Antonio Huertas Morales - La Orden Del Temple y El Grial

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Cuadernos templarios

Valentia Mediaevalis

La Orden del Temple


y el grial:
Una aproximación desde
la literatura.
Antonio Huertas Morales
Cuaderno número XI – Diciembre de 2020

Publicación digital gratuita editada por Valentia Mediaevalis

ISSN:2603-8714
La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Cuaderno número 11

Diciembre de 2020
Antonio Huertas Morales
[email protected]

Consejo de redacción

Manuel Ortuño Arregui (Doctor en Filología Latina)


Santiago Soler Seguí (Investigador Histórico)
Julián Darío Martos Carbonell (Arquitecto del Patrimonio)
Isabel Martínez Ponz (Historiadora del Arte)
Jose Luis Gómez Navarro (Ilustrador)
María Ángeles Buisán (Corrección de textos y articulista)
Verònica Jiménez Ferran (Doctora en Historia del Arte)

Publicación gratuita editada por Valentia Mediaevalis®.

Marca registrada en la Oficina Española de Patentes y Marcas con el N.º 4.006.100.

ISSN 2603-8714

Se autoriza la reproducción parcial o total de este trabajo siempre y cuando se


cite su fuente, autor y lugar de procedencia.

Todos los artículos publicados en Cuadernos templarios son únicamente propiedad del autor.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Antonio Huertas Morales (Ontinyent, 1983).

Doctor en Literatura Española por la Universitat de València, donde impartió


clases de literatura medieval. Ha sido profesor en la Universidad de Zagreb y
en la Universidad de Tallin, y
actualmente ejerce en la
Universidad Rey Juan Carlos
como profesor visitante. Es
miembro del Proyecto Parnaseo
(Servidor Web de Literatura
Española, referencia FFI2007-
82588-P, AEI/FEDER, UE) y
coordinador del portal y los
monográficos de Storyca, además
de autor de La Edad Media
contemporánea (2015). Se ha
especializado en la pervivencia
de la historia, leyenda y mitos
medievales en la narrativa
española (siglos XIX-XXI), tema
sobre el que ha publicado una
treintena de artículos, algunos de ellos dedicados a la orden del Temple.

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La Orden del Temple y el grial: una aproximación desde la literatura.

Indiana Jones and the Last Crusade


(1989)

Knightfall (2018)

L
a primera imagen, que apenas necesita presentación, corresponde a la
película Indiana Jones and the Last Crusade.1 La segunda, menos conocida, a
la serie Knightfall.2 Entre ambas han pasado 30 años: una es un clásico del
cine; la otra, una serie lanzada por History Channel que aún no ha concluido. En
la primera, al grial se accede solo tras superar una serie de pruebas, y tras su
rastro también se encuentran los hombres del Reich, motivo que gozará de
notable éxito aún hoy, con los recreados, y a veces exacerbados, delirios
esotéricos del nazismo.

1 Spielberg, Steven. (1989). Indiana Jones and the Last Crusade. EE. UU.: Lucasfilm-Paramount
Pictures.
2 Handfield, Don y Rayner, Richard. (2018). Knighfall. República Checa: A+E Studios-The

Combine-Midnight Radio-Stillking Films-PAKT Media. La imagen corresponde al episodio 8 de


la primera temporada.

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En la segunda, sus protectores son los miembros de la Hermandad de la Luz,


organización a la que también resulta sencillo encontrarle todo tipo de
paralelismos en otras producciones contemporáneas. Ambos griales,
emparentados por su factura física, como reconocen el arqueólogo Indiana o el
guardasellos Nogaret, son, no obstante, bien diferentes: el primero, copa de la
última cena, otorga la vida eterna; el segundo esconde en la base un pequeño
pergamino cuyo contenido parece sencillo de intuir para el espectador
aficionado a los misterios de la Orden. Los protagonistas de las imágenes, eso
sí, siguen siendo los mismos: el grial y la orden del Temple.3

Desde hace ya varias décadas, la recuperación del imaginario medieval pasa


por la Orden del Temple, como ya analizamos en otros lugares.4 Por eso,
aunque las presentes páginas van a centrarse en la literatura, los planteamientos
no distan de los que podemos encontrar en otras propuestas ficcionales, como el
cine, el cómic o los videojuegos. Si bien creemos que la literatura estuvo antes,
han sido la televisión y el cine los que han permitido al templarismo imponerse
como fenómeno de los medios de comunicación de masas.5 Por ello, y porque
queremos seguir siendo fieles a la estética de la presente publicación, no
queremos dejar de lado la imagen, que también tanta relevancia tuvo en la
difusión e interpretación del mundo artúrico.6

Abordar solamente la literatura (y, más concretamente, la española, en la


segunda parte del presente trabajo) es la primera renuncia que hemos tenido
que asumir. La otra, mucho mayor, es obvia: ante la ingente bibliografía que
genera cada año la orden del Temple y la dedicada al mito del grial, presentar al
lector las fuentes de las que parte la leyenda de los templarios como sus

3 En realidad, en el filme de Spielberg, no se menciona a los templarios, sino solo que tres
caballeros cruzados alcanzaron el grial, que desde entonces ha sido protegido por la
Hermandad de la espada cruciforme. No obstante, las similitudes con el Temple son muchas, y
así lo han percibido público y crítica.
4 Para el lector interesado, remitimos al catálogo en curso que elaboramos para Storyca, tanto

sobre la narrativa española:


(http://parnaseo.uv.es/AulaMedieval/aM_es/StorycaWeb/literatura-espanola/) como sobre
la extranjera (http://parnaseo.uv.es/AulaMedieval/aM_es/StorycaWeb/lit-extranjera/). Para
la elaboración de las presentes páginas hemos aprovechado algunos trabajos ya publicados con
anterioridad, con las correspondientes enmiendas debidas a las nuevas lecturas: “Sed nomini tuo
da gloriam: La Orden del Temple en la narrativa española contemporánea (1990-2009)”. En Actas
del XIII Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval. Valladolid: Universidad de Valladolid,
2011, vol. 2, pp. 1027-1045; “El Priorato de Sión. Presencia del mito en la narrativa española”.
Monographic Review, XXVII (2011), pp. 101-117; y La Edad Media contemporánea: Estudio de la novela
española actual de tema medieval (1990-2012). Vigo: Academia del Hispanismo, 2015.
5 Di Carpegna Falconieri, Tommaso. “L´eredità templare”. En Giancarlo Andenna, Cosimo
Damiano Fonseca y Elisabetta Filippini (eds.). I Templari. Grandezza e caduta della militia Christi.
Milán: Vita e Pensiero, 2017, p. 232. Un apéndice bibliográfico sobre el grial en el cine puede
consultarse en Cardini, Franco, Massimo Introvigne y Marina Montesano. Il Santo Graal.
Florencia: Giunti, 2006, pp. 230-235.
6 El lector que quiera familiarizarse con la impronta del mundo artúrico en el arte, desde las

abundantes miniaturas hasta frescos, escultura o bordados, puede tomar como punto de partida
el trabajo de Ibáñez Palomo, Tomás. “El mundo artúrico y el ciclo del Grial”. Revista Digital de
Iconografía Medieval, VIII.16 (2016), pp. 31-66.

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custodios solo puede emprenderse desde la simplificación, asumiendo incluso


que será un intento fallido. No obstante, pensamos que valía el esfuerzo, en
tanto que se trata, a diferencia de otros motivos, surgidos posteriormente, de
una leyenda que tiene sus orígenes bien localizados en la literatura Edad Media.

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El grial

Ante todo “no se debe olvidar que el Grial es una creación de la literatura, y
específicamente, de la literatura medieval”,7 pero también “una construcción
cuyas bases apuntan a lo más alto de los ideales y a las más profundas
experiencias religiosas”.8

Aunque, como veremos más abajo, no se trata de un término extraño, su


aparición inaugural en la literatura artúrica se la debemos a Chrétien de Troyes,
quien bien puede ser considerado el primer novelista francés y uno de los
autores más relevantes de todo el medievo.

El grial, todavía para nosotros un objeto, es “una cosa tan santa” que aparee en
El cuento del grial (Li contes del Graal), último de sus roman, cuya redacción debió
iniciarse en torno a 1180 y cuya falta de conclusión, bien por la muerte del
mismo Chrétien, bien por la de su protector, Felipe de Alsacia, conde de
Flandes (ante Acre, en 1191, durante la tercera cruzada), no hizo más que
alimentar sus misterios. Pronto hubo manos dispuestas a explicarla, a concluirla
(la obra que Chrétien hubiera escrito) o a continuarla (inspiradas en Chrétien
para sus propias creaciones).

La particularidad de El cuento del grial es que el amor deja paso a la formación


del caballero, y su título es significativo, en tanto que, frente a la producción
anterior del autor en torno a la materia de Bretaña, hace referencia a ese objeto,
mientras que desplaza a sus protagonistas, que en esta ocasión son dos,
Perceval y Galván. El primero, del que no sabremos el nombre y linaje hasta
mucho después, es quien nos interesa.

Criado en la Yerma Floresta y alejado de la corte y de la caballería por deseo de


su madre, la Dama Viuda, que espera evitarle la adversa fortuna que se ciñó
sobre su padre y hermanos, queda fascinado por la irrupción, en ese paraje
alejado, de cinco caballeros, por lo que se dirige a la corte del rey Arturo, para,
posteriormente, ser armado caballero. Pasados los estadios del ideal de su estado,
también en cuanto al amor, y demostradas sus habilidades con las armas desde que
accede a la corte de Arturo, Perceval tiene que pasar de lo terreno a lo espiritual. Es
entonces cuando llegamos al momento cumbre de la obra. En el castillo del Rey
Pescador, el joven contempla la procesión del grial. Adoptemos sus ojos:

7 Martín Botero, Mario. “Los orígenes del Grial en la literatura medieval: de Chrétien de Troyes

a Robert de Boron”, Perífrasis, 1.2 (2010), pp. 7-21.


8 Barber, Richard. El Santo Grial. Historia de una leyenda. Barcelona: La Liebre de Marzo, 2007, p.1.

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[…] un criado vino de una habitación sujetando una blanca lanza empuñada por el
centro, pasa entre el juego y los que estaban sentados en la cama, y todos los de allí
vieron la lanza blanca y el hierro blanco, y desde la punta salía una gota de sangre que
corría hasta la mano del criado. Esta cosa admirable vio el muchacho, que allí había
llegado aquella misma noche, y se abstiene de preguntar cómo ocurría aquello, pues se
acordaba del consejo que le había dado el caballero al enseñarle y recomendarle que se
guardara de hablar mucho; teme que si pregunta se lo tomaran como simpleza, y por eso
no pregunta nada.

Entonces llegaron otros dos criados, con candelabros de oro puro en la mano, trabajado
con nieles. Los criados que llevaban los candelabros eran muy bellos. En cada candelabro
ardían al menos diez velas; una doncella que venía con los criados, bella, agradable y
bien ataviada, sujetaba un grial entre las dos manos. Cuando entró allí con el grial que
llevaba sobrevino tan gran claridad que todas las velas perdieron su luz como las
estrellas y la luna cuando sale el sol. Detrás de ella venía otra que llevaba un plato de
plata. El grial, que iba delante, era de fino oro puro; tenía piedras preciosas de muchas
clases, de las más ricas, de las más caras que hay en el mar y en la tierra: a todas las
demás piedras superaban las del grial, sin duda. Igual que la lanza, pasaron por delante
de él y fueron de una habitación a otra.9

Ante la visión de tales maravillas, Perceval, malinterpretando los consejos de


Gorneman de Goort (o siguiéndolos con un celo excesivo), que aconseja
discreción a quien antes nos había demostrado su ingenuidad, no ha hecho las
preguntas (¿por qué sangra la lanza? ¿a quién sirve con el grial?) que hubieran
salvado al Rey Pescador. A la mañana siguiente, cuando quiera hacerlo, ya será
tarde. Por ello es reconvenido por su tío, el ermitaño:

El pecado te cortó la lengua cuando viste pasar delante de ti la punta que nunca restañó
y no preguntaste el motivo. Cuando no averiguaste a quién se sirve con el grial,
cometiste una insensatez. Al que sirve era mi hermano. Mi hermana, y suya, fue tu
madre, y el Rico Rey Pescador creo que es hijo de aquel que se hace servir con el grial. Y
no creáis que tiene lucios, lampreas o salmones: con una sola hostia, lo sabemos, que le
llevan en ese grial, mantiene su vida y la reconforta, tan tanta cosa es el grial; y es algo
tan espiritual que su vida no la sostiene más que la hostia que va en él. Quince años ha
estado ya así, sin salir de la habitación en la que viste entrar el grial. Ahora quiero
imponerte y darte penitencia por este pecado.10

9 Troyes, Chrétien de. El cuento del grial. Ed. Carlos Alvar. Madrid: Alianza, 2006, pp. 125-126.
10 Ibíd., p. 196.

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Aunque resultan difícilmente indisociables, también por su posible origen y


significación, dejamos al margen el resto de elementos –la lanza, la doncella−
para centrarnos en el grial, traducido por Carlos Alvar como ʽplatoʼ. Si
seguimos a Corominas,11 a pesar de que la leyenda y literatura del grial se
propagaron desde el norte de Francia, el término procede del Sur de este país y
de Cataluña (de 1010 es el testimonio más antiguo, en Urgell), donde era
popular y presentaba diferentes formas (gradal, gresal, gradale, grala, grela…) que
venían a designar un plato hondo donde se servían alimentos (escudilla,
cazuela, lebrillo). Su tamaño es grande: la doncella emplea las dos manos para
portarla y parece, en otros contextos, destinada a servir pescados. Es
importante, por lo tanto, su aparición durante el acto de la comida, puesto que
se trata de una pieza de la vajilla, aunque su carácter maravilloso y misterioso,
centro de la no menos enigmática procesión del grial, parece tener un valor
místico. La idea de un portador o productor de alimentos puede proceder del
folklore o de la mitología precristiana de tradición céltica (cornucopia, caldero);
de la cristianización de un rito de fertilidad, una de las interpretaciones
primeras, pero aún vigente; o del símbolo cristiano no explicitado. 12 Sin
embargo, lo que porta es un único manjar, la hostia, dato que, junto a la
inconclusión de la obra, dará lugar al proceso transformador del objeto, que aún
no está cristianizado, pero cuyos elementos, la lanza (de Longinos), la copa (de
la cena), símbolos de la pasión, tienen significado eucarístico.

