Inmigrantes Rusos y Cultura Política Euroasiática en Argentina: La Revista Tierra Rusa, 1941-1943
Inmigrantes Rusos y Cultura Política Euroasiática en Argentina: La Revista Tierra Rusa, 1941-1943
Inmigrantes Rusos y Cultura Política Euroasiática en Argentina: La Revista Tierra Rusa, 1941-1943
Resumen: Abstract:
Este artículo recompone y analiza la conformación This article reconstructs and analyzes the confor-
del pensamiento euroasiático en la Argentina mate- mation of the Eurasian thought in Argentina mate-
rializado a través de la práctica editorial llevada a rialized through the publishing practice carried out
cabo por un grupo de inmigrantes rusos antibol- by a group of anti-Bolshevik Russian immigrants.
cheviques. La revista que editaron entre 1941 y The magazine they edited between 1941 and
1943, Tierra Rusa, experimentó un acercamiento 1943, Tierra Rusa, experienced an approach to the
hacia el régimen soviético como consecuencia de la Soviet regime as a result of the Nazi invasion to the
invasión nazi a la Unión Soviética. Para ello los Soviet Union. For this, the editors tried not to fall
editores procuraron no caer en contradicciones into historical, philosophical and political contradic-
históricas, filosóficas y políticas al promover desde tions by promoting from its pages the coexistence
sus páginas la convivencia entre el idealismo y el between idealism and pragmatism of the Russian
pragmatismo del comunismo ruso. En esta opera- communism. In this intellectual operation, they put
ción intelectual pusieron en primer plano aquellas in the foreground their own “pro-Asian” and “anti-
marcas propias del carácter “pro-asiático” y “anti- European” characteristics contained in the overall
europeo” contenidos en el desarrollo general de la development of Stalin’s policy.
política de Stalin.
Recibido: 01/03/2016
Evaluación: 14/07/2016
Aceptado: 30/10/2016
P
roducida íntegramente por miembros de la colectividad rusa de Buenos Ai-
res, la revista quincenal Tierra Rusa estaba, no obstante, destinada al público
de la Argentina en general. Por tal motivo, la lengua en que se editaba no era
el ruso sino el castellano. En opinión del comité editorial, el desconocimiento
imperante en América Latina respecto de Rusia y su pueblo se traducían en
una serie de presupuestos carentes de fundamento, originados, principalmen-
te, en una incorrecta comprensión de la Rusia soviética del momento. La Argentina no esca-
paba a estos defectos de interpretación de los problemas propios de la realidad rusa, motivo
por el cual Tierra Rusa se adjudicaba la misión de emprender, amparados en la objetividad
que se obtiene de emprender dicho análisis “sin ningún tinte político”, el “doble deber pa-
triótico”1 de enseñar al pueblo argentino cuáles eran la naturaleza y las características de su
pueblo ruso. Era también por ello que en el número inicial la redacción se comprometía a
brindar respuestas a todas “las preguntas que los lectores de la revista puedan hacerle sobre
la Rusia de antaño y la actual”.2
Toda revista fundada con intenciones político-intelectuales se halla atada a la duración y a
la suerte que corre aquella coyuntura que anima su aparición, y en este sentido los consejos
editoriales asumen que se encuentran participando en la política cultural de la sociedad a la
que está destinada la publicación.3 Tras mencionar la buena recepción que tuvo el número
inicial de la revista entre los amplios sectores democráticos de la Argentina, el editorial del
segundo número plasmaba cuáles eran las expectativas de los miembros del comité editorial:
∗ Este trabajo fue parcialmente realizado como parte del Proyecto UBACyT “La emigración rusa en la Argentina
3 SARLO, B., “Intelectuales y revistas: razones de una práctica” (pp. 9-16), América. Cahiers du CRICCAL 9 (1),
1992; Cf. PASTERNAC, N., Sur: una revista en la tormenta. Los años de formación: 1931-1944, Buenos Aires, 2002, p. 7.
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cabo, y por lo tanto ningún rótulo político así como ningún adjetivo al que no sea añadi-
do la palabra ARGENTINO, nos dejaría completamente satisfechos”.4
Extendiendo su existencia entre diciembre de 1941 y marzo de 1943, Tierra Rusa dejó en su
haber 30 números publicados. La extensión de cada número osciló entre las 24 y las 28 pági-
nas y, en su intención de lograr la conformación de un público constante, ofreció siempre la
posibilidad de realizar suscripciones anuales. La periodicidad quincenal experimentó tan
sólo una breve interrupción a lo largo de estos más de dos años, ocurrida entre los números 3
y 4. La misma se debió al traslado de las oficinas de Tierra Rusa al centro de la ciudad de
Buenos Aires, abandonando el domicilio de La Rioja 4167 en Olivos, y ubicándose en Sar-
miento 470. En ese mismo momento se produjo también el encarecimiento del papel que ele-
vó el precio de cada ejemplar de 10 a 20 centavos.5 Los artículos versan de manera unánime
en torno a diversas cuestiones del pasado y del presente rusos, y en ellos predomina de
manera inexorable una perspectiva idealista. Muchos eran los inmigrantes rusos que vivían
en la Argentina desde hacía varios años al momento de empezar a editarse la revista Tierra
Rusa. No es de extrañar, entonces, que al encontrarse ellos mismos ajenos al conocimiento
directo de los datos de la realidad concreta que pretendían comunicar, quedaran atados al
idealismo que pregonaba la corriente eslavófila de sus orígenes a mediados del siglo XIX y
de la cual el euroasiatismo fue un desprendimiento. La historiografía europea ha tendido a
señalar que la filosofía euroasiática registró su existencia dentro de los límites precisos de un
puñado de ciudades europeas —París, Praga, Berlín, Bruselas y Belgrado— en las cuales
semanalmente los emigrados rusos realizaban seminarios y publicaban el periódico Chronicle
y la revista literaria Versty,6 quedando sus manifestaciones extinguidas a comienzos de la
década de 1930 y reapareciendo en el horizonte filosófico-político recién al despuntar la
década de 1990.7
No obstante, se advertirá en este trabajo la presencia de un grupo de origen ruso en la Ar-
gentina que se autorreconocía euroasiático y desarrollaba de manera orgánica su proyecto
político y cultural a partir de la aparición de Tierra Rusa. Se trataba de la primera de una serie
de publicaciones periódicas cuya línea editorial sería continuada en las revistas Calvario Ruso
y Unión Eslava. Animadas en todos los casos por el espíritu crítico de su principal mentor, el
inmigrante ruso Pablo Schostakovsky, estas publicaciones periódicas harían desde Buenos
Aires una adaptación del pasado euroasiatismo europeo combinándolo con algunos elemen-
tos políticos centrales suscitados por la Segunda Guerra Mundial. Tierra Rusa se planteaba un
objetivo de largo plazo que trascendía la publicación de una revista:
7 Cf. MALISHEV, M., EMELIANOV, B. y SEPULVEDA GARZA, M., Ensayos sobre Filosofía de la Historia Rusa,
México, 2002, p. 193. La primera obra de largo aliento que se ha presentado a sí misma como un intento por em-
pezar a echar luz acerca del origen y desarrollo histórico del euroasiatismo fue editada recientemente:
SHLAPENTOKH, D. (ed.), Russia between East and West. Scholarly Debates on Eurasianism, Leiden-Boston, 2007.
