Donzis - Clínica Con Niños y Púberes Clase 2 2017

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Clínica con niños y púberes

El Sufrimiento y la Emergencia del Sujeto

Clase 2 06-05-2017

Liliana Donzis

Liliana Donzis: Muchas gracias por estar aquí, por seguir la huella… Hoy es un día muy, muy
especial.
Hoy es el 6 de mayo, natalicio de Freud. Así que tenemos el placer de festejarlo trabajando, en la
Escuela Freudiana. En la Enciclopedia Británica, en una de sus ediciones en vez de poner la
institución que fundo el Doctor Sigmund Freud tuvieron un lapsus, la Escuela Freudiana. El hace
un comentario proponiendo que no era tan mala idea tener equívocos de vez en cuando.
Para festejar, siguiendo con nuestros textos y en homenaje a Freud, El malestar de la cultura, de
1929:
“El sufrimiento nos amenaza por tres lados; desde el propio cuerpo, que condenado a la
decadencia y a la aniquilación, ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que
representan el dolor y la angustia; del mundo exterior –como segundo lugar, desde el que el
sufrimiento nos amenaza-; del mundo exterior, capaz de encarnizarse con nosotros, con fuerzas
destructoras, omnipotentes e implacables, por fin, de las relaciones con otros seres humanos. El
sufrimiento que emana de esta última fuente, quizás nos sea más doloroso que cualquier otro. El
sufrimiento –repito- que emana de las relaciones con otros seres humanos, es la última y tercera
fuente, que quizás nos sea más doloroso que cualquier otro. Tendemos a considerarlo como una
adición, una suma, más o menos gratuita, pese a que bien podría ser un destino tan ineludible
como el sufrimiento de distinto origen”. Como homenaje a Freud que nos ofreció este texto
maravilloso.
En la última oportunidad, en la primera reunión, habíamos comentado también en la obra de Freud,
un punto que me parece esencial y es importantísimo, en 1893 en los Estudios sobre la histeria,
Freud ubicaba reacciones ante el sufrimiento. Reacciones como el desahogo por medio de una
reacción de lenguaje, habíamos trabajado el lenguaje tanto en lo dicho como en el decir, lo digo
desde otra conceptualización , tanto en el enunciado como en la enunciación… en el enunciado del
sujeto, lo propongo a la altura a nivel del síntoma, de hecho Lacan en le grafo del deseo escribe la
fórmula del síntoma en el piso del enunciado, la enunciación situada en el piso superior Lacan
escribe allí el significante del Otro barrado, la respuesta del sujeto del inconsciente. Si el dicho está
a nivel del enunciado, el inconsciente se produce a nivel de la enunciación.
En este sentido, Freud muy claramente en un tiempo fundacional del psicoanálisis, ubica al lenguaje
–al que yo le abro dos flechas; dicho y decir. División del sujeto que pone un hiancia entre el sujeto
y lo real del cuerpo. La división del sujeto por el lenguaje produce una hiancia, una división.
Lacan necesitará bastantes años de trabajo para poder articular los tres registros RSI. Hoy vamos a
ver uno de los primeros modos en los cuales Lacan va a tratar de articular estos tres registros del
lenguaje, a través de los cuales la reacción, pero también en muchas otras situaciones que causan
del sufrimiento pueden quedar inscriptos como trauma, o como marca, como experiencia
inolvidable, como olvido inolvidable.
La represión primaria deja al sujeto bajo la amnesia infantil, digamos, queda la vida infantil, los
tiempos instituyentes, bajo la amnesia que Freud llamó amnesia infantil. Los sucesos de los tiempos
instituyentes, caen precisamente –y esto hoy lo vamos a ver mejor- del lado de lo real que se
articulará. Y se articula, tanto en niños como en no tan niños, en el espacio transferencial. Allí lo
real encontrará, ¿qué? una huella de lo real. Es decir, en su pasaje a la lengua queda enlazado a lo
simbólico como huella de lo real –creo que lo mencioné la vez pasada también. Porque si lo real es
la abolición del material significante, si lo real, dice incluso ya en el Seminario IV, ahora lo vamos
a ver, queda como por fuera del límite de las palabras, ¿cómo podríamos encontrar allí una huella?
