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La Riqueza

Japón es uno de los países con más igualdad social del mundo según el Índice Gini que
es una especie de ratio (razón) entre los ingresos de las clases más altas y las más
bajas. Básicamente indica la diferencia entre el dinero que tienen los ricos y los pobres,
lo bien que se reparte la riqueza en un país. Un coeficiente gini de 1 indica desigualdad
total, y un gini 0 indica igualdad perfecta. En este mapa se puede ver en verde oscuro
los países con coeficientes gini más cercano a 0 y cuanto más rojo más cerca de 1.

Económicamente, Japón es
uno de las naciones más
desarrolladas del mundo.
Marcas japonesas como
Toyota, Sony, Fujifilm y
Panasonic son famosas en
todo del mundo.

En esta otra imagen cuanto más abajo más igualdad y cuanto más arriba mayor
desigualdad. Por ejemplo que Hong Kong está muy arriba, un lugar donde viven muchos
millonarios y hombre de negocios de dinero junto a chinos sumidos en la pobreza.

Por otro lado en Japón un 1% de la


población tiene una fortuna de 1
millón de dólares o más. El tercer
porcentaje más elevado de todo el
mundo después de Luxemburgo y
Suiza. Ampliamos la frase anterior a
«los ricos japoneses son mucho
menos ricos que los de otros
países pero hay muchos más
ricos que en otros lugares».

En segundo lugar en la lista esta Japón. En el estado nipón viven 2,3 millones de
personas con más de un millón de dólares. También destaca el número de millonarios
con más de 30 millones de dólares de riqueza, que alcanzan la cifra de 18 mil personas.
Contrasta con la cantidad de mil millonarios, que queda en 35.

EL HOMBRE MÁS RICO DE JAPÓN


Hijo Masayoshi es considerado el más rico de Japón y es el
director ejecutivo de la corporación de telecomunicaciones y
Internet llamada SoftBank. Los ingresos anuales de la
compañía son de $ 81 mil millones (2017). Softbank invirtió $
35 mil millones en 100 acuerdos en 2017, incluidas inversiones
en la empresa de alquiler de oficinas WeWork y Uber.
Las clases sociales
La sociedad capitalista, por definición,
está dividida por clases, es decir que es
una sociedad estratificada.

Los científicos sociales contemporáneos


han identificado la existencia de cuatro
clases; las más representativas son la
capitalista, compuesta por los empresarios
que controlan la producción y los
accionistas, y la obrera, formada por los
trabajadores que son contratados por los
empresarios.

La clase baja (underclass) está formada por aquellos con un empleo irregular, sin
incluir a profesionales especializados o en puestos directivos y amas de casa que
trabajan a tiempo parcial. Sus contratos conllevan inestabilidad y unos ingresos
acusadamente bajos. En Japón hay 9 millones de personas en esta situación, un 14 %
del total de la población trabajadora.

La clase obrera comenzó a escindirse con la burbuja económica de finales de los años
ochenta. Las empresas se veían ante la necesidad de ampliar la plantilla por la
excelente coyuntura pero temían que, si contrataban empleados regulares, no iban a
poder echarlos más tarde si las cosas se torcían. La solución que aplicaron fue
contratar a los recién graduados como empleados irregulares; a estos trabajadores se
los bautizó como furītā (neologismo surgido de la abreviación de free Arbeiter,
‘trabajador libre’).

Nueva clase media, incluye a aquellos que se posicionan entre el empresario y los
obreros en la empresa y administran, gestionan la producción y se encargan del
desarrollo técnico. El segundo, la antigua clase media, agrupa a los profesionales
independientes —como agricultores y trabajadores autónomos— que gestionan su
propio negocio como la clase capitalista, pero a la vez desempeñan el trabajo como la
clase obrera. A esta clase media se la llama antigua porque ya existía mucho antes de
que surgiera la sociedad capitalista.

Como es lógico, estas clases forman una jerarquía económica en cuya cúspide está la
clase capitalista y cuya base forma la clase obrera, con las dos clases medias entre
ambas. Así pues, la clase baja de la sociedad capitalista corresponde a la clase
obrera. La clase capitalista no puede ofrecer a la clase obrera salarios escasísimos que
apenas le permitan sobrevivir porque necesita que siga trabajando con ahínco para
mantener su negocio y, si no forma familia con hijos, las empresas se quedan sin relevo
de mano de obra.
La pobreza
El 40% de los trabajadores tienen empleos precarios.
La pandemia, el aumento del desempleo y la caída de los salarios han afectado
directamente a los trabajadores pobres, a gente que apenas se mantenía a flote hasta
entonces.
Visto desde el extranjero, Japón parece mejor equipado para amortiguar el impacto
económico de la pandemia, con una tasa de desempleo de alrededor del 3% y un
sistema de seguridad social que funciona. Pero estas estadísticas ocultan la magnitud
del subempleo y del trabajo a tiempo parcial: el 40% de los trabajadores tienen
empleos precarios.

"LA CLASE MEDIA SE HUNDE"

Puede ser complicado acceder a las ayudas sociales:


"Pero hay muchos adultos que no tienen qué comer". Más de 10 millones de personas
viven en Japón con el equivalente a menos de 16.000 euros (19.300 dólares) al año, y
una de cada seis vive en "la pobreza relativa", con unos ingresos inferiores a la mitad
del salario medio, según cifras oficiales.

Medio millón de personas han perdido el empleo en los últimos seis meses, según Kenji
Seino, dirigente de una oenegé local. "Ya no afecta solo a los hombres mayores, sino
también a las mujeres y los jóvenes". "La clase media se derrumba" y "los que ya
estaban en la cuerda floja la vieron romperse bajo sus pies".

Una situación que a veces conduce a actos desesperados: un aumento del 1% en el


índice de desempleo se traduce en 3.000 suicidios adicionales por año, según Taro
Saito, del instituto de investigación NLI. El suicidio afecta a una proporción creciente
de mujeres, cada vez más afectadas por los empleos precarios. Y se está viendo a más
mujeres con sus hijos en los actos de distribución de alimentos, según Seino.
El índice de pobreza es un indicativo
que mide la proporción de personas con
bajos ingresos. el índice de pobreza
relativa, que indica la proporción de
hogares por debajo de la línea de
pobreza (1,22 millones de yenes
anuales, correspondiente a la mitad de
la mediana de los ingresos disponibles
se situó en el 16,1 %. El índice de
pobreza infantil, que se extrae
incluyendo en el recuento a los menores
de 18 años comprendidos en estos
hogares, fue del 16,3 %. Ambos
porcentajes representan las cifras más
altas alcanzadas hasta el presente.
Empecemos por aumentar el salario mínimo
En las últimas tres décadas, Japón ha pasado a tener una cifra astronómica de personas
cargadas de dificultades económicas y sumidas en la ansiedad y la depresión. Para colmo,
la contratación de empleados irregulares atraviesa una crisis por culpa de la pandemia.
Hay que reconocer que a Japón le espera un futuro sombrío a menos que las penurias y
preocupaciones de esos ciudadanos se eliminen y se cree una sociedad en la que todo el
mundo pueda vivir con tranquilidad, casarse y tener hijos. Los integrantes de la underclass
lo tienen muy difícil para salir de la situación por su propio pie. Urge tomar medidas
enfocadas al futuro, empezando por corregir la desigualdad entre el empleo regular y el
irregular y por aumentar considerablemente el salario mínimo.

En la Unión Europea están prohibidas las desigualdades derivadas del tipo de contrato de
trabajo y hay países que incluso ofrecen salarios por hora especialmente elevados a los
empleos irregulares para compensar su inestabilidad laboral. En Japón, por el contrario, el
trato discriminatorio en función del tipo de contratación se pasa por alto en la práctica y,
aunque en los últimos años se han adoptado ciertas iniciativas para paliar el problema, las
medidas son todavía insuficientes.

El salario mínimo promedio en Japón es de solo 902 yenes la hora, una cifra
considerablemente más baja que en los países de la Unión Europea. En Estados Unidos
tampoco es nada elevado (7,25 dólares, unos 767 yenes), pero la mayoría de los estados
fijan salarios mínimos más generosos y en años recientes se avanza hacia una mejora con
iniciativas como la de Florida de aumentar la cifra hasta los 15 dólares (unos 1.600 yenes) a
lo largo de un quinquenio. Teniendo en cuenta su alto nivel de precios, Japón debería elevar
el salario mínimo por lo menos a 1.200 yenes la hora, en vista de acabar alcanzando los
1.500. Transformar de un plumazo el empleo irregular en regular no es viable, pero si al
menos aplicáramos las medidas que aquí se proponen, el trabajo irregular permitiría llevar
una vida holgada y tener hijos si trabajaran ambos miembros de la pareja.
Con todo, la actual Administración se
muestra pasiva con las medidas para
mejorar las condiciones del trabajo irregular.
Quizás la iniciativa más efectiva para evitar
que Japón siga en el sendero hacia la
decadencia sea cambiar a un Gobierno
dispuesto a abordar el problema y minimizar
la desigualdad y la pobreza.

Fotografía del encabezado: Tokyo Big Sight lleno a


rebosar de estudiantes que buscan trabajo el 14 de marzo
de 2000, en plena era glacial del empleo. (Yomiuri
Shimbun / Aflo)

(*1) ^ Para determinar la situación de pobreza, se toman como criterio los ingresos
disponibles: se considera pobres a aquellos que cuentan con la mitad o menos de la
media. Según el Estudio Básico de las Condiciones de Vida de los Ciudadanos de 2018
llevado a cabo por el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, esa cifra de corte
corresponde a 1,27 millones de yenes anuales.

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