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“Desde que el pueblo argentino abrió sus fronteras a todos los hombres del mundo que
quieran habitar en su suelo, los emigrados de varias grandes naciones trajeron a estas tie-
rras algo de la cultura peculiar de sus respectivos pueblos. Los rusos pertenecen a la úni-
ca nación que todavía no está representada en la América latina por alguna organización
o empresa cultural sin otros fines que la comunión espiritual entre los dueños de estas
tierras y los recién llegados. Esta laguna queremos llenarla en la medida de nuestras
fuerzas”.8
En su afán por dar a publicidad entre el público argentino y extranjero residente en el país
su interpretación particular sobre el pasado y el presente de Rusia, los euroasiáticos anularon
entre las páginas de su publicación toda referencia a las coyunturas política, cultural e ideo-
lógica de la Argentina. En efecto, en Tierra Rusa no hay referencias a ninguna realidad ajena a
los procesos históricos atravesados por el país de origen de sus creadores y principales parti-
cipantes. Aunque hay argentinos escribiendo sobre temas rusos, lo cierto es que no hay ni
rusos ni argentinos escribiendo sobre temas de Argentina.9
A pesar de que la Argentina contaba desde 1914 con la presencia de más de 200.000 inmi-
grantes rusos —cifra que se vio engrosada con el arribo al país de varios centenares de los
“rusos blancos” que se exiliaron tras el triunfo de la revolución en 1917—10 la prolífica activi-
dad cultural y social que este grupo étnico llevó adelante durante todo el siglo XX11 no fue
objeto de análisis por parte de los historiadores argentinos.12 Este estudio pretende contribuir
a arrojar luz acerca de la participación filosófico-política de los inmigrantes rusos en Argen-
tina al indagar sobre los primeros pasos del pensamiento euroasiático en Argentina mediante
el análisis de los contenidos vertidos en las páginas de la publicación Tierra Rusa, cuya colec-
ción completa se halla disponible en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional argentina y en el
Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina
(CeDInCI). Nuestro objetivo está dirigido, por tanto, a dar cuenta de los primeros pasos
dados en el proceso de construcción del híbrido ideológico que combinó el nacionalismo
gran ruso desempolvado y potenciado por Stalin y la intelligentsia soviética ante la invasión
nazi en Rusia con el anticomunismo de los emigrados blancos. Impulsada por el ingreso de
M., “Publicaciones de la colectividad rusa en Argentina: un inventario crítico” (pp. 51-96), Estudios migratorios lati-
noamericanos 72, 2012.
12 La única excepción es el estudio de SERRANO BENÍTEZ, A., “El elemento foráneo y la imagen del extranjero
comunista durante el primer peronismo. El caso de la Unión Eslava Argentina” (pp. 175-191), Anuario de la Escuela
de Historia Virtual 3, 2012. Existe también un trabajo referido a los rusos que emigraron a la Argentina
provenientes de la Rusia post-soviética: MASSERONI, S. y RODRÍGUEZ DE LA VEGA, L. (eds.), Identidad
soviética y etnicidad entre migrantes recientes en Argentina, Buenos Aires, 2010.
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13 MALISHEV, M. y SEPULVEDA GARZA, M., “Euroasiatismo: Reveses de la fortuna de una teoría enterrada y
resucitada” (pp. 559-573), Estudios de Asia y Africa 32 (3), 1997, p. 562.
14 En palabras del historiador británico Robin Aizlewood, la relación entre Rusia y Occidente “can be seen as a
broad conceptual framework which in a certain sense informs the whole of philosophical thinking in Russia”:
AIZELWOOD, R., “Revisiting Russian Identity in Russian Thought: From Chaadaev to the Early Twentieth Cen-
tury” (pp. 20-43), The Slavonic and East European Review 78 (1), 2000, p. 20. A modo ilustrativo de esta situación,
cabe destacar que revistió especial importancia la penetración del debate filosófico en las planificaciones agrícolas
a medida que crecía en número y en importancia el poblamiento ruso de las estepas situadas al sudeste de
Europa. Cf. MOON, D. “Agriculture and the environment on the steppes in the nineteenth century” (pp. 81-105),
BREYFOGLE, N. B., SCHRADER, A. y SUNDERLAND, W. (eds.), Peopling the Russian Periphery: Borderland
colonization in Eurasian history, London-New York, 2007, pp. 87-88; BASSIN, M., “Russia between Europe and
Asia: the ideological construction of geographical space” (pp. 1–17), Slavic Review 50, 1991.
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la misión histórica de Rusia pasaba por reconstruir el imperio de Genghis Khan, reuniendo a
los diversos pueblos euroasiáticos bajo la autoridad rusa.15 Para la filosofía euroasiática, la
Revolución de Octubre no podía sino sumar experiencias traumáticas a la población rusa,
pues, al adscribir al marxismo el bolchevismo, la misma introducía en Rusia elementos pro-
pios de la cultura política de una Europa en decadencia. La revolución socialista se presenta-
ba así como un momento disruptivo y ajeno a la esencia rusa y a la trayectoria política y reli-
giosa del país, al tiempo que representaba un obstáculo en el camino hacia la realización fu-
tura que le estaba reservada a Eurasia.
Alzándose como la voz más inquieta y prolífica del grupo de rusos blancos llegados a la
Argentina tras abandonar Rusia por temor a la represión bolchevique, Pablo Schostakovsky
contaba al momento de fundar y dirigir la revista Tierra Rusa con una amplia experiencia en
la producción de textos ensayísticos relativos a la historia y a la cultura de su país, habiendo
publicado las siguientes obras: Dos años y medio en el país de los bolcheviques en 1920; El calvario
ruso. Un ensayo de crítica de la revolución rusa en 1928; El mundo hundido: recuerdos de la Rusia
Zarista en 1937; El ingenuo Aventurero e Historia de la literatura rusa: desde los orígenes hasta
nuestros días en 1945. En su primera intervención en Tierra Rusa, Schostakovsky intentaba
demostrar que la historia rusa, como parte de la Historia universal, era propensa a las repeti-
ciones. Schostakovsky afirmaba que la Rusia soviética de 1941 experimentaba el mismo fer-
vor patriótico que la habría atravesado siete siglos atrás. En 1240, aprovechando la caída de
Kiev, antigua capital rusa, en manos de los mongoles del kan Batíy, el ejército sueco liderado
por Birger Jarl había intentado aprovechar la debilitación de las fuerzas rusas para ingresar
por el noroeste. No obstante, el kniaz (príncipe) Alejandro de Novgorod logró derrotarlos en
la batalla de Neva, lo que le valió el apodo de “Nevsky” (“del Neva”). Pero entonces se pro-
dujo otro ataque proveniente de Occidente cuando la Orden Teutónica de los Caballeros Por-
taespadas lanzó una ofensiva mucho más feroz que aquella emprendida por los nórdicos. El
príncipe se las había arreglado de todas formas para organizar las fuerzas rusas que termina-
ron triunfando sobre los invasores en las inmediaciones de Pskov en 1242. Este acontecimien-
to permitía a Schostakovsky establecer un paralelismo con el tiempo presente y esbozar elíp-
ticamente una presunción a futuro: al mismo tiempo que el pueblo ruso conmemoraría el
triunfo de Alejandro sobre el ejército alemán, sería celebrada también la derrota de los nazis
en suelo soviético.
