A Machetazos

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Ficha de Cátedra. Contribuciones del Psicoanálisis –Escuela Francesa.

Autora: Dra. María Elena Elmiger


Prof. Titular Contribuciones del Psicoanálisis –Escuela Francesa-

“A machetazos...”

INTRODUCCIÓN

-“A machetazos, Malena. A machetazos... Fuí armando el mapa de mi vida”


La frase pertenece a un paciente psicótico –grave- que fue logrando alguna
estabilización, alguna “armadura” narcisística a partir del arte. La música
enhebró las “voces”; el dibujo trazó un borde a las alucinaciones y a su cuerpo
y la escritura aplacó los delirios. Podría decir, usando sus palabras, que a
machetazos pudo construir un espacio, hilvanar una historia, armar un cuerpo
más allá del goce del Otro... armar un espacio que signifique una tumba para
enterrar un muerto que deambula como diablo-vivo y se apropia, se apodera,
fragmenta, destruye, impide el derecho a ser hombre en este sujeto; y armar,
también, un lugar para el secreto y el olvido posibles. Todo esto, acompañado
por el arte.

Porque Germán -tal el mombre que daré al paciente- ha podido costurar con
machetazos de ruidos, de voces, de estallidos... la música, el dibujo y la
escritura, con los que pudo armar su cuerpo mal-venido, mal-querido, mal-
tratado, mal-esculpido, mal-dicho... maldito.

EL CASO

Se trataba de cómo armar una historia en una vida rota, descuartizada por los
machetazos del mal decir.

Del maldecir de la madre, que entega a este hijo –en una repetición
permanente- a un padre posiblemente perverso, a quien la muerte le llega
durante una explosión de furia, según relata el mito de la familia.
- Lo entrega, pues, al mal amor de este padre cerrando los ojos a lo que eso
podía significar, a cambio de salvar la vida de sus otros hijos... y la suya
propia.
- Lo entrega al exilio de cuidados en la niñez.
- A un colegio donde el maltrato es un sufrimiento de todos los días, en la
adolescencia.
- A un psiquiátrico, si fuera posible, en la juventud.

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De lo imposible de decir sobre su padre, muerto un día antes de su
séptimo cumpleaños.

Pero del bien-decir del arte, desde sus abuelos: Uno, matemático y artista.
Otro, peridodista y escritor, a quienes conoció a través de sus producciones
artísticas y de sus poemas, durante el tratamiento.

Voy a relatar las secuencia de este análisis en cuatro partes:

1° momento:

Germán (17 años) llega a consulta traído por su familia, luego de otros intentos
de tratamientos que fracasaron.
La preocupación de éstos se debe a que últimamente escucha voces que le
“ordenan” (no se sabe qué) y lo arrojan a un correr desesperado, en el que
DEBE desnudarse.
De los tratamientos anteriores haré referencia a uno, que no parece tener el
“peso” (así siente de los otros) de tratamiento, pero que le deja un esbozo
transferencial a Freud, ya que ese terapeuta le habla del maestro.
Tímida y desordenadamente concurre a las entrevistas preguntando
fundamentalmente, acerca de Freud, cuando la “desesperación” se lo permitía.
Así definió posteriormente a la sensación de “estallar” o de “explotar”. A veces,
se preocupaba minuciosa o desesperadamente por las comidas o bebidas que
evitarían su muerte, o se tiraba en el diván gritándome que lo hable, a lo que
yo entendía que mis palabras velarían el agujero de su “desesperación”, y lo
hablaba.
Hubo que trabajar desde la psiquiatría y la medicación para acotar en algo este
goce mortífero, allí donde la forma de “dejar caer de la relación con su propio
cuerpo (al decir de Lacán) es completamente sospechosa para el analista”
(sospechosa de Psicosis).
El desnudarse como dejar caer, en Germán tiene relación con la muerte; La
muerte del sujeto, cosa que Lacán trabaja en Joice en relación al ego,
cobertura que cae como la cáscara de una fruta madura, ante la que el sujeto
se abandona pasivamente. Padecimiento al que se entrega en un estallido.

Durante los primeros tiempos del tratamiento, cuando iba esbozándose la


transferencia, Germán me “videnciaba”. Probaba si yo era vidente, y si podía
leerme el pensamiento. (Él a mí, o yo a él) Mi respuesta era: “no soy vidente, si
no hablás, no puedo escuchar algo de vos”, con lo cual él “videnciaba que yo
no videnciaba”, y hablaba locamente o hablaba yo. (En las sesiones yo leía
sobre Freud, sobre Lacán, u otros pensadores).

