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Módulo de Formación
Psicológica
Fundamental
Psicología Clínica
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LEYENDA
Glosario
Términos cuya definición correspondiente está en el apartado “Glosario”.
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Psicología Clínica
Dr. D. Javier Castillo Colomer
Tema 1
A finales del siglo XIX y principios del XX la tendencia a la descripción de la psicopatología de los
procesos mentales, por parte del pensamiento psiquiátrico, fue adquiriendo una importante
relevancia. Uno de los ejemplos clásicos de este enfoque lo podemos encontrar en la psiquiatría
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Un ejemplo de ello es Juana, mujer de 40 años que consultó a un psicólogo clínico porque había
sido diagnosticada de trastorno bipolar (uno de los diagnósticos de moda), con la prescripción que
tendría que estar medicándose de por vida. En la medida que se profundizó en su realidad
psicodinámica se pudo apreciar cómo sus estados depresivos cumplían una función reguladora
ante determinado desgaste que le producían tanto sus obligaciones profesionales como una
realidad interior que le impulsaba a ser terriblemente activa y exigente. Desdramatizar su tristeza y
apatía durante los periodos de bajón y al mismo tiempo la facilitación de la expresión de
emociones que iban surgiendo, como la agresividad, permitió que la situación pendular dejara de
ser un problema y el consumo del fármaco innecesario.
Otra de las excusas habituales para la intervención inmediata es la exigencia del sujeto. Éste pide
de forma rápida un tratamiento que le cure, que optimice su conducta y le devuelva a su fortaleza
habitual- ya se sabe: el que padece un problema psicológico es en definitiva el débil, y esto está
muy mal visto por nuestra sociedad-. Quizá, dar una respuesta en el sentido que pide el
consultante contribuya a enmascarar la conflictividad esencial del sujeto, creando la falsa ilusión de
que el problema se disipa…. pero con la posibilidad real de que el demonio temido regrese.
Los apuntes que Uds. Van a leer tienen una orientación marcadamente psicodinámica sin que
eso excluya su sentido integrativo y la importancia de la inclusión de herramientas que pertenecen
a otras orientaciones clínicas.
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Podríamos pensar que el espíritu común que acompañó a las diferentes tradiciones fue la
búsqueda de sintonía de la disciplina psicológica correspondiente con los principios que marcaban
el desarrollo científico de la época, que culminan con la revolución científico-materialista del siglo
XIX.
Estas consideraciones implicaban definir una idea de normalidad psicológica, relacionada con
salud, unas causas de la desviación y un posible tratamiento que permitiera una vuelta a la
normalidad. El sufrimiento se entendía como un aviso de que un proceso patológico empezaba su
desarrollo.
La investigación experimental de los procesos psicológicos vio culminado sus intereses con el
refuerzo de esta teoría del conocimiento. Pero la tendencia psicoterapéutica, que se había nutrido
de campos más heterodoxos y diversos, tampoco escapó a ello.
El hombre, como ninguna otra especie, depende en sus necesidades más elementales de sus
prójimos, en un primer término de sus padres, tanto en lo físico como en lo psíquico. Su amplio
periodo de indefensión le hace especialmente vulnerable a diferentes trastornos primarios que a su
vez condicionarán, en su futuro, la vida de forma significativa.
Esta dependencia de distintos sujetos, y en especial de los progenitores, ha sido el puente hacia lo
que podíamos definir como la utilización de la relación con el otro como herramienta de curación.
A través de palabras e induciendo a desarrollar diferentes actitudes y actos unos sujetos han
pretendido ayudar a otros a aliviar o resolver el sufrimiento. Ese hecho ha favorecido que desde
tiempos ancestrales se haya utilizado la sugestión o diferentes formas de hipnosis, junto con la
recomendación de asumir determinadas condiciones o modos de vida con el objetivo de “curar”
diferentes afecciones.
Las estructuras que hacen posible la experiencia del ser humano están socialmente dadas
mucho antes de que él pise el escenario de la vida. El nacimiento en una familia insertada en
una realidad histórica, geográfica y socioeconómica particular, junto con su legado común como
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perteneciente a una especie, condiciona de forma considerable el curso por donde va a desarrollar
el sujeto su vida. Y en ésta siempre nos encontraremos con la presencia de los Otros.
Otra característica del ser humano es su consciencia reflexiva: la conducta humana no estaría
determinada tan mecánicamente por los instintos y los estímulos naturales del medio ambiente,
como es el caso del resto del mundo animal, como por una estructuración significativa de su
experiencia y la posibilidad de obrar intencionalmente. Este hecho hace que el sujeto se plantee
qué es lo que alivia o favorece el sufrimiento, la enfermedad o la muerte.
Para el escritor de temas vinculados a la psicoterapia JürgenKriz (1985) “la inserción en pautas
sociales de rol”, a la que es sometido el sujeto humano, ha traído siempre por consecuencia un
quehacer psicoterapéutico” ; Por un lado la particular sensibilidad del ser humano a la
diferencia, que nos hace introducir el término “normalidad” y plantearnos acerca de la
desviación de esa normalidad (con las distintas tolerancias que marcan épocas y culturas
diferentes); por otra parte siempre existieron en la comunidad social hombres que intentaron
aliviar menoscabos psíquicos, somáticos o conductuales. Encontramos en un primer término a los
familiares que adoptaban una función de asistencia y a personas con roles “terapéuticos” en su
comunidad. Entre estos últimos encontramos a los brujos u hombres-medicina, los denominados
chamanes, que ejercían en su sociedad el papel de protectores de los habitantes y repelentes de la
enfermedad.
Podríamos encontrar vestigios de estos psicoterapeutas primitivos aún en algunas culturas como la
amazónica, en las cuales vemos cómo en sus sujetos existe una enorme dificultad para utilizar una
consciencia diferenciada. Esto nos hace pensar que las primeras artes psicoterapéuticas se
nutrieron básicamente de la sugestión como expresión de la omnipotencia de una suerte de
pensamiento mágico, en donde el ritual jugaba un papel fundamental como refuerzo persuasivo.
El chamán, con el poder que le otorgaba su comunidad para curar junto con sus artes mágicas,
tenía como función liberar y limpiar al enfermo de sus males.
En estas comunidades primitivas, que en sus orígenes vivían inmersas en el culto a la Gran Diosa y
en donde su situación semionírica hacía que su consciencia en fase de diferenciación concibiera la
realidad como un todo, sólo siendo posible separar el cuerpo de la mente, la consciencia de lo
inconsciente, y el sujeto de su medio de forma parcial. El mal y la enfermedad podían ser
producidos por los sortilegios del brujo opositor o por la pérdida del alma del doliente, hechizo
que debía ser neutralizado y alma recuperada a través de las artes del brujo sanador. Podríamos
afirmar que nos encontramos ante las primeras formas rudimentarias de psicoterapia.
En la Antigüedad tardía nos encontramos con otra suerte de relación que podemos entender como
una importante antesala de la práctica psicoterapéutica. Ésta era la relación imaginal del
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sufriente con el dios de la medicina, Asclepio. Se llevaba a cabo de forma directa entre el suplicante
y el mismísimo dios, ya que éste hablaba al sujeto a través de los sueños enviando las
prescripciones oportunas para la curación. Si bien existían un conjunto de oráculos donde el
sacerdote o sacerdotisa cumplían el papel de intermediarios de la voluntad divina, he preferido
señalar el ejemplo de los templos donde se buscaban lo sueños reveladores por el importantísimo
papel que jugó la interpretación de las imágenes oníricas en el surgimiento de la psicoterapia
profesional.
En la Antigüedad clásica y tardía, el principal centro del culto a Asclepio se encontraba en Epidauro,
Grecia, pero hay que señalar que la Atenas del siglo V a.C. y la Roma del III a.C. fueron también
importantes centros de veneración. Uno de los elementos fundamentales del culto asclepíade
eran las cámaras de incubación: en ellas, los durmientes buscaban que se les concedieran sueños
capaces de proporcionarles claves para la curación de sus dolencias. Como apunta la semióloga y
escritora Patricia Cox (2002), los sueños introducían a los soñantes del mundo antiguo en los
dominios interiores del cuerpo y la emoción. La preparación de los suplicantes antes de la
incubación era muy simple: purificación con agua de fuentes, sacrificio de animales, recitación de
plegarias y encendido de velas. Los sueños sanadores a menudo adoptaban la forma de una
epifanía del dios, aparecido como una estatua que ofrecía los consejos o prescripciones
conducentes a la curación. Si al devoto se le concedía un sueño curativo, como acción de gracias
compartía comida con el dios, ofrecía exvotos con la forma de la parte del cuerpo que había
sanado y elevaba plegarias.
Parece que muchos de los remedios que la divinidad proporcionaba a los suplicantes se
relacionaban con compensaciones necesarias para que estos encontraran un equilibrio
psicofísico. Así, a los que por su actividad llevaban una vida sedentaria, el dios les recomendaba
que montaran a caballo o practicaran algún tipo de lucha para aumentar su pasión, mientras que a
los que eran de natural activos les aconsejaba cultivar la literatura o el canto, actividades que
sosegaban el espíritu.
La psicología analítica también considera que la principal función del sueño es intentar
restablecer nuestro equilibrio psicológico; en este sentido parece que los contenidos de nuestra
psique se asemejan a los consejos que Asclepio daba a sus devotos.
En esta época, donde el politeísmo de la consciencia imaginal marcaba el sentido de los diferentes
sufrimientos, la práctica “psicoterapéutica” se ligaba estrechamente a la relación del sujeto con lo
que hoy definiríamos su inconsciente desde una óptica finalista. Los dioses daban prescripciones
acerca de la enfermedad y ésta adquiría un sentido para el desarrollo del alma del que padecía.
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Podríamos seguir adentrándonos en diferentes tradiciones filosóficas y religiosas que han podido
contribuir al surgimiento de la psicoterapia, como pudieron ser las diferentes escuelas que
brotaron dentro del helenismo, es el caso de los estoicos y los epicúreos, el pensamiento alquímico
desarrollado a lo largo del medioevo o el culto otorgado a la imaginación en el Renacimiento, pero
he preferido no extenderme en demasía pues desarrollar la historia de la psicoterapia implicaría un
objetivo que va más allá de este texto. Los ejemplos dados nos pueden permitir una pequeña
reflexión acerca de los elementos que han ido configurando lo que hoy entendemos por
psicoterapia.
Una vez que hemos empezado a andar el camino que nos permite observar el origen de la
psicoterapia podemos situar su inicio profesional, como se le entiende hoy, a finales del siglo
XIX, con los primeros trabajos del padre del psicoanálisis S. Freud. “El caso de Ana O”,
Estudios sobre la histeria y La interpretación de los sueños son textos básicos que dan pie a
construir los primeros materiales que constituyen una de las psicoterapias más importantes, el
psicoanálisis. La sexualidad infantil, el papel de la represión y la vuelta del material reprimido a
través los síntomas e imágenes oníricas se convertirían en los aspectos fundamentales de su corpus
teórico.
Es cierto, como plantea Kriz (1985), que en el siglo XIX hubo precursores de los abordajes
pedagógicos de terapia de conducta, pero lo prominente en ellos era el aspecto justamente
pedagógico, mientras que el psicoanálisis de Freud se propuso desde el principio la psicoterapia de
los enfermos psíquicos.
Los años en los que Freud era estudiante de medicina en Viena fueron tiempos de transición, en
donde se pasó de una “fe eclesiástica”, imperante en todos los ámbitos de la ciencia, al nuevo
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credo en una imagen del mundo determinista, mecanicista y materialista. El siglo XIX, dominado
por la revolución científico-técnica, negaba la existencia de todo lo que no se pudiera demostrar
mediante métodos físico-químicos, y en los modelos explicativos y clasificatorios de las
enfermedades mentales se recurría con toda naturalidad al esquema somatogenético, en donde el
mapa de lo genético adquiría un protagonismo especial. Las afecciones psíquicas se consideraban
casi exclusivamente enfermedades del encéfalo; la psiquiatría era en lo esencial una neurología.
Estas concepciones monocausales se vieron reforzadas por los progresos realizados en medicina
general: Louis Pasteur (1822-1895) introdujo la teoría de los gérmenes como agentes patógenos;
Robert Koch (1843-1910) descubrió el bacilo de la tuberculosis y, ya a comienzos del siglo XX, se
determinó que una supuesta enfermedad mental, la parálisis progresiva, era consecuencia de la
sífilis.
Existían teorías fisiológicas acerca de la función de los sueños, como indica el propio Freud, por
ejemplo las publicadas por el médico alemán Karl Binz (1832-1913) veinte años antes de la
aparición de La interpretación de los sueños. Según este autor, el estado de estupor al que nos
somete el sueño va tocando a su fin en las primeras horas de la mañana, y las toxinas que la fatiga
acumula en la albúmina cerebral disminuyen paulatinamente, destruidas o arrastradas por la
corriente sanguínea. Algunos grupos de células, despiertos ya, comienzan a funcionar en medio del
general letargo, y ante nuestra turbia consciencia surge esta actividad aislada sin el control de las
partes del cerebro que rigen la asociación. En consecuencia, emerge un conjunto de imágenes sin
orden ni concierto, alimentadas por la actividad de este grupo de células, dos décadas antes, el
estudioso de la función onírica Luis Maury había desarrollado más ampliamente esta teoría,
explicando que en la vigilia o en el reposo aparecen estados desplazables por regiones anatómicas,
aunque de todos modos se muestren siempre enlazados a una determinada región anatómica y a
una determinada función psíquica.
Pero junto a esas concepciones físico-deterministas de la actividad onírica, durante esos mismos
años fueron apareciendo una serie de conceptos filosóficos que influirían de forma notable en el
surgimiento de la nueva ciencia del psicoanálisis. Pensadores como Gottfried W. Leibniz (1646-
1716), Sören Kierkegaard (1813-1855), Friedrich Nietzsche (1844-1900), aun partiendo de
posiciones filosóficas distintas, compartían la idea de la importancia de determinados sentimientos
inconscientes. También en los escritos de Arthur Schopenhauer (1788-1860) se registran
experiencias psicológicas de la vida cotidiana y observaciones inconscientes, e incluso en su obra
se hace mención de sueños y de términos como “hipnosis”, “compulsión de la repetición”, “deseo
de muerte”, “represión” o “racionalización”, que remiten de forma directa a la obra freudiana.
Incluso autores como Johann W. Goethe (1749-1832) y Friedrich Schiller (1759-1805) describieron
el influjo de factores sociales y psíquicos en la génesis de los conflictos y las enfermedades
mentales.
El profesor del departamento de Psicología Básica de la UAM Manuel Froufe, señala a Eduar von
Hartmann con su Filosofía del inconsciente, obra publicada en 1868, como quien presenta “por
primera vez una revisión comprensiva de la filosofía alemana y la ciencia occidental a la luz de los
principios, empíricos en unos casos y trascendental en otros, de los procesos mentales
inconscientes”
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Por otra parte, entre los antecedentes de las herramientas técnicas utilizadas por el padre del
psicoanálisis, hay que mencionar a Franz A. Mesmer (1734-1815), médico vienés precursor de la
hipnosis, cuya metodología sirvió después para el tratamiento de determinados síntomas
histéricos por parte de los maestros de Freud: Joseph Breuer (1842-1925), Jean Martin Charcot
(1825-1893), Pierre Janet (1859-1947), August M. Lièbault (1823-1904) e Hippolyte Berheim (1837-
1919).
Por otra parte, es interesante señalar como algunas investigaciones, como las llevadas a cabo por
Theodore Millon (1996), han contribuido a relativizar los criterios de normalidad y anormalidad al
señalar como los criterios de clasificación siempre tendrán un carácter ligado a la cultura
predominante en cada momento y sociedad.
Muñoz (2003) señala la existencia de tres escuelas psicológicas diferenciadas cuyos planteamientos
han influido en el concepto de evaluación psicológica:
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Kriz (1990) señala cinco axiomas fundamentales para entender el análisis de la comunicación
paradójica y perturbada como se presenta desde el abordaje sistémico. Estos son:
Es imposible no comunicar.
Toda comunicación presenta un aspecto de contenido y uno relacional, de tal
manera que el segundo comanda al primero y por eso es una meta comunicación.
La índole de un contexto está condicionada por las puntuaciones que introduce el
participante.
La comunicación humana se vale de modalidades digitales y analógicas. Las
comunicaciones digitales tienen una sintaxis lógica compleja y variada pero una
semántica insuficiente en el terreno de lo contextual. Las comunicaciones
analógicas, por el contrario, poseen este potencial semántico, pero carecen de la
sintaxis lógica requerida para una comunicación unívoca.
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Tema 2
La mayoría de clínicos definen la entrevista psicológica como un proceso en el que intervienen dos
o más personas, a través de un medio oral y en el que se distinguen roles asimétricos, el
entrevistador y el entrevistado. El entrevistador posee el conocimiento técnico que le permitirá
dirigir un proceso en el que recalará una información que podrá comunicar al entrevistado.
Podemos distinguir varios tipos de entrevistas:
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La asunción generalizada del término alianza terapéutica dentro del léxico psicoanalítico se lo
debemos, en gran medida, al prestigioso psicoanalista vienés Richard Sterba (1898-1989). Este
analista explica el concepto sobre la base de la disociación a la que se ve sometido el yo del sujeto
en análisis. Este hecho lo relaciona con la aparición de una parte del yo del analizado que
colabora con el analista, junto con otra que se le opone. El deseo de “curación” de la persona en
proceso de análisis se da junto con sus defensas y resistencias a tomar contacto con el material
conflictivo.
La posibilidad de establecer una alianza terapéutica supone que el sujeto va a poner su atención en
comprender sus impulsos más profundos así como sus defensas, lo que conlleva que el análisis
pueda avanzar.
Establecer una alianza de trabajo ante cualquier proceso analítico se torna en fundamental. Su
imposibilidad denotaría incapacidad para cumplir los requisitos mínimos para comenzar el análisis.
Es necesario encontrar esa parte colaboradora del analizando que permite prestar atención y
valorar el material que va surgiendo, aunque existan fuertes defensas hacia ello. Crear un vínculo
con la suficiente calidad nos permite negociar tareas y objetivos del proceso terapéutico.
Es muy importante valorar en qué tipo de estructuras clínicas y en qué situaciones particulares
pueden aparecer problemas para consolidar la alianza terapéutica. Algunas de éstas pueden ser:
ante un brote psicótico florido; frente a elementos psicopáticos; o cuando el sujeto es forzado a
empezar un proceso analítico en contra de su voluntad. El diagnóstico diferencial nos debe de dar
datos acerca de la posibilidad de establecer una alianza terapéutica.
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2.2. Cuestionarios
Desde el punto de vista cognitivo conductual los cuestionarios son instrumentos que pueden
facilitar el diagnóstico de trastornos psicológicos. Este planteamiento describe el cuestionario
como una herramienta que necesita de una escasa formación para su utilización, es rápida y de
fácil corrección.
El papel del cuestionario en la intervención clínica se relaciona con diversas labores: Ayuda
a la identificación de los problemas que presenta el cliente, ayudando a tomar la decisión de
si es adecuado empezar la terapia o ha de ser derivado; instrumento de contraste de
hipótesis y confirmación por convergencia del diagnóstico; y como medidor del cambio a lo
largo del tratamiento.
Dos de los criterios fundamentales para valorar la calidad de los cuestionarios son su sensibilidad,
el porcentaje de casos verdaderos que se clasifican correctamente, y la especificidad, se refiere al
porcentaje de no casos que se identifican correctamente.
En opinión de Muñoz (2003) una de las herramientas que puede ser más útil en la práctica clínica y
tiene una integración muy sencilla en el proceso de evaluación es el PHQ (Patient Health
Questionnaire) propuesto por Spitzer, Kroenke y Williams (1999) que los autores presentaron en la
práctica médica de atención primaria. Este instrumento tiene dos fases: En primer lugar se aplica un
cuestionario muy breve; y se completa con una segunda fase de entrevista semiestructurada,
igualmente breve, que confirma la detección inicial.
Algunos de los cuestionarios más importantes los podemos encontrar en este cuadro:
MMPI-2
(Butcher, Dahlstrom, Graham, et Hipocondriasis, depresión, histeria, desviación psicopática, paranoia,
al., 1989) psicastenia, esquizofrenia, manía, masculinidad-feminidad,
567 ítems introversión social y escalas de corrección.
