A Machetazos
A Machetazos
A Machetazos
“A machetazos...”
INTRODUCCIÓN
Porque Germán -tal el mombre que daré al paciente- ha podido costurar con
machetazos de ruidos, de voces, de estallidos... la música, el dibujo y la
escritura, con los que pudo armar su cuerpo mal-venido, mal-querido, mal-
tratado, mal-esculpido, mal-dicho... maldito.
EL CASO
Se trataba de cómo armar una historia en una vida rota, descuartizada por los
machetazos del mal decir.
Del maldecir de la madre, que entega a este hijo –en una repetición
permanente- a un padre posiblemente perverso, a quien la muerte le llega
durante una explosión de furia, según relata el mito de la familia.
- Lo entrega, pues, al mal amor de este padre cerrando los ojos a lo que eso
podía significar, a cambio de salvar la vida de sus otros hijos... y la suya
propia.
- Lo entrega al exilio de cuidados en la niñez.
- A un colegio donde el maltrato es un sufrimiento de todos los días, en la
adolescencia.
- A un psiquiátrico, si fuera posible, en la juventud.
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De lo imposible de decir sobre su padre, muerto un día antes de su
séptimo cumpleaños.
Pero del bien-decir del arte, desde sus abuelos: Uno, matemático y artista.
Otro, peridodista y escritor, a quienes conoció a través de sus producciones
artísticas y de sus poemas, durante el tratamiento.
1° momento:
Germán (17 años) llega a consulta traído por su familia, luego de otros intentos
de tratamientos que fracasaron.
La preocupación de éstos se debe a que últimamente escucha voces que le
“ordenan” (no se sabe qué) y lo arrojan a un correr desesperado, en el que
DEBE desnudarse.
De los tratamientos anteriores haré referencia a uno, que no parece tener el
“peso” (así siente de los otros) de tratamiento, pero que le deja un esbozo
transferencial a Freud, ya que ese terapeuta le habla del maestro.
Tímida y desordenadamente concurre a las entrevistas preguntando
fundamentalmente, acerca de Freud, cuando la “desesperación” se lo permitía.
Así definió posteriormente a la sensación de “estallar” o de “explotar”. A veces,
se preocupaba minuciosa o desesperadamente por las comidas o bebidas que
evitarían su muerte, o se tiraba en el diván gritándome que lo hable, a lo que
yo entendía que mis palabras velarían el agujero de su “desesperación”, y lo
hablaba.
Hubo que trabajar desde la psiquiatría y la medicación para acotar en algo este
goce mortífero, allí donde la forma de “dejar caer de la relación con su propio
cuerpo (al decir de Lacán) es completamente sospechosa para el analista”
(sospechosa de Psicosis).
El desnudarse como dejar caer, en Germán tiene relación con la muerte; La
muerte del sujeto, cosa que Lacán trabaja en Joice en relación al ego,
cobertura que cae como la cáscara de una fruta madura, ante la que el sujeto
se abandona pasivamente. Padecimiento al que se entrega en un estallido.
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De este modo llega Germán a consulta. Sin cobertura, en un enloquecimiento
que había que apaciguar apelando no sólo al recurso de la palabra, sino al de
la medicación debido al exceso de sufrimiento.
Sin embargo, diría que estas construcciones eran sólo hilachas significantes.
Ellas intentaban un costurado delirante que se desarmaba rápidamente, dando
lugar al horror. A la “desesperación”. Los pasajes al acto abruptamente
aparecían, imprevisibles, impre-decibles.
Se acurrucaba en la terraza del edificio donde vivía –en horas de insomnio-,
amenazaba frecuentemente con tirarse, salía corriendo desnudo, enmudecía y
me gritaba que lo hable...
2° momento:
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Podría llamarlo el tiempo de hablar, aunque en forma loca. Su intento de
discurso –incomprensible-, armado con neologuismos, intuiciones e
interpretaciones delirantes.
SESION 1:
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Yo no estoy esperando, es mi “don mayor” el que está esperando. Ese es el
que me pone nervioso, me hace engranar… Ese don que me van a sacar si yo
trepaba el 31 de diciembre.
(El don): no se muestra nunca, no dá la cara, hace la jugada por atrás. Yo creo
que es una mala jugada del don mayor.
¿Te he contado que ha llegado Cacho, pero el viejo?
Cacho se ha guardado toda la vida, porque no ha podido superar esa barrera
que dice que después de ésta, es la vida… Le ha pasado eso como a muchos,
o como a pocos… Los videntes tucumanos lo insensibilizan hasta el día que los
videncean… por 20 años, es mucho. Una persona se puede morir por eso. Y
después va a ser algo que lo va a sobrellevar y lo va a hacer lo que vos querés
hacer, directamente. Después de un tiempo es lo que uno quiere ser, no lo que
es.
Hay viejos que se relativizan, que pasan todo el día peleando.
