Arnaldich, Luis - Biblia Comentada - Capítulos 5 Al 7
Arnaldich, Luis - Biblia Comentada - Capítulos 5 Al 7
Arnaldich, Luis - Biblia Comentada - Capítulos 5 Al 7
Taylor, Decisión in the Desert. The Temptation of Jesús in the Light of Dfutfronomy: ínter pretation (1960) p.300-309. — 23 Lamadrid,
o.c., p. 141-142. — 24 Lamadrid, o.c., p.139. — 25 Vosté, De baptismo, tentatione, etc. (1934) p.51-114, donde se da abundante
bibliografía; A. Kadie, Momentum messianum tentationum Christi: VD (1938) p.93ss.l26ss,151ss. — 26 Vosté, o.c., p.77-98; León
Dufour, Dict. Bibl. Suppl. (1960) t.6 col. 1483. — 26 Cf. notas 17 y 18. — 27 Antiq. XVIII 5:2. — 28 Abel, Géographie de la Pales-
tine (1938) II p.292-293. — 29 Abel, o.c., II p.292-293; ID., Bibl. Suppl. I 1045-1064; Orfali, Capharnaüm et ses ruines (1922).
— 30 Nácar-Colunga, Sagrada Biblia h.l. — 31 Ceuppens, De prophetiis messianicis (1936) p.226-246. — 32 A. F. Truyols,
Geografía bíblica (1951) p.126. — 33 Josefo, De bello iud. II 21:8. — 34 lagrance,' Évang. s. St. Marc (1929) p.18. — 35 Dunkel,
Die Fischerei am See Genesareth: Bíblica (1924) p.375-390. — 36 Biever, Au bordan lac de Tibériade: Conférences de Saint
Etienne (1910-1911) p.304. — 37 Willam, La vida de Jesús en el país y. vers. del alem. (1940) p.169-170; Con-Zelmann, Die Mit-
te der Zeit (1959) p.22ss. — 38 Benoit, Remarques sur les sommaires des Actes: Mélanges Goguel (1950) p.1-10; E. Trocmé, Le
livre des Actes et l'histoire (1957) p.195ss; Josefo, B.I. VII 3:3.
Capitulo 5.
El sermón de la Montaña (c.5.6.7 de Mt) está sistematizado, como se ve, porque partes del
mismo están situadas por los otros evangelistas en otros contextos, a veces históricos. Se puede,
en general, suponer como esquema fundamental de este sermón de Mt el que coincide concep-
tualmente con Lc (6:12-49). Literariamente está redactado con grandes hipérboles, que exigen
una interpretación justa.
Después de presentado el auténtico mesianismo de Cristo — bautismo, tentaciones —,
se presenta, en una como síntesis, un avance de la promulgación de su doctrina. Los Padres han
notado esta predicación de Cristo en el monte en semejanza con la promulgación mosaica de la
Ley en el Sinaí. Mt probablemente sugiera esta sustitución.
Hasta se piensa si el “subió” evoca a Moisés en su ascensión al Sinaí (Troadec).
Introducción, 5:1-2.
1
Viendo a la muchedumbre, subió a un monte, y cuando se hubo sentado, se le acer-
caron sus discípulos; 2 y abriendo (El) su boca, los enseñaba, diciendo.
De hecho, Mateo presenta a Cristo que “sube” a un monte a causa de una gran muchedumbre que
le va a escuchar. Esto ya sugiere un adelantamiento del sermón, pues supone que Cristo ya pre-
dicó mucho su doctrina.
En Lc, para este sermón, Cristo “baja” (Lc 6:12.13). Probablemente se debe a un proce-
dimiento redaccional. Lc dirá que Cristo, por la noche, “subió” a la montaña para orar, y luego
baja para hablar. Como Mt no habla de lo primero; si el sermón es en la montaña, tiene que decir
que “subió.” Este se hallaba cerca de Cafarnaúm (Mt 8:15; Lc 7:1). La tradición, que llega al si-
glo IV, lo sitúa junto a Tabgha; tiene 250 metros de altura, aproximadamente, con un kilómetro
de superficie, y está a tres de Cafarnaúm .
Jesucristo predicó parte de este sermón sólo a los discípulos (Lc 6:12; cf. Mt 10:1-4); a
las turbas probablemente les predicó en la llanura, aparte los pasajes incrustados. Pero queda to-
do situado literariamente en un mismo plano de redacción.
Rodeado de discípulos y apóstoles, recién elegidos (Lc), lo que supone que se dirige a
ellos solos y no a la turba, “abriendo la boca, les enseñaba, diciendo.”
Esta fórmula, marcadamente semita, de suyo no indica especial solemnidad (Job 33:1.2;
Act 8:35), pero puede indicarse con ello un discurso de importancia (Sal 78:1-2).
En el A.T., “ver la faz de Yahvé” significa: a) estar presente donde El mora, asistir a las solem-
nidades litúrgicas (Sal 42:3; 36:9.10; b) otras veces significa experimentar la benevolencia divi-
na, v.gr., ser sacado de una situación difícil (Sal 31:17; 13:1; 31:13). Y hasta la formulación del
premio de esta bienaventuranza se encuentra en el vocabulario del A.T.: “Los rectos verán su
benigna faz (de Dios)” (Sal 11:7b). Si por fórmula está vinculado al primer grupo — faz de
Dios” —, templo de Jerusalén 17, por contenido lo rebasa, para prometer un premio “escatoló-
gico” en el cielo. Es la imagen del Templo con la que se describe el premio del cielo bajo imagen
cultual: “sus servidores (de Dios, en el templo del cielo) le rendirán culto y verán su faz,” se lee
en el Apocalipsis (22:3.4.2-11). Así se beatifica a éstos bajo la forma de un culto que en el cielo
se rinde a Dios 18.
Y como en el templo del A.T. había que estar legalmente “puros,” así en el templo del
cielo hay que estar, para ingresar en él, espiritual y moralmente “puros”: vida con conducta re-
cta 19.
3657
Bienaventurados los Hacedores de Paz.
Sólo la trae Mt. No se beatifica a los de temperamento pacífico o a los pacíficos estáticos
— ”los pacíficos” —, sino a los dinámicos en esta virtud: a los “hacedores de paz” ( ).
Se pensaría que en su contenido se incluía a todo el que buscase difundir y trabajar por la paz. La
formulación universal e impersonal en que está redactada llevaría a esto. Lemonnyer y otros, ba-
sándose en el salmo 82, piensan en las autoridades y magistrados, ya que a ellos corresponde esto
por “oficio” 20. Pero el sentido que le da Mtg de universalidad rebasa esto. Aparte que es “paz”
en función del reino. En los pasajes bíblicos en que sale este término tiene sentido de reconcilia-
ción con los enemigos (Col 1:20; Ef 2:15.16; Act 7:26). Lo mismo se ve en la literatura rabínica.
Así interpretada, vendría a estar próxima esta bienaventuranza con la otra de Mt sobre los “mise-
ricordiosos”: sería como especie de un género.
Aunque la portada es universal en el Mtg y el genero “sapiencial,” se pensaría que estos
“hacedores de paz” fuesen, en su sentido primitivo, los apóstoles, que tenían la misión de di-
vulgar la justicia del Reino.
El premio es que “serán llamados hijos de Dios.” “Ser llamados,” en semita significa ser
reconocido por tal, ser verdad lo que se dice de uno. ¿Cuándo serán llamados así? La redacción
lo supone en la fase escatológica, lo mismo que el contexto en que se encuadra (v.5.6.7): premio
en el cielo. Pero no se puede prescindir de lo que se dijo a propósito de la primera bienaventu-
ranza.
En hebreo la relación o dependencia se la formula frecuentemente con la palabra hijo
(heb. =ben; aram.= bar). En la Escritura, a Dios se le llama muchas veces Dios de paz; los
“hacedores de paz” tienen una relación especial con Dios. De ahí el formularlo como “hijo de
Dios” (Lc 20:35-36).
También se percibe en esta bienaventuranza una enseñanza o sugerencia sobre el modo
de establecer el reino: no por el ruido de armas, sino espiritualmente: “haciendo la paz” del re-
ino entre los seres humanos.
El cuadro profetice de esta bienaventuranza está trazado con elementos suficientemente descrip-
tivos. Se acusan en su redacción, aparte de la profecía, las primeras persecuciones cristianas. Los
“falsos testimonios” ( μ ) apuntan, preferentemente, a las acusaciones falsas ante los
tribunales (1 en 4:15).
El motivo por el que son beatificados estos perseguidos es precisamente “a causa de mí”
(Mt) o “por amor del Hijo del hombre” (Lc). Sólo supone la lealtad a Cristo. Esto hace pro-
rrumpir a Cristo en una invitación a la alegría; Lc pone “en aquel día,” que es el de la persecu-
ción. Así lo experimentaron primeramente los apóstoles (Heb 5:40ss; 2 Cor 11:23);
es el término técnico usado para esto (cf. Ap 19:7; 1 Pe 1:6.8; 4:13). La esperanza abre la seguri-
dad al premio celeste en la fase escatológica. Pues la “recompensa” (μ ) es una deuda de jus-
ticia, como lo acusa el término usado 22.
Al obrar así los judíos contra los apóstoles y discípulos, no hacen otra cosa que obrar co-
mo obraron “sus padres” (Lc) contra “los profetas que hubo antes de vosotros” (Mt). En el Evan-
gelio, los apóstoles son los sucesores de los profetas (Mt 23:34; 10:4l; 13:17). Los primeros pre-
paraban el reino, y los segundos lo divulgaban.
Oficio de los discípulos, 5:13-16 (Mc 9:50; 4:21; Lc 14:34-35; 8:16; 11:33).
13
Vosotros sois la sal de la tierra; pero, si la sal se desazona, ¿con qué se salará? Pa-
ra nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres. 14 Vosotros sois
la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad asentada sobre un monte. 15 Ni se
enciende una lámpara y se la pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que
alumbre a cuantos hay en la casa. 16 Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres,
para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los
cielos.
Esta sección de Mt es una enseñanza hecha con diversas imágenes sobre la santidad de los discí-
pulos. Es propia de Mt. Pero también Mc y Lc utilizan estas imágenes, aunque en contextos y a
propósitos distintos. Es Mt el que los une tomados de una fuente premateana.
Este logion de Cristo lo mismo puede ser repetido por El, con variantes, que ser uno solo
multiplicado por los evangelistas a propósitos específicos.
Los discípulos de Cristo, en su misión de predicar el reino, han de ser la “sal de la tie-
rra.” Esta “tierra” no es sólo Palestina, sino que tiene valor universal, como se ve por su “parale-
lismo” con la “luz del mundo.” Es la orden que dará Cristo de predicar a todas las gentes (Mt
28:19-20) y tema usual de Mt: nota universalista y misionera (Mt 9:6; 10:34; 12:42; 24:30). En el
ambiente judío se le reconocen a la sal varias propiedades: dar sabor y gusto a la comida, librar a
la carne y pescados de la corrupción, y los rabinos también destacan en la sal el valor purificador
23
.
A la masa doctrinal y moralmente viciada del mundo y del fariseísmo hay que salvarla
con la doctrina de Cristo, purificarla de su descomposicion; lo mismo que a estas creencias
hay que darles el sabor y gusto de Cristo. Esto hace ver que esta parte del sermón se dirige a
3659
apóstoles y discípulos, que son los que tienen la misión de salar la masa.
Pero hay un fuerte alerta para éstos. “Si la sal se desazona, ¿con qué se la salará?” Esta
frase es un proverbio usado en la literatura rabínica 24. Y se alude a una sal extraída del mar
Muerto y que perdía su sabor muy pronto. La alegoría acusa una gran responsabilidad para los
discípulos. Esta sal de su vida cristiana puede perderse; por eso exige el esmero de su defensa y
conservación. Pues si se pierde no vale para nada: “ni para la tierra es útil ni aun para el esterco-
lero” (Lc), sino para “tirarla afuera.” Conforme a las viejas costumbres de Oriente, todo lo que
no sirve se lo tiraba a las callejuelas 25. Si el apóstol se “desazona” de Cristo — por preparación
y vida —, no vale para testimoniar a Cristo, y entonces se lo “tira fuera.” ¿De dónde? ¿Del apos-
tolado, de Cristo, del reino? Sólo vale, conforme al ejemplo puesto de tirar la sal y lo que sobra
a las callejuelas, por lo que lo pisan los hombres y animales que por allí transitan, para que tam-
bién a él “lo pisen los hombres.” Pero estos rasgos deben de ser alegóricos: “imagen de desprecio
en que caen los discípulos caídos de su fervor, incluso ante los hombres” 26. ¿Aviso “eclesial”?
Este oficio apostólico se expresa con otras dos imágenes. Son “luz del mundo.” La luz se
enciende para lucir. En las casas palestinas antiguas, con una sola y grande habitación, se encen-
día la pequeña lucerna de barro y se la ponía sobre el candelero, en lugar alto, para que alumbre a
cuantos hay en casa. No se la ponía bajo el ”modio,” medida de áridos con capacidad de algo
más de ocho litros, pues se evitaría que luciese. La “luz” de los apóstoles de Cristo no es para
ocultarse, sino para iluminar a los que están en tinieblas con la iluminación del reino (Flp 2:15).
La forma redaccional griega ( ), para que vean vuestras obras, podría desorientar su sentido
preciso. Aunque podría aceptarse la forma extremista oriental, no es ello más que efecto de una
traducción material del original, en el que la partícula le lo mismo puede significar finalidad que
una consecuencia a seguirse, como aquí. Al ver sus obras se glorificará al Padre, autor de esta
obra.
En el pueblo judío estaba muy calado el que Dios fuese alabado por todos a causa de sus
27
obras . Ni hay contradicción con Mt 6:5-16, en donde se dice que no se hagan las obras “para
que los hombres os vean.” Allí habla del apóstol, cuya misión es lucir; aquí del espíritu de mo-
destia en la conducta cristiana.
Por un paralelismo evocador, junto a la comparación de la luz se pone la de las ciudades
construidas sobre las montañas. En Palestina era frecuente emplazar los pueblos en los altos.
Desde el lugar donde, tradicionalmente, se sitúa este sermón, se veían en lo alto de las montañas
Safet, Séfforis e Hippos. Acaso Cristo señaló alguna de ellas y la tomó por símil de su enseñan-
za. Como la ciudad puesta en lo alto de una montaña no puede menos de verse, así el apóstol del
reino no puede ocultarse; ha de verse, dejarse ver, actuar.
Estas dos comparaciones sobre el oficio de los apóstoles de Cristo — ”sal” y “luz” —
tienen finalidades algún tanto distintas. La primera mira a la preparación y santidad del apóstol;
la segunda, a que no se oculten los valores necesarios para el apostolado; ni, incluso, como se ve
en otros contextos, porque aguarden persecuciones. Pues la tierra espera su “sal” y su “luz.”
3662
ción, derramamiento de sangre, profanación del nombre de Dios, santificación del sábado. Pero
también los rabinos destacaban la igualdad de todos en cuanto a su obligatoriedad, pues to-
dos habían sido dados por Dios. La forma impersonal en que está redactado hace ver que se
dirige a cualquiera. No obstante, la frase “y así enseñase” parecía dirigirse a apóstoles y discípu-
los. Acaso sean anomalías redaccionales. Pero no alude a valores “jerárquicos” escatológicos.
Se pensó si “alguno de estos preceptos mínimos” se refiriese a la doctrina que se va a ex-
poner a partir del v.21. Pero la doctrina expuesta en el Sermón es demasiado importante para
pensar que son preceptos “mínimos” juramento, adulterio, divorcio, amor al prójimo, etc.
V.20. Propio de Mt. Como de los otros, se discute su contexto preciso. Pero se ha de va-
lorar en el contexto de Mt, que obedece a un propósito claro. Si la Ley ha de permanecer, en la
forma dicha, conforme al “perfeccionamiento” que de ella hace Cristo, esto traía, por cierto en-
cadenamiento semita conceptual, por contraste, el modo de la práctica de esa Ley, y análogamen-
te de la nueva Ley. Y la enseñanza de Cristo es ésta: “Si vuestra justicia no supera a la de los es-
cribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” Se trata, pues, de fidelidad a la Ley, pero
de fidelidad al cumplimiento del espíritu de la Ley, pues en su cumplimiento material, aqué-
llos eran maestros insuperables. Ya los profetas habían urgido la necesidad de poner el espíritu y
el corazón en los sacrificios. El rito material no cuenta. Por el simple cumplimiento del rito cul-
tual, Dios no lo atiende ni retribuye. Esto es lo que Cristo censura, al tiempo que enseña cómo ha
de ser la práctica de la nueva Ley, de la “justicia” mesiánica; no hipocresía de un rito sin vida. La
“justicia” del reino mesiánico es sencillamente la “justicia” de la autenticidad religiosa.
