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Resumen
Se aborda la necesidad de que los docentes de los diferentes niveles educativos reciban formación
socioemocional desde su formación inicial y durante su labor docente. Se aborda la importancia y el
rol de las emociones en el aula, para entender la relevancia de las competencias emocionales; de
igual forma se sustenta el rol del docente como precursor de habilidades emocionales en sus
estudiantes, entendiendo que un docente carente de estas habilidades no podrá fomentarla en sus
estudiantes. Se enmarcan los beneficios de los programas de educación emocional en los docentes,
los estudiantes y en el proceso de enseñanza aprendizaje. En este artículo se aborda principalmente
la relevancia de la formación socioemocional de los docentes, para la mejor gestión de sus aulas,
bienestar profesional y personal, y el mejor rendimiento de los estudiantes.
Abstract
The article explores the need for teachers at different educational levels to receive socio-emotional
training from their initial training and during their teaching work. The importance and role of
emotions in the classroom are addressed, in order to understand the relevance of emotional
competencies; In the same way, the role of the teacher is supported as a precursor of emotional skills
in their students, understanding that a teacher lacking these skills will not be able to promote it in
their students.
Correspondencia:
Universidad Autónoma de Baja California
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Enseñanza e Investigación en Psicología 652
The benefits of emotional education programs in teachers, students and in the teaching-learning
process are framed. This article addresses the relevance of the socio-emotional training in
teachers, aiming for better classroom management, professional and personal well-being, and the
best performance of students.
E
l salón de clases en todos los niveles educativos es un espacio en donde se generan diferentes tipos
de interacciones tanto sociales como emocionales, que van más allá de lo académico. Cuando se
integra la importancia de las emociones dentro del proceso del ambiente escolar, se mejora el
clima de las aulas, la salud mental y el bienestar tanto de docentes como de estudiantes
(Schoeps et al., 2020). De acuerdo con Barrientos-Fernández et al. (2020) se ha documentado la relación e
interacción que existe entre maestros y estudiantes es determinante de la calidad académica. Para asegurar
la calidad de esta interacción, es importante que los docentes cuenten con las habilidades socioemocionales
que les permitan generar un clima favorable en sus aulas y por otro lado que tengan la capacidad para
responder a las demandas emocionales que genera la actividad docente.
La inteligencia emocional en la actualidad ha cobrado relevancia significativa en el ámbito
educativo, considerándose como un factor clave en los procesos de enseñanza- aprendizaje; de acuerdo a
esto es importante definir los conceptos básicos relacionados con ésta. La inteligencia emocional es definida
como la habilidad de percibir, evaluar y expresar emociones; acceder y generar sentimientos, comprender
información con su contenido afectivo, utilizar el conocimiento emocional y la habilidad de regular las
propias emociones para el crecimiento y bienestar emocional (Valente y Lourenco, 2020a). Las
competencias emocionales forman parte de la inteligencia emocional (Gutiérrez-Torres y Buitrago-
Velandia, 2019) y se definen como el “conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes
necesarias para comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emocionales y que
pueden agruparse en cinco bloques: conciencia emocional, regulación emocional, autonomía personal,
inteligencia interpersonal, habilidades de vida y bienestar” (Bisquerra, 2007).
De acuerdo con Laudadío y Mazzitelli (2019) los problemas psicosociales representan una
preocupación importante en el ámbito profesional, especialmente en aquellos trabajos que implican el
contacto con otras personas como es el caso de los docentes. Costa-Rodríguez et al. (2021) destacan la
importancia que tiene el rol del docente en el proceso de enseñanza, su desempeño en el aula le demanda
alta sensibilidad a sus propias emociones y a la de sus estudiantes que favorezcan la calidad de las relaciones
interpersonales dentro del aula. Partiendo de este punto los docentes están constantemente trabajando con
emociones y son parte de su labor, de ahí surge la necesidad de que los docentes desarrollen su Inteligencia
Emocional y por ello que haya programas de formación disponibles para ellos sobre habilidades
socioemocionales.