¿Qué huella puede dejar si ahí en lo real no hay nada que lo delimite? Y que por otra parte, no sólo
no hay delimitación, sino que tampoco habría alguna palabra, pero cuando la hay, la huella de lo
real es su articulación con lo simbólico. Muchos años más tarde del Seminario IV, el seminario El
Sinthome dirá que esa huella de lo real, ese real, sólo lo ubicamos cuando está anudado a las otras
dos dimensiones del lenguaje. Esto parece una obviedad, en el 2017, como si lo supiéramos de toda
la vida, pero en el texto que vamos a trabajar hoy, ni Lacan lo sabía entonces. Estaba buscando esa
huella de lo real en lo simbólico. Y a esto se dedica en las clases que trabajaremos del seminario IV
para ir pensando el sufrimiento en sus tres vertientes y en los tres términos Frustración, privación y
castración.

Sigo con Freud. “No nos extraña, pues, que bajo la presión de tales posibilidades de sufrimiento, el
hombre suele rebajar sus pretensiones de felicidad (como, por otra parte, también el principio de
placer se transforma, por influencia del mundo exterior, en el más modesto principio de la
realidad)”
Lacan se encarga de hacernos situar y de ayudarnos a entender que cuando se habla de realidad, nos
dice: El principio de realidad es lo menos real que tenemos. El principio de realidad no es sino la
versión fantasmática de realidad. No hay real en el principio de realidad. Ese “no hay real en el
principio de realidad” justifica que el sufrimiento, en ocasiones imaginario, en ocasiones solamente
psíquico, se traduzca en la, erlebnis, en la vivencia del sujeto, como real, aun cuando se trate de la
realidad psíquica y es por eso por lo que nos consultan.
Voy a comentar un brevísimo caso que me pareció muy interesante para hoy-, un niño, que llega a
análisis, con accesos de angustia, que se traducían en irascibilidad, patear las paredes, golpearse la
cabeza contra la pared, pegarle a la madre y al padre, gritar excesivamente… por supuesto que le
costaba mucho asumir el lazo social, o integrarse en grupos sociales en la escuela. Es muy
frecuente, que lleguen niños a la consulta en medio de sucesivas crisis de angustia. Bien, entonces
yo le pregunto a los padres, en la primera consulta, qué creen que le pasa a este muchachito –que en
ese momento tenía ocho, nueve años, plena latencia- qué creen que le está pasando para que
reaccione de ese modo. Y lo único que pueden decir sus papás es que reacciona de ese modo
cuando la madre prende el calefón empiezan sus reacciones tal como desarmar puertas, empujar
ruidosamente las puertas de los balcones, patalea, grita, hace todo tipo de escándalos… mientras
sucede eso, que es imparable. (Tal vez algún neurólogo le hubiera dicho que es un hiperactivo,
podría ser, por suerte nadie se lo dijo, con lo cual este muchachito ganó bastante con esa ausencia
de diagnóstico médico o conductista).
La otra pregunta que les hago es qué dice el padre cuando observa estas escenas de acceso y de
ataque. La mamá agrega que también le pasa eso a su hijo cuando ella está hablando por teléfono
con su propia mamá. Que cuando ella habla por teléfono el muchachito este entra en cólera
absoluta.
Entonces le pregunto qué dice el papá, y me dice: “el padre no dice nada, es medio sordo”.
Entonces, sordera real, aparentemente, dicho por la madre, pero este papá escuchaba algo?, No sé
si escuchaba, algo oía… algo oía pero manifestaba absoluto desinterés por aquello que estaba
pasando.
Cuando conozco al niño y empiezo a trabajar con él, después de un tiempo en el que dibujaba hacía
mamarrachos, contaba historias, se ponía colérico contra la madre, colérico contra el padre, colérico
contra la abuela… con tutti cuanti. En un momento posterior más cercano a establecer un lazo
transferencial, me dice “no aguanto más”. Era el momento en el la angustia se empezaba a
transformar en lenguaje. Y no sólo en lenguaje, sino también en un decir, en el que sitúo al sujeto
en el campo de la transferencia, “no aguanto más”, para abrir a “no los aguanto más”. Comienza a
jugar con animalitos, y algunos otros elementos que hay en el consultorio, arma una escena en la
que hay un oso hormiguero y un pajarito chiquito. Él le dice al guardia, a los gritos también, era una
de las primeras veces que armaba un campo lúdico, que había un juego descifrable, un juego que
tenía escena, argumento, planteo, ahí donde no se iba del marco del juego, no se iba a patalear ni a
protestar al lado de la puerta, ni “¡me voy! Ahora mismo”.
El niño jugando le hace decir a la hormiguita, y al pajarito: Guardián, guardián!! No ves que nos
están pisando? Si ves a alguien chiquito tenes que defenderlo. No ves que nos van a pisotear?
