Sirenia La Niña

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Sirenia

La niña que sabía el nombre de todas las cosas

Capítulo 1

Este cuento no puede comenzar con: “Había una vez”. Porque lo que les voy
a relatar ocurre en un tiempo imaginario. Pasó ayer, hoy o tal vez mañana.
Se trata de un hermoso pueblo cuyas casitas de colores tenían todas ellas
jardines con tantas flores que el perfume que despedían subía muy, muy alto
en el cielo. Eso atraía a mariposas, abejas y pícaros picaflores.

Sus habitantes eran muy laboriosos, tanto que eran capaces de fabricar todo,
pero todo lo que necesitaban. Sabían qué y cuándo sembrar, qué semillas eran
las adecuadas para cada tipo de tierra. Eran expertos conocedores del clima y
podían predecir cuando iba a llover o cuando el sol les daría su calorcito. Como
amaban a los animales los criaban y cuidaban con mucho cariño. Tenían patos
y gallinas, gatos y perros. Caballos, vacas, ovejas y muchos más.

En este pueblo había carpinteros que hacían hermosos muebles, puertas y


ventanas, herreros que fabricaban las herramientas, panaderos y pasteleros
que hacían panes y tortas deliciosas. Cocineros que inventaban recetas
originales. Eran amantes de la música y el baile y todos los días después de
trabajar se reunían en la gran plaza a cantar y bailar.

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Pero… había cosas muy singulares, digamos, muy particulares. El pueblo
estaba rodeado de agua, sí de agua. Era una isla. Así que eran excelentes
pescadores. Y disfrutaban de todo ese maravilloso paisaje. Como eran tan
felices con todo lo que tenían y hacían, nunca se les ocurrió inventar el bote, o
el barco porque no deseaban conocer qué había más allá del mar.

Tampoco sabían nada de otros pueblos ni conocían qué países había en el


mundo. Y como todo estaba cerca tampoco inventaron bicicletas, motos o

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autos. Ellos eran muy caminadores. Por eso les dije que había cosas muy
singulares o… digamos raras, ¿no?

Algo que les va a asombrar mucho más es lo que voy a contarles ahora. Es
que en este pueblo sus habitantes no llamaban a las cosas como hacemos
todos. Porque todos llamamos a las cosas por un nombre, una sola palabra.
¿No? Decimos silla, mesa, camino, casa, puerta, ventana, etc. Los habitantes
del pueblo en lugar de silla decían: “apoya cola”, mesa era “apoya cosas”,
camino era “para andar”. En lugar de decir “ven a mi casa” decían: “ven a mi
lugar de vivir”. Puerta era: “cosa para entrar y salir”. Ventana: “para mirar
afuera” … Y así con todo.

P
¡ iensen qué trabajo les daría conversar teniendo que usar tantas palabras!
Por ejemplo: “Dame un apoya cola que estoy muy cansada” o “Ven a mi lugar
para vivir que tengo una linda apoya cosas”. Pero no era así, no se cansaban y
por el contrario eran muy buenos conversadores y pasaban horas y horas
hablando.

Capítulo 2

En fin…las rarezas de este pueblo no han terminado. Además de estar aislados


del mundo en su isla y de esa tan particular forma de nombrar las cosas, estaba
Sirenia…

Sirenia era una niña de 7 años, con una gran habilidad dada por su increíble
memoria. Ella era la única del pueblo que tenía la capacidad de recordar el
nombre de todas las cosas. Pero además le encantaba hablar, cantar y jugar.
Se preguntarán si le gustaba leer, ¿no? Bueno, también querrán saber si había
libros. Y sí, había libros y hasta una gran biblioteca. Claro que no los llamaban
así. Libros eran los “guarda palabras” y lo más raro es que biblioteca era el
“Guarda - guarda palabras” ¡Qué lío!, ¿no? Sirenia no se hacía ningún lío.
Hablaba con rapidez y nunca se equivocaba un nombre. ¿Se imaginan cómo
era ella? Les voy a contar: era pelivioleta, sí, tenía el pelo con hermosos rulos
y como su color era azabache, con el sol brillaba de color violeta. Eso también

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era raro en el pueblo, tenía ojos de color caramelo y en las mejillas unas
hermosas pecas. Su juego preferido: correr con las mariposas en el jardín,
buscar caracoles y darles hojitas para comer.

No crean que Sirenia estaba sola. Tenía muchos amigos y jugaba con todos,
pero muy especialmente con Beluga y Zifio. Beluga era una niña de la misma
edad que Sirenia. Le decían cariñosamente
Belu, tenía pelo castaño y ojos de color
menta. Y Zifio era un niño, también de 7 años
al que llamaban Zify, tenía el pelo amarillo y
con tantos rulos que no podían peinarlo. Sus
ojos eran grises y brillantes. Una increíble
curiosidad es que los tres nacieron el mismo
día, festejaban juntos el cumpleaños y eran
inseparables aventureros.

Sirenia y sus amigos pasaban gran parte del


día en la playa, jugaban con la espuma del
mar y hacían tanto ruido con sus gritos que
espantaban a los peces. Los pescadores se
enojaban porque no podían pescar.

Eran tan
traviesos que

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aprovechaban cuando los pescadores se ponían a conversar, dejando sus
cañas apoyadas en el muelle, para mezclarles los hilos y anzuelos. Entonces,
cuando volvían, quedaban confundidos sin saber cuál era la caña de cada uno.

Una tarde estaban Sirenia, Belu y Zify sentados en la arena, cansados de tanto
jugar y con la mirada aburrida perdida en el horizonte.
De pronto Zify dice: “¿Qué será eso que se acerca por la que nos moja (agua)?
No parece un animal de la que nos moja” (así llamaban a los peces).
“Yo no veo nada”, dice Belu.