El v.20 es un término completivo del tema sobre la relación de Cristo y la Ley vieja, pero
es, al mismo tiempo, un versículo puente — leit motiv — para el tema del sermón de la Montaña:
el perfeccionamiento moral de la vieja Ley y el perfeccionamiento del espíritu con que ha de ser
practicada.
3663
El primer caso de interpretación de los varios preceptos que aparecen en este sermón es el quinto
precepto del Decálogo: “No matarás.” Refiriéndose al auditorio les dice: “Habéis oído que fue
dicho a los antiguos.” Estos “antiguos” son las generaciones judías anteriores contrapuestas a las
que habla Cristo, y no como tradujeron algunos, haciendo al dativo griego ( ) equivalente
al ablativo instrumental: “Habéis oído que fue dicho por los antiguos” (rabinos, doctores), ya
que luego se dan las citas textuales de los libros bíblicos. En la literatura rabínica se dice frecuen-
temente: “Sabéis por la tradición” 37. Lo habían oído en las lecturas sinagogales. El “que se dijo”
es, pues, fundamentalmente un circunloquio por Dios (cf. t 6:33).
La cita se hace literalmente del Decálogo. De la segunda parte, “el que matare será reo de
juicio,” se pensó si no sería una glosa posterior de Mt, pues no se encuentra citada así en la Ley.
Aparte que es una cita ”quoad sensum,” puede derivar de la sanción con que en la Ley se castiga
el homicidio: “El que hiere mortalmente a otro será castigado con la muerte” (Ex 21:12; Lev
24:17). Este “juicio” al que se alude puede ser el juicio jurídico del tribunal (Dt 16:18; Dan 7:26
en los LXX) que le juzgará y le condenará o puede ser la misma “condena.”
Esta legislación del Decálogo había sido interpretada materialmente: realización física del
homicidio. Pero Cristo, al contraponer su enseñanza a la interpretación rabínica del mismo
mandamiento, está dando la interpretación del contenido primitivo.
Hay también en ello otro valor. Al contraponer lo que se les había dicho por Moisés a los
antiguos, al “pero yo os digo,” está implícitamente declarándose superior a Moisés. ¿Quién era
superior a Moisés? Gradualmente irá declarándose superior a los reyes, profetas, sábado y Tem-
plo (Mt 16:6). Aquí se presenta ya como el supremo Legislador de Israel.
En este precepto no solamente se condena el acto de homicidio real, sino la injuria al
“hermano.” Este, en la apreciación judía, era el equivalente al “prójimo,” y éste era sólo el judío.
Aquí también se condena “el airarse contra el hermano” injustamente (Mc 3:5) al llamar-
lo racá (£ ). Es palabra aramaica; se proponen varias etimologías: reqah o reqa', vacuo, loco,
estulto, o se la deriva de la forma aramaica, aquí apocopada, rahaqá', rechazar, reprochar. De
donde sería (hombre) abominable 38, o también decirle moré (μ ), que corresponde a la pala-
bra hebrea nabal, loco. Pero ésta significa además rebelde contra Dios, ateo. Parece responder
mejor a este segundo sentido, porque, si no, no se diferenciaría en nada de la palabra roca, no
habiendo, si no es así, en ello climax, y porque en la literatura rabínica se encuentran ejemplos
estructurados a este modo climático paralelo: “El que llama a su prójimo siervo será castigado
con anatema; el que lo llama espurio, con cuarenta azotes; el que impío, ha de ser acusado de
crimen capital.” 39
El castigo correspondiente es también gradual. Al “airarse” se le amenaza con ser “reo de
juicio” del tribunal local, que ha de haber en todos los pueblos (Dt 16:18); al “racá,” se es “reo
ante el sanedrín,” es decir, ante el gran sanedrín de Jerusalén, que es el que tenía competencia en
los crímenes mayores; al de “impío,” se le amenaza con “la gehenna de fuego,” o sea el infierno
40
.
Naturalmente, Cristo no pretende establecer este triple y exclusivo código de penas y cas-
tigos. Toma los términos de la jurisprudencia judía como medio de expresión de valoración mo-
ral. El tribunal ante el que Cristo cita no es más que uno: el de Dios.
Tomando tres casos con un “crescendo” de gravedad, expone representativamente todo
otro tipo de culpas, sugerido por este procedimiento semita de “acumulación.” En el quinto pre-
cepto del Decálogo no sólo se condena el homicidio físico, sino todo deseo de injuria injusta.
El rabino Eliezer (c.90 d.C.) decía: “Quien odia a su prójimo tiene que ser contado entre
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los derramadores de sangre.” El judaísmo en tiempo de Cristo era unánime en rechazar la cólera
entre hermanos. Hasta en Qumrán se dice: “El que guarde rencor a su prójimo, injustamente, será
castigado seis meses (Regla. VII,8) Pero también se exige ser “inmisericordes” contra los que
están fuera de la “vía” (ibíd., X,20ss) y también se lee en el Talmud bab. (Yoma 22b): “Un
aprendiz de las Escrituras, que no se venga y no es rencoroso, no es un verdadero aprendiz de las
Escrituras.”
Luego se expone en dos pequeñas parábolas o comparaciones — por evocación y con-
traste procedentes de otros contextos — la necesidad de la reconciliación con el prójimo.
a) La primera la presenta con un símil tomado del sacrificio y la presenta con la urgencia
del que está ya a punto de ofrecerle. Que la deje “ante el altar” y que vaya primero a reconciliar-
se con su “hermano” — acaso recuerde la redacción eclesial de la Iglesia primitiva — si “tiene
algo contra ti,” por suponerse que el oyente hizo algo injusto contra él. Con ello encarece la ne-
cesidad de la caridad al ponerlo en comparación con el sacrificio. Ya que, siendo éste representa-
ción vicaria del oferente, no es grata a Dios sin el amor al prójimo (Os 6:6).
Se pretendió sacar del v.26 de Mt la idea del purgatorio. Pero esto no es más que una re-
dacción parabólica, popular y de tipo “sapiencial,” y que corresponde a una ofensa “in via.” Es
una advertencia de prudencia humana, para los asuntos de la tierra, sin más pretensiones, y que
se debe de aprovechar para evitar otras complicaciones. Así se debe aprovechar, analógicamente,
esta lección para la ética cristiana (cf. Mt 18:34.35), pero sin matizaciones estrictas.
b) La segunda comparación está tomada de la vida civil: más vale componerse los litigan-
tes de un pleito entre ellos que venir a la sentencia inapelable del juez, aparte de pagar costas y
tener incomodidades y pleito. Se pagará hasta lo último. El “cuadrante” (quadrans), moneda ro-
mana, era la cuarta parte de un as, y éste equivalía a la décima; más tarde, a la de un denario 41, y
éste era el jornal de un trabajador.
Se pensó que fuese una alegoría y se trató de identificar sus elementos. Pero es una pe-
queña parábola, de la que luego se alegorizan algunos elementos.
El tiempo que “están en camino” probablemente alegoriza el tiempo que se está in via;
el juez y su sentencia son el tribunal de Dios; el castigo “en prisión,” de la que no se saldrá “has-
ta que” ( = cadki) se pague el último cuadrante, es decir, hasta que se cumpla estrictamente la
justicia, y porque el tono de esta redacción parabólica sólo habla popular y “sapiencialmente” del
anuncio de un castigo que corresponde a una culpa contra la caridad, pero sin más precisiones.
Lc (12:58.59) sólo trae esta segunda comparación en otro contexto y a otro propósito distinto.
Valoración cristiana del sexto precepto del Decálogo, 5:27-30 (Mc 9:42-48).
27
Habéis oído que fue dicho: No adulterarás. 28 Pero yo os digo que todo el que mira
a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón. 29 Si, pues, tu ojo dere-
cho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor te es que perezca uno de
tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. 30 Y si tu mano
derecha te escandaliza, córtatela y arrójala de ti, porque mejor te es que uno de tus
miembros perezca que no que todo el cuerpo sea arrojado a la gehenna.
La ley judía condenaba en el Decálogo (Ex 20:14) el adulterio. Pero explícitamente no se legis-
laba sobre la simple fornicación. Esto será tema de los profetas y libros sapienciales. La interpre-
tación de la prohibición del adulterio en el Decálogo era usualmente entendida del acto exter-
no. El mismo Decálogo daba, aparentemente, pie a ello, pues lo valoraba solamente desde el
punto de vista de la justicia. También se condenaban otros pecados externos de lujuria, v.gr., se-
3665
ducción, etc. (Ex 22:15v; 22:18; Lev 18:23.24; 19:29). Como en otros pasajes del A.T. se hace
ver el peligro del pecado interno (Job 31:1; Eclo 9:5). El décimo precepto del Decálogo prohibe
el deseo de la mujer ajena sólo Ajusticia — por ser propiedad del marido (Ex 20:17; Dt 5:21).
Pero ante esta legislación interpretada restrictivamente, Cristo da su interpretación autén-
tica: en este precepto está incluido todo mal deseo de adulterio (Mt 15:17-20). El “corazón” es el
verdadero responsable ante la moral.
Es verdad que en la literatura rabínica se “encuentran textos de todas las épocas expre-
sando un sentimiento constante” que condena la impureza que se comete con los ojos o el pen-
samiento. Rabí Simeón, en su Melkilta, dice: “No cometerás adulterio. ni tampoco con los ojos ni
con el corazón.” 42 Pero la práctica debía de ser muy distinta, cuando Cristo tiene que tomar esta
actitud ante la interpretación del Decálogo.
Declarado el sentido del sexto precepto, surge su cumplimiento, haciendo ver la necesi-
dad de evitar la ocasión del pecado, con un grafismo hiperbólico oriental y paradójico.
Si el “ojo derecho,” por especialmente estimado (1 Sam 11:2), lo mismo que si la “mano
derecha” escandalizan, vale más sacárselo o cortarla que ir con ambos a la gehenna (infierno).
Naturalmente, esto no se dice en el sentido de una realización material; sacado el “ojo de-
recho,” el “escándalo” — en el sentido etimológico de que es tropiezo u ocasión de pecado —,
seguiría el mismo escándalo con el izquierdo. Lo que Cristo destaca es la necesidad de la pre-
caución, de la vigilancia y el heroísmo, para superar todo escándalo temporal, a fin de no ir por
él a la gehenna.
El uso de los juramentos había venido a ser un abuso en Israel, no precisamente por el perjurio
(Ex 20:7; Dt 5:11; Núm 30:3), sino por deducir por una casuística inverosímil (Núm 30:3) que
todo lo que se hiciese bajo voto era mejor que no hacerlo sin él, pues era un acto religioso. Se
juraba por Dios (ha'Elohim), por el cielo, metonimia por Dios; por el Todopoderoso (Gheburtá),
por el templo, por “esta morada,” sinónimo del mismo; por el altar, por la Alianza, por la Thorah
(la ley), por la Consolación de Israel (Mcsías). A veces la fórmula empleada era negativa, v.gr.,
3666
“yo (juro) no querer ver la Consolación de Israel si.” (hago o sucede tal cosa); o en forma positi-
va: “Yo (juro) que quiero ver muertos a mis hijos si. (sucede tal cosa). Se juraba que comería o
que no comería, que comió o que había comido, que daría o no tal cosa a otro, que se entregaría
al sueño o no, etc. 43 Dos tratados de la Mishna — Shebuoth (juramentos) y Nedarin (votos) —
están dedicados a reglamentar todo esto.
Después de haber establecido y metido la vida en un atolladero, invalidaban, mediante
una casuística reglamentada, el cumplimiento de multitud de ellos. Concretamente, declaraban
inválidos aquellos en los que no estuviese expreso el nombre de Dios, aunque eran hechos a
Dios. Y ante este desbordamiento de irreverencia y laxismo, Jesucristo sale por el honor de su
Padre.
a) Prohibe, en general, jurar: “No juréis de ninguna manera” 44. No es que lo excluya en
absoluto, pues El mismo responderá ante la “conjuración” que por Dios le hace Caifas, sino que
es la forma rotunda de expresión contra el laxismo.
b) Destaca algunos juramentos, como modelo y más frecuentes, que se hacían por las
criaturas, para hacer ver que en ellos está Dios y que por eso se utilizaban.
“Ni por el cielo,” pues es la morada de Dios; allí está “el trono de Dios” (Is 66:1); “ni por
la tierra,” pues también en ella está Dios, y es, como decía el profeta, “escabel de sus pies” (Is
66:1).
Se lee en el Talmud: “Si alguno dice (enjuicio): Yo os conjuro, o yo os obligo (por jura-
mento), son culpables (si no no cumplen el testimonio a que se les obliga). Pero si dicen sola-
mente: Por el cielo y por la tierra, quedan libres (de la obligación de responder al testimonio que
se les pide). Si se los conjura por el Nombre divino, sea por las letras Ad o Yah, o por los atribu-
tos divinos, etc., son culpables” (si no responden a la conjuración que se les hace) 45. Cristo cen-
sura aquí un juramento que era especialmente valorado por los rabinos.
“Ni por Jerusalén, pues es la ciudad del gran Rey,” Dios, en la que puso su nombre. Por
eso es la Ciudad Santa.
“Ni por tu cabeza jures tampoco,” pues aun en este juramento se incluía a Dios. Se lo in-
cluía al usar la palabra técnica “jurar,” y porque ella es la representación del hombre, que está
bajo el dominio de Dios. Por eso no puede cambiar por un acto de su determinación el color de
sus cabellos.
Ante esta frivolidad religiosa, Cristo propone decir “sí, sí; no, no. Todo lo que pasa de es-
to es malo.” De esta expresión caben dos interpretaciones.
Que este doble sí sea una repetición enfática, como el “amén, amén,” en San Juan. Se
querría destacar el honor del hombre sin tener para estos casos que recurrir a Dios. Literariamen-
te no se ve por qué un doble sí o no ha de tener más valor que un auténtico sí o no. Cuatro siglos
después de Cristo se lee en el Talmud que un doble sí o no equivalen a un juramento 46. Si esta
afirmación recogiese el espíritu rabínico de los días de Cristo, se vería en ello una condena más
del juramento.
Otra interpretación es que el sí sea sí, lo mismo que el no, una afirmación o negación sin
doblez. La epístola de Santiago, hablando del juramento, interpreta el sí y el no en este sentido
(Sant 5:12). Y en la Mishna se lee: “Decid al sí, “sí,” y al no, “no” 47. Este es el sentido que pare-
ce más lógico, máxime con la interpretación de Santiago y de la Mishna, pues, además de salvar
el honor de Dios, se trata de revalorizar la dignidad y lealtad del hombre.
Añadiéndose “todo lo que pasa de esto (de decir sí o no) procede del mal” (
). Por comparación de textos puede significar que procede del “mal” — de la mala
condición de los hombres —, o del Maligno (diablo), en su obra de mal contra el Reino. Parece
3667
más probable la primera, pues no todo mal es obra actual del diablo, aparte que Mt está “etizan-
do” la enseñanza.
En la otra hipótesis sería una alusión a Satán, que, al introducir la mentira y el mal en el
mundo (Jn 8:44), hizo necesaria, a veces, la garantía del juramento.
De esta forma de expresarse Mt no se sigue que se niegue la licitud del juramento en oca-
siones. La fórmula rotunda de prohibición no es más que la hipérbole de un estilo oratorio y
oriental.
A lo que era un abuso total se le opone en este estilo una prohibición total. Pero como
contraprueba de su licitud está que Cristo responde a la “conjuración” que le hace Caifas, lo
mismo que la práctica de San Pablo (Rom 1:9; 2 Cor 1:23; 11:31; Gal 1:20; Flp 1:8) y el ángel
del Apocalipsis, que “jura por el que vive por los siglos” (Ap 10:6), lo mismo que la práctica de
la Iglesia.
La llamada “ley del talión” toma su nombre de su incorporación a la ley romana 48. Las frases
con que aparece citada eran las primeras con las que aparece formulada en la Ley (Ex 21:24.25v;
Dt 19:18.21v). Era la ley vigente en el Oriente bíblico. Es la ley de código de Hammurabi. Esta
legislación, tan chocante con la mentalidad moderna, nacía precisamente de un espíritu de justi-
cia y moderación. Si la injusticia privada fácilmente degenera en reyerta y ésta en abuso, a pre-
venir y evitar éstos tendía la “ley del talión.” Era la justicia tasada materialmente: “Ojo por ojo,”
pero no más que el equivalente material de la ofensa hecha. Aunque también se admitía en la an-
tigüedad la sustitución de esta tasación material por una equivalencia en especie o dinero (Ex
21:26-35). Sin embargo, si en la época de Cristo regía la sustitución pecuniaria o equivalente de
la “ley del talión,” no es seguro. En la literatura rabínica hay indicios de estar vigente estricta-
mente esta ley, al menos en casos concretos 49. Josefo dice que era practicada si el agredido no
aceptaba la compensación pecuniaria 50. Y este principio es el que Cristo toma en su primitiva
formulación para preceptuar a sus discípulos un ancho espíritu de justicia, desbordada por la ca-
ridad.
