Antonio Huertas Morales - La Orden Del Temple y El Grial
Antonio Huertas Morales - La Orden Del Temple y El Grial
Antonio Huertas Morales - La Orden Del Temple y El Grial
Valentia Mediaevalis
ISSN:2603-8714
La Orden del Temple y el Grial: una aproximación desde la literatura Valentia Mediaevalis.
Cuaderno número 11
Diciembre de 2020
Antonio Huertas Morales
[email protected]
Consejo de redacción
ISSN 2603-8714
Todos los artículos publicados en Cuadernos templarios son únicamente propiedad del autor.
Knightfall (2018)
L
a primera imagen, que apenas necesita presentación, corresponde a la
película Indiana Jones and the Last Crusade.1 La segunda, menos conocida, a
la serie Knightfall.2 Entre ambas han pasado 30 años: una es un clásico del
cine; la otra, una serie lanzada por History Channel que aún no ha concluido. En
la primera, al grial se accede solo tras superar una serie de pruebas, y tras su
rastro también se encuentran los hombres del Reich, motivo que gozará de
notable éxito aún hoy, con los recreados, y a veces exacerbados, delirios
esotéricos del nazismo.
1 Spielberg, Steven. (1989). Indiana Jones and the Last Crusade. EE. UU.: Lucasfilm-Paramount
Pictures.
2 Handfield, Don y Rayner, Richard. (2018). Knighfall. República Checa: A+E Studios-The
3 En realidad, en el filme de Spielberg, no se menciona a los templarios, sino solo que tres
caballeros cruzados alcanzaron el grial, que desde entonces ha sido protegido por la
Hermandad de la espada cruciforme. No obstante, las similitudes con el Temple son muchas, y
así lo han percibido público y crítica.
4 Para el lector interesado, remitimos al catálogo en curso que elaboramos para Storyca, tanto
abundantes miniaturas hasta frescos, escultura o bordados, puede tomar como punto de partida
el trabajo de Ibáñez Palomo, Tomás. “El mundo artúrico y el ciclo del Grial”. Revista Digital de
Iconografía Medieval, VIII.16 (2016), pp. 31-66.
El grial
Ante todo “no se debe olvidar que el Grial es una creación de la literatura, y
específicamente, de la literatura medieval”,7 pero también “una construcción
cuyas bases apuntan a lo más alto de los ideales y a las más profundas
experiencias religiosas”.8
El grial, todavía para nosotros un objeto, es “una cosa tan santa” que aparee en
El cuento del grial (Li contes del Graal), último de sus roman, cuya redacción debió
iniciarse en torno a 1180 y cuya falta de conclusión, bien por la muerte del
mismo Chrétien, bien por la de su protector, Felipe de Alsacia, conde de
Flandes (ante Acre, en 1191, durante la tercera cruzada), no hizo más que
alimentar sus misterios. Pronto hubo manos dispuestas a explicarla, a concluirla
(la obra que Chrétien hubiera escrito) o a continuarla (inspiradas en Chrétien
para sus propias creaciones).
7 Martín Botero, Mario. “Los orígenes del Grial en la literatura medieval: de Chrétien de Troyes
[…] un criado vino de una habitación sujetando una blanca lanza empuñada por el
centro, pasa entre el juego y los que estaban sentados en la cama, y todos los de allí
vieron la lanza blanca y el hierro blanco, y desde la punta salía una gota de sangre que
corría hasta la mano del criado. Esta cosa admirable vio el muchacho, que allí había
llegado aquella misma noche, y se abstiene de preguntar cómo ocurría aquello, pues se
acordaba del consejo que le había dado el caballero al enseñarle y recomendarle que se
guardara de hablar mucho; teme que si pregunta se lo tomaran como simpleza, y por eso
no pregunta nada.
Entonces llegaron otros dos criados, con candelabros de oro puro en la mano, trabajado
con nieles. Los criados que llevaban los candelabros eran muy bellos. En cada candelabro
ardían al menos diez velas; una doncella que venía con los criados, bella, agradable y
bien ataviada, sujetaba un grial entre las dos manos. Cuando entró allí con el grial que
llevaba sobrevino tan gran claridad que todas las velas perdieron su luz como las
estrellas y la luna cuando sale el sol. Detrás de ella venía otra que llevaba un plato de
plata. El grial, que iba delante, era de fino oro puro; tenía piedras preciosas de muchas
clases, de las más ricas, de las más caras que hay en el mar y en la tierra: a todas las
demás piedras superaban las del grial, sin duda. Igual que la lanza, pasaron por delante
de él y fueron de una habitación a otra.9
El pecado te cortó la lengua cuando viste pasar delante de ti la punta que nunca restañó
y no preguntaste el motivo. Cuando no averiguaste a quién se sirve con el grial,
cometiste una insensatez. Al que sirve era mi hermano. Mi hermana, y suya, fue tu
madre, y el Rico Rey Pescador creo que es hijo de aquel que se hace servir con el grial. Y
no creáis que tiene lucios, lampreas o salmones: con una sola hostia, lo sabemos, que le
llevan en ese grial, mantiene su vida y la reconforta, tan tanta cosa es el grial; y es algo
tan espiritual que su vida no la sostiene más que la hostia que va en él. Quince años ha
estado ya así, sin salir de la habitación en la que viste entrar el grial. Ahora quiero
imponerte y darte penitencia por este pecado.10
9 Troyes, Chrétien de. El cuento del grial. Ed. Carlos Alvar. Madrid: Alianza, 2006, pp. 125-126.
10 Ibíd., p. 196.
11 Corminas, Joan y José A. Pascual. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Tomo III.
G-Ma. Madrid: Gredos, 1984, pp. 208-211.
12 Puede consultarse una síntesis valiosa de las interpretaciones y orígenes del mito y las sendas
de la crítica en Gracia, Paloma. “El mito del Graal”. En Rafael Beltrán (ed.). Literatura de
caballerías y orígenes de la novela. Valencia: Universitat de València, 1998, pp. 63-75.
