Tipos de Estres2-Los Síndromes de Estrés PDF
Tipos de Estres2-Los Síndromes de Estrés PDF
Tipos de Estres2-Los Síndromes de Estrés PDF
La consolidación de la teoría clásica del estrés tomó toda la primera mitad del siglo XX.
A lo largo de la segunda mitad fueron ampliándose detalles e introduciendo matices que
han llevado a algunas importantes modificaciones. En realidad, no hay una ruptura
brusca en el desarrollo del concepto científico de estrés, por lo que la división en dos
épocas, una histórica y otra actual, es relativamente artificial. Los hallazgos de la teoría
clásica siguen vigentes, aunque cualificadas en tres grandes aspectos, que se refieren a la
naturaleza del estímulo, a la homogeneidad de la respuesta y a las estructuras y procesos
que los relacionan. Además, los mecanismos neurológicos y endocrinos descubiertos por
los pioneros de manera independiente han sido ya integrados en una formulación
psicobiológica unificada, que incluye al sistema inmunitario. De la psicoendocrinología
hemos pasado a la psico-neuro-endo-crinología y de ella, ahora ya a la psico-neuro-
endocrino-inmunología.
Tanto la teoría de Selye como la de Cannon transmiten, cada una a su manera, la noción
de que el estrés requiere la presencia de un agente externo que, al menos potencialmente,
es siempre perjudicial. El propio Selye (1974) intentó corregir tardíamente esta
impresión, al diferenciar entre «eu-stress» y «dis-stress», y afirmar que cierto grado de
estrés es necesario y tiene consecuencias beneficiosas (eustrés), mientras que niveles
excesivos son desagradables y patogénicos (distrés). Seymour Levine (1993), después de
30 años estudiando la respuesta del eje hipófiso-pituitario-adrenal al estrés psicosocial, ha
demostrado que hay situaciones en las que la respuesta de estrés no sólo no es dañina,
sino que además facilita el desarrollo y el aprendizaje. La observación de situaciones
naturales lleva a la comprensión intuitiva de que los mismos estímulos pueden ser
beneficiosos a pequeñas dosis y dañinos a dosis más elevadas. Se denomina hormesis a
34
este fenómeno de respuesta beneficiosa ante pequeñas dosis de condiciones normalmente
dañinas. Puede observarse en múltiples campos, desde las relaciones interpersonales
hasta el consumo de alcohol y, por supuesto, en el estrés. Abundan los ejemplos en los
que un estrés mínimo mejora la función y supervivencia del organismo, mientras que
resulta dañino por encima de cierta intensidad. Los modelos iniciales sobre los efectos
patógenos del estrés estaban basados en relaciones lineales, en las que se introdujo la
consideración de dinteles o niveles críticos, por encima de los cuales el estrés es aún más
dañino. Los nuevos modelos horméticos incluyen la posibilidad de que una baja
intensidad de estrés tenga efectos beneficiosos. Así, por ejemplo, Rattan (2004) ha
demostrado a nivel celular que el estrés calórico breve facilita la reparación de proteínas
mínimamente dañadas y acelera la eliminación de las gravemente dañadas, mejorando en
consecuencia las funciones metabólicas y aumentando la longevidad.
35
pero luego fue declinando hasta regresar a unos niveles casi basales al final del estudio.
La obvia conclusión es que, una vez satisfechas las necesidades de descanso, la
continuación forzada de un reposo absoluto constituye una situación de estrés mayor que
el ejercicio moderado. Se puede concluir que el organismo está naturalmente preparado
para funcionar de manera óptima ante un cierto grado de estimulación ambiental, y que,
cuando se encuentra ante niveles superiores o inferiores a ese grado de estimulación
idóneo, el esfuerzo extra necesario para mantener el funcionamiento adecuado de los
procesos fisiológicos constituye una situación de estrés.
Integrando las teorías de Cannon y de Selye desde la perspectiva de la
estimulación óptima, se puede formular la ley general del estrés:
Cuando la influencia del ambiente supera o no alcanza las cotas en las que el organismo
responde con máxima eficiencia, éste percibe la situación como peligrosa o desagradable,
desencadenándose una reacción de lucha-huida, y/o una reacción de estrés, con hipersecreción de
catecolaminas y de cortisol (Rivera, 1977, 1980).
