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ESTADO

SEGUNDA PARTE

ESTADOS LATINOAMERICANOS: COLONIALIDAD DEL PODER, EUROCIENTISMO Y


DEPENDENCIA.
La constitución de los Estados Latinoamericanos siguió caminos diferentes de los vistos en
Europa. No solo por ser mucho más tardía su consolidación (segunda mitad siglo XIX) sino
porque la conquista de América y la constitución de un Sistema Mundo determinaron
radicalmente su destino.

La conquista de América se baso en el genocidio de indios, atados a los grandes latifundios y


minas por medio de la servidumbre, así como de la población negra africana. Esta última fue
esclavizada para ser usada como mano de obra gratuita en las grandes plantaciones
productoras de azúcar, tabaco, algodón y café, bienes destinados al consumo de las sociedades
europeas. De esa manera las masacres y la desarticulación de todos los planos de la vida
cotidiana de esos pueblos se tornaron un elemento imprescindible para conformar la base
material del sistema capitalista. El saqueo del oro y la plata de nuestro subcontinente
generaron las condiciones de mayor control monetario y comercial en Europa, lo que a su vez
le permitió el dominio de las rutas atlánticas y su superioridad sobre otros imperios y
civilizaciones. La explotación gratuita de mano de obra fue pieza determinante de la
acumulación originaria de las sociedades centrales.

Pero la compresión profunda de las implicancias de la conquista reside en la aparición de un


patrón de poder mundial, la colonialidad del poder y el eurocentrismo. La colonialidad del
poder se funda en la etapa de dominación colonial pero aun permanece vigente. Tiene como
epicentro la consolidación del racismo como herramienta de clasificación jerárquica de la
dominación. Se trata de la justificación de la dominación europea a partir de las diferencias
con otros pueblos. De esa manera las clases dominantes europeas justificaran su dominación
en la pretendida inferioridad cultural, biológica y social, de los pueblos conquistados. Aún más,
esa conquista será presentadas con ribetes “humanistas”, dado que era una tarea de los
pueblos mas avanzados llevar a su civilización a los pueblos “atrasados”, aunque estos se
resistieran.

Complementario con ese mecanismo de colinealidad del poder el eurocentrismo erigió un


nuevo patrón intersubjetivo que configuro percepciones, valores, cosmovisiones en todo el
mundo. En esa perspectiva Europa era y es ubicada como el punto máximo de civilización
humana, su lugar de llegada y de evolución mas acabada. El centro por excelencia del
desarrollo de la modernidad y del despliegue de sus valores. Según estas perspectivas, solo
copiando los paradigmas europeos y asumiendo sus formas de civilización esos pueblos
podrían salir de su condición de inferioridad, es decir que debían negar y dejar atrás todas sus
formas de construcción social y cultura para poder integrarse al proceso.

La importancia de esos mecanismos se visualiza en como determinan las formas de


explotación del trabajo de las sociedades coloniales. Las formas de explotación no salariales
eran destinadas a los pueblos dominados. Por el contrario, las relaciones salariales fueron
reservadas a la población blanca o aquellos miembros de las clases populares cuyo color de
piel se encontrara lo suficientemente emblanquecida.

Justamente en la persistencia de ese patrón de poder reside uno de los elementos centrales de
continuidad de la dominación de Latinoamérica. El triunfo del ciclo de revoluciones
independientes de principios del siglo XIX rompió con el colonialismo, pero para nada con la
colonialidad del poder.