Wolfam también nos presenta, con algunas variantes, la procesión del grial,
pero su punto de vista es tan genuino y elaborado que da lugar a toda una rama
de la leyenda griálica que suele merecer un lugar aparte en los estudios:
Allí estaban sentados muchos magníficos caballeros y se presentó ante sus ojos la mayor
tristeza. Un escudero entró corriendo por la puerta Llevaba una lanza, de cuyos filos
fluía sangre, que corría por el mago hasta la mano, para ser recogida en la manga. Al
verla se produjo un gran duelo. En el espacioso palacio lloraron y gritaron. Las gentes
de treinta países no hubieran podido hacer con sus ojos otro tanto. El escudero llevó la
lanza por toda la sala, a lo largo de las cuatro paredes, y de nuevo hasta la puerta, de la
que salió corriendo. Se callaron entonces los lamentos y el dolor que había despertado la
lanza que llevaba en su mano el escudero […].
La reina llevaba sedas de Arabí. Sobre un verde ajmardí portaba la perfección del
Paraíso, a la vez su raíz y su brote. Era una cosa que se llamaba “el Grial”, que
superaba la mayor gloria del mundo. La que portaba el Grial tenía por nombre Repanse
de Schoye. El Grial tenía esta condición: la que lo cuidaba tenía que conservar su pureza
y estar libre de maldad. Ante el Grial traían lámparas, que no eran precisamente
baratas: seis bellos recipientes de cristal, altos y resplandecientes, en lo que ardía bien el
bálsamo. Cuando entraron por la puerta, a la debida distancia se inclinaron con buenos
modales la reina y las doncellas que llevaban las lámparas de bálsamo. La reina
inmaculada depositó el Grial ante el señor del castillo.13
13 Von Eschenbach, Wolfram. Parzival. Ed. Antonio Regales. Madrid: Siruela, 2017, pp. 126 y
128.
Trevrizent contestó: “Del Grial deben cuidar doncellas, pues Dios lo ha dispuesto así.
Ellas le sirven. El servicio del Grial es muy distinguido. Solo lo pueden desempeñar
caballeros que vivan en castidad. Cuando las estrellas suben en su órbita, se apodera del
pueblo del Grial, de los jóvenes y de los viejos, una gran desolación. Desde hace
demasiado tiempo se mantiene la cólera de Dios sobre ellos. ¿Cuándo podrán ser felices?
Sobrino, te voy a contar algo que me puedes creer de buen grado. A menudo están como
ante un juego de azar: pierden y ganan. Reciben niños pequeños de alto linaje y gran
belleza, y si un país se queda sin soberano y por la Providencia de Dios el pueblo desea
otro señor, se le concede uno de la sociedad del Grial. Deben servirle debidamente, pues
tiene la bendición de Dios. Dios envía allí en secreto a los hombres y públicamente a las
muchachas. […]. Así pues, desde el Grial se envía a los hombres en secreto y a las
muchachas públicamente, para que se multipliquen y, mediante el servicio de sus hijos,
acrecienten las huestes del Grial. Dios les muestra el buen camino. Quien se ha decidido
por el servicio al Grial debe renunciar al amor de las mujeres. Solo al rey le asiste el
derecho de tener una mujer, que ha de ser pura, así como a los que Dios ha enviado como
soberanos a los países que se han quedado sin rey. Yo transgredí ese mandamiento y amé
a una mujer por su recompensa amorosa. Me llevó a ello mi resplandeciente juventud y
las excelencias de la dama…14
El término con el que se solía denominar a los miembros de la orden del Temple
era el de tempelherren, mientras que el empleado por Wolfram Von Eschenbach,
templeise/n, es, aunque con similitudes obvias, de creación propia. Se trata de un
problema esencial que hay que tener en cuentas antes de afirmar sin más que
“Wolfram hace a los Templarios los perfectos guardianes del Grial”15 o que
“pone Templarios alrededor del Grial”:16 mientras que el Grial, desde su
Para Regales, editor y traductor de la obra, “No es totalmente seguro que quiera
referirse a los templarios, aunque es lo más probable. Los caballeros del Grial
tienen semejanzas, aunque también importantes diferencias, con los templarios
[…]”.18 Una de esas semejanzas claro está, es la prohibición del “amor a la
mujer”, 19 si bien el voto de castidad no era ni mucho menos exclusivo del
Temple ni de las órdenes militares. Las diferencias, en todo caso, son también
notables. Barber considera que Wolfram no estaría refiriéndose a los templarios
dada su escasa implantación en la Alemania de la época (resultaría extraño que
Chrétien, vinculado por nacimiento o servicio la corte de Troyes, hubiera
escatimado cualquier alusión, y bien es sabido que en Cataluña, Aragón y
Francia ya tenían una más que consolidada presencia), amén de por ser mujeres
las encargadas de portal el Grial, por el matrimonio de los elegidos o por su
destino al frente de los reinos a los que son llamados.20
Compárense las palabras del Parzival: “Si puede la caballería conquistar con el
escudo y con la lanza la gloria terrenal y también el paraíso del alma, siempre
17 Beltrán, Rafael. “Los orígenes del grial en las leyendas artúricas: interpretaciones cristianas y
visiones simbólicas”. Tirant, 11 (2008), p. 37.
18 Regales. A. (ed). Parzival. Op. cit., nota 143, p. 401.
19 Ibid. p. 15.
20 Barber, Richard. Op. cit.
21 Beltrán, Rafael. Op. cit., p. 39.
he ansiado ser caballero”,22 con las de San Bernardo: “Es nueva esta milicia.
Jamás se conoció otra igual, porque lucha sin descanso combatiendo a la vez en
un doble frente: contra los hombres de carne y hueso, y contra las fuerzas
espirituales del mal [...]. El soldado que reviste su cuerpo con la armadura de
acero y su espíritu con la coraza de la fe, ese es el verdadero valiente y puede
luchar seguro en todo trance.23
“De él [Trevrizent] aprenderá ahora Parzival los misterios del Grial. Quien antes me
preguntó por ellos y me criticó porque no se los conté se ha puesto en ridículo. Kyot me
pidió que callara, pues la historia le ordenaba que no dijera nada hasta que la propia
narración indicara que era necesario hablar de ello. Kyot, el famoso maestro, encontró en
Toledo el texto originario de esta historia, olvidado en algún rincón y escrito en árabe.
