Dictamen PG Ficha Limpia

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“2.

022 - Año del 40º Aniversario


de la Guerra de Malvinas”
(Ley Provincial 8300)

Procuración General de la Provincia


SEÑORES JUECES DE CORTE:
En los autos caratulados: “F.M., L.;
R.,L. – Acción Popular de Inconstitucionalidad”, Expte. nº CJS
041837/21, digo:

I.- Que a fs. 1/13, los actores inter-


ponen acción popular de inconstitucionalidad en contra de la
ley 8275 de Ficha Limpia.
Alegan la vulneración de lo dispuesto
por los arts. 13, 16, 18, 19, 20, 21, 85 y 125 de la Constitu-
ción Provincial; 18 de la Constitución Nacional; art. 8.2 8
inciso 4 de la Convención Americana de Derechos Humanos; y
arts. 14.2 y 14.7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos, entre otros.
Expresan que la legitimación surge de
su carácter de habitantes de la Provincia de Salta, en los
términos del art. 92 de la Constitución Provincial.
Manifiestan que la ley 8275, modifica-
toria de los incisos “e”, “f”, “g”, “h” e “i” del art. 44 de
la ley 6042 (Ley Orgánica de los Partidos Políticos) y del art.
22 de la ley 7697 (PASO), atenta contra los máximos principios
constitucionales individualizados como la cosa juzgada, prin-
cipio de inocencia, “non bis in ídem”, proporcionalidad, igual-
dad, resocialización, entre otros.
A continuación, describen los alcances
de la cosa juzgada, citando doctrina y jurisprudencia.
Aducen que la persona condenada por
sentencia dictada en segunda instancia no puede perder el de-
recho a ser tratado como inocente, por cuanto restan agotar
recursos legales capaces de modificar su culpabilidad.
La prohibición del ejercicio de dere-
chos políticos por el solo hecho de haber sido condenado en
segunda instancia, dicen, implica una ilegítima y arbitraria
culpabilidad prematura.

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Indican que la ley 8275 crea el requi-
sito de la idoneidad moral para los futuros candidatos, lo cual
resulta inconstitucional.
Agregan que se vulnera el principio de
“non bis in ídem” y que no se puede permitir que la Legislatura
cree penas accesorias ni agraven las ya impuestas como sucedió
con la ley 8275 que importa una pena de inhabilitación no
contemplada en el Código Penal, de aplicación abstracta y ge-
neral para todos los delitos que el legislador, de manera
arbitraria y caprichosa, seleccionó, todo lo cual importa un
avasallamiento de las competencias federales.
Concluyen efectuando ponderaciones so-
bre el derecho penal de autor y de acto y sus implicancias.

II.- Que corrido traslado al señor Go-


bernador de la Provincia y a Fiscalía de Estado, a fs. 42/49,
contesta el letrado apoderado de la Provincia de Salta y soli-
cita el rechazo de la demanda.
Alega –en primer término- que el Poder
Judicial no debe desnaturalizar el sistema de frenos y contra-
pesos constitucionales.
Luego, aclara que la motivación de la
norma impugnada lo constituye la necesidad de luchar contra la
corrupción.
Considera que se trata de una razonable
limitación y reglamentación de los derechos políticos de los
participantes del proceso electoral.
Cita jurisprudencia del Supremo Tribu-
nal Federal de Brasil sobre la ley de ficha limpia.
Niega vulneración del principio de
igualdad.
A fs. 57/58 vta. y 60/61 vta. se agre-
gan alegatos de ambas partes.

III.- Que la misión del Poder Judicial


consiste en asegurar la supremacía de la Constitución y, como

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de la Guerra de Malvinas”
(Ley Provincial 8300)

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eventual consecuencia, invalidar las disposiciones que se en-
cuentren en clara y abierta pugna con su texto. Así, el control
de constitucionalidad que compete al Tribunal debe efectuarse
en un marco de estricta prudencia, por cuanto la declaración
de inconstitucionalidad no ha de efectuarse en términos gene-
rales o teóricos, porque se trata de la función más delicada
de los jueces; en este sentido, la declaración de inconstitu-
cionalidad de un precepto de jerarquía legal constituye la más
delicada de las funciones susceptible de encomendarse a un
tribunal de justicia (CJS, Tomo 117:1041; 151:097), configu-
rando un acto de suma gravedad que debe ser considerado como
la última "ratio" del orden jurídico (CSJN, Fallos, 302:1149).

IV.- Que en primer orden, cabe recordar


que la declaración judicial de invalidez constitucional re-
quiere no sólo la aserción de que la norma impugnada puede
causar agravio constitucional, sino que se haya afirmado y
probado que ello ocurre en el caso concreto (esa Corte, Tomo
88:559; 117:1041, entre muchos otros).
En efecto, el interesado en la decla-
ración de inconstitucionalidad de una norma debe demostrar
claramente de qué manera ésta contraría la Constitución, cau-
sándole de ese modo un gravamen (CSJN, Fallos, 324:754).

V.- Que además, el acierto o el error,


el mérito o la conveniencia de las soluciones legislativas no
son puntos sobre los que el Poder Judicial deba pronunciarse,
por lo que la declaración de inconstitucionalidad de una ley -
acto de suma gravedad institucional- no puede fundarse en apre-
ciaciones de tal naturaleza, sino que requiere que la repug-
nancia de la norma con la cláusula constitucional sea mani-
fiesta, clara e indudable (CSJN, Fallos, 320:1166).
El poder legislativo está facultado
para sancionar las leyes que considere convenientes, con el
límite de que tal legislación sea razonable y no desconozca

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las garantías o las restricciones que impone la Constitución
(CJS, Tomo 83:665; 84:823, 841).
Para acoger un planteo de inconstitu-
cionalidad de una ley formal, deben lesionarse claramente los
valores de la Constitución en su estructura normativa y con-
ceptual, creándose un conflicto que lleve a tal declaración
(CJS, Tomo 83:665; 84:823, 841); o afectar de alguna manera la
constelación normativa que surge del bloque de constituciona-
lidad federal, integrado no solo por las constituciones nacio-
nal o provincial y demás normas de derecho interno, sino tam-
bién los instrumentos internacionales a los que ha adherido el
Estado Argentino y forman parte de dicho plexo ampliándose
dicho examen además al control de convencionalidad de la norma.

VI.- Que el art. 1 de la ley 8275 dis-


pone que no podrán ser candidatos a cargos públicos electivos
provinciales y municipales los condenados por sentencia judi-
cial en segunda instancia mientras dure la condena, por los
siguientes delitos: a) los cometidos en contra de la Adminis-
tración Pública previstos en el Título XI del Libro Segundo
del Código Penal, en los Capítulos VI: Cohecho, tráfico de
influencias y fraude en perjuicio de la administración pública;
VII: Malversación de caudales públicos; VIII: Negociaciones
incompatibles con el ejercicio de funciones públicas, asocia-
ción ilícita; IX: Exacciones ilegales; IX bis: Enriquecimiento
ilícito de funcionarios y empleados y XIII: Encubrimiento; b)
los cometidos contra el Orden Económico y Financiero previstos
en el Titulo XIII. Los supuestos previstos en el inciso se
extenderán desde que exista sentencia condenatoria en segunda
instancia del proceso hasta su eventual revocación posterior,
o bien hasta el cumplimiento de la pena correspondiente; c)
los cometidos contra las personas comprendidos en el artículo
80 incisos 4), 11) y 12) del Título I del Libro Segundo del
Código Penal; d) los delitos contra la integridad sexual com-
prendidos en los artículos 119, 120, 124 al 128, 130, 131 y
133 del Título III del Libro Segundo del Código Penal; e) los
cometidos contra el estado civil de las personas comprendidos

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en los artículos 138, 139 y 139 bis del Título IV del Libro
Segundo del Código Penal; f) los cometidos contra la libertad
comprendidos en los artículos 140, 142, 142 bis, 145 bis, 145
ter y 146 del Título V del Libro Segundo del Código Penal.