En este sentido, Schostakovsky advertía un inmovilismo en los recursos tácticos emplea-
dos por los alemanes. En su apreciación, la Orden Teutónica había sentado los fundamentos
de la táctica de “Panzerdivisionen”, que por entonces empleaba el Tercer Reich en sus múlti-
ples incursiones: “una cuña de hierro que cortaba en dos las líneas adversarias, y alcanzaba
una victoria fácil quebrando el centro del ejército enemigo y sembrando así la confusión en
15HALPERIN, C. J., “George Vernadsky, Eurasianism, the Mongols, and Russia” (pp. 477-493), Slavic Review 41
(3), 1982, p. 481.
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sus filas”.16 Era por ello que el ejército ruso contaba con una ventaja superlativa en relación a
sus equivalentes europeos. La experiencia devenida de la historia militar permitía a las tro-
pas rusas estar preparadas para efectuar una defensa eficiente y un contraataque certero, tal
como había sido empleada exitosamente por Alejandro, consistente en la apertura del centro
de la formación para permitir el paso del enemigo y, entonces, poder golpearlo por los
flancos.
La elección de los episodios históricos que envuelven a la figura de Alejandro va más allá
de señalar su legado como estadista y trascienden, en el discurso de Schostakovsky, al plano
de la ideología y de la política. Es así como, recuperando la sentencia de Alejandro sobre la
necesidad de liberarse en lo inmediato de la invasión germana antes que de la invasión mon-
gola, la cual podía esperar, Schostakovsky contrapuso una dominación de tipo físico y mate-
rial —de origen mongol— a un yugo de carácter religioso, moral e ideológico —alemán. Más
allá de las consecuencias negativas que el yugo mongol ocasionó en Rusia, vinculadas a la
implementación en gran escala de la violencia física, Pablo Schostakovsky entendía que los
tártaros habían salvado “al país de la anarquía y desagregación feudal inevitable, obligaron a
los rusos a concentrarse en sí mismos, a unirse más estrechamente alrededor de su Iglesia, a
desarrollar sus dotes espirituales, a completar su unificación racial, a fortificar su sentido
nacional y ahondar su apego al terruño”.17 Trubetskoi resaltó en Viena que la experiencia en
la organización del poder político recibida de los tártaros había permitido sentar los ci-
mientos sobre los cuales los zares erigieron su imperio.18 Es posible considerar que en esta
apreciación jugó un papel importante la extensa producción académica del historiador ruso
Georgii Vernadsky, en cuya obra más difundida se exaltaban la virtudes de la conquista del
país por los mongoles, cristalizadas en la promoción de la expansión de los pueblos eslavos
hacia el este y el consiguiente cambio en el paradigma de la relación entre los rusos y la este-
pa asiática.19 Pedro Pogodin, quien se sumó a Pablo Schostakovsky en la dirección de Tierra
Rusa a partir de su número 4, publicó una nota en donde afirmaba que el trato igualitario
dispensado por Rusia hacia sus vecinas naciones menores se veía especialmente reflejado en
el trato recibido por la República Popular de Mongolia cuando después de su revolución
triunfante de 1924 decidió incorporarse por voluntad propia a la Unión Soviética.20
A diferencia de la dominación mongola, favorable a la conservación de la fe y las costum-
bres del pueblo ruso, los alemanes habían demostrado en el siglo XIII su intención por con-
16 SCHOSTAKOVSKY, P., “«1241» - «1941». Cambios históricos del pueblo ruso”, Tierra Rusa 1, 15/11/1941, vol. I,
pp. 3-5.
17 SCHOSTAKOVSKY, P., “Elementos constitutivos del espíritu ruso”, Tierra rusa 7, 15/3/1942, vol. I, p. 21.
18 “El sistema estatal ruso en ciertos aspectos proviene del tártaro. El milagro de esa transformación se realizó en
virtud del entusiasmo religioso que se apoderó de los rusos en la época del yugo tártaro. Este ardor religioso
ayudó a la Rusia antigua a ennoblecer el sistema estatal tártaro atribuyéndole un nuevo carácter ético-religioso y
apropiándoselo”: TRUBETSKOY, N. S., “Euroasiatismo: Nosotros y los otros” (pp. 601-618), Estudios de Asia y
Africa 32 (3), 1997, p. 609.
19 VERNADSKY, G., Historia de Rusia, Buenos Aires, 1947.
20 POGODIN, P., “Los mongoles, pueblo maravilloso”, Tierra Rusa, 15/8/1942, vol. II, no. 17, pp. 5-7.
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trolar todos los aspectos de la vida práctica de los rusos. Con los mongoles la cultura rusa
había logrado perdurar, en tanto que difícilmente habría ocurrido lo mismo en caso de haber
resultado Rusia vencida por el ejército teutón. Del esencialismo de Schostakovsky se dejaba
vislumbrar lo que ocurriría si tuvieran éxito en su campaña en territorio ruso las fuerzas del
Tercer Reich. Este esencialismo idealista se correspondía con la tradicional contraposición
que la eslavofilia, en su caracterización de una civilización rusa sui generis ajena a los patro-
nes culturales occidentales,21 promovía como ley de hierro entre Occidente y Oriente, entre
Europa y Asia: “San Alejandro comprendía lo que en aquel momento era difícil confesar al
pueblo ruso: los mongoles representaban el Asia; para vencerlos, los rusos poseían un solo
recurso: el de fundirse con ellos, tomar ascendiente sobre ellos por medio del espíritu y no
por las armas”.22
En noviembre de 1941, con la Unión Soviética ya en guerra conjuntamente con los Aliados
contra las potencias del Eje, los euroasiáticos se sentían autorizados a hablar de una supuesta
“amistad” histórica cimentada entre Rusia e Inglaterra. Asimismo, se reconocía a la revolu-
ción de 1917 el mérito de haber despojado a la política exterior rusa de su tradicional apego a
los “convencionalismos internacionales”, particularmente de la “orientación germanófila”
que había predominado en la autocracia zarista desde la muerte de Pedro el Grande en
1725.23 Buscando una vez más un origen genético para explicar la naturaleza del fenómeno
que se estaba describiendo, el autor de la nota se remontaba hasta el lejano año de 1533 para
presentar las primeras relaciones pacíficas, de tipo comercial, que se habían establecido con
las embarcaciones provenientes de Inglaterra que habían arribado al Mar Blanco.24 Era el
curso de la historia, un trayecto que a lo largo de los siglos no estaba dispuesto a conceder
distingos entre actores sociales diversos en contextos totalmente disímiles, lo que en definiti-
va confluía a explicar la razón por la que la avanzada nazi solamente podría contribuir a in-
crementar los lazos de solidaridad naturales entre los revolucionarios bolcheviques y los
forjadores del capitalismo imperialista.25
Otro signo de la esencia rusa que se manifestaba a través de las experiencias militares se
hallaba vinculado a la tradición de los ejércitos rusos a lo largo de la historia por entablar
guerras de desgaste, no pudiendo —o no sabiendo— cómo obtener victorias arrasadoras.