Antes tuvo que aprender los signos mágicos, sin estudiar el arte de la magia negra. Le
27 Ponsoye, Pierre. El Islam y el Grial. Palma de Mallorca: José J. de Olañeta editor, 1998, p. 34.
28 Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln. El enigma sagrado. Madrid: Martínez Roca,
2009.
29 Corral, José Luis. Breve historia de la orden del Temple. Barcelona, Edhasa, 2006.
30 Barber, Richard. Op. cit., p. 196.
ayudó su fe cristiana, pues, si no, esta historia sería aún desconocida. Ningún ser
pagano nos puede revelar la esencia del Grial ni cómo se descubrió su secreto. Un
pagano, llamado Flegetanis, alcanzó gran fama por su saber. Este físico procedía de
Salomón y era de estirpe israelita, muy noble desde tiempos muy antiguos, hasta que el
bautismo nos libró del fuego del infierno. Él escribió la historia del Grial. Por parte de
padre, era pagano: Flegetanis rezaba a un becerro como si fuera su dios. ¿Cómo puede el
demonio confundir tan ignominiosamente a gente tan inteligente, y Dios Todopoderoso,
que conoce todos los misterios, no los ha liberado de esas creencias? El pagano
Flegetanis supo exponernos la ida y el regreso de las estrellas y las dimensiones de sus
órbitas, hasta que vuelven a sus puntos de origen. La esencia de los humanos está
condicionada por la órbita de las estrellas. Como pagano, Flegetanis bien con sus propios
ojos en las estrellas misterios ocultos y habló de ellos con gran timidez. Nos dijo que
había una cosa que se llamaba el Grial. Este nombre lo leyó claramente en las estrellas.
“Lo dejó sobre la tierra una cohorte de ángeles, que volaron después más alto que las
estrellas, si es que su inocencia les permitió volver al cielo. Desde entonces lo tienen que
guardar cristianos con la misma pureza. Quien es llamado al Grial tiene la mayor
dignidad humana”.
Esto escribió Flegetanis sobre el Grial. Kyot, el sabio maestro, empezó a buscar noticias
en libros latinos sobre dónde había existido un pueblo destinado a guardar el Grial y a
vivir en la pureza. Leyó crónicas de diversos países, de Britania, de Francia, de Irlanda y
de otros lugares, y encontró la referencia a Anjou. Leyó sobre Mazadan cosas que están
fuera de toda duda. Se había escrito con precisión sobre su linaje y también cómo Titurel
y su hijo Frimutel legaron el Grial a Anfortas, el hermano de aquella Herzeloyde de la
que Gahmuret tuvo el hijo del que trata esta historia.31
(ed.). Parzival. Op. cit., pp. 11-12. Este último, ibid., nota 144, p. 401, sobre Flegetanis, nos dice
que, sin identificación fehaciente, “podría tratarse del astrónomo Al Fergani (siglo IX)”.
No es óbice, sin embargo, para que la vieja atribución siga aún válida, como
sucede, por continuar con el ejemplo, en la obra de Baigent et alii, para quienes
los eruditos han desperdiciado mucho tiempo y mucha energía discutiendo
sobre la existencia de Flegetanis y Kyot, cuya identidad afirman que puede
establecerse de modo bastante sólido como Guiot de Provins, quien quizá
conoció a Wolfram en Maguncia, en 1184, con motivo de la fiesta caballeresca
de Pentecostés, en la cual el Sacro Emperador Romano, Federico Barbarroja,
confirió el título de caballero a sus hijos (tal vez dataría de ese encuentro el
interés de Wolfram en el Temple). Para los tres ensayistas, por tanto, si la
identidad de Kyot es real, es plausible suponer que también Flegetanis también
existió en realidad, o fue una creación de Wolfram o Guiot-Kyot (o ambos) con
algún propósito. Se trata, sin embargo, de solo la más relevante de las
identidades que se le han dado, pero no la única. Se podría mencionar también
la de Ponsoye, para quien Wolfram sería el primer intérprete de una tradición
provenzal del Grial, de origen oriental y de filiación islámica y templaria (frente
a la cristiana) y, así, Kyot sería el pseudónimo del transmisor de la enseñanza
tradicional, oral y secreta, del Felek-Thâni (Flegetanis).35
34 Alvar, Carlos. De los Caballeros del Temple al Santo Grial, Madrid, Sial, 2010, p. 182.
35 Ponsoye, Pierre. Op. cit.
36 Regales. Antonio. “El esoterismo del Parzival”. En Magdalena León Gómez (ed.). La literatura
Verjat, más prudente, apenas apunta que los templarios tendían al esoterismo
cristiano,37 pero vayamos por partes.
En la misma línea incide Alvarado Planas, para quien “considerar a los rudos y
esforzados caballeros templarios (que apenas tenían tiempo para cumplir con
sus deberes de oración diario en medio de sus ocupaciones militares o
administrativas) legatarios de una enseñanza mística y esotérica” es, como poco
“ignorar que la misma esencia de la vida militar y cuartelera no daba para
tantas sutilezas”,40 mientras que recuerda que las reelaboraciones cristianas más
importantes del esoterismo oriental solo se recibieron en Europa tras la caída de
Bizancio y no por intermediación templaria.41
EN CUARTO LUGAR, el grial ha dejado de ser escudilla, vaso o cáliz, para ser
piedra, lapsit exillis. Veamos la descripción que Trevrizent le ofrece al galés:
templarios expían así sus pecados. Habita allí una tropa bien experimentada en la lucha.