Esta justicia que va a exponer Cristo no es la abolición de la justicia pública, necesaria
para la existencia misma de la sociedad. El mismo dijo: “Dad al César.”; ni tampoco trata de que
sus seguidores renuncien a sus derechos ante la justicia pública, pues se haría la vida “humana”
imposible en multitud de casos. El mismo hará ver esto con su ejemplo (Jn 18:22.23).
Lo que Cristo enseña, en una forma oriental, concreta, extremista y paradójica, es cuál ha
de ser el espíritu generoso de caridad que han de tener sus discípulos en la práctica misma de sus
derechos de justicia. Por eso, al “ojo por ojo,” dirá como temática paradójica de este espíritu de
caridad: “No resistáis al mal” (μ ), es decir, por el contexto, al hombre
malo, al que le hace mal. Y Cristo ilustra aún este principio con cuatro casos, que harán ver con
grafismo su pensamiento. Al final de ellos se sintetizará su intento.
a) Si alguno te abofetea en la mejilla derecha, muéstrale también la otra (Lc 6:29a). —
La paradoja es clara. El citar concretamente una mejilla es debido a que “el detalle agrada al
3668
pueblo y fija la atención” 51. El que sea la “derecha” no tiene ningún valor especial, aunque algu-
nos lo pensaron basándose en sutilezas. Lucas, en el lugar paralelo, dice: “Al que te hiera en una
mejilla, ofrécele la otra” (Lc 6:9). Es una expresión tomada del lenguaje popular. En la literatura
rabínica se lee: “Cuando alguno te abofetee en la mejilla izquierda, preséntale aún la derecha” 52.
Es matiz característico de Mt.
b) Al que quiera litigar ( ) contigo para quitarte la túnica, dejale también el
manto (Lc 6:29b). — La “túnica” (heb. = kuttoneth) y el “manto” (heb. = simláh) eran las dos
piezas usuales del vestido palestino de la época. La escena parecería evocar un caso de reclama-
ción ante un tribunal. Ante este pleito, Cristo diría, paradójicamente, que le diese también el
“manto,” sobre el que no había cuestión. La Ley exigía que el que tomase “en prenda” el “man-
to” del prójimo se lo devolviese antes de la puesta del sol, pues tan necesario le era (Ex
22:25.26). Lc da una formulación de evocación menos “jurídica.”
c) Si alguno te requisa para una milla, vete con él dos. — Esta sentencia es propia del
evangelio de Mt. La palabra “requisar” ( ) es de origen persa. Los oficiales y servido-
res del rey, para poder cumplir mejor su oficio de mensajeros, estaban autorizados a “requisar” a
personas o medios de transporte que encontrasen a mano. Los romanos tomaron de los persas la
misma palabra y la institución 53. Naturalmente, este derecho se prestaba en la práctica a toda
clase de abusos. En labios de Cristo tiene la palabra mayor amplitud, pues se refiere al espíritu
que ha de informar la conducta de sus discípulos. El mismo término “cualquiera ( ) que te
requise” acusa el propósito genérico de la lección de Cristo en la vida cotidiana.
La “milla” (μ ) era el espacio que señalaban con la piedra miliaria = 1.800 metros. Si
“requisan” para una milla, Cristo propone responderle con dos.
d) Da a quien te pida y no rechaces a quien te pida prestado (Lc 6:30). — Este cuarto
ejemplo con el que Cristo expone su doctrina parecería tratarse, en la primera parte, del ejercicio
de la limosna, y en la segunda, de dar facilidades materiales en la vida del prójimo. Pero atenién-
dose al tono general de este contexto, en el que se acusan exigencia o insolencia por abuso — la
bofetada, el despojo del manto, la “requisa” —, probablemente este último punto ha de ser situa-
do en el plano de lo exigente. Puede ser el caso de una petición de préstamo en condiciones de
exigencia o insolencia. A esto lleva la sentencia “paralela” de Le: “Da a todo el que te pida y no
reclames a quien toma lo tuyo” (Lc 6:30). Según el A.T., el préstamo al pobre debía ser hecho
sin réditos (Ex 22:25; Lev 25:36; Dt 15:7-11; 23:20ss). Expresión aún con más hipérbole.
La doctrina de Cristo, que se desprende de estos casos concretos en que la expone, es la
siguiente: el cristiano debe tener su caridad al prójimo tan acentuada, que en los casos
mismos de ofensa o abuso — bofetada — o en los que tiene la justicia a su favor — túnica, re-
quisa, préstamo — debe tener su disposición de ánimo en tal estado que, por su parte, esté dis-
puesto al perdón y a la generosidad con su adversario. Por lo que no quiere decir, en verdad, que
ponga la otra mejilla para recibir otra bofetada, lo que era “provocar” al enemigo a una nueva
injuria — y análogamente hay que decir lo mismo de los otros casos —, pues sería provocador
de nuevas injurias el que así obrase.
Es, por el contrario, con esa forma paradójica de hablar, un modo de exponer la actitud de
caridad y perdón que se ha de tener con el adversario; no sólo perdonar a la primera injuria, sino
estar preparado a perdonar nuevas ofensas, ofreciéndole así, con la “otra mejilla,” toda la genero-
sidad de su perdón. Cuando a Cristo, en el sanedrín, un soldado le dio una bofetada, Cristo no le
ofreció la otra mejilla, sino que le dijo: “Si he hablado mal, muéstrame en qué, y si bien, ¿por
qué me abofeteas'?” (Jn 18:22.24; Act 23:2.3; 16:37). Acaso esté también en la perspectiva de
Mt la persecución por Cristo
3669
El amor cristiano a los enemigos, 5:43-48.
43
Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. 44
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, 45 para
que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, que hace salir el sol sobre
malos y buenos y llueve sobre justos e injustos. 46 Pues si amáis a los que os aman,
¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen esto también los publícanos? 47 Y si saludáis
solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los gen-
tiles? 48 Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre, celestial.
Nuevamente Cristo cita lo que oyeron en las lecturas y explicaciones sinagogales: “Amarás a tu
prójimo y odiarás a tu enemigo.” La primera parte de esta sentencia se encuentra formulada así
en la Ley (Lev 19:18), pero la segunda — odiarás a tu enemigo” — no aparece formulada en
ningún escrito bíblico, ni rabínico.
En la Ley se preceptúa el amor al prójimo (re'a); pero éste es sólo el judío (Ex 23:4; Prov
25:21.22). En algunos pasajes se recomienda y manda amar también al “peregrino” (ger) (Lev
19:34), pero el contexto hace ver que no es el transeúnte, sino el advenedizo establecido habi-
tualmente entre el pueblo judío e incorporado a él.
La Ley preceptuaba positivamente el exterminio de diversos pueblos idólatras, v.gr.,
amalecitas, ammonitas, moabitas, madianitas, cananeos (Núm 35:31), y hasta preceptuaba la
prohibición de aceptar compensación pecuniaria por el rescate de estas gentes (Núm 33:31). El
salmista decía: “¿Cómo no odiar, ¡oh Yahvé! a los que te odian? ¿Cómo no aborrecer a los que
se levantan contra ti? Los detesto con odio implacable y los tengo por enemigos míos” (Sal
139:21.22).
Como síntesis ambiental, en Qumrán, en el “Manual de disciplina” (1:4-9), se lee “Amar
a todos los hijos de la luz. y aborrecer a todos los hijos de las tinieblas.” Lo mismo en los “Sal-
mos de Salomón”
Del precepto positivo de amor al prójimo judío, por una parte del silencio del amor
universal al prójimo y de la legislación positiva de exterminio de ciertas gentes, por otra, se
vino a concluir, ilógica, pero prácticamente, la no obligación de amar a los no judíos.
La literatura rabínica muestra bien el ambiente que reflejan las palabras de Cristo. Así se
lee, comentando el Levítico (19:18): “Amarás al prójimo, no a otro (alienígenas); amarás al “pró-
jimo,” pero no a los samaritanos, alienígenas, prosélitos (no conversos).” Del estudio de la litera-
tura rabínica a este propósito, Strack-Billerbeck resumen así sus conclusiones: “La sinagoga, en
tiempo de Jesús, entendía la noción de prójimo en un sentido tan estrecho como en el A.T.; sólo
el israelita era prójimo; los otros, es decir, los no israelitas, no caían bajo este concepto.” Y así
admiten que estas palabras de Cristo “debían de ser en aquella época una máxima popular, a la
cual conformaban los israelitas, en general, su actitud con respecto al amigo y al enemigo.” 54 Y
en la Wishna se lee: “Estos dos mandamientos conciernen a los hijos de ;u pueblo, pero tú puedes
ejercer la venganza y el rencor contra los Uros” (los extranjeros) 55. Dar muestras de amor al
que las dio de odio no era procedente (2 Sam 19:8).
El “y odiarás a tu enemigo” es una aclaración ambiental a la primera parte, y que acaso
sea obra del kérygma o del evangelista 3 “fuente.”
Acaso esta segunda parte de la sentencia de Cristo pudiera entenderse en un sentido más
restringido. “Esta expresión forzada de una lengua pobre en matices (en su original arameo)
equivale a tú no has de amar a tu enemigo” 56. Se lee para indicar que antes de nacer Dios eligió
3670
a Jacob y no a Esaú: “Amé a Jacob, pero odié (¿μ ) a Esaú” Rom 9:12; Mal 1:3).
Foerster propone que aquí el “enemigo” es el perseguidor de la comunidad “eclesial”
primitiva, basándose en que el término en los LXX designa, frecuentemente, los enemi-
gos del pueblo de Dios (Sal 31:7; 139:21; etc); y las palabras ( § μ ) de las “per-
secuciones” eran empleadas frecuentemente en el siglo I para hablar de las persecuciones religio-
sas (cf. 2 Tes 3:15; Rom 5:10; Col 1:21; Sant 4:4). No se puede olvidar el Sitz im Leben tan con-
creto de las comunidades cristianas en las que nacen — reflejando y resolviendo a su luz sus
problemas — los Evangelios 56.
A toda esta parcial o exagerada interpretación de la Ley, Cristo da su enseñanza propia.
“Pero yo os digo.” Y el amor al prójimo llega hasta amar a “vuestros enemigos,” que, en contra-
posición al judío, son todos los no judíos, todos los hombres (v.47). Y al mismo tiempo se ex-
tiende a perdonar las ofensas personales con verdadera amplitud, pues manda “orar” por los
mismos que “os persiguen.” En este pasaje de Mt parecen percibirse dos planos confundidos: el
histórico, con el que se referiría a los enemigos raciales, perseguidores de los que ingresaban en
el reino de Cristo, y la doctrina “etizada” de Mt, con la que se alude a la conducta a tenerse en
la vida cristiana cotidiana.
Nunca el judaismo llegó a esta moral. EL motivo que Cristo alega para exigir este
amor al enemigo es doble:
a) “Para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos.” La bondad es esencial a
Dios y se desborda, benéfica, sobre todos los hombres, buenos y malos. No priva a éstos ni del
beneficio del sol ni de la lluvia, destacado este último por su valor incalculable en la seca tierra
oriental.
Por eso, cuando los seres humanos, en lugar de odiar a sus enemigos, los aman por cari-
dad, imitan y participan de esta bondad indistinta y universal de Dios. Y esta imitación y partici-
pación establece en ellos una nueva y especial relación con El. Lo que se expresa en semita por
el concepto de filiación: hijos de Dios, como se es, v.gr., “hijo de la luz.” Así son los hombres,
“hijos de vuestro Padre, que está en los cielos.”
b) “Pues si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?” El amor natural es prac-
ticado espontáneamente por todos. Pero aquí se destacará la necesidad de una conducta nueva de
amor, que llega a los “publícanos” y “gentiles,” a quienes los judíos abominaban. El amor aquí a
los “hermanos” ( ) se debe de referir a los miembros de la comunidad “eclesial” a la que
pertenecen. El motivo es este amor a Dios, a quien hay que imitar en la anchura del mismo.
Esta conducta de amor cristiano a los enemigos tiene un premio. La palabra griega usada
(μ ) se entiende directamente de un premio en justicia 57.
Se añade la siguiente sentencia del Señor: “Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre ce-
lestial es perfecto” 58. La palabra griega “perfectos” ( ) es traducida por F. Delitzsch al
hebreo por temimim, que significa, en sus diversas formas, perfección. Pero esta palabra, en el
contexto de Mt, exige la perfección del caso concreto a que se alude. Como la “perfección” que
se pide aquí es la benevolencia y el amor a los enemigos, pudo ser traducida en el estilo helenís-
tico de Lc por el sentido amplio de la palabra “misericordiosos” ( μ ).
La gran lección que Cristo enseña es que el cristiano, en su obrar, ha de imitar, en el
modo de conducirse, al Padre celestial, norma cristiana de toda perfección. La Doctrina de
los Doce apóstoles (1:3) da una interpretación errónea de esto. Dice: “Amad a los que os aborre-
cen,” y añade: “Y no tendréis enemigos” Pero este no es el motivo de la perfección, sino del ego-
ísmo o política.
3671
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palabras “as” y “denarium.” — 42 Bonsirven, Lejudaisme II 271; STR.-B., I 299ss. — 43 Strack-B., o.c., I p.321-336. — 44
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Talmud: Shebuoth 36a. — 47 Bonsirven, Textes n.lSl. — 48 “Si membrum rumpit. talio esto” (Tal. VIII). Cf. Daremberg-Saglio, Dict. des
Antiq. grec. et rom. art. “Talio.” — 49 strack-b., o.c., I p.337ss. — 50 Josefo, Antiq. IV 8:35. — 51 Üvzy,'Évang. s. St. Matth. (1946)
p.68. — 52 strack-b., o.c., I p.342. — 53 Zorell, Lexicón 8. — 54 Strack-B., o.c., I p.353-354. — 55 Bonsirven, Textes n.195; A.
Fernández, Diligite inimicos vestros: VD (1921) 39-42. — 56 Benoit, L'Évang. s. Sí. Matth. en la Sainte Bible de Jérusalem
(1950) p.5-6 nt.b; cf. Le 14:26; Mt 10:36.37; Rom 9:12. — 56 Foerster, en Th. Wórterb. N.T., art. II, Sllss. — 57 Zorell, Lexwon
847; Porporato, Nonne et ethnici hoc faciunt? (Mt 5:47): VD (1931) 15-22. — 58 A. George, Soyez parfaits comme votre ere
celeste (Mt 5:17-48): Bibl. Vie chrét. (1957) 84-90; J. Dupont, “Soyez parfaits” (Mt 5:48), Soyez misericordieux (Lúe 6:36): Sac.
Pag. (1959) 150-162; P. Schruers, La fraternité divine dans Mt 5:45 et 6:26-32: Étud. Théol. Lov. (1960) 592-624.
Capitulo 6.
Este capítulo no tiene valor inorgánico con el anterior; continúa la exposición de diversas ense-
ñanzas desde el punto de vista de la perfección de la Ley judía.
El primer versículo de este capítulo es el leit-motiv del mismo. La enseñanza que hace en él es un
alerta muy acusado — “aplicar el ánimo,” “estar atentos” — para evitar hacer la “justicia” con
ostentosidad. Este término corresponde al hebreo tseda-yah, justicia, pero que en la época de
Cristo, y ya de antes (Eclo 3:32; 7:10; Tob 12:3), vino a significar corrientemente limosna. Pero
no es aquí éste su sentido, pues es tema general que afecta a diversos temas, y entre los cuales se
3672
dedica uno específicamente a la limosna (v.2-4) con su término propio ( μ ). Aquí vues-
tra “justicia” significa la conducta moral general de los discípulos de Cristo. “Si vuestra justicia
no supera a la de los escribas y fariseos no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5:20).
Esta, en oposición al fariseísmo, no ha de practicar las buenas obras para ser vistos de los
hombres. La virtud se practica por amor a Dios. Sólo así se tendrá “premio,” “recompensa”
(μ ), premio en justicia l. Pues “el que quiere hacer ostentación de su virtud, no trabaja por
la virtud, sino por la fama.” 2 Por eso los que así obran “recibieron” ya su recompensa. El Tal-
mud ridiculizaba esto al hablar de los fariseos “de espaldas,” que eran aquellos que sienten sobre
sí el peso de sus buenas acciones 3.