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Sirenia mira con atención; ella sabe el nombre de todas las cosas que hay en
la isla, “pero eso…no sé cómo se llama”, dice Sirenia. “Parece que cada vez se
hace más grande”. Los tres se miran asombrados y asustados. Se quedan
parados como estatuas, y comienzan a gritar.

Gritan tanto y tan fuerte que todos los habitantes del pueblo salen de sus
coloridas casas y van a la playa. Llegan corriendo y… se quedan mirando esa
“cosa” que avanza muy rápido hacia ellos.

Todos están desconcertados; se miran unos a otros. Aquella cosa que se


acerca a la playa se hace más y más grande. Todos miran a la niña que sabe el
nombre de todas las cosas y a coro le preguntan: ¿qué es eso que viene?

Sirenia rasca su cabeza como tratando de encontrar una respuesta, pero


nada, ella no sabe qué es. Mirando a todos les dice: “Nos quedaremos aquí
esperando a que se acerque tanto como para descubrir qué es”. Zify y Belu
están de acuerdo. Todo el pueblo también, ya que confían en que ella podrá
decir qué es eso que viene por el mar cuando esté más cerca.

Así pasan varias horas en las que todos miran al horizonte sin pestañear y
Sirenia comienza a hablar muy despacito y todos la escuchan en silencio, dice:
“Lo que veo venir es muy grande, tiene sólo dos colores, blanco y negro.
Además, fuma por un enorme caño y por algún motivo no se va al fondo como
todas las cosas que tiramos a ‘la que nos moja’ (así llamaban al agua) cuando
jugamos.”
“Sí, pero ¿qué es?”, dicen todos al unísono. La única respuesta fue un silencio.

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Capítulo 3

Todo el pueblo esperaba ansioso, miraban fijamente a la cosa grande que se


acercaba cada vez más rápido, mientras echaba un hermoso humo blanco.
Cuando estuvo muy, pero muy cerca tampoco sabían qué era, ya que no se les
ocurría ningún nombre. Sirenia y sus amigos eran los primeros en la fila porque
no se querían perder ningún detalle. Sirenia pensó: “sino averiguamos para
qué sirve esa cosa no podemos ponerle nombre”.

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Ustedes ya saben qué es, ¿no?
Por supuesto, era un enorme buque a vapor. Cada vez estaba más cerca pero
como no sabían qué era ni para qué servía, nadie podía ponerle un nombre.
Allí estaban todos en la playa, formando una larga hilera, todos muy juntos y
paraditos como estatuas con la boca y los ojos abiertos por el asombro… o por
el miedo. ¿Tendrían miedo? Tal vez… porque a medida que el buque se

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acercaba, se hacía más y más grande y todo el pueblo en hilera retrocedía uno,
dos, tres y más pasos.

Mientras tanto, en el buque, el capitán hablaba con su asistente: “Hemos


perdido el rumbo. No sé a dónde estamos llegando, pero parece que hay un
pueblo en esta isla”. El asistente se pone los anteojos para mirar el mapa y se
da cuenta que en el mapa no hay nada, pero nada dibujado. Hay sólo agua,
digo mar, en fin, está todo pintado de celeste. Ambos miran hacia la playa y
ven la larga hilera de los del pueblo retrocediendo pasito a pasito. “Bueno,
vamos a ver cómo nos reciben”, dice el capitán. “Ya sé qué tenemos que hacer
para asegurarnos una bienvenida” dice el asistente. Y llama a dos marineros y
les ordena que desplieguen dos grandes banderas blancas. “Espero que
entiendan que venimos en son de paz”, dice el capitán.

En la playa todos miran hacia la cosa grande (que Uds. ya saben qué es) y
al ver las banderas blancas desplegadas gritan sorprendidos: ¡“miren, miren
están agitando las que sirven para dormir” ¡(que así llamaban a las
sábanas). Alborotados corrían de un lado a otro de tan excitados que
estaban por tanta novedad. Creo que es momento para que nos
preguntemos cómo harán para entenderse los del pueblo con los del buque.
Ya se habrán dado cuenta que en este pueblo nombraban a las cosas por su
uso (silla era apoya cola) mientras que en el buque hablaban como nosotros
(silla es silla y ya). ¡Qué tremendo lío se va a armar cuando el buque llegue
a la playa!.

Mientras tanto, en la playa, todos siguen mirando y esperando. Pero el


alcalde, el señor Ceta, se rasca la cabeza como buscando sacar de allí algo
que estaba pensando. Cuando lo logra anuncia casi gritando: “Tenemos que
preparar algo para decir”. (Sí, se le estaba ocurriendo que había que hacer
un discurso de bienvenida)

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Capítulo 4
Sirenia mira al alcalde con ojos de interrogación, que es la mirada que usaba
antes de hacer una pregunta, y dice: “¿Cómo sabemos que en la cosa grande
que viene hay gente?” Ceta, emocionado por dar la bienvenida no había
pensado una respuesta porque no se había hecho esa pregunta. Sify, que
estaba muy atento dice:
- “Por supuesto que hay gente”,
- “¿cómo lo sabes?”, dice Belu.
- “Muy fácil”, dice Sify, mientras se acomodaba los rulos que le tapaban los
ojos, “Si vimos que agitaban las que sirven para dormir (sábanas) seguro tiene
que venir gente que las usa.”

Todos conformes con la explicación. El alcalde, un tanto nervioso, quiere


ir a ponerse su traje de ceremonias. Y ya se está yendo cuando todos a coro
le preguntan: ¿Y… las palabras de bienvenida? Ceta, desconcertado parece
no entender, pero enseguida señala a Sirenia. “Ella puede escribir la
bienvenida”. Y sin decir ni mu corre a ponerse su traje de ceremonias.

Sirenia, Sify y Belu, muy divertidos, escribieron las palabras de bienvenida.