Os diré de que viven: se alimentan de una piedra, cuya esencia es totalmente pura. Si no
la conocéis, os diré su nombre: lapis exillis. La fuerza mágica de la piedra hace arder al
Fénix, que queda reducido a cenizas, aunque las cenizas le hacen renacer. Así cambia el
Fénix su plumaje y resplandece después en sus mejores galas, siendo tan bello como
antes. Por muy enfermo que esté alguien, si ve un día la piedra, no puede morir en la
semana siguiente y mantiene toda su belleza. Quien en la flor de la vida, fuera doncella
o varón, contemplara la piedra durante doscientos años, conservaría el mismo aspecto:
solo el cabello se le tornaría gris. La piedra proporciona a los seres humanos tal fuerza
vital que su carne y sus huesos rejuvenecen al instante. Esta piedra se llama también el
Grial. Hoy baja sobre él un mensaje, sobre el que descansan sus poderes sobrenaturales.
Hoy es Viernes Santo y se verá como desciende del cielo una paloma y deposita sobre la
piedra una pequeña y blanca hostia. La paloma, que resplandece en su blancura, retorna
después al cielo. Como os digo, todos los Viernes Santos la deposita sobre la piedra, con
lo que le proporciona todo lo que en la tierra posee un buen aroma, comidas y bebidas,
todo lo que crece en la tierra, con una abundancia paradisíaca. La piedra obsequia
asimismo con la carne de todos los animales que vuelan, corren o nadan, El poder
maravilloso del Grial asegura la existencia de la comunidad de caballeros. Oíd cómo se
sabe quiénes son llamados al Grial. En el borde de la piedra, una inscripción con letras
celestiales indica el nombre y el origen, sea muchacha o muchacho, del que está
destinado a hacer este viaje de salvación. No hace falta quitar la inscripción, pues, tan
pronto como se ha leído, desaparece por sí misma de la vista. Como niños llegaron los
que ahora son adultos. ¡Felices las madres cuyos hijos fueron llamados a este servicio!
Pobres y ricos se alegran por igual cuando les piden que envíen a sus hijos a la
comunidad. Los requieren de muchos países. Permanecen allí protegidos siempre contra
la ignominia del pecado y reciben su magnífica recompensa en el cielo. Cuando se les
apaga aquí la vida, se les concede en el cielo la plena satisfacción. Los que no tomaron
partido por ninguno de los dos bandos cuando lucharon Lucifer y la Trinidad, todos los
ángeles neutrales, llenos de nobleza y de dignidad, tuvieron que venir a la tierra, a esa
misma piedra que siempre permanece en estado puro. No sé si Dios los perdonó o los
siguió condenando. Si su justicia se lo permitió, los acogió a su lado. Desde entonces
protegen esta piedra los que Dios ha designado para ello y a los que les envió su ángel.
Señor, así discurren las cosas junto al Grial”.42
Nicholson, Helen J. Love, War, and the Grail. Templars, Hospitallers, and Teutonic Knights in
44
45 Margarita Torres Sevilla y José Miguel Ortega del Río. Los reyes del Grial. Madrid: Reino de
Mapa del Creador. Barcelona: Roca, 2006, y Rico Góngora, Montserrat. La abadía profanada.
Sin embargo, y para alegría de los amantes de lo oculto, la vida del Grial y de la
Orden se había desarrollado pareja. “Aparentemente el tema literario del Grial
queda en duermevela desde el siglo XIII”,50 y el caso de Mallory no es más que
el ocaso tardío de la quête del Grial (en realidad, nunca gozó de la difusión de
las precedentes). A pesar de que las ediciones de imprenta volvieron a llamar la
atención brevemente del público y existan refundiciones, como nuestra
Demanda del santo Grial, faltos de interés, “los romances artúricos del siglo XII
pasaron totalmente de moda desde 1530 en adelante”.51
Los libros de caballerías no pueden concebirse sin el mundo artúrico, de los que
son en buena parte herederos, pero su espíritu es otro: el Grial ya no es un
símbolo espiritual esencial, mientras que el ideal caballero se pone en relación
en la lucha o la conversión de los infieles. Sus escasas apariciones, apenas
referencias, lo convierten en apenas la antigüedad de un ideal pretérito, hasta el
punto de que “en el siglo XVII se puede decir que nadie sabe lo que es el
Grial”.52
El Renacimiento los vio como víctimas, blanco de las intrigas políticas, o como
brujos que merecían castigo por su herejía, e incluso a finales del siglo XVI se
Templarismo
Hoy se considera que las pretensiones de Ramsay no eran más que un intento
de proporcionar antecedentes de prestigio a la masonería, o pedigree: “la manera
de aparentar una antigüedad y unos orígenes ilustrados”,55 de ahí que
surgieran todo tipo de falsificaciones para avalar la continuidad con el Temple.
La llegada de Napoleón provocó que la masonería y el neotemplarismo
resurgieran con fuerza en Francia, donde apareció una nueva carta que
pretendía solucionar el problema de dicha vinculación. La misiva, fechada en
1324, estaba supuestamente escrita por John-Mark Larmenius, que habría sido
el sucesor de Jacques de Molay, y que nombraba en su cargo a Thomas
Theobald de Alejandría. En ella, además, iba una lista con los maestres
posteriores hasta aquel entonces. A su vez, la conspiración maniquea entre
valdenses, cátaros, templarios y otros llegó a su culmen con la regla de la Orden
del Temple falsificada por Merzdorf, en 1877, sobre los “hermanos escogidos” y
los “hermanos consolados”, que explicaría el castigo templario y que daba a
entender que los templarios compartían las creencias de los cátaros, pero
también de otras muchas herejías, y sus secretos ocultos.
54 Partner, Peter. Op. cit., p. 116. Aunque hayan transcurrido cuarenta años desde su
publicación, sigue siendo una referencia imprescindible. Ante la dificultad de sintetizar las
concepciones surgidas de las distintas órdenes, seguiremos su trabajo en las presentes páginas.
El lector podrá encontrar también visiones sintéticas de interés en Cardini, Franco. Templari e
templarismo. Città di Castello: Il Cerchio, 2011, pp. 111-128; Frale, Barbara. Los templarios.
Madrid: Alianza, pp. 155-162; Nicholson, Helen J. Los templarios. Una nueva historia. Op. cit., pp.
100-111.