En otro pasaje (Mt 5:16) dice que las obras han de hacerse para que los hombres “vean
vuestras buenas obras” (y así) glorifiquen “a vuestro Padre.” Aquí se trata del apóstol, cuya
obra no es la pereza, sino el lucir para que la obra del reino sea conocida, pero en el v. 1 se trata
del espíritu con que han de ser practicadas las virtudes.
El auditorio al que se dirigen las enseñanzas que va a hacer debe de rebasar el simple cír-
culo de los apóstoles y discípulos para dirigirse a las “muchedumbres” (Mt 7:28), al menos en
algunos casos.
3673
tos rabínicos — convocaba con una trompeta desde un lugar alto de la sinagoga el comienzo del
sábado. Este era el modo, en general, de hacer limosna los fariseos. Pero Cristo les dirá duramen-
te que “ya recibieron su recompensa,” el aplauso de los hombres. El término griego aquí emplea-
do ( ) era fórmula corrientemente usada por los helenistas para indicar que la cuenta
está saldada 7.
Con el ritmo hebreo antitético positivo dirá cómo el cristiano ha de practicar la limosna.
Ha de darse en “oculto.” Es la hipérbole oriental de contraposición a la ostentación y publicidad
de la limosna farisaica. Contra la ostentación, buscando el aplauso de los hombres, el cristiano lo
ha de hacer sin buscar la publicidad, aunque de hecho se sepa por los hombres, y, contra la os-
tentación, lo hará “ocultamente.” Y tan oculto — sigue el grafismo hiperbólico oriental —, que
“no sepa tu izquierda lo que hace la derecha,” sin duda la mano. Y así sucederá que “el Padre —
no los hombres —, que ve en lo oculto, te premiará.” 8
Rabí Eleazar (c.270 d.C.), decía: “Quien da limosna en lo oculto es más grande que nues-
tro maestro Moisés.” No se trata de la “vida interior” frente a la exterior. Es el “espíritu” de la
obra lo que se destaca.
El espíritu cristiano de la enseñanza no exige naturalmente el cumplimiento material del
grafismo hiperbólico con que se expresa. No es tanto la materialidad de la realización lo que se
censura, sino la intención con que se hace.
En otro pasaje que recoge Mt, Cristo hará ver que el mérito de la limosna no está tanto en
la cantidad de ésta cuanto en el espíritu y amor a Dios que en ella se ponga (Mt 12:41-43).
Con una factura semejante a la anterior, con el ritmo hebreo negativo-positivo, Cristo censura y
expone cuál ha de ser el espíritu cristiano de sus discípulos en la oración.
Todo judío piadoso varón había de orar tres veces al día, sobre las nueve de la mañana,
mediodía y sobre las tres de la tarde; prescripción ya muy anterior a la época neotestamentaria.
Generalmente se oraba de pie, pero también era frecuente orar de rodillas. Se solía orar tendidos
los brazos al cielo, e incluso vueltas las palmas de las manos, como esperando el don que espera-
ba recibirse 9.
Mas para el fariseo — ”hipócrita” — también la oración era motivo para su vanidad. Les
gustaba orar ostentosamente en las “sinagogas,” en el templo — también estaba permitida la ora-
3674
ción en cualquier lugar puro — y en los ángulos de las plazas, probablemente para no ser inte-
rrumpidos en su exhibicionista oración por los transeúntes y bestias de carga. Jesucristo los des-
cribe diciendo el modo con que oran, con una palabra ( ) que se la puede traducir por “es-
tando de pie.” Traducción legítima, pero que pudiera estar fuera de contexto. Porque lo que se
censura no es la posición, máxime cuando generalmente se oraba de pie — ”cuando os pusiereis
en pie ( ) para orar.” (Mc 11:25) —, sino el modo exhibicionista con que oraban. Por
eso se podría traducir esa palabra, mejor que por la “de pie,” por la de pose 10. Con ello ya reci-
bieron su recompensa al ser vistos por los hombres, por quienes lo hicieron.
Pero se señala también en forma positiva esta actitud cristiana de orar. En contraste
con el fariseísmo, el cristiano entrará en su “habitación y, cerrada la puerta, ora a tu Padre., que
ve en lo secreto (y) te dará.” Se proponía el perfil bajo como actitud en la oración.
Se propuso traducir μ v, “habitación,” por granero, rincón o bodega, valor que filo-
lógicamente puede tener (Mt 24:26), puesto que las casas de las gentes pobres palestinas sólo
tenían una habitación, en donde se desarrollaba, a vista de todos, la vida familiar, y así en ella
habían de ser vistos n. Pero el pensamiento de Cristo no va a estas sutiles precisiones.
Se censura la oración público-exhibicionista farisaica, y el contraste se presenta en el
retiro privado del hogar. Mucho menos se trata de censurar la oración pública — no es éste su
objetivo —, que Cristo mismo recomendó en otras ocasiones (Mt 18:19.20; 11:25; Jn 11:41;
12:28). Se busca a Dios, que está en todas partes, no la exhibición.
Como lo que únicamente aquí se considera es el espíritu que, debe informar la oración, se
dice sapiencialmente que el Padre “dará” lo que se pide. Por eso ha de suponerse la conve-
niencia de lo pedido y las condiciones requeridas para que se conceda, y que Cristo expone en
otros pasajes (Mt 15:21-28; Mc 7:24-30; Lc 11:5-13).
Si la oración cristiana exige como una condición la sinceridad y sencillez, se expone la
censura de otro aspecto, practicado por los gentiles, que piensan que “serán escuchados por su
mucho hablar.” El texto pone una palabra con significado discutido, , aunque el sen-
tido es claro. Se la hace derivar de battalogeo (códices Alef, B, versiones siro-sinaítícas y siro-
palestinense) o battologéo (códice D, versiones latinas, coptas, siro-curetoniana y Peshitta).
Si se deriva de la primera, su significado sería decir cosas vanas, del arameo battaltha';
en el segundo caso significaría, originariamente, tartamudeo y, en sentido derivado, el farfulleo
de decir muchas cosas, aquí inútiles 12.
Si el sentido etimológico es discutible, el contexto hace ver claramente su valor funda-
mental: la “charlatanería” en la oración, sea diciendo cosas vanas o inútiles, sea pretendiendo
recitar unas fórmulas largas o calculadas, como si ellas tuviesen una eficacia mágica ante Dios.
Se decía por algunos rabinos: “Quien multiplica las plegarias será escuchado” 13. Los sa-
cerdotes de Baal aparecen con ciertas prácticas interminables patológicas en la oración (1 Re
18:26ss). Igualmente aparecen listas de epítetos en los himnos babilónicos y fórmulas de encan-
tamiento en los papiros mágicos de la edad helenística. Los dioses romanos tenían sus carmina,
en los que no se omitía detalle y en los que se ponían todos los títulos y requisitos preventivos
para que no fallase la petición. Era una magia o una “mecanización” de la piedad. Séneca habla
de aquellas oraciones “que fatigaban a los dioses” 14 (cf. Eclo 7:14; 2 Mac 1:23-30). En el Ecle-
siastés se dice: “Sean pocas tus palabras” (5:1). Y el Eclesiástico previene contra “la repetición
de las palabras” (7:14). Pero después de la cautividad, el judaismo, en general, gustaba de proli-
jas oraciones y, en especial, acumular en ellas títulos a los nombres divinos (cf. 2 Mac 1:23-29).
Ejemplo clásico judío es la oración Shemone Esré.
No es ésta la actitud cristiana en la oración, pues “vuestro Padre conoce las cosas de que
3675
tenéis necesidad antes de que se las pidáis.” Pero no se excluye la minuciosidad, que no se esti-
ma como requisito semimágico, cuando es la sinceridad del corazón. Porque la oración no es
locuacidad, sino el corazón volcado en Dios.
No pretende Cristo con esta enseñanza condenar la oración larga. No es éste el propósito
de su enseñanza. La censura va contra la mecanización formulista o semimágica de la ora-
ción.
Ni va contra la extensión de la oración. El mismo, en Getsemaní, dio ejemplo de oración
larga, al permanecer en la misma “una hora” de oración (Mt 26:39.42.44, par.), lo mismo que al
pasarse, en ocasiones, la noche en oración.
3676
San Agustín es el que ha distinguido en el Pater noster una “Introducción” o “captado
benevolentiae” (“benevolentia concilianda, ”benevolentia conciliari”), como él la llama en su
obra De sermone Domini in monte, y “siete peticiones” 18. Sin embargo, la sentencia hoy ordina-
ria es que consta de seis peticiones, ya que las dos últimas no son más que doble aspecto de una
misma. Lo que también puede decirse de las tres primeras, que, conceptualmente, son una mis-
ma: por lo que el Pater vendría a tener realmente cuatro peticiones.
3679
(Mc 11:9.10). Otros pasajes, en cambio, aunque vienen a identificar el reinado con la persona o
la presencia de la misma en determinados acontecimientos, le dan una proyección más distante
por buscar, en realidad, una Epifanía que haga ver la realidad del reino instaurado, aunque no sea
ella el momento mismo constitutivo.” Hay algunos. que no morirán hasta que hayan visto al Hijo
del hombre viniendo en su reino (Mt 16:28; Mc 9:1; Mt c.24, par.; Mt 26:64, par.).
“Ya esta identificación autoriza para que por el hecho de la presencia de Cristo en el
mundo se dé por aparecido también el Reino de Dios. Con todo, si se tienen en cuenta todos
los textos, hay que decir que esa aparición no es más que en esperanza, pues la venida terrestre
de Jesucristo no era todavía un advenimiento regio y triunfal, y por eso el reino de Dios, encar-
nado en la persona de Cristo y ligado a su suerte, esperaba la glorificación de Jesucristo para re-
velarse 28. Esto es lo que significan multitud de textos” 29. Acaso también se pudiera pensar en
una interpretación de textos a la hora del kerygma o de la composición del Evangelio, respetan-
do unas “fuentes” el sentido histórico y otras expresando ya, ante los hechos, su realización.
¿Cuál es, pues, aquí el sentido de esta petición del Pater noster? Su valoración es analó-
gica a la de la petición anterior. En su momento histórico se pedía por esa futura “santificación
mesiánica del nombre de Dios.” Solamente algún autor propone la posibilidad de que tenga un
sentido “escatológico” final. Se pediría en ella que el Reino llegase a su plena consumación (cf. 1
Cor 15:28). Se tendría por fondo la inminencia de la parusía. Pero ya se está ”desescatologizan-
do” en Mt-Lc esta tensión primitiva. Al pedirse la plena realización del reino, se pediría implíci-
tamente por el “advenimiento” progresivo del mismo — en extensión geográfica y penetración
espiritual — en la fase presente. Es la interpretación de la mayor parte de los Padres latinos 30.
Los Padres griegos le dan el valor, en su consignación evangélica, de una mayor progresión de
actualización en extensión y en los espíritus. Esta última es preferible.
1) En la “escatológica” causa extrañeza que se pida exclusivamente por el fin de lo que ha
de ser un establecimiento gradual. Aunque no puede perderse de vista el “marana tha,” sin em-
bargo, ya se indicó, Mt-Lc “desescatologizan” la tensión primitiva parusíaca.
2) El concepto de reino, aunque enriquecido y precisado por Cristo, es el reino anun-
ciado en el A.T. y esperado en los días de Cristo 31. Según la concepción de entonces, se admi-
tía el reinado de Dios sobre el mundo, pero lo que sobre todo se esperaba y pedía era, conforme a
los profetas, la universalidad del mismo. Es el sentido de “adaptación” que tiene por su inser-
ción en los evangelios, con el reino ya establecido. Es un desenvolvimiento de contenido implí-
cito en el concepto del reino.
Literariamente la formulación acusa más directamente, como es lógico en esta mentalidad, la ac-
ción de Dios (cf. petición siguiente de Mt; cf. Lc 12:32; Is 6:44; 3:16) en el establecimiento de
su reino, que el apoyo del ser humano (Mt 3:2, par.; 7:13; Is 3:16-21 passim).
Tercera petición. — ”Hágase tu voluntad, como en el cielo, así sobre la tierra” (v.10:6).
Petición exclusiva de Mt. Su ausencia en Lc — no dejaría de extrañar la pérdida original de esta
petición en los apóstoles y la tradición — hace sospechar que no sea primitiva, sino una “adi-
ción” de Mt31. El “hágase tu voluntad” procedería de Getsemaní, y la expresión “cielo-tierra”
sería de él, ya que es expresión suya favorita (Mt 5:18.34; 11:25; 16:19; 18:18.19; 23:9, etc.). Se
añadiría a esto que el Pater ya comenzaba por esta expresión, lo que atraería la de Getsemaní.
Con esta adición se lograría literariamente el número siete, número bíblico y característico de
Mt, como se ha indicado en la introducción. Así estructurada, podía resultar más práctica en el
uso litúrgico 32. Mas no dejaría de extrañar que una fórmula de Cristo hubiese sido alterada así
por Mt. Según algunos, podría ser la fórmula usada en la liturgia y pasada al evangelio de Mt. La
misma formulación en sí de un querer abstracto no deja de extrañar. Sólo el contexto puede venir
3680
a concretarlo. ¿Acaso la liturgia agrupó a la oración primitiva de Cristo otras peticiones por opor-
tunidad pastoral?
Los elementos que intervienen en esta petición son varios. La “voluntad de Dios,” cuya
realización aquí se pide, tiene un doble sentido en el . .
1) Los seres humanos en cuanto realizan los preceptos y el plan de Dios (Mt 21:28-31,
etc.).
2) Es Dios quien determina el plan que se ha de cumplir como tal. Si los seres huma-
nos entran en él como beneficiarios o ejecutores, esa voluntad tiene un valor previo, inflexible e
independiente (Ef 1:6.10.12; Is 17:1.2; 1 Tes 4:3, etc.).
En Mt el término usado aquí ( ) sólo sale cinco veces (8:13; 9:29; 15:28; 26:42).
En todos estos casos el verbo μ indica un hecho, no en cuanto dura, sino en cuanto sobre-
viene. Es además, el sentido ordinario de este verbo en Mt (Mt 1:22; 21:4; 26:56; cf. 24:6; 5:18;
18:19). También Mt usa otras veces el verbo “hacer” ( ) para indicar la voluntad de Dios en
cuanto es realizada por el ser humano (Mt 7:21). Se puede añadir que el sentido moral o “etizan-
te” es enfoque general en la catequesis de Mt (Mt 7:21; 12:50; 18:14; etc.) El profetismo habló
de cómo en los días mesiánicos los hombres obedecerán a Yahvé (Is 61:3). Y en las oraciones
judías, como en la Shemá y en la Shemone Esré, se ruega porque los hombres sean fieles al cum-
plimiento de la Thorah.
Sin embargo, la tercera petición, con su imperativo aoristo pasivo ( / ), se dirige a
Dios-Padre, sujeto de la petición. “La forma imperativo aoristo pasivo expresa la idea de una ac-
ción que sólo Dios puede realizar” (Bonnard).
Este cumplirse la voluntad de Dios “como en el cielo, así sobre la tierra,” aparte de la ra-
zón filológica dicha, podría tener dos interpretaciones:
1) Que los seres humanos cumplan la voluntad de Dios en la tierra, con la prontitud
y exactitud con que la cumplen los ángeles en el cielo, conforme se lee en la Escritura (Sal
103:19-21).
2) En la literatura apocalíptica se desarrolla con insistencia un tema capital en la misma.
El plano terrestre es el plano en el que se desenvuelve temporalmente la historia. Incluso parece
como si en ocasiones fuese contrario a la sabiduría divina. Pero luego se considera el plano
celeste, que explica perfectamente todo lo que sucede en el terrestre, pues cuanto sucede en éste
estaba escrito de antemano en las “tabletas celestes.” Así, v.gr., diversos pasajes del libro de los
Jubileos y del de Henoc 33. En este sentido se lee en la Biblia: “Conforme fuere la voluntad de
Dios en el cielo, así se hará” (1 Mac 3:58-60) en la lucha que iba a emprenderse.
Conforme a cualquiera de estos sentidos podría interpretarse esta petición del Pater, pero
parece mucho más probable la última:
a) por su razón de analogía filológica, antes indicada;
b) por su formulación absoluta, máxime comparada con otros pasajes en los que el con-
texto hace ver que esa voluntad divina se entiende en cuanto ejecutada por los hombres;
c) porque las determinaciones trascendentales dependen definitivamente de la voluntad
de Dios, como es en este caso. Pues la forma absoluta de esta voluntad divina ha de ser sobre al-
go concreto. Y encuadrada en el contexto de las dos anteriores, ha de ser la gran voluntad divina
en el establecimiento del reino. Si originariamente tuvo otro contexto, en éste parece ha de inter-
pretársela de la instauración del reino mesiánico 33. Si es insertado por el evangelista o su “fuen-
te,” se pide, como en las otras, con el reino establecido, su extensión y penetración: su valor mo-
ral, tan propio de la “etización” de Mt.