VII.- Que la denominada Ficha Limpia


fue objeto de expresa regulación en otras jurisdicciones.
Así, en el caso de la Provincia de Chu-
but, la Ley Orgánica de los Partidos Políticos (Ley XII – Nº
9), establece –en su art. 66 bis- que no podrán ser precandi-
datos en las elecciones primarias, ni candidatos en elecciones
generales a cargos públicos electivos, ni ser designados para
ejercer cargos partidarios: 1) los excluidos del padrón elec-
toral como consecuencia de disposiciones legales vigentes; 2)
los condenados por delitos dolosos a pena privativa de la
libertad con sentencia firme, por el término de la condena; 7)
las personas con auto de procesamiento por genocidio, crímenes
de lesa humanidad o crímenes de guerra, hechos de represión
ilegal constitutivos de graves violaciones de derechos humanos,
torturas, desaparición forzada de personas, apropiación de ni-
ños y otras violaciones graves de derechos humanos o cuyas
conductas criminales se encuentren prescriptas en el Estatuto
de Roma como Crímenes de competencia de la Corte Penal e In-
ternacional; 8) las personas condenadas por los crímenes des-
criptos en el inciso anterior aun cuando la resolución judicial
no fuere susceptibles de ejecución; 9) los condenados por: a)
los delitos previstos en los Capítulos I y II del Título IX
(delitos contra la seguridad de la Nación) de Libro Segundo
del Código Penal de la Nación; b) los delitos previstos en los
Capítulos I y II del Título X (delitos contra los poderes
públicos y orden constitucional) del Libro Segundo del Código
Penal de la Nación; c) los delitos previstos en los Capítulos
VI (cohechos y tráficos de influencias); VII (malversación de
caudales públicos), VIII ( negociaciones incompatibles en el
ejercicio de funciones públicas); IX (exacciones ilegales); IX

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bis (enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos) y XIII
(encubrimiento), del Título XI del Libro Segundo del Código
Penal de la Nación; d) el delito de Fraude en perjuicio de la
administración pública previsto en el artículo 174 inciso 5)
del Código Penal de la Nación; e) el delito de lavado de activos
cometido por un funcionario público contemplado en el artículo
303 inciso 2) punto b) del Código Penal de la Nación. La
inhabilitación para ser precandidato o candidato prevista en
el inciso 9) del presente artículo de esta Ley se extenderá
desde que exista sentencia condenatoria confirmada en segunda
instancia del proceso y hasta su eventual revocación posterior
o, en su caso, hasta el cumplimiento de la pena.
Por su parte, la ley 9281 de la Pro-
vincia de Mendoza dispuso la incorporación del inciso 3) al
art. 37 de la Ley 4746, en los siguientes términos: “Las per-
sonas que se encuentren condenadas penalmente a pena privativa
de la libertad, aunque la sentencia no se encontrare firme y
la pena fuera de cumplimiento en suspenso, por los siguientes
delitos: a) Delitos contra la administración pública compren-
didos en los Capítulos VI, VII, VIII, IX, IX bis y XIII del
Título XI del Libro Segundo del Código Penal; b) Delitos contra
el orden económico y financiero comprendidos en el Título XIII
del Libro Segundo del Código Penal; c) Delitos contra las
personas comprendidos en los artículos 79, 80, 84 bis segundo
párrafo, 95 cuando el resultado sea la muerte, 106 tercer
párrafo del Título I del Libro Segundo del Código Penal; d)
Delitos contra la integridad sexual comprendidos en los ar-
tículos 119, 120, 124 a 128, 130, 131 y 133 del Título III del
Libro Segundo del Código Penal; e) Delitos contra el estado
civil comprendidos en los artículos 138, 139 y 139 bis del
Título IV del Libro Segundo del Código Penal; f) Delitos contra
la libertad comprendidos en los artículos 140, 141, 142, 142
bis, 142 ter, 144 ter, 145 bis, 145 ter, 146, 147, 148 bis y
149 bis último apartado y 149 ter del Título V del Libro Segundo
del Código Penal; g) Delitos contra la propiedad comprendidos
en los artículos 165, 168, 170, 174 inc. 5), del Título VI del
Libro Segundo del Código Penal; h) Delitos contra los poderes

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públicos y el orden constitucional del Título X del Libro
Segundo del Código Penal.
En tanto que la ley 6271 (Requisitos
para ser candidatos/as a cargos electivos) modificó el art. 39
de la ley 4164 (Código Electoral de Jujuy), disponiendo que
los/las candidatos/as deberán ser electores hábiles y reunir
las condiciones que establece la Constitución de la Provincia
como las que exige la Ley Orgánica de los Partidos Políticos.
No podrán ser candidatos/as a cargos electivos provinciales,
municipales y de comisiones municipales los/as condenados/as
por sentencia judicial en segunda instancia mientras duren la
condena o su eventual revocación, por los siguientes delitos:
a) Delitos contra la Administración Pública comprendidos en
los Capítulos VI, VII, VIII, IX, IX bis y XIII del Título XI
del Libro Segundo del Código Penal; b) Delitos contra el orden
económico y financiero comprendidos en el Título XIII del Libro
Segundo del Código Penal; c) Delitos contra las personas com-
prendidos en los Artículos 79, 80, 84 bis segundo párrafo,
Artículo 95 cuando el resultado sea la muerte, Artículo 106
tercer párrafo del Título I del Libro Segundo del Código Penal;
d) Delitos contra la integridad sexual comprendidos en los
Artículos 119, 120, 124 a 128, 130, 131 y 133 del Título III
del Libro Segundo del Código Penal; e) Delitos contra el estado
civil comprendidos en los Artículos 138, 139 y 139 bis del
Título IV del Libro Segundo del Código Penal; f) Delitos contra
la libertad comprendidos en los Artículos 140, 142, 142 bis,
142 ter, 144 ter, 145 bis, 145 ter, 146, 147, 148 bis y 149
bis último apartado y 149 ter del Título V del Libro Segundo
del Código Penal; g) Delitos contra la propiedad comprendidos
en los Artículos 165, 168, 170, 174 inc. 5), del Título VI del
Libro Segundo del Código Penal; h) Delitos contra los poderes
públicos y el orden constitucional del Título X del Libro
Segundo del Código Penal; i) Delitos comprendidos en la Ley
Nacional Nº 23.737 o la que en su futuro la reemplace. El/la
candidato/a al momento de la aceptación del cargo ante el