55 Alvarado Planas, Javier. Op. cit., p. 120.
En lo que al objeto del presente trabajo atañe, Barber, para quien “la relación
entre de los templarios con el Grial es, desde un punto de vista histórico,
extremadamente inverosímil”,56 sitúa precisamente en Lessing, quien se había
acercado a los templarios a través de la masonería, la primera insinuación sobre
tal posibilidad, aunque la mayoría de especulaciones en aquella época seguían
girando en torno al baphomet. Para Johann August Starck, la magia del ídolo
podía retomarse, mientras que Friederich Nicolai conjeturaba que la palabra era
un compuesto de dos términos griegos que significaban ʽcolorʼ (o, por
extensión, ʽbautismoʼ) y ʽespírituʼ, emparentando templarios con gnósticos.
Destaca al respecto el orientalista austriaco Hammer-Purgstall, quien, en 1818,
queriendo criticar la masonería, vinculaba el gnosticismo de la Iglesia primitiva
a los cátaros, pasando por assassini, templarios y francmasones. Afirmaba
también que la leyenda del Grial era de origen gnóstico, y que no solo los
templeisen de Von Eschenbach eran gnósticos, sino también el mismísimo rey
Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda. Halló lo que él consideraba
ejemplares de la cabeza del ídolo y dos jarrones al estilo de los kráter griegos
(etimología propuesta para el grial57), para él símbolo gnóstico. A esto se sumó
Rossetti, quien consideraba a los templarios caballeros cátaros y del Grial,
además de revolucionarios masónicos.58
Como bien sintetiza Partner, “El mito de los templarios fue en parte intento
literario al gusto gótico y en parte el fruto de la experiencia religiosa teosófica.
Nacido en el mismo ambiente dieciochesco que había producido el cuento
gótico, contenía la mayoría de las emociones mágicas y sexuales que apreciaban
los narradores góticos”.59 De esta manera, la primera novela sobre el Temple
que localizamos en el siglo XVIII, Les mystères de la Tour de Saint-Jean ou les
Chevaliers du Temple, de Étienne-Léon de Lamothe-Langan,60 iba a incorporar,
amén de la escenografía gótica, el relato de sacrificios rituales y orgías,
prefigurando una visión poco halagüeña del Temple, si bien fue el prestigio de
Walter Scott quien impondría la negra imagen de la Orden.
Inspirado quizá Brian de Jay para crear al tan famoso Brian Bois-Guilbert y en la
leyenda de Maryculter para The Talisman, según Lord, la visión del maestro
escocés estaba condicionada no solo por su protestantismo, sino porque “Scott
was weiting at a time when was a renewed interest in the occult, and a plethora
of secret societies. He wanted to show the danger of these through the medium
of the Templar knights”.61
—¡Ah! ¿Beau-Séant? —replicó el monarca—. ¡Oh! Nada puede decirse del hermano
Giles Armaury; sabe ordenar un combate y pelear delante de todos desde el primer
momento. Pero, sir Thomas, ¿estaría bien desposeer de Tierra Santa a Saladino,
adornado con todas las virtudes que pueda tener un infiel para entregarla a Giles
Francisco Piferrer, 1836; en menor medida en Lorenzo. Barcelona: Imprenta de Garriga hijo, 1837,
y, sobre todo, en El templario y la villana, Barcelona: Imprenta de Brusi, 1840, 2 vols; Gil y
Carrasco, Enrique. El señor de Bembibre. Madrid: Mellado, 1844. Riera i Comas, Josep Marià.
Misterios de las sectas secretas ó El franc-mason proscrito (en 10 tomos, 1847-1851); Mora, Juan de
Dios, en Los templarios. Vol. I. Madrid: Imprenta de Manuel Álvarez, 1856 y en Los templarios.
Vol. II. Madrid: Imprenta de J. Casas y Díaz, 1857.
Así seguirá siendo durante casi todo el siglo XX, hasta el punto de que podemos
observar la redención del Temple en la literatura. Rafael Pérez y Pérez vuelve
sobre la Orden en El templario, donde la misión del protagonista adquiere
alcance divino,66 mientras que Ernesto Luengo retoma el Ivanhoe de Scott para
subvertir su papel decimonónico de raptores: esta vez son ellos (la sobrina del
último maestre) quienes padecen el secuestro.67 La excepción es La sombra blanca
de Casarás, de Jesús Aragón y Soldado, donde los templarios vuelven a sus
andadas como atropelladores de damas, con una vertiente sobrenatural que
identificamos como pionera en España.68
al respecto Huertas Morales, Antonio. “La sombra blanca de Casarás: génesis, fuentes y tradición
de la ¿primera? novela fantástica sobre el Temple en España”. Revista de Literatura, LXXXII.164
(2020), pp. 9-40.
