Zoilo Reinés Marta
Zoilo Reinés Marta
Zoilo Reinés Marta
Grado en Psicología
Departamento de Neuropsicología
3. Correlatos.
4. Conclusiones p.22
5. Bibliografía p.24
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1. Introducción. Evolución de la neurociencia contemplativa.
“¿Importa para nuestras vidas saber cómo funciona el cerebro? Creo que sí importa, y
mucho, tanto más si aparte de conocer lo que actualmente somos, nos preocupamos por
aquello que podemos llegar a ser.”
(Damasio, 2010)
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Según Kaliman (2017), en 1976 un estudio de la mano de Richard J. Davidson, Daniel
Goleman y Gary Schwartz, relacionaba la práctica de la meditación positivamente con
la atención y negativamente con la ansiedad. Como autor destacado por Kaliman
(2017), R. J. Davidson se convirtió entonces en una de las figuras más representativas
dentro del ámbito de la neurociencia afectiva y contemplativa, con aportaciones
destacadas sobre los efectos de la meditación a nivel teórico y práctico hasta la
actualidad. Por otro lado, en 1982 Jon Kabat-Zinn propone el término de “mindfulness”
(o atención plena), un tipo de meditación que se introdujo fácilmente en el ámbito
clínico ya que carece de cualquier influencia filosófica oriental o religiosa. Jon Kabat-
Zinn lo define como “prestar atención al momento presente de un modo particular,
voluntariamente y sin juzgar la experiencia” (citado por Kaliman, 2017). En base a ello,
creó el programa conocido como Mindfulness-Based Stress Reduction (MBSR), el cual
(a grandes rasgos) utiliza diversas técnicas meditativas de entrenamiento mental durante
ocho semanas. Las intervenciones aplicadas en distintos contextos clínicos basadas en
mindfulness, han mostrado resultados positivos en cuanto a estructura y función
cerebral, respuesta inmune, salud mental, dolor crónico y sueño (Brandmeyer et al.,
2019).
Actualmente, la neurociencia contemplativa es un campo de investigación
multidisciplinar que busca las manifestaciones clínicas, psicológicas y neurológicas de
los mecanismos neurales subyacentes en las prácticas de tradición contemplativa
(Brandmeyer et al., 2019). Este campo ha puesto de relieve la plasticidad cerebral
manifiesta en procesos mentales como la atención, emoción, autoconocimiento o
percepción sensorial (Brandmeyer et al., 2019). Entendida por Davidson y Lutz (2008)
como “los cambios cerebrales que suceden en respuesta a la experiencia”(p.176), la
meditación favorece la neuroplasticidad y la conectividad en las áreas cerebrales
relacionadas con los procesos anteriormente nombrados (Brandmeyer et al., 2019).
El presente trabajo se ha centrado en recopilar los hallazgos más destacados en el área
de la neurociencia contemplativa según diversos autores que estudian la relación entre la
meditación (de tradición Budista) y la neuroplasticidad.
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2. MEDITACIÓN
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atención sostenida y selectiva, la detección de distractores internos o externos y la
capacidad de reconducir el foco atencional al establecido previamente (Raffone et al.,
2019).
Al contrario que el anterior, la meditación de monitorización o vigilancia abierta (del
inglés: open monitoring meditation, también conocida como Vipassana) trata de no
dirigir la atención hacia un objeto o foco específico, sino que se abre ante cualquier
estímulo ya sea interno (algún pensamiento, sensación física, emoción…) o externo (el
tacto, algún sonido u olor...), independientemente de la valencia que presente (positiva o
negativa), y sin anclarse o rehuir de ninguna (Kaliman, 2017). Por otro lado, procura el
fluir de los pensamientos, emociones, percepciones y la conciencia subjetiva a través de
la amplificación del campo atencional (Brandmeyer et. al, 2019).
La meditación de atención focalizada y la meditación de monitorización o
vigilancia abierta se combinan frecuentemente y aparecen en muchos estilos o tipos de
meditación. Por un lado, estos autores explican que la primera es esencial para habituar
y conducir la mente a un estado de calma que minimice la aparición de distractores. De
este modo, el dominio de la meditación focalizada permitirá una mejor ejecución de la
de monitorización. Aun así, puntualizan que en el proceso de entrenamiento se practican
tanto por separado como de forma combinada en una misma sesión, por ejemplo en las
terapias MBSR. Por lo tanto, se interpreta que la naturaleza de la práctica meditativa
incluye a ambas, aunque facilitan unas habilidades distintas y una serie de repercusiones
diferentes a nivel orgánico (Davidson y Lutz, 2008).
