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● Las dificultades económicas, políticas y sociales que se presentaron para

dar el paso a la modernidad en el Perú luego de la independencia y la


creación de la República.
● La condición semifeudal de la región andina y el accionar de la
oligarquía a inicios del siglo XX, y su impacto en el desarrollo del
Perú y en el surgimiento de los partidos políticos de masas
(socialismo y aprismo), y sus diferentes propuestas.

2) Antecedentes históricos: La Patria Nueva (1919-1930)


▪ Supuso el fin de monopolio político de la oligarquía civilista.
▪ Abrió las puertas del país a la penetración del capital norteamericano que,
desde entonces, se volvió hegemónico.
▪ Desde los años 20 el crédito externo se convirtió en una modalidad de
relación entre USA y Latinoamérica.
▪ Leguía utilizó masivamente el endeudamiento externo (duplicó la deuda
externa), para realizar obras públicas, que fueron la base de su legitimidad
social y política .Impulsó el crecimiento de la burocracia.
En esta coyuntura surgen los primeros partidos de masas
antiimperialistas (Socialista y Apra).
La oligarquía en el Perú

A diferencia de lo que ocurrió en la mayoría de países de América Latina, en el


Perú, el proceso oligárquico se inició tardíamente, y por ello nuestro país tuvo a la
oligarquía más duradera del continente, pues debemos recordar que fue el Gobierno
de Velasco Alvarado (recién a fines de los sesenta) el que terminó por quebrarle el
espinazo a la oligarquía nacional (Pease García). No obstante ello, podemos dividir
al proceso oligárquico peruano en tres grandes etapas (Corvetto Salinas):

1) Primera etapa (1890-1930): la oligarquía ejerce hegemónicamente y de manera


directa el poder político (a través del Partido Civil) y económico.

2) Segunda etapa (1930-1968): la oligarquía ejerce el poder “desde el balcón”, es


decir, conserva su poder económico intacto, pero ejerce el poder político de manera
indirecta, por intermedio de caudillos civiles y militares a quienes apoya y financia.
Recordemos que el gobierno de Augusto B. Leguía se había encargado de liquidar
políticamente al Partido Civil (el partido de los oligarcas). Por eso se dice que la
oligarquía en esta segunda etapa se vio obligada a gobernar “desde el balcón”.

3) Tercera etapa (1968-1990): la oligarquía ha sido prácticamente extinguida, sin


embargo, muchas familias y grupos que la conformaron, lograron preservar ciertas
cuotas de poder económico que años más tarde les permitieron convertirse en
actores del proceso político con capacidad de presión y acción.
Características de la oligarquía en el Perú

Como ya lo señalara anteriormente, la oligarquía peruana fue la última en aparecer


en nuestra región. Así, en el caso de nuestro país, la oligarquía surgió a fines del
siglo XIX durante el gobierno de Nicolás de Piérola y estuvo formada por un grupo
aproximado de 25 familias (la oligarquía estaba compuesta por las familias limeñas
que semana a semana socializaban en el “Club Nacional”). Del mismo modo,
nuestra oligarquía presentó una marcada influencia europea y tuvo como actor
político al Partido Civil (fundado por Manuel Pardo y Lavalle en 1872) y como
actores sociales y económicos a los terratenientes, quienes gracias a sus lazos de
parentesco y familiaridad, forjados a lo largo de los años, lograron fortalecer
endógenamente su poder político. Finalmente, podemos decir que en el caso
peruano, la oligarquía presentó tres ámbitos centrales de desarrollo: 1) En Lima, fue
el Club Nacional el espacio predilecto de los oligarcas; 2) En la costa norte, la
oligarquía estuvo representada por los terratenientes del azúcar y la caña; y 3) En la
sierra sur, la oligarquía estuvo conformada por los terratenientes vinculados al
negocio de la lana.
El análisis de la constitución de la oligarquía paceña en la últimas décadas del siglo
xix, realizado por Roberto Laura (1988), concluye sosteniendo que la oligarquía no
fue una clase dirigente por su dependencia del capital extranjero, su incapacidad
para articular a otras clases sociales en torno a sus objetivos y en tercer lugar
“porque carecía de un sustrato cultural común con las clases populares”. Conclusión
última que nos interesa particularmente, surge empero sin el correspondiente
respaldo analítico y documental propio del campo específico, constreñido como se
encuentra el estudio al de por sí amplísimo tema de la producción y la economía
regional. A continuación, añade Laura que, la oligarquía se resignó simplemente a
su rol de clase dominante respaldándose básicamente en la violencia y sirviendo de
intermediaria a la dominación externa. A “ello se añade el escaso interés por
desarrollar la cultura nacional, lo que implica una pobreza y alienación en la vida
cultural de las capas letradas del siglo xix, a pesar del apogeo económico que vivió
el país...” (Laura, 1988: 152).