Ello se debía, ni más ni menos, a otro rasgo del alma rusa: su inclinación al pacifismo. Para
apoyar esta observación, su mentor se remitía a la Gran Guerra del Norte contra los suecos,
extendida entre 1700 y 1721, que tuvo por protagonistas a las primeras huestes regulares de
Rusia al mando de Pedro el Grande. Pese a contar con una superioridad numérica a todas
15/11/1941, vol. I, p. 8.
24 Ibíd., p. 9.
25 Ibíd., p. 10.
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luces considerable, ya que quintuplicaba el total de efectivos rivales, la falta de espíritu bélico
propia del ser ruso evitó que se convirtiera esa desigualdad en un factor decisivo.26 De este
modo, alcanzó para definir una guerra con el estado espiritual de los combatientes, sin nece-
sidad de que entraran a tomar parte en el análisis de los sucesos aquellas variables compara-
bles que residían en las diferencias materiales.27 La espiritualidad rusa hacía del ruso un pue-
blo pacífico, alejado de la racionalidad militarista, lo que redundaba en el ensalzamiento de
las virtudes heroicas de la oficialidad rusa.28
Los rusos habían dado sobradas muestras de sacrificio para lograr la paz y la indepen-
dencia desde que comenzaron los desafíos organizados para terminar con el yugo tártaro
iniciado en el siglo XIII. Con este episodio Rusia se daba una carta de presentación ante el
mundo que tan solo iba a tener que ser revalidada ante cada nuevo desafío histórico —
Carlos XII en el siglo XVIII, Napoleón en el siglo XIX, Hitler en el siglo XX—, sin que ningu-
na de estas nuevas coyunturas llegara a constituir una amenaza real. Schostakovsky dirá que
“no se trata de medir el poderío o la inteligencia de los invasores sino el espíritu del pueblo
que se les opone”.29 Según la perspectiva de Schostakovsky, Alejandro Nevsky había com-
prendido que:
“para vencer al Asia había que fundirse con ella, y luego imponerle su espíritu. Eso fue lo
que hizo Rusia. Pero al entrar en la familia de los grandes pueblos asiáticos, Rusia se hizo
heredera legal de una gran parte de la herencia de Gengis-Kan. En la familia mongólica,
compuesta de paganos, budistas, maniqueos y algunos heréticos nestorianos, un pueblo
de moral cristiana tenía que imponerse a todos los demás. Desde su primer contacto con
los rusos, los tártaros reconocieron la superioridad del concepto religioso ruso. El presti-
gio del clero ortodoxo había sido siempre muy alto entre ellos.
[…]
Los pueblos que formaban el Imperio de Gengis-Kan continuaban su vida cabalgando;
los rusos, en cambio, en todas partes adonde llegaban, lo primero que hacían era bajar del
caballo, construir una casa y empezar a arar la tierra.
Este solo hecho, independientemente de cualquier plan de acción política premeditada
les hacía dueños de la tierra que de juro y de facto era ‘tierra de nadie’”.30
Producto de la fascinación por ir siempre más atrás en el tiempo hasta dar con el origen
primero de las cosas, Tierra Rusa proponía la interesante idea de que las divergencias entre
26 DIEDOV, A., “Las guerras que gana Rusia. Vence el tenaz y largo esfuerzo de sus soldados”, Tierra Rusa 1,
15/11/1941, vol. I, p. 10.
27 Ibíd., p. 11.
28 PETROVICH, A., “El indomable soldado ruso. Hereda el valor de los que vencieron al Corso”, Tierra Rusa 1,
2, 3/12/1941, vol. I, p. 3.
30 Ibíd., pp. 3, 5. Cabe destacar que en la Unión Soviética venía teniendo lugar desde algunos años antes una recu-
peración de Aleksandr Nevsky dirigida en el mismo sentido patriótico que le atribuía Tierra Rusa. En este sentido,
la película biográfica rodada en 1938 por el director Sergei Eisenstein se erigió en el artefacto cultural más ambi-
cioso del estalinismo con vistas a revalorizar y revitalizar la figura histórica de Nevsky.
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eslavofilia y occidentalismo databan del período de Kiev, es decir que se remontaban a los
siglos IX a XII.31 Desde esta perspectiva, lo que en realidad tuvo lugar en el siglo XIX fue no
la emergencia de estas corrientes contrapuestas, irreconciliables, sino antes bien únicamente
la definición de sus rótulos. En efecto, se proponía que, en aquellos tiempos en que Rusia
tenía a Kiev por capital, existió una “tendencia internacionalista” que tenía por objeto la
promoción del comercio intercontinental. Esta postura resultó por fuerza descartada cuando
desde Asia se produjo la invasión tártara y desde Europa las de suecos y teutones. Dado que
los ataques provenientes de Europa tomaron la forma tradicional de las Cruzadas, los rusos
optaron en su gran mayoría por preferir la liviandad religiosa de la dominación mongola. De
esta manera fue tomando forma la filosofía eslavófila, definida en su rechazo de la civiliza-
ción occidental.
Pero si la negativa a conceder un carácter positivo a Occidente encontraba justificación en
el conocimiento racional, por el contrario, la desvalorización occidental que tradicionalmente
había sido destinada a evaluar la gravitación de Rusia a nivel internacional encontraba sus-
tento general en la falta de contacto real con las experiencias concretas del mundo ruso. Así,
el gran desconocimiento que tiene el mundo no-ruso acerca del mundo ruso se explica, en
palabras de Schostakovsky, solamente en un segundo término por razones idiomáticas, geo-
gráficas e ideológicas. La causa principal que abriga esta ignorancia, y en la cual confluyen
los factores anteriores, reside en un distanciamiento de índole espiritual. El mundo no-ruso
carece de elementos para comprender la esencia del “espíritu ruso”. Forjado “bajo la acción
combinada de cuatro factores: la geografía física de su territorio [al generar condiciones de
aislamiento propicias para el desarrollo de la meditación introspectiva y el misticismo], su
composición etnográfica [producto de la unificación de los grupos finés, tártaro y eslavo para
la conformación del grupo ruso],32 su religión ortodoxa [que permitió a los rusos abandonar
la falta de cohesión propia de la etapa supersticiosa signada por la práctica del paganismo
eslavo]33 y su historia” [en especial el período kievlano, que constituye “el más brillante de
toda la historia rusa” al haber sellado las diferencias en la mentalidad rusa respecto de occi-
dente],34 el espíritu ruso es ajeno a todo tipo de condicionamientos de raíz económica. Preci-
samente en esto último, en su separación genética, natural, respecto de cualquier forma de
materialidad en favor de la contemplación radicaba la especificidad del espíritu ruso.35
En este sentido, haciendo un repaso por los distintos experimentos que desde el año 906
emprendieron los rusos para desarrollar maquinarias que permitieran volar, haciendo refe-
31 “El sentimiento eslavo frente a las corrientes occidentalistas en Rusia”, Tierra Rusa 2, 3/12/1941, vol. I, pp. 20-21.