¿Te imaginás si llego a ser yo y mis amigos el mejor de todos los tiempos? 1 y
2. No hay más. Si y no. Qué y qué. Y… lo que se te ocurra…
Con el genio se hace la fuerza del cuerpo. Abdomen, brazos… capaz que te
pegan una piña y ni lo sentís. Por eso ganan y también por eso pierden…
He visto un viejo degenerado. Me miraba y se tocaba el pito, en una galería.
Viejo degenerado. He seguido caminando, lo he visto de nuevo y me fui a la
casa. Me he cagado de miedo. He visto tantas noticias de muerte y pienso que
me puede pasar a mí… Te pueden perseguir y te pueden hacer algo, yo soy un
hombre ya, no como una mujer que la puede perseguir y violar.
He visto al mejor guitarrista de todo el mundo. Los dos le ganábamos a Jimmy
Hendrick, él siguió, yo no. Me parece que es el verdadero mío o el verdadero
Benino.
SESIÓN 2:
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Al escucharme quería insensibilizarme. Pero era tan sagaz, que yo me he
puesto sagaz y me he salvado.
Dicen que es un solo viejo el que me insensibiliza; y no sé si es mi tío, que es
el mejor vidente de Tucumán. No sé si es mi tío.
Yo creo que es uno solo el que me insensibiliza. El irreal. No sé si es mi tío u
otro viejo.
ESTOMA
Ahora ya puedo hablar con total naturalidad, no como el año pasado, que
por decir algo acá, me tomaban en cuenta.
El viejo y el blanco, eso, me parece que es lo único verdadero. Sin
insensibilidad. Lo único que tengo que resolver este año en el consultorio.
El milico, el viejo, me lo dijeron 3 veces. (milico es tu tío) Si, lo pensé.
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inalámbricos, le llevan el teléfono y me escucha. Apelo a leerle sus sesiones.
Steve Vay, los viejos, Jimmy Hendrik, brotaban de mis palabras.
Cuando le hablé de la música –leyendo lo que él decía- me respondió: -Eso no
es verdad, Malena. Si yo no sé ni tocar la guitarra. La medicación había
actuado, y el análisis también. Se había producido un corte en el la locura del
delirio. Pero al fracasar éste, la realidad –y lo real- se imponía. “No soy nada”.
Por lo que el sujeto apela al pasaje al acto como último recurso.
Mi estrategia –desesperada- de llenar con sus propias palabras el vacío,
produjo algún resultado, al menos, en ese momento.
3° momento:
Incluiré aquí sólo las fotocopias de los dibujos que motorizan todo este tiempo
de tratamiento. Su riqueza consiste en el interés con el que Germán dibuja “a
machetazos”, mientras devora, literalmente, textos biográficos y obras de Dalí,
Picasso, Van Gogh, El Bosco, Rembrandt, Gauguin, Rafael, Cézanne, Monet,
Miguel Angel, Leonardo... ordenándolos en tiempos y estilos, armando sus
historias singulares y la Historia de la pintura y sus estilos.
Esto también con la música. Del rock pesado al Jazz y al blues, de .B.B. King, a
Joe Satriani, a Steve Bay, a Eric Clapton... etc. Historias singulares e historia
de la música. Y la suya propia...
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4° momento:
Me pide que hable con ella para que dos veces al mes le de dinero –una
cantidad que estipulamos- para ir a los lugares a donde van los hombres. Él no
se lo puede decir, porque los hijos no hablan de esas cosas con sus madres.
También, una vez ella entra a su cuarto. Él se viste, sale y le dice: No entres
sin golpear antes. Yo soy ya un hombre.
Mientras tanto, escribe cuentos, a los que luego dirá: “mis delirios”, y que
incluyo:
a- Por su valor estético.
b- Porque con ellos Germán pudo sacar el diablo de su cuerpo, aplacar los
“delirios” que lo atormentaban, enterrar a su padre, al que ahora visita en el
cementerio y tratar de –como Fausto- poner al diablo en una cajita. (En un
cajón, pienso, con el epitafio de los cuentos)
c- Porque creo que ellos dan cuenta del tratamiento.
CUENTOS
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Melodramática, digo, porque todo lo que encontró en papeles, en pequeñas
huellas y pergaminos, terminó siendo una historia – una simple historia – de
amor y drama.
El diablo, dije, había venido al mundo con una misión: destruir, o mejor aún,
desordenar, convertir en un caos el mundo.
Su vida, que aparentaba ser una vida normal, estaba plena de debilidad, bajos
instintos y tenebrosas pasiones.
A veces se creía Dios. A veces, era solamente el demonio. Su cuerpo, que
cotidianamente parecía el de un señor, adquiría la apariencia de animal,
sorpresivamente.
Su casa, sea ésta un castillo, un monasterio, un palacio, o una simple casucha
modesta, inexplicablemente se convertía en el umbral incierto del infierno.
Al parecer, no había persona más siniestra que este monstruo. Conocía el bien
como el mal, al extremo.