En esa escena argumentativa de juego, ahí se produce, recién ahí, una posible lectura de la realidad
psíquica del sujeto. Ese juego fue una escena argumentativa de lo que serán –ahora van a ver cómo
es la escena- los argumentos que se desplegarán de la escena del fantasma. En la niñez es una
escena lúdica, con ausencia de lo real del sexo, lo real del encuentro con el partenaire. Entonces, en
el juego se enhebran las hilachas de lo que será su posición fantasmática. En esas hebras
fantasmáticas, argumentativas, que porta el juego, el dibujo también, este niño de la mano del
pajarito y la hormiguita, llama, se pelea, y dice “¿qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a hacer? El
intervenía, poniendo cierta cuota de “va a pasar algo”, entonces ¿qué pasa? Llama al guardián del
lugar donde estaba en el parque, donde estaban los animales peleando, y le dice: “guardia, vos que
sos más grande y sos un hombre, tenés que venir a defender a la hormiguita, porque se la van a
comer cruda”. Bueno… Entonces, ante el sufrimiento surge una respuesta del sujeto, una
emergencia subjetiva, con cierto tono de ingenuidad, es, en todo caso, el grito de un chico, que
estaba absolutamente engarzado al cuerpo libidinal de la madre. A esa madre que le pedía por favor
que no hable más, con la mamá. La mamá hablaba con alguien, no sabemos con quien, prendía el
calefón, es decir, el fuego y el calor, los volvía locos a los dos, a la madre y al hijo. La madre salía
por el lado del teléfono, el hijo salía desesperado de allí. El sufrimiento, que podemos calificar
del lado de la angustia, un niño “pegado al cuerpo lexical de la madre”. En ese “pegado” allí, no
tenía escapatoria. Y hasta era preferible un padre un poco sordo a que no haya nadie. Es asi que el
guardián, lo que a él podría guarnecerlo del calor de la madre, era algún otro lugar, aunque fuera
inventado en la escena del análisis. El padre, la función paterna, se reinventa y se sostiene en la
escena del análisis por terceros lugares. A veces el analista mismo oficia de alteridad, a veces es el
juego el que oficia de alteridad… a veces es el dibujo el que oficia de alteridad, a veces es la
convocatoria, en la actualidad pueden oficiar de alteridad los personajes de la computadora.
Cuando empezamos a descifrarlos aparecen esos lugares en los que podemos situar una alteridad
que en el juego funciona como metáfora paterna. El tercero del cuarteto: madre, padre, niño y falo.
En el trabajo con niños no siempre es opaca la estructura, es casi traslúcida. Cuando este niño dice:
“Guardián, ¿no te das cuenta de que el oso hormiguero puede comer a la hormiguita, o al pajarito?”
“¡Vení!”, lo convoca, a los gritos, tocando la angustia pero a la altura de la posibilidad de armar
una escena argumentativa, en ese momento podemos decir que esta mejor, con mejores
posibilidades este chico está en las puertas de la angustia y haciendo algo con eso.
Cuando trabajamos con niños debemos tener en cuenta que el falo no es un objeto real, el falo
puede ocupar cualquiera de los lugares del lenguaje, real – simbólico – imaginario, según el lugar
que ocupe el falo la ordenación de la estructura va a ser diferente. O sea que el falo es el ordenador.
Tambien el organizador estructural. Lacan lo que hace es situarlo en el lugar de un objeto
imaginario, tambien como falo simbólico, como función fálica, etc. Ocupa diferentes lugares
operacionales.
Entonces, el niño del que recién les hable pudo efectuar, en la cura, una operación de corte,
podríamos decir que la operación alienación – separación pudo efectuarse en transferencia.
Ser el falo de la madre es un lugar que estremece. En esa conjunción la angustia es el único
camino. Es frecuente este tipo de casos en la clínica. Y nuestra intervención es desde este lugar
desde el cual la alteridad surge de la escena del análisis. Porque podemos hablar mucho tiempo con
este papá, convocarlo, invitarlo, cuestionarlo… y no pasa casi nada si al niño al hijo, no le pasa
algo en la escena del análisis. O sea que hay un punto en donde entre padre e hijo a partir de estas
escenas lúdicas se abre la posibilidad, no de que el padre llegue, solamente, sino que llegue en
transferencia.
Él, el joven, el niño, es el que convoca al padre a la escena. Y va a convocar al padre de todos los
días, que Lacan no duda en llamar padre imaginario. Entonces, convoca al padre en la escena de
análisis, comienzan a producirse juegos, y sobre todo a contar historias… se lleva mejor con los
chicos… tiene menos aprehensión al fuego del calefón y esas calenturas de la mamá el convoca al
guardián, él empieza a producir, a posteriori, algunos movimientos. Esos movimientos, entre otros,
son: se hace fanático de un club de futbol. Que hasta ese momento, no le importaba en absoluto, el
me convoca a pelear un poco… si yo soy de Racing, por qué no soy de Racing, si en Avellaneda –
ustedes saben que vengo de allí- son todos de Racing, y yo le digo “yo no soy de Racing”. Entonces
hay una pelea, “entonces sos de independiente”, “no, tampoco”, se producen toda una serie de
cuestiones, donde esa ira empieza a traslucirse en la escena transferencial. Pero de una manera
muchísimo más pacífica que pateando puertas y ventanas. Pacífica pero no por eso menos activa.