Discutían, reían y festejaban cada vez que llegaban a ponerse de acuerdo
sobre qué escribir. Y al final quedó hecho el discurso. Mientras tanto el
buque se acercaba cada vez más… y el alcalde no regresaba. Todos
empezaban a ponerse nerviosos y enviaron a varios voluntarios a buscarlo.

Allí lo vemos venir, caminado muy erguido dentro de su traje de


ceremonias. Lo escoltan los voluntarios que fueron a buscarlo, que para no
ser menos se pusieron unos sombreros con plumas rojas y medallas. Hasta
se animaron a marchar con paso firme y con una sonrisa que derramaba
orgullo. Sirenia y sus amigos reían a carcajadas, mientras el resto del pueblo
aplaudía a más no poder

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Mientras tanto en el buque el capitán y su asistente ordenaban a los
marineros hacer una formación perfecta, (o sea ponerse en fila) todos bien
derechitos y con los uniformes impecables. Listos para desembarcar.
Primero tiraron un ancla enorme y luego prepararon los botes para llegar a
la costa. Todos estaban ansiosos por saber adónde habían llegado después

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de perder el rumbo. Ya está toda la tripulación en los botes y se acercan
velozmente a la costa. Cuando están cerca pueden ver con más detalle lo
que está sucediendo en la playa. Ven una larga hilera de personas, muy
quietas, que los miran con enormes ojos de asombro. Comienzan a bajar
de los botes ordenadamente y muy despacio, ya que no quieren asustar a
nadie.

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El alcalde ya tiene el papel con las palabras escritas por Sirenia, Belu y Sify
y se dispone a leerlas como bienvenida. Está muy nervioso, carraspea para
aclararse la voz y comienza:
“A Uds., que vinieron en la cosa grande que trae la que nos moja, les damos
la bienvenida. Las para entrar y salir de nuestro pueblo están abiertas,
también les ofrecemos nuestros lugares para vivir y pondremos en nuestras
apoya cosas todas las cosas para comer que necesiten.”

Capítulo 5

El capitán, su asistente y todos los marineros escuchan el discurso del alcalde


y quedan boquiabiertos. Cuchichean entre ellos. Es que tratan de descifrar lo
que está diciendo. Conocen todas esas palabras, pero… no pueden creer que,
aun así, no sepan qué significado tienen, parece una bienvenida, se dan cuenta
porque todos en la playa les sonríen y los saludan moviendo las manos.

Entonces, el asistente, pide a un marinero que le traiga papel y lápiz. Lo que


ocurre es que en la escuela de navegantes había aprendido a descifrar todo
tipo de códigos y puso manos a la obra. Sentado en la playa escribía, tachaba
y volvía a escribir… hasta que… se pone de pie y lee al capitán y a los marineros
lo que descubrió:
“¡A Uds. ¡Que vinieron en el buque a vapor navegando por el mar les damos la
bienvenida! Las puertas de nuestro pueblo están abiertas, también les
ofrecemos nuestras casas y pondremos en nuestras mesas todo el alimento que
necesiten.”

Cuando la tripulación escuchó la lectura de la traducción del discurso dieron


al unísono un largo suspiro de alivio y a coro junto con una enorme sonrisa
gritaron: ¡GRACIAS!

En la playa todos habían estado conteniendo el aliento mientras veían al


asistente escribir y escribir. Temían lo peor. Toda esa gente que escuchó el

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discurso estaba con la boca abierta y no decían nada de nada. Hasta que
escucharon el GRACIAS y se dieron cuenta que los visitantes usaban las mismas
palabras. Fue entonces que echaron a correr todos juntos, con los brazos
abiertos y abrazaron a todos y a cada uno de los que venían en la cosa grande.

Ahora nos alejamos un poco de la playa y vamos detrás de Sirenia, Belu y Zify.
Ellos después del GRAN ABRAZO salieron corriendo a toda velocidad. ¿Adónde
irán? Los niños tenían varios lugares preferidos para jugar. La playa, la plaza
del pueblo y…el bosque. Allí en el bosque habían encontrado un claro qué es
como un círculo sin árboles y con un hermoso pasto de color verde oscuro y
fresco. Bueno, allí se reunían cuando tenían que tratar un asunto sin adultos
presentes. Llegan corriendo, se sientan en círculo y con una mano apoyada en
el mentón se quedan pensando.

Comienza Sirenia. “No estoy tranquila con la cosa grande que vino en la que
nos moja. Me parece que antes de abrazarnos tanto deberíamos averiguar por
qué están aquí. No sé porque, pero tengo un mal presentimiento. Hay que
investigar.”
Sify: “Yo no desconfío, pero tampoco estoy convencido de recibirlos así, sin
saber qué vinieron a hacer”
Belu: “¿Y si sólo se perdieron como nos pasó esa vez que fuimos a jugar y nos
metimos del otro lado de los que dan sombra y no sabíamos cómo salir”?

Todos estuvieron de acuerdo en investigar, vigilar y resolver el misterioso


motivo que trajo a esa gente en la cosa grande.

Capítulo 6

Cuando los niños llegaron corriendo desde el bosque encontraron a todo el


pueblo compartiendo una larga mesa con los del buque. Los tres se
escabulleron entre los marineros a ver si escuchaban algo que les sirviera para
su investigación. Todos comían y bebían con gran placer, había risas y hasta se
entonaban ruidosas canciones. Sirenia les había dado instrucciones a sus
amigos para que retuvieran las palabras de lo que escuchaban para tratar de

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averiguar cómo es que la cosa grande había llegado a la isla. Una vez
satisfechos del banquete se alejaron para compartir lo que habían escuchado.

