Este documento trata sobre la ética de la abogacía. Resalta que los abogados deben ser leales a sus clientes, jueces y adversarios. También menciona que desafortunadamente existen abogados falsos que presumen contactos para ganar casos indebidamente o que distorsionan la verdad para ganar un proceso. Concluye que los abogados deben servir al derecho y la justicia con honradez, sinceridad y humildad.
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Este documento trata sobre la ética de la abogacía. Resalta que los abogados deben ser leales a sus clientes, jueces y adversarios. También menciona que desafortunadamente existen abogados falsos que presumen contactos para ganar casos indebidamente o que distorsionan la verdad para ganar un proceso. Concluye que los abogados deben servir al derecho y la justicia con honradez, sinceridad y humildad.
Este documento trata sobre la ética de la abogacía. Resalta que los abogados deben ser leales a sus clientes, jueces y adversarios. También menciona que desafortunadamente existen abogados falsos que presumen contactos para ganar casos indebidamente o que distorsionan la verdad para ganar un proceso. Concluye que los abogados deben servir al derecho y la justicia con honradez, sinceridad y humildad.
Este documento trata sobre la ética de la abogacía. Resalta que los abogados deben ser leales a sus clientes, jueces y adversarios. También menciona que desafortunadamente existen abogados falsos que presumen contactos para ganar casos indebidamente o que distorsionan la verdad para ganar un proceso. Concluye que los abogados deben servir al derecho y la justicia con honradez, sinceridad y humildad.
El conocimiento, amplio como el espectro de acción del hombre, abarca un
sinnúmero de posibilidades, exactas algunas, cuya variación deviene en imposible; y flexibles otras, que fundamentalmente regulan conductas. Y esa es la misión del abogado, pues frente a comportamientos sociales se erige como un intermediario entre el derecho y la justicia, quien, con su labor, busca la realización máxima de la equidad, un apostolado al servicio del género humano. Empero, en más de una ocasión esa labor se prostituye.
Ninguna tarea es gratuita, un principio no solo constitucional sino universal,
en tanto cada persona debe vivir de su trabajo; mas, la lealtad del abogado se convierte en su mayor tesoro, parafraseando a Couture: “Debes ser leal con tu cliente al que no debes abandonar nunca a menos que entiendas que es indigno de tu servicio”; cualidad ésta que debe ser ampliada hacia el Juzgador y por qué no decir hacia el propio adversario: “Leal con el Juez, que debe confiar en lo que tú le dices en los juicios”; “leal con el adversario, incluso cuando él sea desleal contigo”, sostenía el mismo autor.
Sin perjuicio de los conceptos deontológicos descritos en líneas precedentes,
desgraciadamente, dentro de esta sublime profesión, existen falsos profetas, muchos de ellos fanfarrones que presumen sus “contactos” para, supuestamente, destruir sentencias y conseguir triunfos a cambio de un mínimo honorario inicial que a la postre se convierte en una cifra impagable, fatuos que generan ruido sin conocimientos frente a una alegación infundada, muchas de las veces cargada de odio y de vanidad; u otros que, desleales con el Juzgador, buscan presentar verdades distorsionadas, convirtiendo círculos en triángulos, con tal de ganar un proceso, pero perder el alma; sin dejar de lado a quienes entregan su intelecto al mejor postor, sin importar que aquel sea el propio adversario revelando sagrados secretos que se asimilan a una solitaria confesión.
La Abogacía es una función social al servicio del derecho y la justicia; quien
lo ejerce se convierte en un sacerdote que manejará la herramienta más preciada dentro de una sociedad: la rectitud. Previo a ello, un baño de honradez, sinceridad, honestidad y, por sobre todas las cosas, humildad.