32 Desarrollado por Schostakovsky en una segunda parte de su disquisición, “Elementos constitutivos del espíritu
ruso”, Tierra Rusa 4, 1/2/1942, vol. 1, pp. 3-5.
33 SCHOSTAKOVSKY, P., “Elementos constitutivos del espíritu ruso”, Tierra Rusa 5, 15/2/1942, vol. 1, pp. 3-6.
34 SCHOSTAKOVSKY, P., “Elementos constitutivos del espíritu ruso”, Tierra Rusa 6, 1/3/1942, vol. 1, pp. 3-6.
35 Entendía Schostakovsky que muchos miembros de la intelligentsia caían en el vicio propio de los observadores
occidentales cuando al analizar algún aspecto cualquiera sobre Rusia lo hacían sin desprenderse de los paráme-
tros culturales occidentales, lo que negaba la especificidad rusa al objeto estudiado: SCHOSTAKOVSKY, P., “‘El
amanecer de Rusia’ de Waldo Frank”, Tierra Rusa 13, 15/6/1942, vol. 2, pp. 3-6.
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rencia en sus páginas por primera vez a la existencia de distinciones socioeconómicas, Tierra
Rusa destacaba que “hasta la mitad del siglo XVIII el problema de la navegación aérea intere-
saba solamente a los aficionados de bajas clases sociales. Es una indicación de lo acertado del
genio popular ruso”36. Una vez más se recurría al largo pasado ruso para destacar las virtu-
des de su pueblo y desdeñar los avances técnicos producidos en Occidente, todo lo cual con-
tribuía a profundizar una línea editorial proclive a advertir en los rasgos sociales de los leja-
nos antepasados la explicación para todos los comportamientos —genuinos— adquiridos
por los rusos de la época.
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tancia a la mención de las fricciones de origen material inherentes al entramado social ruso
de su tiempo, el Gorki que rescataba Tierra Rusa era un autor ascético dispuesto a hacer su
contribución en la dilucidación de la conformación del espíritu ruso: “La abuela [de la obra
Infancia] es una mujer que concentra en sí las mejores calidades peculiares del temperamento
femenino ruso. Es una rusa auténtica, buena, altruista, franca, jovial, modesta. Iletrada, cono-
ce de memoria una cantidad enorme de leyendas, cuentos, vidas de santos, en prosa y en
verso, así como magníficas canciones populares. Su corazón generoso la guía en la vida posi-
blemente mejor que la fría inteligencia. Su fe en Dios es viva, ingenua y alegre como la de un
niño”.39 Espiritual antes que racional, era ésta la percepción que la propia línea editorial de la
revista tenía respecto de la mujer rusa.
Para Schostakovsky, Rusia condensaba una simbiosis entre “ortodoxismo” y “nacionali-
dad”, lo que daba por resultado un híbrido cultural inexpugnable al racionalismo materialis-
ta imperante en Europa. La centenaria espiritualidad rusa era lo que había permitido al pue-
blo ruso oponer con éxito resistencia al yugo tártaro y a los intentos de latinización. Era por
ello que Schostakovsky recuperaba en sus argumentos a Dostoievsky, quien, sin ser concien-
te de ello, “consideraba la cultura espiritual rusa como muy superior a la civilización mate-
rialista del Occidente”.40
Con el poema “Los escitas” y el cuento versificado “Los doce”, obras gestadas en el agita-
do mes de enero de 1918, Aleksandr Blok se revelaba a los ojos del director de Tierra Rusa
como un autor ineludible a la hora de comprender, desde la sensibilidad y el goce estético
emanados de la producción artística, la mirada rusa sobre Europa y Asia. La elección de
Schostakovsky del trabajo de Blok como representativo del alma rusa residía en el euroasia-
tismo que destilaba su interpretación sobre el hecho de que el continente asiático bien podía
ser “infinitamente más viejo y sabio” en relación a Europa, pero también era “infinitamente
más joven y prometedor”.41 Así como lo había hecho Dostoievsky con anterioridad, Blok sa-
caba a relucir las bondades de su origen asiático, lo que constituía un gran riesgo profesional
en aquellos tiempos en los que la intelligentsia rusa se esforzaba por entablar diálogos con la
intelectualidad europea.
El momento histórico crucial en que se habían sentado las bases para la adopción del es-
quema ruso de relación bilateral con Occidente se remontaba a los tiempos de Pedro el
Grande. En efecto, Schostakovsky asumió que Iván III había sabido recoger las “preocupa-
ciones trascendentales del pueblo ruso por su unidad, por su independencia y por su situa-
ción en el mundo”42 como ningún otro monarca pudo hacerlo, a excepción de Pedro el Gran-
de, el inigualable exégeta del espíritu del pueblo ruso. Iván III sentaba las bases para que
tuviera lugar el avance inexorable del reformismo que lograría encarnar Pedro el Grande. A
39 Ibíd.
40 SCHOSTAKOVSKY, P., “Eurasia y Euráfrica”, Tierra Rusa 5, 15/2/1942, vol. I, p. 22.
41 SCHOSTAKOVSKY, P., “Alejandro Blok. Poeta de esencia profética”, Tierra Rusa 9, 15/4/1942, vol. 1, p. 11.
42 SCHOSTAKOVSKY, P., “Elementos constitutivos del espíritu ruso”, Tierra rusa 7, 15/3/1942, vol. 1, p. 22.
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este respecto, Schostakovsky critica la posición eslavófila en torno del papel histórico de Pe-
dro. Para los eslavófilos, según la concepción que elaboraron al promediar el siglo XIX, la
traición antinacional encerrada en el conjunto de las reformas de Pedro había significado un
freno en el desarrollo natural de la etapa Moscovita. Los eslavófilos contraponían las cuali-
dades del pueblo ruso con las de los alemanes, considerados “extranjeros emblemáticos”, y
planteaban que con Pedro el Grande la sociedad rusa había adquirido los rasgos foráneos de
la sociedad alemana, por lo cual su propuesta política proponía un retorno a las raíces de la
monarquía rusa previas a su tiempo.43 Schostakovsky se mostró partidario de teorizar en
torno a un problema combinado: las necesidades de la Rusia del momento y las decisiones
pragmáticas adoptadas por Pedro para solventarlas. Y lo que necesitaba una Rusia liberada
del dominio de los tártaros que volvía a tener contacto directo con el resto del mundo y sobre
todo con Europa, era emprender el camino que pusiera al país en condiciones de defenderse
económica y militarmente respecto de las potencias occidentales.44 Era en esta lectura de la
realidad rusa de su tiempo y en la importancia de captar su significado para todo el pueblo
ruso, que Pedro había optado por copiar de Europa todo cuanto le aportara al propósito
esbozado, sin abandonar por ello el deseo de “volverle la espalda” después.