60-90 min
MCMI-III Evalúa estilos de personalidad y algunos de los trastornos del eje I y II:
(Milon,Davis y Millon, 1997) esquizoide, evitativa, depresiva, dependiente, histriónica, narcisista,
175 ítems antisocial, agresiva, compulsiva, pasiva-agresiva, autodestructiva,
20-30 min esquizotípica, paranoide y límite.
Somatización.
Obsesión-compulsión.
Sensibilidad interpersonal.
SCL-90-BSI
Depresión.
(Derogatis, 1993)
Ansiedad.
90-60 ítems
Hostilidad.
20 min
Ansiedad fóbica.
Ideación paranoide.
Psicoticismo.
GHQ-28 y otras versiones (12, 30 y Salud general.
60) Somático.
(Golberg, 1978) Ansiedad.
28 ítems Social.
10 min Depresión.
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A partir de la época de los primeros trabajos de Jung, se suceden las aportaciones que hacen
mención al valor diagnóstico de la asociación. Entre estos trabajos hay que destacar el método
ideado por Hermann Rorschach (1884-1922). Rorschach indujo a sus pacientes a pintar utilizando el
método de las manchas de tinta, técnica que era ya conocida y usada con propósitos y formas
diversas desde 1857.
La aportación original de Rorschach fue la de unir el método de las manchas con las ideas de Jung
sobre el papel de la asociación, poniendo el énfasis no en la interpretación de los contenidos de las
asociaciones o en la imaginación, sino en las respuestas mismas, en cuanto determinadas por la
percepción. Rorschach entendía la percepción como dependiente de la estructura subyacente de
la personalidad y de sus derivaciones patológicas.
En sus trabajos clínicos Rorschach halló correlatos con extroversión e introversión, como Jung los
había descrito, pero entendidos como sistemas independientes. Su concepto fundamental, el
erlebnistypus (tipo vivencial) implicaba un núcleo inconsciente y estable de la personalidad, que
estaba continuamente afectado y modulado por las experiencias cotidianas de la persona.
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Con la segunda edición alemana de la obra de Rorschach (1932) se despierta el interés del mundo
científico anglosajón por la prueba proyectiva. En esta época existe ya un núcleo de investigadores
acerca de este método en Suiza y Alemania y el interés que va suscitando da pie al surgimiento de
nuevas pruebas.
En 1935 A. Murray da origen al TAT, técnica con la que se va a introducir una perspectiva
interaccional en la que la conducta es vista como una resultante de la interacción de las
necesidades del sujeto con las presiones ambientales. Otra de las aportaciones es la de R. B.
Cattel (1966) quien sienta los principios metodológicos para el desarrollo de un test objetivo de la
proyección.
Fue Lawrence Frank quién acuñó la expresión Técnicas Proyectivas en un trabajo publicado en
1939 Projetive Methods for the Study of Personality para denominar a un conjunto de métodos de
diagnóstico para caracterizar a un determinado acercamiento al estudio de la conducta, en la que
los test proyectivos eran la “vía regia” al inconsciente.
Podemos decir, siguiendo a Avila Espada (1997) que las cuatro técnicas proyectivas básicas son:
El Rorschach.
El Test de Apercepción Temática (TAT).
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A finales de los setenta empieza a surgir una perspectiva “cognitiva” para la utilización y análisis
de los métodos proyectivos, como la desarrollada por Meichenbaum (1977). Desde esta
perspectiva la proyección es entendida como la manifestación de conductas encubiertas del
paciente, en relación con estímulos pictóricos que le son relevantes. La utilización del método
proyectivo no es diseñado para obtener medidas sino para facilitar ciertas conductas que
difícilmente serían observables mediante métodos directos. De esta clase de instrumentos se
espera puedan detectar estructuras tales como auto-instrucciones o creencias irracionales, tanto
en su organización en pautas globales como en respuestas específicas y cambiantes.
En los años ochenta se empiezan a utilizar los tests proyectivos desde la perspectiva de los
enfoques existenciales y humanistas. Autores como Rogers, Maslow (1908-1970) o Rollo May se
convertirán en la inspiración de este movimiento (1909-1994). Desde este enfoque el hecho de
compartir la experiencia se torna más importante que el contenido o la nueva información
que pueden facilitar los procedimientos y resultados evaluativos, se utilizarán los estímulos
de algunos de los tests proyectivos como mediadores de una experiencia subjetiva
compartida.
Uno de los elementos clave para la interpretación de los sueños en psicología analítica es el
hecho de que las imágenes oníricas cumplen una función finalista (A. Adler fue el primero en
señalar esto, aun centrándose de forma casi exclusiva en el complejo de poder); es decir, orientan
al soñante en una dirección. El psicoanálisis clásico, por contraposición, partiría de una perspectiva
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causal, en la que el sueño está condicionado históricamente y en la que la reproducción del deseo
insatisfecho es uno de los núcleos esenciales que condicionan su significado.
Algunos psicoanalistas como Á. Garma ampliaron la concepción freudiana de la teoría del deseo
aplicada al significado del soñar, pero manteniendo intacta su teoría sexual y su anclaje en la
infancia. El hecho de que en la alucinación onírica haya un intento ficticio de resolver una situación
conflictiva no confiere a la psique un papel orientador, sino más bien un rol similar al que
desempeña el síntoma como mediador entre el deseo y la resistencia. En definitiva, se trataría
únicamente de un intento de resolución que facilitaría una salida de compromiso, pero que en
ningún momento conferiría una clave para reorientar el conflicto.
El modo de observación finalista propondría una forma distinta de trabajar con los materiales, a
partir de la asociación con las imágenes oníricas. A diferencia de la pregunta del psicoanalista
freudiano: “¿por qué este sueño?”, el analista junguiano se plantea: “¿para qué sirve?”, o “¿qué trata
de conseguir?”. Perspectiva finalista que, aclaremos, no excluye la causal, sino que más bien la
integra, posibilitando que en la interpretación pueda haber diversos planos.
Estoy con mi sobrino y en un momento dado éste cae desde una altura considerable. Probablemente
haya fallecido. La madre del niño se niega a aceptar la muerte de su hijo.
El soñante vio estas imágenes en un momento del análisis en el que estaba tomando consciencia
de su complejo materno y de sus dificultades a la hora de dejar morir a ese niño interior que
habitaba en él para poder seguir su proceso de maduración. El sueño apuesta por la caída, por la
necesidad de aterrizar, en definitiva, de asumir la frustración de que no siempre uno se sale con la
suya (las asociaciones sobre el sobrino versaban en torno a la incapacidad para aceptar la derrota
cuando jugaba con otros niños). El sujeto, en definitiva, tenía que permitirse caer y aceptar que la
posición depresiva podía ayudarle a crecer. El sueño daba una cierta orientación y por lo tanto
cumplía una cierta finalidad.
Esto no excluye que cada sujeto tenga su historia personal y que la fijación a la figura del puer
æternus (niño eterno) venga determinada por esa historia. Pero la interpretación analítica va más
allá y ve en las imágenes oníricas la posibilidad de construir un sentido que oriente al sujeto en su
actividad.
El plantear, como hacía Jung, que la mayoría de los sueños poseen una estructura dramática ha
sido un recurso que ha permitido desmenuzar los diversos elementos que configuran las
imágenes oníricas; contexto, trama, personajes y desenlace serían sus partes. Este es un
ejemplo de ello:
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Culminación o peripecia: Veo que el coche del piloto que he estado observando sufre un
accidente muy aparatoso.
He utilizado como ilustración el sueño de un paciente que tendía a ir por la vida como por un
circuito de fórmula uno. Por las asociaciones del analizando, el “corredor” es un afamado joven
que muy tempranamente había conseguido triunfos en su práctica deportiva, y que bien puede
representar una sombra juvenil del soñante, una persona que continuamente “quiere ganar” y,
además, a una gran velocidad. El desenlace del sueño lleva a la muerte, cuya traducción simbólica
puede representar la necesidad de que “el joven alocado” muera para que pueda crecer un sujeto
más maduro, menos interesado en las victorias mundanas y más motivadas por su desarrollo
interior. Nos encontraríamos ante una muerte ritual, tan propia de los ritos de paso y experiencias
arquetípicas.
Figura 6. Portada del Libro Introducción a la Interpretación de los sueños realizada por la pintora Elena
Negueroles.
En mi trabajo sobre Introducción a la Interpretación de los sueños (2013), resumí una serie de puntos
que me parece interesante recordar como criterios clínicos a utilizar en la intervención ante los
sueños de nuestros analizados.
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La función percepción registraría las características de las imágenes oníricas. Los colores, la
claridad y la nitidez de las imágenes podrían ser algunos factores importantes a tener en cuenta.
La función sentimiento establece el orden de valores dentro de las imágenes del sueño. Esto
nos haría preguntarnos por lo que sentimos como realmente importante en la representación
onírica.
La función pensante nos permitiría analizar el orden lógico entre las diferentes partes del
sueño.
La función intuición nos orientaría con relación a la dirección que se está desarrollando la
psique del soñante.
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Estas mismas consideraciones pueden sernos de gran utilidad en el análisis de las imágenes
oníricas. Una mujer de 30 años, que durante varios años mantuvo una relación matrimonial en la
que su marido daba muestras evidentes de alcoholismo, llevo una pintura a su sesión de análisis,
inspirada en un sueño. Esta la podemos describir de la siguiente forma:
La paciente está en su nueva casa y se dedica a lavar la valla que la rodea en una parte. Es una valla
bastante alta y rodea la parte delantera de la casa, aunque hay un espacio que queda abierto.
La primera sensación subjetiva del analista fue que esta joven necesita aprender a
defenderse. Edificar una valla en su vida que le permita protegerse, pudiéndola
abrir o cerrar dependiendo de las necesidades que vayan emergiendo en su
proceso vital.
Todas las imágenes que forman parte de la trama onírica son descritas con una
cierta claridad, aunque no se puedan concretar los colores de sus diversas partes. El
sueño presenta las siguientes representaciones pictóricas : la nueva casa (no
asociada con ninguna otra), es una casa grande tipo chalet o casa de campo; la
valla, cuya misión sería proteger el espacio y crear cierta intimidad; la limpieza
relacionada con conseguir que la barrera esté en unas buenas condiciones y tenga
una buena presencia; el espacio abierto, en la zona trasera de la finca, que podría
indicar un cierto fallo en la zona defensiva o una cierta flexibilidad en este
dispositivo.
En el sueño tendría capital importancia la figura de la soñante acondicionando la
valla de su nueva casa (nueva vida, nuevas relaciones, nuevo espacio vital y nueva
consciencia). También es significativo el hecho que haya una parte sin protección.
Es contradictorio adecuar un cercado y dejar una parte sin su presencia, pues esto
señalaría una importante vulnerabilidad.
La soñante necesita crear un espacio de intimidad y protección, cosa que durante
tiempo no le fue posible pues en la dramática relación matrimonial vivida estuvo
expuesta a mucha angustia, aunque es de señalar que aún existen dificultades para
marcar límites precisos, como aparece reflejado en el espacio sin cercado.
El sueño indica una posición del yo onírico de la soñante en sintonía con la
necesidad de esta joven de andar en la dirección de aprender a crear “un
cortafuegos” que le permita no estar tan expuesta a ciertos dramas existenciales.
Concluyendo, podemos señalar que los criterios que desarrolla Theodor Abt para “destilar” el
sentido inconsciente de las imágenes que forman parte de la composición pictórica, pueden ser
muy útiles en la configuración psicodinámica de un diagnóstico inicial.
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Figura 7. Dr. Theodor Abt y el Dr. Javier Castillo (Mayo del 2010).
Aunque la utilización del juego como técnica específica surge en el ámbito del psicoanálisis (Klein,
1932) ha sido conceptualizado desde diferentes perspectivas como medio de conocimiento y
evaluación. Algunas de éstas son:
En los primeros meses el niño juega con su madre o con los objetos que son su
prolongación: chupete, pezón, dedos… Se reconoce alrededor de esta edad un
juego universal: hacer aparecer cosas o hacerse aparecer y desaparecer a sí mismo.
Es necesario que la madre, como objeto de relación significativa, haya posibilitado
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Otro salto cualitativo se va a producir entre los 3 y 5 años: la imitación de las funciones de los
adultos a través del juego de roles. Lo que podríamos interpretar como la construcción de lo
social a través del juego. El juego de roles se inicia para dar expresión a la vida emocional del niño
a esta edad. La función simbólica crea continuamente nuevos sistemas de símbolos para dar
respuestas a las necesidades de expresión.
La observación del juego que el niño va desarrollando en un espacio terapéutica permite al clínico
psicodinámico ir construyendo una serie de hipótesis acerca de las áreas en las que existen déficits
o importantes conflictos psíquicos. La información que proporciona la hora de juego diagnóstica
debe ser siempre convalidada por las entrevistas con los padres y la historia evolutiva del niño.
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Figura 8. Cuadro comparativo entre las características del juego saludable y el patológico.
(Carmen Maganto y Soledad Cruz)
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Podemos decir que, aunque es muy difícil separar las influencias hereditarias de las ambientales y
culturales en el desarrollo de diferentes clasificaciones tipológicas, venimos al mundo con ciertas
predisposiciones que pueden marcan características específicas de nuestro desarrollo.
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Tema 3
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diferencia entre las primeras hipótesis evaluativas y la profundización en los procesos emocionales
y mecanismos defensivos que estructuran la dinámica particular de la psique de cada analizado.
Algunos de los puntos que definirían el diagnóstico desde la perspectiva psicodinámica serían los
siguientes:
El espacio analítico facilita por su configuración asimétrica (sólo se habla de los conflictos,
expectativas y deseos del analizando) y especial intimidad que se proyecten elementos que se
refieren al mundo pulsional y relacional del sujeto.
Los primeros ejemplos del padre del psicoanálisis, S. Freud versaban sobre la transferencia
ligada a la pulsión, en un principio la amorosa y más tarde también la agresiva. Esto, en un
principio, hizo que se hablara de transferencia positiva cuando se desplazaban sentimientos
amorosos, y de negativa cuando predominaba la hostilidad. Más tarde, para algunos autores, el
término positivo o negativo se relacionó con el hecho de que la transferencia se tornara en
material que el sujeto se prestaba a elaborar, o por el contrario una resistencia que en muchos
casos podía llevar a interrumpir el análisis.
Aún dentro de ese universo muy variado a la hora de definir la transferencia se daba un hecho
común: el análisis cada vez más minucioso del material que emergía en la transferencia ubicaba su
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Con el trabajo de la hija del iniciador del psicoanálisis, Anna Freud (1895-1982), se empiezan a
establecer las bases para considerar la transferencia, en el seno del movimiento psicoanalítico,
como un concepto y un instrumento clínico más amplio que el exclusivamente adscrito a la
realidad pulsional. En su publicación de 1936 El yo y los mecanismos de defensa Anna Freud
formula cómo en el fenómeno de la transferencia no sólo se transfieren impulsos sino
también defensas. Nos viene a decir que no solamente se dan en este fenómeno afectos ligados al
amor o al odio y a los instintos, sino también la expresión de las resistencias a éstos.
Pero fue con la aparición del trabajo del psicoanalista alemán W. Reich, El análisis del carácter
escrito en 1933, cuando realmente se anticiparon muchas de estas ideas. Reich sitúa el carácter
como la parte del yo del sujeto que cumple fundamentalmente un papel defensivo, y esto se
expresa de forma clara en la relación transferencial. El sujeto interacciona con el terapeuta a través
de sus formas caracteriales, las cuales cumplen el mismo papel que han jugado a nivel histórico; el
de defender al sujeto del conflicto vital entre sus demandas instintivas y el mundo frustrante.
En una parte importante del desarrollo del psicoanálisis moderno se va produciendo una
transición; la teoría de las pulsiones cambia dando paso a lo que vendría a ser llamado teoría
de las relaciones objetales.
Con la configuración de la psicología del desarrollo del yo, con autores como René Spitz (1887-
1947) y Margaret Mahler (1897-1985), es cuando el objeto se configura en la piedra angular del
discurso psicoanalítico. Los estudios del desarrollo inadecuado de diferentes infantes, sometidos a
ambientes cargados de conflicto, y la aparición de patologías severas, hicieron a estos estudios de
la psique humana prestar una especial atención a los cuidados fundamentales que necesitaba el
niño en sus periodos iniciales del desarrollo. Su conclusión más importante fue que una buena
relación objetal se convertía en el elemento determinante.
Freud no contemplaba las conexiones libidinales del niño con los otros como objetivo en sí
mismas, sino subordinadas a la gratificación de la pulsión. Sin embargo, los teóricos de la
escuela del desarrollo consideran la relación objetal como el elemento fundamental dentro del
cual tiene lugar todo desarrollo psíquico.
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Esta nueva visión dentro del discurso analítico también moduló la idea acerca de la transferencia.
En un principio se hablaba de que se transferían impulsos y defensas; ahora podríamos
empezar a hablar de transferir formas de relación objetal muy primitivas.
D. Winnicott (1896-1971) nos habló de una forma de transferencia en la que el paciente necesita
colocar a su terapeuta en el lugar de una madre suficientemente buena, en un “entorno de
contención” que permita al paciente sentirse visto, reflejado y sostenido en sus necesidades más
básicas y en sus angustias más primitivas.
Desde esta óptica el rostro del terapeuta pasará a ser el rostro materno, que refleja las necesidades
y angustias de su analizado en una relación de sostén y apoyo.
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Importante la influencia del inconsciente de nuestros pacientes sobre nuestro psiquismo y cómo
no, gran activador de nuestros complejos y conflictos. De ahí la gran importancia del análisis
didáctico del profesional de la psicoterapia, como en su momento fue planteado por Jung y Freud,
como forma de adquirir consciencia y contención de los estados anímicos que nos surge a los
terapeutas en la interacción con nuestros pacientes.
En los años cincuenta aparecen una serie de trabajos en los que se plantea la
contratransferencia no sólo como obstáculo sino también como un posible instrumento. Éste
es el caso de la psicoanalista Paula Heimann (1899-1982) en Londres y el psicoanalista Heinrich
Racker (1910-1961) en Buenos Aires. Este último autor distingue tres formas distintas en las que
puede operar la contratransferencia: como obstáculo, representada por los puntos ciegos del
analista; como instrumento, en el que el analista de forma empática siente lo que le está
pasando al analizado; y como campo, en la que el analizando puede tener una experiencia
correctora y distinta de la que tuvo en su pasado.
No quisiera acabar este apartado sin hacer referencia al importante concepto introducido por M.
Klein, en la etapa tardía de su vida, denominado identificación proyectiva, por las importantes
consecuencias que sugiere ante el denominado fenómeno contratransferencial. Freud utilizó el
término proyección para expresar la expulsión de impulsos indeseados, que en el marco
terapéutico se desarrollan en la transferencia. Klein extendió este concepto teorizando que lo que
se proyecta en la identificación proyectiva no es sólo impulsos separados, sino una parte del
mismo self. Por ejemplo, impulsos agresivos acompañados de un self malo, al que sitúa ahora en
otra persona.
Pero fue, quizás, el médico y psicoanalista británico WilfredBion (1897-1979) quién introdujo en el
seno del discurso kleniano algunas aportaciones que hacen resaltar el papel de la
contratransferencia ante la identificación proyectiva. Bion se descubrió teniendo él mismo intensos
sentimientos que parecían corresponder a la vida afectiva de sus pacientes. Es como que una parte
del self del analista se veía profundamente afectada por la proyección de su analizado. Bion dio
un carácter más interpersonal al concepto de identificación proyectiva transformándolo de
una fantasía que operaba en la mente del analizado a un acontecimiento relacional que se
daba en la psique de dos personas.
Cuán habitual es la sensación de numerosos terapeutas de sentirse como “objetos malos” ante la
identificación que realizan del material que es proyectado por sus pacientes. El hecho de analizar
de forma obsesiva si esta interpretación o la otra ha sido “demasiado desconsiderada”, quizás con
un tono poco adecuado incluso agresivo hacia el paciente, puede conectar directamente con el
hecho de identificarse con la proyección de una parte del self de sus pacientes.
Pero de la misma forma que, si no somos capaces de tomar consciencia de cómo nuestro
sentimiento puede estar contaminado con la proyección que recibimos y esto puede actuar de
forma muy negativa para el discurrir del proceso analítico, el contacto con ello puede servir de
buena orientación para saber qué pasa en el inconsciente de nuestros pacientes.
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Es pues importante ser consciente de la identificación proyectiva y ser capaz de dejarse orientar
por el sentimiento y afecto que produce, siendo posible, a partir de ello, poder generar una
situación analítica que soporte e intérprete, en el momento adecuado, la proyección.