Finalmente, convoca al padre, pero al padre de la camiseta. Él se hace fan, fanático de un juego en
el que hay reglas convocando, la figura del padre. Está armando un ideal en el lugar del padre. En
ese punto, ceden los sufrimientos, cede la angustia, ceden por ende también las conductas o el estilo
colérico, empieza a ponerse la camiseta del padre tomando ciertas insignias del padre, propias del
tiempo de latencia que producen también, en el tiempo de la latencia, la conformación del ideal. Y
ahí él puede empezar a maniobrar con el apego, dicho de alguna manera, el apego al cuerpo lexical
de la madre. Una operación de despegue por vía del ideal del padre. Ideal que después va a tener
que cuestionar, porque si no, va a ser muy creyente. Después tendrá que darle una segunda vuelta
en la pubertad.
Es decir, el sufrimiento puede venir por el lado de lo real del Otro, Freud, no lo explica porque él
no tiene la idea del Otro con mayúscula, pero no deja de situar en las relaciones con los otros como
uno de los factores, una de las fuentes del sufrimiento. Al mismo tiempo los niños en la latencia
comparan su imagen al ideal, que también es un punto de sufrimiento. Los chicos se comparan,
medida por medida, hay que leer a Shakespeare, Medida por Medida, quién es más lindo, quién
tiene más encanto, quién tiene mejores notas… quién hace más goles, mas muñecas o figuritas. Se
produce, precisamente entre angustia y castración, entre angustia y separación del cuerpo de la
madre, surge esta cuestión de la comparación del cuerpo al ideal y de la imagen al ideal. Ese ideal
tiene que articularse con la instancia paterna. Por eso cuando decimos que, esta alteridad
concerniente a la instancia paterna puede advenir en la escena del análisis, y bien sabemos que
puede haber padre y no advenir ninguna alteridad, siendo una experiencia posible en la clínica con
niños.
Es decir, ahí, él puede ser un animalito más en el conjunto, en el concierto, de los animalitos de ese
parque, bosque, etc. Y puede empezar también a trabajar con otros. A trabajar con otros sin que
aparezca la agresividad, la cólera, etc.
Otro ejemplo, también en la misma línea, se trata de un muchachito brillante intelectualmente,
quien cuando le pregunto “¿en qué te puedo ayudar?” –yo les pregunto a los chicos en la primera
entrevista en qué los puedo ayudar, y como ustedes saben, siempre me sorprendo el me responde:
“Soy irascible”, “me pongo nervioso”… él lo dice. “Me enojo mucho”, “cuando me enojo, me
pongo muy mal, y entonces no puedo estar con nadie”. Le pregunto: -“¿y con quién te enojas?”
- “con mi mamá y mi papá”
- “¿y por qué?” (Los padres se dedican a tareas intelectuales)
- “porque me hacen perder tiempo”
No tolera que le hagan perder tiempo. Comer es una pérdida de tiempo, ducharse es una pérdida de
tiempo, ir a la escuela es una pérdida de tiempo… ¿Qué otra cosa es una pérdida de tiempo…?
Bueno, todas esas cosas que nos pueden pasar en la vida cotidiana, y que son del orden de una
sugerencia ajena, que un chico jamás diría “qué suerte, me voy a lo de mi tía a tomar el té”. Y la
mamá lo lleva contenta a la casa de la tía a tomar el té. Él lo toma como algo en lo cual “me hacen
perder tiempo”.
Cuando él está jugando con los jueguitos de su teléfono, le digo: “estás perdiendo el tiempo en
análisis”. El me responde que no, que eso no es perder el tiempo porque jugar le gusta. El no perdía
el tiempo en la escena de juego, él juega con sus personajes, etc. Para él, el tiempo tiene un valor,
esa pausa para él muy importante. Es uno de esos chicos que también se toma mucho tiempo,
mucho tiempo, para ir al baño a punto tal que tuve que situar algunas cláusulas, la pérdida de
tiempo es con el otro, la pérdida de tiempo son ciertas condiciones sociales… la pérdida de tiempo
es que la mamá le hable. Pero para él no es pérdida de tiempo estar vinculado a sus objetos.