En estos momentos no se conformaban más que estos fenómenos


elementales. No se constituía un delirio ni tan siquiera ideas delirantes más
aprehensibles. Sólo el estallido, la videncia, la interpretación que con ella hacía
de su analista (no era vidente) y a veces, algunas preguntas.

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De este modo llega Germán a consulta. Sin cobertura, en un enloquecimiento
que había que apaciguar apelando no sólo al recurso de la palabra, sino al de
la medicación debido al exceso de sufrimiento.

Con la ayuda de la medicación se va instalando un ordenamiento simbólico


desde el exterior; transcurren sesiones donde relata ordenadamente lo que
hizo el día anterior, y algunas preocupaciones: “estoy muy distraído, por esas
preocupaciones por lo económico y esas cosas. Pienso cosas sin sentido... las
voces, esas cosas... o qué voy a comer mañana, o que no me olvide de tomar
las pastillas... se me quita el sueño... pienso cosas sin sentido... son cosas
privadas, no te las voy a decir.
Me pregunta sobre Freud, sobre Lacán... “Freud era un genio, ¿no? ¡Descubrir
tantas cosas!...” Toma los libros que hay en el consultorio, pregunta si Freud
estuvo con Hitler, al que relaciona con autoritarismo y represión (como le han
contado). Averigua sobre mi saber, y creo que quiere probar si yo voy a ser
“autoritaria” como lo fueron en otros tratamientos que hizo (o como el Padre,
pienso.)
Luego, trae un sueño: “Un tipo era el diablo y había descubierto que te juntaban
los órganos y te mataban, y había otro (tipo) que había encontrado la fórmula
(para) que desaparezca, que no se junten. El diablo era maléfico. Había un
paisaje y tenías que tomar un poco de nieve y estar en el frío. Yo trataba de
buscar otra fórmula, había montones y no pasaba nada. Al final, me hechiza y
yo buscaba la fórmula. Estaba mi hermano, que le había pasado lo mismo. Un
tipo decía: ¡Éste ya la tiene! Tenía las dos, la mala a veces ganaba a la buena,
por ahí sentía que se me juntaban los órganos... así...
Caían unas bolas de nieve inmensas por la ruta. ¡Vos no sabés qué lindo!...
Uno era el diablo, el otro, un Matemático”.

Pregunto: ¿Conocés a algún Matemático?. –Mi abuelo era Matemático. Era de


los mejores del mundo... o de la Argentina... o de Tucumán...
Digo yo: ¿soñaste con tu abuelo?. Germán: -No. Vos decís que es mi abuelo.
Yo soñé con un matemático.
La ausencia del abroche metafórico diferencia lo que en neurosis habría sido
un más de significación, y que aquí es sólo un discurrir metonímico, claramente
sin anudamiento capitoniano que posibilitaría la sorpresa y la significación
fálica, aquí ausente.
De todos modos, este sueño abrió la posibilidad de un camino en la cura,
sueño que Bion llama “alucinosis” y que refiere a una transferencia posible en
la psicosis.
Este sueño nos dio el material para ir costurando, bordeando, tejiendo una
trama que haga algún borde a la pulsión a fin de acotar el padecimiento.
E. Fernández, dice: “El horror se produce allí por la ausencia del delirio”. O sea
que había que construir algo allí donde nada había antes del sueño.
Bion refiere que cuando falla la capacidad de reverie entre la madre y el niño,
no se metaforiza el órgano, no se produce el símbolo. Por lo que en la psicosis
la palabra no logra la dimensión significante. La única significación que llega a
estabilizarse es el delirio.
Las palabras tienen el peso de lo real, que, forcluído de lo simbólico, retornan.
A estas palabras Bion llama elementos beta (no metaforizadas), los que
pueden aglutinarse, pero no articularse.
capacidad del objeto de recibir y responder creativamente a las
experiencias concretas, de caos y confusión proyectadas por el bebé
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Los elementos beta, culminan en transformaciones, en alucinosis, propias de la
transferencia psicótica.
Germán no puede articular el par matemático-abuelo, en el sueño, ya que éste
no posee el valor de la metáfora.
Sin embargo, Lacán nos señala no retroceder ante la psicosis, por lo que la
apuesta será a un tratamiento posible apelando a “prestar” alguna significación
a este extraño sueño y a la extraordinaria memoria de Germán que almacena
(por la ausencia de amnesia) todos los datos de historias familiares que le
fueron contadas.
Cuando puede, y porque armamos un álbum de fotos, yo le pregunto sobre
ellos y él trae relatos de su abuelo matemático que también era artista y de sus
tíos abuelos...
De unos que eran cultos, artistas, ricos y famosos, de otros que eran pobres.
Fórmula del matemático-abuelo-artista que permite el despliegue de una
formulación memoriosa sobre la que va edificando alguna genealogía donde
ubicarse.
Un matemático-abuelo-artista: que no era pobre. Y otro abuelo poeta
enamorado de su abuela-pobre-amante.
El diablo-padre, que era pobre. Pobre tipo. Pobre, lascivo y loco diablo.