3.3. Estructura
Para un enfoque integrativo dinámico es fundamental que el diagnóstico clínico sea capaz de
evaluar la consistencia de un yo que nos puede permitir prever el nivel de movilización que puede
tolerar el sujeto, lo que nos indicaría los riesgos de que se produzca un anegamiento por parte de
lo inconsciente. Utilizando el lenguaje del psicoanálisis del self y el de las relaciones objetales,
podemos decir que es importante chequear la identidad del sujeto, con lo que habría que
valorar la cohesión, flexibilidad y capacidad de integración del sí mismo del analizado.
En nuestra labor clínica nos ha sido muy útil diferenciar entre estas tres estructuras básicas;
la psicótica, la neurótica y la limítrofe. Este formato de diagnóstico diferencial ha sido bastante
común en la práctica analítica, permitiéndonos a los psicoterapeutas que trabajamos en este
marco establecer determinados controles desde el inicio mismo del tratamiento.
Uno de los psicoanalistas que más ha profundizado en este tema es Otto Kernberg (1984). Para este
clínico el diagnóstico diferencial nos permite ver qué tipo de organización predominante se da en
el paciente, particularmente en:
Al conjunto de estas tres estructuras clínicas hemos añadido un cuarto elemento a tomar en
consideración a la hora de configurar el diagnóstico diferencial: la crisis existencial o de sentido.
Con esta expresión hemos querido resaltar la experiencia de ciertos sujetos que, aún mostrado un
sí mismo cohesionado y consistente junto con un importante enraizamiento vital, viven la
experiencia de un sinsentido existencial con impresiones de hastío, vacío y falta de motivación para
la vida. Es común que estas crisis se desarrollen en momentos de transición, como pueden ser la
aparición de la madurez o vejez.
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3.4. Dimensiones
Se ha escrito de forma rigurosa y clara sobre las pluralidades psicoanalíticas y las escuelas que las
definen (Mitchell,1995; Coderch, 2006); se ha buscado relacionar conceptos que descritos con los
mismos términos –es el caso del sí mismo– son utilizados de forma diferente según la escuela
analítica que los define (Samuels, 1985; Jacoby, 1985); pero pocos son los trabajos que plantean
la posibilidad de establecer un marco integrativo en el que en vez de hablar de escuelas se
hable de dimensiones.
En esta parte de los apuntes lo que ustedes van a leer tiene como objetivo definir un orden de
dimensiones desde el que se puedan ver reflejados las diferentes vertientes que configuran la
realidad psíquica. Aunque es importante señalar que estas dimensiones no se ven
encapsuladas en un espacio limitado, pudiendo producirse una interrelación entre sus
diferentes ángulos.
Esperemos que este texto contribuya a cuestionar la rigidez de dos de los pilares básicos que
definen el quehacer terapéutico en nuestros días: de un lado, ciertos modelos psicológicos que,
buscando orden y coherencia, se fijan al dogma, y pierden la posibilidad de enriquecer y ampliar
sus perspectivas clínicas; de otro, las pretendidas perspectivas psicoterapéuticas que bajo las
banderas de la integración realizan “mezclas” sin orden ni concierto, siendo incapaces de crear
desde el caos y que, de este modo, se convierten en caóticas.
3.5. Complejos
El término complejo fue un término utilizado por Jung dentro del corpus doctrinal
psicoanalítico, que fue gestándose a partir de las investigaciones del padre de la psicología
analítica con el test de asociación de palabras. Esta prueba evidenciaba que ante el estímulo
que implicaba la presencia de palabras inocuas, como podían ser “casa” o “coche”, se podían
producir perturbaciones que condicionaban los tiempos de reacción a la hora de establecer
asociaciones. Analizando estos patrones de respuesta se encontró que las palabras que producían
la alteración se podían agrupar temáticamente. Estos grupos apuntaban a un contenido común
que despertaba asociaciones dolorosas que habían sido sepultadas bajo la consciencia. Pero aun
cuando fueran inconscientes podían seguir generando abundantes perturbaciones pues serían
como una suerte de satélites que podrían influir sobre un planeta central, el yo. A estos contenidos
inconscientes Jung les llamó complejos.
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Podemos considerar los complejos como entidades psíquicas que se encuentran fuera de la
consciencia, pero cuya constelación produce múltiples trastornos en nuestra psique,
trastornos que se pueden expresar con la pérdida de control sobre las emociones y la propia
conducta. Es importante diferenciarlos de las perturbaciones generadas por el ambiente externo,
aunque pueda existir una relación dialéctica entre éstas y los complejos.
Figura 10. El complejo de inferioridad puede ser causante de un proceso de intensa minusvaloración personal.
Desde el punto de vista junguiano todos los complejos tendrían una base arquetípica,
aunque sus características vendrían determinadas por la historia personal del sujeto. Así podríamos
hablar de que un sujeto está poseído por un complejo materno cuando su falta de iniciativa y
pasividad ante la vida son notables. Este hecho puede estar determinado por una relación con la
figura materna que haya estado presidida por la sobreprotección y la falta de experiencias
frustrantes. Pero podemos encontrar una base arquetípica en este hecho representada en la
relación con la figura de la Diosa Madre, figura que alimenta y protege a sus hijos, dándoles
seguridad, pero que al mismo tiempo les reclama a su regazo a la hora de la muerte. Sin embargo,
el héroe tiene que vencer al dragón que invita a la regresión, en cuanto existe el peligro de que
éste acabe paciendo en las fauces de la fiera, volviendo a una especie de realidad intrauterina.
Otro ejemplo de posesión sería el ejercido por parte del complejo paterno cuando se activa en el
sujeto una dinámica obsesiva de enjuiciamiento acerca de su incapacidad o su mal hacer. Se da la
posibilidad de encontrar en la historia personal de estos sujetos múltiples reprobaciones paternas
ante las singularidades de carácter, actitudes y acciones. Podemos pensar en la figura arquetípica
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del Dios-Padre que nos marca la ley, diciéndonos lo que está bien y lo que está mal para acabar
juzgándonos y manifestándonos si somos merecedores de recompensa o castigo.
Los complejos serían como los cimientos sobre los que se construye la psique; en sí mismos no
serían negativos, salvo que invadan y condicionen o anulen la consciencia. Podemos pensar que el
hecho de entrar en contacto de vez en cuando con un complejo de inferioridad puede ser una
buena vacuna contra la omnipotencia del yo. Pero si complejos como este último adquieren una
intensidad desproporcionada y no pueden ser digeridos por la consciencia, pueden llegar a anular
la misma funcionalidad de ésta, produciéndose un anegamiento por parte del inconsciente y un
posible brote psicótico.
La activación de unos complejos u otros por parte del analizado va a marcar buena parte de la
dinámica transferencial y contratransferencial del proceso analítico y esto nos va a posibilitar poder
objetivar y diferenciar estas imágenes o representaciones cuya carga emocional es la responsable
de un buen número de síntomas y situaciones existenciales de estancamiento.
3.6. Carácter
En el X congreso internacional de psicoanálisis, celebrado en 1927, Reich presentó un trabajo que
tituló Sobre la técnica del análisis del carácter . En éste Reich resalta el papel dinámico de la
cura psicoanalítica que consiste en analizar primero la resistencia para después llegar a los
contenidos.
A esta conclusión había llegado después de analizar diferentes sujetos que, aparentemente, eran
conscientes de un cierto material que hacía referencia a un mundo pulsional reprimido pero era
captado sin ningún tipo de experiencia emocional importante.
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Para poder acceder a la vivencia real de estos contenidos era tan importante que el sujeto pudiera
dejar de defenderse de ellos como aprehender su contenido. Eso le sugirió un proceso técnico en
el cual se realizaba un análisis sistemático de los rasgos de carácter que configuraban su base
defensiva, pudiendo así generar una flexibilidad, lo suficientemente importante, para que el sujeto
se pudiera permitir vivir sus contenidos conflictivos.
La continua confrontación con el rasgo de carácter que el sujeto utiliza dentro de su proceso de
resistencias permitirá su modificación y acceso a un material más profundo de su psiquismo. Reich
señala que esto no se realiza desde una vertiente pedagógica, en donde el sujeto iría aprendiendo
nuevas formas de carácter más adecuadas para el desarrollo del psicoanálisis, sino desde lo
puramente analítico. Se interpreta la función defensiva que cumple el rasgo caracterial, así como su
historia y cómo se refleja en el marco de la relación terapéutica.
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Tema 4
4.1.1. Psicosis
Ausencia de organización yoica estable, con lo que podemos hablar de un sí mismo poco
cohesionado y falto de identidad. Dificultades para diferenciar el adentro y el afuera, al yo y al
Otro. Tendencia a vivir las relaciones objetales como extensiones de su sí mismo. Pérdida del
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Figura 11. Pintura inspirada en el famoso caso de Freud. El hombre de los lobos.
Extrema debilidad yoica, con una identidad muy inestable y una deficiencia en su
integración –que podemos ver reflejada en un sí mismo grandioso, disociado o escindido–
aunque esté enmascarada por un aparente carácter sólido e incluso a veces fuerte. En ciertos
momentos de tensión, en este tipo de estructuras, puede darse una cierta desorganización yoica y
contacto con una importante base depresiva que les lleva a sentirse totalmente incapacitados. Los
elementos a tener en cuenta en el diagnóstico son:
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4.1.3. Neurosis
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Podemos hablar de “crisis de sentido” en etapas de la vida del sujeto, como puede ser la
transición a la madurez o a la vejez, y en diferentes situaciones vivenciales asociadas a un
impacto emocional, como puede ser la enfermedad, separación familiar, perdida de seres queridos
o crisis espiritual en las que el sujeto se siente vivir un conflicto asociado a la carencia de sentido
existencial, lo que podría equivaler a conflictos vivenciales que se pueden expresar en el orden
profesional, familiar o espiritual, sin que ello lleve al sujeto a una incapacitación para seguir
viviendo.
Esta categoría no es independiente del diagnóstico estructural que hemos desarrollado en los
párrafos anteriores, pues nos estamos refiriendo a una faceta que puede ir asociada con alguna
otra de las áreas que corresponden a las estructuras clínicas citadas.
Somos conscientes que la contemplación de esta crisis con entidad propia como tal pasa por
valorar que la estructura que le puede acompañar es la neurótica, o como mucho algunos cuadros
intermedios entre lo limítrofe y lo neurótico, pues la deficiencia de los cuadros psicóticos, y muchos
de los borderlines, reflejan de forma clara un conflicto de organización, consistencia y rigidez con
lo que hablar de crisis de sentido queda fuera del ángulo de trabajo. Algunas de las características
de la crisis existencial son estas:
La crisis existencial se manifiesta como una crisis de sentido. Suele ir acompañada de una
sensación de vacío, apatía y pérdida de vitalidad –común con la sintomatología depresiva–.
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Puede emerger impulsada por un estímulo externo, como puede ser la muerte de un ser querido,
pero siempre activa en el sujeto sentimientos y reflexiones acerca de temas fundamentales de la
existencia humana, como es la relación con la decrepitud y la muerte.
La transición hacia la madurez es fundamental en este tipo de crisis, pues el sujeto empieza a
vislumbrar con cierta cercanía la pérdida de fuerza, enfermedad, vejez y muerte. Es también
un momento en el que el sujeto puede mirar hacia atrás, pudiendo seguir una doble dirección: no
queriendo desprenderse de sus atributos y objetivos de juventud; o reflexionar acerca de su
pasado, viendo lo que ha de morir para que otras facetas emerjan y puedan dar un nuevo sentido a
la existencia.
También nos podemos encontrar con un estancamiento de la creatividad, siendo una faceta
fundamental en el empobrecimiento de la consciencia y una deficiencia que impide dar sentido a
la vida.
Figura 12. Lámina extraída del Libro Rojo de Jung. Expresión de su creatividad y búsqueda de sentido.
La crisis existencial es una oportunidad para que el arquetipo que representa la totalidad, el Sí
mismo (utilice las mayúsculas para diferenciarlo de sí mismo como entidad personal), sea
constelado. Este hecho nos puede orientar en la integración de diferentes facetas de nuestra
psique, fundamentalmente las que se manifiestan como contradictorias.
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La idea freudiana por la que la humanidad esta desgarrada entre una naturaleza animal, con sus
pulsiones sexuales y agresivas, y las aspiraciones culturales que son interiorizadas y mantenidas
mediante el soporte de la represión está en el origen de la idea de un inconsciente personal que
condicionaría de forma fundamental la psique humana.
Freud veía a las personas atrapadas en una búsqueda incesante de placer. Pero para no interceder
de forma negativa en el proceso de socialización el sujeto necesitaba ocultar esta tendencia, tanto
a sí mismo como a los otros. Es así como se justifica y da sentido a esta instancia que llamamos
inconsciente.
El médico vienés pronto comenzó a pensar que los sueños eran cumplimientos disfrazados de
deseos conflictivos (Freud, 1900). Como ocurría en el trance hipnótico, las defensas en el sueño se
encontraban debilitadas permitiendo que los deseos prohibidos emergieran. Pero en los sueños
estos deseos no podrían estar representados de forma directa pues impulsarían al sujeto a
despertar. Es así como aparece el concepto de contenidos camuflados o disfrazados que permiten
la emergencia de lo reprimido sin que el sujeto vea alterado su descanso. Los pensamientos
oníricos latentes sufren un elaborado proceso de distorsión –siendo fundamental los mecanismos
de condensación, desplazamiento y simbolización– que tienen como resultado el sueño tal como
se le experimenta de forma ordinaria.
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La técnica para interpretar los sueños consistía en aislar los diferentes elementos que configuraban
el relato onírico pidiendo al analizado que hiciera asociaciones libres con respecto a este material.
Este hecho debía conducir en la dirección de facilitar la emergencia de los pensamientos,
recuerdos y sentimientos que estaban en la base de la arquitectura del sueño. En definitiva, un
proceso que partiendo del disfraz de la imagen pasa a la desnudez de los contenidos reprimidos
que están en su base.
La forma que Freud dio a su teoría sobre la función de los sueños se convirtió en la estructura
central que explicaba los síntomas neuróticos: se establece un compromiso entre un
pensamiento o sentimiento inaceptable y su defensa contra él. Por lo que lo reprimido sólo
puede aparecer en la consciencia de forma distorsionada.
La dirección del proceso analítico debe llevar, mediante la asociación libre, a que el analizado se
acerque a los derivados de su inconsciente. Es a partir de este acercamiento como el analista puede
interpretar: hacer consciente lo inconsciente.
Aunque en el marco analítico son varias las intervenciones verbales que buscan preparar al
analizado para acceder a ciertos materiales inconscientes –pregunta, información, confrontación,
señalamiento y esclarecimiento– la interpretación se convierte en la herramienta fundamental del
proceso psicoanalítico, pues es a través de ella como se logra el insight.
Para la técnica psicoanalítica en sus inicios la interpretación central es la interpretación causal. Esta
herramienta nos permitiría establecer una conexión entre ciertos pensamientos, sentimientos y
conductas y una parte de la historia del sujeto que ha sido velada, siendo para la teoría freudiana
un pasado siempre relacionado con el mundo de las pulsiones, en el que la sexualidad y la
agresividad desempeñan un papel determinante.
La posición del analista, desde esta dimensión, es de total neutralidad y nula implicación afectiva
con el paciente. Su función se limita a interpretar, de la forma más clara y objetiva, ciertos aspectos
que configuran la realidad psíquica de su analizado. La interpretación permite que se resignifiquen
algunas experiencias de la trayectoria vital del sujeto, creándose nuevas conexiones y ampliando
la consciencia del analizado.
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el sujeto transfiere a la figura del analista parte de su mundo interno y así se vincula a necesidades,
deseos, defensas y formas de relación objetal pasadas. El análisis de este hecho nos permitiría
aclarar lo que se repite del pasado en la relación con el analista, con lo que podríamos rescatar la
fantasía de pretendidos hechos reales.
El análisis de la transferencia nos puede permitir reconstruir ciertas experiencias antiguas del
analizado, así como hacerle consciente de las pulsiones que están implicadas en éstas
(relacionadas con el deseo y a la agresividad fundamentalmente).
Para el planteamiento freudiano el análisis cada vez más minucioso del material que emergía en la
transferencia ubicaba su origen en la infancia y su contenido se refería a los temas fundamentales
que conforman el discurso psicoanalítico: el desarrollo de la sexualidad infantil y el complejo de
Edipo.
Si bien es verdad que con la perspectiva kleniana empezamos a ver la importancia de la dinámica
relacional en el desarrollo del infante no lo es menos que en su práctica clínica adquiere un
protagonismo fundamental el análisis de la transferencia pulsional y, por tanto, de lo que hemos
venido en llamar dimensión topográfica.
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Estas unidades psíquicas se ven moduladas por la experiencia del sujeto, aunque luego adquieren
una total autonomía. Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en el complejo de culpabilidad ,
en cuya constitución podemos apreciar abundantes experiencias familiares que intensifican el
complejo, pero cuya adquisición posterior de autonomía lleva a que su activación se dé ante
situaciones que objetivamente debieran tener poco peso –aparece una hipersensibilidad en el
sujeto a sentirse culpable–.
A diferencia del psicoanálisis clásico –que limita la importancia de los complejos a los que gravitan
alrededor de su teoría de las pulsiones– la psicología analítica concibe la importancia de
numerosos complejos, que pueden llegar a invadir y poseer la consciencia; complejo materno,
complejo paterno, complejo de salvador, complejo de inválido, complejo de inferioridad, complejo
de poder, complejo de castración, complejo de culpa… y un buen número más de complejos
vinculados a diferentes facetas que configuran la vida humana.
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Otro de los psicoanalistas que había atribuido una creciente complejidad a las operaciones del yo
fue W. Reich. Así como Anna Freud fue la pionera en realizar un trabajo sistemático y organizado
acerca de los mecanismos defensivos del yo y su participación directa en el conflicto psíquico, no
es menos cierto que quien desarrolló esta concepción hasta configurar unos criterios técnicos
analíticos novedosos fue el psicoanalista alemán Wilhem Reich (1897-1957).
Reich resalta el papel dinámico de la cura psicoanalítica, que consiste en analizar primero la
resistencia para adentrarse luego en los contenidos. Para este original analista es un error
interpretar los elementos nucleares del inconsciente, ligados a la dinámica pulsional del sujeto y
sus experiencias de represión infantil antes de que se hayan analizado las defensas que los
mantienen amordazados.
La primacía del modelo estructural influyó en otros importantes psicoanalistas, como es el caso del
graduado en el instituto de Viena Ernst Kris (1900-1957). Para este autor la neurosis sería un
compromiso al que habrían llegado las tres instancias intrapsíquicas, y por tanto en el análisis se
tendría que revisar este compromiso y llevar a las partes nuevamente a la mesa de negociaciones.
El psicoanálisis del yo fue adquiriendo cada vez más protagonismo gracias a autores como
Heinz Hartmann (1894-1970), considerado como uno de sus padres, que hizo hincapié en la
capacidad de adaptación del sujeto humano durante el desarrollo – posición muy vinculada a
las ideas darwinistas– Este clínico amplió algunas de las características del viejo yo, al teorizar
acerca de un “área libre de conflicto” en esta instancia. Otro de los conceptos fundamentales de
este autor es el de neutralización, concepto que, a diferencia de la sublimación, consistiría en la
posibilidad que los instintos cambiaran su naturaleza, de forma semejante a como una planta
hidroeléctrica puede transformar el movimiento que proviene de un rio sucio y torrentoso en
energía limpia y utilizable (Mitchell, 1995).
Otro importante grupo de autores considerados pioneros del psicoanálisis del yo y de las
relaciones objetales fueron René Spitz (1887–1974), Margaret Mahler (1897–1985) y Edith Jacobson
(1897–1978). Estos clínicos e investigadores buscaron conciliar la teoría pulsional freudiana con
una visión en la que las experiencias tempranas del infante con sus objetos primarios iban a ser
fundamentales en la posibilidad de un desarrollo saludable. La evolución desde una simbiosis
inicial con la madre hasta adquirir un grado importante de autonomía necesitaría de una
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situación afectiva con la suficiente calidad para no potenciar una pulsión agresiva que puede
distorsionar e impedir el proceso de avance hacia la maduración.
W. Reich fue el primer psicoanalista que sistematizó el análisis de las defensas y dio cuenta
de cómo se manifestaban en ciertos rasgos de carácter.
