0% encontró este documento útil (0 votos)
46 vistas

MONÓLOGOS

El primer documento presenta un fragmento del Acto III de la obra El mercader de Venecia de William Shakespeare, en el que Shylock defiende su dignidad como judío frente a los abusos y desprecios de los cristianos. El segundo documento presenta un monólogo de Tom en la obra El zoo de cristal de Tennessee Williams, en el que habla sobre su pasado y su incapacidad para olvidar a su hermana Laura. El tercer documento presenta un monólogo de Sonia en la obra Tío Vania de Antón Chéjov, donde ofrece un discur

Cargado por

Enrique
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
46 vistas

MONÓLOGOS

El primer documento presenta un fragmento del Acto III de la obra El mercader de Venecia de William Shakespeare, en el que Shylock defiende su dignidad como judío frente a los abusos y desprecios de los cristianos. El segundo documento presenta un monólogo de Tom en la obra El zoo de cristal de Tennessee Williams, en el que habla sobre su pasado y su incapacidad para olvidar a su hermana Laura. El tercer documento presenta un monólogo de Sonia en la obra Tío Vania de Antón Chéjov, donde ofrece un discur

Cargado por

Enrique
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 4

EL MERCADER DE VENECIA (1600) de William Shakespeare

Acto III. Escena I


Shylock.- Él me había avergonzado y perjudicado en medio millón, se rió de mis
pérdidas y burlado de mis ganancias. Despreció a mi nación, desbarató mis negocios,
enfrío a mis amigos y calentó a mis enemigos; ¿y cuál es su motivo?: “Soy un judío”. ¿Es
que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones,
sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no se alimenta de la misma comida, herido por las
mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios,
calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un cristiano? Si
nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos
envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos? Si nos
parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso. Si un judío insulta a un
cristiano, ¿cuál será la humildad de éste? La venganza. Si un cristiano ultraja a un
judío, ¿qué nombre deberá llevar la paciencia del judío, si quiere seguir el ejemplo del
cristiano? Pues venganza. La villanía que me enseñáis la pondré en práctica, y malo
será que yo no sobrepase la instrucción que me habéis dado.

EL ZOO DE CRISTAL de Tennessee Williams


TOM: Yo no fui a la luna. Fui mucho más lejos. Porque el tiempo es la distancia más
larga entre dos lugares... Me marché de Saint Louis. Bajé por última vez esos peldaños
de la escalera de emergencia y seguí, desde entonces, los pasos de mi padre, tratando de
hallar en el movimiento lo perdido en espacio... Viajé mucho por todas partes. Las
ciudades pasaban rápidamente ante mí como hojas secas, de brillantes colores, pero
arrancadas de la rama. Me habría detenido, pero algo me perseguía. Aquello acudía
siempre de improviso, tomándome de sorpresa. Quizá fuese un pasaje musical familiar.
Quizá sólo un fragmento de transparente cristal... Quizá me esté paseando por una calle
de noche, en alguna ciudad extraña, antes de haber encontrado compañeros y pase
junto a la ventana iluminada de una perfumería. La ventana está llena de piezas de
cristal de color, de frasquitos transparentes de delicados tonos, que parecen fragmentos
de un arco iris roto. Entonces, repentinamente, mi hermana me toca el hombro. Me
vuelvo y miro sus ojos... ¡Oh, Laura, Laura!... ¡Traté de dejarte atrás, pero soy más fiel
de lo que pensaba ser! Tiendo la mano hacia un cigarrillo, cruzo la calle, entro
corriendo en un cine o un bar. Pido una copa, hablo con el desconocido más próximo —
¡cualquier cosa capaz de apagar tus velas! — ¡porque hoy el mundo está iluminado por
el relámpago! Apaga de un soplo tus velas, Laura... (Laura apaga soplando las velas que
arden aún en los candelabros y todo el interior queda en la oscuridad) Y ahí termina mi
memoria y comienza vuestra imaginación. ¡De modo que adiós!...

EL CABALLERO DE OLMEDO de Lope de Vega

Alonso:  Amor, no te llame amor


el que no te corresponde,
pues que no hay materia adonde
imprima forma el favor.
Naturaleza, en rigor, 5
conservó tantas edades
correspondiendo amistades;
que no hay animal perfeto
si no asiste a su conceto
la unión de dos voluntades. 10
    De los espíritus vivos
de unos ojos procedió
este amor, que me encendió
con fuegos tan excesivos.
No me miraron altivos, 15
antes, con dulce mudanza,
me dieron tal confianza;
que, con poca diferencia,
pensando correspondencia,
engendra amor esperanza. 20
    Ojos, si ha quedado en vos
de la vista el mismo efeto,
amor vivirá perfeto,
pues fue engendrado de dos;
pero si tú, ciego dios, 25
diversas flechas tomaste,
no te alabes que alcanzaste
la vitoria, que perdiste,
si de mí solo naciste,
pues imperfeto quedaste.

DOÑA ROSITA LA SOLTERA de Federico García Lorca


ROSITA: Me he acostumbrado a vivir muchos años fuera de mí, pensando en cosas
que estaban muy lejos, y ahora que estas cosas ya no existen, sigo dando vueltas y más
vueltas por un sitio frío, buscando una salida que no he de encontrar nunca. Yo lo sabía
todo. Sabía que se había casado; ya se encargó un alma caritativa de decírmelo, y he
estado recibiendo sus cartas con una ilusión llena de sollozos que aun a mí misma me
asombra. Si la gente no hubiera hablado; si vosotras no lo hubierais sabido; si no lo
hubiera sabido nadie más que yo, sus cartas y su mentira hubieran alimentado mi
ilusión como el primer año de su ausencia. Pero lo sabían todos y yo me encontraba
señalada por un dedo que hacía ridícula mi modestia de prometida y daba un aire
grotesco a mi abanico de soltera. Cada año que pasaba era como una prenda íntima que
arrancaran de mi cuerpo. Y hoy se casa una amiga y otra y otra, y mañana tiene un hijo
y crece, y viene a enseñarme sus notas de examen, y hacen casas nuevas y canciones
nuevas, y yo igual, con el mismo temblor, igual; yo, lo mismo que antes, cortando el
mismo clavel, viendo las mismas nubes; y un día bajo al paseo y me doy cuenta de que
no conozco a nadie; muchachos y muchachas me dejan atrás porque me canso, y uno
dice: «Ahí está la solterona», y otro, hermoso, con la cabeza rizada, que comenta: «A
ésa ya no hay quien le clave el diente». Y yo lo oigo y no puedo gritar sino «vamos
adelante», con la boca llena de veneno y con unas ganas enormes de huir, de quitarme
los zapatos, de descansar y no moverme más, nunca, de mi rincón. Ya soy vieja. Ayer le
oí decir al Ama que todavía podía yo casarme. De ningún modo. No lo pienses. Ya perdí
la esperanza de hacerlo con quien quise con toda mi sangre, con quien quise y.… con
quien quiero. Todo está acabado... y sin embargo, con toda la ilusión perdida, me
acuesto, y me levanto con el más terrible de los sentimientos, que es el sentimiento de
tener la esperanza muerta. Quiero huir, quiero no ver, quiero quedarme serena, vacía
(¿es que no tiene derecho una pobre mujer a respirar con libertad?). Y sin embargo la
esperanza me persigue, me ronda, me muerde; como un lobo moribundo que apretara
sus dientes por última vez.

LA GAVIOTA de Chejov
NINA. - ¿Por qué decía usted que besaba la tierra por donde he pisado?... ¡Lo que se
debería hacer conmigo es matarme!... (Inclinándose sobre la mesa.) ¡Estoy tan
cansada!... ¡Qué bueno sería descansar!... ¡Descansar!... (Levantando la cabeza.) Soy
una gaviota... No..., no es eso... ¡Soy una artista! (Se oyen las risas de ARKADINA y
TRIGORIN. NINA escucha primero, corre luego a la puerta de la izquierda y mira por la
cerradura.) ¡También él está aquí!... (Volviéndose hacia TREPLEV.) No es nada... ¡Sí!...
¡Él no tenía fe en el teatro!... ¡Se reía de mis sueños!... ¡Yo también, poco a poco, dejé de
creer en él y mi ánimo fue decayendo!... ¡A esto se unía la inquietud amorosa..., los
celos..., un eterno temor por el pequeño!... ¡Me volví mezquina..., nula!... ¡No daba un
sentido a mis papeles, no sabía qué hacer con mis manos ni tenerme en escena!...
¡Tampoco era dueña de mi voz!... ¡Usted no sabe lo que es tener conciencia de que se
ejecuta un papel terriblemente mal!... ¡Soy una gaviota!... ¡No..., no es eso!... Un día...,
¿lo recuerda? ..., mató usted una... «¡El azar llevó allí a un hombre!... ¡El hombre vio a
la gaviota y la mató por hacer algo!» ... ¡Argumento para una novela corta!... No es
eso... (Se frota la frente con la mano.) ¿De qué estaba hablando?... ¡Ah, sí!... Hablaba de
la escena... ¡Ahora soy otra!... ¡Ahora soy una verdadera artista!... ¡Represento mis
papeles con fruición..., con entusiasmo!... ¡Se apodera de mí como una embriaguez en
el escenario, y me reconozco a mí misma maravillosa!... ¡Aquí ando..., ando
incesantemente y, mientras ando y pienso, siento cómo crecen de día en día las fuerzas
de mi alma!... ¡Ahora, Kostia, sé y comprendo que en nuestras profesiones -tanto
escribiendo como representando- lo principal no es la gloria, ni el brillo, ni la
realización de los sueños!... ¡Lo principal es saber sufrir!... ¡Lleva tu cruz y ten fe!... ¡Yo
la tengo, y por eso mi sufrimiento es menor!... Y cuando pienso en mi vocación, no
temo a la vida.