69 Aunque no haya espacio para la literatura española, véase Marino, John B. The Grail Legend in
fuego invisible, de Javier Sierra, Premio Planeta en el año 2017 (extraño resulta,
sin embargo, que dejara de lado a los templarios quien tanto ha fabulado con
ellos).70 Por lo tanto, no costaría encontrar ejemplos en nuestra literatura que
ilustraran las distintas líneas que traza Barber en su tratamiento. Así ocurre con
las propuestas filosóficas en torno al grial, que en nuestro país podrían
corresponderse con El rapto del Santo Grial, de Paloma Díaz-Mas, novela que,
aparecida en plena transición, nos advierte de los peligros de las utopías
cumplidas.71
Para el objeto de las presentes páginas, cabe decir que, desde los primeros
títulos que protagonizan el boom templario, la reliquia es una de las tantas que
se le atribuyen a la Orden (por supuesto, también la lanza de Longinos, el Arca
de la Alianza, las Tablas de Ley, evangelios gnósticos variados…),
generalmente halladas en la mezquita de Al-Aqsa, que el rey Balduino II de
Jerusalén otorgó a los primeros caballeros templarios, y que serían la causa de
su ascenso, poder y, evidentemente, también caída. Buena parte del mérito se
debe a obras especulativas de éxito, entre la que podríamos nombrar las de
Charpentier, autor de seductoras teorías que relacionan la figura de Bernardo
de Claraval como primer y verdadero maestre del Temple, el hallazgo del Arca
de la Alianza en el antiguo recinto del Templo de Salomón, la existencia de un
proceso civilizador por parte de la Orden y la construcción de las catedrales
góticas, en consonancia con las constelaciones celestes.72
La nómina es fabulosa, hasta el punto de que los tan mentados establos sería
insuficientes para guardarlas, si bien, a la zaga de Indiana Jones, el Arca ocupa
un lugar destacado: en La Santa Alianza, de Fernando Benedicto, se dice que “El
arca de la Alianza, la lanza de Longinos y la túnica sagrada de Nuestro Señor
Jesucristo han sido veladas y custodiadas por freires templarios desde pocos
años después del inicio de la Orden, así como el Santo Grial”. En El renacer del
Temple, de Francisco Díaz-Húder, el Temple también custodia el Arca de la
Alianza, que contiene, entre otros, la cabeza del Bautista, el báculo de Moisés y
un cuenco con maná. Por citar dos ejemplos más conocidos, en Iacobus, de
Matilde Asensi, que recurre a la manida trama de la venganza de la Orden, los
templarios ocultan el Arca en Las Médulas,73 mientras que en Las puertas
templarias, de Javier Sierra, que toma buena nota de los trabajos de Charpentier,
los templarios asumen la misión de custodiar de las scala dei que facilitan el
acceso al otro mundo con la ayuda del Arca, para lo que podrán en marcha la
construcción de las catedrales góticas francesas.
70 Vázquez Montalbán, Manuel. Erec y Enide. Barcelona: Areté, 2002; Puértolas, Soledad. La rosa
de plata. Madrid: Espasa-Calpe, 1999; Montero, Rosa. El corazón del tártaro. Madrid: Espasa-
Calpe, 2001, y Sierra, Javier. El fuego invisible. Barcelona: Planeta, 2017.
71 Díaz-Mas, Paloma. El rapto del Santo Grial. Barcelona: Anagrama, 1984.
72 Charpentier, Louis. Los misterios templarios. Madrid: Apostrofe, 2004, p. 230.
73 Asensi, Matilde. Iacobus. Barcelona: Planeta, 2000.
ser, si alguna vez lo fue, custodio del Grial, rol que comparte con los cátaros. La
vinculación entre ambos, realzada por las corrientes esotéricas, es rechazada
por los historiadores, puesto que, aunque no resulta imposible que hubiera
templarios que se dejaran seducir por el atractivo de unos ideales que se
filtraron incluso entre los cruzados que acompañaron a Montfort y se asentaron
en el Languedoc, “Si hay influencia cátara, más vale explicarla por el hecho de
que el Temple encuentra sobre todo sus reclutas entre la pequeña y la mediana
nobleza [...], que, en el Languedoc, fueron muy permeables al catarismo, lo cual
pudo afectar al Temple. Pero no únicamente a él”.74
Como reflejo de este parentesco en la literatura, baste con citar La dama de seda,
de Soledad Beltrán, novela en la que se ficcionaliza la existencia de una red de
templarios que ayuda a los cátaros a buscar la salvación en Aragón. En ella, la
autora incorpora la distinción hermanos elegidos/hermanos consolados de
Merzdorf y el origen de la masonería escocesa en los templarios refugiados en
Escocia que presuntamente participaron con Robert Bruce en la batalla de
Bannockburn.75
Tampoco se olvida de los orígenes del grial José Luis Corral en El caballero del
Templo, donde el poema de Von Eschenbach adquiere de nuevo su condición de
mapa, tal y como se lo explica el propio Jacques de Molay al caballero templario
Jaime de Castelnou, encargado de llevarlo hasta San Juan de la Peña:
74 Demurger, Alain. Auge y caída de los templarios. Madrid: Martínez Roca, 2006, p. 302.
75 Beltrán, Soledad. La dama de seda. Castellón: 05 Ediciones, 2009.
76 Vid. Llorca, M. À. “La pervivencia de la búsqueda del Grial a través de la literatura: de
—En realidad, nuestro hermano Von Eschenbach no escribió un poema sobre el pasado
del Grial, sino sobre su futuro. Y tú eres el encargado de que se conserve alejado de
manos indeseables. Si le ocurriera algo a nuestra Orden, debes poner a salvo el Grial, y
para ello deberás ir a las montañas del norte de Hispania, buscar el lugar que indica
Von Eschenbach en su poema y depositarlo allí. Jamás debe caer en poder del rey de
Francia.
»Aquí tienes una copia del poema de Von Eschenbach —Molay sacó un códice de un
cajón de la mesa—; léelo atentamente y busca en él el lugar donde ha de ser guardado el
Grial.
77 Corral, José Luis. El caballero del Templo. Barcelona: Edhasa, 2006, p. 377.
Es posible, además, ubicar los orígenes del revival templario (sobre el que se
estructuró The Da Vinci Code y, a su zaga, otras muchas obras literarias, pero no
solo), en la segunda mitad del siglo XX. La Prieuré de Sion, inscrita en el registro
de asociaciones de Francia en el año 1956, fue ganando notoriedad a lo largo de
los años sesenta, cuando el periodista Geràrd de Sède, en contacto con Pierre
Plantard, y seguramente recogiendo el testimonio de Noel Corbu sobre los
misterios de Rennes-le-Chateau, volvió sus ojos sobre el tesoro de la orden del
Temple, insinuado que, amén de un objeto material (el famoso oro
presuntamente escamoteado al rey Felipe IV), podría tratarse de “la sangre
oculta, que se convierte en tesoro dinástico y reaviva un mito cuyo papel
político, en diversos momentos de nuestra historia nacional, estuvo lejos de ser
deseable: el mito del Rey Perdido”.82 De modo paralelo, entre 1964 y 1967, una
serie de documentos heterodoxos habían sido depositados en la Biblioteca
Nacional de París y llamado la atención de curiosos que acabaron forjando un
aura de misterio en torno al Priorato, sus orígenes (no en vano, y
torticeramente, en algunos casos se la identificaba con la histórica Orden de
Santa María de Sion, e incluso se apuntaban conexiones con los lamentables
Protocolos) y el porqué de su aparición en escena en ese momento concreto.83
81 Carpegna Falconieri, Tommaso di. El presente medieval. Barcelona: Icaria, 2015, p. 168.
82 De Sède, Gerard. El oro de Rennes. Barcelona: Plaza & Janés, 1973, p. 121.
83 Las informaciones, múltiples, oscuras y cambiantes no siempre resultan fáciles de seguir.
Remitimos al lector a una útil síntesis en Introvigne, Massimo. “Rennes le Château: mistificatori
e mistificazioni sul Graal”, Cristianità, 258 (1996), pp. 7-9, donde el autor afirma que desde 1960
hasta el momento se habían publicado más de 500 títulos en francés sobre el asunto.