La ambigüedad de Chrétien iba a solucionarla su coetáneo Robert de Boron,


que bien puede ser entendido como un contextualizador en las Escrituras y
cristianizador del grial, a quien le debemos el recorrido del santo grial desde los
pies de la cruz hasta el reino de Arturo: queda establecida así la genealogía de
los guardianes del grial, en la que José de Arimatea asume la tarea de custodiar
la Santa Reliquia. A partir de él, ya no habrá dudas de la esa relación: de
escudilla a cuenco (veissel) y a cáliz (calix), pero no cualquiera de ellos, sino el
cáliz que testimonia la presencia de Cristo entre los hombres. De un grial
indeterminado al Grial o el Santo Grial, es decir, de una escudilla hasta ser
camino a la salvación, ya para siempre indisociable de la corte de Arturo, a
pesar que no había mención alguna anterior a Chrétien.

11 Corminas, Joan y José A. Pascual. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Tomo III.
G-Ma. Madrid: Gredos, 1984, pp. 208-211.
12 Puede consultarse una síntesis valiosa de las interpretaciones y orígenes del mito y las sendas

de la crítica en Gracia, Paloma. “El mito del Graal”. En Rafael Beltrán (ed.). Literatura de
caballerías y orígenes de la novela. Valencia: Universitat de València, 1998, pp. 63-75.

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Wolfram von Eschenbach y su Parzival

En este recorrido, ocupa un lugar especial el Parzival de Wolfram von


Eschenbach. (¿1170/1220?), iniciado hacia 1200 y finalizado unos diez años más
tarde, tras diversas épocas de composición. Se trata de una de las obras más
extensas del medievo, conformada por 16 libros y 25000 versos, además de una
de las más exitosas también en periodos posteriores, lo que avalan los más de 80
manuscritos conservados (16 de ellos completos), que sea uno de los primeros
libros editados por la imprenta (1477), una de las primeras obras medievales
traducidas (Bodmer, siglo XVIII) y uno de los primeros textos editados con
criterios modernos (Myller en 1784 y críticamente por Lachmann en 1833).

Wolfam también nos presenta, con algunas variantes, la procesión del grial,
pero su punto de vista es tan genuino y elaborado que da lugar a toda una rama
de la leyenda griálica que suele merecer un lugar aparte en los estudios:

Allí estaban sentados muchos magníficos caballeros y se presentó ante sus ojos la mayor
tristeza. Un escudero entró corriendo por la puerta Llevaba una lanza, de cuyos filos
fluía sangre, que corría por el mago hasta la mano, para ser recogida en la manga. Al
verla se produjo un gran duelo. En el espacioso palacio lloraron y gritaron. Las gentes
de treinta países no hubieran podido hacer con sus ojos otro tanto. El escudero llevó la
lanza por toda la sala, a lo largo de las cuatro paredes, y de nuevo hasta la puerta, de la
que salió corriendo. Se callaron entonces los lamentos y el dolor que había despertado la
lanza que llevaba en su mano el escudero […].

La reina llevaba sedas de Arabí. Sobre un verde ajmardí portaba la perfección del
Paraíso, a la vez su raíz y su brote. Era una cosa que se llamaba “el Grial”, que
superaba la mayor gloria del mundo. La que portaba el Grial tenía por nombre Repanse
de Schoye. El Grial tenía esta condición: la que lo cuidaba tenía que conservar su pureza
y estar libre de maldad. Ante el Grial traían lámparas, que no eran precisamente
baratas: seis bellos recipientes de cristal, altos y resplandecientes, en lo que ardía bien el
bálsamo. Cuando entraron por la puerta, a la debida distancia se inclinaron con buenos
modales la reina y las doncellas que llevaban las lámparas de bálsamo. La reina
inmaculada depositó el Grial ante el señor del castillo.13

13 Von Eschenbach, Wolfram. Parzival. Ed. Antonio Regales. Madrid: Siruela, 2017, pp. 126 y
128.

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Sin lugar a dudas, la obra de Wolfram von Eschenbach ha sido blanco de


innumerables lecturas e interpretaciones, sobre todo a partir del siglo XIX, en
torno, fundamentalmente, a cinco cuestiones que, aunque tantas veces
profundamente interrelacionadas, vamos a intentar sintetizar a continuación, a
saber: el papel de los “templarios” como custodios del grial; la presunta
pertenencia de Wolfram von Eschenbach a la orden del Temple; las fuentes del
Parzival; la transformación del grial, ahora lapsit exillis; y, finalmente, la
ubicación geográfica de Munsalwäsche o la existencia extraliteraria de sus
protagonistas.

EN PRIMER LUGAR, resulta del todo imprescindible analizar el papel de la orden


del Temple, o de los templarios, como protectores y custodios del grial.
Volvamos a Wolfram:

Trevrizent contestó: “Del Grial deben cuidar doncellas, pues Dios lo ha dispuesto así.
Ellas le sirven. El servicio del Grial es muy distinguido. Solo lo pueden desempeñar
caballeros que vivan en castidad. Cuando las estrellas suben en su órbita, se apodera del
pueblo del Grial, de los jóvenes y de los viejos, una gran desolación. Desde hace
demasiado tiempo se mantiene la cólera de Dios sobre ellos. ¿Cuándo podrán ser felices?
Sobrino, te voy a contar algo que me puedes creer de buen grado. A menudo están como
ante un juego de azar: pierden y ganan. Reciben niños pequeños de alto linaje y gran
belleza, y si un país se queda sin soberano y por la Providencia de Dios el pueblo desea
otro señor, se le concede uno de la sociedad del Grial. Deben servirle debidamente, pues
tiene la bendición de Dios. Dios envía allí en secreto a los hombres y públicamente a las
muchachas. […]. Así pues, desde el Grial se envía a los hombres en secreto y a las
muchachas públicamente, para que se multipliquen y, mediante el servicio de sus hijos,
acrecienten las huestes del Grial. Dios les muestra el buen camino. Quien se ha decidido
por el servicio al Grial debe renunciar al amor de las mujeres. Solo al rey le asiste el
derecho de tener una mujer, que ha de ser pura, así como a los que Dios ha enviado como
soberanos a los países que se han quedado sin rey. Yo transgredí ese mandamiento y amé
a una mujer por su recompensa amorosa. Me llevó a ello mi resplandeciente juventud y
las excelencias de la dama…14

El término con el que se solía denominar a los miembros de la orden del Temple
era el de tempelherren, mientras que el empleado por Wolfram Von Eschenbach,
templeise/n, es, aunque con similitudes obvias, de creación propia. Se trata de un
problema esencial que hay que tener en cuentas antes de afirmar sin más que
“Wolfram hace a los Templarios los perfectos guardianes del Grial”15 o que
“pone Templarios alrededor del Grial”:16 mientras que el Grial, desde su

14 Ibíd., pp. 242-243.


15 Martín Lalanda, Javier. “El Temple y San Bernardo”. En Elogio de la nueva milicia templaria.
Los templarios. Bernardo de Claraval. Régine Pernoud. Madrid: Siruela, 2005, p. 19.
16 Verjat Massmann, Alain (ed). El cuento del Grial. Chrétien de Troyes. Barcelona: Bosch, 1995.

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primera aparición en la obra de Chrétien, resulta ya indisociable de la literatura


artúrica, su vinculación con la orden del Temple solo puede ser tildada de
circunstancial, o limitada en todo caso a la obra de Wolfram y sus
continuadores, y va a depender en gran medida de cómo se interprete el
término y la descripción de los caballeros. Ciertamente, en otras obras se podría
alegar el parentesco de los protagonistas y el ideal espiritual de Galaz, e incluso
se podría deducir la presencia de templarios por los símbolos que portan y por
la relación de la Orden con Tierra Santa y Jerusalén, pero en ningún caso se los
llama directamente templarios. Por lo tanto, no está de más partir de la
prudencia, como hace Beltrán: “inmediatamente surge la asociación con los
templarios, aunque nada hay que la confirme”.17

Para Regales, editor y traductor de la obra, “No es totalmente seguro que quiera
referirse a los templarios, aunque es lo más probable. Los caballeros del Grial
tienen semejanzas, aunque también importantes diferencias, con los templarios
[…]”.18 Una de esas semejanzas claro está, es la prohibición del “amor a la
mujer”, 19 si bien el voto de castidad no era ni mucho menos exclusivo del
Temple ni de las órdenes militares. Las diferencias, en todo caso, son también
notables. Barber considera que Wolfram no estaría refiriéndose a los templarios
dada su escasa implantación en la Alemania de la época (resultaría extraño que
Chrétien, vinculado por nacimiento o servicio la corte de Troyes, hubiera
escatimado cualquier alusión, y bien es sabido que en Cataluña, Aragón y
Francia ya tenían una más que consolidada presencia), amén de por ser mujeres
las encargadas de portal el Grial, por el matrimonio de los elegidos o por su
destino al frente de los reinos a los que son llamados.20

Lo más prudente resulta considerar que los templeisen de Von Eschenbach


estarían inspirados en la Orden del Temple, sobre todo el concepto de caballería
espiritual, en la dualidad que ofrecían como milicia de Dios, divulgada a través
del Cister y de San Bernardo. Ya en Li contes del graal, de Chrétien de Troyes,
Perceval recibe la visita de un ermitaño el Viernes Santo, y de esa visita pasará
de ser un caballero cortés a un caballero de Cristo: mandamientos religiosos y
morales añadidos a las reglas de caballería, lo que marcará las posteriores
creaciones, como las de la Vulgata, que ofrece un nuevo tratamiento espiritual
de la materia artúrica, “reinterpretación religiosa de los valores caballerescos
entendidos de manera mística y trascendente, tras la cual se reconoce la
influencia cisterciense”.21

Compárense las palabras del Parzival: “Si puede la caballería conquistar con el
escudo y con la lanza la gloria terrenal y también el paraíso del alma, siempre

17 Beltrán, Rafael. “Los orígenes del grial en las leyendas artúricas: interpretaciones cristianas y
visiones simbólicas”. Tirant, 11 (2008), p. 37.
18 Regales. A. (ed). Parzival. Op. cit., nota 143, p. 401.
19 Ibid. p. 15.
20 Barber, Richard. Op. cit.
21 Beltrán, Rafael. Op. cit., p. 39.

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he ansiado ser caballero”,22 con las de San Bernardo: “Es nueva esta milicia.
Jamás se conoció otra igual, porque lucha sin descanso combatiendo a la vez en
un doble frente: contra los hombres de carne y hueso, y contra las fuerzas
espirituales del mal [...]. El soldado que reviste su cuerpo con la armadura de
acero y su espíritu con la coraza de la fe, ese es el verdadero valiente y puede
luchar seguro en todo trance.23

Esta referencia, sin embargo, no implica que Wolfram estuviese describiendo o


refiriéndose a la Orden del Temple histórica, ni atribuyéndoles realmente la
custodia de secreto alguno: no “se refería a los templarios históricos, sino a un
modelo idealizado de la caballería espiritual”.24 No faltan, sin embargo,
numerosos autores que prefieren ver a los templarios como custodios del Grial,
como veremos más adelante.

Helen J. Nicholson, que ha venido estudiando la presencia de las órdenes


militares en la literatura medieval, señala los distintos papeles que
desempeñaban en su doble función monástica (retiro, penitencia, caridad,
hospitalidad, asistencia espiritual, rescate de prisioneros, entierro de los
muertos, conversión de musulmanes) y militar (en la batalla y como consejeros
y mensajeros), a la vez que llama la atención sobre cómo, de entre todas las
órdenes militares, los templarios fueron los primeros y los que con mayor
frecuencia desempeñaron el papel de ayudantes de los amantes, quizá
precisamente por y a partir de la influencia de la interpretación de Von
Eschenbach del amor cristiano en los guardianes del Grial. Su hipótesis, que
desarrollaremos posteriormente, es sugerente, puesto que en ella cobra sentido
la presencia de los templeisen: su aparición es esencial, porque a través de ella,
que actuaría como personificación de todas las órdenes militares (los templarios
fueron los primeros y los más vinculados con Tierra Santa), se indicaba a la
audiencia la identificación del castillo del Grial con Jerusalén, en el contexto de
cruzada. Ella misma señala, en todo caso, que los templeise del Parzival no son
los templarios reales, sino una versión o una imagen literaria.25

EN SEGUNDO LUGAR, sobre la vida de Wolfram poco sabemos, y todo procede de


la información contenida en sus propias obras. Sin embargo, la materia de
Oriente que se puede apreciar en el Parzival, “procedente, quizás de las
cruzadas, quizás de sus lecturas, o de su imaginación”, 26 dio origen a una
tradición que lo ilustra visitando Tierra Santa. Así se explicarían, entre otros, el
ajmardí sobre el que reposa el Grial, las concomitancias entre el grial y el schamir
judío o la Chvarena iraní o el linaje del propio Parzival.

22 Von Eschenbach, Wolfram. Op. cit., pp. 231-232.


23 Claraval, Bernardo de. Elogio de la nueva milicia templaria. Madrid: Siruela, 2005, p. 40.
24 Alvarado Planas, Javier. Templarios y masones. Las claves de un enigma. Madrid: Sanz y Torres,

2019, p. 76. Véase también p. 86.


25 Nicholson, Helen J. Love, War, and the Grail. Templars, Hospitallers, and Teutonic Knights in

Medieval Epic and Romance 1150-1500. Boston-Leiden: Brill, 2004.