Por otro lado, tal y como se define en Raffone et al. (2019) ambas técnicas “implican las
observaciones del momento a momento del campo experiencial permitiendo que los
pensamientos, las sensaciones y los sentimientos surjan y pasen sin aferrarse a ellos, con
el fin de desarrollar un ‘observador atento’ o ‘observador consciente’ interno” (p. 3). En
conjunto, promueven un mejor desarrollo de la consciencia de los procesos físicos y
autorreferenciales, los cuales definen el concepto de función meta-conciente o meta-
cognitiva (Brandmeyer et. al, 2019).
Sin olvidar la mención de que son múltiples las técnicas de meditación dentro de la
práctica Budista, la literatura distingue también la práctica de la meditación basada en
la compasión y la bondad. Mediante técnicas de visualización de imágenes mentales,
se centra en generar contenidos relacionados con la compasión hacia uno mismo o hacia
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otras personas (Brandmeyer et. al, 2019). Después, se aplican éstos mismos contenidos
hacia personas que resulten neutras o indiferentes para el individuo, pasando
posteriormente por personas quienes generen al individuo sentimientos o percepciones
negativas hasta llegar a todos los seres vivos, promoviendo así el deseo de emociones
positivas y el desarrollo de actitudes proactivas (Kaliman, 2017). Es decir, empieza
trabajando en emociones positivas basadas en el amor y la compasión hacia uno mismo
y evoluciona hasta trasladarlo fuera. Este tipo de meditación comparte las cualidades
intrínsecas de las prácticas inicialmente nombradas.
Diversos estudios han podido corroborar que el efecto de esta práctica tiene
repercusiones sobre los patrones autorreferenciales cognitivos, comportamentales y
afectivos ya que, a diferencia de los otros dos tipos de meditación comentados
anteriormente, éste se centra en la modificación directa de dichos contenidos mentales
(Brandmeyer et. al, 2019).
3. CORRELATOS
3.1 NEUROANATOMÍA.
Son múltiples los estudios de neuroimagen que han evaluado los efectos
manifiestos en el cerebro tras la práctica de la meditación, tanto a largo como a corto
plazo. Una de las primeras investigaciones de gran repercusión dentro del ámbito de la
neurociencia contemplativa que expuso cómo la experiencia meditativa puede inducir
cambios en el marco estructural de la plasticidad cerebral, fue la de Sara Lazar y su
equipo en 2005. Tras comparar entre un grupo de meditadores expertos y un grupo
control (que no había meditado nunca), vieron que las regiones del córtex prefrontal y la
ínsula anterior (relacionadas con los procesos de atención, sensoriales e interoceptivos)
mostraban una mayor densidad en el primer grupo que en el segundo. Además, también
sugirieron que la meditación podría lentificar el adelgazamiento de la corteza prefrontal,
ya que el grosor de dicha área destacaba en los sujetos expertos de edades más
avanzadas. En esta misma línea, ha habido otras investigaciones que también han
resultado de gran relevancia. Por ejemplo, los estudios de Kang en 2012 (citado por
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Brandmeyer et al, 2019) cuyo trabajo estuvo centrado en el análisis del volumen cortical
de todo el cerebro. Compararon entre dos grupos, uno de meditadores expertos y otro de
meditadores noveles (de 46 participantes, respectivamente). No sólo hallaron
diferencias significativas en regiones anteriores del cerebro, sino que, sugirieron
también cambios en la materia gris y blanca en la zona de la corteza prefrontal medial
de los meditadores ya que, en las mediciones de grosor cortical y ansiotropía fraccional
los valores eran más altos en comparación con el grupo de noveles (Brandmeyer et al.,
2019).