1) de la independencia en el Perú señalando como tales la disminu- ción de la


producción minera y agraria del país, la desaparición de la aristocracia
colonial asentada en las principales ciudades y la sustitución de la
dominación española por la británica.

Migración, modernidad e individualización social


La expansión del individualismo social en el Perú se relaciona directamente con la
migración masiva de las poblaciones indígenas, con la fundación de barriadas
urbanas, la difusión de la informalidad, la esperanza del progreso y la presencia de
valores colectivos andinos. Esta dinámica tiene como punto culminante la crisis del
Estado oligárquico.

Crisis que se traduciría en la desarticulación de las relaciones serviles y


semiserviles, la desintegración de las estructuras de la autoridad local y estatal
ligadas al poder de la burguesía y los terratenientes señoriales, como resultado de
la masiva movilización de los campesinos indios en el período 1957-1969 y de las
medidas de redistribución de tierras de la reforma agraria entre los años 1969 y
1975. La transformación de la ciudad y del mundo andino se expresó en el proceso
de movilidad espacial de los Andes a la ciudad o de los Andes a Lima. La migración
tuvo características estructurales muy intensas, no solo en el desplazamiento
individual de la población de la sierra a la costa - también representó el comienzo de
una dinámica de modernización que contribuyó a modificar el orden oligárquico y a
desarrollar la sociedad nacional del Perú del siglo XXI.

En ese sentido, la migración significó una decisión moderna del campesino


migrante, de aventurarse a lo desconocido revelando una fe por el futuro. Algunos
autores desarrollan la categoría de “sujeto migrante” (Cornejo-Polar, 1995) o
consideran al acto de migrar como un proceso de liberación moderna de la
subjetividad en el Perú (Franco, 1991, p. 45-6). La migración era la realización de
una trayectoria individual y formaba parte del proceso de movilidad social del campo
a la ciudad. Implicó la constitución de la idea de progreso en las personas, modificó
radicalmente la mentalidad estamental que concebía la vida como autárquica,
estática y perdurable en el largo tiempo. La búsqueda de progreso y desarrollo de la
autonomía individual orientaría un itinerario lleno de incertidumbre, sacrificios,
penalidades y esfuerzos de las personas por salir adelante en la ciudad (Adams;
Valdivia, 1991). Desde entonces, la subjetividad del cholo y del mestizo migrante se
individualiza, rompe paulatinamente con la posición indígena que no contaba como
individuo en el régimen oligárquico, simplemente era un miembro más del orden de
la comunidad o pueblo. La gestación del individualismo supuso un cambio cultural
modernizante, representó la esperanza del progreso de los migrantes porque
anunció la liberación de los individuos de sus ligamentos estamentales y,
primordialmente, les permitió imaginar una trayectoria biográfica signada por la
autonomía personal.

El migrante encuentra en la ciudad, en especial de Lima, una sociedad que los


margina y excluye - al llegar no solo carecerá de recursos económicos y materiales,
sino se enfrentará a una cultura oligárquica distinta. En gran parte, las ciudades de
la costa peruana y Lima eran ciudades fracturadas y fragmentadas, marcadas desde
sus orígenes coloniales por la segmentación y diferenciadas étnicamente entre
indígenas, mestizos y negros, frente a los citadinos de origen criollo-blanco que se
encontraban en la cúspide del poder. Las ciudades de los cincuenta y sesenta
marginaban a los migrantes y los condenaban a vivir en asentamientos humanos, en
los márgenes de la ciudad. Lo indígena es menospreciado y discriminado por la
cultura criolla hegemónica. En esas condiciones, el campesino migrante llega con su
único capital simbólico, la cultura andina, trae consigo una ética del trabajo y las
relaciones comunitarias. No se trata solo de un hecho económico, sino
principalmente de que la cultura andina, en particular la instancia comunitaria,
socializa a sus miembros en actitudes orientadas a la colaboración y minimiza los
riesgos que de otro modo tendrían que enfrentarse únicamente en forma aislada,
factor central en la movilización de esfuerzos de los campesinos o migrantes para
dar una respuesta al mercado y a la sociedad (Bonilla, 2005).

En condiciones de marginación y exclusión social del migrante en las ciudades


principales del país y dotados de una cultura andina, la informalidad2 será el
mecanismo que permitirá al cholo apostar por el anhelado progreso. En términos
más concretos, la informalidad es la respuesta social del migrante para lograr
sobresalir en la ciudad en un contexto de exclusión, violencia y pobreza. La
informalidad no solo representa la formación de un negocio y la pequeña propiedad
en condiciones de ilegalidad, fundamentalmente significa el medio para hacer frente
a la lógica del patrón-cliente, a la marginación étnico-racial de las élites oligárquicas,
al impedimento de participar en la sociedad del Perú “oficial”, a la negación de los
derechos ciudadanos, a la dominación, violencia permanente y condena de vivir en
la pobreza. La cultura excluyente oligárquica fue respondida, en buena medida, por
una cultura de la informalidad contra la autoridad. La discriminación y exclusión dio
lugar al desacato del mundo de la informalidad. El migrante recrea “espacios
seguros” para “separarse, apartarse” y donde la sociedad oligárquica “no pueda
acceder” fácilmente, lo avasalle y someta (Zibechi, 2015, p. 115), deja de lado las
pautas definidas por la ley o las normas oficiales y las transgrede para actuar en un
mundo informal diferenciado, que involucra relaciones que se deslizan en un
abanico de posibilidades que van de lo formal, lícito y legal a lo informal, ilícito e
ilegal. El mundo informal permite, así, afrontar la exclusión oligárquica de
explotación clasista y discriminación racial.

La informalidad se apoya en los recursos culturales de origen andino y en las


nuevas pautas mercantiles que ofrece la ciudad para salir adelante y no caer en la
sola desorganización social. La informalidad conserva mucho de la antigua cultura
andina en el medio urbano, dispone de una ética del trabajo ancestral, recrea las
relaciones de paisanaje, relaciones comunales y de solidaridad. De igual manera, la
informalidad es la utilización de la “tremenda energía… disciplina, capacidad de
trabajo y de las técnicas de trabajo y de las reglas de mercado” (Quijano, 2009, p.
44), de la expansión de la pequeña propiedad y de formas empresariales. En ese
sentido, la difusión de la pequeña producción informal delimita el individualismo
cholo que permitió romper con la cultura estamental que condenaba la vida indígena
a la sola búsqueda de la sobrevivencia y a la negación de toda aspiración de
riqueza. Las poblaciones migrantes en los asentamientos humanos de las ciudades
pueden transgredir y enfrentar la sujeción oligárquica, tejer nuevos lazos personales
fundados en valores comunales andinos y en el aprendizaje de los patrones de
trabajo y del mercado, pero que desarrollan, sobre todo, una mentalidad sustentada
en la demanda constante del interés propio.