Sin embargo, diría que estas construcciones eran sólo hilachas significantes.
Ellas intentaban un costurado delirante que se desarmaba rápidamente, dando
lugar al horror. A la “desesperación”. Los pasajes al acto abruptamente
aparecían, imprevisibles, impre-decibles.
Se acurrucaba en la terraza del edificio donde vivía –en horas de insomnio-,
amenazaba frecuentemente con tirarse, salía corriendo desnudo, enmudecía y
me gritaba que lo hable...

Este primer momento, al que llamaría de la instalación de la Transferencia,


oscilaba entre: “No te lo voy a decir”, “hablame”, la desesperación (irrupciones
de un real que lo arrojaba a pasajes al acto) y la música, a la que apelaba
enloquecidamente para acallar las voces que lo atormentaban.

La salida de la constante “desesperación” –internación mediante- hizo de


bisabra en el tratamiento. Un día, vino a sesión y me dijo:
-“Me vino la desesperación; robé plata –que erapara pagar el análisis- me
compré esta camisa, estos zapatos y estos compats”
Digo: Habrá una fórmula para que cuando te venga la desesperación puedas
venir a hablar. Una fórmula como la de tu abuelo”
Es que no quiero ser un pobre tipo. Yo era un pobre tipo. ¿Te acordás cuando
venía, cómo me vestía?. No me bañaba, no me peinaba...”
Aquí mi posición como analista fue: Veremos cómo me pagás lo que has
gastado en la desesperación. Le pedí que grabara compacts en cassettes, para
mí. Para trabajar con él y con otros pacientes. Cada cassette tenía un valor en
dinero.

2° momento:

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Podría llamarlo el tiempo de hablar, aunque en forma loca. Su intento de
discurso –incomprensible-, armado con neologuismos, intuiciones e
interpretaciones delirantes.

Podría reconocerse claramente en estos momentos, lo trabajado por Lacán en


el Seminario de Las Psicosis, que Élida Fernández retoma en su libro “Las
psicosis y sus exilios”:

-Alteraciones del Lenguaje


-Alteraciones en la constitución el cuerpo como propio y en la constitución del
semejante.
-Alteraciones en la posición sexuada.
La constitución del Yo, según Lacán, es correlativa a la constitución del sujeto
del inconciente. El anudamiento de los tres registros (R. S. I.) abrocha el
cuerpo como propio.
Debe el niño poder ser la Metáfora del Falo para la Madre para que ella pueda
introducirlo en ese engaño que es la consistencia imaginaria como completo;
Si no opera esto desde el deseo del Otro, no puede lograrse esta ilusión y
queda el cuerpo despedazado, como objeto a, como deshecho. Expulsado,
explotado. Macheteado por el sufrimiento.

Élida Fernández, en su libro Diagnosticar la Psicosis, dice: “Esto tendría como


consecuencia la ausencia de agresividad frente a la intrusión del semejante”.
Puedo agregar aquí fragmentos de algunas sesiones que dan cuenta del
destrozo de su cuerpo y de sus palabras. Del estallido del espejo de su espacio
corporal y por lo tanto de su espacio psíquico, de su espacio de lenguaje.