84 Cardini, Franco, Massimo Introvigne y Marina Montesano. Op. cit., p. 16.
1) Había una orden secreta detrás de los caballeros templarios, la cual creó a éstos
como su brazo militar y administrativo. Esta orden, que ha funcionado bajo diversos
nombres, recibe con mayor frecuencia el de la Prieuré de Sion (“Priorato de Sion”).
2) La Prieuré de Sion ha sido dirigida por una sucesión de grandes maestres cuyos
nombres se cuentan entre los más ilustres de la historia y la cultura occidentales.
3) Si bien los caballeros templarios fueron destruidos y disueltos entre 1307 y 1314, la
Prieuré de Sion permaneció indemne. Aunque se vio desgarrada periódicamente por
luchas sanguinarias entre distintas facciones, ha seguido funcionando a lo largo de los
siglos. Actuando en la sombra, entre bastidores, ha orquestado ciertos acontecimientos
críticos de la historia de Occidente.
Tales orígenes y aspiraciones no eran más elevados ni ilustres que la larga lista
de nautonniers (o maestres) que habrían liderado la Prieuré hasta ese momento,
en la que destacaban nombres como los de Botticelli (1483-1510), Leonardo
(1510-1519), Isaac Newton (1619-1727) o Victor Hugo (1844-1855), y en la que no
faltaba, finalmente y en dos ocasiones, el propio Pierre Plantard, que se hacía
llamar ya Pierre Plantard de Saint-Clair. El objetivo del Priorato no podía ser
entonces otro que la restauración de la estirpe merovingia en el trono de
Francia, culminando así su misión secular, la custodia del santo grial, que, por
un lado “sería la estirpe y los descendientes de Jesús, la ʽSang Raalʼ, la sangre
ʽverdaderaʼ o ʽrealʼ cuya custodia fue encomendada a los templarios, orden
85 Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln. Op. cit., pp. 143-144.
Si nos detenemos a analizar la imagen que los tres autores ofrecen sobre la
orden del Temple llama inmediatamente la atención la escasa solidez de sus
afirmaciones, incluso cuando pretenden tejer su historia ortodoxa: que
planearan fundar un estado propio en las tierras de Languedoc, su misión de
excavar en los famosos “Establos de Salomón”, que aprovecharan su imagen de
hechiceros, alquimistas y nigromantes87 o que tuvierna continuidad. Su texto
(sus textos, si tenemos en cuenta los posteriores) muestran un discurso donde
todo es veraz, verosímil, plausible, donde cada hipótesis fácilmente
desmontable se convierte en aseveración que sirve para posteriores
conclusiones, donde continuamente se esgrimen pruebas que dicen corroborar
la leyenda: pero si hay pruebas, la leyenda deja de serlo para ser historia. No se
sabe hasta qué punto colaboraron con Plantard y compañía o fueron los
primeros en verse fascinados por su camelo, pero lo cierto es que su discurso es
artero y nada siempre entre dos aguas: por una parte, las fuentes y el trabajo el
de historiadores contrastados (Michelet o Barber, por ejemplo); por otra parte,
las falsificaciones y textos nacidos en el seno del Priorato, pocas veces en el
mismo nivel, dado que los segundos solapan todo, como ocurre con las listas de
los maestres del Temple.
86 Ibid. p. 568.
87 Baigent, Michael y Richard Leigh. Masones y templarios. Madrid: Martínez Roca, 2009.
88 Barber, Richard. Op. cit., p. 265.
89 Ibíd., p. 383.
90 Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln. El legado mesiánico. Madrid: Martínez Roca,
2005, p. 341.
91 Introvigne, Massimo. Los Illuminati y el Priorato de Sión. Alcalá: Rialp, 2005, p. 170.
92 Eco, Umberto. Il pendolo di Foucault. Milán: Bompiani, 1988, p. 230.
93 Almazán de Gracia, Ángel. Los códices templarios del río Lobos. Soria: Sotabur: 1997.
94 Eslava Galán, Juan, Guadalquivir, Barcelona, Planeta, 1990. Wilcox, Nicholas, La lápida
templaria, Barcelona, Planeta, 1996; Wilcox, Nicholas, Los falsos peregrinos. Trilogía templaria I,
Barcelona, Planeta, 2000; Wilcox, Nicholas, Las trompetas de Jericó. Trilogía templaria II, Barcelona,
Planeta, 2000; Wilcox, Nicholas, La sangre de Dios. Trilogía templaria III, Barcelona, Planeta, 2001;
Wilcox, Nicholas, Los templarios y la mesa de Salomón, Madrid, Martínez Roca, 2004 (de las cinco
novelas con pseudónimo solo la segunda no menciona el Prioratus); Eslava Galán, Juan, Los
dientes del dragón, Barcelona, Devir, 2004. Para el estudio de la primera, véase Nourine Elaid,
Lahouaria. “El mito del tesoro de Salomón en Guadalquivir, de Juan Eslava Galán”. En Fidel
López Criado (coord.). Héroes, mitos y monstruos en la literatura española contemporánea. Santiago
de Compostela: Andavira, 2009, pp. 331-338.