Para este clínico se producía un riesgo muy importante en el trabajo terapéutico: el que no pasara
de ser un juego de intelectualizaciones y racionalizaciones que dieran cuenta de la realidad
psíquica del sujeto pero no le afectara de ninguna forma, manifestándose una escisión entre el
entender y el sentir. Para poder acceder a la vivencia real de los contenidos inconscientes era
tan importante que el sujeto pudiera dejar de defenderse de ellos como aprehender su contenido.
Eso le sugirió un proceso técnico en el cual se realizaba un análisis sistemático de los rasgos de
carácter que configuraban su base defensiva, pudiendo así generar una flexibilidad, lo
suficientemente importante, para que el sujeto se pudiera permitir vivir sus contenidos
conflictivos.
La continua confrontación con el rasgo de carácter que el sujeto utiliza dentro de su proceso de
resistencias permitirá su modificación y acceso a un material más profundo de su psiquismo. Reich
señala que esto no se realiza desde una vertiente pedagógica, en la que el sujeto iría aprendiendo
nuevas formas de carácter más adecuadas para el desarrollo del psicoanálisis, sino desde lo
puramente analítico. Se interpreta la función defensiva que cumple el rasgo caracterial, así como su
historia y cómo se refleja en el marco de la relación terapéutica.
Este planteamiento dio paso a que se incluyera el trabajo directo con el cuerpo en el proceso de
psicoterapia, mediante diferentes ejercicios que facilitaran la expresión y descarga emocional. Este
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hecho llevó a Reich a apartarse del psicoanálisis y crear su propia metodología de trabajo: la
vegetoterapiacaractero-analítica. El planteamiento reichiano fue fundamental en el surgimiento de
nuevos modelos terapéuticos como el análisis bioenergético o la core-energía.
Lo mismo que Reich estructuró un análisis del carácter, que desgajaba los determinados
elementos que configuran y determinan una realidad caracterial, estructuró un análisis
corporal, dividiendo el cuerpo en los denominados siete segmentos que configurarían
realidades musculares que cumplen un papel funcional en la contención-represión. Para este
clínico, cada bloqueo específico representaría la represión de sentimientos, emociones y afectos
básicos.
Aunque en el análisis se presta una atención fundamental a cómo el sujeto vive y refleja sus
afectos, sentimientos y emociones e incluso, como criterio técnico, contemplamos como cardinal
interpretar en el “punto de urgencia” –cuando el sujeto está tocado por una situación emocional
específica– no es menos cierto que se trabaja sin forzar ningún tipo de expresión y menos se
incluye el trabajo directo con el cuerpo.
Sin embargo, la vertiente abreactiva se puede convertir en básica para trabajar con cuadros
clínicos en los que el mundo de los afectos está totalmente bloqueado. Esto lo podemos
encontrar en estructuras obsesivas-masoquistas en las que el análisis se puede convertir en un
conjunto de racionalizaciones e intelectualizaciones, en las que en vez de favorecer la elaboración
se alimentan las defensas.
Un lugar donde podemos trabajar la dimensión abreactiva es en el contexto del análisis grupal,
herramienta complementaria a la psicoterapia individual. A diferencia del espacio de este último,
que como hemos señalado no contempla el trabajo con la expresión corporal directamente, la
dinámica grupal puede ser un complemento experiencial del trabajo de elaboración.
La labor psicodramática puede implicar un buen puente entre la necesidad de descarga emocional
de ciertos pacientes y su trabajo de elaboración.
A partir de las primeras teorizaciones psicoanalíticas acerca de las relaciones de objeto, un buen
número de clínicos e investigadores fueron prestando una especial atención a la necesidad
primaria del infante humano de establecer un marco relacional de dependencia con el otro,
lo que significaba crear un contexto que facilitara soporte, apoyo y contención. Esta conexión
sería necesaria para el desarrollo de un sí mismo cohesionado. La deficiencia en esta interacción
vital causaría un buen número de patologías graves, como son los trastornos psicóticos y
borderlines.
Uno de los pioneros de esta visión fue Sandor Ferenczi (1873-1933). Este psicoanalista húngaro
enfatizó el hecho de que el analista debía ser capaz de transmitir un afecto profundo y
genuino para que el paciente superara sus situaciones traumáticas. El analista, desde esta
visión, tenía que ir más allá de ser un observador imparcial y distante como planteaba Freud.
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Entre los clínicos que han contribuido a favorecer el pasaje a una perspectiva relacional del
encuentro analítico tenemos a: Harry Stack Sullivan (1892-1949) que, con su trabajo en el campo de
la esquizofrenia, evidenció la importancia de un entorno que genera un conjunto de interacciones
fundamentales en el surgimiento de la patología; Ronald Dodds Fairbairn (1889-1964) que planteó,
de forma directa, que la libido no busca el placer sino que busca un objeto; Donald W. Winnicott
que afirmó que los trastornos fundamentales de la identidad se originan antes de la fase edípica y
acuñó el término falso self para definir una patología en la que la misma subjetividad sufría un
disturbio; y Heinz Kohut (1913-1981) que consideraba fundamental para entender el conflicto
psíquico comprender la carencia de sentido y vacío existencial con el que muchos sujetos transitan
por la vida.
Otros importantes clínicos que han colaborado en ampliar esta nueva perspectiva son Clara
Thompson (1893-1958) y Edgar Levenson (1972) como representantes del análisis interpersonal
contemporáneo, W. Bion (1897-1979) como pensador kleiniano, Harry Guntrip (1901-1975) dentro
del planteamiento de las relaciones objetales y Erik Erikson (1902-1994) con su psicología de la
identidad, serán algunos de los clínicos que, sumados a los ya descritos, irán aportando un
importante material a la dimensión relacional de la praxis psicoanalítica.
Debido a la revolución dentro del psicoanálisis que implica el pasaje a lo relacional y la importante
complejidad de su desarrollo he preferido describir esquemáticamente, como lo hago en mi libro
Psicología Profunda, algunos de los puntos que dotan de coherencia y sentido a esta importante
perspectiva:
La piedra angular no son las pulsiones sino las relaciones con los otros.
Los problemas carenciales, que podemos relacionar con la supervivencia del
infante, adquieren más importancia que el Complejo de Edipo en la práctica
psicoterapéutica.
Es de vital importancia percibir los esquemas que se han desarrollado en las
interacciones primarias de los pacientes.
Existe una relación entre lo que la neurociencia define como memoria de
procedimiento y el inconsciente relacional.
El marco cobra más importancia que la interpretación.
El elemento central de la práctica clínica es concebir que es a través del
diálogo como podemos ayudar a que los analizados se desliguen de lo que les
mantiene cautivos.
Puede ser importante ofrecer más de una interpretación en la práctica clínica,
invitando así a que nuestros pacientes contribuyan de forma activa en la
construcción de significados.
La pregunta detallada se convierte en el referente fundamental para poder
investigar y determinar la esencia de las relaciones.
Nuestras intervenciones no deben ser cerradas en sus afirmaciones.
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Desde esta visión, no se concibe que los hechos hablen por sí mismos, sino que
dependen del dispositivo observacional que se dispone –podemos hablar de un
psicoanálisis hermenéutico –.
La relación terapéutica la podemos concebir como una relación negociada.
La transferencia se relaciona más con cómo el analizado organiza la situación
analítica que con la proyección de pulsiones.
Es fundamental señalar la importancia de mecanismos defensivos como la
identificación proyectiva, pues se mezcla sí mismo y objeto.
La contratransferencia, desde esta perspectiva, se relaciona más con la
capacidad de empatía del analista que con la proyección de sus conflictos no
elaborados.
En determinados momentos del proceso analítico puede ser de vital
importancia que el paciente se sienta reflejado, sostenido y comprendido por
el analista. Primar las intervenciones afirmativas que supongan un soporte para el
analizado.
Es fundamental que exista una cierta disponibilidad afectiva por parte del
analista para poder crear situaciones emocionales óptimas.
El narcisismo se expresaría mediante un no diálogo. El paciente podría decir que
el objeto es él porque no puede esperar nada de los demás.
Es muy importante trabajar la dificultad de establecer relaciones de
dependencia con el analista por parte del analizado –regresión–, posibilitando
así la relación con un objeto bueno.
En determinados momentos del proceso analítico, la interpretación se
convierte en una herramienta que permite crear una frustración óptima en el
analizado.
Se puede pensar buena parte del material clínico como una edición, en vez de
una reedición. Podemos hablar de una vía de creare. Esta perspectiva relaciona la
práctica psicoanalítica con los planteamientos post-modernos.
La salud se relaciona con un sí mismo cohesivo, vital, armónico y creativo. Esto
permite tener una experiencia subjetiva de integración y realidad y la sensación de
poder actuar frente a la vida.
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Figura 14. Imagen que representa el conflicto entre partes escindidas de la personalidad.
Kohunt plantea la importancia de lo que denomina transferencia objeto-self, por las que el
paciente vive al analista como una extensión de sí mismo. Este vínculo relacional desempeña
un papel importante en el desarrollo ya que el infante necesita poder vivir esta experiencia para
poder desplegar un sí mismo consistente y cohesionado, así como los progenitores han de ser
capaces de poder mantenerla y contenerla –esto corresponde con la posición que define Winnicott
como la de madre suficientemente buena–.
En la perspectiva tradicional este tipo de transferencia podría ser definida como una resistencia
narcisista o como la expresión de una regresión defensiva. Esto podría llevar a su interpretación
pudiendo generar en el sujeto una situación traumática por la que pudiera volver a sentirse no
entendido, cuestionado y excluido.
Entre las transferencias del tipo objeto-self podemos destacar, por su importancia para la
dimensión relacional, a la transferencia especular. Esta la podemos describir de la siguiente
forma: Algunos pacientes establecen una relación de apego intenso con su analista,
buscando ser captados, entendidos y reflejados en sus experiencias, percepciones y
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sentimientos. El analista se convierte para el paciente en una especie de madre nutricia que le
permite sentirse más visto, reconocido y entendido –esto sería muy similar a lo que Winnicott
define como entorno de contención–.
Es muy importante para el analista tomar consciencia y diferenciar este tipo de interacción. El
poder verla y mantenerla –situándose en el lugar del continente que diría Bion– sería la base que
permitiera al paciente descongelar aspectos de su desarrollo emocional que se han visto
interrumpidos por encontrarse con un contexto carencial que no propicia apoyo, contención y
estructura.
Un buen ejemplo de este concepto lo encontramos en lo que relató Jung, alrededor de 1906,
cuando uno de sus pacientes diagnosticado como esquizofrénico-paranoico miraba al sol con los
ojos entrecerrados y movía de su cabeza de un lado para otro. El paciente le relató a Jung que el sol
tiene un pene que es el origen del viento, girando su cabeza de lado a lado podía hacer que se
moviese ese pene. Tiempo después el psicoanalista suizo descubrió un relato griego de un antiguo
ritual mitraico que hablaba de un tubo que, bajando desde la superficie del sol, era el origen del
viento.
Las imágenes del héroe, el viaje subterráneo, el bautismo, la serpiente, el mándala, la fémina eterna
y el dinamismo de los contrarios, entre otros temas, aparecían una y otra vez con una misma forma
esencial, aunque revestida de su cultura particular –son como huellas que disponen a
experimentar ciertas experiencias vitales con trazos ya grabados en la psique-. La conclusión de
Jung no pudo ser otra: lo inconsciente tiene un nivel colectivo.
Podemos hablar de imágenes y representaciones que pueden aparecer en nuestra psique sin
que previamente hayan sido procesadas, y que son patrimonio de la humanidad
(inconsciente colectivo). Puede decirse que el bebé estructura sus experiencias de acuerdo
con esquemas psicológicos innatos, del mismo modo como sabe respirar o excretar.
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un repertorio exclusivo de comportamientos adaptados al medio que son activados por una serie
de señales que se relacionan con los denominados mecanismos de activación innatos que el
animal hereda en su sistema nervioso central. Son como esquemas heredados que están
preparados para activarse cuando se encuentran en el entorno estímulos apropiados. Lo cual es
muy similar a la concepción junguiana de arquetipo.
Figura 15. En obras del pensamiento alquímico encontramos muchos motivos que nos recuerdan a la imaginería
onírica.
Pero podemos encontrar esta función teleológica de lo inconsciente no sólo en los grandes sueños
(arquetípicos) sino ante la presencia de contenidos que se nutren en exclusiva de materiales
cotidianos, sin la presencia de ningún mitologema particular, pero que nos orientan y facilitan
nuestro camino hacia la individuación -en el que la integración de materiales se convierte en la
referencia fundamental que enriquece la consciencia–.
La función finalista de algunos de los contenidos de lo inconsciente no excluye que los podamos
encontrar mezclados con materiales que provienen de experiencias históricas y, por tanto, se
relacionen con un proceso causal. Es el clínico el que tendrá que diferenciar estos elementos,
sabiendo cómo integrarlo en sus intervenciones, dando prioridad a las que favorezcan la
elaboración del analizado.
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A estas tres estructuras hemos sumado una cuarta, la crisis de sentido o existencial. Podemos
hablar de “crisis de sentido” en etapas de la vida del sujeto, como puede ser la transición a la
madurez o a la vejez, y en diferentes situaciones vivenciales asociadas a un impacto
emocional, como puede ser la enfermedad, separación familiar, pérdida de seres queridos o
crisis espiritual en las que el sujeto se siente vivir un conflicto asociado a la carencia de
sentido existencial, lo que podría equivaler a conflictos vivenciales que se pueden expresar
en el orden profesional, familiar o espiritual, sin que ello lleve al sujeto a una incapacitación
para seguir viviendo.
Somos conscientes de que la contemplación de esta crisis con entidad propia como tal pasa por
valorar que la estructura que le puede acompañar es la neurótica, o como mucho algunos cuadros
intermedios entre lo limítrofe y lo neurótico, pues la deficiencia de los cuadros psicóticos, y muchos
de los borderlines, reflejan de forma clara un conflicto de organización, consistencia y rigidez, con
lo que hablar de crisis de sentido queda fuera del ángulo de trabajo.
Con las estructuras limítrofes también tenemos que priorizar la dimensión relacional.
Dependiendo del nivel de desorganización y falta de consistencia yoica iremos
introduciendo la dimensión dinámica y topográfica. También es importante prestar atención a
la dimensión abreactiva –de forma especial los trastornos limítrofes con rasgos obsesivos– pues el
bloqueo afectivo y emocional requiere de un trabajo que facilite la expresividad y la descarga. En la
medida que se va dotando de consistencia al yo y se configura un sí mismo con mayor continuidad,
flexibilidad y coherencia puede surgir material relacionado con problemas existenciales y
espirituales, con lo que se empieza a prestar mayor atención a la dimensión arquetípica.
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En el material que he ido describiendo conjugo dos tipos de hermenéutica (Ricoeur, 1963):
una arqueológica, donde las claves de la interpretación se sustentan en el pasado biográfico
y sociológico; y otra escatológica donde nos remitimos a un orden esencial, a unas matrices
arquetípicas.
A lo largo del presente trabajo he planteado que no podemos contentarnos con una hermenéutica
restringida a una sola dimensión y por ello hemos desarrollado diferentes perspectivas
interpretativas que se apoyan en los distintos vértices que configuran la experiencia psíquica del
sujeto.
No podemos obviar que en las intervenciones analíticas se pueden solapar diferentes áreas de
intervención, sin que por ello se impida dar preferencia a un estilo de relación analítica u otro.
Podemos estar priorizando la dimensión topográfica, analizando cierto material que nos remita a
uno u otro complejo activado en la psique del sujeto, y esto ser vivido por éste como una forma de
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ser escuchado y comprendido, con lo que vemos emerger la dimensión relacional (con lo que está
sensación no debiera ser interpretada como un deseo oral o una resistencia).
La relación analítica puede pasar por diferentes fases a lo largo del proceso terapéutico y ello
conlleva que cambie la prioridad de la vertiente analítica que se trabaja. Podemos encontrarnos
con un sujeto al que el contacto con cualquier sintomatología depresiva produce un importante
estupor y por ello se defiende atrincherándose con ciertos rasgos de carácter narcisistas. La
vertiente dinámica concretada en la interpretación de la resistencia narcisista puede ir dando paso
al análisis de la dimensión arquetípica de la depresión.
Expresión. La posesión por parte del complejo materno del sujeto se expresa
con la falta de iniciativa frente a la vida, la necesidad de encontrar una
seguridad absoluta y la incapacidad para digerir una cierta dosis de
sufrimiento –desde la esfera psicoanalítica clásica podemos hablar de
oralidad–. La falta de voluntad y de responsabilidad son, también,
características usuales de un complejo yoico que ha caído en lo materno.
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Consulta. Es frecuente que los sujetos poseídos por este complejo consulten por
algún desequilibrio reciente en su contexto que les haya provocado diferentes
síntomas, como puede ser la aparición de una cierta angustia por verse en la
tesitura de tener que tomar alguna decisión importante o la aparición de un estado
depresivo por la pérdida de un ser querido. También es habitual la consulta por la
presión ejercida por la familia o el núcleo próximo que considera que la actitud del
sujeto no puede seguir manteniéndose. Muy raras veces empiezan una
psicoterapia producto de la reflexión y toma de consciencia de su realidad psíquica
infantil.
Interacción terapéutica. Este tipo de pacientes adopta una posición muy pasiva en
el proceso psicoterapéutico. Su demanda es que el analista resuelva sus problemas,
le asegure la eliminación de sus síntomas y además sin ningún tipo de sufrimiento.
Interpretación focal y análisis de la resistencia. El análisis y diferenciación de este
complejo supone una importante resistencia por parte del analizado. Esto le puede
llevar, incluso, a la interrupción del análisis y a devaluar el proceso terapéutico,
proyectando en la figura del terapeuta la imagen del pecho malo. El ser capaz de
soportar el análisis de esta resistencia puede activar ansiedades de abandono y una
importante ambivalencia. Estos puntos conflictivos se manifestarán en la
transferencia y, en una mayoría de casos, se conectan con vivencias de la realidad
histórica del analizado (que pueden estar relacionadas tanto con carencias
afectivas básicas como con experiencias de sobreprotección). La elaboración de la
ambivalencia es fundamental en el proceso psicoterapéutico.
Salida. Cierta activación de lo que sería el arquetipo del héroe es necesaria para
romper la posesión por parte del complejo materno. El héroe que derrota al dragón
de la regresión se convierte en una imagen fundamental de lo psíquico en su salida
del mundo infantil. El sujeto después del proceso de elaboración debe de poder
enfrentarse a la vida y para ello tener una cierta dosis de iniciativa, voluntad y
capacidad de sufrimiento.
Sueños. Cuando este complejo está fuertemente constelado son frecuentes los
sueños en los que el soñante es devorado por un dragón, cocodrilo, tiburón, león…
En otros casos pueden aparecer imágenes en las que la madre del sujeto va
conduciendo el coche que transporta a ambos o es la que adopta un papel activo
ante cualquier agresión o necesidad de resolver un conflicto. Cuando aparecen
escenas oníricas en las que el protagonista empieza a batirse con el animal, o
algunas otras en las que se pone de relieve una cierta autonomía del yo onírico,
podemos empezar a ver un vestigio de que cierta posición heroica se ha empezado
a constelar y la salida del complejo materno es posible.
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4.4.6. Conclusiones
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Figura 17. Representación del mito de Narciso. De él se deriva el concepto clínico de narcisismo.
Lejos de convertir esta caracterología en una suerte de diagnóstico que nos da pautas específicas
en la actuación, la utilidad, desde mi punto de vista, es la de ayudar a la personificación de
diferentes aspectos del yo del sujeto. Esto nos permite una suerte de objetivación, como ocurre
cuando describimos complejos o partes de nuestra sombra. La consciencia de estos aspectos
permite un conocimiento de nuestra psique que facilita una cierta resignificación de diferentes
experiencias vitales, así como una corrección en el actuar que ha ido presidido por “la posesión” del
carácter. Al mismo tiempo, el análisis del carácter nos abre la posibilidad de que vaya emergiendo
un material más profundo.