Cuando los niños llegaron corriendo desde el bosque encontraron a todo el


pueblo compartiendo una larga mesa con los del buque. Los tres se
escabulleron entre los marineros a ver si escuchaban algo que les sirviera para
su investigación. Todos comían y bebían con gran placer, había risas y hasta se
entonaban ruidosas canciones. Sirenia les había dado instrucciones a sus
amigos para que retuvieran las palabras de lo que escuchaban para tratar de
averiguar cómo es que la cosa grande había llegado a la isla. Una vez
satisfechos del banquete se alejaron para compartir lo que habían escuchado.

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Sirenia había ido a buscar lápiz y papel y comenzó a tomar nota de lo que cada
uno recordaba. Ahora les copio lo que escribieron:
Fuerte oleaje
Motores sin potencia
Carga demasiado pesada
Brújula rota
Carta de navegación
Perdimos el rumbo
En el mapa no estaba esta isla

“Bueno, dice Sirenia, comencemos por fuerte oleaje. ¿Qué es?” Se quedan en
silencio, pensando hasta que Sify dice: “fuerte ya sabemos qué es, el fuerte
vence a todos y puede mover y levantar cosas muy pesadas, y como ellos
venían por la que ‘nos moja’, oleaje debe ser cuando algo muy fuerte la levanta.
“Si, Si” aplaudían Sirenia y Belu. Así siguieron con la lista, algunas pudieron
descifrar, pero otras les fue imposible. Igual creyeron llegar a la siguiente
conclusión: “Los que venían en la cosa grande fueron movidos, levantados y
empujados por la que nos moja. Perdieron el rumbo (eso lo entendían perfecto)
y llegaron al pueblo. Estaban asombrados porque no lo tenían dibujado en su
mapa (ellos pensaron que mapa es el dibujo que dice por dónde andar, por
donde ir). Pero no pudieron descifrar “motores sin potencia”, “carta de
navegación”, brújula rota” y… lo que más les intrigaba “carga demasiado
pesada”. Sabían que pesado era lo que se hundía en la que los moja, por
ejemplo, una gran piedra, también pesado era lo que no podías levantar por
más que hicieras mucha fuerza, pero carga ¿qué era eso? A Sirenia le parecía
que ahí, justo ahí estaba el misterio.

Cuando regresaron al festejo ya era totalmente de noche, se veía una luna


muy redonda, grande y de un blanco luminoso. El mismo capitán dijo que
jamás había visto una luna así en ninguno de sus viajes por el mundo. Todos
quedaron muy confundidos ya que no sabían si es que había muchas otras
lunas o era esta misma que se veía en todos lados. Después de elogiar a la luna,
siguió hablando y agradeció la hospitalidad con que lo habían recibido a él y a
su tripulación. Acto seguido dio a sus marineros la orden de emprender el
regreso al buque y partir. Todo el pueblo, con al alcalde a la cabeza los siguió
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hasta la playa. El alcalde todavía estaba eufórico y mientras encabezaba la
comitiva sacudía su traje de ceremonias con gran orgullo. Los voluntarios, que
se dejaron los gorros con plumas durante todo el banquete a pesar de que el
alcalde les hacía gestos desesperados para que se los saquen, se peleaban para
marchar lo más cerca posible del alcalde. Detrás iba con paso firme todo el
pueblo y entre ellos nuestros tres niños, todavía pensando en el misterio de la
“carga demasiado pesada”.

Cuando llegaron a la playa, el capitán ordena a los marineros que descarguen


lo que les había indicado. Sirenia y sus amigos, al escuchar “descarguen”,
inmediatamente piensan que alguna relación puede haber entre carga y
descarga y corren apurados para estar en primera fila y ver de qué se trata.
Como unos 30 marineros subían y bajaban del buque y en cada viaje dejaban
en la playa unas grandes cajas.

Nadie sabía qué había en esas cajas. Entonces el capitán llamó al alcalde, el
alcalde llamó a los voluntarios emplumados, ellos llamarón a los herreros, los
panaderos, los granjeros, los agricultores, y así todo el pueblo reunido según
sus oficios se acomodaron alrededor de las enormes cajas que bajaron del
buque. Sirenia, Sify y Belu quedaron en primera fila.

Capítulo 7

El capitán abre las cajas mientras les explica que dejará como agradecimiento
estos regalos. Frente a todo el pueblo explica que su buque hace viajes para
llevar estas cajas a otros lugares y como la carga era demasiado pesada los
motores no tuvieron la suficiente potencia y así fue como el buque perdió el
rumbo. “Ahora, dice, les queremos dejar parte de la carga como muestra de
nuestra gratitud y al mismo tiempo, podremos seguir viaje ya que llevaremos
menos peso.” Lo interrumpe un fuerte aplauso de todo el pueblo, mientras los
3 niños se siguen preguntando qué habrá en esas cajas.

El capitán ordena a su tripulación que abra las cajas mientras anuncia muy
satisfecho: “¡son televisores!, generadores de electricidad (porque ustedes no
tienen) y un dispositivo para que puedan captar la señal de los satélites.” El

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alcalde, los voluntarios con plumas rojas, los herreros, carpinteros, panaderos,
granjeros, agricultores, cocineros, en fin, todos quedan con la boca abierta. No
entienden nada, ni una de todas esas palabras. El ayudante del capitán, a quien
le encantaba explicar todo, tomó un cuchillo y abrió una de las cajas. Con
ayuda de los marineros sacó un televisor y comenzó la demostración. Activó el
generador, encendió el dispositivo para captar la señal y enchufó el cable.

Cuando todos vieron lo que sacaba de la caja y los movimientos que hacía con
esas cosas cuyo nombre no sabían, ya que no sabían para qué servían,
retrocedieron atemorizados mientras decían al unísono (o sea todos juntos y
al mismo tiempo): “¡¡¡Oh!!!! ¡¡¡Oh!!!! Pero el ayudante no se detuvo, estaba
tan concentrado en la demostración que sin decir agua va (sin avisar) encendió
el televisor justo cuando la señal captó la trasmisión de una función de la ópera
El barbero de Sevilla. El capitán y toda la tripulación aplauden con gran alegría.