7
Tribunal Electoral y de solidaridad con la plataforma electoral
o programa político de su partido deberá indicar no estar bajo
impedimento por haber sido condenado/a por algunos de los de-
litos antes descriptos teniendo la misma, fuerza de declaración
jurada. En caso de no cumplimentar este requisito se conside-
rará como no oficializado el/la candidato/a e impedido para
participar en el acto electoral”. Además, resolvió modificar
el art. 49 de la ley (Orgánica de los Partidos Políticos),
estableciendo que no podrán participar en el proceso eleccio-
nario interno quienes no estuvieran afiliados al partido polí-
tico, los/las ciudadanos/as que estuvieran impedidos de ejercer
derechos políticos o electorales, los/las condenados/as por
sentencia judicial en segunda instancia mientras duren la con-
dena o su eventual revocación, por los siguientes delitos: a)
Delitos contra la administración pública comprendidos en los
Capítulos VI, VII, VIII, IX, IX bis y XIII del Título XI del
Libro Segundo del Código Penal; b) Delitos contra el orden
económico y financiero comprendidos en el Título XIII del Libro
Segundo del Código Penal; c) Delitos contra las personas com-
prendidos en los Artículos 79, 80, 84 bis segundo párrafo,
Artículo 95 cuando el resultado sea la muerte, Artículo 106
tercer párrafo del Título I del Libro Segundo del Código Penal;
d) Delitos contra la integridad sexual comprendidos en los
Artículos 119, 120, 124 a 128, 130, 131 y 133 del Título III
del Libro Segundo del Código Penal; e) Delitos contra el estado
civil comprendidos en los Artículos 138, 139 y 139 bis del
Título IV del Libro Segundo del Código Penal; f) Delitos contra
la libertad comprendidos en los Artículos 140, 142, 142 bis,
142 ter, 144 ter, 145 bis, 145 ter, 146, 147, 148 bis y 149
bis último apartado y 149 ter del Título V del Libro Segundo
del Código Penal; g) Delitos contra la propiedad comprendidos
en los Artículos 165, 168, 170, 174 inc. 5), del Título VI del
Libro Segundo del Código Penal; h) Delitos contra los poderes
públicos y el orden constitucional del Título X del Libro
Segundo del Código Penal; i) Delitos comprendidos en la Ley
Nacional Nº 23.737 o la que en su futuro la reemplace. Los/las

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candidatos/as a ocupar cargos públicos electorales, provincia-
les, municipales y de comisiones municipales, deberán cumplir
con los requisitos impuestos por la Constitución Nacional,
Constitución Provincial, Código Electoral de la Provincia de
Jujuy y lo establecido en la Carta Orgánica de los partidos
políticos intervinientes.
En el orden nacional, varios proyectos
fueron presentados para regular la cuestión específicamente en
relación a los delitos relacionados con actos de corrupción.
Entre los fundamentos expuestos por el
diputado nacional por Chubut Gustavo Menna (quien presentó uno
de los proyectos de ley en el Congreso Nacional) se destaca el
que hace expresa referencia a que “la corrupción es una de las
principales causas del atraso de los países y perjudica a los
sectores más postergados y vulnerables de la sociedad, pues
los priva de bienes públicos de calidad y de infraestructura
acorde a la dignidad humana, ya que los recursos públicos
terminan desviándose a favor de funcionarios venales, sectores
privados”. Adujo –también- que si el art. 53 de la Constitución
dispone que la comisión de delitos es causal de remoción por
juicio político y el art. 70 dispone la suspensión de legisla-
dores por similares motivos, entonces por qué razón no prevenir
directamente la entronización en lugares de representación de
quienes se encuentran en tales situaciones. Mucho más cuando
la norma que se propone toma el recaudo de exigir sentencia
condenatoria confirmada por un tribunal de alzada1.
Por su parte, la diputada nacional
Brenda Lis Austin, al justificar su proyecto de ley sobre Ficha
Limpia, señaló que es “importante generar limitaciones al ac-
ceso a cargos públicos representativos basados en las disposi-
ciones establecidas por el art. 36, quinto párrafo de la Cons-
titución Nacional y en los requisitos de idoneidad exigidos
por el art. 16 de la Constitución Nacional. Pues en este último

1
https://dequesetrata.com.ar/proyecto/camara-de-diputados/5620-D-2019-29104

9
caso, no resulta viable el reconocimiento de la candidatura de
una persona sobre la cual pesa sentencia condenatoria firme o,
en el caso del tercer párrafo del art. 3 del proyecto, con
sentencia de primera instancia, ya que su situación no se
considera asimilable a la de un ciudadano que no se halla
incurso en proceso penal o sobre el que pesara solamente una
sospecha sobre la comisión de un hecho ilícito que no pasara
aún de tramitar la etapa instructoria”. Con cita de doctrina,
agregó que “de los arts. 53, 59, 70 y 115 (referidos al juicio
político y al enjuiciamiento de los diputados y senadores)
puede inferirse fácilmente que la constitución no quiere, como
principio, que quien se halla en ejercicio de los cargos pre-
vistos en las normas citadas sea sometido a proceso penal, todo
lo cual permite vislumbrar con bastante claridad que, sin per-
juicio del principio constitucional de presunción de inocencia,
el desempeño de determinadas funciones parece incluir en el
recaudo de idoneidad el no tener pendiente una causa penal”2.
Por lo demás, la tendencia también fue
receptada por diversos municipios de la Provincia de Buenos
Aires (San Isidro, Rojas, Tres de Febrero, Pinamar, Mercedes,
entre otros) para acceder a cargos ejecutivos y ser nombrado
funcionario municipal.
En el orden internacional, fue para-
digmática la sanción de la Ley Complementaria 135 en la Repú-
blica Federativa de Brasil en el año 2010, producto de una
fuerte iniciativa popular, conocida como “Lei da Ficha Limpa”.

VIII.- Que por otra parte, resulta per-


tinente recordar –también- que la previsión normativa objeto
de impugnación en autos, en rigor implica un impedimento ya
regulado para otros delitos. Así, la ley 26571, sancionada y
promulgada en el año 2009, resolvió modificar el art. 33 de la
Ley Orgánica de los Partidos Políticos (23298), disponiendo
que no podrán ser precandidatos en elecciones primarias ni
candidatos en elecciones generales a cargos públicos electivos

2
https://www4.hcdn.gob.ar/dependencias/dsecretaria/Periodo2021/PDF2021/TP2021/1425-D-2021.pdf

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nacionales, ni ser designados para ejercer cargos partidarios
las personas con auto de procesamiento por genocidio, crímenes
de lesa humanidad o crímenes de guerra, hechos de represión
ilegal constitutivos de graves violaciones de derechos humanos,
torturas, desaparición forzada de personas, apropiación de ni-
ños y otras violaciones graves de derechos humanos o cuyas
conductas criminales se encuentren prescriptas en el Estatuto
de Roma como crímenes de competencia de la Corte Penal Inter-
nacional, por hechos acaecidos entre el 24 de marzo de 1976 y
el 10 de diciembre de 1983 (art. 33, inciso f). Por su parte,
el inciso g) establece que las personas condenadas por los
crímenes descriptos en el inciso f) aun cuando la resolución
judicial no fuere susceptible de ejecución.
Y en la Provincia de Salta, la Ley de
Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias prohíbe el de-
recho a ser elegido a las personas con auto de procesamiento o
condena por genocidio crímenes de lesa humanidad o crímenes de
guerra, hechos de represión ilegal constitutivos de graves
violaciones de derechos humanos, torturas, desaparición for-
zada de personas, apropiación de niños y otras violaciones
graves de derechos humanos o cuyas conductas criminales se
encuentren prescriptas en el Estatuto de Roma como crímenes de
competencia de la Corte Penal Internacional, por hechos acae-
cidos entre el 24 de marzo de 1.976 y el 10 de diciembre de
1.983 (art. 22).

IX.- Que por su parte, la ley 5546 (Es-


tatuto del Empleado Público para la Provincia de Salta) prevé
-en su art. 6- que no podrá ingresar ni reingresar en la Admi-
nistración Pública provincial el que tenga proceso penal pen-
diente o haya sido condenado en causa criminal, por delito
doloso (inciso c), como un claro requisito de ingreso a la
función pública relacionado con la idoneidad requerida a tales
fines.