Actualmente, hay numerosas revisiones sistemáticas que corroboran la hipótesis de que
la meditación tiene efectos sobre la plasticidad cerebral. Por ejemplo, Kaliman (2017)
destaca una revisión de 30 estudios independientes publicado en 2016 en el que la
mayoría aplicaba programas de reducción de estrés durante 8 semanas (programas
MBSR) en los cuales se resaltaban una serie de cambios tanto a nivel estructural como
funcional. Aun así, también señala que los resultados descritos también se producen tras
la práctica meditativa tradicional. Los resultados que la autora subraya acerca de las
zonas del cerebro que se ven engrosadas son: la corteza prefrontal (asociada con
procesos autorreguladores y metaconcientes), la ínsula (conciencia corporal) y el
hipocampo (memoria y regulación emocional). Para dar muestra de esta coincidencia
entre revisiones tomamos otra revisión que recoge Brandmeyer et al. (2019). Dicha
revisión sistemática fue publicada en 2016 y reúne 21 estudios de neuroimagen en
meditadores en los que las modificaciones cerebrales observadas se centran en la zona
de la corteza frontopolar (relacionada con la función metaconsciente y metacognitiva),
corteza sensorial e ínsula (conciencia exteroceptiva e interoceptiva), hipocampo
(memoria), corteza orbitofrontal (autorregulación y regulación emocional) y cuerpo
calloso (comunicación inter e intrahemisférica).
Por otro lado, Brandmeyer et al. (2019) añade que hay un patrón de activaciones que
comparten todos los tipos de meditación. Según estos autores, son: “la ínsula
(metacognición, empatía e interocepción), corteza premotora y suplementaria (memoria
de trabajo, control atencional, imágenes mentales y razonamiento conceptual), corteza
cingulada anterior dorsal (regulación atencional y emocional), corteza frontopolar
(capacidad metaconsciente y metacognitiva)” (p.12). Por otro lado, según los análisis
comparativos entre distintos estudios, también señalan diferencias entre los distintos
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tipos de meditación. Sobre las funciones de las áreas cerebrales activadas durante la
meditación de atención focalizada se señala que tienen que ver con las funciones de
control cognitivo, regulación atencional y conductual, atención sostenida (enfocada
también en el control de la divagación mental, sobre la cual hablaremos más adelante),
la recuperación de la memoria episódica, reproducción de situaciones futuras, y
procesamiento semántico. En cuanto a la meditación de monitorización o vigilancia
abierta se caracteriza por desarrollar funciones como el control voluntario de conductas
o pensamientos y procesos interoceptivos como el desbloqueo emocional. Finalmente,
la meditación basada en la compasión y la bondad repercute en áreas de procesamiento
somatosensorial, sensación de unión con el cuerpo, la empatía y la aceptación de la
presencia del dolor (Brandmeyer et al., 2019).
Sintetizando, vemos que las áreas cerebrales señaladas coinciden en sugerir unos
cambios que, a nivel funcional, tienen repercusión en procesos como la autorregulación
(atencional, emocional y conductual), metaconciencia, metacognición y memoria. Por lo
tanto, cobra especial sentido destacar estudios anteriormente nombrados, ya que los
resultados no sólo han sido replicados con resultados similares y consistentes, sino que
abren una ventana a la exploración de los cambios funcionales y/o conductuales.
Epigenética
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de un conjunto de mecanismos que tienen la capacidad de encender o apagar diferentes
genes de forma dinámica, heredable y potencialmente reversible, a través de nuevas
capas de información que no alteran en lo más mínimo las secuencias de ADN
heredadas de nuestros padres. (p.14).
Según la autora, los conocimientos generados en el campo de la epigenética muestran
que, factores como el estrés psicológico, las emociones y los traumas dejan huellas que
pueden ser tanto heredadas a lo largo de las generaciones, como adquiridas. De hecho,
estudios realizados durante los últimos 15 años demuestran que tales huellas (o marcas)
se relacionan con alteraciones conductuales y neurofisiológicas que han sido elicitadas
por situaciones psicosociales estresantes. Para comprender este proceso, es necesario
detenerse a explicar la base biológica que explica qué sucede ante un estresor. Ante un
evento estresante, el cerebro libera neurohormonas que estimulan las glándulas
suprarrenales para que produzcan los glucocorticoides, entre los cuales se encuentra el
cortisol. El cortisol sirve como medidor ante las situaciones de estrés dado que, tal y
como comenta la autora, en pocos minutos sus niveles incrementan hasta 20 veces. En
cuanto los niveles de glucocorticoides se aproximan a los niveles deseados para afrontar
eficientemente al estresor, los receptores para los glucocorticoides ubicados en el
hipocampo emiten una señal para parar su producción. Al formar parte del sistema
límbico, el cual está involucrado en la regulación emocional y la memoria, envía señales
a otras estructuras relacionadas en este proceso como el hipotálamo y la hipófisis para
detener la producción de neurohormonas que actúan en respuesta al estrés. En
consecuencia, los niveles de cortisol decaen y el ciclo ante la respuesta al estrés finaliza.
El problema en este contexto es cuando esta última etapa del ciclo no finaliza, no
existen suficientes receptores de glucocorticoides y ello provoca que sigan liberándose
neurohormonas manteniendo el cuerpo en un estado de alerta, característico por ejemplo
en los casos de estrés crónico (Kaliman, 2017).
Según relata Kaliman (2017), las primeras investigaciones que permitieron responder a
la pregunta de qué sucede en el cerebro cuando los receptores de glucocorticoides fallan
fueron gracias al equipo de Michel Meaney en la Universidad de McGill (Canadá). En
una primera etapa de su proyecto centraron sus observaciones en el efecto de los
cuidados maternos durante las primeras semanas de vida en ratas. Observaron
diferencias entre las progenitoras en su estilo de crianza; mientras unas mostraban
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conductas atencionales hacia las crías de higiene, afecto y protección, otras mostraban
conductas de menor frecuencia y calidad atencional. En base a este hecho, quisieron
indagar en los aspectos que conciernen a la heredabilidad comportamental, el efecto en
la salud emocional de las crías, la base molecular que explica estas consecuencias y la
posibilidad de revertirlas. Así, en 2004 publicaron un estudio en el que descubrieron que
no se trataba de una conducta heredada genéticamente. Pudieron comprobar que,
independientemente de que la progenitora fuese la biológica o una adoptiva, si
substituían a una con conductas de cuidado deficientes por una que mostrara cuidados
de mayor calidad atencional, las crías se desarrollaban en la adultez con aptitudes de
crianza positivas (hacia la siguiente generación) y con un estilo de afrontamiento ante el
estrés más saludable. Por lo contrario, aquellas crías que se desarrollaron influidas por
cuidados de peor calidad, mostraron cantidades menores de receptores de
glucocorticoides. La base biológica que explicaba estas diferencias se define según dos
características epigenéticas que, en conjunto, apagan o silencian los genes receptores en
el hipocampo: la metilación del gen y la desacetilación de las histonas. Por otro lado,
también mostraban una falta de grupos acetilo sobre las histonas cercanas a ese gen. De
este modo, se silencia la información contenida en el ADN. Tal y como destaca la
autora, la parte más interesante de estos hallazgos recae en la estabilidad y
reversibilidad de estas alteraciones. Según relata, en un estudio posterior dirigido por
Isabel Mansuy en 2016 (citado por Kaliman, 2017, p.44) sobre ratas adultas con
historiales de crianza estresantes y con las mismas marcas epigenéticas, mostraron por
un lado, que dichas marcas también se encontraban en las células germinales (lo cual
añade también un componente hereditario) pero, por otro, mostraron que al ser
expuestas a ambientes enriquecedores (en apenas tres horas), dichas marcas se
desvanecían tanto en las células reproductoras como en el cerebro.
Tal y como comenta la autora, no se pueden sacar conclusiones extrapolables a los
humanos en base a lo explicado anteriormente. Aun así, comenta que muchos estudios
corroboran que los cambios epigenéticos sí muestran ciertas similitudes. Por ejemplo,
en otro estudio dirigido por Michael Meaney (citado por Kaliman, 2017, p.49), se
analizaron cerebros de personas post mortem con infancias traumáticas (por abusos),
mostraban la misma marca epigenética de la metilación del gen receptor de
glucocorticoides en el hipocampo. Por otro lado, en otra investigación se encontró esta
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misma marca en células sanguíneas de jóvenes con una media de edad de 15 años con
historiales de maltrato y traumas. Sujeto a investigación, se descubrió que tales
variables precipitan una mayor vulnerabilidad a desarrollar síntomas del trastorno límite
de la personalidad. Llegados a este punto, cabe enfatizar de nuevo la reversibilidad de
las marcas epigenéticas ya que, gracias al papel de la plasticidad cerebral y las
características biológicas de la epigenética se abren nuevas posibilidades hacia la
búsqueda de tratamientos que puedan revertir o prevenir las consecuencias de eventos
psicoemocionales traumáticos.
Kaliman (2019), afirma que: “En los seres humanos, el enriquecimiento del entorno
puede considerarse inherente al cultivo de la conciencia mediante el entrenamiento de la
meditación, especialmente a nivel cognitivo y somatosensorial”. Según la autora, se ha
puesto de manifiesto que la meditación tiene influencia sobre muchos genes y sistemas
biológicos, aunque aún no está claro si los cambios inducidos por dichas intervenciones
en los genes se deben directamente a la regulación epigenética. Así, la misma autora
pone como ejemplo que no se ha podido establecer causalidad con los mecanismos de
metilaciones o desacetilación de histonas. Sin embargo, la autora incide en que se ha
podido observar en personas que meditan durante un período de tiempo prolongado es
la estabilidad de ciertos cambios epigenéticos adquiridos (contrastados
neurofisiológicamente) en comparación con personas que no meditan. Por lo tanto, la
autora hipotetiza que pueda tratarse de un proceso de cambio dinámico.
En un estudio del equipo de Kaliman (citado por Kaliman, 2017, p.112-114) que realizó
en 2014, investigaron durante un día de retiro los cambios en las histonas con respecto a
la expresión de la cromatina de los genes de meditadores con experiencia (mínimo de
tres años) comparándolo con un grupo control sin experiencia en la meditación, el cual
fue expuesto a actividades ociosas en el mismo tipo de ambiente. Tras 8 horas de
meditación basada en el programa de reducción de estrés en atención plena (diseñado
por Jon Kabat- Zinn), observaron que los meditadores experienciados (en comparación
con los controles) mostraron niveles menores de histonas deacetilasas y alteraciones en
las histonas (acetilación de la histona H4 y metilación de la histona H3) en células
mononucleares de sangre periférica (células del sistema inmune). Además, expusieron a
los grupos a la prueba de estrés social de Trier por lo que, el grupo de meditadores tuvo
una mejor recuperación ante los niveles de cortisol generados por dicha prueba. A parte,
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los resultados en los meditadores también mostraron la disminución de dos genes
proinflamatorios (RIPK2 y COX2) que son controlados por la actividad de la
desacetilación de las histonas. A nivel clínico estos hallazgos resultan muy relevantes ya
que, como explica la autora, el producto del gen RPIK está relacionado con la depresión
y también activa mediadores inflamatorios ante situaciones estresantes. En cuanto a
COX2 incrementa los procesos de inflamación y dolor. Actualmente, éste último es
tratado farmacológicamente con antiinflamatorios, por lo tanto, se sugiere como una
posible vía alternativa de tratamiento, aunque sean necesarias más investigaciones al
respecto (Kaliman, 2017; Kaliman, 2019). Este punto resulta de vital importancia ya
que se sugiere que la práctica de la meditación (o de las terapias basadas en el
mindfulness) podría servir como fuente terapéutica en enfermedades inflamatorias
(Bradmeyer et. al, 2019). Aun así, sigue siendo necesario seguir investigando sobre
cómo influyen este tipo de intervenciones a nivel molecular para poder desarrollar un
mecanismo de acción más afinado (Kaliman, 2017).
Actividad oscilatoria
Redes neurales
Aspectos atencionales
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función o demanda cognitiva se esté ejecutando, se interconectan entre sí a través de
vías distintas. Aunque no aclaran concretamente cómo, esta área de interconexión tiene
lugar en las zonas dorsolateral, corteza prefrontal, corteza parietal posterior, corteza de
la ínsula anterior, corteza anterior cingulada y corteza prefrontal media. Cabe mencionar
de nuevo el inciso de los autores de que hay que tener presente que a pesar de que se
destaque la zona parietal-frontal, dependiendo del tipo de meditación llevada a cabo, las
redes que se consideran relevantes son distintas. Por lo tanto, las consecuencias
cognitivas, emocionales o conductuales también dependen de ello. Aun así, los autores
señalan el área de la corteza cingulada anterior dorsal se activa a menudo, tanto en la
meditación focalizada como en la de monitorización (Schuman-Olivier et al.,2020).
