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Mis Cuentos

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El niño y el espantapájaros por: Emilio matos

Había una vez un pequeño pueblo rodeado de campos de cultivo. Los agricultores del
pueblo luchaban constantemente contra los pájaros que picoteaban sus cultivos y se comían
sus cosechas. Pero un día, un espantapájaros apareció en el campo del agricultor más joven
del pueblo.

El espantapájaros era diferente a los demás; tenía una sonrisa amable y una mirada cálida
en sus ojos de botones. El niño que ayudaba a su padre en la granja, decidió que ese
espantapájaros no asustaría a los pájaros, sino que los atraería hacia el campo para que
pudieran ver lo hermoso que era.

El niño decidió ponerle un nombre al espantapájaros: lo llamó "Amigo". Juntos, el niño y


Amigo comenzaron a cuidar del campo, sembrando semillas, regando las plantas y
protegiendo las cosechas de los pájaros.

Un día, el pueblo se enfrentó a una gran tormenta que arrasó con muchos de los campos.
Pero gracias a la colaboración del niño y de Amigo, su campo sobrevivió intacto. Los
demás agricultores del pueblo se dieron cuenta de que el espantapájaros del niño era
diferente a los demás, y comenzaron a copiar su estilo.

Con el tiempo, Amigo se convirtió en el mejor amigo del niño, y juntos pasaban horas y
horas jugando en el campo. Los pájaros que antes solían picotear los cultivos del niño y su
padre, ahora eran sus amigos y cantaban hermosas melodías para ellos.

Desde entonces, el campo del niño se convirtió en el más hermoso del pueblo, y todos los
agricultores del lugar quisieron tener un espantapájaros como el del niño. El niño y Amigo
nunca olvidarían la importancia de la amistad, la colaboración y el amor por la naturaleza.
En niño que se convirtió en estrella

Había una vez un niño llamado adrian que siempre había soñado con convertirse en una
estrella. Desde que era pequeño, pasaba horas mirando al cielo y observando las
constelaciones, fascinado por la belleza del universo.

Un día, mientras adrian estaba jugando en el parque, una extraña luz brillante lo envolvió y
lo elevó hacia el cielo. Al principio, el niño estaba asustado, pero pronto se dio cuenta de
que estaba flotando libremente en el espacio, rodeado de estrellas.

Mientras se movía entre ellas, adrian se dio cuenta de que estaba cambiando. De repente,
sus brazos y piernas se estiraron, y su cuerpo se volvió más grande y brillante. Poco a poco,
el niño se transformó en una estrella resplandeciente, con un brillo tan intenso que iluminó
todo el espacio que lo rodeaba.

De repente, adrian se dio cuenta de que estaba solo en el universo, y comenzó a sentirse
triste. ¿Qué era una estrella sin nadie para admirarla y apreciar su belleza? Pero entonces,
recordó a todas las personas que amaba en la Tierra, su familia, sus amigos y todos aquellos
que lo habían apoyado en su sueño de convertirse en una estrella.

De repente, su brillo se intensificó aún más, y una corriente de energía lo llevó de regreso a
la Tierra. Cuando adrian abrió los ojos, estaba de vuelta en el parque donde había
comenzado su aventura. Pero algo era diferente. Ahora, su cuerpo brillaba con un brillo
suave, y sus ojos brillaban con una luz divina.

A partir de ese día, adrian se convirtió en la estrella más brillante en el cielo nocturno. La
gente de todo el mundo lo admiraba y se inspiraba en su historia, y cada noche, cuando
salía la luna, podían ver su brillante luz centelleando en el cielo. Y aunque adrian era una
estrella, nunca olvidó sus raíces terrestres, y siempre se acordaba de las personas que lo
habían apoyado en su viaje al estrellato.
Anita y el mundo chiquito

Había una vez una niña llamada Anita, a quien le encantaba explorar y descubrir cosas
nuevas. Un día, mientras jugaba en el parque, encontró una puerta diminuta escondida
detrás de un árbol. Sin pensarlo dos veces, Anita abrió la puerta y de repente comenzó a
sentir que algo la llevaba muy dentro y solo entonces se adentró en aquel mundo chiquito.

Una vez dentro, se dio cuenta de que todo era mucho más pequeño de lo que estaba
acostumbrado. Las flores, los árboles y los animales eran todas miniaturas, del tamaño de
una mariquita. Pero a pesar de ser tan pequeño, el mundo estaba lleno de vida y aventuras.

Anita exploró el mundo chiquito durante horas, jugando con las abejas, hablando con las
mariposas y descubriendo nuevas plantas y flores. Mientras caminaba por el bosque,
conoció a un pequeño ratón que estaba buscando su camino de regreso a casa. Sin pensarlo
dos veces, Anita decidió ayudarlo a encontrar su camino de regreso a casa.

Juntos, Anita y el ratón atravesaron arroyos y montañas, saltaron sobre hojas y troncos de
árboles, y finalmente llegaron al hogar del ratón. Agradecido por la ayuda de Anita, el ratón
le mostró su casa y presentó a su familia, que era tan amable y acogedora como él.

Después de pasar un tiempo con la familia de ratones, Anita decidió que era hora de
regresar a casa. Agradecida por haber experimentado un mundo tan increíble, cerró la
puerta diminuta detrás de ella y se encontró de vuelta en el mundo real.

A partir de ese día, Anita se sintió aún más emocionada por las aventuras que la esperaban.
Sabía que, aunque era pequeña, estaba llena de curiosidad y coraje de dones y grandezas, y
estaba dispuesta a explorar cada rincón del mundo, grande o pequeño.

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