Todos, grandes y niños se van acercando a esa cosa con forma de “para
guardar” (así llamaban a las cajas) y miran con grandes ojos, escuchan y
sonríen, mientras hacen intentos de explicar, mejor dicho, de comprender qué
hacen todas esas personas, dónde están, quienes son, qué cantan… y como no
se les ocurre nada, sólo se quedan mirando.

El capitán, que comprende el desconcierto del pueblo, intenta explicarles qué


es un televisor. Uds. seguramente también se los podrían explicar muy bien,
¿no? (en secreto cada uno escriba en un papelito qué es un televisor) Una vez
que hubo terminado la explicación, Sirenia dijo: “lo llamaremos para verlos de
lejos”. Y todos estuvieron de acuerdo. Entonces el capitán, su asistente y toda
la tripulación subieron al buque mientras saludaban con gran afecto a todo el
pueblo. Todos se quedaron en la playa mirando como la “cosa grande” se hacía
chiquita hasta desaparecer. Fue entonces que todos miraron el “para verlos de
lejos” y comenzaron a discutir qué harían, donde lo pondrían, discutieron y
discutieron hasta que finalmente decidieron ponerlo en la Plaza Grande. Así lo
hicieron y se fueron a dormir muy, pero muy tranquilos.

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Capítulo 8

Pasaron muchos meses, tantos que ahora Sirenia y sus amigos ya tienen 8
años. Esa mañana de verano se encontraron en la playa y jugaban con las
piedras y la arena construyendo casas y caminos. Sirenia estaba muy callada,
lo que realmente era muy raro. Beluga le pregunta si está enojada y Sirenia
contesta que estaba pensando en que estaban pasando cosas muy extrañas
en el pueblo. Belu y Zify ponen ojos de preguntar y esperan que ella comience
a contarles.

“Es que estoy observando –dice Sirenia- que algo ha cambiado desde que
llegó la ‘cosa grande’.” Y dice que el horno del panadero no está encendido
como antes y no sale humo y que ayer no había pan en su casa. Dice que en
las quintas no se recogieron las verduras como siempre y además hace días
que nadie tiene pescado para comer porque parece que los pescadores no van
a pescar. Belu y Zify la miran con la boca abierta por el asombro y al unísono
dicen: “¡Oh! ¡Ohhhhhh!” Pero eso no es nada” –dice Sirenia- hay algo que a
ella le llama mucho la atención, tanto que no puede dejar de pensar en ello. Y
es que desde hace días muchas personas la vienen a buscar para que les diga….
“¿Qué?” dicen al mismo tiempo Belu y Zify. “Sí, que les diga… no me animo a
decirles”. “Pero por favor, decinos qué –dice Belu- Sirenia dice que no sabe
cómo lo van a tomar porque lo que les va a contar es la señal de que algo muy
malo está pasando en el pueblo. Los tres niños se sientan pensativos hasta que
Sirenia dice: “Me vienen a buscar porque no saben el nombre de algunas cosas,
en realidad, algunos han olvidado todos los nombres”.

Los niños rascan sus cabezas como intentando acomodar, poner orden en lo
que están escuchando, y como no pueden siguen preguntando: “¿Cómo, qué,
dónde, quién… qué podemos hacer… será una enfermedad?”

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Están todos sumergidos en un profundo silencio. Cada uno revuelve sus
recuerdos como quien busca en el cajón de juguetes. Pasan así bastante
tiempo y de a poco cada uno comparte lo que encontró después de revolver
recuerdos. Dicen que hace tiempo que no se escucha el sonido de tilín tilín del
herrero, tampoco el golpeteo del martillo de los carpinteros, ni los gritos de
alegría de los pescadores cuando sacan los peces del mar, además no se
escuchan los cantos en la Plaza Grande y ahora que lo piensan los tres dicen al
mismo tiempo: “ya no bailan en la Plaza”. Eso sí que es muy pero muy malo
en opinión de los niños, eso es malísimo.

Ahora los niños ya no juegan, no construyen casas y caminos, se han quedado


quietos como estatuas. De repente Belu y Zify miran a Sirenia esperando que
ella diga qué hacer. Pero Sirenia dice que no pueden hacer nada porque
primero necesitan descubrir qué está pasando. Y para reforzar su idea se pone
de pie y con voz grave y mirada seria dice: “¿Acaso Uds. saben dónde están
todos?” Los niños la miran, levantan los hombros en señal de “yo qué sé”. Es
que acaban de darse cuenta de que no hay nadie por las calles, que no se
escuchan las voces de siempre y que por más que estiran sus oídos no pueden
oír nada, los envuelve un silencio pesado como plomo. Los niños se preguntan
dónde se habrán ido todos y por qué.

Capítulo 9

Cuando Sirenia se da cuenta que Belu casi se pone a llorar porque no


encuentran a nadie, decide tomar medidas prácticas. Zify todavía sigue
buscando por todos lados y sin ningún resultado. Nosotros podemos pensar
que los niños deben estar asustados porque todos han desaparecido y si a eso
agregamos todas las cosas raras que nuestra niña ya había descubierto, como
las tareas que ya casi no se cumplían en el pueblo y, sobre todo, el olvido del
nombre de las “cosas”, entonces comprendemos lo que les pasa.