López y Sabater (2019) sostienen que es una necesidad básica del currículo de los docentes que
estén formados en habilidades emocionales, mismas que les permitirán desempeñar su rol de forma
efectiva, mejorar sus relaciones interpersonales y contar con la capacidad de gestionar y controlar sus
propias emociones para favorecer el proceso de enseñanza-aprendizaje. Robira y Bris (2012) concuerdan en
que los docentes deben estar dotados de suficientes recursos para enfrentar la tensión tanto de sus clases
como la de gestionar las relaciones que tienen con los estudiantes, sus compañeros de trabajo y con los
Volumen 4 | Número 3 | 2022
La formación socioemocional: una necesidad en 653
los docentes de todos los niveles educativos
padres de familia. Rodríguez et al. (2013) refieren que las cualidades personales de los docentes tienen un
papel fundamental en el proceso de enseñanza-aprendizaje y por otro lado docentes con competencia
emocional pueden a través de su propio desarrollo y bienestar personal lograr un mejor desarrollo
socioemocional de sus estudiantes. Es importante también la potenciación de las habilidades
socioemocionales de los docentes para evitar el desgaste personal y profesional, así como estrés y
problemas de salud física y emocional (Lozano-Peña et-al, 2021).
Los docentes requieren formación en habilidades socioemocionales que les permitan generar un
ambiente positivo en sus aulas, con relaciones cálidas, empatía entre compañeros y asertividad (Ulloa, et
al., 2016). El que los docentes desarrollen sus habilidades socioemocionales se relaciona positivamente
con la formación integral de los estudiantes (Torres, 2020). Las actividades de consciencia corporal y de
manejo emocional brindan mayores habilidades interpersonales a los docentes y tiene un efecto indirecto
en la autoestima de los estudiantes (Torres, 2019). Se ha encontrado que docentes con niveles altos en el
desarrollo de habilidades socioemocionales pueden proporcionar ambientes adecuados para un
aprendizaje efectivo (Palomera et al., 2017).
Dentro de las competencias socioemocionales que se esperan de los docentes, están: el
autoconocimiento, la autorregulación emocional, la capacidad de expresar sus emociones, la autoestima,
la empatía y la tolerancia (Tacca et al., 2020). Los docentes con inteligencia emocional pueden realizar su
labor de forma más satisfactoria y tienen habilidades de afrontamiento y adaptabilidad a la diversidad de
situaciones que se presentan en el aula (Puerta et al., 2018).
En este trabajo hablaremos sobre la importancia y la influencia de las emociones en el aula, el rol
del docente en la formación de sus estudiantes en competencias emocionales y los beneficios de los
programas de habilidades emocionales, con el objetivo de entender la importancia de la formación
socioemocional en los docentes de los diferentes niveles educativos.
(Costa-Rodríguez et al., 2021). De acuerdo a Valente y Lourenco (2020b) las emociones tienen influencia
en las relaciones entre los docentes y los alumnos, cuando el docente maneja de forma adecuada sus
emociones hay más probabilidades de que los conflictos en el aula se resuelvan exitosamente.
Los procesos emocionales son esenciales en el ámbito educativo, ya que éstas no sólo ocurren en
el interior del sujeto, sino que forman parte también de la interacción social. De acuerdo con Gallegos et
al. (2017) las emociones tienen tres funciones: adaptativas (que permiten que el organismo ejecute una
conducta exigida por el ambiente) sociales (facilitan la interacción social, comunicación de estados
afectivos y promueven conductas prosociales) y motivacionales (aquellas que motivan a la realización de
ciertas conductas). Estos procesos emocionales pueden ser de beneficio para el desarrollo de los
involucrados o por otro lado el sufrimiento y desgaste tanto en docentes como en estudiantes (Valente y
Alfonso, 2020b)
La incorporación de las emociones como parte de la formación educativa implica un cambio de
visión de lo mero cognitivo a lo emocional, posibilitando el aprendizaje a lo largo de la vida (Ávila,
2019). Estas experiencias emocionales se encuentran presentes de forma cotidiana en las aulas y tienen
un rol fundamental en los procesos de aprendizaje (Fierro-Suero et al., 2021). De acuerdo con Anzelin et
al. (2020) las emociones incluyen un componente afectivo, cognitivo, fisiológico, motivacional y
expresivo, son de corto plazo y dominan nuestra conciencia y acciones; ayudan a interpretar el mundo
que nos rodea y están reguladas por aspectos sociales y culturales. De acuerdo con esto, no podemos
dejar fuera del proceso de enseñanza aprendizaje a las emociones, ya que están presentes dentro del aula
y regulan las interacciones entre los participantes. Según Fernández-Berrocal, et al. (2017) “enseñar es
una actividad emocional por su propia naturaleza, puesto que implica una interacción intensa y continua
entre las personas” (p. 18).
