Análisis Romanza Sin Palabras de Mendelssohn
Análisis Romanza Sin Palabras de Mendelssohn
Análisis Romanza Sin Palabras de Mendelssohn
La audición propuesta por el tribunal presenta un estilo camerístico instrumental muy elegante
y refinado de gran sencillez, algo colorido en el uso de algunos recursos tímbricos pero de poca
brillantez virtuosística. El lenguaje es bastante clásico, con frase sencillas de ocho compases y
cadencias clásicas muy reconocibles, por lo que podría tratarse de un trío o cuarteto con
clarinete de un periodo romántico. La falta de momentos explosivos ni de contrastes temáticos
nos hacen pensar que se trata de un movimiento central de alguna obra de mayor extensión,
aunque el ritmo no es habitual en los movimientos lentos de las formas clásicas, que se
inclinan más por ritmos ternarios lentos de minueto o Scherzo o binarios de movimiento lento,
pero en este caso encontramos un movimiento ternario rápido, o binario de subdivisión
ternaria, es decir un 6/8 habitual en las barcarolas ya que recordaban el vaivén de los barcos o
incluso de las góndolas venecianas. Su breve extensión tal vez nos haga inclinarnos más por
una pieza de carácter, muy habitual en el periodo romántico que iban desde los sencillos
preludios hasta las complejas baladas o rapsodias. La sencillez en la armonización y la claridad
en la textura nos hace pensar en un autor de los llamas clásicos románticos, e inevitablemente
pensamos en Mendelssohn, quien inventa un género nuevo de piezas de carácter a las que
llama “romanzas sin palabras”, deliciosas colecciones de obras para piano de muy diversos
ambientes emocionales que eran considerados por el autor (y por más autores de la época)
muy superiores a los poemas ya que lograban expresar más cosas dada su imprecisión
expresiva. Podría ser este el caso y tratarse de una adaptación o arreglo instrumental para
clarinete y trío de cuerdas, algo bastante habitual desde el clasicismo, cuando Mozart
adaptaba para cuarteto fugas de Bach, Liszt reducía a piano las sinfonías de Beethoven, o el
propia Brahms orquestaba sus originales danzas húngaras para piano. A lo largo del siglo XX
este fenómeno de la adaptación, orquestación o arreglo ha tenido grandes momentos en las
figuras de Stokowski, Respighi, Elgar, Ravel o Webern orquestando obras de Bach y otros
compositores barrocos. En el caso que nos ocupa se trata de una instrumentación realizada
por Andreas Ottensamer hace un par de años (Andreas es el clarinetista de la filarmónica de
Berlín con apenas 30 años)
En la obra se perciben tres secciones diferenciadas siendo las dos últimas similares, por lo que
estaríamos ante una forma ternaria con repetición ABB más coda. Esta forma se explica
porque el final de B es el mismo que el final de A por lo que la coherencia es total.
El ritmo como hemos comentado es 6/8, empleando la corchea en pizzicato como motor de
acompañamiento arpegiado, en cierto modo de influencia chopiniana, aunque la melodía se
mueve principalmente por valores más largos, casi siempre en blancas y negras, tan sólo el
final de la frase, ese arco melancólico lo realiza en corcheas aportando todo el carácter a la
obra.
La armonía es menor, con progresiones de relativos y enlaces de tercera, con algún cambio de
modo en las cadencias.