SESION 1:

Germán: -“Me ha hablado alguien, larga distancia, y no me han querido


atender. Una chica, Carola del Bianco. Había una chica atrás que estaba
tosiendo. Como yo sé que es falsa esa mina… la amiga es falsa . Capaz que lo
han hecho para que yo sepa algo, para querer demostrar algo.
Me he enojado una vez con la Mamá y con C. (Hermano). Estaba perfecto pero
me ha salido una de enojado y de gritón… No me tengo confianza. Les he
dicho que estaba nervioso y que no hay comunicación en la casa.
Benino, el hermano, y mi hermano C., están obsesionados, avaros, la verdad
es que son muy irresponsables, son … no irresponsables… rebeldes… No
entiendo bien qué pasa. Son rebeldes, se ha armado un quilombo en Tucumán,
y quieren que yo los quiera. Son muy rebeldes los viejos y esperan que uno los
entienda… ¿Por qué no hacen bien las cosas?” (Mucha angustia).
Me dijeron que llegó el genio yanqui esta mañana, y va a pasar al lado mío.
Que fue al centro, y que lo trataron como tucumano. ¡Cómo son los tucumanos!
¡Un hijo de gran mil puta! Decían: ¡quesealo! ¡quesealo!. Lo han empezado a
insicodermizar nato, a hacer una jugadita que me imaginaba antes.
(Para qué viene el yanqui?- Pregunto). Para verme. Para colmo que voy a
pasar Navidad Y Año Nuevo en Jujuy, y ¡mirá si viene a mi casa para hacerme
trepar y no estoy yo!…

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Yo no estoy esperando, es mi “don mayor” el que está esperando. Ese es el
que me pone nervioso, me hace engranar… Ese don que me van a sacar si yo
trepaba el 31 de diciembre.
(El don): no se muestra nunca, no dá la cara, hace la jugada por atrás. Yo creo
que es una mala jugada del don mayor.
¿Te he contado que ha llegado Cacho, pero el viejo?
Cacho se ha guardado toda la vida, porque no ha podido superar esa barrera
que dice que después de ésta, es la vida… Le ha pasado eso como a muchos,
o como a pocos… Los videntes tucumanos lo insensibilizan hasta el día que los
videncean… por 20 años, es mucho. Una persona se puede morir por eso. Y
después va a ser algo que lo va a sobrellevar y lo va a hacer lo que vos querés
hacer, directamente. Después de un tiempo es lo que uno quiere ser, no lo que
es.
Hay viejos que se relativizan, que pasan todo el día peleando.
¿Te imaginás si llego a ser yo y mis amigos el mejor de todos los tiempos? 1 y
2. No hay más. Si y no. Qué y qué. Y… lo que se te ocurra…
Con el genio se hace la fuerza del cuerpo. Abdomen, brazos… capaz que te
pegan una piña y ni lo sentís. Por eso ganan y también por eso pierden…
He visto un viejo degenerado. Me miraba y se tocaba el pito, en una galería.
Viejo degenerado. He seguido caminando, lo he visto de nuevo y me fui a la
casa. Me he cagado de miedo. He visto tantas noticias de muerte y pienso que
me puede pasar a mí… Te pueden perseguir y te pueden hacer algo, yo soy un
hombre ya, no como una mujer que la puede perseguir y violar.
He visto al mejor guitarrista de todo el mundo. Los dos le ganábamos a Jimmy
Hendrick, él siguió, yo no. Me parece que es el verdadero mío o el verdadero
Benino.

SESIÓN 2:

Me han perseguido, se armó un quilombo porque fui a devolverle la plata a mi


hermano, hasta el trabajo. No estaba C.(Hno.). E.(Hno. Mayor) me dio la plata
porque no estaba C.
Cuando fui a comprar los compact un chico me miró con cara de malo. Cuando
iba a devolver la plata, entré a un bar y al salir había un chico lagrimeándose.
E.(Hno. Mayor ) lo había hecho lagrimear. Había un viejo con cara de malo. El
chico decía que lo quería matar. Fuí por la Laprida (calle) , ví un viejo que no sé
si soy yo a los 50 años. Parecido a Voig, un genio de la videncia. Y el chico le
dice que lo quería matar. Yo no me hecho toda la culpa, pero es por mí.
Conozco las superlatividades. Son superlatividades largas.
La videncia en Tucumán es muy fuerte porque es una ciudad de rudos. Los
tránsfugas son tránsfugas en serio. Ellos son los que pasan al lado tuyo cuando
estás en desinvidencia. En la videncia es distinto.
Steve Bay es un guitarrista increíble. No tiene desperdicios y el mejor tema
está compuesto por mí, esa es la cagada. La gente me ha empezado a
perseguir por eso.