3681
Peticiones relativas a los hombres (v. 11-13).
Cuarta petición. — ”El pan nuestro de cada día dánosle hoy” (v.11; Lc 11:3). Esta peti-
ción es común a Mt y Lc. ¿Qué significa la forma griega , que, ordinariamente se tra-
duce por “cotidiano”? El sentido de ella depende de la etimología que se le asigne. El adjetivo
, que la Vulgata traduce por “super-substantialem” en Mt, y por “quotidianum” en Lc,
y las antiguas versiones siriacas, por “necesario” o “permanente,” fuera de ella se conoce un
ejemplo, encontrado en un papiro de El Fayum (Egipto), en donde se da una lista de cosas perte-
necientes a la comida, y otro en una inscripción griega 34. De este adjetivo se propone una triple
etimología. 1) El pan, alimento del día de “mañana,” del día “siguiente.” Se derivará la etimolo-
gía de y elpu = ir, venir. Así aparece en un papiro egipcio y en una inscripción griega 35. Ad-
mitida esta etimología, el sentido de la petición sería: “El pan nuestro del (día) que sobreviene,”
es decir, de mañana, del futuro próximo, “dánosle hoy.” Es la interpretación de alguna versión
antigua, v.gr., bohírica. San Jerónimo dice que en el Evangelio según los hebreos, se lee: “Dad-
nos hoy nuestro pan de mañana” 36. Otros le dan una mayor amplitud, v.gr., el del futuro, de to-
do el tiempo que yo viva (San Atanasio, San Cirilo A., Haussleiter).
La etimología es correcta. Pero en este c.6 de Mt, dice Cristo: “No os inquietéis, pues,
por el mañana.” (Mt 6:34). Parecería, pues, una deshomogeneidad, por lo menos literaria, entre
esta etimología y este pasaje.
2) Otra versión es: para la “subsistencia” de la vida. Así ya en Orígenes se la deriva de
= sustancia, esencia, vida — ”super-substantialem” (Mt) —. Debrünner ha probado que en
la lengua vulgar podía no ser eliminada la yota del epí 37. Es la interpretación de la Peshitta, de la
Vulgata en Mt, de San Jerónimo 38 y de San Juan Crisóstomo 39. También en Proverbios hay un
pasaje conceptualmente interesante a este propósito (Prov 30:8).
Esta interpretación es filológicamente legítima, y se hace ver que así como perioúsios
significa más de lo necesario, epioúsios significa estrictamente lo necesario 40.
4I
3) El “pan del día presente,” el pan “cotidiano.” Se lo deriva de . Sería, elíptica-
mente, equivalente a ( μ ), es decir, el pan para el (día) presente 42. Es la tra-
ducción que de Lc da la Vulgata, al traducirlo por “quotidianum”: para el día presente. Está de
acuerdo con el contexto del sermón del Monte: “bástale a cada día su afán” (Mt 6:34). También
se lo ha puesto en función del Éxodo, donde se lee que el “maná” sólo se lo permitía tomar para
“cada día” (Ex 16:4). Sería una confirmación, de fondo mateano, sobre lo mismo.
Se ha hecho notar cómo Lc tiende ha “desescatologizar” los esquemas en que frecuen-
temente se da el mensaje cristiano. Lo mismo que en esta versión de Mt ya no se acusa la ten-
sión parusíaca de las primeras generaciones tan fuertemente, Lucas parece darle una situación
más “ética,” de cotidiana vida cristiana 42.
Este “pan” del que aquí se habla es metafórico, está por un alimento. Pero cabe ante él
una doble posición: ¿material o espiritual? Varios Padres lo interpretaron “espiritualmente,” y
hasta, concretamente, de la Eucaristía. Tertuliano 43, San Cipriano 44, Jerónimo 45, San Agustín
46
. Naturalmente, esta forma concretada no pasa de simple acomodación.
Se piensa en la posibilidad de que, originariamente, esta petición hubiese pedido un “alimento”
— ayuda de Dios — para vencer — nutrirse — en esta lucha escatológica entre Cristo y Satán. O
incluso participar en el “banquete escatológico.” No sería sino una repetición de las anteriores.
Aparte que queda excluida aquí por el “hoy” de Mt y el “cada día” de Lc. Estaría entonces esta
petición en línea con las anteriores 47.
Pero en su forma actual es metáfora por el alimento corporal de “cada día” (Lc). La ex-
3682
presión es tan específica que, sin una matización en contrario (Prov 9:5), sólo se la puede inter-
pretar del alimento diario, también don de Dios. Por qué haya de pedirse el pan de cada día, es
por la dependencia que el ser humano tiene en todo de Dios. Y la literatura rabínica lo ilustraba
con una parábola para indicar el gozo de Dios Padre al recibir la venida cotidiana del hombre, su
hijo 48.
Quinta petición. — ”Y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a
nuestros deudores” (v.12 = Lc 11:4). Petición común a Mt-Lc, con alguna variante.
Mt usa por “pecador” la palabra “deudas” ( μ ), mientras que Lc, en el primer
hemistiquio, por “deudas” pone “pecados” ( μ ), aunque en el segundo vuelve a usar “deu-
das”: a todo el que debe” ( ). El “a todo” es característico de Le: destacar el aspecto de
totalidad (Lc 18:22; 6:30; 5:11-28 comparado con los correspondientes paralelos). En el griego
clásico ¿ μ se usaba ordinariamente para indicar “deudas” en sentido propio. Probable-
mente esto es lo que hace a Lc cambiarlo en el primer hemistiquio, para no desorientar a sus lec-
tores con deudas pecuniarias 49. Llama varias veces a los pecados “deudas” (Lc 7:41; Mt 18:23-
25). Lo mismo aparece en la Literatura rabínica 50.
Se pide que nos perdone “como ( xat) nosotros perdonamos.” No se pide un perdón de
igualdad, sentido que puede tener (Mt 20:14), lo que aquí es imposible, sino que Dios nos per-
done puesto que también nosotros perdonamos; valor que tiene la expresión en otros pasajes
(Mt 18:33). El perdón de Dios sobrepasa siempre al de la criatura.
Hay una diferencia redaccional consistente en que Mt pone “perdonamos” ( μ ) en
aoristo, mientras Lc lo pone en presente ( μ ). Lo primero parecería sugerir que se exige
primero nuestro perdón para que Dios perdone. Se piensa en posibles matices intencionales. Pero
ambos tiempos pueden ser simples traducciones de un participio presente arameo, que pudo ser
vertido en dos tiempos distintos sin especiales intentos teológicos.
Que el hombre haya de pedir perdón, perdonando él, no es más que el hombre tiene que
amar a Dios, lo que es imitarle. Y el amor a Dios exige amarle como El es y con lo que El de-
termina. Y la norma de la perfección cristiana la expuso El: “Amad a vuestros enemigos.” “Sed
misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6:35-36; Mt 5:48; Prov 28:1-5). Esta
necesidad del perdón fue ilustrada por Cristo con la parábola del siervo inmisericorde (Mt
18:21-35).
Después de las últimas peticiones, Mt añade un “embolismo” en forma positivo-negativa,
reforzando esta petición, enunciada en forma “sapiencial.”
Sexta y séptima petición. — ”Y no nos pongas en tentación” (v.13 = Lc 11:4c), mas lí-
branos de mal.”
La primera parte es común a Mt-Lc, pero la segunda falta en Lc. Acaso por no estar en su
“fuente,” o por considerarla ya incluida en el hemistiquio primero. Esta era ya la opinión de San
Agustín 51 y Orígenes 52. También pudo haber sido añadida por Mt, a causa de sus preferencias
estructurales por el número siete 53.
El “no nos lleves a la tentación” (introduzcas = ^ ] ) tiene una forma chocante.
Literalmente es que Dios no nos “introduzca.” ¿Dios puede introducirnos en la tentación? Para
suavizar esto se buscaron traducciones que la suavizasen. San Agustín decía: “Muchos, cuando
rezan, dicen: 'No permitas que seamos puestos en tentación.” 54 Y San Hilario testifica que se
leía en algunos códices: “No nos abandones a una tentación que no podamos soportar.” 55
Sin embargo, la traducción literal es “no nos introduzcas.” El verbo griego usado es un
aoristo subjuntivo de = llevar a, inducir. F. Delitzsch le pone por substráete hebraico
tebi'enu, del verbo bullevar, lo que supone la misma forma 56. La razón de esta frase chocante es
3683
un semitismo. Todo lo que de alguna manera se puede aplicar a Dios, frecuentemente, se lo apli-
can sin más; no distinguen a este propósito querer permitir, no impedir, consecuencias a seguirse,
etc. (Ex 4:31v). Como es el caso de la tentación. Además, ésta aparece en la Escritura con un tri-
ple matiz:
a) Tentación mala o pecado. Un grupo de textos la presenta como pecado, o mejor, hacen
ver el peligro fulminante a que conducen ciertas tentaciones (Eclo 26:41). Tal es el caso de Get-
semaní. Cristo manda orar para “no entrar en tentación” (Mt 26:41). Esta no era que su prendi-
miento no sucediese, sino que ellos tuviesen la fortaleza necesaria para no escandalizarse al ver
al Mesías prendido.
b) Tentación “experimento.” Otro grupo de textos presenta la tentación, no como algo
malo o peligroso, sino como ocasión de méritos y experimentación de la virtud. Clásico el caso
de Abraham: “Dios lo tentó (o probó = nissah).” Y de la prueba salió victorioso y obtuvo la pro-
mesa de una descendencia numerosa (Gen 22:1.16v). De ella dice el Eclesiástico: “En la tenta-
ción fue hallado fiel” (Eclo 44:21). O como se dice a Tobías: “Porque eras acepto a Dios, fue ne-
cesario que la tentación te probara” (Tob 12:13.14). En este sentido llama Jesucristo “tentacio-
nes” (Lc 22:28) a sus tribulaciones y a las que compartieron con El sus apóstoles.
c) Sentido “escatológico” de la tentación. También se propone un tercer aspecto posible
en la tentación: su aspecto “escatológico.” Con la venida de Cristo al mundo se inaugura este
gran período y con él la gran lucha entre Cristo y Satán (Jn 12:31; 16:15; 13:3; 6:70-71; 8:39-44;
1 Pe 5:8). La tentación, en este caso, sería la proveniente de Satanás, en esta hora “escatológica,”
para boicotear o procurar destruir el reino del Mesías. Muchas veces, cuando Mt habla de “tenta-
ción” ( μ ) (4,Iss; 16:1; 19:3; 22:18.35; 26:41), habla de una prueba diabólica, que proce-
de del exterior.
En los escritos talmúdicos aparece con el sentido amplio de prueba, preferentemente con
este sentido 57. Cristo, en esta petición, probablemente se atuvo a esta formulación en curso.
Igualmente se atuvo a la formulación semita de atribuir a Dios como causa lo que sólo permite.
“Nadie diga en la tentación: 'Soy tentado por Dios', porque Dios no tienta a nadie” (Sant
1:13.14).
3684
La expresión final “Amen” de la Vulgata no está en el texto original griego. Pasó a la
Vulgata y a algún otro manuscrito griego por influjo del Pater noster en la liturgia 63.
Otro de los casos en que Cristo habla del espíritu cristiano es a propósito del ayuno, de tanta im-
portancia en el judaísmo y cristianismo.
Los judíos tenían prescrito un ayuno obligatorio para todos en el día de Kippur, día de la
gran expiación (Lev 16:29), día del ayuno por excelencia (Act 27:9). Pero había también otros
ayunos supererogatorios, que vinieron a incorporarse a la práctica colectiva de la vida piadosa.
Zacarías menciona cuatro en señal de duelo nacional (Zac 8:19) y, aunque él parece abolirlos, su
práctica había dado lugar a la introducción de otros. Así el ayuno citado en el libro de Ester (Est
9:31), el ayuno del día 9 del mes de Ab, en recuerdo de la toma de Jerusalén por los caldeos.
Otros eran facultativos para la comunidad 64. Había otros prescritos circunstancialmente, v.gr.,
para obtener lluvia, y que eran impuestos con carácter general por el Sanedrín 65. Además de és-
tos, las personas piadosas y las más celosas ayunaban dos veces por semana (Lc 18:12) los lunes
y jueves — feria segunda y quinta — 66. El interés de la comunidad cristiana se ve por este tema.
En la Didaje se lee: “No ayunéis con los hipócritas (fariseos), ellos ayunan los lunes y jueves,
vosotros ayunad los miércoles y viernes.” 67 Y hasta algunas personas piadosas (Lc 2:37) y algu-
nos fariseos ayunaban todo el año 68. En los días más severos estaba prohibido saludar, y por eso
se caminaba con la cabeza baja y, a veces, velada 69. En otros ayunos secundarios se prohibía
trabajar, tomar baños, ungirse con perfumes y llevar calzado 70. En este ambiente, todavía había
quienes, deseosos de ser vistos por los hombres y cobrar fama de virtuosos por sus ayunos, que-
rían acusar esto en la cara, ensombreciendo ésta y presentándose “entristecidos.” Este ayuno era
total hasta la puesta del sol.
Ante este cuadro exhibicionista farisaico, presenta Cristo el espíritu del ayuno cristiano.
Y lo presenta con las hipérboles orientales de contraste.
Cuando ayunen, que se “unjan” (Mt 26:27; Mc 14:3; Lc 7:46), que laven su cara, que se
pongan con apariencia de fiesta, para que los hombres no vean que ayunan, y así “reciban su re-
compensa.” Hecho sólo por Dios, El lo verá y “premiará.” Cristo no quiere decir que, material-
mente, lo hagan así, ni que los hombres tampoco lo vean, sino que, con el grafismo hiperbólico
usado en todo el sermón del Monte, dice cuál ha de ser el espíritu que ha de informar, en cristia-
no, la práctica del ayuno.
Cuándo dará Dios esta recompensa, no se dice. Acaso se piense en la escatología final.
Aquí está redactado en forma “sapiencial.” Por eso no se dice ni el cuándo ni su posible pérdida
por otras actitudes.
1) v. 19-21. Que los hombres no alleguen tesoros en la tierra. La escena evoca una de aquellas
casas de Palestina, y acaso pobres. En cofres y arcones se guardaban telas, trajes, tejidos valio-
sos; también en lugares más disimulados de la casa, y hasta ocultas en tierra y guardadas en cajas
o en jarras, v.gr., como en Qumrán, se guardaban cosas valiosas: monedas, joyas, lo mismo que
alimentos y todo tipo de grano. Todo esto guardado con esmero está expuesto a la pérdida o des-
trucción.
La “polilla” acribilla los tejidos (Lc 12:23). Lo mismo les causa otro elemento que desta-
ca Mt: . La Vulgata lo traduce por aerugo, que, ordinariamente, significa “orín” o
“herrumbre,” pero que también significa, en Plinio, un gorgojo que roe el grano 71. En Malaquías
(3:11) es la “langosta,” pero aquí no está en situación, a no ser que se la suponga atacando a los
graneros y destruyendo alimentos y frutas. Etimológicamente significa “comer,” y derivadamen-
te, corrupción, erosión, destrucción. Si por “paralelismo” a “polilla” pediría otro tipo de gusano
destructor, también puede traducirse por “herrumbre,” ya que se puede referir a la destrucción de
objetos e hipotéticos tesoros metálicos. Pero ello es cuestión muy secundaria para la enseñanza
teológica de Cristo.
Por fuera también todos esos “tesoros” se hallan amenazados. Los ladrones los pueden
robar fácilmente, “horadando” las casas palestinas, hechas de argamasa y adobe (Ez 12:5). Claro
ejemplo es el paralítico al que descuelgan por el techo, “hecha una abertura” (Mc 2:3.4). Hasta
aquí se expone el aspecto antiutilitarista de estos tesoros.
De esta imagen, se eleva el pensamiento a la consideración religiosamente utilitarista de
los verdaderos afanes. Para seguridad hay que atesorar valores en el cielo. Se lee en los apócrifos
Salmos de Salomón: “El que obra la justicia atesora vida para sí mismo junto a Dios” 72. Y en el
apócrifo Testamento de Leví (13:5) se lee: “Haced justicia, hijos míos, sobre la tierra, para que
tengáis un tesoro en el cielo.” El v.21 se une lógicamente con el v.24.