Bueno, podríamos situar, manifestar, que tanto en el primer caso, como en este en donde el otro le
hace perder tiempo y él no está dispuesto a perder su objeto, para el cual se mete en el baño, o se
mete adentro del teléfono, o se mete dentro de un juego, es muy creativo, y también arregla repara
los juguetes luego los pone en otro lado para que nadie los toque. De alguna manera, ubica, en
relación a los objetos del jugar y de la escena, alguna cuestión libidinal. Este objeto que él cuida,
para que no se rompa, para arreglarlo y que no quede roto y no perderlo, él no puede perder, el
tiempo ahí es el objeto de esa pérdida que él no está dispuesto a consagrar del lado de la falta.
Entonces, la cólera va a sobrevenir cada vez que, o en las circunstancias, o sea que el trabajo que
este muchacho me plantea, ya no es sólo de la convocatoria a una alteridad, sino de un
desprendimiento en relación al objeto. Podríamos decir, la sintomatología es la misma, el lugar del
sujeto, es otro. En este segundo joven, lo voy a llamar Mario su objeto es el tiempo y no puede
perder el objeto. A ese objeto que en este tiempo de análisis es el momento de trabajo de producir
una pérdida de su lado. Que por ende va a traer, la pérdida del lado del sujeto, traerá
consecuentemente, a una manifestación, porque ya está inscripta la pérdida del lado del Otro.
Un chiquito de tres años. Muy grave, sin contacto social con otros nenes, para quien el Otro existe,
pero él no puede con el Otro y el otro no puede con él.
El cuaternario del que hablábamos hace un rato, madre – padre – niño – falo, está no sólo
eventualmente desordenado, sino que ni siquiera está presente. Hay alguna chispa de ordenamiento
fálico, de que el falo ordene la estructura, y convoque, por ejemplo, al juego de presencia ausencia,
a algún gesto del orden de lo simbólico. En este niño no hay recursos simbólicos puestos en la
escena del análisis, ni en la escena del jardín de infantes, ni en la familia. Es un nene que por
momentos uno se pregunta casi en la suposición de que es un chiquito maltratado, tiene serias
alteraciones en tiempo y espacio, y tiene serias dificultades en los juegos. Por ejemplo, se escapa
del consultorio, usando todo el territorio, todo el terreno del lugar donde yo trabajo, que es bastante
amplio… por suerte tengo cerrados los balcones, pero él circula, digamos, tanto dentro del
consultorio como asi tambien deambula por todo el espacio del consultorio. Para él la pared que
divide el consultorio del pasillo, no existe. No es una pared con una función de frontera, de límite.
Esa pared es un lugar transitable, como podría ser transitable el espacio aéreo. El espacio aéreo
desde un avión es infinito, uno mira para abajo y no ve nada. Por ahí si está un poquito más bajo se
vislumbra una montaña, como Lacan cuando viaja a Japón nos cuenta su experiencia de un viaje en
avión, en el Seminario XVIII, muy difícilmente veamos algo más que una orilla. Pero este nene está
como el espacio aéreo, sin orilla, sin lucecita… el espacio es un espacio que casi diría, infinito. No
fragmentado en lugares. El camina por el consultorio de adultos que está al lado, va a la cocina
donde encuentra la latita de la comida del gato, y entonces ¿qué hace? ¿Se come la comida del
gato? No tanto empezó a jugar que come la comida del gato, pero no la come. Primer espacio
distinguible. Entonces, corre al gato, los corre a los gatos, que en general salen corriendo. Los gatos
están en la cocina. Es difícil la escena, porque es una escena donde él da un paso, la madre da uno
atrás… él da un paso, la madre da uno atrás… él da un paso, la madre da uno atrás… él juega que
come la comida del gato, o hace que come la comida del gato, que además la va a buscar y la trae,
no es que la come y la madre atrás, entonces él prueba y la madre quiere probar. O sea que lo que
podemos leer en este padecimiento, muy grave, que no se va a solucionar solamente por la vía de
que esta mamá tome un poquito de fresco, y salga de al lado del chiquito, “la madre es simbiótica o
simbiotizante, no el nene”. ¿Cómo podría producirse eso? Si hay simbiosis, es de los dos. Tengo la
sospecha de que es una madre simbiotizante con este nene, tal vez por las dificultades que tiene, la
madre no está en la psicosis. Las dificultades que tiene son algunas de ellas de índole orgánica. A
mí criterio, tiene un tema fonológico muy serio, y no va a alcanzar un lenguaje articulado. Él, desde
que empezó, digamos, cada vez está más comunicativo. Y le dicen: “vamos a lo de Lili”, y como
puede dice: “gato”. Bueno, como puede dice, le resulta más atractivo… el dicho no camina atrás de
lo viviente que lo atrae. Podría ser lo que fuera del orden de lo viviente, porque él mismo todavía
no está del lado de lo simbólico. Después de un tiempito, lo que empieza a hacer es llegar, detrás de
la madre… yo abro la puerta, en el pasillo está la señora, y el nene atrás escondiéndose, para que
juguemos al Fort Da… y entonces la madre empieza “sí, sí, vino, vino, vino… lo que pasa es que no
se deja ver, pero vino…”, “ah, bueno, cómo no…”, y yo sigo jugando. Entonces él hace entrar a la
madre, la madre entra, y él se queda del otro lado de la puerta, pegadito al lado del ascensor, para
hacerme jugar a que él no está… y yo digo: “ay, pero no vino hoy…”, él está en una escena de
juego. Hay comunicación, pero creo que hay temas fonológicos. La mama lo pone debajo de su
tapado, debajo de su ropa, y él no puede pensar ni siquiera en aparecer y desaparecer… para ella es
todo bien real
El trata de luchar con la simbiosis del Otro, ¿cómo? Desapareciendo… desaparece de al lado de la
madre. Él es la bobina, no con un objeto, sino con su cuerpo, entre cuerpo y cuerpo. Entre ese
cuerpo y cuerpo, realiza la presencia – ausencia.
El cuadro de triple entrada con el que Lacan culmina de escribir la triada Castración, frustración,
privación que recién traté de transmitir por la vía de la clínica, es decir, por la vía del caso por caso.
Y para cumplimentar con lo que a mí me interesa, que es la estructura ordenadora: madre – padre –
niño – falo. Es esta estructura ordenadora en el que Lacan presenta en el Seminario IV, plantea al
sujeto como producto de una operación. Segunda cuestión, imaginario – simbólico – real, plantea,
“en la ausencia de la trinidad real – simbólico – imaginario, no hay posibilidad de trabajo clínico”.
Lo plantea de un modo rotundo unas páginas antes de trabajar, no sin crítica, el uso del objeto que
realizan los analistas de su tiempo, incluso a Winnicott. Le objeta cierta confusión al plantear el
espacio transicional ya que para poder situar el objeto concreto, pecho, ofrecido por la madre que
tambien se desprende de la madre, Winnicot lo ubica como un objeto de ilusión, en un intento de
desituarlo de lo concreto. Lacan nos plantea que Winnicott mismo tiene que pasar del objeto que
consideran realístico, la teta, el pecho, para crear un objeto de ilusión, el objeto transicional, es lo
que hace este último chiquito. Él trata de crear un objeto imaginario y simbólico mientras aparece y
desaparece… o cuando toma el pedacito, el trocito de la comida del gato, para él es casi un juego;
ese objeto no es su problema, no es que se va a tragar la comida del gato.
Resulta un elemento de juego como cualquier otro. El inventa ese cachito como algo del orden de
un juego. Y ahí ya no es lo que era, sustituye con eso otra cosa, todavía en un campo muy cercano
a un objeto concreto, va apareciendo una función imaginaria, muy precario. Pero con una función.
A partir de esta crítica por el objeto, y del uso del objeto por los psicoanalistas, no por los niños,
Lacan quiere dar un paso más y tratar de ubicar, ahora voy a leer algunos párrafos, las diferentes
formas de la falta denominadas castración, frustración y privación, mientras trata el lugar del objeto
va haciendo una articulación entre la castración, el objeto y el agente relacionado a la castración.
Pero ¿de qué falo se trata en la castración? Y él va a decir: del falo imaginario. Es decir, porque la
castración es para la niña y el niño. Y en cualquiera de los dos se trata del falo, no del órgano, sino
de lo que representa como objeto en el campo del Otro. Y ahí ubica el falo imaginario. El falo
imaginario, lo que representa en el campo del Otro, es también la imagen que el niño tiene, y que el
niño comporta en el campo del Otro. El campo de la mirada del Otro, es allí donde cobra una
imagen del cuerpo. Pero también es la imagen de los objetos que entran como objeto imaginario en
relación a la castración. En el Seminario de la angustia lo escribe con el símbolo menos phi, falo
imaginario, castración imaginaria, reserva libidinal, que la escribe en lo imaginario. Es lo que falta
en la imagen. Lo que falta en la imagen, dicho a la altura de la angustia, es el objeto. El objeto “a”
falta en la imagen. Hay un vacío en el i´(a), que es la imagen virtual que corresponde al objeto a. Es
por esa falta que no hay representación imaginaria total. No tenemos el conjunto de la imagen a
nuestra disposición, aunque las tuviéramos, no tenemos una imagen totalizante de nuestro cuerpo,
tenemos sí una imagen virtual de nuestro cuerpo, incluso las distorsiones de la imagen del cuerpo
como en la anorexia, o en la obesidad.