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Al escucharme quería insensibilizarme. Pero era tan sagaz, que yo me he
puesto sagaz y me he salvado.
Dicen que es un solo viejo el que me insensibiliza; y no sé si es mi tío, que es
el mejor vidente de Tucumán. No sé si es mi tío.
Yo creo que es uno solo el que me insensibiliza. El irreal. No sé si es mi tío u
otro viejo.

Acabé con un milico que me insensibilizaba. Un milico de la desinvidencia. Por


el sólo hecho de canalizarme, creo que son de la desinvidencia, así que creo
que no soportan buenos videntes. Son desinvidentes.
Desde el 31 de enero ya no me pudieron desincodermizar ni superlativizar. Los
dones son amigos míos. Me insensibilizaron a los 21, a los 20… a los 22, no.
(Me habla de) el subconciente. Las neuronas. El estoma. -----Insensible o
insicodermizado.
Se me están yendo los estoma de todo el año. Y las neuronas también, no sé si
las tengo.

ESTOMA

Ahora ya puedo hablar con total naturalidad, no como el año pasado, que
por decir algo acá, me tomaban en cuenta.
El viejo y el blanco, eso, me parece que es lo único verdadero. Sin
insensibilidad. Lo único que tengo que resolver este año en el consultorio.
El milico, el viejo, me lo dijeron 3 veces. (milico es tu tío) Si, lo pensé.

El “ahora puedo hablar con naturalidad...” muestra que ya la transferencia va


posibilitando un decir y el decir, es paranoico.

De todos modos, hacia fin de año, siempreera necesaria una internación.


Alguna vez, por efecto de la medicación y en el transcurso de tiempo de
estas sesiones caracterizadas por cataratas de palabras, me habla un familiar,
en un S.O.S. Germán estaba en la terraza, por tirarse. Gracias a los

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inalámbricos, le llevan el teléfono y me escucha. Apelo a leerle sus sesiones.
Steve Vay, los viejos, Jimmy Hendrik, brotaban de mis palabras.
Cuando le hablé de la música –leyendo lo que él decía- me respondió: -Eso no
es verdad, Malena. Si yo no sé ni tocar la guitarra. La medicación había
actuado, y el análisis también. Se había producido un corte en el la locura del
delirio. Pero al fracasar éste, la realidad –y lo real- se imponía. “No soy nada”.
Por lo que el sujeto apela al pasaje al acto como último recurso.
Mi estrategia –desesperada- de llenar con sus propias palabras el vacío,
produjo algún resultado, al menos, en ese momento.

3° momento:
Incluiré aquí sólo las fotocopias de los dibujos que motorizan todo este tiempo
de tratamiento. Su riqueza consiste en el interés con el que Germán dibuja “a
machetazos”, mientras devora, literalmente, textos biográficos y obras de Dalí,
Picasso, Van Gogh, El Bosco, Rembrandt, Gauguin, Rafael, Cézanne, Monet,
Miguel Angel, Leonardo... ordenándolos en tiempos y estilos, armando sus
historias singulares y la Historia de la pintura y sus estilos.
Esto también con la música. Del rock pesado al Jazz y al blues, de .B.B. King, a
Joe Satriani, a Steve Bay, a Eric Clapton... etc. Historias singulares e historia
de la música. Y la suya propia...

La posibilidad de convocar la mirada del otro sobre sus dibujos y no sobre sí


mismo, le posibilitó hablar de una alucinación e idea delirante que se le
imponía: Su padre muerto, se metía en su cuerpo y... no te lo voy a decir.
Aquí, apoyada en mis supervisiones, le digo:
-“Tal vez haya cosas que quieras olvidar”.
Pasar del decir o no decir (donde él, el maldicho, el maldito, el que encarna
la maldición y el secreto imposibles de revelar, cargando en su cuerpo y en su
locura la perversión de su padre y la complicidad de su madre) a lo dicho
veladamente, a lo dicho en dibujos y luego en cuentos, casi un semi-decir,
que ya podría ser verdadero o falso, corriéndose de lo real encarnado, y a la
posibilidad del olvido.
Responde: -“Si, tengo derecho a olvidarme”
Sólo creando una ficción era posible el olvido. De allí el valor de los dibujos y
de sus retazos delirantes.