2) v.22-23. Este segundo grupo no tiene una conexión necesaria con lo anterior. En Lc
(11:34-36) tienen un contexto más apto. Posiblemente están fuera del contexto 73. La ausencia de
los otros dos grupos en Lc lleva a ello. Tienen aquí el valor de un paréntesis explícito del grupo
primera Para atesorar en el cielo hay que tener allí su corazón.
Se ha hecho ver que el logion: “el ojo, lámpara de tu cuerpo,” es sinónimo de corazón 74,
como éste lo es en la psicología primitiva de la conducta del hombre 75.
La “lámpara” que alumbra al cuerpo es el ojo. Cuando está “sano,” literalmente “simple”
( ), corresponde al hebreo tamim o arameo shelim = perfecto, y, en este caso, “sano,” es
decir, cuando el ojo realiza su función, normalmente todo el cuerpo se ve inundado del beneficio
3686
de la luz: “Todo tu cuerpo está iluminado.” Pero si está “enfermo,” “malo” ( ), en sentido
físico, inutiliza al hombre, todo el cuerpo está en “tinieblas.” Rabí Elie-zer distinguía el camino
bueno y malo según que el ojo era bueno o malo, es decir, que el hombre fuese benévolo o envi-
dioso 76. El “ojo malo” se lo usa como sinónimo de ambición, rivalidad, alevosía, egoísmo.
Si la conducta del ser humano está “enferma,” si ese “ojo” que es “la luz que hay en ti,”
que debía iluminar con la luz de Cristo la vida moral, es “tiniebla,” el hombre estará situado en
tinieblas morales. Y si lo que es “luz” es en él “tinieblas,” ¡cómo será esta moral en él! Llevará al
mayor extravío, al hacer poner “el corazón” en lo que no es el verdadero “tesoro” (Rom 1:18ss).
Con este tema de la “simplicidad” y del “ojo” se describe la integridad, en el sentido de
su total y exclusiva obediencia a los mandamientos de Dios; con estos elementos aparece ex-
traordinariamente destacada en el Testamento de los Doce Patriarcas (C. Edlund). Parte de estos
“testamentos” está dedicada al tema de la “simplicidad”/”integridad.” Hoy se piensa que esta
obra es eseniana (M. Philonenko), e incluso obra de un esenio convertido al cristianismo (Danié-
lou). Así el hombre con esta “simplicidad” permanece en la luz cristiana.
3) v.24. El v.24 se entronca, cerrando el paréntesis, con el v.21: “Donde está tu tesoro,
allí estará tu corazón.” Está basado en la psicología del corazón humano y de la legislación
oriental judía. La formulación tiene el extremismo oriental. No se habla de ciertas, aunque im-
perfectas, incompatibilidades, v.gr., una imperfección compatible con un fundamental amor a
Dios. Literariamente se presenta un siervo entregándose totalmente a un señor; su voluntad es la
de éste. Esto le impedirá servir a otro totalmente. El siervo no tiene más que la voluntad de su
amo.
Aún se acusa más el extremismo de incompatibilidades, “amará” a uno y “odiará” al otro.
Esta formulación hebraica no significa odio propio, sino no amar o amar menos (Mt 10:36.37; cf.
Lc 14:26; Rom 9:12). Y Cristo saca la enseñanza: “No se puede servir a un tiempo — con verda-
dera servidumbre totalitaria de afanes — a Dios y a Mamona.” Esta aparece así como el injusto y
enemigo del hombre.
Esta palabra (heb. = mamón; aram. = mamona') es precisamente la transcripción de la
forma aramea 77 y es la personificación de la riqueza; y en el judaísmo tardío generalmente mal
adquirida.
En la literatura rabínica designa los bienes materiales, aunque no el cuerpo humano, obje-
to del derecho civil 78. No se puede “servir” a Dios y a las riquezas. Ni psicológica ni religiosa-
mente esto es posible. El corazón ha de estar totalizado en Dios.
Los v. 19-21 y el 24 vienen a ser literariamente una “inclusión semita.”
Pasaje común a Mt-Lc, aunque en contextos completamente distintos. Acaso la parábola con que
Lc la precede sea primitiva, y Mt lo separó para su tema; si no, procede de otra fuente. En todo
caso, en Lc la parábola tiene por tema la avaricia (Lc 12:15ss). En Mt, sugerido por contraste
con las riquezas. ¿No ha de haber solicitud por los bienes necesarios de la tierra? Sí, pero sin
demasiada solicitud, pues hay Providencia. Literariamente está estructurado con una mezcla de
“inclusión semita” alternada: una especie de “construcción envolvente.”
La enseñanza es clara: no es negar la solicitud por las cosas necesarias o convenientes a
la vida — alimento, bebida y vestido —, sino lo que se censura es el afán desorbitado por aque-
llas que impidan atender a las exigencias del reino. No se promete venir, milagrosamente, a pro-
veer de sustento o cubrir así las necesidades de los hombres. La enseñanza se halla encuadrada
en la línea de contrastes extremistas, constantemente usados en el sermón de la Montaña. No se
contrapone lo más a lo menos, sino una cosa se contrapone a otra en forma rotunda y exclusiva.
Esto exige una interpretación justa de esta mentalidad oriental. Y contraprueba de ello son los
años de trabajo de Cristo en su vida oculta de Nazaret, lo mismo que, al encontrarse sediento,
pide agua a la Samaritana (Jn 4:7). Como también para usos y previsiones del grupo apostólico
había una caja común de bienes (Jn 13:29).
Aparte de la enseñanza escueta, hay una argumentación “a fortiori,” uno de los argumen-
tos más usados y estimados en los medios rabínicos 79 para probar lo que implícitamente decía en
su enseñanza: que hay Providencia. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el
vestido? Las “aves” no siembran ni guardan, previsoras, alimento en sus graneros, ni los “lirios”
hilan ni trabajan para vestirse, ni con “preocupaciones” se prolonga la vida, y, sin embargo, Dios
alimenta las aves, viste los lirios y prolonga la vida del hombre. “¿No hará mucho más Dios con
vosotros, hombres de poca fe?” El Padre sabe de lo que hay necesidad.
Que se busque primero el reino y se cumplan sus exigencias, y Dios proveerá por mil
medios al desarrollo de la vida, pues cuida del hombre. La gran lección, después de “buscar pri-
mero el reino y su justicia” es ésta: ¡Hay providencia sobre la vida!
Es lo contrario de los gentiles, que no la conocían, sino al Hado o la Fatalidad, pero no al
Dios Padre providente. Ni puede argumentarse que muchos pájaros mueren de inanición o frío, y
nosotros no nos podemos estrechar hasta ese término. Este planteamiento son sutilezas al margen
del ambiente y argumentación. Pues el tema es la providencia de Dios, que ¡existe! 80, y la for-
mulación es “sapiencial,” y habla del suceder normal y según la naturaleza de las cosas. También
en el plan de Dios están las catástrofes humanas, a pesar de las previsiones de los hombres.
Los “lirios” ( ) de los que aquí se habla han sido vertidos por la Vulgata por “lilia
agri.” Se ha propuesto identificarlos con las “anémonas,” “asfódelos,” con la”lilia cándida,” has-
ta con el narciso (tazetta) no cultivado, que se encuentra en las llanuras palestinas 81.
El “lirio,” como el hebreo shushan, se aplica a muchas especies. Acaso esté, imprecisa-
mente, por cualquier flor campestre (Mt 6:30; Lc 12:28).
La frase “¿No hará mucho más con vosotros (hombres) de poca fe?” es término en uso.
En la literatura talmúdica, a los “hombres de fe” se les contraponen los “pequeños de fe” (qetan-
ne amánah) 82.
Los “gentiles” que no tienen fe se afanan por eso. Citar a un judío la conducta de un gen-
til, equiparándole a ella, era su mayor censura. Se los cita afanados por todas las cosas de la vida,
3688
porque no conocen la providencia de Dios, nuestro Padre.
“¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su un solo codo? El
“codo” ( ) egipcio, que era el usado probablemente por los hebreos en esta época, equivalía
a medio metro. La palabra griega usada para indicar que no se le puede añadir “un codo” pone
”helikía,” que puede tener dos sentidos: “estatura” o “edad.” Las versiones antiguas lo interpreta-
ron de “estatura.” Sin embargo, esto va contra la finalidad de la comparación. Añadir “un codo”
— medio metro — a una estatura significa mucho, cuando lo que se quiere decir es que por mu-
cho cavilar no se puede añadir nada apreciable; por tanto, se supone un término de comparación
mínimo. De aquí que esta palabra hay que interpretarla de “edad.” Un “codo” de tiempo que se,
añadiese a una vida no era, en realidad, nada. Es el sentido que aquí conviene. Es verdad que el
“codo” es una medida de longitud y no de tiempo. Pero puede tener valor metafórico, como en el
salmista, que dice hablando de la vida del hombre: “Has reducido a palmos (tepahoth) mis días”
(Sal 39:6). Y un palmo, como medida metafórica, añadido a la vida de un hombre no sería nada.
En la expresión: “Buscad primero el reino., y todo eso se os dará por añadidura,” el sujeto
de “se os dará por añadidura,” conforme al uso rabínico, es Dios 83.
El último versículo de Mt (v.34) es omitido por Lc. Esta omisión, lo mismo que el aspec-
to de sobrecarga que tiene en Mt-Lc sobre la estructura tan ordenadamente semita de esta períco-
pa, hace suponer que está desplazado en el mismo Mt. El tema de esta perícopa, aunque con cier-
ta semejanza, desarrolla temas distintos. En ella se trata de los cuidados de la vida, en este versí-
culo se trata de afanes de todo tipo. Su unión con lo anterior por la partícula no tiene más
valor que el de una unión literaria.
En el Talmud se lee: “No te preocupes por la inquietud de mañana, porque tú no sabes lo
que el día traerá” 84. Acaso la frase evangélica está tomada del medio ambiente como frase pro-
verbial, y usada como un apéndice al pasaje de la Providencia, para indicar la inutilidad de ade-
lantarse a lo incierto, en paralelo con la sentencia del v.27, que indica que, con cavilaciones, no
se alarga ni un codo a la vida. Hasta por utilidad, evítese lo inevitable. Pero no por simple “utili-
tarismo.” Encuadrado el versículo en este pasaje de la Providencia, la sentencia cobra una nueva
perspectiva. No te preocupes afanosamente, desorbitadamente, por los cuidados del mañana, que
ni conoces y acaso ni puedes evitar; y formulado todo ello “sapiencialmente.” Pero confía en
Dios, porque ¡hay Providencia! 85.
1 Zorell, Lexicón col. 847. — 2 Séneca, Epist. 19:4. — 3 Talmud Jer.: Berakot IX 14b; W. Nagel, Gerechtigkeit oder Almosen? (M
6:1): Vig.Christ. (1961) p. 141-145. — 4 Strack-B., Kommentar. IV p.356-358. — 5 Jolon, Hypocrites dans l'Évangile: Rev. Se.
Relig. (1930) 312-317. — 6 Strack-B., Kommentar. I p.387ss. — 7 Deissmann, Licht vom Osten 2.a ed. p.79. — 8 George, La jus-
tice áfaire dam le sécret: Biblia (1959) 590-598. — 9 Felten, Storia dei tempi del N.T. (1932) II p.263-264. — 10 Lagrange, Évang. s.
St. Matth. (1927) p.121. — 11 Joüon, L'Évangile. compte tenu du substrat semitique (1930) p.34. — 12 Buzy, Évang. s. St. Matth.
(1946) p.74-75. — 13 Wunsche, Nene Baitrage. p.82. — 14 Séneca, Epist. 31:5; Mart., Epist. 7:60:3; Horacio, Od. I, 2:23n; Tito
Livio. I. 11.2: Aputf.YO. Mtam. X.26. — 15 Perrella, 7 Luoghi Santi (1936) P.218-228. — 16 Votaw, A Dictionary of the Bible
t.5 p.32. — 17 J. Carmignac, Recherches sur le “Notre Ptre” (1969) p.22. — 18 O.c.: ML 34:1285. — 19 Strack-B., O.C., I P.410.
— 20 Bonsirven, Le Juda'isme palestinien. (1934) I 138ss. — 21 J. Schmid, El Evang. s. S. Mt. (1973)p.I82ss. — 21 Lagrange, Le
Paternité de Dieu dans Anden Testament: Rev. Bibl. (1908) p.481-499. — 22 W. Koester, Der Vaíergott injesu Leben undLe-
hre: Scholastik (1941) 481-495; P. I. Malevez, L'Église, Corps de Christ: Recher. Scien. Relig. (1944). — 23 Lagrange, Evang. s.
St. Matth. (1927) p.127. — 24 Strack-B., o.c., I p.393ss. — 25 Strack-B., Kommentar. I p.408-410; Bonsirven, Textes. n.188-189.
— 26 Bonnard, L'Évang. s. St. Matth. (1963) p.83. — 27 Strack-b., o.c., i p.408-410. — 28 Durrwell, La resurrection de Jesús,
mystere de Salut p.!75ss. — 29 J. Alonso, El Padre nuestro (1954) p.52; cf. El “Padre nuestro” en el problema general de la esca-
tología: Miscelánea Comillas (1960) 5ss. — 30 Lebreton, La vida y doctrina., vers. del franc. (1942) II 61 nt.43. — 31 Lagrange,
Le Messianisme. (1909) 148ss. — 31 G. D. Kirpatrick, The Ongins of the Cospel according to St. Matthew (1946). — 32 Bon-
nard, o.c., p.84-85. — 33 Bonsirven, Lejuda'isme. (1934) I p.l 89-19 l;Dirf. Bibl. Suppl. I art.”Apoca-lyptique” 334-335. — 34
Jacquenin, La portee de la troixieme demande du “Pater”: Étud. Théol. Louv (1943) 61-76. — 34 Zorell, Bíblica (1925) p.321ss. — 35
Fr. Preisigk, Sammelbuch Gnechischer Urkünden aus Aegipten (1915) I 522 n.5224; Zorell, Bíblica (1925) p.321ss; Lexicón grae-
cum N.T. (1931) coL489-490; Bauer, Griechischdeutsches Worterbuch zu. N.T. (1937) col.493-494; Act 16:11. — 36 ML 26:43.
— 37 Blass-Debrünner, Grammatik des neut. Griechisch (1931) 123:1; Debrünner, Theologische Bláter (1929) p.222ss.249. — 38
ML 26:43. — 39 MG 67:280. — 40 Cf. Votaw, Dictionary of the Bible V 37. — 41 Blass-Debrünner, Grammatik des neut.
Griechisch (1913) 123:1. — 42 Bauer, Griechisch-deutsches Wórterbuch zu. N.T. (1937) col.493-494; Zorell, Lexicón graecum
3689
N.T. (1931) col.490. — 43 J. Alonso, o.c., p.71; J. Coppens, Notes d'exegese. La quatríeme demande du “Pater”: Eph. Theol.
Louv. (1930) 292-298. — 43 ML 1:1262-1263. — 44 ML 4:548. — 45 ML 26:43. — 46 MG 38:381.389. — 47 J. Alonso, Padre
nuestro (1954) p.78-82. — 48 Strack-B., Kommentar. I p.241. — 49 Lebreton, La vida y doctrina. vers. del franc. (1942) II p.64 nt.48.
— 50 Chase, The Lord's Prayer in the Early Church p.54-57. — 51 Enchir. 116. — 52 De Orat. XXX 1. — 53 benoit, L'Évang. s. St.
Matthieu, en La Sainte Bible de Jérusalem (1950) p.7-12. — 54 De sermone Domini in monte II 9: ML 30:1282. — 55 san hilario, in
Psalm. 118. — 56 J. Heller, Die Sechste Bitt des Vaterunsers: Zeit. Kath. Theol. (1901) 85-93. — 57 Strack-b., o.c., i p.422. — 58 J.
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ȉ. (1931) col. 1104. — 61 ML 2:105. — 62 Bonsirven, Textes rabbiniques. (1955) n.410; J. B. Bauer, Libera nos a malo; — VD
(1956) 12-15. — 62 Zorell, o.c., col. 1180. — 63 J. Alonso, Padre nuestro (1954); El problema literario del Padre nuestro: EstBíb.
