora languideciendo, es ya una
pasión extinguida o en trance de extinguirse. Lucía Sánchez Saornil así lo
indica, unas veces directamente, como cuando proclama «Languidece el idilio /
Los tres últimos versos contienen la respuesta: «El tiempo / sigue apagando
lámparas; / alma loca, alma mía» (164). La poeta entona aquí una elegía por
el fin de ese amor, por esas «páginas que hemos dejado atrás en las estanterías
del pasado», por la clausura de ese «libro de nuestros madrigales». Que escoja
estas imágenes tan literarias me parece indicativo de que el amor desgastado
por el tiempo, el amor finiquitado, es también el suyo propio, el que ella ha
sentido hasta ahora por la musa modernista.
25. C
ervantes, n.º 44, septiembre de 1920.
26. P
lural, n.º 2, febrero de 1925.
27. E
l Pueblo, n.º 12.916, 31 de julio de 1929 (Sánchez Saornil, 2020a: 220-223).
28. C
NT, 14 de marzo de 1933 (Sánchez Saornil, 2020a: 234-236).
una «luna suicida», en consonancia con esas imágenes de muerte que van a
ser recurrentes en este momento, una luna que «se precipita sobre el arrabal»,
como sucede en «Poema nocturno y musical»29, y termina cayendo a sus pies,
como en «Paisaje de arrabal. Anochecer de domingo»30.
En definitiva, el proceso de reescritura al que se ha sometido el yo poético
de Lucía Sánchez Saornil, ha sido, llegados aquí, largo y no exento de incer-
tidumbres y titubeos. Pero lo cierto es que desde los poemas modernistas
iniciales, cuyo corpus es bastante amplio, ha transitado hacia la vanguardia
ultraísta, haciendo gala tanto de entusiastas adhesiones como de vacilaciones e
incluso arrepentimientos, y en todos los casos para expresar esas metamorfosis,
esas vacilaciones, esos arrepentimientos, se ha valido de cuerpos, de cuerpos
sexuados como femeninos, de cuerpos metamorfoseados en lunas, soles y
flores, de cuerpos cosificados, que son aviones, reflectores y cintas de metraje
cinematográfico, de cuerpos ultrajados como los de Colombina, o marchitos,
como los de las solteronas y las viudas, de cuerpos oprimidos por el yugo del
matrimonio.
Cuando en 1937, en plena Guerra Civil, Lucía Sánchez Saornil se decida
a poner en versos un nuevo yo que se ha venido fraguando a lo largo de la
década de los años treinta a partir del compromiso político con el anarquismo
y de la militancia feminista en la asociación Mujeres Libres, recurrirá otra vez
a cuerpos de mujeres, aunque ahora sin vacilaciones ni ambigüedades. Valga
como muestra el «Romance de la libertaria», incluido en su Romancero de
Mujeres Libres (1938) y dedicado a María Silva, la nieta del mítico Seisdedos,
protagonista de los trágicos sucesos de Casasviejas, que fue fusilada en agosto
de 1936 (Montseny, 1951 y Plaza Agudo, 2019: 47). En este romance, Lucía
Sánchez Saornil se vale de un recurso muy común en la poesía amorosa escrita
por hombres desde Garcilaso de la Vega, la desmembración, la fragmentación
del cuerpo femenino, al que ya nos hemos referido antes. La poeta habla de
los «grandes ojos ardiendo» de María, de «su lengua andaluza», de su pálido
«rostro moreno», de «su cerebro de niña pobre / sin pan, sin libro y sin credo»,
de sus «piernas de corza joven / que hacen competencia al viento» (Sánchez
Saornil, 2020b: 9). De hecho, muestra a María huyendo campo a través, per-
seguida por «chacales con voz humana», para presentarla a continuación en
la cárcel, acosada ahora por «alguaciles y escribanos» que, con «apetitos sin
freno» «olisqueaban» la carne de María, que es –dice– «carne de pueblo», y «la
flor de su inocencia», que es un «aguijón de su deseo» (11-13). Pero entonces
29. V
értices, n.º 2, 1 de noviembre de 1923 (Sánchez Saornil, 2020a: 191).
30. G
recia, n.º 50, 1 de noviembre de 1920 (Sánchez Saornil, 2020a: 182).
estalla la guerra. Utiliza para indicarlo en el poema una imagen muy gráfica:
«a la luna subió el grito del pueblo ibero» (15). Narra entonces el fusilamiento
de María Silva a quien vuelve a referirse como «carne dolida del pueblo» y a
quien promete que ese mismo pueblo la vengará (19).
Obsérvese la relevancia que la luna tiene en la poesía de Lucía Sánchez
Saornil, una luna que se convierte en símbolo de los distintos momentos,
modos y corrientes literarias por las que la poeta transita desde sus inicios:
a la luna enamorada de la poesía modernista la sustituye la luna suicida del
ultraísmo, para terminar en esta luna guerrillera, que se convierte en símbolo
del pueblo español en lucha, y en símbolo también de nuevo de la textualiza-
ción, de la reescritura que de sí misma hace Lucía Sánchez Saornil como poeta
durante la guerra civil.
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Autoría: Resumen
Julio Neira Jiménez
Universidad Nacional de Educación a Distancia, Solo en los últimos años la historiografía
España
[email protected] poética española está llegando a reconocer el
https://orcid.org/0000-0001-9306-2515 error de haber menospreciado la significativa
Citación: presencia de la autoría femenina en la poesía
Neira Jiménez, Julio. «Recepción crítica de española del primer tercio del siglo xx. Los
Concha Méndez en la prensa de la Edad de Plata
(1926-1936)», Anales de Literatura Española, datos exhumados mediante una investigación
n.º 38, 2023, pp. 205-232. https://doi. minuciosa y desprejuiciada en la prensa espe-
org/10.14198/ALEUA.2023.38.10
cializada revelan que su recepción crítica fue
Fecha de recepción: 08/03/2022 más relevantes de la que hasta ahora se había
Fecha de aceptación: 05/09/2022
considerado y sus libros fueron reseñados y va-
© 2023 Julio Neira Jiménez lorados en un grado mucho mayor de lo que ha
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venido admitiéndose. Las páginas que siguen
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escritoras a mi juicio más relevante de aquel
tiempo: Concha Méndez, porque sobre ella ha
caído un doble muro de silencio, el colectivo
en que les sumió el exilio y el particular e in-
justo de haber sido «la sombra de», cuando su
personalidad tenía valores propios y así fue re-
conocida en la prensa.
Palabras clave: Autoría femenina; Concha
Méndez; Recepción crítica en la prensa.
Abstract
In recent years, poetic historiography has recognized the contempt and indifference
towards female poets of the first decades of the 20th century in Spain. As a result, we
have carried out a thorough investigation in the specialized press, which has provided
us highly relevant data. These data show that the critical reception of these poets was
very important and that it has not been studied enough. Her books were reviewed and
valued at their historical moment. This paper studies the critical reception of one of
the most important women writers of the early twentieth century: Concha Méndez.
Méndez’s poetic work has not been studied in depth or in all its significance, for two
reasons: first, she has been a forgotten figure because of exile; and, secondly, her figure
was in the background because of his personal life. In this paper, I am going to high-
light the values of his personality and the recognition she had in the press at the time.
Keywords: Female autorship; Concha Méndez; Critical reception in the press.
hacían las niñas; y yo les pregunté: «–¿Y es que los niños sí pueden manejar
un coche de caballos?» (Ulacia Altolaguirre, 2018: 151). En esos años de la
primera década del siglo –y aún en la actualidad– la diferenciación de roles de
género estaba marcada desde la infancia, como ejemplifican estas anécdotas.
Concha Méndez veía cómo sus mayores deseos –ser capitana de barco, avia-
dora o conductora de coches de caballos– no encajaban en esa distribución
social. A ella lo que le gustaban eran los juegos de niños. Su lucha contra esa
discriminatoria asignación genérica se identificará con los fundamentos del
pensamiento feminista.
Y, desde su adolescencia, toda su vida sería una lucha por la independencia,
o lo que es lo mismo, por su libertad personal, en contra de la mentalidad
tradicional de sus padres. A él, constructor que había medrado socialmente
por su matrimonio, «no le cabía en la cabeza que las chicas hicieran algo»
(Ulacia Altolaguirre, 2018: 37); y cuando su hija se fue de casa destrozó airado
el retrato que le había hecho Maruja Mallo. Su madre, aristócrata arruinada
que salvó la situación al casarse, reaccionó violentamente al enterarse de que
Concha había asistido como oyente a una clase en la universidad: le golpeó
con el auricular del teléfono: «Me abrió la sien y me salió un chorro de sangre.
[…] Tuvieron que vendarme la cabeza y aún guardo la cicatriz. Ya era mayor
de edad y pisar la universidad era imposible» (Ulacia Altolaguirre, 2018: 45).
Como no la dejaban salir sola de casa llegó a amenazar con suicidarse. Estos
episodios, ya conocidos, explican el continuo anhelo de huida de nuestra poeta:
Al cumplir mi mayoría de edad, decidí emanciparme un tanto de la familia; tal
emancipación consistía en salir a la calle sin la vigilancia de una institutriz, o
un familiar cualquiera, y solo durante las mañanas y las tardes. Hubo un gran
disgusto familiar, pero en esa «libertad» pude cambiar los tés danzantes, etc.,
por exposiciones, conferencias y las tertulias de café madrileñas –que tanto
alarmaban a la familia– (Valender, ed., 2001a: 16).
En esas salidas subrepticias conoció a Maruja Mallo, Federico García Lorca,
Rafael Alberti, con quienes transgrediría las costumbres ciudadanas de los
biempensantes: ellas pasean sin sombrero –anécdota que no debe elevarse a
categoría; juntos recorren recitando poemas tramos de la ciudad por los que
evitaban pasar las muchachas decentes, como la calle de Alcalá entre la plaza
de la Cibeles y la calle de Sevilla; se asoman a las tabernas, entran en las tertu-
lias. Acciones que entonces contenían un grado significativo de provocación
social. Otras tuvieron mucho más calado para su formación intelectual y el
desarrollo de una vida profesional independiente: a espaldas de sus padres
estudió en el Centro de Estudios Históricos un curso de profesora de español
para extranjeros, que le proporcionó una capacitación profesional; y participó
en 1926 en la fundación del Lyceum Club, bien conocido como lugar para
la difusión cultural entre las mujeres, pero también asociación creada para
ayudar a las de pocos recursos con la creación de guarderías y otras acciones
educativas (Mangini, 2001).
Y, sobre todo, logró culminar su vocación de poeta, pues en 1926 publicó
un libro, firmado como Concha Méndez Cuesta, titulado Inquietudes, al cuidado
editorial de Juan Pueyo, yerno de Rosalía de Castro (Ulacia Altolaguirre, 2018:
55) y pie de la Librería Gulliver. Respecto a la confección del poemario, explica
Concha Méndez que escribía en las sillas del Paseo de la Castellana bajo los
faroles de gas, y que hizo la selección de los poemas junto a Alberti y otros
amigos en un pinar cercano a su casa (Ulacia Altolaguirre, 2018: 54-55). El
dinero para costear la edición se lo dio su padre para contentarla en una ocasión
en que había intentado escapar de casa, tentativa abortada por su madre, que
la sorprendió al salir (Ulacia Altolaguirre, 2018: 48). De manera que fue esa
voluntad centrífuga la que le sirvió para cumplir su objetivo de ser poeta.
La primera noticia de Inquietudes en la prensa madrileña apareció el 26
de marzo de 1926 en un suelto anónimo de la sección miscelánea de Libros
recibidos en el diario La Libertad, donde se cita la opinión de José Lorenzo en
el colofón: «es el primer libro de Concha Méndez, un libro de juventud, de
inexperiencias, de cosas aún informes, pero sincero, sin artificios, pleno de
emociones y de jirones de alma» (Anón., 1923a: 6). Lorenzo era gerente de la
editorial Oriente y después fundaría Ediciones Ulises. El espectro ideológico de
este periódico no podía ser más distinto del hasta ahora tenido en cuenta, pues
pronto se consideró el más radical dentro del liberalismo democrático, abierto
a las izquierdas y especialmente al socialismo. No otro podía ser el ambiente
en que fuera bien recibido un libro como el de Concha Méndez. El siguiente
2 de abril La Libertad publica de nuevo la noticia, con foto de la autora y el
poema «Tenerife» (Anón., 1926b: 6); y La Voz publica la foto con la noticia
(Anón., 192). Sin embargo, el interés del libro salta las barreras ideológicas. La
noticia aparece el mes siguiente en La Nación, el principal diario conservador,
que publica un suelto anónimo el 25 de mayo, con la más acusada retórica de
la condescendencia hacia la autoría femenina. El gacetillero debió de aplicar el
«libro de estilo» para críticas de poetisas, que da por supuesto que la ternura
es exclusivamente femenina y que la autora era muy joven, aunque había
cumplido ya los veintiocho años. En lo que sí acertaba era en el «bizarro»
porvenir que le esperaba:
He aquí un libro sencillo e ingenuo, que acusa una fuerte intuición poética. Los
poemitas de Concha Méndez, dentro de la frivolidad de sus motivos temáticos,
como que son los primeros balbuceos de una poetisa de fibra, muy joven y
2. Concha Méndez conservó el recorte de esta entrevista sin el título del periódico donde se
publicó, ni la fecha. Debió de ser El Pueblo Vasco, diario en que colaboraba el reportero
Txibirisko, y en el verano de 1927.