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X.- Que el art. 16 de la Constitución
Nacional establece que todos sus habitantes son iguales ante
la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la
idoneidad.
El proyecto de constitución de Alberdi
no incluía el concepto de idoneidad. Se reconoce como antece-
dente la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano
(Francia, 1789), consecuencia del pensamiento de Montesquieu
en torno a la virtud republicana, es decir, la conjunción
política de sus principios: igualdad y aptitud. La palabra
empleos del art. 16 de la Constitución Nacional es de por sí
extenso y abierto. Incluye toda clase de servicio u ocupación,
ordinario o extraordinario, permanente o transitorio, en la
Administración pública, desde el más modesto hasta el de Pre-
sidente de la Nación. Se trata de la capacidad, aptitud o
eficiencia para acceder a un empleo, integrada por una plura-
lidad de elementos. La idoneidad moral estriba tanto en carecer
de antecedentes penales, como en haber tenido una conducta
acorde con las pautas éticas vigentes. Cuanto mayor sea la
jerarquía del empleo o de la función, mayor debe ser el grado
de moralidad a exigirse (Sagües, Néstor Pedro, “Sobre la re-
glamentación del principio constitucional de idoneidad", La
Ley 1980-C-1216).
La profesionalización del poder de-
manda idoneidad, que es una aptitud o capacidad para el desem-
peño eficaz del poder. No del poder en abstracto, sino del que
ejerce el gobernante que lo titulariza y que desempeña funcio-
nes propias del poder (Bidart Campos, Germán J., “El Poder”,
Ediar, Buenos Aires, 1985, pág. 192).

XI.- Que por su parte, la ética puede


ser objeto de múltiples definiciones; sin embargo, teniendo en
cuenta que una Constitución no es una obra científica ni doc-
trinaria, sino una norma fundamental impregnada de realismo y
sencillez, que es instrumento de gobierno y símbolo de unidad
nacional, sus palabras deben ser explicadas a la luz del len-
guaje y pensamiento del ciudadano común. Desde esta óptica, la

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ética no es tanto una ciencia filosófica que estudia las normas
a que debe someterse la conducta humana y las consecuencias
que se derivan de su aplicación, sino un arte que tipifica
comportamientos individuales y sociales encaminados al logro
del bien. No se trata de la ética independiente, positivista o
religiosa, sino de la idea dominante en una sociedad sobre cuál
debe ser el comportamiento de los gobernantes para alcanzar el
bien común. En tal sentido, el concepto vulgar de la ética
pública impone conductas al gobernante, tanto en su vida pú-
blica como en la privada cuando, ésta última, adquiere rele-
vancia social (Badeni, Gregorio, “Nuevos Derechos y Garantías
Constitucionales”, AdHoc, Buenos Aires, 1995, págs. 46 y
sgtes.).
En concreto, Bidart Campos, al comen-
tar el art. 36 de la Constitución Nacional, sostiene que los
dos últimos párrafos enfocan el delito de corrupción y lo
vinculan a la llamada ética pública. Ética pública y función
puede traducirse en ética para el ejercicio de la función
pública. El orden normativo del mundo jurídico asuma a la ética
en la forma que lo ordena este art. 36 no difiere demasiado de
lo que habitualmente, encontramos en muchas otras normas jurí-
dicas, cuando apelan a la moral y buenas costumbres y, todavía
con más claridad, cuando el art. 19 de la Constitución exime
de la autoridad estatal a las acciones privadas de los hombres
que ofendan a la moral pública (“Tratado Elemental de Derecho
Constitucional Argentino”, Tomo VI, Sociedad Anónima Editora
Comercial, Industrial y Financiera, Buenos Aires, 1995, pág.
267).

XII.- Que cabe además evocar la ley


26097 en tanto aprobó la Convención de las Naciones Unidas
contra la Corrupción, adoptada en Nueva York, Estados Unidos
de América, el 31 de octubre de 2003. La norma internacional
establece que cuando la gravedad de la falta lo justifique y
en la medida en que ello sea concordante con los principios

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fundamentales de su ordenamiento jurídico, cada Estado Parte
considerará la posibilidad de establecer procedimientos para
inhabilitar, por mandamiento judicial u otro medio apropiado y
por un período determinado por su derecho interno, a las per-
sonas condenadas por delitos tipificados con arreglo a la Con-
vención para: a) Ejercer cargos públicos; y b) Ejercer cargos
en una empresa de propiedad total o parcial del Estado (art.
30).

XIII.- Que evidentemente la sanción de


la ley aquí impugnada fue consecuencia de una necesidad y
reclamo social dirigido específicamente a concretar un cambio
de paradigma en materia de lucha contra la corrupción y rela-
cionado con la integridad e idoneidad de aquellos que aspiren
a ocupar funciones en la vida democrática de una organización
social, demanda imperativa si las hay de nuestra sociedad con-
temporánea.
Y si bien la técnica legislativa uti-
lizada por el legislador local pueda merecer alguna opinabili-
dad, -solo en orden a la redacción utilizada-, esto es la
referencia a “sentencia judicial en segunda instancia”, es
sabido que la interpretación de las leyes debe hacerse siempre
evitando darles aquel sentido que ponga en pugna sus disposi-
ciones, destruyendo las unas por las otras, y adoptando, como
verdadero, el que las concilie y deje a todas con valor y
efecto (CSJN, Fallos, 296:372).
Ello así por cuanto resulta evidente
que lo que se pretende garantizar es la existencia no solamente
de una primera y sola sentencia condenatoria, -lo cual sí
podría merecer algún debate convencional de otro orden- sino
que se debe interpretar como la satisfacción del “doble con-
forme negativo”, el resguardo del derecho al recurso judicial,
es decir, el estándar de revisión judicial de la condena de
acuerdo a las previsiones internacionales y a los concretos
pronunciamientos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
y de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en tal sentido.

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“2.022 - Año del 40º Aniversario
de la Guerra de Malvinas”
(Ley Provincial 8300)

Procuración General de la Provincia


XIV.- Que en orden al examen de cons-
titucionalidad y convencionalidad de las normas aquí impugna-
das, corresponde precisar -exegética y conceptualmente- deter-
minados institutos invocados, anticipando el criterio de que
el cuestionamiento de inconstitucionalidad debe ser rechazado.
En la demanda, se invocan -genérica y
promiscuamente- conceptos tales como “presunción de inocen-
cia”, “cosa juzgada”, “doble conforme judicial”, “inmutabili-
dad de la sentencia firme”, entre otros. Por ello, se definirá
-con claridad- el alcance y hermenéutica de cada uno de tales
institutos que, a pesar de ser invocados como sinónimos o
partes de un mismo tronco conceptual, son sustancialmente di-
ferentes en sus contendidos, efectos y en orden a las garantías
a tutelar.
Cabe establecer como primer aspecto
cuál es sustancialmente el derecho consagrado por el ordena-
miento supranacional y, en consecuencia, el piso de garantías
establecido por dicha constelación normativa surgida del bloque
de constitucionalidad y convencionalidad federal, de modo de
luego comprobar si la norma cuestionada en su constitucionali-
dad soporta ese examen de compatibilidad.
La Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en su art. 8 y bajo el título “Garantías Judiciales”,
establece que “durante el proceso” y como “garantía mínima”,
toda persona inculpada tiene el "derecho de recurrir el fallo
ante juez o tribunal superior” (numeral 2, inciso h). Por su
parte, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
de modo similar determina que "toda persona declarada culpable
de un delito tendrá derecho a que el fallo condenatorio y la
pena que se le haya impuesto sean sometidos a un tribunal
superior, conforme a lo prescripto por la ley" (art. 14.5).
En prieta síntesis, la garantía mínima
a afianzar por los Estados Partes refiere al derecho a recurrir
el fallo condenatorio en materia penal. Ello motivó luego la
elaboración doctrinaria y jurisprudencial que se desarrolló en