(1959) 63-75; J. De Fraine, Oraison Dominicale (Mt 6:9-13; Jue 11:2-4): Dict. Bibl. Suppl. (1960) 789-800; J. Jeremías, Das Vater-Unser
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Journ. of Theolog. Studies (1963) 32-45. — 64 Dalman, Realencyklopadie VII 16. — 65 Taanith 1:4-6. — 66 Taanith 2:9. — 67 Didaje
VIII 1; cf. Funck, Paires Apostolici (1901) I p.18. — 68 Schürer, Geschichte des jüdischen. II 573. — 69 Sota 12.a. — 70 Taanith
I 6; Felten, Storia dei tempi del N.T., vers. ital. (1932) II p.264-266. — 71 R. Miguel, Dic. latino-español etimológico (1887) p.29
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I p.431ss. — 76 Aboth II 9. — 77 Sobre las varias etimologías propuestas, cf. STR.-B., I p.434. — 78 Bonsirven, Texíes rab-
biniques. (1955) n. 1839.1865.2004; cf. p.745 pal. “Mammón.” — 79 Bonsirven, Le judatsme. (1934) I p.296ss. — 80 Lebreton,
La vida y la doctrina de. (1942) I p. 196-197. — 81 L. Fonck, Streifzüge durch die biblische Flora: Biblis. Stud. (1900) p.35ss; cf.
W. Pesch, Zur Exegese von Mt 6 19-21 und Lk 12:33-44: Bibl. (1960) 106-129. — 82 Strack-B., Kommentar. I p.439. — 83
Strack-B., o.c., I p.443. — 84 Sanhedrin lOOb. — 85 J. B. Griffiths, Wisdom about Tomorrow (Mt 6:34): Harvard Theological
Re-view (1960) 219-221.
Capitulo 7.
El capítulo 7 de Mt sigue con una cierta conexión lógica con la segunda parte del c.6, en el que
se comenzó a exponer una serie de temas morales, que se continúan y concluyen en éste. Soiron
piensa que aquí hay un nuevo giro: poner en guardia sobre posibles conclusiones a sacar de su
reinterpretación de la Ley, sobre todo en el juicio/condena l.
Este pasaje comienza con una enseñanza inicial temática: “No juzguéis para no ser juzgados.”
El juicio al que se refiere no es el judicial, necesario a la sociedad y a la Iglesia, y que
Cristo reconoce en el Evangelio (Mt 22:21; 18:17.18); ni a la corrección fraterna, que supone un
juicio, al menos desfavorable, de la conducta externa, y que Cristo manda ejercer (Mt 18:15-17);
ni a reconocer las faltas de nuestras “deudas” (Mt 5:12), en las que manda perdonar; ni a las fal-
tas evidentes, que no admiten excusa, pues Cristo no manda imposibles. Se trata del juicio fácil
y pronto con que se condena al prójimo.
El verbo , lo mismo puede significar “juzgar” que “condenar” 1. Este es preferen-
temente aquí su sentido. En esta forma oriental y extremista se formula la prohibición en absolu-
to. Está redactada en forma “sapiencial,” lo que admite, justificadamente, excepciones. Este “jui-
cio condenatorio” está formulado con la amplitud “sapiencial” a que afecta el tema. Por eso, no
se limita a una condenación externa, puede serlo igualmente interna. La valoración moral afecta
a ambos. En este contexto del Sermón se valoran en cristiano todas las actitudes de los temas tra-
tados.
Así, v.gr., se condena el pecado interno: “deseándola. en su corazón” (Mt 5:28, etc.). En
la forma “para que no seáis condenados” ( μ ), el puede tener sentido final o
3690
consecutivo. Acaso abarque a ambos.
No se trata de una regla de prudencia social, no juzgar para no ser juzgados, conforme a
la sentencia del gran rabino Hillel: “Para juzgar a tu prójimo, espera a que estés en su lugar” 2; ni
porque incluso puede traerle a él benevolencia; Cristo no mira, propiamente, a dar normas para
hacer más llevadera la vida social; incluso este “juicio” humano pudo haber sido interno, en cuyo
caso no serían juzgados. Cristo está exponiendo un aspecto moral: la conducta y superioridad de
la Ley cristiana sobre la judía.
El sujeto por el que “seréis juzgados” es Dios. Todo el contexto del sermón lleva a esto:
Dios es el que “premia.” Dios sujeto es algo claro. Pero también la literatura rabínica arrojó luz
sobre este punto. Son citados numerosos casos análogos en los que, dándose en forma imperso-
nal, el sujeto que ha de suplirse, puesto, como en Mt, en tercera persona de plural, es Dios 3.
Dios “juzgará/condenará” a los seres humanos con la “medida” conque éstos se juzguen
y condenen entre sí. Esta fórmula, que “aplica a los seres humanos la medida de la cual ellos se
sirven,” aparece también en el Talmud 4. Debía de ser fórmula proverbial. En éste es la “ley del
talión.” Rabí Eleazar decía: “En la olla en que vosotros hayáis cocido a los otros, vosotros seréis
cocidos, a su vez (por Dios), “y con el celemín de que tú te sirvas para medir, se medirá para ti.”
5
Si esta formulación suponía la “ley del talión,” en el caso de Cristo no tiene el mismo va-
lor de adecuación. No es que en Dios no haya justicia estricta, sino que la medida a la que Cristo
alude es la medida de la semejanza y de la proporción. Si no se condena al prójimo, tampoco
Dios nos condenará a nosotros. Y si se perdona, el perdón, como se lee en Lc, la medida que se
usará con nosotros, será “una medida. colmada, rebosante, será derramada en vuestro seno” (Lc
6:38). Es análogo a la petición del Pater: si los hombres perdonan, Dios también perdona (Eclo
18:20); pero, por parte de Dios, esta medida de perdón es “rebosante.”
El pensamiento se matiza al progresar. En este tribunal privado, celoso e inapelable que
el hombre lleva dentro de sí para los demás, se le exige, para practicar rectamente su justicia, que
se cite antes a sí mismo al tribunal para juzgarse. y condenarse en él. Que, antes de ver “la paja”
en el ojo ajeno, vea que en el suyo hay una “viga.”
La imagen está tomada del medio ambiente. Sobre 279 (d.C.) contaba rabí Yohanam: “Se
decía a uno: 'Quita la astilla de tu ojo'. Y él respondía: tú quita la viga del tuyo.” 6
El pensamiento de Cristo está matizado de ironía; no sólo es ver la “paja” en el ojo ajeno,
sin ver la “viga” en el suyo, sino que es ofrecerse a quitársela al otro, quedándose tranquilo con
la suya.
Estos contrastes acusan en el que así obra, no sólo falta de decoro moral, sino falta de ce-
lo por obrar el bien. Pues éste exige comenzar por uno propio.
Cristo llama “hipócrita” al que así obra. En general, podía tener un valor moral en el
evangelio “etizado” de Mt. Pero se encuadra en un contexto general. En Mt es un término casi
técnico para denominar a los fariseos (Mt 6:2.5.16). Y era un tema demasiado candente en aquel
medio en el que los “fariseos despreciaban a los demás,” teniéndose ellos por los solos hombres
“justos” (Mt 5:28).
Y Cristo expone, ante este cuadro, cuál ha de ser la doctrina de la perfección cristiana. Es
un pasaje adelantado por Mt, pues aún no había comenzado el contacto y denunciación de Cristo
contra los fariseos, y ahora aparece aplicado y “etizado” a su grupo.
Logion propio de Mt, y sin una relación directa con lo inmediatamente expuesto. A lo más tiene
una yuxtaposición por el aspecto negativo de ambos.
En el Talmud se encuentra la recomendación de “no entregar a un goy (no judío) las pa-
labras de la Ley”; y también la de no “poner las cosas santas en los lugares impuros.” 7
La primera parte de esta sentencia evangélica: “no deis lo santo a los perros,” toma su
imagen de las cosas que se relacionan con el templo y el sacrificio (Lev 22:14; Ex 22:30); la se-
gunda, en paralelismo sinónimo, dice “no echar las perlas a los puercos.” La perla era considera-
da como “el principio y culmen de todas las cosas de precio.” 8 Lo que pasa por lo más precioso
y refinado no se puede echar — extremismo oriental — a lo más inmundo. Pues se añade: “no
sea que las pisoteen con sus pies y, revolviéndose, os destrocen.” El puerco tiene por ansia el
hartarse. Por instinto se tira a cuanto le echen; si son perlas, al ver que aquello no se come, enfu-
recido, puede revolverse y abalanzarse sobre los que le echaron esto y “destrozarlos.” La estam-
pa es realista, pero ¿cuál es su interpretación? Todo depende de saber si es una alegoría (Metáfo-
ra) o una simple comparación (parábola).
En la antigüedad se lo interpretó alegóricamente. Los “perros” eran los malos cristianos
provenientes de la infidelidad, que volvían al vómito (Prov 26:11; 2 Pe 2:21.22); los otros eran
los paganos, que estaban en la inmundicia de su alejamiento de la fe.
También lo interpretaba alegóricamente San Crisóstomo 9. Otras veces lo “santo” se in-
terpretó de la Eucaristía 10. Pero a la hora del sermón de la Montaña no se iba a expresar, meta-
fóricamente, ni la Eucaristía ni, concretamente, los demás misterios de la fe cristiana. No hay
base científica para una interpretación alegórica concreta. La solución ha de venir valorando el
género literario a que pertenece este versículo, ya que falta su contexto histórico preciso.
Es una sentencia “sapiencial,” por lo que enuncia un principio general sin concreciones
inmediatas. Por eso su interpretación supondrá una comparación metafórica que, por enunciar un
principio general, rebasa, en su intento directo, las concreciones específicas. Debe de ser una re-
comendación propia a los apóstoles y discípulos. Lo “santo” que no debe ser arrojado a los ani-
males, debe de ser, en este contexto del sermón, la doctrina del reino. Por un cierto “paralelis-
mo” con el no “juzgar” ligeramente, esta sentencia debe de referirse a la prudencia que se ha de
tener para no entregar ni confiar la gran doctrina del Reino — o en los grados que no con-
venga — a quienes en lugar de recibirla no harían sino profanarla: los verdaderamente indignos y
cínicos.
Cuando la Didaje utiliza estas palabras para que sólo se acerquen a la comunión eucarís-
tica los fieles 11;o cuando en la primitiva Iglesia se observaba la “ley del arcano” con los catecú-
menos y profanos; o cuando los cristianos, en la persecución de Diocleciano, prefirieron el marti-
rio a entregar a los paganos las Santas Escrituras, estaban respondiendo al “espíritu” de esta sen-
tencia, ya que, aun “sapiencialmente,” debió de tener un objetivo histórico amplio, directo, sin
que aún esté plenamente precisado.
No se quiere decir con esto que la doctrina del reino no haya de ser enseñada por el
“apóstol,” pues Cristo mandó predicarlo a todas las gentes” (Mt 28:19), lo mismo que vaticinó
persecuciones por causa suya, incluso con el martirio (Mt 10:17-22.33; 24:9). En estos pasajes se
anuncia la universalidad del reino; en esta otra sentencia, la prudencia en la enseñanza y entre-
ga del mismo.
Fue esta oposición la que hizo pensar a algunos críticos que este pasaje no fuese original
de Cristo, sino insertado en Mt, y de origen de un sector exclusivista de judeocristianos. Pero no
3692
tiene la cerrazón esenia.
Este pasaje no tiene vinculación inmediata con lo anterior. Lc lo trae en otro contexto (Lc 11:9-
13) muy lógico. El tema que se propone es la necesidad de orar para obtener favores del cielo, y
a esta oración se garantiza su eficacia. La formulación literaria del mismo es por “paralelismo
sinónimo” triple en la primera (v.8.9) y binario en la segunda (v.9-10) para sacar la conclusión
en el v.11.
“Golpear” ( ) y “hacer abrir” aparecen en el Talmud, y se dicen a propósito de la
sabiduría y también de la oración 12. Sin embargo, no se encuentran las otras expresiones en los
escritos talmúdicos. ¿Son dichos populares? ¿Son propios de Cristo?
Se ha querido “alegorizar” estas expresiones, v.gr., la parusía. No es éste el intento de
Cristo en el contexto; sus comparaciones humanas, elementos “parabólicos,” son expresados,
además, en forma “sapiencial,” por lo que su sentencia es genérica, sin concretarse alegórica-
mente. Menos aún el intento de Mt.
La enseñanza primera es la necesidad de orar para obtener dones del cielo. La compara-
ción humana es la necesidad, normalmente, de pedir para obtener dones. De ahí, analógicamente,
en el orden sobrenatural, y esto “a fortiori,” porque la indigencia es mucho mayor y más impo-
tente para adquirir; ha de ser normal, pues, la oración para obtener favores de Dios. El aspecto de
lo que El graciosamente quiera conceder sin pedirlo, no se considera.
Los elementos “parabólicos” siguen. “Pan” y “pez,” lo mismo que “piedra” y “serpiente,”
se toman en sentido directo comparativo. Lc, en lugar de poner la última comparación, trae otra:
Si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión? (Lc 11:12). Por ello se ve que no hay relación alguna
entre la petición y lo que no se le dará: son simples hipérboles orientales de contraste. Algunos
autores han propuesto, a este propósito, verdaderas sutilezas 13.
La conclusión de base es que ningún padre dará a sus hijos, cuando le piden cosas buenas
y necesarias, cosas malas. En el orden espiritual se concluye igualmente que Dios no dará sino
cosas “buenas” al que se las pida. Dios es Padre, y, como tal, es sumamente bondadoso con
sus hijos. No es un Dios enigmático ni caprichoso, como otros dioses. Por eso, si los hombres,
“siendo malos,” se portan así con sus hijos, ¡cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos,
dará cosas buenas a quien se las pida!”
Es una enseñanza “a fortiori” — ”¡cuánto más!” — utilizada usualmente por los rabinos,
tomando por cuadro fundamental una parábola 14.
Al decir Cristo que aun “vosotros” — sean los hombres o la Iglesia materna —, siendo
“malos” hacen cosas buenas, no alude al < pecado original” (Bengel), ni que la naturaleza huma-
na sea por sí misma mala, lo que sería maniqueísmo; ambas hipótesis están fuera del intento
comparativo de Cristo. Se habla sólo de la naturaleza humana inclinada al mal, y, mejor aún, por
la comparación que se establece entre Dios — sólo Dios es bueno” (Mt 19:17; Mc 10:18; Lc
18:19) — y el hombre 15. Por eso, este “malo” que obra bien encuentra su garantía en la oración
3693
ante Dios, el “solo bueno.”
Lc modifica la frase: “¡Cuánto más Dios dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!” La
frase de Mt es primitiva, como se ve por su estructura. Esta interpretación de Lc se debe proba-
blemente a que, citándose una perspectiva religiosa de peticiones, Lc lo sintetiza en “el Espíritu
Santo (que) es el don mesiánico en el cual se resumen todas las gracias divinas.” 16 Aparte que el
Espíritu Santo es uno de los temas del evangelio de Le.
Mt-Lc sólo tratan de exponer la necesidad y la eficacia de la oración. Expuesto en for-
ma “sapiencial,” no se trata de por qué en ocasiones no se recibe lo que se pide.
Lc (18:1-8) expone la necesidad de la insistencia para su eficacia. Se supone, además,
en esta perspectiva religiosa, que no se pedirán cosas que impidan la “incorporación” al Reino,
objeto de la gracia y del mensaje de Cristo. Santiago escribe: “No tenéis porque no pedís, y si
pedís, no recibís porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones” (Sant 4:3).
El tema de este pasaje es llamado “regla de oro” de la caridad desde el siglo XVII. En Mt no tie-
ne relación directa ni con lo anterior ni con lo que sigue. Tendría un puesto lógico en este mismo
capítulo después del v.5. No obstante, se propone que, si se refiere sólo a lo anterior, sería esto
una referencia de censura contra las facilidades de la casuística rabínica (Mt 5:20); si a lo que
sigue, sería contra la creencia de algunos cristianos que se creían seguros por ser tales (Mt 7:15-
27) 17, creencia cargada de substracto judío (Mt 3:8). En Lc tiene un puesto sumamente lógico y
situado también en el sermón de la Montaña (Lc 6:27.30.31.32.38). En Mt procede probablemen-
te de otra “fuente,” máxime con la inserción (v.12b), que falta en Lc en la forma que está en Mt.
La sentencia que prácticamente hará ver a los hombres cómo deben amarlos, es hacer a
los demás lo que quisiéramos que los otros nos hicieran a nosotros. No consiste solamente en no
hacer mal al prójimo, sino en “amar al prójimo como a ti mismo” (Mc 12:31); y como norma
práctica está esta sentencia. Es un toque en lo vivo de la psicología humana. Con esta norma,
¡qué autenticidad en el amor, qué de recursos para ejercitarla y qué perspectiva de extensión se
abre a la caridad cristiana! La frase debía de ser proverbial (Tob 4:15), aunque reducida al próji-
mo judío 18.