3. La revista Madrid Automóvil informa en su número 22 (octubre de 1926, página 165) que
en el mes de septiembre se ha matriculado un automóvil Citroën con placa n.º 20632 a
nombre de Concha Méndez.
le hacía más opresivo. La impresión que dejan los poemas del libro es la de
fuerza, vigor atlético y novedad lírica, la de una mujer que afronta con firmeza
su futuro. En el número de Revista de las Españas de ese primer trimestre de
1928 Ernesto Giménez Caballero recomienda dos libros de poesía, el de Rogelio
Buendía, Guía de jardines, y Surtidor. Con ese ingenio que trataba de emular a
Gómez de la Serna, el director de La Gaceta Literaria y futuro ideólogo fascista,
nos ofrece esta imagen poderosa de la poeta: «Surtidor y jardín… Pero, sin
embargo, circo y acrobacia. Ningún romanticismo. Concha Méndez, nombre de
boxeadora. Se rompe los bíceps con las musas. Y las gana nadando» (Giménez
Caballero, 1928: 31). Concha Méndez es directa, sincera. Los paños calientes
no van con ella. La prueba es que en la encuesta «Opiniones juveniles» con
que La Gaceta Literaria pulsa en su número del 1 de febrero de 1928 la opinión
de jóvenes autores sobre el novelista Armando Palacio Valdés, Concha Méndez
responde: «No puedo emitir opinión alguna sobre don Armando Palacio Valdés,
porque de las dos obras suyas que empecé a leer, ninguna me fue posible termi-
narla» (La Gaceta Literaria, 1 febrero 1928: 1). La respuesta es tan irrespetuosa
como las que ofrecen Rosa Chacel o Concha de Albornoz, amigas de Concha,
que desprecian la obra del anciano novelista. La iconoclasia de los banquetes
literarios de La Gaceta en la que eran duchos Buñuel, Dalí, Pepín Bello, etc.
había prendido también en las jóvenes autoras
El segundo libro de Concha Méndez, Surtidor, tuvo una acogida crítica muy
notable. La primera reseña apareció también en La Gaceta Literaria, obra de
Francisco Ayala. El por entonces autor de Tragicomedia de un hombre sin espíritu
(1925) e Historia de un amanecer (1926) pondera en ella la elección del título
como imagen poética en sí misma y explica los valores jóvenes que caracterizan
a su autora: «vitalidad, fuerza, decisión entusiasmo» (F. A., 1928: 3), además
de destacar sus aficiones deportivas y su actividad cinematográfica. Por lo
que respecta a sus poemas, Ayala los juzga: «Son poemas claros, sin escuela,
floraciones espontáneas de un temperamento poco disciplinado. Movimientos
sueltos, ceñidos tan solo por la fuerza externa de una envoltura, y en los
que aparecen con su grito de júbilo los temas deportivos de la vida moderna:
balandros, aeronaves, skis…» (F. A., 1928: 3). Por encima de la conjunción
estructural del poemario o de influencias superficiales, lo que Ayala aprecia en
el libro es su alegría y su lirismo «posible accidente de aviación poética» (F.
A., 1928: 3). No se olvide que estamos en el año en que Rafael Alberti lanza
en Cal y canto la explosión deportiva de sus imágenes de vuelo y acrobacia.
La segunda reseña de Surtidor apareció en otro lugar de mucho prestigio en
la crítica literaria del momento: la página de Libros del diario El Sol. Firmada
por José Díaz Fernández –autor de El blocao (1928) y de La Venus mecánica
4. La reproduce James Valender (ed., 2011: 33-38) de un recorte de prensa sin fecha ni
nombre del periódico. Podría ser de El Diario Alavés, medio en el que solía colaborar
este periodista.
en una entrevista argentina: «yo prefiero decir poetas porque la palabra poetisa
me suena a cosa banal –entre merengue y amapola–» (Valender. ed., 2001: 53).
Fernández Almagro, no obstante, caracteriza el nuevo libro de Concha
Méndez como típicamente femenino («trasciende un fuerte olor de mujer»,
Fernández Almagro, 1930: 1), pues detecta en sus poemas: «Una ligereza espe-
cial, una atractiva superficialidad, unas coqueterías de inspiración, un tributo
espontáneo al amor, que hablan, no ya de mujer, sino de muchacha. Esto es: de
mujer reforzada en sus gracias por la juventud» (Fernández Almagro, 1930: 1);
juicio que evidencia una mirada bastante tópica y secularmente androcéntrica.
Como señala Roberta Quance, «Siendo la cultura por naturaleza masculina,
ninguna obra de mujer, por novedosa que fuera, podía decirse que se librara del
todo de la sospecha de que se trataba en el fondo de algo bastardo» (Quance,
2001: 197). Aunque, justo es reconocerlo, el crítico rinde tributo a la volun-
tad con que la autora ha sabido «adueñarse de su destino y regir la vida con
esa mano firme que puede tener cualquier hombre», para caer enseguida de
nuevo en el cliché: «sólo que además de enérgica en la mujer contemporánea
es suave: femenina siempre». Por último, destaca la ausencia de patetismo en
la expresión del amor, la deportividad antidramática con que Concha Méndez
afronta la vida y la poesía.
Rafael Cansinos Assens, el posmodernista impulsor de la vanguardia en
España, reseña ampliamente el libro de quien denomina «femenino Ulises»
por sus «osadas navegaciones por mares exóticos» –se supone que osadas y
exóticos sólo por tratarse de una mujer– en La Libertad el 17 de agosto de 1930.
Enmarca la obra en la tradición de la poesía española reciente de tema marino
(Juan Pujol, Tomás Morales, Juan Ramón Jiménez, José del Río Sainz y Rafael
Alberti) con «ese pathos deportivo propio de. nuestro tiempo […] pathos
humorístico propio de la posguerra» (Cansinos Assens, 1930: 4), que identifica
sobre todo con Rafael Alberti. Repasa Cansinos la imaginería marinera y lúdica
en los poemas de Concha Méndez, y acierta al detectar la verdadera raíz de su
personalidad: «Ansia de horizonte, de libertad, es lo que siente esta juventud de
mujer que se ahoga en tierra firme». Y, con su amplia experiencia de iniciador
de jóvenes y entusiastas noveles en la poesía, concluye que el mayor encanto
de estos versos es su condición de:
[E]xpresión perfecta del alma de la joven moderna que los ha compuesto y
desprenden una sana y limpia simpatía. Son los versos propios de esta época
nuestra, en que la mujer, más sensible acaso que nunca al amor, parece buscar
refugio contra él –aunque sin dejar de invocarlo– recorriendo los continentes
o los mares –deportista, exploradora, recordwoman– […] Atalantas esforzadas
en un ambiguo aire de Galateas (Cansinos Assens, 1930: 4).
Ya es bastante que ella nos traiga la música innumerable y polifónica del mar
y el resonar estridente de los silbatos porteños (Pereda Valdés, 1931: 16).
A su regreso, Concha Méndez publica un volumen con dos obras de teatro:
El personaje presentido y El ángel cartero, que reseña en Ahora Alberto Marín
Alcalde. El crítico pondera la modernidad de los planteamientos de Concha
Méndez y la exacta arquitectura dramática de las escenas: «La sucesión de
escenas se verifica en rápidas e incesantes mutaciones que permiten acomo-
dar las incidencias de cada momento a los más diversos matices del proceso
dramático […] La concatenación de momentos dramáticos, se halla sometida
[…] a una gradación finísima en que se manifiestan los más sutiles tornasoles
psicológicos.» (Marín Alcalde, 1931: 34); aunque echa en falta los elementos
inherentes a la representación, lo que distingue el teatro del mero diálogo. En
el anónimo Resumen literario de 1931 que publica la revista Nuevo mundo el 8
de enero de 1932 la valoración de ese volumen teatral es muy elogiosa respecto
a su capacidad renovadora:
Y he aquí la farsa escénica con color y sabor modernos: El personaje presentido
y El ángel cartero, de Concha Méndez Cuesta. Iniciación pirandelliana; pero
no fatigada por la madurez, sino audaz por la juventud. Bríos no solo en
el diálogo, sino también en las situaciones. Originalidad, no extravagancia.
Finura, no blandura. Inteligibilidad, no intelectualidad, esto es, teatro que
entenderán todos, incluso los intelectuales del teatro (Anón. 1932: 18).
Mas, sin duda, lo más relevante vital y literariamente en el regreso a Madrid de
Concha Méndez fue el encuentro con el poeta malagueño Manuel Altolaguirre,
a quien le presentó Federico García Lorca. Ese encuentro cambió sus vidas. Ella
dudaba entre solicitar una concesión para colonizar tierras en Guinea; o pedir
una beca del Centro de Estudios Históricos para estudiar dirección teatral en
la Universidad de Columbia. Él se había enrolado en una expedición científica
al Amazonas. Pero su encuentro cambió sus planes. Ella le propuso asociarse y
comprar una imprenta de mano con el dinero que había ganado en Argentina
para dedicarse a la edición. Así lo hicieron, y Concha Méndez fue al tiempo
la socia capitalista y la obrera, pues debido a su complexión atlética, fue ella
quien manejaba la prensa. Él diseñaba los libros y los repartía por las librerías:
Era yo quien la manejaba; la manejaba vestida con un mono azul de mecánico;
era difícil y cansado, pero como era deportista tenía una fuerza increíble.
Cuando salía a la calle con aquel mono, la gente se quedaba extrañadísima;
no recuerdo haber visto en todo Madrid a otra mujer vestida en pantalones
(Ulacia Altolaguirre, 2018: 90).
tema: «¿A qué mujer de la Historia de España admira usted más? ¿Por qué?».
Concha Méndez responde:
A Juana la Loca, por su dramática existencia, porque amó hasta la locura, por
ser madre de Carlos V e hija de Isabel la Católica, estando en el tiempo y por
la sangre entre estas dos grandes figuras de la Historia; siendo puente de fuego
y niebla, de pasión y de extravío, entre estas dos personalidades.
En 1933 publica varios poemas de su libro inédito Vida a vida en El Sol (4 de
abril: 2; 20 de mayo: 2; 30 de junio: 2); y el libro se anuncia en el número
de agosto de la revista Eco (2). Pero no hemos hallado reseñas en la prensa
literaria. Sí una reseña de varias novelas de Stendhal; una de ellas, La abadesa
de Castro, traducida al castellano por «Concha Méndez de Altolaguirre» en el
diario Luz (1 agosto: 9) a cargo de Benjamín Jarnes. Y a partir de entonces, un
largo silencio de dos años que corresponden a los que la pareja pasó en Londres
con una beca de la Junta para Ampliación de Estudios. Es sabido que en ese
tiempo publicaron la revista 1616 y que Concha Méndez quedó embarazada
de un niño que trágicamente falleció en el parto. Experiencia que dio origen
a los poemas de su libro Niño y sombras.
Regresaron a Madrid en octubre de 1935, como informa Heraldo de Madrid
(10 octubre 1935: 5) en la página literaria de Miguel Pérez Ferrero. Se da
noticia anónima también de la publicación del volumen de teatro El carbón
y la rosa de la poeta madrileña, de la que se afirma: «Es Concha Méndez uno
de los valores literarios seguros de esta hora y su inquietud se ha manifestado
cuajada de excelencias en el verso y la prosa» (Anón., 1935: 5). Y es el propio
Miguel Pérez Ferrero quien un par de meses más tarde publica en el mismo
diario un artículo sobre ella donde recuerda su intrepidez para abandonar una
vida burguesa llena de comodidades y ganarse la vida por sí misma. Se refiere
a El carbón y la rosa:
Hoy Concha Méndez acaba de publicar un libro que ya en Londres obtuvo un
resonante éxito. Se trata de una pieza de teatro infantil la que hora ve la luz
en letras de molde. Su título: El carbón y la rosa.
Una pieza de verdadero teatro infantil que, si en Inglaterra pudo represen-
tarse en su traducción, aquí deberá tener muchos lectores. Muchos lectores.
¿Servirán estas líneas de llamada de atención?