Goleman y Davidson (2017) refieren que entre los hallazgos dentro del contexto
meditativo destacan: la atención selectiva, la atención sostenida, la capacidad de dirigir
o redirigir la atención, el foco objetivo o “control cognitivo” (consistente en mantener
una actividad u objetivo concreto mentalmente sin caer en distractores) y la
metaconciencia. Según explican, la tesis doctoral de Richard J. Davidson se centró en el
estudio del efecto del programa mindfulness basado en la reducción del estrés (MBSR)
sobre la atención. El estudio se basó en la comparación de dos grupos: uno control y
otro con sujetos que habían pasado por el programa (durante 8 semanas). Para evaluar la
atención, se pidió a los participantes que prestasen atención a dos estímulos sensitivos
distintos (ligeros golpes en manos y pies), los cuales se elicitaban a la vez. Así, el
ejercicio consistió en que los participantes debían variar el foco atencional según se les
pedía, es decir, prestando atención a uno y obviando el otro, y viceversa. Usando la
técnica de magnetoencefalografía (MEG), pudieron observar que los sujetos que habían
pasado por el programa mostraban una mayor habilidad para centrarse en las
sensaciones en comparación con el grupo control. Goleman y Davidson (2017)
comentan sobre una investigación con un diseño pre-post en el que un grupo de
practicantes de meditación monitorizada (o de vigilancia abierta) fueron evaluados en
una prueba en la que tenían que centrarse en tonos de sonidos distintos. Las
evaluaciones se realizaron antes y después de asistir a un retiro de entrenamiento de tres
meses, por lo que pudieron observar que la exactitud en la discriminación de los tonos
tras el retiro mejoró un 20% en comparación con los resultados. Según los resultados de
las dos investigaciones nombradas, y en congruencia con otros estudios realizados, por
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un lado, los autores sugieren que la práctica de la meditación tiene efectos
favorecedores sobre la atención selectiva. Los mismos autores reflejan conclusiones
similares sobre la atención sostenida. En un estudio realizado por Clifford Saron y
Allan Wallace (citado por Goleman y Davidson, 2017, p. 151), los sujetos acudieron a
un retiro de meditación monitorizada durante tres meses. Fueron examinados en el
inicio del retiro, tras el primer mes, pasados los tres meses y cinco meses después de
haberlo finalizado (mediante un test de seguimiento). Los resultados obtenidos fueron
positivos, es decir, la habilidad para mantener la atención había mejorado y se mantenía
en los cinco meses posteriores. La importancia de estos resultados radica en que, no
sólo es posible mejorar la atención, sino que también se integra un componente por el
cual según se extiende la frecuencia del entrenamiento, los cambios producidos se
mantienen estables en el tiempo. Esto es, lo que los autores denominan como una de las
mejores evidencias de un “rasgo alterado inducido por la meditación”.
En relación con el control cognitivo, Goleman y Davidson (2017) explican que en una
investigación realizada en la Universidad de California compararon un grupo control
con otro al que impartieron sesiones de meditación enfocadas en la respiración y a
actividades cotidianas (como comer) durante dos semanas (con un total de 6 horas),
además de 10 minutos de refuerzo que los participantes debían realizar en casa. Los
resultados evidenciaron mejoras en la concentración, reducción de los distractores y de
la memoria operativa. Gracias a este estudio, se puso de relieve que la atención es un
aspecto crucial para la memoria, por lo tanto, la práctica de la meditación mejora la
atención, y en consecuencia se relaciona positivamente con la memoria. Para completar
estos datos, Schuman-Olivier et al. (2020) exponen que diversos estudios recopilan que
los programas MBSR se han relacionado con el incremento del volumen hipocampal, el
cual influye en la mejora del rendimiento de la memoria de trabajo.
Aspectos emocionales
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Aspectos autorreferenciales
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determinada vivencia como señal indicativa hacia la atención y regulación de los
recursos cognitivos (Schuman-Olivier et al., 2020).
4. CONCLUSIONES
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visible en los estudios sobre atención sostenida y selectiva o en los diversos estudios
sobre los meditadores expertos, por ejemplo en la actividad oscilatoria o su capacidad
de iniciar o detener el estado meditativo en menos tiempo y esfuerzo (Goleman y
Davidson, 2017).
Aunque la neurociencia de la contemplación sigue en vías de investigación, por el
momento no se puede contemplar como una vía de curación, pero lo que se está
haciendo patente es que es capaz de revertir o aliviar sintomatología asociada a diversas
enfermedades. Por ejemplo, ha demostrado ser efectiva en el tratamiento de algunos
trastornos psicológicos relacionados con la depresión y la ansiedad.
Cabe mencionar que los datos presentados en este trabajo son sólo una pequeña muestra
de una gran cantidad de investigaciones existentes con respecto a la meditación. Aun
así, lo más importante que se extrae a través de la literatura y las influencias de los
diversos autores es la promesa de un potencial mucho mayor por descubrir.
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5. BIBLIOGRAFIA
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