La Doctrina de los Doce Apóstoles (1:2) y los Hechos (apócrifos) de Tomás [83] citan
como palabra del Señor esta regla sólo en forma negativa. La tradición rabínica conocía esta re-
gla en forma igualmente negativa 18. En la formulación mateana de ausencia de retribución ve
algún autor toda la revolución del amor evangélico (A. Schlatter). En cambio, es muy pobre el
pensar que es una fórmula popular bastante egoísta, y que probablemente no se remonta a Jesús
(Bultmann).
Pero este amor no es filantropía ni sentimentalismo, puesto que está encuadrado en el
sermón de la Montaña, y en él Cristo está exponiendo el aspecto cristiano del mismo. El motivo
es el amar a Dios: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5:48).
Este logion tiene una segunda parte complementaria, que falta en Lc (7:31). “Esta es la
Ley y los Profetas.” La unión de esta sentencia no es primitiva, como se ve por su ausencia en
Lc. Su misma vinculación por el primer hemistiquio no es necesaria; puede ser una reflexión so-
bre el mismo.
La Ley y los Profetas — el A.T. — legislaron y defendieron la práctica de la justicia y de
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la misericordia con el prójimo, aunque para la Ley era el judío. Lo que allí se decía quedó aquí
superado por el “perfeccionamiento” de la Ley a través de la interpretación cristiana de Cristo.
Por eso, esta norma práctica, con motivo cristiano, resume todo el espíritu que informaba a éstos.
La literatura rabínica presenta sólo el aspecto negativo y acaso exclusivo de esta actitud.
Hillel decía: “Lo que te sea odioso no lo hagas a tu prójimo, aquí está la ley entera, todo lo de-
más no es sino comentario.” 19
Siguiendo la misma línea de yuxtaposición de enseñanzas, sin una conexión inmediata con lo
que acaba de exponer, trata ahora Mt el tema de los dos “caminos.” Es tema muy frecuente en los
libros sapienciales; también aparece en Qumrán. Su situación literaria es autónoma, inconexa. El
pasaje semejante de Lc (13:23-24) está en un contexto completamente distinto, pero lógico. Es la
respuesta a un tema que preocupaba grandemente en Israel (cf. 4 Esd 7:7): “si son pocos los que
se salvan” (Lc). Al colocarlo Mt en esta situación autónoma, pero ya al final del sermón de la
Montaña, podría ser debido al intento de lograr con ello una de esas advertencias generales que
afectan a todo lo anteriormente expuesto, ya que afecta a la moral cristiana, y en concreto a los
temas expuestos.
Los términos “puerta” 20 y “camino,” para anunciar valores morales, eran ya expre-
siones bíblicas y rabínicas. En el A.T. se citan “las puertas de la muerte” (Sal 9:13), “las puer-
tas de la justicia” (Sal 118:19), lo mismo que “el camino de los pecadores” (Eclo 21:11) y “el
camino de los justos” (Sal 1:6), y que hay “caminos” morales que “nos parecen derechos, pero
que acaban, al fin, en la muerte” (Prov 14:12). Son dos sentencias “paralelas.” No es que el “ca-
mino” conduzca a la “puerta.” Lc sólo habla de “puerta” (13.24).
Como ejemplo del uso rabínico está lo que decía rabí Yohanan bar Zakkai, sobre el 80
(a.C.), al morir: “Hay dos caminos ante mí: uno que conduce al perdón del Edén (Paraíso), el
otro a la gehenna (infierno), y no sé cual se me va a hacer tomar.” También en un midrash sobre
el salmo 16:11, se comenta: “David habló así a Dios: Maestro del mundo, hazme conocer qué
puerta abre el camino del mundo a venir.” 21
Pero la forma con que aparecen en Mt, reflejando estos elementos culturales del medio ambiente,
tiene una estructuración nueva, aparte de ir cargadas de nuevo sentido.
La “perdición” o “vida” a que llevan estos “camino” y “puerta,” ¿se refiere a los deberes
morales, o al ingreso en el reino?
Originariamente, el pensamiento de Cristo seguramente se refiere a los obstáculos y difi-
cultades que se presentan en el mundo contemporáneo para su ingreso en el reino. Es el pen-
samiento que Lc da en el pasaje citado, aunque con una perspectiva de “escatología” final.
Pero Mt da una interpretación “etizante” a la hora de su evangelio para los cristianos ya
ingresados en el reino, aunque con una perspectiva de “escatología” final, como Lc. Acaso
complementaria o implícitamente se le une una interpretación “cristológica” (Bonnard), para
seguir a Cristo, sobre todo doliente. “Esta interpretación se autoriza con el conjunto del Evan-
gelio en lo que tiene de más esencial: las llamadas al arrepentimiento, a la fe, a seguir a Cris-
to 22.
Estos muchos o “pocos” que así caminan no se refiere al número de los que se “salvan.” En el
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sentido original de estas palabras de Cristo, se referían al pequeño número de judíos que enton-
ces no ingresaban en el reino. Y aun en la misma sentencia, “escatologizada” en Lc, se refiere
tan sólo, por el contexto, a los judíos de entonces, contraponiéndolos a los gentiles que ingresa-
rán en él. Y en la interpretación “erizada” de Mt, con una proyección más universal, no es una
enseñanza teológica terminante, sino una indefinida afirmación “sapiencial” calcada analógica-
mente sobre los términos en su sentido histórico 22, y con la visión, triste, del pequeño progreso y
persecuciones de la Iglesia naciente.
Otra exhortación de Cristo sin una unión perceptible con lo anterior, aunque posiblemente de
fondo a partir de los v.13-14. Al peligro del camino “ancho” con senda a la perdición, puede
unírsele aquí el peligro que para lo mismo aportan los falsos profetas. Este pasaje está desplaza-
do de su contexto cronológico, pues supone ya conocida la doctrina del Cristo y surgidos ataques
a la misma. Literariamente es una “inclusión semita” (v. 16 y 20).
El falso profeta o “profeta de mentira” era conocido en la vieja historia de Israel. El pro-
feta Seducías, y con él “todos los profetas (falsos), profetizan.” (2 Re 22:11; 2 Crón 18:22). Je-
remías habla de otro falso profeta que engañaba al pueblo (Jer 28:1; 5:1; 28:1V; Zac 13:2).
Siempre la ambición, el falso celo o la enfermedad hizo surgir este tipo de personas. Cris-
to hablará y profetizará varias veces su presencia con la tarea de “seducir” al pueblo (Mt
24:11:24 par.). En el . . se ve o anuncia la presencia de ellos (Act 13:6; 2 Pe 2:1; 1 Jn 4:2; A-p
16:13; 19:20; 20:10; 2 Tes 2:2.3.8-12). La tradición rabínica habla numerosas veces de los mis-
mos 23.
Si la doctrina se presenta aquí bajo un principio “sapiencial,” toca directamente a los fari-
seos en su momento histórico. Aunque no eran “profetas,” Mt usa a veces esta expresión en sen-
tido metafórico hablando de los “apóstoles” (Mt 23:34) y, por tanto, con un sentido amplio. La
aparente austeridad externa de su vida, aunque fuesen “sepulcros blanqueados,” había hecho de
ellos los rectores espirituales del pueblo. Pero eran los grandes enemigos de Cristo y su doctrina,
hasta el punto de “anular” con sus “tradiciones” el “precepto de Dios” (Mc 7:9) en su lucha an-
timesiánica contra el reino de Cristo. Ni entraban (ellos) ni permitían entrar a los que querían
entrar (Mt 23:23). Eran “guías ciegos” que llevaban al pueblo al abismo (Mt 15:14). En la Mish-
na se lee: “Las decisiones de los escribas (lo que vale para gran parte de los fariseos) son más
obligatorias que la Thora (Ley).” 24
Mas para su valoración da un control de exactitud: los “frutos.” De los fariseos dice Cris-
to: “No los imitéis en las obras, porque ellos dicen y no hacen” (Mt 23:3).
Mt inserta luego una sentencia (v.19) que fue utilizada por él en la predicación del Bau-
tista: “El árbol que no da buenos frutos es cortado y arrojado al fuego.” Estas formas pasivas —
”es cortado” y “es arrojado” — tienen por sujeto de actuación a Dios, según el uso frecuente de
las mismas en la literatura rabínica 25.
El sentido histórico de este pasaje son los fariseos. Pero posiblemente incorpora estas
3696
sentencias con un sentido histórico también a causa de un fenómeno religioso contemporáneo de
la composición de los evangelios: los “judaizantes” y la infiltración y desconcierto que producían
en la Iglesia primitiva los herejes (Jn 10:12; Act 20:29; etc.).
El verbo ( . 15) es típico de la literatura del evangelio de Mt y expresa siem-
pre un aviso para ponerse en guardia contra las desviaciones religiosas, y característico también
en Mt para expresar sus preocupaciones eclesiales, incluso por su terminología comparada, por
gentes surgidas de la comunidad. (Mt 6:1; 10:17; 16:6v, etc.). Es el mismo verbo que se usa en el
. . en las polémicas y aviso contra las herejías (1 Tim 1:4; 4:1; Tit 1:14). El discernimiento del
verdadero y falso profeta, en sus días, es una de las preocupaciones dominantes de la Didajé 26.
Cullmann quiere ver en estos “falsos profetas” una alusión a los zelotes\ el contexto no lleva a
esto; su misma violencia no los hace imagen de venir con “vestiduras de oveja” (v.15) 26.
Este pasaje tiene una cierta unión lógica con el anterior. Si se disciernen los profetas verdaderos
y falsos, también se pueden discernir los cristianos falsos y verdaderos. No basta “creer” lo que
Cristo enseña, hay que ponerlo por “obra.”
Cronológicamente, este pasaje corresponde a una época avanzada de la vida de Cristo.
Parece suponer la misión de los apóstoles y discípulos con la potestad que se les había conferido
de hacer ”milagros” (Mt 10:1.8; Lc 9:1.2.6; 10:1.9.17-20). Mt adelantó la escena y la sitúa al fi-
nal del sermón, como un resumen final que iluminaba con su enseñanza toda la doctrina de Cris-
to. Tiene dos aspectos: a) doctrina sobre la necesidad de poner por obra las enseñanzas de Cristo
(v.21-23); b) ilustración y confirmación de esta enseñanza con una parábola (v.24-27).
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De no ser esto, sería una expresión de gran respeto (Lc 6:46) 30. El término “iniquidad”
( μ ) en la terminología de Mt es la desobediencia a la ley cristiana (Mt 13:41; 23:28;
24:12).
Mt cierra éste, uno de los cinco grandes discursos de Cristo, con una frase que ya utilizará tam-
bién en los otros cuatro grandes discursos (Mt 11:1; 13:53; 19:1; 26:1). En varias ocasiones los
evangelios recogen la “admiración” de las gentes ante las obras o dichos de Cristo: su “palabra,”
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que acusa la “autoridad” que tenía para expulsar demonios (Lc 4:36); pero aquí el motivo es por
su “doctrina” y por el modo como la enseñaba: “como ( ) quien tiene autoridad ( ) y no
como sus escribas”; algunos códices añaden también a los fariseos 35. El sentido aquí del “como
quien tiene autoridad,” tiene el sentido enfático afirmativo, no proporcional, como lo pide el
contexto.
El procedimiento didáctico de los escribas y doctores era todo lo opuesto a la enseñanza
de Cristo. Para enseñar oficialmente hacía falta haber sido discípulo de algún rabino y haber sido
autorizado oficialmente, mediante la imposición de manos, para enseñar en Israel. Y había que
enseñar con el argumento de autoridad de la “tradición,” a la que se daba más autoridad que al
mismo texto sagrado 36. La interpretación de la Ley se hacía insertando, insípida y prolijamente,
en sus enseñanzas, los dichos de otros rabinos célebres, y que se consideraban como prueba 37.
La Mishna y el Talmud son un enorme almacén de ellos.
Cristo, que no había sido discípulo de ningún rabí, ni había recibido esta investidura ofi-
cial de la Sinagoga (Jn 7:15), se presenta como verdadero Maestro y con autoridad propia. Por
eso no utiliza los dichos de los rabinos, para didácticamente encuadrarse en la legalidad de aque-
lla “tradición” — casuística y problemática —, sino que decide por sí. La expresión recogida por
el evangelista — que enseña “como el que tiene autoridad” y no como sus “escribas” — hace
ver la fuerte contraposición que se establece, y que impresionaba a las turbas, sobre esto: El tenía
autoridad, los escribas no tenían autoridad. Por eso, teniendo en cuenta los datos sacados de la
Mishna y el Talmud, se ha escrito a este propósito: “Aquel que da el poder es Dios. Las palabras
'como teniendo poder' han de completarse así: Y que lo tiene de Dios” 38 (cf. Mc 1:22; Lc 7:45).
En este discurso “artificial,” Mt sintetiza el poder y grandeza magisterial de Cristo en su vida
docente.
Además, en aquel ambiente en que se movía, esta actitud magisterial evoca que El es el
Mesías. En la conversación de Cristo con la Samaritana, le dirá a El: “Yo sé que el Mesías está
para venir y que, cuando El venga, nos hará saber todas las cosas” (Jn 4:25) que se disputaban
entre samaritanos y judíos, lo mismo que los puntos oscuros de la Ley. Con su conducta, Cristo
se está proclamando Mesías.
1 P. Soiron, Die Bergpredigt Jesu (1941) p.397-403. — 1 Zorell, Lexicón col.738-740. — 2 Pirqé Aboth II 5; cf. Bonsirven, Textes
n.14. — 3 Strack-B., II 221; cf. Le 6:38; 16.9; Mt 7:1.2.7.19; 12:17. — 4 Sota I 7; cf. Bonsirven, Textes n.1443. — 5 Sanhedrin
100a; Strack-B., Kommentar. I p.444-445. — 6 Strack-B., o.c. I p.446. — 7 strack-b., i p.447-450. — 8 “Principium culmenque
omnium rerum pretil margaritae tenent” (PLINIO, Nat. Hist. IX 34:106). — 9 MG 57:311. — 10 Didajé IX 5; Tertuliano, De praescript.
41:2. — 11 Didaje IX 5.12 — 12 Megüloh 12b. — 13 Eommven,LeJudaisme. (1934) I p.296; Borgé Hjerl Hansen, Rappro-chement
poisson-serpent: RB (1948) 195-198. — 14 Bonsirven, Textes n.261-262. — 15 San Crisóstomo, In Matth. hom. 24. — 16 Nácar-Colunga,
Sagrada Biblia (1949) p.1363 nt.13. — 17 Bonnard, L'évang. s. St. Matthieu (1963) p.102-103. — 18 Boxsirven, Textes n.633; Strack-
B., o.c., I p.460. — 18 Shabbat 31a. — 19 Bonsirven, o.c., n.633; Strack-B., o.c., I p.460; Talmud bab. Shabb. 31a. — 20 La
“puerta” después de “ancha” es omitida por algunos códices. Nestlé, . graece et latine (1928) ap. crit. a Mt 7:13; Lagrange,
Évang. s. St. Matih. (1927) p.150. — 21 Strack-B., o.c., I p.461-463; Bonsirven, Textes n.424. — 22 Bonnard, o.c., p.102. — 23
Dt 30:19; Lagrange, Évang. s. St. Matth. (1927) p.151. — 24 Sanhedñn M. 10:4; Bonsirven, Textes n.1899. — 25 Strack-B., I
p.443; II p.221. — 26 Didajé 11:7-12; 13:1.4. — 26 O. Cullmann, Dieu et César (1956) p.25. — 27 G. Bornkamm, Jesús von Naz-
areth (1956) p.81. — 27 Volz, Jüdische Eschatologie p.259ss; Strack-B., o.c., I p.978; II p.465; IV p.878.1095. — 28 S. TH., Sum.
Theol. 2-2 q.172. — 29 San Jerónimo: ML 26:58; cf. Mt 10:1. — 30 Bonnard, L'Évang, s. Sí. Matth. (1963) p.106; J. Dupont, Gnosis
(1949) p.74. — 31 A. Van Den Born, art. “casa,” Dict encycl. de la Bibl. (1960) col.1104ss; Willam, La vida de Jesús., vers. esp.
(1940) 922-923; Vosté, Parabolae. (1933) II p.767 y n.l. — 32 Simón-Dorado, Praelect. biblicae X.T. (1947) p.556 n.386. — 33
Bonsirven, Textes. n.287; cf. o.c., p.728. Index Analytique-Lexique, “Étu-des et moeurs.” — 34 Strack-B., o.c., I p.469. — 35 Nestlé,
N.T. graece et latine, ap. crit. a Mt 7:29. — 36 Sanhedrin 11:3. — 37 Aboth 3:11; 5:8; cf. 15:2ss; Mc 7:5ss. — 38 Strack-b., o.c.,
p.470.
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