Las clases criollas, que terminaron por dominar esas revoluciones, mantuvieron la sociedad
colonial heredada y el eje del racismo perduro para mantener fuera de cualquier derecho
social y político a los pueblos indios, negros y mestizos que eran las mayorías populares de
nuestro continente. La colonialidad del poder se mantuvo plenamente viva como sostén de la
desigualdad social de nuestras sociedades. La dependencia no se reduce a un problema de
dominación externa de unas naciones sobre otras, sino que tiene sus bases en la estructura de
dominación y explotación interna de cada espacio nacional, constituidas históricamente desde
los tiempos de la colonia y mantenidas por las nuevas republicas independizadas. En el caso de
países como Argentina, Uruguay o Chile, una población negra más reducida, la masacre de
buena parte de su población indígena y la llegada de millones de inmigrantes europeos
posibilitaron un limitado proceso de homogeneización. De esa manera se construyo una
identidad supuestamente blanca y europea. En el caso de Perú, Bolivia, México y
Centroamérica se llevo adelante un intento de homogeneización cultural basado en la
destrucción de la cultura de indígenas, negros y mestizos. Ese intento fracaso.

En las últimas décadas del siglo XIX, la dependencia estructural y la colonialidad del poder
tuvieron una nueva reestructuración en nuestra región. El avance de la primer y segunda
revolución industrial en Europa terminaron por configurar la denominada división
internacional del trabajo. Desde las visiones eurocéntricas se postuló, a partir de la teoría de
las ventajas comparativas, que cada país debía especializarse en producir aquello que hacía
mejor y más barato para venderlo en el mercado mundial y adquirir el resto.

El conjunto de Latinoamérica ingreso al nuevo esquema vigente como productora de


alimentos y materias primas, e importadora de bienes industriales manufacturados. De esa
manera, se consolidaba un mercado mundial complementario, pero profundamente
asimétrico. La hegemonía mundial de Inglaterra se profundizaba a partir de contar con el
acceso a materias primas y alimentos mas baratos de los que podía producir localmente; se
abrían nuevos mercados; se impedía la aparición de países industrializados que compitieran
con Inglaterra. Esos países periféricos organizaban la totalidad de sus economías alrededor de
unos pocos bienes primarios, tornándose aún más dependientes de los bienes industriales y la
tecnología de los países industrializados.

Un efecto del aumento de la oferta de alimentos y materias primas fue que posibilito el
incremento en los países industrializados de la población urbana y de la clase obrera. El acceso
a alimentos más baratos les permitió a los capitalistas de los países centrales el abaratamiento
de la mano de obra. El efecto de esa mayor oferta fue el de reducir el valor real de la fuerza de
trabajo en los países industriales, aumentando la captación de plusvalía para las burguesías de
los países centrales.

Ese comercio implico además la existencia de un intercambio desigual, el precio de los


alimentos y materias primas tendió a valer menos que el precio de los bienes industriales, lo
que conllevo una transferencia de riqueza de los países especializados en bienes primarios
hacia los países centrales industrializados.
La teoría de la dependencia se trata de una relación de subordinación entre naciones
formalmente independientes, en cuyo marco las relaciones de producción de las naciones
subordinadas son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción ampliada de la
dependencia.

Las economías de nuestros países no tendrán como centro organizador sus mercados internos,
sino que el mercado mundial, estructurado por las necesidades de las potencias dominantes.

En este contexto de fines del siglo XIX se dio la consolidación definitiva de los Estados Nación
de nuestro subcontinente. Estos se formaron vinculados estructuralmente al mercado mundial
a través de todos los mecanismos que acabamos de nombrar; reforzaron las clasificaciones
raciales como eje de las divisiones de clase; sostuvieron todos los paradigmas del
eurocentrismo; surgieron henchidos de positivismo; se constituyeron como defensores
radicalmente de la propiedad privada burguesa y de la relación subordinada con Inglaterra. La
creación del Estado Nacional argentino no fue la excepción, sino que encajo plenamente en
esos parámetros.

LA CONSTITUCION DEL ESTADO ARGENTINO Y EL ESTADO OLIGARQUICO.


En América latina y en la Argentina en particular la consolidación de los Estados Nación fue
tardía y muy posterior a las revoluciones independentistas de principios del siglo XIX. Diversas
formas de autoridad política y ciertos niveles de centralización se dieron en la región y en
Argentina antes de fines del siglo XIX, pero fueron débiles, efímeras y no lograron llegar a ser
un Estado Moderno. Las razones de la separación entre la ruptura de la dominación de las
metrópolis coloniales y la efectiva consolidación del Estado son diversas. Para Oscar Oszlak, las
causas remiten a que la mayoría de los movimientos revolucionarios triunfantes tenían su base
de apoyo y su impulso original centrados en las ciudades donde residían las principales
autoridades coloniales, es decir, que tenían características municipales. La guerra
revolucionaria trajo la destrucción del aparato burocrático colonial pero no genero un poder
centralizado en su remplazo, sino que se fortalecieron las tendencias regionales. Predominaba
el peso de intereses locales sobre la posibilidad de centralización y nacionalización del poder
político. Si a esto se le suma la perdurabilidad de las guerras civiles, la existencia de un
territorio muy amplio en el marco de escasas posibilidades de transporte y comunicación,
economías regionales desarticuladas y con más vinculación con mercados externos que con el
resto del país y el pobre crecimiento demográfico, allí tenemos las coordenadas que explican
el fracaso de los intentos de consolidación de una instancia de poder político nacional.

El largo periodo de predominio de Juan Manuel de Rosas en nuestro país expresaba el peso de
los grandes propietarios de tierra bonaerenses, es decir, los ganaderos saladeristas. Estos
tenían como preocupación central asegurar la salida de sus bienes exportables y mantener el
control de los recursos aduaneros y el puerto, mucho mas que lograr una unificación nacional
definitiva, que podía obligarlos a ceder una parte de su poder. La caída de Rosas en 1852,
estuvo muy lejos de generar las condiciones para la centralización, se reedito el conflicto entre
una Buenos Aires que pretendía continuar siendo hegemónica frente a una Confederación del
resto de las provincias del interior. La discusión no era sobre el modelo país sino de sobre el
peso que tendría cada una de ellas en el estado nacional y el reclamo de los grandes
latifundistas ganaderos del litoral para que se les asegurara la libre navegación de los ríos, que
le permitiera comerciar directamente con el mercado mundial sin depender del puerto de
Buenos Aires. Ninguna de las fracciones en pugna tenían un horizonte que se centrara en el
mercado interno y en la posibilidad de un ciclo de desarrollo capitalista independiente: sus
intereses estaban fijos en el mercado mundial.

Los cambios en el mundo, con la aparición de la división internacional del trabajo cambiaron
profundamente el escenario: un mercado en expansión, capitales dispuestos a invertir en la
periferia en transporte y obras de infraestructura posibilitaban grandes corrientes migratorias
que, a su vez, proporcionaban la fuerza de trabajo que demandaban las clases dominantes.
Todas esas transformaciones aceleraron la preocupación de las clases dominantes locales
respecto a la necesidad de consolidar una instancia centralizada de poder para estabilizar su
dominación y vincularse al mercado mundial. Quienes controlaron la producción de los bienes
primarios para la exportación y se aliaron con los capitales ingleses fueron los que obtuvieron
los mayores beneficios de ese esquema. De la mano de la burguesía agraria se sentaron las
bases del Estado Nacional en Argentina.

El proceso principal de esa construcción se dará durante los gobiernos de Bartolomé Mitre
(1862-1868); Domingo F. Sarmiento (1868-1874); Nicolas Avellaneda (1874-1880) y el primer
gobierno de Julio A. Roca (1880-1886). Impulsados por las transformaciones en curso,
contaron con los recursos provenientes de los prestamos financieros ingleses y con el
escenario abierto tras la victoria de la batalla de Pavón. El proyecto de la Confederación fue
derrotado y los sectores dominantes porteños se lanzaron a un intento de organización estatal
que resultaría definitivo. Para lograrlo pusieron en marcha un conjunto de mecanismos
represivos, pero también consensuales que impidieran el fracaso. Junto a la modalidad
represiva se impulsaron mecanismos cooptativos, materiales e ideológicos que permitieran la
construcción de un proyecto hegemónico.

Por medio de la modalidad represiva se consolido un ejercito nacional permanente, con una
cadena de mando profesionalizada y la mejora de su armamento. Para garantizarse esa
superioridad durante los gobiernos mencionados, el 50% del presupuesto nacional se invirtió
en el equipamiento del ejército. Las fuerzas militares sofocaron a sangre y fuego diversos
levantamientos populares en el interior liderados por caudillos locales. En paralelo libraron
una guerra internacional, aliados con Brasil y Uruguay, contra el Paraguay, único país del cono
sur que se resistía a ingresar en la naciente división internacional del trabajo. Finalmente fue el
ejercito nacional quien llevo adelante la tristemente famosa Campaña del Desierto. La
esclavitud fue restaurada en esos días. En una demostración de la pervivencia de la
colonialidad del poder, todas esas masacres fueron realizadas en nombre del progreso y de la
civilización contra la barbarie. El estado argentino se estructuro sobre la base de un genocidio
cuyos perpetradores continúan siendo festejados como héroes de la patria en la actualidad.
Las tierras resultantes de la expulsión indígena engrosaron el patrimonio de la burguesía
agraria, terminando por instaurar el dominio del latifundio. La gran concentración de tierras en
pocas manos se erigió definitivamente como el rasgo principal de la estructura agraria de la
Argentina.

Fue a través de esos pasos que el Estado consolido el monopolio legítimo de la coerción,
aspecto que termino de concretarse cuando las provincias perdieron la posibilidad legal de
convocar a sus propias Fuerzas Armadas, para pasar a ser atributo del Estado Nacional.

La modalidad cooptativa se basó en un pacto político de dominación nacional pensado para


no volver a repetir los enfrentamientos intraoligarquicos anteriores. Se busco negociar e
integrar a las oligarquías provinciales, ofreciéndoles participación en el nuevo esquema de
poder. El mecanismo cooptativo puso en marcha un proceso fundamental, dado que un Estado
nacional capitalista requiere de una clase dominante nacional que se piense a sí misma en
términos no locales. Iniciado el proceso de centralización por las fracciones dominantes
porteñas y bonaerenses, estas se vieron obligadas a recortar una porción de su poder local,
para poder constituir una dominación nacional estable. La figura que simbolizo ese paso fue el
propio Roca, quien, en su primera presidencia, fundo un partido que actuó como el
representante de los intereses de todas las oligarquías provinciales, el Partido Autonomista
Nacional. Al, mismo tiempo montó un régimen político que se caracterizó por la apelación al
fraude, el voto cantado, y no obligatorio y la rotación de los cargos políticos dentro de la
propia clase dirigente. Esa arquitectura política tenia como objetivo resguardar a las clases
dominantes para que estas mantuvieran el control estricto del gobierno y de Estado.

La modalidad material ubico al Estado como articulador de la llegada de inmigrantes, de la


atracción de capitales extranjeros y de garantizar la transferencia de tierras a manos de la
burguesía agraria y de inversionistas foráneos. Por eso el Estado propagandizó en Europa las
supuestas oportunidades de ascenso social que daba la Argentina, así como subsidio pasajes
de barcos o financio la estadía en un hotel. La acción estatal fue clave para que se generara un
mercado laboral que abaratara la mano de obra que requería el capital. Les garantizo jugosas
ganancias a los inversionistas extranjeros para que se instalaran en el país. En la esfera
material podemos ver como el Estado jugo su rol activo en la formación de las empresas
privadas. El Estado generaba las condiciones monopólicas y desiguales de estos mercados,
para una vez garantizado esto “retirarse” y dejar el escenario para el libre juego de la oferta y
la demanda.

Sin duda, esa instancia de concentración del poder era gestionada por la burguesía agraria;
pero mas que la idea de un Estado montado a imagen y semejanza de la oligarquía preferimos
la idea de un proceso constitutivo simultaneo e interdependiente entre la clase dominante y el
Estado. El Estado era a la vez creador y resultante del modelo planteado por la economía
agroexportadora. Era creado por la burguesía agraria, al mismo tiempo que, garantizándole
acceso preferencial a la tierra publica, fortalecía, constituía y configuraba a esa burguesía
agraria. Ese proceso de interrelación presente en el momento de la consolidación del Estado
generaría una lógica de la clase dominante que, por un lado, asumió un discurso liberal, pero al
mismo tiempo recurrió permanentemente a el para asegurarse jugosas ganancias. El Estado
fue concebido como refugio para cubrir las debilidades políticas y económicas de la clase
dominante. El Estado ayudo en la constitución de esa clase dominante y al mismo tiempo fue
constituido por ella.

La modalidad ideológica le permitió a la clase dominante generar los instrumentos para una
construcción hegemonía sobre la población. La escuela publica tuvo su rol primordial en la
elaboración de una currícula educativa que construyera un pasado común e incorporara un
sistema de creencias, valores y conductas afines a las perspectivas del mundo esbozadas desde
el poder económico y social. La ley 1420 de 1884, que establecía la educación pública, gratuita,
laica y obligatoria fue central para conseguir la nacionalización de los hijos de inmigrantes. De
la misma manera el servicio militar obligatorio se torno un dispositivo esencial en el
disciplinamiento de los varones jóvenes de las clases populares.

Combinando represión con mecanismos consensuales, la burguesía agraria logro un Estado


que tendrá el monopolio de la coerción, que organizará una red de instituciones públicas que
le permitiera la organización jurídica y administrativa del territorio, que fuera capaz de difundir
la idea de nación en su población, que reprodujera la sociedad capitalista en todos sus planos y
articulará un sistema de dominación viable. Fue por medio de este Estado que la burguesía
agraria se torno clase dirigente, es decir, que tomo conciencia de sus intereses comunes como
clase, se constituyó como clase dominante nacional y desplego un proyecto hegemónico.

El recorrido de la hegemonía oligárquica no estuvo exento de desafíos y resistencias que la


pusieron a prueba y marcaron sus límites. El propio modelo agroexportador plasmo las
condiciones sociales necesarias para la aparición de nuevas clases que desarrollaron nuevos
tipos de conflictos. La emergencia de fracciones de clase media urbana y rural genero la base
social necesaria para la aparición de determinados partidos. El mas importante fue la UCR,
critico la exclusión política del régimen político oligárquico y la instrumentación del fraude y
exigió determinadas reformas que posibilitaran un acceso de las clases medios a la educación y
al empleo público. Su presión fue decisiva para la sanción de la ley Sáenz Peña de 1912. Fue la
existencia de esa ley la que permitió el triunfo de Hipólito Yrigoyen en 1916, iniciando un ciclo
de gobiernos radicales que se extenderían hasta el golpe de Estado de 1930. Los gobiernos
radicales mantuvieron sin cambios los elementos celulares y determinantes del modelo. Si por
un lado el ascenso social de las clases medios incomodo e importuno a las fracciones
principales de la clase dominante, ninguna de las acciones de los gobiernos radicales significo
una alteración sustancial de las bases de su poder económico y social. Las clases medias y
sectores minoritarios de grandes propietarios que apoyaban al radicalismo pugnaban por ser
parte del modelo, pero no por modificarlo.

Diferente fue el caso de la constitución del movimiento obrero del país. De la mano de
inmigrantes se formaron los sindicatos por oficio. Alrededor de la huelga, la movilización y los
piquetes en puerta de fabrica se fue construyendo un nuevo repertorio de lucha de las clases
populares. La respuesta del Estado combino la represión mas brutal con la profundización de
las estrategias de nacionalización de la población. En un verdadero giro ideológico en las
primeras décadas del siglo XX se desarrolló un discurso, proveniente de la clase dominante,
que comenzó a ver en los trabajadores extranjeros un peligro para el sistema. Ese cambio se
acelero a partir del impacto mundial de la revolución rusa de 1917. La perspectiva del “peligro
rojo” y la conspiración revolucionaria llevaba a que cualquier demanda obrera se reprimiera.