26 Verjat Massmann, Alain (ed.). Op. cit. p. 33.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

La vinculación templaria se encuentra en autores que han proporcionado


lecturas esotéricas de la obra, como Ponsoye, para quien Wolfram “muy
probablemente estaba afiliado a la Orden del Temple”;27 es aprovechada por los
“adeptos del velo”, como Baigent, Leigh y Lincoln, que lo imaginan de visita
Outremer para ver a la orden en acción,28 y a quienes citamos por su relevancia
posterior en el presente trabajo; pero también considerada por los historiadores,
como Demurger, para quien Wolfram hizo el viaje a ultramar y convirtió a los
templarios en modélicos caballeros del Grial (a la vez que advierte del filón que
abrió con ello para los aficionados al esoterismo), o Corral, quien atribuye a
Wolfram la condición de caballero del Temple: “Dos testigos de excepción
estaban presentes ese año en el delta del Nilo. Por un lado, el templario alemán
Wolfram von Eschenbach, a quien le impresionó tanto el arrojo de sus
hermanos en la Orden que a su regreso a Alemania escribió el poema épico
Parsifal, en el cual convirtió a los templarios en los guardianes del Santo Grial
[y Francisco de Asís]”.29

La pertenencia la Orden, así como el orientalismo y esoterismo de Wolfram,


muchas veces vinculados a sus conocimientos de alquimia y astrología,
merecen, aunque sea breve, una aclaración que realizaremos más adelante. En
realidad, conviene notarlo, hoy los investigadores coinciden en que ninguna de
las obras en torno al Grial surgió de mano templaria.

EN TERCER LUGAR, de la misma manera que Chrétien decía basarse en un libro


cedido por su Felipe de Alsacia, sin que podamos reconocer positivamente sus
fuentes (recurso literario de su fértil imaginación, para Barber,30) Wolfram,
quien indudablemente conoció la obra del de Troyes, dice basarse en el texto de
un tal Kyot, que a su vez se inspiraría en el magisterio de Flegetanis. Volvamos
al Parzival:

El propio Kyot lo llama así [Liddamus]. Kyot se llamaba también El Encantador y su


arte le llevaba a cantar y a narrar de un modo que aún hoy hace feliz a muchos. Kyot,
que es un provenzal, encontró escrita en árabe esta historia de Parzival. Todo lo que él
contó en francés, lo narraré yo en alemán, si no me abandona mi inteligencia.

“De él [Trevrizent] aprenderá ahora Parzival los misterios del Grial. Quien antes me
preguntó por ellos y me criticó porque no se los conté se ha puesto en ridículo. Kyot me
pidió que callara, pues la historia le ordenaba que no dijera nada hasta que la propia
narración indicara que era necesario hablar de ello. Kyot, el famoso maestro, encontró en
Toledo el texto originario de esta historia, olvidado en algún rincón y escrito en árabe.
Antes tuvo que aprender los signos mágicos, sin estudiar el arte de la magia negra. Le

27 Ponsoye, Pierre. El Islam y el Grial. Palma de Mallorca: José J. de Olañeta editor, 1998, p. 34.
28 Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln. El enigma sagrado. Madrid: Martínez Roca,
2009.
29 Corral, José Luis. Breve historia de la orden del Temple. Barcelona, Edhasa, 2006.
30 Barber, Richard. Op. cit., p. 196.

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ayudó su fe cristiana, pues, si no, esta historia sería aún desconocida. Ningún ser
pagano nos puede revelar la esencia del Grial ni cómo se descubrió su secreto. Un
pagano, llamado Flegetanis, alcanzó gran fama por su saber. Este físico procedía de
Salomón y era de estirpe israelita, muy noble desde tiempos muy antiguos, hasta que el
bautismo nos libró del fuego del infierno. Él escribió la historia del Grial. Por parte de
padre, era pagano: Flegetanis rezaba a un becerro como si fuera su dios. ¿Cómo puede el
demonio confundir tan ignominiosamente a gente tan inteligente, y Dios Todopoderoso,
que conoce todos los misterios, no los ha liberado de esas creencias? El pagano
Flegetanis supo exponernos la ida y el regreso de las estrellas y las dimensiones de sus
órbitas, hasta que vuelven a sus puntos de origen. La esencia de los humanos está
condicionada por la órbita de las estrellas. Como pagano, Flegetanis bien con sus propios
ojos en las estrellas misterios ocultos y habló de ellos con gran timidez. Nos dijo que
había una cosa que se llamaba el Grial. Este nombre lo leyó claramente en las estrellas.
“Lo dejó sobre la tierra una cohorte de ángeles, que volaron después más alto que las
estrellas, si es que su inocencia les permitió volver al cielo. Desde entonces lo tienen que
guardar cristianos con la misma pureza. Quien es llamado al Grial tiene la mayor
dignidad humana”.

Esto escribió Flegetanis sobre el Grial. Kyot, el sabio maestro, empezó a buscar noticias
en libros latinos sobre dónde había existido un pueblo destinado a guardar el Grial y a
vivir en la pureza. Leyó crónicas de diversos países, de Britania, de Francia, de Irlanda y
de otros lugares, y encontró la referencia a Anjou. Leyó sobre Mazadan cosas que están
fuera de toda duda. Se había escrito con precisión sobre su linaje y también cómo Titurel
y su hijo Frimutel legaron el Grial a Anfortas, el hermano de aquella Herzeloyde de la
que Gahmuret tuvo el hijo del que trata esta historia.31

Se trataría, por lo tanto, de la existencia de una versión anterior de las aventuras


de Parzival, que Kyot el provenzal conocería a través de la obra compuesta en
Toledo por un tal Flegetanis y que Chrétien desvirtuó, por lo que Von
Eschenbach, conocedor de la versión de Kyot, se propondría narrarlas. Aunque
se supuso que Kyot podría aludir a Guiot de Provins, quien habría trasladado
sus experiencias en Tierra Santa a Von Eschenbach, en la actualidad no existen
argumentos sólidos, ni histórica ni filológicamente, para sostener tal
identificación, por lo que suele atribuirse a la invención literaria de Wolfram:
desde un personaje más al que le proporciona una historia propia,32 a una
manifestación irónica frente a la censura de la originalidad o un intento de
defenderse de la acusación de sus contemporáneos de ser demasiado libre en el
uso de las fuentes.33 Resume Alvar:

31 Von Eschenbach, Wolfram. Op. cit., pp. 208 y 225-226.


32 Barber, Richard. El Santo Grial. Historia de una leyenda. Op. cit., p. 216.
33 Parra, Eva. Wolfram von Eschenbach. Madrid: Ediciones del Orto, 2006, 45-46. Regales, Antonio.

(ed.). Parzival. Op. cit., pp. 11-12. Este último, ibid., nota 144, p. 401, sobre Flegetanis, nos dice
que, sin identificación fehaciente, “podría tratarse del astrónomo Al Fergani (siglo IX)”.

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Dejando al margen la referencia al origen de la historia, que pone de manifiesto el


prestigio de Toledo como centro de estudio de la astronomía y de otras ciencias ocultas
de origen árabe, y el papel relevante de intermediarios culturales de los judíos medio
siglo antes de Alfonso X, el resto de la información que suministra Wolfram carece de
los mínimos visos de verosimilitud, tanto en lo relativo a Flegetanis como en lo que tiene
que ver con el provenzal Kyot.34

No es óbice, sin embargo, para que la vieja atribución siga aún válida, como
sucede, por continuar con el ejemplo, en la obra de Baigent et alii, para quienes
los eruditos han desperdiciado mucho tiempo y mucha energía discutiendo
sobre la existencia de Flegetanis y Kyot, cuya identidad afirman que puede
establecerse de modo bastante sólido como Guiot de Provins, quien quizá
conoció a Wolfram en Maguncia, en 1184, con motivo de la fiesta caballeresca
de Pentecostés, en la cual el Sacro Emperador Romano, Federico Barbarroja,
confirió el título de caballero a sus hijos (tal vez dataría de ese encuentro el
interés de Wolfram en el Temple). Para los tres ensayistas, por tanto, si la
identidad de Kyot es real, es plausible suponer que también Flegetanis también
existió en realidad, o fue una creación de Wolfram o Guiot-Kyot (o ambos) con
algún propósito. Se trata, sin embargo, de solo la más relevante de las
identidades que se le han dado, pero no la única. Se podría mencionar también
la de Ponsoye, para quien Wolfram sería el primer intérprete de una tradición
provenzal del Grial, de origen oriental y de filiación islámica y templaria (frente
a la cristiana) y, así, Kyot sería el pseudónimo del transmisor de la enseñanza
tradicional, oral y secreta, del Felek-Thâni (Flegetanis).35

Para Regales, en el Parzival fondo y forma son esotéricos: Wolfram es la


confluencia del esoterismo templario, la literatura trovadoresca provenzal y las
doctrinas maniqueistas renovadas de los cátaros, amén de que “los templarios
cultivaban ideas que recuerdan tanto las del Grial que éstas bien pudieran
proceder de ellos. El Cristianismo que predicaban los templarios era, en buena
medida, Cristianismo sanjuanista. Como en el Parzival, los templarios
profesaban un Cristianismo que era, más bien, una religión del logos de la
humanidad. En ella cabían los cristianos y los paganos. Aunque conservaban
los ritos y sacramentos de la Iglesia, lo hacían a modo de ropaje externo. Los
templarios se ocupaban también de la astrología, de la alquimia y de la
cosmosofía. La orden del Temple desarrolló un culto propio esotérico e ideas
iniciáticas. Desde el asunto de la culpa de Anfortas hasta cuestiones de detalle,
todo apunto a que los templarios influyeron decisivamente en el Parzival”.36

34 Alvar, Carlos. De los Caballeros del Temple al Santo Grial, Madrid, Sial, 2010, p. 182.
35 Ponsoye, Pierre. Op. cit.
36 Regales. Antonio. “El esoterismo del Parzival”. En Magdalena León Gómez (ed.). La literatura

en la literatura. Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2004, p. 477.

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Verjat, más prudente, apenas apunta que los templarios tendían al esoterismo
cristiano,37 pero vayamos por partes.

Que existieran prácticas iniciáticas en las órdenes militares no es extraño, como


tampoco que las acusaciones vertidas contra el Temple en el juicio estuviesen
elaboradas a partir del conocimiento o rumores de tradiciones o rituales
militares. Los saberes que les atribuye Regales son, sin embargo, más
cuestionables. Los templarios, o su mayoría, eran gente inculta, desconocedores
del latín, más soldados que eruditos, hasta el punto de que quizá uno de los
factores que contribuyó a su caída fuera precisamente esa desconfianza hacia la
cultura.38

Hoy en día, de hecho, la mayoría de voces autorizadas coinciden, como ya


hemos notado, en que, si bien alguna de las obras acerca del grial pudo haberse
producido en Oriente, ninguna de ellas pertenece a mano templaria. Es más,
“No existe prueba alguna de que los templarios poseyeran conocimientos de
ciencias, y por supuesto tampoco de magia: la magia medieval era una ciencia
sumamente culta, escrita y ejecutada en latín, mientras que los templarios eran
en general individuos notablemente incultos (según parece, esta característica
se debía a una política deliberada, pues se consideraba que los hermanos cultos
podían llegar a resultar problemáticos”.39

En la misma línea incide Alvarado Planas, para quien “considerar a los rudos y
esforzados caballeros templarios (que apenas tenían tiempo para cumplir con
sus deberes de oración diario en medio de sus ocupaciones militares o
administrativas) legatarios de una enseñanza mística y esotérica” es, como poco
“ignorar que la misma esencia de la vida militar y cuartelera no daba para
tantas sutilezas”,40 mientras que recuerda que las reelaboraciones cristianas más
importantes del esoterismo oriental solo se recibieron en Europa tras la caída de
Bizancio y no por intermediación templaria.41

EN CUARTO LUGAR, el grial ha dejado de ser escudilla, vaso o cáliz, para ser
piedra, lapsit exillis. Veamos la descripción que Trevrizent le ofrece al galés:

Sé bien que viven muchos valientes caballeros en Munsalwäsche, junto al Grial.


Cabalgan una y otra vez en busca de aventuras. Consigan la derrota o la victoria, estos

37 Verjat Massmann, Alain (ed). Op. Cit., p. 57


38 Nicholson, Helen J. Los templarios. Una nueva historia. Barcelona: Crítica, 2006, pp. 13 y 211 y
Partner, Peter. El asesinato de los magos. Barcelona: Martínez Roca, 1987, pp. 29-30. Cfr. Cerrini,
Simonetta. L’ apocalisse dei Templari. Milán: Mondadori. 2012, p. 159, para quien “I templari
erano infatti uomini religiosi in contatto fin dalle origini con i migliori intellettuali del tempo ed
essi stessi uomini di cultura”, con una pequeña parte de responsabilidad en el renacimiento
cultural del siglo XII.
39 Nicholson, Helen J. Los templarios. Una nueva historia. Op. cit., p. 24.
40 Alvarado Planas, Javier. Op. cit., p. 92.
41 Ibíd., p. 106.