Los tres están sentados en ronda, sus cabezas inclinadas mirando al suelo, se
los ve desalentados y guardan un largo silencio. Sirenia dice, sin mucha
convicción, “a ver… a ver… ¿habrá algún lugar donde no hemos buscado?” Los
niños comienzan a contar con los dedos, ya habían ido a la panadería, a la

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herrería, a la pescadería, a la feria de los agricultores, etc. etc. y nada. Sirenia
los mira con asombro y grita: “¡¡¡Ninguno de nosotros fue a la Plaza grande!!!”,
“¡Oh, no!” Exclaman los niños a coro, y salen disparados a mayor velocidad de
lo que pueden sus piernas. Se dirigen a la Plaza Grande.

Están llegando cuando escuchan música y risas. Allí están todos muy
acomodados sobre sus apoya colas, mirando la que llamaban “para verlos de
lejos”. Los niños están entre aliviados, enojados y…sobre todo asombrados. Se
miran unos a otros con ojos de preguntarse: ¿qué están haciendo? ¿por qué
no venden lo cultivado, lo que han pescado, y los panes? ¿Quién vende los
panes? Es que ésta es la hora en que los niños toman su merienda y no hay
panes porque todos están allí. Pero qué ocurre que no hay más niños
esperando la merienda o pidiendo que les den sus pancitos ricos. Sirenia, que
sigue buscando comprender mira con detenimiento a todo el pueblo allí
sentado y descubre que todos sus compañeros de escuela (allí se llamaba
“donde conocer”) estaban allí, muy acomodaditos y se reían como todos los
demás. Belu pregunta: “¿de qué se ríen si sólo hay música? ¿De qué se ríen si
nadie habla en la “para verlos de lejos”?? (se refieren a la enorme pantalla del
televisor) Los niños deciden averiguar
este segundo misterio.

Deciden sentarse junto a todos y


comienzan a mirar prestando atención
para descubrir porque todos se quedan
allí sin ocuparse de todo lo que hacían
antes. La pantalla no tiene colores
como la primera vez en que cantaban
muchas personas vestidas de manera
muy rara. Los niños no conocen “El
barbero de Sevilla” que justo se
trasmitía cuando el capitán encendió el
televisor y como no se habían quedado
a mirar no pudieron conocer el
argumento. El asunto es que ahora sólo
se veía en blanco y negro, había música,
muy linda, por cierto, pero “¿Por qué no
hablan?” Pregunta Zify en voz muy
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baja. Belu mira y comienza a reírse a carcajadas junto a todos los demás. Zify
también se está revolcando de la risa mientras se agarra la panza. Sirenia los
mira con curiosidad y decide prestar más atención.

En la gran pantalla se veía a Chaplin en La Playa (1915) junto a un señor muy


enojado porque el viento hacía volar sus sombreros. Por momentos cada uno
tenía el sombrero del otro. Cada vez que el señor grandote recuperaba su
sombrero, el viento o Chaplin, a quien le encantaba revolear su bastón, se lo
sacaba. Ambos luchaban por recuperar sus sombreros, pero el viento, que era
cada vez más fuerte, los hacía volar dando vueltas y vueltas. Ahora Sirenia
también ríe y ríe como todos, sólo que ella tiene un motivo más para sus
carcajadas. Acaba de descubrir porque en el pueblo se están olvidando del
nombre de casi todas las cosas. Se puso a pensar que le resultaba muy extraña
la forma en que todos venían a preguntarle: ¿qué es esto y lo otro? Y lo raro
era que no traían nada para que ella pudiera darse cuenta. Lo que hacían eran
gestos como si estuvieran usando esa cosa. Por ejemplo, para el “apoya colas”
doblaban las rodillas y apoyaban la cola en el aire. Increíble, piensa Sirenia, y
se apura a llevarse a sus amigos para contarles.

Pero Belu y Zyfi no se mueven, están mirando la pantalla y no escuchan a


Sirenia que los llama para compartir lo que acaba de descubrir al ver a Chaplin.
Sólo que ella, y tampoco nadie en el pueblo sabe quién es Carlitos Chaplin. Si
le preguntaran a Sirenia seguramente les daría su versión personal. Diría que
es un señor que se viste con ropa muy gastada, que usa un sombrero que sólo
le sirve para meterse en líos y que no parece servir como “tapa sol”. Además,
está el tema del bastón, para ella algo desconocido ya que en el pueblo nadie
usa bastón, sólo lo podría comparar con los palos que usaban para jugar
cuando iban al bosque y les servían para apartar las ramas de hojas pinchudas.
De modo que ella podría pensar que Carlitos Chaplin también lo usaría para
jugar. Pero lo que no podía explicar eran esos zapatones enormes, demasiado
grandes para un hombre pequeño, pensaba, y de eso dedujo que su forma de
caminar, con la punta de los pies para afuera, sería justamente por esos
enormes “cubre pies”.

Al final Sirenia comienza a reírse a carcajadas como nunca lo había hecho. Y


creemos que fue mientras pensaba en todo esto que se le ocurrió cómo

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resolver el misterioso cambio en el pueblo. Podemos imaginar que para ella el
misterio de las risas tenía que ver con que Carlitos siempre se metía en
problemas, le pegaban o lo metían preso, otras veces era muy pobre y no tenía
para comer, pero al final todo se resolvía muy bien.

Capítulo 10

La luna ya puede verse desde la Plaza Grande. Todos comienzan a levantarse


de sus sillas y se saludan muy contentos. “Hasta mañana, hasta mañana” se
dicen unos a otros y se van dispersando hacia sus casas. Sirenia sigue sin lograr
reunir a Belu y Zify para contarles que cree haber descubierto el misterioso
cambio en el pueblo, y lo que es más importante, que también cree haber
encontrado la solución, o parte de ella.

Como ya es de noche y Sirenia no encuentra a sus amigos decide ir a su lugar


para vivir y esperar a la mañana siguiente. Además, cree que durante la noche
y con el descanso después de un día tan movido, al despertar podrá ver con
más claridad el misterio y la solución. Cena con sus papás, que aún se ríen de
las locuras de Carlitos, y se va a dormir.