Según sintetizaba Pablo Schostakovsky, el lema de los eslavófilos era: ortodoxia, naciona-
lidad y autocracia. Si el grupo de Tierra Rusa se alejaba de la eslavofilia en lo que hacía a la
cuestión de la autocracia, ausente en los editoriales y artículos de la revista, parecía acercarse
a ella, en cambio, toda vez que ponderaba el rol histórico de Pedro el Grande. 45 Aunque la
revista exaltaba de la Unión Soviética la presencia de un gobierno fuerte y de la simbiosis de
grupos étnicos diversos en una misma unidad orgánica superior, aspectos previamente des-
tacados por el dogma euroasiático,46 dejaba en claro, no obstante, que clamar por la autocra-
cia en la década de 1940 era un anacronismo, pues hasta en tiempos de Alejandro II había
quedado en evidencia que “el pueblo ruso estaba decidido en abolir la autocracia y conseguir
el derecho de disponer de su propia suerte”.47 Pero a su vez destacaba Schostakovsky los
aciertos de la eslavofilia, pues mientras la intelligentsia rusa se hallaba abstraída por la cultu-
ra occidental, los eslavófilos habían denunciado su fracaso, “anticipándose casi un siglo a los
hechos que nosotros presenciamos actualmente”.48 En este reconocimiento de la decadencia
occidental y la necesidad imperiosa de avanzar en la construcción de un camino específica-
43 HOSKING, G., Russia. People & Empire. 1552-1917, Cambridge, 1997, p. 274. Por su parte, y en este mismo
sentido, el sociólogo y politólogo Boris Kagarlitsky afirma que los eslavófilos “Procuraron el retorno a las raíces
de la nación, a ‘las fuentes’, a la Rusia verdadera, a la tradición anterior a Pedro. Además, ellos cerraron sus ojos
al humanismo occidental y volvieron sus caras al pasado, fuera de toda perspectiva futura”: KAGARLITSKY, B.,
Los intelectuales y el estado soviético de 1917 al presente, Buenos Aires, 2005, pp. 39-40.
44 SCHOSTAKOVSKY, P., “Elementos constitutivos del espíritu ruso”, Tierra Rusa 10, 1/5/1942, vol. 1, p. 23.
45 SCHOSTAKOVSKY, P., “Elementos constitutivos del espíritu ruso”, Tierra Rusa 15, 15/7/1942, vol. 2, no. 15, p.
22.
46 LARUELLE, M., “The Orient in Russian Thought at the Turn of the Century” (pp. 9-38), en D. Shlapentokh
(ed.), Russia between East and West…, op. cit., pp. 11-12.
47 SCHOSTAKOVSKY, P., “Elementos constitutivos del espíritu ruso”, Tierra Rusa 16, 1/8/1942, vol. 2, p. 23.
48 Ibíd., p. 22.
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mente ruso para el desarrollo del país, el euroasiatismo emergido en la Argentina a comien-
zos de la década de 1940 encontraba un parentesco con el itinerario trazado por el euroasia-
tismo gestado en Francia a finales de los años veinte, pues este último, así como haría el pri-
mero, hizo a un lado su antibolchevismo primigenio para comenzar a dar paso a una combi-
nación entre los elementos considerados fundamentales de la mentalidad rusa con el comu-
nismo.49 Pero esta imbricación del euroasiatismo en tiempos de guerra no se efectuaba con
cualquier comunismo, sino tan solo con aquellos elementos materiales producidos y estimu-
lados por el comunismo en su raíz netamente rusa, volcado no ya a la consecución de un
socialismo mundial sino del “socialismo en un solo país”, el cual desde esta perspectiva teó-
rica tenía, como se verá a continuación, mucho que ver con la posición asiática de Rusia en
un mundo sumido en conflictividades sin resolución permanente posible dentro del sistema
occidental vigente.
Si hasta junio de 1941 los rusos blancos que emigraron tras el triunfo de la revolución de
octubre se identificaron entre sí a partir del rechazo al nuevo régimen bolchevique,50 un
cambio radical de postura se produjo tras la invasión alemana en territorio soviético. El na-
cionalismo gran ruso exaltado por Stalin para movilizar a las tropas contribuyó a echar más
tierra sobre el internacionalismo revolucionario que había comenzado a ser sepultado bajo la
orientación del “socialismo en un solo país”.51 Mediante la adopción del culto conservador a
la unidad nacional, el stalinismo pasó a ser percibido por el euroasiatismo ruso en Argentina
como el mejor exponente de la lucha que la esencia rusa mantenía contra los valores occiden-
tales.52 El compromiso asumido por los euroasiáticos hacia la Unión Soviética durante la
“Gran Guerra Patria” quedó especialmente evidenciado en la consideración valorativa que se
hizo a partir de entonces de los progresos técnicos y científicos registrados desde 1917. Podía
de este modo un ingeniero ucraniano que había combatido a los bolcheviques con el ejército
blanco por lapso de dos años considerar que la represa hidroeléctrica erigida en el río
Dnieper por el gobierno soviético era “una ciclópea construcción cuyo fin era fomentar el
desarrollo industrial y económico de Rusia”.53
49 Cf. MALISHEV, M., EMELIANOV E. y SEPULVEDA GARZA, M., Ensayos sobre Filosofía..., op. cit., p. 176.
50 Cf. MJØR, K. J., Reformulating Russia. The cultural and intellectual historiography of Russian First-Wave Émigré Writ-
ers, Leiden-Boston, 2011, pp. 29-30.
51 BIALER, S., Los primeros sucesores de Stalin. Liderazgo, estabilidad y cambio en la Unión Soviética, México D.F., 1987,
pp. 38-39.
52 Es precisamente en esta consideración ideológica específica en donde reside la diferencia central entre las valo-
raciones positivas atribuidas por los euroasiáticos de Buenos Aires a Stalin y la Unión Soviética y aquellas reali-
zadas por los heterogéneos sectores antifascistas argentinos en donde lo central pasaba por reivindicar la lucha
contra el nazifascismo para la recuperación de un mundo occidental civilizado. Cf. BISSO, A., El antifascismo ar-
gentino, Buenos Aires, 2007, pp. 79-82.
53 SOSNOVSKY, A., “El Dnieprostroy volado. Vigorosa expresión de la técnica soviética”, Tierra Rusa 1,
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54 SVETLANOV, P., “Provincia de Kalinin (Tver)”, Tierra Rusa 1, 15/11/1941, vol. 1, pp. 18-21.