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templarios expían así sus pecados. Habita allí una tropa bien experimentada en la lucha.
Os diré de que viven: se alimentan de una piedra, cuya esencia es totalmente pura. Si no
la conocéis, os diré su nombre: lapis exillis. La fuerza mágica de la piedra hace arder al
Fénix, que queda reducido a cenizas, aunque las cenizas le hacen renacer. Así cambia el
Fénix su plumaje y resplandece después en sus mejores galas, siendo tan bello como
antes. Por muy enfermo que esté alguien, si ve un día la piedra, no puede morir en la
semana siguiente y mantiene toda su belleza. Quien en la flor de la vida, fuera doncella
o varón, contemplara la piedra durante doscientos años, conservaría el mismo aspecto:
solo el cabello se le tornaría gris. La piedra proporciona a los seres humanos tal fuerza
vital que su carne y sus huesos rejuvenecen al instante. Esta piedra se llama también el
Grial. Hoy baja sobre él un mensaje, sobre el que descansan sus poderes sobrenaturales.
Hoy es Viernes Santo y se verá como desciende del cielo una paloma y deposita sobre la
piedra una pequeña y blanca hostia. La paloma, que resplandece en su blancura, retorna
después al cielo. Como os digo, todos los Viernes Santos la deposita sobre la piedra, con
lo que le proporciona todo lo que en la tierra posee un buen aroma, comidas y bebidas,
todo lo que crece en la tierra, con una abundancia paradisíaca. La piedra obsequia
asimismo con la carne de todos los animales que vuelan, corren o nadan, El poder
maravilloso del Grial asegura la existencia de la comunidad de caballeros. Oíd cómo se
sabe quiénes son llamados al Grial. En el borde de la piedra, una inscripción con letras
celestiales indica el nombre y el origen, sea muchacha o muchacho, del que está
destinado a hacer este viaje de salvación. No hace falta quitar la inscripción, pues, tan
pronto como se ha leído, desaparece por sí misma de la vista. Como niños llegaron los
que ahora son adultos. ¡Felices las madres cuyos hijos fueron llamados a este servicio!
Pobres y ricos se alegran por igual cuando les piden que envíen a sus hijos a la
comunidad. Los requieren de muchos países. Permanecen allí protegidos siempre contra
la ignominia del pecado y reciben su magnífica recompensa en el cielo. Cuando se les
apaga aquí la vida, se les concede en el cielo la plena satisfacción. Los que no tomaron
partido por ninguno de los dos bandos cuando lucharon Lucifer y la Trinidad, todos los
ángeles neutrales, llenos de nobleza y de dignidad, tuvieron que venir a la tierra, a esa
misma piedra que siempre permanece en estado puro. No sé si Dios los perdonó o los
siguió condenando. Si su justicia se lo permitió, los acogió a su lado. Desde entonces
protegen esta piedra los que Dios ha designado para ello y a los que les envió su ángel.
Señor, así discurren las cosas junto al Grial”.42

Como comenta Regales, tanto el simbolismo como las características de la


piedra y el nombre con el que se designa el grial son oscuros. Suponemos que
Lapsit es, con toda probabilidad, lapis (“piedra”), aunque el sintagma recibido
múltiples interpretaciones: “piedra pequeña”, “piedra humilde”, “piedra del
Señor”, “piedra del cielo”, “piedra de los sabios”, “piedra del exilio” o “piedra
de sílice”, pero también lapsit elixir, aproximándola a la piedra filosofal. Se trata
de una piedra cuyo origen, según la descripción que nos proporciona Wolfram,
se remonta hasta la Creación. Barber cree que es una gran pista falsa que habría
divertido mucho a Wolfram: lapsit no es un término latino y la expresión debió
de desconcertar a los copistas, por lo que cualquier andamiaje sobre su

42 Regales, Antonio. (ed.). Parzival. Op. cit., pp. 232-233.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

interpretación es endeble, teniendo en cuenta además la nula descripción que


nos ofrece Wolfram. En todo caso, “fuese lo que fuese que significara para
Wolfram, podemos estar seguros de que no era la contraseña para acceder a un
mundo secreto que, interpretada correctamente, nos llevaría a la presencia del
Grial. Más bien forma parte de la naturaleza imprecisa, y por lo tanto fascinante
del Grial de Wolfram, cuya magia reside en el misterio”.43

FINALMENTE, en tanto que, como cualquier obra, surgida en un contexto


determinado, no sería extraño que, a pesar de desplegar una acción ficticia, el
autor quisiera homenajear a sus mecenas, tender paralelismos con
acontecimientos o geografías existentes o reconocibles e, incluso, referirse a
eventos contemporáneos. No han faltado, por lo tanto, intentos de aproximar el
Parzival al mundo del que surgió, de la misma manera que aconteció con Li
contes del graal de Chrétien. Cualquier intento de exégesis construido sobre tales
premisas que intente encontrar alusiones extraliterarias topa con las evidentes
dificultades de la gran nómina de personajes que deambulan, los paralelismos
seleccionables para cada uno de ellos y cómo los mismos van a dar mensajes
distintos en obras y contextos diferenciados, por no hablar de la pérdida de
significado que podría haber sufrido el mensaje, con el paso del tiempo. Esta
senda, transitada por los historiadores desde el siglo XIX, ha dado múltiples
lecturas. Citaremos solamente dos. La primera de ellas, la de Helen J.
Nicholson, por ser una de las voces más autorizadas sobre el Temple y las
órdenes militares, y la otra, amén de por la sugerente elaboración de sus
autores, por lo que atañe a nuestra geografía. Nicholson, aun reconociendo los
escollos que se han apuntado, considera Wolfram estaría escribiendo sobre la
sucesión al trono de Jerusalén, pero no en el contexto de Chrétien y Felipe de
Alsacia, sino en el suyo propio. Por eso llamó “templarios” a los custodios del
grial (alusión a la primera de las órdenes militares y, por lo tanto,
personificación de todas), para remarcar la vinculación de su obra con Tierra
Santa. Su aparición, por lo tanto, es esencial, porque el castillo del Grial es
Jerusalén, y, para Wolfram, Otto de Brunswik tiene que ser nombrado
emperador, ir a la cruzada, reclamar el trono de Jerusalén y restaurar Tierra
Santa.44

La segunda corresponde a Margarita Torres Sevilla y José Miguel Ortega del


Río, quienes trazan el periplo de la Copa del Señor, custodiada en la Iglesia del
Santo Sepulcro de Jerusalén desde el siglo V (antes, quizá en la iglesia llamada
de san Teodoro o santa Eufemia) hasta el filo del año mil, momento de la
llegada al poder de los fatimíes. Entonces sería enviada a la taifa de Denia,
presente de al-Mustanṣir de Egipto, por el auxilio prestado, a Ali Iqbal al-
Dawla. Este, a su vez, se garantizaría el favor de Fernando I al regalársela. Sería
el famoso cáliz de doña Urraca, custodiado en san Isidoro de León y, quizá
anunciado para iniciados, en pintura de la escena de la Última Cena del

Barber, Richard. Op. cit., p. 223.


43

Nicholson, Helen J. Love, War, and the Grail. Templars, Hospitallers, and Teutonic Knights in
44

Medieval Epic and Romance 1150-1500. Op. cit.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Panteón Real de la Basílica de San Isidoro. Ambos autores intentan emparentar


las versiones de Chrétien y Wolfram y los paralelismos entre Titurel-Frimutel-
Anfortas, y consideran que “la ficción es casi una copia política de los sucesos
de tiempos de Fernando I, el rey que construye San Isidoro, el lugar que acoge
la Copa del Señor, y cuyo primogénito, Sancho de Castilla, muere joven,
convirtiendo al segundogénito, Alfonso VI […], en monarca y protector del
templo isidoriano y su contenido. Por otro lado, Alfonso VI sufre una gravísima
herida en el muslo durante la batalla de Sagrajas (1086), un año después de
conquistar Toledo”.45 Paralelismos entre los primeros poemas de tema griálico y
los hechos que aumentan al relacionar las doncellas encargadas de la custodia
del grial y las damas del infantado, custodias de las almas de los reyes, de la
memoria del linaje y de la Copa del Señor. Sus investigaciones, no obstante, no
dan respuesta al papel de los templarios como protectores del grial, para el
objeto de las presentes páginas.

En este conjunto de elucubraciones, y en lo que a la ubicación de Munsalväsche


(¿Mons Sylvaticus? ¿Mons Salutis?), se refiere, no han faltado autores que
consideran que, si Wolfram proporcionó una ubicación, el poema vendría a ser
una suerte de guía para llegar hasta el Grial, idea sugerente desde un punto de
vista narrativo, como se comentará más adelante. Así lo sugiere taimadamente
Charpentier: “¿Y las novela de Chrestien de Troyes, de Gyot der Provinzal (que
sin duda fue Guido de Provins) y de Wolfram von Eschenbach, no serán los
itinerarios?”.46 En esta línea, surge con nombre propio la figura de Otto Rahn,
pues si bien sus propuestas no eran del todo originales, popularizó la asociación
entre la obra de Von Eschenbach, el catarismo y Munsalväsche-Montségur, y su
búsqueda del Grial en los Pirineos y el crédito que le concedieron los
nazionalsocialistas alemanes han dejado una impronta literaria bien nutrida. En
su Cruzada contra el Grial, Rahn suponía una versión del Parzival perdida y
anterior a la de Von Eschenbach, obra de Flegetanis y transmitida por Kyot el
provenzal, que sería Guyot de Provins, originario del norte de Francia y
protegido de Alfonso el Casto. El Grial, que reposó en Montsegur, era la mani
cátara, puesta a salvo por un grupo de cátaros que, según la leyenda ―a la que
Rahn concede crédito― escapó de la fortaleza antes de que fuera entregada a los
cruzados. El Grial, pues, era la Iglesia del Amor, representada por el credo
cátaro, y Wolfram lo simbolizó con la lapis exillis desprendida de la frente de
Lucifer.47 Huelga decir que las expediciones de Rahn en busca del lugar donde
los cátaros ocultaron su secreto fueron baldías, pero su periplo y los intentos
nazis por alcanzar el grial se convierten en materia novelesca, como sucede, por
ejemplo, en La Orden Negra, de José Calvo Poyato; más brevemente, en El mapa
del creador, de Emilio Calderón; y con la visita de Himmler a Montserrat y el
cáliz de Valencia, en La abadía profanada, de Montserrat Rico Góngora48.

45 Margarita Torres Sevilla y José Miguel Ortega del Río. Los reyes del Grial. Madrid: Reino de

Cordelia, 2014, p. 140.


46 Charpentiera, Louis. Los misterios templarios. Madrid, Apóstrofe, 2004, p. 230.
47 Rahn, Otto. Cruzada contra el Grial. Madrid: Hiperión, 2007.
48 Calvo Poyato, José. La orden negra. Barcelona. Plaza & Janes, 2005; Calderón, Emilio. El

Mapa del Creador. Barcelona: Roca, 2006, y Rico Góngora, Montserrat. La abadía profanada.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Sobre la doctrina cátara contenida en el Parzival, amén de que incluso se han


sugerido lecturas contrarias (el Grial celebra el poder de la Eucaristía, negado
por los cátaros), puede seguirse a Barber: “Es cierto que, a diferencia de los
romances franceses, no hay ninguna referencia directa ni a la Iglesia ni a sus
ceremonias, pero eso se debe más a la exaltación de la caballería seglar que a un
credo herético. Wolfram es demasiado independiente para seguir una secta
específica; si la herejía existe, proviene de su propia inventiva y es más
accidental que intencional”.49

Finalmente, no resulta tampoco descartable una tercera senda de investigación:


aunque realidad literaria, simbólica y religiosa, la identificación del grial como
la copa de la última cena ha sugerido múltiples intentos también de fusionar su
trayectoria con lo que sabemos de los “posibles” cálices conservados.
Evidentemente, el custodiado en la catedral de Valencia, que cuenta con el aval
de la Iglesia, pero también el Grial de Hawstone, el Cáliz de Ardagh, el Santo
Catino de de Genova, la Sacra Catina, el cáliz de Antioquía… su ubicación,
como sus buscadores contemporáneos, se multiplica.

Barcelona: Planeta, 2007


49 Barber, Richard. Op. cit., p. 226.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Lo que pasó después

El fin de la orden del Temple no podía dejar indiferentes ni a los cronistas


contemporáneos ni a algunos de los autores más relevantes del período. Como
es bien sabido, por ejemplo, Dante Alighieri, incluyó a San Bernardo, autor de
De laude novae militae y gran valedor del Temple, en los últimos compases del
Paraíso, a la par que engrosó el número de dannati de su infierno con la insigne
presencia de Felipe el Hermoso y Clemente V (Inferno XXIX), responsables del
proceso que acabó con la disolución de la Orden y la muerte de Jacques de
Molay. El propio Hugo Capeto, “radice della mala pianta”, morador del
Purgatorio, señala que no fue sino la codicia lo que llevó a Felipe IV el Hermoso
a destruir la Orden (Purgatorio XX, 91-96).

Sin embargo, y para alegría de los amantes de lo oculto, la vida del Grial y de la
Orden se había desarrollado pareja. “Aparentemente el tema literario del Grial
queda en duermevela desde el siglo XIII”,50 y el caso de Mallory no es más que
el ocaso tardío de la quête del Grial (en realidad, nunca gozó de la difusión de
las precedentes). A pesar de que las ediciones de imprenta volvieron a llamar la
atención brevemente del público y existan refundiciones, como nuestra
Demanda del santo Grial, faltos de interés, “los romances artúricos del siglo XII
pasaron totalmente de moda desde 1530 en adelante”.51

Los libros de caballerías no pueden concebirse sin el mundo artúrico, de los que
son en buena parte herederos, pero su espíritu es otro: el Grial ya no es un
símbolo espiritual esencial, mientras que el ideal caballero se pone en relación
en la lucha o la conversión de los infieles. Sus escasas apariciones, apenas
referencias, lo convierten en apenas la antigüedad de un ideal pretérito, hasta el
punto de que “en el siglo XVII se puede decir que nadie sabe lo que es el
Grial”.52

También el protagonismo del Temple se desvanece en la literatura y, una vez


finiquitado el medievo, solo encontrará lugar en obras historiográficas o de
mayor enjundia para el resurgir de su leyenda, como las de Agrippa: el centro
de interés será la culpabilidad o la inocencia de la Orden, por un lado, y sus
conocimientos arcanos o mágicos, por otro. Poco o nada se dirá de la Orden y el
Grial, pero se trata de un silencio elocuente.

El Renacimiento los vio como víctimas, blanco de las intrigas políticas, o como
brujos que merecían castigo por su herejía, e incluso a finales del siglo XVI se

50 Beltrán, Rafael. Op. cit., p. 40.


51 Barber, Richard. Op. cit., p. 279.
52 Verjat Massmann, Alain (ed). Op. cit. p. 32.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

podía observar cierta nostalgia literaria en la mirada hacia la caballería


medieval. Como ya notamos en otro lugar, el mejor ejemplo del silencio acerca
de la Orden podemos encontrarlo en la dramaturgia de nuestro Siglo de Oro,
donde, con escasas excepciones, se cede al protagonismo a comendadores,
maestres, etcétera de las órdenes propiamente hispánicas y todavía vivas en la
época (Alcántara, Santiago). Apenas los recuerda Los templarios, de Juan Pérez
de Montalbán, publicada en 1635, en la que, tal y como apunta Bergquist, el
autor “no podía confiar en que su público supiera siquiera qué eran, y se creyó
necesitado de incluir, en boca de uno de sus personajes, una larga explicación
sobre la fundación de la orden, su misión original de proteger a los peregrinos,
y su posterior prosperidad y crecimiento”.53

53Bergquist, Inés L. “Imágenes de los templarios del siglo de Oro al Romanticismo”,


Medievalismo 7 (1997), p. 153. Puede consultarse una edición electrónica de la obra de
Montalbán, a cargo de Perea, Óscar. Los templarios. Juan Pérez de Montalbán. UC Santa Bárbara:
eHumanista, 2006.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Templarismo

El resurgir templario se produjo en el siglo XVIII, a través de la masonería, en


ambientes iniciáticos, y en el siglo XIX, con la novela histórica, género que se
puso de moda en toda Europa en muy poco tiempo (necesariamente en la
literatura encontraremos en mayor o menor medida la impronta masónica), con
una amplia presencia también durante el siglo XX, no exenta de implicaciones
políticas e ideológicas, como bien ilustra el caso de Guénon o, mejor, de Guénon
leído por Evola.