Sabio. Con una sabiduría sobre el más allá, que sea por su memoria o por su
conocimiento, poseía. Tales sus virtudes. “Visionaba” lo desconocido.
Solamente él sabía.
Este diablo, tan terrible y tan siniestro, casi abandona todo su reino por una
mujer enamorada.
Soledad, - tal se llamaba -. su mirada de leona y su cuerpo felino habrían
convocado el amor de éste, ahora, pobre diablo.
Él sólo quería llevársela. Raptarla. Huir con ella. Volver al infierno. Aún dejando
atrás siglos de sabiduría, siglos de maldades, y también, ¿por qué no? algunas
cosas buenas.
Ella estaba inquieta. Descubrió en él otro sentimiento. Una mezcla de odio,
amor, pasión y muerte.
Él le dijo: -éste es mi templo de perdición. Mi vida y mis sueños. Aquí están
nuestros secretos. Los que llevaron nuestras vidas a este desastre. Es hora de
ir al más allá.
Ella, simplemente contestó: -¡Llévame! ¡Te acepto como eres!.
El diablo, con un movimiento rudo, se dio vuelta y la abrazó, estrechando con
sus brazos el leve cuerpo de ella.
Poco a poco, fue transformándose en un monstruo.
Soledad, llorando, besándolo melancólicamente, le dijo:
-¡No te vayas!...
A lo que el demonio contestó: -¡Toma la poción!
Soledad tomó el crucifijo, lo colocó en su pecho y rápidamente la bebió.
Ya la muerte los llamaba. Los dos, entrelazados sus cuerpos y sus manos,
elevaron plegarias y deseos.
Así se sumergieron en la oscuridad infinita...
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mal? ¿Tenéis el convencimiento para hacerlo?.
El diablo y la doncella se miraron y con convicción contestaron: - Seremos tu
propio fruto de libertinaje.
A lo lejos, esfumándose entre las nubes, encontraron una enorme puerta
barroca. Se arrodillaron recitando loas y alabanzas. La enorme puerta se abrió.
-¡Es el momento más grande de nuestras vidas!- dijo el diablo. Se levantaron,
entraron y ¡allí estaba! En el corazón del mismo infierno, el paraíso terrenal
perdido. Ya no había serpiente ni Dios. Sólo eran un diablo y Soledad, felices,
en un mundo en caos.
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Un fuerte viento la sacude, tambalea.
Su parte de mujer imagina a un buen amigo sin saber quién es.
A lo lejos un remolino revuelve el paisaje. Soledad se sobresalta, levanta la
mirada y descubre la presencia del señor con turbante azul. Se asusta; gira su
cabeza, por el rabillo del ojo ve a este hombre que arrastra su capa por el
suelo.
Temblando aún escucha que la llaman desde su casa. Recoge presumida la
rosa que había cortado y cuando se dispone a correr se encuentra enfrentado
a este misterioso hombre de traje negro y de capa azul.
El la mira, ella sostiene la mirada. – Venid, amada mía, compartid mis secretos.
–
Abrumada y seducida por este hombre (tan fuerte y de buena presencia). Ella
lo escucha.
-Que hacéis aquí. ?
-El contesta: - Recuerdo los hermosos momentos que pasé contigo. Ven
amada, ven conmigo te mostraré algo. La tomó en sus brazos y la llevó hacia el
mar, la depositó suavemente sobre la arena y la miró fijamente.
El demonio (tal era el misterioso hombre). Seducido por los ojos de Soledad
tomó barro y dibujó con él un círculo en su frente y le dijo: Bendito el cuerpo
que tiene corazón para sentirlo como yo lo siento.
- Venid, tocad la tierra y el agua que juntos hacen el lodo, que nace como el
amor.
El diablo se arrodilló se tomó la cara llorando y exclamó ¡Por Dios! No podéis
ser arenas con la muerte pues no he de morir nunca, pero puedo sentir el amor
gracias a ti.
- ¡Maldición! Exclamó. El cielo se ennegreció, las aguas comenzaron a
levantarse, Soledad con voz muy baja preguntó ¿Quién eres?.
El hombre mudando su voz y su apariencia le dijo: - Soy aquel que toca y deja
huellas. Soy aquel al que tú amas.
Ella lo abrazó sin temor y sin que le importe lo que le podría pasar. El le dijo
soy el diablo. Tan viejo como me ves con un ojo, y tan sabio como me ves con
el otro.
Por esta época me dice que el sacerdote del exsorcista había tenido la valentía
de arrojarse de la terraza para matar al diablo que lo había poseído.
Hasta aquí relato el trabajo que Germán hizo, “a machetazos” para armar el
mapa de su vida y enterrar al demonio.
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La condición de la escritura es de forzar al silencio el ruido acosador del
discurso exterior y también del parloteo igualmente cansador, como el discurso
interior del sujeto...”
BIBLIOGRAFÍA.
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