15
su consecuencia, que se ha dado en denominar “doble conforme”
o “doble conformidad judicial”.
En suma, los instrumentos reconocen la
garantía que exige que una primera sentencia condenatoria sea
revisada -al menos una vez- por una instancia superior y con-
firmada -de modo consecutivo- a la anterior.
La Convención Americana sobre Derechos
Humanos y la consecuente interpretación de la Corte Interame-
ricana de Derechos Humanos a través de sus fallos, garantizan
“el derecho a recurrir el fallo condenatorio”. Entonces, si la
confirmación es consecutiva a la anterior condena, se satisface
y abastece el doble conforme negativo.
En otros términos, se garantiza el de-
recho a impugnar o recurrir a un tribunal superior, el derecho
a controvertir o cuestionar ante un tribunal superior la sen-
tencia condenatoria. Tal como lo enseña Gozaíni, se trata del
derecho “a obtener dos resoluciones judiciales sucesivas sobre
un mismo hecho que afinca en la seguridad jurídica y en el
derecho que tiene el justiciable al control jerárquico de la
sentencia. Desde otra perspectiva, la doble instancia se puede
analizar como garantía del proceso, una suerte de potestad
judicial para evitar el error, o disminuir, a través de la
revisión por el superior, la posibilidad de que la sentencia
contenga vicios de hecho o de derecho que perjudiquen su efi-
cacia intrínseca” (“Derecho Procesal Constitucional - El Debido
Proceso”, Rubinzal Culzoni; Primera Edición, 2004, págs. 459
y sgtes.).
La Corte Interamericana de Derechos Hu-
manos lo define como “la disponibilidad de un recurso que al
menos permita la revisión legal, por un tribunal superior de
todos los autos procesales importantes” (Informes Nros. 17/94
en caso “Maqueda” y 55/97 en caso “Abella”).
Ello por cuanto, al resultar toda dis-
posición judicial un fruto del acto humano, nada asegura o
garantiza la impermeabilidad a errores o que pueda generar
distintos análisis o interpretaciones, ya sea en la determina-
ción de los hechos, el derecho aplicable o el alcance y validez

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“2.022 - Año del 40º Aniversario
de la Guerra de Malvinas”
(Ley Provincial 8300)

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de la prueba; de allí la necesidad de garantizar la posibilidad
de su revisión.
La doble conformidad judicial, expre-
sada mediante la íntegra revisión del fallo condenatorio, con-
firma el fundamento y otorga mayor credibilidad al acto juris-
diccional del Estado y, al mismo tiempo, brinda mayor seguridad
y tutela a los derechos del condenado” (Corte I.D.H. caso
"Barreto Leiva vs. Venezuela", sentencia del 17/11/2009).
Se reconoce entonces la garantía in-
franqueable, del derecho a la “doble instancia” en materia
penal a favor del imputado; derecho que, con su concepción
amplia, se encuentra en lo más alto del ordenamiento jurídico.
Doctrina elaborada en el precedente “Herrera de Ulloa Vs. Costa
Rica”, de Corte I.D.H. sentencia de fondo, de fecha 2 de Julio
de 2004, enriquecida luego en “Barreto Leiva vs Venezuela”.
Por su parte, la Corte Suprema de Jus-
ticia de la Nación, “in re” “Casal” (Fallos, 328:3399), pun-
tualizó que para resultar compatible con un Estado Republicano
de Derecho y con las obligaciones derivadas de los instrumentos
internacionales contenidos en el Bloque Constitucional Federal
e incorporados al derecho doméstico, el derecho a recurrir la
sentencia que posee todo condenado, debe ser amplio y sin
restricciones formales de ninguna naturaleza, permitiendo al
tribunal superior una revisión amplia de los fundamentos del
fallo, incluidos los que hacen a la prueba del hecho con el
único límite de aquellos que se encuentren íntimamente ligados
a la inmediación.
Este pronunciamiento, fue la conse-
cuencia obligada de aquella anterior sentencia dictada por la
Corte Interamericana de Derechos Humanos ya citada, “Herrera
Ulloa vs. Costa Rica”, oportunidad en la que se determinó que
el recurso que contempla el art. 8.2.h. de la convención, sea
cual fuere su denominación, debe garantizar un examen integral
de la decisión recurrida, de todas las cuestiones debatidas y
analizadas en el tribunal inferior.

17
Con posterioridad, se produjo una sus-
tancial expansión del contenido del derecho a la doble instan-
cia o doble conforme - y respecto del imputado-, consagrándose
de manera definitiva el derecho a la revisión amplia de la
sentencia.
Así, en el caso "Mohamed vs. Argen-
tina”, la Corte Interamericana de Derechos Humanos –en fecha
23 de noviembre de 2012- señaló que el derecho a obtener una
revisión amplia del fallo también le asiste a la persona que
es condenada por primera vez por un tribunal revisor que conoce
en el recurso deducido contra la sentencia absolutoria dictada
en primera instancia, advirtiendo que el artículo 8.2.h de la
Convención Americana no previó ninguna excepción al derecho
que consagra en su texto. En dicho pronunciamiento, ampliando
las consideraciones expuestas en “Herrera de Ulloa”, indicó
que la eficacia, adecuación o idoneidad y, en definitiva, la
amplitud del derecho al recurso importa que todo reclamo contra
una sentencia de condena debe procurar resultados o respuestas
para el fin para el cual fue concebido y debe servir para que
puedan analizarse cuestiones fácticas, probatorias y jurídicas
en que se basa la sentencia impugnada, puesto que en la acti-
vidad jurisdiccional existe una interdependencia entre las de-
terminaciones fácticas y la aplicación del derecho, de forma
tal que una errónea determinación de los hechos implica una
errada o indebida aplicación del derecho.
En el orden interno, el fallo “Mohamed”
impulsó el dictado por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación de los precedentes "Duarte, Felicia" (Fallos 337:901),
“Basso” (“Basso, Héctor” -causa n° 25.843-.B. 1271. XLVIII.Re-
curso de hecho del 5 de Agosto de 2014) y “Chambla”, Expte. Nº
242/2009 (S.e. e. 416; L. XLVIIl de fecha 05/8/14) en los que
amplió su doctrina sobre el derecho del “doble conforme” ante
la primera sentencia adversa (doble conforme negativo). Destacó
que el derecho reconocido que prioriza la Convención Americana
sobre Derechos Humanos en el art. 8.2.h es el doble conforme
en resguardo de la inocencia presumida, aún con la primera

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“2.022 - Año del 40º Aniversario
de la Guerra de Malvinas”
(Ley Provincial 8300)

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sentencia adversa, pues la propia Corte Interamericana excep-
ciona la intervención de un tribunal superior cuando no existe
otro en el organigrama de competencias aunque exige como único
requisito que sean magistrados diferentes a los que ya juzgaron
el caso los que cumplan con la revisión amplia.

En igual sentido, en el conocido caso


"Cromañón"(“Chabán, Omar E. y Otros s/”Causa N° 11.684 de fecha
05-08-2014 C. 1721 XLVIII), aplicando idéntico principio, la
C.S.J.N. mandó las causas en aquellos casos donde había recaído
condena (en la Cámara de Casación) habiendo antes (en el
Tribunal Oral n°24) recaído absolución-, para que una Sala
distinta de aquella que condenó, pero del mismo Tribunal, las
revise ampliamente en los términos de "Giroldi" (Fallos:
318:514) y "Casal" (Fallos, 328:3399), garantizando a los impu-
tados el "doble conforme” (negativo) previsto constitucional-
mente, suspendiendo, hasta que recaiga resolución definitiva,
la ejecución de las penas dispuestas y poniendo en libertad a
todos los procesados.