Esta obra de teatro infantil se estrenó en Madrid el 6 de febrero de 1936 en
el Lyceum Club dentro de una serie de lecturas organizadas por la presidenta
de la Sección de Literatura Halma Angélico. La lectura corrió a cargo de Luis
Cernuda y tuvo un notable impacto mediático (La Voz, 4 de febrero: 3; Heraldo
de Madrid, 5 de febrero: 9). Las crónicas del acto (El Sol, 7 de febrero: 5) recogen
las palabras de Concha Méndez que apostaron por la creación de un circuito de
teatro experimental con el apoyo de socios que aportaran una pequeña cuota,
para intentar que el teatro infantil tuviera el desarrollo que alcanzaba en la
escena inglesa, donde se había presentado la traducción de la obra realizada
por Mary Allinson en el teatro experimental de Cambridge.
Cernuda, Concha Méndez y Manuel Altolaguirre eran muy amigos. Vivían
en el mismo edificio de la calle Zurbano de Madrid. No podían faltar entre los
convocantes del banquete que los amigos y admiradores organizaron el 20 de
abril de 1936 en honor del poeta sevillano con motivo de la publicación de La
realidad y el deseo (Ahora, 19 de abril: 38; El Sol, 21 de abril: 2). La costumbre
del banquete estaba asentada en la vida literaria española. Los motivos podían
ser muy variados: un éxito editorial o teatral, el regreso de una larga gira, etc.
Un par de meses antes, el 9 de febrero, el banquete se ofreció a Rafael Alberti
y María Teresa León, que habían vuelto de su largo viaje por Europa y América
como enviados por el Socorro Rojo Internacional tras la revolución de Asturias,
origen del libro 13 bandas y 48 estrellas. Poema el Mar Caribe. Las crónicas
mencionan a la pareja de editores entre los asistentes (La Libertad, 8 de febrero:
9; Heraldo de Madrid, 11 de febrero: 5).
En el dedicado a Luis Cernuda la posición central de Concha Méndez,
junto a Luis Cernuda, en la cabecera indica una situación de preeminencia.
Esta conocida fotografía permite hacer algunas consideraciones sobre el status
de la mujer en la poesía de la época. En la icónica fotografía del acto de Sevilla
en diciembre de 1927 que sirve para identificar a la generación del 27 no
aparece ninguna mujer. En la del homenaje a Cernuda, diez años después la
presencia femenina es muy nutrida. Según la prensa (El Sol, 21 de abril: 2), asis-
tieron, además de Concha Méndez, Concha Albornoz, Maruja Mallo, Maryka
Antonieta Hagenaar, la mujer de Pablo Neruda, Sofía Blasco, Eva Taz, María
Zambrano, Delia del Carril, María Teresa León y Rosa Chacel. Es indudable que
la mujer había conquistado ámbitos de protagonismo impensables en 1927. Y
en ese proceso de visibilidad y agencia personal la actitud de Concha Méndez,
su lucha por ser poeta había resultado decisiva.
La visibilidad y el protagonismo de la poeta madrileña eran ampliamente
reconocidos en la prensa del momento, según venimos comprobando. El Sol
reseña su presencia en un recital de poemas celebrado el 30 de mayo de 1936 en
la Feria del Libro. El elenco es espectacular: Rafael Alberti, García Lorca, Luis
Cernuda, Altolaguirre, Neruda, Concha Méndez, Aleixandre y Arturo Serrano
Plaja (El Sol, 30 mayo: 2). La presencia de Concha Méndez es igualitaria. No
es una lectura reducida a las mujeres. Está en pie de igualdad con los princi-
pales poetas españoles del momento. Esa equiparación, que en la actualidad
sigue persiguiéndose, era el mayor logro que una poeta podía plantearse, pues
Bibliografía citada
Anón. (1922a), «La Granja. Una poetisa de dieciséis años», La Época, 5 septiembre,
p. 1.
Anón. (1922b), «De sociedad», La Correspondencia de España, 6 septiembre, p. 5.
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p. 4.
Anón. (1923b), «Las piedras de Horeb poesías, por Pilar de Valderrama», La Época,
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Anón. (1923c), «Libros recibidos», La Libertad, 23 marzo, p. 6.
Anón. (1925), «Pilar de Valderrama», El Consultor Bibliográfico, octubre, pp. 272.
Anón. (1926a), «Nuestras poetisas. Inquietudes», La Libertad, 2 abril, p. 6.
Anón. (1926b), «Revista bibliográfica. Autores y libros: Inquietudes (poemas), por
Concha Méndez Cuesta», La Nación, 25 mayo, p. 4.
Anón. (1926c), foto Concha Méndez Cuesta, La Voz, 2 abril, p. 2.
Anón. (1932), «Resumen literario 1931», Nuevo mundo, 8 enero, pp. 16-18.
Anón. (1935), «Un libro de Concha Méndez», Heraldo de Madrid, 10 octubre, p. 5.
Araujo Costa, L. (1924), «Una poetisa aristocrática», La Época, 26 enero, pp. 1-2.
Araujo Costa, L. (1925), «Un libro de versos de la señorita Cristina de Arteaga»,
La Época, 4 diciembre, p. 1.
Araujo Costa, L. (1926), «Libros de versos», La Época, 7 junio, p. 4.
Arconada, C. M. (1928), «En la Residencia de Estudiantes. Mujeres árboles y
poetas», La Gaceta Literaria, 15 agosto, p. 2.
Autoría: Resumen
Alicia Pelegrina Gutiérrez
Universidad de Jaén, España Josefina de la Torre Millares (1907-2002) es
[email protected]
https://orcid.org/0000-0001-7252-0396 una de las grandes autoras de la joven litera-
tura. Pese a la indudable calidad de su obra
Citación:
Pelegrina Gutiérrez, Alicia. «“Cuando el poética y a su inclusión en la segunda edición
tiempo no tenga ya memoria”: el tema del de la célebre antología Poesía española contem-
recuerdo en la poesía de Josefina de la Torre»,
Anales de Literatura Española, n.º 38, 2023,
poránea (1934) de Gerardo Diego, su figura fue
pp. 233-252. https://doi.org/10.14198/ olvidada durante años. En las últimas décadas
ALEUA.2023.38.11
han surgido varios estudios destinados a recu-
Fecha de recepción: 15/12/2021 perar su legado. Este trabajo se propone seguir
Fecha de aceptación: 05/09/2022 ahondando en su obra poética a través del aná-
© 2023 Alicia Pelegrina Gutiérrez lisis de un tema recurrente en sus poemarios:
el recuerdo. Se trazará la evolución de dicho
Este trabajo está sujeto a una licencia de
Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative concepto mediante el estudio de los poemas in-
Commons (CC BY 4.0). cluidos en los cuatro libros poéticos que publi-
có en vida: Versos y estampas (1927), Poemas de
la isla (1930), Marzo incompleto (1945 y 1968)
y Medida del tiempo (1940-1989).
Palabras clave: Josefina de la Torre; moder-
nismo canario; grupo del 27; poesía; recuerdo.
Abstract
Josefina de la Torre Millares (1907-2002) is
one of the greatest authors of the Generation
of ‘27. Despite the undeniable quality of her
poetic work and its inclusion in the second
edition of Gerardo Diego’s famous anthology
Poesía española contemporánea (1934), her fig-
ure was forgotten for years. In recent decades,
several studies have emerged aiming to recover
her legacy. This paper delves into her poetic
work, addressing a recurring topic in her poetry books: remembrance. The evolution
of this concept is analysed through the study of the four poetry collections published
during her lifetime: Versos y estampas (1927), Poemas de la isla (1930), Marzo incom-
pleto (1945 y 1968) and Medida del tiempo (1940-1989).
Keywords: Josefina de la Torre; Canary Islands Modernism; Generation of ‘27; poetry;
memory.
El tema del recuerdo es uno de los ejes principales de la obra poética de Josefina
de la Torre (1907-2002). Varios investigadores lo han señalado. Puente (2007,
2020) destacó la recurrencia de las palabras «anhelo» y «ausencia» en su poesía
y escribió acerca de la «magua», la tristeza melancólica, como uno de sus pila-
res. Campos Herrero (2007: 149), Llarena (2007: 201), Navarro (2007: 221) y
Millares (2020: 9) también apuntaron a la presencia constante del recuerdo en
los versos de la canaria, y lo vincularon con la nostalgia y lo perdido. Asimismo,
Patrón Sánchez (2020: 19; y 2022: 148) lo colocó en el centro del universo
poético de la autora, destacando su componente intimista, y Martín Fumero
(2011: 352) enfatizó su importancia al analizar los dos primeros poemarios
de la autora. Con estos precedentes, resulta necesario seguir profundizando
en el papel que tiene la rememoración en la poesía de Josefina de la Torre y
ahondar en las peculiaridades del tratamiento de dicho concepto en cada una de
sus obras. En este trabajo trataré de arrojar luz sobre esta cuestión analizando
el tema del recuerdo en los cuatro poemarios que publicó en vida: Versos y
estampas (1927), Poemas de la isla (1930), Marzo incompleto (1968)1 y Medida
del tiempo (1989).
La rememoración es un tema complejo de delimitar, por lo que es nece-
sario exponer los criterios en los que basé mi selección. Atendí al empleo de
palabras como «recuerdo», «memoria», «olvido», «ausencia» o de alusiones
temporales al pasado. Sin embargo, no todos los poemas escritos en tiempo
pasado se tuvieron en cuenta, solo aquellos que conectan de forma explícita con
recuerdos. Por otra parte, hay poemarios dedicados íntegramente a este tema,
por lo que se consideraron todas sus piezas; es el caso de Marzo incompleto y
Medida del tiempo, cuyos paratextos y poemas iniciales acrecientan este sentido.
1. Escojo para este análisis la versión del poemario de 1968 por considerarla más acabada
que aquella publicada en la revista Fantasía: seminario de la invención literaria en 1945.
Véase Martín Fumero (2019) para ampliar información acerca de las diferencias entre
ambas ediciones.
2. Véase Domínguez Santana (2021) para ampliar información sobre el tema de la infancia
en la primera poesía de Josefina de la Torre.
3. Martín Fumero (2011: 401) señala que es posible encontrar este tipo de personajes
marginales desde el período romántico, como por ejemplo en algunas composiciones de
José de Espronceda, y también en los primeros poemarios de algunos autores de la «joven
literatura» insular, como Gutiérrez Albelo o Julio de la Rosa.
(estampa ii) o por seguridad (estampa v), y con ello provocan aburrimiento o
tristeza en los niños. El mundo de los adultos se distancia así del infantil. La
familia de la poeta en ocasiones ocupa un lugar intermedio entre ambos, ya
que participan en los juegos de los menores: su padre llama al chiquillo con
ella (estampa iii) y la abuela y la madre se muestran cómplices en sus bromas
de carnaval (estampa x).
La realidad retratada en los recuerdos es generalmente feliz e inocente,
pero también se narran acontecimientos que muestran la dureza del mundo y
que conviene tener en cuenta, ya que aportan complejidad al poemario, como
señala Navarro Santos (2007: 227). El común denominador de estos sucesos
es la soledad; no es de extrañar, dada la importancia del grupo para los niños.
Este sentimiento puede reflejarse en la separación de la reunión infantil o en
la aparición de personajes marginales. En el primer caso, el grupo infantil es
disuelto por un antagonista solitario que produce miedo en la poeta: el perro
negro (estampa ii), el niño loco (estampa viii) o el viejo loco (estampa xiv).
En el segundo, los niños se encuentran con un personaje pobre, y, por tanto,
marginal. La novena pieza muestra cómo el grupo de la poeta rechaza a una
niña por su desaliño, y la va aceptando conforme mejora su indumentaria
y muestra sus habilidades al construir un castillo de arena más bonito que
el suyo. Otros personajes con pocos recursos, como el mendigo (estampa
xi) y «Rosa la del Café» (estampa xv) no generan esta reacción, pues su
interacción con el grupo es limitada y le ofrecen algo (estampas o canciones,
respectivamente).
Para finalizar el análisis de este poemario, es necesario aludir a sus die-
cisiete poemas en verso. La mayoría son atemporales; solo el último aborda
con explicitud el recuerdo, ya que recupera los motivos más recurrentes del
poemario (el mar, la playa, la tarde, el sueño, la ventana…), entre los que este
se cuenta. La poeta contempla el horizonte en soledad y un «anhelo gracioso
[…] le pone sobre la cara un antifaz soñoliento» (vv. 13-16; Torre, 2020, i;
151). Entra entonces en el terreno del pensamiento, donde están los sueños y
los recuerdos. La remembranza representa un pasado al que no se puede volver
físicamente, pero sí mentalmente, como expone a través de una elaborada
imagen en desarrollo: «El empeñado recuerdo / se asoma por los cristales /
como viajero que pide / la limosna de la noche. / Y los ojos lo recogen / en su
espejito pequeño / y juegan a luz y sombra / de las manos a la playa» (vv. 17-24;
Torre, 2020, i: 151). Justo es eso, jugar con los recuerdos, lo que Josefina de la
Torre hace a lo largo del poemario.
del recuerdo» (v. 6; Torre, 2020, ii: 64) y «mar de silencio» (v. 8; Torre, 2020,
ii: 64); se refleja así la enorme distancia que separa a los amantes, la cual solo
puede salvarse en la imaginación.