En su historia algo estaba claro ahora:


- Lo ocurrido antes de la muerte de su papá.
- Lo ocurrido después de la muerte de su papá.
La primera vez que refiere a esta muerte, en los tiempos de “la desesperación”,
dijo: “¡¡No hay palabras!!. ¡¡Nadie puede saber lo que fue esa muerte!!” y
enmudeció tres días, lo que convocó “la desesperación” de la analista.
Los dibujos abrieron entonces la posibilidad de:
- hablar de su derecho a olvidar
- y relatar esta idea que se le imponía. Su padre poseía su cuerpo.
Sugiero que debiéramos llevar a su padre a donde debe estar, a donde
descansan los muertos: al cementerio. Allí donde seguramente él debería ir a
visitarlo en los aniversarios de su muerte o el día del padre.
Esta intervención produce un clivaje en el tratamiento.

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4° momento:

Su cuerpo se iba constituyendo como propio y como sexuado.


Comenzaba a sentirse “como hombre” que necesita a una mujer, por ahora,
pagando. Y para esto, requería dinero.
La antigua “desesperación” había transmudado en “arrechura”, por lo que
robaba dinero a su madre –acotadamente- para ir a “los bulines”.
Se queja –justificando ante mí el robo del que me hacía cómplice- que ella
nunca le dió nada,como sí le dió a sus hermanos, por lo que, después de todo,
robarle de vez en cuando...

Alguna vez que roba dinero (y le roban el vuelto), su madre lo descubre y


responde con una gran escena de llanto.

Germán busca un cuchillo para clavarlo sobre sí mismo.


Su madre lo evita. Cuando viene a sesión, me dice: Me iba a matar. Ví llorar a
mamá y decidí matarme. (Su tono no admitía dudas)
Respondo: Seguramente, sí. Todos podemos elegir vivir o morir. Vos hasta
ahora, elegiste vivir. ¿Qué vas a hacer ahora?

Me pide que hable con ella para que dos veces al mes le de dinero –una
cantidad que estipulamos- para ir a los lugares a donde van los hombres. Él no
se lo puede decir, porque los hijos no hablan de esas cosas con sus madres.

También, una vez ella entra a su cuarto. Él se viste, sale y le dice: No entres
sin golpear antes. Yo soy ya un hombre.
Mientras tanto, escribe cuentos, a los que luego dirá: “mis delirios”, y que
incluyo:
a- Por su valor estético.
b- Porque con ellos Germán pudo sacar el diablo de su cuerpo, aplacar los
“delirios” que lo atormentaban, enterrar a su padre, al que ahora visita en el
cementerio y tratar de –como Fausto- poner al diablo en una cajita. (En un
cajón, pienso, con el epitafio de los cuentos)
c- Porque creo que ellos dan cuenta del tratamiento.

CUENTOS

He aquí la historia – la melodramática historia – que Mister Thomson descubrió


acerca del diablo.

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Melodramática, digo, porque todo lo que encontró en papeles, en pequeñas
huellas y pergaminos, terminó siendo una historia – una simple historia – de
amor y drama.

El diablo, dije, había venido al mundo con una misión: destruir, o mejor aún,
desordenar, convertir en un caos el mundo.
Su vida, que aparentaba ser una vida normal, estaba plena de debilidad, bajos
instintos y tenebrosas pasiones.
A veces se creía Dios. A veces, era solamente el demonio. Su cuerpo, que
cotidianamente parecía el de un señor, adquiría la apariencia de animal,
sorpresivamente.
Su casa, sea ésta un castillo, un monasterio, un palacio, o una simple casucha
modesta, inexplicablemente se convertía en el umbral incierto del infierno.
Al parecer, no había persona más siniestra que este monstruo. Conocía el bien
como el mal, al extremo.
Sabio. Con una sabiduría sobre el más allá, que sea por su memoria o por su
conocimiento, poseía. Tales sus virtudes. “Visionaba” lo desconocido.
Solamente él sabía.
Este diablo, tan terrible y tan siniestro, casi abandona todo su reino por una
mujer enamorada.
Soledad, - tal se llamaba -. su mirada de leona y su cuerpo felino habrían
convocado el amor de éste, ahora, pobre diablo.
Él sólo quería llevársela. Raptarla. Huir con ella. Volver al infierno. Aún dejando
atrás siglos de sabiduría, siglos de maldades, y también, ¿por qué no? algunas
cosas buenas.
Ella estaba inquieta. Descubrió en él otro sentimiento. Una mezcla de odio,
amor, pasión y muerte.
Él le dijo: -éste es mi templo de perdición. Mi vida y mis sueños. Aquí están
nuestros secretos. Los que llevaron nuestras vidas a este desastre. Es hora de
ir al más allá.
Ella, simplemente contestó: -¡Llévame! ¡Te acepto como eres!.
El diablo, con un movimiento rudo, se dio vuelta y la abrazó, estrechando con
sus brazos el leve cuerpo de ella.
Poco a poco, fue transformándose en un monstruo.
Soledad, llorando, besándolo melancólicamente, le dijo:
-¡No te vayas!...
A lo que el demonio contestó: -¡Toma la poción!
Soledad tomó el crucifijo, lo colocó en su pecho y rápidamente la bebió.