Fue el escocés Ramsay quien fijó el origen de la francmasonería en las cruzadas


medievales, afirmando que los propios reyes y príncipes, al volver de Tierra
Santa, habrían fundado las distintas logias, y sugiriendo “que los francmasones
gozaban de acceso a una sabiduría antigua cuyo origen era en parte bíblico y
tenía que ver con los patriarcas del Antiguo Testamento y con los constructores
del templo de Salomón, pero en el que también se reflejaban misterios egipcios
y griegos y otros secretos ocultos del mundo pagano”.54

Hoy se considera que las pretensiones de Ramsay no eran más que un intento
de proporcionar antecedentes de prestigio a la masonería, o pedigree: “la manera
de aparentar una antigüedad y unos orígenes ilustrados”,55 de ahí que
surgieran todo tipo de falsificaciones para avalar la continuidad con el Temple.
La llegada de Napoleón provocó que la masonería y el neotemplarismo
resurgieran con fuerza en Francia, donde apareció una nueva carta que
pretendía solucionar el problema de dicha vinculación. La misiva, fechada en
1324, estaba supuestamente escrita por John-Mark Larmenius, que habría sido
el sucesor de Jacques de Molay, y que nombraba en su cargo a Thomas
Theobald de Alejandría. En ella, además, iba una lista con los maestres
posteriores hasta aquel entonces. A su vez, la conspiración maniquea entre
valdenses, cátaros, templarios y otros llegó a su culmen con la regla de la Orden
del Temple falsificada por Merzdorf, en 1877, sobre los “hermanos escogidos” y
los “hermanos consolados”, que explicaría el castigo templario y que daba a
entender que los templarios compartían las creencias de los cátaros, pero
también de otras muchas herejías, y sus secretos ocultos.

54 Partner, Peter. Op. cit., p. 116. Aunque hayan transcurrido cuarenta años desde su
publicación, sigue siendo una referencia imprescindible. Ante la dificultad de sintetizar las
concepciones surgidas de las distintas órdenes, seguiremos su trabajo en las presentes páginas.
El lector podrá encontrar también visiones sintéticas de interés en Cardini, Franco. Templari e
templarismo. Città di Castello: Il Cerchio, 2011, pp. 111-128; Frale, Barbara. Los templarios.
Madrid: Alianza, pp. 155-162; Nicholson, Helen J. Los templarios. Una nueva historia. Op. cit., pp.
100-111.
55 Alvarado Planas, Javier. Op. cit., p. 120.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Las implicaciones políticas tampoco eran despreciables: la senda abierta por


Ramsay fue aprovechada en Alemania por las órdenes templaristas,
organizadas sobre todo por Karl Gotthelf von Hund, y tras la Revolución
Francesa se divulgarían todo tipo de recreaciones históricas, como la de Louis
Cadet, que afirmaba que los templarios formaban parte de una cadena
conspiradora de signo anarquista que llegaba hasta la instauración del Terror
(el legendario emplazamiento de Jacques de Molay viajaba por el tiempo hasta
alcanzar la monarquía en la figura de Luis XVI). Por su parte, la teoría de la
sinarquía llegó de la mano de Joseph Alexandre Saint-Yves d’Alveydre, que
veía a los templarios como gobernantes ocultos de Europa durante la Edad
Media: su posesión de la sabiduría oriental los destinaba a erigirse en
gobernadores de todo el orbe. La Orden, que habría sido la inspiradora de los
Estados Generales, representaba una política federelista y pacífica que se
remontaba a los carolingios. Si estas teorías no tuvieron gran repercusión a
finales del XIX, sí lo harían durante la Segunda Guerra Mundial, donde
empezaron a florecer mitos sinarquistas.

En lo que al objeto del presente trabajo atañe, Barber, para quien “la relación
entre de los templarios con el Grial es, desde un punto de vista histórico,
extremadamente inverosímil”,56 sitúa precisamente en Lessing, quien se había
acercado a los templarios a través de la masonería, la primera insinuación sobre
tal posibilidad, aunque la mayoría de especulaciones en aquella época seguían
girando en torno al baphomet. Para Johann August Starck, la magia del ídolo
podía retomarse, mientras que Friederich Nicolai conjeturaba que la palabra era
un compuesto de dos términos griegos que significaban ʽcolorʼ (o, por
extensión, ʽbautismoʼ) y ʽespírituʼ, emparentando templarios con gnósticos.
Destaca al respecto el orientalista austriaco Hammer-Purgstall, quien, en 1818,
queriendo criticar la masonería, vinculaba el gnosticismo de la Iglesia primitiva
a los cátaros, pasando por assassini, templarios y francmasones. Afirmaba
también que la leyenda del Grial era de origen gnóstico, y que no solo los
templeisen de Von Eschenbach eran gnósticos, sino también el mismísimo rey
Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda. Halló lo que él consideraba
ejemplares de la cabeza del ídolo y dos jarrones al estilo de los kráter griegos
(etimología propuesta para el grial57), para él símbolo gnóstico. A esto se sumó
Rossetti, quien consideraba a los templarios caballeros cátaros y del Grial,
además de revolucionarios masónicos.58

56 Barber, Richard. Op. cit., p. 376.


57 Véase Corminas, Joan y José A. Pascual. Op. cit.
58 Rossetti, Gabriele. Sullo spirito antipapale che produsse la Riforma. Londres, 1832.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Impronta literaria: siglos XIX y XX

Como bien sintetiza Partner, “El mito de los templarios fue en parte intento
literario al gusto gótico y en parte el fruto de la experiencia religiosa teosófica.
Nacido en el mismo ambiente dieciochesco que había producido el cuento
gótico, contenía la mayoría de las emociones mágicas y sexuales que apreciaban
los narradores góticos”.59 De esta manera, la primera novela sobre el Temple
que localizamos en el siglo XVIII, Les mystères de la Tour de Saint-Jean ou les
Chevaliers du Temple, de Étienne-Léon de Lamothe-Langan,60 iba a incorporar,
amén de la escenografía gótica, el relato de sacrificios rituales y orgías,
prefigurando una visión poco halagüeña del Temple, si bien fue el prestigio de
Walter Scott quien impondría la negra imagen de la Orden.

Inspirado quizá Brian de Jay para crear al tan famoso Brian Bois-Guilbert y en la
leyenda de Maryculter para The Talisman, según Lord, la visión del maestro
escocés estaba condicionada no solo por su protestantismo, sino porque “Scott
was weiting at a time when was a renewed interest in the occult, and a plethora
of secret societies. He wanted to show the danger of these through the medium
of the Templar knights”.61

Scott, conocedor de la Regla del Temple, a la que remite en varias ocasiones,


ahondó en las acusaciones imputadas a Orden a lo largo de su historia y
durante su juicio: además de la famosa pasión de Brian de Bois-Guilbert por
Rebecca, el propio maestre Lucas de Beaumanoir reconoce, en Ivanhoe, que la
Orden ha incurrido en el lujo en el hábito y la vivienda, la práctica de la caza,
lectura ociosa, estudio de la cábala y nigromancia, gula en la mesa y el apetito
por el vino, de modo que su visión no será diferente de la de Ricardo Corazón
de León en The talisman, al describir al ficticio maestre Giles Amaury:

—¡Ah! ¿Beau-Séant? —replicó el monarca—. ¡Oh! Nada puede decirse del hermano
Giles Armaury; sabe ordenar un combate y pelear delante de todos desde el primer
momento. Pero, sir Thomas, ¿estaría bien desposeer de Tierra Santa a Saladino,
adornado con todas las virtudes que pueda tener un infiel para entregarla a Giles

59 Partner, Peter. Op. cit., p. 168.


60 Atribuida a M. G. Lewis, fue traducida el español, sin el nombre del autor y con la única
indicación de “novela traducida del francés”, bajo el título de Los misterios de la torre de San
Juan o Los caballeros templarios. Madrid: Imprenta de don José María Alonso, 1849 y Sevilla:
Imprenta de Gómez, 1851.
61 Lord, Evelyn. The Knights Templar in Britain. London: Pearson, 2004, pp. 188 y 274.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Armaury, que es más pagano que el mismo Saladino, que es un idólatra, un


nigromántico, un seguidor del diablo, que comete los más negros y antinaturales
crímenes en subterráneos y ocultos lugares de abominación y tinieblas?62 (97).

El escocés, además, se hace eco del nuevo templarismo, vinculando a los


templarios con la masonería e incluyendo a las clásicas acusaciones la de
nigromancia, si bien conviene recordar que históricamente solo “Donde el
poder de la Inquisición era más fuerte, es decir, en el sur de Francia,
encontramos testimonios de culpas notablemente vinculadas a la brujería
(aquelarres y orgías colectivas), sin duda más graves que las acusaciones
expresas de Felipe el Hermoso en su denuncia, que no contenía referencia
alguna al satanismo y se limitaba a mencionar un ignoto ídolo barbudo; se
disparó a ciegas sobre los imputados recurriendo a lo más abominable del
imaginario colectivo”.63

La influencia de Scott en la narrativa europea es indudable. Ivanhoe fue


seguramente la novela más leída en Occidente hasta inicios del siglo XX. Su
prestigio y popularidad convirtieron la novela histórica en el género de moda
en Europa durante décadas, además de influir en la creación dramática,
musical y pictórica de la época. Su impronta en lo que al Temple se refiere no
fue menor, pero los novelistas españoles, aun sin dejar de tomar elementos,
técnicas, personajes o situaciones de Scott, supieron alejarse, tanto en la forma
como en el espíritu, de sus propuestas, dando cuenta, por un lado, de las
singularidades de la historia medieval española, mientras que, por otro lado, de
cómo el pasado cobraba vigencia en la realidad coetánea (con ecos, por ejemplo,
de las desamortizaciones).

La actitud frente a la Orden, tanto de los historiadores como la de los novelistas


españoles, se muestra favorable, si bien desde la prudencia: se reconoce su
papel en la Península, pero también el proceso incoado contra ellos y algunos
de sus delitos.64 Pudo pervertirse una Orden de orígenes puros, pero fueron los
primeros en verter su sangre los la causa cristiana; pudo haber culpables, pero
se trataría de manzanas podridas que difícilmente extenderían el pecado a toda
la Orden; los franceses confesaron; los españoles, no.65

62 Scott, Walter. El talismán. Barcelona: Bruguera, 1971, p. 97.


63 Frale, Barbara. Los templarios. Op. cit., p. 259.
64 Para una visión general de historiografía y literatura, véase Bergquist, Inés L. “Imágenes de

los templarios del siglo de Oro al Romanticismo”. Op. cit.


65 Se ocuparon de los templarios Cortada, Juan en El rapto de doña Almodís. Barcelona: Juan

Francisco Piferrer, 1836; en menor medida en Lorenzo. Barcelona: Imprenta de Garriga hijo, 1837,
y, sobre todo, en El templario y la villana, Barcelona: Imprenta de Brusi, 1840, 2 vols; Gil y
Carrasco, Enrique. El señor de Bembibre. Madrid: Mellado, 1844. Riera i Comas, Josep Marià.
Misterios de las sectas secretas ó El franc-mason proscrito (en 10 tomos, 1847-1851); Mora, Juan de
Dios, en Los templarios. Vol. I. Madrid: Imprenta de Manuel Álvarez, 1856 y en Los templarios.
Vol. II. Madrid: Imprenta de J. Casas y Díaz, 1857.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Amén de la huella de Scott, Cortada conocía, al menos, las teorías de Hammer-


Purgstall; Enrique Gil se refiere, aunque de puntillas, a la filiación entre el
Temple en la masonería, siguiendo a Michelet al racionalizar el presunto rito de
herético de acceso a la Orden y explicarlo como vía de purificación y
rehabilitación; Juan de Dios Mora ahonda en la presunta continuación masónica
del Temple, a través de la Charta Transmissiones y la figura de Larmenius; y la
prolífica obra de Riera i Comas entra de lleno en las pretensiones templaristas
de la masonería… pero mientras que interesa, amén del destino trágico de los
amantes protagonistas, la caída de la Orden (la mayoría de las obras españolas
se halla ambientada durante el juicio) y las acusaciones vertidas por la
cancillería francesa (rehabilitación o no), y mientras que puede deducirse
aspectos sobre el tesoro, los rituales y el famoso baphomet, no hay referencia
alguna de la novela histórica al Temple como custodio del Grial, si exceptuamos
la breve alusión, Wagner de por medio, de Emilia Pardo Bazán en su cuento “El
Santo Grial”. Lo mismo sucede en la narrativa fantástica: ni Bécquer y Blasco
Ibáñez, quienes iniciaron el tratamiento sobrenatural de los templarios en sus
leyendas, lo mencionan.

Así seguirá siendo durante casi todo el siglo XX, hasta el punto de que podemos
observar la redención del Temple en la literatura. Rafael Pérez y Pérez vuelve
sobre la Orden en El templario, donde la misión del protagonista adquiere
alcance divino,66 mientras que Ernesto Luengo retoma el Ivanhoe de Scott para
subvertir su papel decimonónico de raptores: esta vez son ellos (la sobrina del
último maestre) quienes padecen el secuestro.67 La excepción es La sombra blanca
de Casarás, de Jesús Aragón y Soldado, donde los templarios vuelven a sus
andadas como atropelladores de damas, con una vertiente sobrenatural que
identificamos como pionera en España.68

Sin embargo, el Temple no volverá a custodiar el grial en nuestras letras hasta


los años 90. Ciertamente, no siempre aparecerán de la mano, dado que el grial
ha tenido una vida autónoma muy interesante a lo largo del siglo XX, donde
conviven el escepticismo hacia su existencia y poder sobrenatural y su uso
como metáfora con un proceso de reespiritualización observable en ciertas
corrientes místicas y esotéricas.69 Aunque lejos de la gran producción
estadounidense e inglesa en todo tipo de géneros, que la literatura española aún
se deja seducir por el mundo artúrico vienen a demostrarlo títulos como Erec y
Enide, de Vázquez Montalbán; La rosa de plata, de Soledad Puértolas, o El corazón
del tártaro, de Rosa Montero, mientras que de la vigencia del grial da cuenta El

66 Pérez y Pérez, Rafael. El templario. Barcelona: Juventud, 1950.


67 Méndez Luengo, Ernesto. El último templario. León: Edilesa, 1983.
68 Aragón y Soldado, Jesús de. La sombra blanca de Casarás. Madrid: V. H. de Calleja, 1931. Véase

al respecto Huertas Morales, Antonio. “La sombra blanca de Casarás: génesis, fuentes y tradición
de la ¿primera? novela fantástica sobre el Temple en España”. Revista de Literatura, LXXXII.164
(2020), pp. 9-40.
69 Aunque no haya espacio para la literatura española, véase Marino, John B. The Grail Legend in

Modern Literature. Cambridge: D. S. Brewer, 2004.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

fuego invisible, de Javier Sierra, Premio Planeta en el año 2017 (extraño resulta,
sin embargo, que dejara de lado a los templarios quien tanto ha fabulado con
ellos).70 Por lo tanto, no costaría encontrar ejemplos en nuestra literatura que
ilustraran las distintas líneas que traza Barber en su tratamiento. Así ocurre con
las propuestas filosóficas en torno al grial, que en nuestro país podrían
corresponderse con El rapto del Santo Grial, de Paloma Díaz-Mas, novela que,
aparecida en plena transición, nos advierte de los peligros de las utopías
cumplidas.71

Para el objeto de las presentes páginas, cabe decir que, desde los primeros
títulos que protagonizan el boom templario, la reliquia es una de las tantas que
se le atribuyen a la Orden (por supuesto, también la lanza de Longinos, el Arca
de la Alianza, las Tablas de Ley, evangelios gnósticos variados…),
generalmente halladas en la mezquita de Al-Aqsa, que el rey Balduino II de
Jerusalén otorgó a los primeros caballeros templarios, y que serían la causa de
su ascenso, poder y, evidentemente, también caída. Buena parte del mérito se
debe a obras especulativas de éxito, entre la que podríamos nombrar las de
Charpentier, autor de seductoras teorías que relacionan la figura de Bernardo
de Claraval como primer y verdadero maestre del Temple, el hallazgo del Arca
de la Alianza en el antiguo recinto del Templo de Salomón, la existencia de un
proceso civilizador por parte de la Orden y la construcción de las catedrales
góticas, en consonancia con las constelaciones celestes.72

La nómina es fabulosa, hasta el punto de que los tan mentados establos sería
insuficientes para guardarlas, si bien, a la zaga de Indiana Jones, el Arca ocupa
un lugar destacado: en La Santa Alianza, de Fernando Benedicto, se dice que “El
arca de la Alianza, la lanza de Longinos y la túnica sagrada de Nuestro Señor
Jesucristo han sido veladas y custodiadas por freires templarios desde pocos
años después del inicio de la Orden, así como el Santo Grial”. En El renacer del
Temple, de Francisco Díaz-Húder, el Temple también custodia el Arca de la
Alianza, que contiene, entre otros, la cabeza del Bautista, el báculo de Moisés y
un cuenco con maná. Por citar dos ejemplos más conocidos, en Iacobus, de
Matilde Asensi, que recurre a la manida trama de la venganza de la Orden, los
templarios ocultan el Arca en Las Médulas,73 mientras que en Las puertas
templarias, de Javier Sierra, que toma buena nota de los trabajos de Charpentier,
los templarios asumen la misión de custodiar de las scala dei que facilitan el
acceso al otro mundo con la ayuda del Arca, para lo que podrán en marcha la
construcción de las catedrales góticas francesas.

Se trata, en numerosas ocasiones, de un objeto sin símbolo, solo relevante por


qué es, más que por lo que representa, pero lo cierto es que el Temple vuelve a

70 Vázquez Montalbán, Manuel. Erec y Enide. Barcelona: Areté, 2002; Puértolas, Soledad. La rosa
de plata. Madrid: Espasa-Calpe, 1999; Montero, Rosa. El corazón del tártaro. Madrid: Espasa-
Calpe, 2001, y Sierra, Javier. El fuego invisible. Barcelona: Planeta, 2017.
71 Díaz-Mas, Paloma. El rapto del Santo Grial. Barcelona: Anagrama, 1984.
72 Charpentier, Louis. Los misterios templarios. Madrid: Apostrofe, 2004, p. 230.
73 Asensi, Matilde. Iacobus. Barcelona: Planeta, 2000.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

ser, si alguna vez lo fue, custodio del Grial, rol que comparte con los cátaros. La
vinculación entre ambos, realzada por las corrientes esotéricas, es rechazada
por los historiadores, puesto que, aunque no resulta imposible que hubiera
templarios que se dejaran seducir por el atractivo de unos ideales que se
filtraron incluso entre los cruzados que acompañaron a Montfort y se asentaron
en el Languedoc, “Si hay influencia cátara, más vale explicarla por el hecho de
que el Temple encuentra sobre todo sus reclutas entre la pequeña y la mediana
nobleza [...], que, en el Languedoc, fueron muy permeables al catarismo, lo cual
pudo afectar al Temple. Pero no únicamente a él”.74

Como reflejo de este parentesco en la literatura, baste con citar La dama de seda,
de Soledad Beltrán, novela en la que se ficcionaliza la existencia de una red de
templarios que ayuda a los cátaros a buscar la salvación en Aragón. En ella, la
autora incorpora la distinción hermanos elegidos/hermanos consolados de
Merzdorf y el origen de la masonería escocesa en los templarios refugiados en
Escocia que presuntamente participaron con Robert Bruce en la batalla de
Bannockburn.75

Algunos de estos títulos, sin embargo, no olvidan el nacimiento de la leyenda,


sino que trasladan la una quête al siglo XX y XXI, donde personajes de género
asumen la misma misión que aquellos caballeros medievales que emprendieron
la búsqueda trascendente del Grial, que viene a colmar, al menos, la sed de
aventuras del lector actual. Léase, por ejemplo, la trilogía templaria de Nicholas
Wilcox (Juan Eslava Galán). Si en la primera entrega Jaques de Molay decide
enviar, en 1307 y anticipando los peligros de la Orden, a Roger de Beaufort y a
Vergino a hallar el paradero del Arca de la Alianza, que, en la siguiente entrega,
tendrá un papel relevante en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, en la
tercera de las novelas Simon Draco tendrá que evitar los planes del cardenal
Leoni, que ha clonado a Jesucristo con el Sanguino y quiere los tabotat del Arca
para controlar el mundo cristiano. Para ello (tándem templario), contará con la
ayuda de Arthur Perceval (la alusiones están bien claras) programador de
seguridad y un experto hacker, amén de hijo de Patrick O´Neill, magnate escocés
descendiente de aquellos que protegieron a los templarios refugiados en
Escocia tras la extinción de la Orden, morador del Kingblood Castle, como el
Rey Pescador herido y buen conocedor del grial.76

Tampoco se olvida de los orígenes del grial José Luis Corral en El caballero del
Templo, donde el poema de Von Eschenbach adquiere de nuevo su condición de
mapa, tal y como se lo explica el propio Jacques de Molay al caballero templario
Jaime de Castelnou, encargado de llevarlo hasta San Juan de la Peña:

74 Demurger, Alain. Auge y caída de los templarios. Madrid: Martínez Roca, 2006, p. 302.
75 Beltrán, Soledad. La dama de seda. Castellón: 05 Ediciones, 2009.
76 Vid. Llorca, M. À. “La pervivencia de la búsqueda del Grial a través de la literatura: de

Chrétien de Troyes a Nicholas Wilcox”. En L'Edat Mitjana en el cinema i en la novel·la histórica,


Josep Lluís Martos i Marínela Garcia (eds.). Alacant: Institut Interuniversitari de Filologia
Valenciana, 2009, pp. 355-363.

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—En realidad, nuestro hermano Von Eschenbach no escribió un poema sobre el pasado
del Grial, sino sobre su futuro. Y tú eres el encargado de que se conserve alejado de
manos indeseables. Si le ocurriera algo a nuestra Orden, debes poner a salvo el Grial, y
para ello deberás ir a las montañas del norte de Hispania, buscar el lugar que indica
Von Eschenbach en su poema y depositarlo allí. Jamás debe caer en poder del rey de
Francia.

»Aquí tienes una copia del poema de Von Eschenbach —Molay sacó un códice de un
cajón de la mesa—; léelo atentamente y busca en él el lugar donde ha de ser guardado el
Grial.

—¿Pero cómo lo encontraré?; ¿cómo sabré cuál es ese lugar?

—Te será fácil; sólo sigue las pistas del poema.77

77 Corral, José Luis. El caballero del Templo. Barcelona: Edhasa, 2006, p. 377.

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¿Santo grial o sangre real?

“Hoy el veredicto unánime de todos cuantos han estudiado en profundidad la


documentación de los diversos procesos es de inocencia”,78 y se considera que
las acusaciones formaban parte de la estrategia empleada por Iglesia y Estado
para combatir a sus opositores, emparentándolos con cátaros y valdenses y
anticipando las cazas de brujas,79 con escasas dudas sobre la falsedad de las
acusaciones.

El abundante material producido por historiadores ha dado lugar a versiones


literarias historiadas de mérito para dar vida a uno de los acontecimientos más
relevantes de la Edad Media. Sin embargo, la interés por la Orden no se limita a
la reconstrucción arqueológica del pasado, por muy literaria que sea, sino que,
en el imaginario popular y en la literatura la Orden se ha convertido en
encarnación de los valores caballerescos y en adalid de una espiritualidad
genuina que se opone a las intrigas de la Iglesia, muchas veces entendida como
su opositora y no su valedora. Los templarios son vistos como nobles guerreros
adelantados a su tiempo, representantes de otra sociedad posible, igualitaria y
de comunión, también en lo que a la sexualidad se refiere, además de víctimas
del poder. Su inocencia, por lo tanto, solo lo es para el lector contemporáneo,
puesto que, de ser admitidas todas las creencias e ideas que se les atribuyen,
ciertamente los templarios históricos hubieran visitado igualmente la hoguera.

Son los templarios, por tanto, en devoradores de mitos (Carpegna Falconieri


describe tal proceso de asimilación con los términos de cluster o racimo80), a la
par que podemos hablar de toda una conexión templaria que afecta a aquellos
personajes heterodoxos de la historia (véase los casos de Dante o Leonardo, por
ejemplo), susceptibles, por una red maravillosa de analogías sin fundamento,
de haber pertenecido a la Orden o a su supuesto circulo interior. La presencia
de los templarios en la narrativa de los últimos años, por tanto, reformula los
antiguos mitos del templarismo de los siglos XVIII y XIX, ampliándolos a la luz
de nuevos descubrimientos históricos (los manuscritos de Hag Hammadi y
Qumrán, por ejemplo) o la aparición de nuevas sociedades (el Priorato de Sión).
Vistos como mártires y blanco de todo tipo de leyendas, los templarios
devienen un ente capaz de aglutinar cualquier tipo de fantasía histórica,
ejemplo perfecto de que “El discurso que se construye hoy en día en torno a la
Edad Media no es, por lo común, de tipo histórico, sino más bien de tipo

78 Martínez Díez, Gonzalo. “El proceso de disolución de los templarios: su repercusión en

Castilla”. Codex Aqvilarensis, 12 (1997), p. 96.


79 Barber, Malcolm. El juicio de los templarios. Madrid: Editorial Complutense, 1999, pp. 58-59.
80 Carpegna Falconieri, Tommaso di. “L´eredita templare”. Op. cit., p. 229.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

mágico-religioso”.81 De este modo, los templarios se convierten en los


descubridores de América mucho antes que Cristóbal Colón; en los custodios
de los evangelios gnósticos, que hallaron al excavar en el recinto del templo de
Salomón; en los miembros de una poderosa organización que ha llegado desde
la Edad Media hasta nuestros días y que orquesta en la sombra algunos de los
acontecimientos más relevantes de la política mundial, enfrentada en ocasiones
al Vaticano, su enemigo secular.

Es posible, además, ubicar los orígenes del revival templario (sobre el que se
estructuró The Da Vinci Code y, a su zaga, otras muchas obras literarias, pero no
solo), en la segunda mitad del siglo XX. La Prieuré de Sion, inscrita en el registro
de asociaciones de Francia en el año 1956, fue ganando notoriedad a lo largo de
los años sesenta, cuando el periodista Geràrd de Sède, en contacto con Pierre
Plantard, y seguramente recogiendo el testimonio de Noel Corbu sobre los
misterios de Rennes-le-Chateau, volvió sus ojos sobre el tesoro de la orden del
Temple, insinuado que, amén de un objeto material (el famoso oro
presuntamente escamoteado al rey Felipe IV), podría tratarse de “la sangre
oculta, que se convierte en tesoro dinástico y reaviva un mito cuyo papel
político, en diversos momentos de nuestra historia nacional, estuvo lejos de ser
deseable: el mito del Rey Perdido”.82 De modo paralelo, entre 1964 y 1967, una
serie de documentos heterodoxos habían sido depositados en la Biblioteca
Nacional de París y llamado la atención de curiosos que acabaron forjando un
aura de misterio en torno al Priorato, sus orígenes (no en vano, y
torticeramente, en algunos casos se la identificaba con la histórica Orden de
Santa María de Sion, e incluso se apuntaban conexiones con los lamentables
Protocolos) y el porqué de su aparición en escena en ese momento concreto.83

El interés suscitado por la organización, limitado fundamentalmente al contexto


francés, aunque ya había dado lugar a varios documentales sensacionalistas, se
convertiría, sin embargo, en un fenómeno internacional cuando, en 1982,
Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln, publicaron Holy Blood, Holy
Grail. En este ensayo, cuyo recorrido bien puede definirse como una alegre y
afilológica cabalgada, aunque con apariencia muy erudita, entre cátaros,
templarios y esoteristas franceses de los siglos XIX y XX,84 los tres autores, que
habían seguido la pista del Priorato y sus urdidores, desarrollaban una tan
descabellada como interesante teoría que vinculaba el matrimonio y la
descendencia de María Magdalena y Jesucristo con la Orden del Temple, la
continuación del linaje merovingio y el famoso tesoro de Rennes. Los
acontecimientos, o pretensiones grotescas, que, según ellos mismos, iban a
examinar con meticuloso escrutinio crítico eran:

81 Carpegna Falconieri, Tommaso di. El presente medieval. Barcelona: Icaria, 2015, p. 168.
82 De Sède, Gerard. El oro de Rennes. Barcelona: Plaza & Janés, 1973, p. 121.
83 Las informaciones, múltiples, oscuras y cambiantes no siempre resultan fáciles de seguir.