Muy temprano la despertaron dos cosas: el tibio sol que entró por su ventana
y… las voces. De un salto fue a ver qué eran esas voces y murmullos. Cuando
se asomó por la “para ver afuera” vio una larga fila de personas que esperaban
en la puerta de su casa. También escuchó que su mamá les decía, tratando de
calmarlos: “esperen que ya se despierta Sirenia”. Ella sabía de qué se trataba
todo ese alboroto y resopló un ¡Ufaa! que resonó en toda la isla. Cuando salió
a la puerta de su casa vio que se había armado una cola de gente que le
preguntaba cómo se dice tal o cual cosa, y lo preguntaban de manera muy
graciosa. Tanto que Sirenia por respeto se tuvo que contener para no reírse.
Es que ahora se daba cuenta que todos se movían y gesticulaban como Carlitos
para que ella les dijera las palabras que habían perdido. Uno se movía mientras
ponía ambas manos sobre su cabeza y Sirenia le recordaba: es el “tapa sol”,

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otro hacía como que apoyaba cosas sobre algo. “¡Ah! Es un “apoya cosas”,
decía la niña. Y así se iban yendo todos de la cola, muy contentos por haber
recuperado esas palabras.

Pero Sirenia quedaba tan cansada que ya no quería hacer nada, sólo
descansar. Se quedó allí un largo rato hasta que aparecieron Belu y Zify. Venían
corriendo y muy contentos. “Qué divertido fue ayer en la Plaza”. “Todavía
tenemos ganas de reírnos”. “Si, dice Sirenia, mis papas durante la hora de
comer me hicieron reír al contarme todo lo que habían visto. Pero…. Me dio
mucho trabajo porque les faltaban muchas palabras para terminar de
contarme lo que vieron”. Después, los niños quedaron en silencio. Belu y Zify

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parecieron darse cuenta de la gravedad de lo que estaba sucediendo.

Miraban a Sirenia sin preguntarle nada, sin hablarle porque sabían que estaba
concentrada pensando. Casi podían escuchar los sonidos del pensar de Sirenia.
Se quedaron así largo rato, casi como jugando a las estatuas.

Parecía que el tiempo se había detenido, había tanto silencio que el viento se
quedó quieto, y entonces las hojas de los árboles también. Los pájaros
asombrados por tanta quietud dejaron de cantar, las mariposas se
escondieron entre los pétalos de las amarilis. Las ardillas se sintieron
avergonzadas por ser las únicas que hacían ruido partiendo nueces y dejaron
sus mordiscos en suspenso. Y todo esto pasaba porque Sirenia estaba
pensando. Belu y Zify se fueron alejando con pasitos cortos y silenciosos hasta
esconderse detrás de los árboles. Es que no querían interrumpir el pensar de
Sirenia. Entonces allí, en el claro del bosque, quedó Sirenia, sola, pensando y
pensando.

Sirenia se levanta de pronto, levanta los brazos y grita: “Vengan, vengan


tenemos que pensar juntos, yo sola no puedo”. Los niños salen corriendo de
entre los árboles del bosque y se sientan a su lado. Y comienza a contarles lo
que pensó: “Uds. Saben que primero nos dimos cuenta de que estaba pasando
algo raro en el pueblo, después vimos que ya no salía humo de las chimeneas
y por eso no teníamos pan todos los días. Tampoco cosechaban los agricultores
como lo hacían antes, en el mercado casi no había frutas y todo lo demás que
Uds. ya saben.” “Si -dice Zify- y un día nos dimos cuenta de que todos habían
desaparecido y Belu casi se pone a llorar”. “No -dice Belu- yo siempre soy muy
valiente, no lloraba, hacía como que lloraba”. “Bueno, no se peleen -dice
Sirenia- que no llegamos al verdadero problema y tampoco a la solución”.

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Último capítulo

Los tres se quedan en silencio por un rato y finalmente Sirenia les explica que
el verdadero problema es que las personas están olvidando el nombre de las
cosas. Si esto continúa así llegará un día en que habrán olvidado todos los
nombres y nadie podrá conversar, entonces lo único que nos espera es un
enorme silencio en todo el pueblo. Belu y Zify la miran con cara de horror, pero
no creen que sea para tanto, sino que Sirenia está exagerando. Belu dice: “pero
nosotros todavía sabemos los nombres, no los hemos olvidado”. “Pero, dice
Zify, es Sirenia la que sabe el nombre de todas las cosas.” “Tengo la solución -
dice Belu- que ella se los recuerde cada vez que se olviden”.

Sirenia los mira un poco enojada, es que a ella no le parece ninguna solución
sobre todo porque no saben por qué olvidan. Entonces con voz muy amable
les dice: “Pensemos: desde que miran todos los días la para verlos de lejos se
ríen y lo imitan (se refiere a las películas de Carlitos Chaplin). “¿Se dieron
cuenta que en el ‘verlos de lejos’ nadie habla? Todos se ríen porque Carlitos
hace cosas muy graciosas. Hay música muy linda y unos carteles en un idioma
que nadie puede leer. ¡No les parece que dejaron de hablar porque pasan
mucho tiempo mirando las locuras de Carlitos? Zify dice: “¿Y entonces
empezaron a hablar con gestos, como hace Carlitos?” “Eso es lo que creo -dice
Sirenia- y no me parece ninguna solución que yo siga todos los días
recordándoles los nombres”. Belu interrumpe para decir que ella piensa que
entonces Carlitos tiene la culpa. “No, gritan Sirenia y Zify, no tiene ninguna
culpa, hace reír mucho y eso hace muy bien.” “Entonces -insiste Belu- la culpa
la tienen los que llegaron con la ‘cosa grande’ (el buque) y nos dejaron de
regalo la de ‘Verlos de lejos’. Otra vez Sirenia y Zify gritan ¡NO!