Lacan en La angustia dice: esa menos phi que hace que no haya una imagen perfecta sino que
siempre va a tener la distorsión propia de la mirada.
Sigue trabajando con el objeto y dice: en la frustración, el objeto es real. Y además va a hablar del
don, y de la potencia del Otro. En la frustración el objeto es real, es decir, se da o no se da. Se quita,
o se restringe, o se aporta. Y ahí es uno de los pocos lugares, si bien es un Seminario temprano en
Lacan, donde sitúa la función materna de la madre, y no del Otro como lugar del lenguaje, sino de
la madre concreta que puede dar o quitar el pecho. Que puede dar o quitar el alimento. Poner o
sacar la mirada. La mama de este nene chiquito con tantas dificultades, sin duda, a partir de
reconocer las dificultades de su hijo, que son muchas y complejas, y del rechazo que sufre con los
otros niños, -ella siente vergüenza por este nene; cuando va a un restaurante, cuando se va de
vacaciones, cuando cruza la esquina, cuando la saluda el portero…..se siente avergonzada por su
producto- lo mira desde allí, lo cual bien sabemos que no es lo mejor que le puede pasar ni a ella ni
al nene, es un trabajo para hacer con ella. Entonces, en ese punto, hay algo en donde la frustración
también es de ella. Pero, sobre todo, y a partir de ahí, le quita algo, voy a decirlo, del orden de la
pulsión. Podría quitarle la comida… no, eso no se lo quita. Pero lo que le ofrece es una mirada
rechazante, le quita la mirada. El nene juega, estoy, no estoy, sin embargo el objeto, real que el
Otro materno puede poner o sacar, pasa a ser del orden del don, en relación, ¿qué? a un objeto real
que deja al Otro del lado de la potencia. Con lo cual, se convierte simbólicamente ese Otro, esa
madre, en alguien de pleno poder. El pleno poder cuando lo lleva o no lo lleva, lo sacude o no lo
sacude… el nene la va a mirar asustado, puede convertirse en ogro… o puede convertirse, luego,
como en el caso que conté anteriormente, el del miedo al calefón, y el terror y el grito ante el
calefón, en alguien que puede poner o sacar algo del orden del falo.
En la privación, la privación es real y el objeto es simbólico.
Lacan puede empezar a situar en ese tiempo la articulación de los tres registros del lenguaje, en
relación a tres operaciones que conciernen al agente, al objeto y a lo que está traducido como daño.
Entonces, combinado en cada uno cada uno de los tres.
El agente, puede ser real, simbólico, imaginario, en la frustración, el agente es simbólico, porque es
el que puede tener la potencia de la presencia – ausencia. El agente de la castración es real, y aquí el
agente real es el padre real, no es la madre – la madre es simbólica-, el padre real, y dice algo muy
interesante del padre real, que esto lo podemos mantener: el padre real hace la operación y cae, no
permanece. Es real y cae, deja huella en lo simbólico, no es la huella de lo real, aparece en lo
simbólico.
En Lacan ya hay una articulación de los tres registros en las operaciones del sujeto. Y también, no
hay sólo padre simbólico, el de la castración… también habrá tres nombres del padres en lo real, en
lo simbólico y en lo imaginario, cuando puede articular estas tres operaciones en el nudo borromeo,
no en un cuadro, cuadro cartesiano, sino en el nudo, puede articular – esto es de enorme importancia
teórica, porque esta es otra escritura de la estructura.
En el Seminario IV prevalece, o tenemos la posibilidad de pensar está pensando en la prevalencia
de lo simbólico, y está poniendo en el lugar central, la articulación falo – castración, y la operación
de castración arrendada al nombre del padre, pero a lo real del padre, que hace la operación y cae,
porque si se sostiene, ya no es real.
La estructura no es la psicogénesis. Lacan nos dice que lo simbólico se juega desde los tiempos
instituyentes. Hay un sujeto desde la primera hora. Apuesta a un sujeto que surge de la ordenación
vía el falo, padre – madre – niño – falo, que es la ordenación edípica freudiana es el sujeto del
inconsciente freudiano. Todo sujeto parlante es con falla en la estructura. No lo teníamos pensado
para hoy, pero seguramente en noviembre vamos a hacer clínica con algo de las cuatro cuerdas.