Remitimos al lector a una útil síntesis en Introvigne, Massimo. “Rennes le Château: mistificatori
e mistificazioni sul Graal”, Cristianità, 258 (1996), pp. 7-9, donde el autor afirma que desde 1960
hasta el momento se habían publicado más de 500 títulos en francés sobre el asunto.
84 Cardini, Franco, Massimo Introvigne y Marina Montesano. Op. cit., p. 16.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

1) Había una orden secreta detrás de los caballeros templarios, la cual creó a éstos
como su brazo militar y administrativo. Esta orden, que ha funcionado bajo diversos
nombres, recibe con mayor frecuencia el de la Prieuré de Sion (“Priorato de Sion”).

2) La Prieuré de Sion ha sido dirigida por una sucesión de grandes maestres cuyos
nombres se cuentan entre los más ilustres de la historia y la cultura occidentales.

3) Si bien los caballeros templarios fueron destruidos y disueltos entre 1307 y 1314, la
Prieuré de Sion permaneció indemne. Aunque se vio desgarrada periódicamente por
luchas sanguinarias entre distintas facciones, ha seguido funcionando a lo largo de los
siglos. Actuando en la sombra, entre bastidores, ha orquestado ciertos acontecimientos
críticos de la historia de Occidente.

4) La Prieuré de Sion existe y sigue funcionando hoy en día. Influye y participa en


asuntos internacionales de alto nivel, así como en los asuntos internos de ciertos países
europeos. En cierta medida significativa, es responsable de la información que se ha
diseminado desde 1956.

5) El objetivo confesado y declarado de la Prieuré de Sion es la restauración de la


dinastía y la estirpe merovingias… en el trono, no sólo de Francia, sino también de
otras naciones europeas
.
6) La restauración de la dinastía merovingia está sancionada y es justificable, tanto
legal como moralmente. Aunque depuesta en el siglo VIII, la estirpe merovingia no se
extinguió. Por el contrario, se perpetuó en línea directa desde Dagoberto II y su hijo
Sigisberto IV. A la fuerza de alianzas dinásticas y matrimonios entre sus miembros,
esta línea llegó a incluir a Godofredo de Bouillon, que en 1099 conquistó Jerusalén, y a
otras varias familias nobles y reales, del pasado y del presente: Blanchefort, Gisors,
SaintClair (Sinclair en Inglaterra), Montesquieu, Mont-pézat, Poher, Luisignan,
Plantard y Habsburgo-Lorena. En la actualidad, la estirpe merovingia goza de un
derecho legítimo al patrimonio que le corresponde.85

Tales orígenes y aspiraciones no eran más elevados ni ilustres que la larga lista
de nautonniers (o maestres) que habrían liderado la Prieuré hasta ese momento,
en la que destacaban nombres como los de Botticelli (1483-1510), Leonardo
(1510-1519), Isaac Newton (1619-1727) o Victor Hugo (1844-1855), y en la que no
faltaba, finalmente y en dos ocasiones, el propio Pierre Plantard, que se hacía
llamar ya Pierre Plantard de Saint-Clair. El objetivo del Priorato no podía ser
entonces otro que la restauración de la estirpe merovingia en el trono de
Francia, culminando así su misión secular, la custodia del santo grial, que, por
un lado “sería la estirpe y los descendientes de Jesús, la ʽSang Raalʼ, la sangre
ʽverdaderaʼ o ʽrealʼ cuya custodia fue encomendada a los templarios, orden

85 Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln. Op. cit., pp. 143-144.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

creada por la Prieuré de Sion. Al mismo tiempo, el Santo Grial sería,


literalmente, el receptáculo o vasija que recibió y contuvo la sangre de Jesús.
Dicho de otro modo, sería el vientre de la Magdalena y, por extensión, la propia
Magdalena”.86

Si nos detenemos a analizar la imagen que los tres autores ofrecen sobre la
orden del Temple llama inmediatamente la atención la escasa solidez de sus
afirmaciones, incluso cuando pretenden tejer su historia ortodoxa: que
planearan fundar un estado propio en las tierras de Languedoc, su misión de
excavar en los famosos “Establos de Salomón”, que aprovecharan su imagen de
hechiceros, alquimistas y nigromantes87 o que tuvierna continuidad. Su texto
(sus textos, si tenemos en cuenta los posteriores) muestran un discurso donde
todo es veraz, verosímil, plausible, donde cada hipótesis fácilmente
desmontable se convierte en aseveración que sirve para posteriores
conclusiones, donde continuamente se esgrimen pruebas que dicen corroborar
la leyenda: pero si hay pruebas, la leyenda deja de serlo para ser historia. No se
sabe hasta qué punto colaboraron con Plantard y compañía o fueron los
primeros en verse fascinados por su camelo, pero lo cierto es que su discurso es
artero y nada siempre entre dos aguas: por una parte, las fuentes y el trabajo el
de historiadores contrastados (Michelet o Barber, por ejemplo); por otra parte,
las falsificaciones y textos nacidos en el seno del Priorato, pocas veces en el
mismo nivel, dado que los segundos solapan todo, como ocurre con las listas de
los maestres del Temple.

Por otra parte, el término de Sancgreal-Sankgreall, que se podía encontrar en la


tradición inglesa (Sank Ryal, sanke roiall, o Seint Graal), en referencia a “la
vasija de la eucaristía, que después de la consagración contiene si la sangre de
Cristo, pero como parte de una fe viva y no como reliquia”88, no deja de ser una
“interpretación equivocada –por decir antojo- de un escritor inglés, tal vez poco
cómodo con el francés, [que] se convierte en clave de todo el misterio. Si el
Santo Grial no es la “sang real”, o “sangre real”, la totalidad del argumento
como tal se viene abajo”.89

Continuarían los ensayistas refiriéndose al Priorato en su siguiente obra, en la


que, sin embargo, su discurso hacia el mismo cambió, en tanto que llegaban a
considerar su vinculación con asociaciones y actividades ilícitas, si bien se
mantenía la fascinación por el Santo Grial y el mito del Rey Perdido: “la
Prieurié de Sion puede proporcionar un Mesías del tipo que el mismo Jesús,
como personaje histórica, era realmente”.90 Tal cambio tenía mucho que ver con
la inventiva del Propio Plantard, que desvinculó los orígenes del Priorato de los
del Temple y retrasó su fundación hasta el siglo XVIII. Finalmente, forzado por

86 Ibid. p. 568.
87 Baigent, Michael y Richard Leigh. Masones y templarios. Madrid: Martínez Roca, 2009.
88 Barber, Richard. Op. cit., p. 265.
89 Ibíd., p. 383.
90 Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln. El legado mesiánico. Madrid: Martínez Roca,

2005, p. 341.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

periplos judiciales, acabo reconociendo que se trataba de una impostura, como


también lo hizo el propio De Sède. O una estafa, elaborada junto a sus adláteres
(Philippe de Chérisey, Jean-Luc Chaumeil).

Sin embargo, poco importó. El trabajo de Baigent, Leigh y Lincoln iba a


funcionar, amén de como internacionalizador, como legitimador de la farsa, de
manera que el ruido generado y las teorías más conspiranoicas no iban a
detenerse, todo lo contrario: el lector tenía la sensación de que tantas páginas
sobre un mismo asunto solo podían haberse publicado si “algo” estaba
pasando, y, “después de The Messianic Legacy, el mito del Priorato de Sion
subsiste con vida propia, sus variantes son infinitas”,91 con una amplia
impronta en la literatura y las artes.

Aunque no fue el primero en llevar el Priorato a la literatura, merece una


mención especial el nombre de Umberto Eco, cuya narrativa va a tener especial
fijación por las falsificaciones de la historia, tanto en Baudolino como en El
cementerio de Praga, pero también en Il pendolo di Foucault, en la que los
protagonistas se plantean vender el mismo artefacto, o uno similar: “un libro
sul misterio del Graal e sui segreti di RenneslesChateau”.92

Broken Sword (1996)

91 Introvigne, Massimo. Los Illuminati y el Priorato de Sión. Alcalá: Rialp, 2005, p. 170.
92 Eco, Umberto. Il pendolo di Foucault. Milán: Bompiani, 1988, p. 230.

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El interés, sin embargo, ni mucho menos se limitó a la novela: el videojuego


Broken sword volvía, en 1996, al baphomet templario y a una orden que aspiraba a
controlar el mundo. Como se muestra en la imagen, aludía, entre otros, a Henri
Lobineau, uno de los supuestos autores de los Dossiers secrets. Ciertamente, el
grial no hace acto de presencia, pero sí la espada rota que da nombre al juego y
que no puede más que remitirnos de nuevo a la materia de Bretaña.

En la narrativa española, también empezó a hablarse del Priorato bien pronto.


Lo hacía Ángel Almazán de Gracia en su novela Los códices templarios del río
Lobos,93 donde Beltrán de Rennes informa a su pupilo de la escisión de credos:
los templarios, de cristianismo gnóstico y sin interés en la sangre real, y el
Priorato, que se había decantado por seguir al linaje merovingio. Pero lo hacía,
sobre todo, Juan Eslava Galán, también en sus novelas firmadas como Nicholas
Wilcox, posiblemente la saga más famosa en nuestro país en torno a la Orden.
Con no poco humor, o la fina ironía de quien se distancia de un tema que
conoce bien, Eslava-Wilcox tejía un complejo sistema de recurrencias y
referencias en torno al Grial, el pectoral del juicio, el shem shemaforash, el Espejo
(mesa) de Salomón y la Piedra del Letrero. Así, ya en Guadalquivir, presenta
como Graal el fragmento menor, custodiado por los cátaros, del rubí conocido
como Madre de la Sangre, roto cuando los visigodos lo transportaban (y por
tanto, piedra caída). Tras los arcanos bíblicos se mueve siempre una
organización formada por gentes de todos los credos, entre los cuales se
encuentran miembros del Temple, conocedora de la descendencia de Cristo y
valedora de la restauración de su estirpe: Lámpara Tapada (Taeda Tecta),
conocida en la cristiandad como el Sionis Prioratus.94 Incluso el propio Chrétien
pasea por las páginas de Los dientes del dragón, que incluye una singular
reescritura de la procesión del Grial, cáliz contenedor de la sangre de la Diosa
Madre, para los antiguos, o la Sang Real, según la sustitución de los Cristianos.
Sin embargo, sería The Da Vinci Code, de Dan Brown la que haría famosas, amén
de otras, las teorías griálicas ya expuestas en Holy Blood, Holy Grail, libro que se
halla en los anaqueles de Sir Leigh Teabing, experto estudioso del grial (y
tullido en su fortaleza), quien explica la triple responsabilidad del Priorato,
creador de la Orden del Temple y enfrentado al Opus Dei: proteger los
documentos del Sangreal, la tumba de María Magdalena y el proteger el linaje
de Jesús, es decir, a los pocos miembros de la dinastía merovingia
supervivientes.95

93 Almazán de Gracia, Ángel. Los códices templarios del río Lobos. Soria: Sotabur: 1997.
94 Eslava Galán, Juan, Guadalquivir, Barcelona, Planeta, 1990. Wilcox, Nicholas, La lápida
templaria, Barcelona, Planeta, 1996; Wilcox, Nicholas, Los falsos peregrinos. Trilogía templaria I,
Barcelona, Planeta, 2000; Wilcox, Nicholas, Las trompetas de Jericó. Trilogía templaria II, Barcelona,
Planeta, 2000; Wilcox, Nicholas, La sangre de Dios. Trilogía templaria III, Barcelona, Planeta, 2001;
Wilcox, Nicholas, Los templarios y la mesa de Salomón, Madrid, Martínez Roca, 2004 (de las cinco
novelas con pseudónimo solo la segunda no menciona el Prioratus); Eslava Galán, Juan, Los
dientes del dragón, Barcelona, Devir, 2004. Para el estudio de la primera, véase Nourine Elaid,
Lahouaria. “El mito del tesoro de Salomón en Guadalquivir, de Juan Eslava Galán”. En Fidel
López Criado (coord.). Héroes, mitos y monstruos en la literatura española contemporánea. Santiago
de Compostela: Andavira, 2009, pp. 331-338.
95 La relación entre El codigo Da Vinci y El enigma sagrado es compleja. Por una parte, Dan

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

The Da Vinci Code (2006)

En los fotogramas arriba seleccionados, correspondientes a la adaptación


fílmica de la obra de Dan Brown, dirigida por Ron Howard,96 se puede
sintetizar el grial como cáliz y símbolo del eterno femenino, secreto que
Leonardo, uno de los presuntos maestres del Priorato, habría querido transmitir
en La última cena; la unión con el símbolo de la masculinidad, que en el Louvre
indicaría el lugar donde se custodia la tumba de la Magdalena; el linaje del grial
como línea de sangre; el Temple como protector del secreto, y la afilológica
sangre real por el santo grial.