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otra pequeña diferencia”. Cuando se le preguntó por estas diferencias señala que pese a que su
pareja está siempre dispuesto a escucharla evita pronunciarse ante ciertos conflictos (como ocurre
con los que le afectan en su vida laboral) y esto le produce un cierto malestar. Un fragmento de la
conversación analítica es este:
Una mujer de unos treinta años, a la que llamaremos Luisa, empezó su análisis por la sensación de
angustia y tensión que vivía de forma continua. Cualquier presión que sentía que se ejercía sobre
ella era vivida como una espoleta que hacía que se pudiera desencadenar hasta una crisis de
pánico. Percibía que su vida sexual era muy pobre, pese a que su pareja se comportaba como una
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Al cabo de unas sesiones de análisis comentó, no sin muchas dificultades, cómo había albergado
alguna fantasía de que su analista se pudiera sobrepasar con ella, en el sentido sexual, y esto le
producía temor. Este material permitió analizar determinados componentes del recuerdo del
“abuso” que vinculaban a la analizada con sus dificultades ante el conflicto, las expresiones de
hostilidad y la culpa.
Pasado un cierto tiempo, apareció en su análisis una posición de extrema resistencia por parte de la
analizada a continuar la psicoterapia. En las sesiones se encontraba muy tensa y con un nivel de
angustia considerable. Verbalizaba que estaba pensando seriamente dejar el trabajo. Un
fragmento de la sesión se desarrolló así:
Luisa: Cuando estoy aquí no me siento muy bien y cuando salgo tampoco.
Analista: ¿Qué asocias con ese no sentirte muy bien?
Luisa: Se me pone el cuerpo raro y creo que estoy haciendo algo mal.
Analista: ¿Qué asocias con el sentir el cuerpo raro?
Luisa: No sé, no me gusta hablar mucho de esto.
Analista: ¿Hay algún aspecto de la relación conmigo que sigas vinculando con lo que
viviste con tu primo?
Luisa: Creo que ya no tengo miedo al abuso, pero sigo sintiendo un cierto temor, no sé a
qué muy bien.
Analista (Interpretación): ¿No crees que junto con la angustia y el miedo que viviste
también pudo haber una parte de excitación sexual? Esto abre la posibilidad de que
pases de tener miedo a que abuse de ti a que lo tengas ante tu posible excitación.
Esta intervención abrió a la paciente a un número muy importante de asociaciones. Estas
comenzaron con algunos recuerdos de excitación sexual vivida con su primo y pasaron a otros que
se relacionaban con la escucha de las posibles relaciones sexuales de sus padres. Un ejemplo de
esto último era el ruido, que decía recordar, a la hora en que sus padres estaban en plena siesta, así
como recordó una imagen en la que vio a su padre desnudo, en un descuido que tuvo al no cerrar
el baño.
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Todos estos recuerdos venían aliñados con la sensación del clima extremadamente moralista que
había presidido toda su infancia, clima que había repercutido en sus fuertes sentimientos de culpa
hacia su mundo pulsional.
Se pudo ir viendo cómo en el origen de esta tendencia escapista se encontraban deseos eróticos
que se vinculaban a mi persona, así como una resignificación de la vivencia acaecida con el primo.
En el recuerdo de la situación de abuso, que en un primer momento había sido vivido por esta
mujer cargado de angustia, miedo y culpa, empezaban a aparecer fantasías con una carga erótica
considerable. Su consciencia había rechazado una parte de su mundo pulsional que
empezaba a emerger en el espacio analítico. Sin duda, la emergencia de este material en la
transferencia había permitido elaborar importantes aspectos de su realidad psíquica.
Cuando Claudio va por primera a consulta se detecta en él una psicosis compensada parcialmente
–por la ingesta de medicación antipsicótica, ansiolítica y antidrepesiva –. Pero, al mismo tiempo, se
da la vivencia de una situación muy regresiva; se encierra en la casa materna, desatiende su
higiene y cuidados y tiene pocos contactos con el exterior. Sigue sintiéndose perseguido, siendo
los fantaseados causantes de ello los políticos de derechas.
Claudio: Los hijos de puta fascistas siempre me quieren joder. Ojalá mueran como
cerdos.
Analista: ¿Piensas que el límite que le han puesto a tu hermano con las horas extras está
relacionado contigo?
Claudio: Pues sí, por momentos lo pienso y eso me produce mucha rabia.
Analista: ¿No crees que aunque sea legítimo que tengas rabia, porque sientes que en el
pasado te han hecho daño, la vives con una intensidad desbordada en el presente?
Claudio: Es posible pero no lo puedo evitar.
Analista: ¿No ves que puedes estar creando una relación ficticia entre unos hechos
pasados y tu vivencia actual? ¿Eres consciente de cómo, sin quererlo, te sientes de
forma bastante habitual centro de críticas y de malos deseos, cuando no de
persecuciones, sin que haya ninguna constancia de que estos hechos se den en el
mundo exterior?
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Claudio: Me gustaría creer lo que me dices pero no lo tengo claro del todo.
Analista (interpretación): ¿No crees que estamos hablando de una realidad interior, de
una parte tuya que te envenena, que te persigue, que te convence de que los fascistas
quieren matarte?
Claudio: Puede ser, pero se apodera de mí y mi cabeza no puede parar.
Analista (interpretación): ¿No te parece que es la misma parte la que te hizo pensar en
la relación de Jung con los nazis, sabiendo que me defino como analista junguiano, o la
que hizo que te sintieras agredido por tu madre, y por eso estuviste fuera de casa unos
cuantos días? Quizá no te quieran envenenar desde fuera –fantasía que aparece muy
frecuentemente relacionada con la medicación psiquiátrica– sino que este proceso de
persecución se desarrolla desde tu propia psique
En la situación actual es vital para Claudio ir dándose cuenta de la realidad objetiva de su
inconsciente y cómo éste ha anegado su consciencia durante las diversas crisis psicóticas que
ha padecido. Tratándose de un cuadro clínico en el que es necesario resaltar la fragilidad de
su consciencia hemos de tener muy presente las posibilidades de regresión, y esto lleva a
que cuidemos, de forma especial, el momento y la forma de la interpretación.
Victoria es una mujer de 38 años que ha sido diagnosticada de padecer el síndrome de fibromialgía
y fatiga crónica. Sus síntomas son dolores musculares generalizados, aunque muy difusos, y una
sensación de tener muy poca energía. Trabaja como funcionaria y tiene una pareja estable, no ha
tenido hijos y dice que, aunque le gustaría, no se siente capaz de asumir la función de madre. Un
reumatólogo le diagnosticó el síndrome descrito, la medicó con antidepresivos y relajantes
musculares y le vaticinó la imposibilidad de una curación definitiva.
Se plantea empezar un análisis porque dice tener confianza en la atención psicológica, ya que
conoce la experiencia positiva que han tenido algunos amigos con este tipo de tratamientos.
Desde su infancia dice tener consciencia de haberse sentido más frágil que sus amigas y
compañeras, habiendo necesitado cuidar su alimentación y sus hábitos de forma muy rigurosa. Su
padre falleció siendo muy niña y su madre se volcó con ella y sus dos hermanos. Describe que pese
a los cuidados que le propiciaba su madre – a la que describe muy parca en la expresión de sus
afectos– no tenía sensación de sentirse querida e incluso pensaba que sus hermanos eran los
realmente apreciados. Tiene vagos recuerdos de intensificar ficticiamente síntomas de resfriados
para no ir al colegio y reclamar la atención de su madre.
El proceso terapéutico partió de la hipótesis de que Luisa podía tener una estructura limítrofe y que
había un cierto riesgo de que interrumpiera el análisis en el momento que sintiera que se
cuestionaban sus síntomas. Después de más de un año de trabajo, –donde primó el apoyo, la
compresión y la contención, facilitando que emergiera un núcleo carencial– fuimos sintiendo que
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En la medida que Luisa fue capaz de elaborar su demanda de atención y cuidados, plasmada en la
dinámica transferencial (muy ligada a su vivencia histórica de vacío, falta de afecto y rabia producto
de la frustración) se abrió la posibilidad de empezar a dar ciertos pasos hacia la autonomía,
pudiendo encontrar un nuevo equilibrio entre sintomatología y parálisis existencial. Esta nueva
dinámica permitió dulcificar el poder de los síntomas, fueran físicos o psíquicos, permitiendo una
nueva relación entre la dolencia y los condicionantes vitales que ella generaba.
Pero lejos de considerar el complejo de inválido como negativo, salvo que posea y anule al yo,
podemos observarlo como una entidad psíquica cuya consciencia puede enriquecer nuestra
psique: nos invitar a la reflexión y la introversión; nos ayuda a administrar nuestra vitalidad; frena
nuestro espíritu heroico unidireccional; nos ayuda a ser conscientes de una dependencia saludable;
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nos prepara para la enfermedad y la muerte; y nos previene del actuar compulsivo (Guggenbühl,
2009).
Uno hombre que empezó su trabajo psicoterapéutico, al que llamaremos Jorge, se encontraba en
un momento vital, hacia la segunda parte de su vida, donde empezaba a sentir la necesidad de
gestionar sus deseos de forma distinta. Hasta que empezó el análisis no se cuestionaba que sus
apetencias y caprichos pudieran ser administrados de forma ordenada y que sus deseos narcisistas
de continuo reconocimiento hacia “sus valías” – el guapo, potente sexualmente, simpático, buen
conversador y al que le salían las cosas sin esfuerzo– necesitaran compensarse con sentimientos de
una cierta inferioridad y capacidad de trabajo con sus miserias y malestares. Me trajo el siguiente
sueño y lo analizamos como aparece en el texto:
Jorge sueño: Estoy con mi sobrino y en un momento dado éste cae desde una altura
considerable. Probablemente haya fallecido. La madre del niño se niega a aceptar la
muerte de su hijo.
Analista: ¿Qué asocias a la figura de tu sobrino?
Jorge: Es un niño de unos seis o siete años que muestra muchos signos de
competitividad. Cuando pierde en algún juego, y esto se da muy a menudo con su
hermano mayor, tiene ataques de cólera y siempre acusa al otro de hacer trampas. No
puede permitirse perder.
Analista: ¿Y qué me dirías de la figura de su madre?
Jorge: Es una mujer con mucho temperamento, pero de una forma u otra justifica las
actuaciones de su hijo.
Analista: Algún comentario o asociación sobre el caerse y el contexto donde se da la
caída
Jorge: Nada particular. La caída la asocio a peligro, accidente o posible muerte
Analista: ¿Tienes algún recuerdo particular de cuando tenías seis o siete años o te han
contado tus familiares alguna incidencia de esa época?
Jorge: Hay algún recuerdo, pero nada especial y tampoco me han comentado mis
familiares ninguna situación concreta. Creo que vivía bien, jugaba mucho, no me
gustaba ir a la escuela y era un poco llorón
Analista (interpretación): ¿no crees que el sueño reclama que le prestes atención a la
necesidad de que muera en ti una cierta parte infantil? Característica que se manifiesta,
en tu situación consciente, como la incapacidad para asumir la frustración de que uno
no se sale siempre con la suya. El sueño te lleva hacia una caída, hacia la necesidad de
aterrizar y asumir que no siempre se gana, aunque eso te haga sentir triste y deprimido.
Vemos una fuerte resistencia en tu complejo materno a aceptar esto, que se expresa
con pensamientos como “no puedo tolerar estar mal” y “las cosas siempre me tienen
que salir bien, aunque no ponga mucho esfuerzo en ello”. Habrá que ir a la escuela,
aunque a uno no le apetezca, ¿no crees?
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El sujeto, en definitiva, tenía que permitirse caer y aceptar que la posición depresiva podía
ayudarle a crecer. El sueño daba una cierta orientación y por lo tanto cumplía una cierta
finalidad.
Esto no excluye que cada sujeto tenga su historia personal y que la fijación a la figura del
pueræternus (niño eterno) venga determinada por esa historia. Pero la interpretación analítica va
más allá y ve en las imágenes oníricas la posibilidad de construir un sentido que oriente al sujeto en
su actividad.
Figura 18. Lo demoniaco como sinónimo del mundo pulsional. Dibujo de Elena Negueroles.
Durante su infancia y juventud Juan tiene recuerdos de haberse masturbado, siempre con la
sensación de culpa y de ser una actitud poco recomendable. También parece tener remembranzas
de lo que podían ser situaciones donde aparecía temor a ser descubierto por su madre. En la
actualidad este hombre está casado, y dice mantener unas relaciones sexuales aceptables con su
pareja, aunque no con la frecuencia y la intensidad que desearía, este hecho le genera una cierta
preocupación y cierta angustia. La masturbación le proporciona alivio pero también mucha culpa.
Una parte de nuestra conversación analítica transcurrió de la siguiente forma:
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Juan: Esta semana me he vuelto a masturbar varias veces y me siento bastante mal.
Analista: ¿Y qué piensas de ello?
Juan: Pues lo de siempre, que no es bueno. Yo diría que es incluso patético que tenga
que masturbarme estando casado.
Analista: Parece que deseas tener más relaciones sexuales de las que llevas a cabo.
Juan: Sí, pero mi mujer no muestra ningún interés y no quiero forzarla. Pienso que me
debía adaptar.
Analista (interpretación): ¿No crees que tu malestar se relaciona con un complejo de
culpa que por momentos te posee? Es un complejo que también se manifiesta en otras
áreas de tu vida: cuando no cumples tus objetivos profesionales; cuando no eres lo
suficientemente brillante en tus exposiciones; y cuando no crees cumplir unos ideales
que se concretan de forma bastante clara en los valores que representa tu padre.
Juan: Sí, pero, ¿cómo aprendo a diferenciar lo que es bueno para mí?
Analista: Posiblemente tendrás que llegar a un nuevo acuerdo con tus deseos y
obligaciones. Un acuerdo más amable del que partes y que te permita escuchar a la
culpa pero sin dejar que te posea.
Juan: Esto que me dices me tranquiliza, quizás no sea tan perverso como a veces
pienso.
El análisis ha ido permitiendo a Juan posicionarse con respecto a la masturbación de forma
distinta de como lo había hecho hasta entonces. Ha encontrado un punto donde puede
permitirse una cierta satisfacción con esta práctica (sobre todo la desarrolla cuando tiene
poca actividad sexual con su pareja) pero sin que se convierta en una necesidad compulsiva.
Sus ideales yoicos se han relajado y su vivencia del analista como un superyó menos severo
y rígido que la figura paterna le ha permitido llegar a un acuerdo entre su mundo instintivo y
sus ideas morales.
El psicoanálisis del yo fue adquiriendo cada vez más protagonismo gracias a autores como Heinz
Hartmann (1894-1970), considerado como uno de sus padres, que hizo hincapié en la capacidad de
adaptación del sujeto humano durante el desarrollo – posición muy vinculada a las ideas
darwinistas– Este clínico amplió algunas de las características del viejo yo, al teorizar acerca de
un “área libre de conflicto” en esta instancia. Otro de los conceptos fundamentales de este autor es
el de neutralización, concepto que, a diferencia de la sublimación, consistiría en la
posibilidad que los instintos cambiaran su naturaleza, en forma semejante a como una
planta hidroeléctrica puede transformar el movimiento que proviene de un rio sucio y
torrentoso en energía limpia y utilizable (Mitchell, 1995).
Rosendo es un hombre de unos 50 años que consultó por una sintomatología ansiosa y depresiva.
Uno de sus síntomas cruciales consistía en que cuando llegaba la noche empezaba a tener miedo
ante posibles ladrones o malas gentes que pudieran entrar en su casa y hacerle daño. Este hombre
pasó buena parte de su infancia y juventud en un orfanato.
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Los recuerdos de las noches de orfanato eran de frío y temor, teniendo muy presente el miedo que
le producía el recorrer el pasillo hasta llegar al lavabo si le aparecían ganas de orinar. Rosendo era
una persona que se volcaba con los demás, intentaba ayudar a cualquier persona sobre todo si
eran niños o jóvenes. Su trabajo en una oficina bancaria le daba la suficiente estabilidad para poder
disponer de un tiempo que dedicaba a militar en varias ONG. Tuvo varias novias pero no llegó a
consolidar sus relaciones afectivas de forma duradera, pese a su hambre de afecto. Un extracto de
una de las sesiones que tuvimos fue el siguiente:
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relaciones objetales primarias. El paciente había utilizado al analista para intentar llenar
necesidades de su desarrollo no cubiertas, la transferencia le brindaba la posibilidad de verbalizar y
sentir, como adulto, terrores tempranos que habían sido abrumadores.
Raquel es una mujer de 45 años que consulta porque a raíz de ciertos problemas profesionales
empieza a temer “padecer una depresión” y no estar a la altura de las circunstancias. Dice que en su
trabajo la acusan de “trepa”. Aunque separada de su primer marido ha rehecho su vida familiar y en
estos momentos tiene una pareja estable que dice llenar sus necesidades afectivas. Cuando habla
de sus padres lo hace cargando las tintas en lo poco respetuosos que son, intentando imponer
siempre sus criterios aunque no sean los correctos. Después de unos cuatro meses de análisis, en
los que la analizada expresa sistemáticamente sus dudas acerca de los planteamientos
psicoterapéuticos, se da esta situación analítica.
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Su historia familiar parece condicionada por un contacto afectivo con sus progenitores muy pobre,
al mismo tiempo que una fuerza exigencia parental de que nuestro sujeto cumpliera, de forma
férrea, unos ideales profesionales y morales. La fragilidad no era contemplada en el discurso de
esta familia.
Hacía escasas semanas había fallecido un amigo suyo y, en el entierro, cuando surgieron ganas de
llorar las reprimió de forma brusca. Empezó a sentir un cierto ahogo, palpitaciones y lo que era
tristeza se convirtió en miedo y en un conato de crisis de angustia.
Se le propuso, con la ayuda de cuatro participantes del grupo de psicoterapia al que se había
integrado, crear una situación psicodramática que reprodujera las secuencias del entierro: tristeza,
represión, ansiedad, miedo y ataque de angustia. Nuestro paciente, en una primera fase del
ejercicio se mantenía como observador, prestando especial atención al compañero de grupo que
reproducía su actitud. En unos minutos se dio la siguiente situación grupal.
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Sus rasgos infantiles, falta de iniciativa, sensaciones de vacío y soledad y tendencia a ser poseída
por su voracidad me hace pensar en la hipótesis de estar frente a una estructura limítrofe, con
rasgos histéricos y masoquistas.
Las primeras intervenciones que se realizan tienen más que ver con aclaraciones o explicaciones
pedagógicas que permiten a la paciente entender cómo se maneja con la agresividad y su relación
con los ataques de bulimia: sus temores a confrontar (tanto en el trabajo, como ante cualquier
conocido o familiar a excepción de su madre) le llevan a una fuerte contención y facilitan el
surgimiento de la ansiedad. De ahí se sigue la necesidad de calmarse y llenarse dando rienda suelta
al ataque bulímico.
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importancia de ser como un imán que tire de ella y permita que la sesión se convierta en un
espacio agradable, fluido y lleno. Un fragmento de la conversación que mantuvo durante esta
etapa analítica fue el siguiente:
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bulímico). Ahora siento que puedes empezar a adoptar una posición más activa
(contratransferencia) y empezar a pensar en el material que puedes traer a la sesión
para elaborar tus conflictos.
Las intervenciones centradas en la dimensión relacional fueron dando paso al análisis dinámico de
sus rasgos caracteriales (evitación de lo que consideraba material conflictivo) así como a la
vertiente más topográfica, centrada en la toma de consciencia de su ambivalencia frente a lo
materno. Nuestra paciente fue siendo capaz de elaborar su complejo materno ganando una
importante consistencia, autonomía y capacidad de tolerar la frustración sin ser devorada por sus
impulsos y deseos.
Amelia es una joven de 26 años que consulta por sus continuas crisis de angustia y su
convencimiento de padecer una enfermedad cardiaca. Vive con su madre, a la que define como
una mujer hiperactiva, muy ansiosa y poco afectiva, y sus dos hermanas con las que mantiene una
buena relación. Dice haber padecido la separación de sus padres, la describe como muy dura y sin
que sus progenitores llegaran a acuerdos básicos. El clima durante el tiempo de separación fue
muy tenso, entonces tenía 12 años. En la actualidad mantiene una relación con su padre bastante
distante, aunque dice que cuando se ven es bastante cordial.
Amelia tiene organizada la vida alrededor de su “enfermedad cardiaca” que dice le fue confirmada
por un cardiólogo que le afirmó que tenía “arritmias y cierta tendencia a la taquicardia”. Esto le
lleva a querer conocer todos los servicios de urgencia de la zona donde vive, consulta
continuamente en la red todo lo que tiene que ver con los problemas cardiacos y en cualquier
interacción se presenta como la posible enferma que necesita confirmación de su patología.