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Zify cree que ninguno tiene la culpa, él piensa que es porque estaban todo el
día mirando la ‘para verlos de lejos’ y entonces dejaron de hablar cada día un
poco más y así llegaron a olvidar muchos nombres. Belu dice que está de
acuerdo, que no le va a echar la culpa a Carlitos porque a ella le encantó.
Sirenia cree que se tienen que poner a trabajar en la solución, aunque no saben
por dónde empezar. Los tres saben que tienen que lograr varias cosas.
Primero, que Sirenia no tenga que estar todo el día atendiendo la larga fila de
olvidadizos, segundo, encontrar otra forma para que recuerden los nombres
perdidos y tercero, que no los vuelvan a olvidar. Finalmente decidieron
encontrarse al día siguiente muy temprano en el “Guarda-guarda palabras”
(¿recuerdan que llamaban así a la biblioteca y guarda palabras a los libros?).

Muy temprano ya estaban en la biblioteca, por supuesto que ellos solos ya


que casi nunca iba nadie. Podemos ver que han juntado una enorme cantidad
de hojas de papel y muchos lápices de colores. Como los vemos de lejos nos
parece que están discutiendo, pero cuando nos acercamos, descubrimos que
está sucediendo algo muy diferente. En realidad, nuestros niños conversan,
intercambian opiniones y cuando todos están de acuerdo escriben, escriben
con los distintos colores y así pasan las hojas una tras otra hasta formar una
pila, qué digo una pila, no, un pilón de hojas. Pasan tres noches y tres días y los
niños siguen y siguen escribiendo en colores y el pilón de hojas crece aún más.
¿Que estarán haciendo? Vamos a acercarnos más para descubrir lo que se han
propuesto.

Sirenia está muy contenta, se nota porque su sonrisa es tan grande que le
ocupa toda la cara, Belu y Zify saltan y cantan, “¡al fin, al fin!” “Si -dice Sirenia-
ya terminamos de guardar todas las palabras en el guarda palabras. Pero
¿cómo lo llamamos?” Todos se rascan la cabeza, como hacen siempre, para
apurar a que las ideas salgan. Belu dice: “y… en realidad es un guarda
palabras”, “sí -dice Zify- pero acá todos son guarda palabras, ese nombre no
nos sirve”. Sirenia dice: “en realidad acá guardamos el nombre de todas las
cosas, tendríamos que llamarlo el GUARDA NOMBRE DE TODAS LAS COSAS”.
Todos juntos gritan ¡sí!

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Bueno, ahora sabemos que han escrito un DICCIONARIO, y que piensan
dejarlo en el “Guarda guarda-palabras” (Biblioteca), pero parece que piensan
hacer algunas cosas más. Y así es, ahora están escribiendo en una hoja muy
grande y cuando terminan cada uno le pone su firma. Todos juntos hacen un
suspiro de alivio y descanso. Entonces Sirenia les anuncia que llegó la hora de
llamar al alcalde. ¿Se acuerdan del señor Ceta? Así que le piden que venga a la
biblioteca.

El El El

El alcalde llega a la biblioteca muy intrigado por el llamado de los niños, y aún
más intrigado está cuando le entregan la gran hoja. Mientras la lee sus cejas

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hacen los movimientos más extraños, suben y bajan, quedan inclinadas o se
cierran juntándose mucho, ¿qué estará leyendo? ¿qué habrán escrito nuestros
niños?

Ceta se queda un rato pensando, luego otro rato más largo y finalmente dice:
“muy bien, vamos todos a la Plaza Grande”. Aunque no los vimos ni oímos
estamos seguros de que los niños le compartieron al alcalde su descubrimiento
del olvido de los nombres. Y entonces allí van los cuatro juntos camino a la
Plaza Grande. Por supuesto no hizo falta llamar al pueblo ya que estaban todos
sentaditos viendo otra vez a Carlitos. El señor Ceta apaga el “para verlos de
lejos”. Esto produce una tremenda reacción en todos que comienzan a gritar y
protestar con mucha furia. El alcalde alza la voz tanto que casi deja a todos
sordos por unos instantes, pero lo bueno es que ya no protestan. A
continuación, les dice: “Escuchen lo que voy a leerles y una vez que lo hayan
escuchado todos deberemos cumplirlo”.

1. A partir de ahora podrán estar en la Plaza Grande viendo la “Para


verlos de lejos” sólo después de haber terminado con las tareas que a
cada uno les corresponde. Los grandes el trabajo, los niños las tareas
de la escuela.
2. Después de ver la “Para verlos de lejos” deberán conversar sobre lo
que estuvieron viendo y así todos podrán compartir lo que
entendieron.
3. También deberán contarles a los que no vieron la “Para verlos de
lejos” todo lo que ocurrió.
4. Y, finalmente, si no recuerdan el nombre de las cosas deberán ir a la
Guarda guarda-palabras y buscar lo que olvidaron en el GUARDA
NOMBRE DE TODAS LAS COSAS.

29
5.

Después de la lectura del alcalde, la Plaza se hundió en un silencio tan


profundo que hasta se podía escuchar la respiración de todos. No sabemos
cuántos minutos pasaron, pero de a poco cada uno se fue levantando de sus

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sillas y comenzaron a aplaudir cada vez más fuerte. Se saludaron, abrazaron y
al unísono gritaron:
¡Entendido, cumpliremos!

Belu, Zify y Sirenia, como son niños no le dieron a todo esto la solemnidad
que mostró todo el pueblo respecto a lo sucedido. Ellos siguieron jugando y
jugando, en la hermosa isla y seguramente crecieron y vaya a saber qué otras
aventuras tuvieron.

FIN

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