A propósito del olvido, la quinta pieza de la primera sección sugiere cómo
el paso del tiempo conduce al mismo: «Si el estar en el tiempo / con las manos
cruzadas / no fuera un puro olvido, / inocente, del tiempo. / […] / ¡Ah, si
todo esto fuera… / yo no me olvidaría / […] / ¡Pero el viento y el tiempo…!»
(vv. 1-4, 9-10, 14; Torre, 2020, ii: 52). Otras composiciones se centran en el
doloroso desamparo en el que la poeta se ve sumida. En el segundo poema de la
misma parte, la voz lírica se siente incomunicada y abandonada por el resto de
personas («Nadie me ve ni me oye. / Nadie sabe de mis voces» [vv. 9-10; Torre,
2020, ii: 49]); son sensaciones que la conducen a un sufrimiento silencioso
que no termina de comprender, como ya se apuntó al tratar el tema de la duda:
«No sé por qué voy y vengo / de la sombra a la pared, / ni yo misma sé por qué
/ se me desprende la luz / contra mis brazos en cruz» (vv. 1-5; Torre, 2020,
ii: 49). La cuarta composición de la cuarta sección incide en la imposibilidad
de que unos brazos la salven de ese olvido, representado por la «humedad en
sombra / de la angustia» (vv. 2-3; Torre, 2020, ii: 79) y por el «río helado del
/ llanto sin sollozos» (vv. 5-6; Torre, 2020, ii: 79). En contraste, en la segunda
pieza de la quinta la desaparición de los recuerdos producida por la muerte
equivale a la liberación del sufrimiento para la poeta; ella descansará de su
dolor silencioso y serán otros los que padezcan: «Descansar una vez / de este
tormento oscuro / […] / Ser niebla, sombra, nada / cuando otros despiertan. /
Y dormir apoyada en el hombro de Dios, / sin años, ni recuerdos…» (vv. 11-12,
15-18; Torre, 2020, ii: 84).
Para concluir el análisis de este volumen, se aludirá a aquellos poemas que
suponen una reconciliación con el pasado. Estos contrastan con la tónica gene-
ral del libro, que despliega numerosos recursos para expresar el sufrimiento,
entre los que destacan las imágenes del cuerpo de la poeta (cuello inclinado,
brazos ceñidos, pies descalzos, sabor de imposibles los labios, manos vacías,
lágrimas duras…), los verbos (arañar, herir, llorar, perder…) y las metáforas
de sí misma (olivo, pez frío) y del dolor (fantasma oscuro, tormento oscuro; es
especialmente recurrente la de la cruz). Con todo, en ciertas composiciones se
expresan sentimientos positivos. En la primera sección, la séptima y la novena
pieza se centran en el sentimiento de esperanza, reflejado a través del cuerpo de
la poeta (voz que canta, vibrar de sienes, ojos amorosos) o a través de la duda
optimista («tal vez hoy… o mañana…» [v. 8; Torre, 2020, ii: 56). La segunda
parte del libro contiene composiciones en las que se manifiesta confianza en
que se produzca el encuentro de los amantes y se incide en el efecto sanador
ii: 92). Algunos de los temas planteados en este poema introductorio, como
la felicidad recordada, la pérdida y el deseo del reencuentro se desarrollarán a
lo largo del libro poético.
Medida del tiempo, al igual que Marzo incompleto, consta de un poema pre-
liminar y de varias secciones; en este caso, ocho. La primera, segunda y tercera
parte están dedicadas a la rememoración de lugares y personas concretas; la
cuarta, la quinta, la sexta y la séptima se centran en la expresión de los deseos y
sentimientos, y la octava es una mezcla de los dos grupos anteriores. A lo largo
de estas secciones hay una gradación: el recuerdo pasa de producir felicidad
y ternura a generar un intenso sufrimiento. Esta transición de la alegría a la
desolación se da también en el poema introductorio.
La primera y la segunda parte del libro reflejan con claridad el recuerdo que
genera alegría; en uno de los versos, la voz poética incluso exclama «¡Bendito
recordar!» (v. 14; Torre, 2020, ii: 105). Lo rememorado sucede en Las Palmas
de Gran Canaria, por lo que conecta con la infancia y la juventud de la autora.
La resonancia con Versos y estampas es patente. La primera sección contiene tres
poemas de corte neopopular. Están escritos en tiempo presente, pero en ellos se
halla implícita la memoria de la isla, pues tratan temas y motivos tradicionales,
como los rituales de la noche de San Juan (Llarena, 2007: 205), el diálogo con
la madre, la pena de amor y muerte o el encuentro nocturno. Por otra parte,
la segunda parte del poemario está integrada por seis sonetos en los que se
plasman espacios de la isla significativos para la poeta, la mayor parte de los
cuales son urbanos (Llarena, 2007: 207). Las palmeras sobre el monte, la Plaza
de san Bernardo, las noches en la playa, las calles durante la Semana Santa, la
casa familiar en Bandama, el salón de la abuela de la poeta… La poeta se detiene
en sus detalles: la plaza con casas terreras, las aceras empolvadas, las fachadas
blancas; las noches en la playa con los hachones de pesca, el cuerpo tendido en
la arena, el faro; la casa familiar en el monte, con los algarrobos inmensos, la
carretera perdida, la agreste retama… Recupera asimismo los sonidos –el piano,
el rasgueo de la guitarra, los triquitraques del Sábado de Gloria, las campanadas
del reloj– y los olores –las algas, el aroma de madreselvas en flor, el humo de
sahumerio–. Además, llena de vida y actividad los espacios: la palmera tiene
un gesto de gracia que hace que el cielo no se nuble y el mar no palidezca, al
tiempo que una alondra hace un nido; una tartana cruza la plaza mientras un
pregonero vende sardinas; en la casa de campo los niños sueñan navíos en el
cielo… Se trata de composiciones repletas de sensorialidad, una cualidad de la
poesía de Josefina de la Torre que ya ha sido señalada por investigadoras como
Campos Herrero (2007: 145) y Patrón Sánchez (2022: 140) en el poemario
Versos y estampas. Después de estas evocaciones, la autora termina los sonetos
una suerte de salto temporal: la poeta anhela encontrarse con el amante, al que
tuvo y perdió. Se palpa el dolor por la ausencia del ser querido, cuyo recuerdo
es recurrente en la autora, como ocurría en las composiciones de la tercera
sección: «Sobre los ojos / llevo la telaraña blanca / de tu recuerdo limpio. / Vives
en mí tu vida» (vv. 11-14; Torre, 2020, ii: 123); la remembranza es tan poderosa
que llena la vida y los sueños de la poeta. Ella, encadenada a su pasado, es
consciente sin embargo de la imposibilidad del reencuentro, al igual que lo era
en Marzo incompleto: «Pero el alto balcón de tu silencio / olvidó la señal para
mi barco. / Y me perdí en la niebla de encontrarte, / como un pájaro ciego,
por los años» (vv. 13-16; Torre, 2020, ii: 127). Sabe ahora que, por mucho
que sueñe con el amor, no alcanzará «su don» (v. 17; Torre, 2020, ii: 125),
y se dirige a su corazón, que debería aprender de lo estéril, lo marchito y lo
vacío; le dice con dureza: «aprende / y deja de sufrir» (vv. 15-17; Torre, 2020,
ii: 126). Con todo, en la sexta sección su corazón se obstina y desespera, la
carcome el ansia por alcanzar lo perdido. Este aguarda en lo alto de unas altas
murallas (tópico amoroso cancioneril), «donde no hay posible» (v. 15; Torre,
2020, ii: 132); sin embargo, las noches de la poeta siguen estando «apretadas
de recuerdos» (v. 2; Torre, 2020, ii: 134). La violencia de la naturaleza refleja
su sufrir: el agua desbordada, las ramas de los árboles dobladas por el viento,
la noche amarga… El propio entorno reacciona a su estado: «La línea recta
del cuerpo / hace estremecer de angustia / las tinieblas de lo incierto»; si
bien el tiempo es indiferente, ya que, ante este escenario, «monótono / marca
segundos el péndulo» (vv. 27-28; Torre, 2020, ii: 133). La séptima parte del
poemario aborda la degeneración final de la poeta. En el presente, del amor y
la vida que solía latir en ella solo queda una pequeña luz; cuando se apague,
«la raíz de fuego insobornable» (v. 11; Torre, 2020, ii: 139) que crece en su
interior permanecerá, no saciada. El deseo del reencuentro es tan intenso que
la trasciende; diríase incluso que la ha ido matando poco a poco: «Morimos
por lo que amamos; / por lo que no alcanzamos; / por lo que quedó atrás. / […]
/ Morimos por la luz que recordamos, / por el rumor aquel, por la música / o
el aire que nos trae evocaciones» (vv. 12-14, 22-25; Torre, 2020, ii: 141). En
este punto, la vida es sinónimo de sufrimiento: «Se muere, / en esta vida que
Dios nos da, / para que nos la crucifiquen» (vv. 38-41; Torre, 2020, ii: 142).
Como ha podido observarse, en las secciones citadas el recuerdo es una
fuente de sufrimiento tenaz e inútil, pues ese reencuentro deseado con el amado
no se producirá. No obstante, hay bálsamos para las heridas que produce, al
igual que sucedía en Marzo incompleto. En la quinta sección, la sonrisa de un
niño reconforta a la poeta. Además, en otra pieza, Dios le trae paz y le hace
ver que su sufrimiento no ha sido en vano, pues gracias al silencio realiza la
siguiente hazaña: «De los viejos recuerdos liberté del olvido / el mejor y más
puro de una hora venturosa» (vv. 10-11; Torre, 2020, ii: 128). El recuerdo, pues,
también puede sanar. En la sexta parte del poemario, la autora se consuela de
sus ansias por el reencuentro replegándose sobre sí misma, sobre su memoria,
y esperando sin perder la fe; frente a la naturaleza tormentosa de las anteriores
composiciones, ella afirma, con una imagen de raigambre espiritual, que: «Mi
cuerpo es una llama alta, / una llama que no se agita, / ni se retuerce. / Una
llama detenida, / esperando la hora» (vv. 1-5; Torre, 2020, ii: 135). Asimismo,
su imaginación la reconforta, pues por unos instantes le concede unas alas que
le permiten reencontrarse con lo ausente: «Sabría al fin, dónde quedó la huella
/ de unas manos o un cuerpo que se arrastra. / O si acaso esa huella, por tan
pura, / entre la sombra quedó olvidada…» (vv. 16-19; Torre, 2020, ii: 136).
Finalmente, la muerte se plantea en la séptima sección como una liberación
para la poeta y para su entorno: «Tomad ya mi cadáver. / Se acabaron las dudas,
/ las grises inquietudes, / las preguntas, / el no saber, / la torpe sospecha. / Mi
cadáver es paz / […] / Mi cadáver / os dará ese tranquilo, / individual descanso»
(vv. 5-11, 15-17; Torre, 2020, ii: 143). Y es que la muerte solo puede significar
paz, pues Dios la envía y no le dará «la forma de sombras y temores / sino de
paz y calma» (vv. 15-16; Torre, 2020, ii: 144). La poeta, además, en una pieza
se confiesa feliz, pese al paso del tiempo, pese a no haber tenido hijos, pese a
la renuncia que bordea a la página en blanco; es como si hubiera aceptado sus
heridas y hubiera resuelto seguir adelante.
La octava parte del libro poético es mixta, ya que contiene poemas que
tratan la rememoración concreta y otros que se centran en la expresión de
sentimientos y pensamientos; los primeros dan paso a los segundos. La sección
está dedicada a Ramón Corroto, el esposo de Josefina de la Torre, que falleció
en 1980. Está encabezada por una pieza en la que se destaca el poder sanador
del amado a través de metáforas relacionadas con la naturaleza: «A ti, / que
has volcado tu sombra / sobre mi tierra estéril» (vv. 5-7; Torre, 2020, ii: 149).
La poeta concluye ofreciéndole su propia vida, motivo que ya apareció en la
quinta parte del poemario: «A ti, / arcángel de mi averno, / este vivir que es
mío, / yo te doy» (vv. 19-22; Torre, 2020, ii: 149). La segunda pieza presenta la
muerte del marido, que le trae paz a él, pero dolor a la poeta; a ella le gustaría
tenderse a su lado en el ataúd y que se quedaran «estrechamente unidos /
durante toda la eternidad» (vv. 24-25; Torre, 2020, ii: 150): es el mismo deseo
que manifiesta en la cuarta sección. Las siguientes tres piezas ahondan en
la ausencia del amado, rememorada a través de la experiencia cotidiana. Su
recuerdo se despierta en la autora de forma constante, a través de la observación
de objetos del presente (tópico renovado de la tristitia rerum), como las gafas,
Conclusiones
En suma, el tema del recuerdo recorre todos los poemarios publicados por
Josefina de la Torre; es, por tanto, uno de los ejes de su poesía, como ya se
adelantó en la introducción. El tratamiento del mismo cambia según la época, y
podríamos diferenciar dos grandes bloques: el conformado por Versos y estam-
pas (1927) y Poemas de la isla (1930) y el integrado por Marzo incompleto
(1968) y Medida del tiempo (1989).