Algunas emociones de los docentes, en especial la ira puede interferir con la capacidad de los
niños para gestionar la información emocional, generan frustración, confusión, baja motivación y
desesperanza (Karakus et al., 2021). Por otro lado, las emociones como la alegría, el interés y satisfacción
generan conductas prosociales, motivación y unión en el aula (Robina-Ramírez et al, 2020). A partir de
lo antes mencionado, de acuerdo con Alagarda (2015) la enseñanza de gestión emocional debería de
darse antes que la enseñanza de contenidos académicos; ya que al brindarles a los estudiantes la
habilidad para gestionar y controlar sus emociones, éstas favorecen su capacidad de aprender.
De acuerdo con la Secretaria de Educación Pública (SEP, 2017, p.19) se implementó en México
un modelo educativo que impulsa el enfoque humanista, en el que se establece como “primordial
fortalecer las habilidades socioemocionales que les permitan a los estudiantes ser felices, tener
determinación, ser perseverantes y resilientes, es decir, que puedan lidiar y adaptarse a nuevas
situaciones, y sean creativos”. Por otro lado, en este mismo documento se expone que “se debe promover
que los docentes apoyen y alienten a los estudiantes a fortalecer la regulación de sus emociones, así como
acompañar, gestionar y monitorear su desempeño escolar” (p. 22).
Discusión y conclusiones
Las interacciones que se producen en el aula entre maestros y alumnos, así como
aquellas que se dan entre compañeros son relevantes para la calidad del aprendizaje desde las
primeras experiencias de educación hasta niveles superiores (Barrientos-Fernández et al.,
2020). De acuerdo con Tacca et al. (2020) las competencias socioemocionales del docente se
relacionan con mayor efectividad y calidad del proceso de enseñanza.
La docencia tiene influencia y control constante de las emociones, así que la labor
docente se vuelve una práctica tanto cognitiva como emocional; entendiendo además que los
profesores en su calidad de humanos se encuentran también bajo la constante influencia de sus
emociones (Costa-Rodríguez et al., 2021).
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Enseñanza e Investigación en Psicología 658
La docencia se encuentra entre las profesiones más demandantes por las interacciones sociales
que implica diariamente, en las que se espera que el docente oriente tanto sus propias emociones como
las de sus estudiantes (Laudadío y Mazzitelli, 2019) por lo que la educación emocional se vuelve una
herramienta fundamental para su labor y para evitar el desgaste físico y emocional.
La finalidad de la educación no es meramente cognitiva, sino que implica el desarrollo
emocional, a partir de esto la educación emocional resulta ser una estrategia de prevención primaria
tanto para docentes como para estudiantes, favoreciendo el bienestar personal y social, así como
garantizar habilidades de afrontamiento (Torrijos et al., 2018). Debido a esto la docencia tiene factores
de riesgo psicosocial que pueden generar estrés, problemas somáticos y sociales, que se verán reflejados
en dificultades para gestionar el aula, estrés laboral y agotamiento (Extremera et al., 2019) estas
situaciones en el docente afectarán el proceso de enseñanza-aprendizaje. En esta misma línea Rendón
(2019) sostiene que existe una estrecha relación entre las competencias socioemocionales de los docentes
y la eficacia y calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje y en la presencia de conductas
prosociales en los estudiantes.
De acuerdo con Sánchez-Pujalte et al. (2021) los docentes que tienen capacidad para regular sus
emociones y tomar decisiones, están más comprometidos y motivados en mejorar su desempeño
profesional. Por el lado contrario, los docentes con pocas habilidades emocionales son más propensos al
agotamiento, a rechazar oportunidades de mejorar y de aprender, mostrar desapego a su trabajo y a tener
dificultades en las relaciones con sus estudiantes y compañeros de trabajo. Otro de los efectos positivos
de las habilidades emocionales de los docentes es la capacidad de tener control de su clase y manejo del
grupo, así como mantener relaciones positivas con sus estudiantes (Torres, 2019)
Si bien, en el país ya existen iniciativas que promueven la importancia del desarrollo de estas
competencias en los docentes, aún existe mucho trabajo por hacer; ya la documentación sobre el tema en
México es escasa.
Conforme a lo revisado se puede afirmar que existen diferentes estudios y evidencia para decir
que las competencias socioemocionales en los docentes son determinantes en mejorar la relación
docente-alumno, incrementar la calidad educativa y mejorar el desempeño académico, promover
competencias emocionales en los estudiantes de los diferentes niveles educativos, mejorar el clima en las
aulas, tener mayor control de grupo, así como disminuir factores de riesgo psicosocial en el docente y
también en el estudiante
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