55 DIEDOV, A., “Cuenca del Don”, Tierra Rusa 1, 15/11/1941, vol. 1, p. 22.
56 Ibíd., p. 23.
57 SVIETANOV, P., “Montes Urales. La riqueza de sus recursos naturales es incomparable”, Tierra Rusa 2,
59 RAEVSKY, M., “La mujer soviética”, Tierra Rusa 1, 15/11/1941, vol. 1, p. 23.
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cultura infantil. De tal modo, por ejemplo, en el período transcurrido desde comienzos de la
década de 1930 hasta 1941 la literatura destinada a los niños rusos había experimentado un
momento de auge sin parangón dentro de la cultura rusa. Se trataba de una producción lite-
raria centrada en imprimir en los más jóvenes “el fuego del heroísmo en su sangre” y que se
hallaba, por tanto, orientada a la preparación de toda una nueva generación “para el gran
sacrificio, la lucha y una gran misión”.60 El camino para que tuviera lugar esta revolución
cultural-espiritual entre los más jóvenes componentes del pueblo ruso había sido trazado con
pericia por los organismos soviéticos de educación. A este respecto, y manifestando su ma-
lestar hacia los medios de comunicación occidentales que habían optado por pasar por alto la
noticia del decreto soviético que abolía el analfabetismo, Tierra Rusa consideraba “de una
sencillez y un sentido práctico estupendos” los métodos utilizados por el gobierno de la re-
volución para resolver el problema que significaba la presencia, según el censo de 1897, de
116.928.000 analfabetos en el territorio ruso.61
En el número 12, y en algunas entregas posteriores de Tierra Rusa, se publicaron artículos
de Anna Louise Strong, periodista norteamericana que apoyaba abiertamente en sus escritos
la experiencia comunista soviética, e incluso se reproducía una nota que divulgaba el estado
de la investigación científica en el campo ruso redactado por N. Tzitzin,62 miembro del Soviet
Supremo y de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética. Para los responsables de Tierra
Rusa, los avances registrados en el campo científico eran acompañados por un avance de
relevancia en el terreno de la tolerancia religiosa. Mientras que la Alemania nazi atravesaba
un período de subyugación del cristianismo por el paganismo, el gobierno soviético había
dado sobradas muestras de tolerancia hacia la doctrina cristiana y brindaba amplias garan-
tías a la libertad confesional.63 El reconocimiento de esta situación dirimía cualquier conflicto
interior que los cristianos pudieran albergar acerca de a qué bando debían apoyar.
La consideración de una Rusia económicamente autárquica fue refrendada en los hechos
por el grupo de Tierra Rusa en la Argentina. Así, la parroquia rusa situada en la calle Brasil
315, a cargo del cura Constantino Izrastzov, organizó una colecta de dinero y bienes para
destinarlos a mitigar la situación de los rusos en Europa y en los territorios perdidos en com-
bate por la Unión Soviética.64 Es decir, la confianza depositada en el grado de desarrollo eco-
nómico alcanzado por la Unión Soviética se vislumbra en esta campaña, siendo que los rusos
que la habitaban quedaban excluidos de los objetivos trazados por el comité de solidaridad.
Por otra parte, se dejaba en claro también la intención de desenmascarar con estas acciones a
60 UAKOVLEVA, N., “La literatura para niños ha tenido gran impulso bajo el régimen Soviético”, Tierra Rusa 2,
3/12/1941, vol. 1, pp. 6-9
61 “Cómo curar un mal. Forma en que el Soviet resolvió el problema del analfabetismo”, Tierra Rusa 3, 18/12/1941,
vol. 1, p. 22.
62 TZITZIN, N., “Ciencia al servicio de la agricultura rusa”, Tierra Rusa 15, 15/7/1942, vol. 2, pp. 3-7.
63 SCHOSTAKOVSKY, P., “Frente a la religión. Los conceptos del Hitlerismo y del gobierno ruso sobre las creen-
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65 DIEDOV, A., “Base moral y cultural del ejército ruso”, Tierra Rusa 12, vol. 1, pp. 11-12.
66 SCHOSTAKOVSKY, P., “«1241»-«1941». Cambios históricos del pueblo ruso”, Tierra Rusa 1, 15/11/1941, vol. 1,
p. 5.
67 “Editorial ‘N° 3’”, Tierra Rusa 3, 18/12/1941, vol. 1, p. 2.
68 “Los rusos blancos. Los antecedentes de la inmigración; causas reales”, Tierra Rusa 3, 18/12/1941, vol. 1, p. 16.
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69 “Condecoración Soviética de Alejandro Nevsky”, Tierra Rusa 20, 1/10/1942, vol. 2, pp. 5-7.
70 “N° 19”, Tierra Rusa 19, 15/9/1942, vol. 2, p. 2.
71 SPIRIDONOVA, I., “El Don apacible”, Tierra Rusa 20, 1/10/1942, vol. 2, pp. 13-15.
72 Ibíd., p. 14.
73 SPIRIDONOVA, I., “La revolución y la psicología peculiar rusa. El espíritu vence al materialismo”, Tierra Rusa
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el eje en la necesidad de establecer mayores contactos con Occidente y había bregado por la
adopción de la cultura europea. Receptiva de esta operación había sido especialmente la
intelligentsia rusa conformada en algunos sectores de la clase dominante, en tanto que el
“alma popular” se conservaba intacta. De este modo, la primera fase de la revolución, tan
cara a rojos y blancos a partir de la larga y cruenta guerra civil, y los años del centralismo
democrático leninista demonizados por la derecha rusa dentro y fuera del país eran la
expresión de una política occidentalizante contraria a las costumbres y al sentir de las masas
rusas. En este sentido, parecía ser que la implementación de la política de “socialismo en un
solo país”, en su manifestación menos revolucionaria y más interclasista en los años de la
línea de “frente popular”, conjuntamente con el desarrollo de la industria pesada orientada a
garantizar la autarquía del país, implicaron a los ojos de los emigrantes antibolcheviques el
comienzo de un proceso de recuperación del espíritu ruso que llegó a su punto álgido con la
defensa de la Unión Soviética ante la invasión de las tropas del Tercer Reich. En efecto, es
cuando se produce la ocupación alemana que el alma del pueblo ruso acompaña por primera
vez la causa patriótica emprendida por Stalin,74 y es junto con el pueblo que Tierra Rusa
confluye a apoyar a la Unión Soviética por la supervivencia no del proyecto comunista sino
de la nación rusa. El obrero revolucionario que había librado desde 1917 una lucha material
contra la burguesía era reemplazado dentro de la Unión Soviética por el soldado patriótico,
el cual llevaba a cabo un combate espiritual contra las aspiraciones de conquista de Hitler:
“En su magnífico esfuerzo para salvar a la patria, la URSS se identificó con la Santa Rusia
de Alejandro Nevsky y Demetrio Donskoy, cuyos ejemplos eran citados no sólo por el
anciano patriarca interino Sergio de Moscú, sino también por Stalin, en su discurso del 6
de noviembre próximo pasado (sic). Y respondiendo al milagro de la guerra, de todos los
extremos del globo terrestre llegan las voces de los hijos pródigos de Rusia que, a través
de mares y montes, después de tantos años de penosa separación, mandan a su madre
patria y a sus heroicos hermanos signos inconfundibles de su amor y admiración”.75
Vinculado con esta apreciación acerca de la etapa inaugurada con la política de “socialis-
mo en un solo país”, la revista proporciona una mirada positiva respecto de los tres planes
quinquenales lanzados hasta el momento. Con la política industrial bolchevique Rusia logra-
ba desarrollar un aparato industrial de grandes dimensiones, y a partir del plan de 1939 co-
menzaba el avance industrial en la región oriental del país.76 De este modo, las intenciones de
Alemania de incursionar en territorio ruso habrían sido especialmente visibles cuando la
Unión Soviética adoptó su primer Plan Quinquenal. Fue por este motivo que el gobierno
74 Cf. STALIN, J., La Gran Guerra Patria de la Unión Soviética, Moscú, 1942. Respecto de la posición sostenida con
anterioridad respecto de la cuestión nacional en Stalin, puede consultarse el célebre trabajo que escribió a pedido
de Lenin entre los meses de marzo y mayo de 1913, “El marxismo y el problema nacional”, El marxismo y el pro-
blema nacional y colonial, Buenos Aires, 1946.