Los dos primeros libros poéticos fueron escritos antes de la Guerra Civil y
recibieron una notable atención crítica (Martín Fumero, 2019: 585). En Versos
y estampas los recuerdos están teñidos de inocencia, pues recrean el punto de
vista de la niña que fue Josefina. La mayoría son felices, entrañables, y cuando
aparecen elementos que muestran la dureza del mundo, esta se presenta bien de
forma sugerida (cuando la joven no comprende algo que oye a los adultos, por
ejemplo), bien por medio de antagonistas como el perro negro, que provocan
la disolución de los grupos infantiles y simbolizan, por tanto, el peligro. Hay,
asimismo, cierta conciencia de que el pasado no se puede recuperar, pero esto
produce nostalgia antes que sufrimiento. En cuanto a Poemas de la isla, la
presencia del recuerdo es mucho menor. Se refiere a un pasado cercano y su
objeto no es la niñez, sino los momentos junto al amado. En algunas compo-
siciones se alude a recuerdos concretos y, en otras, cobra mayor importancia
la expresión de la tristeza producida por la ausencia del ser querido. Resulta
asimismo relevante la relación establecida entre sueño y memoria, así como
la exploración de los efectos producidos por el rememorar, entre los que se
cuentan la nostalgia, la tristeza, la felicidad y el despertar de la fantasía.
Los otros dos poemarios se publicaron después de la Guerra Civil y están
compuestos por piezas escritas a lo largo de muchos años, que quedan repar-
tidas en secciones. En ellas queda patente la huella que el tiempo y la guerra
han dejado en Josefina de la Torre. Ambos tienen el recuerdo como uno de los
ejes temáticos fundamentales, como revelan sus composiciones introductorias.
Marzo incompleto se centra en emociones surgidas a partir de la rememoración
del pasado, lo cual lo conecta con Poemas de la isla. La poeta desea con fervor
el reencuentro con el amado perdido, pero se desconsuela cuando este nunca
se produce; se frustra por no haber conseguido sus anhelos de juventud ni la
concepción de un hijo, y se muestra sumida en las dudas y olvidada por el
resto de personas. Si bien hay poemas luminosos, la mayoría se centran en su
sufrimiento, que se expresa de formas variadas: mediante la descripción de
su cuerpo y la utilización de metáforas y verbos relacionados con la violencia
y el dolor. Por lo que respecta a Medida del tiempo, la forma en que trata el
recuerdo constituiría un híbrido entre Versos y estampas y Marzo incompleto.
En las dos primeras secciones resuena ese primer poemario, pues se centran
en la isla de su infancia y predomina la nostalgia. Este es uno de los extre-
mos de la gradación emocional; el otro se encuentra en la octava parte, en la
cual el sufrimiento generado por la rememoración es tan intenso que la poeta
desea desprenderse de sus recuerdos, pese a que esto implique renunciar a los
momentos felices de su vida. Las secciones intermedias reflejan cómo se va
produciendo esa transición de la nostalgia al desgarro. En ellas es fundamental
Bibliografía citada
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Autoría: Resumen
Elia Saneleuterio
Universitat de València, España Amparo Conde Gamazo (Guadalajara, España,
[email protected]
https://orcid.org/0000-0003-4060-9518 1927–) es una poeta valenciana que cuenta con
un centenar de títulos autoeditados de manera
Citación:
Saneleuterio, Elia. «Acercamiento a la vida y artesanal a lo largo de ocho décadas. Su prolija
obra de Amparo Conde», Anales de Literatura obra y el hecho de que se haya mantenido des-
Española, n.º 38, 2023, pp. 253-266. https://
doi.org/10.14198/ALEUA.2023.38.12 conocida en los círculos académicos, incluso
entre quienes estudian la poesía de mujeres de
Fecha de recepción: 07/04/2022
Fecha de aceptación: 08/11/2022 mediados del siglo xx, justifican el interés de
presentar un acercamiento a su figura y el valor
© 2023 Elia Saneleuterio
indiscutible de dar a conocer una entrevista en
Este trabajo está sujeto a una licencia de la que se contienen aspectos fundamentales de
Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative
Commons (CC BY 4.0).
su trayectoria, algunos comunes a experiencias
de otras autoras y que ayudan a entender el es-
pectro de la escritura femenina desde la pos-
guerra española. Los rasgos que se entresacan
de las respuestas de Amparo Conde Gamazo
son su concepción de la poesía como géne-
ro intrínsecamente ligado a la vida, al mismo
tiempo que actúa como protectora de la refe-
rencialidad explícita gracias al lenguaje simbó-
lico y metafórico; la importancia de una for-
mación lectora que incluya la fascinación por
las obras clásicas; su percepción de que por ser
mujer no se la tuvo en cuenta como escritora ni
cuando formaba parte de sociedades literarias
en las que se hallaba a gusto; el hecho de que
esto fuera algo contra lo que no sintió necesi-
dad de luchar, pero que tampoco la desanimó
Abstract
Amparo Conde Gamazo (Guadalajara, Spain, 1927–) is a Valencian poetess who has
produced, more or less, a hundred self-published titles through eight decades. Her
extensive work and the fact that she has remained unknown in academic circles, even
among those who study the poetry of women from the mid-20th century, justify the
interest in presenting an approach to her figure and the indisputable value of publi-
cizing an interview that contains fundamental aspects of her career, some common to
the experiences of other women authors and that help to understand the spectrum of
women’s writing since the Spanish postwar period. The features that stand out from
Amparo Conde Gamazo’s responses are her conception of poetry as a genre intrinsi-
cally linked to life, at the same time that it acts as a protector of explicit referentiality
thanks to symbolic and metaphorical language; the importance of a reading training
that includes fascination with classic works; her perception that she was not taken
into account as a writer because she was a woman, even when she could be part
of literary societies in which she felt comfortable; the fact that this was something
she didn’t feel the need to fight against, but also didn’t discourage her from creating,
although it did determine her lack of motivation to get published in conventional
publishing channels; her absolute conviction of equality between men and women
and her high esteem for a specifically feminine reality such as the capacity to generate
life in her womb.
Keywords: 20th Century Literature; Spanish Poetry; Postwar Poetesses; Women’s
Writing; Interview.
y el dibujo, mostró un gran interés por aprender música. Primero fue a clases
de solfeo y piano y más tarde se matriculó en uno de los conservatorios de
Valencia, donde cursó hasta el cuarto año de piano. En esos años de estudio
frecuentó reuniones de artistas en las que tenían lugar tertulias literarias.
Su formación quedó interrumpida al tener que viajar a Guinea Ecuatorial,
entonces provincia española, ya que una de sus hermanas casadas requirió su
presencia en el continente africano para que se hiciera cargo del cuidado de
su hija; labor que desempeñó en repetidos viajes durante siete años. Esta larga
experiencia alimentó el espíritu inquieto y observador de la poeta; allí conoció
otro modo de vivir condicionado por la climatología, y por las costumbres
ligadas a la sociedad colonial de la época.
Con su regreso a Valencia, después de la boda de su sobrina, quedaron
atrás los viajes a Guinea, pero el recuerdo e intensidad de sus vivencias le
llevaron a expresar sus sentimientos a través de numerosos poemas y dibujos.
En Valencia, comenzó de nuevo a asistir a clases de dibujo en la escuela de Artes
y Oficios de San Carlos y en el Círculo de Bellas Artes y fue en esa época, en
el año 1958, cuando conoció al pintor Emilio Ros Benet, en los conciertos de
la filarmónica que ambos frecuentaban por su afición común a la música. Tras
un muy breve noviazgo, decidieron contraer matrimonio. La boda se celebró
el día 2 de agosto de 1959 y poco después llegaron los hijos: Cristóbal nació
el 21 de abril de 1960, Estrella lo hizo el 17 de mayo de 1961 y Andrés vino al
mundo el 17 de marzo de 1963.
La vida familiar se convirtió en un tema más de sus poemas y dibujos. En
el año 1967 asistió junto a su marido a clases de modelado y cerámica en la
Escuela de Cerámica de Manises, y realizó algunas figuras en porcelana y barro.
En 1974, Amparo Conde y sus hijos acompañaron a Emilio a la ciudad
castellonense de Villarreal, donde lo habían destinado como profesor de Dibujo
en el instituto de Enseñanzas Medias. Poco después se mudaron a un nuevo
destino, la localidad malagueña de Torremolinos. Allí, el 5 de abril de 1977,
falleció Emilio Ros Benet de una enfermedad del corazón. Amparo y los ado-
lescentes Cristóbal, Estrella y Andrés regresaron a Valencia un año más tarde;
la soledad interna y la necesidad de comunicación llevaron a la poeta a buscar
reuniones y tertulias en diferentes grupos literarios, como el Círculo Aragonés,
el Ateneo, la Casa de Castilla la Mancha, Poetas del Mediterráneo, la cafetería
Madrid y el grupo literario Fuerza Viva de Madrid, en los que encontró amigos
con los que compartir su afición por la poesía: José Albi, Matilde Lloria, Ricardo
Llopesa, Josefina Ribes, Julio Azcárate, Emilia Villena y la escritora argentina
Marilí Morales Segovia. Estos encuentros se prolongaron hasta la primera
década del siglo xxi, ya cumplidos los ochenta años.
Sobre los círculos a los que asistías y las relaciones literarias, ¿cuándo comenzas-
te a frecuentarlos y cómo? ¿Cuáles fueron y qué opinión te merecen? ¿Te sentiste
diferente como mujer o por cualquier otro motivo?
Pertenecí a varias sociedades poéticas, también de artistas. Las relaciones con
ellos las podría definir como «normales». Presenté el libro que he mencionado
antes en este contexto, como una más. Exactamente como una más; y lo digo
porque no deja de ser como un soplo que pasa sobre la tierra. Aparte de todo
eso, a mí me gustaban estas sociedades porque nos reuníamos para recitar cada
uno sus poemas y podía asistir a las reuniones. Me fueron bien esos años, me
sentía a gusto con ellos. Allí empecé a acudir a recitales, donde nos encontrá-
bamos con amigos, muchos amigos. De más joven, había frecuentado círculos
de artistas; fueron encuentros también importantes, pero no llegué nunca a
durar largo tiempo con ellos, pues estos grupos se deshacían antes de que
pudiera consolidarse su labor cultural. Puedo decir que fueron un soporte, un
aliento, pero carecieron de trascendencia. En los círculos puramente literarios
sí había un intercambio de lecturas y opiniones, con las que crecer y mejorar.
Fueron experiencias muy positivas para no sentirme sola en este mundo y para
evolucionar en mi escritura. No me sentí diferente al resto de poetas, pero sí
es cierto que los demás necesitaban publicar y yo me conformaba con escribir
y repartir mis mecanoscritos solo entre amigos, o incluso en alguna librería,
pero no mediante editoriales comerciales.
¿Qué aspectos del feminismo te convencen y cuáles no? ¿Te sientes feminista?
Yo lo que me siento es persona. Soy una persona y eso es lo que debería reinar
en el mundo. Todos somos personas y tenemos los mismos derechos, el derecho
de vivir, porque a todos nos puso el mismo ser inmenso y maravilloso en el
mundo. Ni por ser mujer ni por ser hombre se debe tener ningún privilegio.
Somos hijos suyos todos y eso basta.
Para finalizar, ¿cuáles son tus proyectos literarios a corto plazo? ¿Podrías com-
partir con nosotros alguno de tus poemas más recientes?
Estoy escribiendo el que puede ser mi penúltimo libro, que no sé si terminaré.
Bueno, me parece que ya está casi terminado, aunque siempre escribo por lo
menos dos a la vez, y de hecho hay otro en el tintero, aún en proyecto. Su
título es Bitácora y tendrá poemas, prosa y pensamiento. El último que decía
que tengo ya casi terminado se titula Solitud. Comparto cuatro de los poemas
que incluye este poemario. Todos van sin título:
AMANECE.
El sol se despierta
y uno pequeño de sus rayos
escapa entre las tejas.
Mi balcón entreabierto lo recoge
y me lo trae a mí
porque me ve en la ruina,
envejecida y triste.
Y me ofrece un día más
alegre y sin problemas
con su fugaz sonrisa.
¿Qué más puedo desear?
Me da la vida
y eso es lo más importante
que cualquier otra cosa.
ME CONSUELAS, me colmas,
me levantas de mi decrepitud
para cantar como canté de niña
en los coros del recuerdo.