También, en el precedente “Carrascosa”


(Fallos: 337:1289) indicó que el derecho a recurrir la senten-
cia de condena es una garantía procesal de jerarquía constitu-
cional que, si de ella se ha carecido cabe restablecer; ya sea
frente a una condena de primera instancia, o si la condena
aparece como resultado del recurso acusatorio contra la abso-
lución del tribunal de primera instancia, siendo por tanto, la
primera condena recurrible para el condenado en busca de su
revocación o modificación.

XV.- Que ahora bien, existe una dife-


rencia sustancial entre los institutos de la “doble conformidad
judicial”, con la “cosa Juzgada” y “ejecutabilidad de la sen-
tencia”.

19
Además, el ordenamiento jurídico con-
templa otras restricciones cautelares que acotan la presunción
o estado de inocencia, tal el caso del art. 574 del Código
Procesal Penal, que permite -vigente aun el estado de inocencia
por no haberse alcanzado firmeza y ejecutoriedad- restringir
la libertad ambulatoria de la persona sometida a una condena
de ejecución efectiva no firme.

Por otra parte, cabe distinguir una


sentencia confirmada en segunda instancia con lo que sería una
“sentencia firme”. Es que doble conformidad negativa de una
condena (entendida como la existencia de una primera condena
luego confirmada por un tribunal de alzada) no resulta un
término equivalente a “sentencia firme” o “pasada en autoridad
de cosa juzgada” o ejecutoriable.

XVI.- Que de lo que expuesto se des-


prende que lo que la ley establece como condicionante para el
acceso a la candidatura -esto es sentencia de segunda instan-
cia- resulta en un todo de conformidad con los paradigmas y
extremos delineados en el art. 8 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos.

El hecho que la sentencia aún no se


encuentre firme por la posibilidad de interposición de otros
recursos, que habiliten vías ulteriores de revisión hasta ad-
quirir firmeza, no resulta un obstáculo constitucional en re-
lación al requisito definido en la ley 8275, ni contraviene la
Convención Americana sobre Derechos Humanos.

El art. 23, numeral 2 de la Convención


Americana sobre Derechos Humanos establece que la ley puede
reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades a que
se refiere el inciso anterior, exclusivamente por razones de
edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad
civil o mental, o condena, por juez competente, en proceso
penal.

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“2.022 - Año del 40º Aniversario
de la Guerra de Malvinas”
(Ley Provincial 8300)

Procuración General de la Provincia


Una de las alternativa específicamente
contempladas por la Convención Americana sobre Derechos Huma-
nos, al aludir en especificidad a los derechos electorales y a
la posibilidad de su reglamentación, es precisamente la “con-
dena, por juez competente, en proceso penal”. Cabe reparar que
la norma internacional no refiere a “condena penal firme”.

Los derechos políticos, consagrados en


diversos instrumentos internacionales, “propician el fortale-
cimiento de la democracia y el pluralismo político”, así lo ha
sostenido la Corte Interamericana de Derechos Humanos en sus
principales pronunciamientos en materia de derechos políticos,
casos “Castañeda Gutman vs. Estados Unidos Mexicanos” y “Yatama
vs. Nicaragua”.

En efecto, al delimitar los alcances


de los derechos políticos, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos indicó que la previsión y aplicación de requisitos para
ejercitar los derechos políticos no constituyen, per se, una
restricción indebida a tales derechos, los que no son absolutos
y pueden estar sujetos a limitaciones, determinando que su
reglamentación debe observar los principios de legalidad, ne-
cesidad y proporcionalidad en una sociedad democrática. Agregó
que la observancia del principio de legalidad exige que el
Estado defina de manera precisa, mediante una ley, los requi-
sitos para que los ciudadanos puedan participar en la contienda
electoral y la restricción no debe ser discriminatoria, basarse
en criterios razonables, atender a un propósito útil y oportuno
que la torne necesaria para satisfacer un interés público im-
perativo, y ser proporcional a ese objetivo (caso “Yatama Vs.
Nicaragua”. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 23 de junio de 2005. Serie C No. 127),
extremos estos satisfechos en la previsión de la ley 8275.
También sostuvo que es evidente que las causales se refieren a
las condiciones habilitantes que la ley puede imponer para
ejercer los derechos políticos, y las restricciones basadas en

21
esos criterios son comunes en las legislaciones electorales
nacionales, que prevén el establecimiento de edades mínimas
para votar y ser votado, ciertos vínculos con el distrito
electoral donde se ejerce el derecho, entre otras regulaciones.
Siempre que no sean desproporcionados o irrazonables, se trata
de límites que legítimamente los Estados pueden establecer para
regular el ejercicio y goce de los derechos políticos y que se
refieren a ciertos requisitos que los titulares de los derechos
políticos deben cumplir para poder ejercerlos (caso “Argüelles
y otros vs. Argentina”, sentencia del 20 de noviembre de 2014).

En particular, en relación a las con-


diciones y requisitos que se deban respetar al momento de
regular o restringir los derechos y libertades electorales, se
estableció como límites los requisitos de legalidad, que la
causa que se invoque para justificar la restricción sea permi-
tida por la Convención Americana, prevista en disposiciones
específicas que se incluyen en determinados derechos y se suma
lo relativo a la necesidad y proporcionalidad. El requisito
de legalidad significa que las condiciones y circunstancias
generales que autorizan una restricción al ejercicio de un
derecho humano determinado deben estar claramente establecidas
por ley. La norma que establece la restricción debe ser una
ley en el sentido formal y material. El segundo límite de toda
restricción se relaciona con la finalidad de la medida res-
trictiva; esto es, que la causa que se invoque para justificar
la restricción sea permitida por la Convención Americana, pre-
vista en disposiciones específicas que se incluyen en determi-
nados derechos (por ejemplo las finalidades de protección del
orden o salud públicas, de los artículos 12.3, 13.2.b y 15,
las reglamentaciones de los derechos políticos, artículo 23.2,
entre otras), o bien, en las normas que establecen finalidades
generales legítimas (por ejemplo, “los derechos y libertades
de las demás personas”, o “las justas exigencias del bien
común, en una sociedad democrática”, ambas en el artículo 32).
En orden a la necesidad, se especificó que se debe valorar si
la norma satisface una necesidad social imperiosa, esto es,

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“2.022 - Año del 40º Aniversario
de la Guerra de Malvinas”
(Ley Provincial 8300)

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está orientada a satisfacer un interés público imperativo; es
la que restringe en menor grado el derecho protegido, y se
ajusta estrechamente al logro del objetivo legítimo (caso “Ar-
güelles y otros vs. Argentina”, sentencia del 20 de noviembre
de 2014).

En definitiva, se autoriza el estable-


cimiento del requisito previsto en la ley 8275, esto es impedir
una candidatura a quien le haya recaído una condena penal, sin
exigir que se encuentre firme y pasada en autoridad de cosa
juzgada, y aun si se quisiera agregar la subsistencia de la
presunción de inocencia hasta el agotamiento del último recurso
(cfr. CJSN, Fallo 329:1209, “in re” “Olariaga”).

Al referir la ley 8275 a “condena en


segunda instancia” se evidencia su compatibilidad con las ga-
rantías básicas consagradas por el ordenamiento constitucio-
nal.

A mayor abundamiento, se trata de le-


gislación que versa respecto de los derechos electorales y no
regula el proceso penal, ni afecta las garantías que lo rigen.

XVII.- Que por otra parte, los pronun-


ciamientos de Corte Interamericana sobre Derechos Humanos in-
vocados por los accionantes, esto es casos “Petro Urrego vs,
Colombia” y “López Mendoza vs. Venezuela”, no resultan aplica-
bles ni sirven de aval jurisprudencial a la materia y sentido
de la pretensión deducida por cuanto versaron sobre material
fáctico absolutamente diferente.