Ya la muerte los llamaba. Los dos, entrelazados sus cuerpos y sus manos,
elevaron plegarias y deseos.
Así se sumergieron en la oscuridad infinita...

...Y aparecieron en otro lugar.


Ella, vestida de fiesta y él, con apariencia de ser más bueno.
dijo el demonio: - Estamos salvados. Satán nos eligió este destino. A lo lejos,
vieron abrirse una puerta. Caminaron tomados de las manos y se
encontraron con el horroroso espectáculo: el rey de los demonios, Lucifer,
masacrando al infinito su cuerpo desarmado, maloliente y sangrante, que dice:
- ¿Queréis salvar el pescuezo? ¿Queréis entrar en este paraíso terrenal del

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mal? ¿Tenéis el convencimiento para hacerlo?.
El diablo y la doncella se miraron y con convicción contestaron: - Seremos tu
propio fruto de libertinaje.
A lo lejos, esfumándose entre las nubes, encontraron una enorme puerta
barroca. Se arrodillaron recitando loas y alabanzas. La enorme puerta se abrió.
-¡Es el momento más grande de nuestras vidas!- dijo el diablo. Se levantaron,
entraron y ¡allí estaba! En el corazón del mismo infierno, el paraíso terrenal
perdido. Ya no había serpiente ni Dios. Sólo eran un diablo y Soledad, felices,
en un mundo en caos.

Mister Thompsons seguía las huellas del demonio.


Leía pergaminos, manuscritos antiquísimos.
Armaba verdaderos tesoros arqueológicos. Deducía jeroglíficos.
Sabía del demonio, de su huida, perseguido por el horror de los pecados
capitales, por el adulterio y por los vicios.
Sabía que había conquistado el amor de una muchacha, Soledad, a la que
había arrastrado a la indecencia y al pecado. En su bella alma había sembrado
toda la destrucción, el desorden y el caos que estaba destinado al mundo.
Mister Thomsom tenía el difícil propósito de salvarla y de salvar al mundo.
Entró Mr. Thomsom por el mismo inmenso portón barroco. Allí el rey de los
demonios, Lucifer, vestido de buen señor, lo invitó a pasar la noche en una
bella alcoba. Mr. Thomsom estaba agotado. Aceptó la invitación y se durmió
con dificultad. Cuando logró hacerlo, una horrorosa pesadilla tomó sus sueños:
“Había perdido la emoción y los sentidos. Mujeres lujuriosas hacían el amor
enroscadas como víboras. Por momentos tormentosamente, por otros, con una
placidez excitante.” Se despertó sobresaltado. giró la cabeza y vio a Satanás a
su lado. -¿A quién buscáis? preguntó éste. ¿A una doncella llamada
Soledad?...
Hizo un giro rápido de manos y la alcoba ardió en llamas. El demonio lanzó
una carcajada y su cuerpo se desdobló en seis partes: tres de hombre y tres de
mujer.
Mr. Thomsom, sin escapatoria, se arrodilló como un siervo, suplicando que no
lo mate. El demonio, moviéndose en forma desarticulada, fundió el cuerpo de
Mr. Thomsom con excrementos y restos de cuerpos humanos.
Su plan estaba a salvo. El mundo podía seguir siendo un caos.

Soledad caminaba por el parque.