95 La relación entre El codigo Da Vinci y El enigma sagrado es compleja. Por una parte, Dan
Brown, a modo de guiño o reconocimiento, utiliza parte de la trayectoria vital de Henry Lincoln
en la composición de la biografía del personaje de sir Leigh Teabing, protagonista de El codigo
Da Vinci, mientras que emplea el nombre de Jacques Saunière para el maestre del Priorato. No
obstante, y aunque Henry Lincoln decidiera no sumarse a la demanda, Baigent y Leigh llevaron
a Dan Brown a los tribunales, acusándolo de plagio. La demanda se resolvió en abril de 2006,
poco antes del estreno de la película, y Brown fue declarado inocente. Sin embargo, no era el
primer juicio: Lewis Perdue presentó una demanda por plagio en New York a principios de
2005, afirmando que Brown había plagiado sus libros Da Vinci Legacy y Daughter of God. Brown
ganó también el pleito.
96 Howard, Ron. The Da Vinci Code. EE. UU.: Columbia Pictures-Imagine Entertainment, 2006.
A partir del éxito de Dan Brown, las referencias al grial, entendido como sangre
real, y al Temple como protector de los intereses del Priorato se multiplicaron,
no siempre de manera homogénea: desde la simple mención a la denuncia de su
nula consistencia histórica o incluso la parodia o la recreación literaria del
actual Priorato, si bien resultan más numerosas las continuaciones fieles.
Por su parte, Joaquín Javaloys, que identifica a Flegetanis con Abraham ben
Daoud (o ibn Daud) y el relato de Kyot con el apéndice contenido en el Sepher
Ha-Kabbalah o Shk, considera que el Grial cátaro consiste en el secreto del linaje
real davídico (Sang Real) y lleva a cabo una identificación entre personajes
históricos y personajes literario-legendarios que reproducirá en su novela Yo,
Parsifal, según la cual Parzival sería Raymond-Roger II Trencavel; Lohengrin,
97 Mora, Juan Manuel. La Iglesia, el Opus Dei y El Codigo Da Vinci: un caso de comunicación global.
Pamplona: EUNSA, 2009.
98 Gutiérrez, Ángel y David Zurdo. El diario secreto de Da Vinci. Barcelona: Robinbook, 2004.
99 Sánchez-Garnica, Paloma. El Gran Arcano. Barcelona: Plaza & Janés, 2006.
100 Azuara, Marisa. El signo de Salomón, Zaragoza: Egido, 2005.
101 Molist, Jorge. La reina oculta. Madrid: Martínez Roca, 2007.
En la novela se unen el Santo Cáliz, por el que Dios habla a Raymond Roger II
de Trencavel; la sangre real, pues él, descendiente de David, es el rey del Grial;
y la lapis exillis, que le entrega el ermitaño Trevizent (Bertrand de Toulouse).
Pero hay dos griales: el Grial clásico o cristiano, personalizado en el rey Capeto,
y el grial occitano o davídico, en el linaje Trencavel (defendidos por la Orden de
Sión y Orden del Temple respectivamente).102
Más linajes sagrados encontrará el lector en El legado del valle y La cruz de Saraís,
en las que, tras la victoria frente a las tropas de Saladino en la llanura de Arsuf,
los templarios Jean de Badoise y Paul de Tornois contraen la misión, como
miembros del círculo interior de la Orden, de marchar con Charité, la portadora
del Legado, hasta el valle del Boí y fundar allí un régimen que permita proteger
la estirpe sagrada, que logrará pervivir hasta la actualidad.104
102 Javaloys, Joaquín. El Grial secreto de los cátaros. La historia oculta de un linaje. Madrid: Edaf,
2006, y Yo, Parsifal. El mítico caballero del Grial. Madrid: Huerga & Fierro, 2006.
103 Tristante, Jerónimo. El tesoro de los nazareos. Barcelona: Roca, 2008.
104 Badia, Jordi y Luisjo Gómez. El legado del valle. Barcelona: RBA, 2011, y La cruz de Saraís.
Tanta y tan machacona parecía la canción que, inevitablemente, tenía que llegar
la parodia, en este caso en la segunda entrega de la trilogía templaria de
Enrique de Diego, en la que nos encontramos con dos personajes de sospechoso
nombre: Dan Marrone, comerciante lombardo dedicado al tráfico de reliquias y
amigo de esoterismos varios, y Roberto Langdoni, su sirviente. El diálogo con el
templario Alvar Mozo es interesante:
Baxmeyer, Florian. Das Blut der Templer. Alemania: Lietuvos Kinostudija-Medienfonds GFP-
106
―…de Sión.
107 Diego, Enrique de. La lanza templaria. Madrid: Martínez Roca, 2006, p. 315.
La custodia del grial por parte de los templarios no es más que una leyenda
literaria, y la sangre real, otra manifestación de la misma, por esencia
cambiante. Quien no cometa el error de confundir historia con especulación
puede entender que la fábula (invención, mistificación), incapaz de soportar el
más mínimo análisis riguroso, no es más que un cuento (li contes del sang raal)
para el siglo XX y XXI (o un escalafón, o una actualización) con la misma
capacidad de seducción que tuvo en sus orígenes medievales. Ni siquiera es, en
realidad, demasiado original. Plantard y sus colaboradores, o quienes fueran los
autores de la trama, hicieron, respecto al Temple, lo mismo que la masonería
cuando buscó emparentar con la Orden: falsificaciones, linajes, herencias y
transmisiones. Respecto al Grial, como ya hicieran Robert de Boron o Wolfram
von Eschenbach, lo que nos ofrecen es un linaje del grial, que se remonta a
tiempos bíblicos, con sus guardianes templarios incluidos.
108 Eco, Umberto. “Il Codice colpisce ogni giorno”. L´ Espresso (30/07/2005).
Al fin y al cabo, no deja de ser uno de esos sueños que de manera tan sintética
presentaba Eco como la Edad Media de la Tradición, cuyas palabras queremos
recuperar como homenaje precisamente cuando se cumplen cuarenta años de la
publicación de Il nome de la rosa, que tanto nos enseñó sobre los peligros que
esconden los libros: