La Potestad Jurisdiccional - Magistratura

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“AÑO DE LA UNIDAD, LA PAZ Y EL DESARROLLO”

UNIVERSIDAD CATOLICA LOS ANGELES DE CHIMBOTE


FACULTAD DE DERECHO Y HUMANIDADES
ESCUELA PRFESIONAL DE DERECHO

CURSO:
FORMACION BASICA PARA LA MAGISTRATURA

ACTIVIDAD Nro. 06:

“INVESTIGACIÓN FORMATIVA – LA POTESTAD JURISDICCIONAL”

ESTUDIANTE:
JESUS ALEXIS MENDOZA MORALES
CÓDIGO:
2606171018
DOCENTE:
MANUEL CENTENO CAFFO
CICLO:
XI

CHIMBOTE - PERÚ

2023
LA POTESTAD JURISDICCIONAL

LA DIVISIÓN DE PODERES Y EL PODER JUDICIAL EN LA REVOLUCION


FRANCESA

En la concepción ideológica base de la Revolución Francesa, la doctrina de la división


de poderes no significó la aparición de un verdadero poder judicial. Los revolucionarios
partían de una clara desconfianza frente a los tribunales.

Dividir los poderes no supuso equiparar el judicial a los otros. El judicial quedó en
buena medida hipo valorado. Ello es así porque la fundamental del Barón de la Brede era
garantizar la libertad de los ciudadanos frente a la monarquía absoluta y para ello pretendía
que el ejercicio de la soberanía concurriera las diversas fuerzas sociales por medio de
órganos especificas La teoría de que, si los tres poderes quedasen en manas de la misma
persona, o de la misma asamblea, desaparecería la libertad, sobradamente conocida. Para
Montesquieu no existe libertad cuando del poder judicial está unido al legislativo, porque
entonces, convertido el juez en legislador, estaríamos ante la arbitrariedad; tampoco existe
libertad si el poder judicial y el ejecutivo están unidos, pues el juez entonces tendría la fuerza
de un opresor. Pero importa ahora destacar que para este autor lo esencial era determinar la
titularidad de la soberanía.

La construcción de Montesquieu se incardina en un país y en un momento histórico.


A la vista de las fuerzas sociales existentes en Francia en el siglo XVIII, se trataba de
distribuir entre ellas el poder político. El legislativo lo atribuía a dos cuerpos colegisladores,
uno integrado por nobles y otro por representantes del pueblo, el ejecutivo quedaba en manos
del rey. Estos -los nobles, el pueblo (mejor la burguesía) y el rey— eran las fuerzas sociales
del momento y entre ellas se repartía el poder. Ante esta situación la potestad judicial, si se
quería mantener la libertad, no podía atribuirse ni al legislativo ni al ejecutivo. Entonces, ¿a
quién?

Montesquieu contesta que la potestad judicial no puede ser confiada ni a una concreta
fuerza social, ni a una profesión determinada; debe ser confiada a todos, al pueblo. La
respuesta viene condicionada: 1º) Por la aspiración de limitar el poder para defender la
libertad, y 2º) Por los prejuicios frente a los parlements de la época (tribunales, a pesar del
nombre). Estos órganos judiciales estaban integrados por ¡a nobleza baja La potestad

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judicial, en la concepción teórica de Montesquieu, se atribuía a todos, a personas elegidas
por el pueblo para algunos periodos del año. Los tribunales no debían ser permanentes,
debiendo actuar sólo el tiempo preciso para solucionar los asuntos pendientes. Esto es,
tribunales populares y ocasionales.

Ahora bien, “si los tribunales no deben ser fijos, tos juicios deben serlo hasta el
extremo de no ser más que el texto preciso de la ley”. El juicio, la sentencia, no puede
representar el punto de vista particular del juez; éste no es una fuerza social o política; el
juez ha de limitarse a aplicar la ley creada por las verdaderas fuerzas sociales; su actividad
es puramente intelectual, no creadora de nuevo derecho. Aquí se inserta la tan conocida frase
de que el juez no es más que la boca que pronuncia las palabras de la ley. En esta
construcción, pues, el poder judicial, al no representar a una fuerza social, es invisible o nulo,
o bien que de los tres poderes el judicial es en cierto modo nulo, quedando sólo los otros
dos, que son los verdaderos poderes. Si lo que se pretendía era repartir el poder político entre
las diversas fuerzas sociales y para ello se establecen unos órganos específicos, los jueces
no son una fuerza social ni la representan. En la lucha entre las fuerzas sociales, el juez debe
ser neutral. Para conseguirlo, la potestad judicial no debe atribuirse ni a un órgano
permanente, ni a un cuerpo de funcionarios. En realidad, no existe el poder judicial.