Viviana Jalife: yo me quedé pensando en esto último que dijiste, de distintos tipos de clínica, y una
de las frases iniciales en relación al desahogo y a la reacción frente al sufrimiento, como una
reacción de lenguaje. Entonces, pensaba en este cuadro cartesiano, y estos distintos tipos de clínicas
que vos insinuabas, si estas reacciones también son de distinto orden. Digamos, alguna más cercana
al lenguaje, y otra, por ahí como en este último caso que presentabas, que habría que pensarlo como
diferente, ¿no?
Participante: gracias Lili, yo tengo una pregunta pero tal vez un aporte… que cuando este año leía la
fundamentación que proponías para trabajar este año, te agradezco porque me interesó muchísimo
que retomaras la cuestión del sufrimiento, en la clínica con niños, me pasó algo así como decir,
bueno, parece que es una verdad de Perogrullo pero la verdad que a mí me trajo un montón de
preguntas… y leí la clase, porque la vez pasada no pude venir, y me acordaba de algo que estuve
leyendo el año pasado, para las Jornadas de la Escuela, que yo trabajé, y vos hoy lo retomaste, lo
que Freud plantea en el El malestar de la cultura, que para mí fue un hallazgo, que después de
tantas veces, volví a leer ese texto, que él allí ubica las técnicas defensivas del yo para hacer con el
sufrimiento. O sea… y bueno, y da una variedad… y hoy vos retomabas esto, de cómo una
posibilidad puede ser una reacción, que tiene que ver con la reacción del orden del lenguaje. Él ahí
sitúa el trabajo, el amor, el arte, la sublimación… Bueno, pero te agradezco, porque me parece algo
muy importante para pensar la práctica, digamos…
Participante: gracias Lili… estaba pensando que a la altura del Seminario IV, que es ahí donde
aplica RSI, pero no de una manera anudada, me parece que a él le viene bien para organizar el
desvío postfreudiano con respecto a la frustración, y a la clínica de la frustración, pero para pensar
en la modalidad de la clínica, obviamente que no está anudado ahí, no es nodal… pero es
impresionante pensar que a la altura del 56, está pensando en lo real, en lo simbólico y en lo
imaginario, y en las tres versiones del padre… y el lugar de la madre allí, por ejemplo, en la madre
simbólica, ahí cuando dice que es, le da el primer baño del lenguaje, que bueno, define una serie, y
le despega al concepto de frustración que caen los postfreudianos como una clínica de la
frustración. Cuando Freud solamente había hablado una sola vez de frustración. Me parece que la
lógica nodal no está allí, es la cimiente, me parece…
Liliana Donzis: estoy totalmente de acuerdo. Pero el esfuerzo de él por encontrarlo, cuando él se
encuentra… les cuento un chismecito, después contesto: él se encuentra una noche en una cena,
siempre olvido el nombre de esa señora que era matemática, se encuentra con ella en una cena la
señora en cuestión le dice que está trabajando con los nudos borromeos. Y él dice “yo le agradezco
a la señora tal”, “me vienen como anillo al dedo, porque estoy buscando esto hace rato,
María: sí, no, un poco quería… gracias Lili por seguir trabajando lo que… ¿cómo es tu nombre?
Como lo que Mónica planteaba… yo pensaba que, como que a la altura del IV, ahí que habla de
padre, ya me parece que aunque no sea con los nudos, ahí empieza a pensar más formalmente, más
que en esa clínica nodal, empieza a pensar en los nombres del padre… que hasta ese momento decía
como “el padre”, ¿no? Ahí me parece que empieza a hablar de los nombres del padre, me parece
que poder pensar la clínica de otro modo, ¿no?
Liliana Donzis: sí, sin dudas… bueno, entonces María nos contestó al decirnos que efectivamente
estamos en la alternativa de situar una clínica diferente… y decir casi como corolario, así como
pensemos el sujeto, así vamos a trabajar con los niños. Creo que Viviana preguntaba por la misma
línea. Sobre todo que entre el decir y el dicho hay una diferencia. ¿Por qué? porque si la reacción es
por la vía de la abreacción, puede ser la vía del pasaje al acto o del acting out. O sea que el
sufrimiento también va por esa vía, como puede suceder en una crisis melancólica. En la crisis
melancólica sin duda pueden darse pasajes al acto o acting, y son de resolución muy difícil, pero allí
el sufrimiento no está del lado del decir es un pasaje al acto. También en los niños se complica. Se
complica mucho, en tiempos en los que el pasaje al acto, o el acting out, son del orden de la
hiperactividad, del orden del cuerpo.
Bueno, nos vemos en junio. Gracias, y bueno, hasta luego.

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