Nuestra paciente recuerda que en su infancia cuando empezó a percatarse de lo que era la
enfermedad y las consecuencias que podía tener visitaba, siempre que podía, la iglesia y se
encomendaba a la virgen María para que le evitara el sufrimiento. Cuando aparecían periodos de
ansiedad, conflicto o temor ante cualquier reto vital necesitaba asegurarse de que no iba a
enfermar, y empezaban las visitas continuas a los médicos.
Amelia: Hoy noto el pulso más acelerado, tómamelo y verás. Me coge la mano y se la
pone en el pulso.
Analista: ¿No crees que tu obsesión por el latido cardiaco aumente su velocidad?
Amelia: Puede ser, pero también creo que hay una tendencia en mí a la taquicardia.
Analista: ¿Cómo ha ido la semana?
Amelia: Anteanoche me fui otra vez al servicio de urgencia, empecé a encontrarme muy
mal. Lo hice en silencio para que nadie se enterara en mi casa.
Analista: Este servicio es casi como tu segunda casa, ¿no crees?
Amelia: (Cierta sonrisa)
Analista: ¿Cómo habías pasado la tarde?
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Amelia: Bien, hasta que mi madre me preguntó que iba a hacer con mis estudios. Me
sentí poco comprendida ya que no me siento con fuerzas para acabar una labor que
requiere mucho esfuerzo.
Analista (intervención): ¿No crees que esa necesidad de continua atención médica se
convierte en una operación que acaba produciéndote más temor que tranquilidad?
Date cuenta que aquí también intentas colocarme en el lugar del médico que confirme
tu enfermedad cardiaca. Las veces que simplemente me has comentado tus temores,
los hemos situado y buscado su sentido te has sentido más tranquila.
Amelia: Ya pero luego regreso a mi casa, con una madre que no me comprende y con la
posibilidad de que la obsesión me vuelva a pillar.
Analista (intervención): Aunque difícilmente me puedas considerar la Virgen María
(ciertas risas de Amelia) está claro que te puedes apoyar en mí, llamándome,
escribiéndome un correo, repasando las notas que has tomado de la sesión. Date
cuenta que desde niña intentas que confirmen tu enfermedad para tener algo a lo que
agarrarte, pero al final este hecho acaba devorándote y haciéndote entrar en pánico.
Después del análisis sistemático de las operaciones de seguridad de nuestra analizada,
permitiendo que se flexibilizaran, se empezó a vislumbrar un cambio, a partir de la experiencia de
la interacción analítica, que le permitía una cierta corrección emocional ante lo que habían sido la
relación con un objeto materno muy ansioso. Pudo ir elaborando ciertas situaciones carenciales y
su relación con la sensación de fragilidad y tristeza. También apareció la rabia y cómo esta se
manifestaba, de forma ambivalente hacia los dos progenitores.
Juana es una mujer de 42 años que consulta por una sintomatología depresiva con ideas de
suicidio. El detonante ha sido el abandono de su marido del ámbito familiar y su deseo de
presentar una demanda de divorcio –dice estar cansado de los continuos conflictos con su mujer
debido a la extrema rigidez e intolerancia de esta–. A partir de aquí la consultante siente que no
tiene sentido su vida y empieza a dejarse llevar por una cierta apatía, con intervalos de angustia y
autodestructividad que culminan con las ideas suicidas.
Nuestra paciente tiene dos hijos, de 4 y 7 años, y aunque su ex–marido le sigue ayudando en su
cuidado dice no tener fuerzas para ello. Tiene cierto apoyo por parte de dos hermanos que pasan
bastante tiempo con ella (sobre todo por las noches).
Los recuerdos que Juana tiene de su infancia no son muy agradables: unos padres no muy
afectivos que siente no la han valorado suficientemente (a diferencia de los hermanos); un
importante complejo de inferioridad que le hacía sentirse físicamente fea; y un esfuerzo continuo
para demostrar su valía y sentirse querida. Dice recordar momentos de tristeza en su infancia y un
cierto desamparo.
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Aunque esta mujer ha desarrollado una carrera brillante dentro del ámbito universitario no tiene
sensación de haber hecho nada importante y menos de ser valorada por ello por parte de sus
compañeros.
Su búsqueda de ayuda psicológica parte del consejo que le da uno de sus hermanos. Uno de los
momentos iniciales del proceso analítico transcurrió así.
Juana: Siento que tengo mucha tristeza y eso hace que no tenga ganas de vivir (entre
lágrimas).
Analista: Es lógico, estás atravesando una separación dolorosa.
Juana: Tengo miedo que quieras que me olvide de él, pero no quiero hacerlo, quiero
seguir queriéndolo.
Analista: ¿Y por qué piensas que yo quiero eso?
Juana: ¿No se trata de que la terapia me haga independiente y autónoma y por tanto
no necesite de mi marido?
Analista: ¿No crees que puedes aspirar a tener una cierta autonomía y seguir queriendo
a quien ha sido tu pareja hasta el momento?
Juana: A lo mejor.
Analista: Lo que es importante en estos momentos es que prestes una atención
fundamental a tus necesidades físicas y emocionales. Tan importante es que tengas
momentos de descanso y te alimentes, por lo menos unos mínimos, como que puedas
seguir apoyándote en tu familia y por supuesto compartiendo conmigo los momentos
en que te sientes desbordada por la angustia y la tristeza.
Juana habla, con una cierta extensión, de la sensación de que le ha faltado bastante apoyo por
parte de sus progenitores a lo largo de su vida y que también ha vivido esa falta con su marido. Se
nota su rostro más relajado y se percibe que se siente escuchada y comprendida. Llega la hora de
finalizar la sesión y el analista interviene de la siguiente forma:
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Estoy en un lugar público, no sé si son unos baños colectivos o unas instalaciones con duchas cerca de
un lugar de ocio. Me descubro mirándome al espejo y veo mi pecho abultado, como si fuera el de una
mujer. Intento esconderme, pues hay otras personas adecentándose y tengo miedo que piensen que soy
un travesti.
Las asociaciones del soñante eran nulas y ante las preguntas de su analista de que describiera qué
era un travesti, las palabras utilizadas eran mezcla, confusión y problemas de identidad. Hablaba de
la sensación de rechazo que le causaba esta figura y lo lejos que podía estar de desear a un sujeto
así. Por otra parte, el pecho como parte de la mujer le producía una sensación muy agradable y
estimulaba de forma considerable su erotismo.
En la vida de este hombre no había habido tiempo para la receptividad, cultivo del mundo
relacional, expresión de la tristeza y cualquier estado emocional que se identificara con
debilidad. Por el contrario, su existencia había sido la de un héroe que partiendo de la nada
había desarrollado un importante imperio financiero, siempre luchando y expresando la
capacidad y fuerza. Y aunque sentía poseer una sensibilidad profunda, muy a menudo se
sentía avergonzado por ella. En este sujeto había predominado el ideal masculino de
perfección. En la transición de su vida que implicaba la madurez se había constelado el ideal
femenino de totalitad.
Jung consideró el simbolismo de la alquimia como el elemento nuclear que le llevó a configurar su
concepción de la individuación. Prueba de ello son algunos de los textos fundamentales de su
obra: Comentario al libro El secreto de la Flor de Oro, Psicología y alquimia, Psicología de la
transferencia y Mysteriumconiunctionis.
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Podemos ver en análisis junguiano una forma de extraer el espíritu mercurial de la materia –El
Mercurio alquímico es un compañero divino que revela al adepto los secretos de la naturaleza,
idéntico al dios Hermes y al Hermes-Thot de los gnósticos–, una forma de dotar de sentido a
diferentes elementos que configuran la existencia y que requieren de un trabajo alquímico para su
espiritualización. Lo que, con otras palabras, podríamos describir como salvar el núcleo de la
experiencia –las imágenes que produce el Sí mismo– de todo lo pueril que se liga a los deseos
primitivos y todo lo que les circunda. Es lo que pretendía el alquimista, de forma proyectada,
cuando hablaba de extraer al hombre divino de la materia corruptible.
Juan es un hombre de 50 años con una carrera como profesional de la abogacía importante. Hace
algunos años tuvo una serie de problemas psicosomáticos que le llevaron a empezar un análisis
freudiano, análisis que le permitió trabajar algunos aspectos de su realidad pulsional, entre ellos la
importante agresividad que en ciertos momentos de su vida le devoraba. Después de su
experiencia psicoanalítica dice gestionar mucho mejor sus impulsos agresivos pero siente que su
vida sigue estando vacía, aun teniendo una realidad familiar (esposa y dos hijos) y profesional
estable, satisfactoria y libre de conflictos crónicos.
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El trabajo clínico con este hombre se centró en el análisis del material onírico, muy abundante, que
aportaba de forma regular a las sesiones de terapia. Entre los contenidos que emergían aparecían
construcciones que invitaban al analizado a la introspección y a un trabajo más profundo, lo que en
lenguaje junguiano podríamos describir como una orientación e impulso a forjar su alma. Uno de
estos sueños apareció ante la propuesta de un compañero de participar en un proyecto profesional
importante, proyecto cuya implicación requeriría mucha energía por parte de Juan. El sueño fue
verbalizado y trabajado de la siguiente manera:
Juan (sueño): Voy conduciendo mi coche por una calle que van a cortar (quizás por
algún tipo de festividad). Hay más gente conmigo. Pero no sé quién. El coche empieza a
perder gasolina y tengo que parar. Parece que hay un problema mecánico, el tubo de la
gasolina está obturado por una cierta suciedad y además está agujereado.
Analista: ¿Recuerdas cual era tu situación consciente el día que tuviste este sueño?
¿Había alguna preocupación, sentimiento particular o necesidad de tomar alguna
decisión importante para tu vida profesional o personal?
Juan: La noche que tuve el sueño estaba cenando con tres compañeros, todos ellos
abogados. Me propusieron participar en un negocio que puede ser muy interesante por
la posibilidad de que su rentabilidad sea importante.
Analista: ¿Hay alguna asociación personal con el coche, festividad o persona que te
acompaña?
Juan: no ninguna
Analista: ¿Cómo le explicarías a una persona que no tiene ni idea de las repercusiones
que puede tener el que tubo de la gasolina esté obturado, acabe agujereado y pierda
gasolina?
Juan: Lo importante es que al perder combustible el coche no puede funcionar, no tiene
energía.
Analista (interpretación): ¿No crees que el inconsciente quiere que prestes atención al
desgaste energético que se puede producir en ti si sigues embarcándote en proyectos
profesionales que requieren de toda tu energía?
Juan: Pensé algo similar, cuando me levante el día que tuve el sueño había cambiado
mi sensación acerca del proyecto profesional. Por la noche todo era pensamientos
positivos de esta posible iniciativa, además casi sin darme cuenta me colocaba en el
lugar de ser su máximo defensor, todo ello entre unas copas, jajaja.
Analista: Pues quizás tendrás que incluir en tu reflexión si seguir con la hiperactividad es
algo que te permite dedicar una parte de tu energía a tu mundo interior.
Juan: Pues me parece que lo tendré que hacer.
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5.7. Conclusión
La posibilidad de considerar el material clínico desde diferentes ángulos nos proporciona la
capacidad de realizar un análisis funcional más detallado, favoreciendo que nuestras
intervenciones clínicas se centren en el foco actual de la conflictividad del sujeto, ayudándonos a
ser más precisos e integradores.
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Tema 6
Muchos clínicos han tenido la experiencia de atender a multitud de sujetos que han venido con el
diagnóstico de depresión bajo el brazo, a partir de su paso por un centro de atención hospitalaria o
la consulta en un centro de salud. Fobias, crisis de ansiedad, mareos, falta de apetito, tristeza,
apatía, astenia, cambios de humor, dolores psicosomáticos, insomnio y un buen número más de
síntomas, que el facultativo reunirá e intentará llenar de coherencia etiquetándolos bajo el
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A diferencia de esta visión mecanicista y pragmática, muy de acuerdo con los valores que
acompañan al hombre actual, mi planteamiento pasaría por no actuar en un primer momento. La
realidad psíquica y su expresión, sea en síntomas emocionales o corporales, necesita de una
escucha cargada de paciencia que permita ir vislumbrado el sentido de lo que acontece. Es a
partir de este conocimiento como se puede seleccionar un conjunto de herramientas que nos
permita trabajar con el material que emerge del sujeto sufriente. Se puede argumentar que en
los servicios públicos no se dispone del tiempo necesario para valorar de forma adecuada los
síntomas que llevan al sujeto a realizar la consulta, pero, a mi entender, estaríamos convirtiendo
una deficiencia social en la justificación para una práctica errónea.
Otra de las justificaciones habituales para la intervención inmediata es la exigencia del sujeto. Éste
pide de forma rápida un tratamiento que le cure, que optimice su conducta y le devuelva a su
fortaleza habitual- ya se sabe: el depresivo es en definitiva el débil, y esto está muy mal visto por
nuestra sociedad-. Quizá, dar una respuesta en el sentido que pide el consultante contribuya a
enmascarar la conflictividad esencial del sujeto, creando la falsa ilusión de que la depresión se disip
pero con la posibilidad real de que el demonio temido regrese.
Por último, valga señalar como ejemplo de lo descrito en esta introducción el de un diagnóstico
muy de moda en la cultura psiquiátrica de nuestros días: el de “trastorno bipolar”. Sujetos que son
considerados como atrapados en una posición emocional pendular, dando continuos pasos de
posiciones depresivas, donde predomina la pasividad, a maniacas, donde predomina la hiper-
actividad, y viceversa, en un continuo que nunca acaba. Se les considera víctimas de un trastorno
somático y condenados a ser medicados de por vida con litio.
Una mujer de unos cuarenta años, que trabajaba como funcionaria, y había sido “condecorada”
con el diagnóstico de bipolar por una psiquiatra altamente cualificada comenzó un proceso
analítico (caso ya descrito en los inicios de estos apuntes). En la medida que profundizó en su
realidad psicodinámica pudo apreciar cómo sus estados depresivos cumplían una función
reguladora ante determinado desgaste que le producían tanto sus obligaciones profesionales
como una realidad interior que le impulsaba a ser terriblemente activa y exigente. Desdramatizar
su tristeza y apatía durante los periodos de bajón y al mismo tiempo facilitarle la expresión de
determinadas emociones que iban surgiendo, como la agresividad, permitió que la situación
pendular dejara de ser un problema y el consumo del fármaco innecesario.
Es importante definir de forma más específica qué es el síndrome depresivo, y en qué tipo de
estructuras lo encontramos. Esto puede ir marcando sentidos más específicos que nos permitan
entender de forma más clara qué ocurre en la psique del que padece una depresión.
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Figura 20. Recreación del viaje mitológico al inframundo, cuyo sentido psicológico conecta con el contacto con la
depresión. Dibujo de M. Vanderdorpe.
Hasta aquí podemos ver el síndrome depresivo como una respuesta natural ante un conflicto
objetivo. El problema se complica cuando vemos que el estado anímico tiende a cronificarse o se
da de forma desproporcionada, percibiendo en esto la aparición de estados anímicos puramente
subjetivos que introducen la impronta personal del sujeto ante el hecho real. Lo que en otras
palabras podríamos definir como el proceso de cargar subjetivamente una situación existente
desde la objetividad. El sujeto es incapaz de salir de su círculo de sufrimiento, incapaz de remontar
su estado anímico y desdramatizar muchas de las áreas que configuran su vida.
Esto aparece de forma aún más evidente en sujetos en donde surge el síndrome y no tienen
consciencia del motivo por el que se da su presencia.
Algunos de los síntomas que acompañan a este estado son los siguientes: retardo, lentificación de
la actividad, pérdida intelectual, continuos autorreproches y autorrecriminaciones, desgana ante
cualquier actividad que exija un mínimo esfuerzo, fatiga, posición de extremo pesimismo, falta de
deseo, ausencia de apetito, supresión de las respuestas agresivas y tristeza extrema. En algunos de
los cuadros pueden aparecer de forma complementaria diferentes problemas psicosomáticos:
mareos, dolores musculares, trastornos respiratorios, trastornos alimentarios…. En definitiva
disfunciones del sistema nervioso vegetativo que se expresan en una importante
hipofuncionalidad e hipotonicidad. En las relaciones interpersonales hay un predominio del
empobrecimiento afectivo y una importante restricción del contacto. Aparece, también, gran
sensibilidad al rechazo y a la crítica. La queja y la lamentación son constantes y un
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instrumento de vinculación con el otro, del que se esperan cuidados (aunque esto pueda
aparecer de forma inconsciente) o una cierta restitución del narcisismo dañado, con la
esperanza de escuchar el “no eres tan malo”. En numerosos casos nos encontramos con un
importante temor al abandono.
Un joven, de unos 30 años, acompañado de su madre, inicio una consulta clínica cuando ya había
sido diagnosticado como depresivo. En él se manifestaban de forma cruda el buen repertorio de
síntomas que he descrito en el epígrafe anterior. Apatía, cansancio, tristeza, incapacidad para una
mínima motivación, autopunición continua e invalidez para unos cuidados mínimos eran algunos
de sus síntomas más arraigados. No sabía por qué había comenzado a desarrollarse este estado,
pero el hecho es que le producía un padecimiento brutal. La falta de acontecimientos relevantes
que justificaran el trastorno le había hecho pensar en un disturbio somático y había empezado con
un ciclo de antidepresivos. Al principio le ayudó a romper un poco su estado de abatimiento pero
muy pronto recayó en el estado anterior, incluso con una sintomatología acrecentada.
Esta aparente injustificación del hecho depresivo nos lleva a preguntarnos acerca de los diferentes
trastornos que son rotulados con este apelativo y a sus diferentes etiologías. Esto nos puede
permitir introducir un cierto orden en este gran cajón de sastre en donde se introducen un buen
número de las perturbaciones denominadas como depresivas.
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personalidad, pero existiendo una importante fragilidad en su base. Existe una ilusoria
personalidad, con un carácter asentado, pero ante situaciones críticas ésta se rompe.
Este es el caso de una mujer que hizo un peligroso intento de suicidio en el que se cortó las venas.
Aparentemente había sido una persona resuelta, con un carácter muy extravertido que se
materializaba en una importante actividad social. Su relación de pareja era bastante insatisfactoria.
Estaba casada desde hacía 25 años, pero consideraba que la persona de la que había estado
enamorada no había sabido cuidar la relación. Se mantenía en ella por unos hijos que decía no
sabrían entender una separación y un marido que no la molestaba y le permitía ir a su aire. Tenía
un amante en el que centraba todo su deseo y afectividad. Cuando esta relación finalizó, al poco
tiempo empezó a sentirse triste y vacía, como si la vida hubiera llegado a su fin. Empezaron a
aparecer muchos autorreproches; se consideraba vieja, fea e inculta. Se sentía cada día más
cansada y empezó a tener dificultades para levantarse de la cama. Un día decidió suicidarse.
En la medida que se profundizaba en su estructura clínica la dualidad aparecía de forma más clara;
una aparente fortaleza en sus rasgos caracteriales más superficiales pero con un yo
extremadamente débil. Ciertos rasgos de tipo histérico hacían que su expresión buscara la
continua seducción, siendo bastante dramática y muy extravertida. Pero estos rasgos eran como la
punta del iceberg en una base de extrema fragilidad y carencia, ya que el componente caracterial
masoquista predominaba y los complejos la poseían.
¿Cuáles eran los motivos de esa fragilidad encubierta, de esa debilidad yoica, de esa depresión de
base? ¿Tendremos que irnos directamente a la bioquímica como justificación? ¿O podremos hablar
de causas psicodinámicas?
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Volviendo al discurso freudiano, más regresiva aún puede ser la identificación del depresivo con el
objeto perdido, como puede darse en sujetos que han realizado una elección narcisista de objeto,
“lo que uno es, lo que uno fue, lo que uno quisiera ser o a la persona que fue una parte de uno
mismo”, (como ocurre frecuentemente en diferentes elecciones de pareja, en las que se produce
una búsqueda en el otro de lo que falta en uno mismo). Las recriminaciones dirigidas al objeto
perdido se vuelven en autorreproches dirigidos contra sí mismo. Su incapacidad de volcar la
agresividad contra el objeto es vuelta contra su propio yo, siendo una importante fuente de
constelación de los complejos de culpa y de inferioridad.
He elegido estos pasajes del discurso psicoanalítico para empezar a ejemplificar cómo los hechos
traumáticos que acontecen en el mundo externo, como puede ser la ruptura de una relación de
pareja, son sólo una de las puntas que activa la crisis depresiva. La configuración de la dinámica
interna del sujeto puede favorecer el superar el conflicto o instalarse en él de forma crónica.