EL PRINCIPIO DE LA DIVISION DE PODERES Y EL PODER JUDICIAL


PERUANO

Los antecedentes de la normativa peruana, nos lleva a retrotraer la Constitución


Norteamericana (1787), la Constitución Francesa (1791) y la Constitución Española de
Cádiz (1812)11, para propender el espíritu de la división de poderes, que reside en los
mencionados textos constitucionales, de cuya sinergia resulta el Constitucionalismo
Peruano. Que lo encontramos materializado en las constituciones de 1823, 1826, 1828, 1834,
1839, 1856, 1867, 1920, 1933, 1979, y la 199312; valga la enumeración a fin de aclarar la
presencia de la división de poderes en la matriz constitucional del Perú.

Ahora bien, respecto al apoderamiento del Poder Judicial por otro poder, de las
constituciones mencionadas, solo «una» no se refiere al poder judicial: la “Constitución
Política de la Monarquía Española” (1812), sin embargo, entendiendo con Alzamora Valdez
que la designación de los miembros del Poder Judicial, es considerada como el fundamento

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de su independencia13, no se descarta la vigencia de la concepción napoleónica14 llamada
así por el jurista Montero Aroca, pues solo después de la Carta Constitucional de 197915, y
de 1993 los magistrados son propuestos y nombrados por el Consejo Nacional de la
Magistratura, prima facie el Artículo 150 de la Constitución Política del Perú que reza “El
Consejo Nacional de la Magistratura se encarga de la selección y el nombramiento de los
jueces y fiscales, salvo cuando éstos provengan de elección popular. El Consejo Nacional de
la Magistratura es independiente y se rige por su Ley Orgánica.”; otrora los magistrados se
vieron sujetos al rey, al congreso (senadores y diputados) y el ejecutivo (presidente).

De manera atingente, Alcalá-Zamora, plantea “La solución de estas injerencias y


razonamientos no pueden venir más que de una concepción correcta y patriótica de la
división de poderes, o de funciones, por parte de ejecutivo, legislativo y judicial, de tal modo
que la misma no base en el antagonismo, el recelo y la lucha, sino en la coordinación, la
confianza y el respeto mutuos para que cada uno de ellos contribuya dentro de su respectiva
esfera a la mejor marcha de los asuntos del Estado.”

En parangón con el pensamiento de Montero Aroca, sobre la llamada administración


de justicia, de manera concomitante en Perú con la Constitución de 1979 y España con la de
1978, el Poder Judicial en per se participa del poder político, rompiendo con el pasado, con
la libertad de ser un verdadero poder judicial de jure y de facto.

Finalmente, la doctrina peruana reconoce la importancia de la independencia de los


poderes del Estado, donde “la función excelsa es la judicial, cuya independencia debe
precaverse libre de todo temor o influencia por ser la garantía final contra los actos arbitrarios
u opresores”.

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LA POTESTAD JURIDCCIONAL

Como expresa el Tribunal Constitucional, es “la facultad por la cual el pueblo, en


cuanto titular de la soberanía, decide instituir un orden constitucional. (…) el Poder
Constituyente, más que una fuente de creación, es una fuerza de transformación, ya que,
como tal, puede llevar a cabo la refundación del ordenamiento constitucional sobre nuevos
supuestos, sean estos políticos, sociales, económicos, culturales o propiamente jurídicos.
(…) El Poder Constituyente responde, entre otras, a tres características: es único,
extraordinario e ilimitado. (…)” a contrario sensu, el segundo llamado poder constituyente
derivado o constituido, por Castro Patiño se sabe que “(…) es el que actúa sujeto a reglas
preexistentes de derecho positivo, para enmendar o reformar la Constitución, a la que incluso
podría reemplazarla íntegramente, siempre que esté facultado para esto.”, asimismo para el
maestro Nestor Pedro Sagües, “es el que se desenvuelve conforme a las pautas jurídicas (de
tramite y de contenido) que marca la constitución preexistente” para distinguirlos
evoquemos a Sieyés “el Poder Constituyente es un plenipotenciario del pueblo, mientras que
los poderes constituidos sólo son portavoces o hacedores de una tarea regulada en sus
lineamientos por la propia Constitución. (…)”; en fin, como se ve el pueblo como poder
constituyente originario ejercita su soberanía para crear un orden constitucional,
materializado en la Constitución, del cual se origina poderes constituyentes derivados como
el ejecutivo, legislativo y el judicial, para luego actuar sobre ellos mediante mecanismos de
selección de representantes parlamentarios o colegiados. Como resultado de esta selección
tenemos gobernantes y funcionarios, munidos de autoridad o supremacía sobre los
particulares, emanada de la soberanía del Estado, verbigracia la potestad legislativa para los
congresistas, la ejecutiva para el gobierno y la jurisdiccional para juzgados y tribunales.