36
interrumpir uno de ellos, apretando una palanca. Este «mono ejecutivo», responsable
único del bienestar de ambos, fue el que desarrolló mayores lesiones gástricas por estrés,
en comparación con su compañero pasivo. Por otra parte, el estrés de la responsabilidad
puede atenuarse si se acompaña de una buena información que permita un cierto grado
de control sobre las circunstancias. Weiss (1971) repitió el experimento de Brady con
ratas, introduciendo una importante modificación: la rata ejecutiva era avisada por una
señal segundos antes de la descarga eléctrica, pudiendo así llegar a evitarla a tiempo. En
estas circunstancias, los efectos nocivos del estrés resultaron ser menores en la «rata
ejecutiva» que en su compañera indefensa.
3.2.1. Lucha-huida
37
catecolaminas por la médula suprarrenal.
En realidad, no es necesaria la percepción consciente de un peligro para
desencadenar la reacción de lucha-huida. Basta una alteración brusca del entorno para
que se estimule el sistema ergotrópico, con la correspondiente activación simpática e
incremento de producción de adrenalina y noradrenalina por la médula de la glándula
suprarrenal. Ésta es la fase aguda de la reacción, que se inicia en milisegundos y que
puede ser de muy corta duración, si se corrige rápidamente el disturbio o se elimina el
peligro que la desencadenó. En estados de mala sintonía vegetativa la activación
ergotrópica puede durar más de lo necesario, siendo ésta una de las causas de los efectos
patógenos del estrés.
En la actualidad se sabe que la respuesta de lucha-huida no es homogénea en sí
misma. El propósito general es el mismo, porque la eliminación del peligro o disturbio
puede hacerse mediante su destrucción activa, es decir, atacándolo, o bien mediante
evitación activa, escapando de su alcance mediante la huida. La evitación pasiva,
esconderse, quedarse quieto, desmayarse.. constituye otra respuesta, la de conservación-
inhibición, que veremos después. Los mecanismos biológicos y conductuales que se
ponen en acción en los dos casos extremos de respuesta activa son muy similares, pero
existen ciertas diferencias entre la respuesta de lucha y la de huida. Para empezar,
aunque en ambos casos aumenta la secreción total de catecolaminas, adrenalina y
noradrenalina, no lo hacen en igual proporción. La relación noradrenalina/adrenalina es
más elevada cuando la respuesta es de lucha, mientras que en la de huida predomina la
secreción de adrenalina. Incluso, en reacciones de lucha de corta duración puede haber
aumento de testosterona, que disminuye en las de muy larga duración y en las de huida.
La prolactina, la renina y los ácidos grasos aumentan en la respuesta de huida y no en la
de lucha. Neurológicamente, la activación simpática predomina en la lucha, mientras que
en la reacción de huida coexiste una ligera activación trofotrópica, que en casos extremos
puede terminar en una grave alteración de la sintonía neurovegetativa.
Si la situación de peligro dura demasiado, entra en acción el eje hipófiso-adrenal,
con producción de ACTH y cortisol. La reacción de estrés descrita por Selye se
considera hoy incluida en la respuesta de lucha-huida, como correspondiente a su estadio
crónico. Se puede considerar que la respuesta de lucha-huida tiene una fase inicial
neurovegetativa, mediada por el sistema nervioso autónomo, y una segunda fase
neuroendocrina, mediada por el sistema hormonal. Sin embargo, ambos sistemas están
en constante interacción y en la primera fase ya aumenta la síntesis y liberación de
catecolaminas (adrenalina, noradrenalina y dopamina) por las células cromafines de la
médula suprarrenal. La más importante diferencia entre la fase neurovegetativa y la
neuroendocrina está en la rapidez de su aparición en la respuesta de estrés.