75 Ibíd., p. 10.
76 DIEDOV, A., “La nueva geografía de la industria en Rusia”. Los recursos naturales y los planes quinquenales”,
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77 DIEDOV, A., “Traslado de la industria rusa hacia el Oriente”, Tierra Rusa 2, 3/12/1941, vol. 1, pp. 22-23.
78 “El subterráneo de Moscú”, Tierra Rusa 4, 1/2/1942, vol. 1.
79 “Los ferrocarriles rusos”, Tierra Rusa 5, 15/2/1942, vol. 1, p. 7.
80 ARANOVICH, D., “Resurgimiento de Rusia”, Tierra Rusa 8, 1/4/1942, vol. 1, pp. 3-4.
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establecer que el emprendimiento editorial de los emigrados rusos tenía por máxima misión
dar a conocer la verdad de los acontecimientos suscitados en la convulsionada Rusia. Esta
situación llevaba a generar desde la redacción una mirada muy positiva sobre Stalin. Al
encauzar la defensa de la Rusia asediada, el secretario general del Partido Comunista
Bolchevique era presentado como el más enérgico y decidido benefactor de los intereses del
pueblo y el Estado rusos, tan sólo superado en la magnitud de sus acciones por Pedro el
Grande.81 Si tras la revolución de 1917 los rusos blancos habían dejado de ser ciudadanos de
aquel Estado imperial al que habían jurado lealtad y del cual habían recibido un trato
privilegiado,82 el chauvinismo ruso —enarbolado por Stalin con especial énfasis desde junio
de 1941— no logró superar las discrepancias ideológicas que los euroasiáticos en Argentina
mantenían con los bolcheviques, pero contribuyó, no obstante, a favorecer una aproximación
moral con el sistema soviético que se mantuvo hasta el cierre imprevisto de Tierra Rusa,
producido tras la publicación de su número 30 del 1 de marzo de 1943.
Conclusiones
En un artículo publicado a comienzos del mes de junio de 1942, Natalia Yakovleva plan-
teaba el interrogante acerca de cómo era posible que la Rusia del ’18 se hubiera convertido en
la heroica Rusia del ’40. Como respuesta encontraba el año de 1928, es decir, el momento en
que la Unión Soviética veía consolidarse a la cabeza de la dirección de su Partido Comunista
a Stalin y daba inicio al programa de industrialización acelerada. Este lapso representaba, a
ojos de la autora, aquella experiencia única en la historia humana en la cual “se ve el ejemplo
de un pueblo que vive en estado de movilización total de todas sus fuerzas, es decir sobre pie
de guerra, tres lustros, aguardando la inevitable arremetida de un enemigo secular”.83 En
este contexto cobra pleno sentido el encumbramiento que desde Tierra Rusa se hacía de las
megalómanas obras industriales, agrícolas y de infraestructura que eran ejecutadas con
ahínco particularmente desde la implementación del Primer Plan Quinquenal. Con Stalin
parecía haberse consagrado un proyecto plausible de contentar tanto a pro-soviéticos como a
nacionalistas rusos anti-soviéticos que coincidían en advertir que la economía soviética sen-
taba los cimientos para el inicio de la autarquía rusa. Sin que fuera plasmado de manera ex-
plícita, existía en esta postura una posición ideológica largamente proyectada a lo largo de
todo el pensamiento eurasiático. En efecto, se esperaba que la independencia económica que
pudiera alcanzar la Unión Soviética —realizada, tal como había enseñado Pedro el Grande,
con una atención celosa de los desarrollos técnicos occidentales— generaría las condiciones
necesarias para conducir de una vez a su alejamiento de un Occidente capitalista. El viejo
81 “El momento psicológico actual”, Tierra Rusa 8, 1/4/1942, vol. 1, pp. 5-6.
82 SABENNIKOVA, I., “Russian emigration in 1917-1939: structure, geography, comparative analysis” (pp. 35-63),
Social Sciences. A Quarterly Journal of the Russian Academy of Sciences 42 (1), 2011, pp. 41-42.
83 YAKOVLEVA, N., “El pueblo ruso en vísperas de la guerra (Una epopeya inaudita)”, Tierra Rusa 12, 1/6/1942,
vol. 1, p. 5.
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continente se erigía en aquella zona geográfica cuyos valores morales, según la mirada de los
miembros permanentes y los colaboradores ocasionales de la revista, constituían los
principales enemigos de Rusia a la hora de abandonar definitivamente su papel de relativa
intrascendencia en el concierto internacional de naciones y establecer las condiciones para
emerger como nación de primer orden.
En momentos en que Rusia era invadida por quien era identificado a los ojos de los cola-
boradores de Tierra Rusa como el máximo enemigo histórico de la nación, la revista del sector
que se autorreconocía eurasiático dentro del grupo amplio de los emigrados rusos en la Ar-
gentina se acercó al comunismo soviético. No obstante, no lo hizo desentendiéndose de su
trayectoria previa, sino que evitó entrar en contradicciones lógicas al promover en su seno la
convivencia entre el esencialismo y el pragmatismo del comunismo ruso. En otras palabras,
esta operación no implicó una revaloración del dogma comunista por parte de estos rusos
que anteriormente habían abrazado la prédica antibolchevique. Antes bien, su acción estuvo
dirigida a desconocer los vínculos entre un marxismo de raíz europea y la acción material
concreta en la Rusia soviética y, para ello, fueron puestas en primer plano aquellas marcas
propias de lo que era percibido como un carácter “pro-asiático” y “antieuropeo” contenido
en el desarrollo general de la política de Stalin. Al hacer hincapié en los avances económicos
y sociales que tenían lugar sobre todo en las regiones orientales de Rusia, el Estado soviético
reconocía su naturaleza euroasiática, lo que constituía una garantía para la reproducción de
la mentalidad rusa.
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