Me concedes la dicha de tener
en mis manos los recuerdos
y poder transcribirlos y contarlos
compartiéndolos con los demás
si quieren escucharlos.
Qué puede más pedir
a ese momento mágico
en el que nos invades, poesía,
que tú no hayas colmado en mi vida,
Apuntes finales
No le hemos preguntado a Amparo Conde qué cauces emplea hoy en día para
difundir su escritura porque es un dato que ya conocemos, pues los medios
digitales le han proporcionado un canal de comunicación fluido a través de
Facebook, bajo el nombre de Amparo.CondeGamazo (https://www.facebook.
com/amparo.condegamazo), y de su blog Palabras del Aire (https://amparocon-
degamazo.wordpress.com/), si bien no lo actualiza desde la Navidad de 2020.
Todo ello hace de la suya una trayectoria literaria singular, marcada por el
sello de la feminidad en el contenido, pero sobre todo en la forma y medios de
difusión, lo que supone un obstáculo, pero no debiera ser impedimento, para
su estudio y consideración (Robinson, 1983; Payeras Grau, 2009; Saneleuterio
& Fuentes del Río, 2021).
Desde estas páginas agradecemos a Amparo Conde Gamazo el esfuerzo de
ceñirse a las preguntas y a su hija, Estrella Ros Conde, por ir dosificándoselas
como píldoras que han de salivarse largo rato, sin prisa por recibir la siguiente
toma. Recogidas todas ellas, transcritas primero por la investigadora, y luego
revisadas y completadas, ya por escrito, por la autora, se presentan en este
artículo como una aportación valiosa en el estudio de las obras poéticas escritas
por mujeres nacidas a principio del siglo xx, composiciones que no dejan de
ser «hijas de su tiempo» (Rodríguez Callealta, 2020: 17).
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Autoría: Resumen
Reyes Vila-Belda
Indiana University, EE. UU. Susan Kirkpatrick (1989) ha investigado la
[email protected]
https://orcid.org/0000-0002-5436-5422 función de la solidaridad y las redes literarias
femeninas en el reconocimiento de las poetas
Citación:
Vila-Belda, Reyes. «Solidaridad y redes literarias románticas españolas. Posteriormente, Pura
femeninas: los casos de Concha Méndez y Acacia Fernández y otros críticos han estudiado és-
Uceta», Anales de Literatura Española, n.º 38,
2023, pp. 267-289. https://doi.org/10.14198/
tos y otros modos de colaboración, como los
ALEUA.2023.38.13 espacios de sociabilidad, como herramientas
Fecha de recepción: 04/02/2022
para establecer la autoría de las poetas. En este
Fecha de aceptación: 28/10/2022 ensayo, tras revisar la participación de Concha
© 2023 Reyes Vila-Belda
Méndez y Acacia Uceta en los espacios de so-
ciabilidad y las redes líricas de sus respectivas
Este trabajo está sujeto a una licencia de épocas, me concentro en los poemas que cada
Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative
Commons (CC BY 4.0). una dedicó a otras poetas mayores como ins-
trumentos de solidaridad que contribuyeron a
su reconocimiento autorial. En los años vein-
te y treinta, Méndez se sirvió de estas prácti-
cas para definirse y establecerse como autora.
Después, marginada en el exilio, escribió «A
tu Galicia he de ir», poema dedicado a Rosalía
de Castro. En estos versos, Méndez establece
una relación solidaria y empática con su ante-
cesora que le ayuda a recuperar su identidad
autoral e inscribirse en la genealogía de las es-
critoras. Las poetas de la posguerra también se
sirvieron de la sociabilidad y las redes literarias
para establecer su autoría durante el franquis-
mo, cuando eran especialmente ignoradas por
la cultura en el poder. Acacia Uceta participó
en tertulias y recitales públicos, especialmente
«Versos con faldas», hermandad lírica que le
ayudó a dar a conocer su obra públicamente.
Asimismo, se inspiró y estableció lazos de so-
lidaridad con Carmen Conde, como vemos en
el poema carta que le dedicó, quien a su vez se había servido de las redes femeninas
para establecer su prestigio. En su poema, Uceta apoya a la escritora de Cartagena que
reclama el derecho universal de las poetas a expresarse y reivindica su puesto en la
historia. De este modo, Uceta se inscribe también en ese mismo linaje.
Palabras clave: solidaridad; redes líricas; sociabilidad, Concha Méndez; Rosalía de
Castro; Acacia Uceta; Carmen Conde.
Abstract
Susan Kirkpatrick (1989) has studied the role that solidarity and women’s literary
networks have played in the recognition of female Spanish Romantic poets. Subse-
quently, Pura Fernández and other critics have investigated these and other forms of
collaboration, such as public spaces of sociability, as essential tools in establishing the
authorship of women poets. In this essay, after reviewing the participation of Concha
Méndez and Acacia Uceta in the spaces of sociability and the lyrical networks of their
respective periods, I focus on the poems that each one dedicated to other major female
poets as instruments that foster solidarity and contribute to their authorial recogni-
tion. In the 1920s and 1930s, Méndez used collaborative practices, such as lyrical
sisterhoods, to define herself as an author. Later, marginialized in exile, she wrote «A
tu Galicia he de ir», a poem dedicated to Rosalía de Castro. In her verses, Méndez
establishes an empathetic relationship with her predecessor that helps her to recover
her authorship and inscribe herself in the genealogy of women writers. Postwar poets
also made use of solidarity and social networks to establish their authorship during
Franco’s regime, at a time when women poets were ignored. Acacia Uceta participated
in female gatherings and public recitals, especially «Versos con faldas», a lyrical sis-
terhood that helped her to make her work publicly known. She was also inspired by
and established ties of solidarity with Carmen Conde, as we see in the letter poem she
dedicated to her, who in turn had used similar networks to establish her prestige. In
her poem Uceta supports the writer from Cartagena who claims the universal right of
women poets to express themselves and vindicates their place in history. By doing so,
Uceta inscribed herself in the same lineage.
Keywords: Solidarity; women’s poets literary networks; sociability; Concha Méndez;
Rosalía de Castro; Acacia Uceta; Carmen Conde.
Como observa María del Mar Ramón Torrijos respecto a las mujeres de esa
época, la poeta tuvo que romper con «las rígidas categorizaciones sociales» y
rebelarse contra el ideal femenino tradicional (2021: 20). Méndez hizo frente
a los muchos obstáculos impuestos tanto por su familia como la sociedad de
su época y luchó denodadamente para defender su vocación de poeta. Forzada
a abandonar sus estudios, como recuerda su nieta Paloma Ulacia Altolaguirre,
terminó independizándose de su familia y de su entorno social para perseguir
«sus inquietudes literarias» (2018: 17). En su lucha por seguir su vocación,
Méndez participó activamente en diversas redes y formas de sociabilidad feme-
nina. Frecuentaba las tertulias de los cafés, por entonces cotos masculinos en
los que la presencia de la mujer era todavía una excepción1. Asimismo, estable-
ció diversos lazos de conexión con hombres y mujeres, si bien la gran novedad
era hacerlo con ellas. En los años veinte, las mujeres requerían la compañía
forzosa de hombres ilustres si querían acceder al espacio público y alcanzar
el reconocimiento de su talento creador. Como menciona Roberta Quance,
en esa época, cualquier mujer que deseara publicar poesía y situarse entre
los «nuevos» necesitaba la ayuda de un allegado masculino que le facilitara
el acceso a los «círculos literarios» (2001: 108). Méndez disfrutó, entre otros,
de la amistad y el apoyo literario de Federico García Lorca y Rafael Alberti,
todavía muy jóvenes, con quienes compartía sus ideales vanguardistas. Según
Julio Neira, ellos la iniciaron en la poesía, aunque era algo todavía «mal con-
siderado» para una mujer (2009: 43). Asimismo, confraternizó con la pintora
Maruja Mallo, paradigma de la modernidad2, y se relacionó con intelectuales,
como María de Maeztu y María Zambrano. Todos ellos favorecieron su acceso
a círculos literarios, antes negados a las mujeres, así como su participación en
la vida pública, lo que le permitió situarse en el campo cultural y obtener la
visibilidad necesaria para ser reconocida como autora.
De especial relevancia es que Concha Méndez fue socia fundadora
del Lyceum Club, creado en Madrid en 1926. Este espacio de sociabilidad
1. Como recoge Fernández Urtasun en una de las cartas que Ernestina de Champourcin
escribe a Carmen Conde, al referirse a Concha Méndez afirma: «hace vida de escritor-
hombre, va a tertulias, cafés, etc. Yo no la censuro pero encuentro el ambiente de «café»,
feo, antiestético. Pero aquí las reuniones artísticas no se conciben en otra parte» (2013:
222).
2. La relación entre las dos amigas fue muy fructífera. Ambas se inspiraron en las fiestas y
los barrios populares, espacios impropios para la mujer en esa época. Mallo materializó
esos ambientes en Verbena (1927), una de sus obras más icónicas, y en varios cuadros
de la serie Las verbenas que expuso en la sede de la Revista de Occidente en 1928 y que
le valieron el reconocimiento de la intelectualidad masculina (Balló, 2017: 117). Por
su parte, Méndez refleja ese entorno en su poema «Verbena», de su colección Surtidor
(1928).
3. Pierre Bourdieu reconoce como agentes de consagración a otros escritores que ya han
alcanzado la fama, así como también a críticos establecidos. Unos y otros, con sus comen-
tarios, intervenciones o valoraciones positivas favorecen el reconocimiento y estimación
de alguien en el campo cultural (1993: 112).
aluden a amistades con otras poetas como instrumentos claves para la inser-
ción y el reconocimiento de las mujeres en la profesión (2013: 214). En ese
momento de crisis, debido al olvido que percibía como poeta, así como a la
soledad por el abandono de su marido, el fallecimiento de su madre y, sobre
todo, al alejamiento de su tierra natal, Méndez recurre a la figura de su antece-
sora y le dedica unos versos en los que establece lazos de solidaridad y empatía
con ella y que contribuyen a la recuperación de su identidad profesional.
Rosalía de Castro (1837-1885) figura en el canon de la literatura española,
formando parte del triunvirato integrado por santa Teresa y Emilia Pardo Bazán.
Sin embargo, su inclusión en ese panteón no se produjo hasta que Azorín la
descubrió en la segunda década del siglo xx. De hecho, el escritor alicantino
manifestó su asombro ante los críticos que no habían comprendido una de
las voces poéticas más originales de España (Azorín, 1941: 26). En concreto,
el monovarense critica que ni Juan Valera ni Marcelino Menéndez Pelayo la
incorporaran en sus respectivas antologías, donde recogen nombres de otras
poetas que hoy nadie recuerda, y les echa en cara que fuera un extranjero, el
hispanista británico Fitzmaurice-Kelly, el primero en incluir a Rosalía en una
compilación publicada en Oxford en 1913 (Azorín, 1941: 26)4. Méndez debió
sentirse identificada con este olvido, pues su nombre tampoco apareció en la
antología de Gerardo Diego, Poesía española contemporánea (1932), compila-
ción que consagró a los del 275. Años después en México, alejada de España y
su ambiente cultural, Méndez era de nuevo víctima de la desmemoria y de la
falta de reconocimiento.
Rosalía de Castro y Concha Méndez compartían aspectos biográficos: nin-
guna contó con una educación formal; las dos tuvieron una relación compleja
con sus madres, a quienes sin embargo querían mucho; ambas sufrieron la
muerte temprana de hijos; y las dos dedicaron poemas a sus familiares falleci-
dos. Además, las dos se casaron con hombres que gozaban de mayor prestigio
en vida que ellas. En el plano literario, las dos se sabían autoras, incorporaron
un punto de vista femenino y escribieron sobre sufrimientos comunes, espe-
cialmente la soledad y el dolor del destierro.
Méndez era consciente de la importancia de Castro como ejemplo autoral.
En sus memorias, al explicar la emoción que sintió al publicar Inquietudes, su
6. Rafael Lapesa ha identificado la tristeza de estos versos de la poeta gallega con la melan-
colía de Antonio Machado en el poema XI «Yo voy soñando caminos», de Soledades.
Galerías. Otros poemas (1967: 305):
En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.
Tú en tu tierra desterrada,
y yo en destierro mayor,
un cantar son nuestras vidas
–canto entre queja y clamor– (1995: 129).
La vida de Rosalía fue un constante deambular por pueblos y ciudades, espe-
cialmente de Galicia, pero también Madrid. Asimismo, la preocupación por la
emigración y el alejamiento forzoso de la patria es uno de los temas originales
de su obra. En estos versos, Méndez imagina a Rosalía encerrada en Galicia,
desterrada en su propia tierra, «ensimismada» en sus pensamientos, con la
melancolía estimulando sus sueños. La experiencia de Méndez fue diferente.
