Clase 2.PFyPC
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Vamos a destinar esta clase a pensar un problema filosófico y pedagógico clave: ¿cómo
concebimos al sujeto y la subjetividad? ¿qué decimos con estos conceptos y en qué
sentido es un problema filosófico y pedagógico contemporáneos? ¿y por qué hablar de
sujeto es hablar de “saber y poder”?
Dice Foucault:
Retomamos estas frases de Foucault porque queremos proponerles una forma similar de
pensar y trabajar con los/as autores y con los conceptos que ellos/as nos proponen. Los
textos que ponemos a disposición no son “objetos” para replicar, copiar, repetir o dejar en
la quietud aislados de nuestro pensar y hacer. Son herramientas para utilizar, para llevar de
un lado a otro, para probar y apropiárselas y usarlas en los campos de prácticas que
desplegamos.
Es en este sentido es que escribimos y enseñamos, para que otros/as escriban y enseñen a
su vez con lo que ofrecemos, así como nosotros/as nos formamos con lo que nuestros/as
profesores/as nos dieron.
Y es en este sentido que entendemos lo que subjetividad quiere decir, una construcción
histórica que nos trasciende y de la que formamos parte, una manera de ser, pensar, hacer,
decir, dialogar, escuchar que tiene que ver con el tiempo que nos toca vivir y también con la
singularidad de cada quien. Subjetividad entonces, como primera cuestión, no es
individualidad, no es interioridad, no es lo que queda restringido a cada uno/a.
Sabemos que todo pensamiento se encuentra situado históricamente y que para comprenderlo
necesitamos conocer sus condiciones sociales, políticas, de contexto. Diversos acontecimientos
históricos van a revolucionar el mundo antiguo y su cultura: el Renacimiento, la Revolución
Religiosa y la Revolución Comercial (Casalla, 1993). Se trata de un pasaje “de la estabilidad al
movimiento”, de la apertura de un universo cerrado sobre sí mismo hacia horizontes novedosos
que quiebran los límites del espacio y el tiempo y sus límites. El hombre medieval y su relación con
el mundo no son las que hoy concebimos. “Hombre” (en sentido genérico) y “mundo” formaban
una unidad indisociable. Un mundo estable y ordenado le daba lugar a ese ser humano que
formaba parte del “paisaje” y no se miraba a sí mismo.
El concepto de sujeto entonces, nace en la modernidad y por eso es “reciente” en cierto sentido.
Nace en un tiempo histórico a partir de la crisis del mundo antiguo-medieval (siglo XIV) que se
extiende hasta los comienzos del siglo XX, cuando ya se comienza a hablar de “posmodernidad”1.
La modernidad es el momento en que el ser humano descubre la “alteridad del mundo”, a partir
de allí comienza el enfrentamiento sujeto-mundo/naturaleza/historia, etc., sujeto-objeto.
1
Pueden leer el texto de la bibliografía optativa “¿Qué es la postmodernidad?”
Descubrir “la alteridad del mundo” genera un enfrentamiento sujeto-objeto inexistente en tiempos
premodernos y aparece una relación privilegiada que es la relación de conocimiento, el “objeto” es
“lo contrapuesto”. Si hay sujeto, hay objeto. Antes que la teología o la filosofía, la ciencia se plantea
en la modernidad como saber central. De la pregunta ¿qué es el ser? propia del mundo medieval,
el pensamiento se desplaza a preguntarse ¿cómo puedo conocer? De la descripción y clasificación
se pasa a explicar, medir, establecer leyes y dominar. De una trama epocal que se regía por los
arquetipos del pasado, se pasa a apuntar al futuro como meta de “un mundo mejor”, ideal
científico.
Dentro de esa ruta metodológica el autor se propone seguir un modo de investigación que
consiste en tomar como punto de partida las formas de resistencia contra diferentes tipos
de poder desarrolladas en los últimos años: el poder de los hombres sobre las mujeres, de
los padres sobre los hijos, de la psiquiatría sobre los enfermos metales, de la medicina
sobre la población, de la administración sobre el modo de vida de la gente. Se trata, dice,
de luchas que tienen en común que son
En fin, son luchas que funcionan como una técnica, como una forma de poder, sobre aquel
que se ejerce sobre la vida cotidiana, son luchas contra todo aquello que ata al individuo a
sí mismo, a su identidad, que lo somete a otros. Son luchas contra la sujeción, contra las
formas de subjetividad y de sumisión. Distintas de las que se oponen a las formas de
dominación o explotación, que perviven junto a éstas, pero que se muestran como las
luchas dominantes en nuestra época.
De esta caracterización de lo observable de las resistencias, de las luchas que se libran en
el mundo actual, Foucault procede a buscar la necesidad histórica de este tipo de luchas y
encuentra la respuesta en la instalación del Estado a partir del Siglo XVI como nueva forma
de poder político que es a la vez individualizadora y totalizadora, y que como “Estado
moderno” se condensa en una estructura muy sofisticada a la que se integran los
individuos con la condición de que esta individualidad adquiera una nueva forma y se vea
sometida a un conjunto de mecanismos específicos, lo cual se debe, dice, a que el Estado
moderno integró en una nueva forma política una vieja técnica de poder que nació con las
instituciones cristianas: “el poder pastoral”. Un poder que aunque desapareció estaría
inmerso en su esencia en las estructuras del Estado en el que “la salvación” asociada a
aquel se convierte en una serie de metas mundanas: salud, bienestar, seguridad,
protección contra accidentes. Aumentan los funcionarios del poder pastoral: la policía se
constituye inicialmente, en el siglo XVIII, no solamente para mantener la ley y el orden sino
también para asegurar el abastecimiento urbano, proteger la higiene, la salud y los niveles
considerados como necesarios para el desarrollo de las artesanías y el comercio.
Asimismo, las metas y los agentes del poder pastoral se habrían concentrado en el
conocimiento del hombre, uno globalizador y cuantitativo, relativo a la población; el otro,
analítico relacionado con el individuo.
Habría que agregar que no solamente estamos sujetos a ese poder pastoral, reformado y
retomado por el Estado moderno que nos remite a la individualización, sino también por el
poder del mercado que ha generado una serie de mecanismos subjetivos para sujetarnos,
asirnos a la reproducción del capitalismo.
En otras palabras, como plantea en otro momento Foucault, el Estado se erguiría como
una estructura orientada a normalizar, modificar y acomodar al individuo al orden social
concebido por éste, administrando su conducta y actuando sobre sus posibilidades de
acción. Concientizándolo sobre sus posibilidades y anormalidades. De ahí, afirma, que el
problema político, ético, social y filosófico actual no consiste en liberar al individuo del
Estado y sus instituciones, sino en “liberarnos del Estado y del tipo de individualización
vinculada con él.” Es decir, que “las luchas de resistencia irían encaminadas no a descubrir
lo que somos, sino a rechazar lo que somos”, lo cual requeriría fomentar nuevas formas de
subjetividad que contribuyan a crear un nuevo sujeto. Lo que en el momento actual podría
resumirse en liberar al sujeto del Estado que individualiza y del mercado capitalista.
En este sentido para Foucault no hay relación entonces en donde uno está sujeto a otros u
otros hasta el punto de inmovilizarlo e impedir su libre acción. No hay relación de poder
donde existe una relación física de coacción, la violencia, que imposibilita la acción del
sujeto.
Conviene aquí hacer una pausa para comentar que el recorrido metodológico adoptado
por Foucault le sirve para plantear una noción del poder distinta a la tradicional. Aquella
que ve el poder como un ejercicio relativo sólo al Estado y sus instituciones. Partiendo, en
cambio, del sujeto y de cómo se manifiesta el poder por medio de la resistencia al mismo,
arriba a conclusiones diferentes que tampoco contradicen del todo las nociones
existentes, sino sirven para explicarlo desde su origen, naturaleza básica y sus
manifestaciones. Explicarlo a partir del cómo ocurre.
Foucault se plantea construir el conocimiento a partir de una categoría a la que puede
dársele o agregársele contenido. Se atreve a cuestionar la realidad, planteando el
problema desde una postura epistémica distinta, buscando reducir la brecha que se
genera entre teoría y realidad no solamente porque la realidad va a un ritmo más rápido
que el de la construcción teórica, sino porque ésta tiene siempre diversas aristas desde
donde se le puede observar para profundizar paulatinamente en su conocimiento.
No hay que perder de vista sin embargo que las relaciones de poder se construyen a lo
largo de la historia y que con el tiempo se institucionalizan para pasar a formar parte de
relaciones social y legalmente aceptadas, en donde el domino del poder deja de ser sólo
parte de la dinámica entre los sujetos para formar parte de la normatividad social o
convertirse en cuestiones de Estado.
La libertad de los sujetos en una relación de poder es lo que hace posible que esta
relación sea permanentemente dinámica, que la persona o grupos en disputa puedan
cambiar con el tiempo.
Las múltiples acciones de resistencia de las personas o grupos permiten los relevos en el
ejercicio del poder y las transformaciones históricas e institucionales. En el caso de las
relaciones de género, por ejemplo, ha habido cambios como resultado de las acciones
llevadas a cabo por las mujeres respecto a la equiparación de derechos y condiciones de
vida de hombres y mujeres tanto en la esfera pública como privada. Estas
transformaciones a su vez han pasado a formar parte de la institucionalidad estatal, de la
legislación internacional y nacional y funcionan en sentido inverso retroalimentando los
cuestionamientos a la normatividad social adscrita a los tradicionales roles desempeñados
por mujeres y hombres en el hogar y en la esfera pública.
Se trata de un proceso incesante resultado de las acciones que los sujetos realizan sobre
las acciones de otros y que van configurando históricamente las relaciones de poder entre
grupos e individuos, así como su institucionalización y des institucionalización.
Bibliografía de referencia.
Paz O. (1967) Epílogo “Los signos en rotación”, en El arco y la lira. México: FCE. P. 260.
Greco María Beatriz. (2022) Sujeto y subjetividad. Saber y poder. Problemas filosóficos y
pedagógicos en educación. Ciclo de Licenciatura en Educación Primaria. UNRN.