En el mismo giro ideológico el gaucho paso a ser considerado como el portador de los valores
de la nación que había que mantener.

De todos modos, los limites estructurales del modelo se manifestaron cuando el comienzo de
una crisis mundial del sistema puso en evidencia su fragilidad. El derrumbe de los precios de
los alimentos y las materias primas, la detención de la llegada de capitales extranjeros, la caída
de las exportaciones primarias y los limites en la incorporación de nuevas tierras fértiles en la
Argentina provocaron el derrumbe de la economía y evidenciaron cuanto dependía de factores
externos que no controlaba. La primera respuesta de la clase dominante consistió en apoyarse
en las fuerzas armadas, inaugurando el ciclo de golpe de Estado de la historia Argentina. El
nuevo escenario internacional llevaría a la clase dominante a ensayar otros tipos de cambios
en la Argentina de la etapa 1930-1943.

ESTADO Y MODELO AGROEXPORTADOR: UN DEBATE SOBRE SUS CONSECUENCIAS EN


LA HISTORIA.
Es momento de recapitular y reflexionar sobre las consecuencias del tipo de Estado y de
economía agroexportadora que se elaboro en ese largo proceso. Las visiones de las ciencias
sociales que realizan un elogio de las bondades del modelo y de las virtudes de la burguesía
agraria exaltan el crecimiento de ciertos indicadores de la economía argentina. Festejan la
modernización económica y el progreso que serian la consecuencia de este proceso. El
deterioro de la Argentina fue posterior y fruto del abandono de esta senda de desarrollo. El
conflicto social es enfocado, desde estas perspectivas, como una problemática a lo sumo
secundaria. Según estos autores, el modelo permitió amplias posibilidades de ascenso social
para buena parte de las clases populares.

Una visión que se pretenda critica de la historia debería señalar de manera contrapuesta
algunas cuestiones.

En primer lugar, el Estado resultante de estos procesos y la nueva estructura económica y


social se edificaron sobre la base de genocidios. Las justificaciones de éstos no son más que
manifestaciones del eurocentrismo y la colonialidad del poder. El estado y sociedad emergente
de esa etapa esta surcado por esos mecanismos de colonializacion del patrón de poder y sus
efectos continúan vivos.

Lo mismo se puede afirmar para el tratamiento del conflicto social entre los trabajadores, el
capital y el estado. El famoso “granero del mundo” no garantizaba ni siquiera un plato de
comida diario para muchos de los que habitaban su territorio. Eso hace visible que la discusión
a dar no es solo sobre como se genera riqueza sino alrededor de como se distribuye esa
riqueza y que clases resultan realmente favorecidas en estos procesos.

En segundo lugar, la economía agroexportadora sometió al país a variables externas como la


demanda de materias primas y alimentos o a la inversión de capitales extranjeros y construyo
un mercado interno y una industria totalmente subordinados al sector exportador. Eso
aumento la dependencia de Argentina. El control de áreas estratégicas por parte del capital
extranjero marco un proceso de modernización que se realizó siguiendo los intereses externos
y no los de un desarrollo propio.

Una demostración de esto que afirmamos es el desarrollo desigual del interior frente a la más
dinámica región pampeana.

En tercer lugar, la concentración de la tierra en pocas manos bajo la gran propiedad


latifundista y el consiguiente control de una minoría social sobre la producción y distribución
de alimentos, se termino de edificar en el periodo que aquí reseñamos. La implicancia de esto
en la dinámica posterior de la historia argentina salta a la vista.

Finalmente señalemos que, si todo Estado articula la dominación y genera las condiciones para
hacerla posible, al ser Argentina un país capitalista dependiente de desarrollo desigual y
combinado, eso se manifiesta e interioriza en el tipo de estructura estatal que emerge a fines
del siglo XIX. Es un tipo de Estado cuyas acciones se encuentran sobre determinadas por su
inserción dependiente en el mercado mundial y la naturaleza desigual del sistema mundo.

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