En nuestra labor clínica nos podemos también encontrar con la aparente paradoja de sujetos que
se deprimen después de haber conseguido un substancial éxito. En este hecho vemos la
importante constatación de la relevancia del inconsciente y de la conflictividad interna del
analizado; conflictividad que puede manifestarse por los fuertes sentimientos de culpa del sujeto,
que acaban desencadenando una depresión ante la consecución de un fin deseado. Ya el viejo
profesor, S. Freud, había constatado este proceso en su artículo Los que fracasan al triunfar.
Para el autor de este trabajo algunos de los clínicos post-freudianos darían una visión más
completa y real de las causas del la denominado síndrome depresivo, yendo más allá de la teoría
de las pulsiones de S. Freud.
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Si en los casos que encontrábamos una justificación objetiva para el surgimiento de este sombrío
estado veíamos al mismo tiempo la activación de variables intrapsíquicas, que son las que
favorecían el estancamiento del sujeto, más claramente tenemos que apelar a estas variables
internas en los sujetos que no han estado expuestos a situaciones traumáticas en el momento en
que aparece la patología.
Un hombre de unos cincuenta años que a lo largo de su vida había tenido frecuentes episodios
depresivos, que le llevaban a una inactividad total. Trabajaba en una tienda de alimentación como
encargado y en los periodos críticos se sentía terriblemente culpable por no poder ejercer su
función. Se sentía espantosamente inútil y cargado de miedo ante el hecho de que esta
característica fuera confirmada por su mujer y su hijo. El estado depresivo se iba aderezando con
una fuerte ansiedad ante la posibilidad de que su “debilidad” fuera descubierta por sus
subordinados. Su estado emocional fue asentándose de forma progresiva y sin que hubiera
existido ningún motivo inicial que apareciera como desencadenante. En el momento que tomó
consciencia de sus primeros síntomas depresivos, unos tres años antes de la consulta, su vida
externa parecía desarrollarse de forma exitosa. Pero a partir de entonces empezó a sentirse mal; y
por ello empezó con un ciclo de antidepresivos que de bien poco sirvió.
Como hemos venido señalado, el psicoanálisis freudiano nos habla de la conflictividad, que se
desarrolla a lo largo de diferentes experiencias existenciales, desde su teoría de las pulsiones, en
donde el deseo, la agresividad y la culpa se convertirían en los referentes de ese gran drama que
implica el complejo de Edipo.
Como lo describe Stephen A. Mitchell (2004) en la concepción de Freud, los seres humanos han
nacido reñidos con el entorno. El proyecto de infancia es la socialización, la trasformación del
infante, con sus impulsos animales, en un adulto con un complejo aparato psíquico y un intrincado
y elaborado sistema de controles y barreras que canalizan esos impulsos y propósitos hacia formas
de vida socialmente aceptables.
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fuertemente innovadores en la forma de entender el psiquismo humano. Desde los teóricos del
desarrollo del yo, como Margaret Mahler (1897-1985), pasando por la innovadora corriente
culturalista, con representantes como Karen Horney (1885-1952) hasta llegar a la escuela de las
relaciones objetales de William Ronald Dodds Fairbairn (1899-1964) se va introduciendo un cambio
importante en los postulados psicoanalíticos: la libido deja de estar dirigida a la satisfacción
pulsional, como elemento fundamental en el desarrollo y va en busca de objeto como
componente crucial.
La motivación fundamental de la experiencia humana sería la conexión con los otros, como
un fin es sí mismo, no como un medio de búsqueda de satisfacción y reducción de la tensión.
Antes que la sexualidad en el infante aparece como fundamental su dependencia y desvalimiento.
El psicoanalista húngaro Sándor Ferenczi (1873-1933) se interesó de forma creciente por el trauma
que podían generar las privaciones tempranas en el desarrollo de la personalidad. Esto le llevo a
introducir importantes innovaciones en su práctica clínica llegando a plantear que una cierta dosis
de amor y afecto, dentro del encuadre analítico, en lugar de una abstinente no-gratificación de las
necesidades del paciente se podía tornar en fundamental para la evolución del analizando.
Un entorno negativo para el desarrollo del niño, lo que en términos de Winnicott correspondería a
una madre “insuficientemente buena”, impide que éste desarrolle un sentimiento sano de sí
mismo. En el infante sigue desplegándose la personalidad, pero un núcleo carencial persiste en su
base.
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A lo largo de estos años como analista me he encontrado con un buen puñado de sujetos
sufrientes que habían diseñado todo un juego de estrategias para escapar de la toma de contacto
con su base depresiva. Siguiendo a Harry Guntrip (1969), diríamos que estaban huyendo de la
debilidad de su yo y de su sensación de desvalimiento y desesperanza.
El sujeto puede haber creado todo un juego de defensas ante una etapa, la de la infancia, en la que
difícilmente se puede digerir la carencia. El problema es que la infancia da paso a la madurez
biológica y el sujeto sigue atrincherado en un conjunto de actitudes defensivas que le impiden una
vida con un mínimo de placer y estabilidad. Y además, los mensajes desde lo social invitan a las
defensas maniacas, sea una receta de pensamiento positivo, la hiperactividad en el trabajo, los
deportes con adrenalina, o las drogas más en boga. Pero la base pugna por emerger, y así la
depresión solicita un espacio en la consciencia. Se sufre muchísimo por no querer sufrir.
Su profesión estaba relacionada con la decoración, y se ejercía en un contexto que definía como
muy glamoroso. Esto daba un aparente color a su mundo interno; mundo, quizá, ensombrecido en
etapas bastante primarias de su desarrollo, en una relación con la figura materna de enorme
ambivalencia. La vivencia de la madre había sido la de una figura fría y manipuladora, que no había
facilitado afecto pero al mismo tiempo había impedido una cierta autonomía. Su padre era una
figura querida pero ausente, pues falleció siendo nuestro sujeto aún muy joven.
El paciente había sobrevivido con una fuerte base depresiva, de la que se había defendido con una
fuerte actividad en su mundo laboral y en una relación de profunda dependencia con su pareja.
Después de haber tenido la primera sesión de análisis soñó lo siguiente:
Estoy en una galería, las paredes son muy blancas, y hay un maniquí vestido con tonos muy
blanquecinos y verdes. Detrás hay como una pantalla en donde se proyecta una película, aparece una
actriz de los años 40, y ésta está vestida con el traje de la modelo. Luego me veo vestido con una ropa de
la época, frente a mi pareja y me siento ridículo.
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atuendos pero no tenía vida. Se daba una aparente riqueza en la forma exterior pero en su base
había un importante conflicto acompañado de oscuridad. Lo mismo ocurría en la vida de este
sujeto, una actividad y formas externas que se nutrían de un aparente colorido cuando en su fondo
predominaban los grises, sino el negro.
6.4.3. Conclusión
Nos podemos encontrar con un conjunto elevado de sujetos que instauran un conjunto de
defensas para compensar u ocultar su trasfondo depresivo. La fachada exterior, la hiperactividad
laboral, diferentes adicciones y todo un conjunto de actividades encaminadas a evitar el contacto
con la debilidad, la tristeza, la pesadez y la desgana sirven como instrumentos para que el sujeto
pueda huir del contacto con su mundo interno. Incluso podemos ver como esa actitud defensiva
y/o compensadora del estado depresivo se plasma en el marco relacional, llegando a favorecer
determinadas actitudes de los otros que sirven para nublar el estado emocional del sufriente.
Esto lo podemos ver de forma clara en determinadas actitudes frente a los hijos que favorecen que
éstos se conviertan en meros instrumentos reparadores de la depresión de sus progenitores.
Un buen ejemplo de ello ha sido el trabajo de psicoanalistas dentro de la línea del desarrollo del yo
que describen la depresión de niños privados de los cuidados esenciales. Este aspecto carencial
básico puede ser compensado mediante determinadas defensas, haciendo pensar que el adulto ha
superado estas fases disfuncionales de su desarrollo. Pero lejos de ello, en los cimientos de su
estructura persiste el estado carencial por muy disfrazado que esté. Esto es habitual en estructuras
limítrofes, con una aparente fortaleza en el carácter pero con una fragilidad importante en el
núcleo de su ser. Son los típicos casos de sujetos sufrientes que se ven “atacados” por un estado
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anímico depresivo sin saber por qué o tienen una reacción emocional desproporcionada ante un
hecho real. En el tipo de estructuras limítrofes es bastante frecuente encontrarse con que el sujeto
utiliza una serie de defensas maniacas para huir de la depresión. La sensación de estar muerto se
convierte en la necesidad de exaltar la vida, convirtiéndola en una fuente de adrenalina.
Un sujeto hizo una consulta clínica porque sentía confusión en relación a su situación familiar. Era
un brillante profesional, con mucha capacidad para las relaciones sociales y que a su edad de
cuarenta años había conseguido un importante reconocimiento y estabilidad. Su relación familiar
siendo aparentemente buena- decía querer y desear a su mujer y estar muy a gusto con su hijo- no
le impedía sentirse insatisfecho. Desde hacía una decena de años necesitaba vivir en el continuo
arrebato extático que le proporcionaba la continua seducción y vivencia de relaciones con muy
diversas mujeres. Al mismo tiempo sentía a su mujer e hijo como un apoyo afectivo de los que no
podía prescindir. Necesitaba que su vida fuera un incesante ruido: no podía parar, viaje tras viaje,
relación tras relación, trabajo tras trabajo. Cuando en algún periodo de su vida se permitía pararse,
se deprimía y angustiaba. En el fondo aparecía un estado depresivo que quería ser escuchado;
estado que le refería a carencias afectivas ubicadas en periodos tempranos de su desarrollo, de las
que el sujeto se defendía de forma incesante.
Esto nos pone en relación a la primera cuestión fundamental de este apartado ¿De qué sirve el
contacto con el estado depresivo inicial? ¿Por qué no continuar defendiéndose? Poder contactar
con la situación depresiva en un contexto adecuado, como es la relación analítica, favorece el
sostén necesario para que el sujeto se pueda permitir vivir su fragilidad y tristeza. Esto tiene dos
consecuencias claras; la primera es favorecer una cierta descarga emocional en un lugar en el que
el analizado se puede sentir entendido y contenido; y una segunda, que es la de permitirle
resignificar muchos aspectos que marcan su vida.
Las consecuencias de esta labor pueden permitir a este sujeto dejar de escapar ante cualquier
vestigio de vulnerabilidad y tomar decisiones en cuanto al estilo de vida de forma más íntegra, no
como una compensación de su estado continuo de insatisfacción. En definitiva sería liberarse de
ese estado crónico que Winnicott define como “inquietud angustiosa”.
El que demos primacía a la visión de las Escuelas del yo y de las Relaciones Objetales no
excluye que ennuestros planteamientos se tenga en cuenta aspectos fundamentales de la
teoría de las pulsiones de Freud.
En la etiología de estos trastornos nos podemos encontrar relaciones familiares en donde, aunque
hayan aparecido unos cuidados mínimos que permiten una cierta estructuración yoica, existen
cierta trama que ha hecho extremadamente rígidas determinadas instancias del sujeto. A
diferencia del planteamiento anterior que carga las tintas en las fallas de la relación diádica madre-
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hijo, lo que el psicoanálisis consideraría pre-edípico, en este caso sería un drama a tres, en donde el
denominado complejo de Edipo adquiriría protagonismo.
Una mujer de treinta y cinco años consultó a un psicoterapeuta porque se veía envuelta en estados
de ansiedad y depresión. Era una persona con una autoexigencia y responsabilidad brutal. Aunque
tenía una posición profesional y familiar consolidada vivía en una perpetua angustia. Su vida era un
continuo reproche: nunca acababa de hacer nada bien. Además cualquier sentimiento que
apareciese, fuera de lo que consideraba moralmente correcto- como podía ser el deseo sexual-
tenía que ser sometido a una represión inmediata. Esta mujer tenía un padre tendente a desarrollar
adicciones y acabó siendo excluido del ámbito familiar siendo ella una adolescente. Su madre
asumió la total responsabilidad de educar tanto a ella, que era la mayor, como a sus hermanos,
ocupando ella la falta de lo paterno desde momentos bastante tempranos de la crianza. Desarrolló
el papel de la ley, trasmitiendo una responsabilidad y moral extremadamente duras
El desarrollo del análisis de esta mujer le permitió tomar consciencia de la fuerte ambivalencia con
respecto a lo materno, pudiendo tolerar y desplegar una importante dosis de agresividad. Los
importantes auto reproches de un superyó sádico fueron flexibilizándose. La analizada pudo ir
accediendo a una mayor tolerancia con respecto a su deseo.
Como vemos en este caso, al ser escuchada la depresión se pudo producir la apertura de esta
mujer hacia patrones diferentes de relación con sus instancias intrapsíquicas, permitiendo un
aumento considerable de su estabilidad y calidad de vida.
6.6. Resumen
A modo de resumen podíamos indicar estos puntos:
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Tema 7
Los términos ansiedad y angustia significan casi lo mismo, aunque con matices distintos. En
algunos idiomas no hay diferencias entre estas dos palabras. Algunos matices distintos podrían ser
estos:
La angustia es un sentir que casi siempre podemos ubicar del lado de la patología,
con un gran anclaje corporal, viviéndose siempre como muy corporalizada (al
igual que el dolor). Su sintomatología nos paraliza y bloquea y la vivimos como una
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Ya en sus escritos tempranos Freud (1895) postuló una primera hipótesis sobre los trastornos
ansiosos, diferenciando dos entidades nosográficas:
Posteriormente, Freud (1926) modificó sus concepciones sobre la ansiedad, planteando que
el proceso represivo era consecuencia (y no causa) de la aparición de ansiedad en el yo,
instancia que frente a la señal de ansiedad movilizaba los procesos defensivos. Así quedaron
claramente establecidos dos modos posibles para la ansiedad:
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punto de vista, también la ansiedad se manifestaría como señal ante la cercanía del complejo no
consciente o como manifestación del colapso afectivo que crea el complejo y sus intentos de
represión.
7.2. Fobias
Autores contemporáneos como Coderch (2003-2004) analizan, desde una perspectiva
psicoanalítica, las diferencias entre las fobias y los estados de ansiedad. El autor describe a estos
últimos como síndromes que no incluyen un temor específico a un objeto o situación.
Los estados de ansiedad, para Coderch, darían cuenta de un tipo de personalidad en estado
permanente de tensión, con un rol protagónico de la preocupación y la anticipación ansiosa.
En el proceso fóbico, a través de un mecanismo defensivo de desplazamiento , el sujeto
proyecta los peligros y objetos persecutorios internos al mundo exterior, creando la
posibilidad de evitar la pretendida fuente de su ansiedad.
Por ejemplo, una persona que ha sido objeto de robo, en una determinada ciudad, puede
desarrollar una fobia la citada ciudad en vez de a los ladrones que son los verdaderos culpables del
suceso. Esta sintomatología se justificaría por el hecho de que los delincuentes son más difíciles de
ubicar espacio-temporalmente de forma concreta, mientras que si se desplaza la angustia y
frustración del robo a la ciudad en donde ocurrió, siempre es mucho más fácil no visitarla y evitarla.
La finalidad psicobiológica sería desplazar la carga de angustia a aquello más fácil de evitar o lo
que produce menos ansiedad o culpa según las situaciones.
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Teniendo presente la estructura subyacente del trastorno ansioso podríamos señalar los siguientes
puntos:
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Después de varias entrevistas, Juan describió algunos de los temores que habían estado presentes
a lo largo de toda su vida: extrema susceptibilidad a la crítica; sensación de que la gente en general
le detestaba; miedo a que su inteligencia fuera objeto de envidia; y en algunas ocasiones hasta
vestigios de un cierto pensamiento mágico que se manifestaba con ideas de que alguien le podía
haber echado un mal de ojo.
Su sensación paranoide también inmiscuía al terapeuta, temiendo que utilizara la información que
le estaba proporcionando de forma poco profesional y que, por tanto, se hiciera pública.
En la medida que el proceso psicoterapéutico se fue desarrollando, se hizo evidente que podíamos
hablar de un sujeto cuya ansiedad se conectaba con una patología del déficit, propia de las
estructuras limítrofes o psicóticas. La extrema fragilidad yoica del sujeto en análisis facilitaba un
colapso vital y una sensación de vivir ante un continuo ataque.
La ansiedad de este sujeto fue disminuyendo en la medida que fue capaz de vivir a su terapeuta
“como una madre lo suficientemente buena” para contenerle. La experiencia relacional en el marco
terapéutico supuso una corrección emocional que conllevo a que, poco a poco, su angustia fuera
disminuyendo.
Ya en las primeras entrevistas se vio que la vida de Maribel estaba fuertemente condicionada por
unos ideales, profesionales y morales, que le marcaban la actitud y conducta que debía mostrar en
sus diferentes facetas vitales. Junto con ello, Maribel mostraba una tendencia a la hiperactividad y
una preocupación continua por ser aceptada y valorada positivamente en sus relaciones sociales y
profesionales.
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Nuestro hombre tuvo un primer ataque de pánico en un restaurante comiendo con unos amigos.
Esta situación le desoriento profundamente y llenó de incertidumbre y miedo.
Se pudo ver en su proceso analítico como la identidad de este hombre estaba fuertemente
identificada con su papel como empresario (complejo de persona) Su pérdida de referencia en
el mundo profesional le había llevado a un colapso de su “sentido existencial” y una parálisis de sus
potencialidades creativas.
El análisis de los sueños y fantasías de Roberto fueron un revulsivo que le llevó a desatascar su
creatividad, haciendo posible un proceso de renovación en los que los ataque de pánico perdieron
su razón de ser.
7.6. Conclusiones
El síndrome ansioso, como también indicamos en el síndrome depresivo, es
una categoría diagnostica que necesita del soporte de otros conceptos, como
el de estructura, para poder ser preciso.
La ansiedad puede tener sentidos muy distintos, dependiendo de la
estructura de base del sujeto aquejado.
La terapia de la angustia y ansiedad requeriría de la valoración que dimensión
psíquica que necesita ser trabajada prioritariamente, sin que esto excluya la
importancia de valorar cada situación de forma muy específica.
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Tema 8
Winnicott (1955) diferencia los pacientes que han tenido cuidados suficientes y respuestas a sus
necesidades, cuyo sufrimiento actual es derivado de conflictos neuróticos, de los que han carecido
de esos cuidados, es decir que han sufrido un déficit reiterado en sus cuidados tempranos, por
fallas precoces del medio. El resultado es que estos pacientes no diferencian externo/interno, no
tienen noción de alteridad, carecen de espacio proyectivo y requieren de un analista que sea
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capaz de ejercer su profesión con las características de una madre suficientemente buena:
preocupada, constante, dedicada y sensible, Estos pacientes entrarían en la categoría de psicóticos
o de limítrofes.
Kohut (1977) diría que en las estructuras psicóticas sólo se puede desplegar la transferencia
objeto-self (que indica que el otro es una parte de uno mismo, no hay alteridad), indicando un
profunda lesión en la consistencia del sí mismo del psicótico.
David Rosenfeld (1998) caracteriza a los pacientes psicóticos como aquellos que pierden el
contacto con la realidad. Estos pacientes viven en diferentes momentos del tratamiento analítico,
estados emocionales muy primitivos o regresivos. Cuando esto ocurre dentro de la sesión, lo
llamamos transferencia entre paciente y terapeuta de tipo primitiva o regresiva. También se lo
denomina transferencia psicótica.
Nemirovsky (2009) cita una serie de características que nos ayudan a ampliar las ya descritas:
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Algunos de los criterios técnicos que pueden guiar la intervención clínica, una vez pasado el brote
agudo, serían los siguientes (Castillo, 2008):
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Lola es una mujer, de treinta y tres años, acude a la consulta con un cuadro aparentemente
psicótico, en el que el miedo y la angustia están determinando buena parte de su actividad vital.
Temores inespecíficos de ser atacada, pánico a volverse loca, alguna visión que describe con
mucha viveza, y muchas dificultades para comer y conciliar el sueño, son algunos de los síntomas
que trae al espacio terapéutico. Las etapas en el desarrollo del análisis fueron las siguientes:
Existía una fuerte identificación con el pretendido grupo de crecimiento personal. Amistad y
valores eran compartidos con este colectivo que estaba profesaba una marcada unidad. Lola había
convertido lo que entendía por crecimiento espiritual en una carrera de velocidad en la que no
podía perder tiempo, pues las experiencias le iban a iluminar y dar la profundidad necesaria para
ser feliz. Por otro lado su vida había sido presidida por una aparente normalidad, su trabajo como
funcionaria y una vida familiar sin grandes sobresaltos había marcado su realidad cotidiana.