De joven, la búsqueda de su propia identidad y más tarde el exilio forzoso,
le llevaron por el mundo, de un lugar a otro, lo que le conduce a afirmar que
ella vive un «destierro mayor». Pero las dos sienten un hondo amor a la tierra
natal, cuyo alejamiento es causa de un mismo dolor, como expresa Méndez
en sus versos:
Mi existir es diferente;
de acá para allá movida.
Cien fronteras vio mi frente…
un caminar es mi vida…
pero, como tú, la tierra,
mi tierra llevo en mi herida (1995: 129).
En el exilio, Méndez se vio primero reducida al papel de esposa y luego al de
mujer abandonada, y a quien no se le reconocía como escritora, a pesar de
tener varias obras publicadas. Todo esto le hizo sentirse aún más lejos de su
tierra y lo que significaba para ella, incluyendo los muchos esfuerzos que hizo
hasta ser considerada autora.
James Valender, refiriéndose a los poemas de Vida a vida de Méndez, obra
publicada en 1932, destaca la aparición de un interlocutor sentimental cuya
presencia le llevó a establecer un diálogo consigo misma, a enfrentarse a su
incertidumbre y cuestionar su identidad (1995: 32). Años después, en tiempos
de crisis, la poeta busca de nuevo un otro en quien reflejarse y, de acuerdo con
María Payeras, encuentra en Rosalía una interlocutora válida para recuperar
su propia identidad como mujer y como escritora (2009: 66-67).
Estos versos unen a Rosalía de Castro –marginada durante años por su
género, desterrada en su Galicia natal y muy consciente de los que tuvieron
forzosamente que abandonar su tierra–, con Concha Méndez, poeta que luchó
durante años para establecer su identidad y ser reconocida pero que después
fue olvidada durante su exilio mexicano, desde donde escribe. La poeta madri-
leña, además de encontrar un estímulo solidario en su predecesora gallega y
establecer con ella lazos de hermandad, por medio del poema se sitúa en su
compañía y se inscribe en el linaje de Rosalía. De este modo, Méndez recupera
su identidad autoral y se reivindica a sí misma como poeta.
7. Entre las tertulias madrileñas que invitaron a algunas poetas a leer sus versos figuran
«Amigos de Bécquer», Tartessos o Adelfos. A veces, las tertulias organizaban recitales de
poetas consagrados, generalmente clásicos, invitando ocasionalmente a alguna poeta a
que leyera con ellos. Uceta intervino, junto con Gloria Fuertes y otras dos poetas y cinco
hombres, en la velada organizada por el grupo literario Tartessos en honor de Francisco
de Quevedo el 6 de marzo de 1951 en el madrileño café Barbieri (Garcerá y Porpetta,
2019: 366). Uceta también leyó un poema en la reunión de este grupo el 18 de marzo de
1952, como anuncia el programa. En esta ocasión, el objetivo del encuentro era salutar a
la primavera y leyeron solo escritoras, dieciocho en total (Garcerá y Porpetta, 2019: 376).
8. Información tomada de su semblanza incluida en la antología de Carmen Conde, Poesía
femenina española (1950-1960) (1971: 655).
9. Según el programa, en el recital del 25 de febrero de 1968, intervinieron solo dos mujeres
junto a siete poetas masculinos: Uceta y Gloria Fuertes (Garcerá y Porpetta, 2019: 388).
10. Uceta leyó en el café Valera el 12 de mayo de 1950 (Garcerá y Porpetta, 2019: 306).
Poco después, el 2 de junio de 1950, Uceta recitó sus versos en ese mismo café junto a
otras dos poetas –una de ellas era Gloria Fuertes– y tres hombres (Garcerá y Porpetta,
2019: 362).
11. Conde mantuvo una red de hermandad epistolar con otras escritoras, artistas o inte-
lectuales, como Maruja Mallo, Concha Zardoya, Concha Lagos, Gloria Fuertes o Elena
Fortún. Todas compartían una sensibilidad vanguardista, eran escritoras, artistas o perte-
necían a la élite intelectual y sostenían ideas avanzadas sobre la mujer (Ferri, 2007: 279).
12. Según Kirkpatrick, Carolina Coronado se acogió a la filiación de santa Teresa como
«forma de inscribirse en una línea de parentesco» de escritoras (1989: 81).
admiración que compartía con Conde, que también sentía gran estima por la
santa de Ávila13.
En «Carta a Carmen Conde», Uceta destaca el ejemplo de la poeta de
Cartagena como autora que le invita a escribir estimulando su vocación de
escritora en un ambiente hostil a las mujeres. Más aun, reconoce el magisterio
de Conde y su mensaje universal a las mujeres, estableciendo un vínculo de
solidaridad con todas ellas. De este modo, Uceta distingue a la poeta cartage-
nera como modelo contrasubversivo que incita a todas a romper el silencio
represivo y expresar su voz.
En sus versos, la poeta madrileña anuncia desde el título que se trata
de una misiva, asociando su poema con el género epistolar. No sabemos si
estos versos responden a una carta que Conde envió a Uceta, de la que no
tenemos noticia. Trasfondo de estos versos son las Cartas a Katherine Mansfield
(1935), un texto de la poeta de Cartagena donde recoge una serie de misivas
que escribió a la escritora anglo-neozelandesa después de su muerte en 1923,
en las que reflexiona sobre la creación literaria y como abrirse paso en un
mundo controlado por hombres. Por otra parte, el poema carta de Uceta es un
homenaje a las redes epistolares condianas que desempeñaron una función
imprescindible en su legitimización autoral y fueron especialmente relevantes
a lo largo de su trayectoria profesional, como hemos visto.
Uno de los temas presentes en las primeras hermandades líricas femeninas
del Romanticismo es el dolor. Refleja la aflicción que sufren las escritoras que
aspiran a alcanzar su vocación, así como las dificultades que se les imponen
por su sexo. En su poema, Uceta comienza haciendo referencia a este tema,
por medio de una voz poética femenina aparentemente autobiográfica, decla-
rando que está «herida» de una pena que le acompaña desde su nacimiento,
apuntando a su género como posible causa:
Herida estoy de muerte por la pena
desde el día primero de la vida.
Florecida en espinas
creció la enredadera de mi sangre (2014: 33).
Más adelante, insiste en esta idea al comunicar a su interlocutora que le escribe
«desde el dolor». El acto de escribir de las mujeres está acompañado por el
sufrimiento. De hecho, según confiesa a su interlocutora, es el dolor lo que le
mueve a iniciar la epístola:
13. Conde también compartía la admiración por la santa de Ávila. Cuenta Ferri que cuando
era muy joven se acogió a su protección para empezar a escribir (2007: 123). Muchos
años más tarde, publicó Al encuentro de Santa Teresa (1987).
14. En la versión de este poema que Uceta publicó en el número de Alaluz figura el verso:
«por todas derramado» (1977: 9). En cambio, en la versión posterior incluida en Poesía
completa, reproducido aquí, vemos una ligera pero importante variación de este verso:
«por todas repetido», que acentúa la derrota universal reiterada por todas las mujeres
que se han sido silenciadas a lo largo de la historia (2014: 33-34).
El yo poético muestra la poesía de Conde como una fuerza natural que combate
por los derechos de las mujeres, pero lo hace con palabras apasionadas que
brotan de la vida.
La misiva de Carmen, como refuerza el apóstrofe, incita en el yo poético
una respuesta que brota igualmente de la naturaleza, pero también del dolor:
esta es la carta, Carmen, que has escrito
con el largo poema de tus horas:
la que yo leí ayer
y a la que hoy te contesto
desde el dolor de siempre,
desde el único puente permitido
para mirar tus aguas turbulentas,
tus remansos,
como niños al sol
y ese brillo acerado en soledades
donde dejo caer una amapola (34).
La poeta madrileña concluye con una autorreflexión metapoética – con estos
versos está contestando a la carta de su contemporánea –, y con un bello gesto:
dejando caer una flor. Michael Ferber asocia la amapola con la diosa Démeter
porque florece coincidiendo con la cosecha (1999: 160). Su corola está llena
de semillas que representan la fertilidad, el principio de un nuevo florecer
(1999: 160). La amapola cierra esta misiva en que Uceta agradece a Conde su
valentía por romper con sus palabras el silencio y el sometimiento tradicional
femenino. Palabras que abrieron la puerta a la escritura de las mujeres y que
incitaron a Uceta a escribir el poema.
En su carta poema, Uceta reconoce el magisterio de su amiga Carmen,
pero también el carácter universal de su mensaje, consciente de que su voz se
dirige a todas las mujeres de la historia, animándolas a acabar con la sumisión
y a expresarse. Asimismo, atestigua el prestigio alcanzado por Conde y la
autoridad que había logrado entre las poetas, al mismo tiempo que afirma el
carácter extensivo de su mensaje feminista propagado a todas.
En conclusión, los casos de Concha Méndez y de Acacia Uceta muestran
cómo la solidaridad con otras escritoras, del pasado o del presente, junto a
su intervención en las redes literarias femeninas de sus épocas respectivas,
contribuyeron a la forja de su identidad, al establecimiento de su autoría y a
su reconocimiento como poetas. Los poemas que dedicaron Concha Méndez a
Rosalía de Castro y Acacia Uceta a Carmen Conde revelan que las más jóvenes
buscaban establecer lazos de solidaridad con sus predecesoras, ya bien para
recuperar su identidad perdida en el exilio, en el caso de Méndez; o para unir
su voz y reclamar los derechos de la mujeres, en el caso de Uceta. Los versos
que dedican las dos a sus precursoras impulsan su visibilidad como autoras e
inscriben a ambas en el linaje de las poetas.
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Autoría:
Antonio Cazorla Castellón
Universidad de Almería y Universidad de Granada, España
[email protected]
https://orcid.org/0000-0001-7478-3253
Citación:
Cazorla Castellón, Antonio, «Alba Martín Santaella, Desde la otra orilla. Las mujeres en la Revista de Occidente (1923-
1936)», Anales de Literatura Española, n.º 38, 2023, pp. 293-296. https://doi.org/10.14198/ALEUA.2023.38.14
Este trabajo está sujeto a una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons (CC BY 4.0).
1. De esta forma se refiere Alba Martín Santaella a los pensadores estudiados en Desde la
otra orilla…, etiqueta que acuñó Shirley Mangini en Las modernas de Madrid, publicado
en 2001 en la editorial barcelonesa Península.
poco personal, o, dicho de otra manera, la mujer es más bien un género que
un individuo (p. 250).
Seguramente, numerosísimas mujeres y algunos hombres alzarían sus voces
para confrontar juicios de tan rancia misoginia. No ocurría así en los años de
la Modernidad española, por más cotas que el feminismo estuviera alcanzando,
pues el discurso patriarcal estaba adscrito en el ADN de la sociedad y, lo que es
más grave, desde los órganos culturales más influyentes se sustentaban teorías
sobre la inferioridad femenina.
Esa cita inaugural lleva la firma de Ortega y Gasset, quien en 1923 escribió,
para el primer número de la Revista de Occidente que él mismo fundara, el
ensayo «La poesía de Anna de Noailles». Es ésta una de tantas disquisiciones
del reconocido filósofo español que la doctora Alba Martín Santaella recoge en
su apasionado, riguroso y exhaustivo trabajo Desde la otra orilla. Las mujeres
en la Revista de Occidente (1923-1936), publicado a finales de 2021.
Este extenso ensayo es el quinto volumen que la editorial publica en la
colección Sobre las mujeres dirigida por Isabel Navas Ocaña, catedrática de la
universidad almeriense. En él, Alba Martín se sirve de la «hermenéutica de
la sospecha» (p. 551) y recorre la primera etapa de la Revista de Ortega para
estudiar desde la perspectiva de la crítica literaria feminista los textos ensa-
yísticos y narrativos de los intelectuales que defendieron la inferioridad de las
mujeres, así como los textos de las escritoras a quienes, paradójicamente, el
filósofo les permitió publicar.
Alba Martín parte de una premisa bien clara: la Revista de Occidente fue uno
de los mayores motores de influjo cultural en la España de los años veinte y
treinta, y sin embargo no se han cuestionados las teorías sobre la inferioridad
femenina que en este medio se publicaban. Asimismo, la importancia de la
Revista ayudó en los años de la llamada Edad de Plata de la literatura española a
conformar el canon que tradicionalmente hemos estudiado de la generación del
veintisiete. No es de extrañar, por tanto, que si estos «misóginos ilustrados» (p.
159) consideraran incompatible el binomio mujer-pensamiento, las escritoras
de vanguardia no figuren en la nómina del grupo generacional. Por tanto,
Martín Santaella cuestionará la supuesta modernidad de estos intelectuales a
lo largo de siete valiosos capítulos.
El capítulo primero sitúa el nacimiento de la Revista de Occidente en un
momento y un lugar determinado de la historia, y en él desentraña las teorías
misóginas y pseudocientíficas que tanto Ortega como otros intelectuales de la
talla de Gregorio Marañón divulgaron sobre la condición femenina. Concebían
a la mujer como un ser inferior al varón, destinado a la maternidad y al apoyo
doméstico.
En los seis capítulos restantes se abordan las tesis sobre la condición feme-
nina y se analizan pormenorizadamente las imágenes de mujeres, una de las
metodologías que más fruto ha dado la crítica feminista, tanto en la literatura
masculina como en la femenina que se publicó en la Revista. Pues bien, en
el capítulo segundo, Martín Santaella desentraña el discurso que pensadores
como Marañón, el propio Ortega, Benjamín Jarnés, Jung o Simmel, constru-
yeron sobre la «mujer normal», es decir, aquella que no transgrede las normas
patriarcales y no sucumbe al peligro de los movimientos feministas. No obs-
tante, el papel del hombre también fue llevado a debate a través de la revisión
de figuras como el Don Juan antiespañol, como lo definió Marañón, o Giacomo
Casanova, hombres mujeriegos que ni procreaban ni contribuían a la cultura.
Hombres como estos y mujeres anormales serían un obstáculo para el gran
proyecto modernizador de Ortega: la creación de una España burguesa, liberal
y defensora de la familia tradicional como principal institución de la sociedad,
una institución que, sin embargo, relegaría a la mujer al ámbito de lo privado.
Creado el armazón ideológico a partir de un ensayismo misógino, la Revista
de Occidente llevó a las «mujeres a juicio», tal y como reza el título del capítulo
tercero. Escritoras, pintoras y mujeres de la Historia fueron analizadas muy
dura y negativamente para demostrar que no poseían la racionalidad superior
del varón. Lo hicieron con una galantería que pretendía velar el paternalismo
de quienes empeñaban la pluma. Podemos hacernos una idea de las conside-
raciones de Ortega sobre la poeta Anna de Noailles en la cita inicial, pero hay
otras incluso peores, como las de Juan Chabás, quien sostuvo que la poeta
Ada Negri encarnaba el paradigma de la escritura basada en lo sensorial y,
por ende, femenina; un tipo de escritura que jamás alcanzaría el intelecto y lo
trascendental, cualidades reservadas a la naturaleza masculina.
Aunque Martín Santaella reconoce la modernidad en cuanto a la concep-
ción del género novelesco de escritores como Baroja, Azorín, Gómez de la Serna
o Corpus Barga, saca a relucir en el capítulo cuarto las imágenes femeninas
de sus textos narrativos publicados en la Revista. Estos personajes femeninos
representaban a mujeres cosificadas, ornamentales, hechiceras, monstruosas,
prostitutas, lánguidas, que llevaban al varón a la perdición. Véase el caso de
Benjamín Jarnés, probablemente quien más estereotipos misóginos reprodujera
en sus textos. Sus personajes femeninos carecían de lógica, eran mujeres sin
instinto maternal, despiadadas, como vemos en «Sor Patrocinio»; malignas
hechiceras, como se ve en «Viviana y Merlín», y adúlteras. También escritores
extranjeros, como Goethe, Leo Frobenius o Alejandro Kupin publicaron sus
cuentos en la Revista, y sus personajes femeninos no distaban en absoluto de los
creados en suelo español, tal y como podemos apreciar en el quinto capítulo.
Citación:
Estepa Estepa, Celia, «Ayala Aracil, María de los Ángeles. Estudios literarios.», Anales de Literatura Española, n.º 38, 2023,
pp. 297-300. https://doi.org/10.14198/ALEUA.2023.38.15
Este trabajo está sujeto a una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons (CC BY 4.0).
Citación:
Fernández Soto, Concha, «María Castillo Robles, M.ª Teresa León, crítica literaria. Feminismo y compromiso político»,
Anales de Literatura Española, n.º 38, 2023, pp. 301-303. https://doi.org/10.14198/ALEUA.2023.38.16
Este trabajo está sujeto a una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons (CC BY 4.0).
La figura de María Teresa León (1903-1988) se nos revela cada día más esencial
a la hora de revisar y visibilizar la historia cultural, literaria y política de la
España del siglo xx. Tras un largo olvido, oscurecida por la figura de su marido,
Rafael Alberti, y por sus propias circunstancias personales, será a partir de los
años 90 cuando empiece a revalorizarse su figura. Queda, sin embargo, un
importante camino por recorrer en la tarea de recuperación y sistematización
de su trabajo crítico y ensayístico.
La doctora María Castillo Robles ha acometido ese reto para analizar con
exhaustividad y rigor esa amplia faceta de la escritora, atendiendo a dos de sus
aspectos más relevantes: el feminismo y el compromiso político. Una tarea que
cobra todo su sentido en la imprescindible tarea de ampliar el canon literario y
contrarrestar la restringida visión crítica que ha caracterizado a la Generación
del 27, a la que nuestra autora pertenece por derecho propio.
Ese es el sentido y el valor que tiene el imprescindible ensayo que paso a
reseñar y que se estructura en ocho capítulos. En el primero titulado «Apuntes
biográficos», el lector encontrará un recorrido por la extensa vida y obra de
la escritora, incidiendo en los episodios más importantes y que marcaron
su evolución hacia su compromiso político y feminista. Queda claro en este
repaso que sería imposible valorar unilateralmente a María Teresa León como
escritora, separándola de su vida, pues perderíamos las mejores claves para
descubrir lo más creativo y trascendente de su personalidad.
En el capítulo II, titulado «Una escritora feminista», comprendemos por
qué las mujeres ocupan en la producción crítica de María Teresa León un papel
fundamental, sin llegar a rechazar de plano la ideología de la domesticidad,
pero sí ampliando sus límites con el rechazo, por medio de su activismo político
y su voz literaria, de la restricción de la labor femenina a la esfera de lo privado.
Y así se puede observar desde los primeros textos que la autora publica como
Isabel Inghirami en el Diario de Burgos, hacia 1925; en los que publicará en
diversas revistas como las argentinas Burgos y Caras y Caretas; en La Gaceta
Literaria, Octubre, o El Mono Azul, y en los que seguirían sucediéndose a partir
de 1939, con el camino del exilio.
El capítulo III, «El exilio bonaerense», se dedica a los trabajos realizados
durante su exilio argentino, centrados especialmente en la escritura de guiones
para la radio, la televisión y el cine, como formas de desarrollar su vocación
literaria y como medio de subsistencia. De ahí surgen proyectos tan interesan-
tes, y a veces, poco estudiados, como las radiofónicas Charlas con María Teresa,
dirigidas a mujeres, o adaptaciones y guiones de cine como Los ojos más lindos
del mundo, La dama duende y El gran amor de Bécquer.
En el capítulo IV se tratan los textos que María Teresa León dedicó a uno
de sus escritores favoritos desde la infancia, Benito Pérez Galdós. Este interés la
llevó a recrear un episodio de su vida, a prologar dos de los famosos Episodios
Nacionales, para terminar con una adaptación de la novela Misericordia, en con-
sonancia con su gusto por las mujeres víctimas de las desigualdades sociales.
El capítulo V se centra en la figura de otro autor fundamental, Gustavo
Adolfo Bécquer, y en él se analizan la biografía novelada que María Teresa
León escribió sobre el poeta sevillano, así como el guion radiofónico, La niña
del balcón de la calle del perro y el guion cinematográfico titulado El gran amor
de Bécquer.
Un enfoque parecido tiene el capítulo VI, ahora focalizado en la figura
de Cervantes, quien estuvo siempre muy presente en la vida y obra de María
Teresa León desde la temprana adaptación y representación de La destrucción de
Numancia. Así se analizan la biografía novelada de Cervantes en El soldado que
nos enseñó a hablar, para posteriormente detenerse en las mujeres que tuvieron
protagonismo en su vida.
El capítulo VII centrado en Castilla, el Cid y doña Jimena, evidencia la
importancia de la materia cidiana en la obra de María Teresa León. Don Rodrigo
Díaz de Vivar aparece como personaje desde el comienzo de su carrera literaria
Citación:
Soto Vázquez, José, «Berta Muñoz Cáliz y María Victoria Sotomayor Sáez, La literatura infantil y juvenil del
exilio republicano de 1939», Anales de Literatura Española, n.º 38, 2023, pp. 305-308. https://doi.org/10.14198/
ALEUA.2023.38.17
Este trabajo está sujeto a una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons (CC BY 4.0).
Citación:
Lozano Fernández, Judith, «Concha Fernández Soto (ed.), Quebradas. Dramaturgas en tiempos de pandemia», Anales de
Literatura Española, n.º 38, 2023, pp. 309-311. https://doi.org/10.14198/ALEUA.2023.38.18
Este trabajo está sujeto a una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons (CC BY 4.0).
Citación:
Panero García, M.ª Pilar , «José Enrique Martínez. La huella de la herida. Sobre la poesía de José Luis Puerto», Anales de
Literatura Española, n.º 38, 2023, pp. 313-316. https://doi.org/10.14198/ALEUA.2023.38.19
Este trabajo está sujeto a una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons (CC BY 4.0).
José Luis Puerto (La Alberca, 1953) Premio Internacional de Poesía Gil de
Biedma en 1997, fue galardonado en 2019 con el Premio Castilla y León de
las Letras por su voz personal y su labor dilatada en el tiempo. En medio ha
recibido otros premios. Y no es para menos. Además de una obra poética
abrumadora por su calidad y su cantidad, también es autor de relatos, ensa-
yos, traducciones, ediciones críticas de obras de otros poetas, traducciones de
poesía portuguesa, guías de viaje, libros sobre temas locales y una considerable
obra etnográfica, además de publicar habitualmente en la prensa artículos
de opinión sobre temas de actualidad o acerca del arte en general. Su poesía
está incluida en más de media docena de antologías de conjuntos de poetas
contemporáneos que se han ido publicando entre 1997 y 2020.
Ahora el profesor José Enrique Martínez, catedrático jubilado de Teoría de
la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de León y especialista
en poesía española contemporánea, presenta una edición crítica de la obra
poética que Puerto ha publicado hasta el año 2020. Esta se articula en torno
a dos de sus cuatro antologías que se nutren de un más que considerable
que se rememora con nostalgia, o el paraíso del que fuimos desterrados y que
nos produce una quiebra y abandono. La nostalgia del jardín-paraíso provoca la
herida y esta una huella, como señala José Enrique Martínez en el acertado título
de su estudio. El paraíso-jardín se asocia a la casa, a la naturaleza como loecus
amoenus, a las melodías del mundo, al jardín como utopía y a lo hermoso con-
seguido. Es decir, el paraíso-jardín podría ser la casa familiar en La Alberca natal
protegida por su madre, o todo lo ontológicamente bueno, asimilando lo bueno
con lo hermoso, que el ser humano es capaz de recibir, construir y mantener.
Los signos que aparecen en Estelas y Señales son una cara de la palabra
poética que conmemora en contra del olvido de lo que somos y de los que
nos han precedido. Signos son las ruinas de las piedras que derriba el efecto
devastador del tiempo, aunque estas pueden salvaguardar lo bello y lo pleno.
Puerto compara la desnudez del invierno con la desnudez del alma, con
toda la intemperie, la renuncia, la desposesión y la purificación humanas. En
el invierno, como en la primavera, el poeta halla correspondencia anímica y
espiritual con el medio sociocultural y el natural. Las imágenes de la nieve y de
lo blanco y de la desposesión son recurrentes para el hombre contemporáneo
siempre en búsqueda de algo, pero que ha sido desposeído de Dios, del propio
hombre alienado por lo material y huérfano de humanismo, y de la naturaleza
que es ultrajada por el mismo.
Los poemas sobre la protección de las moradas, los desfavorecidos, los seres
amados, la fraternidad, los territorios de la infancia, lo sagrado, los valores
mediante signos aparecen como potencia iluminadora frente a la devastación
y la orfandad. El hombre posee recursos, la palabra hecha poesía es uno, para
salvaguardar lo apetecido y querido.
Los símbolos interaccionan en la poesía de Puerto en función de lo que
significan para él como objetos, como personificaciones de otros seres humanos
o como ideales que gobiernan la propia vida y ayudan a vivirla. En la poesía
de Puerto el significado de los símbolos deriva de la relación que él tiene con
las propias cosas, con objetos de la vida cotidiana que evocan, con el prójimo
y especialmente con la naturaleza. Los significados a su vez se manipulan y se
transforman por medio de la palabra hecha poesía y al mismo tiempo memoria
y nostalgia. El designio ético con el que Puerto acomete su tarea se materializa
en los símbolos que conducen a la comunicación, la participación y la ofrenda.
El encuentro entre artes plásticas y literatura que tan buenos frutos brinda
es una faceta esencial del quehacer de José Luis Puerto, tanto que es conside-
rada una de los lugares en las que recala asiduamente. Es creador de poesía
pintada y colabora activamente en un movimiento artístico que se desarrolla
en la naturaleza. También las obras de artistas, especialmente pintores, aunque