Revisión 9 Eq6
Revisión 9 Eq6
Revisión 9 Eq6
Japón es uno de los países con más igualdad social del mundo según el Índice Gini que
es una especie de ratio (razón) entre los ingresos de las clases más altas y las más
bajas. Básicamente indica la diferencia entre el dinero que tienen los ricos y los pobres,
lo bien que se reparte la riqueza en un país. Un coeficiente gini de 1 indica desigualdad
total, y un gini 0 indica igualdad perfecta. En este mapa se puede ver en verde oscuro
los países con coeficientes gini más cercano a 0 y cuanto más rojo más cerca de 1.
Económicamente, Japón es
uno de las naciones más
desarrolladas del mundo.
Marcas japonesas como
Toyota, Sony, Fujifilm y
Panasonic son famosas en
todo del mundo.
En esta otra imagen cuanto más abajo más igualdad y cuanto más arriba mayor
desigualdad. Por ejemplo que Hong Kong está muy arriba, un lugar donde viven muchos
millonarios y hombre de negocios de dinero junto a chinos sumidos en la pobreza.
En segundo lugar en la lista esta Japón. En el estado nipón viven 2,3 millones de
personas con más de un millón de dólares. También destaca el número de millonarios
con más de 30 millones de dólares de riqueza, que alcanzan la cifra de 18 mil personas.
Contrasta con la cantidad de mil millonarios, que queda en 35.
La clase baja (underclass) está formada por aquellos con un empleo irregular, sin
incluir a profesionales especializados o en puestos directivos y amas de casa que
trabajan a tiempo parcial. Sus contratos conllevan inestabilidad y unos ingresos
acusadamente bajos. En Japón hay 9 millones de personas en esta situación, un 14 %
del total de la población trabajadora.
La clase obrera comenzó a escindirse con la burbuja económica de finales de los años
ochenta. Las empresas se veían ante la necesidad de ampliar la plantilla por la
excelente coyuntura pero temían que, si contrataban empleados regulares, no iban a
poder echarlos más tarde si las cosas se torcían. La solución que aplicaron fue
contratar a los recién graduados como empleados irregulares; a estos trabajadores se
los bautizó como furītā (neologismo surgido de la abreviación de free Arbeiter,
‘trabajador libre’).
Nueva clase media, incluye a aquellos que se posicionan entre el empresario y los
obreros en la empresa y administran, gestionan la producción y se encargan del
desarrollo técnico. El segundo, la antigua clase media, agrupa a los profesionales
independientes —como agricultores y trabajadores autónomos— que gestionan su
propio negocio como la clase capitalista, pero a la vez desempeñan el trabajo como la
clase obrera. A esta clase media se la llama antigua porque ya existía mucho antes de
que surgiera la sociedad capitalista.
Como es lógico, estas clases forman una jerarquía económica en cuya cúspide está la
clase capitalista y cuya base forma la clase obrera, con las dos clases medias entre
ambas. Así pues, la clase baja de la sociedad capitalista corresponde a la clase
obrera. La clase capitalista no puede ofrecer a la clase obrera salarios escasísimos que
apenas le permitan sobrevivir porque necesita que siga trabajando con ahínco para
mantener su negocio y, si no forma familia con hijos, las empresas se quedan sin relevo
de mano de obra.
La pobreza
El 40% de los trabajadores tienen empleos precarios.
La pandemia, el aumento del desempleo y la caída de los salarios han afectado
directamente a los trabajadores pobres, a gente que apenas se mantenía a flote hasta
entonces.
Visto desde el extranjero, Japón parece mejor equipado para amortiguar el impacto
económico de la pandemia, con una tasa de desempleo de alrededor del 3% y un
sistema de seguridad social que funciona. Pero estas estadísticas ocultan la magnitud
del subempleo y del trabajo a tiempo parcial: el 40% de los trabajadores tienen
empleos precarios.
Medio millón de personas han perdido el empleo en los últimos seis meses, según Kenji
Seino, dirigente de una oenegé local. "Ya no afecta solo a los hombres mayores, sino
también a las mujeres y los jóvenes". "La clase media se derrumba" y "los que ya
estaban en la cuerda floja la vieron romperse bajo sus pies".
En la Unión Europea están prohibidas las desigualdades derivadas del tipo de contrato de
trabajo y hay países que incluso ofrecen salarios por hora especialmente elevados a los
empleos irregulares para compensar su inestabilidad laboral. En Japón, por el contrario, el
trato discriminatorio en función del tipo de contratación se pasa por alto en la práctica y,
aunque en los últimos años se han adoptado ciertas iniciativas para paliar el problema, las
medidas son todavía insuficientes.
El salario mínimo promedio en Japón es de solo 902 yenes la hora, una cifra
considerablemente más baja que en los países de la Unión Europea. En Estados Unidos
tampoco es nada elevado (7,25 dólares, unos 767 yenes), pero la mayoría de los estados
fijan salarios mínimos más generosos y en años recientes se avanza hacia una mejora con
iniciativas como la de Florida de aumentar la cifra hasta los 15 dólares (unos 1.600 yenes) a
lo largo de un quinquenio. Teniendo en cuenta su alto nivel de precios, Japón debería elevar
el salario mínimo por lo menos a 1.200 yenes la hora, en vista de acabar alcanzando los
1.500. Transformar de un plumazo el empleo irregular en regular no es viable, pero si al
menos aplicáramos las medidas que aquí se proponen, el trabajo irregular permitiría llevar
una vida holgada y tener hijos si trabajaran ambos miembros de la pareja.
Con todo, la actual Administración se
muestra pasiva con las medidas para
mejorar las condiciones del trabajo irregular.
Quizás la iniciativa más efectiva para evitar
que Japón siga en el sendero hacia la
decadencia sea cambiar a un Gobierno
dispuesto a abordar el problema y minimizar
la desigualdad y la pobreza.
(*1) ^ Para determinar la situación de pobreza, se toman como criterio los ingresos
disponibles: se considera pobres a aquellos que cuentan con la mitad o menos de la
media. Según el Estudio Básico de las Condiciones de Vida de los Ciudadanos de 2018
llevado a cabo por el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, esa cifra de corte
corresponde a 1,27 millones de yenes anuales.