En efecto, en el primer supuesto, se


precisó que la Convención Americana no permite que órgano ad-
ministrativo alguno pueda aplicar una sanción que implique una
restricción (por ejemplo, imponer una pena de inhabilitación o
destitución) a una persona por su inconducta social (en el

23
ejercicio de la función pública o fuera de ella) para el ejer-
cicio de los derechos políticos a elegir y ser elegido: sólo
puede serlo por acto jurisdiccional (sentencia) del juez com-
petente en el correspondiente proceso penal. En tanto que en
el segundo se especificó que no se habían cumplido los requi-
sitos previstos en la Convención por cuanto el órgano que
impuso las sanciones allí cuestionadas no era un “juez compe-
tente”, que no hubo “condena” y que las sanciones no se apli-
caron como resultado de un “proceso penal”, en el que tendrían
que haberse respetado las garantías judiciales consagradas en
el art. 8 de la Convención Americana. La tacha de incompatibi-
lidad con la C.A.D.H. fue por resultar resoluciones impeditivas
administrativas que no contaron con la intervención de un “juez
competente”, situación distinta a la aquí propuesta por los
accionantes.

En definitiva, las citas efectuadas en


la demanda no resultan eficaces ni hábiles para sostener las
interpretaciones que se pretenden deducir, pues no refieren a
cuestiones asimilables al “thema decidendum”, ya que ambos
precedentes de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
refieren a sanciones adoptadas en ámbitos administrativos y
sin intervención de la jurisdicción judicial.

XVIII.- Que por otro lado, y en cuanto


a la materia propia del debate, derechos electorales y de
participación ciudadana, la Corte Interamericana recuerda que
los derechos políticos no son absolutos, de forma tal que su
ejercicio puede estar sujeto a regulaciones o restricciones.
La facultad de regular o restringir los derechos no es discre-
cional, sino que está limitada por el derecho internacional,
el cual requiere el cumplimiento de determinadas exigencias
que, de no ser respetadas, transforman la restricción en ile-
gítima y contraria a la Convención Americana. En este sentido,
el párrafo 2 del art. 23 de la Convención establece que la ley
puede reglamentar el ejercicio y las oportunidades a los dere-

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chos reconocidos en el párrafo 1 de dicho artículo, “exclusi-
vamente” en razón de la “edad, nacionalidad, residencia,
idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por
juez competente, en proceso penal (caso “Petro vs. Colombia”).

Tomando en consideración únicamente la


parte final del art. 23 de la Convención en su literalidad, se
puede concluir que aquella persona condenada por juez compe-
tente, en proceso penal, en tanto dicha condena haya sido
confirmada por el tribunal superior o “segunda instancia”,
podría ser excluida de participar en la disputa de un cargo
electivo, sin que ello transgreda las disposiciones de la Con-
vención Americana sobre Derechos Humanos ni los pronunciamien-
tos que a su respecto dictó la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.

XIX.- Que el estándar de elegibilidad


definido en la ley 8275 es la concreción del cambio de paradigma
en la lucha contra la corrupción. Una valiosa herramienta para
prestigiar la vida política, a fin de dar cumplimiento a la
ética republicana y al compromiso democrático impuestos en la
Constitución Nacional como baluartes del sistema.

En modo alguno se afecta el principio


de inocencia al impedir la candidatura de una persona, se trata
de un requisito de idoneidad para desempeñar cargos públicos,
expresamente previsto –como se indicó precedentemente- en el
art. 16 de la Constitución Nacional.

No merece reproche la norma en tanto


define requisitos a los candidatos a ocupar cargos públicos en
orden a ciertas cualidades relacionadas a la moralidad que cabe
exigirles, y tal criterio en modo alguno afecta la presunción
de inocencia.

Cabe recordar que para la Corte Suprema


de Justicia de la Nación la declaración de que todos los habi-
tantes son admisibles en los empleos sin otra condición que la

25
idoneidad no excluye la imposición de requisitos éticos, como
son los atinentes a la integridad de la conducta (Fallos
238:183).

Sin perjuicio del principio constitu-


cional de presunción de inocencia, el desempeño de determinadas
funciones parece incluir en el recaudo de idoneidad el no tener
pendiente una causa penal” (Bidart Campos, Germán, “El derecho
a ser elegido y la privación de la libertad sin condena”, La
Ley 2001-F, p. 539), sin perjuicio que subsistan recursos ju-
diciales por cuanto –tal como se indicó- el art. 23 del Pacto
de San José de Costa Rica establece que los Estados pueden
limitar el derecho a ser elegido “por razones de condena dic-
tada por juez competente en proceso penal”, más no agrega ni
requiere que se trate de condena firme.

En definitiva, más allá de la redacción


prevista en el art. 1 de la ley 8275, lo cierto y concreto es
que el régimen de Ficha Limpia allí instaurado garantiza el
cumplimiento de la revisión de la condena, es decir, además de
existir una condena luego de haberse ventilado los hechos, la
autoría y la responsabilidad en un juicio oral y público, la
sentencia debe ser ratificada en una instancia ulterior. En
definitiva, deben existir dos sentencias condenatorias conse-
cutivas. No cabe otra interpretación a su respecto.
Y tal solución legislativa supera el
test de constitucionalidad y compatibilidad convencional. Aún
más, la norma resulta compatible con la Constitución, por
cuanto la idoneidad es un requisito constitucional (art. 16),
y toda vez que, tal como se precisó precedentemente, el art.
36, incorporado por la reforma de 1994, expresamente previó
que atentará asimismo contra el sistema democrático quien in-
curriere en grave delito doloso contra el Estado que conlleve
enriquecimiento, quedando inhabilitado por el tiempo que las
leyes determinen para ocupar cargos o empleos públicos.
En síntesis, lo desarrollado podría
sintetizarse sugiriendo el siguiente razonamiento que compati-
biliza la constitucionalidad y convencionalidad de la norma

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“2.022 - Año del 40º Aniversario
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con la garantía de presunción de inocencia derivada del proceso
penal: cuando el legislador determina o escoge como criterio
objetivo – expresamente autorizado por el Art. 23.2 de
C.A.D.H.- como impedimento para ser admitido como candidato
electoral el status objetivo de un individuo de poseer en su
contra una condena penal confirmada por un tribunal superior y
nada mas; no lo esta necesariamente considerando culpable o
responsable penamente del delito por el que ha sido sometido a
proceso (lo que implica que podrá continuar su proceso penal,
su via recursiva y mantener su garantía procesal de presunto
inocente hasta tanto se agote el último recurso y recaiga
sentencia definitiva con autoridad de cosa juzgada), sino de-
finiendo un margen o estándar de idoneidad objetivo: Esto es,
que se define una condición objetiva impeditiva para sus dere-
chos electorales, la cual es poseer en su contra una condena
penal confirmada en segunda instancia por los particulares
delitos enunciados en el art. 1 de la norma.

XX.- Que por lo demás, la inhabilita-


ción es de carácter temporal y no priva de modo absoluto el
derecho político de ser elegido, por cuanto una vez cumplida
la pena, o en su caso anticipadamente a ello, en la medida que
logre revertir la doble conformidad de su condena en un ulte-
rior etapa recursiva extraordinaria; en ambos casos, la persona
habría de recuperar su derecho político de ser candidato.
Tampoco, y conforme lo abundantemente
antes desarrollado, se trata de una “pena accesoria” pues el
impedimento establecido no consiste ni hermenéutica ni jurídi-
camente en una “pena” o “sanción” sino en una causal expresa-
mente autorizada por el art. 23.2 de la C.A.D.H. en los términos
y limites ya analizados, por lo que dicho argumento no requiere
mayor desarrollo para su desestimación.