Aparentemente había una buena relación con sus dos progenitores, aunque la relación con su
madre era descrita como entre dos polos: de un lado un cierto apego y cariño, y por el otro una
necesidad de distancia, pues describía a ésta como absorbente y muy dominante.
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Había tenido una relación de pareja hacía algunos años, en la que parece que las relaciones
sexuales y afectivas eran bastante gratificantes. Esta relación se fue apagando y llegado un cierto
momento hubo una separación acordada que llenó de cierta tristeza a Lola pero sin causarle
ningún daño adicional. En la actualidad ha mantenido varias relaciones puntuales pero sin haberse
consolidado ninguna.
Lo mismo que el bebé necesita el rostro de su madre para aplacar sus angustias básicas esta mujer
necesitaba del contacto con su terapeuta para amortiguar su despersonalización y confusión vital
(aunque esto se desarrollara a través del teléfono).
En esta etapa se utilizaron medidas psicopedagógicas en las intervenciones verbales para que la
paciente pudiera organizar su vida de forma mínimamente estructurada; pedir una baja laboral,
importancia de la comida y del sueño, seguir utilizando un somnífero prescrito por su médico,
supresión de cualquier trabajo experiencial (fuera a través de la meditación o cualquier taller que
modificara su consciencia), y el estar acompañada de un familiar el tiempo que durara la crisis
fueron algunas de las prescripciones que utilicé el tiempo que duró este periodo.
Durante este espacio se escucharon tanto los sueños como las fantasías de Lola pero como
elementos que orientaban en el análisis de su situación, no como material a interpretar y devolver.
Empezó a verbalizar que se encontraba muy bien y que posiblemente no le hiciera falta el seguir en
su análisis.
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Este material se fue convirtiendo en protagonista de una buena parte de su proceso analítico.
Aparecían sueños en los que su sombra de extrema extraversión y productividad jugaba un papel
fundamental. Su aparente posición hercúlea era una pura defensa contra sus sentimientos de
fragilidad y vacío.
Durante este periodo se analizaron numerosos sueños que permitieron ver lo que en su
inconsciente se iba “cociendo” a través de la construcción de significados sobre las imágenes
oníricas que iban apareciendo en su psique. Este hecho iba enriqueciendo su consciencia y
facilitando una cierta orientación acerca de determinadas posiciones frente a la vida.
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8.4. Concluyendo
El trabajo con las estructuras psicóticas requiere de una aproximación compleja que tenga en
cuenta diferentes dimensiones psíquicas así como diversos instrumentos terapéuticos. Algunos de
los puntos fundamentales a tener en cuenta son:
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Tema 9
A pesar de que Freud descubrió algunas de las propiedades de la cocaína, y llegó a consumirla
durante algún tiempo, la droga cuyo abuso estudió con mayor profundidad es el alcohol, al que
atribuye tres efectos psicodinámicos principales:
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La primera toma de droga incide sobre esta base como una experiencia mágica de liberación,
iniciándose así el círculo vicioso. Los sentimientos de omnipotencia infantil que acompañan la
relación oral placentera con la madre constituyen aspectos centrales de la formulación
teórica de Rado. Estos sentimientos son normalmente renunciados en el curso normal del
desarrollo del sujeto sano, pero en el preadicto se convierten en una dolorosa sensación de
impotencia y soledad, que le impide aceptar de manera realista sus limitaciones para buscar
relaciones interpersonales maduras.
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El abordaje psicodinámico actual ha ido cambiando de las premisas clásicas y centrando su interés
en:
Podríamos decir que, en un sentido genérico, los cuadros clínicos en los que predomina la
adicción corresponderían con la llamada estructura limítrofe de personalidad. En estas
estructuras, como hemos definido con anterioridad, existe una importante vulnerabilidad en la
base, pese que a nivel superficial el sujeto pueda aparentar cierta fuerza y consistencia.
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Por otra parte, cuando un consumidor activo de sustancias psicotrópicas lo hace por presión
ambiental, por moda social, como tratamiento médico, o incluso, para protegerse
psicológicamente de circunstancias sumamente estresantes, no lo consideraremos como un adicto
desde el punto de vista psicodinámico mientras la motivación para el consumo se mantenga
circunstancial y pueda desaparecer de manera fácil y permanente cuando la situación externa o la
propia decisión del sujeto así lo requieran.
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Esta mujer ha sido una reputada profesional, vinculada al mundo financiero, cuyo último trabajo
fue hace un año. Subsiste de unos pequeños ahorros y de lo que cobra del paro. En estos
momentos vive con su pareja, aunque dice tener muchos conflictos con ella.
Cuando relata fragmentos de su infancia lo hace con bastante pesar, describe a un padre muy
autoritario con problemas de alcoholismo y una madre bastante ausente, que se subordinaba a los
criterios de su marido.
Se pudo detectar una base bastante frágil en la estructura de esta mujer pudiendo ser
diagnosticada, de forma hipotética, como un trastorno limítrofe de la personalidad.
Sus asociaciones le llevaban a la desvalorización a la que fue sujeta por parte de la figura de su
padre y de cómo esto era consentido por su madre (que empezaba a relacionar con la figura dl
terapeuta).
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Un día María verbalizó que dejaba el grupo, enfatizando que era una decisión definitiva. El
terapeuta respetó su decisión pero, al mismo tiempo, interpretó su resistencia a elaborar la
ambivalencia familiar, mediante la huida y la evitación (dimensión psicodinámica), y como esto era
proyectado en el grupo y en la misma figura del terapeuta. Asintió dichas interpretaciones y le fue
posible elaborar esta compleja situación.
El terapeuta fue objeto de la proyección de dicha ambivalencia, pero, poco a poco, pudo ser
elaborado este paradójico sentimiento, dando paso a la consciencia de un complejo paterno
interiorizado (dimensión topográfica) que convertía a la paciente en muy crítica consigo mismo y
con los demás. Su consumo de cannabis, durante el tiempo anterior al comienzo de su terapia,
proporcionó a María una desconexión de sus conflictos psíquicos, estimulando una posición
regresiva que le llevó a la pasividad propia del bebé.
Cuando una persona empieza a salir de una parálisis vital de extrema gravedad es muy importante
medir los esfuerzos que puede realizar, pues siempre es factible encontrarnos con regresiones que
acrecienten alguno de los complejos que contribuyeron a crear el bloqueo existencial. En esta
situación es especialmente interesante el material que directamente proviene de lo inconsciente, a
través del análisis de los sueños.
El trabajo que realizó C. G. Jung sobre el mundo onírico nos permite ampliar la idea de lo
inconsciente hacia un terreno en el que la capacidad autorregulativa y la creatividad
adquieren un especial protagonismo (dimensión arquetípica).
María se encontró ante la posibilidad de presentarse a unas oposiciones. Este hecho era vivido por
la analizada como un estímulo muy útil para introducir “cierta organización” en su vida, pero al
mismo tiempo iba acompañado de mucha ansiedad y un cierto temor. Al poco tiempo de emerger
estas ideas y sentimientos tuvo el siguiente sueño:
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Las asociaciones de María fueron las siguientes: Examen, lo relaciono con el esfuerzo para
conseguir un fin. En el momento actual tengo muchas dificultades para poder de forma
disciplinada organizar mi preparación, aparece ansiedad y tensión; la terapia la asocio con un
proceso por el que estoy elaborando mis problemas y que me permitido salir del infierno de la
adicción. También pienso que el análisis se ha convertido en una fuente de conocimiento y
orientación.
¿No crees que lo inconsciente te indica la necesidad de adoptar una decisión relacionada con el camino
que debes adoptar en este momento de tu vida? Parece ser que el esfuerzo que estás realizando para
aprobar tu oposición va en detrimento de tu trabajo interior. A lo mejor necesitas bajar tu nivel de
presión y esperar a otro momento para presentarte a la oposición, centrando tu esfuerzo en el trabajo
analítico.
El sueño orientó a María a decidir qué camino seguir, en un momento vital en el que empezaba a
dar pasos fuera de una adicción que la mantuvo paralizada durante un importante periodo de su
vida.
9.4. Conclusiones
El trabajo con las personas que son presas de una adicción a sustancias tóxicas es una actividad
compleja y que tiene diferentes grados de gravedad dependiendo de ciertas características.
Algunas de ellas son:
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Glosario
Alianza terapéutica
Compromiso de la parte libre de conflicto del yo (analizado) con las reglas que supondrán el
proceso terapéutico. Esto supone la colaboración con el analista.
Arquetípico
Esquema básico de la psique del hombre que se configura como motivo universal y que se expresa
con la presencia de imágenes que han sido recogidas por tradiciones mitológicas y religiosas o en
el folklore y la leyenda.
Asociación libre
Técnica básica del proceso psicoanalítico por la que se invita al analizado a que diga todo lo que se
le ocurra a partir de un elemento dado, sea una imagen de un sueño, una palabra o cualquier otra
representación.
Capacidad empática
Es la capacidad que tiene el terapeuta de conectar con las necesidades de su paciente y de
responder adecuadamente a ellas. Esto permite al consultante tener la sensación subjetiva de ser
entendido.
Carácter
Es el conjunto de modos de reacción específicos de una personalidad, que se expresan en la forma
característica de caminar, la expresión facial, la postura o el modo de hablar. Para entender estas
características es necesario conocer las prohibiciones, inhibiciones pulsionales e identificaciones de
diferentes tipos a las que se ha visto sujeto el individuo.
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Compensación
Concepto desarrollado por la psicología analítica, que expresa la propiedad de la psique por la que
lo inconsciente compensa la unidireccionalidad de la consciencia (función teleológica). Su origen lo
encontramos en la obra de A. Adler, aunque limitado a la relación con el complejo de poder.
Complejo
En su origen es un concepto desarrollado por Ziehen y Lowenfeld referido a lo sentimentalmente
acentuado. Para la psicología analítica constituye un conjunto de representaciones o imágenes con
fuerte carga emocional, que pueden llegar a estar escindidas de la consciencia. Tienen en su núcleo
un arquetipo.
Complejo de persona
Para la psicología analítica este complejo se relaciona con la preocupación por la imagen social. El
sujeto poseído por este complejo identifica su identidad con el rol social que cree ejercer.
Consciencia
Parte de la psique conformada por pensamientos, recuerdos y sentimientos a los que tenemos fácil
acceso. También podemos definir a la consciencia como la instancia básica que permite relacionar
nuestro mundo interno con el exterior.
Contratransferencia
Conjunto de las reacciones inconscientes del analista frente a la persona del analizado y,
especialmente, frente a la transferencia de éste.
Creatividad de lo inconsciente
Propiedad fundamental de lo inconsciente, para la psicología analítica, que podemos ver reflejada
en el hecho de que el material onírico nos aporta soluciones creativas a diferentes conflictos
conscientes.
Culpabilidad
Complejo básico tanto para el psicoanálisis, que lo atribuye a una de las instancias del inconsciente
(el superyó), como para la psicología analítica. Se define por la sensación de responsabilidad del
sujeto en la producción de pensamientos, sentimientos, actitudes o conductas que considera
negativas o moralmente reprobables.
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Cuestionarios
Un cuestionario es un instrumento de investigación que consiste en una serie de preguntas y otras
indicaciones con el propósito de obtener información de los consultados. Es un instrumento
utilizado fundamentalmente en la terapia cognitivo-conductual.
Desplazamiento
Mecanismo de defensa por el que el interés y la intensidad de una representación se trasladan a
otra originariamente poco intensa, aunque unida por una cadena asociativa a la primera
Dimensiones
Diversos niveles de la realidad psíquica. Podemos distinguir las siguientes: topográfica;
psicodinámica; abreactiva; relacional; y arquetípica.
Entrevista
Proceso en el que intervienen dos o más personas, a través de un medio generalmente oral, en el
que existen dos roles diferenciados: entrevistador y entrevistado. Uno de los objetivos clínicos
fundamentales de la entrevista es el servir de técnica de evaluación o diagnóstico.
Estructura
La estructura es un conjunto de elementos internos que suponen el núcleo fundamental de la
personalidad del sujeto (son como los cimientos de una construcción). La estructura es continua y
persistente, aunque no exenta de cambios a partir de las diferentes experiencias vitales del sujeto.
Finalista
Postura defendida por la psicología individual y la analítica que mantiene que los procesos
psicológicos tienden hacia un fin, la individuación.
Hermenéutico
Referente a la interpretación simbólica.
Ideales yoicos
Modelos a los que el individuo intenta adecuarse. En un sentido genérico, provienen de las
identificaciones parentales.
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Imaginal
Término utilizado por la psicología arquetipal para describir la realidad imaginativa.
Identificación proyectiva
Término introducido por Malanie Klein para designar un mecanismo que se traduce por fantasías
en las que el sujeto introduce su propia persona, en su totalidad o en parte, en el interior dl objeto
para dañarlo, poseerlo o controlarlo.
Imaginación activa
Método desarrollado por Jung para mantener un diálogo activo con lo inconsciente en estado de
vigilia.
Inconsciente personal
Parte de la psique inconsciente individual que se encuentra condicionada por la historia del sujeto.
Inconsciente colectivo
Parte de la psique que tiene una matriz impersonal y nos une como especie humana.
Individuación
Proceso de diferenciación psicológica que favorece el desarrollo de la personalidad individual,
modelado por el ideal arquetípico de la totalidad.
Interpretación
Intervención verbal del psicoanalista mediante la cual se le indica al analizado un contenido
inconsciente.
Interpretación sueños
En la visión clásica freudiana el sueño satisface el deseo de forma encubierta. En la visión junguiana
se convierte en un compensador de la unidireccionalidad de la consciencia.
Libido
Energía psíquica. Concepto que en su origen utiliza Freud para referirse a la energía sexual, y que
será ampliado por Jung al utilizarlo como referente de la energía psíquica general.
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Posición depresiva
Según M. Klein, tipo de relaciones de objeto consecutivo a la posición paranoide, comienza
alrededor del cuarto mes de existencia del bebé. Este periodo se caracteriza porque el niño es
capaz de aprehender a la madre como objeto total, integrando sus vivencias buenas y malas.
Posición esquizo-paranoide
Según M. Klein corresponde a ciertos aspectos de la vida mental del ser humano, durante los tres o
cuatro primeros meses de vida, donde predominan relaciones objetales parciales con un sadismo
intenso y una ansiedad predominantemente persecutoria, paranoide y confusional.
Psicodinámica
Orientación psicológica que recalca el papel de la conflictividad intrapsíquica como sustento de la
sintomatología patológica. Es de vital importancia el concepto de lo inconsciente como parte
fundamental del conflicto.
Psicoanálisis
Corriente psicológica fundada por S. Freud y que tiene como base de su formulación la existencia
de un inconsciente personal provocado por la represión. Se funda en la denominada teoría sexual
freudiana.
Psicología analítica
Práctica terapéutica que inicio C.G. Jung y que se articula alrededor de la noción de lo inconsciente
colectivo, cuya matriz fundamental es el arquetipo. El inconsciente personal está ligado a su
concepción del complejo.
Psicoterapia
En un sentido amplio, todo método de tratamiento de los desórdenes psíquicos o corporales que
utilice medios psicológicos y en especial la relación del terapeuta con su paciente.
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Psique
Procedente del griego psyché y que podemos traducir como alma. En la cosmovisión griega el
alma designaba la fuerza vital de un individuo. Para la psicología moderna sería un concepto que
define la totalidad de los procesos psicológicos.
Proyección
Mecanismo por el cual el sujeto saca o expulsa de sí y sitúa en el otro (persona o cosa) cualidades,
sentimientos o deseos. Las cualidades proyectadas hacen referencia tanto a material personal
como arquetípico.
Regresión
Proceso psíquico por el que se retorna de un punto dado a otro previo. Tanto para el psicoanálisis
como para la psicología analítica, puede convertirse en un proceso defensivo o, por el contrario,
puede tratarse de una necesidad de volver a la fuente del conflicto para solucionar lo que quedó
inconcluso y, a partir de ahí, alumbrar el desarrollo de una nueva cualidad psíquica.
Represión
Concepto fundamental en el discurso psicoanalítico, en virtud del cual el sujeto rechaza de su
consciencia representaciones que le generan cierta conflictividad. En el discurso psicoanalítico
clásico lo reprimido tiene que ver con el mundo pulsional.
Relaciones objetales
Término utilizado con gran frecuencia en el psicoanálisis contemporáneo para designar el modo de
relación del sujeto con su mundo. Esta definición incluye la relación del sujeto con otros sujetos.
Segunda tópica
Mapa del aparato psíquico descrito por Freud y que se configura con tres instancias: el ello
(pulsiones), el yo (mecanismo regulador de lo exterior y lo interior, con su sistema de defensas) y el
superyó (conciencia moral e ideales del yo).
Sí-mismo
Para el psicoanálisis es sinónimo de la identidad personal. Para la psicología analítica representaría
el arquetipo de la totalidad, relacionado con la capacidad autorregulativa de la psique (la
psicología analítica utiliza Sí mismo, de forma habitual, con mayúsculas).
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Sombra
Término empleado por Jung para describir los rasgos y actitudes que el yo no acepta como propios
y habitualmente proyecta en otros sujetos.
Técnicas proyectivas
Prueba de diagnóstico psicológico que se basa en la proyección que un sujeto hace de aspectos de
su personalidad cuando interpreta estímulos no estructurados (manchas de tinta, pinturas
abstractas, etc.) o cuando realiza una actividad creativa (dibujar un árbol, dibujar una figura
humana, dibujar una rosa, etc.).
Teoría sexual
Concepción que constituye la infraestructura fundamental del psicoanálisis.
Terapia de conducta
Es una forma de tratamiento psicológico derivada del enfoque experimental. Uno de sus núcleos
teóricos fundamentales es la relación entre el condicionamiento y el aprendizaje. Su aplicación
técnica se centra en la detección de las conductas patológicas y su modificación.
Terapia cognitivo-conductual
Es el enfoque terapéutico proveniente del encuentro de la psicología cognitiva y la terapia
conductual. Suelen combinar técnicas de reestructuración cognitiva, de entrenamiento en
relajación y otras estrategias de afrontamiento y de exposición.
Terapia de familia
Se trata de un reconocido enfoque psicoterapéutico dirigido principalmente al sistema familiar
como unidad social. Uno de los enfoques más importantes de la terapia familiar es el sistémico.
Este enfoque prima el análisis y la incidencia de ciertas pautas comunicativas en el entorno familiar.
Terapia humanista
La psicología humanista es una escuela que pone de relieve la experiencia no verbal y la
importancia del trabajo directo con las emociones. Entre sus técnicas puede utilizar ciertos
ejercicios psicocorporales, como los utilizados por la bioenergética.
Transferencia
Concepto desarrollado por el psicoanálisis y que define un tipo de proyección que surge en el
encuentro terapéutico, por la que el paciente inviste al terapeuta de cualidades referidas a los
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progenitores del sujeto analizado. La psicología analítica, a diferencia del psicoanálisis, enfatiza el
hecho de la activación del material arquetípico en el espacio analítico, por lo que junto a la realidad
individual aparece la transpersonal.
Transferencia especular
Transferencia por la que el paciente identifica al analista como un entorno nutricio. Esto crea en el
analizado el sentimiento de que es visto, reconocido y acompañado.
Transferencia objeto-self
Transferencia propia de los pacientes narcisistas por la que el analista es tratado como una
extensión de su propio sí mismo.
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Enlaces de interés
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GRADIVA ( Associaciód'EstudisPsicoanalítics).
www.gradivabarcelona.org/
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Módulo de Formación Psicológica Fundamental
El diván.
http://blogs.periodistadigital.com/eldivan.php/
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Ediciones Atalanta.
http://edicionesatalanta.com/
Editorial FataMorgana.
www.fatamorgana.com.mx/
Editorial Kairós.
www.editorialkairos.com/
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147
Módulo de Formación Psicológica Fundamental
Editorial Manuscritos.
www.manuscritos.com/
Editorial Siruela.
www.siruela.com/
Editorial Trotta.
www.trotta.es/
Spring Publications.
www.springpub.com/
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Agradecimientos
Consultor Departamento de
Dr. D. Javier Castillo Metodología e Innovación
Colomer
Coordinadora
Dª Mercedes Romero Rodrigo
Diseñadores
Dª Carmina Gabarda López
D. Jorge García Meneu
Dª Cristina Ruiz Jiménez
Dª Sara Segovia Martínez