Para completar los supuestos, se entiende por «potestad», como aquella que estriba en
la soberanía del pueblo para atribuir al titular o gobernante una posición de supremacía sobre
las personas. A esto, Gimeno Sendra – citado por Monroy Gálvez-, expresa: la “(…)potestad
viene determinada por una fuerza de mando jurídicamente vinculante a terceros, como
consecuencia de esa potencia de mandar, que encierra, destinada a la protección de los
intereses de otros. (…) ”

Seguidamente tenemos a «la jurisdicción» que se resuelve en una potestad del Estado,
de la cual encontramos varias definiciones, como señala Eduardo Couture, el significado de
este vocablo en los países latinoamericanos, tiene por lo menos cuatro acepciones como

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ámbito territorial; como sinónimo de competencia; como conjunto de poderes o autoridad
de ciertos órganos del poder público; y su sentido preciso y técnico de función pública de
hacer justicia; por ello solo revisemos algunas más genéricas -como diría Alcalá-Zamora-
desde un punto de vista estático (Derecho Constitucional) y dinámico (Derecho Procesal).

Como declara García Toma “la expresión jurisdicción proviene de las voces latinas ius
y dicere, que juntas significan ‘aplicar o declarar el derecho’. Así, la jurisdicción implica -
en el ámbito del Derecho Público- el atributo de la aplicación de las leyes del Estado sobre
las personas y bienes ubicados dentro de su territorio.”

George Jellinek, expresa “la jurisdicción es una función del Estado para la protección
del derecho en su totalidad.”

Chiovenda, “la jurisdicción consiste en la actuación de la ley mediante la sustitución


de la actividad de órganos públicos a la actividad ajena, (…)”.

Según el gran maestro, Alcalá-Zamora y Castillo, dice que la jurisdicción es la


“emanación o atributo de la soberanía del Estado, o sea como manifestación de los poderes
o funciones que le incumben (…)”.

Para Devis Echandia, es la “(…) soberanía del Estado, aplicada por conducto del
órgano especial a la función de administrar justicia, para la realización o garantía del
Derecho, y secundariamente para la composición de los litigios o para dar certeza jurídica a
los derechos subjetivos, mediante la aplicación de la Ley a casos concretos, de acuerdo con
determinados procedimientos, y en forma obligatoria y definitiva.”

Eduardo Couture, nos dice, es la “función pública, realizada por órganos competentes
del Estado, con las formas requeridas por la ley, en virtud de la cual, por acto de juicio, se
determina el derecho de las partes, con el objeto de dirimir sus conflictos y controversias de
relevancia jurídica, mediante decisiones con autoridad de cosa juzgada, eventualmente
factibles de ejecución.”

Por medio de Martin Hernandez, tenemos una afirmación de la jurisdicción, más clara:
“facultad y el deber de juzgar y ejecutar lo juzgado ”

Finalmente, jurisdicción es definido -por Montero Aroca- como la “potestad


dimanante de la soberanía del Estado, ejercida exclusivamente por los juzgados y las cortes,
integrados por jueces y magistrados independientes de realizar el derecho en el caso concreto

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juzgando de modo irrevocable y ejecutando lo juzgado.” y determina para estas dos
condiciones para que exista:

i) La función que se asigna a esos órganos cualifica también la potestad, por lo


que hay que estudiar, según la Constitución y la LOPJ, la función
jurisdiccional.
ii) Los órganos a los que se atribuye la potestad no pueden ser cualesquiera, sino
que han de estar revestidos de una serie de cualidades propias que los
distinguen de los demás órganos del Estado; estos órganos son los juzgados y
las cortes, en los que los titulares de la potestad son los jueces y magistrados.

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BIBLIOGRAFÍA

1. Alcalá-Zamora, Niceto (2003) Proceso, autocomposición y autodefensa. México.


Editorial Jurídica Universitaria S.A.
2. Alzamora Valdez, Mario Derecho Procesal Civil: Teoría General del Proceso. Perú.
Ediciones EDDILI.
3. Calderón Sumarriva, Ana; Aguila Grados, Guido (2010) El ABC del Derecho
Constitucional Perú. Editorial San Marcos E.I.R.L.
4. Chiovenda, Jose (1922) Principios de Derecho Procesal Civil – Tomo I España. Edit.
REUS S.A.
5. Couture, Eduardo (1958) Fundamentos del Derecho Procesal Civil . Argentina.
Roque Depalma Editor.
6. Del Vecchio, Giorgio; Recansens Siches, Luis. (1946) Filosofía del Derecho y
Estudios de Filosofía del Derecho – Tomo II. México. Unión Tipográfica Editorial
Hispano-America
7. Devis Echandia, Hernando Nociones Generales de Derecho Procesal Civil
Colombia. Edit. Aguilar
8. Ferrero R. Raul. (1984) Ciencia Política. Teoría del Estado y Derecho Constitucional.
Perú. Editorial Ausonia.

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