3.2.2. Paratélica
38
En humanos, Michael Apter (1996) observó que la misma actividad podía ser estresante
o placentera, dependiendo de cómo se la tome el sujeto. Diferenció así dos modos de
funcionar, el “télico” (de telos=finalidad) y el “paratélico”, dependiendo de que la
actividad fuera realizada por la necesidad de conseguir un fin determinado o por el placer
que proporciona en sí misma. Los sujetos que responden en modo paratélico son más
relajados de base y soportan mayores niveles de estrés (medido con la escala de
molestias cotidianas de Kanner) que los que lo hacen en modo télico. De hecho, el estado
de ánimo de los sujetos paratélicos mejora inicialmente al aumentar el estrés ambiental,
hasta que llega a un punto a partir del cual la tendencia se invierte y su humor empeora
más rápidamente que en los sujetos de dominancia télica. Éstos, en cambio, son más
“serios” o tensos de base, y responden al estrés de la manera prevista por la teoría de
Cannon, con una relación lineal directa entre molestias cotidianas y perturbación del
humor. En estudios sobre reactividad al estrés en la población general, Rivera y
colaboradores (1983, 1993) han detectado un pequeño grupo de sujetos que refieren
sensaciones de entusiasmo y aumento de energía en situaciones de estrés. Esta
proporción es relativamente alta en estudiantes de medicina de segundo curso, pero
disminuye a lo largo de la carrera, hasta nivelarse en quinto curso con la población
general. Es posible que los estudiantes “entusiastas del estrés” se correspondan, hasta
cierto punto, con los sujetos paratélicos de Apter. La pérdida progresiva de la capacidad
de disfrutar del estrés académico puede explicarse por inversión del modo paratélico
(realizar la tarea por el gusto de hacerla) al télico (realizar-la por la necesidad de
conseguir resultados). El camino inverso, la transformación de un modo télico en
paratélico, puede ser uno de los mecanismos de acción de los enfoques psicoterapéuticos
que utilizan la meditación. En líneas generales, los sujetos con un modo paratélico de
respuesta tienden a presentar menores niveles de activación ergotrópica en situaciones de
estrés, pero las características precisas de este modo de respuesta no han sido muy
estudiadas hasta la fecha.
3.2.3. Vigilancia-acecho
39
la resistencia vascular periférica y aumento de la presión arterial diastólica. Esta respuesta
es más propia de situaciones que requieren vigilancia y afrontamiento pasivo.
Naturalmente, considerar que una situación requiere “afrontamiento activo” (lucha-huida)
o “afrontamiento pasivo” (vigilancia y estar preparado) depende mucho de la naturaleza
del individuo. En el reino animal, los ratones y presas cinegéticas en general presentan
con más facilidad la “pat-tern 1”, mientras que los depredadores al acecho son más
susceptibles de presentar la “pattern 2”. En la clínica humana, la “pattern 2” es más
frecuente en individuos con personalidad tipo A. Las dos pautas muestran también
diferente actividad endocrina, con aumento de cortisol, adrenalina, noradrenalina y
prolactina en la pattern 1, mientras que en la pat-tern 2 sólo aumenta la noradrenalina y,
curiosamente, la testosterona. Williams explica el aumento de testosterona en sus sujetos
(todos varones) considerándolo como una respuesta neuroendocrina a la activación de los
circuitos cerebrales responsables de la vigilancia. Los trabajos de Williams nos recuerdan
que, entre los mecanismos efectores de la respuesta de estrés, no hemos de olvidarnos
del sistema neuromuscular, relativamente mucho menos estudiado que los sistemas
neurovegetativo y neuroendocrino.
3.2.4. Conservación-inhibición
40
contienda definitiva, posiblemente por este mismo mecanismo.
Descrita por Taylor et al. (2000) con el nombre de Tend and befriend response. A partir
de observaciones incidentales sobre el diferente comportamiento de hombres y mujeres
en situaciones de estrés moderado, estas investigadoras norteamericanas establecieron un
nuevo tipo de respuesta ante el estrés, que parece ser más frecuente en el sexo femenino.
Mientras que los varones muestran mayoritariamente conductas tipo lucha-huida ante el
estrés situacional, como competitividad e irritabilidad, las mujeres tienden a reunirse en
grupos y a mostrar entre ellas conductas de apoyo y afecto. La respuesta diferencial de
hombres y mujeres al estrés ya ha sido notada por otros investigadores, entre ellos
Monterrey (1991) y Bulbena (1994), pero a nadie se le había ocurrido antes que tales
diferencias pudieran llegar a constituir una respuesta integrada significativamente
diferente. Naturalmente, las mujeres no están exentas de la respuesta de Lucha-Huida, de
la misma manera que la respuesta de Cuidar e Intimar no les es exclusiva. Pero las
diferencias en frecuencia tienen sentido desde el punto de vista evolutivo.
En la evolución de la especie humana desde los tiempos primitivos, la selección
natural puede haber favorecido a hombres prestos a luchar para defender a su grupo, o
por lo menos a escapar para poder engendrar otro nuevo, de ahí que se encuentre en este
género un predominio relativo de individuos que presentan la reacción de lucha-huida
ante el estrés. Por el contrario la mujer, cuya actividad evolutiva más determinante para
la especie es su capacidad de cuidar y mantener unida a la prole, sufrió una selección
natural distinta, predominando entre ellas las que presentan respuesta de cuidar-intimar.
Después de cientos de miles de años, la tendencia a actitudes de enfrentamiento
predomina entre los hombres, mientras que las de cuidado y apoyo lo hacen entre las
mujeres.
La base neuroendocrina de la Respuesta de Cuidar-Intimar está en el aumento de
secreción de oxitocina ante el estrés, que es más marcado en la mujer que en el hombre.
La oxitocina tiene claras funciones en la promoción de las tendencias afiliativas (Carter,
1997) y reduce la respuesta del eje hipotálamo-hipófiso-adrenal, inhibiendo la secreción
de cortisol frente al estrés (Ennis, 2001), reduciendo así la tendencia a desarrollar la
reacción de lucha-huida.
41
por Selye de la manera siguiente: “Estrés es la respuesta inespecífica del organismo a
toda demanda hecha sobre él.”. Sin embargo, desde los experimentos de Mason,
descritos en el capítulo anterior, se acepta que el organismo no reacciona de manera tan
uniforme e inespecífica ante las exigencias externas. Cierto es que son muchas y muy
variadas las condiciones que pueden desencadenar una reacción de estrés, pero todas
ellas tienen una característica en común: la de ser consideradas como nocivas, peligrosas
o desagradables por el organismo al que afectan. Dicho de otra manera, los organismos
superiores producen una reacción emocional ante estímulos que no son favorables a su
óptimo funcionamiento, siendo la respuesta biológica de estrés específica para esta
valoración subjetiva. Es preciso tener en cuenta, sin embargo, que dicha valoración no
tiene que ser necesariamente consciente y que puede producirse sin la participación
directa de los procesos cognitivos. El estrés quirúrgico, producido por la incisión y
manipulación de tejidos en pacientes totalmente dormidos con anestesia general, es buena
prueba de ello. El núcleo central del aparato efector de la respuesta de estrés es, en
última instancia, el hipotálamo. Su rica red de conexiones puede ser estimulada por
múltiples vías, algunas de ellas independientes de la corteza cerebral.
Por otra parte, los defensores de la conceptualización original de Selye se apoyan
en estudios en invertebrados y en cultivos de células para defender la existencia de una
respuesta de estrés directa, sin procesamiento subjetivo intermedio (Csermely, 1998). Si
se considera el estrés como “la respuesta de una célula u organismo a cualquier exigencia
que fuerce el estado fisiológico más allá de su estado normal de reposo” y también como
“la adaptación al cambio que afecta a todos los niveles de organización, desde la célula
hasta la estructura de la población, pasando por el organismo individual” (Iwama, 1998),
es evidente que existen más modos de respuesta que los mediados por los sistemas
neurovegetativo y neuroendocrino. El sistema inmunitario, por ejemplo, es considerado
como un tercer sistema sensor de cambio y efector de respuestas de estrés (Blalock,
1984, 1994).
En el estado actual del conocimiento, más que la inespecificidad de la respuesta, la
cuestión es cómo se centralizan los procesos internos de adaptación y defensa ante las
exigencias que interfieren con la capacidad óptima de funcionamiento del organismo.
Cuatro niveles o modos de interacción entre el estímulo y la respuesta de estrés han sido
identificados hasta la fecha, a cada uno de los cuales corresponde un sistema sensor-
efector propio. Todos ellos ejercen influencias mutuas y mantienen una importante
interdependencia. Son los siguientes:
1. Celular directo.
2. Mediado por el sistema inmunitario.
3. Mediado por el sistema neurovegetativo.
4. Mediado por el sistema neuroendocrino.
42
3.3.1. Estrés celular
43
3.3.2. Estrés mediado por el sistema inmune
Los glóbulos blancos o leucocitos, de los que existen varios tipos, constituyen la principal
barrera defensiva del organismo contra las infecciones (cuadro 3.1). Además de circular
en la sangre infiltran los tejidos, dando lugar a los fenómenos inflamatorios. El estrés
celular induce en los linfocitos K un receptor específico, cuya activación aumenta la
capacidad de defensa del organismo contra el cáncer (Pardoll, 2001). Los linfocitos son,
junto con las neuronas, las únicas células del organismo dotadas de memoria; por eso,
además de una inmunidad natural, hay una inmunidad adquirida, que se desarrolla gracias
a la exposición previa de los linfocitos a los cuerpos extraños ante los que luego elabora
defensas. Éste es el fundamento de las vacunas y, también, de las reacciones alérgicas.
Junto con el resto de los componentes del sistema inmunitario, los linfocitos detectan
cambios fisiológicos y amenazas a la integridad funcional del organismo que pasan
inadvertidos a los órganos de los sentidos. Genéricamente denominados antígenos, los
elementos principales detectados por el sistema inmunitario son microorganismos, como
los virus, y anomalías intrínsecas locales, como las neoplasias.
44
también modulan la síntesis y secreción de ACTH, de catecolaminas y de corticoides
(Blalock, 1994).
Interleucinas
TNF (Tumor Necrosis Factor)
Interferones
Quimiokinas
Hematopoyetinas
CSF (Colony Stimulating Factors)
45
Cuadro 3.3. Efecto bifásico de los corticoides en la respuesta inmune
46
del sistema ergotrópico. La relajación muscular inhibe la excitación ergotrópica,
produciendo activación trofotrópica refleja.
Las conexiones con el sistema límbico y con la corteza cerebral transmiten la
influencia de emociones y elaboraciones cognitivas en la respuesta de estrés e,
inversamente, del estado de activación ergotrópica en las emociones, la actividad
cognitiva y el comportamiento. Sin embargo, aunque los efectos de la evaluación
subjetiva de una situación sobre la respuesta del estrés son innegables, no son
imprescindibles. Una prueba de ello es que el estrés quirúrgico se produce en pacientes
anestesiados, que no tienen ninguna consciencia de estar sufriendo ataque o peligro. Los
impulsos nocioceptivos procedentes de las zonas lesionadas por la operación estimulan el
sistema ergotrópico, en ausencia de percepción subjetiva de dolor. Bien es verdad, no
obstante, que el estado psicológico del paciente antes de la operación puede potenciar o
atenuar el estrés quirúrgico (Liu et al., 1994; Kielcolt-Glasser et al., 1998).
47
Figura 3.1. La información captada por los sentidos llega a la corteza cerebral, al sistema límbico y al
hipotálamo. El razonamiento y la planificación se realizan en la corteza frontal. El significado emocional de la
información y su relación con la supervivencia y los afectos se lleva a cabo en el sistema límbico. Las respuestas
vegetativas de activación e inhibición somática se coordinan desde el hipotálamo.
48
3.3.4. Estrés mediado por el sistema neuroendocrino
49
de la médula de la glándula suprarrenal es influida directamente por la
inervación simpática de dicha glándula, y forma parte de la reacción de
lucha-huida descrita por Cannon.
b) Eje hipotálamo-hipófiso-adrenal. La activación ergotrópica activa la
producción del factor liberador de corticotropina (CRF) en el hipotálamo,
que es conducido a través de una red circulatoria específica, el sistema porta
hipofisario, al lóbulo anterior de la hipófisis o adenohipófisis, donde estimula
la producción de hormona corticotropa (ACTH), la cual, a su vez, alcanza la
glándula suprarrenal a través de la circulación general, en cuya corteza
estimula la producción de glucocorticoides, de los cuales el principal es el
cortisol. Éste es el mecanismo responsable de la respuesta de estrés descrita
por Selye.
50
51
Figura 3.2. El eje hipotálamo-hipófisis-órganos endocrinos periféricos.
52