Paralelamente, en la sociedad de las barriadas, la experiencia individual empezaba


a organizarse en función de pautas relativamente estables, de largo plazo y
racionales del trabajo duro, el tiempo se definía por los avances de la edificación de
la vivienda estimada en un promedio de 15-20 años (Riofrío; Driant, 1987, p. 73-8),
llevado bajo la forma de autoconstrucción, con intervención de la familia y de la
comunidad vecinal. En las barriadas, las personas orientaban su consumo según
sus necesidades y disponibilidades económicas, si se deseaba algo o construir la
vivienda, había que esperar, se buscaba tener ahorros y tenían que trabajar duro, el
consumo se alineaba según las posibilidades de las personas. Los individuos
orientaban su consumo no solo como un acto de compra sino, fundamentalmente, lo
definían según el manejo minucioso de sus necesidades, recursos detentados y del
valor de las gratificaciones postergadas. Se trataba del predominio de una evidente
racionalidad que seguía la lógica del Homo economicus, basada en el cálculo de los
medios indispensables para lograr el mejor resultado (Mejía, 2014). La constitución
del individualismo tiene uno de sus ejes centrales en la racionalización de la
conducta de la vida de los migrantes andinos que supone la elección de la ética del
trabajo como medio esencial para llegar a un fin determinado: el progreso, que
tiende a dejar de lado gradualmente la cultura del sufrimiento fatalista del
gamonalismo y el impulso milagroso de la religiosidad en el destino de las personas
(Portocarrero, 2007).

La formación del individualismo social en los barrios populares y las barriadas no


solamente fue el resultado del fenómeno migratorio, sino que, lo más importante, la
población migrante comienza a redefinir el carácter de la propia sociedad. Las
nuevas comunidades urbanas se transformaron en el estilo de vida preponderante
de las ciudades, sedes de las nuevas clases medias y populares emergentes del
país y en donde se desarrollará un proceso de mestizaje que modificará todo el
panorama social del país3. Paralelamente, la población de origen andina asentada
en barrios precarios delimitará un proceso de autonomía política, la búsqueda de
derechos sociales y el desarrollo de una identidad que se definirá como el proceso
de cholificación (Quijano, 1980). Era la cultura que se basaba en la realización de
los individuos por medio del trabajo - se quería empleo y familia, pero a la vez se
aspiraba al bienestar de la comunidad, el bien común asociado a la organización y
participación barrial, que se expresaba en querer hacer de los asentamientos
humanos barrios integrados a la ciudad, así, el interés de las personas pasaba de lo
individual a lo claramente social. La cholificación era parte de un proceso de
conquista de un espacio de formación de la ciudadanía, desarrollo de una
comunidad nacional4 y expansión de una forma de individualización de la sociedad
peruana.

En el Perú, el individualismo social es resultado de la transformación societal y de


los avatares del propio sujeto migrante en las barriadas de las ciudades, es parte de
la movilización de la población andina y muy poco tiene que ver con el desarrollo
“institucional” oligárquico previamente existente. En la sociedad peruana de los
sesenta se desarrolló un individualismo social cholo, constituyéndose directamente
por impulso de la migración andina masiva que trajo la creencia en el progreso
personal, la herencia cultural comunal en la formación de las barriadas, la difusión
creciente de la pequeña propiedad informal y la confianza racional en el trabajo duro
para salir adelante.
fuentes:
https://agoraabierta.lamula.pe/2013/11/02/la-oligarquia-en-el-peru-y-america-latina/
rafaelrodriguez/
https://books.openedition.org/ifea/7424?lang=es
https://www.scielo.br/j/soc/a/Xgjq5LGznMzpc9Ts7zwJZWy/
https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/historica/article/download/3849/3823/
#:~:text=de%20la%20independencia%20en%20el%20Per%C3%BA%20se
%C3%B1alando%20como%20tales%20la,dominaci%C3%B3n%20espa%C3%B1ola
%20por%20la%20brit%C3%A1nica.