Brown, a modo de guiño o reconocimiento, utiliza parte de la trayectoria vital de Henry Lincoln
en la composición de la biografía del personaje de sir Leigh Teabing, protagonista de El codigo
Da Vinci, mientras que emplea el nombre de Jacques Saunière para el maestre del Priorato. No
obstante, y aunque Henry Lincoln decidiera no sumarse a la demanda, Baigent y Leigh llevaron
a Dan Brown a los tribunales, acusándolo de plagio. La demanda se resolvió en abril de 2006,
poco antes del estreno de la película, y Brown fue declarado inocente. Sin embargo, no era el
primer juicio: Lewis Perdue presentó una demanda por plagio en New York a principios de
2005, afirmando que Brown había plagiado sus libros Da Vinci Legacy y Daughter of God. Brown
ganó también el pleito.
96 Howard, Ron. The Da Vinci Code. EE. UU.: Columbia Pictures-Imagine Entertainment, 2006.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

La capacidad de sugestión de estas teorías no era baladí, y a ello contribuyó que


Dan Brown iniciara su novela confirmando como “Hechos” la realidad del
Priorato de Sion, hermandad fundada en el año 1099, o el hallazgo de los
Dossiers secrets, sin ofrecer más información sobre su impostura: una encuesta
encargada en el Reino Unido por el Da Vinci Code Response Group y realizada
en los días previos al estreno de la película, entre el 12 y el 14 de mayo de 2006,
a una muestra representativa a nivel nacional de 1005 adultos británicos,
mostró que el 22 % de los encuestados había leído el libro y que solamente uno
de cada tres de esos lectores consideraba falsas la afirmaciones de que Jesús se
había casado con María Magdalena y tuvo hijos, mientras que el 59 % pensaba
que había algo de verdad en estas afirmaciones y el 36 % creía que la Iglesia
católica está ocultando la verdad sobre Jesucristo. Uno de cada tres lectores
estaba convencido, además, de que el Priorato de Sion era una organización
real, existente desde la Edad Media.97

A partir del éxito de Dan Brown, las referencias al grial, entendido como sangre
real, y al Temple como protector de los intereses del Priorato se multiplicaron,
no siempre de manera homogénea: desde la simple mención a la denuncia de su
nula consistencia histórica o incluso la parodia o la recreación literaria del
actual Priorato, si bien resultan más numerosas las continuaciones fieles.

Los ejemplos son muchos. Zurdo y Gutiérrez ficcionalizan en El diario secreto de


Da Vinci el pasado del Priorato y cómo Leonardo sucedió Botticelli, con César
Borgia de por medio, e incluso, en una sección contemporánea, se narran las
andanzas de Plantard y sus colaboradores.98 De la misma manera, Paloma
Sánchez-Garnica retomaría las especulaciones de Baigent et alii y Brown para la
creación de su hermandad de El Gran Arcano (no falta, por supuesto, una
protagonista también descendiente del linaje sagrado, en este caso Laura
Escudero).99 Aunando nomenclaturas (Priorato de Sion, Orden de Sion o
Priorato de los sabios de Sion) la orden vuelve a aparecer como custodia del
linaje Rex Deus y creadora del Temple (cuya misión consistía en hallar el Arca
de la Alianza) en El signo de Salomón, de Marisa Azuara,100 y los descendientes
del linaje sagrado en La reina oculta, de Jorge Molist, son Pedro II, Gran Maestre
de la Orden de Sion, y Bruna de Béziers, la Dama Grial.101

Por su parte, Joaquín Javaloys, que identifica a Flegetanis con Abraham ben
Daoud (o ibn Daud) y el relato de Kyot con el apéndice contenido en el Sepher
Ha-Kabbalah o Shk, considera que el Grial cátaro consiste en el secreto del linaje
real davídico (Sang Real) y lleva a cabo una identificación entre personajes
históricos y personajes literario-legendarios que reproducirá en su novela Yo,
Parsifal, según la cual Parzival sería Raymond-Roger II Trencavel; Lohengrin,

97 Mora, Juan Manuel. La Iglesia, el Opus Dei y El Codigo Da Vinci: un caso de comunicación global.
Pamplona: EUNSA, 2009.
98 Gutiérrez, Ángel y David Zurdo. El diario secreto de Da Vinci. Barcelona: Robinbook, 2004.
99 Sánchez-Garnica, Paloma. El Gran Arcano. Barcelona: Plaza & Janés, 2006.
100 Azuara, Marisa. El signo de Salomón, Zaragoza: Egido, 2005.
101 Molist, Jorge. La reina oculta. Madrid: Martínez Roca, 2007.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Roger-Raymond III Trencavel; Raymond VI de Toulouse, el rey Anfortas;


Alfonso II el Casto, Kastis; Bertrand de Toulouse, el ermitaño Trevizent; y
Raymond-Roger II de Foix, Gawan.

En la novela se unen el Santo Cáliz, por el que Dios habla a Raymond Roger II
de Trencavel; la sangre real, pues él, descendiente de David, es el rey del Grial;
y la lapis exillis, que le entrega el ermitaño Trevizent (Bertrand de Toulouse).
Pero hay dos griales: el Grial clásico o cristiano, personalizado en el rey Capeto,
y el grial occitano o davídico, en el linaje Trencavel (defendidos por la Orden de
Sión y Orden del Temple respectivamente).102

En la novela, el Temple sería el brazo militar de la Orden de Sion, fundada por


Urbano II a través de Godofredo de Bouillón para regir la cristiandad por
medio del linaje davídico. El Grial ya no es la descendencia, por tanto, de Jesús
y la Magdalena, sino el de los jefes de la casa de David: escindidos, el Temple se
decantó por proteger el linaje davídico puro (Trencavel/Parsifal o Grial
occitano); el Priorato, el linaje davídico cristiano (Capeto o Grial clásico).

Variará también el Priorato en El tesoro de los nazareos, de Jerónimo Tristante,


donde se presenta como orden formada por nazareos emigrados a occidente
que pretenden recuperar el tesoro del Templo, que contiene las pruebas de la
humanidad de Jesucristo. Godofredo de Bouillón, descendiente de estirpe real,
no se prestó a colaborar, por lo que fue ejecutado y se creó el Temple como
tapadera para las excavaciones del Priorato.103

Más linajes sagrados encontrará el lector en El legado del valle y La cruz de Saraís,
en las que, tras la victoria frente a las tropas de Saladino en la llanura de Arsuf,
los templarios Jean de Badoise y Paul de Tornois contraen la misión, como
miembros del círculo interior de la Orden, de marchar con Charité, la portadora
del Legado, hasta el valle del Boí y fundar allí un régimen que permita proteger
la estirpe sagrada, que logrará pervivir hasta la actualidad.104

Por su parte, La serpiente roja, de Peter Harris (pseudónimo de José Calvo


Poyato) se inicia con el hallazgo de los Dossiers secrets del Priorato en la
Biblioteca Nacional de París, y Oficus es el trasunto del Priorato de Sion,
hermandad encargada de vengar al Temple, custodiar el secreto del linaje
sagrado y el Evangelio de Andrés.105

102 Javaloys, Joaquín. El Grial secreto de los cátaros. La historia oculta de un linaje. Madrid: Edaf,
2006, y Yo, Parsifal. El mítico caballero del Grial. Madrid: Huerga & Fierro, 2006.
103 Tristante, Jerónimo. El tesoro de los nazareos. Barcelona: Roca, 2008.
104 Badia, Jordi y Luisjo Gómez. El legado del valle. Barcelona: RBA, 2011, y La cruz de Saraís.

Barcelona: RBA, 2013.


105 HARRIS, Peter. La serpiente roja. Barcelona: DeBolsillo, 2008.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Das Blut der Templer (2004)

Para seguir ilustrando con imágenes, la de arriba corresponde a la La sangre de


los templarios,106 producción alemana que narra los conflictos contemporáneos
entre la Orden del Temple y el Priorato de Sion. Los miembros de ambas, en
cuyas venas corre el linaje sagrado, pugnan escindidas desde que, tras haber
hallado la tumba de Cristo, el sudario, la lanza de Longinos y el Grial, los
segundos quieren servirse de este para obtener la inmortalidad. Llamativo
resulta el Grial, como puede verse en la imagen, dado que podría estar
inspirado en ain masse (masa de metal), según lo presenta Ulrich Füetrer en el
Libro de las aventuras.

Tanta y tan machacona parecía la canción que, inevitablemente, tenía que llegar
la parodia, en este caso en la segunda entrega de la trilogía templaria de
Enrique de Diego, en la que nos encontramos con dos personajes de sospechoso
nombre: Dan Marrone, comerciante lombardo dedicado al tráfico de reliquias y
amigo de esoterismos varios, y Roberto Langdoni, su sirviente. El diálogo con el
templario Alvar Mozo es interesante:

―Tengo entendido que el Temple fundó otra Orden…


―Ha bendecido a la de los Caballeros Teutónicos, que comparten la misma regla aunque
restringida a caballeros germanos.

―No, algo de Priorato…

Baxmeyer, Florian. Das Blut der Templer. Alemania: Lietuvos Kinostudija-Medienfonds GFP-
106

Rat Pack Filmproduktion-Westside Filmproduktion GmbH, 2004.

Issn: 2603-8714 Antonio Huertas Morales. Página 40


La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

―Priorato solo se utiliza en el Císter cuando el cenobio no alcanza la categoría de abadía


y es regido por un prior.

―…de Sión.

―¿Os referís a un grupo de canónigos encargados de custodiar la Iglesia de Nuestra


Señora de Sión en Jerusalén? Se reirían a vuestra costa si les situarais como templarios
o nacidos de tal Orden.

―Os quedáis en la superficie ―sentenció suficiente Dan Marrone.

“Nunca ―pensó Álvar― había visto en su vida alguien tan fatuo”.107

107 Diego, Enrique de. La lanza templaria. Madrid: Martínez Roca, 2006, p. 315.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

Un cuento para el siglo XXI

Para los historiadores, una vez denunciada la inconsistencia documental de


tales discursos, igual que para los filólogos, a quienes poco le interesaban unas
tramas que, en muchas ocasiones, poco tenían de literario (si exceptuamos,
injusto sería obviarlo, la habilidad de engarzar misterios y lances trepidantes),
esta nueva actualización del “grial templario” no merecía mayores esfuerzos.
Sin embargo, los títulos publicados al respecto siguieron reproduciéndose. Eco
contestaba así al porqué: “Perché, anche a confutarlo, ‘Il codice’ si
autoriproduce? Perché la gente è assetata di misteri (e di complotti) e basta che
gli offri la possibilità di pensarne uno in più (e persino nel momento in cui gli
dici che era l’invenzione di alcuni furbacchioni) ed ecco che tutti incominciano a
crederci”.108

La custodia del grial por parte de los templarios no es más que una leyenda
literaria, y la sangre real, otra manifestación de la misma, por esencia
cambiante. Quien no cometa el error de confundir historia con especulación
puede entender que la fábula (invención, mistificación), incapaz de soportar el
más mínimo análisis riguroso, no es más que un cuento (li contes del sang raal)
para el siglo XX y XXI (o un escalafón, o una actualización) con la misma
capacidad de seducción que tuvo en sus orígenes medievales. Ni siquiera es, en
realidad, demasiado original. Plantard y sus colaboradores, o quienes fueran los
autores de la trama, hicieron, respecto al Temple, lo mismo que la masonería
cuando buscó emparentar con la Orden: falsificaciones, linajes, herencias y
transmisiones. Respecto al Grial, como ya hicieran Robert de Boron o Wolfram
von Eschenbach, lo que nos ofrecen es un linaje del grial, que se remonta a
tiempos bíblicos, con sus guardianes templarios incluidos.

Pero si dejamos de lado lo obvio de nula autenticidad, esta literatura resulta


interesante porque nos explica el presente. El Temple entra en los siglos XX y
XXI a través de la fascinación que podía despertar en un público que concibe la
historia aprendida como apenas esbozo de una verdad mayor que le ha sido
escamoteada y oculta, en mano de personajes en la sombra. Un artificio, en fin,
tramado desde las bambalinas que poco o nada tiene que ver con lo realmente
sucedido, que sigue esperando en otro lugar, latiendo aún y sin que nadie sepa
realmente qué es, pero que, de desvelarse, pondría en peligro cualquier pilar
(religioso, político, social) sobre el que se cimienta nuestra existencia. El
templarismo participa de esa dimensión mágica y esotérica, percibidas como
alternativas, si no antagonistas, de la cultura dominante, plenamente encarnada
en el pensamiento posmoderno, desencantada con un presente donde no se

108 Eco, Umberto. “Il Codice colpisce ogni giorno”. L´ Espresso (30/07/2005).

Issn: 2603-8714 Antonio Huertas Morales. Página 42


La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

reconocen ya los puntos de referencia.109 Como comenta Verjat Massmann,


“estamos viviendo una época muy escasa de valores espirituales y de questas
del ideal o del infinito trascendentales indispensable para conferir sentido a la
existencia […]. Los ámbitos mistéricos, esotéricos, incluso mágicos, están
haciendo del Grial el talismán por excelencia y una vía de acceso a la vida
eterna”.110

Al fin y al cabo, no deja de ser uno de esos sueños que de manera tan sintética
presentaba Eco como la Edad Media de la Tradición, cuyas palabras queremos
recuperar como homenaje precisamente cuando se cumplen cuarenta años de la
publicación de Il nome de la rosa, que tanto nos enseñó sobre los peligros que
esconden los libros:

Es la Edad Media sincretista que ve en la leyenda del Graal, en la vicisitud histórica de


los Caballeros del Templo, y desde éstos, a través de la afabulación alquímica, los
iluminados de Baviera, hasta la masonería actual de rito escocés, el desarrollo de una
sola y continua historia iniciática. Esa Edad Media, acrítica y antifilológica, vive de
alusiones e ilusiones, siempre consigue admirablemente descifrar, en todo y con
cualquier pretexto, el mismo mensaje. Por fortuna, para nosotros y para los adeptos, el
mensaje se ha perdido, lo que vuelve la iniciación un proceso sin fin, rosacruz y delicia
para los privilegiados que resisten, impermeables al hábito popperiano de la falsación,
entregados a los paralogismos de la simpatía universal. Es una Edad Media mística y
sincretista y adscribe a su propia historia intemporal todo l0 que no se puede ni probar
ni refutar.111

109 Di Carpegna Falconieri, Tommaso. “L´eredità templare”. Op. cit.


110 Verjat Massmann, Alian (ed). Op. cit., pp. 35-36.
111 Eco, Umberto. De los espejos y otros ensayos. Barcelona, Lumen, 1993, p. 93.

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La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.

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