XXI.- Que en el orden internacional,


resulta ilustrativo el pronunciamiento del Supremo Tribunal

27
Federal de la República Federativa de Brasil al confirmar la
validez constitucional de la mencionada Ley Complementaria
1353.
Allí se indicó que el derecho al su-
fragio pasivo se adquiere cumpliendo las condiciones estipula-
das en la Constitución y las leyes; pudiendo ser una de las
condiciones de restricción de la elegibilidad una condena penal
dictada por un órgano colegiado. Y en lo que respecta al derecho
a la presunción de inocencia, se consideró que debe estar
limitado al campo penal y relativizarse en el ámbito político-
electoral; que la elegibilidad no es un derecho natural de
nacimiento, sino que se adquiere cumpliendo las condiciones
estipuladas en la Constitución y las leyes. Se distinguió tam-
bién que la inelegibilidad no es lo mismo que una pena; no es
una punición sino una condición jurídica4.

XXII.- Que por su parte, la Corte Eu-


ropea de Derechos Humanos, en el caso Ždanoka v. Latvia5 postuló
que una sociedad democrática tiene un interés legítimo en exi-
gir a sus representantes políticos lealtad a la democracia. Al
establecer las restricciones, no se cuestiona el honor y la
reputación de los candidatos; lo que se cuestiona es la valía
de las personas en cuestión para representar al pueblo en el
Parlamento o en el consejo municipal correspondiente, por
cuanto el orden democrático del Estado debe ser protegido con-
tra individuos que no están éticamente cualificados para con-
vertirse en representantes de un Estado democrático a nivel
político o administrativo. Para garantizar la estabilidad y la
eficacia de un sistema democrático, el Estado puede verse obli-
gado a adoptar medidas específicas para protegerse. El plura-
lismo y la democracia se basan en un compromiso que requiere
diversas concesiones por parte de los individuos, que a veces

3
https://redir.stf.jus.br/paginadorpub/paginador.jsp?docTP=TP&docID=2243342

4
Tejerizo, Javier; “Comentarios a los proyectos de Ficha Limpia: Brasil, Argentina y la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires”, Publicado en: SJA 25/08/2021, 25 • JA 2021-III, Cita: TR LALEY AR/DOC/1970/2021.
5
https://hudoc.echr.coe.int/eng#{%22fulltext%22:[%22Zdanoka%22],%22itemid%22:[%22001-72794%22]}

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“2.022 - Año del 40º Aniversario
de la Guerra de Malvinas”
(Ley Provincial 8300)

Procuración General de la Provincia


deben estar dispuestos a limitar algunas de sus libertades para
garantizar la mayor estabilidad del país en su conjunto.

XXIII.- Que no escapa en el presente


análisis la circunstancia que la ley es el innegable resultado
de una actualizada y manifiesta demanda de la sociedad civil
que exige a los gobernantes transparencia e impulsa la lucha
contra la corrupción y los estándares de idoneidad y probidad
de sus representantes en la organización de la República.
En ese sentido, es ilustrativa la ini-
ciativa auspiciada por un grupo de ciudadanos liderados por el
profesor Gastón Ignacio Marra en la plataforma www.change.org
que ha reunido más de cuatrocientas mil firmas de adhesión,
para la implementación en el orden nacional de la Ficha Limpia,
como una consecuencia directa del principio constitucional de
idoneidad en cargos públicos.

XXIV.- Que es sabido que los derechos


y garantías individuales que la Constitución Nacional consagra
no tienen carácter absoluto y se ejercen con arreglo a las
leyes que los reglamentan (Fallos, 304:1293).
Además, la Constitución debe ser ana-
lizada como un conjunto armónico, dentro del cual cada una de
sus disposiciones ha de interpretarse de acuerdo con el conte-
nido de las demás (CSJN, Fallos, 305:1847).
La necesidad de separar, con toda ni-
tidez posible, el ejercicio legítimo de la potestad reglamen-
taria de los derechos constitucionales, del ilegítimo que im-
plica la alteración de ellos, ha llevado a la formulación del
principio de razonabilidad. La razonabilidad es un standard
valorativo que permite escoger entre varias alternativas, más
o menos restrictivas de los derechos, en tanto ella tenga una
relación proporcional adecuada entre el fin de salud, bienestar
o progreso, perseguido por la norma cuya constitucionalidad se

29
discute y la restricción que ella impone a determinados dere-
chos. En otras palabras, una norma reglamentaria es razonable
cuando guarda adecuada proporción entre el objetivo buscado y
el medio (intensidad de la restricción) empleado (Ekmekdjian,
Miguel Ángel, “Tratado de Derecho Constitucional”, Tomo III,
Depalma, Buenos Aires, 2004, págs. 34 y sgtes.).
En esos términos, el precepto impugnado
no transgrede el principio de razonabilidad. La solución le-
gislativa evidencia un mecanismo tendiente a la armonización
de los derechos y las necesidades imperantes y demanda social,
en orden a la lucha contra la corrupción, y no se presenta como
una prohibición o supresión de los derechos constitucionales
alegados, ni siquiera cabe encuadrar las exigencias de la norma
en una limitación desproporcionada de ellos.

XXV.- Que respecto a los derechos hu-


manos, no cabe una interpretación individualista que, al recaer
sobre un derecho de un sujeto determinado, incurra en la miopía
de no ver los derechos ajenos (el mismo derecho que el que
visualiza en el sujeto titular mentado, u otros derechos dis-
tintos a ése), el orden, la moral pública, el bien común, el
desarrollo social, la necesidad de optimizar el sistema total
de los derechos para todos, especialmente para los marginados
de su acceso y disfrute, etcétera. Los derechos ajenos son
límites ontológicos a los derechos propios. Los derechos de-
clarados en la Constitución obligan, como todas las normas de
ella, a correlaciones armonizantes y a concordancias dentro de
la unidad integral y coherente de la misma Constitución (Bidart
Campos, Germán J., “Teoría general de los derechos humanos”,
Astrea, Buenos Aires, 1991, pág. 407 y sgtes.).

XXVI.- Que al ejercer el control de


constitucionalidad debe imponerse la mayor mesura, decidién-
dose la inconstitucionalidad solamente cuando no quede la vía
de optar por una interpretación que conduzca a una decisión
favorable de la ley. El cometido de asegurar la supremacía de
la Constitución no puede tener la implicancia de sustituir a

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“2.022 - Año del 40º Aniversario
de la Guerra de Malvinas”
(Ley Provincial 8300)

Procuración General de la Provincia


los legisladores en el juicio de oportunidad, adecuación a la
realidad social y conveniencia política que supone la sanción
de las leyes (CJS, Tomo 78:673).
La comprobación de que las cuestiona-
das normas -contenidas en la ley 8275- han sido dictadas por
el órgano competente, dentro del marco de las atribuciones
constitucionales conferidas por el art. 127 de la Constitución
Provincial, excluye el pretendido cuestionamiento constitucio-
nal, en tanto no se ha demostrado la irrazonabilidad de esos
preceptos, o que los medios que arbitra no se adecuan a los
fines cuya realización procura. Se satisface la razonabilidad
cuando las normas legales mantienen coherencia con las reglas
constitucionales, de suerte que su aplicación concreta no re-
sulte contradictoria con lo establecido en la Ley Fundamental
(CJS, Tomo 88:559).
En definitiva, por todo lo anterior,
cabe concluir que las previsiones normativas contenidas en la
ley 8275, no aparecen como irrazonables o arbitrarias, ni hie-
ren las pautas de justicia ínsitas en la Constitución.

XXVII.- Que por las razones expuestas,


se concluye que corresponde rechazar la demanda incoada en los
presentes autos.
__________PROCURACIÓN GENERAL. Salta, de agosto de 2022.-

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