TIO VANIA de Chejov


SONIA. - ¡Qué se le va a hacer!... ¡Hay que vivir! (Pausa.) ¡Viviremos, tío Vania!...
¡Pasaremos por una hilera de largos, largos días..., de largos anocheceres..., soportando
pacientemente las pruebas que el destino nos envíe!... ¡Trabajaremos para los demás, lo
mismo ahora que en la vejez, sin saber de descanso!... ¡Cuando llegue nuestra hora,
moriremos sumisos, y allí, al otro lado de la tumba, diremos que hemos sufrido, que
hemos llorado, que hemos padecido amargura!... ¡Dios se apiadará de nosotros, y
entonces, tío..., querido tío..., conoceremos una vida maravillosa..., clara..., fina!... ¡La
alegría vendrá a nosotros y, con una sonrisa, volviendo con emoción la vista a nuestras
desdichas presentes..., descansaremos!... ¡Tengo fe, tío!... ¡Creo apasionadamente!
¡Ardientemente!... (Con voz cansada, arrodillándose ante él y apoyando la cabeza en sus
manos.) ¡Descansaremos! (TELEGUIN rasguea bajito en la guitarra.)
¡Descansaremos!... ¡Oiremos a los ángeles, contemplaremos un cielo cuajado de
diamantes y veremos cómo, bajo él, toda la maldad terrestre, todos nuestros
sufrimientos, se ahogan en una misericordia que llenará el Universo!... ¡y nuestra vida
será quieta, tierna, dulce como una caricia!... ¡Tengo fe!... ¡Tengo fe!... (Secándole las
lágrimas.) ¡Pobre!... ¡Pobre!... ¡Pobre tío Vania!... ¡Estás llorando! (Entre lágrimas.) ¡Tu
vida no conoció la alegría..., pero espera, tío Vania, espera!... ¡Descansaremos!
(Abrazándole.) ¡Descansaremos! (Se oye el golpeteo del cavado del guarda. TELEGUIN
rasguea en la guitarra; MARÍA VASILIEVNA anota algo en el margen del artículo que
está leyendo; MARINA hace calceta.) ¡Descansaremos! (El telón desciende lentamente.)

BODAS DE SANGRE de Federico García Lorca


NOVIA. - "Aquí vengo. Déjala; he venido para que me mate y que me lleven con ellos.
Pero no con las manos; con garfios de alambre, con una hoz, y con fuerza, hasta que se
rompa en mis huesos. ¡Déjala! Que quiero que sepa que yo soy limpia, que estaré loca,
pero que me pueden enterrar sin que ningún hombre se haya mirado en la blancura de
mis pechos. ¡Porque yo me fui con el otro, me fui! Tú también te hubieras ido. Yo era
una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de
agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de
ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría
con tu hijo que era como un niñito de agua fría y el otro me mandaba cientos de pájaros
que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer
marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!, yo no quería.
¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado!, pero el brazo del otro me arrastró como un
golpe de mar, como la cabeza de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre,
aunque hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los
cabellos.
Véngate de mí; ¡aquí estoy! Mira que mi cuello es blando; te costará menos trabajo que
segar una dalia de tu huerto. Pero ¡eso no! Honrada, honrada como una niña recién
nacida. Y fuerte para demostrártelo. Enciende la lumbre. Vamos a meter las manos: tú,
por tu hijo; yo, por mi cuerpo. Las retirarás antes tú.

También podría gustarte