El sol acariciaba su belleza, besando su larga cabellera con frágiles rocíos
luminosos. En las flores parecía reflejarse su mirada, triste a veces casi vacío.
El viento jugaba con su pelo y un rayo de sol se posaba sobre su rostro.
Vaciló al entrar al rosedal, ese pequeño círculo de rosas y plantas, que parecía
una habitación de sueños. Se sentó y volvió ese golpetear en sus sentidos, esa
mirada de un ojo que la vigila y debilita esa gracia y simpatía con las que
seduce a muchos.

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Un fuerte viento la sacude, tambalea.
Su parte de mujer imagina a un buen amigo sin saber quién es.
A lo lejos un remolino revuelve el paisaje. Soledad se sobresalta, levanta la
mirada y descubre la presencia del señor con turbante azul. Se asusta; gira su
cabeza, por el rabillo del ojo ve a este hombre que arrastra su capa por el
suelo.
Temblando aún escucha que la llaman desde su casa. Recoge presumida la
rosa que había cortado y cuando se dispone a correr se encuentra enfrentado
a este misterioso hombre de traje negro y de capa azul.
El la mira, ella sostiene la mirada. – Venid, amada mía, compartid mis secretos.

Abrumada y seducida por este hombre (tan fuerte y de buena presencia). Ella
lo escucha.
-Que hacéis aquí. ?
-El contesta: - Recuerdo los hermosos momentos que pasé contigo. Ven
amada, ven conmigo te mostraré algo. La tomó en sus brazos y la llevó hacia el
mar, la depositó suavemente sobre la arena y la miró fijamente.
El demonio (tal era el misterioso hombre). Seducido por los ojos de Soledad
tomó barro y dibujó con él un círculo en su frente y le dijo: Bendito el cuerpo
que tiene corazón para sentirlo como yo lo siento.
- Venid, tocad la tierra y el agua que juntos hacen el lodo, que nace como el
amor.
El diablo se arrodilló se tomó la cara llorando y exclamó ¡Por Dios! No podéis
ser arenas con la muerte pues no he de morir nunca, pero puedo sentir el amor
gracias a ti.
- ¡Maldición! Exclamó. El cielo se ennegreció, las aguas comenzaron a
levantarse, Soledad con voz muy baja preguntó ¿Quién eres?.
El hombre mudando su voz y su apariencia le dijo: - Soy aquel que toca y deja
huellas. Soy aquel al que tú amas.
Ella lo abrazó sin temor y sin que le importe lo que le podría pasar. El le dijo
soy el diablo. Tan viejo como me ves con un ojo, y tan sabio como me ves con
el otro.

Por esta época me dice que el sacerdote del exsorcista había tenido la valentía
de arrojarse de la terraza para matar al diablo que lo había poseído.

Hasta aquí relato el trabajo que Germán hizo, “a machetazos” para armar el
mapa de su vida y enterrar al demonio.

Voy a concluir “robando” palabras que N. Braunstein pronunció durante el


curso:
“La escritura y el Psicoanálisis difieren entre sí hasta el punto de oponerse....
El psicoanálisis quiere hacer hablar, la escritura busca hacer callar.

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La condición de la escritura es de forzar al silencio el ruido acosador del
discurso exterior y también del parloteo igualmente cansador, como el discurso
interior del sujeto...”

Lic. María Elena Elmiger


Psicoanalista.

BIBLIOGRAFÍA.

1. Freud, Sigmund: “Observaciones Psicoanalíticas sobre un caso de


Paranoia”. 1910. Bibliteca Nueva..
2. Freud, S.: “Introducción al Narcisismo”. 1914. Biblioteca Nueva.
3. Lacán, J.: “Acerca de una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de
la psicosis”. Escritos II.
4. Lacán, J.: “El Estadio del Espejo como formador de la función del yo (Je) tal
como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”. Escritos.
5. Lacán, J.: “Le Sinthome”. (Inédito).
6. Braunstein, Nestor: “Goce” Siglo XXI editores. 1990.
7. Fernández, Élida: “Diagnosticar las Psicosis”. Data Editora. 1993.
8. Fernández, Élida: “Las Psicosis y sus Exilios”. Letra Viva Ed. 1999.
9. Gerez-Ambeertín, Marta: “Las Voces del Superyó”. Ed. Manantial. 1993.
10. Maleval, Jean-Claude: “Lógica del delirio”. Ediciones del Serbal. 1998.

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