● Las dificultades económicas, políticas y sociales que se presentaron para


dar el paso a la modernidad en el Perú luego de la independencia y la
creación de la República.
● La condición semifeudal de la región andina y el accionar de la
oligarquía a inicios del siglo XX, y su impacto en el desarrollo del
Perú y en el surgimiento de los partidos políticos de masas
(socialismo y aprismo), y sus diferentes propuestas.

1) TITULO: Economía, política y sociedad en la modernidad en el Perú.


Introducción: (sin parafraseo) La expansión del individualismo social en Perú se
relaciona directamente con la migración masiva de las poblaciones indígenas, la
fundación de barriadas urbanas, la difusión de la informalidad, la esperanza del
progreso y la presencia de valores colectivos andinos. Esta dinámica culminó en la
desarticulación de las relaciones serviles y semiserviles, la desintegración de las
estructuras de la autoridad local y estatal ligadas al poder de la burguesía y los
terratenientes señoriales, y la transformación de la ciudad y del mundo andino. La
migración también representó una dinámica de modernización que contribuyó a
modificar el orden oligárquico y a desarrollar la sociedad Algunos autores
desarrollan la categoría de “sujeto migrante” (Cornejo-Polar, 1995) o consideran al
acto de migrar como un proceso de liberación moderna de la subjetividad en Per. La
migración era la realización de una trayectoria individual y formaba parte del
proceso de movilidad social del campo a la ciudad. La búsqueda de progreso y
desarrollo de la autonomía individual orientó un itinerario lleno de incertidumbre,
sacrificios, penalidades y esfuerzos de las personas por salir adelante en la ciudad.
Desde entonces, la subjetividad del cholo y del mestizo migrante se individualiza,
rompe paulatinamente con la posición indgena que no contaba como individuo en el
régimen oligárquico, simplemente era un miembro más del orden de la comunidad o
pueblo. La gestación del individualismo supuso un cambio cultural modernizante,
representó la esperanza del progreso de los migrantes porque anunció la liberación
de los individuos de sus ligamentos estamentales y, primordialmente, les permitió
imaginar una trayectoria biográfica signada por la autonomía personal.
(paráfrasis) La expansión del socialismo peruano está directamente relacionada con
la migración a gran escala de la población local, la base de la comunidad de la
ciudad, la comunicación informal, la esperanza del progreso y la existencia de
valores colectivos. Esta dinámica, que finalmente conduce a la esclavitud y al
mantenimiento parcial del colapso, la estructura de poder burgués y la solemne
disolución de la estructura del propietario y la estructura de la institución estatal y la
transformación de la ciudad y los Andes. La inmigración también fue una fuerza
modernizadora que ayudó a transformar el orden oligárquico y desarrollar la
sociedad. Algunos autores han desarrollado la categoría de “sujeto inmigrante”
(Cornejo-Polar, 1995) o considerado el acto migratorio como un proceso de
emancipación de la subjetividad en el Perú contemporáneo. La migración es la
realización de trayectorias individuales y forma parte del proceso de movilidad social
del campo a la ciudad. La exploración del progreso y el desarrollo de la autonomía
individual guían el camino humano de incertidumbre, sacrificio, penuria y esfuerzo
por salir adelante en la ciudad. Desde entonces, la subjetividad de los híbridos cholo
e inmigrante se ha individualizado, rompiendo paulatinamente el estatus de los
nativos del régimen oligárquico, quienes no son considerados como individuos, sino
simplemente como miembros de la sociedad o del orden urbano. El embarazo del
individualismo significa el cambio cultural contemporáneo y es la promesa del
progreso inmigrante, pues proclama la emancipación de los individuos de los lazos
de clase y, sobre todo, les permite imaginar un camino de vida caracterizado por la
autonomía personal.
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